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Victor BROCHARD Biblioteca de Obras Maestras del Pensamiento Los escépticos griegos “Traduccién: ViceTe. Quivrenos LOSADA SE0oe fa EDITORIAL LOSADA BUENOS AIRES Brochard, Vietor Tos esclpticosgregos-1¥ ed. Buenos Aires LLosada, 2005. 504 p.; 22x 14cm, = Bibliorea de obras -maestas del pensamiento) ‘Traducido por: Vicente Quinteros ISBN 950:03-7836-1 1, Filosofia. Quinteros, Vicente I Titulo cpp 100 Titulo de original fancés Les scpiques eres 1 edn en Biblioteca de Obtas Macstas del Pensamiento: octubre de 2005 (© Baltoral Losada, S.A Moreno 3362, Buenos Aes, 1945 Distibucin Capital Pedra: Vaccaro Stachex, Moreno 794 9 piso (0091) Buenos Aires, Argentine Interior: Diseribuiora Bern, Av. Veer Sard 1950 (285) Buenos Ares, Argentina, Itesiues: Fale del Sar (Queda hecho el depdito que marca I ley 11.723 Libro de edicign argentina Impreso en ls Argentina Printed i Arentna Ft tr ae tenn de impeinir on Inara SA on ls de ove de 205, ‘ind con ar Introduccién, Los antecedentes del escepticismo Cartruto 1 La filosofia presocratica Si tuviera que creesse a ciertos escépticos, no seria me~ nester remontarse demasiado alto para encontrar los ori genes del escepticismos ellos se confundisian con los orf genes mismos del pensamiento humano. “Algunos escép- Lucos ~dice Diégenes Laercio~ consideran a Homero co- mo el precursor de su secta, porque, més que nadie, ex presa sobre los mismos temas ideas diferentes, sin jamés definir ni afirmar nada expresamente.” Bastaba también ‘que se encontzase en los siete sabios méximas tales como Gstas: Nada de mds; 0 Promesa, causa de ruina, para que se les contara entre los antepasados del escepticismo. Pero apenas es necesario sefialar que: tales aserciones, inspira das por el deseo, tan frecuente entre los griegos, de justi- ficar todo lo que se afirma por una cita de Homero, repo- san en un equivoco. La movilidad de espiritu y la incon- sistencia de los pensamientos son muy diferentes de la " que son los Stomos ¥ tl vaco lo que existe realmente (ere) Finalmente, Demcrito no es escépico en l sentido pleno de la palabras no foes sino parciaimente, Sia con- Secuencia de esto los nuevos académicos se complacieron tn ver en €l un precursor, Sexto Empirico, macho mejor advertido, después de haber sefalado las analogias ene uidado™ de indicar la diferencias que separan a Demé= Stito de los psrbnicos, "No basta, dice” muy justamente, para ser esceptico, hablar a veces como un escépicoss¢ {ijn de serio desde que se promuncia na afirmactn dog: Peto si no hay, propiamente hablando, escépticos an- tes de los sofistas, es necesario reconocer que, de hecho, tous la ecuelas se encaminan hacia el escepticismos his: {Gricament, toda llas han concluido ahi De los leatar procederd Gorgias; de Herilito, Protigorasy Cratilo el {val legaréa no osarya pronuinciar un juico, Voveremos pronto sobre los principales sofirtae, Deméerito tuvo también sacesores escépticos: tal fue Metrodoro de ‘Quioy* sea que haya sido directamente su discipulo, sa auc haya recbido sus lecciones por intermedio de Nese No contento con afacar la percepeién sensible, Metroddc, ro declars que no sabemor nada, ni siquierasabemos si sabemos algo o nada Después de Metrodoro de Quio viene Anaxarco de [Abdera. Desgraciadamente, poseemos pocos informe $0- bre este personsje extraio, compafero de Alejandro, igualmente pronto a halagar a sa sefior y a deciele verda- us) des desagradables, abandonado a todas las voluptuosida- des, y capaz, su muerte lo prueba, de soportar los més ‘erueles tormentos con prodigioso valor.” Pero sabemos dde él que pertenecié a la escuela de Demécrito, fue discl- pulo de Metrodoro o de su discipulo Didgenes, y que fue abjertamente escéptico;* compara las cosas con las repre- sentaciones que se ven en un teatro o con las imégenes que frecuentan el suefio y la locura.” Ahora bien, este ‘Anaxarco fue el compafiero y amigo de Pirrén, cuya adia- fori elogia y admira. Aqui de nuevo hay un'vinculo de filiacién historica entre la escuela de Demécrito y Ia es ccucla escéptica Légicamente, el trinsito del dogmatismo mecanicista yy materialista al escepticismo se explica sin esfuerzo. ‘Completamente ocupados en sus investigaciones fisicas, los primeros filésofos reconocieron pronto la insuficien- cia de la experiencia sensible; pero su confianza ingenua cen la raz6n no ha sido conmovida. Sin embargo, Ia diver- sidad de resultados a los cuales Ilegaron debla inspirar desconfianza a sus sucesores; y los espiritus penetrantes no debian tardar en comprender que pueden dirigirse contra la razén misma argumentos andlogos a los que han aruinado la confianza primeramente otorgada a los datos de los sentidos. Los primeros filésofos se detuvieron a la mitad del camino, los sofista irin més adelante. IL. No hemos de hacer aqui la historia de la sofisica, ni buscar las causas que favorecieron su aparicién en Ate- ras; nuestra tarea ¢s tinicamente seftalar las relaciones que existen entre los sofistas y los escépticos de la escue- la pirrénica, y cémo los primeros abrieron la ruta alos se- gundos. Los falsos sabios que se designan bajo el nombre de sofistas fueron muy numerosos; los tinicos de que hemos 91 de ocupamos son Protigoras y Gorgias. Los demés, en efecto, mientras hablaban y obraban como si no hubiera verdad, casi no parecen haberse aplicado a determinar las razones teéricas de su duda. Su escepticismo es sobre to- do prictico; piensan en explotazlo mas bien que en expli- carlo. Todos los sofistas, pero en especial lor del segundo periodo, fueron principalmente profesores de ret6rica, de politica, de no importa cual otra ciencia o, mas bien, de no importa cuél arte; habrian creido perder su tiempo y su esfuerzo si se hubiesen detenido a demostrar que nada cs verdadero. Esta asercién es pronto tomada por ellos co- ‘mo un axioma que no se discute ya, No se detienen en los principios; corren a sus aplicaciones. Si la dialéctica tiene sus ojos tan gran importancia, ¢s Gnicamente a causa de los servicios que puede proporcionar ea la tribuna y en el tribunal; silos diseipulos se estrechan alrededor de ellos, fs porque esperan, gracias a sus lecciones, convertirse en abogados sutiles y habiles, capaces de deslumbrar a sus oyentes, perder a sus adversarios y ganar las peores causas Confundir 2 un interlocutor; arrojarle razones, buenas 0 ‘malas, que le aturdan y le cierren Ia boca en el momento fen que deberia hablar; desconcertarse por lo imprevisto de las respuestas 0 por la extrafieza de las cuestiones; abu- sar contra él de una palabra infeliz y ponerle en ridfculo ppor todos los medios: he aqui toda su ambicién. Por eso la dialéctica de los sofistas es s6lo una rutina, que no se ensefla por principios, sino cuyos sofismas més usuales son aprendidos de memoria; es, poco més o menos, se sin a ingeniosa comparacién de Aristételes, como si al- guien prometiera ensefiar el medio de evitar el dolor de pies, después no ensefiara ni a hacer zapatos, ni siquiera a rocurarse unos buenos, sino que se contentara con dar luna gran cantidad de todas las formas; éste es un socorso ‘itil, no un arte [20] a tesis general de que hay que dudar de todo, aun- aque destruya toda la filosofia, es ain muy filos6fica para ellos y esti muy por encima de su aleance. Por poca esti- ‘macion que se quiera tener por los pirrénicos, ellos son incomparablemente superiores a la mayor parte de los s0- fistas; los escépticos son filésofos; los sofistas son charla- tanes. Serfa rendir mucho honor a las argucias de un Eu- tidemo 0 de un Dionisodoro suponerles un parentesco cualquiera con los argumentos de un Carnéades 0 de un Enesidemo, sos caracteres son, en diferentes gratos, los de todos los sofistas; en vano Grote ha intentado defenderlos: su alegato es sélo ingenioso y su causa esté perdida.® Sin embargo, seria muy injusto confundir alos fundadores de Ia sofistica con los juglares que Platén nos presenta en el Eutidemo. Protigoras y Gorgias son, es cierto, los Fundado- res de la existica: ésta procede de elios en lines rectas" pe- ro en este camino supieron detenerse a tiempo: tienen atin una seriedad de pensamiento, una direccién de con dducta, un cuidado de légica que los coloca muy por enci ‘ma de sus indignos sucesores. En Platén, que no es so=pe- choso, Sécrates no habla jamis de ellos sin consideracio- nes: hasta ocurre que le envia discipulos a Protégoras. Sé- Io ellos, entre los sofistas, son todavia fildsofos. ‘Se sabe que, por vias diferentes y con ayuda de frmu- las en apariencia opuestas, Protigoras y Gorgias llegan a una conclusin idéntica: “El hombre, dice Protigoras, et la medida de todas las cosas", pues s6io las sensaciones le hhacen conocer lo que es; ahora bien, la sensacién, que re- sulta, como ya lo habia mostrado Heréclito, del encuen- ‘to del movimiento del objeto con el de los sentidos, es esencialmente relativa: no nos hace conocer las cosas ti- les como son, sino tales como se nos aparecen, y la mi- nera como se nos aparecen depende de la manera como [21] somos afectados o estamos organizados. Protigoras, vale Ja pena sefialatlo, se coloca siempre en un punto de vista ‘objetivo: Ia razén de lo que pensamos esté fuera de noso- tus, Lo que existe en la realidad se encuentra en un per petuo movimiento entre esos movimientos incesantes, los unos, al encontrarse con los sentidos, provocan una sensaci6n; los otros no la provocan; pero al mismo in tante, diversas personas pueden percibir, a propésito de tun mismo objeto, diversas sensaciones: el mismo objeto puede aparecer como un hombre o como un muro 0 co: ‘mo una galera.** “En estado normal se perciben las cosas que deben aparecer en estado normals en el caso contra rio, se perciben otras cosas."® De ahi la diferencia de sen- saciones segtin la edad, el sueiio, la vigilia, la locura. {C6- ‘mo hacer, entonces, una distincién entre las sensaciones, declarar a unas verdaderas, a las otras, falsas? Todas ellas son igualmente verdaderas, siendo todas naturales, te niendo todas sus causas fuera de nosotros. Por lo tanto, todo es verdadero. En estas dos argumentaciones puede decirse que se encuentran en germen todas las tesis que el pirronismo desarrollari mis tarde. La teorfa de Protigoras le habia si- do sugerida por el sistema de Hleniclito; pero, para justifi- carla, habia recurrido a los errores de los sentidos, 2 las fcciones de las opiniones humanas: Enesidemo ‘otra cosa cuando enuumerara sus diez tropos, ¥ to- dos los escépticos proceden de igual modo. Es el método de la escuela de Bles el que aplica Gor- sias: vuelve Ia dialéctica de Parménides y de Zenén con- fra sus propias tesis. Aqui todavia su ejemplo serd imita- do. Entre la critica de la idea del ser, tal como la ha aco- imetido el sofista, y la eritica de la nocién de causa, tal co- ‘mo la hari Enesidemo, el parentesco es evidente. Los hi bitos y la direccién de espiritu de los nuevos escépticos [22] son de tal modo semejantes a los de Gorgias, que cuando Sextot resume una parte del tratado De la naturaleza o del ‘No-Ser, agrega de si mismo y casi sin advertirlo argumen- tos y aclaraciones que se unen muy bien con el resto de la exposicién y forman un cuerpo con ella: s6lo por un. esfuerzo de atencién y comparando el texto con el del De ‘Meliso, falsamente atribuido a Aristételes, se los puede distinguit. Si'se descendiera al detalle, muchas otras analogias se presentarian. Protégoras ataca ya la astronomia;® escribe sobre mateméticas, probablemente para poner en duda su certeza cientifica:" los escépticos se impondrin més tarde la misma tarea, ampliindola y extendiéndola a todas lar ciencias (tyeixducr HaSuara). De igual modo, por una consecuencia digecta de su célebre maxima, Protigoras declara que, sobre cualquier asunto, pueden oponerse dos aserciones contrarias:% es ésta la primera forma de sa bostenia de los escépticos, en la cual, oponiendo so- bre cada cuestién dos tesis contrarias que se equilibran, se declaran_en la imposibilidad de pronunciarse. Los nuevos académicos se ejercitaran en alegar por todas par tes el pro y ef contra, Si hay escepticismo en la eristica de los sofistas, se veré mds lejos que hay tambien eristi- cca.en el escepticismo. En las cuestiones de moral, Protégoras y Gorgias per- manecen atin apegados a las antiguas tradiciones. Otros sofistas, a ejemplo de Hipias, oponen el derecho natural al derecho escrito, fundado tnicamente sobre la costum bre: es la tesis que retomardn mas tarde Pitrén y Caméa- des. ¥ ellos preparan también el camino a Garnéades cuando, para atacar la religién popular, insisten sobre la diversidad de las religiones y, con Prédico, explican que los primeros hombres han divinizado todo lo que les era ttl 123) ‘Sin embargo, al lado de las analogias hay diferencias ‘esenciales: a sofistica se parece al escepticismo como el osquejo a la obra acabada, como la figura del nifio a la del hombre hecho, En primer lugar, como lo indica Sex to Empirico,® que ha tenido el cuidado de sefialar algu- nas de esas diferencias, la sofistica es conducida a una conclusidn dogmitica que recusa el pirronismo; éste no dice que todo es verdadero ni que nada es verdadero: de- ‘lara que no sabe nada de ello. En el fondo, no hay qui- 24 gran diferencia: a lo menos la posicién tomada por el escepticismo es mis ficil de defender y esti mis habil- mente clegida. Ademds, las negaciones de Protigoras re potan sobre una base dogmitica: declara que fuera de no- sotros todo estd siempre en movimiento y que a la diver- sidad de movimientos corresponde la diversidad de sen- saciones: dos puntos sobre los cuales Sexto no puede en- tenderse con él. La sofistica no se ha encerrado atin com- pletamente en ia conciencia: el reino del puro subjetivis- mo no ha llegado todavia. ‘Ademas de estas diferencias, indicadas por Sexto, puc~ den sefialarse otras, no menos importantes. Primeramen- te, los arguments de los sofistas son presentados sin or den y sin ninguna preocupacién de método. Se vers, por cl contratio, con cudnto arte consumado los nuevos aca- ‘démicos saben disponer las diversas partes de una argu- mentacién, Carnéades, en particular, aunque s6lo le co- nocemos por fragmentos mutilados, ha dejado modelos de discusién, en los cuales todos los argumentos estin sa- biamente agrupados, se encadenan ficilmente, se fortifi- ‘can mutuamente y hacen penetrar poco a poco en el es piritu tna claridad que le encanta, aun cuando no le con- ‘venza. De igual modo, y quiza bajo la influencia de Car inéades, Enesidemo clasifica metddicamente bajo el nom- bre de ‘ropor los argumentos escépticos; y en Sexto Empi- (24) sico, la preocupacién del orden y del método es llevada tan lejos que se toma fatigante e importuna Pero menos todavia por el método que por la fuerza de los argumentos y la sutileza de los andlisis, los escépti- cos aventajan a los sofistas. A decir verdad, Protigoras y Gorgias no hacen sino rozar el escepticismo, Advierten sus argumentos principales, pero no tienen intencién de profundizarlos. Nada en ellos comparable a los delicados anilisis por los cuales Carnéades, anticipindose a la psi- cologia moderna, muestra el papel de la asociacién de las ideas y hace ver que el acuerdo de nuestras representacio- nes es la mejor garantia de su probabilidad. Hay distancia también de las indicaciones de Protagoras a los tropos de Enesidemo, més distancia todavia de la critica de la idea de ser por Gorgias a a critica de la idea de causa por Ene- sidemo, La eleccién misma de esta nocién, tan importan- te en las ciencias; los ejemplos invocados; las objeciones previstas,testifican una profundidad, una precision y has- ta un espiritu cientifico de los cuales los sofistas no tuvie- ron siquiera idea, En fin, la mira que se proponen unos y otros, el espi- ritu de que estin animados son muy diferentes; y de aqui jrege incloso que le clncia os ncaa para prepesst la tnot La férmula que aeabamos de citar no tcne para tia significacin eseéptica Si dos personss no pueden Conuadecise es porguc en su teria nominalist, send dexignado cada sr por un nombre individual, no bay dot (37) maneras de designar una misma cosa. Si no se entienden, es porque, creyendo hablar de un mismo objeto, en reali- dad hablan de otro. Si se hablara del mismo, se entende- rian; no pueden contradecirse, porque no se dicen nada. Arist6teles tenia, pues, raz6n de concluir también de esa proposicién que ella declara todo error imposible. Pero, ademas de que esta teorfa, quiralo 0 no, es una comple” ta renunciacién a a ciencia, se convendrd en que tales su- tilezas confinan en la sofistica; en el Extidemo de Platén, €l sofista Dionisodoro tiene exactamente el mismo len: guaje. Antistenes no ha coneluido directamente de aque la proposicién que la ciencia es imposible; pero sus suce- sores irin més lejos: todas las ciencias @yxikAta uaBiiuerra) serin pars ellos,” asi como para los escépti- 0s, como sino existieran. “Aristipo y los cirenaicos estin de acuerdo con los cf nicos para disminuir el papel de la ciencias pero sus r220- nes son diferentes. Tenemos, dicen, sensaciones; pero no sabemos nada de las cosas que las producen. Lo dulce y Jo amargo, el filo y el calor, lo blanco y lo negro son es- tados de nuestra conciencia (réOn); pero no podemos decir ni que la miel es dulce, la hierba suave, amarga; ni que el hielo es fifo y el vino generoso ni que el aire de la noche es oscuro." Como en una ciudad sitiada, estamos aislados de las cosas exteriores: sélo nos conocemos a no- sotros mismos. Ni siquiera podemor decir que todos s0- mos afectados de Ia misma manera, en las mismas cit- cunstancias; en efecto si dos hombres dicen que ven el color blanco o el negro, Zquién puede asegurar que ellos sienten sensaciones idénticas? Cada uno de ellos no co- rnoce sino la suya. Hay, por otra parte, grandes diferencias centre los hombres y los animales: algunos de ellos no gus- tan de la miel; otros se alimentan de hierba suave; a veces cl rio quema y el vino enfifa; el sol ciega y hay seres que [38] vven con claridad durante la noche. Si deseamos evitar el terror, no hay que hablar sino de nuestros estados de con- tiencia. No digamos que las cosas existen, sino que pare= cen." Y porque nuestra ciencia se reduce a conocer lo que focurre en nosotros, el placer es el nico bien. Al expresarse asi, los cirenaicos vuelven al punto de vista puramente subjetivo de Protigoras; 0, més bien, ellos lo exceden, En efecto, Protagoras, lo hemos visto, texplicaba el cardcter relativo de la sensacién por el dogma heracliteano del flujo perpetuo de las cosas; objetivaba nuestras sensaciones cuando afirmaba que todo lo que es representado existe realmente, que todo es verdadero. Los irenaicos se eximen de toda afirmacién metafisica; se atienen al puro fenomenismo; por ahi estin mis cerca del ‘escepticismo. Tan proximos estin a éste, que Sexto se ha crefdo obligado a sefialar las diferencias que separan las dos docttinas.» Los cirenaicos, dice, afirman que los objetos cexteriozes no pueden ser percibidos; el escéptico no sa- be nada de ello. La diferencia, es evidente, se reduce a poca cosa. Pero los cizenaicos se limitaban a indicar esta teoria sin insistir mucho en ella; no es para ellos sino un medio. de justificar su doctrina capital, [a que pretende que el placer es el nico bien: éste no es ain el verdadero escep- ticismo. IIL, Seria ridiculo buscar huellas de escepticismo en Platén y Aristételes. Qué afinidad puede haber entre los eseépticos y estos grandes filésofos que, en todas sus ‘obras, hablan con una confianza tan orguilosa de las co- sas.en sf, del ser en tanto que ser, del bien absoluto e in- mutable? Jamés se les ha ocurrido que pudiera vivirse en. a duda y contentarse con ella; y se habrian sorprendido [39] mucho si se hubieran expresado ante ellos las @rmulas del pirronismo. La tinica forma de escepticismo que ha- yan conocido es, no la que duda de todo, sino la que nie- ga todo, es decir, un dogmatismo invertido, Se sabe de qué manera la han tratado, Basta recordar aqui la vigoro- sa refutacién de Protigoras en el Tiesto, la de la teoria del placer en el Filebo; el Gorgias y el Sofista terminan por ‘mostraros con la mayor claridad lo que Platén pensaba de los sofistas y cudnto caso hacia de sus argucias. En cuanto a Aristteles si se ha tomado el trabajo, en sus Re futaciones a los sofsts, de resolver algunas de las dificulta- des suscitadas por ellos, es todo lo mis cuando, en las re- vistas generales de los filésofos anteriores por las cuales {gusta comenzar sus grandes obras, se digna mencionar a veces las tesis de los mis célebres sofistas: Bl se contenta con formular claramente, con establecer magistralmente el principio de contradiccién; no hace a Protigoras y a Gorgias el honor de discutisles como a un Parménides 0 aun Pitigoras 2A qué se debe, pues, que toda una rama de la escuc- la escéptica, la nueva academi, no haya dejado de hacer- se pasar como guardiana fiel de las tradiciones plat6ni- cas? Y ha encontrado erédito en la Antigiiedad; pues Ci cerén parece tomar en serio esta pretensi6n y Sexto Em- pitico diserta doctamente sobre la cuestién de saber si Platén es dogmatico 0 escéptico.” Esto es un error, indu- dablemente; pero hombres que no estaban ni privados de inteligencia ni de mala fe no han podido engafiarse sin que haya por lo menos una apariencia que explique su equivocacién. éQué hay, pues, en Ia filosofia de Pla- t6n que pueda servir de pretexto a una interpretacién es- céptica? ‘Ya hemos indicado las razones que obligaron a Sécra- tes, rodeado de adversarios tan hibiles, ano hablar sino (40) ‘con prudencia, a no afirmar nada sino con cuidado y ha- ‘endo toda clase de reservas. Platén toma, naturalmente, las mismas precauciones, sobre todo cuando hace hablar 2 Sécrates, De ahi que en sus didlogos haya numerosos pasajes en que parece vacilar, en que se sirve de {Srmulas dubitativas: “Afirmar ~dice,® después de haber expuesto tl mito del Fedén—, que las cosas son tales como las he descrito no convendria aun hombre sensato”. “En sus obras, declara a su vez Cicerén,¥ Platén no afirma nada: discute el pro y el contra, vacila en todas las cuestiones, no dice nada que sea indtdable.” Pero, visiblemente, Cr- cerén exagera. En el pasaje que acabamos de citar, Platn hace las reservas que todo hombre razonable debe hacer yy puede hacer sin conceder nada al escepticismo. ¢Es du- dar de la verdad decir: s6lo Dios puede conocer la verdad completamente)” 0 aun: durante su vida mortal el alma no puede tener la intuicién pura de la verdad,* y, final- mente, que ella no puede ser entrevista sino en raras oca- Hones y con mucho esfuerzo™ Si esto es escepticismo, todos los flésofos son escépticos. Pero aquél no era ya necesario a hombres apasionados, que buscaban por to- ddas partes autoridades y deseaban tener antepasados a to- da costa. Abusaban del derecho que se atribuian de con tentarse en todas las cosas de las apariencias. Sin embargo, una raz6n tan débil y un pretexto tan miserable" no bastan para hacemos comprender que la nueva Academia haya podido hacerse pasar por la herede- 1 legitima de Plat6n; es necesario que haya entre ella y él tun vinculo real de parentesco. Este parentesco es, por otra parte, muy ilegitimo. Con tna intencién completamente dogmética, a fin de cjercitar el espiritu, de habituarle a moverse con facili- dad en la regién abstracta de las ideas, Platén habia reco- mendado discusiones dialécticas en las cuales, de una idea [a1] dada 0, como él decfa, de una hipétesis, se deducen todas. las consecuencias, positivas © negativas, que estén conte- nidas alli, se buscan las que armonizan con ella o la con- tadicen, se examinan, en una palabra, bajo todos sus as- pectos; tenemos un ejemplo notable de este método en el Parménides*! De abi la costumbre que se habia perpetua do en la escuela de examinar en cada tema todas las aleer- nativas posibles y de pesar ora el pro, ora el contra. Con. el tiempo, se olvidé el fin, para no conservar sino el me- dio; el espiritu pas6 y la letra permanecié. Algunas intel gencias menos elevadas que la de Platén pudieron creer de buena fe que aplicaban su método, cuando hablan conservado sélo la forma exterior y el procedimiento téc- nico y cuando, a decir verdad, hactan todo lo contrat Es una decadencia progresiva, andloga a'la que Platéri mismo ha deserito tan finamente, cuando muestra, en el libro VIII de la Repilica, c6mo de la forma mis perfecta de gobierno nacen poco a poco, por degradaciones casi insensibles, las formas inferiores. IV. Si Aristételes ha sido incluido entre los maestros cuyos nombres reivindicaban los escépticos de la nueva ‘Academia, aunque le nombran poco e insisten menos en. hacer de él uno de los suyos, es porque él atribuia tam- bién gran importancia a la dialéetica. En la teorla de la in- duccién, ef gran filésofo habia encontrado el problema, {que preocupa a todos los modemos; Zeémo pasar de al- gunos casos observados a la ley que rige todos los casos semejantes? écOmo, sin hacer una enumeracién completa, ‘manifiestamente imposible, afirmar de todos los seres de tun mismo género lo que sélo se ha constatado de algu- nos? Es por medio de la dialéctica como habia ensayado Ienar el intervalo. Dados los casos observados, las creen- cias generalmente adoptadas, los proverbios, sobre todo [421 las opiniones de los hombres mis instruidos, es necesario, antes de formular una ley general, someter estos hechos a Ineitica, examinar dialécticamente lo que de ellos puede decirse en pro y en contra, pasar revista a las dificultades Jy ensayar resolverlas. De ahi expresiones® andlogas a las {ue los escépticos debian emplear més tarde; hay que du- Gar antes de saber: es la duda metédica de Descartes. Na- da mis razonable y més conforme con el verdadero espi- situ dogmético, sean euales fueren las reservas que, por tra parte, puedan hacerse con respecto a esta manera de ‘comprender Ia induccién. Pero, aqu{ de nuevo, habia una apariencia de escepticismo; esta apariencia bastaba a los, ‘espiritus poco exigentes. En resumen, si se toma la palabra escepticiomo en su sentido preciso ¢ hist6rico, no ha habido escepticismo antes de Pirrén; el pirronismo es realmente una teoria original, una concepcién nueva introducida en la filoso- fia, Se ven asomar en los filésofos anteriores algunos de los argumentos de que se servirin los escépticos; se des- cubren en aquéllos los lineamientos de su doctrina. Pero, ademas de que estos argumentos se encuentran en ellos s6lo en estado de bosquejo, no estin atin agrupados ba- jo una idea comiin y sistematizados en vista de una mis- ma conclusién. La sofistica misma esté muy alejada del verdadero escepticismo. Pero razones anélogas a las que hhabjan dado nacimiento a la sofistica: la diversidad de los sistemas, sus lagunas o sus contradicciones intimas y, también, si se tienen en cuenta circunstancias exteriores, a muerte de Alejandzo y el trastorno que la caida de stu imperio lleva al mundo griego, van a favorecer la apari- cién del pirronismo. (43) Notas 3 Gachiche dr Pio, Up. 42 (ir, XIV; Bein, Dancer, 1833) 2 Hie dele Grey, ad, Suds Mp. 17395 Pale, Laon 1865) 5 Belo que Zeller (Phir der hee ©1583 edi Leip, 173) smug con sr fren y pecan ae sobre el verdadero seo de a lotta de States, hero 0 esto de Bm Bouton, Soe, fondle dee ine monde (Seances et trorguede Atal er se mae pig 185) § Jeofonte, Memo, 11, 1V, 1 6 Asc, Met 16 » Greaos gue Foul, ens ibe, por ota pe tan notable, La Phi legpe de Steep ILI at, Bala, 178), ba exger ex ‘eter mecsface de a Hltola de Séerter El exo tan conoci del edie DEA, sobre el cul repors sobre to st iniereecén stale claramete Mfcencis del punto de wats de Séertesdapuarto sexes unde por tl hombre, eon el dels fof ater, dspacto expel ombre pret mando; pro aque no implica un sistema de metas La ica ey fi de que se ocupa Strats y cups lepitinidad reconoee el moral. CE. nile Boutrows, ope Por ots pare queda por saber en es pase i 1m expres no su propo penamieto sino el su aesto, Yet 8 mY Fir a marie, Poramerl p50. Pats, 1877 2 Jena ear 1, 2 1 Gey ae, Leah 4 i, i 150, Men, 8, A Ais, Soph dle, Ghee I a 74 2 Ma pl eS 21. 37 5 : ~ 8 ‘Ansenes habia sido displ de Gorgas (Digg, Vi Ath. V, 220); ep cuanto a Backes, no stbemer cémo far ncndo en at dortinas de a ‘eae de Hes; pero no er dado que lat hay conocido, Giceén (1 129) no hace ninguna distinc ete [a excels de Elen lade Mga. ‘llamada mis tarde le evan de Hy fnslmente ceca de Ere aan {45 Menedemo ve abo eablecido en itu tia coda. CE Asoc p. Bay Pep XIV 1 abe Mallet, Here de ale de Migr eee i rie Pa °F Prandl (Gaschine de Leg wome 12 p33: Leip, Hic, 1881) a byes eos sfimas un organ mesic. Zeller (op. ep. 23,3, 3" ie) Ss ncine mis en 4 pensar que ys lor softs oe habla srvido de llr Trail expone detaladamente cor cuiasoszonamientor [4 ee BREE an 2 ile ot 2 Gemma 2 area S Bch Te eae a x dyna 2 ee ee i sisimaniaateana at emenee Sahat yeas Pa tin an 2 mene by i Me 2 Soe Roh dtm Seite ee WE spat see A osm mnea yeas FT etm 8 ts erent St “Sree 2 8 Rein 1140, 36 ele 46, CEI, 74 2 Temi, 134, C. 3 Fain 6,38. 3 Rep, Vi, S06, Vl, 517 Bs Fn, 248, A. ‘© Seria aber de spas pretender encontrar en Pan alg de fa manera de los sretticos, pone bn dicho (pW 99, Qe ei ea, Sites iva te uiparepe ot ooberepes TEMAS, CCE Rede 101, Minin 86, © Tips yl isn Ni, | 8. Véan sobre oda eta eo, al ot le». 288, 3 ie Siete" Bb vo eonopom: Bounoylvos npotipyov 18 Bia- ‘ropa kakds: f) Yap Garepow iwopla, Abe Taw mpsrepoe Emopouttvesy toe. CF Bot Nic, V1 (45) Libro 1 El antiguo escepticismo CavirutoT Divisién de Ia historia del escepticismo Los historiadores dividen de ordinario la historia del escepticismo en dos partes: distinguen el antiguo escepti- cismo y el nuevo; entre los dos se coloca, naturalmente la Academia nueva. Entre los antiguos escépticos, Pirrén y ‘Timén son los tinicos sobre los cuales tenemos informes precisos; el nuevo escepticismo comienza con Eneside- mo; Agripa y Sexto Empfrico son sus principales repre- sentantes, Esta divisién tiene un gran defecto: esté en desacuer- do con la que indican los escépticos mismos. Un texto de Sexto distingue bien los antiguos y los nuevos escépticos; pero Enesidemo esti colocado entre los antiguos. “Los antiguos escépticos, dice Sexto,! nos han transmitido diez tropos que terminan en la suspensién del juicio.” Ahora bien; en otro passje, los diez tropos son formalmente atxi- buidos a Enesidemo? Haas} el primero en sefialar esta di- ficultad, hace notar, adems, que en todas partes en que Sexto cita a Enesidemo, le pone en compafiia de Pirrén y de Timén* Didgenes® y Aristocles* citan también a Ene- sidemo al mismo tiempo que a los dos fundadores del es- [491 cepticismo. Se debe, pues, comenzar el nuevo escepticis- ‘mo, no con Enesidemo, sino con el autor de los cinco tropos, el cual sabemos que es Agripa. ‘Sin embargo, en favor de Ia division ordinariamente adoptada se pueden invocar muchas buenas razones. Pri ‘meramente, segdin un testimonio formal, el de Aristocles” Enesidemo renové el escepticismo que habia sufrido un eclipse durante un tiempo bastante largo. Ademis, si se considera el contenido mismo de las doctrinas, es impo- sible no reconocer una gran diferencia entre Enesidemo y sus antecesores, En Pirrén y Timén se encuentran quizi ‘ya (es un punto controvertido) los diez tropos; sin embar- £20, no parecen haberlos clasificado y enumerado metédi: camente. Pero, sobre todo, no encontramos en ellos nada ssemejante ala critica de la idea de causa y de la demostra- cién que ha intentado Enesidemo. Hay ahi, si no nos equivocamos, un elemento completamente nuevo, de una importancia capital, y que ha ejercido una gran in- fluencia sobre el desarrollo ulterior del escepticismo. Los sucesores de Enesidemo, entre ellos Sexto, reproducen las razones de Enesidemos ya pesar de que traen nuevos ar gumentos, es ficil ver que le toman su método y aplican los mismos procedimientos de discusién a otras nociones que Enesidemo no habia pensado quiz discutir. Haast nos parece muy injusto con Enesidemo cuando le rehiisa toda originalidad; declara que es un filésofo mediocre y sin genio; que no ha tenido discipulos y no ha hecho épo- ca en la historia del escepticismo. La manera como los tlk timos escépticos hablan de él; el hecho de que le pongan cen el mismo rango que Pirrén y Timéa testifican que no velan en él un hombre ordinario. Pero, sobre todo, el es tudio de sus argumentos tan vigorosos y tan profindos, animados de un espiritu cientifico tan raro en la Antigtic- dad, nos muestran en él un fildsofo de primer orden, [501 Encontramos muchas més analogias entre Enesidemo yy los iltimos escépticos que entre el mismo filésofo y los primeros. $i fuera necesario conservar a toda costa la dis- fincién entre los antiguos y los nuevos escépticos, a pesar del testimonio de Sexto y de los argumentos recordados arriba, no vacilariamos en adherimos a la opinién comin {que ve en Enesidemo el primero de los nuevos escépticos. Pero Zes necesario conservar esta divisidn?-Ella no tie- ne gran valor histérico, y sélo es indicada dos veces de pa- s0 por Sexto, que no parece darle mucha importancia. Si ‘cuenta a Enesidemo entre los antiguos escépticos, como ‘ereemos que hay que concedérselo a Haas, es, sin duda, por una razén cronolégica 0 porque ha sido impresion: 0 por las diferencias, muy reales por otra parte, que dis- tinguen su propia doctrina de la de Enesidemo. Pero cha tomado suficientemente en cuenta la diferencia que sepa- ra.a Enesidemo de Pisrén y de Timén? A Ia distancia en que se encontraba de estos fil6sofos, éno era mas ficil a Sexto medirla exactamente? Quiza no se preocupé casi de ello. En fin, Pirrén no habia escrito nada; es probable que Sexto no conociera a los antiguos escépticos sino por los, escritos de Enesidemo; no debia, pues, hacer distincién ent ellos. Por todas estas razones, creemos que no puede aban- donarse sin inconvenientes la vieja divisién entre los an- tiguos y los nuevos escépticos, y atenerse a una distincién nueva entze ellos, fundada en los caracteres intrinsecos de las doctrinas. Esta division comprenderla tres periodos, los cuales corresponden a tres aspectos bien separados de Ia doctrina escéptica. El primero ¢s el de Pirrén y de Timén. Tiene por ca- ricter distintivo el desdén por la dialéctica: hay la preocu- pacién ante todo de escapar a las sutilezas de los sofistas. Veremos més adelante que Pirrén y Timén, obsesos con [51] esas discusiones sin fin, han tomado la decisién de no res- ponder més a nadie. De ahi las férmulas: yo no sé nada; ‘yo no defino nada. Toda su ambiciOn se limita a encon- trar un medio de vivir felices y tranquilos. La moral, o si ‘sta palabra es demasiado precisa para designar una filo- sofia que no admite la distincién natural entre el bien y ‘el mal, la vida prictica es esencial a sus ojos. En eso son atin socriticos; pero Sécrates findaba la moral en la cien- ia; ellos han intentado fundarla en Ia negecién de Ja Ciencia 0, mis bien, fuera de la ciencia. Podria designarse este periodo con el nombre de esceptcismo moral, si este nombre es equivoco, con el de escpticismo prdctcn. El segundo perfodo, separado del primero, sea lo que de &l dijere Haas, por tn intervalo bastante largo, com prende a Enesidemo y sus sucesores inmediatos. Este pe- iodo presenta un caricter completamente opuesto al del precedente: el escepricisma llega a ser, sobre todo, dialée- tico. Pirrén y Timén ya hablan opuesto los sentidos a la raz6n; pero insistfan especialmente en las contradicciones de las opiniones y del testimonio de los sentidos. Eneside- ‘mo conserva estos argumentos; clasifica los diez tropos, pero se dedica principalmente a mostrar dialécticamente Ia impotencia de la raz6n. Prosigue, renovindolo, el mé- todo de los eleatas y se propone poner la razén en todas ppartes en contradiccién consigo misma. Puede designarse este perfodo con el nombre de esceticismo dialético. El tercer periodo presenta aiin un caricter completa- mente nuevo y al cual no nos parece que los historiadores hhayan atribuido siempre la necesaria importancia. La ex ccuela eseéptica, que contintia aprovechindose de los tra bajos de sus antecesores, recusa el testimonio de los senti dos, se sirve de la dialéctica, y hasta abusa de ella, para ‘mostrar la impotencia de la raz6n. Pero, en el fondo, des- precia Ia dialéctica? por hibito, por una especie de di [521 letantismo, para darse el placer de mostrar-a sus adversa- tos que sabe mancjar sus armas y, volverlas contra ellos, drtiesga tantos razonamientos sutiles; pero sabe lo que hay. ‘gue pensar de la dialéctica: no se engatha, El caricter pro- Pio de los escépticos de esta época es que son al mismo tiempo médicos empiricos; conocen 0, mas bien, entrevén el método de observacién; han advertido que, cénstatan- do series de fenémenos, puede preverse empiricamente su represo: éste es el método que desean substituir a la dialéc- fica. Aquél no es la ciencia, si se quiere; es un arte o una ritina, pero que, a sus ojos, es preferible a la vana ciencia con Ia cual se han, contentado todos hasta entonces: es tuna especie de positivismo. Como los primeros escépti- ‘cos los fildsofos desdefian, aunque de dl se sirven, el razo- ramiento puro y la dialéctica pero no es s6lo la virtud per- sonal, la fuerza del caricter, la indiferencia del sabio lo aque desean substituir a la ciencia: es la experiencia y la ob- Servacion. Este es el periodo del exepticismo empiric ‘Ademds de estos tres perfodos, hay que hacer un lux gar ala Academia nueva. La cuestién, tan discutida ya por los antiguos, de saber si la doctrina de la Academia nueva es la misma que la de los escépticos, seri exami- nada cuando las doctrinas hayan sido expuestas. Las ana- loglas exteriores son suficientes para que sea imposible hacer Ia historia del escepticismo sin hablar de la nueva ‘Academia, Esta se coloca naturalmente, por el orden de las fechas, entre el primero y el segundo periodo del es. *Dividiremos, pues, el presente estudio en cuatro li bros, y examinaremos sucesivamente: el escepticismo prictico (Pirrén_y Timén), el probabilismo (Academia nueva), el escepticismo dialéctico (Enesidemo y Agripa) y el escepticismo empirico (Sexto Empirico). [531 Notas * P,1,36 MepabiBovrax owas rapt Tas pxaiorépor axe suesis paras, Bf ev 4 Emax oumdyeoben Bow Bice Tov pase Id, 164-018 vecrepo. cerca mapabiBéae TpoNeus ry ONT ‘peste note Clb IMA M, Vil ds: nabaap theeeney rain nape Dinporuep tponour tmsvres Pa ecesisn de saber st cs die topos debe ser elmente abides 4 Bnsidemo, eet dicta mae eo, p75 De Po, repo teeta doe ina, Wi Sb, 1875, 9.28. 4 Be 1 80,240, 2251 138; M, VIL, 345, 389, ce 5 Digg 102 Ap. Busy Pay, XIV, 16 1 Ap. Bon, Pp eh, XIV, Xi, 29x. Alnowuss ns dvaownpds fefgie viv tidhow sooo Opa, ‘Vest paticalrmente lo es cross cptuos sobre fos sofas, sacar Sato (1,230 opone oh mao del decor ot 154] Cavtrdto I Los origenes del antiguo escepticismo De todas las escuelas filoséficas de la Antigiiedad, la escuela pirrdnica es ciertamente aquella cuyas doctrinas not son mejor conocidas. Mis favorecido que sus rivales, l estoicismo y el epicureismo, por up libro auténtico, ‘obra de uno de sus principales representantes, Sexto Em- pitico, el pirronismo ha legado hasta nosotros, y ese libro no es S6lo un resumen o manual, como los kvpiat B6Eat de Epicuro, Platén mismo y Arist6teles no han tenido la feliz fortuna de dejar tras s{ und exposicién clara sistem- tica y completa de su doctrina. Pero si no hay ninguna du- da sobre lo que han pensado los filésofos que dudaban de todo, no ocurte lo mismo con sus personas y'sus biogra- fas. Ni sobre Pirrdn, ni sobre Enesidemo, ni sobre Sexto Empirico poseemos informes suficientes. Todos estos fil6- sofos se han desvanecide en cierto modo detris de su ‘obra: el olvido profundo en que han caido es como el res- cate del renombre que se ha dado a su doctzina, Apenas Ia fisonomfa de uno de ellos, del que ha dado su nombre ala secta, puede discemirse ins o menos. Pero los orige- nes, la historia intima de su pensamiento se nos escapan (351 ‘casi enteramente: se les puede aleanzar s6lo por conjetu- ta, Sin embargo, hay que tratar de indicar, en la medida que lo podamos, las causas de la aparicién del escepticis- ‘mo y los vinculds que lo unen a las doctrinas anteriores. L._Entre las causas que provocaron la aparicién del escepticismo hay que sefalar, ciertamente en prinner lu- gar, la diversidad y la oposicié de los sistemas en los cua les se habjan detenido los filésofos anteriores. cesario defenderse de una especie de ilusién dptica. Nos figuramos ficilmente que, entre tantos sistemas, los de Platén y Aristételes, tan diferentes por ciertos detalles, tan semejantes en el fondo, eran los tinicos con los cuales hu- bo que contar. A la distancia en que nos encontramos, ve- -mos esos grandes sistemas elevarse por encima de los de- mis, mis 0 menos como a medida que nos alejamos de una cadena de montafias vemos destacarse con mayor cla- ridad la imponente majestad de las mds altas cimas. No era asf en el tiempo en que surgieron: parecieron todos mis o menos al mismo nivel. Cuando los més antiguos historiadores, Socién e Hipéboto, intentan clasificarlos, nombran simulténeamente, en una confusién y con una falta de consideracion que nos ofenden, el megarismo, el irenafsmo, el platonismo, el peripatetismo, el cinismo. Diégenes Laercio, en su grén obra, consagra un libro en- tero a Platén, pero no hace a Aristételes igual honor. Ci- cern mismo enumera una multitud de sistemas: los de Demécrito, de Empédocles, de Platén, de Aristételes, sin que parezea hacer entte ellos una diferencia muy profun- da, La diversidad y Ia oposicién de sistemas eran, pues, en el tiempo de Pirrén, mucho més sorprendentes de lo que ahora estamos inclinados a suponer, y se comprende que los espiritusilustrados y abiertos, acosados en todas las di- recciones, ensordecidos, como lo diré Timén, por los gri- (561 tos discordantes de las escuelas que se disputan los adep- tos, hayan buscado el reposo en la abstencién y Ia duda "Al lado de estas causas de orden intelectual, hay que hacer un lugar, sin duds, a las influencias exteriores y po- liticas. La época en que aparecié el escepticismo antiguo cs la que siguié a Ia muerte de Alejandro. Los hombres {gue vivian entonces habjan sido testigos de los acontec- mientos mis extraordinarios y més propios para trastor nar todas sus ideas. Algunos de ellos, sobre todo los que, como Pirrén, habjan acompafiado a Alejandro, no habfan podido pasar a través de tantos pueblos diversos sin asombrarse de la diversidad de costumbres, de religiones, de instituciones. Como se ha sefialado a menudo, no hay nada como el contacto con pueblos extranjeros para ins- pirar a las almas més vigorosas dudas sobre'sus creencias, fun sobre las més inveteradas. Es asf como nuestro Des- cartes, por haber rodado a través del mundo, “se desem- jparazé de muchos errores que pueden ofiscar nuestra luz natural y hacernos menos capaces de avenimos a razo- nes”.! Los viajes son una escuela de escepticismo. Pero eran las conquistas de Alejandro, sobre todo las que proporcionaban un amplio motivo a las reflexiones de los fildsofos. El imperio del gran rey, que, a pesar de todas sus debilidades, asombraba todavia a los griegos por su poder y su riqueza se habia desplomado en algunos ‘meses bajo los golpes de un joven conquistador. Cosa mis extraordinaria atin para los espiritus griegos, ese jo- vyen conquistador habia querido hacerse adorar, y lo habia conteguido. Se sabe cusnta resistencia opusieron los grie- £05, los fil6sofos especialmente (salvo Anaxarco), a Ale- jandro cuando tuvo el capricho de declararse hijo de Zeus. Eso costé la vida a Calistenes. Los sobrevivientes debieron resignarse a guardar para sf sus reflexiones. Pero. habian visto cémo se hace un dios. 157] ‘También ocurti6 otra cosa cuando los sucesores de Alejandro se disputaron el mundo. Todas las ideas mas ea- zas a los espiritus griegos recibieron de los acontecimien- tos los més crueles desmentidos. Jamds pueblo alguno ha bia sido hasta entonces més profundamente apegado a la libertad: Platén, el aristécrata, Aristételes, el amigo de Alejandro, no hablan de la tirania sino con desdén e iro- nia; todos los griegos, de comin acuerdo, la miran como cl régimen mas abyecto, Sin embargo, es la tirania la que ‘triunfa por todas partes. Después de una tentativa desgra- iada de Atenas para reconquistar la libertad, Ia pesada ‘mano de Antipéter cayé de nuevo sobre la ciudad: la gue- ra lamfaca puso fin a sus tltimas esperanzas; decidida- mente, hay que obedecer a un Polisperconte, a un Casan~ dro, a un Demetrio Poliorcetes. ‘Se habia visto ya sucumbir muchas veces la justicia y el derecho justo, pero estaba reservado a ese tiempo ver el mis insolente triunfo de la fuerza brutal. Deméstenes ¢ Hipérides han muerto; Ledstenes ha sucumbido; Focién bebe la cicuta. Pero, después de Demetrio de Falero, De- metrio Poliorcetes se instala triunfalmente en Atenas, mancilla el templo de Atenea con sus libertinajes sin nombre ¢ introduce abiertamente en Grecia Ia deprava- Gién oriental. Toda Grecia es victima de una horda de sol- dads évidos y sin eserpulos; por todas partes la traicibn, cl fiaude, el asesinato, crueldades vergonzosas, desconoci ddas hasta entonces en el Occidente. Y no es slo Grecia sino el universo entero, entregado a los lugartenientes de Alejandro, el que da este especticulo lamentable. iSi se hubiese podido siquiera dejar pasar la tormenta y esperar tiempos mejores! Pero la esperanza misma est prohibids. El porvenir es tan sombrio como el presente. El pueblo de Atenas esti tan profandamente corrompido ‘que no hay ya nada que esperar de él: el érbol est podri- 158] do en su raiz, En ese tiempo, en efecto, los atenienses se deshonraron por indignas adulaciones a Demettio Polior- fetes; cambian la ley, cosa inaudita, para permitirle ini- Giarse antes de la edad en los misterios de Fleusis; cantan_ fn su honor el ltfalo y le colocan por encima de los dio- Ses: “Lo que ordena Demetrio es santo con respecto a los doses; justo con respecto a los hombres"? Se elevan tem- plos a sus concubinas y a sus favoritas. Las cosas llegan a fal punto, que Demetrio mismo declara que no hay ya en ‘Atenas una sola alma noble y generosa, y se ve rehusar el derecho de ciudad en Atenas a filésofos tales como Jend- ‘Los mismos filésofos no estin exentos de reproche. ‘Ademis de que la filosofia ha legado a ser muy a menu- do una especie de diversién accesible aun a los cortesa- nos,’ se ha visto a algunos filésofos convertirse en tiranos* y sefalarse por sus crueldades. Teofrasto es amigo de De- Ietrio de Falero, y Ariston’ se convierte en adulador de ‘Antigono Gonatss. Qué de sorprendente si en presencia de tal especté- ccalo, algunos hayan Iegado a desesperar de la virtud y de la verdad, a declarar que la justicia es sélo una con- vencién? Era necesario una virtud més que humana pa- ra resistira tales conmociones. Y seri el eterno honor del estoicismo haber dado al mundo el ejemplo de esa vir- tud, Pero nadie debe sorprenderse de que otros, menos enérgicos y menos orgullosos, se hayan desanimado, re- nunciado a la lucha y dicho, como lo hari Bruto més tar de, que la virtud no es sino un nombre. Habitualmente se representa a los escépticos como, habiendo contribuido a producir, por sus sutilezas y sus negaciones, ese debilitamiento de la filosofia y de las cos- tumbres piiblicas, De ereer a muchos historiadores, ellos, serian los autores de las desgracias de su tiempo. Pero [59] son, més bien, sus victimas. En el momento en que apa rece el escepticismo Atenas no tiene ninguna virtud que perder. No se trata ya en aquel momento, como en tiem- pos de la sofistica, de zapar sordamente las antiguas Creencias: ya estin en ruina, El escéptico, lo mostraremos iis lejos, no es en esa época un burlén que sélo piensa en destruis, en enriquecerse o en asombrat a sus contem- porineos: ¢s un desengaiiado que no sabe ya dénde asir- se. Se encuentra mis cerca del estoicismo que del epicu- reismo: por eso Vernos que Cicerén nombra siempre a Pi- rrén con os estoicos. Como los estoicos, en efecto, se aisla del mundo, del cual nada puede esperar: slo cuen- fa consigo mismo; renuncia a toda esperanza como a to- da ambicién. Replegarse sobre si mismo, a fin de ofrecer a la desgracia el menor asidero posible; vivir con simpli- Cidad y modestia, como los humildes, sin pretension de ninguna clase; desinteresarse del mundo, y tomar su par te en los males que nadie tiene poder para impedir: ése es el ideal del escéptico. iFilosofia egoista y limitada, sin dudal Habfa cosas mejores que hacer ain en esos tiem- pos agitados. Pero, bien pensado, hay que convenir en que, comparados con sus contemporineos, los pirréni- ccos deben al menos colocarse entre los mejores. Hay en su actitud cierta dignidad y verdadera fuerza. No poseye- ron virtudes; pero, a lo menos, no tuvieron vicios. Son. mis 0 menos como aquel personaje moderno a quien se le preguntaba qué habia hecho durante el Terror y que respondié: “He vivido" Los ejemplos de esta resignacién y de esta renun: que son los caracteres distintivos del escepticismo primi tivo los habia encontrado Pirrdn en las riberas del Indo: éste es un punto por donde la expedicién de Alejandro ejercid sobre los destinos del escepticismo una influen- cia que creemos capital. Se nos ha testificado expresa- [601 mente que Pirrén conocié a los gimnosofistas, ascetas {que Vivian extrafios al mundo, indiferentes al suftimien- toya la muerte. Nadie duda de que se haya impresiona- do vivamente ante especticulo tan extraiio; y se acuerda de ellos cuando, vuelto a su patria, vio a qué miserables resultados habian conducido tantos esfuerzos intentados por los filésofos, tantas, victorias ganadas por el més glo- tioso de los conquistadores. La dialéctica le habia ense- ado quiz4 la vanidad de Ia ciencia tal como existia en su tiempo: aprendié de los gimnosofistas la vanidad de la vida, y crey6, con otro sabio del Oriente, que todo es vanidad. TL @Bastan estas influencias exteriores para explicar la aparicién de Pirrén, o hay que buscar un vinculo més es- ttecho entre su doctrina y los fldsofos anteriores? A pri- ‘mera vista, podemos inclinarnos a creer que existe un pa- rentesco intimo entre la sofistica y el escepricismos que, a pesar de los esfuerzos de Sécrates y de Platén, la sofistica no desaparecié jams completamente, no dejé de vivir, relegada al segundo plano; en una palabra, que Pirrén es el verdadero continuador de Gorgias y de Protégoras. Pe +0 ya hemos indicado® las diferencias profundas que sepa ran a los sofistas y los pirrénicos: por una verdadera injus- ticia de la historia se ha perseguido durante mucho tiem- po con las mismas burlas y las mismas invectivas a estas, dos sectas filoséficas. Pirrén, se vera mas lejos, era el ene- igo declarado de los sofistas, y todo lo que sabemos de su caricter y de su vida confirma sobre este punto ese tes: timonio formal de aquel que lo conocié mejor: su diseé pulo Timén. Los sofistas amaban los honores y el dinero: llevaban tuna existencia brillante, y puede decirse, por lo menos de algunos de ellos, que su escepticismo animaba su con [61] ciencia los aligeraba de certo nmero de eseripulos. Pi ‘ton, por lo contra, permanciié pobre: no saco par do de'nu dua; su via es simple asters, ireprochable: ene da I seedy a grvedad eft sempre Sos sofisas, ‘Adems, la sofistica es ante todo una doctina de ac cin. Si deciara imposible la cencia,cultiva con una con- fanz a menudo excsiva fdas es cena, mis ben todas ls aes: pertenece Ta joventd del genio grepo, Pizén os ante todo indiferenteo apsticos no toma interes en nada se deja vive Es ésta una doctrine de vic. En fin, los sofistar son una esta cencialmence dspu- tador:sobresalen todos en la dilecia, Pinon renurcia 2 todas las diseusiones, que encuentn igualmente vanes, Si puede decisse que hay cscepicamo en la solstca, mo hay nada de ls softies en el excepto, por lo menos en el de Pista Io que se vera mis elaramente ta el e- Saullo de este extadio. 