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Fusionando moralidad y capitalismo

Por Mikhail Gorbachev


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Mikhail Gorbachev fue líder de la ex Unión Soviética entre 1985 y su colapso en 1991. Obtuvo el Premio Nóbel de la
Paz en 1990 y en la actualidad es presidente de la Fundación Internacional para Estudios Políticos y Socio-
económicos (La Fundación Gorbachev), con sede en Moscú.

A medida que la crisis financiera global se profundiza, resulta claro que el colapso del mercado de valores no sólo
afecta a los ricos, cuyos estilos de vida muy difícilmente sean afectados, sino a millones de personas comunes que
pusieron sus ahorros de toda la vida en el mercado.

La crisis financiera es, posiblemente, sólo la primera etapa en una debacle económica que podría ser la peor desde
la Gran Depresión de la década del treinta.

La crisis no vino de la nada. Han existido advertencias de diferentes sectores, incluidos economistas. También hubo
exhortaciones de veteranos líderes mundiales de la Comisión Trilateral y del Foro Político Mundial, que mostraron su
preocupación por los mercados financieros, convertidos en peligrosas burbujas con poca o ninguna relación con el
flujo real de bienes y de servicios. Pero todas esas advertencias fueron desdeñadas.

En los próximos meses, la codicia y la irresponsabilidad de algunos pocos nos afectará a todos. Ningún país, ningún
sector de la economía, podrán escapar a la crisis. El modelo económico que se desarrolló a partir de la década del
ochenta se está cayendo a pedazos. Se basaba en acrecentar las ganancias aboliendo toda clase de regulaciones,
cuya intención era proteger los intereses de la sociedad en su conjunto. Durante décadas, nos han dicho que eso
beneficiaría a todos. "Una marea en ascenso alza todas las embarcaciones". Pero las estadísticas dicen que eso no ha
ocurrido.

El crecimiento económico de las décadas recientes, que es bastante modesto comparado con los de las décadas de
los cincuenta y los sesenta, ha beneficiado, de manera desproporcionada, a los sectores más ricos de la sociedad.
Los estándares de vida de la clase media se han estancado. Y la brecha entre ricos y pobres se ha ampliado inclusive
en los países más desarrollados.

El sistema se hizo aún más precario debido a los préstamos irresponsables respaldados por complejas herramientas
de derivativos. Esos instrumentos eran en realidad sofisticadas pirámides financieras. Inclusive la mayoría de los
economistas y de los banqueros no pueden explicar cómo funcionan esas herramientas. Los inventores de esas
tramoyas fueron sus principales beneficiarios.
De todos los hechos que han salido a la luz en semanas recientes, uno me ha llamado particularmente la atención.
El año pasado, según algunos cálculos, los principales bancos de inversiones de Estados Unidos pagaron a sus
ejecutivos 38.000 millones de dólares en bonificaciones. Si se divide eso por el total de las fuerzas laborales, se
descubre que representa 200.000 dólares por persona, cuatro veces más que el ingreso de una familia promedio en
Estados Unidos. Y también estaban los paracaídas dorados, esos bonos multimillonarios pagados a los ejecutivos de
los bancos que colapsaron o fueron rescatados por el gobierno.

Para decirlo en pocas palabras: se trató de un capitalismo de degollina para la mayoría, y de un "socialismo", ayuda
del gobierno, para los fabulosamente ricos. Pese a ello, dentro de tres o cuatro años, una vez sea superada la parte
más álgida de la crisis, esas mismas personas nos dirán que el capitalismo salvaje es lo mejor, y que debemos
eliminar toda regulación. ¿Hasta la próxima y más destructiva crisis?

El actual modelo de globalización ha conducido a la liquidación de industrias en regiones completas. Se ha


deteriorado la infraestructura y las estructuras sociales. Se han creado tensiones causadas por proceso incontrolables
en materia económica, social, y de inmigración.

