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EMOCIONES EN EL AMOR Y EN EL DESAMOR

Una visión integradora desde la Gestalt

Por Almudena Sosa Guzmán

Psicóloga Especialista en Psicología Clínica


Master en Terapia de Conducta
Terapeuta Gestalt
Mediadora

www.almapsy.blogspot.com
email: almapsy@gmail.com

“No podemos escribir en el agua, “Son las ideas y las pasiones del hombre y no la
no podemos tallar el agua. mecánica
La naturaleza del agua es fluir, de las leyes quienes gobiernan la conducta
Así es como deberíamos tratar la vida y las humana.
emociones, Es siempre en el fondo de las almas que se
Sean negativas o positivas. encuentra la huella
No las niegues; de los hechos que se producirán en la realidad”
Sólo déjalas que fluyan y se alejen”
Alexis de Tocqueville,
ANÓNIMO La Révolution, 1857

1.- TODO UN MUNDO DE EMOCIONES

La primera tarea a la hora de emprender un trabajo como este será buscar una
definición de emoción, lo cual se complica dado la multiplicidad de fuentes que la hacen
posible. Etimológicamente, el término emoción significa el impulso que induce la acción. En
psicología se define como aquel sentimiento o percepción de los elementos y relaciones de la
realidad o la imaginación, que se expresa físicamente mediante alguna función fisiológica
como reacciones faciales o pulso cardíaco, e incluye reacciones de conducta como la
agresividad, el llanto, etc. (Wikipedia)
Una emoción es un estado complejo del organismo, generado como respuesta a un
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acontecimiento externo o interno, que predispone a la acción (Rafael Bisquerra, 2000).
Para el gran neurobiólogo y humanista Antonio Damasio, que ha sabido sustraerse de
las visiones científico-reduccionistas del ser humano, las emociones son la parte visible -o
registable- (acciones y movimientos como los gestos, la voz, cambios hormonales u ondas
electrofisiológicas) donde empieza una cadena compleja de acontecimientos que termina en
el sentimiento. Dice: “Las emociones se representan en el teatro del cuerpo. Los
sentimientos se representan en el teatro de la mente… Las emociones y el sinnúmero de
reacciones asociadas que les sirven de fundamento forman parte de los mecanismos básicos
de regulación de la vida. Los sentimientos contribuyen asimismo a la regulación de la vida,
pero a un nivel superior”.
Por su parte, Norberto Levy las considera señales, como las luces del cuadro de
mandos de un coche: “El miedo, la ira, la culpa, la envidia, etc., son estupendas y
refinadísimas señales, que alertan acerca de un problema particular y su función es remitir a
ese problema”.
Añadiendo a estas concepciones, científicas y psicológicas, alguna de índole más
esotérica, en el relato rescatado de la tradición oral por G.I. Gurdjieff conocido como “La
parábola del carruaje” representan las sensaciones, los sentimientos y las emociones. Es la
dimensión anímica, sensible y emotiva de la personalidad humana. La energía que tira del
carro.
Así pues, teniendo en cuenta éstas y otras visiones sobre lo que son las emociones,
podemos decir que:
Las emociones son reguladores, con correlato neurobiológico, que nos conectan al
mundo exterior y al sentimiento interior.
Son los mecanismos que movilizan nuestro interés.
Nos organizan para la acción
Son fundamentalmente adaptativas
Comunican
Influyen en el pensamiento y la memoria
Motivan
Nos dan información
Y, parafraseando a Alex Escamilla Imparato, son las que reciben la estimulación
derivada de toda actividad cognitiva y, por extensión, del vivir, que necesariamente resulta
indispensable para sobrevivir. Pero al hombre no le basta (o no debería bastarle) con
sobrevivir. La naturaleza nos ha dotado de una estructura orgánica sobradamente capacitada
para la supervivencia y la reproducción, y eso no es todo, además podemos sentir con ella
los más sublimes placeres, como lo pueden ser el arte, la música y, por supuesto, el amor.
Porque nuestro cuerpo nos permite ir más allá del mero sobrevivir para ir en busca de
distintas formas de bienestar, ¡incluso de la felicidad!
Siguiendo en la glosa del mismo autor, “si somos capaces de superar el dualismo
mente-cuerpo, parándonos un poco antes de ese malentendido cartesianismo -pienso, luego
existo- y meditar sobre un -soy, luego pienso-, sin entrar por ello en una visión irracional o
sensualista sobre los complejos procesos corporales para producir cogniciones, es posible
hablar sobre el hombre desde la filosofía –o desde el existencialismo- en un discurso que

