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EL VUELO DE

CLISERIO
Premio Nacional Obra de Teatro para Niños INBA 2007

Por Frino

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Escena página

Sinopsis 5

Preliminar 6

Ayuda para un desconocido 8

Cigüeñas y golondrinas 11

Migrante, no mojado 16

Un héroe de guerra 20

Estrategias para volar 25

Preparando el despegue 29

Batallas en el desierto 32

Cliserio y Serioclis 33

La confusión 36

Duelo en la milpa 39

Tú y las nubes 44

Help me get my feet back on the ground 47

Epílogo 50

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Estas cosas en la vida, que parecen increíbles,
se repiten diariamente.

Este es mi adiós
José Alfredo Jiménez

Because the wind is high it blows my mind.

Because
Lennon/ McCartney

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EL VUELO DE CLISERIO

PERSONAJES:

Cliserio Reyes, joven campesino habitante del norte de México. Viste camisa de
cuadros, pantalón de mezclilla y gorra de beisbolista.
Atzimba, novia de Cliserio Reyes. Lleva blusa y falda blanca de algodón, no
folklórica. Sin trenzas.
Fender, un pato que se perdió rumbo a Canadá. Indumentaria de aviador de los
años 30: lentes, bufanda, chamarra y gorro. Carga un morral de cartero.
López, un viejo cacto que vive en la milpa de Cliserio. Tiene una barba blanca y
larga, usa un paliacate alrededor del cuello y un sombrero norteño. Es muy sabio y
conoce la historia del lugar mejor que las mismas piedras.
Señor Alatriste, dueño de Aerolíneas LAMSA. Viste de traje y zapatos.

PERSONAJES CIRCUNSTANCIALES:

Ícaro y Dédalo, Rey Minos, Pasífae (títeres). Personajes mudos, López será el
narrador de su historia.
Serioclis, Alter ego de Cliserio.
Guardaespaldas del señor Alatriste, Personajes mudos. Visten de negro.
Gente del pueblo. No hablan, aparecen sólo en la escena seis.
Policía del aeropuerto.
Piloto de avión (sólo voz en off)
Un niño y una niña, hijos de Cliserio y Atzimba. Sólo intervienen en el epílogo.

Requerimientos técnicos:
Proyector de imágenes.
Computadora con Windows 98 o más reciente.
Máquina de humo.
Ventilador grande.
Reproductor de discos compactos.

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Preliminar

(En el proscenio. Se ve a un pato con gorro, chamarra y lentes de aviador, es


Fender. Mientras vuela va hablando solo, desvariando por el cansancio y el
sueño.)

Fender: Estoy seguro de que era por aquí, ¿o era por allá? Debo alcanzar a los
demás.
(Busca algo en su morral de cartero. Saca diferentes papeles, una brújula,
binoculares, un antifaz para dormir, un rallador de queso, papel de baño. Al final
encuentra algo. Es un mapa. Lo observa, le da vueltas varias veces y después gira
sobre sus pies. Trata de ubicarse, va hacia un lado, luego a otro, está perdido y se
siente muy cansado.)
Fender: No debo dormirme. Tal vez si encuentro dónde comprar un café logre
mantenerme despierto. Un café con unas buenas donas o un pastel de queso…
¡No, negativo! ¿Qué estoy diciendo? No es tiempo de comer. Tengo que encontrar
a los otros patos antes de que me dejen.
(Le pregunta a los niños del público en dónde está, parece no entender nada de lo
que le gritan en respuesta).
Fender: ¡Ah caray! ¿Cómo? ¿Ya crucé la frontera? Ni cuenta me di ¿Son niños
gringos? Afirmativo. Ai Górit. (Dirigiéndose a uno de los niños, con acento
spanglish) Okei mister, do you speak english?
Público: (respuesta previsible) ¡Noooo, yo hablo español! ¡Estamos en México!
Fender: (Sigue dirigiéndose a un niño) Mi no entender nothing míster, plis espíc tu
mí más claro ¿dónde estamous? Yo very mucho perdidou …
Público: ¡Estamos en México!
Fender: (recuperando su acento normal) ¡ahh! en México, entonces todavía estoy
de este lado. ¿Pero dónde? porque México es muy grande. Tanto que llevo varios
días volando y no encuentro la frontera. ¿Pueden decirme para dónde queda? La
frontera del norte quiero decir, porque fronteras hay muchas, pero la que yo busco
es la del norte, ¡el Río Bravo pues! Ni más ni menos. (Mientras consulta la brújula).

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(Conforme va hablando va empezando a mostrar más cansancio, a bostezar y a
cerrar los ojos.)

Fender: Si pudieran decirme por favor para dónde queda Piedras Negras, cómo
llego a Acuña o a Ciudad Juárez, o ya de perdida a Tijuana, por allá también
puedo cruzar… ZZZ… ¡Epa! Casi me duermo, ¿Para dónde dicen que estaba
Reynosa? ¿O era Nuevo Laredo? ¿Pues por qué no me dicen bien? ¿No ven que
estoy perdido? Ah, qué sueño tengo, de verdad. En efecto, afirmativo… ZZZ…
Tengo que cruzar… (Cierra los ojos. Comienza a hablar dormido, otra vez en
spanglish) Tengou que cruzar, míster… La migra, no border patrol, no dólar míster,
ni máis… Welcome to Tijuana…

(Sigue volando dormido. Corre de un lado al otro del proscenio simulando caer,
mientras en los afectos de audio se escucha el vuelo en picada de un avión
kamikaze. Entra por el telón, se escucha un golpe, un grito  ¡Ay mamá patita!
y al proscenio saltan algunas hojas de maíz secas).

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Escena 1
Ayuda para un desconocido.

Casa de Atzimba, novia de Cliserio. Un hogar sencillo, sin televisores ni


electrodomésticos. Hay una mesa con un jarrón y algunos vasos. También hay una
estufa de leña, una cama, sillas, platos, trastes y otros utensilios de cocina. La
muchacha entra a escena cargando una maceta con una flor muy bonita, es un
girasol que acaba de comprar; lo pone sobre un buró, cerca de una ventana. Sale
un momento del escenario y regresa con una regadera de jardín en la mano; con
ella rocía la planta y le habla.

Atzimba: Hola plantita, esta es tu nueva casa. Tú y yo nos vamos a llevar muy
bien. Tienes que tomar mucha agua para que te pongas muy bonita, más de lo
que ya estás … (tararea una melodía sin letra).
(Cliserio entra a la casa, lleva arrastrando a Fender que está inconciente, lo deja
en el suelo)
Cliserio: ¡Atzimbaaa! ¡Atzimba! ayúdame (lleva arrastrando a Fender que está
todavía inconsciente, lo deja en el suelo).
Atzimba: (trae todavía la regadera en la mano) ¿Qué es tanto escándalo Cliserio?
¿Qué traes allí? ¿Otra vez levantando borrachos, Clis? ¿Cuántas veces te voy a
repetir que a los borrachos hay que dejarlos en su lugar?
Cliserio: No Atzimba, este no es un borracho. Es un marciano ¿Qué no le ves el
traje? (Voltean a ver el atuendo del pato: los lentes de aviador, bufanda y gorro, la
chamarra y el morral de cartero)
Fender: (hablando inconsciente, sigue en el suelo) Baby, you can drive my car …
Atzimba: Pues tu marciano está bien borracho, ¿no lo escuchas cómo habla?
Cliserio: Eso que estás escuchando es un dialecto marciano. Y te digo que es
marciano porque yo mismo lo tumbé de su nave, tuvimos una batalla allá en la
milpa. Fue una lucha desigual porque él tenía sus armas láser y yo sólo unas
mazorcas, pero mira nomás cómo lo dejé…

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Atzimba: Cliserio Reyes, ponte serio y dime la verdad.
Cliserio: (gesticulando) Te estoy diciendo la verdad, Atzimba. Entonces miles de
rayos salieron de la nave y se escuchó una explosión enorme, con mucho humo y
fuego…
Atzimba: (gritando) ¡Cliserio!
Cliserio: Bueno, bueno. Me lo encontré tirado en el maizal, creo que hay que
ayudarlo, parece que está herido ¿cómo querías que lo dejara así nomás?
Fender: (sigue hablando inconsciente) Negativo, mister… (cantando) All you
need is love …Yeah men!
Atzimba: ¿Ayudarlo? ¡Pero si está perdido de borracho!
Fender: (cantando) That is all you need…
Atzimba: ¿No te digo? Este no es de otro planeta, es de éste, lo que pasa es que
está como cola de perro, hasta atrás.
Cliserio: Oye, si no es marciano ¿de qué le ves cara?
Atzimba: Es evidente, Cliserio, no sé cómo no te has dado cuenta, es… es obvio
que se trata de… es… yo diría que estamos frente a… ¡un hippie!
Cliserio: ¡Claaaaro ! Un hippie… ya lo decía yo… un hippie. Oye ¿y eso qué es?
Atzimba: (Atzimba toma la regadera y vuelve a rociar el girasol mientras habla) Ay
Clis, tú no sabes nada. Pues un hippie es un gringo que quiere dejar de serlo… y
que además es daltónico, no se baña y fuma de todo menos tabaco.
Cliserio: (mirando al pato) pues sí, la descripción se ajusta perfectamente…
Atzimba: Te lo estoy diciendo Cliserio, ya trajiste a un gringo a mi casa, ¿ahora
qué sigue?
Fender: (inconsciente) All you need is love… !Ayyy! !ayyy!!
Cliserio: ¿Escuchaste? El hippie se quejó.
Atzimba: (continúa regando la flor) ¡Ah!, eso es normal, todos los hippies se
quejan…
Cliserio: No, pero creo que éste sí tiene motivos. Creo que le duele algo,
ayúdame, vamos a revisarlo.
Atzimba: (ha dejado la regadera, se acerca para examinar al pato) Parece que
está mal de un ala, hay que curarlo. Por acá tengo algunas vendas.

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[Lo suben a la cama y le quitan el morral mientras lo revisan. Cuando le mueven el
ala izquierda se queja sin recuperar el sentido. Atzimba empieza a vendarlo. El
pato sigue delirando, hablando spanglish y quejándose. Mientras la muchacha
atiende a Fender, Cliserio saca una por una las cosas que el ave trae en el morral
y se pone a jugar con ellas: mapas, un queso (lo prueba), la brújula, una playera
del Santos Laguna, un pato de hule, una máscara de luchador (se la pone), una
armónica (toca algunas notas), un rollo de papel higiénico.]