'A falta de la sofstica, Zes con otra escuela con quien hay que relacionar el pironismo? Légicamente, puede encontrar un vinculo entre ly todas las escuela anteriores. En efecto, es cosa digna de sddvertencia que casi todas, por caminos diferentes, van dar al eseepticismo: el clestsmo, sin hablar de Goria, por Eubelides, Diodoro y los eristicos el heraliismo, Por Cratiloy Brotigoras; el cienaismo, desde a Spoce de ‘Aisipo: el einismo, en vida de Antstenes el platonsme mismo, por la Academia nuevs, Hisdrcament, hay un dob vical de lain di recta entre Pine yla escuela de Mégar, por una parte, In escuela de Deméerito, por la ott, Nacido en Eis Pe rion conocié cietamente Ia dalética de Ia escutla de Elis-retria, que continuaba la de Megara. Se cuenta ene tre sus maestos 4 BrisSn, que fue quizi dseipulo de Bu. (21 clides. Sin embargo, si esta escuela pudo ejercer alguna in- fluencia sobre los origenes del pirronismo, no creemos aque éste deriva directamente de aquélla” Sin hablar de las diffcultades que presenta la cuestién de saber quién ha si- do ese Bris6n,!° maestro de Pirrén, se verd mas tarde que Pirrén fue el enemigo de los sofistas més bien que su imi- tador: Timén tiene a menudo palabras duras para los me- sgiticos. Su doctrina fue una reaccién contra el abuso del Frzonamiento, y si se sirvié de la dialéctica, es probable- mente para combatir a los dialécticos. Entre el pirronismo y la filosofia de Demécrito, los vvinculos son mucho mis estrechos." Es cierto que-Pisrén habla leido a Demécrito y que conservé siempre por ese filésofo una predileccién muy viva. Timén no habla de Demécrito sino con elogios. Ademis, Pirrén fue amigo y compariero de Anaxarco, que se incluye a veces entre los, exeépticos,? y Anaxarco era discipulo de Metrodoro de Quio, discipulo de Demécrito, y que decia:! “No pode- mos saber nada, ni siquiera si Sabemos algo 0 nada”. Por fin, Didgenes Laercio, que probablemente reproduce la opinidn del alejandrino Socién,"* incluye a Pirrén entre los flésofos de la escuela itilica, y le coloca a continua- cidn de Anaxarco, de Protigoras, de Deméctito, a quien pone en relacién coa la escuela de Elea. Se puede estar tanto més inclinado a hacer derivar el pirronismo de Demécrito, cuanto que Demécrito mismo emple6 a menudo formulas escépticas. Pero hemos visto ‘mis arriba lo que hay que pensar dei supuesto escepti- cismo de Demécrito. Es posible que a Pirrén le hayan impresionado especialmente los argumentos con los cua- les Demécrito recusaba el testimonio de los sentidos: pe- ro como ya se encontraban ideas anSlogas en muchos otros filésofos, no hay en eso razén suficiente para afir ‘mar un vinculo de parentesco mis estrecho entze el pirro- (631 nismo y Ia escuela de Deméctito. Todos los flésofos de esta escuela han podido expresar dudas, como Metrodo- ro, y gastar humoradas escépticas: no se esti por eso en el derecho de incluirlos ni entre [os escépticos ni entre los antepasados del escepticismo. De otro modo, habria que hacer otro tanto con Sécrates, que dijo més © menos las En cuanto al testimonio de Socién, la clasificacién ex- trafia en que se complacia este historiador quita toda au- toridad a sus palabras: no hemos de tenerlas en cuenta. En fin, las relaciones de Pirrén con Anaxarco no im- plican en modo alguno que el segundo haya compartide has ideas del primero. Entre el austero Pisrén y aquel que fue uno de los més viles aduladores de Alejandro hay di ferencias de cardcter bastante notables para que se esté au- torizado a pensar que no habfa entre ellos una comunién de ideas muy intima, Hay un tema, sin embargo, en el cual Demécrito Pirrén se tocan mas de cerca: es la moral. Vemos, en efecto, que para Demécrito el bien supremo es el buen humor (e@vuia), 1a ausencia de temor (&DapBia), La tranquilidad, la ataraxia.™ Pirrén diré més 0 menos la misma cosa. Es posible que los libros de Demécrito que lefa con mas agrado fuesen tratados como el Tepl ev8unins!” o el Tepi ingns'® Sin embargo, no parece que Demécrito haya erigido la adiaforia y la apatia” en sistema, y no se encuentra en Pirrén nada andlogo a la teorfa de Demécrito sobre el placer y el dolor considera- dos como criterio de lo ail y de lo nocivo.® En fin, si cexisten semejanzas entre los dos filésofos, hay que recor dar que la ética de Demécrito se enlaza bastante mal con cl resto de su sistema.” Podrian encontrarse también analogias muy sorpren- dentes entre Pirrén y Sécrates. Es cierto que los pirténi- [64] cos se hactan pasar por soctiticos.# Y veremos que Pi fron, como Sécrates, se propuso ante todo encontrar el secreto de la dicha. Como él, renuncia a la ciencia teéri- @ pata dirigir todas sus preocupaciones hacia la vida pric tica. Como él, también, predica con el ejemplo y produ- ce mayor impresién sobre sus dise/pulos por su conducta {que por sus discursos. Pero aqui todavia las diferencias ex: ceeden en mucho las semejanzas. Sdcrates cree siempre en la ciencia, y si le asigna por finalidad la investigacién del soberano bien, sila confunde con la moral, por lo menos no desespera de aleanzar una verdad universal y absoluta. Sécrates esti henchido de ardor y de confianza; Pirrén es tun desengafiado, y, en resumidas cuentas, es en una espe- cie de rutina, fundada en la costumbre y a tradicién, don- de encuentra la dicha. Pirrén tuvo quizé vireudes persona- Tes que permiten copapararle con Sécrates; pero entre la fuerza de alma tal como la concibe Sécrates y la indife- rencia pirrénica, hay un amplio intervalo; entee la piedad del maestro de Platon y la del gran sacerdote de Elis, hay toda la distancia que separa una fe esclarecida y valerosa de un empirismo vulgar, En resumen: Ia filosofia de Pirrén no deriva verdade- ramente de ninguna filosofia anterior: es una doctrina ginal. La educacién de Pirrén, sus viajes, sobre todo sus relaciones en Asia con los gimnosofistas, le habian prepa- ado a no interesarse en nada. El especticulo de las dis- cordias de los filésofos y los acontecimientos politicos de que fue testigo acabaron por apartarlo de toda creencia, Entonces pudo coincidir en algunos puntos con sus pre- decesores; es esto una simple coincidencia, Su doctrina es un primer comienzo: trae una idea nueva, una nueva ma- nera de resolver los problemas filosdficos. (65) Notas at 2 enzo, Vs 62 6p. 253; Pat, Det, 26 4 Me, Ran, 23. 8 Ateneo, HI p56; VIE. 278, ‘ene, p28; Kp 08 2 Ateneo, Vip, 251, gin Tan, 8 Vene pp 224 9 Seencuenrn 3 eto en Tandy secsr de Pir, algunas ideas cen prover de una fuente megan Vee mis alae 106 i ese pi. 6. Tada a rnones ques han poi dar para poner en racism a sin con Demi, han sid peed com mich rz por Heel (Ui ters au Ces psp Sri Tae hp. 3 Leip Hil, 1889). 5in tbarg, noe farce que Helens en muy pce cuca aad de Fun in ecb cn alto gio a infveni de Demet concede ‘og pero no eraon aver en lun spl dsipulo "Eaeud Gl, He hie isp 234, cde KC Sexo, Me, VI, 48 ®. atc. ap. Bas, Par, Ba, XIV XD, $. CE Set MVE, 88: Digg. De 38; Ge, et. Ske lasfcttes en nes bebis Didgenes, vse: Nesche, De Diag Lt fobs, Rn dit 1868; Babnaey parma ae Dg. Lee ts nia, Gaznbinae, 1868, di. ina Roepe, Pigs. p22, 14; Vicor Egger, De fonts Digs Lat, Bourdon, Gouncabos, Vea pat Gi, Fins V, 106 87; Dib, DK, 45; Sto. Bay, 76 isi I 46; Sin, Ton, 23 ‘Malle Fg pls iI p34 ‘Mostarcnos mis ejos que a apt y no la tas, oma aise Hig lo gue ens Piten 8 sot For, 3 Vase Zeer, Le pits. des Gras Id. Bote, p38 2 Ge, De oat iy 17: Fuerun tem alia gener plslosophorum qui se omnes fee Soratios dieebant, Ereoram, Heian, Mequon, Broncoran (65) Caxtruto TIT Pirrén, Los escépticos antiguos reconocian expresamente Pirrén por su maestro, y su doctrina ha conservado en- te los modernos el nombre de pirronisme. Parece que los eseritores escépticos hayan adoptado como deber 0 co- ‘mo hébito inscribir su nombre en el titulo de sus obras. Enesidemo intitula una de sus obras Tuppeaveioi Aéyor, y cuatro siglos después de Ia muerte de Pizrén, Sexto Empirico da atin a unos de sus libros el nombre de Hipslesis pirrénicas. Sin embargo, Pirrén es uno de los fl6sofos menos co- nocidos de la Antigiiedad. Tenemos pocos informes sobre i, y todavia estos informes no concuerdan muy bien en- tre si, Hay, a decir verdad, dos Pirrones: el de la tradicin. escéptica tepresentada por Aristocles, Sexto Empirico y Didgenes; el de la tradicién académica conservada por Ci- cerén. Después de resumir los principales hechos de st biografia, examinaremos estas dos tradiciones ¢ intentare- ‘mos, conciliindolas, determinar el verdadero caricter de Pitrén y el alcance de su doctrina. (67) I. Pirrén, hijo de Pleistarcot o, segtin Pausanias,* de Pistécrates, nacié en Elis! hacia 365 a. de J. C. Era pobre y comenzé por cultivar sin gran éxito la pintura; se con- Servaban ain en su ciudad natal, en tiempos de Pausa- nias, lampaddforos bastante mediocremente ejecutados, {que eran obra suya, Sus maestros en filosofia fueron Brit 36n, discipulo de Sécrates, 0, como parece mas proba- ble, de Euclides de Mégara, después Anaxarco? a quien sigié por todas partes en la campafia de Asia. Verosimil- ‘mente, el primero le ensefié la dialéctica sutil que reci- bié tanto honor en la escuela de Mégara y que fue a ter minar naturalmente en una especie de escepticismo sofistica. El oto le inicié en la doctrina de Demécrito, por la cual conservé siempre una predileccién muy viva, ¥ que parece haber ejercido sobre su pensamiento una gran influencia.* En compafiia de Anaxarco, Pirrén siguié a Alejandro, cen el Asia. Gompuso una pieza en verso dedicada al con: {quistador y le valié un presente de diez mil piezas de oro” Conocié a los gimnosofistas, magos indos, y probable~ mente a Calano,' que acompané durante algin tiempo a Alejandro y dio a los griegos asombrados el especticulo de una muerte voluntaria tan orgullosamente y tan vale rosamente soportada. Puede creerse que estos aconte ‘mientos hicieron sobre el espiritu de Pirrén una profun- dda impresién y determinaron, a lo menos en parte, el cur- so que sus ideas debian tomar més tarde. Después de Ia muerte de Alejandro, Pirr6n volvié a su patria; ahi llevé una vida simple y regular, rodeado de la estimacin y de la consideracién de sus Conciudadanos, que le nombraron gran sacerdote y, después de su muer- te, le elevaron una estatua que se veia atin en la época de Pausanias.” Murié hacia 275. Salvo la poesia dedicada a Alejandro, Pirrén no escri~ [68] bié nada; su doctrina la conocieron los antiguos s6lo por el testimonio de sus discfpulos y particularmente de Ti Didgenes, del cual tomamos la mayor parte del resu~ ‘men que va a seguir, no hace ninguna distincién entre Pi- réa y Timén. Segin su costumbre, es Ia doctrina general de los pirrénicos la que expone bajo el nombre de Pirrén, sin distinguir Jo que pertenece al maestzo de lo que lot diseipulos pusieron y agregaron en ella. Sucede lo mismo con Aristocles en el fragmento que nos ha conservado Eu- sebio.” IL Aristocles!t resumia en estos términos la doctrina de Pirton: “Pirrén de Elis no ha dejado ningéin escrito, pe- 10 su discipulo Timén dice que aquel que quiere ser feliz debe considerar estos tres puntos: primero, équé son las cosas en si mismas?; después, Zen qué disposiciones debe- ‘mos estar frente a ellas?; en fin, Zqué resultard para noso- tuos de estas disposiciones? Las cosas no tienen diferen- cias entre sf y son igualmente inciertas ¢ indiscernibles. Por esto nuestras sensaciones y nuestros juicios no nos en= sefian lo verdadero ni lo falso. Por consiguiente, no debe- mos fiamos ni de nuestros sentidos ni de la razén, sino permanecer sin opinién, sin inclinarnos ni de un lado ni del otxo, impasibles. Sea cual fuere la cosa de que se tra- te, diremos que no es necesario afirmarla mis bien que negarla, o bien que hay que afirmarla y negarla a la vez, co bien que no hay que afirmarla ni negarla. Sinos encon~ ‘ramos en estas disposiciones, dice Timén, alcanzaremos primero la afasia, después la ataraxia’” Dudar de todo y set indiferente a todo: he aqui todo el escepticismo, en la éoca de Pirrén como mis tarde. Epoké,o suspensién del juicio, y adiaforia, o indiferencia completa: ésas son las ddos palabras que toda la escuela repetird; eso Io que reem- [691 plaza a la ciencia y a la moral. Examinemos més de cerca estos dos puntos. Pirrén no inventé la duda, pues hemos visto, mucho antes que él, a Anaxarco y varios megiricos considerar imposible o incierta [a ciencia. Pero Pirrn parece ser el primero que haya recomendado atenerse a la duda sin ninguna mezcla de afirmacién, a la duda sistemtica, sies posible unir estas dos palabras. Bs él quien, segiin el testi- monio de Ascanio,!® encontré la formula escéptica: sus- pender su juicio. Aristételes no emplea en ninguna parte Ia palabra dro. 1a razén que él daba es que siempre pueden invocar- se razones de fuerza tanto en pro como en contra de ca da opinién (av TiAoyia, jaooBéveta)." Lo mejores, pues, no tomar partido, confesar que no se’ sabe (&kara~ Anwlas), no inelinarse de ningin lado (&ppeyic),—no decir nada (&paoia) ~, permanecer en suspenso (Eréxetw ‘viv ouykarré8eow). De ahi también diversas formulas'* que tienen Ia misma significacién: 30 no defino nada (0UBEv Spica); nada es intligible (earvadn Tv); ni sf ni no (BEY UWEAAOV). Pero estas formulas son todavia de- ‘masiado afirmativas; es necesario entender que al decir que no afirma nada, el escéptico no afirma ni siquiera eso. Las palabras" Sno mds esto que aquello” no tienen, en su. lenguaje, ni un sentido afirmativo y que sefale la igual dad, como cuando se dice: el pirata no es mds malo que el mentiroro; ni un sentido comparativo, como cuando se dice: la miel no es mds dulce que la uva; sino un sentido negativo, como cuando se dice: Escila ovine meds existen~ cia que la quimera. Algunos” han reemplazado la f6rmu- Ia oBEv UsAAOV por Ia interrogacién i w&AAOv. En otros términos, en todas estas formulas, la afirmaciGn es ‘se destrufa a s{ misma, como el fuego se fa que ha consumido; como un purgante, (70) después de haber limpiado el estémago, desaparece sin dejar huellas.** El escéptico vuelve con insistencia sobre este punto; todas las expresiones de que se sirve no tienen de dog: miticas sino Ia apariencia. Designan, no una cosa real, sino un simple estado de la persona que habla, una sim ple manera de ser que no implica en modo alguno una realidad exterior a esa persona e independiente de ella: sun simple fendmeno, como dirfamos hoy, puramente subjetivo, Los discfpulos de Pirrén se daban el nombre de zeté- e053 porque buscan siempre la verdad; de escéptcos, porque indagan siempre sin jams encontrar; de gfeticos, porque suspenden su juicio; de aporiticos, porque se en- cuentran siempre inciertos, ya que no han encontrado la verdad, Importa sefialar que la duda escéptica no se refiere a las apatencias ofenémenos (gasutva) que son eviden- tes, sino Gnicamente 2 las cosas oscuras u ocultas (nda). Ningin escéptico duda de su propio pensa- miento," y el escéptico® reconoce que es de dia, que vi ve, que ve. No pone en duda que tal objeto le parezca blanco, que la miel le parezca dulce. Pero el objeto, ées blanco? La miel, 4es dulce? He aqui lo que no sabe. Igno- m todo lo que no aparece a los sentidos; no niega la vie sién, pero no sabe cémo se cumple. Siente que el fuego {quema, pero ignora si esté en su naturaleza el quemar. Un hombre est en movimiento o muere; el escéptico lo ad- mite. éCémo sucede esto? No lo sabe. Si se dice que un cuadro presenta relieves, se expresa la apariencia; si se di- ce que no tiene relieve, no se atiene a Ia apariencia: se ex- presa otra cosa. Por consiguiente, no hay que decir que el escéptico duda de todo en general; no duda de los fen6- menos, sino solamente de las realidades en tanto que dis- im tintas de las apariencias. Si se retiene bien este punto, se- 1 ficil responder a todos los sofismas dirigidos contra el escepticismo No hay duda, como se ve, de que Pirtén no haya he- cho una distincién entre el fenémeno y la cosa, 0, como decimos, entre lo subjetivo y lo objetivo. De ahi este ver~ so de Timén:™ La apariencia es reina en todas partes donde se presenta, “Pisrén, dice Enesidemo;® no afirmaba nada dogmdticamente, a causa de la equivalencia de las razones contrarias; seguia las apariencias (ois pawvougvors).” GEs necesario atribuir a Pirr6n los diez tropos (tpém0)) 0 razones de duda (llamadas también té1.01 0 Aéyod), que tenfan en las argumentaciones eseépticas un lugar tan grande? Bs probable que Pier6n, al mismo tiem: po que oponia las razones contrarias y de igual fuerza, h ‘ya sefialado algunas de las contradicciones de los senti dos. Waddington*ha destacado ingeniosamente de los re- stimenes de Didgenes y de Sexto un rasgo que parece per- tenecerle, y que es como un recuerdo de sus Viajes: De- smofén, maestresala de Alejandro, sentia calor a la sombra ¥y fifo al sol.” Pero la cuestin es saber si estos diez tropos, bajo la forma y en el orden en que nos han llegado, eran ‘ya argumentos familiares a Pirrén. No lo creemos. Los diez tropos son formalmente atribuidos a Enesidemo por Didgenes,# por Aristocles,” por Sexto>” ningin texto permite ponerlos en la cuenta de Pirrén. Concedamos, si se desea, que Enesidemo no ha hecho sino poner en or- den argumentos conocidos antes de él, y se ha limitado a dares una forma mis precisa; pero parece imposible ir sms lejos" éCual fue la ensefianza moral de Pierén? Sobre este punto todavia poseemos pocos documentos. “El sostenta,, dice Didgenes, que nada es honesto ni vergonz0so, jus- to ni injusto, y de igual modo para todo el resto; que na- (72 da existe realmente y en verdad, sino que en todas las co- Sas los hombres se gobiernan segiin la ley y la costumbre;, pues una cosa no es mas bien esto que aquello”. Fuera de esta formula completamente negativa, sabe- mos solamente que Pirrén consideraba la afasia y la atara- ‘ia y, gin una expresiOn que parece haberle sido mas fa- tmilias, fa adiaforiay la apatia,® como el Gltimo término al, ual deben tender todos nuestros esfuerzos. No tener opi ‘nién ni sobre el bien ni sobre el mal: ése es el medio de tevitar todas las causas de inquietud. La mayor parte de las, ‘yeces, los hombres se hacen desgraciados por su culpa; fuften porque estin privados de lo que creen que es un bien, © porque, poseyéndolo, temen perderio, © porque suffen Io que ereen que es un mal. Suprimid toda creen- tia de este género, y todos los males desaparecen. La du- daces el verdadero bien. ‘Pirrén parece aqui haber profesado una doctrina que los escépticos ulteriores, y aun su discfpulo inmediato, ‘Timén, encontraron excesiva, y que ellos suavizaron. El ideal de Pirrén es Ia indiferencia absoluta, 1a completa apatia; sea lo que sucediera, el sabio, por lo menos el que hha conseguido, cosa dificil, despojarse del hombre, no se deja conmover. Esta es una doctrina andloga a la de Aris- tteles va la de los estoicos. Por el contrario, vemos que ‘Timén y Enesidemo se contentan con la ataraxia; y pron- to se introduce una distincién. En Ios males que depen- den de la opinién™ (év tots Boao), es necesario permanecer imperturbable; en los que no pueden evitar- se (bv toils karTvarykaouevors), es necesario, por un es fuerzo de voluntad y por la duda, disminuir el suftimien- to sin que pueda conseguirse que desaparezcan (uetpr- onaéeia), Pricticamente el sabio debe vivir como todo el mun- do, conformandose a las leyes, alas costumbres, a la rei- 173) sgién de su pais” Atenerse al sentido comtin y obra co- ‘mo los dems: he aqui Ia regla que después de Pirrén, han adoptado todos los escépticos. Por tna extrafia ironia del destino su doctrina ha sido muy a menudo combatida y objeto de burla en nombre del sentido comiin; una de sus principales preocupaciones era, por el contrario, no cho- car con el sentido comtin. “Nosotros no salimos de la cos- tumbre", decfa ya Timén. Quiz4 no se habjan equivoca- do del todo: éel sentido comiin hace otra cosa que atener~ sea las apariencias? Tal fue la enseitanza de Pirrén segiin la tradicién es- céptica. Es necesario ahora dirigirnos hacia otro lado. IIL Si s6lo conociéramos a Pirrén por los pasajes ba ante numerosos en que Cicerén habla de él,” no sospe- ccharfamos jamés que fue un escéptico, Ni una vez hace Cicerén alusi6n a la duda pirrénica, Adin mas, es expresa- mente a Arcesilao a quien atsibuye la doctrina segin la cual el sabio no debe tener ninguna opinién; y cuando habla de la érox, es todavia a propésito de Arcesilao, ‘Sin embargo, no le ha faltado ocasién de hablar del escep- ticismo pirrénico. Hay en los Académicas dos pasajes® en los cuales, por exigencias de su causa, enumera con com- placencia a todos los filésofos que han puesto en duda la certeza de nuestros conocimientos; es cosa que sorprende cl encontrar en esta lista los nombres de Parménides, de Anaxagoras, de Séerates mismo y de Platén; es cosa que somprende més todavia no leer abi el nombre de Pirrén. ara Cicerén, Pirrdn no es sino un moralista muy dog~ mitico," muy severo, aun el mis severo de toda la Anti- agliedad. Cree en la virtud,® en el soberano bien, que es la honradezi* no admite ni siquiera esas transacciones a las, ‘que se prestaban los estoicos; las cosas indiferentes, tales como la salud y la riqueza, que, sin ser bienes, se acercan 174] alos bienes segiin Zendn (rponyuéva), son absoluta- mente fin valor a los ojos de Pirén.* Cicerén fe nombra Gaal sempre en compaaia del severo estoico Arist6n,* y Give que llew6 més lejos que Zenén mismo la rigidez es- toiea* Estos textos, alos cuales los historiadores, salvo Wa dington® y Lewes,# no parecen haber dedicado atencién Suficiente, son difliles de conciliar con la tadiciOn que feferiamos have poco, Tienen sobre los informes de Did- genes una gran ventaja: que son de una época mucho més proxima a Pitsén, en la cual era menos fic atribuira es- fe filésofo las ideas de sus sucesores. Puede decirse, es cierto, que Cicerén no conoce a los filésof0s antiguos sino por intermedio de los nuevos aca- démicos; y estos éltimos, éno han podido, sea por igno- rancia, sea por espisitu de sivalidad, dejar de lado toda tuna parte de la obra de Pizedn? Pero entonces, parece, no habrian debido hablar més de sus teorfas morales. No se ve bien por qué estos flésofos, cuya preocupacién de pa- Tecer originales no les impedie buscar patronos modelos fen todos los fildsofos antiguos, habrian descuidado bus- ‘ar apoyo en Ia autoridad de un hombre tan célebre y tan tecomendable como fue Pin. Si no han hablado més de él es muy verosimilmente porque no tenian mas nada aque decir de él ‘Sin embargo, puede ensayatse la conciliacién de las dos tradiciones. Ellas estin de acuerdo en un punto: las dos atabuyen a Pierén la doctrina moral de la indiferen- cis (@Biagopta) y aun de la apatia (Arde), que sed la, segtin Cicerén, un grado mayor, el sabio, segin Pron, no debe sentir ni siquiera un deseo ni una inclinacién, ppor débil que sea; no es solamente indiferent; es insens be. EI desacuerdo radica en dos puntos: segin la tadi- ibn més reciente, Pit6n es sobre todo un escéptico; la (751 suspensién del juicio parece ser lo esencial; la indiferen- ia, lo accesorio. Cicerén sélo habla de la indiferencia, Ademés, en la tradicién eseéptica, Pirrén, lejos de em- plear estas expresiones: la virtud, la honradez, el soberano bien, declara que en la naturaleza no hay ni virtud ni ho- nestidad. Examinemos con atenci6n estos dos puntos, co- menzando por el segundo. La misma contradiccién que seiialamos entre la tradi- cién académica y la tradicién escéptica se encuentra en los textos mas antiguos y ms auténticos que poseemos: los de Timén. Por una parte, en efecto, vemos qute segin Pirrén_y Timén® el bien y él mal son cosas de conven- ccién, fundadas tnicamenie en la costambre; las leyes se hhan instituido al azar; no hay justicia conforme a la na- turaleza, Pero, por otra parte, en el mismo Timén, Pirrén se nos aparece bajo un aspecto completamente nuevo. Dirigién- dose a su maestro, el discfpulo exclama:s! “He aqui ich Pi- rrén!, lo que querria saber. {Cémo, siendo sélo un hom- bre, Hevas una vida tan fécil y tan apacible? {Gémo pue- des guiar a los hombres, semejante al Dios que se pasea por todas partes en la Tierra y descubre a nuestros ojos el disco inflamado de su esfera?” Después, en otro pasaje,™ que parece ser la respuesta de Pirrén a esta cuestién, lee- mos. “Te diré lo que me parece que es la verdad, ya que tengo una palabra de verdad por regla infalible; te diré cuil es la naturaleza de lo divino y del bien; en dénde se origina la vida més uniforme para el hombre” ‘He aqui, pues, al fundador del escepticismo compara do con el sol que ilumina a los hombres por el discipulo ue mejor le conocié. Hay una palabra de verdad, una re- sla segura. Conoce la naturaleza de lo divino y del bien. No estamos muy lejos del summon bonum de que nos ha- blaba Cicerén hace poco. (76) La contradicein es muy violenta para no haber slta~ do alos ojos de los escepticos atiguos. Sexto tiene una {manera muy graciosa de explicr Ia comparacin de Pe fron con el sol. "Si un gramitico, dice, quiere explicar el ‘retso de Timén, diri que tiene por fnaitdad rendie honor T'Pinés. Ouro pensard que enccrm una contradicién, pues el sol ilumina, en tanto que cl excepto lo oscurece fodo. Pero el verdadero flérofo ~agrega cl buen Sexto~ Comprenilerd que si Pirrén se parece al sol, ex porque el tol encanto que Te mivn con mucha ncn. De al modo, el escéptico enturbia alos que leescuchan la ‘isin clara de ls cosas y los imposibilta para compren- er nada" Se nos dspensaré de insstr sobre esta xpli- facidn manifestamente inventada us el caso. En ota explica que Ia palabra eno Ia toma Timén en un fentido positive, sino en un sentido escéptica, en el que disgna solamente lo que aparece, no la verdaderareal- dad. Pero aqul aun se Hene el derecho de sospechat de Ia iterpretcion de Sext, Es muy cierto que Pirén anu fia que dird lo. que le parece ser la verdad (@5 uot arapaiveras lve), Pero si sélo se tata de apsriencias © de fenémenos, gcdmo comprender las expresiones udev &dnbelns y apSev xaudva? ss 7 Sin embargo, ers certidambre prictca ye empleo de ceapresiones tan ingenvamente dogmsticas como las ue Scabamos de ctarno son posbles sino con una conde tino" Ta de que el exepticiomo no haya tenido adn en Prrn y Timén la forma reseltsy sstemiea que agar 6 entre sur sucesores. Que aya contradicion ene as fBrmalas de Timn y la cattle doctsina de la Eroxeh (epokthe)es cosa evidente y de elo dan cesmonio las St Fultades de los excepticosultrionesy de Sento para = plicrla Por ota pact, Peron y Timon no parceen vet la Eontradiccion,y e& imposible que se les haya eseapado a tales espinal exis ¥ si no existia ponguc tose cépticor no habiantomado ain ea acttad de dileeticos inasblesy diestros en tors las sutlezas que los distin: ule despus, Se preacupan poco de la daletea;rechas Zan todas ls teorias dogméteas porau ls parecen inst Ficientesoridiculas. Se contentan con buscar una buena regla de conducta.” Creen haberla encontrado: la nun Cian, y al enunciaa se encuentran en tl fondo en cons teadiceiém consign mismot y se hacen dogmsticos sin aiersrlo, poo les import, También su dogmatism, sex Gu hy ogmatsmoval so depend denngin principio abrtracto, seri sempre diferente del dogmatsmo que han combatido. . = = Ta misma conclusién va aimponérsenos « norotios, mis claramente ain, si consideramos la ota diferend {ue hemos seilado entre la traicinexceptica yl tad én academics. Nos parece indudable que los ecepicos xagcraon el excepicirmo de irony yal extender a sus propia ideas modifiearom as suyan, No esque sehusernos (78) vyer en éla un eseéptico, el fandador incluso del escepti- smo. Suspendid el juicio en toda cuestién; dijo que en toda ocasion se pueden iavocar razones equivalentes en. pproy en contra de cada tesis; un texto preciso nos lo afi fhe, y no tenemos ninguna rizén para dudar de su exac- aud. dPero fue més lejos? &Se dedicé a formular el escep- tismo en términos precisos, como lo hicieron sus suceso- 205? ZEs como ellos un légico y un disputador, 0 es sobre todo un moralista? El esceptismo, tal como lo conoce- ‘mos, és tuna doctrina sabiamente elaborada, siempre lista 2 las respuestas y a promover querella a todo el mundo. Hay una cierta afinidad, a lo menos aparente, con la so- fistica. A Pirrén mismo se Ie ha presentado a menudo co- mo una especie de sofista, por ejemplo en la leyendaY* (que nos lo muestra inseguro de la existencia de las cosas Sensibles, que va a chocar contra los érboles y las rocas, y {que sus amigos se ven obligados a acompafiarle para cu dar de €l, &El padre del pizronismo fue un légico sutil 0, como Sécrates, que dudaba también de muchas cosas, ¥ de las mismas, es mas bien un moralista? En seguida, el problema serla saber cudl era para él el verdadero sentido de las férmulas oUBiv U&AAOV y troxt\. ZTenian una significacién moral o légica? {Que- ila decir yo no prefier esto més bien que aquello, 0 no afirmo més bien esto que aquello? ZYo me abstengo de ele- gro de afirmar? Es dificil 0, més bien, imposible para no- sotros decidir: aqui el punto de vista ldgico y el punto de vista moral se parecen tanto, que se confunden. Conceda- ‘mos, sin embargo, puesto que también es la tradicion mas acreditada, que estas formulas deben entenderse en el sen- tido logico. Pero he aqui que algunos informes, desgraciadamente insuficientes e incompletos, pero de una autenticidad in- contestable, nos son suministrados por los versos de [791 mén, y permiten resolver la cuestién. Timén nos presen- ta a Pirrén como un hombre que evita las discusiones y escapa a las sutilezas de los sofistas.” Lo que elogia en él ces su modestia, la vida tranquila® que ha llevado y que le hhace igual a los dioses; es la serenidad de su alma y el cu dado con que evita los vanos fantasmas de Ia supuesta, ciencia. El mismo carécter se encuentra, por otra parte, en. los sucesores inmediatos de Pirrén. Lo que se ve reapare- cer con mayor frecuencia en los fragmentos mutilados de ‘Timén es el horror a las discusiones vanas e interminables ‘en que se complacian los filésofos; les reprocha sin cesar sus griterias y sus disputas, sobre todo su orgullo y sus pretensiones; mide en cierto modo el valor de los hom- bres por su ausencia de orgullo, y Jenéfanes, a quien clo- gia, sin embargo, s6lo esti exento a medias de ello™ (Gméetugos). Asf, pues, aun Fildn de Atenas, discipulo de Pirrén, vive lejos de las disputas de las eseuelas, y no se preocupa de adquirir reputacién en ellas. Euriloqtio, otro discipulo de Pirrdn, era también un enemigo encar- nizado de los sofistas.* Si Timén se muestra muy duro ccon Arcesilao, cuyas ideas, segiin el testimonio de Sexto,, se aproximan mucho a las suyas, es sin duda porque usa y abusa de la dialéctica. Desde entonces, la doctrina de Pirrén se nos aparece bajo una luz nueva. No es por exceso por refinamiento de dialéctico, aventajando en cierto modo a sus contempo- rrineos, como ha llegado al esceptismo; su doctrina es més bien una reaccién contra la dialéctiea. Sin duda, renuncia a la ciencia, y es escéptico: pero el excepticismo no es lo, ‘esencial a sus ojos, y no se detiene casi alli se habria sor- prendido tanto como disgustado de haber visto su nom- bre unido a aquél. Cansado de las discusiones eternas en, {que se complacen sus contemporineos, Pirrén toma el partido de responder a todas las preguntas: no sé nada. Es [80] tuna negativa que opone a la vana ciencia de su tiempo; es tun medio que imagina para no dejarse envolver en las re- des de la eristica, Su escepticismo procede de su indife- fencia, més bien que su indiferencia de su escepticismo. Su espiritu se aleja de la ldgica para volverse todo entero hhacia las coras morales; no piensa sino en vivir feliz ¥ tranquilo. “Hacer de la duda, dice muy bien Waddington, tun instrumento de sabiduria y moderacién, de firmeza y de dicha: tal es la concepeién original de Pirrén, la idea madre de su sistema.” ‘Se comprende en tal caso que en la época de Cicerén la tiniea cosa que hubiera llamado Ia atencién fuese su ‘manera de comprender la vida. Su vida, mas bien que sus teorlas, sus actos mas bien que sus palabras son la ense- fianza que dejé a sus discipulos: por eso uno de ellos di- ri que hay que imitar su manera de ser, aunque conser- vando uno sus propias opiniones. Mis tarde, se dirs aun‘ que es por las costumbres por lo que hay que parecérsele para ser verdaderamente pirr6nico. ‘Como Pirrn habia dejado grandes ejemplos; como era venerado casi igual que un Sécrates® por todos los que le habfan conocido, los escépticos encontraron con- veniente mas tarde, una vez completamente elaborada su doctrina, invocar su nombre y ponerse en cierto modo bajo su protecci6n. Era una buena respuesta a la objecién aque se les hacfa siempre de suprimir la virtud y de tomar imposible la vida. Estaban en su derecho, porque Pirrén no afirmaba nada, ni siquiera que no sabia nadas pero po- co a poco llegaron, sin darse quiz4 cuenta de ello, a atti- buirle teorias un poco diferentes de lo que él habia pen- sado. Se interpreté en sentido Iégico Io que al principio tenia quiz sélo una significacién moral. En una palabra, Pirrén fue una especie de santo, bajo cuya invocacién se ccolocé el escepticismo, Pero el padre del pirronismo pare- [at] ce haber sido muy poco pirrénico, Es mucho después cuando la formula del escepticismo se converte en: qué sé? La Ultima palabra del pirronismo primitivo era: todo me es igual. IV. Resulta de las consideraciones precedentes que, si alguien desea formarse una idea exacta de lo que fre Pi- én, es su biografia lo que hay necesidad de estudiar; es el retrato que los antiguos nos han dejado de él a Io que debe dedicarse toda la atencién. En los informes qute nos hha trasmitido Didgenes, hay quizé mas de un rasgo del, ‘cual se debe desconfiar, mis de un detalle demasiado li- geramente acogido. Pero todos esos hechos, aun cuando no son absolutamente auténticos, nos muestran a lo me- nos qué idea se hacian los antiguos de Pirrén, y entre ellos, considerada la antigiledad de la fuente en que be- bio Didgenes, aquellos que habjan podido recoger las tr diciones més inmediatas y aun quiz4 conocer al fl6sofo. Sies posible atenerse a estos documentos, Pirrén es un personaje muy notable. En esta larga galerla de hombres, sorprendentes, raros 0 sublimes, que nos hace recorrer la, historia de la filosofia, él es con seguridad uno de los més originales. Vivid piadosamente (eticesa35) con su hermana Filis- ‘a, que eta partera. Cuando llegalsa el cazo, él mismo ven dia en ef mercado las aves y los lechones; indiferente a to- do, no desdefiaba limpiar los utensilios del menaje y lavar la cerda. Su uniformidad de alma era inalterable, y practi- caba con serenidad la indiferencia que ensedaba. Si oca- ria que se le abandonara mientras hablaba, no dejaba de ccontinuar su discurso, sin que su rostio expresara el me- nor descontento. A menudo se marchaba de viaje sin pre- venir a nadie; seguia al azar y tomaba por compaferos a los que lo descaban. Gustaba de vivir solo; buscaba los I~ (a2) ares desieros y raramente se le via entre los suyos. St {nica preocapacion era cjercitarse en la prictca de Ia vir tud. Un dia se le somprencis hablando solo, y como sc le peeguntara la razén de ello, respondid: "Medito sobre los Inedios de llegar a ser hombre de bien”. Otra vex" se en ontraba en tn barco combatido por la tempestad; todos Jos passjeros experimentaban el més vivo expanto. Sélo Puron no perdié un instante su sangce fa y, mostrando tun cerdo al cual se le acababa de dar cebada'y que comia muy tranguilament, dijo: “He aqui la ealma que deben darla razon y ls filosofia a los que no quieren dejarsein- duietar por los acontecimientos™. Dos veces solamente st indifereneia fall: In primers fue cuando, persepuido por tn pert. se refugié en un arbol” y como se burlaran de El, respondi que era difil despojarse completamente de in humanidad y que se debia hacer esfuerzos para pon se de acterdo con las cosss por la razén, st no se lo podia hacer por sus acciones. En otra ocatién, se habia enojado con st hermana Pilist, y, como se le reprochara esta in: Consecuencia, respondiér "No ex de wna mujer de quien epende la prueba de mi indiferencia’, En desquite, 20: ports operaciones quirirgicas con una impasiildad fina indifereneia que no se desmintiron un instante. Y tun llevaba tan lejos la indiferencia, que un dia, habié dose caido en un pantano su amigo Anaxarco,siguié sa camino sin ir en st ayuda, como se le eprochara est actitud, Anaxarco mismo clogié ns impasiblided. No se puede aprobar el ideal de pereccion que los dos fldsofos fe habian propuesto; pero hay que convenit, por lo me- fos, en que Pion tomnaba muy en serio sus preceptos de conducts La leyenda que core a su cuenta no es autént- Ga, y Didgenes nos dice que habla provocado las denega- Giones de Enesidemo, Silo fuera y si tuviese un fondo de verdad, habria que explicarla de manera muy distines de [83] como se hace ordinatismente. No es por estepticismo, s- ‘ho por indiferencia, por lo que Pion habris ido, sin du 4a, no conta la ras y los murs, sino a cometer impr dencias que inguietaban asus amigos. No permanetia en Iavida, Es de el de quien dijo Ciceron que no habla nine sna diferencia entre la perfect salud y la mis dolorose Enfermedad. Es el ain quien, segin el tesimonio de Epic- tetoz"decia que no hay difenciaente vit mori, Su fllosofa, como seve, esa de a resignacion 0, més bien, del renunciamiento absolut. Ey asl como, se nos dice ain. tenia siempre en la oea estos versoy de Foy mero: “Los hombres son semejantes las hojas de los = Boles" y estos: "Perot mueres, a tu vez, Por qué te mentas as? Patroclo ha mien, y valla mucho més aque eo Este hombre extaoidinario inspira todos los que lo vieron de eerea una adiizicin sin limites. Sus conciuds. anos, lo hemos visto, le confiieron la fanciones de gran sacerdote y le ergieron una estatua despugs de Su muerte. Les habla dado de la filosofla une idea tan ele di, que en su honor eximieron als fildsofes de todo in puesto. Su disefpulo Nausifino el mismo quiza que fe lmaesto de Epicuro, habla sido seducido por sus discus sos, y se cuenta que Epicuro le interogaba a menudo so- bre Piston, cuya vida y caricter admiraba, 2Como. creer ave hub edo wn ol ascent sobre Nous, éspirta independiente, y sobre Epicuro, tan poco preocs. pado dela Iopica, si su principal preocupacion hubies st do la de poner argumentos en forma? Flsbaba de moral is bien que de clencia, yu virtud dabs asus dscursos tina autoridad que no haa tenido Jamis los razonamien- tor excépticos Pero lo que testimonia ms que todo lo dems en far vor de Pitéa es la admiacion que inspio 4 Timon. Ti (aay ann no era de admiracin fii, Es el inventor de los Si [ey sebutlé con una maliciaexuel de un gran nimero de fildsofes, enti otros Platén:sélo Pinén le cayé en gacia Ggandotimon habla de su maestro, es con entosiasmo:™ SNoble viejo, Pirén,exclama, Zebmo y por qué camino fas sabido exeaparalaexclavitud dela doctinasy de las fies ensehanzas de los sofistas? &Cémo has 10t0 los lz fos de erory de la creencia servl? Td no te consumes en erutar la neturleza del aire que envuelve a Grecia, nila Srurlezay cl fin de todas ls const. Y en otra parte™ Np le he vsto simple y sin ongllo, libre de eras inquie- tues confesadas overeat en la cuales se deja sume la ‘ana multited de los hombres en todos los lugares por medio dela opinign y de las leyes institidas al azar mon, deseo ardientemente aprender de i cémo, estando in sobre later, levas uit vida tan feliz y tranquil, Samo, Unico entre los morals, gozas de Ta felicidad de foe doses” Estos versos hacen pensar naturalmente en aquellos en los cuales Lucreio expresa tan eloctentemente su ad- tmiacion por Epicuro: ere mismo senimiento, la misma tfision de discpulo entusiasta, Pero todavia hay que se falar que Lucetio noes un butdén de profesin; hay dis tancia‘del grave y severo romano al grego espistual y mmordaz, al espn agudo sul, pronte a aprehender los tspectoyrdlealos ya desenmascarar todas ls afectacion meh Adem Lucacio no abla conocido personalmente 2 Epicuro; Timén vivig vasios altos en la inimidad de P fron, iQué slid virtud aba ue tener para resistra una pracba semejante,y qué textimonio mis preciso podria Invocarseen honor de Pitron que el expeto que supo ins irra aniguo sltimbang! Pim os es muy diffe, con nuestros habitos de espfrita rmodemnos, epresentarnos ese perznaje en el que todo 135) parece contradictorioe ineoherente. Nos lo han dado co- mo escéptico, y lo es, en efecto; sin embargo, este excep tico es mas que estoico. No se limita a decir: “Todo me es igual”; pone su teoria en practica. Se ha visto a muchos hombres, en Ia historia dela filosofia y de las religiones, practicar el desapego a los bienes del mundo y la renun: «ia absoluta; pero los unos estaban sostenidos por la eepe- ranza de una recompensa futtra; esperaban el premio de su virtud, y las alegras que entreoian reconfortaban su finimo y los aseguraban contra si mismos. Los otros, fal fa de una tal esperanza, tenian por lo menos un doume, tn ideal, al cual hacian el sacrificio de sus deseos y de st persona; el sentimiento de su perfeccién era a lo menos luna compensacién a tantos sacrficios. Todos tenfan pot punto de apoyo una fe slida. Sélo Pireén no aguarda nae da, no espera nada, no cree en nada; sin embargo, vive co- smo los que creen y esperan. El no est sostenido por na- da y se mantiene en pie. No est ni desalentado ai resig- nado, pues no sélo no se queja, sino que cree no tener nhingin motivo de queja. No es ni un pesimista ai un golsta; se considera feliz y quiere compartir con el proj ino el secreto de la dicha que cree haber encontrado. No hay otro término para designar este estado de alma, Gi co quizé en la historia, que aquel del cual se ha servido 1 mismo: es un indiferente. No quiero decir cieramente que tenga razén ni que sea un modelo para imitat; ‘pero ccémo poner en duda que haya all alo menos un asom- broso ejemplo de lo que puede la voluntad humana? Sean cuales fueren las reservas que puedan hacerse, hay ppocos hombres que den una idea mas alta de la humani- dad. En un sentido, Pirsén excede a Marco Aurelio y a Spinoza, No habia que dar mis que un paso para decir, como algunos de sus discipulos lo dijeron,”” que la dulz. 1a de caricter es la tltima palabra del escepticismo, 186) No hay que engafiarse en esto: es necesario reconocer ahi la influencia del Oriente. El espiritu griego no estaba hhecho para tales audacias: ya no se renovaron