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ENSAYANDO IDEAS Y REFLEXIONES EN TORNO AL PORQUÉ DE UNA

GEOGRAFÍA PRÁCTICA Y ACTUALIZADA:


LA PERCEPCIÓN DE LA SITUACION ACTUAL DEL GEÓGRAFO PROFESIONAL
ARGENTINO COMO PRETEXTO DISPARADOR.

GARZA, Daniel*
Dpto. de Geografía.
Universidad Nacional de Río Cuarto
danielgarzageografia@gmail.com

RESUMEN

Comúnmente las personas se preguntan qué es lo que hace un geógrafo, sobre todo cuando se
enteran de la existencia de esta atípica profesión. Evidentemente la faceta profesional de este
científico no tuvo el peso y el desenvolvimiento necesario en la sociedad argentina como para
evidenciar, sin la necesidad de explicaciones improvisadas, su rol más allá de la docencia.
Una geografía práctica y actualizada es la proposición central de este trabajo, como suerte de
pretexto para repensar las razones que justifican la necesidad, en la sociedad actual, de un
geógrafo práctico que logre resolver las situaciones problemáticas que acaecen a diario, o al
menos proponer soluciones viables ante las mismas. Surge a su vez una gran inquietud: ¿por
qué no ha construido el geógrafo a lo largo de los años su “lugar”, como profesional
contratado, en las esferas de poder y decisión –tanto en el ámbito público como privado-
mientras que otros profesionales científicos sí lo han logrado?
Como es de imaginar, se hace imposible fundar esta tesis sin considerar, por un lado,
reflexiones teóricas que constituyeron pensamientos esenciales en lo que respecta a la
“Geografía Activa” y “Aplicada”; los requerimientos de la sociedad contemporánea para con
la ciencia geográfica como profesión necesariamente práctica, por otro; revisando, a su vez,
aspectos de la cruda realidad nacional en relación a las posibilidades reales de formación - de
grado- que numerosas ocasiones recibe el geógrafo.
La metodología consiste, por el momento, en el buceo bibliográfico -ponderando la consulta
de papers contemporáneos- y sugerencias realizadas a especialistas en teoría y epistemología
de la ciencia geográfica; en función al análisis y búsqueda de fundamentos a la propuesta de
base o conjetura inicial. Ésta es quizás la característica antagónica a un ensayo tradicional
-donde no hay necesidad de consultar aparatos documentales- ya que en el presente caso se ha
efectuado un abordaje sumamente crítico de la bibliografía disponible, evitando opacar la
ideología y presupuestos teóricos de quien escribe; por el contrario, complementando y
confrontando ideas, pero nunca sustituyéndolas.
El presente trabajo se propone reflexionar y repensar argumentos en base a una geografía
práctica, desde la aplicabilidad real y concreta de sus conocimientos científicos, como la
representación más idónea a la hora de abordar las problemáticas socio-espaciales.
Palabras claves: geografía práctica – problemáticas contemporáneas- rol profesional- esferas
de poder y decisión – aplicabilidad del saber científico

1
Punto de partida: Introduciendo algunos presupuestos e inquietudes iniciales

Aquellos que constituyen la comunidad científica de la Geografía, independientemente de la


corriente de pensamiento y escuela epistemológica que sustenten sus prácticas, consideran
que la misma debe seguir existiendo y ser demandada; en otras palabras, ser requerida y
necesitada por el resto de las comunidades científicas y la sociedad en general. Al menos en
eso coinciden, y para que la misma “siga en carrera” debe hacerlo reinventándose cada día
desde- y para- las problemáticas que atosigan la actualidad (1). Estas últimas son una buena,
y justificada, causa de existencia científico-profesional.
Horacio Capel (1998) sostiene que “(…) los geógrafos parecen hoy preocupados por
asegurar la identidad de la ciencia, una identidad que progresa porque cada vez hay más
geógrafos, más departamentos de Geografía, más asociaciones y congresos (…) Pero que, a
su vez, está amenazada como lo muestra la valoración relativamente escasa que se continúa
haciendo de esta ciencia por las instituciones académicas y por el público en general (…)”.
Se sostiene, desde la convicción, que la producción de conocimientos geográficos es
fundamental para los más diversos contextos y “ambientes”; y de hecho, el geógrafo puede
pensar que la profesión debe gran parte de su existencia a los requerimientos cognitivos que
desde éstos mismos se efectúan. Entre los pretextos de existencia, por llamar de alguna
manera los posibles roles a desarrollar en la actualidad, se reconocen básicamente tres: 1)
“Docencia”, 2) “Práctica Profesional” e 3) “Investigación académica” (Agüero- Cóccaro.
1994). En la actualidad se tiende, cada vez más, a discutir y replantear el segundo de los
pretextos enunciados, la faceta profesional del rol del geógrafo. Varios de los argumentos
actuales del porqué de la geografía contemporánea giran en torno a la imperiosa necesidad de
una salida laboral práctica y urgente del geógrafo; fuera de las universidades e instituciones
educativas, donde tradicionalmente se ha desempeñado. Pero, ¿puede considerarse que se está
formando, desde el nivel superior, profesionales capacitados para insertarse, sin problema
alguno, en distintos organismos y/o empresas?
En función al escenario planteado, sobre la actual situación del geógrafo profesional, el
presente trabajo indaga, interpela y ensaya ideas bosquejando las principales vetas laborales
que se le exige a este científico del siglo XXI -que en gran parte de los casos aún no pudo
responder con soltura-, las posibilidades reales que se plantean desde la formación de grado y
los potenciales “peligros inconcientes” con los que puede topar y convivir llegando al
extremismo del pragmatismo puro. Y por sobre todo, la gran incógnita que conduce el
desarrollo del trabajo: ¿puede una nueva versión de la geografía práctica y actualizada, ganar
espacios que durante años no supo conquistar realmente? Suponiendo que lo lograra ¿qué
posibilidades reales existen de formar sólidos geógrafos prácticos y permanentemente
actualizados? ¿Cómo se asegura la formación de intelectuales competentes e innovadores a la
hora de “pensar el espacio” y plantear factibles soluciones a las problemáticas socio-
espaciales que acontecen a diario?
Antes de iniciar el desarrollo del trabajo, vale aclarar que los interrogantes planteados
constituyen problemáticas percibidas, basadas en la crítica situación del geógrafo argentino
-como profesional independiente-, generando a su vez un punto de partida, una especie de
“gran hipótesis” de trabajo, que con el correr del tiempo será aprobada o refutada en función
de las pruebas y datos recabados a nivel país; por el momento es sólo una suposición inicial,
por la cual se dispara la redacción de este ensayo y que, si bien la mayor parte de los autores
citados son internacionales, el trabajo referencia a la situación de gran parte de la comunidad
geográfica nacional.

