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Hay mucha gente que piensa así. Y para la que no piensa de esta manera los editores,
asociaciones de autores, los políticos y muchos más han preparado insistentes y
carísimas campañas que buscan concienciar sobre el problema que nos ha tocado vivir:
una crisis del sistema de propiedad intelectual que acabará con la cultura. Así de
rotunda parece la situación.
Sin embargo, a nuestro alrededor no parece que estas campañas surtan mucho efecto.
La gente disfruta más que nunca viendo los vídeos de sus artistas favoritos en YouTube
aunque sus creadores no hayan dado permiso para que se reproduzcan a través de
esta web. Llegan a casa y ponen a bajar del eMule el últimos episodio de su serie
favorita, y mientras se descarga, buscan en Google Imágenes una fotografía que
decore su web personal o un trabajo para la facultad, aunque no tengan los derechos
sobre la misma.
Lo curioso es que no hay dos posturas opuestas sino que generalmente se encuentran
mezcladas. Parece que la mayoría de las personas disfruta y se beneficia de copiar las
creaciones de los demás pero sin embargo quiere que bajo ningún concepto se copien
las suyas sin pasar por caja.
Antes de juzgar a estas personas debemos tener claro que en estos cuatro párrafos se
han mezclado muchas ideas distintas. Aunque en el debate sobre la propiedad
intelectual y el sistema de patentes parezca que siempre se habla de lo mismo y que
como un partido de fútbol sólo hay dos equipos, es un debate lleno de trampas, de
conceptos ambiguos y de matices que no se pueden tomar a la ligera.
Para el caso de las patentes la duración varía de unos productos a otros en Estados
Unidos, oscilando entre los 14 y los 20 años. En España la duración es de 20 años
improrrogables.
Con las innovaciones o las creaciones pasa exactamente lo mismo. Y por un momento,
dejemos de pensar en ideas como cosas intangibles porque aunque luego les daremos
ese tratamiento, el debate sobre la propiedad intelectual no es un debate sobre las
ideas por mucho que nos lo quieran vender así. Es un debate sobre las copias de las
ideas. Es un debate sobre los discos, sobre los planos, sobre las fórmulas, sobre los
libros, etcétera. Es un debate sobre lo que pasa con las ideas una vez que toman
forma.
Por ello, aquí no se defenderá el robo de ideas. Pero por el robo de ideas no
entendemos descargar una película del eMule, por el robo de ideas entendemos ir a la
productora y hacerse con una copia de la película de forma ilegal y venderla antes de
que ellos la hayan estrenado. Por robo de ideas no entendemos copiar la máquina que
la fábrica de al lado usa para producir lápices más rápido, por robo de ideas
entendemos robarle los planos.
Eso es la propiedad y eso es lo que hay proteger. De ahí al monopolio hay un largo
camino que recorrer.
Más allá de la anécdota que pueden suponer las frases de estos altos cargos, lo
interesante es que la palabra clave para defender el monopolio intelectual,
“innovación”, brilla por su ausencia.
Parece que lo más preocupa a los creadores no es que se vaya a innovar más o menos
sino el dinero. Volvemos a la pregunta inicial ¿de qué van a vivir los autores si no
disfrutan de este monopolio y cualquiera puede hacer lo que quiera con las copias de
sus obras?
Tanto es así que la última gran reforma del copyright en Estados Unidos, la Sonny
Bonno Copyright Term Extension Act, entró en vigor con carácter retroactivo. Es decir,
no sólo afectaba a las obras que se crearan de ese momento en adelante sino a las ya
creadas. No parece que las innovaciones que ya se han llevado a cabo vayan a
“desinventarse” sino las protegemos aún más.
Así que antes de tratar el tema de la innovación, vamos a intentar tranquilizar a los
autores y explicarles que en un sistema de competencia también serán remunerados.
Recordemos que un sistema de competencia perfecta es aquél donde existen infinitos
oferentes de un producto e infinitos compradores.