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contemple los nuevos conocimientos científicos, del mismo modo que hacer ciencia desde
aproximaciones filosóficas“, como lo demuestran las últimas investigaciones de Antonio
Damasio al actualizar las visiones de Spinoza.
Como acertó a ver Kurt Goldstein, no somos una suma de partes, sino que existimos
como un todo. No es que tengamos un cuerpo o un cerebro, o un corazón, es que somos un
cuerpo, un cerebro… un corazón, que se coordinan buscando un equilibrio (salud),
funcionando para vivir.
No obstante, estar vivos no es suficiente. Necesitamos ser conscientes de que
estamos vivos. Necesitamos además un ambiente en que ello tenga lugar. Decía Fritz Perls
que “No se puede separar un organismo de su ambiente. Una planta fuera de su ambiente
no puede sobrevivir, como tampoco un ser humano fuera de su ambiente, si se le priva de
oxígeno, alimentos, etc.”. Heidegger, en la misma línea, apuntaba que el yo-soy está
determinado como ser-juntamente-con-otros: “yo soy con otros”.
Estar vivo entonces, es estarlo junto a más seres vivos. Como en el koan que invita a
meditar sobre qué ruido hace un árbol que cae en un bosque inhabitado, podemos
plantearnos qué es un ser humano sin la mirada del otro.
Para Humberto Maturana, todo ser vivo es una estructura autopoiética clausurada,
entrelazada emocionalmente a los demás y a su entorno, y que puede producirse a sí misma,
creando o destruyendo elementos del mismo sistema, como alternativas potenciales propias,
en respuesta a las perturbaciones del medio, es decir, que es capaz de autogenerarse.
Considera este autor que es el encuentro con otros lo que nos confiere humanidad y que el
homo sapiens no se volvió sapiens por el desarrollo de su intelecto sino por el desarrollo de
su lenguaje. Este lenguaje se extiende a lo que denomina lenguajear, concepto que incluye
todo tipo de actos, gestos y expresiones consensuadas que se dan dentro de una coherencia
estructural a la hora de establecer una comunicación entre seres vivos orientados a la acción.
La homeostasis de estos organismos autopoiéticos socialmente entrelazados, es también
materia de estudio para las nuevas disciplinas neurobiológicas (Escamilla Imparato).
Siguiendo a Maturana es el lenguaje y su progresiva sofisticación lo que produjo el
desarrollo intelectual y no al revés. Se pregunta a continuación: ¿para que apareció el
lenguaje? ¿para comunicar qué?. La respuesta que encuentra es: el Amor.
Estar vivos como humanos dentro de la vida, nos permite el encuentro con otros seres
humanos en un espacio compartido (mitwelt) y por tanto podemos hacer uso de un lenguaje,
obrar unas tradiciones y expresar un conocimiento. Esto es, los seres humanos podemos
comunicarnos entre sí como organismos vivos. Es en ese mundo en común que tenemos con
la otra persona donde se hace posible la comunicación.
Así lo expresa también Jorge Bucay en su Camino del encuentro: “Cuando pienso en
la palabra encuentro en el sentido en que la cito en todo este libro, la asocio a la idea del
descubrimiento, la construcción y la repetitiva revelación de un nosotros que trasciende la
estructura del yo. Esta creación del nosotros adiciona un sorprendente valor a la simple suma
aritmética del Tú y Yo. Sin encuentro no hay salud. Sin existencia de un Nosotros, nuestra
vida está vacía aunque nuestra casa, nuestra baulera y nuestra caja de seguridad estén
llenas de costosísimos posesiones”.
Y de esta forma lo hizo Fritz Perls: “Así comienza la búsqueda del interés común o

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del mundo en común donde tienen intereses posibles, comunicación y acercamiento, donde
súbitamente del tú y el del yo pasan al nosotros. Así llegamos a un fenómeno nuevo, el
nosotros es diferente del tú y del yo… y cuando nos encontramos ahí, entonces yo cambio
y tú cambias, mediante el proceso de encuentro entre ambos…” .
Pero para eso vuelve a ser imprescindible un substrato que nos entrañe: Sentir.

ENAMORAMIENTO

Se tiende a pensar en el amor como “la pasión eterna”, pero eso no es sino el
preámbulo: el enamoramiento.
El psiquiatra Enrique Rojas dice en el capítulo IV "Enamorarse" del libro "Remedios
para el desamor": El enamoramiento "es un estado emocional surcado por la alegría y la
satisfacción de encontrar a otra persona que es capaz de comprender y compartir tantas
cosas como trae consigo la vida".
Por su parte, Bucay considera que estar enamorado no es amar: “Porque amar es un
sentimiento y estar enamorado es una pasión. Las pasiones por definición son emociones
desenfrenadas, fuertes, absorbentes, intensas y fugaces como el destello de un flash, que
son capaces de producir transitoriamente una exaltación en el estado de ánimo y una
alteración de la conciencia del mundo del que la siente”.
Bowen habla de un predominio de la “indiferenciación y la fusión del yo” con escasa
“diferenciación del sí mismo”.
Este estado, similar al de “enajenación mental transitoria” implica un caos emocional y
acoge las más diversas y dispares emociones, pudiendo pasar de la pena a la alegría, de la
euforia a la desesperación, del temor a la temeridad, en el curso de un solo día, recordando
las características de un estado casi delirante. Es un fenómeno ambiguo de goce
atormentado que resulta de la disolución en el otro y del desplazamiento del centro vital a la
otra persona.
Siendo así, se trata obviamente de una tragedia, esa que tan bien ha sido reflejada en
la literatura, la poesía y en las letras desgarradoras de algunas canciones: “Sin ti no soy
nada”, “Entera, de arriba abajo… Toda… soy tuya”, “Me has robado el corazón” “Muero sin ti”,
etc., que tan flaco favor hacen a la búsqueda de autonomía de las personas. Como las
historias de “Tristán e Isolda” o “Romeo y Julieta”, que han quedado para siempre como
mitos universales del amor.
Al respecto de este amor romántico y sus singulares características, Canevaro escribe:
“La divina manía (teomanía) como la llamaban los griegos, es aquel estado que poseía a las
personas, desencadenando una serie de reacciones psicológicas particulares: ojos brillantes,
luminosidad de la piel, taquicardia, torrentes de endorfina. Ella perturba a las personas
provocando el “mal de amor”, tipo de parcial alineación y desaparición de los límites entre el
yo y el objeto como ya indicaba Freud en Malestar en la civilización”.
Desde el enfoque de la Gestalt, se trataría de una interrupción del ciclo de la
experiencia a través del mecanismo de la confluencia (Perls), en el que el sujeto para ser
aceptado se mimetiza a la otra figura, debilita los límites de su Yo para fusionarse al otro. Se
adoptan así, sin crítica ni cuestionamientos, decisiones, ideas, estilos de viva ajenos. Se trata