Cliserio: No trae nada que nos diga quién es el hippie misterioso… ¿y si es un


asaltante de los caminos? Tal vez todo esto se lo ha quitado a sus víctimas. A lo
mejor hasta nos dan una recompensa si lo entregamos a la policía.
Atzimba: Ay Cliserio, tienes una imaginación muy viva. Lo que tenemos que
hacer es esperar a que despierte para que nos diga de dónde viene y qué fue lo
que le pasó.
Cliserio: (señalando todo lo que ha sacado del morral) Sí, tal vez también nos
explique qué hace con todas estas cosas.

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Escena 2
Cigüeñas y golondrinas.

Al día siguiente, en la milpa. Cliserio está trabajando y conversando con López, un


cacto viejo que vive en medio de las matas de maíz.

López: (cantando) Cuando te hablen de amor y de ilusiones


Y te ofrezcan un sol y un cielo entero
Si te acuerdas de mí, de mis calzones
Di que son extra grandes, sé sincero...

Cliserio: Te digo que es un hippie, y está inconsciente en casa de Atzimba, ella lo


curó ayer.
López: ¡Qué hippie ni qué tortillas cuadradas! Debe ser un pato de ésos que se
van a Canadá en esta temporada. Ayer pasaron muchos volando hacia el norte.
Cliserio: Pues lo único que sé es que el hippie está herido. Además, carga un
morral con muchas cosas extrañas; a lo mejor es un agente viajero, o tal vez va
robando a todos los que encuentra en el camino.
López: Cliserio, Cliserio. Yo tengo muchos años aquí y he visto muchas cosas,
pero eso que me dices si es una verdadera locura, ¿un hippie en tu milpa? Te digo
que yo ayer vi una parvada de patos que iban hacia Canadá, seguro que es uno
de ellos que bajó a descansar. Ya lo verás.
Cliserio: ¿Cómo va a bajar a descansar? Si volar debe ser lo más fácil del
mundo, ¿por qué tendría que descansar? (Cliserio se queda mirando al cielo).
López: ¿No dices que trae tremendo morral lleno de cosas que no sirven para
nada? Yo también me cansaría de andar cargando una bolsa llena de tiliches.
Cliserio: (En silencio, sigue viendo al cielo)
López: Cliserio...
López: Cliserio...
(Cliserio no responde y observa el cielo, se escucha el motor de un avión que
pasa arriba de ellos)

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López: (cantando)
Ando volando bajo,
mi amor está por los suelos
y tú tan alto, tan alto,
que no me alcanza el dinero
para comprarme unos tacos
de adobada o de suadero...

López: Este Cliserio ya está otra vez en las nubes.


López: ¡Escúchame, Cliserio! (Cliserio sale de su ensimismamiento) ¿Otra vez
soñando con volar? ¡La milpa está acá abajo! Tú no tienes que soñar con volar, tú
tienes que estar sembrando y hacer un futuro para cuando te cases con Atzimba y
tengan muchos chamacos. ¿O qué te crees? ¿Qué tus hijos van a nacer
rompiendo un cascarón, que van a tener plumas y a decir pío-pío en vez de papá?
No señor, ándale, a trabajar la tierra. Déjale las plumas y los sueños a la
almohada.
Cliserio: (Reacciona al regaño) Bueno López ¿Y qué tiene de malo querer volar?
Al final ¿No es cierto que nos trae a todos una cigüeña de París? ¿No nos llevan a
todos las golondrinas pues? Volando llegamos y volando nos vamos ¿no? ¿Por
qué no volar en el intermedio?
López: Otra vez la burra al maíz. Y dale con la misma, si ya lo hemos hablado
Cliserio. A ver, vuela pues. Vuela, ándale.
Cliserio: ¿Cómo? No puedo.
López: Sí, ándale. Vuela de aquí a la torre de la Catedral, o dale una vuelta a los
cerros volando. A ver, quiero verte. (Finge una voz como de radio) Torre de
control, torre de control, confirmamos permiso a Cliserio Reyes para despegar.
Cliserio: Ríete nomás, viejo cacto gruñón, pero un día me vas a ver volar y yo de
arriba te voy a ver así de chiquito y te voy a decir adiós con la mano. (Sigue
trabajando en la milpa)
López: (Canta, sin poder aguantarse la risa):

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Ojalá que te vaya bonito,
ojalá que tus penas sean menos,
que te digan que yo ya no existo,
que conozcas nopales más buenos...

(En ese momento entra el señor Alatriste por uno de los extremos del escenario.
Viste de traje y zapatos, usa reloj de leontina y pajarita. Lo siguen dos
guardaespaldas con cara seria. Camina hasta donde se encuentran Cliserio y
López.)

Señor Alatriste: Buenas tardes. Soy Genovevo Alatriste y quisiera hablar con el
patrón.
Cliserio: Cliserio Reyes, para servirle (extiende la mano en saludo pero el señor
Alatriste no le ofrece la suya.) Dígame, ¿en qué puedo ayudarle?
Señor Alatriste: Perdón, creo que no me expliqué bien. Quisiera hablar con el
señor QUE ES DUEÑO de estas tierras.
Cliserio: (Otra vez extiende la mano, sin respuesta) ¿Para qué soy bueno?
Señor Alatriste: ¿Tú eres el dueño de éste terreno, muchacho?
Cliserio: Así parece, señor. Estas tierras eran de mi abuelo. Cuando murió, lo
enterramos allá atrás y de allí no se ha movido (señala al ciclorama, atrás de las
matas). Mi padre quiso trabajar el algodón, y después la uva, el melón y la sandía,
pero la sequía no lo dejó y se tuvo que ir de mojado a los Estados Unidos. Me
dejó a cargo. A mí se me ocurrió plantar maíz y de eso ya van como dos años.
Señor Alatriste: Entonces tú y yo tenemos que hablar de negocios…
Cliserio: ¿Usted me va a comprar el maíz?
Señor Alatriste: Me temo que mucho más que eso…
Cliserio: ¿Y si nos lo va a pagar bien? Porque acá nadie lo paga ni a la mitad de
lo que vale, y ni modo de hacerlo tortillas todo. Las únicas contentas con la
cosecha son las gallinas.
Señor Alatriste: Tu maíz no me interesa, lo que quiero es el terreno.
Cliserio: ¿La tierra? No me diga que usted quiere ponerse a sembrar…

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López: (interrumpe con una tos falsa) ¡Cof!, ¡cof!, ejem, ejem. Esta tierra NO SE
VENDE, señor.
Señor Alatriste: (ignorando a López) Me interesa mucho tu terrenito, muchacho.
Queremos construir una segunda pista para el aeropuerto y éste es el sitio ideal.
Piensa en el enorme favor que le estarías haciendo a tu país.
López: (un poco más enérgico) QUE LA TIERRA NO ESTÁ EN VENTA, dijimos.
Cliserio: ¿De verdad, usted trabaja en el aeropuerto?
Señor Alatriste: Muchacho ¡Pero si YO SOY el aeropuerto! … Perdón, quiero
decir que yo soy el modesto propietario de unos pocos avioncitos. Cosa de nada.
Cliserio: Sabe, yo siempre que querido saber lo que es volar. ¿Usted cree que yo
podría ser piloto? Yo sé que sí puedo, sólo déjeme demostrarlo.
Señor Alatriste: ¡Ja! ¿Piloto, tú? Eso sí que es gracioso, ¡un campesino que
quiere ser piloto! No muchacho, un avión no es lo mismo que un tractor. (Voltea a
ver a sus guardaespaldas) ¿Escucharon? ¡Quiere ser piloto! Mejor dime,
chamaco, ¿Cuánto vas a querer por tu tierrita?
López: Lo sentimos mucho señor, pero ya dijimos nuestra ÚLTIMA palabra.
Cliserio: (volteando a ver a López) ¿De verdad, López? ¿Ya la dijimos?
Señor Alatriste: Permítanme que les haga una oferta…
López: No gaste su saliva inútilmente señor. Y, si nos disculpa, estamos
trabajando.
Señor Alatriste: (molesto) En fin, ya platicaremos. (Mirando al cielo, mientras se
retira seguido de sus guardaespaldas.) Esta sequía no se ve nada bien, y no se
anuncian lluvias. Las nubes acostumbran pasar de largo por aquí, veo muy difícil
que se les levante su maicito. De cualquier modo piénsalo muchacho, si cambias
de opinión te estaré esperando en mi oficina. (Después, para sí mismo, riéndose
de nuevo) Ja, ja. Piloto, sí cómo no.

[El señor Alatriste sale de escena seguido por sus guardaespaldas. Continúa la
conversación entre López y Cliserio]

Cliserio: ¿Qué te pasa López, por qué te pones así? ¿No ves que ése señor

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trabaja en el aeropuerto?
López: Por lo visto no entendiste nada de lo que pasó aquí.
Cliserio: El que no comprende eres tú. El señor Alatriste es mi única oportunidad
de volar. Ya los oíste: ellos sólo quieren hacer más grande el aeropuerto, están
construyendo el futuro de este país ¿qué tiene eso de malo? Además, no andes
hablando así por mí ¿Cómo está eso de que ya dijimos nuestra última palabra?
¿Quién te autorizó a tomar decisiones en mi nombre?
López: No hablaba por ti, Cliserio, lo dije por mí. Pensé que entendías. Pero,
como siempre, tienes la cabeza llena de plumas.
Cliserio: (dando la espalda a su amigo) No te entiendo nada, López. Siempre
estás hablando con metáforas y cantando canciones. Habla claro de una vez. Si
no ¿cómo quieres que comprenda?
López: Te lo voy a decir una sola vez, y voy a ser muy claro. Ese señor te estaba
pidiendo que le pusieras precio a los huesos de tu abuelo como si se tratara de un
kilo de tomates. ¿Qué te parece? A mí no me suena nada bien. Tu abuelo y yo
éramos grandes amigos. Cuando él llegó, hizo de este lugar un sitio más
habitable, y con sus manos construyó la casa en la que vives hoy. Él entendía muy
bien que vivir en el desierto no es cosa fácil, pero amó esta tierra porque sabía
que un día formaría parte de ella, que sus huesos descansarían para siempre en
esta arena. Tu abuelo lo eligió así, por eso la tierra fue generosa con él. Esas
cosas no se olvidan, muchacho.
Pero eso no es todo. Si le dije al señor Alatriste que esa era nuestra última
palabra fue porque tenía en mente otro motivo, uno más personal. Cuando el
trajeado ése te sugirió hablar de negocios, también estaba hablando de mí, de mi
futuro. Dime Cliserio, cuando todo esto sea una alfombra de asfalto para que
reboten los aviones ¿tú crees que van a respetar a un viejo cacto como yo?

