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Este era un gato que presumía de ser muy listo.

Decía siempre, que


él era el mejor cazador de ratones. Era cierto que se le daba muy
bien cazar; pero un día encontró un ratón que era tan listo como él.

Se encontraba el gato en plena persecución de su presa, un hermoso


y gordito ratón, cuando de pronto éste se le escapó por la ventana. El
gato sin pensárselo dos veces saltó a la ventana a ver si podía
encontrar al ratón. El ratoncito se había caído en un lavadero que
había delante de la ventana.
-¡Mala suerte!– Dijo el gato riéndose del ratón que luchaba,
afanosamente, por salir nadando del
lavadero.

El gato bajó de la ventana por una tabla que


tenían los dueños pegada a la pared. Cuando ya estuvo en el borde
del lavadero le dijo al ratón:
_ ¿Quieres venir hacia aquí o prefieres morir ahogado? “Le decía
tendiéndole una pata y con mirada burlona el gato”
_ ¿Quieres venir hacia aquí o prefieres morir ahogado? “Le volvió a
repetir más burlón todavía”

El ratón se lo estuvo pensando un poco; sabía perfectamente que lo


único que quería era comérselo. Por otro lado se seguía en el agua
terminaría ahogándose.
_ ¡Está bien! No me quiero morir. ¡Ayúdame a salir por favor!

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El gato estiró su pata todo lo que pudo para llegar al ratón. Estaba
bastante lejos y tuvo que estirarse mucho. Cuando por fin pudo
alcanzarlo el ratón aprovechó la ocasión para agarrarlo y hacerlo caer
al agua y también para salir corriendo del agua; pasando por encima
del cuerpo del pobre gato.

El gato terminó en el agua empapándose por completo y además se


quedo sin su presa. Ahora era el ratón el que podía reírse del gato;
pero como era más listo que él se apresuró a ponerse a salvo antes
de que el gato saliera del agua y pudiera atraparlo.

El que ríe el último ríe mejor; siempre que le quede tiempo.

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