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de una acomodación en la que se abdica de la propia responsabilidad, de la capacidad de
tomar decisiones, para "estar de acuerdo. El lema es "Acéptame”.
Afortunadamente para la salud (física y mental), el enamoramiento dura poco. De otro
modo resultaría amenazador para la integridad personal mantener este estado de intensa
fusión del yo, tan cercano a la categoría clínica de la “folie à deux”.
Pero a pesar de estas concepciones sobre el enamoramiento, y sin negarlas ni
desvalorizarlas, parece que un síndrome tan universal ha de tener su razón de ser. Volviendo
a la tesis inicial sobre las emociones, creo que este tipo de vivencia humana responde a esa
función de entrañar, es decir, de remover en la médula del ser humano y prepararle para una
nueva etapa en su vida, para movilizar su atención, para abrir una puerta de su sí mismo y
encontrarse con el otro, hacerle un espacio en su esencia. Si bien este no es el final del
cuento, y “fueron felices y comieron perdices” en un proceso cuya naturaleza básica es lo
efímero.
Porque siempre aparece un final a ese deseo ardiente de fusión total, lo cual no se
vive sin angustia. En algún momento, antes o tras haber formado una pareja, aparece la
desidealización, “uno de los momentos más dolorosos y al mismo tiempo liberatorio”. Así lo
describe Canevaro y así comenta que lo vivía una de sus pacientes: “Me he curado”… porque
sabe, el amor es una enfermedad. Cuando amas no eres nadie y la otra persona es lo único
que cuenta. Pero cuando te das cuenta que a otra persona puedes llenar la vida, te pasa”.
El mismo autor considera que cuando este sufrimiento disminuye, se entra en un
estado de confusión por la falta de instrumentos para manejar esta desidealizaciòn “Algo que
se dificulta por un doble movimiento social que conspira contra esta desidealizaciòn. Por una
parte, la existencia de rituales que enardecen (a veces con fines económicos) el fenómeno
del amor romántico, presentando el matrimonio como un fin y no como el inicio de un largo
camino de búsqueda de acuerdos y permanentes transacciones. Por otra parte nadie habla
del “día después”, como si no se pudieran prevenir los momentos difíciles y tristes que a
veces terminan una relación amorosa”.

PAREJA

El paso a la relación de pareja supone un salto cualitativo, un cambio emocional


importante porque, sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que es la relación humana
más difícil. Ya en el origen etimológico de la palabra encontramos algo que asusta: CUM-
IUGO, que significa “con el yugo”. Y “yugo” se aplica en sentido figurado a aquellas
circunstancias o situaciones que obligan a permanecer donde no se permanecería, en caso de
disponerse de la libertad para ello.
Ante esta severa perspectiva, algunas mentes sabias han logrado abrir la brecha del
sentido de uno mismo en la relación de pareja. De este modo, José Antonio Ríos considera
que la pareja es un sistema vivo que, como tal, atraviesa ciclos evolutivos que dan sentido y
explicación a su vida y desarrollo. Parte de su funcionamiento dinámico son las crisis que han
de atravesar para conseguir su madurez total. Desde la perspectiva de este autor, las “crisis”
no se ven como hecatombes, sino como oportunidades que permiten un crecimiento
paulatino y evolutivamente normal.

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También Aaron Beck nos mostró cómo “no basta con el amor”, al menos con ese
concepto de amor tan distorsionado que impera en nuestra sociedad occidental”. Y Erik
Fromm argumentó magistralmente en “el arte de amar”, que el amor no es un sentimiento
fácil para nadie como algo que no es de naturaleza espontánea y eterna, si no se trabaja en
su crecimiento y mejoramiento día a día (con la misma dedicación que ofrecemos a las áreas
que nos interesan en la vida: el trabajo, la profesión, una aficción, etc.). La mayoría de la
gente cree en el amor como una sensación placentera. Sin embargo, Fromm considera el
amor un arte que requiere conocimiento y esfuerzo. Algo que hay que aprender como se
aprende cualquier arte, tanto en lo teórico como en el aspecto práctico.
Ya se ha dicho que no es una tarea fácil y el camino ya viene cargado de obstáculos,
al que cada uno de los miembros trae los suyos propios. La pareja se forma y con ella se
ponen en funcionamiento mitos, creencias, educación de dos personas distintas, en realidad de
dos familias, las familias de origen de cada uno de los cónyuges.
A este respecto, es muy interesante el razonamiento al que nos invita Alfredo
Canevaro, tomando como punto de partida el estudio realizado por Hindy, Schwarz y Brodsky
(1989) sobre el comportamiento amoroso de 2.400 personas a lo largo de 10 años, en base a
los trabajos del psicoanalista John Bolwby y de la psicóloga Mary Ainsworth sobre los vínculos
emotivos de apego. Estos habían observado que:
- En los niños en los cuales las madres correspondían con sensibilidad y
credibilidad a sus necesidades tienden a desarrollar un apego seguro.
- Cuando la madre no es sensible y creíble, el pequeño se convierte en ansioso,
exige ruidosamente el contacto con ella y otras veces lo evitan.
- Cuando la madre maltrata o excita al niño es posible que éste se aleje de ella
en el momento de mayor necesidad.