Oscuro.

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Escena 3
Migrante, no mojado

Se ve otra vez a Atzimba, dentro de la casa, cantando mientras riega su girasol.


En el otro extremo del escenario se ve a Fender en la cama, aún inconsciente. De
pronto el pato se levanta, voltea a su alrededor, se mira el ala vendada y empieza
a vestirse con algunas dificultades. Atzimba se acerca y le habla.

Atzimba: (dejando la regadera a un lado) Qué bueno que ya despertó, señor


¿cómo se siente? ¿Tiene hambre?
(El pato prepara sus cosas en silencio).
Atzimba: Disculpe señor ¿A dónde va?
(Fender continúa callado, empacando de prisa las cosas en su morral de cartero).
Atzimba: ¿Qué, en su planeta no dan las gracias?
Fender: ¿Cómo, me secuestran y todavía tengo que dar las gracias?
Atzimba: ¿Secuestro, cuál secuestro? ¿A mí de qué me serviría secuestrar a un
hippie?
Fender: ¡Hippie! ¿Dónde está el hippie? No, negativo. Sepa usted, señorita
secuestradora, que está ante un genuino Pato Cerceta de alas azules, Blue
Winged Teal, ciudadano de México y de Canadá, Anas Discors por nombre
científico, y habitante de los mejores bosques...
Atzimba: A ver, ya párale... Creo que empezamos mal, será mejor que me
presente. Atzimba Ruiz, para servirle.
Fender: Yo soy Fender, Cerceta de alas azules, Pato ciudadano del mundo,
legítimo dueño de los grandes lagos, tesoro emplumado del continente, orgullo de
Norteamé...
Atzimba: (lo interrumpe) Sí, ya está bueno. Yo soy la novia de Clis.
Fender: ¡Ah! ¿Y quién es Clis?
Atzimba: ¿Cómo quién? Cliserio Reyes. El joven que lo rescató, lo encontró en su
milpa, bien borracho...
Fender: ¡Borracho! ¿Él estaba borracho cuando me encontró? Ahí está, por eso

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me secuestró. Comuníqueme con la policía, con los bomberos, con la ONU, con
CONACULTA y con el INSEN...
Atzimba: No se haga pato, el borracho es usted...
Fender: No me hago, soy. Y no es por nada, pero uno de los mejores...
Atzimba: ¡Cínico! ¿De los mejores borrachos?
Fender: ¡Uno de los mejores patos, quiero decir!
Atzimba: Entonces SÍ es un pato, digo, un pato de verdad.
Fender: Afirmativo. Y no cualquier pato, no señor. Soy un Cerceta de alas azules,
ciudadano del mundo, legítimo dueño de los grandes lagos, tesoro emplumado del
continente, orgullo de Norteamé...
Atzimba: Párale, que ya entendí. Pues será de sangre azul pero, o no sabe volar
muy bien, o estaba muy borracho porque cayó con muy poco estilo entre las
matas de Cliserio.
Fender: Descendí, mi estimada señorita Jeringa, a estas tierras en busca del
reposo necesario...
Atzimba: Atzimba, me llamo Atzimba...
Fender: Sí, sí, perdón señorita Almíbar. Le decía que descendí hasta estos
parajes  muy sobrio por cierto en busca de la paz y tranquilidad propias de un
peregrino de mi clase. Ahora, si es tan amable, ¿me puede decir dónde está la
central de autobuses? Tengo un viaje que continuar, gracias por el secuestro, les
mandaré una bonita postal de las cataratas...
Atzimba: (en tono sarcástico) ¡Oh, claro! su viaje. ¿Y me puede decir su plumífera
majestad en dónde estamos? Porque para saber a dónde va primero tiene que
saber en dónde está.
Fender: (atragantándose) ¡Recuac! Digo, afirmativo, este… pues bueno, al
norte… 95 millas con el viento a favor… tres nubes a la derecha y una a la
izquierda... Negativo… son ocho y llevaba una, brinca la tablita yo ya la brinqué…
Atzimba: (sigue el tono sarcástico) ¿Le fallan los cálculos al señor plumero?
Dígame por favor ¿En dónde estamos, su majestad de alas azules?
Fender: Pues… ni idea ¿Me da una pista?
Atzimba: Lo ve señor, usted no fue secuestrado. Estaba perdido, herido y

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nosotros lo ayudamos. Para que sepa, estamos muy cerca de Torreón, una ciudad
al norte de México, y usted se fue de pico justo en el maizal de Cliserio, mi novio.
Fender: (silencio, sólo se mira el ala vendada).
Atzimba: Además, yo le curé su ala. Aunque no creo que ya esté bien del todo.
Fender: (reflexionando) Pues vaya que son amables para ser secuestradores.
Atzimba: ¡Y dale con lo del secuestro!
Fender: Bueno ¡como sea! Ya estoy bien. Un pato como yo, veterano de seis
guerras mundiales y una de las galaxias, resiste esto y más... (intenta mover el ala
vendada) ¡Ay!, ¡ay! Mamá Patita que vas al mercado con rebozo de bolitas...
Atzimba: ¿Es pato o es mula? No sea terco ¿No le digo que todavía no está
bien? Tiene que quedarse inmóvil cuando menos un par de días más.
Fender: ¿Un par de días? ¡Cuac! IM-PO-SI-BLE. ¿Me presta por favor su
directorio? tengo que llamar a un taxi. ¿Cómo cuanto me cobrará a la central de
autobuses? ... Dígame ¿Hay una central de autobuses?
Atzimba: Sí, y una estación de trenes y un aeropuerto. Pero va a haber un
pequeño problemita...
Fender: ¿Cuál?
Atzimba: No tengo teléfono.
Fender: ¿Cómo? ¿Ni celular, ni Internet? ¿Un Ipod cuando menos?
Atzimba: No, y me temo que todavía no los inventan. Va a tener que esperar un
ratito bastante largo.
Fender: (tirándose en la cama, resignado) Bueno, pero sólo dos días. Tengo que
estar en Canadá para el fin de semana. (Hace una pausa agarrándose el
estómago con el ala sana). Y dígame señorita Marimba, pasando a temas más
mundanos ¿A qué hora se sirve la cena?
Atzimba: (da la espalda al pato, indignada) La cena no se sirve, la sirvo yo.
Fender: Bueno, y ¿faltará mucho para ese momento? (el pato se levanta y
empieza a buscar entre las cacerolas y las ollas).
Atzimba: Mira pato, te propongo un trato justo. Yo te doy la cena mientras tú te
quedas quieto en esa cama y me cuentas quién eres, por qué estás tan loco y a
qué vas a Canadá.

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Fender: (Acomodándose en la cama). Venga pues ese trato justo...
(Atzimba le da un elote en un plato y se sienta a un lado de él a escuchar la
historia)
Fender (mientras come): Como le decía, mi querida Simbad, yo soy un pato
migrante…
Atzimba: (lo interrumpe) ¡Ah! ¡Va de mojado! ¡Por allí hubiera empezado!
Fender: ¿Mojado? No, negativo ¡No, no, no! ¡Mojado no, Mi-gran-te! ¡Pato
MIGRANTE!
Atzimba: ¿Qué no es lo mismo? Aquí todos los migrantes se van de mojados al
otro lado. Mi papá, mi tío Carlos, mi tío Guillermo y mi primo José, todos se fueron
de mojados a los Estados Unidos. Eso sí, tienes que tener cuidado con los
Coyotes, esos nomás te van a transar. Dicen que te llevan pero nomás se llevan
tu dinero y te abandonan en el desierto, sin agua y sin comida. Es muy peligroso.
Fender: Negativo. No voy a los Estados Unidos. Yo voy más lejos. Justo ahora
voy rumbo a Canadá. Allá tengo una casita en el bosque, muy cerca de los lagos,
donde pasaré unos meses antes de regresar a México. Tengo la doble ciudadanía.
Permíteme que te muestre mi pasaporte diplomático... (Deja el elote a un lado y
empieza a buscar en el morral, pero no encuentra lo que busca).
Fender: Debe estar por aquí... Pero ¿dónde?... (Se cansa de buscar, deja el
morral y empieza a lloriquear).
Atzimba: Ya, ya, Fender, tranquilo. No puede ser para tanto.
Fender: Es que no entiendes, sin el pasaporte nunca me van a dejar cruzar la
frontera. Me van a aplicar el US Visit.
Atzimba: (Para sí misma) Sí que es raro este pato, aquí nadie pide permiso para
irse al otro lado. Sólo se van un día y ya. A veces no quieren irse, pero no les
queda de otra y al final todos terminan cruzando el Río Bravo.
Atzimba: (de nuevo al pato) Mira Fender de alas azules, ya no llores. Si quieres,
mañana voy a buscar tu pasaporte al maizal, allí debe de estar. Ahorita acábate tu
elote, pero mejor calladito.
Oscuro.

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Escena 4
Un héroe de guerra.

Al otro día, en la casa de Atzimba. El pato está con el ala vendada, acostado en la
cama. Trae puesta una pijama tipo mameluco. Cliserio llega a la casa, se quita la
gorra beisbolera, saluda a su novia y se acomoda en una silla frente a la cama en
la que descansa Fender. Atzimba queda a espaldas de Cliserio, una vez más
regando y limpiando su maceta.

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Cliserio: Dígame señor hippie, ¿ya se siente mejor?
Fender: Afirmativo. Antes que nada quisiera hacer una aclaración. En primera, no
soy un hippie, soy un pato. En segunda, muchas gracias por la ayuda, dice Camila
que usted me trajo hasta acá.
Cliserio: No fue nada. Además, estaba aplastando mis matas de maíz. Pero no
me hables de usted, dime Cliserio, ése es mi nombre. Cuéntanos, ¿qué te pasó?
Fender: Bueno Cliserio, yo soy Fender. Me quedé dormido mientras volaba, por
eso caí en tu tierra. La verdad es que es un vuelo muy cansado, ya sabes, con
tantas corrientes de aire que hay allá arriba y además la altura…

(Atzimba deja de regar la flor y le hace señas de que se calle, que no mencione la
palabra volar frente a Cliserio, pero es tarde, Cliserio ya escuchó.)