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¿Por qué una geografía “práctica”?
La búsqueda de respuestas quizás debería comenzar por algo básico que, en más de una
ocasión, se deja para el mundo tácito, sobreentendido: “¿Para qué sirve la geografía?” se
preguntaba Yves Lacoste (1983) intentando disparar la redacción de una de sus tantas obras
influyentes en las carreras universitarias del momento. Escribía en consecuencia “La
geografía es uno de los medios para comprender el mundo, lo que está sucediendo en unos
países más o menos lejanos, pero también para ver mejor las regiones que recorremos y
conocer mejor los lugares en donde nos hallamos (…)”. Con la simplista y veloz lectura del
precedente párrafo es posible advertir que desde aquella publicación –perteneciente de todas
formas a la contemporaneidad- al día de hoy, el porqué de la geografía se ha visto perturbado
y modificado sustancialmente y, entre otras cosas, podría acotarse que Lacoste utilizó
exclusivamente tres verbos que hoy no se alcanzarían si los geógrafos quisieran ser requeridos
y demandados por la sociedad: “comprender”, “ver” y “conocer”. En ningún momento
precipitó trasformar, mejorar, resolver o al menos: proponer.
Indagar algo así como ¿Por qué se debe seguir “construyendo” geografía? ¿Qué causas hacen
en el Siglo XXI que se estudie y produzca geografía? quizás inicie el esclarecimiento de
algunas de las inquietudes planteadas al comienzo o, por el contrario, la apertura de nuevos
interrogantes. Respecto a esas incógnitas, Capel (1998) dice: “(…) la geografía debe seguir
estudiándose por tres tipos de razones: 1) porque ya existe y es una ciencia con una larga y
rica tradición intelectual; 2) porque es una disciplina con un gran valor educativo y
formativo; y 3) porque hay problemas que la geografía, es decir los profesionales formados
en el campo de la geografía, pueden ayudar a estudiar y resolver (…)”. Interesa centrar la
atención en el tercer y último argumento, expuesto por este reconocido teórico de la ciencia,
para disparar discusiones. Se coincide con él, no se niega su opinión; pero, si los profesionales
de la geografía están en condiciones de resolver esos problemas, ¿por qué rara vez están
contratados por las esferas de poder y decisión –públicas o privadas-como profesionales
idóneos? ¿Será que directamente no se les permite el ingreso? ¿Por qué motivos ocurriría
esto? ¿Por qué la gente sigue sorprendiéndose al oír que existe la carrera de “geógrafo”?
¿Cómo es posible que durante largos años de existencia como profesión- quizás no tantos,
pero sí unos cuantos más que otros quehaceres-, la gente siga expresando que desconoce la
presencia de una geografía fuera de las aulas?
Vila Valentí (1983) demuestra que hace ya unos cuantos años el “para qué y para quiénes” de
la geografía, estaría representando una preocupación en el ámbito científico. Distingue a su
vez, este autor, tres tipos de objetivos en la ciencia (1983:114): el “corográfico”, el
“reflexivo” y el “pragmático”. Es éste último el que más interesa rescatar ya que se percibe,
en primera instancia, que la necesidad del pragmatismo en la geografía no es algo nuevo,
constituye una demanda de otros tiempos que probablemente aún no encuentra su solución.
No se sostiene que la geografía nacional se vio impedida a desarrollar una veta práctica para
con las demandas de la sociedad, por el contrario; sino que en todo caso, no ha sabido
defender el lugar desde el reconocimiento municipal, provincial y nacional como ámbitos
propicios para la acción.
Un aspecto que exclama dejarse en claro, atribuye que pragmatismo no es “mala palabra” en
este trabajo. Esta aclaración deviene porque en los últimos años, se habla del “pragmatismo
contemporáneo” como una nueva emergencia ideológica del capitalismo neoliberal salvaje. Y
sí, puede ser; pero no es ese tipo de pragmatismo por el que se brega, no se busca una
geografía como medio para la acumulación y reproducción de capitales, ni el geógrafo como
medio hacia un fin práctico individual; sino una geografía pragmática para con los intereses
populares de la sociedad, una geografía comprometida social y democráticamente a través de
la faceta de profesional contratado, ya que desde este lugar no sólo podría criticar, sino
además transformar.

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Es necesario ahora comenzar a interpelar: ¿qué se entiende por una ‘geografía práctica’?
Seguramente cada uno de los geógrafos tiene una concepción singularmente formada de la
ciencia, muy probablemente influida por una corriente de pensamiento, pero que
independientemente de estas “intervenciones epistemológicas”, confluyen todas en el estudio
del espacio producido por las sociedades. Pero ¿por práctica? ¿Qué se entiende por
“practicidad” en la ciencia?
Seleccionando sólo algunas de las tantas acepciones, el Diccionario de la Real Academia
Española, sostiene que “práctica” significa:
• (…) conocimientos que enseñan el modo de hacer algo.
• Que piensa o actúa ajustándose a la realidad y persiguiendo normalmente un
fin útil.
• Ejercicio que bajo la dirección de un maestro y por cierto tiempo tienen que
hacer algunos para habilitarse y poder ejercer públicamente su profesión.
• Aplicación de una idea o doctrina.
Debe pensarse, en función a las definiciones, qué actitud se adopta –o se debería adoptar -
para bregar por una geografía práctica y “aggiornada” al contexto actual. Queda entendido
que las problemáticas son también, en gran medida, las que proveen salidas laborales; las que
generan la demanda conciente e inconciente de profesionales del espacio geográfico, las que
posiblemente abrirían una puerta de entrada al geógrafo, consagrándolo como un profesional
más en la comunidad.
El Prof. Miguel Ángel Silva (2), especialista en teoría y epistemología de la Geografía,
propone básicamente cinco aristas desde las cuales encarar el debate. En otras palabras, cinco
criterios distintos para diferenciar el "desde dónde" consideramos la practicidad en la ciencia
geográfica. Ellos son:
1. “Geografía práctica de acuerdo al componente filosófico: es decir si podemos hablar de
una geografía teórica-idealista, contemplativa o empírica- positivista”.
2. “Una geografía funcional práctica de acción o gestión que "ponga manos a la obra a los
geógrafos".
3. “Geografía práctica para solucionar problemas de índole ambiental, de riesgos, de
distribución de riqueza, de desequilibrios socio-espaciales, que supone cierto ‘compromiso
ideológico’”.
4. “Una geografía práctica que interprete acciones mediadoras entre instituciones de gestión
y su acción sobre la estructuración del espacio y lo que es más importante: qué rol ocupa el
geógrafo en este escenario”.
5. “Una geografía práctica que incorpore las últimas tecnologías: por ejemplo Sistemas de
Información Geográfica (SIG)”.

