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Menos del 10% del total de los alimentos que consumimos son producidos en la isla. No
hay duda de que nuestro nivel de dependencia alimentaria, más de un 90%, describe un
panorama sencillamente alarmante. A la enorme cantidad de alimentos que importamos
debemos sumarle otro problema: la calidad de los productos que nos llega es
relativamente pobre. Muchos de éstos carecen de nutrientes, son desnaturalizados y
contaminados con residuos químicos y a menudo son peligrosos para nuestra salud. Pocas
personas conocen que hay más de 3,000 sustancias artificiales que legalmente se utilizan
en la producción de alimentos en los Estados Unidos, a pesar de que muchas de éstas han
demostrado ser peligrosas para la salud humana.
En la actualidad tenemos unas 18,000 fincas, pero muchas de ellas tienen una producción
mínima o ninguna producción de alimentos. Si esta tendencia continua, la agricultura
local podría eventualmente encontrarse en peligro de extinción.
La mayor parte de los consumidores desconocen que el 65% de los alimentos que se
consumen en Puerto Rico contienen ingredientes genéticamente modificados (también
conocidos como transgénicos). Aunque el debate mundial sobre cuan seguros son los
alimentos transgénicos para el consumo humano aún no termina, no existe desacuerdo
sobre el impacto negativo de la ingeniería genética en los cultivos. Las consecuencias
ecológicas más visibles son:
La integración de los principios que rigen estas ciencias es simple. Estas persiguen
implantar modos más éticos de producir alimentos saludables y establecer modelos de
producción totalmente sustentables y enormemente diversificados. No existe mejor
garantía para la seguridad alimentaria que producir los alimentos que necesitamos y
promover la diversificación de frutos. La transición del monocultivo al poli-cultivo es el
primer paso práctico hacia el principio de auto-suficiencia alimentaria.
Contrario a la agricultura convencional, la agricultura sustentable conserva los recursos
naturales tales como el agua, el suelo y la biodiversidad, y es a la misma vez
económicamente viable. Para acercar los alimentos al consumidor, este paradigma
enfatiza la producción a pequeña y mediana escala, realizadas por familias y
comunidades. Esta práctica promueve la conexión directa y personal entre el agricultor y
el consumidor, lo que conlleva múltiples beneficios:
• nuestros niños se expondrán nuevamente al arte de producir alimentos saludables
• la toma de conciencia por estilos de vida más saludables y sustentables
• los productos serán más accesibles al consumidor y simultáneamente más
rentables para el agricultor
• cientos de nuevos alimentos y especies harán nuestra cocina más rica
• miles de bancos de semillas locales permitirán garantizar un abastecimiento
ilimitado de valiosas semillas
• la diversidad genética de nuestros alimentos estará segura y, más importante aún,
Puerto Rico será autosuficiente en términos de producción de alimentos. En un
intento por introducir nuevos frutos tropicales en el libro, “Oro Verde: Securing
the Future of our Food”, describo 120 nuevos vegetales, hierbas y frutas con un
alto valor nutritivo y potencial comercial
Una vez liberemos la agricultura de las influencias y el control de las corporaciones y los
políticos, ésta volverá a florecer para ser pura y fructífera. Los agricultores y los
consumidores necesitan estar vinculados. Esto significa que toda la industria de alimentos
(producción, procesamiento y distribución) tiene que ser local. Esto traerá un cambio
primordial en la condición del agricultor y del país. Una fuerte red de pequeños
agricultores, políticamente independientes y dedicados a la producción sustentable de
poli-cultivos, es la base ideal para una sociedad saludable y estable. La autonomía
agraria nos dirigirá naturalmente a la paz, la prosperidad y la libertad.