Este esquema vincular comparte similitudes con los tres enfoques del amor romántico adulto:
- seguridad,
- vínculo ansioso, y
- alejamiento.

Relaciona el autor esa dimensión segura y pro-evolutiva del amor con el “amor
coterapéutico”, aquel que nutre, acompaña en el camino del encuentro consigo mismo: “en el
sentido de que es donación y completamiento del otro en la creación de una relación que
esté basada en compartir las vulnerabilidades y en el crecimiento de la intimidad y el
dialogo”. Introduce de este modo una dimensión netamente interpersonal que es antitética a
la fusión indiscriminada de la simbiosis patológica.
El carácter terapéutico de este tipo de amor se hace posible por la ayuda recíproca
que cada uno da al otro en la gradual diferenciación de la propia familia de origen. Como
metáfora útil para entenderlo, Canevaro utiliza la de los siameses: niños que nacen unidos en
diferentes partes del cuerpo, más o menos vitales, más o menos separables quirúrgicamente.
El desafío para el cirujano es separarlos sin que ninguno muera en el intento, de modo que
ambos puedan vivir autónomamente.

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Tipos de malformaciones:
1. Unidos por la cabeza y separados por el resto del cuerpo: son personas racionales,
intelectuales, que crecen juntos y a veces militan en las mismas causas, que se
entienden “al vuelo” pero no vibran, ni afectivamente, ni sexualmente. De cualquier
modo no encuentran ninguno como el otro que lo pueda entender tan íntimamente.
2. Unidos por las vísceras y separados intelectualmente y sexualmente: Están llenos de
buenas intenciones, generalmente son buenos hijos y buenos padres, que en el altar
de la familia han sacrificado intimidad y felicidad matrimonial.
3. Unidos por el pubis: con grandes prodigios en la cama, pero que viven en continuas
peleas, oponiéndose a todo, y sin poder encontrar otro que los pueda satisfacer
sexualmente.
Canevaro describe la formación de estas disfuncionalidades como un proceso lento mientras
se va constituyendo la pareja, en el que se instaura el insidioso mecanismo de anulación de
las diferencias, puesto que éstas amenazan el ideal de fusión. Así va creciendo lo que llama el
“monstruo simbiótico”, que va diluyendo los aspectos originales de la identidad de cada uno.
Para hacerlo más visual establece la metáfora de “los gemelos siameses”, monstruo
simbiótico que ha “unido” la pareja, en realidad, separándola. Y aunque la escucha de los
lamentos de cada miembro puede inducir a su interlocutor a sugerirle la separación, nada
menos acertado, fruto de una pobre comprensión de sus aspectos relacionales, y en este
punto recuerda a Laing cuando decía que la psicosis no existe en las personas sino más bien
entre las personas.
En lógica, puede extraerse que cuando el amor coterapéutico no sea posible dentro de la
pareja, ya no queda más que el recurso a la cirugía especializada, esto es, la terapia. “El
verdadero desafío del terapeuta (como aquél del cirujano) será derrotar a aquél monstruo
simbiótico que ha aparentemente unido los cónyuges separándolos en sus competencias
matrimoniales. Solo así podrán eventualmente unirse” (Canevaro).
Walter Riso, desde otro punto, habla de la dependencia emocional, que genera
sufrimiento y depresión. Relaciones amorosas inadecuadas, encadenadas por el miedo a la
pérdida, a la soledad y/o al abandono, con un vínculo amoroso contaminado, vulnerable y
patológico.

RUPTURA DIVORCIO

Cuando la insatisfacción personal ha calado en la vida de la pareja aparece un nuevo


proceso: la toma de decisiones, que sigue a un arduo transcurso interior cargado de
emociones punzantes y desestabilizadoras (el divorcio emocional). Cualquier decisión lleva
parejas unas consecuencias, unos costes. El coste de la ruptura es grande, emocional y
económicamente. Es sobre todo doloroso: repartir los bienes, los hijos, e incluso los amigos,
hay que adaptarse a muchos cambios y sobre todo, hacer frente a la intensidad del
sufrimiento.
“Planteado así, -relata Bucay- el único antídoto para todo este dolor parece ser
lamentablemente, permanecer prisionero, cerrar la puerta con llave, abrir una pequeña
ventana por donde espiar la vida y conformarse con mejorar un poco la relación matrimonial