Fundamentalmente se considera que la geografía debe ser práctica en sentido integral, motivo
por el cual no se desecharían, desde esta suposición, ninguno de los cinco criterios que
propone Silva (2009). Pero que se manifiesta, la falta de practicidad de modo más explícito,
en lo que respecta al punto N ° 2 Y 4, con la figura ausente del geógrafo como profesional
empleado en los centros de toma de decisión, entiéndase por éstos las esferas de poder y
decisión de tipo públicas o privadas en sus múltiples escalas (municipal, provincial o
nacional). Esta ausencia de practicidad se debe, fundamentalmente, a la escasa presencia de
aplicabilidad de sus saberes científicos. Indefectiblemente surge una nueva cuestión pero
específica del ámbito público: la ausencia del geógrafo como profesional contratado en los
gobiernos, ¿se debe a una falta de practicidad en su propia labor o a una falta de “lugar”, de
oportunidades, de espacios creados para desenvolverse? Si la situación responde a esta
segunda posibilidad, ¿por qué se le negó a éste esos espacios y no a los geólogos, biólogos o
sociólogos que sí son contratados en estos ámbitos?

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Carlos Reboratti (2001) resalta ciertos factores con los cuales podría explicarse el surgimiento
tardío de una geografía profesional argentina al servicio de la sociedad y, a su vez, su brusca
desaparición posteriormente a hallarse bien “asentada” en la misma. Éstos rondan en la
supervivencia de los institutos terciarios de formación docente -influyendo de modo directo a
las universidades durante muchos años-, cuyo único fin era la instrucción de profesores para
el nivel medio y el consiguiente letargo de los planes de estudios movidos por este objeto,
sumamente alejados de la posibilidad de una salida laboral que no se relacionara a las aulas.
Luego, cuando ya estaba perfilando un campo de acción en las esferas de poder y decisión
más que interesante (entre las décadas del ’70 y ‘80 inclusive), se da la histórica desaparición
del Consejo Nacional de Desarrollo (CONADE) en 1976, organismo que empleaba un
cantidad considerable de geógrafos en sus distintas escalas (y posteriormente lo mismo ocurre
con el Consejo Federal de Inversiones-CFI-). Otro factor que presenta, interesante y lógico si
se piensa en la época, es la monopólica “absorción” que hacían las universidades de los
nuevos geógrafos recientemente egresados para cubrir cargos vacantes en las mismas casas de
altos estudios. De todas formas Reboratti considera “exitosa”, en aspectos generales y
concluyentes, la inserción del geógrafo en la sociedad.
María Ana Liberali en su conferencia “El estado actual de la Geografía en Argentina” en el
Congreso de la Asociación de Geógrafos Americanos (AAG por sus siglas en inglés), sostiene
que “(…) en las décadas de 1970 y 1980, hubo algunas escasas inserciones de geógrafos en
planificación gubernamental sea a niveles nacional, provinciales o municipales; y una mucha
menor inclusión en el ámbito internacional y de consultoras privadas. Pero a partir de los
’90, se van a establecer dos grandes cambios en las funciones profesionales de los geógrafos.
Por un lado, pierden campo en los trabajos de planificación y consultoría debido a la
transnacionalización imperante que implicó que los estudios de factibilidad se realizaran
desde el extranjero. Por otra parte, en cuanto a la formación universitaria, existió un
predominio de especialistas en SIG, que son los que tienen mayor salida laboral en empresas
y municipios, perdiéndose puestos en otros niveles, ocupados en muchos casos por ecólogos,
arquitectos planificadores y otros profesionales”. Lo que brinda la pauta de que la percepción
inicial que impulsó el trabajo sobre la situación profesional del geógrafo actual no está tan
desarticulada con lo que ocurre en la realidad. Al respecto Reboratti (2001) coincide con
Liberali sobre la inclusión del geógrafo a la sociedad en esos años, sobre todo a posteriori del
último gobierno militar (desde 1983 en adelante), sosteniendo que el mismo en cierto modo
logró ensayar su habilidad para dirigir equipos interdisciplinarios en tal década hasta llegados
los tiempos explícitos de liberalización económica, ya que este contexto político-económico
“(…) por un lado amplía el mercado, pero también lo hace más volátil, aumenta la
competencia y disminuyen las posibilidades de realizar acciones a largo plazo” (Reboratti,
2001:126).
Es posible interpelar, asimismo, ¿qué se entiende por un conocimiento geográfico de esencia
pragmática, en el contexto posmoderno? Contrariamente a las posibles definiciones que
podrían llegar a teorizarse y construir desde la complejidad, se concibe por tal a una ciencia
que permita dar respuestas medianamente rápidas a las necesidades del contexto, soluciones
presentes y prospectivas, evitando estudiar exclusivamente los hechos de forma retrospectiva
como se suele terminar haciéndolo porque, generalmente, otro profesional afín (geólogo,
biólogo, ecólogo…) tuvo mayor idoneidad, y capacidad de aplicabilidad científica, para
resolver la situación problemática. ¿Mayor idoneidad o mayor reconocimiento social? ¿Qué
es lo que le ha jugado en contra? ¿Cómo llegan otros especialistas a ser contratados en
detrimento del área laboral del geógrafo? ¿Será que el profesional en geografía ha
permanecido cómodo, durante largo tiempo, en oficinas y cubículos de institutos y
universidades? ¿Será producto, esta realidad, de no haber salido a construir, defender y
fundamentar su lugar profesional?