después de Pirdn. Los efnicos hablan podido hacer abnegacin de todos los intereses humanos, despreciar el placer, exaltar al dolor, aislarse del mundo: pero esto lo hacfan con un, fono de arrogancia y de desaffo, y en esta virtud de osten- ticion y de alarde, el orgullo y la vanidad y el egoismo en- contraron su sitio. Mas serios y mas sinceros quizé, los es- toicos, oa lo menos los mas ilustres de ellos, renuncian a esta vana afectacion y se preocupan menos de asombrar a los dems que de ponerse de acuerdo discretamente y ho- nestamente, en su fuero interno, con la razén. Pero, sin contar con que admiten ain alguna dulcificacién, hay en tllos no sé qué de afectado y de violento: se mantienen y firmes con ua valor maravilloso pero se siente el esfuerzo. En Pirrén, la renuncia parece hacerse facil, casi natural no hace ningiin esfuerzo para singularizarse, y si ha debi- do luchar contra s{ mismo (porque se nos asegura que, era al principio de un natural vivo y colérico), su victoria pa- rece definitiva. Vive como todo el mundo, sin desdefiar Jos mds humildes trabajos; ha renunciado a todas las pre- tensiones, aun a la de la ciencia, sobre todo a ésta. No se hhace pasar por un sabio superior a los demés hombres zo eree serlo; no tiene siquiera el orgullo de la virtud. Hie ‘ce algo mas que respetar las creencias populares: se con- forma a ellas, hace sactificios a los dioses y acepta las fur ciones de gran sacerdote; no parece haberlas desempeti do peor que los demés. Es el ejemplo de los gimnosofistas y de los magos de Ia India lo que le ha llevado 2 ese punto; es en a India donde se ha convencido de que la vida humana es poca cosa y de que es posible probarlo. Las lecciones de Brisén y de Anaxarco habian preparado el terreno: el uno, ense- (37) ‘indole Ia dialéctica, le habia mostrado Ia vanidad; el ‘otro le habia ensefiado que todas las opiniones son relati- vas, y que el espiritu humano no esti hecho para la ver- dad absoluta. Los gimnosofistas hicieron el resto, y le en- sefiaron, mejor que por argumentos y disputas, la vanidad de las cosas humanas, No es esto una conjetura. Didgenes” nos dice que si buscaba la soledad y si trabajaba por llegar a ser hombre de bien, es porque no habfa olvidado jamés las palabras del indo que habia reprochado a Anaxarco ser incapaz de censefiar alos demés la virtud y de frecuentar demasiado asiduamente el palacio de los reyes. ‘Sin embargo, hay que guardarse de disminuir la origi- nalidad de Pinrén y de reducirle al rango de un simple imi- tador de la sabiduria oriental: él es més y mejor que un simnosofsta indo; Conocemos mal los pensamientos de estos sabios del Oriente y no sabemos por qué razones jus- tificaban su renuncia. Pero si, como es permitide pres iitlo, es sobre todo en preceptos de Buda en lo que se ins- piraban, se ve la distancia que los separa del griego sabio Yy sutil, experto en todos los juegos de la dialéctica, infor- ‘mado de todas las ciencias conocidas de su tiempo. No es \inicamente bajo la influencia de la tradicién, de la educa cidn y del ejemplo, como Ilegé el contemporineo de Aris- tteles al mismo estado de alma. Es slo después de haber dado en cierto modo la vuelta a las doctrinas filos6ficas, como habia dado la vuelta al mundo, cuando se ha dete nnido en la indiferencia y en la apatia, no porque ignoraba las ciencias humanas, sino porque las conocia demasiado. Une la sabidurfa griega ala indiferencia oriental, y la resig- nacién reviste en él un caricter de grandeza y de gravedad que no podia tener en los que fueron sus modelos. En resumen, la enseianza de Pirrén fue muy distinta de lo que dicen la mayor parte de los historiadores. Don- [38] de ellos no han visto sino un eseéptico y un sofista, es ne- esario ver Un severo moralista, cuyas ideas pueden po- hperse en duda, seguramente, pero que no pueden dejarse ‘de admirar. El escepticismo no es para él un fin: es un me- ‘io; lo atraviesa sin detenerse en él. De dos palabras que resumen todo el escepticismo, epokhé y adiaforia, es lat fima la que tiene mas importancia a sus ojos. Sus suceso- res invirtieron el orden ¢ hicieron de la duda lo esencial, de Ia indiferencia o, mAs bien, de la ataraxia, lo accesorio. Conservando la letra de su doctrina, alteraron su espiritu. Pirron hubiera sonzeido quizs y mostrado alguna com- pasion, si hubiera visto a Sexto Empirico desplegar tanto fsfuerzo para reunir en dos indigestas ¢ interminables Obras todos los argumentos escépticos. Llegaba a sus fines mucho mas simplemente, Fue ante todo un desengafiado: fue un asceta griego. Notas Dip, 1,61 Sides, Toppan 2 witha 3 agai los documentos de que dieponeros pre Hea fecha de Pi nin: Iu anicolo de Suid (ppev) en a ual se dice que vivo ba- Jo lipo de Macedonia ena 241" sinpinds 096332), lo coal no nas enn ade com preciign (Guise Bay que ler en Suda wate why pl ‘kina en ga dep (Berd). CE. ass, Desc pis. saceion. SWorsburg, 1475, p. 5, 5s 2, an tae de Didgenes, M62, ene cal se ee que vid noventa sos; 3% lor testimonios de Digpenes, que noe Inoesien en lun companero de Aland. Como habla suid, anes Ulspure pe Asn ac lecones de dos mactorycaltvad I pinta, Desmitda concer que tenia ma de tents aos en el momento de la ‘xpedcson de Alejandro (38), De ah a fechas de 365273 sobre as com {elle mayora de los horndores,B4- Zell Has, MacColl (The Grek pic, London and Cambridge, Mcmillan, 1869) Waddington (Ebene I pomomime stances de Facade sciences more palit page 85, 406, (8) ein de seuerdo. [891 4 itn cee Brin cay ecione sis Fn? Es un punto gue imports strane te nce sober hayun vin ened pasos tmoy le ezoels de Mépars. Digene elas ho de Epo sees ‘Mfcamente un eto ps Bstipon nsené niche mis tay avo por Alecia a Timi eae Zeer i order Gon tomo hp. 23.30 ‘Aut 173, Spor, con Ropes hi, oa, 463) cnc ee de isgencsy ler pic. Evin en apa de Bpo. rou SA. Feros muy poco probable que Pian haya eccuchade Esti. Dos hips ‘on pose: o Pin mo es dpa de Bassa oBnon no eh de [Etlpn Zaller (mmo 1p 8,3 ecto, 108) seinen por Is pre 13; nosouos nos inlnamas huts a segunda, Ptah cea pot ‘mee s un Bid: Diogenes atcges y Suda epic en dos cee ‘er. Pero reulta del texto de Suidns Zeger) que Bison de ques ‘ata no ea el ho de Bap vino un dpa deSocnterorsegin or, a: Bache de Meza, “eorpdimsn poosgous spy éoare..Bpdaeva Hpcrecrm 85 hv dowry Sake, loyaye pert EindeBou Toy 6 Bvocove ob oeparovs AX” Lowhaltov tepouriv yedovor “otro al Thippen fpdioaro. En ots pe opp), Sais cone ‘het Brn come cep de Comoe, co fowls oe occas ‘isc. Bs quis el mismo Brod qe nombia Seto (My Vs 3) del cal ‘ice Aisndtees que haa eocontalo a cand dl cule ya tna sofa Re I, 2,13; Deano bso, VI 5 1; Desplsle XI, 25),e4 Zar, 36 Diogo; Aiocles, sp. Ease Pp, eng. XIV, 27 Adem de nny Antacscstasvces«Mencans caro acy tos de Pn (Wanton, et) Pro cade un ext de Dine 151) que Menedomo ves sn cla epocn de ale de Lima 278 2 deJ:),7 mune alors conto aborts pos sores oe ‘pd eee shor ponimatamente (CE Side "Aptes) EeCoso gue en Seitn: Gessparig) se lee. atta Hktov sal aivoe ilies eyovhoavra oxahiy viv Heats Br eioe exnBacay. orepoy Bt ‘Sinn ‘Epétpiaw bbdGuvros te rovrou B Ton SibaonaNay 8 Tippy ‘Yeyows. O pods onigoy reir e todvov Sibaonahen a Fedde poo {sl atin pce ete pr conten Fedén as Menedeme Sign mctoor de Fn, ® Dib 6 Hal merc, it Ciro pi. Sif, ome Ip 3 4 sie, Leni, ite, 1869) nse con stn een turn de Des {ito oe Rinén. Bs eto que Timon (Dy 4) abl de Demo ‘comics eno tne ros nfo a ps Se rin embarpoyse ver or leat de ene que aetna ‘oto ifuecia de Domser, por grande gus sn no ha de asd ‘iva: No ay Iga para inn epic por Dette da expesion [90] sheila at jXhov; Seto mucss (1,213) gue lo comprenis de muy dis ae is, Bib IX, 61 Sexo, M1282 Pt, De Alf, 1,1. Pots ae Ace 69 Bis IX; 45; Pus, VI, 24, Proper, Eoang XIN, 30,2 nae 18 Digp, 1G 61. TS we axed ea tnoxts eos doayayc. 1 BigesDe 68, 108. CE Sen, P1190 Sst, tidy 200. 5 Bide, Ba Seo, 1, 19% M Dig, DE 75 Set Pe 188 1 Diggs 74 Arte, oe it Seto, P1206; M, VI, 480 © Seto 197 Tees gma seys res enowSa vv. og unBty sav dno rip Giimow wise menresesrey boat Boys f Traps, Toor Bt quot Atyooe 78 Feud gerecsvos mpl TOP Troveufvsv ou dayyehriny werk Nenoioeay emogareliwos BAY 8 nox Einyotnvos. 2 “Didg, D,0-Sext 1,7 Bigg. OC 77 Zavav fheyow ob. inep wootow. Bn yip vostrat how, 800 iv ate awdouar pettoyouoNe Mid 108: Kal yp (puyouswos mbt, ox ce at omurov 8 ~ M106 Did, 102 Seno, P1208 ise, 1G ios. hid 106 = ‘Bp. Babs Pr. XIV, 11 See, VIL 345. M1 Exncnctin en el eatslogo de Patan por Lamprins Fabs Biboth (60. ¥; pn 63) de un libro: Tept wv Tloppesuoy Bea Spemesy 20 po {is serum argument serio. Au sponiendo que el catogo Fra ate ‘pen i epocs de stare, no ae hace cana estinin ene Par los monic. Ce Sexo, Me XI 140. 2 Ges atneizoL pat la que constuy6 seg Pn, Bin spre sma dela videt Hirel pup. 13) se promuncls por a primes pote ero sabeamor pot Digenc (108) ue varorecepdcosconsidrsban I spa {con in lan plas dela abit, Ove tal aya so a opin de ine lo gu mest conf na eviencia fos tes de Cee Qe oon) Seven icmp nay mete No eee ee ted gee oo neces eco oe i Suseiecaoree cere cms Tints he ‘ec 5) Fas pe gure aan ee Sette ape pene ae eee sma 2 fee in CAs Bh, 2 Bao 2. ta appa de ts done no cua isis ancy epee as Sa et SOREN meth ti ac guavas ee Sone Thee 2 ia 7: "Nemompaionm non modest bed ver can popehemien ah Sa te ge a ee Sue San Sy Sees Se -sensio retineretur”, CF. Buseb, loc. cit XIV, 1¥, 72. =— eh sara 4 tibiae ag Name Die 1) conden an bién come un dogmitico, = 7 2 MF oy lve omtivt iionine cod. pc ta Ei tS yon ion nen, nn any i, rn en el tia Nae Gch cana ot in isa anit infants ea Rede Septal end eure eset: Pm Se Tate Se ea Oe Yom 23 Be il cea iden are i fe sono cat donne eso escape et SSOURS Aisa” Sl een bob ee Sew segs mate sence eee {Fy Phioaph 232 | ee tite yan wton ge. enn.) a8 apne pcre tae ge en cere Sefiale 5 wn oe es ae nS alt iS Ee ee [92] opts 5 ide, DE 6 ‘rtrd pts Tippee, paras frop éxedoat Jos nor dvip OF bye power nh otous 8 evlpesroia Biov sparow Cmyeuusion Bprep ndoay dhe yaiav evaorpipeat Shots evcépvay opa'pas vupmavrops ndov ‘Ease tir eos extn citados por Sexto (M, 1305): ctamos exer seins na pace dso pss de ua ges renin ene ter ‘Sipe, qu ete pea va In consnuaci del qu ca Dispees Seem, i X20 : Iya tye Spes e wor werepatvera vat too uhnteins ep Exeav Kava {pad Oiou re ans at Tayatod Exe £2 dw tooravos yiverat v8pl Bos. ‘Com Notary, Fox, Gah Baonnprblnt in Abr. Bel, ats (p 292), lems Eyre lar de eh Ls nterpretacionpropuests po igs! (28) pal veo er 700 Clow. prece una vans sen Se 30s, es 3,20. 5 CE Didp, 64, donde, segén Antigono de Casto, uno de os ms an sinus hintoindoer Pron deca que dena Ilegars ser un hombre de bien ‘2° ise p48 y sg) y Natorp @92)llepan sens conchsiin anon I punta que ow seprs ci lo suponen yen Timdn ana foods sabia fn dition preci onze el panto de vst fenomeniny el dopmaismo, {Ml como apuceedense ss steno, Crenmos que expen. Sega 00. {io Pusén'y Td no ania eo mor com oe enepicumo,porgue [eset nas ncuents sn sino on ead de bosque, porgoe 25 {oe din une importance mediocre. Son excipcoeeindferene, pero me- ‘no gctpics oe indiferenter. FE, Tm eprocha latino aber hecho de Sderter un sabia, en Iga dvr em stun hombre que musts ema hay gue viz. Die. IK 2 Malla, verso 127 y sgt, p95: “ts yépow & TToppeav. wae nen eb pes Aagprne tov re evopeotens ve coma “hd, vero 17. an ee Huns id Sgpovriovess wat Geonireae need vadve DEaANS ABuASyoU ooetns Wiachumuy Be Tino Pit, Lip, 1859, 1) ‘Mallick, verso 29. Pied, sl conto (reso 12), arma (93) SEER senator sires arate | REBEE a Shee ‘Op: cit, p. 224. Renouvier habia ya dicho muy bien (Manuel de pbilos. © Buseb,, Pracp. ev, loc. cit. ‘anciense, tL p. 310, Paris, Paulin, 1844): “Pirrén era un Sécrates tranquilo | Diég., 108: Twis eal Thy dndGeiay, &Ao SE viv KpaérnTa Pesos eer eee | ogee eee ats enter i Beeb citar Se ee ree ere | Feet en | pam etree sour ate aiewine Satara Ce eG cs ee pertabeat epee tie enciee remem Beers ec era ocr Minos gh at feces eee eet Tap ae ree nee eaten eae Serco meer see ete eatin nas cece eee mba e ereeaneee aceite mete peace tae eae le coed ioe easeanienr erty atiaedetn cerita ips d reuters eget ete yee bh chy apa Bee Pelee aan a Te recat Seopa pateases ence Bitae Ogee eae eae. Rpceeerediebery rete _aihiseenceenienes, pteekgichcar nc abit Suen anh tee Pee rk 2 Bae tee Ee om 7 Bee A ura Se ee | "Stab Sm 21,2: Thippeaw Bheye unSevBiagépew Ge feos tay [951 sci Cariruto IV Timén de Fliunte Pirrén tuvo varios disefpulos. Timén es el mas eélebre de todos. Los otzos eran Euriloquio, Filén de Atenas, He- cateo de Abdera, Nausifano de Teos. Didgenes' cita, ade- iis, entre sus familiares (ovvri8eis) a Numenio. Pero, su- poniendo que Numenio hubiese sido un pirrénico, como se le nombra junto con Enesidemo, es imposible saber si ‘ese filésofo era un contemporineo de Pirtén o si habria vivido mucho tiempo después de él? ‘Ses permitido arriesgar una conjetura con respecto 2 estos oscuros filsofos, nos parece que eran menos sus dis- ipulos, en el sentido preciso de le palabra, que los admi- sdores de Pirrén, sus familiares 0 sus imitadores. En efec- to, si Pirréa, como hemos tratado de establecerlo, no po- seia sino muy poca doctrina, écémo habria hecho escuela? Se comprende, por el contrario, que algunos de sus con- tempordneos, vivamente impresionados de su manera de comprender la vida, la hayan tomado por modelo y hayan intentado continua, no su ensefianza, sino sus ejemplos. Esta interpretacién esti confirmada expresamente por lo menos por dos de los filésofos que nos son pre [971 sentados como sus discipulos Filén de Atenas, como lo Sten Stbcamene doy ven de Tm, no oe fe ninguna escuela (GmSaxohon): viva en la mas cone plete independenci, lor de todas las dpa flose aba por si propia cuenta, “Hluyendo de los hombres, ce ee Timén,extrano a toda escula, no conversando fo consigo mismo, Filén no se preocupa ni del losis los discipulos”3 7 a De igual modo, Nausifino manifesta con respecto a su maestro, al mismo ti , al mismo tempo que una gran admurseion sm gan indgpendencn ect queue a ane’ sa de vivir de Pirén (ylveober hg. BiaSloc Tluppeotou), pero atenlendote sa mismo en cunne 2 das Meas (re ASyeoy tev Eawtod), Esta intinion de Nausifano entre a bea y los Kayo eo muy signet {7,7 Sef bien el caricter dl antiguo pironamo, Por lo dems, Nawifano no pudo escuchar mucho tempo las leeciones de Pin; en efecto, mismo fac el macsvo de ricuro; ahora bien Bpcur sbié su excels hacia 310 lJ. C.,y no parece! que Pirton hays podido estar de regreio en lis antes de 322. Agreguemos que Nawsiine Pertenccia mis bien als esaucla de Demscrto que a lade Fin: Gist lino denon uriloquio nos es conocido slo por una angedota. Sues, cuenta Didgenes, que sets de tl modo con: tru mu cocinero, que toms un asador carga de carne Y ersiguid asi hasta la plaza publica. hecho de qe ex te solo rango haya legado a nosouros eno es un indigo de que para todos esos fildsofos la gran ocupacion consita ‘menos en razonar que en vivir mpasibles¢indifern #i mantendsfan su apuesta, septa culdadosamente las ls sefales de inconsecuencia que podlan escapars. Jes? Euriloquio tenia tambien poco gusto por Ia digeutay [98] | i asi, Didgenest cuenta que, para sustraerse a las cuestiones fue se le proponian, arrojé su capa y atraves6 el Alfeo a Aitjo. Era, dice Didgenes, el enemigo declarado de los s0- Sistas. ‘Sobre Hecateo de Abdera poseemos algunos informes mds precisos. Vivié junto a Ptolemeo hijo de Lago y le [compafié en su expedicién a Siria” Josefo® le lama grsoopos Gua Kal wepl Tas TPaEEIS kavucsTaTOs: Ye donde puede concluirse que a sus ojos la accién tenia fnucho mis valor que la teoria, Hecateo habia compues- to un libra sobre la filosofia de los egipcios, después, obras extraiias a la Gilosofia? entre otras un libro sobre los judios y Abraham. Bs un rasgo que tiene en comin con, Timén, Estos fl6sofos, después de haber exigido a la filo- sofia todo lo que podia darles, es decir, una regla de con- ducta, se entregaban a otros trabajos. I. El verdadero sucesor de Pirrén, el confidente de ‘sus pensamientos y el heredero de su doctrina fue Ti mon” ‘Naci6® en Fliunte hacia 325 a. de J. C. y murié en “Atenas hacia 235. Bjercié primero el oficio de bailarin; re~ fnuncié a éste y se marché a Mégata, donde escuchd a Es tilpén. Vuelto después a su patria, se cas6; fue después a encontrar a Pirrdn a Elis; en esa época Timén era ya céle- bre. La pobreza le obligé a partir; se disigié a Calcedonia, donde se enriquecié con la ensefianza y aument6 su repu- tacién. Por fin, se establecié en Atenas y, salvo un corto viaje a Tebas, permanecié en ésta hasta su muerte.” "A pesar de su viva admiracién por Pirrén, Timén no Ie habia tomado por un modelo en todas las cosas. Se ha visto que no te resignd como éste a la pobreza; tampoco tuvo nada de esa gravedad y de esa dignidad que conquis- taron a Pirrén la veneracién y la confianza de sus conciu~ [991 dadanos. Fue en certs horas muy poco filsofo; dversos textimonios nos dicen que le gustabe beber si hay que creer Ateneo," no aba perio ena mala costambre nt sun al final de a vida, en ia epoca en que couocio a La ides, el sucesor de Arcsilan Sin embargo can de Sgunos ragos de cardcter por los que se acerca su macs tro. Amaba como lla soledad y los jardines, y daba prac. ba, por lo menos com relacién 2 sus props obras, de una gran indifrencia. Es sobre todo pors esprit vivo y mordaz, prs ps cardia que Timén ha continado en et celebrida. jee &6 su inspracin burlona sobre todos los temas y a costa de todo el mundo; no perdonaba sa propia personas co- smo era tuerto?"ellamaba a si mismo ol Ciiope,y bro- mea de buen gado sore u deere Tero ls fsofs Sobre todo estuvieron expucrios a sus sareasmos, parece habere encarmizado pariclarinente con Aree, tat suave sin embargo y tan amablecuyas opiniones pest taban com la suyas inde de una semejansa, Un dla que Ar cesilzo™ atravesaba la plaza de los Cereopsy le gto “2Qué vienes a hacer et medio de nosotren, que semos hombres lies” Otra vez, como Aces le preguntare ppor qué habla vuelto de‘Tebae, respondi6: “Para verte de Fence yreieme de #77 Es cero que mis tard, se recon: llig con ly hasta hizo su elogio ent obra itviada: Bane quete fitnebre de Arcesilao. “Timén habia compueso un gran mimero de obras poems épicos, ragedia, stcastcintay dos obras com 2s, despues ibros en prora que no tenan menos de vet te mil ineas’™ Entre ator se encontraban. el TTC ettjoecay, el Thdde00,% probablemente tn dilogo ene icy Pinon, a quien habla encontad ene momento ie partir para Delfos, y quizd un libro TIpds tots cpucreoist y “Aprscincus nepbeinvo. Agrees, [100 ) por fin, los Yanbos las Imdgenes (IvBaduot) y los Silos: Peas dos tltimas obras son las Gnicas de las que nos han {legedo algunos fragmentos, cinco 0 seis versos de las md- goes y alrededor de ciento cincuenta de los Silos “ios Silos son con mucho la obra mis importante de ‘Timén; es de ali de donde le ha venido el nombre de s- igo esas poestas tienen que haber sido muy lefdas en in’Antigiedad, pues las citan fecuentemente Diégenes, Sexto, Ateneo, a quienes debemos los fragmentos conser. vados, Era un poems satirico de versos heximeteos, cada tino de los cusles parece haber sido una parodia de un wreso de Homero.* Todo lo que sabemos de cierto sobre | composicidn de ese poema es que comprendia tes li- bros: vel primero era una. exposicién continua (avroBitynrov éxer Thy Epunvetav)2” el segundo y el terczro tenlan forma de didlogo: Jendfanes de Colotén, respondiendo a las preguntas de Timén, pasabs revista, enel segundo libro, alos antiguos flésofos, en el tercero, ios flésofos modemnos. Los tes tataban el mismo te- ga, y estaban consagrados a injusiar y a cubrir de ridieu Toa todos los fildsofos ‘Wachsmuth, de manera muy ingeniosa, ha ensayado reconstruir el conjunto dela obra. El primer libro serfa un lescenso a los infiesnos, una veka imitada de la de Ho- mero: Demécrito, Pitigoras, Parménides, Zenén de Elea, Meliso, Platon, Zendn de Cito, Arst6tcles habyfan ido destacindose uno a uno en la multtud de sombras,y a ada uno se le habria caracterizado con alguna reflexion, generalmente chocante, Pitigoras no es sino un chaelat mprudente ¢ ignaro; Herdclit, un declamador gritén ue injuris a todo el mundo; Platén, un hablador que no se engafia con las mentiras que inventa; Jenofonte, un po- bre escritor, Aristteles, un vanidoso insoportables edn y Buclides, espiritus files, que introdujeron en Megara (101) la rabia de la disputa; los académicos, habladores sin in- genio.” ‘Todos estos fildsofos se entregaban a una gran discu- sién, une logomaguia ensordecedora, andloga a los comba- tes que cuenta Homero, y la multitud de sombras aplau- dia o silbaba los principales episodios. Se vela sobre todo la lucha de Zen6n de Citio contra Arcesilao: “He visto>® ‘en una fastuosa oscuridad, a una vieja fenicia, glotona y ansiosa de todo: llevaba una red muy pequefa™' que de- jnba escapar todo lo que contenia; y tenia un poco menos de ingenio que una guitarra”. Después Arcesilao, termina- do el combate, “habiendo hablado de este modo,” se des- liz6 en medio de la multitud. Se juataron alrededor de él, como gorriones alrededor de un buho, y se extasiaban mostrando al tonto personaje. Ti gustas ala multitud: es- to es muy poca cosa, idesgraciado! éPor qué te enorgulle- ces como un tonto? Por tltimo, aparecia Pirrén.> “a quien ningtin mortal fs capaz de resistr”. Reprochaba a todos esos disputado- res su furor y la vanidad de sus discursos, y finalmente res- tablecia la paz. Aqui se colocaba el elogio de Pitrén que hemos citado més arriba En el segundo libro se vefa Hegar a Jendfanes. Timén le preguntaba por qué no habia tomada parte en el com- bate precedente: respondia manifestando su desprecio por todos los filésofos, y explicaba c6mo habia buseado Ia sabidurla, sin legar, no obstante, a alcanzarla, honor que le estaba reservado a Pirrén. Por fin, el tercer libro enunciaba su conducta a los f- Idsofos mis recientes, contempordneos de Timén. Epicu- 10 no era mejor tratado alli que Cleantes y los estoicos: a los fildsofos de Alejandria no los perdonaba més que a los de la Academia. Por plausible que sea, esta reconstitucién no reposa, [102 ) segin opinién de su autor, sino sobre una conjetur: lo hho es que Tunéa hablaba de los filgsofos en el tono Sar sspreiatvo y ni injurioso. Seve por ahi cxin le ie std de Pierén, Su maestro desdefaba los flsofos wrque se contradicen; Timén los ultaja Hay alguna analogia entre sus procedimientosy los de los cinicos. Antstenes y Diggenes estimaban también que 1 eneia es ind critieaban los fyxintac water,” { serbllaban con sus epigrsmas «los dogmiticos. Tam- Tiga se complacian en las patodias™ Sin dude, Timén es tive todo esetptico: pero lo que acaba de verse mista gue hay tambien algo de a manera groseracinsltante de IB einicoren el antiguo ballin, Nos quedan también algunos fragmentos (uece ver 40s) del libro de Timmén intitulado Las Imdgenes (Clobcio0).” Verosimilmente, pasaje contervado por Diogenes era cl comienzo del poema: Timén preguntiba 2 su maestro Porn el screto de esa sabidura que le ele- taba por encima de todos los demés hombres y que pet tia sus dseipalos entusiastas compara con el so fron respondia en soguida a esta pregunta, y poseemos tambign el comienzo desu respuesta Nos parece eviden- te (en la medida en que puede hablarse de evidencia con documentos tan insuficientes) que las WwBcyol eran an Cerdadero tratado de moral de tendencias bastante dogmns- {ice Contenian, i nos hemos formado de a obra de Pi ‘Ton una idea usta, la parte exencial dela enseBanzaexeép- tea primitiva. Lor Siar eran una obra de construciéns se fsefaba en ella el medio de ser feliz, ex dein, de encon- tara dicha en laatarena y la iniferencia. Seg Hirzel haba que entender por ‘Bahiot ls imigenes o mis bien los fendmenos, las representaiones fegln as cuales debemos drigimos en la vida prictca, Ti mn patece haber estado ya preoeupado con Ta objeciin [103 J que debia repeinetantss veces después la duda hace im posible toda aecidn. No hay que permanecer inert res ondia Timéns hay que obraz Pars obrar es necesaio Uh trite, un erterio prictico. Este eriterio, que no e5 ota cosa que la ataraxia, permitir distinguir entre nuestas re Presentaciones (IvbaAtiol) aquellas que es necesaio se- guir y las que hay que apartar, De aqul una sere de pre- eptos de los cuales tenemos quizis un ejemplo en un verso citado por Ateneo,# que habrian sido el content do del ibro de Timén, anélogo en este respecto a los ta tados de los estoicos o mis bien al TTeph efOvuing de De- Pero esta conjctura de Hirzel nos parece muy poco ve- rosimil las razones en que la apoya son muy sutles cismo. Quiere encerrarle en este dilema: 0 el sabio tiene ‘opiniones, o no debe afirmar nada. La primera proposi- cidn, que nos parece hoy muy aceptable y que Carnéa- des admitir, no podia de ningiin modo ser admitida por Zenén: es contradictorio a sus ojos que el sabio (sage) 0 el sapiente (savant) no pueda saber lo que afirma. Habra, pues, que tomar el segundo partido. Carente de certeza absoluta, el sabio renunciaré a toda ereencia. Esta abdica- ‘cidn vale mas que una concesién: es la doctzina del todo nada. Veamos ahora cémo probaba Arcesilao que no hay representacién comprensiva. La definicién estoica admi- te explicitamente™ que una representacién verdadera di- fiere especificamente de otras representaciones, como las serpientes de cascabel difieren de otras serpientes. Las primeras son producidas por lo que es, de tal manera ‘que no podrian ser producidas de modo semejante por To que no es.” Ahora bien, decia Arcesilao que, en efec- to, esta diferencia especifica no existe, pues objetos que zno son no causan en nosotros impresiones tan claras y tan manifiestas como los que son. No poseemos ningin ‘medio, cuando una representacién se produce, para dis- tinguir si ella es comprensiva 0 no, si tiene un objeto 0 [130] ess6lo un Fantasma, Por consiguiente, no hay criterio de Ia verdad, [No nos esté permitido atribuir a Arcesilao todos los desarrollos que los académicos dieron més tarde a este ar- gumento ya todos los ejemplos que invocaron, pues no se ponen 2 su cuenta expresamente en los textos. Es muy probable, sin embargo, que para mostrar que no hay dife- fencia especifica entre las representaciones verdaderas y las falsas invocaba ya los errores de los sentido, Ia ilusio~ nes del suefio, de la embriaguez, de la locura.® ¥ es ficil adivinar qué partido podia sacar un dialéetico hibil e in- genioso de todos estos hechos para poner en ridiculo el dogmatismo estoico. ‘Concluia que ni los sentidos ni la raz6n pueden alean- zar la verdad.*! Es menester recordar aqui que por razén los filésofos de ese tiempo no entendfan ya la facultad de conocer lo absoluto, como Platén y Aristételes, sino tini- camente el razonamiento, qué saca consecuencias de los, datos sensibles y se eleva de lo que es visible a Io que no lo es. Poner en duda los datos de los sentidos era, pues, poner al mismo tiempo en entredicho a la razén. En resumidas cuentas, no hay nada que el hombre pue- dda percibir, nada que pueda comprender, nada que pueda saber. Todo esti envuelto en tinieblas. Nada serla menos digno de un sabio que anticipar por afirmaciones temera~ ras la certeza que le falta: debe abstenerse y dudar siem- pre. Por consiguiente,"? Arcesilao pasaba sus dias en com- batir todas las aserciones dogméticas y ponfa en esas dis- cusiones una sutileza y una obstinacién infatigables.”” ‘Ademés de esos ataques contra la teorfa del conoc- iento de los estoicos, es probable que Arcesilao se haya regocijado mas de una vera costa de su fisica y de su teo~ logla. Es lo que puede conjeturarse de un pasaje de Plu- tarco:* Arcesilao, para burlarse de la férmula estoica se~ [aaty sin la cual un cuerpo que se mezela con otro lo penetra fen todas sus partes xp&outs Br’ Gdcov decfa que, si se am- puta una pierna y se a azzoja al mar, en el cual se descom- pone, la flota de Antigono o la de Jerjes podrin navegar en una piema. Asimismo, cuando Tertuliano* nos dice que Arcesilao distingufa tres especies de dioses, es verosi- mil que ésa fuera una critica de la teologla estoica; pero sobre este punto sélo tenemos informes completamente insuficientes, Sin embargo, una grave dificultad se presentaba: qué hacer y cémo vivir, sino se cree en nada, si no se tienen ideas definidas sobre el bien y sobre el mal, sobre lo que ¢s til o pesjudicial? Parece, en efecto, que la suspension del juicio debe acarrear la suspensién de la accion, y que estando incierto en sus opiniones sélo se puede ser irreso- luto en su conducta; una de esas abdicaciones acartea la ‘otra. Pero, por otra parte la inaccién y la inmovilidad ab- solutas son incompatibles con las tendencias més natura les del hombre y las exigencias mas apremiantes de la vi- da. No puede evitarse pronunciarse sobre las cosas de la vida prictica, y rehusarse a decidise seria también deci- dirse. Una filosofia que hubiera recomendado a sus adep- tos permanecer inciertos ¢ irresolutos, dejarse levar por los acontecimientos, como las hojas muertas, que som ju- suctes del viento, estaba destinada de antemano al idicu- lo: menos que nadie, los griegos y los atenienses no po- dian contentarse con esto. Por atra parte, en la época de Arcesilao lo que se exigia ante todo a la filosofia era una regla de conducta: la cuestién no era saber si es necesatio ‘obrar, sino cémo hay que obrar. Fsta era la finalidad y la razén de ser de los sistemas: la ldgica y la fisica no eran sino el vestibulo de la moral. Se podia, en rigor, omitir el vestibulo, con tal que se tuviera lo esencial; pero renin iar a la moral era renunciar a la filosofia. [132] 7 Er aqui donde los estoicos esperaban a Arcesilao y donde verosimilmente recuperaban la ventaja. Manteni en reserva, como altima ratio, un argumento que debia de- Gir la victoria en su favor, aun cuando su defensa obsti- pada de la representacién comprensiva no hubiera satiste- ho a todo el mundo, La accidn, decian, y, con mayor ra- 26n, la virtud son imposibles a quien no tiene ereencias. [a sensaci6n y el instinto no bastan para la vida del hom- bre. Obrar es decidirse. {Qué hombre se decidiré sin sa ber si el partido que toma es conveniente 0 no a su natt- taleza, ventajosoo pejudical, Bueno o malo? CicerSn,* cuando hace hablar a los estoicos, insiste extensamente en este argument, y Plutarco” nos ensefia que los estoicos se servian de él como de un espantajo con el cual amena- zaban a sus adversarios eseépticos. 'No podemos, en verdad, afirmar que en la época de Arcesilao se le habia dado a este argumento todo el desa- rrollo que tuvo més tarde. Pero parece imposible que ra- zones tan simples y tan legitimas no se hayan presentado ftemprano a su espiritu.# En todo caso, Arcesilao no po- dla dejar de explicarse Ia manera como conviene obrar, y hhe aqui eémo salvaba esa dificultad. Reconocfa que la vida préctica exige un eriterio, y ese critero lo encontraba en lo rizonable (eUAoyov). Forma: laba su pensamiento a la manera estoiea, en un Sorites: el fin supremo de la vida es la dicha; la dicha tiene pot con- dicién la prudencia (pévnais); Ia prudencia consiste en cumplir con su deber (xerrSpOcou1a); el deber es una ac- cién que puede explicarse razonablemente (eiAeyev)* éQué es, ahora, ese etiAoyov del cual Arcesilao hace el criterio de la conducta prictica? Todos los historiado- res lo han confundido hasta aqui con el mBavév de Car néades y han designado uno y otro indiferentemente por las palabras verosimily probable Pero Hirzel,® en uno de (133) los mejores capitulos del hermoso estudio que ha consa. grado al escepticismo antiguo, ha mostrado que hay una, diferencia notable entre las significaciones de esos dos términos, En primer lugar, se nos ha testificado expresamente! aque Arcesilao rechazaba lo probable (mBavov); segtin él, ninguna representacién aventaja a otra desde el punto de vista del crédito que merece Con bastante arbitrarie- dad, algunos historiadores dan por no existente el testi- monio de Numenio. Por otra parte, vemos que los estoi- cos hacian diferencia entre mOavév y eYAoyov, EL mOavev se define &Sleoua 7 &yov eis auyKaTaseow, yeletAoyov: dEleonie TO MAslovas &@aphs EXoV cig 18 Ants elvan. Si el mBavév conduce al azentimiento, Arcesilao era consecuente consigo mismo al rechazerlo, Podia admitir, desde el punto de vista prictico, el sAoyov como equivalente de la verdad Por otra parte, el eiAoyou de Arcesilao no se confun- de con el mBavév de Caméades. Ni una vez la palabra eUAoyoy esti empleada por Sexto cuando expone las teo- ras de Caréades. Ademés, para Carnéades tna represen tacién aislada, en razén de su fuerza y de su vivacidad>* puede llamarse Gavi; es claro que eUAoyov supone ‘una pluralidad de representaciones bien enlazadas entre si, Es cierto que Carnéades, como se veri més adelante, no se contenta con ese primer cardeter, y exige, ademds, que la pavtaota sea aeplovarros y TeptcoBeutiéun: ¥ aqui es evidente que la razén interviene.® Pero interviene de una manera muy distinta que en Arcesilao. En este tl- timo, sélo de la raz6n depende la verosimilitud; en el pri- ‘mero, la probabilidad de las representaciones se debe en parte a la razén; su verdadera fuente es la experiencia: la rtazén no hace sino ejercer un control. Hay, pues, que ha- cer una distincién entre los dos términos: para Arcesilao [134] 7 Io nzonable es el ctterio prictico de la conductas para le fades es lo probable. Sse persiste en designar aa fe (it de a Academia neva con el nombre, por ots par tetey nal elegido, de probabil (puceexta palabra se fSleaba en el siglo XVI con tna signifcacin muy die eng solamente a partir de Camméades encontrar esa pa. itbe u aplicacion legltima Lo razonable para Arcesilo designaba, pues, acciones ce pueden justificare con buenas fazones, que concer Gia entre si y forman un conjunto bien tnido. Es una {dea estoica Ia forma de rezonamiento adoptada por Ar Sian. De igual modo, tambin la palabra xarrGpOcau $+ usa fecuentemente on la terminologiaextoiea, De to- fos ets hechos parece resulta que, alo menos en mo. fal los estoicos hablan arrancado importantes concesio. ela sus temibles adversarion. Por of parte, no parece que Arcuilzo se hays extendido de buen grado en las Ghestoncs de este orden, pues Cicerén no menciona una ss ves ss opinions bre ee importante fem No hay a que decir que, no obrtante esas conces nesal estoicismo, Arcesilao no puede ser considerado mas {ue los pirénicos mismos como un dogmétcos en efec tb estos dltimos reconoclan también un eritero pritico. Porotta parte, como solo se trata aqul del acuerdo subje- tivo de las representaciones, Arceslao pensiste en no af sat nada fuera de él Por consiguiente; hay alguns diferencias entre el ane dador de la nueva Academia y 10s pirénicos. En primer lugar, Arcesilzo no asignaba por fn sitimo de la condue- tala adiaforia nila ataxia; se atenfa ala suspensién del Ibicio; Sexto™ sefiala bastante claramente esta diferenc ‘Adem, mientras que lot puros pironicos exgian ala ra zon una completa abdicaciny se sometian cegamente a las costumbres a lat leyes establecidas, Arceilao toma la [135 ) raz6n por juez en cada caso particular; por ahi puede de- cirse que se cleva muy por encima del pirronismo, pues ‘conserva algo de la tradicién socritica y plat6nies. Es, en resumen, tan escéptico como Timén; pero su escepticis. mo es el de un hombre instruido y esclarecido; sigue sien- do fildsof en el escepticismo, en tanto que los pirrénicos puros renunciaban aun al nombre de filésofos. ITT, Nada hasta aqui en las doctrinas de Arcesilao, sal- vo el iiltimo punto que acabamos de indicar, puede ha- cernos comprender por qué tomé y por qué los antiguos le mantuvieron el nombre de académico. En qué es el continuador de Platén? Lo es de dos maneras: en primer lugar, Platén gustaba de emplear férmulas dabitativas, y se sabe con cudnta desconfianza, préxima al escepticis- mo, hablaba Sécrates de las teorias fisicas. Con raz6n 0 sin ella, Arcesilao y los nuevos académicos, al llevar la du- da a sus diltimos limites, podian creerse fieles a las ideas del maestro. Sobre este punto los testimonios abundan: Gicerén considera siempre a la Academia nueva como la hija legitima de la antigua. Pero sobre todo por su méto- do, por su manera de ensefiar y de hablar, Arcesilao se miostré como verdadero académico, Los antiguos atri= buian quiz4 més importancia a estas formas exteriores que al fondo de las cosas, y para merecer el nombre de acadé- mico bastaba a sus ojos hablar como los académicos. He aqui cémo procedia Arcesilao. Esperaba que un interlocutor expresara ante él su parecer sobre algiin pun- tojen general, no le gustaba que le interrogaran; hacia ha- blar a los demis. Pero, cualquiera fuese la tesis expuesta, intentaba en seguida refutarla. Por ejemplo,” se le decia: el placer es el soberano bien (a menudo se le decfa, aun sin pensarlo, tinicamente para ofiecerle la ocasién de ha- blar y excitarle) y discursia sobre este tema. De abi sin du- 1136) | | | ‘dana gran variedad de discussos. Bs preciso que Arcesi- Jao haya tratado de esta manera un gran mimero de te mas; en efecto, no parece que las tesis negativas que aca ‘amos de resumir hayan podido bastar a su actividad fi- loséfica y oratoria. Asi, como Sécrates, interrogaba y res- pondia, Como Sécrates también, trataba todos los temas fue se presentaban, segiin el azar de las ocasiones y la ins- piracién del momento. He aqui por qué Cicerdn nos di- be que Arcesilao habfa continuado los procedimientos de In antigua Academia, cafdos en desuso desde hacia mucho tiempo. Lo que no dice es que, segiin toda verosimilitud, habia entre Arcesilao y Sécrates profundas diferencias. Es- céptico ¢ irrezoluto slo en apariencia, Sécrates, a través, Ge todos los rodeos de sus preguntas, no perdi jamés el, fin moral que perseguia; tenia puntos de referencia, ideas, decididas que daban a sus discursos una seriedad y una clevacion que no conocieron sus discipulos degenerados. ‘Ademés, Sécrates se proponia menos brillar que insteuir, y hay motivos para pensar que en tantos temas nuevos 0 antiguos, imprevistos o experados, Arcesilao buscaba so- bie todo la ocasién de ostentar los dones de su espiritu y de hacer valer los recursos de su dialéctica. En resumen, ni en las ideas de Arcesilao ni en el mé- todo que pone & su servicio encontramos una gran origi- nalidad. Sus rivales, Epicuro™ sobre todo, se Io reprocha- ron més de una vez; le acusan de no decir nada nuevo y de arrojar polvo a los ojos de los ignorantes. Arcesilao conviene en ello de buena gana; se jacta solamente de se- aguir el ejemplo de Sécrates, de Platén y de Parménides, y se escudaba detris de estos grandes nombres. IV. No es ficil, ni aun después que se ha reunido to- do lo que podemas saber de Arcesilao, hacerse una idea neta de este personaje y emitir de golpe un juicio sobre su (37) enicfanza. {Bs un pensador serio 0 solamente un disey ‘ido hab en exe fuego de dalecten quel mismo le ‘aba un ate de exarmorco? dbs snes en su eseepic tno, o eseptico au respecto st esepticismo? sun Iésofo o un sofista? * ‘ Los antiguos se encontraban ya en la misma indecisn en quz estamos nosotron,ytemprano se dvideron las ops Sones respeco al fandador dein Academia mucra, Aes 5 se hace de dl un dogmitica verponcante! see spon fn el fondo mis plténico de lo qe quettspareceoy ta 5 fuero interior habriaseguido los dogmas del mean, tua tradicion conservaba ostensiblemente, yu eseep tlsmo no habs sido sino una especie de manto que lo cults, en una époce poco propicis alas especaciones Imetafisicss.Sexto Empirco, despues de haber dicho cn Su propio nombre que e considera como mde o menos pe rrOnico, agrega que, sgn algun, lo argumentos cep. Teo le setvisn solamente de peda dete po okey a sus dseipulos: si encontraba en llos las custidaes de tspiita requerdas para comprender Ia doctina del macs, to, os iniciaba en tus dogiae,Segn Dioeles de Clo Por temor los disepulos de Teodoro y de Bion, cnet 03 encarnizados de todo dogmatsmo, capaces de no T= troceder ante nada, Arceilio,s fin de comer su repo. $0, habia fingido no creer en nada; su dua cra comma fa tint que seprega In sepia as alrededor y que la protege Es erto que Numenio, ue proporciona ss testmnono, afte en sguia que no lo cree exact, Un texto mucho mis importante, el de Gicerén, hae cealuign una enseanon eon dea Academe ne va, Haba, segin parece misteroe cuyo conocimfento es tabs reservado alos iniiados; afin de aleancat Ia verdad, los académicos or defendian, ora combstian todas Iss, opiniones [138] al La tradici6n que atribuia segundas intenciones a los académicos nuevos persistid durante mucho tiempo; en- contramos un eco de ella en San Agustin. Arcesilao, se- jgin San Agustin, viendo que el estoicismo se extendia ¢a- da-vez mds y que la multitud estaba dispuesta a creer que lalma es mortal, que todo, incluso Dios, es material, ha- bria desesperado de conducirla de nuevo a la verdad. A. falta de algo mejor, se habria contentado, al no poder ins- tmuitla, con desengafarla, y por esto se habria aplicado a batir en brecha el dogmatismo sensualista de los estoicos; Jas creencias de la Acedemia eran como un tesoro, que él habla enterrado, y que en tiempos mejores la posteridad podria volver a encontrar En nuestros dias, Geffers*t ha sostenido ingeniosa- mente la misma opinién: Arcesilao habria merecido ple- namente st nombre de académico, y, en el fondo de su corazén, habria permanecido siempre fiel a Platén. Es necesario convenir que hay en esto una dificultad que confunde; el texto de Cicerén, sobre todo, puede dar mucho que pensar. No creemos, sin embargo, que deba uno detenerse en esta sospecha de dogmatismo esotérico, que veremos reaparecer a propésito de cada uno de los académicos nuevos. La asercidn de Diocles de Cnido es muy inverosimil, y Numenio tenfa mucha razén en no creer en ella. {C6 mo admitir que un dialéctico atrevido y seguro de si, co- mo Arcesilao, haya temblado ante adversarios muy infe- riores y no haya osado decir todo su pensamiento? Hay que descartar también el testimonio de San ‘Agustin; vemos, en efecto, por un pasaje formal del Con tra académicos ® que se trata aqui de una conjetura com- pletamente personal, de una explicaciéa que el padre de la Iglesia se ha propuesto a si mismo y que sélo offece bajo todas las reservas. Puede suceder, es cierto, que ha- [139] ya sido levado a esa hipétesis por ciertas indicaciones de autores antiguos y por no sé qué oscura tradicién. Pero, ‘como él mismo hace alusién al texto de Cicerén, es pro- able que este texto le haya inducido a hacer su hipéte- sis, El texto de San Agustin no tiene, pues, valor por si ‘mismo: por lo menos s6lo tiene el que toma al testimo= nio de Cicerén. Ahora bien, Cicerén, si hace alusién a una especie de dogmatismo misterioso, no habla, en todo caso, de un dogmatismo platénico. ¥ si la Academia nueva habfa te nido una ensefianza secreta de alguna importancia, éc mo creer que Cicerén no la hubiera conocido? Y si la co- nocié écémo suponer que sélo hizo una oscura alusién a ella? {Cémo comprender, sobre todo, que sélo nos habla de Arcesilao como de un escéptico? Mis ain, Platén mis- mo no se le presenta nunca sino como un escéptico; ve en él sélo al hombre que discutia todas las opiniones, sin pronunciarse sobre ninguna. Segin él, éste es el juicio, ‘que formulaban sobre Platén todos los filésofos de la ‘Academia nueva; si declaran que sélo hay una Academia yy que la nueva se confunde con la antigua, es porque atri- buyen a la antigua la duda que profesa la nueva." ‘Queda el testimonio de Sexto. Pero Sexto no lo da si no en forma dubitativa; él mismo no cree en ello, y més bien se encuentra dispuesto a poner a Arcesilao entre los pirrénicos puros. Fl verso de Aristén a menudo citado: Platén por delante, Pirrén por detrés, Diodoro, en el medio, in- dica quiza que, para esos antiguos testigos, el platonismo, en Arcesilao no esté sino en la superficie: ¢s una aparien- ia; la realidad es el pirronismo. Y, finalmente, sabemos, que Timén hizo el elogio de Arcesilao después de su muerte. ZB! intratable silégrafo le habria perdonado se- gundas intenciones plat6nicas y reticencias dogméticas? Sin embargo, es cierto que Cicerdn y Sexto hablan, si (140) ‘no de un dogmatismo platénico, a lo menos de una espe cie de dogmatismo. De dénde procede esto? No hay que ‘olvidar que los nuevos académicos son, no escépticos pu ros, sino probabilistas; en otros términos, se reservan el, Gerecho de tener opiniones. Se probiben profesar esas, ‘opiniones en puiblico porque no desean ofrecer un aside roa sus adversarios y porque desean conservar siempre la ofensiva; es una actitud de combate que han adoptado. Pero en privado, con diseipulos escogidos, podian discu- rir libremente, y después de haber mostrado el pro y el, Contta, dejar ver sus preferencias. Hasta parecen haber ‘evitado ejercer una influencia eficaz sobre las creencias de ‘sus adeptos. Se limitaban a proponer opiniones, sin im- ponerlas; querlan, dice Cicerén en el mismo pasaje que hemos recordado hace poco, que sélo la razén, y no la autoridad, los decidiera: ut ratione potins quam aictoritate ducantir. Se puede comprender ahora cémo ha nacido la tradicién o la leyenda de la cual San Agustin se hace eco; seve en qué confusién se apoya.** Como los nuevos aca- démicos, siempre apartados del piiblico, tienen una en- sefianza particular més positiva, la malicia de los adver- sarios 0 la ignorancia de algunos historiadores les atribu- ‘yen dogmas. Como se dicen discfpulos de Platén y ape- Ian a su autoridad, se les atribuyen dogmas platénicos. No se quiere ver, no se pone atencién a que entre su en~ seflanza esotérica y su-culto por Platén no hay ninguna conexién. No es como platénicos que tienen dogmas, puesto que, segtin ellos, Platén mismo no los tenia. Y en verdad, no tienen dogmas sino solamente opiniones ve- rosimiles. Hay que agregar todavia que todo «so es verdadero mis bien de los sucesores de Arcesilao que de Arcesilao mismo. En efecto, éste parece haber sido, como se ha vis- to, sobre todo, un escéptico y haber estado, en resumidas (any cuentas, mas cerca de Pirrén que de Caméades mismo, Sexto dice! en términos claras que él esta casi completa. mente de acuerdo con los pirnicos. Mniseas, Filomelo, Timén, segiin testimonio de Numenio,” le consideraban como un escéptico. Recordemos, por tltimo, que, segin Cicerén," Arcesilao fue el primero en recomend la sus- pensién del juicio, y el mismo Cicerén® declara que so- bre este punto tuvo mas firmeza que Carnéades, el cual llegé quizis a conceder que el sabio podré tener opinio- nes, no sélo desde el punto de vista prictico, sino inclu ZArcesilao fue por lo menos sincero en su escepticis- mo? Entre los antiguos se dudaba a veces de esto. Segin algunos,” en la guerra encatnizada que hizo a Zenén s6- lo habria obedecido a un sentimiento de envidia contra su antiguo compafero y al deseo de oponérsele y de de- nigrarle en todas las cosas. Es lo que decian los estoicos, los cuales gustaban de representarle como un espiritu ca morrista © inquieto sin conviccidn sincera, que se com- placia en promover por todas partes el desorden y la con- fasiGn; que hacia, en una palabra, en filosofia lo que Ti berio Graco hizo en politica.