Cliserio: (acercando más la silla a la cama del pato) ¿Vuelo dijiste? ¿Cómo es
eso? Cuéntame, eso sí que me interesa.
Fender: (mirando a Atzimba por encima de Cliserio) No, no, negativo. No dije
vuelo, dije SUELO, decía que venía yo caminando POR EL SUELO (Atzimba
asiente).
Cliserio: ¡Ah, pero qué gracioso tan pato! Ya, no te hagas. Atzimba dice que vas
a trabajar de mojado. Allá también está mi papá, así que no te avergüences. Mejor
dime ¿Qué se siente volar?
Fender: (fingiendo indiferencia) Bueno, no debes obsesionarte con eso, en
realidad es bastante parecido a caminar. Pensándolo bien, no tiene mucho chiste,
es mucho más divertido ir al dentista o lavar calcetines. (Atzimba asiente de
nuevo).
Cliserio: (un poco confundido) ¿De verdad? Yo pensé que…
Fender: (en un arranque de locura se para sobre la cama y señala al cielo con la
derecha) ¡Negativo! ¡No es verdad! Volar es la mejor aventura, un privilegio de los
dioses, de las aves, algunos insectos y últimamente de los aviones.
Cliserio: (se levanta, contagiado por la emoción) Ya lo decía yo ¿ves Atzimba?

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Atzimba: (voltea al cielo y se cubre los ojos con la mano) Ay, no. Ya vas a
empezar de nuevo… (Se queda por allí, acomoda algunas cosas)
Cliserio: Dime Fender ¿Qué se siente atravesar el aire? Debe ser lo mejor que
hay en el mundo. Acá entre nos, de hombre a pato, yo siempre he soñado con
volar.
Fender: Qué sueño tan sencillo, amigo. Para eso hay aviones ¿Por qué no
compras un boleto?
Cliserio: Porque no tengo dinero. Además, el señor Alatriste, el dueño del
aeropuerto, está intentando quitarnos la milpa en la que caíste para hacer más
pistas. Yo no puedo vender mi tierra; y no es sólo por el maíz. Allí están
enterrados los huesos de mi abuelo y es el hogar de uno de mis mejores amigos,
López el cacto. Un día de éstos lo vas a conocer.
Fender: Bueno, ya lo dice el refrán: hay muchas formas de elevar a un pato. No
tienes que venderle tu milpa a nadie. Ya pensaremos en otra cosa, podemos
construir un globo o algo así.
Cliserio:¿Escuchaste Atzimba? (Atzimba no responde, se hace la desentendida).
Cliserio: (De nuevo a Fender) ¿De verdad? ¿Tú me vas a ayudar a volar?
Fender: Afirmativo. Estás hablando con un profesional de los cielos. Más de tres
mil horas de vuelos internacionales… Pero déjame decirte que volar es una tarea
de valientes, los miedosos pesan más que un costal de piedras. Si tienes miedo
nunca conseguirás elevarte, muchacho. ¿Ves esta cicatriz? (Muestra un punto en
la espalda, señalando con el brazo que no está vendado. Atzimba, desde donde
está, los observa de reojo).
Cliserio: ¿Cuál cicatriz? No la veo.
Fender: Aquí, entre las plumas de la reversa…
Cliserio: Sí, sí, ya la vi. ¿Qué te pasó? ¿Un aterrizaje forzoso?
Fender: Mucho más que eso, mi amigo. Es una herida de honor, un recuerdo de
la Segunda Guerra Mundial. Yo luché con los Aliados. ¿Alguna vez oíste hablar de
los Blitzkrieg? ¿De los kamikazes japoneses?
Cliserio: No, de la guerra si escuché, pero nunca de eso que tú dices.

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(El pato saca un casco de soldado de su morral, se lo pone antes de iniciar su
historia)

Fender: Los Blitzkrieg eran ataques relámpago que los alemanes lanzaban sobre
sus enemigos. Imagínate, todo en calma, quieto y en reposo (hace mímica de
estar echado en una hamaca, descansando) y de pronto ¡Zas! (en guardia, como
apuntando al cielo con un rifle) ¡Ra-ta-ta-ta! Aviones, tanques, soldados, el infierno
en un segundo. No sabías ni por dónde te llegaban los cocotazos.
Cliserio: ¿Y tú luchaste allí?
Fender: Negativo. Pero déjame continuar…
Cliserio: Perdón, sigue contándome.
Fender: Más tarde, cuando la guerra cambió de curso, los aliados tuvieron una
victoria importante en las Islas Aleutianas ¿Sabes dónde están ésas?
Cliserio: Ni idea, yo nomás conozco hasta Cuatrociénegas.
Fender: Están en el Pacífico, mi hermano, en el Pacífico. Bueno, pues allí hubo
un intenso combate en el que los canadienses tuvimos que tomar parte. Tres
semanas en el meritito ombligo del Apocalipsis. Ellos eran miles, tal vez millones;
nosotros sólo unos cuantos, pero muy valientes. Con decirte que yo era el mejor
armado y sólo traía una resortera. La cosa es que nos pusimos bien las plumas y
al final, retomamos Attu, un punto estratégico. Así ganamos la guerra.
Cliserio: Debió ser muy difícil.
Fender: Afirmativo. Fueron tres semanas de zozobra constante, un permanente
coqueteo con la señorita de la guadaña, la portera del panteón, día y noche
mirándole los ojos a Doña pelona. Hubo días en que hubiera querido regresarme
al cascarón. ¿Me entiendes? Allí dejé de ser pollito y aprendí a ser un pato.

(El pato se arrodilla, se pone el casco sobre el pecho en señal de reverencia y


baja la cabeza como dando gracias por estar vivo.)

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Fender: (continúa de rodillas) Nunca olvidaré el sonido de las bombas, esas
nubes inhóspitas y grises en cielos extraños, la mano de la muerte alaciándome
las plumas. Pero sobreviví, soy un ovíparo afortunado. Nomás de recordarlo se
me pone la carne de humano, mira.
Cliserio: ¿Cómo fue lo de la herida? ¿En qué combate pasó? ¿Dónde aprendiste
a pelear?
Fender: ¿Qué más da? Lo importante es que sobreviví, y que ganamos.
Cliserio: Cuéntame, Fender. La herida en tu espalda; tú mismo dijiste que volar
es arriesgado, que los cobardes no consiguen elevarse.
Fender: Y lo sostengo. Sin agallas, nadie daría siquiera un brinco. Imagínate
cuántas generaciones de reptiles tuvieron que lanzarse a los precipicios antes de
que les salieran las primeras plumas y el pico, y todavía más generaciones
lanzándose al vacío hasta que por fin pudieron volar. Evolución, mi hermano,
puritita lenta y sabia evolución. Las aves, mi hermano, somos el sello de garantía
del paraíso. El ave es un reptil perfecto, ya lo dijo Darwin no recuerdo dónde.
Cliserio: ¿Ya ves? Ni siquiera sabes ser modesto. Cuéntame ¿cuál era tu rango
en el ejército? ¿Comandante, teniente, capitán de las fuerzas aéreas? Eres un
héroe, Fender, le jugaste unas vencidas a la muerte y le ganaste, qué honor que
estés hoy con nosotros. (Cliserio voltea con la muchacha). ¿Oíste Atzimba? ¡Un
héroe de guerra en tu casa!

(Atzimba, que ha estado escuchando al margen, vuelve a la conversación.


Camina hacia donde están ellos. No cree las historias del pato.)

Atzimba:(con tono irónico) Conque tenemos un héroe. Me imagino que en


Canadá habrá muchas calles y escuelas con tu nombre, tal vez hasta exista
alguna ciudad bautizada en tu honor…
Fender: Bueno, tal vez exageré un poco la nota. Esas cosas las hace cualquiera,
y a veces hasta sin darse cuenta ¿Batalla dije? Negativo. Debo haberme
confundido (se quita el casco de soldado y lo guarda en el morral, minimizando el
asunto).

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Atzimba: (acercándose al ave) A ver pato, ¿cómo te hiciste la cicatriz?
Fender: ¿Cuál cicatriz? ¿Ésta, dices tú? Casi no es nada, digo, un rasponcito
nada más.
Atzimba: Dime una cosa ¿estuviste alguna vez en la guerra, sí o no?
Fender: Técnicamente sí, es afirmativo.
Atzimba: ¿Técnicamente?
Fender: Era una película muy real, las bombas parecían de verdad y además
estaba muy oscuro…
Atzimba: ¿Y la herida?
Fender: ¿Cuál herida? Ah, ¿ésta?
Atzimba: Si, esa.
Fender: Acabo de recordar. Es la vacuna contra la polio, en cierta forma es una
batalla. ¿Nunca oíste hablar de las guerras médicas? Y aquí en el brazo tengo la
de la gripe aviar…
Atzimba: (se da la vuelta, alejándose de ellos) Mejor me apuro con la cena, no
sea que los héroes vayan a desatar su furia.

(Atzimba sale de escena. Cliserio y Fender se quedan pensativos, avergonzados.


Tras un rato, Cliserio se sienta de nuevo en la silla, cabizbajo, y toma la palabra).

Cliserio: Tal vez tengas razón amigo, los cobardes nunca se elevan.

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Escena 5
Estrategias para volar.

Días después, en la milpa. Cliserio está trabajando con un azadón, conversa con
López. A un lado de ellos hay un bulto mediano, cubierto por una lona. Es
imposible adivinar lo que oculta.