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El origen del pragmatismo geográfico

La geografía de naturaleza pragmática surge en consecuencia a una lógica que responde a


objetivos de tipo utilitarios. “(…) Determinadas actividades geográficas, probablemente un
buen número de ellas, se han realizado, en uno u otro sentido para ser útiles (…)” (Vila
Valentí, 1983:125). Este contexto científico, perteneciente a la contemporaneidad, es el que ve
nacer las actitudes aplicadas (3) en la ciencia. Muy relacionadas éstas con la antecedente
“Geografía Activa” de Pierre George (4). Éste último, en su clásico libro “Los métodos de la
Geografía” (1979), expresa que la ciencia sólo puede ser útil a condición de que no sea
aplicada, ya que al ser aplicada se integra a una política; pierde sus posibilidades de crítica y
queda por debajo de la decisión. Al ser activa, tanto hace los balances de los desastres como
los éxitos. De todas formas, desde el presente trabajo se cree en la posibilidad, quizás
utópica, de una geografía práctica, con poder de decisión en la aplicabilidad de sus saberes
desde una política misma, que es en definitiva donde se gestan las decisiones socio-
territoriales.
“En cada etapa histórica, las estructuras de poder y de decisión han determinado un modo de
uso de los recursos y del espacio que ha respondido a los intereses de esas estructuras y de
las exigencias de ese momento histórico, a diferentes escalas: local, regional, nacional e
internacional” (Valenzuela- Gómez- Sosa. 2004). Esta cita explicita porqué se considera más
que importante y necesario el geógrafo profesional como agente interventor en las decisiones
socio-territoriales.
Por otro lado, escudando esta naturaleza científica, Vila Valentí (1983:125-126) sostiene:
“(…)Está claro que la Geografía no se limita en este caso a una información, una
comprensión o una explicación, sino que pretende informar, comprender o indagar para, de
un modo u otro, actuar después. Diríamos, incluso, que no se trata sólo de ser útil, sino de
que inicialmente está concebida ya para ser fundamental o exclusivamente aplicada (…)”.
Esta cita despierta la noción de que no sólo la geografía debe activarse, sino que hay que
comenzar a activar ese fundamento mismo, como motor del accionar diario del profesional.

Problemáticas actuales que exclaman propuestas desde la complejidad

Pierre George cree que es necesario “conocer situaciones” como base de un trabajo geográfico
real y profundo. Al respecto el mismo establece, a modo de supuesto de partida, que: “El
objeto de la aplicación de los métodos geográficos es el conocimiento de situaciones (…)”
(George, 1980:27). Las problemáticas que se evidencian a diario, independientemente de las
magnitudes espaciales, exhiben una singularidad en sus acaecimientos: nunca se deben a una
única causa o a un simple par de factores. Este atributo distintivo consiste en la complejidad
para encarar los estudios y, evidentemente, el pensar las propuestas de posibles soluciones
dentro del campo geográfico. Los fenómenos físico-naturales y sociales, en interacción harto
compleja, no se interpretan en profundidad si no es a través de un enfoque holístico. Este
proceso es posible si se lleva a cabo un previo análisis multicausal analizando la totalidad de
agentes y factores que interactúan en el fenómeno o situación. Lo planteado aquí de modo
teórico puede parecer un tanto sencillo, pero en la práctica real de la investigación-acción
(Kurt.1946) (5) exige un importante compromiso intelectual para vislumbrar en profundidad
lo sucedido y así, en consecuencia, poder accionar. Coincidiendo en esto -no es muy común
que los geógrafos sostengan que la resolución de los conflictos y problemáticas socio-
territoriales es tarea de suma sencillez-, los científicos y profesionales del espacio geográfico,

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deberían interpelarse: ¿alcanza con un par de seminarios investigativos, insertos en la carrera
de grado, para formar profesionales con facultad y habilidad de resolver problemáticas de
naturaleza harto-compleja? Si se considera que sí alcanza, y debe ser el egresado el que
posteriormente se comprometa a capacitarse y continuar trabajando en su perfeccionamiento,
¿qué es lo que ocurre, entonces, que son los geógrafos los menos requeridos para abordar este
tipo de trabajos? Si, por el contrario, se considera que no alcanza, que no son suficientes estos
seminarios de grado, es básico indagar: ¿qué empresa, corporación u organismo público/
privado contratará a un egresado para que “juegue conceptualmente” con lo que adquirió en
su formación de grado? Ninguna, todas buscarán profesionales sólidos que prometan resolver
las problemáticas, y que por sobre todo: cumplan con su palabra. O quizás la respuesta está en
que los seminarios investigativos, independientemente de la cantidad de éstos, tampoco son
los únicos responsables de tal situación. Quizás más de un geógrafo se esté sorprendiendo por
el escenario que plantean estas líneas (sin coincidir con ellas por su puesto); habría que
preguntar, en consecuencia, a los licenciados que no tenían intención de trabajar en ámbitos
pedagógicos –cualquiera sean los niveles educativos- sino especializarse en su labor de forma
privada como cualquier otra profesión liberal o para los estamentos públicos de gobierno, qué
les ocurrió. Seguramente no desconocen esta realidad, por el contrario, habrá sido
lamentablemente con la primera que toparon.
Un dato que sorprendió demasiado, en relación directa con lo planteado recientemente sobre
la causa a la incapacidad de ser demandados como profesionales liberales, lo encabeza una
prestigiosa casa de altos estudios, literalmente hablando. La Facultad de Filosofía y Letras de
la Universidad Nacional de Cuyo (UN Cuyo) ha agregado al cuerpo de carreras de grado,
desde el año 2005, la de “Geógrafo Profesional” -paralela al profesorado y licenciatura en
Geografía-. La intención de este trayecto de cuatro años y un cuatrimestre es lograr una
capacitación directa en la profesión aplicada del geógrafo, en cuanto al manejo integral del
territorio; que hasta el momento fue objeto de trabajo (usurpado, por su puesto) por otros
especialistas. En la página Web de la carrera, donde se publica y promociona la misma, dice:
“(…) Con este título se tiende a lograr un profesional capaz de comprender la problemática
del espacio geográfico en su complejidad y de intervenir en forma eficiente en la creación,
reestructuración y optimización del mismo, a través de la instrumentación de respuestas
operativas adaptadas a las demandas culturales del medio en que le toque actuar. Su
formación se orienta hacia el manejo de instrumentos científicos y tecnológicos que le
permitan actuar con realismo frente a la situación social, económica, tecnológica y
ambiental y seleccionar con espíritu crítico aquellos aspectos que pueden cambiar y los que
deben mantenerse como patrimonio. Debe sentir respeto por las conductas sociales
territorialmente constructoras y tratar de disolver los obstáculos que impiden su
desenvolvimiento, en beneficio de un espacio sustentable y una calidad de vida dignas”.
Claramente muestra el deseo de un geógrafo aplicado con poder de decisión y acción sobre el
territorio. El plan de estudio de dicha carrera, en comparación con las restantes del país (y con
la licenciatura tradicional y el profesorado dentro de la misma facultad), muestra mayor
cantidad de materias en la formación específica de las Tecnologías de la Información
Geográfica (TIGs), seminarios investigativos y varios laboratorios prácticos de geografía
física y humana (ver 6).
Recordando la tradicional analogía efectuada entre el geógrafo y el médico clínico, más
precisamente “el geógrafo como un clínico del espacio” (Vila Valenti: 1983), se considera
necesario citar a Capel (2007) en una nueva analogía entre estos dos profesionales pero ahora
desde una perspectiva práctica, planteando proyectos de formación académica para evitar la
disfuncionalidad planteada recientemente: “(…)Tal vez ha llegado el momento de que, al
igual que en las Facultades de Medicina no se concibe una formación puramente teórica de
los médicos, y por ello todas tienen sus hospitales universitarios al servicio público, también