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durante el resto de nuestra existencia, deseando secretamente que no sea demasiado larga.
En el mientras tanto se supone que uno aprende a sobrevivir en un matrimonio hueco, a
llenarse de comida, de alcohol, de drogas, de trabajo, de televisión, o de fantasías de
infidelidad”.
La otra opción es, por tanto “continuar el yugo”, renunciar a la libertad.
La decisión de ruptura no es algo inmediato, supone un proceso difícil, comos hemos
apuntado. Florence Kaslow habla del proceso del divorcio, con un desarrollo de etapas
claramente diferenciadas:
Predivorcio: período de deliberación y desesperanza. Divorcio emocional. Sentimientos de
frustración, insatisfacción, ansiedad, escepticismo. También negación (silencio).
Divorcio: Período de trámites legales.
1. Divorcio legal: autocompasión, desamparo, desconfianza (gritos, protestas, peleas, intento
de suicidio, amenazas).
2. Divorcio económico: confusión, furia, tristeza, soledad, alivio, venganza.
3. Divorcio coparental, problemas de tenencia. Preocupación por los hijos. Ambivalencia,
aturdimiento, incertidumbre.
4. Divorcio social: indecisión, optimismo, resignación, excitación, curiosidad, arrepentimiento,
tristeza. Búsqueda de nuevas amistades.
5. Divorcio religioso: duda, temor, enojo. Necesidad de que exista "ceremonia de divorcio
religioso".
Postdivorcio: exploración y recuperación, equilibrio. Divorcio psicológico, aceptación de la
situación, autoconfianza, energía, autoestima, independencia, autonomía.
En medio de toda esta barahunda emocional del proceso de desvincularse se presenta
gran cantidad de problemas y decisiones importantes que hay que tomar: qué pasa con el
domicilio conyugal, dónde vivirá cada uno, dónde vivirán los niños, cómo se van a relacionar
con cada uno y en qué momentos, qué se va a hacer con los bienes o con las deudas.
En medio de esta incertidumbre y con toda la carga emocional, con la inercia de pasar
factura por lo que el otro hizo, se suma mucha veces la presión de terceros (abogados,
familiares, amigos, etc.). Y muchas veces en un contexto de una “norma perversa”, que es
menos perversa desde que la ley no obliga a alegar una causa (que acuse al otro de algo), ni
a probarla (demostrar cuán maligno es), ni a pasar doblemente por un mismo proceso
(separación y divorcio), ni a estar indefinidamente pleiteando en los juzgados en tanto todos
los miembros de la familia continúan en la incertidumbre de lo que va a ser de ellos, hasta
que un poder otorgue la medalla al mejor padre en que muchas veces se convierte la
custodia.
Dejando el enfoque jurídico del asunto, está claro que la ruptura supone una pérdida
emocional, más bien, multitud de pérdidas emocionales, que como tales traen consigo un
proceso de duelo, que es más intenso y mayor duración que el duelo por la muerte de un ser
querido. Kaslow habla de un duelo que dura entre 2 a 5 años, y lo ejemplifica tan bien en
relación a lo que es la muerte del cónyuge que es inmediatamente comprensible lo afirmado al
respecto del duelo postdivorcio.

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MUERTE DEL CÓNYUGE SEPARACIÓN/DIVORCIO
Duración aproximada 2–4 ó 5 años.
Duelo Duración aprox. 1 año. Siguen en contacto; se reaviva el
Pérdida definitiva. dolor y el odio.
Buena adecuación. Fantasías de volver a estar juntos.

Ausencia de culpa. Sentimientos de culpa.


Sentimientos Idealización del otro. Sentimientos de abandono.

Aumenta el patrimonio con Disminuye el patrimonio con el


Aspecto la herencia. reparto.
económico
No se modifica el estatus. Existe una pérdida de estatus.
Aspecto social Amigos y familiares apoyan Conflicto de lealtades entre los
y ayudan al viudo/a. familiares y amigos; reparto.
Kaslow, 1984

Muy bien podemos aplicar las etapas de este duelo definidas por Elisabeth Kübler-Ross
en este ámbito de la pérdida:

- Negación: incredulidad, negación de la situación y de los hechos.


- Ira: Rabia hacia uno mismo o hacia el otro, o hacia el mundo, la vida o Dios
- Pacto: Intento de lograr un compromiso por el cambio.
- Tristeza: sentimiento del dolor de lo que se va.
- Aceptación: se admite lo que ya no es ni está, y esto permite ver y vivir con lo
que sé tiene y emprender el camino hacia adelante.

AMOR

Tres bellas definiciones de amor

- De Josef Zinker: El amor es el regocijo por la sola existencia del otro mismo.
- De Antoine de Saint-Exupèry: El amor es tal vez aquel delicado proceso a través
del cual te acompaño al encuentro contigo mismo.
- De Jorge Bucay: Amor apasionado es el nombre que reservo a aquellos vínculos
donde, amándonos tanto como para poder construir una pareja sin dejar de
ser nosotros mismos.
Estas concepciones del amor evocan algo sublime, un delicado sentido, un valor supremo
del amor, el más penetrante, el más intenso y más lleno de significado. Como dice Bucay:
“Posible o no, éste será el objetivo más deseable: llegar a amar tanto que me alegre sólo por
el hecho de que el otro exista”.
En esta otro lugar predomina la “diferenciación del sì mismo”. Las personas que se
encuentran en esta extremidad de la escala representan los niveles más altos del
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funcionamiento humano.