López: ¡Qué Blitzkrieg ni qué gorditas de pastor alemán! La guerra no es algo


bueno, Cliserio, entiéndelo muy bien. ¿Qué hay de provecho en que la gente
muera? Nada, Cliserio. En la guerra todos pierden, hasta el vencedor. Ese pato no
es más que un hablador y un fanfarrón.
Cliserio: Precisamente por eso, López. Si un fanfarrón como él puede volar,
¿cómo no voy a poder volar yo? Él dice que es un privilegio de los dioses, yo
quiero saber qué se siente.
López: Pero él nació con alas y plumas, ya hemos hablado de esto antes, amigo.
La única manera de que los humanos vuelen es subiéndose a un avión, y déjame
recordarte que los únicos aviones que pasan por aquí son de tu enemigo, el señor
Alatriste.
Cliserio: ¿Es una indirecta? ¿Me estás insinuando que tengo que olvidarme de
volar?
López: Es muy directa y a la cabeza. Te estoy queriendo decir que tú tienes que
preocuparte por que esas matas crezcan grandes y bonitas … y además tienes
que cuidar a mucho a Atzimba, esa es tu misión en este mundo.
(Durante un rato Cliserio trabaja en silencio, López silba una canción: Grabé en la
penca de un maguey tu nombre)
Cliserio: Bueno López, ¿y si de repente un día lo logro y vuelo?
López: Y dale con la misma. El día que tú vueles yo voy a ser campeón de
patinaje artístico sobre hielo. Imagínate ¡qué victoria para México!
Cliserio: No digas tonterías López, esto es serio.
López: Pues no preguntes tonterías Cliserio; olvídate de volar…

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Cliserio: (acercándose al bulto cubierto con la manta) Para que lo sepas, vas a
ser el primero en conocer el invento que revolucionará al mundo… ¡Te presento al
Cliserióptero! (Descubre el bulto. El Cliserióptero es una bicicleta vieja con algunos
alambres retorcidos y algunas hojas de maíz pegadas aquí y allá).
López: ¿El Closiqué?… ¡ah, tu bicicleta! (Riéndose) Veo que ya la decoraste
para el desfile de la primavera, muy bien, te quedó muy bonita.
Cliserio: Bueno, es que todavía no está terminado, pero en unos días cuando
termine las alas vas a ver cómo cambia. Por cierto que el diseño no es sólo
mío, Fender me estuvo dando algunas ideas, como el espejo retrovisor forrado
con peluche rosa. Hasta me regaló este aromatizante de rosita fresita…
López: Otra vez el famoso pato. Ese pajarraco ya está resultando patológico ¿O
debo decir pato ilógico? ¿Quién te crees? ¿E.T.? Si esa bicicleta se despega del
suelo, yo me inscribo en clases de ballet…
Cliserio: Cuando menos él trata de ayudar. Tiene tres mil horas de vuelo.
Además, estuvo en un cine donde pasaron una película muy real sobre la
guerra…
López: ¿Tú crees que nada más ese pato tiene historias? Yo sí que tengo una
buena historia, así que siéntate y escucha…

(Cliserio vuelve a cubrir el Cliserióptero. Deja a un lado el azadón, se sienta sobre


un huacal y se dispone a escuchar. A un lado del escenario, disimulado entre las
matas, hay un teatrino. Aparece el rey Minos. Los muñecos representan la historia
en silencio mientras López narra.)

López: Hace muchos, pero requetemuchos años, en una isla de Grecia, vivió un
señor que se llamaba Minos. Era un rey. Él le había mandado construir un
laberinto a Dédalo, el mejor inventor que había en la ciudad…

Cliserio: ¿Dédalo, Minos? ¡Y yo que pensaba que nomás Atzimba tenía nombre
chistoso!

26
López: No interrumpas Cliserio, mejor escucha. La cosa es que el trabajo final no
le gustó mucho al rey Minos y mandó castigar a Dédalo y a su hijo, Ícaro, que era
un muchacho como tú, encerrándolos en el laberinto. Pasífae, la esposa del rey,
los ayudó a salir de allí, pero tenían que escapar de la isla antes de que los
encontraran. Por desgracia no tenían ningún barco a la mano, porque todos
pertenecían a la flota del rey. La única solución que Dédalo encontró fue huir
volando, así que se puso a construir unas alas con plumas, hilo, tablitas y cera.
Cuando terminó, le hizo también un par de alas a Ícaro y le enseñó cómo
utilizarlas. No parecía un viaje sencillo, pero sus vidas estaban en juego. Antes de
escapar, Dédalo le aconsejó dos cosas a su hijo: la primera fue que no volara muy
cerca del agua porque sus alas podían mojarse y pesarían mucho, lo que le
impediría elevarse. El segundo consejo fue que no volara muy alto, porque con el
calor del sol las alas se derretirían. Entonces escaparon. En el camino, Ícaro iba
probando sus alas nuevas. Al principio volaba junto a su padre, obediente: ni muy
rápido ni muy alto. Pero cuando ya llevaban un rato en el aire, Ícaro fue
emocionándose mucho con su nueva capacidad para volar, así que se olvidó de
los consejos de su padre y empezó a subir más y más y más, tratando de alcanzar
el sol…

(López comienza a simular las voces de Dédalo e Ícaro)

Dédalo: (voz grave) Hijo, recuerda que no debes volar muy alto.
Ícaro: (voz aguda) No te preocupes papá, sé lo que hago.
(Transcurren algunos segundos de vuelo en los títeres).
Dédalo: Hijo, vuela un poco más bajito, no me hagas repetirlo.
Ícaro: Aliviánate papá, no seas aguado, nomás unos metros más arribita
(Ícaro sube más).
Dédalo: (alzando la voz) ¡Hijo, ya te estás arriesgando mucho, baja
inmediatamente!

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López: (sigue la narración) Pero Ícaro ya no podía escuchar a su padre porque
había volado muy alto. Emocionado como estaba, subía más y más sin darse
cuenta que la cera de sus alas se estaba derritiendo. De pronto, empezó perder
plumas y a caer. Gritó, aleteó y pidió ayuda, pero sus alas ya no podían
sostenerlo. Ícaro se ahogó en el mar, y su padre no pudo hacer nada para
salvarlo.

(El títere que representa a Ícaro cae muy cerca de donde está sentado Cliserio,
que se queda mirándolo fijamente)

López: (muy serio) ¿Captas el mensaje, Cliserio? ¿Entiendes lo que te quiero


decir?
Cliserio: Sí, que antes de usar el Cliserióptero tengo que conseguirme un buen
bloqueador solar.

Oscuro.

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Escena 6
Preparando el despegue.

Días más tarde. Es el día del despegue, todos están reunidos en la milpa: Cliserio,
López, Atzimba y el pato, que lleva aún el vendaje en el ala izquierda. Hay
algunas personas más: gente del pueblo que ha sido invitada a presenciar el
despegue; no hablan, sólo observan con curiosidad. El Cliserióptero está en
medio de la milpa. Sigue siendo un aparato burdo, pero ya tiene alas y en algunas
secciones está forrado de plumas. Lleva una canastilla delantera y llantitas
laterales de apoyo. Hay una bolsa de dormir enrollada sobre la llanta trasera.
Foquitos rojos prenden y apagan en los manubrios.

Cliserio: Amigos, muchas gracias por venir, ustedes saben lo mucho que se les
quiere y se les aprecia. Lo que van a ver hoy sólo es comparable a otros grandes
momentos de la humanidad. Quiero decir que hay algunos instantes en los que el
hombre se parece un poquito más a los dioses: cuando bajamos del árbol, cuando
descubrimos el fuego y tal vez cuando inventamos la rueda y la imprenta. Por
favor, amigos, contengan los hurras y los aplausos hasta el final.
Hoy, en esta milpa, va a ocurrir uno de esos momentos. El Cliserióptero va
a partir con rumbo incierto pero seguro a conquistar las gaseosas repúblicas del
sexto continente; el de los cielos. Como ustedes saben, una gran sequía azota
nuestra región. No teman, los tiempos sin agua han terminado. Yo, con el
Cliserióptero, iré hasta donde están las nubes y las remolcaré hasta acá.
Tendremos lluvia muy pronto…

(Los habitantes del pueblo, al escuchar que habrá lluvias, aplauden y festejan.
Cliserio agradece y se despide de cada uno de sus amigos.)

Cliserio: Atzimba, no temas por mí. Muy al contrario, guarda cada detalle de este
momento para que se lo cuentes a nuestros hijos. Muy pronto, las distancias
serán insignificantes y podré traerte un ramo de tulipanes de Holanda ¿Los

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prefieres de algún color en especial? Bueno, ésos son detalles, pero los grandes
hombres piensan en todo.
Atzimba: ¿Es seguro ese aparato? Ten cuidado Cliserio, mejor no vayas …
Cliserio: López, maestro y amigo, ¿qué puedo decirte que no sepas ya? No he
conocido más letras que las que me enseñaste en los surcos. Aún así, tuve la
mejor escuela. Quiero que sepas que me siento afortunado por escuchar tus
lecciones desde pequeño. Aunque sé que no crees en el éxito de esta aventura,
mi triunfo va por tu sabiduría.
López: ¡Qué aventura ni qué waffles con jalapeño! …
Cliserio: Fender, nuevo amigo. Te agradezco que hayas dejado tu reposo clínico
para compartir esta ocasión. Qué lástima que todavía no estés recuperado de esa
ala. Si no, te invitaría a volar conmigo como escudero. No hay que temer, con
seguridad nos toparemos en otros cielos. Ah, otra vez gracias por el aromatizante.
Fender: (Conmovido, secándose una lágrima con el ala derecha.) No, negativo.
No fue nada amigo, no fue nada.
Cliserio: Ha llegado el momento … (inicia música, Así hablaba Zaratustra)

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(Sube al aparato. Comienza a pedalear pero nada sucede, sus amigos guardan
silencio. Termina la música y el artefacto no se ha elevado.)

Cliserio: Un momento, debe ser el giroscopio. Tal vez el radiofaro. Creo que no
calculé bien el ángulo de elevación… (Pedalea más fuerte pero nada sucede).
Apártense un poco, en cualquier momento puedo salir disparado. (De pronto se
escucha un tronido de mofle y empieza a salir humo del aparato, innegable
evidencia de fracaso. Los amigos comienzan a alejarse entre risas.)

López: Bravo Cliserio, los grandes hombres piensan en todo.


Cliserio: (muy serio, revisando algo que parecen ser los planos del aparato) No
entiendo, las bujías, el alerón derecho. Todo está en su lugar.
Atzimba: (En tono irónico y dando la espalda a Cliserio mientras se aleja)
Perdona que no me quede a la segunda parte del despegue Clis, pero tengo los
frijoles en la lumbre. Por cierto, no se te olviden mis tulipanes de colores, te los
encargo mucho. (Todos ríen. Atzimba, Fender y los invitados del pueblo salen del
escenario, quedan solos el muchacho y el cacto).
Cliserio: Esperen, no se vayan. Debe haber un error …
López: (Enérgico, muy molesto. Cliserio lo escucha cabizbajo, derrotado). Claro
que hay un error, Cliserio, siempre te lo he dicho: te faltan plumas y te sobra
fantasía. Pero esta vez si te brincaste las trancas, Cliserio Reyes. Ya te convertiste
en un fanfarrón, en el bufón del pueblo. ¿Remolcar nubes? ¿Traer tulipanes? ¿De
dónde sacaste todo eso? Por andar en el cielo has descuidado la tierra, se está
secando la milpa y vas a perder la cosecha. Mientras tu padre arriesga la vida
lejos de aquí, en un país que no es el suyo, tú te entretienes jugando a las
bicicletas voladoras. Tal vez deberías ir allá, atravesar el desierto, desafiar al río y
demostrarnos a todos que eres un hombre. Pero no Cliserio, dudo que tengas el
valor necesario. Te falta carácter.