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los Departamentos de Geografía y los de ciencias sociales deberían tener un Servicio
Aplicado de Consultoría que combinara la formación teórica y la práctica en trabajos de
gestión, urbanismo y ordenación territorial al servicio de la administración pública y de las
empresas, para intervenir en la resolución de problemas concretos. Pero también al servicio
de los ciudadanos en general, de los movimientos vecinales, de las cooperativas, de los
grupos alternativos, de los sindicatos, de los inmigrantes. Para dar ayuda y voz académica y
profesional a los que no tienen voz. Se trataría de organizar institucionalmente lo que ya se
hace frecuentemente por numerosos investigadores y equipos de trabajo (…)”. La propuesta
de Capel “se roba los aplausos” en base a la originalidad. Realmente, hace tiempo no
sorprendían ideas tan interesantes. Interesantes porque deberían pensarse como cosas factibles
en un futuro. Pero por sobre todo, necesarias; o mejor dicho, una idea movilizada por una
necesidad. El modelo actual de formación, en lo que respecta a la faceta profesional del
geógrafo (no docente, ni investigativo académico, sino como profesional contratado), se
muestra arcaico y disfuncional en gran parte del país; desarticulado a las necesidades de la
sociedades del siglo XXI y a la complejidad que manifiesta el espacio geográfico
posmoderno. Es posible inquirir entonces: ¿pero por qué es “arcaico” para el investigador
profesional contratado y no para el investigador académico? Ambos, en definitiva, son
investigadores; pues entonces ¿qué los diferencia? Una respuesta preliminar, pero válida, es
que el investigador de la universidad puede estar tres meses, cuatro, un año, dos o tres, o los
que necesite (mejor dicho: lo que la prolongación de una beca o presupuesto indique), para
averiguar o concluir qué compuesto químico está causando enfermedades y reacciones
epidérmicas en determinado barrio de la ciudad y de dónde proviene el mismo, por ejemplo;
mientras que a un geógrafo contratado (privado o público) se le exigirían otros tiempos,
resolver la incertidumbre “en un abrir y cerrar de ojos”. Asimismo, se le brindarán al último
ciertos dispositivos y herramientas (software y hardware de aprovechamiento geográfico) que
en varias de las universidades públicas son -aún hoy en día- un eterno ausente, “conocidos” sí,
pero desde la teoría. Lo que le significaría, además, aprender a utilizarlas y conocer realmente
en qué consisten. Las empresas y organismos -públicos o privados- no quieren geógrafos
embrionarios o prematuros que comiencen a ensayar cómo manejar ciertas herramientas.
Necesitan soluciones, no problemas.
Al respecto, dice Tort (2004) “(…) En un mundo globalizado y marcado por múltiples
contradicciones a diferentes escalas, el ejercicio de pensar, en cualquier caso, debe asociarse
necesariamente a la idea de la complejidad. (…) Sería muy positivo de cara al futuro,
creemos, que la geografía asumiera sin ningún tipo de complejo dicha noción (…) No existe
ningún motivo profundo, por lo demás, para creer que la geografía ha perdido o está
perdiendo su razón de ser. El hecho de que el mundo de hoy sea más complejo que el de hace
unos siglos, o el de hace tan sólo unas décadas, no nos exime (en el caso de que tal
suposición fuera verdad) de nuestra responsabilidad esencial como geógrafos. Aunque
nuestras tareas, nuestros análisis o nuestras propuestas no sean nada sencillas en una época
como la actual -en la que, además, el volumen de información crece a un ritmo vertiginoso-,
no cabe de ningún modo la renuncia o el abandono. Que nuestro cometido sea más difícil no
implica que sea menos necesario (…)”. Esta cita textual vendría a ser una especie de bálsamo
entre tanto pesimismo y escasez de respuestas. Además de aliciente, constituiría una suerte de
antítesis a las ideas que se fueron ensayando hasta el momento. No por eso será erradicada, al
contrario, de esta manera se enriquece el juego de representaciones, simbolismos y
pensamientos; pero no hay que olvidar que es una opinión más de las tantas posibles, como
las de quien escribe. En este caso, está más que claro que Tort también tiene cierta
preocupación por la supervivencia de la geografía aunque presente tal intranquilidad desde
una posición optimista, de lo contrario directamente no haría referencia a tal aspecto.

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Aprovechando la emergencia de un (¿) nuevo “paradigma” (?)

