You are on page 1of 2

Por Alfredo Milano

(Santiago, 20-Marzo-2009)

Calixto Rebolledo era el hombre más macho que se hubiera visto. Peleaba como los
buenos, bebía licor como un verdadero varón, montaba a caballo como un bravo y
diestro jinete y cuando llegaba a cualquier pueblo no había moza que no quisiera
estar con Calixto Rebolledo, el Gallo de Nueva Salamanca.

Calixto nació pobre, y era uno de los tantos hijos naturales de Don Torcuato
Nepomuceno Froilán Pérez-González Inojosa-Saldivia , a quien sus amigos íntimos
llamaban “Cuato” y únicamente Doña Cleotilde, su esposa, lo llamaba “Ito”. A lo
mejor un diminutivo de cualquier atributo que terminara en “Ito” exhibido por Don
Torcuato. ¡Vaya usted a saber cual!.
Los demás, el perraje (y eso incluía a su vasta descendencia), tenían que llamarlo
Don Torcuato. Sólo cuando estaba ebrio y si estaba de buenas, permitía que sus
hijos lo llamaran “Taita”.

Matilda, la mamá de Calixto -quien también vivía en la hacienda- era una ágil y
complaciente mujer, muy buena en los oficios de la casa: planchar, lavar, barrer,
cocinar. y.., en un chinchorro matrimonial, no le ganaba nadie. Acostarse con
Matilda en ese fino tejido colgante era deleitarse dentro de una crisálida que te
absorbía, te chupaba, te comía, y te dejaba listo para una nueva vida.
Cuando Don Torcuato salía de allí, convertido en una mariposa, volaba en las
puntas de sus alpargatas y aterrizaba en el camastrón al lado de su vieja,
Cleotilde, sin que ésta se diera cuenta... o por lo menos así lo creía Ito.

Pues sí -como venía diciendo antes de distraerme en el chisme familiar- Calixto


nació pobre, pero gracias a los buenos oficios de Matilda, pudo llevar una vida
holgada de primogénito y maraco de su taita y su mama, pues por ese lado no tuvo
más hermanos.

Como era medio brutazo para las letras y sólo contaba hasta diez -gracias a que
tenía sus dedos completos- Calixto se dedicó de lleno a las labores de ganadería.
Desde pequeño, aprendió a ordeñar las vacas con Carmen María, el mejor ordeñador
del fundo; aprendió a hacer el sabroso queso “de cincho” y también el “de mano”.
Le gustaba ayudar a pelar los jojotos para las cachapas; en la madrugada buscaba
los mangos en los morichales, antes de que se lo comiera el ganado, pues su ma’
Inocencia hacía unas jaleas muy sabrosas.
A medida que fue creciendo, aprendió a montar a caballo y a sabanear. Podía montar
a pelo y hasta sin pelo, pues muchas veces se bañaba desnudo con caballo y todo.

Calixto ganó fama de hombre verraco y bueno para la guerra en las frecuentes
revoluciones que sacudían al asolado país. Llegó a General y general fue la fama
de El Gallo Calixto en las batallas y en los catres, chinchorros, camas y pisos.
Pero un día, como suele suceder, se enamoró locamente de la criatura más linda de
Bajo Grande, y desde ese día se amansó el fiero hombre. Sus pensamientos eran sólo
para Rosalinda, y ya no le cortaba la cabeza a sus enemigos de un solo machetazo,
sino que les daba suaves planazos por la espalda, como para que se fueran, para
que huyeran.
Sus soldados se dieron cuenta de ello y decidieron que había que ayudar al General
Calixto a que, de una vez por todas, consiguiera a Rosalinda.
Reunieron gran parte de la fortuna lograda con los saqueos y prácticamente
compraron a la novia.
Por fin, Calixto y Rosalinda se casaron.
Hubo una gran fiesta y ya en la noche los novios se retiraron a su habitación. Se
besaron, se desnudaron, Rosalinda admiró el cuerpo varonil de su esposo y lo que
más le llamó la atención fue “eso” de hombre que tenía Calixto.

Bueno, “eso” entró en su “esa” femenina, rompió lo que tenía que romper, se
sacudió por unos segundos y terminó.
A ella le dolió, se estremeció, pero más nada.
Esa misma noche fue estremecida tres veces más de forma violenta y brevemente
placentera.

Como ella era ignorante en esa materia, le dijo a Calixto:


--- “Mi amor, me gusta lo que haces, pero siempre es así, tan rápido”.

Calixto le respondió cacareando fuertemente,:


--- “Claro, mi amor, yo soy Calixto El Gallo”.

You might also like