(López hace una pausa, está muy molesto. Al fin se decide a continuar con el
regaño.)

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Escúchame bien, Cliserio: estoy seguro de que si tu abuelo viviera, estaría
muy decepcionado de ti. Como todos nosotros…

Oscuro.

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Escena 7
Batallas en el desierto.

Cliserio vaga sin rumbo fijo. En el horizonte se ve un sol enorme, arena y más
arena. En negro se dibujan las siluetas de algunos cactus y un mezquite. Sobre el
escenario hay sólo un montón de arbustos secos, de ésos que llaman brujas. El
muchacho se ve muy agotado, camina arrastrando los pies. Sufre de
alucinaciones, habla para sí mismo.

Cliserio: Soy una vergüenza, un héroe muy cobarde. Qué Cliserióptero ni qué
nada. El blitzkrieg, la guerra, los kamikazes japoneses, descuidé la milpa…
Perdóname López, no supe escucharte. Yo sólo quería pizcar el algodón que hay
en el cielo, de verdad. Volar alto y traer algunas nubes, el agua para la siembra.

(En off, se escuchan las voces deformadas de López, Atzimba, Fender y el señor
Alatriste: Tú no tienes plumas /¿Tus hijos van a nacer de un huevo? / Si tu abuelo
viviera estaría decepcionado / ¿Ya vas a empezar otra vez, Cliserio? / Yo soy el
aeropuerto / Un cobarde pesa más que un costal de piedras. Da algunos pasos y
vuelve a tropezar, sigue alucinando, cada vez más perdido. Las voces lo
persiguen).

Cliserio: Papá, dame un poco de agua. Yo sólo quería volar hasta el sol. ¿Dónde
estás? Ahora soy una vergüenza para todos… hasta para el pato fanfarrón. El
Cliserióptero cayó al mar. ¡Debo escapar del rey Minos! ¡Debo huir o el rey Minos
me matará! ¡No! ¡No, rey triste, por favor tenga piedad, tenga piedad de un pobre
héroe tan cobarde como yo! (Se cubre la cara como esperando un golpe) ¡Sólo
soy un costal de piedras, Señor Alatriste, no tengo derecho a volar!

Cliserio cae sobre la arena, inconsciente. La sala se oscurece por completo


y queda en silencio. Tras algunos segundos en penumbra, comienza Dies Irae,
tercer movimiento del Réquiem de Mozart. Simultáneamente, en el ciclorama,

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sobre el fondo del desierto se proyectan imágenes. Estamos dentro de la mente
de Cliserio. La secuencia consta de videos y fotografías que recuerdan la historia
de la aviación, el permanente anhelo del hombre por volar. La música crea
tensión. En la pantalla se suceden los bocetos del ornitóptero de Leonardo Da
Vinci, papalotes en el cielo, imágenes de ángeles entre las nubes, el Pathfinder y
la exploración de Marte, los viajes en globo de Julio Verne, patos migrando en
formación, Neil Armstrong y su caminata lunar, una gaviota que cae en picada y
atrapa un pez, secuencias de la Segunda Guerra Mundial: kamikazes,
bombarderos. Una azafata sonriendo da la bienvenida a un vuelo de primera
clase, un campo de girasoles siguiendo al sol, niños que arrojan avioncitos de
papel. Sequías, milpas grandes y bonitas; campos devastados, pacas de algodón
en La Laguna, Amelia Earhart y el primer vuelo trasatlántico, arrestos de latinos
indocumentados en los Estados Unidos. Los vuelos de los hermanos Wright, un
Zepelín, la paloma de la paz, Pedro Infante, Ritchie Valens, Francisco Sarabia y el
avión de Lerdo, globos de niños con cartas de navidad, aeropuertos
internacionales, bandas transportadoras de maletas. La secuencia (de no más de
dos minutos, lo que dura el tercer movimiento del réquiem) finaliza con la imagen
del 11-S; el avión entrando en las torres gemelas. Después, oscuro y silencio.

Cliserio y Serioclis

Continúa la escena. Se enciende una luz tenue, silencio. Cliserio sigue en el


desierto; yace bocabajo, inconsciente. Tras algunos segundos, despierta. Se
levanta, da pasos cortos, observando el panorama desolado. De pronto, desde el
lado izquierdo del escenario, frente a él, entra “otro” Cliserio que camina y lo
observa; es Serioclis. Los dos visten igual, tienen la misma estatura, se mueven
con ademanes similares. Cliserio se muestra muy sorprendido.

Cliserio: ¿Quién eres tú?


Serioclis: Tú eres quién
Cliserio: Yo pregunté primero

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Serioclis: Primero pregunté yo
Cliserio: Ya sé, es una broma tuya, López.
Serioclis: López, tuya es una broma.
Cliserio: No es gracioso.
Serioclis: Gracioso no es.

(Cliserio da muestras de no entender nada, parece un poco asustado. Da la


espalda a Serioclis y camina en el escenario, pensativo. Simultáneamente,
Serioclis hace los mismos movimientos en su mitad del escenario. Cliserio intenta
observar a Serioclis de reojo, sólo para descubrir que ya lo está viendo de reojo a
él. Es su espejo. De repente, Cliserio piensa algo y va al encuentro de Serioclis.
Vuelven a quedar frente a frente.)

Cliserio: (señalándose a sí mismo y gesticulando exageradamente) CLI-SE-RIO


Serioclis: (repitiéndo los ademanes) SE-RIO-CLIS
Cliserio: ¿Serioclis?
Serioclis: ¡Cliserio!
Cliserio: (Tratando de confundirlo) Tres tristes tigres en tres tristes trastos
tragaban trigo sentados en un trigal, sentados en un trigal tres tristes tigres
tragaban trigo en tres tristes trastos.
Serioclis: ¿Cuántos tigres?
Cliserio: (festejando) Lo sabía. Es una broma, eres un impostor, un charlatán.
Serioclis: (muy serio) ¿En verdad lo soy? Porque yo soy tú y tú eres yo.
Cliserio: Lo siento, pero te falta mucho para ser como yo.
Serioclis: Ya lo creo. Mejor me voy. (Serioclis comienza a silbar, tranquilo. De
entre los arbustos saca una mochila. De ella extrae unas alas, se las pone en la
espalda. Se da media vuelta y comienza a alejarse caminando, con las manos en
los bolsillos.)
Cliserio: ¡Espera Serioclis, no te vayas! Dime, si somos iguales ¿por qué yo no
tengo alas?
Serioclis: ¿Por qué me lo preguntas? Yo soy un charlatán. Por cierto, se te hace

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tarde y tú aquí, tan tranquilo, jugando adivinanzas…
Cliserio: ¿Tarde? ¿Para qué? No comprendo nada, Serioclis. ¿Eres un ángel?
¿Estoy muerto? ¿Es un sueño?
Serioclis: Ya te dije, yo no existo. Tú tampoco existes, por cierto.
Cliserio: Sigo sin comprender. Si no existes ¿Cómo es que tienes alas? ¿Puedo
tener yo unas iguales? ¿Me las prestas?
Serioclis: No Cliserio. Las alas no se prestan nunca, son la herramienta de los
valientes, ya deberías saberlo. Todos los valientes tienen sus propias alas y por
eso no necesitan pedir prestado nada. ¿De verdad no lo entiendes?
Cliserio: Pero yo no tengo alas, y quiero ser valiente y poder volar.
Serioclis: Las únicas alas que necesitas son las que llevas dentro, no hay otras.
Cliserio: López siempre dice que tengo la cabeza llena de plumas, ¿a eso te
refieres?
Serioclis: No, Cliserio, las alas no tienen nada que ver con las plumas, encuentra
tus propias alas.
Cliserio: ¿Cómo?
Serioclis: Eso es lo que debes responder, para eso viniste aquí.
Cliserio: ¿Aquí? ¿Te refieres al desierto?
Serioclis: Me refiero al aeropuerto, Cliserio. ¿No te has dado cuenta? Estás en la
pista del aeropuerto. Disculpa, pero ya me tengo que ir, hay un vuelo que debo
tomar… Te dejo esto, me lo dieron para ti.

(Cliserio recibe la mochila de manos de Serioclis, que se aleja de nuevo


caminando, con las alas puestas; las manos en los bolsillos y silbando. Cliserio
queda solo otra vez. De la mochila extrae un gorro de aviador, unos gogles y una
bufanda. Se los pone y se queda de pie, en el desierto, sin saber qué hacer. Se
escucha de nuevo el motor de un avión que pasa volando arriba de él).

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Escena 8
La confusión.

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En casa de Atzimba. Fender y la muchacha están en la mesa, comiendo. Entre un
bocado y otro conversan. Hay platos, tortillas, vasos, un sartén y una jarra. El pato
aún viste la pijama, ya no trae las vendas en el ala. Sobre el buró, en la maceta, el
girasol está completamente seco.

Atzimba: Me da gusto que ya estés mejor Fender, fue una recuperación muy
rápida.
Fender: Afirmativo. Todavía me duelen un poco las plumas direccionales, pero
creo que no es de cuidado. Con un día más de reposo estarán bien. Creo que
mañana podré seguir con el viaje.
Atzimba: Cuéntame de Canadá, Fender ¿cómo es?
Fender: Es muy bonito, aunque hace mucho frío. Por eso vengo mucho a México,
acá siempre hay sol en alguna parte.
Atzimba: ¿Allá está tu familia?

(Fender se pone serio, un poco triste. Atzimba lo nota.)

Fender: Negativo. Mis padres murieron hace cuatro años, durante el viaje a
Canadá, les dispararon unos rancheros tejanos. Cada año es peor, es la parte
más peligrosa del trayecto. Muchos patos están dejando de migrar por eso, las
nubes ya no son tan seguras como antes.
Atzimba: Lo siento mucho, Fender. ¿No tienes a nadie más?
Fender: Pues… Tengo un primo que se quedó en California. Se llama Donald,
creo que le ofrecieron un trabajo en el cine.
Atzimba: Debe ser difícil estar solo en el mundo.
Fender: Afirmativo, Mariana. La verdad es que este viaje es cada vez más
cansado. He estado pensando en buscar un lugar para establecer un nido con una
patita simpática y pensar en criar a media docena de huevos. Ya no estoy para
viajes tan largos, y además esos rancheros locos…

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Atzimba: Tienes que cuidarte, Fender. Ya tuviste un accidente grave, imagínate si
no hubieras caído en la milpa.
Fender: Afirmativo, Hortensia. Es posible que éste sea mi último viaje a Canadá.
Todavía tengo algunas cosas que arreglar.