Resulta sumamente inquietante y relevante percibir que, desde campos externos a la ciencia
que compete a este trabajo, se ha comenzado a exigir –palpable en diversas publicaciones
internacionales- el principio holístico, integrador y sintético para la interpretación y
consecuente resolución de problemas. Esto despierta indefectiblemente la siguiente pregunta:
¿Puede la geografía desaprovechar esta coyuntura epistemológica si se tiene en cuenta que
durante años la misma se jactó de ecléctica, holística y sintética? ¿Puede “darse el lujo” de
flaquear en esta competencia profesional?
Al respecto decía el físico estadounidense Murray Gell-Mann (1999) (7): “(…) en el siglo
XXI la habilidad más importante será la de la síntesis, porque permitirá hacer frente a
ingentes cantidades de información (…)”. Si se buscaran más muestras de este tipo, sobre la
necesidad emergente de holismo y síntesis en las ciencias, el naturalista Edward O. Wilson
(1998) ha defendido intensamente en diversos medios académicos su idea de “consilience” (o
"unidad del conocimiento"), y el filósofo y sociólogo Edgar Morin (1999), ha asegurado - en
innumerables cantidad de publicaciones- la “interdisciplinariedad” como la base de un nuevo
paradigma científico. Cabría interpelarse entonces, ¿se hallan con ventaja los geógrafos en
esta “jugada”? ¿Sería lógico desperdiciar esta oportunidad de demostrar que durante años
quisieron convencer que la “unidad del conocimiento” era su especialidad?
En relación a lo que se viene exponiendo, Wilson (1998: 10-11) sostiene “(…)Las fronteras
entre disciplinas dentro de las ciencias naturales están desapareciendo, para ser sustituidas
por ámbitos híbridos cambiantes en los que está implícita la consiliencia (…) Ninguna de las
nuevas especialidades se considera más que un foco de investigación(…)”. Lo más
interesante de esta tesis -que de hecho sería más que considerable repensarla desde la
geografía como fundamento teórico y metodológico- es que postula un supuesto de partida en
la investigación e interpretación de los fenómenos problemáticos no inducido artificial y
forzosamente, sino movido por su propia lógica interna, la necesidad de vincular
recíprocamente dos o más factores y agentes. Se trata de una proto-paradigma emergente que
quizás nunca llegue a ser un verdadero modelo universal de trabajo científico, pero si por el
contrario lo lograra, la geografía ya no debería argumentar rebuscadamente la naturaleza de
su estudio ecléctico, sistémico, holístico y sintético como parte de su legado disciplinar; sino
que trabajaría de esa forma porque el ambiente científico lo exclama, sin crítica alguna y con
ventajas. “(...) Nos estamos acercando a una nueva era de síntesis, en la que la
comprobación de la ‘consiliencia’ es el mayor de todos los retos intelectuales (…)” (Wilson .
1998: 11-12) (8) Cabe volver a interpelarse: ¿Pueden los científicos y profesionales del
espacio geográfico, auto-jactados por años “padres de la síntesis”, dejar pasar esta
oportunidad? ¿Deberían embanderarse con esta propuesta de trabajo y aprovechar la
coyuntura para convertirse en sujetos prácticos, actualizados y reconocidos socialmente desde
las esferas de poder y decisión, públicas y privadas?

El equilibrio necesario en la formación del geógrafo

“(…) En el contexto actual, la mayoría de los alumnos desprecian la teoría, los fundamentos
esenciales de la disciplina, su evolución epistemológica y la investigación básica, mientras
que, por el contrario, magnifican la vertiente práctica y aplicada de la Geografía. Así, cada
vez es más frecuente encontrar estudiantes que demandan ‘recetas’, estrategias concretas y
precisas o fórmulas cerradas que les permitan ordenar el territorio, evaluar los recursos de
un área determinada, gestionar el medio ambiente, planificar los espacios rurales y urbanos

9
o informar sobre el desarrollo local (…)” (Ramírez Rico: 10-11). Todo ello requiere sólida
formación intelectual y práctica profesional, en campos diversos como geografía física y
humana (y todo lo que ambas necesitan para constituirse: climatología, geomorfología,
biogeografía, hidrología; sociología, política, demografía, antropología, psicología) más un
“plus” interesante de ecología con las actuales metodologías propias de las ciencias del
ambiente (como los EIA)-, sistemas de información geográfica (SIG), teledetección y
métodos cuantitativos y todas aquellas innovaciones científico-técnicas que hacen al
“paradigma geotecnológico” (Buzai. 1999). Esto sería práctico y actualizado, pero por sobre
todo: necesario. Ahora se podría pensar ¿cómo se logra esa formación integral evitando
descuidar alguno de sus aspectos básicos? ¿Es posible lograr, en la carrera de grado, la
integridad real de este geógrafo? ¿Se trata de un ideal de geógrafo posmoderno o de un
científico corriente que debe “aggiornarse” a las demandas de la contemporaneidad?
En el Discurso de clausura del IX Coloquio Internacional Geocrítica; diserta el
reconocidísimo Capel (2007): “(…) Se hace necesaria una apertura interdisciplinaria para
usar los métodos necesarios a la resolución de los problemas abordados. La información es a
veces insuficiente y no apropiada. Pero en general hay superabundancia, y se necesitan
métodos cuantitativos para su tratamiento y valoración. Debemos también incorporar la
experimentación y la predicción a través del empleo de simulaciones, para, en los casos
apropiados, ofrecer alternativas diversas a los problemas planteados (…)”. Si bien es cierto
que la ciencia geográfica, en su faceta profesional, debe brindar propuestas de cambios y
alternativas frente a las problemáticas emergentes del territorio -de hecho es en gran parte la
proposición central de este trabajo-, todo extremismo y excesivo fanatismo hacia una
tendencia puede concluir siendo negativo para la formación del futuro científico. En el marco
de aquellas formaciones de grado fanatizadas con esta perspectiva práctica existe un riesgo
que podría llamarse el peligro de la carencia epistemológica, y no es otra cosa que promover
geógrafos faltos y ávidos de formación teórico-epistemológica. ¿Hasta que punto “sirve” un
geógrafo capacitado en la elaboración de un modelo de simulación que prevea riesgos de
sismicidad, si no sabe qué corriente de pensamiento está fundando su propio accionar
científico? Al plantear este interrogante cabe aclarar que no se pretende, tampoco, una
formación epistemológica por encima del resto de los saberes, sino una suerte de equilibrio
entre ésta, la formación en los distintos contenidos conceptuales y procedimentales de la
geografía (incluidas las TIGs para el abordaje del espacio) y un amplio, y variado,
conocimiento metodológico-en la medida de lo posible, ensayado-.
En relación explícita y directa al mercado de trabajo del geógrafo no se ha hecho referencia
alguna, por lo tanto es importante que se rescaten ciertas palabras de Reboratti (2001: 127),
donde sostiene que “(…) Éste es un mercado sumamente oscuro y para nada se asemeja al de
otras profesiones donde la oferta y la demanda de trabajo son más amplias (…) un sistema
de búsqueda y obtención de trabajo que se basa mucho más en las relaciones personales y
profesionales y en la cooptación que en un sistema abierto de competencia. (…) Pero
también existe una contracara más sombría: los trabajos de consultoría no son evaluados
con las mismas reglas que los de tipo académico, no hay aquí un grupo de pares con ánimo
de crítica, sino que los controles suelen atarse al cumplimiento de metas previamente
determinadas en el contrato y que muchas veces terminan siendo simples pasos burocráticos
de control muy superficial, lo que incluso es promovido por la propia legislación (por
ejemplo, en algunos caso se aceptan EIA que son hechos por la misma empresa encargada de
la obra). Esto lleva a la situación de que no siempre los trabajos de este tipo son realizados
por los mejores, sino por los que conocen mejor los vericuetos de la «industria del informe»,
ya que la mayor parte del esfuerzo se pone en obtener el contrato y no en hacerlo (…)”
Aprovechando la anterior cita textual, vale aclarar, aunque no sea ya en un momento inicial
del trabajo, que no se brega por una geografía práctica y actualizada funcional a los intereses