LA PAREJA INTEGRADA: LA RELACIÓN COMO VÍA A LA VIDA PLENA

Releyendo El proceso de convertirse en persona de Carl Rogers, se me ocurrió hacer un


ejercicio y probar a ver qué tal calzaba poner en términos de pareja lo que él enfoca en el
individuo. Tendremos que partir, por tanto, de la consideración de la pareja como un organismo,
con su propia homeostasis, es decir, con una autorregulación organísmica propia, que se
compone además de otras dos partes, otros dos organismos que se coordinan para buscar el
equilibrio, y cuyo resultado es algo más que la suma de los mismos.
Así, adaptándonos a los postulados de Rogers, encontramos que:
• La vida plena en pareja es un proceso, no una situación estática.
• Es una orientación, no un destino.
• Es elegida por el organismo-pareja (nosotros) en su totalidad siempre que disfrute
de la libertad psicológica que le permita moverse en cualquier dirección. Lo cual
tendría que acoger el sustrato de que este principio sería antes de los individuos-
organismos (tú y yo) que componen la pareja.

La definición que permite integrar estas afirmaciones sería la siguiente: “la vida plena
de una pareja es el proceso de movimiento en una dirección que ese organismo elige
cuando sus interioridades (tú y yo) son libres de moverse en cualquier sentido”.

Características del proceso


Si continuamos con las observaciones que Rogers hace sobre las personas en proceso
hacia la vida plena, en nuestro ejercicio de aplicación al mundo de la relación de pareja,
tenemos las siguientes características de este movimiento:

1. Una mayor apertura a la experiencia


Esto incluye una mayor apertura a la experiencia. Es el polo opuesto a la defensa.
Cuando una pareja esté en este proceso, se alejará de las actitudes defensivas y aparecerá una
mayor capacidad de escucharse a sí misma y a sus integrantes, y experimentar lo que ocurre en
su interior. Ambas interioridades se abren a sus sentimientos: miedo, tristeza, ira y también a los
del amor y la ternura. Pueden percibir sus sentimientos y emociones y vivirlos tal como existen
en ellas. Lo cual permite una mayor capacidad de vivir de manera plena las experiencias de sus
organismos sin reprimirlos impidiéndoles el acceso a la conciencia.

2. Tendencia al vivir existencial


Se trata de una mayor tendencia a vivir íntegramente cada momento. Todo momento es
nuevo para la pareja que se abre a la experiencia de manera plena y sin defensas neuróticas ni
manipulaciones, porque nunca antes se habrá producido la configuración de circunstancias
estimulares (internas y externas) que existe en ese momento.
Una primera consecuencia es que ambos sí mismos y sus personalidades no tendrían

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que distorsionarse, disfrazarse o recortarse para ceñirse a un patrón preconcebido de lo que
“debe ser” una pareja, ni tampoco cada uno dentro de esa relación, porque se da una fluidez en
ese vivir existencial.
Este vivir en el “aquí y ahora” no implica desorden y ausencia de método. Significa
adaptabilidad, un autodescubrimiento en la propia en la experiencia, una organización fluida -y
que fluye- de cada sí mismo de la pareja, lo cual nos resuena a las cualidades autopoiéticas
descritas por Maturana y Varela.
Como ya sabemos, la mayoría de nosotros traemos a la experiencia unos esquemas
previos, heredados o condicionados, con los que distorsionamos la experiencia misma, tanto a
nivel personal como en las relaciones que establecemos, sin embargo la pareja en camino a la
vida plena puede abrirse a lo que esta sucediendo “ahora” y así ir descubriéndose en ese
proceso, cualquiera que sea su naturaleza.

3. Mayor confianza en el organismo


La vida plena en la pareja abrirá una experiencia de mayor confianza en sus propios
organismos y en el de la relación, para alcanzar la respuesta más satisfactoria en cada situación
existencial.
Con ello ya no se hace necesario la repetición inconsciente de esquemas
predeterminados y obsoletos, que pueden provenir de la familia, de la religión, de la cultura, o
del juicio de los otros o de lo que “estamos acostumbrados” a hacer.
Las personas que forman esta pareja estarán abiertas a su experiencia y tendrán,
entonces, todos los datos relacionados con una situación sobre la base de los cuales podrían
elegir su conducta (completamente actual y no programada).
Bien es cierto que los datos pueden ser muy complejos, pero estas personas pueden
permitirse, porque su organismo se lo ofrece, integrar todas sus facultades y sentidos junto con
la conciencia, para elegir el rumbo que mejor satisface sus necesidades.
A veces pueden ocurrir errores debido a la consideración de información no pertinente a
la situación o a la exclusión de datos que sí lo son. Esto ocurre también cuando se bloquea el
acceso a la conciencia de ciertas experiencias amenazadoras, que no se consideran o se
incluyen de manera distorsionada, porque en realidad ningún organismo es infalible. No
obstante, siempre da la mejor respuesta contando con “aquello que tiene”. Así pues, si en el
proceso de vida plena hay una fluidez, hay también un proceso de verificación y corrección
continuada, sorprendiendo con la eficacia progresiva de las reacciones internas para lograr una
conducta exitosa.
Con esto se descubre que es posible mostrar el enfado sin tener que taparlo o
tragárselo, y a la vez esto concederá que ocurra la misma autenticidad con otras emociones: el
afecto, el cariño o el deseo sexual.

