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Sobre el teatro aficionado, escolar y otros

engendros en la tercera fase

ODi ET AMO
Xavi Villaplana (profesor del IES Tirant lo Blanc –Torrent-).
Artículo aparecido en una revista de expresión y comunicación (AVEC) hace
muchos años (Terbolí –Llenguatge total- nº 4.págs 43 a 45. Octubre 1997)

Odio y amo.
Tal vez te preguntes por qué sucede esto.
No lo sé. Sé que es así y sufro.
Catulo LXXXV

Tengo 31 años y, aunque he estado en grupos de teatro


“semiprofesionales” y alguna vez he coqueteado con el teatro
profesional, la mayor parte de mi vida teatral la he pasado metido
hasta los cejas en "teatro aficionado" y/o escolar.

Para mí ha llegado el momento de soltar los demonios que se me han


ido criando dentro desde hace años y así, subjetivamente y siguiendo
los dictados del corazón más que los de la razón, voy a contaros los
odios y los amores que me suscita el teatro aficionado.

ODiO
OD O profundamente la mayor parte del teatro aficionado que he
visto. No lo puedo soportar. Me da náuseas.

Me repugnan esas obritas fin de curso o festivales de Navidad que se


montan en los colegios e institutos, con los alumnos vestiditos por
mamá, los textitos ortopédicos dichos de memorieta y la sala-gallinero
llena de mamás-flash, papás-videocámaras y colegas de adolescentes
haciendo el anormal, donde aplauden las gracias de los que se
equivocan, se comentan chistes y chorradas sobre lo que se ve y no se
ve. Finalmente, la suma de lo que ocurre en escena más lo que pasa en
la sala da como resultado un auténtico espectáculo, pero grotesco.

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Del teatro aficionado odio aún más su pérdida de perspectiva. Los hay
que permanecen años totalmente descentrados, creyendo que las obras
que hacen son realmente buenas, que trabajan con verdaderos actores
y actrices. Son estos que todos conocéis, los que no aguantan ningún
tipo de crítica y, a bombo y platillo, exhiben sus obras, las venden,
proclaman sus excelencias y proyectos (¡Dios nos asista!) y nunca te
dejan decir ni mú en sus conversaciones.

No soporto las "vedettes", los trepas, los listillos, los que hacen del
teatro un negocio, los que van a los cursillos no a aprender (ellos lo
saben todo) sino a figurar, a fardar, a ligar si se tercia y, lo más
importante, a acumular créditos.

Estoy harto de los que juegan a hacer teatro, están siempre con la
risita floja en los ensayos y se toman el teatro como un mero
pasatiempo, como un ratillo para matar el tiempo después de su
jornada laboral.

Es espeluznante el teatro fallero y los "cuadros artísticos" de las


Sociedades Musicales. Es la osadía mayor que jamás he visto. La
mayoría deberían de prohibirse. Los sainetes o presentaciones o las
obras que montan, repletas de tópicos y actuaciones de bárbaros son
un ataque frontal contra la inteligencia y el sentido común. Me
remueve el estómago, de este teatro y del teatro aficionado en general,
las escenografías pintadas de cualquier manera, las luces puestas por
encargo por otros de cualquier manera y el vestuario cutre. O
cutremente nuevecito o hecho por las abuelas y mamis con todo el
cariño del mundo, no lo dudo, pero pensado para disfrazarse, no para
hacer teatro: casi todo es hortera, grotesco, alucinantemente
horroroso.

Odio a quien ayuda, fomenta, subvenciona y da alas a este tipo de


aberración.

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Tampoco entiendo que nos convirtamos en profesores de Educación
Especial y haya que integrar mediante el teatro a marginados,
normalizar a todo tipo de raritos que... "quieren realizarse",
encontrarse, expresarse o arreglarse metiéndose en un grupo de teatro
o participando en alguna movida teatral.

Odio la esclavitud a la que te somete el teatro aficionado: la cantidad


de horas que debes dedicarle para sacar algo mediocre, la tozudez de
muchísimos integrantes de teatro aficionado a romper con docenas de
tópicos y evidencias, la incomprensión ante cualquier novedad, el mal
rollo…

Es insoportable la mayor parte del teatro de colegios, institutos, del


teatro de las sociedades "artístico-musicales", del teatro parroquial y
no digamos del teatro fallero.

También me sorprende la facilidad con la que las asociaciones de


teatro lo convierten todo en bla-bla-blá y pocos son los proyectos
concretos que llevan adelante, y éstos más por la voluntad heroica de
unos pocos que tiran del carro que por otra cosa.

Me dejo muchísimas espinitas clavadas en el corazón: los cotilleos, los


puñales en la espalda, las envidias, el vergonzoso teatro de calle a base
de pirotecnia barata, bombo, platillo, mucho confeti y cuatro
chorradas, los play-backs, karaokes, bailes, organización de los grupos,
roles públicos ... y muchísima, muchísima, muchísima ignorancia y falta
de ganas de aprender.

Esta afición, la mayoría de ocasiones,


ciega a la razón.