Esta idea no debería sorprender a nadie. Del mismo modo que el Real Madrid paga por
David Beckham un dinero en función no sólo de lo que vale sino de las camisetas que
venderá para el club, cuando una editorial compra los derechos para publicar un libro
paga en función de los beneficios que espera obtener.
La competencia, lógicamente, baja el precio para todos los competidores pero el caso
es que todos, directa o indirectamente tienen que pagar al autor original y por lo tanto
éste será remunerado.
Dejando de lado la idea de que la mayoría de las invenciones que nos rodean no son
producto de largos años de investigación y esfuerzo económico sino de pequeñas
modificaciones sobre otras pequeñas modificaciones, Boldrin & Levine dicen en su
libro que este argumento es muy bueno. Tan bueno que debería aplicarse en todos los
negocios.
Por ejemplo, una empresa de cines hace un estudio de mercado y decide instalarse en
una zona de la ciudad muy prometedora. Construye un montón de salas, compra unos
proyectores de última generación y se gasta una dineral en cursos de formación para
sus empleados. Cuando está a punto de terminar los cines se encuentra con que otras
5 salas se han instalado en el barrio. Una mayor competencia hará bajar los precios
considerablemente y nuestra empresa no podrá cobrar el precio que originalmente
tenía pensado y le será muy difícil recuperar la inversión inicial.
Si trasladamos este argumento a todos los negocios ¿no habrá otra solución que
ofrecer monopolios a todos? Parece algo descabellado pero si no lo hacemos ¿qué
incentivos tiene la empresa de cines para abrir su negocio? Y volviendo al tema que
nos ocupa ¿qué incentivos tiene el creador a producir su innovación?
La clave está en realizar un análisis dinámico en lugar de uno estático: el innovador
disfruta de unos beneficios extraordinarios a corto plazo (por encima de su coste de
oportunidad), a largo plazo la competencia hace su aparición, entran empresas al
sector (si no hay barreras de entrada) y los precios bajan hasta alcanzar al coste
marginal.
Además, cuanto más difícil sea copiar o imitar la innovación original, más tiempo habrá
entre estas dos situaciones y por lo tanto, nuestros cines (y nuestros innovadores)
podrán recuperar su inversión inicial y probablemente ganar algo más.
Pero no hace falta que pensemos en que tiene que pasar mucho tiempo hasta que
otras personas ofrezcan copias de nuestro producto para que recuperemos la
inversión. Según Boldrin & Levine, la mayoría de las veces el estreno de una película da
para cubrir los costes que llevó hacerla y para mucho más. O en el caso de los libros,
donde la copia es más costosa, los datos muestran que el 80% de las ventas de un libro
se realizan en los tres primeros meses. Por poner un ejemplo, estas son las ventas de la
novela Oblique Approach de David Drake:
De todos modos hay una diferencia importante entre los cines y las copias de las ideas
que puede dejar abierta una puerta para justificar el monopolio: el problema de la
indivisibilidad de las ideas.
Si los cines tienen en mente crear un edificio con 10 salas pero ven que no hay
demanda suficiente para esa oferta no pasa nada ya que construirán un edificio más
pequeño con por ejemplo 5 salas. Sin embargo con las ideas esto no es posible, si un
escritor afronta el proyecto de escribir un historia y no hay mercado suficiente para
esta creación no se puede publicar sólo la mitad del libro.
Este problema de poder ajustar las ideas al tamaño de mercado puede llevar a una
situación en la que innovaciones socialmente deseables no se lleven a cabo. Al final del
trabajo veremos algunos datos que demuestran que aún con esta posibilidad no
parece que la protección intelectual haya aumentado considerablemente el número de
innovaciones.
5. Las ventajas de ser el original
El ejemplo más claro está en los conciertos. Mientras que al bolsillo de los cantantes
sólo llega aproximadamente el 4% de lo que vale su disco, de los conciertos pueden
llegar a ingresar hasta el 80% y en algunos locales pequeños toda la recaudación,
quedándose el bar con los ingresos por bebidas y similares. Por sus propias
características además, los conciertos no son imitables.