4. Tendencia al funcionamiento pleno


La pareja que goza de libertad psicológica y emocional tenderá a una relación que
funcione más plenamente. Puede vivir todos y cada uno de sus sentimientos y emociones.
Empleará todos sus recursos orgánicos para captar la situación existencial externa e interna.
Utilizará de manera consciente toda la información que su sistema nervioso le suministra,

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sabiendo que su organismo es más sabio cuando funciona libremente en toda su complejidad.
Puede confiar en este funcionamiento de su organismo, aún pudiendo ser falible, porque
estarán dispuestos a aceptar las consecuencias de sus actos y corregirlos cuando se produzcan
errores.
Pueden experimentar todos sus sentimientos, con menos temor. Se dedicarán de lleno a
convertirse en sí mismos y con ello en organismos que funcionan de modo más integral y,
gracias a la conciencia de sí mismos que fluye libremente en su experiencia, se transformarán
en personas de funcionamiento más pleno.

Algunas Implicaciones del Ejercicio


Seguimos con Rogers y en las implicaciones que su proceso descrito, referido a la
persona que se encamina hacia la vida plena, tendría en el caso de la relación de pareja:

1. Libertad
La pareja es libre de funcionar auténticamente o de taparse con la máscara de lo que
espera la sociedad o la cultura de ella, de mantener interacciones destructivas o
autodestructivas, o bien de otras que aumenten su valor. Esto es, es libre de vivir o morir.

2. Creatividad
La apertura sensible al mundo y la autoconfianza la convierten en un producto creativo
con una manera de vivir original. Esto no implica necesariamente una adaptación a la cultura, sí
una vida constructiva que le permite avanzar hasta su propia identidad libre y hacia la
autorresponsabilización en la satisfacción de sus propias necesidades, pese a que de ello pueda
derivarse la crítica y el cuestionamiento del ambiente externo.
Con estas cualidades, la pareja tiene más posibilidades de sobrevivir ante los cambios y
las crisis, gracias al autoajuste creativo y sólido, sin considerar que sea un atrevimiento afirmar
que contribuyen con ello a la evolución humana.

3. Confiabilidad en la naturaleza humana


Rogers sostiene, basado en su amplia experiencia psicoterapéutica, que cuando se logra
liberar al individuo de sus actitudes defensivas y se le ayuda a abrirse a la amplia gama de sus
propias necesidades, así como a las diversas necesidades ambientales y sociales, podemos
confiar también en que sus reacciones serán positivas, progresistas y constructivas.
Independientemente de su proceso de socialización, de sus impulsos e instintos,
primarán sus necesidades profundas de relación y comunicación, así como la de dar afecto, que
se harán más intensas que sus impulsos de agresión y de poder.
La agresividad recuperará su función de protección en las situaciones que lo requieran,
pero no se utilizará como una válvula de escape.
Con este tipo de sí mimos se podrá así desechar la concepción de la buena pareja
sufrida y resignada, cuyos miembros se aguantan (lo que en realidad no se aguantan), y el
reconocimiento social de que esto es lo “normal”. La tragedia está en esto, en no advertir que la
naturaleza humana crece buscando el sol de la armonía, como lo hacen las plantas, sin
necesidad de saber de las reacciones químicas que tienen lugar en la fotosíntesis (como muy

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bien lo ejemplifica Adriana Schnake), y en creer que el otro ha de ser sometido, controlado o
reprimido, porque somos seres básicamente irracionales o dominados por los impulsos cuando
estamos liberados de todo control. De esta forma la pareja se mueve externamente de una
forma determinada, mientras que organísmicamente lo hace de manera totalmente contraria.
Sin embargo, del ejercicio propuesto podemos extraer que viviendo una vida plena, dos
personas pueden dejar caer sus barreras defensivas, participando así en los designios de su
organismo. Lo único que sería necesario es estar atentos, estar ahí, escuchar las señales que
provienen de las emociones (la ira, la ternura, el deseo, etc.), hacerse conscientes de las
necesidades y responsabilizarse en la búsqueda de aquello que las satisface, para cerrar cada
uno de los ciclos de la experiencia. Se participa así en las actividades de autorregulación del
organismo-pareja, de manera que se puede vivir en armonía creciente cada sí mismo consigo y
con el otro.

4. Mayor riqueza de la vida


Una vida plena es de mayor riqueza que la vida mezquina propugnada desde muchas
esferas de nuestra sociedad, que incita a vivir a cada individuo al mínimo de sus
potencialidades, que culpa al que se embarca en el desarrollo pleno de las mismas. En este
camino, con la suerte de tener un compañero de viaje al lado, la experiencia se vive más
sensiblemente, lo cual puede asustar, pero incrementa el patrimonio emocional y sentimental.
Puede vivirse con más intensidad el dolor, a cambio de un mayor disfrute de la alegría. Puede
sentirse hondamente el miedo, y de la misma forma la valentía. Puede sentirse con claridad el
odio, pero también puede experimentarse el éxtasis del amor.

“Este proceso de la vida plena no es para cobardes, ya que convertirse en las propias
potencialidades significa crecer, e implica el coraje de ser y sumergirse de lleno en el torrente de
la vida” (Carl Rogers).