* Cicerdn se toma el trabajo de defenderle contra esas acusaciones; pero parece que es- ta defensa es indtil. Para atvibuir a un gran espiritu moti vyos tan bajos y sentimientos tan mezquinos, habria nece sidad de otras pruebas que las humoradas apasionadas de algunos adversarios. Agreguemos que, segiin la comparacién de fechas, no parece posible que Arcesilao haya seguido las lecciones de Polemén al mismo tiempo que Zenén.”* Frente a esas interpretaciones diversas, lo més juicio- s0 nos parece ser atenerse al juicio de Cicerén. Arcesilao, pudo ser un espiritu sincero y elevado, a quien impresio- nné vivamente la dificultad de reconocer la verdad en me- [1a] dio de tantos sistemas diferentes; la abstencién le pare- id, en resumidas cuentas, el partido més seguro, y lo consideré conciliable, segtin dice Cicerén,” con el honor y la dignidad del sabio. Después de todo, podia invocar jlustres autoridades: Parménides, Socrates, Platén; y no dejé de hacerlo. Puede suceder también que haya obedecido a motives ‘menos nobles. En aquellos tiempos de luchas continuas y piblicas, a flosofia de la duda era la més fécil de defen- der. No encontrarse trabado por ningiin dogma; no offe- ce asidero a ningiin adversario; tomar siempre la ofensi- vay no tener que conservar nada, era una actitud cémo- day ventajosa para un orador évido de popularidad e in- teresado ante todo en el éxito. Ninguna otra doctrina po- dia ofrecer a la elocuencia més ocasiones para brillar; nin- guna era més apropiada a la flexibilidad de espiritu y a la hhabilidad oratoria, de las cuales sabemos que dio Arcesi- lo muchas pruebas. No podemos afirmar nada, y es pre- ‘iso también contentamos aqui con verosimilitudes; es ‘yerosimil que razones de este orden hayan sido de algiin peso en Ia balanza en la cual Arcesilao, antes de tomar partido por la indecisién, pesaria el pro y el contra, V. La Academia nueva brilla en Ia historia sélo con tuna luz intermitente: a la distancia en que nos encontra- mos s6lo Ia conocemos por los grandes nombres que la han ilustrado; Gnicamente las cimas emergen del olvido, Para tener informes precisos, hay que ir de Arcesilao a ‘Caméades y salvar un periodo de cincuenta afios. Sabemos, sin embargo, que en el intervalo la doctrina no ha dejado de estar representada ni de ser ensefiada, y por incompletos que sean, los datos que poreemos nos prucban quic la actividad filos6fica, si ha sido menos feliz, nno se ha detenido enteramente. Los jefes de la escuela en- [143] tte Arcesilo y Carnéades nos son conocidos; hasta sabe. sos los nombres de un gran nmero de fil6sofos, que nn haber tenido la ditecciom de In escuela, permanccieron adictos a la doctrina del maestro. Lacides, Teleles y Evandro, Hegesino: tales fueron los jefes de la Academia nuevas Caméades fac el cunto.” Lacides debia de gozar de alguna celebrdad, puesto «que Diggenes ha escrito st vida y Numenio habla basta. te extensamente de dy es certo que uno y otro cuentan anéedotas sin interés o hasta ridiculas* Sucedio a Arce lao en el ato de la 134* olimpiada (241 a. de). C), y des sempené su funcién durante veiniséisafos;> hasta hay motivos para pensar que ensefs en vida de Arceilao & aque a lo menos ocupé a su lado en la Academia un ligar importants? Los informes que sobre él poseemos son contraditorios. Didgenes le llama avip ‘ouuvoravos, por otra parte, dice que murs por haber bebido vino en exceso, y divetsos testimonios nos hablan también de su culto inmoderado a Baco.* Se nos dice también que fue ua trabsjador empenoso, amabley de fell tato. Aunque pobre, no respondié a las proposiciones que le hizo Ata. Jo, y se libe6 de vsitale dieiendo: “Las estatas deben ser miradas de lejos”. Es él quien hizo conocer las doctrinas de Arcesilao por sus eseritos; se ctan de él dos obra ASoopa y epi @uoseas. No parece que haya mouif ado en nada la doctrina de su maestro. Lacides, segtin Diégenes, dejé la dreccidn de la es ucla a los Fociones, Telecles y Evandro, Cicerén® 5610 ombra a Evandro y, después de él a Hegesino (lama. do por Clemente de Alejandria! Hegesilag), que fae el maestro de Cuméades, De estos filésfos solo sabemos Es bastante larga Ia lista de aquellos que nos han sido dados como adeptos de ls doctrnas de ln Academia nue. (144) aj aqeltambia es preciso contentamos con una simple Wei Mracion.® Batre los dseipulos de Arceslao, se cita 8 fiuvtor™ que consign’ también en tn Uatado las op sor desu macstora Ardices de Rodas” Doroteo. Px nero? DemGfanesEedemo o Edlo que vo un po si vcltieo en la epoca de Flopemen Apeles™ ve perder evo por delpulo « Anstipo de Crene3® el ims "ddn gue eset. Mono rp rroksyeay" y quid rept wanes tpugig de eee ules He tous en freloy nombres de tse aad rae puss, Tease, dos Eubuloo” Agamestor™ 0 Aga men despues Dasnén, Leones, Mesquion, Evan Be temas*0 Bocto,dsepulo de Aristipo de Gzene, v0 sa controveri con Caméades.™ Notas Saas ioe IV Chey Al 34 5 SLAG Mii te Sed aie (Aides ence, Pato ot ‘Diggenes nos ensefia (TV, 61) que Licides le sucedié en el wae ‘ferns wls cad de ton Page ego prtemen [145] 1 axe 1,220; Cie, De Ona, I 67 Fin V0, 4 Ae 24, austin io ops. 1 Be, oe i 118 Pie: 32 Daeg. 32. Diag 1, 35 Baa, bets Sexy 238, Dias. ie a 2 Ae Cab 26. ® Die. Vik 2 Bigg, Nai 2 Poe De ah tamic, 28, 6, Ch Dib. V3 2% Phuc Deno amie X 55 % Dig. ® mie 2% Ae 16:De Ont, 6 2 Noma ap. Ban be V0 2 Num fe ae xin 1 % Digg, 23 Digg V3 lat, De A, rns Ln 8 ese Rawson, Bar apie ity Up 2 gd My Deple: i ar Ebert 1h Bee ae mam, 4, 8 Get ett 3 % Gh 4 tu 7 66046; Sn, Me, VILIB5 yi 2» Seat M,Vil1i;'H eyes ops eran yer, enya npss Aéyow row yop Sbeontren sol al oyrerbloce YS i, 388 Cen nevov laaf woadn gevvacta ape vis Whhes paves abp ol paras map Toby BANC Seep 3 ci et 18: “Vina prea eficumgie exo, dee see ty dees Zeon defen {sme dicen” CE ay, 7 Ses Vi 2a, 408 Pele 4; De vine oe “ts, por lo menos lo a pe conitrane spine pac de Set (96, vil 53) tea seen sans qevracissplocera sot Ev perro abi os bu noth mown neplovere Siccmeomretent & Ge ae © Get in (146) Ady Cole, 26 9 Ad mation, 2 6 Get 22 igs 38 1 Gas Cote, 28 1 Seve, porun pane de Place (Ads Cb 26, que pin lo a tnicon, Tino (af) ponte digive por sl mismo sls sect 7 no Se Sirclidad del sentiment (owyareabete) dado a sensacion or ota te sabemos (Pat, St sop, KLM, 12) que Capa sextena To contro. ‘BRpist conve atc de Areno cone Ie ques dias ln eben de Ci St, MV 138 50 py 130 in apoyo de ta tei, odin salar las extas que ccaméat, gin Moca (De com mote SORT, 13, ha iid contra a SSip cucie dea eonsyrores bohoyh Ves nis alate p 82 3" Namen ap, Eanes Prag. cog, XIV, 5: Avenpoov es eal oO 0 ahs na To yoy al TO Me oa hy ia: Give ware mow A amoctay mpoepie srigou Figg, vu 75.76 53 See 16171, 5 Coniaraeniea Fira nos parece que la an juga no ay cone etiam ent as divert represemacones que scompaan a tepeesen- ae de que stra foro queda como cue como loa montado dl que {Sante de a proba ea esencilmente ene to sensible Bp L232 Ral ros sv den hv Fox f owwecepxeotat hy rgpadiay itis tedorouw SP Ghee Fine 2; De Oat, IU, X67; De Nat, Deo, le 3 lucy ab Car, 26; CE Chey Ay 16 5 Soh Fi LSD, 4 Rath ap. Bas, ts 6 CF i 7. © eis, 60 "Rented, quod dean, ve inveniend exusa oa tes omnis ick pores, po omnibue Volo gitar dere guid invenen. ‘Non tole, ngs itendere. uae nt adem ia mystica fat, gust up sgh, renter vss” ‘SC ede, 38. Cd Dit eit, 16 % Deno deni Ae nt ott, Gyms. pros Gating, 1825, ty, avn 37: “Audie jm paulo atensun, non qu sim, sed guid xia Fox ih de Academics intern peat pot peat ihe tas harmo mh ident” a jee an 46, CE De Ort, 7, 67 0 ele a6 [7] 4 fone nels prc ciel pp 28 } p12 2% Rac, XY 5 7 Ae tw, 92k Digs 28, 2 ten 2 Remeps be , s Ce eT ® Gic,, Ac, I ¥, 15, = Ves ar p19. 491 ng a FS inn Rony, ie apie Whe dost, 16, 2 Blk al tone 0 2 Bia, Seti tetimonio de Sin Dig. Vl, 189), itp, en goes suicide macs ese y ene ‘tag oben conumbe sc tls aches Corosagnen oe ‘eto y de Lacider Aho ie, Capo se mse a cis besa Stead «Cet, mura ha 35 2 io, Fe ty tn X48 XI, 66 Sate, Ace © astm Som 100, eae le pa Ire ti 20 ek Dace, Gopi. Grn, "Bis Aen X, 420, st, Qn cm Index, ibid. 7 == hs U5, CF Ba ae 1 At bie od Poth, 1,2 essed ‘Athen, X, 420, Ensen fe it 0 a, 14 Digg, Vt, 21 istic, Re Aue, XXIV, 202. 3 Clam: de Ales So, 196, 2 ad Here, eo 2. » id 2 Pat, Onc om 1,3 8 1 Seid, TTA 291 Inder cal 28. gee (148) ig Caniruto HIT Carnéades. Su vida y su doctrina Bien que los sucesores inmediatos de Arcesilao no hayan encontrado nada que agregar a su doctrina, que daba mucho por hacer en la direccién que el fundador de la nueva Academia habia indicado. No solamente Ar- tesilao no habia dado a sus argumentos escépticos toda Ia precision y el rigor que permitfan, sino que se habia contentado demasiado prudentemente con el ficil papel dde destructor y de negador. La necesidad de vivir y las cexigencias de la vida préctica fueron siempre la gran difi- ccaltad que encontraron los escépticos: es el talon de “Aquiles del excepticismo, La doctrina de la verosimilitud tno se inventé sino para salvar esta dificultad. Pero la doc- trina de la verosimilitud se encontraba en Arcesilao s6lo en estado de esbozo. Cuando era necesario explicar un punto delicado, mds bien balbucia que hablaba: pasaba de Ia duda a la verosimilitud bruscamente, sin justificar nada, porque no podia proceder de otra manera. Camnéa- ds, que continué su obra enteramente, vio bien Ia ausen- cia de esta justificacion, y la remedi6. Mantuvo con tanta, firmeza como su predecesor la tesis de que nada es cierto, + (149) y ditigié a la escucla Crisipo golpes tan rados como los ‘que Zenén habia recibido de Arcesilao. Pero, al misma tempo, supo encontrar intermediarios, distingui m, ¢s, pasar facilmente, sin confusién y sin escdndalo lagi. co, de la duda a la probabilidad. Entre sus manos, la dow trina de la Academia nueva forma un todo bien enlasado ¥ se convierte en un sistema que merece examen y, por ‘muchas reservas que provoque, hace honor a sus autores, Caméades no escribié nada,’ y probablemente por es: ta circunstancia, unida al poco favor que obtenian de on. linario las doctrinas escépticas, no fe contado entre los grandes filésofos. Un examen imparcial de lo que conc, ‘cemos testifica a lo menos que fue un poderoso espirite Descle Aristételes hasta Plotine, Grecia no lo tuvo mas srande; s6lo Crisipo podria disputarle la palma, y si nos remitiéramos a la opinién de la mayor parte de los ante guos, es a Carnéades a quien pertenecert, 1. _Caméades, hijo de Epicomo o de Filocomo, nacié en Cirene® hacia 219 a. de J.C. Sus admiradores hacian notar que habia nacido el mismo dia que Platon, el dia de los juegos cameos, consagrados a Apolo.’ Tavo por macs. f0, ademas de Hegesino, al cual sucedié, al estoico Dic. genes de Babilonia? que le enseaé la dialéctica. A pesat del considerable intervalo de tiempo que les separa, se puede considerar a Crisipo como uno de los maestros de Caméades; probablemente en una lectura profindizada de los numerosos escritos del gran estoico adquinié, sin hablar de gran cantidad de argumentos escépticos que le tomé, esa flexibilidad y esa habilidad que le hicieron tan temible en la discusién. £1 mismo reconocia lo que debia 8 su ilustre predecesor, pues decfa a menudo, parodianda tuna frase conocida: “Si no hubiera habido Crisipo, no ha. bria Caméades”* Salvo la célebre embajada a Roma que [130 ba i fee os ee extrema. Este se limitaba muy. juiciosamente & decir a Sere ee 1 ee crane ae wether sco ge! wie Ss (ast) hermosa rsttucién que hizo Zeller desu discusién so bre Ia exintenca de Tor dose, uno se queda impretions, do de ia sabia disposicisn de fs angumentoo, dest thes fenamiento Idcido, del movimiento de que parees nat ado el discurso que nos arta consigo. Su rps ™ pero émientras ests bajo la Inc dl sso del vio? Pero dean eto Ba tall de vga, en plena salud vemos cosas ue no exis sn poder distinguias de las que existen, Cistory PS- Ie von dos gemelos completamente semcjanters Cistor Mijame yoo crets yoru Polix, La representacion str ia producida por Polux no dif en nada de le que Oe Cistor sin embargo, es flea. ¢Se did que dos home bres vir diferen siempre por algunos rasgos? Pero i= tipo no puede frjarcon el mismo bronce cien estatias 2 ‘aleandso abvolutamenteighales? “La hemos expocsto en nuestro optclo: De atetoe gid ene vin Pai G Bailie, 18. = ‘2 be a, ap. Gell Ne. Vi, 2: “Chrysppussestuans laboranagi "8 Debao,v.31; “Nolan sihibebar amines © Quiad Cicetdm se inspira en Caréades en cites de fos argues: tos de Crsipo sobre los ealdeney conta I era de Tes pone de Diag "ob Tox, 20 Sin embargo, Candee na elo momen eta disc, 1 parece mis probable que Cierén hays toma mr cement oe. wee © eFax 22 & eal B38 Haws 175,23, Sepuimos au el tated matiado, oscuro ¥ menudo incobe ‘ene de Gierdn, pero ustanda de poner en fon poco de orden. Noss lot que Cicer se hays nei en Cltdnnen coe epruc sess ‘Se Garméades CE Thisucouy fs. 280, 1)" Form, 28 "Fora sunt crane quae eficiunt vt vere dene quae ia dientur venice im Senatum Cato ot inlsue in em oan Seman 1, 37. “Patio evens aperie aus 2 os34, Toety Dini. esti V5 2, 58 8 ie, Fins I 5 Tas, V, 4, Tomamor ex arpumentcign de Putanco (De conan. ait XXVIL 8) Ese no etd exresumenteatebuida 4 Caméadl, pro lls em et min l pase de arco Eesivov ytip CAvrinarrpos) ind Kapwedibov ‘eGoustov ei earrabdeodar vas eopmesdoying pace ndint Gueel for ‘al menos, de los argumentr ex tomado de Cantades, Pate ss coe jets que Pleterea se inepird en ete flow en ni de un pane de a ‘umentacin que precede (XVI, Ty sg). Conese pomien conten Ant {ato se welaciona probablemente la opinion que Cctsénsebaye» me dog Camésdes (Mae, V2, 82): “Nil bom, is natene pie Be Stob Be Ik 136 Coen nl, 2 [192] 2 Ce, Tic, 0, 56 8 Gey bd, 1, 3,38 at Ge. in V6, 0 Gv, 135 °Ue Caliphontem sequa, xj quem sententiam Ccameadet it sts defensin at cam pnts eae video” Cac, Fim, VT 21; VN 79; TW 00 85 285 Bin ea, 87 ‘0s Ze ay £3; Fn 35 y 38; Tie, V2, 85. 10 Radi, Sequcier,fe XXIV, st, 18 eee 218 Lips, 1865: ‘nam vim Zenons incense, duce vite, bane cae nobiles aera Cameadem desbulose, bona Conor seeutam.” 3X0, Wl 19" “Aram ‘nm deformaste Career’ Se trata ag slo, como a= ve de la pole Chup Camander conta el eoicimo. a8 er an 131; Fi, Ve 20 1 Ze, a 139: “Cltomachs fierabat nunguam = intligee po sige guid Camcad pobartars NS Fin Vv, 18: "lnguibor numerantincolumitater.., quorum sim tin sane pia in ais quasrittur ile semi Hirzel (ope, 9'195,2)se cafes pot probar que eta intima palabras no deen poner 2 gunna de Camtades ino que son ana edn de Cier6n. No vemos, {us ontficar et conju, ninguna tzén pluie, Carnades pod set ‘Erin ou pus devin, lnblardeseles de visu y umd aces ign y Timén emplexon este lengua. i Kamae tambien ol emplende on palabra ent cei de pica, ic, hw, 1: “Ur honest i facere omnia velpanis casa (193) Cartruto IV Carnéades. Examen critico (Caméades no tiene buena reputacién. La historia lo ha maltratado mucho. La mayor parte de los historiadores, moderos lo consideran como un sofista sin conviecién y sin vergitenza, semejante a aquellos cuyo retrato poco ha- lagador nos ha dejado Platén. Se le quiere reconocer algiin jngenio; no se lo toma en serio y apenas se le hace el ho- nor de discutislo: unas pocas lineas desdefiosas bastan ra darle su merecido y ponerlo en su lugar. Esta ejecucién sumaria no sorprende, si se piensa que la historia de la fi- losofia la han escrito casi siempre dogmaticos naturalmen- te prevenidos contra los que no entienden la certeza como, ellos y, particularmente en Francia, més inclinados a refu- tar que a explicar, a criticar que a comprender. Por eso, no ‘es una tarea ficil ensayar un juicio imparcial sobre Caméa- des y st obra; sin embargo, es necesario intentarlo. 1. Bl origen de todas las acusaciones contra Caméades cs su famosa embajada a Roma, donde, en dos dias, hablo fora en favor, ora en contra de la justicia, No era esto dar tuna piblica leccién de inmoralidad? ‘Sin duda, er una disposicién muy frecuente, y muy honorable, la de no querer entregar a la discusién el prin- ipio mismo de Ia moral. Nos sentimos heridos cuando ‘escuchamos que se ha puesto en tela de juicio la idea del deber; quisiéramos que ella estuviese fuera y por encima de todo debate. Pero étenemos el derecho de exigitlo? Y silo exigimos, édénde estars el limite? Hay gentes a qui nes ofende la menor duda suscitada con respecto a la ex [199] tencia de Dios: ése prohibird uno a sf mismo examinar es ta cuestién? Hay personas que se indignan de que se pue- dda discutir la existencia del mundo exterior: ése la adm tind sin examen? Es necesaria en los flésofos mas filoso- fia, Hay que resignarse a ver que todo se pone en tela de juicio, sin excepcién; es necesario, sobre todo, abstenerse de sospechar de la buena fe de lor adversarios, cualquiera aque se2 la tesis que sostienen, y aun si no sostienen nin- guna. ‘Toda la cuesti6n es saber en qué espiritu, con cudles ntenciones expuso Carnéades ora el pro, ofa el contra Es un sofista que se place en llevar la inguietud 2 las con- rncias? éEs un filésofo que expone sinceramente sus perplejidades? Es ficil decir sofista; pero iqué extrafio sofista, tan constantemente ocupado en reflexionar, que casi deja de beber y de comer! iCuin lejos nos encontramos de esos charlatanes cuyo retrato nos ha dejado Platéa! ‘Uno de los rasgos caracteristicos del sofista es aparen- temente hacer sofismas. Se habla a menudo de la dialéc tica capciosa de Carnéades; Martha mismo ha repetido este reproche. Me atrevo a decir que nada es menos fun- dado. En los razonamientos de Caméades que han llega do hasta nosotros, no hay argucias. Hay quizds errores: es éste un punto sobre el cual volveremos dentro de poco; no hay esas sutilezas que impacientan al lector; no hay nada que un hombre honesto no pueda decis. Si el filéso- fo se ha equivocado a veces, no es siempre facil probirse- lo. No se encontraré nada en toda su obra que se parezca Jos sofismas del montén, del velado y del comuto; por el contratio, es él quien reprocha a los estoicos las sutile- zas de su dialéctica, realmente capciosa en muchos casos. Hay a este respecto una gran diferencia entre Caméades y los pirrdnicos. Estos, se verd por el resultado de este tra- [200 1, no son siempre muy escrupulosos en fa eleccin de bales Mamontos: dicen con na especie de risa burlona fut uy rarones son siempre barante buenas para Tos Ws aficos, La impresion que recibimos de la leccira de orscuiones de Carnéades ex que abla sempre sia tents Se iente en e,con un arte admirable, la preoct Imelgn de iurtrar¥ de convencer, ene el sexpeto de a Eigmo, de suartey de sos oyente Lo que més impresio~ Butta io poco que poscemos de dl, cr una mulsited de SGmparactones ingenionas espisitaates, tomadas de Ia fGnoria ode la miologin, que dan 3 su pensamiento un tifeve y una nitider sorprendentes. Nada de érmolas Spates ejemplos y hechos precios, No sees un sof: ouande se dene una preceapacin tal por Ia clara {Se drs por casulidad que en el discurso de Roma el se gamenta sacedo del conic entre lo justo ¥ los, To Gly Io teal no es un argumento sero, muy digno de Tener Hara stencion de un fldsofo? ‘Ovfocardeterdstintivo del sofia esol de cambiar de opinién, ono tener ninguna, sgn st interés hacer un iio de su ate, procuarse dinero com sus docrins: eso SS juntamente fo que dicen Plstén y Aristételes. Ahora Bien, no encontramos nada semejante en Carnéades. No tenos dice de el, coma de Arceilao, que hays sido opi Icntoy parece haber vvido con mucha senciles, como f Torofe, No era ambicioso: la emibajada en Roma const- tus una pesada carga tanto coma un, honor, no parece haber solictadoy de hecho, er quien pre un gran Servicio alos atenienses.Cieerdn dics en terminos claros Ge no se mezcls junds en poten. No s= ita un rasgo Mesa via gue no sea para honra says. No czculsn tucnta sya como a cuenta de Arceilao, rummores ents dosos o escandalosoe, Un hombre al como él debia tener fnemigos,7 los tives étor solo Te reprochan escuros, (201) no actos. Cuando Numeniot le llama “tramposo, jugador de suertes", habla en sentido figurado, y si le compara con esas legumbres vacias que flotan en Ia superficie del agua en que se las hace hervis, mientras que las buenas van al fondo, eso quiere decir solamente que no comparte su ‘opinién. No fue de esos espirieus ligeros y camorristas que se complacen en suscitar inquietud en los demés: es a Ar cesilao, y no a Caméades, a quien el estoico de los Acadé- ‘micos compara con esos tribunos del pueblo que slo iensan en Ia agitacién y el desorden. Si amé la gloria y el éxito en las luchas oratorias, eso era aparentemente st derecho. No hay tampoco motivo para decir que, como Gicerén, haya elegido el probabilismo porque, no tenien. do nada que defender y estando siempre listo para el ata- que, daba mayor facilidad a su elocuencia. Estoico, epic eo 0 platénico puro, Carnéades, considerando las dotes, ‘que poseia, habria sido siempre el primer orador y el pri- mer filésofo de su tiempo. Hay mas todavia: Quintiliano? nos dice que Caméades no fue un hombre injusto. Lace tancio! nos asegura que no estaba resentido con la justi- ia. San Agustin’ habla también de él en términos favora- bles. Cicerén! declara que no queria destruir los dioses; Gnicamente con el dogmatismo estoica tenia que habér- selas, no con la moral 6 con Ia religidn. Los estoicos, que se muestran orgullosos y quieren probatlo todo, no prue ban nada: he aqui toda su tesis. Cuando salia de las dis- cusiones publicas, dice Numenio, rendia homenaje a la verdad, en las conversaciones con sus amigos, y hablaba como todo el mundo. Si dudaba de la justicia en sus dis- cursos, la observaba en su conducta. éSe nos hard creer: cilmente que haya sido un hombre deshonesto y un sofis- fa, el fildsofo que ha expresado este hermoso pensamien- to referido por Plutarco:1! “No hay que ereer que, si los incensarios, aun cuando estin vacios, esparcen todavia [202 orate mucho tiempo un buen oloy, lis hermossssccio- atcparcen sin Ear ene alae dl sabio pense oes caya dulzura siempre nucvalarefrescan y la reanizan ic permiten desprectar alos que prosrumpen en quejas 7 Wchnjurias conta la vida, como fel mundo fuera una Tora de despraciag, an lager de destero en que la ale thas estinselegadas”? ‘or qué, i nos dik, ese esplrita seio y amabe se ha adherdoncsa extra y paradaien doctrina que eel pro- ‘Stiismo? Flay que volver siempre a sie idess, porque fon la unica qucla que tengamos conta él, La respuesta Simuy sencilla: ex que se tene del probabilismo una idea tmuy falsa, Si en Iugar de condenalo sin escuchailoy sin comprenderlo, se quisiera mirar en lun poco mas de cer Ge, se verla muy pronto que esta doctrina no estan per Seisa como se dice y aun se advera que hay entre las genes honestas muchos probabilsat sin sabeslo. La ob- Gon que se le ha opwerta siempre, por la cual se la es angula, cs simplemente lastimasa. 2No se ha repetido tnuchas veces que la probabilidad no se comprende sia la Certeza; que no puede notarse que una cosa es probable © ‘erostmil no se posee un modelo, un tipo de verdad se fin el cual se juzga y mide a verosimiltad; que, por eon- Euente, no tene sentido decir gue algo es verona i nul es clerto? Pero hay una ceteza que los probabil tas, no mis, por otfa parte, que los pinrGnicos, jams pu sieton en dua la del fenémeno, Elprobablista no dice, tomo se le hace decir: nada es cierto. Dice: nada ex ciet toyexcepto el enémeno, La manera en que algo nos sfee- telat dato, el1a80s: he abt lo que, sgn I opinion de todo el mando, es evidente, certo de una certera indi {otic indiscutble: Ese es el tipo, el patton que pede Seivit para jusgar la verosimilitad, Conoparada'con exte Thodelo, gpuede decine que la certeza de las proposcio- [203] nes generales, de aquellas que descansan en una existen- Gia real fuera de nosotros (dejando a un lado, por conse Bulente, las verdades matemties, que suponen siempre Clertas condiciones admitidas previamente y son, @ te slo, sempre higottc, como dei Pat) ed igual na con seguridad, puesto ue se En el fondo de todo este debate hay un error y un equivoco: se concibe la certeza sin dase cuenta de ell, de dos maneras diferentes. ¢Se tata de defnila tence mente dfs my heron I adhesion me, inquebrantable, iesistible del alma al verdad ys Jo ala Verdad; es Ia toma de posesion directa de la ral dad por el expiitu; es la unién fatima, la fasibn en tn unto, del sujeto y del objeto, Ninguna dud, ninguna Gisputaes posible; en una palabra, la certeza se define de le isa mane que el enomeno resmente dado. Se tata, por a contraio, no ys dela teorla, sino de la api cacién y de la pritica,y a2 considera la certeza,no yer Como deberia ser, sino tal como es? Entonces cs cosa muy diferente: no es mis que la adhesion sin reserva, muy fuer te y muy apasionada quiz absolutamente sincera, nadie lo duu, pero que sin embargo puede darse. que a ment do se daa cosas incerta y aun a cosa false Se confun- den estos dos conceptos my diferentes; se habla de ace teza pcs, aquela de ls cal vimos, como si fer siempre la eerteza tebsea, y no lo es. Qué responder a Car néades cuando viene a decimos: Esa certeza que declaris Inquebrantable leg a vacilar, a ea certeza que deel ire Sisubleresistris dentro de poco, cuando haya reconoct: do wuestro error Pero, entonces, isa no ela verdadera eet tea Sin dd pro, cso gl omaepo In verdad ra cere en el momento en que os equivocas, no poses tn medio seguro para dstinguir a verdadera la fsa: no [208) hay una representacin vedaders a la cual no se oponga Uk Tepeesetacton falsa que es imposible dstinguir de Mls Porlo tanto, aun st habéissleanzado la verdad, 10 Ia desputs de todo cx posible, no podes estar absolut Staite sepuros de elo. Adenitidto de Buena voluntad, no etendat clevaros ata perfeccién inacceible ala deb fidad humana, ‘Naa, en el fondo, més simple que esta dstincin, Pe- ros un filgwofo se atreve a hacela si dice que la certeza Ton que uno se contents en la vida es muy distinta de a she se define orgllosamente en los ibros;siconfiesa que {Iealidad est muy por debsjo de lo ideal, todo ol mun- fo se vuelve conta él Por haber dicho que la erteza frictica, muy leptima, por otra partes distinta de la xr Ros tebca, 6 i acusa de haber dicho que no hay eeste fay seleabramna com el idiculo de las consectencias ele ‘euhaza con desden, se le mancha con el nombre de soi E ne para obrar 0 para abstenerse, las coloca como sobre tuna balanza e inclina su decisién del lado en el cual el platillo esta més eargado de verosimilitudes. El método He Carnéades, como, por lo demas, todos los métodos, hho hace, pues, sino erigir en reglas mAs o menos juiciosas To que se hace todos los dias en la prictica de Ia vida. “Asi interpretada, y asi es como debe setlo, la doctri- ra probabilista no es ya esa violenta paradoja que tantas veces se ha condenado, sino una doctrina muy sabia y muy razonable, a igual distancia del pedantismo dogmé- tico y de la ironia escéptica. Por esto pudo encontrar en a misma Roma adeptos entre los hombres mas graves y mis respetables. Se representa mal a un personaje const lar tal como Cicerén cuando se le hace declararse pal camente diseipulo de un sofista.” ‘Atrevimonos a decir todo nuestro pensamiento: la doctrina académica, entendida en su verdadero sentido, {sla més liberal y la mis favorable al progreso de las ci! cias. EI dogmatismo parece ser la condicién misma del es- pirita cientifico; pero, en realidad, lo mata. En efecto, si poseemos desde ahora Ia verdad, ¢para qué buscarla? EL puro dogmatismo es tna doctrina de inmovilidad: de ello hay pruebas en la historia, Reconozcamos, por el contra- fio, que slo podemos acercarnos ala verdad sin estar s garos de alcanzarla plenamente, y la investigacién tendi su tazén de ser; el progreso ser4 posible. La ciencia es 1207} siempre inconclusa. De hecho, casi no ha habido espiri- tus més abiertos, mas curiosos de los progresos de la cien- cia humana que los filésofos de la nueva Academia. Para acabar de comprender el papel de Carnéades, y para juzgarle con equidad, hay que acordarse de que tenia que habérselas con los dogmaticos més insoportables. Los estoicos son gentes muy honestas, y no nos atreveriamos a disminuir en nada sus méritos. Hay que convenis, sin embargo, en que si, a la distancia en que nos encontra- mos, sus defectos se borran para no dejar aparecer sino sus grandes cualidades, vistos de cerca, en el comercio co- tidiano de la vida, debian ser desagradables compafieros. Escuchadlos, escuchad, sobre todo, a los mediocres conti- nuadores de’Crisipo demostrar con un tono arrogante ¥ triste, con una larga serie de sorites en. su apoyo, que s6- lo el sabio puede ser rey, sacerdote, adivino, jurisconsul- to, banquero, zapatero; que puede ilenasse de vino, pero ‘que nunca se embriagars. éEs dificil comprender que un cspirtu libre y vigilante, como era Carnéades, haya perdi- do la paciencia, y que se haya dado por tarea castigar esas tonterfas, derribar todos esos sorites? ZA quién, al escu- char a ciertos dogmaticos, no le ha ocurrido sentirse furio- samente inclinado hacia el escepticismo? Carnéades etcu- chaba todos los dias a los estoicos; no se necesita més pa- a explicar que haya legado a ser probabilista. La tarea ue se propuso era meritoria, y se comprende a Cicerén cuando dice: “Carnéades ha hecho un trabajo de Hércu- les al arrancar de nuestras almas una especie de monstruo: el asentimiento demasiado pronto, es decir, la temeridad y la credulidad”. Que en esa lucha de todos los instantes no haya sobrepasado jamis el fin; que el hibito de la dis- ‘cusién no le haya llevado a excederse en algunas de sus te- sis; que no haya desconocide algunas veces los méritos de sus adversarios, es lo que no quisigramos negar, aunque, (208) Jo hemos dicho, haya mostrado siempre una gran mesura yuna tara posesién de si mismo. Pero, en buena justicia, Hes eso, no puede acusérsele de un gran crimen por ello, como no se puede acusar a un politico si, estando en la Oposicién, no ha prociamado siempre exactamente las Virtudes del gobierno que combate. En resumen, Caméades es un calumniado de la histo~ sia, Ha pagado caro el erzor de no haber escrito nada. ‘Abandonar todos sus pensamientos a palabras que el vien- to se lleva, que lor oyentes no comprenden siempre, que la posteridad no puede controlar, es dar la mejor parte a Jos enemigos y ponerse a merced de los espiritus superfi- ciales, Feliz en su desgracia, Caméades, sin embargo, pro dujo sobre sus contempordneos una impresién tan viva, hha dejado tras sf discfpulos tan fieles, que un eco lejano de sus palabras ha llegado hasta nosotros, y que, 2 condicién de poner en ellos atencién y buena voluntad, podemos Formamos una idea poco més 0 menos exacta de lo que él fue: un espiritu maravillosamente sutil y alerta, aguzado por el estudio, por una reflexién constante y por el hibi- to de la discusion; animado, por extraha que pueda pare cer esta afirmacién aplicada a un probabilista, del puro amor a la verdad; enemigo de todo pedantismo y de todo. fanatismo; dirigido, cosa nueva en su época, hacia la ob- servacién interior y el andlisis subjetivo del pensamiento; dialéctico consumado, pero escrupuloso en la eleccién de las pruebas, atento a no emplear sino argumentos irrepro- chables y en guardia contra las sutilezas capciosas de la dialéctica, justamente porque mejor que nadie conocia ya sus recurs0s, ya su debilidad; preocupado de convencer ‘mis que de asombrar; capaz de poner la pasién al servicio dela razén y de contar menos con ella para llegar a sus fi= nes que con la buena ordenacién de las pruebas, el enca- denamiento claro y riguroso de los pensamientos y esa [209] fuerza del razonamiento que, aumentando de periodo en, periodo, Hleva al alma del oyente, con la alegria de com: prender y de sentirse en la verdad, el calor y la lu2 que le encantan hasta el entusiasmo; orador, para decirlo todo, tanto como fildsofo, pero uniendo estas dos cualidades sin sacrficar una a otra, en la més hermosa armonia que quizd se haya encontrado jamds: tal fue nuestro Cami des. Este poder extraordinario, este genio que provacé la admiracién de los contemporineos, Caméades, digase lo que se hubiere dicho, no lo puso al servicio de ninguna mala causa. Probabilista convencido, como habia trazado, tuna linea de demarcacién neta y profunda entre la espe- cculacién pura, en la que declaraba imposible la certeza, y la vida prictica, en la que declaraba a la vez legitima yne- cesaria la creencia, pudo, sin contradecirse, asumir en las discusiones piblicas la actitud de un escéptico, que nadie hha hecho caer en falta, y mantener en la vida privada las ideas, las costumbres y el tono de un hombre honesto. Su vida esté exenta de reproche. Su moral, cuya frmula pre- cisa nos ha dado Cicerén, volupéas cum onestate, era la de Ia antigua Academia, la de Platn, de Aristételes, de lor es toicos mismos, si se tiene en cuenta el sello personal que sabian poner en sus altivas férmulas. Sélo que esta moral la separaba de los principios abstractos y se contentaba con practicarla sin elaborar su teorfa, Puede pensarse que esta manera de comprender la vida no es ni bastante no- ble nit esti bastante justificada: estamos lejos de defender ste punto. Pero no es por su moral por lo que reivindica ‘mos para él el titulo de gran filésof®. Este titulo lo mere- cid por la fuerza y la originalidad de sus ideas. IL. "Camnéades, explica Martha, no es, como se dice, un sofista, sino un verdadero fildsofo, que en su constan- te disputa contra los estoicos casi siempre tuvo de su lado (210) la rz6n.” Nos atreveremot air mis lejos que el sabio c- feo 7 decir que, regan lo que conocemos de la obra de Gaméades, no ca siempre sino sempre tuvo la razon de fu lado, Solamente, para que esta asercin sea exacts, c= Seresaio queve cousicnte; como.en Ducts jestca debe Conscntirse, tener en cuenta la época en que Caméades ‘Gui y la manera como se planteaban los problemas filo Sétcot en su dempo Seria hacer a Caméades la paride demasiado fil in sistiren st polémica conta las teorasreligiosas de ls e= toics, tan ingenioramente scomodadsi al paganiame, {Quin oraria hoy defender contra él la teologia de Cis po. cemturarle por haber fefutado por el absurdo ese Paniclemo naturalista que divinizaba sin excepcién todas Bes fuerae dela natraleza? Sise dejan a un lado los puntos panticulares donde el estoicismo le une con la religin popular para no consi dear sino las prachae generales que da de ln existencis de ios dioses, quizis hay ain hoy Blésofos que invocan el consentimicnto universal y las causas finales. Hay algi- nos de ellos que no admitan que estos dos argumentos presentan seras difcaltades? cPaede pasar el consent frien universal por un argument sin replica? €Y no te nia derecho Carnades para recordar alos etoicor que, toxin su doctrine, todos los hombres son insensstor? Fe- nelén mismo, poco rospechoso en esta materia, admite ae la prueba de las causas finales es "una via menos per fecta" para legar a la exstencia de Dios. Negara existen- Gia del mal pare no tener que explicarla es un proced miento muy fel, “Cuando los extoicos, dice Martha, en Sv optimismo sin medida y sin matiz, pretendian que to- do ext bien en el mundo, que la sabidusia divina lo ha creado toda para beneficio del género humano, no tenia derecho Carneades de preguntatls en qué siren a la dt [2n} cha de la humanidad los venenos, los animales feroces, lag enfermedades, y por qué ha dado Dios al hombre una in- teligencia de la que puede abusar y dirigir al crimen? Caréades estaba en lo cierto cuando decia, no que Dios no existe, sino que la existencia de Dios no se demues con todas esas pruebas. = Es una observacién justa y profunda de Eduard Ze- lier? la de que los argumentos de Carnéades llevan mis lejos que el fin 2 que tendian ditectamente. No slo ata- can el grosero antropomorfismo de los estoicos, sino que ponen en evidencia las graves dificultades que encuentra, toda concepcién de la personalidad divina. Cémo lo perfecto, Io infinito, lo absoluto es al mismo tiempo una persona, es decir ~y segiin parece~ una existencia deter- minada y limitada, y como tal, sometida a las imperfec- ciones de la naturaieza humana, 2 imagen de la cual se la representa? Los adversarios del teismo de todos los tiem= ppos casi no han hecho més que repetir bajo otras formas los argumentos de Carnéades. Admitamos, si asi se desea, ue esas razones hayan sido incompletas ¢ insuficientes; pero son imaginarias las dificultades que sefialan? éSe en- cuentran completamente resueltas en nuestros dias? Por el contrario, hemos visto renacer precisamente el mismo de- bate, y no parece préximo a concluir. Se olvida en estas resonantes disputas al viejo fildsofo que ha sido el prime- +0 en indicar la dificultad: no sin raz6n, con todo, se sen= tia confundido alli donde los mas eminentes espiritus de nuestro tiempo confiesan sus vacilaciones, y muestran por las soluciones mismas que proponen Ia dificultad del problema. Muy recientemente todavia, Paul Janet" decla- taba “que Dios no es una persona, sino la fuente y la esen~ cia de toda personalidad”. No digamos nada de Ia polémica de Gaméades contra Ja adivinaci6n; aqui esta el triunfo evidente e innegable [221 ce del buen sentido sobre la rutina, de Ia razén sobre la su- pessticidn, Pero no podemos dejar en silencio fa admira- Bie discusién sobre el libre arbitrio. Si no tuviese més que este titulo, no vacilariamos en decir que Caméades ha merecido la admiracién que los antiguos le manifestaban. tundnimemente. En ninguna época se ha defendido con mis firmeza la libertad humana, a la vez que se reconoce Ia parte que hay que hacer al determinismo. A pesar de la autoridad de Leibniz, que los ha seguido en este punto, dse admitirh con los estoicos que sea una tesis seria aque- Ila que distingue el Destino y la necesidad, y declara que somos libres a la vez que no podemos obrar en forma di tinta de como lo hacemos? Nadie antes de Carnéades ha- bia analizado con tanta profundidad la idea de causa, ni distinguido tan netamente la causalidad y la sucesién, ni hecho tan resueltamente un lugar en el encadenamiento de los fenémenos a esas causas activas que se llaman se- res libres, y que se introducen, sin destruirla, en la trama de los sucesos. CTenemos hoy algo mejor que decir sobre teste tema, importante entre todos? El filésofo contem- porineo que més profundamente lo ha estudiado, Re- houvier, sostiene precisamente la misma tesis que Car néades. Es justo agregar que claramente reconoce' el pa~ rentesco de su pensamiento y el del filésofo gricgo, y que ha sido el primero entre los modernos en hacerle completa justicia. "En moral también, Caméades vio con mucha sutileza los puntos débiles del dogmatismo estoico. No se ve bien lo que Antipatro podia responder a un dilema como ét fo consideriis las ventajas naturales como bienes, y enton- ces no hactis sino repetir a Platén y Aristteles y Ia inten~ ign o la virtud no es ya el bien Ginico; 0 bien os empe- fidis en decir que la virtud o la intencién es el bien tinico, y entonces os contradecis cuando dais un contenido a la (213) idea de virtud, cuando decis que la virtud consiste en ha- cer lo que es conforme a la naturaleza. Y la prueba de que tenia razén es que Antipatro se ha visto obligado a modi- ficar la teoria estoica para responder a sus objeciones, Es sabido que la cuestién de saber sien moral la intencin 9 la forma de la accién es la nica condicién del bien, in- dependientemente de la acci6n misma, divide ain hoy a los filésofos, eNo tenfa atin razén cuando se burlaba de las extrafias, paradojas de los estoicos? Se encontraria hoy a alguien que sostuviera que el dolor no es un mal, que todos los vicios y todas las virtudes son iguales, que el sabio posee todas las cualidades y que es infalible? Aqui tambien, quirase 0 no, hay que ser del partido de Carnéades. Pero en toda la ensefianza de Caméades la parte prin- cipal es la teoria del conocimiento. Casi todas los histo- riadores y los filésofos se pronuncian en favor de los es- toicos: una especie de espiritu de grupo los lleva a cubrir el dogmatismo, cualquiera que sea, contra los ataques del escepticismo o de lo que se designa con este nombre. Sin embargo écuintos hay de aquellos que, si miraran de cer- ca la tesis estoica, osarian tomarla a su cuenta? Se puede star por ella frente a Camnéades; se la abandonaria, con seguridad, si Carnéades no estuviera ahi. Esta teoria, en efecto, es poco mis o menos la misma que ha sostenido fen nuestro siglo la escuela escocesa. Esta pretende que nuestros sentidos perciben directamente, sin ningin in- termediario, la realidad tal como ella es en si misma; apre- henden los objetos, las cosas, y no tinicamente las ideas de las cosas. El andlisis psicolégico ha descartado defini- tivamente en nuestros dias, segiin parece, esta concep- cidn, Después de los anilisis de Berkeley, de Mill, de Tai- ne, de Helmholtz, ha llegado a ser un lugar comin decir ‘que la sensacién no es semejante a la causa que la provo- (214) ca que es un estado del sueto; que, si supone una caus, 4 pueito que esa causa no puede producinla sin la partic pacign de sujeto, no puede jamds considertsca sino co- fno una modificacion de ese sujeto; en una palabra, que tila puede sr elsgno de los objeto exteriors; pero no es su imagen, su copia Bel Caméades no conocié ests nos anélisis; todavia hay we reconlar que no conocemos sino ‘una parte de sd. hrs. No es eagerado decir que los a presentido: es evi dente que, por un camino quizé diferente, lego a la mis: mua conclusion, Si lar sensaciones son copias eles de as Cosas, debe haber, de toda necesidad, tantas sensaciones, tspecificamente distintas como cosas reales; por consi iene, cova reales semejantesente sy ademée dos hue os, dos gemelos, dos eabellos, deben evocar en nosotros entacionesdistintasy disceribles. Puede decise que ex- tortea al? Y 4 no es a, n0s sucede que sentimor ls misma sensacién en presencia de objetor diferentes, ex imposible sostener que pescibimos el objeto mismo: la teoria estoicaesté herida en st ras. En vano intentaron podlian oponer nada setio a esa formula de Caméades. La Iepresentacin comprensiva no ex un crterio suficiente, puesto que un objeto que no es puede stscitar en noso- tros una representacién tan fuerte como un objeto que realmente es. En nuestros dias, no es también por el er tudio de los erores de los sentidos, de las anomalas, que Berkeley y lor otros han sido pucrios en la via de la ver dladerateoria del conccimiento? “Arminado el estoicismo en este punto, Caméades no cedid a la tentacion, que habria sido irresistible para un ‘rcéptico, de encerrarseen el silencio y de no dar ningin Siidero a sus adversarion: no temi expres Sus propist ideas y exponere, a su vera Ia crtca:® Sino es en late (215) lacién de las sensaciones con las cosas donde podemos encontrar el criterio de la verdad, puesto que es imposi- ble colocarnos entre la sensacién y el objeto para verfi- car la semejanza; si no es tampoco la fuerza de la impre- sién Ia que puede servirnos de regia, no queda ya por considerar sino la combinacién, el orden de las represen- taciones. Fs as{ como Caméades fue uno de los primeros, cn insistir con mucha sutileza sobre el papel que desem- pefia la asociacién de las ideas para determinar una sen- sacién actual, para atribuirla a un objeto y situasla en un punto del espacio. Lo que constituye el conocimiento es, menos la sensacién actual que el cortejo de ideas que el espiritu le agrega en recuerdo de la experiencia pasada Con esto, el grosero sensualismo de los estoicos se en- contraba ya superado. Con esto también, el argumento sacado de los errores de los sentidos cesaba de valer con- tua el conocimiento sensible. Es absurdo que dos objetos diferentes produzcan una misma sensacién, si debe ha- ber tantas sensaciones especificamente distintas como hay objetos. Pero si el objeto, en lugar de ser directamen- te percibido por nosottos, es un grupo de representacio~ nes, nada impide ya que la misma representacién forme parte de varios grupos diferentes. Yo no puedo tomar a Cistor por Pélux, sila sensacién producida en mi por Cis- tor es todo lo que me da la idea de Castor; si es necesario aque le agregue muchos otros elementos que le determi- nen, se comprende que agregando elementos con los cuales no concuerda, formo Ia idea de Pélux: el error no esté en la sensacién, sino que procede del uso que hago de ella Aristételes, hay que reconocerlo, habia ya proclamado el caricter relativo de la sensacién y habia sostenido que la sensacién tomada en si misma no engaiia jamés, que el error esté siempre en la sintesis. Carnéades se ha acordado [216] quiz de esto; nada impedia aun filisofo dela nueva Aca ‘ina pedir prestado al discipslo de Platn Gaméades no se quedo en eso. La asociacin de las ideas no basta para dat cuenta del conocimiento: se llega por ehi a un empirismo muy imperfecto, El animal tam- Elza es capaz de esa operactén. En el hombre hay algo tie: la contradicein y la no contradicein de las ideas. Se ha visto con cuinto ctidado insstia Carnéades en es te punto: es preciso, para que tna representacin merez- eo Confianca, asegarase que nada Ia contradiee; hay que ‘Saminat en detalle todos los elementos y ver st armoni- Sin entre si, Expresarse de este modo éno era introducit tin elemento racionaly proclamar, contrariamente ala te- Sis estoica, a insuficieneia de la sensacién? Descartes y Leibniz dirin otra cosa cuando definan la percepcién co- qo un suetio bien encadenado? Poscemos, pues, na regla para la verdad. Sin duda, no hay que olvidar y Carnéadr insistiaen ello, que es s6- Io un eaterio subjetivo, que no aleanzamos lo absoluto: no salimos de nosotros mismos y podemos todavia equi- ocamos. El conocimiento sigue siendo relativo, Pero es te regla es insuficiente para la vida prictica, incluso para Ininvestigacin y el razonamiento, No es es0 To que pro- tlaman hoy, en términos quizé diferentes, pero en el ris- Imo esprit, gran nimero de filésofos y de hombres de Gencia? Seva temeridad sostener que poseemos hoy Is ‘erdad absoluta sobre esta cuestin, Peo es certo que en in prosecucién de sus investigacioned sobre ste diffll problema del conocimiento, a filosofia moderna ha da- Sp razdn a Caméades sobre sus vals: en este sentido, antcipé a su tiempo ¥ se acered mucho a lo que es an pan nosotros la mayor aproximacién de la verdad. “Tal fac Ia obra de Caméades, Pr muchas reservas que puedan hacerse, st ve cal era la solider de ss tei, la cla (217) ridad y el vigor de sus razonamientos, la penetracién de su espiritu, la seriedad y la originalidad de sus indagacio- nes. Nadie pondra en duda que haya sido tn verdadero, filésofo; algunos pensarén quiza que los modemos harian, ‘una obra de justicia si le colocaran en el lugar que los an- tiguos le habfan destinado entre los grandes fildsofos. Notas ® Le phiophe Carded Roms, publica en ox Binder mans ts ‘igi Ps Hace, 185, 2 Ena intersnsimy encntadr estado intl Ur proline acs ada, act, 8), Tain snr con Co ‘nade; ccenon que e injures Cuando dic, poreemplo (91), que ot fontemporineos de Caméader no le devon precamente Puan de he roc yezo simplemente porque no quis envenenase seis de Anti tr, Thamin canfunde manifestamente 3 los contemporinear de Camenes ‘on ss nerigos + menos que erablezesmor come principio qc low fl Sols eben seguir us conurdctore en tuba, on onto comma tes les ples enter en el sere set sn men eee Sl de viuda de Malabar. Porous pute, quests por saber qué creo mates It Snéatot eferida por Digpene IV, 6) el ago andlogo itado por Esoben (it, CHD, 19) parece mis vero. 5 He ag el cso de concencn en el cual Martha, con toda rand = ain noroton, ve una prc de In decades mora de Cuméaden ies ‘oe hay ensign so una serpents cule y que un hombre que no sabe Sada dello, y co cups mart gansta, et 4 Punto de sete enc bars mal en no impedisel, Sin embargo, poder impunemente no svat. le poor equién te seusra? (Cie, De Fy T, Sth, 39} Respondienda + [rtha, que scala exe patje en lato, Tin exci: “Eel pase tao por Martha, clo ef informe prtenere al fasta en cuyo protector se ta constitu; fa form yladlcadera moral que expres son e iced, lean al iterpretr el argumento del esceptca, lo wueive conta Teo, tte todo, no hay naa en el eto de Cer gue pert suponer que Ca laden inept el eas de concencs como lo hace Cer ry a8 teramente, Thain le quita ex mest. Peo aunque no fit cst ge Cartas hays sleanzado era delicaders de iterptni, soa ses ‘pamero qe haya tendo aes de un ease de concieneia en el cu “et {Ede un ecripalo completamente intron, arta al conocimiento e los (218) Ed hombres" y pores al casa de concen te mantendia my supine ‘ehishabu, cn ello dito, nantes pola y an na deine Setpral con fas cls no seta sin fst boner = Caras. "Pfamente ae diy por amoral ae, Caméndes demas lor gue receuchan y obj pacone beacons prom, x radia deshonestilad” Pe ‘noc porue hays eassdoindignacim en el pablc, sino, por contra exporgue tivo demasiado do, pola que Caméades tava gue aide Ro ‘ofr expulatyy no por carpio mona rio porge Ia joven ee ‘By enol bisa Catsn anega el aumto que reteia al embujador ate ne Ey eteun punto que Mara a demos cn foroncondlyent ‘Rete som desfvos, Alemis,Caméade no demucrra lo omanos “sa ‘Ral deshonetdad se contents con mostater queen star rary una ‘Tigre una opoiin ene afin lo ques oma I pean ‘fine que seprochan s Caméaser haber dicho lo que hay qu ell le sheuman com ays de teats de Cicero lor euler sue dear se consid fen paurbadorsy corpora des jventud. {Se desea mejor que hs ‘ise ec como Cicer, que deca en pbc lo conta elo que pr Inns unos en lo dots yee hal el devto po palit: ques bur ib dea advinacign y em augur Ere Ciceon y Carnes icles ms ‘scab Pip. ese, Pp. Ea, XIV, 14. 