(Terminan la comida, Atzimba se pone a lavar los platos, el pato se lava los
dientes, se prepara para dormir.)

Fender: Muchas gracias por la comida, Elena. Estuvo muy rica.


Atzimba: De nada Fender, ésta es tu casa. Trata de descansar, mañana te espera
un viaje muy largo.
Fender: Afirmativo. Debo dormir lo más posible, es un viaje difícil y debo
reponerme bien, ahorrar energías.

(Saca de su morral un antifaz para dormir y se lo pone en los ojos, se recuesta. No


ve que Atzimba termina de lavar los platos y sale de escena, el pato sigue
hablándole aunque ella no puede escucharlo).

Fender: Oye Andrea ¿has tenido alguna noticia de Cliserio? Nadie sabe dónde
está. López dice que tal vez se fue al desierto, y que por él puede irse a China en
patineta. Yo quisiera verlo para agradecerle por todo ¿Tienes alguna idea de
dónde puedo encontrarlo?

(En ese momento regresa con la regadera en la mano y ve el girasol marchito)

Atzimba: ¡Uy!, creo que es inútil, ya se murió…


Fender: (brinca alarmado, queda sentado en la cama con los ojos aún cubiertos)
¿Cómo? ¿Se murió? ¿Por qué no me lo dijiste? ¡Cuac!
Atzimba: (haciendo un poco de berrinche) ¡No es justo! Apenas me estaba
encariñando…
Fender: (sentado en la cama, aún con el antifaz puesto) ¡Recuac! ¿Encariñando?

39
Atzimba: (tomando la maceta, trata de recobrar la calma) Bueno, esas cosas
pasan. No me voy a poner triste por una cosa así. Es mejor pensar que va a servir
de abono…
Fender: (cada vez más perplejo) ¿Va a servir de abono?
Atzimba: (deja otra vez la maceta sobre la mesa. Está reprimiendo el berrinche)
Sí pato, ¿tienes que repetir todo lo que yo digo? Si esto pasó fue en buena parte
por estarte poniendo atención a ti y a tus heridas.
Fender: (se quita el antifaz de los ojos, observa a Atzimba indignado) Eso sí que
no. Negativo y doble negativo. Tienes frío el corazón Amina. Y te prohibo que me
culpes de un crimen que no cometí…
Atzimba: ¿Ya vas a empezar con las exageraciones? No es para tanto, pato. No
se acaba el mundo. Mejor duérmete y no hagas olas.
Fender: (en la puerta de la casa, ante la sorpresa de Atzimba) ¡No y triple
negativo! Me niego a pasar un minuto más aquí, no seré cómplice de tu
indiferencia, Tamara. Eres insensible, mucho peor que Yoko Ono. Tu corazón es
un raspado de limón: amargo y bien frío.

(Tras haber salido, el pato se regresa. Atzimba está sentada en la cama con cara
de no entender nada)

Fender: (Con este guión en las manos) ¡Ah, se me olvidaba el portazo! (sale y da
un portazo).
Oscuro.

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Escena 9
Duelo en la milpa.

López y Fender en el maizal, entre botellas, mitad de una parranda. El pato está
en pijama y trae puesto el sombrero de López, toca una melodía triste en la
armónica. López solloza y hace sonar una guitarra.

López (cantando, triste):

No vale nada la milpa


La milpa no vale nada
Comienza siempre llorando
Y así llorando se acaba
Por eso es que en este mundo
La milpa no vale nada...

Fender: ¡López, viejo cacto! No somos nada; Cliserio está muerto, está difunto, se
fue a Comala, se nos adelantó...
López: No puedo creerlo, es como estar en medio de una canción de José Alfredo
Jiménez.
Fender: Afirmativo, compadre. Y Tarumba quiere utilizar sus restos como abono,
¡imagínate nomás!
López: ¿Pero estás seguro que Atzimba dijo eso? Tal vez escuchaste mal, estará
pensando en enterrarlo con el abuelo. ¿No diría abuelo en vez de abono?
Fender: No, negativo. Estoy completamente seguro, te lo juro por el azul de estas
alas que se han de comer en mole los coyotes. Yo clarito escuché a Tania cuando
dijo que se había muerto y que lo quería usar de abono, hasta me quería echar la
culpa a mí. Entonces me vine corriendo para avisarte ...
López: Entonces los rumores son ciertos, ya lo temía. Yo soy el único culpable.
Fender: Yo tampoco lo quería creer. Tan joven, era una promesa de la aviación.
Yo hasta le veía madera de astronauta. Un pequeño paso para Cliserio. A ver

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¿Cómo que tú tienes la culpa? ¿Eres cómplice de Gabriela? No vayas a decir que
fue mi idea, yo quería a Cliserio…
López: No, no me estás entendiendo, compadre. Tú eres un héroe del cine
Nazas, yo soy el único criminal aquí; yo desanimé a Cliserio de volar y me burlé
de él, le dije que era una vergüenza para el pueblo entero y para su familia. Lo
hice por su bien, pero creo que fui demasiado severo. Perdió toda esperanza, le
quité la razón para vivir y se fue a buscar la muerte en el desierto. Soy un asesino,
un homicida. ¿No lo ves? ¡Está muy claro!
Fender: Pues sí, afirmativo. Él que siempre quiso subir en cuerpo y alma al cielo,
¿quién iba a decir que iba subir nomás en alma? De algún modo le ayudaste a
cumplir su sueño. Despegó para nunca aterrizar.
López: Tengo que entregarme a la policía. ¿Qué me espera, Fender? ¿Cadena
perpetua, cien años en las Islas Marías? No importa, sólo así limpiaré la culpa de
mi familia.
Fender: Bueno, una espina más a tu currículum, será casi imperceptible.
López: Merezco eso y más. ¡La pena de muerte!, moriré fusilado como el cura
Miguel Hidalgo, como el General Felipe Ángeles, como José María Morelos.
Fender: Como Vicente Fernández...
López: ¡Ah, caray! Vicente Fernández no murió fusilado. Es más, ni siquiera se ha
muerto.
Fender: Como sea, hay que preparar las cosas para el velorio.
López: ¿El mío?
Fender: Negativo. El de la víctima. Quiero decir el del bueno de Cliserio.
López: Tengo un preocupación más, pato ¿Qué será de la milpa sin Cliserio?
¿Quién cuidará del maíz? No podemos dejar que el señor Alatriste se adueñe de
estas tierras.
Fender: De eso quería hablarte López, estoy pensando en quedarme por acá.
Este es un lugar tranquilo y soleado, y yo podría aprender a plantar el maíz.
(Simula estar sembrando) Uno para la tierra, otro para mí; sembramos uno, nos
comemos otro …después de todo, ¿Qué es el maíz sino palomitas en potencia?
Lo urgente ahora es preparar el velorio de nuestro gran amigo, Cliserio Reyes.

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(Fender sale del escenario, López se queda pensativo y triste, bebiendo)

López: ¿Qué he hecho? Tengo que huir, pero ¿cómo, a dónde? No me lo


perdonaría nunca. Además, un cacto pidiendo aventón a la orilla de la carretera es
siempre de lo más sospechoso. Será mejor afrontar las consecuencias. Maté a
Cliserio Reyes y ahora tengo que pagar. Me quedaré aquí hasta que lleguen a
detenerme.

(Le da otro trago a la botella y canta)

Cuando un amigo se va
Queda un nopal asesino...

(Llega Atzimba, el cacto se anticipa y toma la palabra.)

López: Lo siento mucho Atzimba.


Atzimba: ¿Te enteraste?
López: Si, me lo dijo Fender y quiero que sepas que me parece la peor tragedia
desde que se extinguieron los dinosaurios. Todavía no puedo creerlo …
Atzimba: Bueno, tampoco es para tanto, ya sabes que este pato es un exagerado
y un bocón.
López: En esto no hay exageración posible, muchacha. Su ausencia deja un
vacío irremplazable.
Atzimba: Me parece que ustedes están haciendo grandes las cosas. ¿Te digo una
cosa López? Lo único que siento es que ya no voy a tener con quién hablar.
López: Te comprendo muchacha, yo me siento igual. Ni siquiera tuvimos tiempo
para despedirnos.
Atzimba: Bueno, si no te molesta, pensaba traerlo aquí a la milpa.
López: ¿Aquí, a la milpa? ¿Con el abuelo?
Atzimba: No López, no compares. Nunca será lo mismo. Pero creo que puede

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servir de abono…
López: ¡Muestra más respeto, muchacha!

(Regresa Fender, todavía en pijama, con una corona de flores y se la entrega a


Atzimba, que al ver las flores se alegra mucho y abraza al pato. Saca de su morral
un pergamino y comienza a leer. Conforme va leyendo, Atzimba hace gestos de no
comprender nada. El cacto llora y bebe desconsolado.)

Fender: Hoy, estamos aquí reunidos para recordar a un amigo, a un valiente. No


es cualquier amigo. No, negativo. Era un amigo ejemplar. En su deseo de llegar a
las nubes, Cliserio Reyes encontró un atajo. Se fue por el camino corto, viaje
sencillo, clase turista y tarifa económica. Ni siquiera quiso documentar su
equipaje. Aquí, en la tierra, siempre estuvo mirando al cielo; desde donde hoy
seguramente estará mirándonos sobre alguna nube lejana...

(López voltea al cielo, pone cara de sorpresa. Señala al cielo)

López: ¡Es cierto, Cliserio está allá arriba!


Fender: (Sin voltear, intenta seguir con su discurso) Afirmativo, compadre,
afirmativo. Es lo que estoy diciendo, seguro que ya está con los angelitos…
López: (sigue señalando a lo alto, pero ni el pato ni la muchacha voltean) ¡Quiero
decir que Cliserio está en el cielo!
Fender: No hay duda de eso. Era muy bueno, no creo que haya tenido problemas
para entrar, pero déjeme terminar…
López: ¡No, negativo! ¡Rayos! ¿Qué estoy diciendo?¡Quiero decir que POR FIN
LO LOGRÓ! Cliserio está allá arriba, VOLANDO ¡Bravo, Cliserio, Sujétate bien!

(Se escucha el motor de un avión. Atzimba y Fender voltean a lo alto, señalan al


cielo y se llevan las manos a la cabeza. No pueden creer lo que ven.)