Otro ejemplo claro de cómo se está buscando aumentar los beneficios de los
creadores por otras vías es la publicidad. Recientemente la cadena de televisión
americana HBO responsable de series como Los Soprano anunció que ofrecerá sus
series por internet. Lógicamente ellos tienen la ventaja de ser los primeros que la
cuelguen en la red y si colocan publicidad en su página o durante el proceso de
descarga recibirán unos ingresos muy importantes.
En economía se denomina bien público a aquél bien cuyo consumo es no rival y no hay
posibilidad de exclusión. Que el consumo sea no rival significa que si yo me sumo al
consumo del bien, eso no afecta al consumo que tú haces del mismo, o dicho más
técnicamente, que el coste marginal de que una persona adicional se sume al consumo
es cero.
Que no haya posibilidad de exclusión significa que una vez que producimos el bien no
podemos excluir a unas personas de su consumo.
Parece efectivamente que si suena una canción por la radio y yo la consumo, eso no
quita que tú la consumas también. Y además, excluir a una persona de que escuche esa
canción en esa misma emisora es bastante complicado así que ¿estamos ante un
problema de bienes públicos?
Boldrin & Levine argumentan que este debate tiene sentido si nos referimos a las ideas
abstractas o en su forma intangible. Pero una vez más de lo que estamos hablando es
de las copias de las ideas, no de las ideas en sí mismas. A pesar del ejemplo de la
canción anterior a nadie se le ocurriría decir que un disco se comporta como bien
público.
Son las copias de las ideas las que tienen valor económico y por lo tanto merecen la
misma protección que cualquier otro tipo de propiedad: no deben ser tomadas sin
permiso y su propietario debe tener el derecho legal a venderlas.
Otra cuestión distinta es el problema de la imitación ¿qué ocurre cuando basta con
mirar una innovación para copiarla?
7. La imitación
Lo que ocurre es que el agricultor que estaba en la parcela de al lado vio la carretilla en
funcionamiento y no tardó ni cinco minutos en ir a su casa a construir una idéntica.
Como es obvio, no tuvo que pagar al innovador original por una copia de su idea le
bastó con replicarla sin mayor coste que el que tenía fabricar su propia carretilla.
Economistas como Young, Shumpeter o Arrow piensan que la mayoría de las ideas se
comportan de ese modo pero sin embargo no tienen una postura común para
responder a las otras dos preguntas.
De hecho, esto es prácticamente lo que pasó como James Watt y la máquina de vapor.
El primer capítulo de Against Intelectuall Monopoly está dedicado casi por completo a
la historia de este hombre que no inventó la máquina de vapor, sino que hizo algunas
modificaciones sobre invenciones ya existentes y que puso todo su empeño y esfuerzo
en proteger su obra derivada a través del sistema de patentes lo que le hizo rico.
Durante el período en que estuvo vigente la patente de Watt, en el Reino Unido se
fabricaron 750 motores a vapor al año. En los 30 años siguientes a que la patente
expirara, la cifra se incrementó hasta 4000 motores al año. No sólo eso, sino que la
posibilidad de hacer modificaciones sobre la invención original y aplicarla a trenes o
barcos empujó definitivamente la Revolución Industrial de principios del XIX.
Esto pasa en pocas ocasiones gracias los extraordinarios beneficios que tiene ser el
primero en llegar, como se vio en los puntos 4 y 5, y además la imitación gratuita y sin
esfuerzo también es menos frecuente de lo que podemos pensar a priori.
La mayor parte del tiempo, imitar no sólo requiere esfuerzo sino acudir a los servicios
del innovador original o incluso comprar como mínimo una copia de su creación.
Ejemplos existen en cualquier sitio a donde miremos. Una persona puede asistir a
todas las clases de una asignatura pero imitarlas y dar las mismas clases que el
profesor no es tan sencillo. Probablemente le lleve un esfuerzo, comprar algunos
libros, quizás ir a clases particulares… en general realizar desembolsos económicos o
incurrir en algunos costes.