1 nite, lle, 35 "Nec Carmenere. ijt vi Fae” 5 Dia bat, ¥, 17: Eptome LV, "aon qua vicaperandam ee jostiam sentcae™ Conte ade I, 0 38. 8 Beat Deny lo, “Fee Camesdessiebat non ut dea ole 4 (qud enim pilosopho minus conveien) sed wstaleos il de disex- lige convinceret™ peti 19 0 eRe ti 38 "Probable aliquid exe quasi ves, aque te gel cin agence vita tin quarendo ae diserendo™ Ph der Gren 1,5 1 Reon der Dour Mody, de junio de 1885 15 eave partalarmene a Cite ppg, © année XVI 6 1 Ee veri, coms lo conetraPhlppeon (De Php ro io ‘ep ons p57, Bin, 1881), que Careades haya toad algunas de fs Wests lor méscarempissts, gues Su ver, haya sjercido una cera [nluencs sree epictren Zenda, stor de un importante y criss eole ein induccgn, Zein habia sido soramente un de lor admiedore ents ‘star de Caméader (Ce Ae 1,3, 40) [219] Catravo V Los sucesores de Carnéades. Filén de Larisa I. La Academia nueva habia alcanzado su apogeo con Caméades; poca cosa tenemos que decir de sus sucesores inmediatos. Clitémaco, Esquines, Caméades Metrodoro de Estratoniea, que Cicerén! nombra al mismo tiempo, fueron atin, sin embargo, hombres ilustres. ‘Clitémaco es el mis conocido de los sucesores de Carméades: a él comesponde el honor de haber salvado del olvido las doctrinas de su maestro Era de Cartago? y habla llevado el nombre de Asdribal.' Ya se habia ocupa- do de Filosofia en su pais y quizis habla publicado aly nas obras en su lengua matema. Fue a Atenas hacia la edad de veinticuatro afios estudié durante cuatro afios; se inicié en todas las filosofias entonces en boga, en el pe- ipatetismo y en el estoicismo, y, por Bin, se adbiei, para zo abandonarla més, ala Academia nueva. Habia nacido hnacia 175 a. de]. C. y puso fin asus dias! después del afi 10. dej.C. Giitémaco tenia una gran reputaciéay Gicerén elogia sobre todo la penetracin de su espisitu y su entusiasmo [2a] ppor el trabajo, Habla escrito mucho més de cuatrocientas obras, segiin Didgenes. Ademés de las Consolaciones, de las que hemos hablado mas arriba, se citan de él cuatro libros, sobre la Suspension del juicio, que Cicerén siguié muy de cerca en su exposicién de los Académicos. Habia tratado el mismo tema en otras dos obras, dedicadas al poeta C. Lu- lio’ y a L. Censorino, que fue cénsul. ‘Su condiseipulo Caméades 0 Carmidas era considera. do algunas veces como el fundador, con Filén, de la cuar- ta Academia.” Fiel a la tradicign académica, discutia, no para hacer prevalecer una opinién, sino para combatir to- das las afirmaciones que se expresaran ante él" Imitaba a Carnéades hasta en su manera de hablar.” Su elocuencia, y su prodigiosa memoria! Ie habian hecho eélebre. Sostu- vo con Clitémaco una viva polémica contra los ret6rie cos" pretendié que no puede llegarse a la verdadera elo- ccuencia sin haber estudiado los sistemas de los filésofos;!* cs ésta Ia tesis que sostuvo en esa época toda la Academia, (Otro académico, Hagnén," habia escrito también un tra- tado contra los ret6ricos. Entre los discipulos de Carnéades, Metrodoro de Es- tratonica merece una mencién particular. Era un trinsfu- ga de la escuela epiciirea,” y no parece que haya escrito nada, Hemos visto ya que, en un punto esencial, estaba en desacuerdo con Clitémaco. Segiin este tiltimo,!® Car- néades prescribié la suspensidn del juicio en toda cues- tién que no fuera de orden prictico. Segiin Metrodoro, autorizaba el asentimiento, con tal que no fuese dado co- ‘mo una certeza, y estimaba que el sabio puede tener opi- niones. Quizés era Metrodoro el que habia comprendido mejor el pensamiento del maestz0. Esto era, al menos, lo que decfa él mismo, segiin el testimonio del Index bercila- ensis.” Cicerén® nos asegura que pasaba por ser buen. conocedor de Caméades, y vemos, hecho mas significati- [222] yo todavia, que Filén, cuando se separé de su maestro Clitésmaco, se adhirié a la interpretacién de Metrodoro" Quizés en Metrodoro comenzara la tradicién que recoge San Agustin y segdn la cual los académicos, por el pla- cer de combatira los estoicos, habrian disimulado su pro- pio dogmatismo. Sin embargo, es dificil ereer que no ha- yaen esto algtin error o alguna equivocacién.® De los demis discipulos de Caréades s6lo conoce- mos los nombres: Melantio de Redas* Esquines de Né- poles, Méntor, que Caméades sorprendid en casa de su Concubina,* y que, por este motivo, expulsé de su escue- lay, por fin, Hagnén de Rodas.” El Index Herculanensis® nombra también a Zen6n de Alejandrfa, el cual, como Cli- témaco, habia expuesto, en sus escritos las ideas de Car- néades, los Tiranos Zenodoro y Agasicles; Bataces y Cot dalo de Amiso; Bit6n de Solos, Asclepiades de Apamea; Olimpiodoro de Gaza, Hiparco de Solos; Sosicrates de Alejandria; Estratipo; Calicles de Larisa; Apolonio. Entre los romanos, Catulo,” que fue colega de Mario y a quien Cicerén da tin papel en los Académicos, fue también uno de los partidarios de Carnéades. Clitémaco tuvo, a su vez, un disefpulo eélebre: Filén de Larisa; expondremos dentro de poco sus doctrinas. Los disefpulos de Carmadas fueron: Heliodoro,” Fanés- ‘rato Metrodoro? de Escepsis eélebre, como su maestro, por una memoria extraordinaria. Estuvo al servicio de Mi tridates.** No poseemos informes sobre las doctrinas de estos f- lésofos, Se podria estar tentado a creer que ellos se incli- naban hacia el eclecticismo, al ver a Clitémaco igualmen- te versado en el conocimiento de varios sistemas; los de la Academia, de Aristteles y de Zenén. La historia de la ‘Academia nueva nos muestra, por ota parte, una marcha iis 0 menos lenta, pero ininterrumpida, hacia el dogma [223 tismo. Sin embargo, es mas verosimil atin que los suceso. res de Caméades se limitaran a desarrollar sus ideas, sin ir ‘mucho més alli. Veremos, en efecto, que Fil6n mismo, a pesar de las apariencias contrarias, permanecié fiel a fas, opiniones escépticas de Caméades. Sélo mas tarde, en la época de Antioco, la Academia nueva se acercé abierta- mente al dogmatismo estoico y acabé por confundirse con Ia escuela de Zenén. IL Filén nacié en Larisa hacia 148-150 a. de J.C" Llegé a Atenas a la edad de veinticuatro afos, y fue disci. pulo de Clitémaco durante catorce afios} sucedié a éste, sin duda, hacia 110 a, de J. C. Guando estallé la guerra centre Mitridates y los romanos, abandoné Atenas con al- sgunos de los ciudadanos mis notables y se refugi6 en Ro- ‘ma; ensené alli con gran éxito, y puede conjeturarse que no abandoné més esa ciudad; en todo caso, es cierto que no volvié jamés a su pais." Murié a la edad de sesenta y tres afios, hacia 85-77 a. de J.C Antes de escuchar a Clitémaco, habia recibido en su patria las lecciones de Calicles, discipulo de Carnéades. Escuché también al estoico Apolodoro.© Filn fue célebre en su tiempo. Plutarco* nos prueba que excit6 la admiracién de los romanos tanto por su ta Tento como por su caricter. Tuvo por discipulos a varios hombres ilustres, entre otros a Cicerén, que le manifests siempre el més vivo apego y que le llama un gran hom- bre: Estobeo" clogia también su talento, y San Agustin, su prudencia Su gloria estaba bastante bien establecida para que se le haya considerado algunas veces como el fundador de la cuarta Academia.® Enseftaba la retérica al mismo tiempo que la filoso- fia, y habia reservado algunas horas de la jorada para esta ensefianza; no se limitaba, como los ret6ricos, a ha- [224] cer que se defendieran causas particulares y estrechamen- te citcunseritas; le gustaban también los temas generales,”” las cuestiones de principio que los retéricos dejaban de ordinario a los filésofos. Fildn habia escrito, con seguridad, algunas obras; guna ha Tlegado hasta nosotros. Cicerén sefiala*® dos li- bros de él publicados en Roma, una copia de los cuales, llevada a Alejandra, excit6 la indignacién de Antioco;® para responder a ¢50s dos libros, lenos, segrin él, de no- ‘edades peligrosas y en contradiccién con Ia ensefanza, de la Academia, y aun con la de Filén, Antioco escribié una obra intitulada Sosus. “Acse ataque, que parece haber sido muy fuerte, si juz gamos por el discurso que Cicerén pone en boca de un fiscipulo de Antioco, y que, casi con seguridad, segufa ‘muy de cerca la obra real del fildsofo, édio Filén alguna respuesta? Puede conjeturarse, segin un pasaje de San ‘Agustin, que el libro de Antioco le offecié una ocasi6n para continuar contra los estoicos el combate encarniza- fo en el que se habian seftalado todos los verdaderos adeptos de la Academia nueva. Cicerén dice también ‘gue, mientras vivi6, la Academia no dejé de tener defen- sores. Sin embargo, no poseemos ningin informe preciso sobre la obra o las obras que Fil6n pudo escribir en ese III Para Filén, como para esos predecesores en la Aca- demi, como para todos los filésofos de su tiempo, el pro- blema’capital fue el de la certeza. De creer ala mayor parte de los historiadores, Filén se habria adherido a una especie de dogmatismo mitiga- do; habria retrocedido a un estado anterior a Carnéades y se habria inclinado ya hacia ese dogmatismo ecléctico que debja triunfar con Antioco. [225] Muchos testimonios, en efecto, estin de acuerdo en cestablecer que él modificé Ia enseftanza de Ia Academia nueva; y Cicerén nos dice que introdujo novedades" Es. tas novedades debian ser de alguna importancia, puesto que, leyendo en Alejandria dos libros que Filén acababa de publicar en Roma, su discipulo Antioco, el més sua. ve de los hombres, se encolerizé: apelando a los recuet. dos de aquellos que habian seguido con él las lecciones de Filén, les pregunté si jamés habian sido escuchadas semjantes cosas en a Academia. Finalmente, él mismo ‘compuso un tratado para refutar a su maestro. Nadie duda atin gue Fil6n haya profesado una expe- cie de dogmatismo. Se nos dice,* en efecto, que hacia re montar hasta Platén la doctrina de la Academia nueva; se jactaba de ser el continuador del maestro de Aristételes; decia que no habia habido jamés sino una sola Academia y se levantaba contra los que sostenian lo contrario. Numenio® nos dice también que, en su alegria de su- ceder a Clitémaco, habia estallado en guerra contra los es- toicos, con un ardor completamente nuevo. Pero més tar. de la experiencia mitigé su celo. Advirtié la armonia de las sensaciones y su evidencia. No os6 volver la espalda a sus antiguos amigos. Pero deseaba encontrar contradicto: res que le hiciesen cambiar de opinién y le convenciesen, de su error, De igual modo, segin San Agustin,¥ Filén, espiritu ‘muy circunspecto, habfa ya entreabierto las puertas de la ‘Academia, antes de la defeccién de Antioco, a los enemi- 08 vencidos y habfa intentado reunirlos de nuevo bajo la autoridad y las leyes de Platén. Finalmente, lo que es quiza més decisivo atin, Sexto* dice en términos claros que, segtin Fildn, la verdad no puede, sin duda, conocerse con ayuda del criterio estoico; ero que en si misma, por naturaleza, puede conocérsela. (226) Bs dnicamente contra el dogmatismo estoico conta quien se habrian dirigido sus erticas; pero suprimida y Barrda esta doctrina, habia lugar para otro dogmatismo. ‘Agreguemos, en fin, que Cicerén mismo™ hace alti sién, en téiminos, es verdad, bastante oscuros, a una en- feanza misteriosa y esotérica sobre la cual los acacémi- os rehusaban explicase. {Cuil es, pues, el dogmatismo que Filén habia susti- tuido al dogmatismo estoico? Aqui comienzan las difieul- tades. Ningin texto permite responder con una entera Certeza: no es sino por via de conjetura como puede en- sayarse la solucién de la cuestin. ‘Segiin los textos que acaban de leerse, la primera idea que se offece al espinitu es que Filén volvia simplemente Al dogmatismo platnico. Las cosas no pueden ser cono- éidas por los sentidos: Platén lo habia dicho; Fin lore pite, ¥ por esto, segin el testimonio de Sexto, él combate al eriteio estoico. Sin embargo, las cosas pueden ser co- nocidas: 2cbmo, sino, segin lo habia dicho Platén, por la intuicibn de la rzzén pura? “Tales la opinién que ha sido adoptada y defendida tan ingeniosamente como es posible por Hermann.” Es- tela habia indicado en su primera disertacin sobre Fil6n de Larisa. La ha mantenido y desarroado, a pesar de las eriticas de Zeller, apoyindola en argumentos nuevos, en su segunda disertseién. ‘Un punto sobre el cual Hermann ha sido el primero en llamar la atencién es el empleo por Gicerén, cuando expone la teoria de los académicos, de expresiones tales ome impression in aniomo aque mente* menti impress sub tile, que recucrdan otzos pasajes en los cuales Cicerén admite una especie de conocimientos innatos 0, més bien, andlogos a aquellos que, segin Platn, el alma ha adquirido en una vida anterior (227) ‘Sin embargo, los argumentos de Hermann no nos han, convencido, y ereemos que la doctrina de Fil6n tenia an sentido muy distinto y permanecia muy alejada del verda- dero platonismo. ‘Ante todo, para comenzar por el tiltimo argumento sefialado por Flermann, la prueba de que Filén no enti de la expresién monti subtiliter impresa en sentido plat6r co es que Cicern agrega en seguida neque tamen id perciph ‘ac comprebendi posse. La intuicion platénica implica una reserva, una tal incertidumbre? El pasaje en que Cicerén hace alusién a una especie de iniciacién misteriosa es muy poco explicito para justi- ficar la conclusién que se saca de él. No se aplica, por otra parte, a Filén en particular, sino a todos los académicos Y si taviese el sentido que quiere atribuirsele, éc6mo con- ciliarlo con ese otro pasaje en el cual Cicerén nos ensefia ‘que Clitémaco no supo jamas a qué atenerse respecto a las opiniones de Carnéades?® En cuanto al testimonio de San Agustin, éste no con- tiene nada preciso sobre la ensefianza de Filén. Por otra parte, San Agustin atribuye las mismas segundas intencio nes a Arcesilao y a Caméades,® y hemos visto que se equivoca. Hay que recordar, por otta parte, que él presen ta esta idea como una conjettra personal, no como un da- to cierto. Finalmente, Filén mismo, segiin Cicerén, se relacio- za con el pensamiento de Platén y declara que no ha he bido sino una sola Academia. Pero icuidado! Platén es a sus ojos un escéptico; como Sécrates, evita afirmar nun- ca nada. Si ha habido, segtin Filbn, una sola Academia, es ella una Academia escéptica, no es la nueva la que él reduce a [a antigua, sino la antigua la que él absorbe en la nueva. En los dos libros de los Académicos que han llegado [228) hasta nosotros, se nos presenta siempre a Filén como un. probabilista. Cicerén, en su carta a Varr6n,! declara que fe ha convertido en el vocero de Filéns ahora bien, Cice- ron se hace pasar siempre por probabilista. ¥ si Filén hu- biera renovado el dogmatismo de Platén, éeémo com: prender que Antioco haya podido reprocharle por decir Cosas inauditas hasta entonces en la Academia? Cémo comprender que le haya combatido tan ésperamente, él, ‘que abrigaba justamente la pretensin de restaurar el pla” tonismo? Desgraciadamente, no poseemos el libro II de la se- ganda redaccién de los Aeadénicos, donde, segin la muy plausible conjetura de Krische,® estaba expuesta en deta~ Ile Ia doctrina de Filén, en tanto que la tercera y la cuar- ta correspondian poco més o menos al Lucullus que po~ seemos, Pero el hecho mismo de que Cicerén, abogando por Filén, responda a Varrén, defensor de Antioco, mues- tra bien que Filén no profesaba una teoria andloga a la de Platén. Y cuando, en el Lucullus, Cicerén, después de ha: ber expuesto las teorfas escépticas de Carnéades y de Cli- témaco, exclama:® “Todo lo que yo digo, Antioco lo ha aprendido en la escuela de Filén”, Zeémo suponer que ha- ya grandes diferencias entre Fila y Carnéades? Aquél ha podido ser un adversario menos resuelto,# un interlocu- tor mas conciliador; en el fondo, estaba de acuerdo con, sus predecesores inmediatos. Hay que descartar, pues, la tesis de Hermann. Filén no fue un dogmitico platénico. Sin embargo profesé una especie de dogmatismo: Sexto lo declara formalmente; Numenio lo asegura y Cicerén, como se veri, no Io nie 42. Creyé en la existencia de la verdad; pero Ia verdad no. se conoce ni por los sentidos ni por la raz6n. éCémo, pues, se la conoce? &Y qué respondia Filén a esta cues- tion? (229) iste no respondia nada, y eso por la razén muy sim ple de que, segiin él, la verdad no se conoce jamds con Certeza. Existe, se la conoce quizi; pero jams estamos se- guros de poseerla. Falta siempre el signo infalible por el cual [a reconoceriamos.® En si mismas (toe), las cosas pueden conocerse; son, en este sentido, comprensibles,« pero, de hecho, no podemos distinguir lo verdadero de lo falso. Una cosa® es la naturaleza de lo verdadero, y otra el conocimiento. El conocimiento, siempre posible, 0 es ja mAs cierto." Una tesis semejante puede parecemos singular; esta- ‘mos habituados a tomar las palabras verdad y certeza por sindnimas, y casi no concebimos que una pueda existir sin otra. He aqui, cteemos, como Filén fie llevado a sos- tener esta paradoja, Después de haber seguido fielmente la doctrina de Caméades y de Clitémaco, Filén se sintié hondamente agitado un dia por una objecién de Antioco.® Entre las ‘cuatro proposiciones que resumen la teorfa de Carnéades, ¥_que se han leido arriba, hay dos de ellas, las més esen- Giales, que se contradicen. Hay, dice Carnéades,” repre- sentaciones falsas. Ademis, entre las representaciones ver- daderas y falsas no hay diferencia especifica. Pero, objeta Antfoco, cuando admitis la primera de estas proposicio- nes, admitis implicitamente que lo verdadero puede dis- tinguirse de lo falso, y lo negdis en la segunda. Sila segun- da es verdadera, la primera no lo es ya; y si la primera es verdadera, hay que renunciar a Ia segunda. En el fondo, sla objecién dirigida tan 2 menudo en nuestros dias con. tra el probabilismo, pero presentada aqui bajo una forma mis sorprendente y viva: Ja probabilidad supone la ver~ dad; nada es probable, si nada es verdadero. {Qué responder a esta objecién? éNinguna otra cosa, sino lo que responde Cicerén?” Y se puede estar seguro (230) de que él repite las palabras de Filén: “La objecién serfa jmefutable st suprimigramos toda verdad; esto es lo que ‘no hacemos, pues discernimos lo verdadero y Io falso. Hay apariencia en favor de la probabilidads no hay signo seguro de lo verdadero” ‘Como se ve, para salvar la probabilidad, es necesario reconocer Ia existencia de la verdad. Pero, a la vez que ad mite esta existencia, Fil6n no cree en la certeza. Hay co- sas evidentes (perspicua) que no son percibidas y conoci- Aas (percepta, comprebensa).” Estas cosas evidentes, verda- deras, en las que se puede creer (probare)?? pero no pue- den conocerse (percipere), constituyen lo probable 0 vero~ simil en el sentido en que Caméades, segiin Metrodoro, definia estos términos. ¥ por esto, probablemente, Filén, abandonando {a interpretacién de Clitémaco adopté la de Metrodoro. Unicamente dio al pensamiento de Car néades, asi comprendido, mayor nitidez y decisin. &Cémo pudo Fildn, se dirs, sostener una tesis seme- jante? {Cémo decir que la verdad existe, si no la conoce- mos? Cémo creer que es, si no sabemos lo que es ella? No decimos que Filén tenga razén; aun seria una cues- tidn saber si esa tesis no puede ser defendida. Historica- mente, la prueba de que Fildn sostuvo esa teorfa’* es que Antioco la combate con un gran vigor y le dirige precisa- mente la objecién que se acaba de leer® El compara” in- sgeniosamente a los partidarios de esa opinién con alguien ‘que quitara a vista aun hombre y dijese que no le ha q tado nada de lo que se puede ver. Se nos niegan los me- dios de conocer la verdad, pero se nos deja la verdad. Por extraiio que pueda parecer a algunos, esa tesis ¢s la que sostiene Cicerén mismo en toda la segunda parte del Lucullus, Repite hasta la saciedad que nada es cierto; pero, al mismo tiempo, agrega que no pone en duda la existencia de la verdad.” La verdad, dice atin, sirviéndose (2m) de una expresién de Demécrito,? la ha ocultado profun- ‘damente la naturaleza; ya que es imposible alcanzarla, po- demos, por lo menos, acercarnos a ella, y hay que ensa- yyarlo.” "No renunciamos por la fatiga a la persecucién de la verdad: todas nuestras discusiones no tienen otro fin, al, poner en debate opiniones contrarias, que el de hacer sa- lir, hacer brotar de ellas una chispa de verdad o algo que se le acerque,” Jara por lo més sagrado que esta Ileno de ardor por la biisqueda de la verdad.* Aun en las ciencias, fisicas, tan inciertas, sabe cusnta alegria se siente en ele~ varse por encima de las apariencias vulgares, en intentar penetrar los secretos de la naturaleza y en descubrir una explicacién, aunque s6lo fuese verosimil.™' Es asi como, ‘nds tarde, lor nuevos escépticos dirin quiza que la verdad existe; que no es imposible que se la descubra alguna vez; que no hay que desanimar a nadie. Entretanto, no se la hha encontrado. Por lo demas, decia atin Cicerén. la simple probabi- lidad no es cosa de desdefiar tanto. Fay muchos casos en los que el sabio mismo se contenta con ella. éHace éte otra cosa cuando sube a un buque, cuando hace planta- tiones,® cuando se casa, cuando tiene hijos? ZTiene él, en todas estas circunstancias, la certeza absoluta e inquebran- table de que se envanece el estoico? Se afirma sin vacilar que el sol es dieciocho veces mayor que la Tierra; ées es- to una cosa que se haya comprendido o percibido™* Siesta interpretacién es exacta, puede decirse que Fix In haya hecho alguna concesién al dogmatismo y que sea, en cierto grado, ecléctico? La respuesta a esta cuestién depende de lo que se entienda por dogmatismo. Se es, sin duds, dogmatico cuando se admite la existencia de la ver- dad. Pero ése es todavia cuando se agrega que jamés esta- mos seguros de poseetla? Esto es lo que se llama de ordi- nario el escepticismo, y cuando se admite la posibilidad [2321 de aproximarse a la verdad o incluso de aleanzarla sin sa- berlo, se es probabilista; Filén es ni més ni menos que un probabilista; admitié la existencia de la verdad tinicamen- te para salvar la probabilidad; parecié haber cambiado de ‘opinién; pero la concesién que hizo al dogmatismo es de pura apariencia. GEn qué se diferencia de Carnéades y cudles son las novedades que trajo, segiin el testimonio de Cicerén? A. pesar de la autoridad de Zeller, no creemos que se le de- ba atribuir como suya la distincién entre las cosas eviden- tes 0 probables (perspicua, probabilia)y las verdades ciertas} cesta teorfa es de Carnéades* como se ha visto mds arriba ‘Alo sumo, podria concederse que Filén dio més impor- tancia ala parte positiva que a la parte negativa de la doc trina de Carnéades; insiste con mas gusto en el caricter, probable o verosimil de ciertas proposiciones. Hemos vis- to cémo, con Metrodoro, atribuia a Carnéades aserciones mis positivas de lo que queria Cli Segiin Filén, Caméades erefa que el sabio puede tener opiniones; Ci cerén, de acuerdo con Clitomaco, sélo veia en esto una tesis sostenida para contratiar a los estoicos.* Las novedades de Filén se reducian a dos puntos. De- claraba, lo cual Carnéades no habia dicho y lo cual no ha- bia quizd podido conceder, que la verdad existe. Ade- mis, y precisamente quiza porque reconocia la existencia de la verdad, pretendié relacionar la Academia nueva con la antigua. Platén, en efecto, que crefa también en la exis: tencia de la verdad, tiene a menudo formulas dubitati- vvasi® rodlea sus aserciones de muchas reservas; no admite tampoco que los sentidos sean jueces de la verdad, y per- mite al sabio! tener opiniones. Filén, equivocadamente, lo creemos, pero con muy buena fe, ha podido, pues, creerse el continuador fiel del fundador de la Academia. De igual modo, esti en su derecho cuando compara su [233] doctrina con la de Aristételes. Si el conocimiento fuera solamente la impresi6n que produce en el espiritu la ver- dad, los peripatéticos, como Filén, convendrian en ello. Lo que lo impide todo es esta grave adicién: de tal suerte {que lo falso no podria producir una impresién semejante, 2Quign us6 en el Liceo tal lenguaje? Es Antioco, son los estoicos quienes han alterado la pura doctrina de la Aca- demi Se comprende por alli cémo Filén pudo pasar por un, innovador, aunque, en el fondo, casi no hizo sino repetix, recaleando quiz ciertos rasgos, lo que habla sido dicho por Caméades. Las innovaciones de Filén son bastante importantes para que se le haya considerado algunas ve ces como el fundador de una cuarta Academia. Pero no son lo bastante para que esta calificacién haya sido ut versalmente admitida y haya prevalecido. Si Numenio y San Agustin le han atribuido un cam- bio de opinién y han visto en él a un dogmatico platé- nico, es porque se han equivocado sobre el sentido que Fildn daba a esta formula: la verdad existe. Hay que con- venir en que su error es excusable. No es natural, a pri- mera vista, que un escéptico proclame la existencia de la verdad. La gran célera de Antfoco contra Filén" procede se- gin toda verosimilitud del esfuerzo intentado por el iti- ‘mo para poner de acuerdo a Platén y Aristételes con Car- aéades y borrar los limites entre las dos Academias. Trins- fuga de la nueva Academia, afiliado con ostentacién al es- toicismo, es entre los estoicos donde Antioco pretendia encontrar lot verdaderos continuadores de Platén y de “Aristételes. Hasta Ilegaba a decir que entre los estoicos y Ia antigua Academia s6lo diferian las palabras y que el es toicismo es una comeccién de la antigua Academia.” (Queria conservar a la escuela que servia con celo de recién [236] convertido el prestgio de los grandes nombres de la anti- ggua Academia." Le quitaban sus dioses; quiso defender- Ios, y por esto escribié el Sos. ‘Dos puntos bastante delicados quedan por explicar: sul es'el modo de conocimiento admitido por Filén y designado con las palabras ment subtler impression? SGual era esa ensefanza esotérica a la que Cicerén hace tuna alusin disereta? Sobre el primer punto, Hermann y Zeller parecen creer que se tata de un conocimiento innato, no ex el sentido estoico, sino en el sentido platénico de la pala- bra, Pero no puede invocarse en favor de esta conjetura ninguna razén probatoria Por el contrario, Bilén y Ci ‘erdn comparten en este punto la opinién de Camnéades, aque manifiestamente hace derivar todo conocimiento de los sentidas. Nos parece probable que los académicos ca- sino dieran explicacin de la manera como se realiza el, conocimiento. Hacfan constar como un dato la presen- Gia de ideas en nuestro espiitu, y consideraban que son conformes a sus objetos, sin dar cuenta del paso de las cosas al espiritu, de la accién de las cosas materiales so- bre el pensamiento; sin recurs, sobre todo, a las imige nes y 2 la terminologia mateiaistas de los estoicos. Es- tas les repugnaron siempre. Contra ellos va dirigida la palabra subtler Sobte todo por esta oposici6n constan- te al materialismo estoico, son verdaderamente de la es ucla de Platdn, Sobre la ensefanza misteriosa de los académicos, no podemos, naturalmente, sino arsiesgar conjeturas. Hay, Aecfan ellos, cosas probables. Pero Zeudles son las cosas probables? {Qué eleceidn habjan hecho entre las diver- fas aserciones en favor de las cuales pueden invocarse ra- zones plausibles? Se comprende que los dialéctcos suti- Jes que pasaban su vida en disewtir con adversarios atu (235) tos hayan evitado pronunciarse piblicamente sobre este asunto: pronunciarse era dar asidero sobre si mismo; era renunciar a esa posici6n tan ventajosa de gentes que, no teniendo nada que defender, estin siempre listas para el ataque, cosa mas ficil, como todos sabemos, De ahi su respuesta a las cuestiones indiscretas sobre sus miste- ios.” Now solemus ostendere. Pero en la intimidad de la es- cuela, con diseipulos” elegidos y privilegiados, no te- nfan las mismas razones para mantenerse reservados; no tenjan ya una actitud que observar. Probablemente, allt decfan lo que les parccia verosimil y lo que en realidad crefan, Pero aun entonces puede creerse que no asumian tun tono dogmitico. Proponian sus opiniones a sus dis- cipulos; pero no les imponian nada. Exponfan sus raz0- res, y dejaban a sus oyentes el cuidado y Ia libertad de inferiz. Eran en esto consecuentes consigo mismos. Ve~ ‘mos, por un pasaje de Cicerén, que su preocupacién no ert hacer triunfar Ia autoridad, sino la razén. Este respeto a la libertad y a Ja conciencia individual parece muy raro en las demis escuelas; éste es un caricter pro- pio de los nuevos académicos. Estos excelentes filésofos fueron los espiritus més liberales y mas moderados de su tiempo. En todo caso, no hay, en el oscuro pasaje de Cice- +6n, razones para atribuirles propdsitos tenebrosos 0 se- gundas intenciones. San Agustin se equivocaba cuando crefa que tenfan cuidadosamente oculto el tesoro de los dogmas platénicos. Se ve cudl es el error que ha dado na cimiento a la tradicién o més bien a la leyenda de la cual se hizo eco. En resumen, Filén se mantuvo siempre disefpulo fel de Caméades, Zeller se equivoca, 0 por lo menos fuerza Ia nota, cuando lo coloca, junto con Antioco, entre los eclécticos. Cicerén” dice que durante la vida de Filén la [236] Academia no carecié de defensores. San Agustin™ testifi ca que hasta su muerte no cesé de resistir a Antfoco y al dogmatismo; hay que creer en estos testimonios. IV. Si puede ponerse en duda la originalidad de Fil6n ‘en légica, hay un punto por lo menos donde se distinguié netamente de sus antecesores, y es esto quizé lo que, mas aque todo lo demés, ha contribuido a que se lo considere Como inclinado ya hacia el dogmatismo y a que se lo co- Toque més cerca de Antioco que de Carnéades: trat6 ex: plicitamente las cuestiones de moral, y Estobeo” nos ha Eonservado el analisis, desgraciadamente muy sucinto, de tuno de sus tratados." Puesto que reconocia Ia existencia dela verdad, Fil6n podia, sin contradecirse, dar preceptos ‘de moral. Por otra parte, no habla sino de moral prictica, yy hay que acordarse que algunos escépticos declarados, les como Pisrén y Timén, se reservaron siempre el dere- cho de decir su palabra sobre la mejor manera de vivir y de ser feliz. : No tenemos el titulo de la obra; pero su objeto esti claramente indicado. Se dividfa, como la filosofla misma, fen cinco, o més bien, a causa de la importancia de una de las subdivisiones, en’ seis partes. FI filésofo se parece al médico, La primera tarea del médico es persuadir al enfermo de que debe aceptar el re- medio; la segunda es destruir el efecto de las palabras de aquellos que le dan consejos contrarios. De igual modo, cl primer libro de Filén, a fin de llevar a los hombres a la vvirtud, mostraba las grandes ventajas que ella procura y refutaba a los calumniadores dela filosofia. Esta era a ex- hortacién (npotpewrnév). Después de haber preparado bien a su enfermo, el mé- ddico debe indicar las causas de las enfermedades y sus re- medios. De igual modo, e! filésofo libra al espiritu de fal- [237) sas opiniones y le presenta las verdaderas. Tal era el obje- to del segundo libro: trataba De los bones 9 de los males epi ayatar Kai ners} Bl médico persigue un fin, que es la salud. El fin que se propone el filésofo es In dicha. El tercer libro de Filén trataba Delos fines (TTeph vehG0) ‘Al médico no le basta con proporcionar la salud hay que conservarla también, y debe indica las precauciones ue han de tomarse. El flésofo proporciona tambien los preceptos mas adecuados para asegurar Ia dicha; esto es Jo que hacia Filén en su cuatto libro Sobre las manera de vivir (TTep\ Bieov). Trataba este tema desde un doble pun- to de vista: en primer lugar indicaba las reglas particula- 1, aplicables solamente a algunos. Por ejemplo: édebe el sablo ocuparse de los asuntos pilblicos, frecuentar a los ‘grandes, casarse? En una segunda parte del mismo libro, ue, en razén de su importancia, formaba un libro apar te, El poltica, trataba las cuestiones generals, las que in- teresan a todo el mundo: Zeul es la mejor forma de go- biemo? édeben ser accesibles a todos los honores y las dignidades? Si todos los hombres pudieran ser sabios, Filbn se hu- boiera detenido ahi; peo hay que tener en cuenta también «ltérmino medio de los hombres, los que no pueden ele- varse a la perfeccidn y, por falta de ocios, no leen los li bros de los filésofos. Los buenos consejos pueden ser tix les; de ahi el ltimo libro de Filén, Los preectos (Ynoderin8s Abyos), que presentaba en compendio las indicaciones més adecuadas para asegurar la rectitud del jicio y la derechura de la conducta El acercamiento obstinado que Fil6n establece entre Ia filosofia y Ia medicina podsla llevar a pensar que, como lo harin més tarde los nuevos escépticos, él ya piensa en no emplear otro método que la abservacion y la experien- [238] cia, y que deja a un lado los principios racionales y las te- metidades de la metafisica. Pero nada preciso sabemos 2 este respecto. Tal como es, el seco anilisis de Estobeo nos muestra gue el libro de Filén era uno de esos excelentes tratados de sabiduria prictica como los que la antigiedad griega ddebié de conocer mucho y de los cuales podemos hacer- hos una idea por el De oficis de Cicer6n. Serfa muy inte- resante, si no nos faltasen los datos, comparar esta moral con Ia de los estoicos. Evitaba ciertamente los excesos de Ia estoica; no tenia su rigidez y daba los mismos consejos, pricticos. En un punto, al menos, tiene una innegable st- perioridad: los estoicos no tenian para el término medio Ee los hombres, para los humildes y para los simples, esas consideraciones y esa benevolencia que les manifesté Fi- én al consagrarles todo un libro. Ellos se contentaban con llamarlos insensatos y los desdefiaban. Es quizé la primera vez que, con Filén, la filosofia advierte que exis- fe en el mundo otra cosa que filésofos y sabios. Es justo agradecerle esto a la nueva Academia. En resumen, Filén fue un espiritu razonable y mode- do. En légica, combatié el dogmatismo, no por el pla- cer de destruir, sino para reaccionar contra las pretensio- nes orgullosas de los estoicos. Lejos de dejarse llevar por el ardor de la disputa, se dedicé con tanta buena fe co- ‘mo sagacidad a reemplazar la certeza absoluta, que, se~ alin él, nos es inaccesible, por su equivalente prictico: la probabilidad. Una filosofia que nos deja, a lo menos, la esperanza y la posibilidad de aleanzar la verdad, no es tuna mala filosoffa. No desalienta la indagacién, pero nos prohibe una satisfaccion demasiado grande de nosotros ‘mismos. Es a la vez modesta y laboriosa. En moral, Fi- Ién tomé partido también por las opiniones medianas. [239) Desconfié de las grandes palabras, y no conocié esa vin. tud hosca: los cabellos erizados, Ia frente arrugada y su dorosa, solitaria en la punta de una roca, de la que tan, clocuentemente ha hablado nuestro Pascal. La suya no. ya jovial y retozona; no esti acostada suavemente en, el seno de la ociosidad tranquila y no estima tampoco, aunque se le acuse a menudo de esto, que Ia ignorancia y [a incuria sean dos almohadas suaves para una cabeza bien formada. Es mis grave, mas razonable, més mesu- ada, mis burguesa, en cierto modo, y su principal méri- to es quizé que, sin ser vulgar, se encuentra al aleance de todo el mundo. Con al Ia Academia nueva alcanzé su apogeo. Ella conservé lo que habia de excelente en Carnéades, con ‘una preocupacién mds viva por las cosas morales, con no sé qué de mas templado y de més suave. Mejor que na die, Filén nos permite hacernos una idea de lo que fue ron es0s fildsofos tratados tan mal por la historia. Espiri- tus agudos y sutiles, elocuentes sin afectacién y enemigos de todo pedantismo, abiertos a todas las ideas justas sin dejarse engaiiar por las palabras, seguros en sus amista- des, los nuevos académicos fueron los mis amables de todos los filésofos. Con toda seguridad, valen mas que st. reputacién. La flosofia de Cicerdn, quie es la suya, a pe sar de sus lagunas y de sus debilidades no es una floso- fia despreciable, y no constituye uno de sus menores mé&- ritos haber sabido conquistar y conservar la preferencia de Cicerdn. Después de Cicerdn, la Academia nueva no hizo mis aque declinar. Antioco se pasd al enemigo. Los demés su- cerores de Filén no tuvieron brillo, Filén de Larisa fue el filtimo de los académicos. [240] Notas 2 Deon 138 45; Aes 16 2 Stubs que tcc der Herdanes, Climnaco no bab so celstoinmeiatamente 1 Cartadc, ina qe habia slo peed por Se Cameader, jo de Pulemaco, que mus al abo de dena y Por ‘its de Toy que cach cat aos (Cav, 1 CE 0% S Diogs I ers Cen eT 08, 95 4 Dives te. = 3 Seinen al der Hernan de prefrencia a Didgenes que tae legis Aten la nd de sensation, Segn Encban de Bitnio leds), tena venoch ste, aque concer con I fecha (Ge por ode Soa vito mds anita 3) el texto de Ceo del xl ‘Sats oe Cltinaco cn ya ciple de Camas en el momento de a SEtraccon de Carag (86a, de). C)-He aq or qué ae debe aii! fon Zeller, como fhe dea cen cl ao 17, porto menes ta fecha ‘is mucne ett determina sprotimadrsemte pret hecho de qu, senin tras) L Garo habla vito todavia en Atak ene wen 108 de}. > hr ey 16; 0, 98; Ateneo, 1X, 402, 5 Destin issn, Cie Ay 8, 98. 3M Ge, Deon ea 8h 18 Ge De ane, 1h, Boon, 360; Tse I, 2, 595 Phin Hist mat, Vl 6 Quin Ti IS Coltovt 8 RapreaBov nopannnotvan mévras. 2 eth 6. CE Deo, 1 88 ead Hh: "Metron. pm dita ee con Saas no dese posi chemi il posse comprehen sed eee ‘ig Cons ticoe usm cos se sump 3 ease aba, p10, 2 Chey des Ti 16 3 Ge! Deomis ys 45. — Pat, dam iter Rep a 2 Dig 1,63 ~ Huse, fo yy 1. (2) sin xm, 5. — Ateneo, XI, 602 (Calon y sig ef ma, (ae th, 98 Gee Deo, ty 75; 1, woo, 860. Tag, a, 59. ‘Seb, XIN $5. Put, Eel 2 ‘toby el, 0. Lie fechas slo pucden indicarse de una manera aprosimativ. He gui lor puntos de rfeenca qu tenemos: 19 seq nee Heelan {Gol satya tenis 38 aor cuando maediS a Crdmaco; hemos ais fo (pm p. 228) que Citomaco mun hacia 110» de J.C. Peo, co: to ae nrc, eta ech ine: Cltimaco gual vivid mis dempo y FEbn do nacer cm una fea posi 9140; 2" Cicer (Ae lV, 1) tice que aababan de publica dos libes de Filén samo Ascot buen Alejandela con Laculo,segin Zampt (Aland. de King Bon (Ad, 182) eso eur en 84; nin Clinton et Hol p12) 9 Hlimann (De Pi Lari Dire Ip 4. Gating 1851, Gym. prog)en 7; Fel es non dice que mais lox serentay er aor (Cala, 1, ho cbetante debe lees con Btchle favs. Coando Cicerén fe 8 ‘Arenas en 79, jo (rt, Xe, 35. For, 1) ue sigs dante se mee ‘elareccionss de Andoco ene gimaatio de Paemeo: sion uber ‘Stado en Atenas, Cees no habia dejado de deco. Quads habia per ‘Banecido en Roms; cs mis probable, como lo eonjetara Zaller 1; . 590) que hubise muerte “a. Hore cl 3 Ge, Bry ce, 306 38 Get Tey Vo » Sogn el ind habia vepui su eciones durante dcciocho aos “alr caige com ran ete texto que hae comensars Fine eadio de Ie flsotia dade ls edad verdadersnente uy Gena de sis aor oa it Ges © ee, 13. Pil, magnus vie ut exsinas © a, 8 Cont eae, 1, 00 4. 4 Sore, P1226, Bisel, Pee XIV 16 6 Ties Lith. Chey Dent i, x, 110, 8 evils 4 Teal, en los Acad, reproduce el docu que oy pronanciae 4 Anioe,y Ciera isnt en rane oesoner en meron zoe fade que Lalo esabs dodo. ey, 1,251, 8 eeuereues (22) 2 oishe en notable exo Oey Cia adem (Gitingr Se cn, 1843), s0pronanela por lanai (p. 138), Herman opin) pane con'e2bn el pase de San Agastn, Contr eden, Si, le ‘Sethu (Amoco, amepesierum i emi, Philo rer donee snore ret (Cl et 17) Se, is 18 “Philo atin, dum nova qusedam commore 3 Gio ey 13, Bp Bese, Pp XIV, Chat aan, 41: “Qsippe Antioch, Philos air, omni quantum aio cemspectsiy, gu jm vel sper cade tus hosdbue porta cocpent ead Pstons sseotem Academia leper eras Bey Reh 6. CE Ain, leit, 38535 48 r 2 Diet" Ging, 1851. Gyn. prope ~ Dist 2 Citing 1855. Coy pore em 34 2 en 13 8 Aafia I vh 1 Opie. 180, & tsa 6. icy Ae Th oa, 104 Sexo, P1238, © Giey te fm, 58 1 Ciceén dice en vais ocasiones (33; 26, 112) que la defini ‘ii stoi de I eprsetacion comprensita pede mr seeped, conta (que no se sada quomods prin an pont fa et er cl Pesatiento de 'Bli, completamente pal a que Sat (HM, Vl, 802) eabaye a Caen (CE aseb Purp on, 0V, x18 Btapopty 8 elvan howl mar bv evan deeredhrmra, ou waves Be aBnha. Ports pt, Cerne “ng espone et tera como toa de Carnes, "9 Glen Ae I oa, 111 "Ne lam quidem pacers Lille, fprchensoncm Antic ace mum, in primis enim ext ob) gu scat ‘Bege Andochor Pilonem maxime peat a CE le Tl, 2% ey, Sa “ld ta et noe vera omino toler. Non facies Nam am vera quam flea crime Sed proband scene: pee ‘Spend sgnam alla babern” ae ely 32: Al ater legos i eam quant qi eo i Simulems omnis ince ier, santa intra intr incase ‘so pep non pont doceeconantur ewe dounguete” CE es [243] 34; Pepicua «percepts voluntdisinguer, conan extendere et al {eid pees venue! quer oreo sn sn atgue ment, ne ‘Seren id percip ac comprehend poe” Il 32; Volant enim ro ‘beige dete, ee une terme” CE Ae, Sc, 12, OF Ge tacbes, Aon, 2342 O1 md fg" Awabnuas Sosy (eiotions) in Br airy Sova habe @hyBous paracias. ob hy interpreta de Hel (Op it p98) sth en el foro, csr bo con fn msn, Soin Hite a am ginaidad de Fn ha sd in Trosuccdn de palubes navohnoy, mplesd hasta entonecs slo por Tov estou, y que dl haba stoped, peo a vez que daa, eo ‘nto muy erent lr cons von compro so que munca tone {os porno tener un citer sprpiade, de haber compre, Et i ‘kcliem de on termina estien en lenge del Academia habla so Inoredad que tnt exandling «Anoce(e Th >¥, 1 ‘Bo apoyo de ets it, Hire ca et pre de Seto (P1239), done a palabycorredmeey eat emplnds, en efecto, por cet de én y fe Ciderin (es, v1 7 que parece ener Ta sa igfcacton. Ee ay Posie que el eng avn. Hl, sl reconocer a extent dela veda, ucts muy bien haber dicho que le core som compre, por con [ucney haber amido la posbided de la cena. Seri wh crmple deb [albre dnvnda, cr lero, eos sgniBenl6nondinarin poco ito eno ‘omo, en ossses slo fdsofor pueden ser leads 2 deci ue ag fur vse ebm gio de cosas qe no som quis verdad Sin embugos encinossguoe corps em nmi que Fb baya hecho de ples noreArrev el cmpleo qe supone tel, Veros em ‘ho, que fetes consant sida oe nents ya por Lac, ae {combate yo por Cesta, els defende, que nada pande spree oo comprondid (fy, 335 3, 42; 30, 49; 62; 04, 66; 8, 6; B00. “sang sot). cet ques ha hecho reserva 7st ha puesto de ado [Eda de Fin 12; 290,98) Pero no ovidemos que Cleon en su ca {ar Varin se hace pase pore eprestante de Fi (pris mil som ‘hin, yam os pretibe oe, de un ein oa, haya cambindo de “ruta, Remsen muchos pase, hace ssn expesament = Fé G2 $i 9; 00,1), oro partiario,sepn toda versal, etn deg. nds sin sof nombrdor Be, 4X 32). Z8mo creer que Ciera hays Combate mardi opin sin a cal lar oss son commen sh ‘Bn sles sowed aun com es ntesconee que se suponent i Ino cee sore tds ila Rabie admtdo el empleo de va paabr, {Goe Cleon hays eset Uy i, 18} Nec porte ad al mal ‘Secor anton on oni ii open Tent, spn nn conection uy ingenion gue Hire mo intro (olen el tenia de Focio (prab. cody 212), Flom sosten que £080 6 [249] bearshyrrov (ie, p 233). Lo que patce probable s que Fin haya ‘iano que, sno podemos estar egos dena, eso no depende de le [etter misma de os cove sno elas condiciones del concent. EL asf de Chern (1, 5: "Vet fle modo epi sla ate ‘ner concwers completamente con el de Sex. En otor ein, a ‘era puede conoces, poo jams tenemos el derecho de deci que co [occa De ahi empenecovienemene la plabes veer hey ‘See dancin ‘Crecmot, puch, que Fildn biel sepido haciendo uo de It palabra ‘nfaeée, com fo bacecontuntement Chere. Peo la que ex 3 Tala cee, tant en un evo como en oo, ba permanecido sempre fl punts de vite de Carneaesy ha echo al dogratmo ana conestion apa Fonte Ha reumides cunts no de tacos sl ice de ous manera, (lg que jo Careader Che Aes 35. % een, 3, 177, ah, 73: “Vere ali no megan: pei poe megane” CE ai 19 Vides eter i cmp et ane per Aen 3 8 em tt, Za Zt ae 103 fetio, k. ce embin te opinitn de Hil, p. 20% “fe tea 113: "acoso simirum ase it, opiabor. Hoe nil pvpseid et wus Acne conceit 7 Gi est 2 1 Sogn Fir 196) 8 abe too el empleo de a pl kavahn- srrév logo babia ecard Atco. eo esd ex plaba yee IEorgae expres el pod deci sm ovr nsadas cn Rend BL Iino, por ona pres cvs de cy pretendiapemanecer iene Ia ‘eet cco bn go eatin pcs et fede Paton y de Aettrsl ue lbs irtado tanto Cf, yack ‘Soresén mir empleadn dos veces, 850 12) con reco ie, (ei pate ope Ens ut db px nc Sage decsnn aT 2 eth (285) 7 iz (Ec combate cons fuerza esis que aby Ci cen a eo de sien ints BP Giese 6, 3 GE Sach Pel S84 Asgustin, Cone ede nt 2510, 6 ie fee th, 60 "Ut ou sudient ation pois quam actor eth 1. 98 Cot aad, 0, M. 2 Beg, 40. 