El daño moral también ha sido enorme, e inclusive se refleja en el lenguaje. No se habla de evasión impositiva, sino
de "planificación impositiva". Y los despidos en masa son explicados como "optimización del personal".

El papel del estado y de la sociedad civil han sido disminuidos. Los seres humanos no son ya vistos como
ciudadanos, sino como "consumidores de servicios del gobierno".

El resultado es una mezcla explosiva de darwinismo social: la sobrevivencia del más fuerte, y la filosofía de "Después
de nosotros, el diluvio".

La creciente crisis ha hecho que los encargados de tomas de decisiones se concentren en medidas inmediatas de
rescate. Por supuesto, esas medidas son necesarias, pero también es necesario reconsiderar las bases del modelo
socio-económico de la sociedad moderna. Inclusive, su filosofía. Pues esta sociedad se ha convertido en algo
bastante primitivo. Se basa totalmente en el lucro, en el consumismo, y en la ganancia personal.

Pero inclusive el gurú de la moderna teoría monetarista, Milton Friedman, al que tuve oportunidad de conocer,
señaló que el hombre era algo más que un "Homo Economicus". Y que la vida de la sociedad no puede confinarse al
interés económico.

Hace algún tiempo, propuse combinar la política con la moral. Durante la perestroika, intenté actuar con la
convicción de que la política debe tener un ingrediente moral. Creo que por esa razón, y pese a los errores que
cometimos, logramos sacar a Rusia del totalitarismo.

Por primera vez en la historia de Rusia, se logró un cambio radical, y se lo llevó al punto de no retorno sin necesidad
de derramar sangre.

Ha llegado el momento de combinar la moralidad y los negocios. Se trata de un asunto difícil. Por supuesto, los
negocios tienen que prosperar, o desaparecerán. Pero decir que el único deber moral de un empresario es ganar
dinero está apenas a un paso del lema "lucro a cualquier precio". Y en tanto en el área de la economía real de
producción existe todavía alguna transparencia: tradiciones, sindicatos y otras instituciones, que dan a la sociedad
cierta influencia, el área de la "ingeniería financiera", tal como lo hemos visto, carece de esas instituciones. No hay
ahí glasnot, ni transparencia, ni moralidad. Y las consecuencias pueden ser devastadoras.

La alianza de políticos y de empresarios -- que durante décadas han presionado para acabar con las regulaciones y
diseminar la economía del laissez-faire por el mundo entero -- con analistas, que celebran las acciones de compañías
en los cuales tienen intereses, y de teóricos cuya única solución es "acabar con todo control", ha sido destructiva, y
con frecuencia corrupta. Eso lo hemos visto en Rusia, donde esas recetas fueron promocionadas con extravagante
frenesí durante la década del noventa.

Ahora, esa pirámide, perniciosa e inmoral, ha colapsado. Es necesario pensar en un modelo que pueda reemplazar
al actual. No estoy proponiendo romper todo sin pensar en las consecuencias. Y tampoco tengo soluciones
prefabricadas. El cambio tiene que ser evolutivo. Un nuevo modelo surgirá. Y no puede basarse totalmente en el
lucro y en el consumismo.

Estoy convencido de que, en una nueva economía, las necesidades del pueblo y los bienes públicos deben
desempeñar un papel más grande que en la actualidad. El pueblo necesita tener las cosas claras: se necesita un
medio ambiente sano; una infraestructura moderna, funcional; sistemas de educación y de salud. Y viviendas
accesibles.
Construir un modelo que enfatice esas necesidades demorará tiempo y esfuerzos. Se requieren avances
intelectuales. Pero existe una cosa que los hacedores de políticas deben comprender: sin un componente moral,
cualquier sistema está condenado a fracasar.

(Las preguntas pueden ser enviadas a President.Gorbachev@nytimes.com o al presidente Mikhail Gorbachev c/o The
New York Times Syndicate, 500 7th Ave., 8th Floor, New York, NY 10018. Los lectores deben incluir sus nombres,
sus ciudades de origen y sus países.)

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