10
de las empresas multinacionales, en detrimento de la geografía académica. Es ésta última
responsable del caudal de conocimientos indispensables para comprender en profundidad las
problemáticas que se quiera, y pretenda, resolver. Si esos saberes terminan sirviendo a la
esfera privada o pública es otro tema, ya que si bien en las mismas existe un grado de
condicionamiento –que en algunos casos llega a ser determinante- se pueden lograr fines
éticamente muy interesantes; y es allí donde se percibe la ausencia del profesional en
geografía. Según Capel (2007) “(…) no siempre servir al poder es negativo. El poder puede
ser democrático y estar orientado hacia la defensa del bien público. Trabajar para los
municipios, regiones, ministerios y organismos públicos de planificación puede representar
una contribución al bien público. Una ciencia social aplicada al servicio de las empresas
puede estar asimismo plenamente justificada. Pero es evidente que la ciencia puede ponerse
también al servicio de ciudadanos, de los pobres, de los movimientos vecinales, de las
cooperativas, de los que no tienen voz. A quién se sirve, al servicio de quién se está es una
responsabilidad que el profesional tiene que resolver personalmente (…)”.
José A. Segrelles Serrano (2002), en su artículo “Luces y Sombras de la Geografía Aplicada”
reflexiona de forma crítica sobre la reciente generalización de la idea que considera la
geografía aplicada y la profesionalización de esta ciencia como un camino idóneo para
conseguir el reconocimiento social de la disciplina y, por consiguiente, un mejor futuro
laboral para el estudiante actual. Sostiene, además, la idea de que es indispensable que la
geografía tenga utilidad práctica y sea capaz de resolver problemas, pero esto no significa que
pueda reducirse a un saber utilitarista y pragmático que olvide la formación teórica, el
ejercicio de la crítica y una aproximación real y comprometida con las clases sociales más
desfavorecidas. Se coincide totalmente con esta idea ya que la misma logró un nivel de
persuasión alto, de allí el planteo de un “equilibrio necesario en la formación del geógrafo”,
para evitar todo tipo de extremismos. De todas formas, hay varios indicios de que la profesión
en Argentina está en uno de los dos extremos, que tampoco es bueno, y en el vértice en que se
halla no es precisamente el del pragmatismo. Al menos no lo manifiesta el reconocimiento
social, como sí ocurre con otras profesiones gestadas en ciencias también tradicionales
(biología, sociología, y otras de esta índole).

Ideas (por el momento) finales

Se hace sumamente prioritario terminar de esclarecer el porqué de una geografía práctica y


actualizada, aunque ya se hayan expresado la mayor parte de motivos que incitaron la
temática central del trabajo. De todas formas, terminar de erigir explícitamente esta respuesta
no es tarea sencilla. En principio, se concibe de vital importancia impedir el abandono, desde
foco social, que la ciencia geográfica puede llegar a padecer; ya sea por aletargamiento,
tranquilidad, comodidad o disfuncionalidad de sus contenidos y continentes, es decir, de sus
saberes y quienes los producen; en otras palabras, de la geografía y de los geógrafos.
Interpela incesantemente esa inquietud, por eso se piensa que es hora de que los geógrafos
dejen de preocuparse para directamente ocuparse. Como dice el Profesor Silva (2): “una
geografía de acción que ponga manos a la obra a los geógrafos”.
Las sociedades exigen respuestas y soluciones rápidas, no “estudios de casos” indagando
siempre situaciones acaecidas sin poder intervenir desde la acción, la trasformación, para el
progreso y desarrollo de los damnificados. Las sociedades pretenden evitar los riesgos, no
lamentar los desastres ocurridos. Necesitan que ese geógrafo, con el aval municipal,
provincial o estatal, le prohíba asentarse en tierras fiscales con riesgos de desmoronamiento o
inundación a las sectores más vulnerables, pero que a su vez se le dé a este “científico-
profesional” las herramientas y fondos presupuestarios que necesite para relocalizar esas

11
poblaciones marginales y vulnerables, y poder trabajar realmente interdisciplinariamente de
una vez por todas.
Se sueña con el día en que la profesión sea reconocida socialmente más allá de la tarea
docente. ¿De quién depende el reconocimiento perdido –o nunca logrado-del geógrafo actual?
¿De sí mismo o de los Estados que no les brindaron “recovecos” en oficinas públicas para
desarrollar el potencial como ordenadores del espacio? ¿Tenían y tienen un potencial real para
desplegar, o se trata de un simple fundamento teórico inventado para seguir renegando sobre
lo que no los dejó hacer, al no darles un lugar- o no saber ganar-, como supuestos “clínicos del
espacio”? Si hay algo que se puede concluir en referencia directa a este aspecto, es que la
situación actual del geógrafo no responde exclusivamente a una responsabilidad propia, sino
también al Estado, a sus decisiones, y a las instituciones que éste sustenta.
Se teme que desaparezca la somera noción del geógrafo como profesional contratado. No es
poco. Esa es una de las trascendentales e inquietas razones que movilizan el bregar por una
geografía práctica y actualizada. En un mundo cambiante, posmoderno, donde lo que se
publicó hoy será de antaño mañana; no puede, la geografía, sentirse cómoda “en donde está” e
inmovilizarse, pernoctar desde la pasividad. Debe inquietarse, moverse, cambiar, innovarse e
interpelar el sentido de su existencia reinventándose a diario en función de las necesidades y
problemáticas que acaecen cotidianamente. El aletargarse, claramente observable en la
involución que manifiesta frente a otras disciplinas más activas y aplicadas en lo que
respecta a sus facetas profesionales, no la conduce a otra cosa que el abandono, de sí misma
y de las sociedades, o a la exclusión de la misma como disciplina únicamente pedagógica,
que tampoco es malo esto último, pero sí insuficiente. Insuficiente porque desde la profesión
se puede hacer, y hacer mucho.
Se puede decir que el propósito general, en gran parte, fue cumplido. Se propendió a la
reflexión profunda, y hasta contradictoria en ciertos momentos, sobre el porqué de una
geografía que responda de modo práctico, desde su aplicabilidad, a las problemáticas
contemporáneas de tipo socio-espaciales; y la respuesta ronda, fundamentalmente, por un lado
en que la sociedad la necesita (a “esa geografía”), y por otro en que los geógrafos también la
necesitan para comenzar a popularizar, en el imaginario común, su rol profesional y defender
una salida laboral poco explorada en el país.
No han sido analizadas en detalle cada una de las situaciones de los departamentos e institutos
de geografía a nivel país -motivo más que evidente para seguir investigando-, pero esto no
impide la posibilidad de arriesgar la idea de que aún falta trabajar mucho en la búsqueda de
un cambio gradual. También es sumamente entendible que no se busquen cambios,
posiblemente porque no se coincida con la concepción de geógrafo que plantea en este
trabajo.
En varios momentos del trabajo se puede leer “ausencia de una geografía práctica”, y cosas
por el estilo; vale aclarar que se hace necesaria la diferenciación entre la practicidad de la
ciencia y la aplicabilidad de la misma que en el trabajo se dio por entendida. Esta ausencia de
practicidad se debe fundamentalmente a la escasa presencia de aplicabilidad de sus saberes
científicos. Muchas veces se dice que “la geografía no es práctica para la sociedad”, y esta es
una aseveración muy amplia, que conduce a errores terminológicos molestos y dolorosos para
más de un oyente. No se va a discutir sobre la “practicidad” de la geografía en cuanto a su fin
pedagógico, es increíble lo que desde la misma se puede lograr, en todos sus niveles. Se trata
de la falta de aplicabilidad de sus conocimientos científicos a favor de las sociedades. Allí sí
muestra un gran atraso.
Otra de los interpelantes que quedan abiertos: ¿es posible formar un geógrafo realmente
práctico desde su gestación de grado o se trata de una utopía? ¿La practicidad y aplicabilidad
de sus saberes se materializan en postgrados de perfeccionamiento? ¿O en carreras de grado
específicamente dedicadas a la formación para la profesionalidad del geógrafo?