1 Gps Ge tata ha servo de modelo a Gicen para vv Hotesnr (tema psy 36). Orr eensetman que Cerin mis bien (ciabis seo de lor wponperra de Peidoni 0 del npotperkiy de ‘Rutwerciee CE Thineou, Bao ris piles, de Cn p47 Ca, achete 1885. [246] Cavtruto VI Antioco de Ascalén ‘Hemos terminado la historia de la Academia nuev: Antioco de Ascalén, a quien nos presentan los historiado- 1s, ¥ que se presenta él mismo, como un académico, no merece este titulo, a no ser que se lo entienda en el senti- do primitivo de la palabra: pertenece qui4s, es por lo mé nos su pretensin ~muy poco justficada, como se veri— ala Academia antigua; no pertenece a la nueva: es su ene igo declarado; lo dice él mismo en el Lucuilus, donde vi- siblemente reproduce Cicerén sus propias palabras." Sin embargo, la historia de la filosofia de Antioco es por doble razén el epilogo necesario de la historia de la nnueva Academia. En primer lugar, Antioco formé parte de la escuela de Filén durante mucho tiempo. Mas tarde se separé de ésta y ditigié contra ella numerosas y graves objeciones. El historiador tiene mucho que ganar en no sustituir su propio juicio al de un contemporineo de las doctrinas que él expone: [a obra siempre tan delicada de Ia critica se le ahorra; por lo menos, puede llegar a ser crl- tico sin dejar de ser historiador, En fin, s6lo se tendria un ‘conocimiento incompleto de una doctrina si se ignoraran, (247) las objeciones a las cuales ha dado lugar. He aqui por qué ‘studiaremos también la filosofia de Antioco, y nos dedi- caremos principalmente a los puntos en los cuales depen- de atin de la filosofia de la nueva Academia. 1, Antioco nacié en Ascalén? hacia? 124-127, a de J. G.Tavo por maestros al estoico Mnesarcoty, sobre todo, a Fildn, cuyas lecciones siguié durante mucho tiempo3 No sabemos si, después de haber abandonado Atenas, fue a Roma; pero més tarde le encontramos de nuevo en Ale- jandria, con Luculo, en el aio 87, segiin unos, 84, segiin otros! Hacia 79, cuando Cicerén, durante la dictadura de Sila, juzg6 pradente abandonar a Roma y fue a pasa seis ‘meses en Atenas, Antioco ensefaba ali con brilo era je fe incontestado de la Academia. En fin, acompané ta bidn a Luculo a Siva y asstié a l'batalla de Tigranocertat (69 a de}. C.). Maid poco tiempot después, en Mesopo- tamia a consecuencia de las fatigas de la campatia.” icex6n, sin compartir todas las opiniones de Antfoco , sentia por él mucho afecto y admiracién.§" Alaba la ame- hnidad de su carictr, la sutleza de su espirta, el brilo de su palabra; es, sin duida, la dulzura de su elocuencia la que Ie habla hecho apellidar el cisne. Las amistades ilustres gue el filésofo supo ganar y conservar, las de Atico, de Iuculo, de Bruto, de Varn, testifiean gue Cicerén no le hha juzgado con excesivo favor. ‘Conocemos los titulos de algunas obras de Antloco: en primer lugar, el Sosus,® que escribi6 para responder a Fildn, en el acceso de e6lera que le habfan provocado las acerciones de su maestro sobre la identidad de la Acade~ mia nueva y de la antigua: protestaba con energia con- tra esta confusion, y seivindieaba para sf mismo, para los dogmaticos, para los catoicos el titulo de Académicos. Sesto! cita también un pasaje de un libro de Antioco in- (248) tiralado Kavovicé: sin dda, ahi trataba las cuestiones de l6gica; vemos que en él menciona la opinién del edie bre médico Asclelades, seg la cual las cosas son como cidas por los sentidos, y en modo alguno por Ia razén. ste es quizds el bro que Cicerén tenia ante sus ojos cuando escribia el Lucius: sin embargo, como 3610 nombrs el Sons, es natural crer que se stviem ms bien de esta titima obra" En otro libro, dirigido a Balbo,” Antioco sostenfa que centre los peripatéicor y lor estoicos hay so wna diferen- da de palabras. En fin, Phtarco" nos habla de un libro Trept Geeov, que habia escrito en los dltimos dias de su vida, puesto que es al donde habla de la batalla de Tigra. nocerta Independientemente de eas obras, que perene- con a la segunda parte de su vide, Antioco habie escrito ‘otras ens juvents, en las cuales defendia las ideas de Fe Tan” Pero no poseeios informes sobre esos primeros en 3705, ¥ sin dda, fueron olvidados femprano, ‘for qué se separ6 Antioco con tanta raid de sus an- Siguos amigos? Sus adversarios no dejaron de poner esta defecrién en a events de ns ambicion: se decta qu habla permanecido fila su maestro hasta el dia en que tivo, 8 -vez, dicipulos: deseaba sr jefe de escuca, tener disci pals que fuesen llamados Antonis. No tenemos nin- fguna razén para asociarnos a estas acusacioncs, dictadas ‘quiz’ por el despecho: las tsi de Filén no eran de tal mo- Alo evidentes (y él mismo habia variado), que estuviese prohibido sus dicipalos proclamar su insuficencia bandonarlas. {Cicerdn esti mis bien en Ia verdad cua do dice que Antioco no podia ress alas objeciones uns times de todos los figsofos? Sea lo que fuere «partir de ‘se momento se dio tuna doble tarea:refutar las doctrinas de la Academia nueva y, continuando algunas dela ideas de la antigua, oponerie un dogmatismo rejuvenecido, [249] IL, La requisitoria de Antioco contra los académicos era ciertamente Ia parte principal de su ensefianza, su obra predilecta2* Ponia en la discusién un ardor extremo; hhacia frente a sus adversarios en todos los puntos; no des- cuidaba ningtin detalle; los perseguia por todas partes con tun brio infatigable, una dialéctica flexible y animada y, hay que decitlo, algunas veces victoriosa. ‘No vacilaba*en hacer justcia a las cualidades de sus antiguos maestros: reconacia que procedian con método; dividian bien las cuestiones; las discutian a fondo. Ni ‘quiera pensaba repracharles, como sin duda se habia he- cho més de una vez, la sutileza de sus andlisisy de sus de finiciones: nada més digno, a su parecer, de los verdade- 108 filésofos. No estimaba tampoco que el desdén fuese tuna respuesta suficiente a una doctrina que niega la posi- bilidad del conocimiento: encogerse de hombros y pasar por encima, so pretexto que se defiende una doctrina tan clara como el di, Ie parecia una refutacién insuficiente. El tema vale la pena de ser estudiado por si mismo y sila cevidencia se defiende por si misma, sucede, sin embargo, {que uno se deje ganar por ciertos prestigios, que se Ccuentre confundido por cuestiones sutiles y capciosas: hay que tener la respuesta lista, estar armados de manera tal que se rechacen todos los ataques. Examinemos, pues, las tesis de los académicos. ‘Ante todo, no tienen razén para protegerse detris de los nombres de los grandes filésofos: de Parménides, de Empédocles, de Demécrito, de Sécrates y de Platén. Con algunas excepciones, estos filésofos, muy lejos de decir {que no sabjan nada, afirmaron mucho mis de lo que sa- Dian. Y sia veces vacilaron éacaso después de su desapa- ricién, el espiritu humano no ha podido descubrir ningu- na verdad? Sécrates y Platén, en todo caso, no deben po- nerse en el mimero de los que dudan: Platén, porque ha [2501 dejado un sistema terminado en todas sus partes; Sécra- tes, porque no hay que engafiarse sobre la modestia con | cual se disminuye en las discusiones: ésta es pura iro- aia, y sélo piensa en sorprender a su adversario, ‘Consideremos ahora las consecuencias a que conduce a doctrina académica. Toda representacion, se dice, es in- falible. Pero cada uno de nosotros, a cada instante, da un mentis a esta asercién. No nos detengamos a discutir el argumento de la rama sumergida en el agua, o del cuello de la paloma: los colores que vemos Ios sonidos que of, ‘mos, los perfumes que respiramos nos inspiran una plena confianza. Y si se pone en duda la legitimidad de la sen- saci6n, el juicio, el azonamiento, la memoria llegen a ser imposibles: éc6mo acordarse de las cosas falsas, de lat co- sas que el espiritu no ha aprehendido y que no conserva? Junto con la memoria, desaparece el arte. {Qué llegard a Serel geémetra, si no puede discermir nada cierto? €Gémo podré el miisico tocer con compas o seguir la marcha de los versos? En fin, cosa més grave, la virtud se hace impo- sible. ¢Se encontrarin hombres de bien, decididos a desa- fiar todos los tormentos antes que traicionar su deber, si las razones de esta obligacién no son conocidas, percibi- das, comprendidas,fijadas con una inalterable cerieza? La acci6n, aun la més simple, supone ideas decididas, creen- cia. No se acta sin deseo; éy cémo deliberar cuando se jgnora si la cosa deseada es buena o mala, conforme o no con la naturaleza? Mis raz6n, mis filosofia, més de esos, principios (B6yuata) que no se pueden traicionar sin crimen; més amistad, mas patriotismo. Dejemos a un lado las consecuencias de orden précti- coy encaremos la cuestién desde el punto de vista tedri- co. Los acadlémicos dicen: nada es cierto. Pero esta mis- ‘ma aserci6n la admiten ellos como cierta? No; responde Carnéades a Antipatro, que le hacia esta objecién. Bl que (2s) dice: nada es cierto, no hace ninguna excepcién; esta pro- poricidn cs s6lo probable. No hay filosofia, replica ‘Antioco, que no tenga una opinion sobre estos dos pun- tos: el soberano bien o la regla de las costumbres y Ia dis tincién de lo verdadero y de lo falso. Cuando uno se ha- ‘ce pasat por fildsofo, cuando se quiere ensefiar 2 los de- més lo que deben hacer y evitar, creer 0 rechazar, es pre tiso tener un principio. El principio de los académicos es {que nada es cierto: es necesario, pues, que s© atengan a e5- te principio, que le sean fieles; en otros términos, que es- én seguros. ‘Asi acortalados, los académicos responden: ¢Es cul ‘pa nuestra si nada es cierto? Echadle la culpa a la natu Faleza, que, segin la expresién de Demécrito, ha oculta- do la verdad en el fondo de un abismo. Abandonemos 4 los escépticos, de los cuales hay que desesperar, ¥ pa- fa los que todo es tan incierto como la cuestién de sa ber si cl nimero de estrellas es par 0 impar. Otros son mis hibiles: distinguen lo que no puede conocerse y Io {que es incierto, Segyin ellos, hay cosas que, sin poder ser Conocidas 0 aprehendidas, son claras: conceden que hay probabilidad, verosimilitud; es ahi, dicen ellos, donde Cheuentran wna regla para la accién y para el pensa miento. am ‘ei ‘Pero écémo distinguir lo que es probable o verosimil de lo que no lo 6s, si no existe ningiin signo distintivo de la verdad? Entre las representaciones verdaderas y las fal sas no hay, deci, diferencia especifica. Siendo asf, écon {qué derecho se dice que unas se acercan a la verdad, que tras se alejan de ella? Ambas son igualmente sospecho- Sas. Es burlarse decir que, al arrebatarsenos el medio de ‘conocer la verdad, se nos deja la verdad misma. iDecid a tin elego que, al quitérsele [a vista, no se le ha quitado lo ique puede verse! (221 Se comet el mismo error cuando reconoce que hay cosas cridentes (eps), pro que no podsan set peel Bids. eCémo decir que wa cova cx evidentemente Dlan- tarsi puede suceder que lo negro parca blanco? * Les muestra que hay que clegir, c= decir, abstenerse de afirmar y de negar 0 rentin- ciar a decie que todo es incomprensible. Ahora bien, este reproche es precisamente el mismo que, en Cicerén? Antioco dirige a Filén, y sabemos que Antfoco combatia ardientemente a teoria de los nuevos académicos. En fin, no hay motivo para suponer que Enesidemo haya dirigido sus eriticas, no contra Filén mismo, sino ‘contra sus sucesores; pues, salvo Eudoro de Alejandsia, y aun la cosa es muy dudosa® Filén no dejé discipulos. Pa- rece, por lo tanto, mis dudoso que Enesidemo haya sido cl contemporineo de Filén, de Antioco y de Cicesén y que haya ensefiado hacia 80-70 antes de J. C* 1. Las obras atsibuidas a Enesidemo por los diversos autores cuyor testimonios se nos han conservado, son cinco: I° Los ocho libros de los Tluppesvetot Adyou* 2 Kar oopias>? 3° Tlepl Carmosass* 4° Provimeoais fis & Tuppeaveiay® 5° Eroneesous.* Es una cuestién saber si los dos iltimos titulos desig- nan obras particulareso partes de obras precedentes. Rit tee” se inclina a creer que la Foimteaens no es sino el primer libro de los Tluppeoveint Adyou Haas” piensa gue este titulo designa el conjunto de los Tuppeaveiot ‘Aédyor, que pueden considerarse como un resumen de la doctrina escéptica. Seguin Saissety Zellers" por lo com trario es més probable que sea una obra particular; pues, segin el tstimonio de Arstoces, los diez topos estaban esarrollados en esa obra; ahora bien, en el anilisis que Focio nos ha dejado de los Tuppdveict Aéyor, no ha hecho mencién de ellos. En cuanto a las Zro1xeteooess ¥ [290] 4 otro titulo mencionado por Sexto,* no poseemos nin- ‘gin dato preciso. De las tres obras que son con seguridad de Eneside- mo, hay dos de las que s6lo conocemos los titulos; los ocho libros de los Tluppdavetor Adyot son los tinicos so- bre los cuales tenemos informes ciertos: Focio nos ha conservado el anilisis de ellos. La finalidad del autor era mostrar que nada puede conocerse con certeza"" y que hay que prohibirse a sf mismo toda afirmacién; la obra es- taba dedicada a L. Tuberén, partidario de la Academia Parece que después de haber formado parte de esta escue- la Enesidemo haya roto con ella, precisamente en esa obra, para declararse en favor del escepticismo. Por eso, su primer cuidado fue sefialar netamente lo que separa a los académicos y 2 los pirrénicos. Los acadé- micos son dogméticos: ora afirman sin reserva, ora niegan sin vacilar. Por el contrario, jams los pirrénicos dicen ‘que una cosa es o no es verdadera: no afirman nada, ni si dquiera que no afirman nada, y si se sirven de esta formu: la, todavia demasiado afirmativa para su gusto, es porque el lenguaje los obliga a ello. Ademsis, los académicos es- tin a menudo de acuerdo con los estoicos: son, a decir verdad, estoicos en lucha con estoicos. Asi, ellos hacen tuna distincién entre la sabidurfay la locura, entre el bien yel mal, entre lo verdadero y Io flso, entre lo probable y To que no lo es: s6lo vacilan respecto a la pavracia xatadnmtiki. Nada semejante ocurre entre 10s pirréni ‘cos. En fin, estos altimos tienen ain sobre los académi- 0s la superioridad de que no se encuentran en contradi cién consigo mismos; en efecto, es contradecitse sostener que no hay nada cierto y, al mismo tiempo, hacer una cleceidn entre lo verdadero y lo falso, el bien y el mal. Ha- biendo opuesto asi las dos doctrinas, Enesidemo termina su libro con el resumen de todo el sistema" pirrénico, (291) Bl segundo libro desarrolla lo que esti indicado en, cl primero: trata de los principios,* de las causas, del movimiento, de Ia generacién y de Ia destruccién. EL tercero esti consagrado 2 la sensacién y al pensamien- to; el cuarto demuestra que no hay signos, después is dica las dificultades relativas a la naturaleza, al mundo, ala existencia de los dioses. Fl quinto muestra que no puede haber causas: ocho topos, distintos de los diez tropos de que se trataré mas adelante, estin expuestos alli. El sexto trata del bien y del mal; el séptimo comba- te la teoria de las virtudes; el octavo quiere probar que nila dicha, ni el placer, nila sabidurfa constituyen el so- berano bien, y que no hay ningun fin que el hombre pueda proponerse. Fucra de esas indicaciones, encontramos en Sexto va rios pasajes donde se nombra a Enesidemo y que repro- ducen exactamente, si no los términos mismos de que se sirvid, a lo menos st pensamiento. Hay alguna dificultad para decidir en qué punto preciso se detienen los argu- mentos tomados a Enesidemo y en qué momento Sexto comienza de nuevo a hablar por su propia cuenta. sos pasajes son los siguientes: 1° M, DG, 218 (sobre las causas), hasta la secci6n 266, segiin Fabricio; hasta 258, segtin Saisset* pues las palabras Tolvuy oUBE Karrér Bidboaw tienen el caricter de una conclusién y de una transicién; hasta 227, segiin Zeller,” pues las palabras kai ‘nédwv ei ZoT1 Ti Twos aiimiov indican el comienzo de un nuevo argumento. Parece que no puede atribuirse con to- da seguridad a Enesidemo sino el pasaje comprendido en- ‘te 218 y 227. 2° M,, VIII, 40 (sobre la verdad), hasta la seccién 55, segiin Saisset; ‘hasta la 48 solamente, segin Zeller y Haas. La razén dada por Haas, que la regresi6n al inf nito invoceda al fin del argumento no podria pertenecer (292) 4 Enesidemo, pues esa manera de argumentar sélo data de Agripa, no es decisiva. Pero Sexto** combate la opi- nid de los que consideran como verdadero lo que ob- tiene cominmente la adhesin (r TOAAOUs TeIBov) bien, esta opinién la sostuvo precisamente Enesidemo. No hay, pues, motivo para atribuir a Enesidemo una con- tradiccién tan formal, sobre todo si se pone atencién en que evidentemente un argumento nuevo comienza en Ia seceién 48. 3° M., VIII, 215 (sobre los signos), hasta la seccién 244, segiin Saisset; hasta 235, segiin Zeller: Parece, en efecto, que Sexto, so pretexto de defender a Enesidemo, aprovecha la ocasién para hacer gala de sus conocimien tos en légica estoica Se puede poner en relacién con Enesidemo el pasaie cen que Sexto* expone los diez tropos. Se vera més ade~ lante que el fondo de esta teorfa es de Enesidemo, pero Sexto la expone libremente,® sin pretender dar una clasi- ficacién metédica y definitiva.* Con qué parte de los Tuppdsveior Aéyot hay que relacionar los diversos pasajes citados arriba? Sexto” s6lo da indicacién formal sobre el texto relati- vo a los signos, extraide del evarto libro, lo que esté de acuerdo con los informes de Focio. Para el texto relativo a las causas, Saisset,# apoyindo- se en un pasaje de Focio, Io relaciona con el quinto libro; Zeller cree que hay que colocarlo més bien en el segundo libro. Focio dice, en efecto, que en ese libro se trataba de las causas, de la generacién y de la muerte. ‘Ahora bien, precisamente en el pasaje de que se trata, Sex- to afirma que Enesidemo se ocupaba de las dificultades, relativas a la generacién. En el quinto libro se trataba so- bre todo, a propésito de las causas, de los ocho tropos que ya hemos mencionado, [2931 En fin, el texto sobre la verdad debe estar relacionado ‘manifiestamente con el primer libro, en raz6n del testi monio de Focio. El pasaje en que estin expuestos los diez tropos de- be ser verosimilmente atribuido, como se ha visto mis ariba, a la obra que Enesidemo habia intitulado Prorimeoots. ‘He aqui los tinicos* datos positives que nos permiten volver a encontrar, libre, tanto como es posible, de las in- terpretaciones y de los comentarios, el pensamiento de Enesidemo. Con ayuda de esos documentos ensayaremos reconstruir su argumentacién. Notas * Hemor consultado sobre Enesidemo: Ravaison, Eins le maple gue de Arson Th p 281: Le optcie (Pai Die, 1863} Macc, Th gots, fom Pb o Sete (London, Maclay, 1869), Hs, De Phisapborn spon susenantus(Wircebvngy Sb, 18), Nata ‘or rte de einen in ton Ben, 1884), Dee, Doway: Gntp, 210, Belin, Rime, 17. Hire, Untange er Co ‘eo Son TL Tp ys Leip. Hira, 183 2 ides BX 6 3 oct, Abr, 212. {Asics ap, uses, Pap. oan, XIV, 1, 29. 5 Opetiap * Prop. ang XIV, 200, 29: MaBevds 8 tmeorpaértos axe». ot 1 unBt fyeoovre rd wapaay, fxdis eal mpesny £9 ADcEaoBpels = av Atywirtoy Alonlimues ig euatamupse fipgaro, Tov ORY Pa dea pipe eine tad. Tat, & I, 225. Lada, 16 ® esac, 9.25. 9 Die Pier Gren, Dir The, emcite Abel, 3" ei. Lepsg 1 Pagina 2 els ea indicat po Zeller. [29481 igi 27. 1M Ad Sox, 1235. 1 Beare euaph dr, tM, p 250. 1 Daca Get p21 1 Qpctep 20. "Dri 212: O18 dvd ig “AxaBNvulas get were Te woe, wat Zresteaie ouupépovven Iiove Basar tal xh TERNS Uni Breen gaisawres wentuesat Press "Hp, 1,235: ‘Atha val 6 Avrioyos wiv Zou weviiyayes de xh ‘Anan os wal ephoBat Ue aote, Sebo AeaBnule gow Ts 1B Foca, Lc: Podge BE rots Abyous AlnolBnuos npoopiiveay coroie TOv iE ‘Aeabrulas wh ovwanpeerdry Aoveen TuBépese. Haor uly ‘Pespaten. Boge Be Rewpe> te mpoysoese eal PONS oy ot vas tuxotoas uenovn Ad i. fo 3 1. CE Pro Liar 25,27. 2 ig la 35: "Pymbo, Art, eri fra abjec Ii a, 43 ey 23, De od sn, 62, De of i Tisza 85 20: "log aul omnia sence dant, wt elaram mamens at sn pas, uns dsprcoaliqos veins” sal montis Spyies oF ls Toto wenden, 2 edo, Les mpl woth Soyuerifovo.. laupepirey BE wep dupe nip savahrrmras gavrastas Aerts 18 27 cde amis con Netorp (pts 6, 303) gue primera pte dl texto uthsarat wy we) apis» Anion; la segunds, "Hil Gp. tsp. 33) ha coreido muy nicosamente el texo de Foca, y ha mostndo qu en ete pase: To yap Sua OBa Seubert nowy Snape KeTOMTTE, ye eM, 30 ae ne tk 259, 3 tet que a dif selada por Zale subsinte iempre: es miy poco siete nombres des lst de Didgenes prs lenat el intereloente It ‘Fpaeede Enedama y lade Sete, No remor ningun metio para esol: Sesto, VI, 215. Diop, 1K, 105 116 Foci, ed, 212, llama ese bn Toppevaor Royo Sie 0 3 Die, BG Aso. p Baa, Pg Bo, XIV 1 % soy iid, 18 tos [295 % Foca dice que en este primer Libro tod Ia era espn estaba re pregntada cy tap Kal apahanbs. Sop ate eo © Opatsp 32 © Op eb, BX, 216: npn dyer cio, pits Out BiBan Ue kadhnyw. oft BY altars, 03: ore iy Bur vos. “Nos encontuames muy perpleos para waducr a palabra fryeayhy de Ia cul se semen los pimdnica que Seto pone # pss (Pa 8). Lat Plndnior re igen deci que son wa cl que tienen sa en fentdo enue lor dogmicorewplean caspase: denen salamente re de ver uaa e experienc yl costumbe GeohavBotiy yp ‘hor héyes savts wb qatsoumson Umber flv 30 Ov "poe oe ‘esp Fon va Toby wancuy Tas yeayng wah a obi ab. Zales {rade muy bene pli alalemn or Rian (pip. 2,4) No om ontsmes equivalents en fans nos vemos obits emp laps ‘tne ares) 3a ee que indicamce sin embargo, om Serio par lary que entendera CE sobre ete punto a Hiss ‘8 Hay que ler pobablerente (170, B, 9) py en fuga de nO, ‘Ven Pappenbc, Die open der Crick Shep, p24 Bet, 185. 'T pappentcm ad) eonge tambien elzmente el text, e,e0 Mgar de gel etsy eal along. wep voncay ea aloBibes, pd Sexe Bp, 218, 5 18 Op inp. 32 Notop (p13) es de a isms opin Las azones que (ago nos putcen deca Bopp 20,6 ® Onan. 5 Nikon (36) quiere, come Sais, prolong Ia cit de Eneidema haga 5: Ee posible on verdad uc Ia argurentaion conse mado Je Tos eadémicos sea de este so (cl Foro). ero no tenemos ing dere ‘oe amar 5 Gon excepién él pase 223.238, que paece de or ene. Nato prolongs ete pst 2 Encdemo hata pro 242 (P10). 3p se, 5 DIY 38 Xpeoneba 8819 xa xara Bre 536 Sise pads creer que Genta exponefemente yal dtl oe aes mentor lr ejemplos de Ensdemo, a curt an dil Je fc deo fe feo sede decid fl ca en feo (2 1,80) empl de Tides, ‘aug yee Is inibls 3h, VIL 21s. 8 Op at p33 [2961 8 Cost, 212. 2 Op cis 20,6. © Indepenientemente de eos passes y aquellos ~partclament ela ion a Heino queer Grin rds alates bay Gud enchos een at {tev obras de Sry en leeks autora inprs tm Enemy tse Ia ‘prin de ln Goctinay seu en tn eis. Pero nor er imposible econo ‘la con sepuridad. La dcasion cont los acadeaicos (Py 220235) {Ejobablmente toads en gan pute de Eneidemo, past gue sabes fot Foto que ee fdnfecomenssou sib por ln sites de excl ue ‘babe abandonar, Beside ee cxprecamente nombrado ll 22) Pe roel hecho de que al ie al meme termpo qe « Mendon hace pasar {Gus Sexo reid todo or argumentornvocados por ls ecepcos pos (Sine Bactideme, que note nai en Eneidema, por lo menos en xc Inga sino a eaves de Menioto estamos inclinados ace que ede la ‘a maner, no tomando de sal sino lo que lead srl bien co. than d low sapien, como Soro rigse3 Enesdemo en todas parte dom Book es Sin embargo, Netorp, porratoncs «menudo missles ingeioss oe slid eee poder abi con seguridad 2 Enesdemo muchos pay, Selon, sabe odo, donde estin expose siden de Dembeitoy de Ep ‘oP yyy Ay Vil 987 yeobre todo 6-64 135.139; 203-216; V, Seas 3-204 372327; 397357 348368; %, 3195349). La arén pina invoeada por Natorp or gu a etia digits por Sexo conta Deretio de {scons (i, Vil, 10368) debe estar tomade: de Eneisemo. dPor qué ct tatcn lugar de Epica, + uno des mis ercros dipolar? Eat elec ‘bio comprende i Demet fa sido atscad con inaencs por a com tempordneoyycrlo que conGioen el tone ya vireided dela poknin 2 leeyne bis pretonato con esas raaney pono no ex Caraden com Iocecel date trio, ino Bnesdemo,sogin Natorp quien fe a ‘ena de Demetio. “Toda eta spumentacin ent jor de career de valor: ceemos que fay que coneeder a Natorp(p. 263) que 1 Enesidemo,y no Cuméade, ‘un he cl deri de Bemeto Pes admitiend que Seo hays to. ‘hndo divectamente es erica de Ensdemo,y gue lls no bes ged {er un lar comin escépc, repeigo y modifado por todos los autores ‘Aehipeecs oe yemeor que cto attoree aie bagen proceder del ie ‘na fnte tor lorinformeselatvors Epiouray = Deméerto. Ente r= “Toner dsecasinvocadus en vo de can deivacn, ninguna noe ba pated Acca "infin, Notorp 20 vacls en stibuir a Enesidemo toda Is dscsin ‘compre ete as seccones My 368, Aq se exec en u derecho. La ‘Sueuibn cont Demeato re tong evdentemente on 357 ral wa xa ‘hiedsrepon tneouay no se wats en Jo que sigue, de Demetri sno de os (297) ogmdtico (60), Eat eso, nos imposible stribir tants impor ox to hace Notorp 2 los pasar qe viene despots, To I teres sue a ‘ea sobre eos tetas nor pace post por nase Na ie desesnoceamos lel gan saber ia for de pensanteat de que Neon do pr nat ‘econsracn, ae bars ou eaila Vi fers en gence, nee pee oe fabuye « Enesidemo False my modems lt rzbnet gue tv so ‘muy suis los eto no den fodo lo quel le hace desis Poo dee {amos de acuerdo con Natorp en muchos punt importantes pr zones Alerts por ou camino hemos legadoaconcurioner analogs lt ‘ys purcalamente conndo compara a Ensim don Fume y Rant ese Dit adsnte dept [298] Cartruto TIT Enesidemo. Su escepticismo En la doctrina de Enesidemo pueden distinguirse dos partes. Primero, el filésofo resume y clasifica, bajo el nombre de tropos, los argumentos que le habian legado los antiguos escépticos: demuestra con ellos que los sen- tidos no pueden damos ninguna certeza. Después, inten- ta probar que la raz6n no tiene mas éxito que los senti- dos, y su demostraci6n se dirige a tres puntos principales: Ia verdad, las eausas, los signos 0 pruebas. Esta tltima par- te constituye su obra original y personal: es el nuevo es- cepticismo. I. Algunos historiadores piensan que los diez tropos, conocidos desde mucho tiempo, constitulan el bien co- ‘main de la escuela escéptica.! Pero Zeller? sostiene, con ra- z6n segin nosotros, que si el fondo de esos argumentos, algunos de los ejemplos que son invocados allfy la expre~ sign misma de tropos? no tienen nada que sea nuevo, en cambio, es Enesidemo el primero que los puso en orden, los enumeré con un método seguro, les dio, en una pala bra, la forma que han conservado. Por haber sido expues- (299) tos en los Tluppedvetot Abyot esos argumentos no deben, atribuirse a Pirrén, asf como no se le otorgan a Sécrates todas las teorfas presentadas por Platén bajo su nombre. Y si Diogenes cita los diez tropos en la vida de Pireén, es porque tiene la costumbre de decir, a propésito del padre de una doctrina, todo lo que sus discipulos pensaron: la vida de Zenén encierra las ideas de todos los estoicos Aristocles,* Sexto,? Didgenest atribuyen expresamente a Enesidemo los diez tropos; en ninguna parte se aribuyen a otro: no se trata de ello cuando los antiguos hablan de Ia exposicién que hizo Timén de la doctrina de Pirr6n. Y si esos tropos hubieran sido conocidos, Ze6mo creer que Cicerén no hubiera dicho na Con el término topos (vpérro, se empleaban también las palabras tér01 y Ady)? los excépticos designaban las diversas maneras © razones por las cuales se llega a esta conclusi6n: que hay que suspender el juicio. Indicaban c6- ‘mo se forma, en genera, la persuasién: consideramos co- ‘mo ciertas las cosas que producen siempre en nosotros im presiones andlogas; las que no nos engafian jamés o slo znos engafian raramente; las que son habituales o estableci- das por las leyes; las que nos gustan 0 que admiramos." Pe- ro precisamente por los mismos medios se pueden justifi- car creencias contrarias a las nuestras: a cada afiemacién se puede oponer una afirmacién contraria, apoyada en razo- nes equivalentes, sin que nada permita decidir que una e= preferible a otra, Se sigue de ahi naturelmente que no hay ‘que afirmar nada, Reducir a sus tipos més generales esas, ‘oposiciones de opinién es redactar en cierto modo Ia lista de las categorias de la duda, o mAs bien pues se precisa aqui tuna palabra nueva, que no implique ninguna afirmacion ‘enumerar fos tropos. Estos son diez, Los expone, con extraordinaria abundancia de ejem- plos y de comentarios, Sexto.!* Y, més pobremente, pero [300] casi en los mismos términos, Didgenes:"? un pasaje de es- te tltimo hace pensar que tenia ante sus ojos el mismo texto de Enesidemo; tomamos de esos dos autores los ele- ‘mentos de nuestro resumen.” 1° La diversidad de los animales. Flay numerosas dife- rencias entre los animales: no todos nacen de la misma manera; no todos poseen los mismos érganos. Ahora bien, se sabe que una modificacién del érgano, como la ictericia en el hombre, o la accién de frotarse los ojos, ‘modifica la percepeién. Por tanto, cuando se ven anima- Jes que tienen una luz en los ojos o Ia pupila alargada, hhay que admitir que sus percepciones differen de las inuestras. Debe decirse otro tanto de los dems sentidos: cl tacto no es el mismo para el que esti revestido de una cconcha o de plumas o de escamas; el gusto, para el que tiene Ia lengua seca o himeda. La observaci6n testifica, por otra parte, esta diversidad de percepciones: el aceite, {que es bueno para los hombres, mata a las avispas y a las, abejas; el agua de mar es un veneno para el hombre si és- tela bebe durante demasiado tiempo, pero es muy agra- dable a los peces. Siendo asi, de un objeto conocido por los sentidos podremos decir eémo aparece ante nosotros, pero no lo ‘que es: épues con qué derecho suponemos que nuestras pereepciones son més conformes a la naturaleza de las co- sas que las de los animales? Por otra parte, los animales no son tan inferiores al hombre como les gusta decir a los dogméticos; los eseép- ticos se complacen en enumerar los méritos del perro. No s6lo éste tiene sentidos superiores a los nuestros, sino que sabe elegir lo que le es util; posee virtudes que rigen sus pasiones; conoce el arte de la caza; es capaz de justicia y ni siquiera es extrafio a la dialéctia. [301] 2° Las diferencias entre los hombres. Concedamos, sin ‘embargo, que los hombres son superiores a los animales Hay entre ellos tales diferencias, que se estaré atin en la imposibilidad de decidir donde esta la verdad. Los cucr- pos difieren por la figura y el temperamento: se ha visto, una mujer de Atenas beber treinta dracmas de cicuta sin sentirse mal por ello. Demofonte, servidor de Alejandro, sentia fifo al sol 0 en un bai, calor a la sombra. Los es- piiritus no difieren menos: unos aman la vida activa, otros, el reposo; todos los poetas han sedialado estas apo” siciones. Entre tantas apariencias diversas, Ze6mo elegir? ZAtenerse al mayor nlimera? Pero no conocemos a todos los hombres, y lo que la mayoria piensa aqui, no lo pien- sa mis alli. Vale més no elegir y no afirmar nada, 3° La diveridad de lo sentido. iS dick que, para exca para esa difcultad, es preciso atenerse aun solo hombre fomado por juez, el sabio ideal del estoico, por semplo? ste se encontrarienteramente perplejo para decide, ya aque encontrard entre ls diferentes sentidos una nueva di Yersidad, Una pintura tiene relieve para fos ojos y no lo tiene para el tcto. Un perfume agradable al olFato ofen- deal gusto. Elagua de via, buena para ls ojos, enron- qqsece« incomoda al pulmon. {Quien sabe si las cualida- des de las cosas no dependen tinicamente de la diversidad de nuestros Srganos? Una manana no tene quizd sino tuna sola cuslidad, tal ver posee més de las que conoce- ‘mos: pademos ignorarls como cl ciego ignora los colo- ‘es, Por tanto, aq también, solo vemos la apariencia, no in realidad. 4 Las circunstancias (mepioréous). Con este nom- bre, el escéptico designa los habitos, las disposiciones 0 condiciones particulares que hacen vatiar las percepcio- (302) nes; tales son: la vigiliao el sueio, las diversas edades de Ua vida el reposo 0 el movimiento, el amor ol odo. La rmiel parece amarga a los que tienen ictericia. A los que tienen un derrame de sangre, una tela parece color de san- sre, mientras que nosotros juzgamos que es muy diferen- te, No hay que objetar que son casos anormales, pues écé- mo saber si, en plena salud, no estamos en condiciones capaces de modificar Ia apariencia de las cosas? Asi, el amor nos hace ver la belleza alli donde no existe. No se tienen las mismas ideas cuando se esti ebrio 0 en ayunas. Entre todas esas apariencias, éc6mo decidirse? Todas tie- nen igual valor 5° Las situaciones, las distancias y los lugares. Un barco, visto de lejos, parece pequeio e inmévil; visto de cerca, parece grande y en movimiento. Una torre cuadrada, vis- ta de lejos, parece redonda. Esto en cuanto a las distan- ‘Una rama parece quebrada en el agua, recta afuera. La luz de una limpara parece oscura al sol, brillante en las tix nieblas. Esto en cuanto a los lugares. ‘Una pintura tiene relieve si se la mira de lejos; parece lisa sise la mira de cerca. Bl cuello de las palomas se ma- tiza de mil colores diferentes segiin que se vuelvan de una ‘manera o de otra. Esto en cuanto a las posiciones. ero écémo conocer las cosas, abstraccién hecha del lugar que ocupan, de la distancia a que nos encontramos, dela posicién que toman? Por tanto, no las conocemos. 6° Las mezelas. Un objeto jamés se nos aparece solo, sino siempre unido con otza cosa: al aire al calor, a la luz, al fifo, al movimiento, En esta mezcla éc6mo conocer el ‘objeto en si mismo? El color de nuestra cara parece dis- tinto cuando hace calor y cuando hace fifo. Nuestra voz 303 } fo tens el mismo sonido en un are stl yen un ac es peso. La piirpura no tiene el mismo color al sol ~¥ a la limpara. Por otra parte, no conocemos as cosas sino por intermedio de nuestros érganos, nueva mezcla que altera la percepcién, Por eso, todo parece pilido y blanquecing a los que tienen ictericia. No podemos separar las cosas de lo que las rodea, asi como no distinguimos el aceite en lun ungiiento, Pero no separarlas es no conocer las cosas 7? Las cantidades 0 composiciones* Las cosas cambian de aspecto segiin que se las tome en cantidades mayores ‘© menores. Considerad aparte las racduras de cuernos de cabra: parecen blancas; mirad los cuernos, que esta for ‘mados de aquéllas: son negros. Los granos de arena, sepa rados, parecen Ssperos; en el montén, parecen suaves. EL vino fortfica si se lo toma con moderacién; debilita si se abusa de él 8° La relacién.™ Toda cosa es relativa a la ver a las ‘otras cosas con las cuales se la percibe y a aquel que la percibe. Una cosa no esti ala derecha o ala izquierda por si misma, sino con relacién a otra. El dia es relativo al sol. De igual modo, lo alto es relativo a lo bajo, lo grande alo equeito, el padre al hijo. Nada se conoce en si mismo. 9° La frecuencia y la rareea. Un cometa nos produce asombro porque aparece rara vez; el sol nos asustaria si no lo vigramos todos los dias. Nadie se inquieta por los temblores de tierra una vez que se ha habituado a ellos. No son, pues, Ios caracteres de las cosas mismas los que deciden nuestros juicios, sino su frecuencia o su rareza nueva prueba de que sélo alcanzamos apariencias. (308) a, i 10° Las costumbres, las leyes, las opiniones.* No se trata ya aqui de las sensaciones, sino de las creencias morales: Yarlan al infinito. Los egipcios embalsaman a sus muer- tos, los romanos los queman, los peonios los arrojan a los ppantanos. Los persas permiten que los hijos se casen con fas madres; los egipcios, que los hermanos se casen con sas hermanas; la ley griega lo prohibe. (Cusntas diferen- cias entre las diversas religiones, entre las opiniones de los. filésofos, entre lor relatos de los poetas! Se puede decir, pues, lo que los hombres han pensado sobre tal 0 cual punto, lo que les ha parecido verdadero, no lo que es ver- dadero. Estos diez tropos, como se ve, se suceden, salvo los cuatro primeros, sin mucho orden. No hay motivo para asombrarse de ello: no es metédicamente ni a priori, sino empiricamente y acumulando observaciones, como se formularon. No seria justo exigir aqu{ un orden mas rigu- oso que el que se encuentra en las eategorias de Aristote- les, arrojadas, también ellas, unas después de otras, sin fningin vinculo que las retina.” Sin embargo, es ficil advertir que los escépticos atri- bufan cierta importancia al orden de sus tropos. Tene- mos Ia prueba de ello en esta expresin de Sext xpdduedar TH TEE Toy OerHKaDs; y en diversas oca- Slones insiste” en el orden al cual se somete. Hasta se to- ma la molestia de simplificar su lista e indica® que los diez tropos pueden reducirse a tres: el primero se refiere al que juzga, al sujeto (comprende los cuatro primeros de la lista); el segundo se refiere al objeto (comprende el séptimo y el décimo) el tercero se refiere al sujeto y al objeto (Gon el quinto, el sexto, el octavo y el noveno). Puede decirse también, agrega Sexto, que todos los tro- [308 } pos se reducen a uno solo: el de relaciin;" éste es el gé- hero supremo, los tes precedentes son los géneros, los diez son especies. Se convendr, sin embargo, en que silos diez topos se reducen a los tes que se acaban de indicar, un método guroso exigiia que se dispusiesen en un orden cotres pondiente. Sexto no se halla en conformidad con sus pro- pias indicaciones, probablemente porque reproducta el texto mismo de Enesidemo y porque la necesidad de un orden més satistactorio sélo se hizo sent posteriormen- te. Pero tenemos Ia prueba de que los escépticos ulterio- res procedieron de otra manera El orden adoptado por Didgenes, segiin un escéptico is reciente, Saturnino o Teodosio,® es, en ciertos rex pectos, mis satisfactorio. El décimo topo de Enesidemo (la coniradicién) se conviesteen el quinto: se tata, en elec. to, de divergencias de opiniéa que dependen de la natu- raleza o de las disposiciones del sujeto. El séptimo se con- vierte en el octavo; los trapos sexto, éptimo, octavo y no- eno (siaciones 0 distancias, melas, cantdades 0 composi Clones, frecuencia 0 rare) se efieten al objeto considerado en s{ mismo, abstraccion hecha de toda relacién sea entre al sujeto y a objeto, sea entre Los diversos objetos. Fl dé- imo, en fin (la relacién) el més importance de todos, de- signa las relaciones de los objetos entre si. Seftalemos a es te respecto que la idea de la relatividad esté presente en Didgenes de manera un poco distinta que en Sexto. Este Ultimo entiende por relatividad tanto larelacién del obje- to al sujeto como la relaidn reefproca entre los objetos [La primera forma de relatividad que se presenta al pensa- siento es, en efecto, la relacion de las cosas con el expii- tu. Un examen més atento.no tarda en mostrar que Ia re- lacién de las cosas entre s{ no es menos real, y esta rela cin suministra al escepticismo un argumento ain més [306 } decisvo, tanto més cuanto que es s6lo de esta dltima de la que se tata en Didgenes. PPodria establecerse una comparacién anéloga entre esas dos lista y la de Favorino Pero parece inti insis- tir mis en un punto poco importante, después de todo, Limitémonos a seRalar que los diez tropos de Enesidemo, salvo el timo (todavia se trata de opiniones cominmen: te admitidas, sin ninglin caricter cientifico), tienen por ‘objeto mostrar la insuficencia de la percepcién sensible. Quedabs por dar un pato més y mostrar que la ciencia mnisma, a pesar de sus pretensiones, no es mis feliz. Es aqui donde comienza la obra propia y verdaderamente original de Enesidemo. IL Probablemente bajo la influencia de la Academia nueva, ala cual tenemos razones para creer que habia per- tenecido primero, y para responder a las exigencias nue- vas de la filosofia de su tiempo, Enesidemo fue llevado a someter a una critica sutil y profunda las ideas esenciales, de la ciencia. Después que filésofos tales como Caméades hhabjan proclamado la imposibilidad de la ciencia y dado pruebas sobre la insuficiencia del conocimiento sensible, el excepticismo, si deseaba conservar su rango entre los sistemas, no podia ya contentarse con enumerar opinio- nes o apariencias contradictorias y complacerse en el jue- 0 ficil de oposiciones como las que encontramos en los diez tropos. Era necesario penetrar mas adentro y mos- trar, no s6lo que la ciencia no estaba hecha, sino que no podia hacerse. Es lo que emprende Enesidemo. Sélo co- nocemos una parte de sus argumentos: dan una alta idea de su obra. No es imposible, por otra parte, que lo que se nos ha conservado fuese lo esencial: el espiritu sutil y cla- 10 de Sexto Empirico era muy capaz de hacer esa juiciosa eleccién. En todo caso, los tres jirones de doctrina que [307 han llegado hasta nosotros se rednen fcilmente y forman tun todo bien trabado. El escéptico establecia primero, en general, que no hay y no puede haber verdad, lo cual era poner en dda la posibilidad misma de la ciencia. Los que creen en la ciencia la consideran como el descubrimiento, de las causas 0 como un conjunto de demostraciones que se imponen necesariamente al espiritu. No hay, no pue- den existir causas, zesponde Enesidemo. Tampoco hay, no puede haber relaciones necesarias entre nuestras ideas ¥. por consiguiente, no hay demostracién. Fs, no puede dejarse de advertr, ia misma serie de ideas que Hume de- fendié més tarde. Pero debemos primero exponer sin co- ‘mentarios la doctrina de Enesidemo sobre tres puntos ca- pitales: no hay verdad; no hay causas; no hay demostra iones, 0, como se decla entonces, no hay signos. 1° Dela verdad. Sexto* nos da no el texto mismo zo el sentido de la argumentacién de Enesidemo. Si la verdad es algo, ella es sensible o inteligible, 0 lo tuno y lo otto a la vez, 0 ni lo uno ni lo otro. Ahora bien todo esto es imposible. La verdad no es sensible, pues las cosas sensibles son sgenéricas, como las semejanzas comunes a varios indivi- ‘duos —tales el hombre y el caballo que hallamos en to- dos los hombres y en todos los eaballos: o especificas, co- ‘mo las cualidades propias a tal o cual, a Didn 0 a Teén. Por tanto, si la verdad es cosa sensible, es necesario que sea genérica o especifica; pero vemos que no es ni genéri= ca? ni especifica, Por otra parte, lo que es visible puede ser percibido por la vista; lo que es sonoro, por el ofdo. De igual modo, todo lo que es sensible se percibe, en ge- neral, con ayuda de un sentido, Pero la verdad” no se per- cibe, en general, con ayuda de un sentido, porque la sen- sacion esté por s{ misma privada de raz6n; ahora bien, no [308 } puede conocerse la verdad sin razén. Por tanto, la verdad no es sensible, No es tampoco inteligible, pues ninguna cosa sensible seria verdadera, lo cual es absurdo. Ademés, o seré inteli- gible para todos a la vez, o lo ser para algunos solamen- te, Pero es imposible que sea conocida por todos a la vez ¥ no conocida por algunos en particular, pues esto es in- ‘yerosimil y es justamente lo que se disputa. En fin, la verdad no es a la vez sensible e inteligible Pues o bien se died que toda cosa sensible y toda cosa in- tcligible son verdaderas, o bien ciertas cosas sensibles 5o- lamente, o bien ciertas cosas inteligibles. Ahora bien, no se puede decir que toda cosa sensible y toda cosa inteligi- ble sean verdaderas, pues las cosas sensibles estin en con- tradiccién con las cosas sensibles, las cosas inteligibles con las cosas inteligibles y, reciprocamente, las sensibles con las inteligibles y ls inteligibles con las sensibles. ¥ se- rh necesario, si todo es verdadero, que la misma cosa sea ¥ no sea, sea verdadera y falsa al mismo tiempo. No pue- de suceder tampoco que algunas de las cosas sensibles sean verdaderas, 0 algunas de las cosas inteligibles, pues precisamente de eso se disputa. Por otra parte, es ldgico decir que todas las cosas sensibies son o verdaderas o fal- a5, pues en tanto que sensibles son todas semejantes: la tuna no lo es mas; a otra, menos. ¥ sucede lo mismo con las cosas inteligibles: todas son igualmente inteligibles. Pero es absurdo decir que toda cosa sensible o toda cosa inteligible sea verdadera. Por lo tanto, la verdad no existe 2° De la causalidad. Es Sexto” también el que nos da el resumen de la argumentaci6n de Enesidemo contra las No hay causas, pues un cuerpo no puede ser causa de un cuerpo. En efecto, 0 bien ese cuerpo no es engendra- [309 } do, como el étomo de Epicuro, o bien es engendrado, co- ‘mo se cree de ordinario, y cae bajo los sentidos, como el hierro, 0 es imperceptible, come el dtomo: en los dos ca- 05, no puede producir nada, pues sélo puede produciral- 0 sipermanece en s{ mismo 0 se une con otro. Pero, per- maneciendo en si mismo, no puede producir nada mis gue él mismo, nada que no esté en su propia naturaleza, Uniéndose a otro, no puede tampoco producir un terce- +o que no existiera antes; pues no puede suceder que uno Iegue a ser dos o que dos hagan tres. $i uno pudiese lle- gar a ser dos, cada una de esas dos unidades asi produ ddas Megaria a ser dos, a su vez, y habria cuatro; después, cada una de las cuatro unidades, desdobléndose de nue- vo, harfan ocho, y asi al infinito; ahora bien, es comple- famente absurdo decir que de la unidad sale una infini- dad de cosas, y no es menos absurdo decir que de la uni dad nazca una multiplicidac ‘También es absurdo decir que de la unién de cierto rnimero de cosas pueda salir un mimero mayor. Pues si una unidad, agregindose a una unidad, produce una ter~ cera, esta tiltima, agregindose a las dos primetas, produci- ‘una cuarta, ésta una quinta, y asl infinito. Por lo tan- to, un cuerpo no puede ser la causa de otro cuerpo. Por las mismas razones, lo incorporal no puede ser la causa de lo incorporal, pues de la unidad jamas puede na- cer la pluralidad, o de una pluralidad dada una pluralidad ‘mayor. Ademés, puesto que lo incorporal no es capaz de contacto, no puede ni obrar ni padecer.” Asi como lo incorporal no engendra lo incorporal, un. ‘cuerpo no puede producir lo incorporal, ni lo incorporal lun cuerpo, pues el cuerpo no encierra en si mismo la na- turaleza de lo incorporal, ni lo incorporal la del cuerpo. Del plétano no nace un caballo, porque Ia naturaleza del caballo no esti contenida en la del plétano; de un caba- (310) jo no puede nacer un hombre, porgue la naturaleza del Hombe no esti contenidn on dl caballo, De igsal mo do, dean cuerpo no saldrd jams lo inconporal, porate la Suaturelcza de lo incorporal no esté ela del cetpo, ei ‘ersamente, de lo incorporal no tlds jams un cuerpo. “Aun mis: siuno de los dos eetuvier, no obstante, en el otro, no sera engendrado pore otro; pies, cada tno xe, no nace del tr, sino que posee ya realidad, y ext- tendo ya, no puede ser engencrado, pues a generacion es Un encaminamiento hacia else As, el cuerpo no ela usa de lo incorporay ni lo incorporal del exerpo. De donde se sigue que no hay causa, ‘ste agumentacion de Enetidemo se completabs con Ia esumeracion, en el quinto libro de los Tluppebvet Xsyor >! de ocho tropor paricularmente destinadlon a re- fatar a los que crcen en ls existencia de as eausas. Sexto nos ha conservado la lista de ellos en tminos bastante Tso topos differen de los que se han enumerado pre- cedenteinente, no solo por su objeto, sino por la manera como ein promo: Nos a Yagude ope e- Eiprocamente opiniones de igual valor y contraditotas, Sho sede inde manera de sonar a sore a eat Sas la palabra topo esta empleada en en sentido nuevo, Te lista de Enesidemo es, a decir verdad, una lista de so- famas Te aqut esos ocho tropos 1° Recursr a una causa que no cs evidente y que no est testificada por otta co- Se que pucia llamarse evidente; 2° Teniendo que elesit nite vatias buenas zones igualmente plausibles, dete- hetse arbitrariamente en una sola; 3° Puesto que las €o- Ss ocurren sepin un orden regular invocareausts que no dan cuenta de exe orden; 4° Suponer que las costs Geno se ven suceden como las coras que Se Ven, an [sty que puedan suceder también de otra manera; 5° Dar cuenta de las cosas, como lo han hecho la mayor parte de los filésofos, con ayuda de elementos que se han ima- zginado, en lugar de seguir las nociones admitidas por to- do el mundo; 6° No tener en cuenta, como lo hacen mu- chos fildsofos, sino las causas que son conformes con sus propias hipétesis y pasar en silencio las que son con- trarias a ellas, aunque sean también probables; 7° Invo- ‘car causas que son contrarias, no solamente a las apa- riencias, sino aun a los principios que se han adoptado: 8° Para explicar cosas dudosas, servirse de causas igual~ mente dudosas. Puede suceder, en fin, sefiala Enesidemo, que los filé- sofos se engafien cuando indican, de muchas otras mane- ras causas que se relacionan con las que acaban de indi 3° De los signs. Si es imposible conocer directamente las causas, y por ellas explicar los efectos, descender de las causas a los efectos, éno se puede, en cambio, remontar de los efectos a las causas, aprehender las causas més alld de los efectos, es decir, alcanzarlas indirectamente? Los efectos, en otros té:minos, los fendmenos, serian enton- ces signs o pruebas cuya presencia testificara la realidad de las causas, y el razonamiento seria el medio que posee nuestro espiritu para elevarse ala explicacién de las cosas. Tal era precisamente la tesis de los estoicos, de los epict= reos: Enesidemo ensayé también arruinarla Sabemos con toda seguridad que Enesidemo se aplicé a combatir esa tess “En el cuarto libro de su obra, nos di- ce Focio,# Enesidemo declara que no hay signos visibles, {que revelen las cosas invisibles, y que los que creen en su existencia son vietimas de una vana ilusién.” Este testimonio esti confirmado por un pasaje més [312] explicito de Sexto.» Si los fenémenos, decfa Enesidemo, aparecen de Ja misma manera a todos los que estin cons- tituidos en forma semejante, y si por otra parte, los sig fos son fenémenos, es necesario que los signos aparezcan de a misma manera a todos los que estin constituidos en forma semejante. Ahora bien, los signos no aparecen de Ja misma manera a todos los que estin consticuidos en forma semejante. Los sigaos no son, pues, fendmenos. ‘Sexto se toma la molestia de probar que te es un ra zonamiento correcto, formado segin las regas de lo que fos estocos llamaban el segundo modo de argummentacién indemostrable unido al terceo. Sin entrar en esta sutile as, concedamos que el encadenamiento de esas tres pro- posiciones es riguroso, y veamos cmo esti justificada ea- dena Ta primera esté fundada en la observacién: todos los «que tienen los ojos en buen estado ven el color blanco de Ja misma manera, y sucede lo mismo en cuanto alos de- ands sentidos. La'segunda es evidente. Para la tecera, la redicina suministra ejemplos decisivos: la ubicundez en fos que tienen febre, la humedad de la pil, el extremo calor, la fecuencia del pulso, observados por médicos constituidos en forma semejante, no los interpretan todos de la misma manera: Herdfilo veia alli una sefal de la ‘buena calidad de la sangre; para Erasstrato ex el signo del paso de la sangre de las venas 2 las arteias; para Asclepi des es la prteba de una tensién mayor de los corplsculos inteligibles en los intervals inteligibles.