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Amarse con los ojos abiertos
“La paradoja empieza cuando nos damos cuenta de que al mismo tiempo son justamente
estas relaciones las que nos provocan mayor sufrimiento y mayor dolor, muchísimo más que ninguna
otra. Cuando nos abrimos a la intimidad, al amor, al encuentro, nos exponernos también a sufrir y a
sentir dolor.
La fuerza que naturalmente nos empuja a dejarnos llevar por nuestras emociones y a generar
el encuentro se enfrenta con la natural tendencia a cuidarnos para no sufrir, porque intuimos, con
certeza, que si nos abrimos a una persona esto le concederá al otro la posibilidad de herirnos. Todos
tenemos una personalidad, una coraza que no quiere tomar ese riesgo de ser lastimado y por lo tanto
se cierra.
Amor e intimidad solo pueden darse cuando nos abrimos presentes a alguien; pero esto es
imposible si estamos con la armadura puesta, encerrados en nuestro castillo o escondidos en nuestra
estructura.
En nuestro intento de decir no al dolor decimos no al amor. Y lo que es peor, nos decimos no a
nosotros mismos.
(...)
El amor romántico ha muerto. Tendríamos que determinar de qué hablamos hoy en día
cuando hablamos de amor…. Tú dices: “Amor es que alguien me importe”…
Sin embargo, yo pienso que el amor sigue incluyendo una sensación física. No sé cómo definirlo. Me
pasa con todas las personas que quiero. En los momentos de más intensidad es como si se me abriera
el pecho, y en los momentos cotidianos es como un bienestar físico.
(…)
Amar tiene que ver con la decisión de dejar entrar al otro, con bajar mis defensas con
abandonar mi desconfianza, con animarme a salir de mis ideas rígidas en su honor y ponerme en
actitud de ver cómo es, cómo se mueve y cómo piensa, sin intentar que piense como yo o que haga lo
que yo pienso; tiene que ver con no intentar forzarme a ser como yo creo que a él le gustaría.
Creo que el amor es algo que va sucediendo. Pero para llegar a eso hay que atravesar los
prejuicios que nos impiden el amor. Y uno de esos prejuicios es nuestra definición cultural de pareja.
¿Qué es una pareja? ¿Qué es lo que hace que dos personas sean una pareja? Vos siempre
mencionas el proyecto en común. Nunca se me hubiera ocurrido; yo pienso que son otras cosas, pero
te escucho.
El gusto de estar juntos, ésta sería otra definición.
Obviamente, si solo estoy evaluando cuán lindo es, cuánto dinero tiene o cuánto me quiere,
eso me impedirá conectarme con lo que me pasa estando con él.
Podría decir que desde el placer de estar con otro tomamos la decisión de compartir la mayoría de las
cosas con esa persona, y esa es una decisión interna. Ni siquiera tiene que ver con quien uno vive, ni
siquiera es voluntaria, más bien es algo que ocurre cuando nos sentimos unidos a otro de una manera
diferente. Es un compromiso interno. Cuando estamos conectados con la presencia de ambos.
Presencia.
¿Qué es presencia?
Estar en el aquí y ahora es quizás !a parte más importante de este desafío. Es necesario
aceptar sin falsas modestias que lo que hace al presente tan especial y tan diferente del pasado y del
futuro es, sin lugar a dudas, mi presencia. Esto está ocurriendo verdaderamente, está disponible y yo
lo estoy viviendo”.
(…)
Es el yo rígidamente estructurado el que nos impide el acceso a nuestro verdadero ser, y por
ello nuestra desectructuración personal se puede convertir en un vehículo para el descubrimiento de lo
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absoluto; sin embargo, el principal obstáculo será siempre no saber estar presentes en nosotros
mismos.
(…)
Uno de los problemas de nuestra actitud desmitificadora es que atenta contra toda la tradición
cultural basada en que con la boda se resuelve todo. Todas las historias de amor terminan con un final
feliz: “Se casaron, fueron felices y comieron perdices…”. Despertemos a los distraídos: la pareja no es
eso.
La pareja es un camino nuevo, un desafío.
Con ella nada termina. Al contrario, todo comienza. Salvo una cosa: la fantasía de una vida
ideal sin problemas.
Es duro tener que dejar de lado nuestras fantasías (…)
Es necesario aprender que soy yo la que tiene que resolver su propia vida (…)
(…) Lo que puedo esperar de una pareja es un compañero en mi camino, en la vida, alguien que me
nutra y a su vez se nutra con mi presencia. Pero sobre todo alguien que no interfiera en mi camino de
vida.
Esto es suficiente.
La peor de nuestras creencias aprendidas y repetidas de padres a hijos es que se supone que
vamos en búsqueda de nuestra otra mitad. ¿Por qué no intentar encontrar a otro entero en vez de
conformarse con uno partido por la mitad?
El amor que proponemos se construye entre seres enteros que se encuentran, no entre dos
mitades que se necesitan para ser completas.
Cuando necesito al otro para subsistir, la relación se convierte en dependencia. Y, en
dependencia, no se puede elegir.
Y sin elección no hay libertad.
Y sin libertad no hay amor verdadero.
Y sin amor verdadero podrá haber matrimonio, pero no habrá pareja”

(Fragmentos del libro "Amarse con los ojos abiertos" de Jorge Bucay y Silvia Saliinas)

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