12
“(…) Hay que tratar de dar respuestas a las necesidades de la sociedad y estudiar los
problemas básicos del mundo contemporáneo. No sólo para realizar descripciones,
inventarios y balances (que pueden ser necesarios), sino para ofrecer soluciones y
alternativas. Es preciso comprometerse, con riesgo de equivocarse y estando dispuestos a
rectificar. Necesitamos inteligencia, formación, esfuerzo, capacidad. También sentido de los
problemas. Y sobre todo pasión intelectual, compromiso con los problemas del mundo actual,
y compromiso con la tarea de resolver las injusticias y desigualdades existentes (…)” (Capel,
1998).
No hay mucho más para decir luego de citar un sabio de tal calaña, simplemente rescatar dos
o tres vocablos utilizados por éste y expresar, con palabras más sentidas, un breve mensaje de
cierre que se subtitula “Hoy”:
Hoy…
Desde ahora es necesario un compromiso con el futuro de la geografía (desde esta concepción
o desde otras, eso es indistinto), comprometerse desde la pasión real y sincera. Por su puesto,
ésta “no se hace”; directamente nace en uno o no. Debe permitirse el error, no hay avances sin
errores; desde estos principios (acción+pasión+el error como posibilidad de progreso) se
constituirá la base con la cual comenzarán a ensayarse propuestas de soluciones
verdaderamente geográficas e integrales, abordando así problemáticas espaciales y conflictos
socio-territoriales, explícitos o subyacentes. Pero hay que comenzar ahora mismo, hay que
hacer, hay que dejar de contemplar para cambiar; luego de observar, hay que actuar
directamente para cambiar. Sí, todo eso comenzando ahora, en el día de hoy. Y por su puesto,
desde la pasión, si no es desde la pasión, intentemos interesarnos en otra cosa…

-------------------------
* Profesor en Geografía. Departamento de Geografía, Facultad de Ciencias Humanas,
Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC).

Notas:
(1) Serán consideradas “problemáticas actuales” aquellos eventos o fenómenos percibidos
como negativos por la sociedad, independientemente del momento histórico de origen. El
criterio adoptado es de la incapacidad de ejecutar soluciones a la vista, aunque se hable de
problemáticas gestadas en tiempos antiguos (hambre crónica, zonas reiteradamente
inundables, áreas postergadas por el desarrollo, etc.). En otras palabras, desde cuestiones
estructurales hasta coyunturales o recientes, pero que aún no han sido resueltas, por eso
concebidas “actuales”.
(2) Aportes facilitados directamente por el Prof. Miguel Ángel Silva para con el autor, a través
de correo electrónico (2009). Sus palabras son publicadas con el consentimiento y previo
permiso. Miguel Ángel Silva se desempeña como Profesor Asociado Regular de la Cátedra de
Epistemología de la Geografía, perteneciente al Instituto de Geografía de la Facultad de
Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de la Pampa. Es además Profesor Titular
Ordinario e la cátedra Introducción a la Geografía en el Departamento de Geografía de la
Universidad Nacional de La Plata. Hace años que se dedica fundamentalmente a la
investigación y producción de material bibliográfico en cuestiones teórico-epistemológicas de
la ciencia geográfica.
(3) Las principales nomenclaturas con la que también se reconocen estas “actitudes
pragmáticas”, son la de Geografía Aplicada (Applied Geography), “Geografía Práctica” o
“Voluntaria”.
(4) Pierre George publica por primera vez “La Geografía Activa” en el año 1964. Fue y es una
de las obras más consultadas por las cátedras de metodología en investigación geográfica; la
misma podría ser considerada como la base epistemológica y teórica de una propuesta

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investigativa que posteriormente dará origen a otras variantes- geografía pragmática,
aplicada…- respondiendo a los mismos principios.
(5) El término "investigación-acción" proviene del autor Kurt Lewis y fue utilizado por
primera vez entre 1944 y 1946. describía una forma de investigación que podía ligar el
enfoque experimental de la ciencia social con programas de acción social que respondiera a
los problemas sociales principales de entonces. Mediante la investigación- acción, Lewis
argumentaba que se podía lograr en forma simultáneas avances teóricos y cambios sociales.
(6) Link directo a la carrera de Geógrafo Profesional de UN Cuyo: http://ffyl.uncu.edu.ar/?
id_rubrique=84
(7) Citado por Howard Gardner, en una entrevista en La Vanguardia el 12 /2/1999. En:
TORT, Joan. “Hacia la geografía”. En: Biblio 3W, Revista Bibliográfica de Geografía y
Ciencias Sociales (Serie documental de Geo Crítica), Universidad de Barcelona, Vol. IX, N º
538, 5 de octubre de 2004. (http://www.ub.es/geocrit/b3w-538.htm) [ISSN 1138-9796].
(8) Las comillas internas a la cita textual – en la palabra ‘consiliencia’- es un agregado del
autor de este trabajo.

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