* ‘Tomando este argumento de Enesidemo (y probable- mente desarrollindolo a su manera, con ejemplos que ‘scogia de la medicina), Sexto lo emplea para probar que los signos no son cosas sensibles, como lo querian los cpicdreos. Después de eso queda por probar que no son fampoco cosas intligibles, como lo ereian los estoicos [313] Sexto emprende, en efecto, esa demostracién. Pero no parece que Enesidemo haya pensado en ello: debié limi- tarse a establecer que los signos no son cosas visibles que revelan cosas invisibles, pavepk Tav &pavarv, como dice Focio. Sexto nos advierte® que él mismo modifica tun poco la argumentacién de su maestro, puesto que to- ma la palabra gawéyeva como equivalente de aicenré. Serfa interesante saber si Enesidemo habia hecho ya la distincién que los escépticos adoptaron més tarde entre Ios signos conmemorativos (ouvnotixé) y los signos indicativos (évBeucried), unos para revelar cosas visibles por si mismas (el humo, el fuego), otros para descubrir co- sas siempre invisibles (los movimientos, el alma). Hacer esta distincién es tener el sentido légico o dialéctico. Se puede estar tentado a creer que un espirita tal como Ene- sidemo ya habfa comprendido bien esa diferencia, tanto més cuanto que los ocho tropes contra las causas hacen. pensar, Io hemos visto, que Enesidemo tenfa espititu Cientifico, una tendencia a interpretar sin ideas preconce- bidas los datos de la experiencia. Sin embargo, esos tro- pos, después de todo, son todavia de un dialéctico més bien que de un observador, y, lo que es més grave, ningiin texto preciso autoriza a atribuir a Enesidemo la distincién, que hace Sexto™ La tinica distincién que haya hecho Enesidemo es la de signos sensibles e inteligibles; ahora bien, por un error manifiesto, Fabricio,” confunde esta distincién con la de Sexto; pues los epictireos, que slo admiten signos sensibles, creen en los signos indicativos. Cosa decisiva: Sexto, en la eritica que hace de la teoria de los signos indicativos,® y en Ia que sigue casi con seguri- dad a Enesidemo, parece olvidar a veces su propia distin- cidn; cita como ejemplo de signos indicativos: siesta mie Jer tiene leche, ba concebido, Ahora bien, hay ahi eve (34) dentemente un signo conmemorativo. Por lo tanto, es se- gguro que en la época del escritor en que se inspira Sexto (y ése es Enesidemo) los signos de ese orden estaban con- siderados como indicativos o, més bien, simplemente co- ‘mo signos. La definicién del signo no la derivaban, como se hizo mas tarde, del caricter del objeto significativo (per: ceptible o no), sino del vinculo que une el signo con la co- sa significada: entre la leche en las mamas y el hecho de ha- ber concebido, hay una relacién necesaria (&xoRoudia, awéprnais). En otros términos, la distincién de signos indicativos y conmemorativos no es todavia un hecho; per- tenece a una escuela posterior” IIL. En moral, la enefianza de Enesidemo no parece haber diferido de la de Pirr6n y de Timén. En dos ocasio- nes, a Enesidemo se le nombra con Timén como ha- biendo dicho que la ataraxia es el tinico bien que pode- ‘mos alcanzar y que resulta de la roy). Vemos por el re- sumen de Focio que Enesidemo censuraba a los académi- ‘cos por haber dado una definicién del bien y del mal. En Ios tres tltimos libros de su obra combatia la teorla mo- ral de los estoicos sobre los bienes y los males y su distin- cién entre los rponyvéva y los émomponyuéva; refuta- ba su teorfa de la virtuds sostenia también que el bien su- premo no es ni la dicha ni el placer ni la sabidurta, y, f- nalmente, que el bien tan celebrado por todos los filéso- fos no existe en manera alguna”! Si se encuentra una especie de contradiccién entre esa negacién absoluta y la afirmacidn segin la cual la ataraxia cs el bien que sélo el escepticismo puede asegurar, esta di- ficultad es la misma que ya hemos encontrado a propési- to de Pirrén y de Timén. Debe resolverse de la misma ma- nera. No es dogmaticamente 0 por razones tedricas como Enesidemo recomienda la ataraxia, sino desde un punto [315] de vista puramente prictico y con la prohibici6n a si mis. ‘mo de toda afirmacién sobre los principios 6 la esencia de las cosas, Hay, sin embargo, una dificultad. Un pasaje de Aris- tocles,® que distingue a Enesidemo de Timén, declara que la consecuencia de la duda, segiin Enesidemo, es no s6lo la ataraxia, sino el placer. Si no hay aqui un simple error, hay que entender la palabra ¥Sour} en un sentido muy amplio, por ejemplo, el que le daba Epicuro, que contaba también Ia ataraxia como un placer También fen el mismo sentido hablaba Pirrén de la dicha (rv uEMovta e’Baqovijaetv) como el fin de le vida." En. todo caso, ese pasaje aislado no podria prevalecer contra cl resumen tan neto que nos ha conservado Focio. En demo no afirmaba nada en moral. Si alguna vez dogma- tiz6 y si hay alguna contradiccién en su obra, no es ali donde hay que buscarla. Notas Suse op. at 78 2 Onan p2as 4 Geigy Na i, 5. ~CE alles 1, 846" 4 hp Buse gy 0, XV 0 1 & Mi, 78,87 7 Ly pla i8qe: Did, D7) 2 plea me natuaimente + Ene demo que 3 Pun. Pda adopae tblen I coneeion prope por Niasche Being snr Qvale de Deg Lart, Bal 137, 1) Ae lee: Toten 80 ots Ba npemouy tal SeaBromor Hono Cv MpRSTOE eee ater recmplae (p25) en Ia exposicin de Didgenes de Seto mo chu apresones que no podsan ser amen sn époea de Ensdemo. 9 Sent, Po 36.CEPappentem, Di Tigo der rh. Sipe, 13, Bar 1038 ‘wid, 1%, 78. Ry bey se [316] 2 Dy sig TA 78 Sgn Arsocles ap Base. Pry. XIV 20, 1), nese smo sila haba reconocido neve topos. 5 hbies que let ete tes ‘Monio ada de Actoce y los tetimoniosconcodantr de Sexo y de ‘Sitges cts moe debian obtener eentemente Ia peferencin Es rate uc ehays comer agin eer, spor Araceae por ui o> ‘hones cabin opinion de Zaller de rel Gl, 19). Papen {ei ona pte porel esto de Aol ar razoner no nor hen pe filo decvas Pentimor en stbsr a Enesidemo lor dice Wopos, como eitece Souo, Me Vin Ho. ncOdimep eoegouy oly Mapa wo Aivpobice Sica Spdnous trdure. Phan trop el ectavo de Diane. 1 Decimo en Digpres. Guin en Didgene. 17 Na hay matinee pr ot pat, pt bascr una relic msec cnr lo por de Enerideme y la cxegvias de Asoteles To hace pes. 2 BLL, a 3 Plrece quel expretare at Sesto hace alsin ala lasicaion aop- tada por Dispeasy se pons el primer ang ropa de vel. NO ‘Gevmon con Hi, la prot pars hues soe et xeon (Gao exsener (pt, p13), que Sto no ays conocido ot Tite oe ER Enesdemo cl orden mismo gue indies aga procha que concen diopocion mis mein "Sora ceramente Tendon, s ve adoptar la conecibn de Niche india antes, p30 '5" Pun favoino (Dib IX, 8), noveno trop de Diggenes es ote gl dédo de Didgenes legs a sere novens. a Vil, 4046: Awe Beat 8 AtmoiBnuos.. anoplas eBnow. 25 [iG El testo nolo dice. Sega Fabio, ls venlaa peribida por Jos entidoc no un geno, porgueloe etios no ertbea lo univer mo ‘Stapoco una cated execs, porque lo sets no periben ands fo (Gest dsinivs de un se rno solmente ls cuandee comune 3 todos [Ros puece ma spl ntapecar ste penamiento de Enesidemo: Ls ver ‘do un nero, pcs no es una propiedad que cractrza un cls de {eres con cxltsin de lo ema fdas coun seals pueden ser ed ig. Yao e tumpoco i propiedad deal ean ebjeto por misma zd SE Now puree evidente que hay que hacer de tanbiy el sje de “yocpigera (3) a menos qu en legar de obese aloByBV RONDE Ueshon yrnpleera no ea coves ea ro kn Bn Bigaer. CE Dide, 1K 9 98, 98 (17) 2 a hgh de Hs, tentamanifesamente altro, pods lees, com Hie (p. 140), vtpeavoy, Ee pone que sostniondo oe no hay eure, Eneidema se haya encontado de ated con Hetil com la sapons ‘ie! Peo ls acones invoradas en spoyo dees contra not ps cen muy poco decisvss E> may disint dec, ome lo hace Hetictg (Glmente de Alan, Samm, V8), que mando no ene case, proc ‘nagcomo lo hace Enesiden, i impos lide toda casted, “SSaint ce ve aut soem, “Razonar adc, eFSupone eta ‘mayor una eas no puede rar sno por contacts, Ahora bie, ich cn ede eat mayor? Nadi, qu yo eps exept os mates.” Peto Br de lor enoicor, esta tester de Atieler Cone Il 1,734, A ug yp ih aoreSuton aBowarow. CE Zaller ill 35h Foci, Myr Cod, 212; Seat, PI, [20 3 Fai (A Sin, 1,180} fos enplica por meio de empleo teiocamenteeiogies: 1° Explear, como lor pogirics Is distancia de Tos planeus por uns proporisn musty 2 Espira desbordamints neal del Nila pore deseo, cuando pce bbe oat cata, como as Hvis, leno so, Expire movimiento de low son por so pe ‘sg mars que ta saner slg da cuenta del orden qual rina Ex Pla Is vi dea mums manera ques sparc de a imdgener eh vs ‘hmar acu; 5° Esplin ef mundo por lt Somer, como Epi, for leshomeomers, como Andpors, 0 por mater Ia forms, como Ar ‘Seles 6 Epica lo comet conta Asatte pos a wunian de aor rocedents des ters, porque tala conecrds con aur dee sob e Conjunto del univena; 7 Admit como Epic dome incompatible on le necesdad que, sin enbaro,prclarss 8 plier a scene de ‘via por arco, pogu ln span atte lag cha oe, no bean * pone algunos en dda “hab 17, 8, 12. 3 devel, a5 M Seto, Mi, Vil 220. 3 hid 2162 aceduewe tv Fos Katy & ginatBnyos Se Nitorp, en un casino y atevida capil de las Fonchngen der Ger bse des henna, pis 12 es Ge, He 10), oe ‘ne Is opinin conta, pero aus sgutnenton no hos han eonvencdo, ‘Greemos con Natorp que Seat toms de Enesidemo i mayor pare de sir segumentos cones ln signos; pero de ete hecho tcimos tna concen ‘onuaria Ex certo que Sesto Confunde el ign en gana de lou eticot Yel sign indienivo, Sobre es, Pilippon (De Pip. 57) le aaa de Iubee contadicho, Naor lo deBerde, pero to define mal. Sein, Sento Pl, 3133, y A, VIL, 140-198) slo habla el igo en gene, fl pane PI, 101; en el eal sino ce lina veers, et ine (318) polo. Feo suponer un interpola orale Fclmente dela cut [teste de Naor, por ota pure, et abienamentecontadicha por el ‘aie Pett 103 del Signo indicator de to que desea abla Seto ao. {isin er macho inte simple ¥ esque por todas pcs donde lon cicas ‘ian sgno (in ealficacion,Sexto entende sgn indicaivo,eaduiend {is lengusje, que er también el e ls ecizon dene tempo, al pens [nicte de lor antigos Es verdad que igo de loretocor no nts cx ‘Smente en In dfiniion que él ha dado el sign indicativo. Pero Sloe Sins trencs de forma, En el fondo ol gna de lo extoicos ye sino in Ais sn éntcor: uno y oto ssponen entree gna y consi fade un vipealo necenio. Por eo tl sgio es bocahviady too Kiyovtos te pitas Unaryopevttady Tod onuoesteu (M. VIL, 201. Bat dna cre nico que Enctiema bays conocdoy aque veri ‘mente nol hays llamado indcntiva,¥ por ero Didgenes (198) diet lemente: Zitiow oe eva [No hay motive, por ot pate, para poner en dada que Ie diincin ‘atten encny a pint fandada abl on la experiencia soa serio 4 Enesiemo: ero que pacha unt de stn (ep, Vil $16, 0 au not ‘bi vivamenteimpresionado ants que Has y tobe todo Nato hubie= ‘on ac nortunesconesunnsns,Certancnte Mat , probleme {erlorsofis, han conocido una 705 ps Fe, 20,8) muy Yo ‘side a rohoudla raw ox (Sento, P 237, Peo des ello uae $n pars atsbuira Bnesidemo, en aubenci de teximonio precisa na ‘Gov sabia de ls expeiencat No enconttoer ningun hus de eds ‘in planes en lor sadémior. Adem, una cara editing a enla Yl tiny tra hace Ta eo de trina sl deliberadamente 2 Jelena, femalar ss ela No asec qe lo sofia bya sbeepaada ‘i imeso le eer doe punt de Pat ‘Gremos con Naorp gue ay enc ecepciemo una pate posites pe so slo a vemos en Set, en miner alguna en Ensdemo. Ys exis fr Enusidema (lo queen singuna forma ez mporie no tenemor en lot ‘Teggmenor de que dponemos ninguna raxbn seta pats fra Baa Sex, Ps 100, 3 Ves, 1,1, Can Phlippson (69 io abuiremor a exesela cmp y mis pa ‘eamente, a Menodoto. Ves 1 1 cap. L) "Dib E102 Aste ap. Ete. pce XIV, 81 Gide 215: 0 8 tt wan fais Tod eho rrr, he iBausovic. we shy fowl. lie pda le Bako "eho Emopev evan Snap do ey tov Rae ghooaginy aipiony B66 (ay. 2AM Emenee oi eva Thor aaw Gyoctvoy 'S Op ces Tote paves Banstory Obves report Ta¥ got smporov itv agasian, Ente Bt rapa, Aimoienios 8 fone B19) so it He 6H evap epi ra ova eavaomatwat “as posible que hays all, como lo sapone ingniosim 109), fs els cde una tentaiva prs cone e icriama yl pons Pao tenemos ny oestrone ur ere endensa cteteas on Ene siden para que pued sue am gran valor + es confers Noon 5300) ects simplemente texto de Arstorle, Hil @. [320) Castruto IV Enesidemo. Sus relaciones con el heracliteismo Hay que volver ahora Ia medilla. Acabamos de ver a un Enesidemo enemigo declarado de todo dogmatismo y es céptico a medida del deseo. He aqui a un Enesidemo abier- tamente dogmatico, y los informes que nos lo muestran ba- jo este nuevo aspecto estin tomados de las mismas fuentes, tienen igual autoridad. Enesidemo se afilia a la escuela de Heréclto; tiene una opinién sobre la esencia de las cosas ¥ sobre muchas cuestiones muy debatidas. Zs precio ces, con Fabio, que Enssdemo no rej 2 dos ax seis especies de movimento io pare masta en seyuide is linente qe ‘iu ni ota exten? Como eseéptic, debi en elec, nega a reaiad ‘etmovinient.O bien, como Suse (p 203) piece disput 2 hacer, {hay que taconar eleva con el dopmatione beracltean? Este es oh nto gue debe djs ince, por falta de documentos. Sealemos sok mente que, en todo eso, es teats parece propia de Enesidemo; Set, em Ingar de decir aged como en caiguer oo lado. Aimoteniog ware “Hpdndacrov, dice solamente Ot rh ry AlvnotBnow. Rede suede co spo lo indica Zaller p32, 3), que Easkemo hay tomado ea conection Bees econ 18 Soo, it, 349: OL BE soa uty (re Buona) Beka, od XO avg 88 Toe mepepyeodan GAR ol uly bres Tod eebaTOR. OF ‘Ripening ker Fipsaowiros «330: 0f Bathe coat Tas aloe atmep i ucay oud 4 closrmnplny nponioveav. fs ore Seer Bibs Eoperev veo quowby eal Atm, (338) 1 at, vit, 129: Toovow BE xby Bow Mbyov Kall “Hodiderov 8 vamos ondoavTes woepel yioeucba: Conte Hil, ycom Dicey Ne {ony 299), pens qe este ats sobre Herilio ert tad por Sexo {i Enema mismo. Lis zones por ar coales Hire ree que debe a birt a derailo de Sento (VU, 89-14) aun hitorado,pareeen muy onetrtsy sale Naor lash rad Fan, De anim, 25: “le gat prcsumant non in tero conc nian ed fies prt nondin io nf extinaeeo primi ( ‘pot etm ef de ter fomace Rant ele slut, et ‘im ct ibdem fighseinerrum, sere gore percseam el vin sm. lem spare ct ncalem somum ede. Hoe toil cuns Aeneridema” Se ndver tin cacuedo de Enetdema eon low cxocon Zaller waa dere vaior puntos donde el mismo acuerdo s produce: el aie confundid con el fe fave emp consider como ls ceaca dele coma, el empleo dels pa goose, ee 3 6 etnoepariculamente (Sexo, X, 227) que etoicosyepcieas ex nba dearer en comidete lSempo cme incorpo co, con quinn telacions Set » Enetider lo oa pree snot Ta inde pendenci desu penausento, Hp itp 209 1 Ef mismo eor ha sido cometido por Dil, opi p. 210, 1 Docng: Gap 210. 2 lee dieu con mucha fore pp. 7) as diversas spascin ey gue pueden hace sete espete “i oremor considers Zaller que x paste blo nombrs a Eneidemo ( 36), Heriot nombre do linea eat. B Cntanngen aber de eps ne Altre insches Museum, SOO, 183), Ene edo si veproducid en soba y tad: For. ‘Dango e Geb des Eero Alea, Bt, Hers, B84 {Uns opinisn sntlogs ha ido tml deen casi al mismo emp por Higel ope pa jifcar em ditenci Hire insite en l pase de Sexo, Mt, VII, ay enc ctl Ene dice solamente que los fendmenos son NON, Imietsue Epc, que e dogmatic, lama as corar senile 9 kat ‘Sora, Peso ean efeecia de expesion no ene cl sleanee que le abuye ‘ein palabra erplendas por Bp estlndestnadas Gicamente a ee pla a detiniign dea verdad que va seguir Yen el pesunieto de ‘lio laevis de Basia ens unseat poramente Raves Io comprende quela bie coloeado entre dr tr completamente dog. (339) dtc, lade Pat yl de pica? El anumento fda en I tnolo- {idea palabra Bs (25 ph Mov nos parece tambien sul y poco pro 2B Hemos mostra antroomente que eta disinein mo debe sr a ‘ida t Enetdem 21D. "Hire ince tambien ete panto (p 120)y hace nota ls naogar dee frmala de Enesdeme con la ela sienamente aepads por lor ‘pte, ein In ea bay aoe segura corti, procder como too el tmundo (Seto, P16, 158), Soto die tambien qu el scape, co ‘mo todas lar ders losfie, pute ob wows woe SvOpeaese MP fhucs 121), Reo fa dancin que separa aula Encidem dels ve Ahideosestpicar 20s daminaye sno en purieni, pesos septic: (gsrdaban much de dcr que lo que « conforme con I pine comin {cs verdadero: deta solamente chy Qe corte sly 20 cu Precepo purment rictcn Por econ, Eneidemo dec vender [oqo spree del tase manera todos le mtn y moet pole se poner que hays compre leance de a palabra hy gue Js geldo pemanceseepico al pronuncil. Pine Vil, 52... Abiwavos 10 ard wa eve xa uh oa 2% CE Brandi, ink der ninpn der grie Popi , 202 Belin Reimer, 1860) Bp.28 yp V Seto, P1218 % Op ct 223 [340] Cariruo V Enesidemo. Examen critico Los argumentos de Enesidemo producen sobre el es- pésitu una singular impresién. Si se consulta el buen sen- tido, si se ve adénde vamos, resistimos enérgicamente; si se consideran las razones invocadas, ellas son claras, sim- ples y estin irreprochablemente encadenadas: se vacila, se std inguieto; uno se pregunta si no es el buen sentido el que se hia equivacado y el escéptico quien tiene razén. Se- agin el Indo por donde se la tome, la argumentacién pare- ce ors irresistible, ora ridicula: es como el camaleén, que los escépticos toman con gusto por ejemplo, y que cam- bia a menudo de color si se le mira durante largo tiempo. Sin embargo, hay que tratar de ver claro: es cosa muy fi- cil descartar Un razonamiento so pretexto de que es falso, sin sefialar en qué lo es. Esta persecucién del sofisma, que Platén, en un caso andlogo, comparaba a una caza dificil, en la cual un animal muy diesto pone mas de una vez ba- jo los dientes al temerario que lo persigue, tiene a la vez algo de irritante y de cautivante; sobre todo, es peligrosa para el que la emprende: es una verdadera aventura. El ‘menor riesgo que se corre es el de ser acusado de sutileza. [3a] I. He aqui el sazonamiento de Enesidemo sobre la ver dad reducido a su més simple expresién. Toda cosa es sen- sible o inteligible; por lo tanto, la verdad, si existe, serd sensible o inteligible. Pero, no es ni fo uno ni 10 oto ni ambos a la vez; por consiguiente, no existe. Este razona- miento parece irreprochable; pero es un sofisma. {Dénde esti la fala? Hay, si no nos engafiamos, un doble artfi- cio, un doble equivoco. "En primer lugar, el escéptico transforma ilegitima- mente relacjones en entidades, relaciones en cosas en si Razona como si la verdad, lo sensible, lo inteligible fe- ran seres, realidades; por lo menos, los considera como propiedades positivas o intrinsecas que poseerian los ob jetos que se llaman verdaderos o sensibles. Hay que con- fesar que el lenguaje vulgar y aun el de los filésofos esta fen connivencia con él. {No hablamos a cada instante de la existencia de la verdad? Los estoicos Ilegaban hasta ha- cer de Ia verdad un cuerpo. Basta, sin embargo, un poco de reflexién para comprender que la verdad es una rela- cin. Una cosa no encierra en si misma la propiedad de ser verdadera; la posee s6lo si est en presencia de un es- piritu. La verdad supone dos términos: una cosa que es ¥ lun pensamiento en el cual se representa. Qué hay de sor- prendente si, después de haber considerado como cosa en. s{lo que positivamente no puede considerarse sino como tuna relacidn, se llegue a probar que esta cosa no existe? Es muy cierto que la verdad no existe, si por ello se en- tiende una realidad independientemente de todo pensa- miento. Y puede decirse otro tanto de lo sensible y de lo inteligible, que son también s6lo relaciones. Poco importa, podria responder el escéptico. Que la verdad sea una relacién 0 una cosa en si, concedéis que alli donde se encuentra la relacion expresada por Ia pala~ [32] bra sensible allf también se encuentra la relacién expresa- dda por la palabra verdad? Lo concedéis ciertamente si de- cis que la verdad os sensible; y es preciso que lo digiis, a menos de sostener que es inteligible, y entonces la misma ‘cosa se pondrd bajo una forma un poco diferente, Es aqui donde se descubre el segundo equivoco del es- céptico: éste entiende en un sentido absoluto identidades que sélo se conceden como parciales y relativas. Conce- demos, ingenuamente y sin desconfianza, que la verdad es sensible o inteligible. éQué queremos decir? Simple- mente que hay cosas verdaderas que son al mismo tiem- po sensibles o inteligibles. Estas dos cualidades, verdade- 20y sensible, verdadero e inteligible, pueden coexistir en ‘un mismo objeto. Verdadera desde un punto de vista, una cosa es sensible desde otro, y ambas a la vez. Es sensible, pero no lo es tinica y esencialmente; lo es sin perder su ‘naturaleza propia; es a un tiempo, como diria Platéan, lo ‘mismo que lo sensible y distinto de lo sensible. El escép- tico no lo entiende asf: toma los términos al pie de la le- tra, Concedéis, dird él, que la verdad es sensible; eso quie- re decir que verdad y sensible son una sola y misma cosa 6, en vuestro lenguaje, que alli donde se encuentra la re- lacién expresada por ia palabra verdad, alli se encuentra necesariamente la relaciGn expresada por la palabra sensi- ble, Alli donde hemos entendido que dos cosas, por otra parte distintas, estin unidas, confundidas en un mismo objeto y, en este sentido, son idénticas, él entiende que hay una identidad absoluta y definitiva; o sea, compren- de que una de las cosas abdica de su naturaleza y se con- vierte en la otra. La verdad es lo sensible. Una cosa no es ‘ya verdadera al mismo tiempo que es sensible, sino porque es sensible, En lenguaje modemo se dirfa que, para el escép- fico, el vinculo que une los dos términos es analitico, mientras que para nosotros es sintético. [33 Es ficil ver, por otra parte, que este segundo equivoco se deriva del primero. Si considersis la verdad y lo sensi. ble como cosas en si y decis que lo uno es lo otto, no po- dis sino identificarlos completamente: es una identidad de esencia la que proclamsis. Una cosa puede tener diver- sas relaciones con otras cosas; no puede, en si misma, ser Se ve por alli cémo se resuelve la dificultad. La verdad es sensible o inteligible? Es ora lo uno, ora lo otto, ni lo uno ni lo otro absolutamente. —Pero, objeta el escéptico, 5 es0 lo que se disputa; en otros términos, no pueden distinguirse los casos en los cuales es sensible de aquellos en que es inteligible. —Eso es otra cuestidn, la de criterio, de la verdad, que habri que resolver aparte. — Pero “es J 0, agrega 4! que todas las cosas sensibles sean verdade- ras 0 falsas; pues, en tanto que sensibles, son todas seme: jantes: una no lo es més, la otra, menos", Se ve bien aqui el sofisma que acabamos de sefialar: supone que todas las cosas son verdaderas en tanto que sensibles; es justamen- te lo que hemos puesto en duda. Ellas son sensibles y, ademas, bajo ciertas condiciones, verdaderas. He aqui el sofisma desenmasearado; pero, 2a qué pre- cio? Hemos reconocido que la verdad no es una cosa en, sl; nos hemos encerrado en la esfera de lo relativo. He- mos concedido, ademés, que al juzgar Ia verdad como sensible o inteligible, la relacién establecida entre el suje- to y el atributo no ¢s una identidad absoluta, sino una identidad parcial y contingente. En otros términos, esta, identidad s6lo existe en el espiritu: aqui ain no salimos de lo relativo. Por otra parte, no puede formularse el principio de identidad si se quiere escapar a las sutilezas de los escépticos, sino introduciendo precisamente la idea de una relacién. “Una cosa no puede, al mismo tiempo y en la misma relacién, ser y no ser.” En una pala 1344) bra, slo considerando las cosas en nuestro espiritu, tales ‘como apatecen y no tales como son en si, hemos resuel- to la dificultad, Quizés Enesidemo no quiso decir otra cosa. Refutin- dolo, tal vez le damos a ganar el pleito. Sin embargo, cree- ‘mos no haber concedido nada que un dogmatismo serio nno pueda y no deba conceder, y estamos persuadidos de due, aun encerrando el pensamiento en la esfera de lo re- lativo, sometiéndolo en todas sus operaciones ala catego- ra de la relacién, es posible definir la verdad sin hacerle perder el caricter de necesidad y de universalidad sin el tual no existe. Pero hay que convenir en que muy a me- nnudo el dogmatismo, como el sentido comin, tiene pre- tensiones maz altas. Se jacta de aleanzar realidades en si, tales como son, fuera de toda relacién entre s{ 0 con el pensamiento. Y contra este dogmatismo van dirigidos los argumentos de Enesidemo, los cuales no tienen réplica. IL, Los argumentos contra las causas dan lugar a ob- servaciones andlogas. Si se analiza la idea de causa, se ve sin esfuerzo que implica una relacién, y esto desde un do- ble punto de vista. Primero, una cosa no puede concebir- se como causa sino en relacién a su efecto: es un punto que Enesidemo no parece haber tocado y que encararon solamente los escépticos ulteriores. Pero, ademis, el acto de pensamiento por el cual una cosa es conocida en sf ‘misma es distinto al acto por el cual es conocida como ‘causa, La cosa se concibe primero en si misma, en su ‘esencia; después, se la considera como causa: Ia causali- dad es tina relacién que se sobreagrega a la idea que tene~ mos de la cosa, sin destruirla y sin confundirse con ella Pero el escéptico no lo entiende asi. Aqui también, auto- rizado, hay que decitlo, por el lenguaje y por el uso, con- sidera la causalidad como una propiedad real y objetiva [345] que perteneceria a las cosas: hace de ella una cosa en ‘Ademis, esa propiedad queda identificada con la cosa ‘misma donde se supone que existe: éno se dice que una cosa er la causa de otra? Por consiguiente, si una cosa es causa, lo es absolutamente, por su esencia, en su natura leza intima. En tal caso, hay que comprender como esa csencia determinada puede producir otra cosa que si mis- ‘ma, Pero la cuestién, asi puesta, es absurda. Una cosa da- dda, definida en su esencia, s6lo puede seguir siendo lo (que es. Decir que ella es causa, seria decir que es otra co- sa que si misma, lo cual seria contradecirse. En lenguaje modemo diriamos que de la idea de una cosa no se saca- 1 jamds analiticamente la idea de otra cosa; y es0 perma rece cierto si, en lugar de una sola esencia, se consideran varias reunidas y yuxtapuestas. En otros términos, como Hume y Kant lo han mostrado, la relacién de causalidad cs una relacién sintética. Los dos términos puestos como causa y efecto no estin dados al pensamiento humano como idénticos, sino solamente como enlazados de cier- ta manera, en una categoria sui generis que se lama la cau salidad. Bs lo que comprendié Enesidemo, y por eso es justo ver en él, como Io ha hecho Saisset, 2 un precursor de los filésofos que acabamos de nombrar. Por consiguiente, se ve lo que hay de verdadero y de falso en el razonamiento de Enesidemo. Ireprochable si se consideran las causas como cosas en si, pierde todo st valor si se considera la causalidad como tuna relacién es- tablecida por el pensamiento entre diversos objetos. Esa relacin enlaza los objetos sin modificar su naturaleza propia. Ellos son, ante todo, lo que son en si mismos: ¥, ademés, se les considera como enlazados con otros bajo ciertas leyes. En tal caso, no hay ya contradiceidn: lo cor- poral puede estar enlazado de esta manera con lo corpo- ral, 0 Io incorporal con lo incorporal; hasta (éste es un [346] punto muy discutido en nuestros dias para que sea wil in- fistir en él aqui) puede concebirse Io incorporal como Causa de lo corporal, o inversamente. ‘Como se ve, aqui también, no hemos podido refutar a Enesidemo sino a condicién de encerramos en lo rela- tivo y de zenunciar al dogmatismo absoluto contra el cual diriga sus golpes. IIL. La teoria de los signos, tal como los testimonios auténticos nos permiten atribuitla a Enesidemo, se redu- cea muy poca cosa: es, como se ha visto, manifiestamen- te incompleta, y ciertos historiadores, como Ritter! han podido considerarla sélo como una forma particular det décimo tropo. Sin embargo, estamos inclinados a creer ‘que ella tenia, en el pensamiento de Enesidemo, un alcan- ce mucho mayor: Enesidemo deberia ser considerado co- mo el precussor de John Stuart Mill, si pudieran con se~ guridad ponerse a st cuenta los argumentos de que se sir- vvieron los escépticos en la época de Sexto. El escéptico, sea cual fuere, que los ha desarrollado por primera vez, tiene el derecho a ese titulo. En efecto, es digno de nota que, a propésito de la teo- ra de los signos conmemorativos, Sexto describe la in- duccidn en términos que no desaprobaria un disefpulo de la escuela inglesa. “El signo conmemorativo,? observado claramente al mismo tiempo que la cosa significada, si se presenta de nuevo después que ésta se ha hecho oscura, nos trae a la memoria la cosa que.se ha observado al mis- mo tiempo que él y que no es ya actualmente evidente: asi, el humo nos hace pensar en el fuego. En efecto, ha- biendo visto a menudo estos fenémenos unidos entre si, tan pronto como vemos uno, la memoria nos sugiere la idea del otro, del fuego, que no es entonces visible. Suce- de lo mismo con la cicatriz que se presenta después de la (37) hierida y con la lesion del corazén que precede a la mcr te, Viendo la cicatriz, la memoria nos representa Ia eri aque la ha precedidos y viendo la lesisn del corazéa, pre- ‘vemos la muerte fatura.” ‘Lo que los escépticos combaten es la teoria de los nos indicativos, es decir, la doctrine sega la cual habils enue los fenémenos un vinculo necesario y constante, tal, en una palabra, como lo entienden ain hoy los dog smiticos Hay que convenir en que desde el punto de vista donde se colocaban, sus argumentos son inatacables: de atenerse alos solos datos de la experiencia, 2 los fenéme- nos solos, es imposible ver en la induccién otra cosa que tuna asociacién de ideas fandada en el hibito y variable como ella. Ast, John Stuart Milly al tatar de establecer tuna teorfa cientfica de la induccién, contfiesa que I in- duccidn no podla tener un valor absolutor ella no vale sino para el mundo en que estamos, y hay quiza mundos en los cuales los fenémenos no estin sometidos @ ning: na ley. Una vez mis, no pretendemos que Enesidemo haya ido hasta alli: los textos no nos autorizan a ello. Pero, s no indied en qué sentido y en qué medida puede haber luna ciencia experimental, comprendi6 y probé que la ciencia,en el sentido absoluto que daban a este término los antiguos, es imposible. No hay ciencia, en efecto, y de demostracién, sino alli donde las ideas estin encadenadas por un vineulo necesario; pero no hay necesidad verdade- ra sino alli donde las relaciones pueden determinarse ionalmente 0, como decimos hoy, a prior. Ahora bien, dado un hecho, un signa, para hablar como los estoicos, que se intente determinar 4 prior la naturaleza de la cosa signifcada. Aqul, como cuando se trata dela causa, y mis evidentemente todavia, no se tendri éxito; y sino se te [348] ne éxito, no habra demostracidn. Es lo que Enesidemo ha querido decir, y no hay nada que responderte. Las consideraciones que preceden nos permiten sefia- larel verdadero lugar de Enesidemo en la escuela escépti- ca, Los historiadores estan de acuerdo generalmente en vyeren élal primer representante de lo que se llama el mue- ‘vo escipticiemo, Sin embargo, no son undnimes: Hass,‘ por cjemplo, considera a Enesidemo como uno de los iltimos representantes del antiguo escepticismo. Y hay que reco- nocer con él que Sexto® da la impresién de oponerlo a los nuevos escépticos, de los cuales Agripa parece haber sido tuno de los primeros. No vacilamos, por nuestra parte, en adoptar la opi- ign comtin; Ia poderosa originalidad de Enesidemo no parece que pueda seriamente ponerse en duda: a decir verdad, renové el escepticismo. Nada impide, sin embargo, que después de él esta doctrina haya sufrido ain, otras modificaciones: en el ‘nuevo escepticismo pueden introducirse subdivisions, ‘como se distinguen especies en un género. Es posible que después de Enesidemo otros filésofos hayan impreso al pensamiento excéptico una direccién nueva: asi se expli- ‘arian de manera muy natural las palabras de Sexto. ‘Si fuera menester sefialar el rasgo preciso que distin- gue a los dos periodos del nuevo escepticismo, diriamos {que Bnesidemo se mostré sobre todo metafisico y dialéc- 1ico; después de él, los escépticos son principalmente mé- dicos: a la especulaci6n pura, que ellos declaran vana, ‘oponen el arte o Ia ciencia prictica, que consideran legi- tima y necesaria, Para Enesidemo, el escepticismo era en si mismo su propio fin, a menos que no fuese un encami- namiento a un nuevo dogmatismo; para sus sucesores, cl vestibulo de la medicina. Si Enesidemo sustrae alguna (349) proposicién a la duda universal, es, se ha visto, una tesis, ‘metafisica y trascendente: la identidad de los contrasios cen Lo absoluto. Si los escépticos posteriores creen en algo, ¢s tinicamente en las sucesiones empiticas de los fenéme- nos tales como la abservacién, fuera de toda teoria, pue- de descubrirlos. Quiz podria’ agregarse que, si Eneside- ‘mo sacaba de su escepticismo una consecuencia prictica, era tinicamente un precepto de moral; los escépticos pos” tetiores parecen haber preferido los bienes del cuerpo a los del alma: s6lo piensan en arruinar a la ciencia especu- lativa para hacer lugar a la ciencia positiva 0, como dicen ellos, l arte. Enesidemo es todavia un metafisico; sus su- ceesores, sobre los cuales, todos los historiadores lo reco- nocen, ejercié poca influiencia, no son mas que positivis- tas, Invecan st autoridad poco mas 0 menos como Au- guste Comte invoca la de Kant. Pero éste es un punto im- portante sobre el cual habré que volver en Ia continua- Gdn de este trabajo. Notas ¥ sexo, My VU 2 Opa 238. Opi, KIT, 20¥ 39 si 5 Pr 3é:Tlapabibovtat ohn ovwbs map Tas Apxeerdpors Zeewencly spew BF Gv A Eroxth owayeobar Gon, Bx Toy pouty. 005 ah rémous oweswineas whale. lid, 164" of Bek seesrepa Brees mapaissaot tponcus Hs eaxt ENTE [350] Castruto VI Los sucesores de Enesidemo. Agripa No tenemos sobre Enesidemo sino datos insuficien- tes: después de él, Ia noche es completa. Conocemas [os nombres de sus sucesores inmediatos, Zeuxipo, Zeuxis y Antioco de Laodicea. Se ha visto antes Io poco que sabe- :mos sobre estos filésofos. Es probable que continuaran la ‘obra de Enesidemo con el mismo espirita y en la misma direccién, Ademés de las tres grandes cuestiones que él trat6 de manera tan original, sabemos por el resumen de Focio que Enesidemo habia aplicedo su sutil dialéctica a otros temas: al movimiento, a la generacién y ala destruc- cidn. Puede conjeturarse que sus argumentos fueron con- tinuados, desarrollados, afinados en toda forma por sus sucesores. Asi, por el trabajo curioso y paciente de algu- nas generaciones de pensadores, la critica escéptica, con- servando de todas esas investigaciones lo que hallaba me- jor, arrojando el resto, tomé esa amplitud y adquirié esa riqueza, esa profusién abrumadora de argumentos varia- dos sobre todos los temas que le vemos en la época de Sexto Empirico, Pero no sabemos nada de los obreros anénimos de ese largo trabajo: hay en Sexto como un si- [3st] lencio deliberado respecto a esos oscuros fildsofos que concurrieron sin gloria a Ia obra comiin; hay que renun- iar a la tentativa de hacerles justicia. Sélo cuando llegue- ‘mos a Sexto seri posible echar una ojeada de conjunto so- bre esa obra de larga paciencia: ella emerge entonces de las tinieblas de Ia historia, poco mis o menos como se vven los bancos de corales, después de muchos siglos, aflo- vara la superficie del océano. Entre esos filésofos, un sola nombre ha escapado al olvido, y, cosa singular, no es el de uno de los jefes de la escuela, de uno de lor que hablaban oficialmente en su nombre y habjan recibido directamente la herencia de fos, ‘maestros. Agripa no esti citado en la lista de Didgenes; Sexto no escribe su nombre una sola vez. Sabemos, sin embargo, 2 no dudarlo, que él introdujo en-la doctrina ex- céptica ideas nuevas, que fue el autor de una serie de tro pos, y se vers que esa serie representa un verdadero pro- sgreso. A este fildsofo fuera de lista le estaba reservado dar Ja formula mas neta y més decisiva de los argumentos es- cépticos. Por esto merece que nos detengamos. I. No conocemos nada de la vida de Agripa, y ni si quiera podemos fijar con certeza la época en que vivi. Haast cree poder afirmar que enseaé a fines del siglo Id de J. C. y al comienzo del segundo. Pero su célculo des- cansa enteramente en el hecho de que Didgenes, el inico autor que menciona el nombre de Agripa, habia tomado a Favorino todo lo que dice de los escépticos. Parece, sin embargo, que el compilador no se limit a seguir a Favo- ino, ni fampoco a Sexto, puesto que la lista de los diez tropes difiere de las de estos dos filésofos. Lo cierto es que Agripa fue bastante eélebre y tavo. bastante influencia para que un escéptico, llamado Ape- les, diera su nombre a una de sus obras.) (352) iaas, que se asombra de que tal filésofo no haya sido reconocide como jefe de escuela, imagina que la lista de Didgenes, en la que no esti mencionado, sélo compren- dea los eseépticos que fueron al mismo tiempo médicos. Pero es una hipétesis que nada justifica. Entre los eseépti- cos que fueron médicos, Haas cuenta a Zeuxis; ahora bien, se han visto mas arriba las razones que contradicen esta asercién. Ademés, Zdénde comenzaria, en esa lista, la serie de escépticos médicos? Enesidemo, que figura en ella, no parece haber jamds cultivado la medicina, Hay, pues, que dejar a Agripa, 2 pesar de su mérito, fuera de la lista de los jefes de la escuela. La cosa, por otra parte, no ccarece de ejemplo en la filosofia griega! IL Los cinco tropos; a nica cosa que conozcamos de la doctrina de Agripa, los explican tanto Didgenes como Sexto,! que los atribuye en general a los nuevos escépti- cor, sin nombrar a Agripa, Pero como Didgenes emplea la expresign ol mepl ‘Aypirrmay, y presenta las cinco raz0- nes de dudar en el mismo orden y casi en los mismos tér- minos que Sexto; puede considerarse como cierto que Agripa es realmente su autor. ; Los cinco tropos son: el desacuerdo, la progresién al infinito, la relacién, la hipétesis, el dialelo. Ritten* en- ‘cuentra que esta enuimeracién carece de orden y de méto- do. Leyenda a Sexto,’ sin embargo, puede uno conven- cerse de que los cinco tropos se presentan uno tras otro, se Tefuerzan y se completan uno a oro, al punto de no dejar a los dogmaticos encontrar ninguna salida; hay en- tre ellos una especie de encadenamiento légico, y corres- ponden poco més o menos 2 las diversas posiciones que los dogmiticos podian ocupar y de las cuales se les iba de- salojando sucesivamente. (353) 1° Toda cosa de que tratemos es sensible o inteligi- ble; pero, cualquiera que ella sea, hay desacuerdo ora en- te los filésofos, ora en la vida ordinaria. Los unos esti- man que sélo lo sensible es verdadero; los demés, que este privilegio no pertenece sino a lo inteligible; otros, cen fin, que ciertas cosas sensibles y ciertas cosas inteligi- bles son verdaderas. {Cémo decidir entre todas estas di- sidencias? 2° Si no se decide nada, es claro que habri que sus- pender el juicio. Si se decide, ée6mo se justificari uno? Para probar una cosa sensible habri que recusrit otra co- sa sensible, 0 uno se servird de una cosa inteligible para probar una cosa inteligible. Pero estas iltimas tendrin ne- cesidad de confirmacién, y asi hasta el infinito, 3° éSe diré, para escapar a la progresién al infinito, que lo sensible se prueba por lo inteligible? Pero lo inte- ligible, Zcémo se prueba? Si es por lo inteligible, he aqui de nuevo la progresién al infinito; si es por Io sensible, que a su vez se prucba por lo inteligible, estamos encerra~ dos en un circulo: es el dialelo. 4° Para salir del circulo, édir el adversario que él da por admitidos, y sin demostracién, ciertos principios que servirin para la demostraci6n futura? Pero proceder asi es hhacer una hipétesis. Ante todo, si el que supone esos principios y los da por admitidos es digno de fe, nosotros, dicen los escépticos, que supondremos y daremos por ad mitidos principios contrarios, seremos igualmente dignos de fe. Por otra parte, silo que se supone es verdadero, se Io hace sospechoso por el hecho mismo de que se lo su- pone. Si es falso, se construye sobre un fandamento mui- noso. En fin, si una suposicién basta para probar algo, no (354) hay necesidad de suponer un principio para probar la consecuencia; tanto vale admitir en seguida la consecuen- Gia como verdadera. Y si es ridiculo suponer verdadero lo aque esti en discusién, no lo es menos suponer verdadera ‘otra proposicién, més general, que la contiene. 5° En fin, todo es relativo.