Por otro lado, la imitación es clave en el desarrollo de clusters como por ejemplo
Sillicon Valley. Cuanto más cerca estén unas empresas de otras y si la información fluye
con facilidad, más fácil será la imitación y más se potenciarán los beneficios de la
aglomeración de empresas del mismo sector.
8. Evidencia empírica y ejemplos
Después de todo lo que hemos dicho, aún quedan algunas vías para justificar el
monopolio. El problema de la indivisibilidad de las ideas o aquellas innovaciones de
imitación gratuita y sin esfuerzo. Por ello, en última instancia lo que podemos hacer es
acudir a los datos para observar cómo ha evolucionado la innovación a lo largo del
tiempo según el nivel de protección intelectual.
El gráfico superior indica el número de libros registrados en Estados Unidos per cápita
bajo monopolio intelectual a lo largo del siglo XX. A pesar de que como hemos dicho
en el siglo XX se hicieron más reformas para ampliar el copyright que en el resto de la
historia no parece que haya habido un gran incremento de los trabajos publicados.
Against Intelectual Monopoly está lleno de ejemplos que contradicen la idea de que el
monopolio fomenta la innovación o mejor dicho, de casos donde la competencia es un
incentivo mucho más podeross. En el capítulo 2, Creation Under Competition se habla
de literatura, de periódicos, de cine y de muchos más sectores que durante mucho
tiempo funcionaron a la perfección sin ningún tipo de protección. De todos ellos me
gustaría destacar el ejemplo del software y más concretamente el del software libre.
Un mercado que avanzó de forma extraordinaria en la segunda mitad del siglo XX y
donde la ley de patentes apareció después de que se realizaran algunas creaciones
fundamentales, en 1981.
Probablemente el principal impulsor del movimiento del software libre sea Richard
Stallman, que además desarrolló el sistema operativo GNU que posteriormente y de la
mano de Linus Torvalds daría lugar al sistema operativo GNU/Linux quizás el ejemplo
más conocido de software libre.
Lo importante no es sólo que la innovación que supone Linux se haya llevado a cabo
sin protección y que a día de hoy cualquiera pueda adquirir una copia del mismo a
través de sus múltiples distribuciones de forma gratuita, lo verdaderamente
importante es la repercusión que ha tenido en el mundo del software.
Aunque Microsoft y por supuesto Windows copan el mercado del software doméstico,
en entornos empresariales Linux cada vez es más habitual y esto afecta indirectamente
a todos los usuarios. Cada vez que haces una búsqueda en Google ésta se procesa a
través de las líneas de código de Linux. Cada vez que juegas una partida a la
PlayStation 3, estás usando una consola con una distribución de Linux en su interior.
La presencia que tiene el software libre no queda ahí. Las páginas web se alojan en
servidores, y los servidores pueden funcionar a través de distintos programas de
software. Este es el reparto del mercado de servidores:
Apache alcanza el 70% del mercado y es software libre.
La mayoría de las bases de datos que se usan en páginas web están gestionadas con
MySql que es software libre y cada vez que accedes a una página web lo más probable
es que esté escrita en PHP, que es un lenguaje libre.
Estos son sólo unos pocos ejemplos de que no siempre una mayor protección conlleva
una mayor innovación o innovaciones de más calidad. Y si esto no siempre es así,
debemos ser cautos con el monopolio intelectual.
Por mucho que discutamos sobre la cuantía de los beneficios a corto plazo, la realidad
es que el copyright dura más allá de la vida del autor. Y por mucho que nos parezca
natural que las patentes animen a inventar máquinas y fórmulas que mejoren la
productividad de una empresa, debemos ser conscientes que si esta productividad se
imita en un período relativamente corto de tiempo puede haber grandes ventajas para
la sociedad en su conjunto y por otro lado, que muchas empresas pueden aprovechar
el sistema de monopolio que le otorga la ley para restringir la competencia y
acomodarse en una posición de mercado donde los beneficios son extraordinarios.