Fender y Atzimba: ¡Cliserio!, ¡Cliserio! ¡No hagas eso! ¡Sujétate bien, Cliserio! ¡Te
vas a matar!

44
Oscuro.

45
Escena 10
Tú y las nubes.

Se ve a Cliserio volando entre nubes (algodón, hielo seco y máquina de humo, el


ventilador dispersa la niebla y el aire crea el efecto de llevar cierta velocidad). Va
sujeto al fuselaje del avión. La escenografía recrea sólo una parte del aeronave: la
turbina y una parte del ala. En el sonido se escucha el ruido del motor.

Cliserio: ¡Atzimba! ¡López! Mírenme, encontré mis alas... Es inútil, nadie me


escucha (con una mano hace señas y con la otra se sujeta al ala del avión).
Cliserio: ¡Nubes, muchas nubes! Tengo que llevarles una prueba de que estuve
acá arriba... ¡Ya sé, les llevaré algunos pedazos de nube!

(Cliserio se sienta en el ala, empieza a pizcar las nubes con la mano, se los
guarda en las bolsas del pantalón. En eso llega Fender volando, se sienta junto a
él, bien sujeto; está alarmado por lo que ve.)

Fender: ¿Qué te pasa? ¿Te quieres morir otra vez? ¿No te bastó con una?
Cliserio: ¡Mira Fender, soy un valiente, estoy volando! (mientras extiende los
brazos quedando sentado sobre el ala del avión) ¿Viste? Ya hay nubes, eso
significa que va a llover Fender, ¡Es agua! ¡La milpa se va a salvar!
Fender: Afirmativo, Cliserio. Lo que tu digas pero no te sueltes ¡Los aviones no
son juguetes! ¡Estás loco Cliserio, por el cascarón que me trajo al mundo!
Cliserio: Soy muy ligero, ya no soy un costal de piedras. ¡Encontré mi alas! De
verdad que volar es lo mejor que hay en este mundo, tenías razón. Por cierto,
mírate tu también, ¡Ya estás recuperado! ¡Volaste!
Fender: Pero yo tengo plumas y nací en un huevo, Cliserio. ¡Por favor, sujétate
fuerte, no hagas locuras!
Cliserio: (Empieza a dar muestras de frío) Tengo que llevarme una prueba de que
volé Fender, si no nadie me va a creer.
Fender: Pero si ya todos te vieron allá abajo... Ya sé, déjame tomarte una foto.

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(El pato busca entre las cosas de su morral, saca una cámara fotográfica y le toma
una foto a Cliserio)

Fender: Ya estuvo, ahora por favor agárrate bien, Cliserio, ¿no ves que vamos
muy alto?
Cliserio: (Empieza a tiritar) lo logré... pato... ¿no lo ves?... lo logré...
Fender: Afirmativo, ya te vi Cliserio, pero ahora lo que tienes que hacer es
sujetarte bien. Acuérdate que no traes paracaídas.
Cliserio: (Cada vez más congelado) Te doy... un aventón... a Canadá... pato...
Fender: Tú nomás no vayas hacia la luz, pase lo que pase no vayas hacia la luz

Fender: (El pato le da unos golpes a la cabina del avión, chiflando y gritando)
¡BAJAAAN, BAJAAAN EN LA ESQUINA, CHOFER!
Cliserio: (Ya con los ojos cerrados, sin soltarse del avión) Gracias amigo... Oye
¿Ya llegamos a Canadá? Tengo mucho frío...
Fender: Así no lo va a lograr, tengo que hacer que el avión aterrice de
emergencia...

(Va sacando diferentes objetos de su morral, los muestra al público antes de


arrojarlos al motor: un violín de juguete, una aleta de buzo, una muñeca Barbie [la
vuelve a esconder, apenado con los niños del público], el rollo de papel higiénico,
un balón de futbol soccer, un patito de hule. Por fin se escucha como, entre
tosidos, se detiene el motor.)

Piloto: (voz en off) Señores pasajeros, hemos perdido un motor, pero tenemos el
otro intacto, así que no se preocupen, podremos seguir volando.
Fender: ¡Ah, qué caray con estos aviones hechos en China! (Saca un martillo de
su morral y sale del escenario, dando a entender que va a otra parte del avión. Se
escuchan algunos golpes de latas, por fin se oye como falla el otro motor.)
Piloto: (otra vez en off) Señores pasajeros, al parece hay algunos problemas con

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el otro motor, tendremos que regresar de emergencia al aeropuerto de Torreón
para un revisión. No hay de qué alarmarse. Les agradecemos mucho su
paciencia.

(Cliserio se queda sobre el avión, casi inconsciente y con los ojos cerrados, pero
bien sujeto del fuselaje).
Oscuro.

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Escena 11
Help me, get my feet back on the ground.

(De regreso en la milpa. Están Atzimba y López, entra Cliserio, visiblemente


cansado. Va apoyado en Fender.)

López: ¡Cliserio, viejo amigo! ¡Pensamos que habías muerto! De pronto apareció
ese avión y tú encima, no creía lo que mis viejos ojos estaban viendo.
Fender: Afirmativo, poquito faltó para que se quedara platicando con San Pedro.

(Atzimba abraza fuerte a Cliserio)

Cliserio: ¿Viste Atzimba? ¡Volé!


Atzimba: Sí Cliserio, aquí lo vimos todos. Estamos muy orgullosos de ti.

(Un policía entra en escena, le pone unas esposas al joven campesino, las manos
en la espalda.)

Policía: Tengo que llevármelo, cometió una invasión al territorio federal y fue un
intento de homicidio. Tendrá que pasar un rato en la cárcel.
López: ¿Cómo? ¿Llevarse a Cliserio? Primero tendrán que pasar sobre mi
cadáver.
Fender: Afirmativo, oficial. Tendrán que pasar sobre su cadáver, y le advierto que
es muy espinoso.
Policía: Es mejor que no se resista y guarde silencio, todo lo que diga podrá ser
usado en su contra.
Atzimba: Pero señor, no puede llevárselo, ¿No ve que todavía es un muchacho?
Fender: Eugenia tiene razón ¿Usted cree que esa es la manera correcta de
dirigirse a unos héroes internacionales?
Policía: ¿Héroes?¿Cuáles héroes? Eso lo decidirá la ley.

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(Comienza a caminar llevando a Cliserio esposado. De pronto llega hasta ellos un
señor con traje. El policía se cuadra; es el señor Alatriste.)

Policía: Ya controlamos a los terroristas señor, le aseguro que tendrán su


merecido.
Señor Alatriste: (a Cliserio) Lo que hiciste fue muy arriesgado muchacho, se
necesita valor para hacer algo así.
Cliserio: Volar es un asunto de valientes.
Señor Alatriste: Me gusta la gente que piensa así, siempre se puede hacer
buenos negocios con ellos.
Cliserio: Con todo respeto, creo que nuestro país está hecho de gente valiente,
aunque usted no pueda verlo. Si no me cree, voltee a ver a las personas que tiene
alrededor todos los días.
Señor Alatriste: ¿Tú crees eso?
Cliserio: Sí, estoy convencido. Se necesita mucho valor para sacar flores,
algodón y maíz del desierto, señor. El mismo valor que se necesita para dejar a la
familia y a la tierra que uno quiere e irse al otro lado, a un país en el que uno es
maltratado sólo por querer trabajar.
Señor Alatriste: ¡Ah! ¿Por eso te subiste al avión? ¿Querías irte del país, ser un
mojado más? Déjame decirte que ese avión ni siquiera iba a los Estados Unidos,
iba a la ciudad de México, te equivocaste muchacho.
Cliserio: No señor Alatriste, el equivocado es usted. Yo no quiero irme de este
lugar, me gusta mi tierra. Aquí descansan los huesos de mi abuelo, y aquí están
mi novia y mis amigos. Si me subí al avión fue porque no creo en los privilegios, y
yo sólo quería saber lo que se siente volar, aunque nunca pueda pagar un boleto
en su aerolínea. Le repito que para mí volar es cuestión de valentía, no de dinero.
Señor Alatriste: Bueno, pero no puede uno arriesgar la vida así nomás,
subiéndose a las alas de un avión.
Cliserio: Entonces es mejor que me lleven preso, señor. Si me deja libre, me
vuelvo a subir…
(El policía vuelve a sujetarlo, duda entre caminar o esperar la respuesta del señor

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Alatriste).
Señor Alatriste: (después de pensar un rato) No vas a ir a la cárcel, eso haría
más grandes las cosas y podría perder muchos clientes. No nos conviene que en
otros lados se enteren, todos empezarían a seguir tu ejemplo. Lo que vamos a
hacer es darte una beca para que estudies en la escuela de pilotos, ¡no puedo
permitir que pongas en peligro mi aerolínea otra vez!
Atzimba: ¿Escuchaste Cliserio? Una beca, ¡vas a ser piloto! (Otra vez se
abrazan).
López: (cantando)
Aprendiste a volar
pues te vas a volar …

(En un arrebato Fender abraza a López, pero brinca de inmediato: tiene


demasiadas espinas.)

Oscuro.

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Epílogo

Algunos años después, en la milpa. Se ve a Fender trabajando con el azadón, usa


sombrero. Mientras remueve la tierra, canta con López un extraño contrapunto.

López: Cuando te hablen de amor y de ilusiones


Y te ofrezcan un sol y un cielo entero
Fender: (responde) All you need is love
López: Si te acuerdas de mí, de los aviones
Di que son piloteados por Cliserio
Fender: (responde) All you need is love
López y Fender juntos: Y si quieren saber de mi pasado
es preciso decir otra mentira
les diré que llegué de un mundo raro
que no sé del dolor, que triunfé en el amor
y que nunca he llorado …
(Atzimba está por allí, regando un gran arbusto con flores. Se escucha un motor y
la muchacha voltea al cielo, agitando la mano, saludando.)
Atzimba: (dirigiéndose a una de las piernas del telón) Niños, lávense las manos,
ya llegó su papá. Ya vamos a comer.
Atzimba: Niños…
Atzimba: ¡Pasífae, Dédalo, háganme caso, les estoy diciendo que ya llegó su
papá !
(Entran los niños corriendo por un lado del escenario, ¡Papá, papá! Por el otro lado
entra Cliserio, vestido de piloto. En la mano lleva una maceta con tulipanes de
colores. Se la da a Atzimba, la abraza y se pone a jugar con los niños. López y
Fender retoman su coro mientras cae el telón.)
Fender y López: Que triunfé en el amor, que no sé del dolor y que nunca he
llorado.
Fender: All you need is love. ¡Cuac!
Telón.

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