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AMO el trabajo paciente, oscuro y lento de tantos maestros y
personas que saben perfectamente sus objetivos y límites, conocen
donde llevan a cabo su tarea (su labor en el aula o en el seno de
cualquier grupo) sin estridencias. Todos sabemos que el teatro es un
medio didáctico genial, casi sin límites, tanto trabajándolo como teatro
como en otras asignaturas. Y en cualquier asociación o grupo, el teatro
es un veneno capaz de muchos imposibles q se intentan de otra
manera…

Admiro a quien colabora y nunca esconde nada, a quien es capaz de


reconocer que, en esto del teatro, nunca se aprende suficiente y hay que
saber escuchar. Admiro a quien valora igual o más el proceso que el
resultado, a quien da la misma importancia a ordenar los trastitos de la
obra en una silla y saber estar en los ensayos que el día del estreno.

Si conseguimos en un grupo escolar que se respeten entre


todos, se escuchen y se valoren, se atrevan a actuar en
público y vean que son capaces de hacer algo, aparte de
exámenes, habremos conseguido mucho más que todos los
grupos profesionales del mundo juntos.

Admiro a los que no quieren imitar a los grupos profesionales, ni los


modos profesionales, ni entrar en competencia con los profesionales.
Saben que son mundos diferentes, viajes diferentes...

...además, del teatro profesional hay unas cuantas docenas de cosas que
son despreciables. Es lamentable la incursión de los profesionales del
teatro en colegios e institutos, reproduciendo la formación que han
recibido en realidades q son diametralmente distantes.

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Amo a los que, con un mínimo de condiciones, crean espectáculos o
experiencias "dignas", sin más pretensiones, dejándose muchísimas
horas en el intento.

Admiro a los que saben más que tú y te ayudan, y te enseñan sin pedir
nada a cambio.

Amo a los que no utilizan el teatro para ningún fin si no es el propio fin
de hacer teatro.

Y sobre todo admiro a los que se equivocan y saben reconocerlo y


sacar buena lección de ello. La frustración, el fracaso, el resolver mal
una escena, un personaje, una obra o una sesión forma parte de la
rutina didáctica y “espectacular” de nuestro día a día.

¿O es que sólo nos ha de mover el éxito?

Por último, admiro a los que se atreven a decir cosas como ésta no
como yo, una vez cada 31 años y en un arrebato de cólera, sino
pacientemente, argumentando y demostrando dónde están los errores,
encauzando al teatro aficionado por el camino de la sensatez y esto sin
redoble de tambor, sin que figure su nombre. Incluso dan cursos,
comparten materiales y además son capaces de escucharte. Hay
profesionales, tanto del mundo del teatro como de la docencia, que son
capaces de hacerlo. Pocos, pero los hay.

Cada vez entiendo menos a los que, pese a todo, seguimos adelante,
ensayo tras ensayo…

fotocopia tras fotocopia…

sesión tras sesión…

noche tras noche…

bocata tras bocata…

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año tras año…

curso tras curso...

somos los gilipollas de siempre… por el mismo precio, gratis et


amore…

pero hay gente fantástica a las q conoces en este carro del teatro. Son
de otra manera en el teatro. No me preguntéis porqué. En los libros
esto no se dice; en los exámenes de literatura tampoco. La gente sonríe
más, se atreve a más cosas, se viste de esto, de lo otro, se curran el
personaje, confían en ti. Nos contamos cosas q en el trabajo no surgen.
A mí me tratan genial. A veces me pongo tonto, otras odioso, al final
‘múuuuuu pesao’.

Pero son compas, amigos o alumnos fantásticos, en serio. Me hacen un


montón de caso, me respetan muchísimo y yo estoy orgulloso de ellos,
de todos, y me emociona crear teatro en compañía, en “C”ompañía. Es
lo único q merece la pena: las personas. La calidad humana de todos
con quienes he compartido el viaje del teatro.Les quiero. Es así. En
teatro pasa. “Quien lo probó, lo sabe”

Sé que me dejo mucho por admirar: alguna sesión mágica en algún


ensayo o estreno, la elaboración (aún artesanal) de todo el tinglado del
teatro, el poder crear e inventar mundos en ese pequeño rectángulo del
escenario, el gozo de ver alumnos que siempre están expulsados o
suspenden un montón, encima del escenario, con sus movimientos y
textos sabidos (y el de todos los demás, no sólo el suyo), alumnos q
quieren ser actores (ay madre…) y tantos momentos vividos,
compartidos, sudados, roce a roce, tanto público ‘sentido’ no frente a
sino codo a codo con...

...y la tierna ilusión, la cándida y tiernísima


ilusión, una total utopía, de creer que, desde los
escenarios, podemos intentar cambiar -aunq sea un
poco, aunq sea un momento- el mundo ...

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Odi et amo. Quare id
faciam fortasse requiris.
Nescio, sed fieri sentio
et excrucior.

(Este artículo es un enlace dentro de una entrada de


un blog de teatro y educación donde hablo más de
este tema. Podéis leer más si os ha interesado en :

http://teatregrecollatiambalumnat.blogspot.com/2009/03/teatro-escolar-vs-teatro-
profesional.html )

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