* Lo sensible es relative al ser que siente y lo inteligible, «Ia inteligencia; pues si fue- fan conocidos tales como son en sf mismos; abstraccién hhecha del ser en ef cual estin representados, no darfan Tux gar a ninguna controversia, No contentos con esta reduccién a cinco de las raz0- nes para dudar, los escépticos, segin el testimonio de Sex: to, habian ensayado a simplificarlas otra vez y a conden- sar su argumentacién en una frmula mas concisa. Dos tropos serian suficientes, Toda cosa, decian, se compren- de por si misma o por otra cosa. Que nada Se comprende por si mismo es lo que prueban las discusiones que sos- tienen los dogmaticos, tanto sobre las cosas sensibles co- ‘mo sobre las cosas inteligibles; y no puede ponerse un tér- mino a la querella, porque ni lo sensible ni lo inteligible, dado que ambos se ponen en duda, pueden servir para fic jar el juicio, Nada tampoco puede comprenderse por otra cosa; pues esta otra cosa exigia, a su vez, otra, ¥ esto es Ia progresién al infinito. Esta simplificaci6n es s6lo aparente; no pueden expli- ‘arse los dos tropos y justificarlos, sino a condicién de in- troducir los precedentes, salvo el de la relatividad. Pero &- tees tin argumento capital, al cual los verdaderos escépti- cos no debfan renunciar ficilmente, y una lista que lo ‘omite es incompleta. Los cinco tropos de Agripa, nos dice Sexto,? no estin destinados a excluir los diez tropos de Enesidemo; sirven 1355] solamente para introducir variedad en los argumentos {que ponen al desnuda la vanidad del dogmatismo. Sin embargo, mirando alli més de cerca, es facil ver que no son, como Sexto parece decirlo, una simple vatiante de los de Enesidemo. De la antigua lista, dos solamente se han conservado, el del desacuerdo y el de la relatividad. A decir verdad, pueden considerarse los ocho restantes como comprendi- dos y resumidos bajo el nombre de relatividad: s6lo ex presan, en efecto, las diferentes relaciones de las cosas particulares con el espiritu. Todo lo que hay de exencial en la antigua lista se encuentra otra vez en la nueva. Pero Jos otros tres presentan un carécter muy diferente: se re fieren a la forma del conocimiento, mientras que los pre- cedentes son més bien relativos a la materia. Disiamos en lenguaje modemno que los dos antiguos fueron sugeridos por la teoria del conocimiento, los demas, por la légica 0 la dialéctica; corresponden a las condiciones de toda de- mostracién. ‘Ademés, los diez tropos, salvo el siltimo, se refieren todos, se ha visto, al conocimiento sensible. Fstos, por el contrario, atacan’a la ver los sentidos y Ia inteligencia; Sexto tiene cuidado en hacerlo notar, y consagra a cada tuno de estos dos puntos una demostracién particular. ITT. Los diez tropos de Enesidemo tendian a probar que la certeza no existe realmente; los cinco topos de Agripa quieren establecer que légicamente no podria ha- ber certeza.! Por ahi puede medirse la superioridad de los lltimos sobre los primeros. Ademis, no es ya del conocimiento sensible, de Ia ‘opinién comiin, de lo que sospechan; es de la ciencia mis- ‘ma o del razonamiento. Puede decirse también que, en un sentido, los tropos 1356) de Aaripa hasta aventajan a fot argumentos de Eneside to, eltivos a las casas y aloe signos, Por generates qe tran las concepeiones etcadas por Enesidemo, tenen todavia un contenido determinadoy lor argumentor de ‘Agfipealcanzan, no solo a tal octal proposiion, sno a tala proposicion cealquera que sa; 0 sbloacetas ver den sino a toda verdad, consderada en las condiciones this amediatsy mds esenciales del conocimiento, Si de- Sea medine el camino recorido de Enesidemo = Agsps, best compares ls agumentos de los dos Slezofox sobre Ieverdad, Enesidemo discte la cueston como dialécico J come mnetafsco; Agipa, como logicn, Er el concepto Seta erdach tomado en sf miso, el que encuentra fm perfecto, yno comosu predecetos, que To comparabs con tos conceptos 7 bascabe sla verdad es sensible o inte Figble, para legar a recuse su valor, Aun los ocho topos contra fr eilogia presentan un caricter distnto de lor de ipa Estin digs contra una manera determined aS tzonar, conta la apicaion de [a idea dela casa dad" los tropos de Agripa, en cambio, se aplcan a todo taronamiento, coger que 3 *A Agapa hay que hacerc dl honor del descubsiaen to de estos topos. Sin dds, la diversas manerss de a20- har que reunia se ablan empleado ya antes de cy eso es incontestable para el tropo del desscuerdo, par el de la telaion,y ques Timén habia ya invocado el argumento de la hupoteis seria inverosail que fuera de otra ma. era Peto Agipa® parece serel primero que haya visto el tneadenamiento de estos topor y percbido su valor abe frreoy el primero que haya hecho con ello un ssera, En virud de esto ess inventor Te cinco topos pueden eonsiderarse como I em la mae vada y precisa qe se hays dado jams del excep- fico, En un sentido, tun hoy, son icsisdbles. Quien (357) quiera que acepte la discusién sobre los principios; quien. quiera que no los declare superiores al razonamiento y conocidos por una intuicién inmediata del esprit, edi tidos por un acto de fe primitivo, del cual no hay que dar ‘cuenta y que no hay necesidad de justificar, no podria es- capar a esta sutil dialéctica. Por lo menos, el esfuerzo por el cual el dogmatismo de todos los tiempos se sustrae al cerco del escepticismo fue previsto por Agripa: es lo que llama la hipétesis, el acto de fe por el cual se enuncian los, principios como verdaderos. Sélo que no tiene razén en, declararlo arbitrario. No hay que decir arbitrario, sino i- bre. Se es libre, sin duda, para ehusar adhesin a las ver~ ddades primordiales: eso es lo que Agripa vio bien. Pero se ¢ libre también para concederla. Ahora bien, entre los ‘que rehusan esta adhesi6n y los que la dan; el Balance no cs igual, como lo cree el escéptico: la naturaleza nos incli= pa hacia un lado, el de la verdad, y el hecho de que se pueda no usar la libertad o abusar de ella no prueba nada, contta el uso legitimo que se puede hacer de ella. Sin em= bargo, si uno hace asi uso de su libertad (y es lo que el dogmatismo ha hecho siempre, lo que debe haces), hay que confesar que se da en un sentido razén al escéptico. Se conviene en que la razén no puede justficarlo todo, que es impotente, que esti reducida a sus solas fuerzas, a producir todos sus titulos, que hay que buscar en otra iu gar los principios de la verdad y de la ciencia. En resumen, el escepticismo recorrié tres etapas. Con, Pirrén, pone en duda la legitimidad del conocimiento sensible y de la opinién comin, Con Enesidemo, recusa laciencia. Con Agripa, elevandose a un grado més alto de abstraccién, declara imposible la verdad, cualquiera que sea. Es la titima palabra del escepticismo dialéctico. Los sucesores de Agripa sélo podrin repetix, a menudo debi- (358) a litindolos, sus argumentos. Los escépticos modernos los reproducinin también, sin agregarles nada esencial, En el futuro, el escepticismo conservari cuidadosa- mente las tesis sostenidos por sus fundadores. No hay Quizis en Ia historia otzo ejemplo de una doctrina que se Ihaya desarrollado con una continuidad semejante y haya permanecido tan fiel a s{ misma, En cada etapa se le agre- ‘g1 algo, pero sin perder nada de lo que los antiguos han conseguido. Si no hay filosofia que prodigue los argu- ‘mentos con més profusién, no hay tampoco ninguna que se haya mosteado mis avara de las riquezas adquiridas. Bajo Ia forma nueva que vamos a verlo tomar, encontra- remos otra vez. los argumentos de Enesidemo y de Agr pa; pero otro elemento se agregari 2 ella: Ia alianza del es- ‘cepticismo con la medicina le dara una significacién y una fisonomia nuevas. Notas * nam yi, 2 Opes pis 2 Dib, Bk, 106 4 Vea Zlen op it V, p71 La explicaci propuesta por Hirzel (e131), sep ical Agripn habeas om en ia de Didgens por Me repent ote des del eseptcio, x oo cam yen re Shey enon iictoria que a quences a “eae. 2 ind epibsopi ancine tV,p 230, nota (ad Tso). Hay «gue agregar sin embargo uc el orden en el cual Seat los enone rime {Sip queer el mmo en Dhgens) no ox conforme cone que sgse cuando ‘Se us de taplcaros. Este tan pete ems gio, Didpener exc lox {loco topos el orden sg el ells hx enumerdo: nueva prueba de Soe ptm enfeamente of a mar Senter prope) inept exe topo de otra maners. Se ata paral, no de latvia de lar ous com respect leit, sno de a elaidad ‘ecproca La conlasin, por ous pate ea mist [359) 2 91,378, Sate p. 225) supone que el ator de 2 nee ccd etAgrpas pto no be ninguna prac Pontes en ap070 de oh Ssecin. Légiamente, no hay tmpoco rezone pars admire ater de fos einco wopos Ls bya reduida a ds Es mae natral pee oe et deci cobra de un tctprico poseron, qe, como lo suponen Rater Zale, de Menddoto (V7. Zalle, opt Vp. 38,9, 18 pr, 171, Depues de Apa os Caco tops Fron comtnmente ‘mplesos por las exedpicon, ye es wee espace ba chores de ‘eras on la extents argumentacén de Sesto See ncn de roe ‘Treomen de Didgnes (90 y ip). ay gue aur con Hil p15) ‘een se paaj, pow 8 cree ima palabra Geico ae Ssctpios em general, soo slr vecvepon, de que se he tstado sn pcs one "OTe Gp. oy p. 131) adviore muy uiioamente gus, «pute de Asp, elecepicimo deren un panto importante de Toque aban ‘eta os primero pric, Segn spurte devs, em eet, a ioes {gscisn mors) no ha ted ito todavia pero pode tenet: ears "ib queda abies Los wopor de Ageipa ln condenan ses yf Servs Estamos aqui mio me cach del punto de vita de Io Sesdemioy (gee del punto de vista del pioniso, ys nflaenia dea sere edo {Shree nuevo escptcsmo se manta may carmente Fly ue appa, fin embargo, que Sexo permancre fils ain pani: Conse fombve de Cteraners (2). Co conciiabeta pretension con a sprobaisn que des lee topo de Apa ese no et al de come render Puede adverine, Sn enbege, que ee momore de Enrich Syepyh solo aparece una ver en todas ob (17). "3 No podemos sere opinion Se Hil (190) que considers os cinco topes coma deinador ecmpasa los ocho topos de Ensim nz a casas E pase de Seto (1,15) ignca qu los ino pot Peden emplasar sor eco, fo aa no e neces dvi asta pe frst de su earcer genera y oily scempacar todos ls dena: Pes ise ocho topos no podium cumplir el mismo ofa, a dor lta per cen muy netamemte dint La de Enesidemo et ni bien na i de ftroreso de ofsmar que una sie de argentontrbados eat ty apie Weg vodos oe caso pole, 1 Natop (301) noe pee, no ace ata « Aprip. [360] Libro IV El escepticismo empirico Cantruto 1 Los médicos escépticos. Menédoto y Sexto Empirico El excepticismo empfrico no difereesencialmente del escepticismo dialéetico; se sirve de los mismos argumen- tos y adopt las mismas férmlas: sus representantes son los fieles, discipulos de Enesidemo y de Agripa. Encuen- tran, sin duda, nuevos argumentos: pero estos argumen- tos no modifican el fondo de la doctrina: son como las vatiaciones infinitamente diversfcadas sobre un tema ya Conocido. El principal mérito de los escépticos del dltimo Periodo cs haber sstematizado y coordinado los argc Inentos de sus antecesores. Reunt esos elementos dsper- tor; formar con ellos un todo que, por st consistencia, or unién estrecha de ls partes, por el poder de sinte- fis que supone, sea igual alos sistemas dogmaticos mas célebresy, sin embargo, se concierte contra todo dogma tismor tal parces, haber sido su ambicibn. No obtante,s, por el fondo de sus ideas, los eseépt- os empirstar no oc distinguen netamente de sus predece- sore, cl esprit de que estin animados, la finaidad que Persiguen, algunas de las conchusiones las cuales se ven [368] levados, les asignan, segin nosotros, un lugar apart, Por cfo, contariamentea la mayor pare de los historiadore feo ding cl aceptcimo empico ye cep TEnesidemo y sus sucesores inmediatos no eran, cre- mos, sino dilécticos: persegufan un fin puramentenegat wo ysélo pensaban en denibar el dogmatismo. Suprinida In tencia, no ponian nada en su lugar, s¢ contentaban, en la vids prietica, con una rutin fegida por la opinion comin. Los escpticos dl timo perfodo son médicos: Si'desean también, y de la misma manera, desta e dlogmatismo o la filosofla, es para reemplazarlo con el arte, fundado en la observacin, con la medicina, es de- Gir, con una especie de lencia. Son puramente yen for tna franca fenomenistas; pero denen un metodo y aun forjan la teoria de Este. Combaten el dogmatism, come cn nuettzos dias los positivist combaten la metafisis, 4’ Blosofla oponcn la-experiencia-o-la-oheeracion {spn come hoy se epone Ia senciaponva + Por contiguiente, hay rzbn paa dstinguiren su dos trina dos partes: und negatva o destrictiva, oun postiva © construciva y esta ditima no es la menos curioea nila menos orginal. Nose encuentra nada semejante en loses cépticos del periodo precedente, La daléctica no et ye Culivada o amada por sf misia, sino puesta al servicio del empimose inrumento qu te ene, pre gue se aroja despues de haberseservido de €ly qut ene fondo se derpreca. if ‘En ninguna otra parte a no ser quizé durante ciertos periodos paco conocidos del epicueismo, se ha visto e= falar en la Antighedad el debate que divide hoy 1 lose Piritas entre la ciencia positiva y Ia metafisica, En virtad de esto, la historia del escepticizmo empirico es para no= (364) sotros de un alto interés. Las mismas cuestiones que nos apasionan hoy se vuelven a encontrar alli, presentadas en téiminos diferentes y vistas bajo otro angulo. “Antes de exponer Ia doctrina escéptica bajo la forma definitiva que le ha dado Sexto Emplrico, cuyas obras po- drian llamarse la suma de todo el excepticismo, debemos indicar lo que nos es posible saber de los filésofos de es- te tiltimo perfodo, I. Menédoto, de Nicomedia, es el primer escéptico aque nos esté dado, en términos formales,* como un médi co empirista. Su contemporineo, que habia sido con él diseipulo de Antioco, Teodas de Laodicea,? fue también con seguridad un médico empirista» Es a partir de estos os filésofos cuando se ha realizado definitivamente la alianza del escepticismo y de la medicina emprica Es muy dificil fijar la fecha de esos dos contempori- rncos. Sprengel indica para Menédoto 81 después de J C.,y para Teodas, 177; Daremberg,’ para ambos, 90-120. Pero hay seguramente un error en el célculo de Sprengel: Menédoto debe, en efecto, haber sobrevivido a Teodas, puesto que, en la lista de Didgenes, que hemos citado tan 2 menudo, vemos que es a Menédoto a quien sucedié Herédoto. La fecha indicada por Daremberg no parece ‘exacta tampoco, si se piensa que Sexto (180-120) no esti separado de nuestros dos filésofos sino por una genera- cidn, Haas que se sirve de un libro de Galeno, calcula que debieron de vivir en 150 después de J. C. Esta solu- cidn parece la més probable. Sabemos poca cosa sobre Teodas. Habia compuesto dos obras.’ Eloaycoy y KepaAaia,, bastante importan- tes para que Galeno haya escrito contra ellas un comenta- rio. Teodas parece haberse ocupado, sobre todo, de las di- visiones de la medicina; distinguia tres partes.” signatiog, 1365) craton, sativa. Aeregaba que el conocimiento médica se obtiene por la observaion, Ia histri, el trinsto deg femejante alo semejante: es la doctrina Constante del em. Pirlsmo: la encontraremos de nucvo ms ij, con lca Irecciones que Teodas y sobre todo Menddoto llevaron a tll. Teodas parece ser cl primero’ que se haya servdo de Ia palabra oberncin Crsipres) para dsignarlo qe sl. thaba arta avroyia. Parece también que haya dese do vivamente mostrar" que los empititas usan Ia tz y no se limitan a scumilar maquinalmente observaconee Menédoto habla escrito varias obras; sabemos sol mente que una de ella, compuesta de once libros, estaba dedicada a Severo. Habia tambien refutado a Asclepl des! con mucho vigor alo que parece, y aun con pasion, Des se ale de la reserva estépticny declard que las ter fas de su adversaio eran ciertamentefasas* Quizisha- bia también escrito una obra para recomendar el estudio de las artes y de las ciencias, Cosa que somprendera en un tscépico, sno se supier que los csceplicostenfan una manera de defini el are la ciencia puramente empitica, © ctefan concliar con sus negaciones." En fin, nos pare: ce extemadamente probable que Galeno tuviera bajo los jot un libro de Menddoto" no podslamos decir cul, aque lo segula muy de cere, cuando compuso el De sub furore omptrca ‘Menédoto fue un excritor de importancia sufciente para que Galeno haya eseito contrat dos libros!" La Emprende contra él con vivacidad, y hasta parece tenet or poca estimacion.® Quiad no hay que atenerse dems Fado ficilmente al tetimonio de un adversari. Pero. de treet a Galen, Menédoto habria sido un medico poco recomendable, que no vela en la medicina sino un medio de llegar ala sigueza 0 a la gloria Lo que parece cierto es que maltrataba mucho a sus adversros: tenia siempre, [366) dice Galeno," el insulto en la boca, y ladraba como un perto 0 injuriaba como un bufén. Estos procedimientos recuerdan bastante bien la manera de Timén. Cualesquiera que hayan sido los defectos personales de Menddoto, fue un poderoso espiritu; nadie, en la An- tigledad, tuvo un sentimiento més vivo de lo que debia ser el método de las ciencias de la naturaleza. Mostrare- mos més adelante® que es él quien dio al método empi- rico una precisién y un rigor desconocidos hasta enton- ces. Menddoto, si no nos engatiamos, fue el primero en tunir estrechamente el empirismo y el escepticismo y en dar a esta tltima doctrina un sentido y un alcance com- pletamente nuevos. ‘A Menédoto sucedié Herédoto de Tarso. Fabricio® Zeller" crefan que este Herédoto es el médico del mismo nombre de quien Galeno™ habla en varias ocasiones y ‘que vivi6 en Roma2* Pero, Didgenes no nos dice que Hle- rédoto el escéptico haya sido médico. Si lo fue pertene- ia” no a la secta empirista, sino a la escuela neumstica, lo que tiene un cierto interés, porque Herédoto fue el maestro de Sexto Empirico. ¢Habia recibido las lecciones de un dogmitico el escéptico empirista? Quizis hay aqui tuna nueva confusion de nombres. Quiz también Heré- oto hizo accidentalmente el elogio del neumatismo, co- ‘md’se veri més tarde que Sexto mismo tiene simpatias por la secta de los metédicos. ‘Todo lo que sabemos de este filésofo es que se com- placia, segdin el procedimiento habitual de los escépticos, en mostrar las contradicciones de los sentidos. Asi, soste- ‘que las substancias mas dulces como las mas amargas tienen el mismo poder astringente.* Vivié probablemen- te hacia 150-180 después de J. C. “Tenemos informes sobre su sucesor Sexto Empitico 0, al menor, sobre su doctrina. Hay que estudiar de cerca es- 1367) te personaje, uno de los mas grandes nombres de la excue- Ia escéptica IL La biografia de Sexto Empirico, como la de Enesi- demo y de Agripa, es muy poco conocida. Apenas si po- demos fijar con alguna precisién la fecha de su vida Esti citado por Didgenes: pero la fecha de Diégenes esta su jeta también a controversia y a veces se sirve uno de esta mencién de Sexto para determinarla. Sin embargo, se es- ti de acuerdo bastante generalmente en colocarlo hacia la mitad del siglo in después de J. C, y como Didgenes cita, ademas de Sexto, a su sucesor Saturnino, es claro que nuestro filésofo le precedié por lo menos en una genera cidn. Se podria estar tentado a creer, con Brandis, que Sexto vivia al comienzo del siglo 1; pero.él mismo nos dice que, en su época, los estoicos eran los principales ad- vversarios de los escépticos;" ahora bien, al comienzo del siglo in, después de los Antoninos, la escuela estoica esta- ba en piena decadencia™ Parece, pues, que hay que hacer remontar la fecha de Sexto a una época anterior: seria en- tonces el contemporineo de Galeno, que murié hacia el aio 200. Una circunstancia aboga en favor de esta hipétesis: la de que era, segiin el testimonio de Didgenes,” discipulo de Herédoto, de quien Galeno habla a menudo; es cier- to, como lo ha advertido Haas, que esto es en las obras que compuso hacia el fin de su vida. Pero otra dificultad se presenta: si Sexto fue contemporineo de Galeno, éc6- mo se explica que éste tiltimo jamds le haya nombrado? Gita, sin embargo, un gran niimero de médicos de su tiempo y ataca sobre todo a los empiristas; ahora bien, pa~ rece que Sexto haya pertenecido, a lo menos durante al- iin tiempo, a esta escuela, y aun se nos dice que fue tuno de sus principales representantes. [368] Sin embargo, puede disminuirse esta dificultad si se admite, con Pappenheim,” que Sexto no tuvo como mé- dico todo el brillo que le atribuye el pscudo-Galeno, tan- to més cuanto que el libro que habia escrito sobre ls me- dicina habia hecho poco ruido, puesto que se perdié tem- prano y no nos es conocido sino por la mencién que hi fe él mismo. Es posible, en fin, que s6lo haya legado a ser jefe de escuela después de la publicacién de los prin- Cipales escritos de Galeno. Por lo tanto, a pesar de la difi- culted sefialada, puede fijarse la fecha de este filésofo en el iltimo cuarto del segundo siglo, entre 180 y 200 0 qui- 24 210 después de J. C2” Es cierto que Sexto era griego;® pero no podemos sa- berni dénde habia nacido, ni dénde habia ensefiado. Di- vyersos pasajes de sus escritos nos indican que no era ni de ‘Atenas ni de Alejandria; conocla, sin embargo, Atenas,!? tal vez Alejandsia,® y puede conjeturarse que habia pasa~ do por lo menos algiin tiempo en Roma.* Todo lo que sa~ bbemos de cierto es que fue jefe de la escuela escéptica™ y {que ensefié en el mismo lugar donde stu maestro habia en= senado* El sobrenombre de Empirico, bajo el cual esti desig- nado ya por Didgenes, parece indicar que era médico de la secta empirista. El mismo nos dice que era médico,”” y otro testimonio muy preciso Io coloca tambien entre los, tempiristas. En fin, sabemos por él mismo" que habia es- cito una o quiza dos obras de medicina. Por otra parte, sin embargo, un pasaje de las Hipotipo- si¢® indica que se inclinaba més bien hacia la escuela me- tédica, Reprochaba al empirismo el afirmar dogmética- mente que las cosas invisibles son incomprensibles. Los metédicos, al dedicarse tinicarvente a los fendmenos, sin preocuparse de las cosas ocultas, sea para afirmarlas, sea para negarlas, armonizan mejor con los escépticos. [399] Es cierto que, en otro pasajet parece contradecirse al afirmar que escépticos y empiristas estin de acuerdo para ddeclarar que las cosas ocultas son incomprensibles. Para resolver estas dificultades, no es necesario suponer, con Pappenheim,% que s6lo hay, en el segundo texto de Sex to, una expresién torpe que traiciona su pensamiento. Sexto ha podido muy bien, en un punto que no interesa, después dé todo, sino a la teoria del conocimiento, modi ficar las aserciones de los empiristas y poner en ellas mis reservas, sin cesar por eso de ser empirista® Encontrare- mos en la exposicién de la doctrina muchas pruebas de la fidelidad de Sexto al empirismo para poder dudar que ha- ya merecido bien su sobrenombre. Conviene, por otra parte, notar que, en el segundo texto, dice simplemente que, segiin los empiristas y los escépticos, las cosas ocul- fas no se comprenden (uf) KaraAauBavectai). Esto es tun simple hecho que hace constat, y no una afirmacién, dogmatica que sostiene. En fin, es posible atin, como lo hha pensado Philippson, * que se haya expresado como lo hace en TT. 8. simplemente porque reproducia un pa- saje de un escritor anterior. Poseemos tres obras de Sexto Empitico: los Tluppedviioty, reunidas en una épaca reciente bajo el t= tulo de Tipds waOntikots, dos obras, dirigidas una, con- ta las ciencias en general, otra, contra los flésofos dog- ‘miticos. Forman once libros; pero verosimilmente sélo eran diez en su origen; los dos libros Tipds yecouétpas y TIpds e&pivntixous, de los cuales uno es muy corto, no habjan quedado ain separados.° La primera de estas obras, como lo indica el titulo, es tun resumen y como un breviario del escepticismo. Se divi- de en tres libros: el primero define y justifica directamente cl escepticismo; los otros dos lo justfican indirectamente yy encierran tna refutacién sumaria del dogmatismo. [370] En el TTpds uaOnnarrwots, Sexto pasa revista a todas Jas ciencias conocidas en su tiempo (v& éyriichtcr aGiuarra) y se esfuerza en demostrar que todas sus afir~ maciones no descansan en nada; que pueden oponérseles en cada punto afirmaciones contrarias y de igual valor. Los graméticos, los geémetras, los aritméticos, los astré- nomos, los misicos son sucesivamente atacados en los seis libros de que se compone la obra. Es a los fil6sofos a quienes esté consagrada la tercer obra de Sexto: de los cinco libros que la forman, la refu- tacién de los Iégicos ocupa los dos primeros; la de los fi- sicos, los dos siguientes; el iltimo esté dirigido contra los sistemas de moral” “Tenemos el derecho de afirmar que las obras de Sex to se compusieron en el orden siguiente: 1° las Hipoti- potis;2° el libro contra los fildsofos; 3° el libro contra los sabios. En efecto, la segunda de estas obras est presenta- da por Sexto mismo” como Ia continuacién de la prime- ra, Ademas, numerosos pasajes dicen expresamente que las mismas cuestiones han sido ya tratadas en otro lugar yaluden manifiestamente a las Hipotiposis. Por otra par- te, Sexto, en el Tipds HaSnuatixovs, recuerda muchas vvecest! los argumentos que dirigi6 contra los fisicos. Un ppasaje de esta obra® parece también remitir a las Mipot- paris ‘Ademés de esas tres obras, encontraremos también en. cl texto mismo de Sexto otros titulos, tales como "Avmippntical — T& epi ovoryeieay, — Zeenrnctr Gmouviyera, — Ekewned, — Tepl Tis oxernuchs ayeoyiis, — Tuppesveta.. Hay que ver alli obras distin- tas de las precedentes y que se habrian perdido, 0 sola- mente designaciones diferentes de estas mismas obras? Por este iltimo partido se pronuncia uno después de un examen atento de los textos. Se encuentran de nuevo, en [s7) efecto, seaen ls Hipotpoi ea en las otras dos obras, o- dos los pasajes alos cuales Sexto alude cuando menciona estos diferentes titulos ay, sin embargo, obras de Sexto que no han llegado hasta nosotros; son: los ‘lorrpikéc UTrouviuerta, idénti- os sin dads los Enmeipucée Omouvauiarea,® y el Tepi wOxtis.? Las tres o ise reiinen las dos ditimas bajo tn mismo tila, ls dos obras de Sexto presentan entre las mates trechas analogis. Eatin excita en el mismo expt yen- cierran los mismos argomentos, exspresador algunas veces en los mismos trminos. Puede decirse que la segunda es Jz continuacién de la primera; més exictamente, en el Tipds uednuerricas, el autor continGa y desarrlla lor argumentos que sélo hab indicado en los dos tltimos i tros de las Hipotposis, Esta ditima obra es una especie de compendio del ecepticismo, escrito quiza para uso de los Princpiantes, Estas dos obras son un vasto repertorio de todos los argumentos de que se habian servido los escépicos con- tea sus adversaros. Parece que el autor se haya propuesto por fin no omidr ninguno de ellos; no dear perder nine frune parcela de la herencia de sus antecesore. En cada Punto, con riesgo de repens cen veors, toma de nuevo fins a'una las quejas que pueden formolarse contra los dogmiticos. Refuta el dogmatism en las cuestionesgene~ rales; o reta otra vez en las cuestiones partculaes, bien aque sepa y diga que la primera refutacon ef suficiente. No perdona ningin detalle. Algunas veces parece adverir Jo que su método tiene de fastidioso y de desagradable; anuncia la intencidn de abrevian, de cvitac repticiones pero mania es is fuerte que au voluntad, y prot cat Ge nuevo en su pecado habitual, Una sola cfutacion. so- bre cada punto particular no le contents; escribir diez, [372] veinte, si puede: recoge todo Io que encuentra, amonto- ha argumentos sobre argumentos; a decir verdad, compi- la, En el ardor que le anima, en su furor de dastruccién contra todas las tesis dogmAticas, todo le es bueno: toma dde todas partes; echa mano de todo. Al lado de argumen- tos muy profundos, de objeciones serias y de gran alcan- ce, se encuentran sofismas ridjculos; se pasa bruscamente ™ Es deci alas ideas ya ls sensaciones;legaria, pues a ser €l objeto de su propia invesigacion, lo cual es absurd. {8s por lor sentdos por donde conocer el cuerpo y el pentamiento? Pero lor sentidos esti privados de azon y ho saben nada; In vista misma no puede peribir sino la ‘xtensin superficial, no la profundidad; de lo contra Fio, podria distingur las estatuas de oro y las que slo cs tn doradas. En fin, los sents s6lo podsan conocer cualidades,y noel cerpo mismo, Mucho més: no seco- focen a sf mismos emo la vista conoceda la vista? CBs Por el pensamiento por donde conocer! el cuerpo y los tenor? er el pean deers hee alan + jo que conoce, es decir, corporal y sensible, yno habra ya nada que pueda conocer ¥ el pensamiento no puede & aquiers conocer asi mismo; de lo contario, conocer el fagar en que se encuentra, y Ios flésofos no estaran tan perplejos para decir al resid en el cerebro oen el corazon a idea misma de un citerio no puede entender Los que se cen en posesin de un citer do afirman sin demotticin? Se podss, con igual derecho, oponeres una asereién contrania, éTiaen tna demostracign? Pats juaga su valor srk neceario un criterio sobre el cual to- (396) do el mundo esté de acuerdo; pero no lo hay. Como to- dos los que creen tener Un criterio estén en desacuerdo tentte si seré necesario un criterio para compartir la opi- nnién de unos y rechazar las de otros. Si este eriterio es di- fetente de todos los que se proponen, se pondré él mismo cn tela de juicio; ahora bien, lo que tiene necesidad de prueba no podria servir para probar. Si esti de acuerdo ‘con uno de ellos, tendra como él necesidad de ser justifi- cado, y, por consiguiente, no serd un criterio. No habiendo otro remedio, ése elegiré entre los dog miticos a un filésofo a quien se declararé juez supremo de la verdad? Seri un estoico o un epictreo 0 un cinico? Y si les hoy el mis sabio de los hombres, éno puede apa- recer mafiana uno que sea més sabio?” ZY no esté expues- to a equivocarse el hombre mas hibil del mundo? Por otra parte, site le concede este titulo, es en razén de st edad, o de su trabajo, o de su inteligencia y de su penetra cidn, Pero hombres de igual edad, Platén, Deméctito, Ze- ‘nén, estin en desacuerdo entre si Todos los que comba- tieron por la verdad eran hombres laboriosos. Todos, ade mas, mostraron tna clevada inteligencia, y se sabe que un joven puede ser mas inteligente que un viejo. Se dirk que hay que tener en cuenta el ntimero de par tidarios de una doctrina? Pero estoicos, peripatéticos, epi- ccireos estin en ntimero més © menos igual. Sucede en la vida prictica que uno solo tenga mis perspicacia que la multitud, y lo mismo puede ocurtir en filosofia. En fin, los que estan de acuerdo sobre una doctrina son siempre me hnos numerosos que todas las demas sectas reunidas; por tanto, con estas iltimas habré que ponerse de acuerdo, ‘Examinemos ahora el criterio en el segundo sentido de la palabra; es el instrumento que sirve para distinguir la verdad, Este instrumento sélo puede ser el sentido 0 la razéa, 0 ambos a la vez. 1397) Los sentidos son malos jueces. Los afectan el color 0 el sonido, pero no alcanzan lo que es coloreado 0 sone- ro. No pueden reunir las diversas partes de un asunto, pues la adicién no es una sensacién. En fin, se sabe con cuinta facilidad se engaiian, La tazén no vale casi més. éCuantas diferencias hay entre a raz6n de Herdclito y la de Gorgias, la una que sos. tiene que todo es verdadero, Ia otra, que nada es verdade- 10? Ademis, antes de conocer la verdad, la razén deberia conocerse a s{ misma, como el arquitecto conoce la recta yy la oblicua antes de servirse del compas; ahora bien, se hha visto que ella no se conoce. En fin, entre la azén y las cosas se encuentran los sentids, que interceptan la visiSn, de la realidad. Separada de las cosas visibles por la vista, de las cosas sonoras por el ofdo, la razén esté como apri- sionada y no puede salir de si misma, Reunir los sentidos a la razén no conduce a mejor re- sultado. Razonando sobre el hecho de que la miel pare- ce dulce a unos, amarga a otros, Demécrito concluye que no es ni lo uno ni lo otro, Hericlito, que tiene las dos ccualidades. Ademis, los sentidos no hacen conocer a la razén las cosas mismas, sino la manera como se sienten afectados: la sensacién de calor es distinta del fuego, pues rno quema. Si las sensaciones fuesen semejantes a las co- sas, la razén estaria en la imposibilidad de verificar esta semejanza. Concedamos, sin embargo, por gracia, que el hombre puede conocer Ia realidad: es seguro que éta Ie apareceria siempre bajo la forma de una idea o de una sensacin par ticular. Este es el tercer sentido de la palabra critetio, quie- 10 decir, la aplicacién o la determinacién particular de la Ta sensacién comprensiva de los estoicos, definida, no groseramente como una impresién hecha sobre la ce” (398) ra, sino, segin lo queria Crisipo, como una modifcacién ‘Sbrevenida en la pat principal del aim, no puede com- prendesse, Como lor nuevos cambios, agrepindose alos Enuguos, no los hacen dessparecer? Ader, algo sie tn cambio, ello no pede suceder sino a lo que subsiste Oa lo que no subsist. No esa lo que subse, pues 20 fabria cambios y no es lo que no subsite, pet, habien- fo desapaecsio, no puede decine que hays cambiado, ‘Adena el alma no conoce jams sino la sensacin, y 20 Iaeausa que la poovoca: ya menos de sostener ques ca. 5 dl efecto som idéntcos, ao pode sortnerse ue ls sett se nia con ge Bu cau ues ce baal mismo dempo que ella lee las divenas sensacones, a menos de decir con Moire que on son veracity Que dei Se in que principio’ Lor académicos,y sobre todo Car ete tn mostra stant que else impo Sibley que no hay diferencia espcificaeate la sensacion omprensiva ls demas, La tess de los estoicos sobre c= te punto descanta en una petcin de principio." Cuan- dove les pregunta lo que es la sensacion comprensiva en que es una sensaion grabada e impresa en el alma porns cosa rel, de tal manera que wna cosa no weal no Poddla producir una senejante,Y cuando te lee pregunta Koeque es una cosa eal esponden que es Is que provocs tne sensacion comprensiva,y 0 86 conoce lo ue = tenes que se hay estinguido la sensacion comprensiva ‘Supongamos, sin embargo, que haya un entero: xt no servtt pars nada, ues no hay verdad Si hy igo veradeo ero apart oo eto, Re rong es lo aparete, puck seve apareceren el sue30 ye Ia Iocura muchas costs que no son. Yo elo ocalto, jes ploposcionescontradictorat como ets: el nme” fo de estellas co impr el ndmero de estrellas es pat, (399) igualmente ocultas, deberian ser igualmente verdaderas, No hay que decir tampoco que se deba elegir entre las co- sas ocultas y las cosas aparentes; pues no hay criterio. Ademés, si algo es verdadero,” todo es verdadero; ppues toda cosa es algo; y lo que puede afirmarse del géne- ro se tiene el derecho de afirmarlo de la especie. Y si todo es verdadero, nada serd falso, ni siquiera esta proposicién, de que nada es verdadero. Por las mismas razones, si algo es falso, todo es falso, hasta esta proposicién de que exis- tela verdad. ¥ si algo es a la vez verdadero y falso, las con- secuencias son todavia més absurdas; pues de todas las cosas habri que decir que son a la vez verdaderasy falsas y que no son ni verdaderas ni falsas. De igual modo, la verdad no es ni absoluta, pues si no dependiera de nuestras disposiciones particulates, todos los hombres la conocerian tal como er y no habia desa- cuerdo entre ellos; ni relativa, pues si una relacion no ‘existe sino en la inteligencia que la percibe, la verdad no estaria mas que en nuestzo espirita, no en la realidad, 'Y Enesidemo probs" que la verdad no es ni sensible ni inteligible, ni ambas cosas a la vez, ni ninguna de las dos. ‘A falta de una verdad que el espiritu pueda captar di- recta y seguramente, zhay algo que pueda alcanzar indi- rectarmente? A esta pregunta responde la argumentacién, contra los signos y contra la demostracién, Entre las cosas oscuras, es decir, que el espiritu no ve 4 primera vista, hay algunas que nos son inaccesibles jempre xadérrag, 4Bnha>" por ejemplo, yo ignoro si niimero de estrellas es par o impar y cuntos granos de arena hay en el desierto de Libia. Dejemos a un lado esta clase de cuestiones. / Hay otras cosas, actualmente ofcuras, pero que no lo son absolutamente. No veo a Atenas en este momento, {400} pero puedo conocera: hay cosss_momenténeamente cua, pbs weapov nha. No veo los poros de la Dich nil vaio atest: hay cones ocultas or naturale 22, ioe Gbnhar sn embargo, puedo conocelas Por el fatonamiento: Lo que se sabe de cras core ocultas fe co- toce por los signos:y como las cores octtas son de dor Clases ay dos epecies de ignos. El tigno coamemoraie we Grustov Srowmnernty) reels fos tps ange Eemdat el signo indleatvo (. fvSercrxey) lor gue {nda Poreemplo, la palabra Atenas: sya comozeo es ta chudad lla me hard pensar en la ciudad el hemo me hr pensar en el fuego, a ieatizy en la heida: he ag tos signen conmemorativos El sudo, al comer sobre la pick me reyelard que hay poros; lot movimientor del Euerpo me harin conocer a ma invisible por s misma: ton Bpnos indicative, Conta lor signos conmemorativs, ls excéptcos no promucren ninguns difcultad. Muy al conta, se pro- Eiben Hevarie el menor argue: quieren permarccer de fcuerdo con el sentido comin no piensa en tutor todas las costumbres Los sgnos de eta naturaleza extn Fandades en un gran nimero de obserracioner: cl seep fico est con aquellos que creen simplemente, sin dogme- Fac; nose levata sino cont las preensfones de Tors bon Se yerd mis adelante que esta eova del signo com memnortiv ex para Sento el punto de paride de toda una doctina del arte ode la prictcay de una especie de dog: inatismo Solamenteexté prevenido conta el signo indicative dua mucho de su eustencia, lo que ens lengua ign fie que nolo ay. Gtsado tino se sive de signos indicativos, x forme ta dos proposiciones, de las cules una (la cosa signifies ds) es a consecuencla necesria de la otra (signe). Por [401 cjemplo: si una mujer tiene leche, ha concebido. De allé esta definici6n del signo indicativo:® “Es una enuncia- én que en un ovyniigvoy correcto es el antecedente y ‘que descubre la verdad del consecuente".* En la légica estoica, y en todos los dogmiticos, toda demostracidn tenfa por premisa un ouvquuévow de este agénero: es la mayor de casi todos los silogismos y sorites, el nervio de todas las prucbas. A la existencia de los sig. nos indicativos esti, pues, ligada toda la teorfa de la de- mostracién. Los eseépticos, después de haber rehusado al cespiritu humano el conocimiento directo de la verdad, debian intentar arrancarle otra vez esta tltima arma, y no dejaron de hacerlo. Ante todo, el signo no podria existirabsolutamente y ppor si mismo: es una relacién. Una cosa es un signo sélo sise la pone en relacién con aquello de lo cual es el sig- no. Por consiguiente, el signo y la cosa significada deben ser pensados al mismo tiempo: del mismo modo que no puede pensarse en la derecha sino en oposicién a la iz- quierda. Pero si, conociendo el signo, se conace Ia cosa significada, épara qué sirve el signo? No nos ensefia nada {que no sepamos: la cosa significada se conoce por si misma, no por el signo. Idéntico argumento puede presentarse bajo una forma is sorprendente. Es imposible que el signo sea conoci- do antes que la cosa significada, porque fuera de su rela- cidn con ella no es un signo. No puede tampoco ser co- nocido al mismo tiempo que ella; porque siendo conoci- da, la cosa significada no tiene ya necesidad de signo. ¥ seria muy absurdo decir que es conocido después. %Se conoce el signo por los sentidos por Ia razén? Los epiedreos se inclinan por la primera opinién, los e toicos, por la segunda. Pero écémo justificar una u otra? Seria preciso una demostraci6n; pero la demostracién si- [402] pone que se conocen signos o pruebas, y esto es lo que es Een cuestion Se dir, sin embargo, que cl sgno es cosa sensible? éCmo comprender entonces el desacerdo de los fil6so- fos? No hay desacueido sobre los colores, sobre los sabo- res, Por el contri, filsofos y médicos interpretan los Inismos signos de cien maneras diferentes, Ader, para conocer las cosas sensible no hay necesidad de educa ‘cn; porelcontratio, si se quiere gobernar un navi, hay Sue aprender cules sgnor anuncian Ts tempestad’ 0 el bien tempo; y octrrefo mismo con la medicina. En fi, shel signo es cosa sensible, debe ser conocido porn som: tido disinto, como el color: ccual es exe sentido? ‘Segin los estoicos, «la razén pertenece conocer lor signos:Ellos tornan dif este tema con wna multitud de stincionessutles, y dicen que el signo es une proposi- cién simple, capa de servir de antecedente a un Suvnusivous regular y de descubrir su consecuente, Pe- ro chay proposiciones simples? Este es un problems, éy ‘mo resolver sin recurrra una demostracion, es deci, fun signo? Cay oviniiéier regulares? No se sabe nad Yen tl caso, lor que no saben lo que es una proposicion simple y no han aprendido la dialceica no deberian saber lo que 6s un signo. Sin embsrgo, éno se ve a pilotos sin cultura a andores interpretar con toda exacttud los sig- nor ecleste? ¥ el gato dno comprende signos cuando s- ge una pista? Siest esablecido que no hay signos indicativos, es ti establecido por ello mismo que no hay demostracén; pues la demostracién esté formada de signos y de pruc- brs Sin embargo, hay que hacer ver que la cemostracion propiamente dich, tal como la definen los dogmaticos J sabre todo los estoicos, es cosa absofutamenteininte- Tigible. 408} La demostraci6n en general (yevndi) es cosa oscura, pues se la disputa. Para poner fin al debate habria necesi- dad de una prueba, es decir, una demostracién. Pero écd- mo recurtir a una demostracién particular, cuando no se sabe si la demostracién en general es posible? Hay que elegir entre el circulo vicioso y la regresin al infinito. éSe tomari por punto de partida una demostracién particular ala cual se declararé verdadera, por ejemplo, la que estz- blece la existencia de los itomos y del vacto, y se inferiré de alli que la demostracién en general es posible? Esto es hacer tna hipStesis; pero la hipStesis contraria send igual- mente legitima, Por otra parte, cuando expresamos la primera premi- sa, a segunda y Ia conclusién no existen todavia; cuando expresamos la segunda, la primera no existe ya. Ahora bien, un todo no puede existir si las partes no existen al mismo tiempo. Por tanto, no hay demostracién.” Los dogmaticos responden: no hay que exigir que to- do se demuestre. Se deben enunciar primero (é& WmoBéoecos AcauuBavew) ciertos principios evidentes, si se quiere que el razonamiento pueda avanzar. Pero, res- ponde el escéptico, no es necesario que el razonamiento avance. ZY cémo avanzard? Si las premisas estin dadas ‘como simples apariencias, todo lo que se saque de ellas sélo seri apariencia y no se habré alcanzado el verdade- 10 fin de la demostracién. Querer aleanzar por este me dio la realidad o el ser, es la actitud de gentes que renun- cian a servitse s6lo del razonamiento y se apoderan vio lentamente de lo que no es necesario, sino, tinicamente posible. A decir verdad, de hipétesis de esta clase los dogmati- ccos hacen derivar todas sus demostraciones y toda su filo sofia. Pero, ademés de que a una tal hipétesis puede opo- nerse siempre otra contraria, lo que se pone por hipétesis [404] cs verdadero o falso. Si es verdadero, épara qué recurtir a la hipétesis? Eso es perjudicar a la verdad. Si es falso, es perjudicar a Ia naturaleza, y el resto seri falso también. 2Se diré que basta con sacar rigurosamente de una hipé= tesis lo que contiene? Pero entonces, si se comienza por suponer que tres es igual a cuatro, podré demostrarse que seis es igual a ocho, Luego épara qué este rodeo? Para es- forzarse tanto en recurtit a hipétesis, mas valdrfa suponer en seguida que lo que quiere probarse es verdadero. éSe dird, quiza, que la hipétesis est justificada por el hecho de que las consecuencias comectamente deducidas son cconformes con la realidad? Pero écémo probar la verdad de esas consecuencias, puesto que ellas mismas no esti justificadas sino por las premisas? ZY cusntas veces no su- ‘cede que de premisas falsas se sacan conclusiones que re- sultan ser verdaderas? ‘Algunas dificultades particulares pueden promoverse con respecto al silogismo, del cual los dogméticos estin tan orgullosos. Cuando se dice que todo hombre es ani mal, no se sabe esto sino porque Sécrates, Platén, Dién. ceran a la vez hombres y animales. Por tanto, si se agrega: ‘Sécrates es hombre, por consiguicnte, es un animal, se co- ‘mete tna peticién de principio; en efecto, la mayor no se- sfa verdadera sila conclusién no fuera ya considerada co- mo tal. No hay tampoco induccién. Se desea encontrar lo universal con ayuda de los particulares (&1 Tov Kate igpos moToUaBal Td KaBSAoU);” pero si sélo se consi- deran algunos casos, Ia induccién no es sélidas si se pre- tende considerarlos todos, se intenta lo imposible, pues Tos casos particulares son infinitos Hay que decir otro tanto de las definiciones, a las cua les los dogméticos atsibuyen tanta importancia. No pu de definirse lo que no se conoce;y si se conoce épara qué [405 } definitlo? ¥ de querer defini todo se ae en la progresién al infinito.® = 'No hay, pues, ni signo ni demostraci6n. Pero, llegar do al término de esta larga argumentacin, éno se sor prende al escéptico en flagrante delito de contradiccidn, ylos dogméticos no van a volver conta él sus propias ar ‘mas? O vuestras palabras, dirin ellos, no significan nada, y entonces épara qué tantos discursos? O ella tienen un valor: son signos y pruebas, y entonces Zen qué queda vyuestra tess? De igual modo, 0 no hay demostracion, y entonces no habéis probado que no ls hay; o la habéis probado, y entonces no es verdad que no haya demos. tacién, Pero el eseéptico tiene respuesta para todo. No he ne- ado, dice, la existencia de los signos conmemorativos, si- no solamente lade los signos indicativos. Hay que tomar inuestras palabras en el primer sentidor éstas no ensefian nada 0 no signfican nada, sino que sirven solo para tracr ala memoria los argumentos invocados contra Ios sigios. En cuanto ala demostracién, concedo que no he pro- bado nada. Es s6lo probable que no hay demostractn: hhe aqui lo que me parece en este momento; no afimo que ello sera siempre ai ila inconstancia del hombre es tan grande! Se objetaria que el escéptico no exté persuadido del valor de sus arguments, que no obra de buena fe? antes del primero de ss pases, le expres por la cal Seto anna 1 desarll que va a septs x Gvomaperow Baan 7O tsbearrbe ‘Snow dveor toouBandre, inden gue del signo indeativo que de ‘et fablar Y gue el segundo paje tata tama la mms cestion, eo {tesa rd cl deolo de que forms pare yl passe @) donde Shor opone el gn, yu sna, yu intl, pero sempre nda, st {Howe chamemantiv: Snotiy wo? Gv G8 onion rot aero glows ee pos 7 bubebountan ci Be avo gay fe Bercy TOU {bie Be verdad ue ee us enploe Seto indies un signe mane: tamente conmererntivo: yar fe Be. Pero eo prusbs smplemente Sora cos nase ponent pra oeticas con par Sesto, qe si {cin ene as dos cine designs no haba bec tev El pan po to ptt or etoicor ee entree gn yin coea igifcns hy on vn io neces (orahovdla, awiiprne) En ete setdo, re paca puede spicae a ces signs conmemortiven: per, seston Len Fenden de mane muy distin que los esfpticas Hl cjemplo yaa Bea Me es un sgn pr ls en el sentido en que los escapes lo ene den (e decir, como fandado en una arian de eas empl noe ‘nano wid para or exetpicos ene sens en que To enenden Ts (oios ede como expeson de un vical neeaio ete day cons), No tay par lo scar, como lo prc daramente el texto My VIM, 25, ‘ovum solo igo dgno de ete nombre; eral signa indent el que rica bers Bias oc, ea xaracnete (PU, 102) Se vey pes gue hay ‘lnguns azn pars upon, emo la bse Netorp un poco presse fe gael pane 01 end interplado. Spl euros de lor eoios el renin de dr proposiions de Ins cuaer a pres antec In condiin dele segunda eomsecue emplo el eacspo se mucve sma exte eesee L418} 2% Se ata aga det hecrbv ores, que los etoicos dela incor otal y capa exitencianiegan for epceas, Pl 108 Bt 38 (49) (Cartruto El escepticismo empirico. Parte constructiva l.a suspensién absoluta del juicio deberia légicamente conducir, en la prictica,2 la inercia absoluta. Estar incier {0 en sus juicios lleva directamente a ser itresoluto en sus acciones; el perfecto escéptico, si flera consecuente con- sigo mismo, se desinteresarfa de la vida, La duda se tradu- ce, en la vida prictica, por la indiferencia. Pero Pirr6n es el tinico que haya osado reconacer esta consectencia; sus disefpulos son mas timidos. Vivir ala ventura, permane- cer inerte, aslarse del mundo, no interesarse por nada: he aqui una manera de ser que fesultaba dificil recomendar seriamente y que tenia poca probabilidad de agradar. En Grecia, sobre todo, los apéstoles de tal doctrina no ha- brian casi escapado al ridiculos apenas silos excépticos es- caparon a cuando suavizaron singularmente las conse- cuencias de su principio. Hay que vivir: he aqui lo que re- piten a porfia los adversarios de los escépticos; y los es Cépticos convienen en ello. Siendo asi, estén obligados a admitir un minimum de dogmatismo, Hemos visto cémo [aay los primeros pirrénicos y los nuevos académicos recono- cieron esta necesidad y se sometieron a ella. Los escép cos de la tltima época no escapan a esta ley. Contingan, las ideas de sus antecesores, pero les agregan algo; el em- pirismo les suministra un nuevo medio para responder a las exigencias de la vida prictica y del sentido comin. Por cconsiguiente, esa parte de dogmatismo inconfeso que se encuentra en el fondo de toda doctrina escéptica toma en. ellos una importancia mayor. No es que la pongan de buen grado en evidencia y se detengan allf con placer; la dejan més bien en el segundo plano, pues sienten bien que alli esté el punto débil del sistema. Pero, por la fuer za de las cosas, de cuando en cuando tienden a explicar- se sobre esta cuestién delicada, y pueden descubrirse en ellos algunas aserciones positivas. Hay como una cons- truccién de modesto aspecto y de reducidas dimensiones al lado de las ruinas que amontonaron. Recojamos con cuidado esas indicaciones dispersas: el escepticismo se nos apareceri bajo un aspecto bastante diferente del que nos ha mostrado hasta aqui y presentard con algunas doc- trinas modernas analogias bastante inesperadas. I. "No deseamos ir en contra del sentido comin ni trastomar la vida, dicen los escépticos;! no deseamos per- manecer inactivos". A la vez que se deja a un lado la cien- cia dogmitica, reconocida como imposible, hay una ma- nera empirica de vivir? hay una observacién préctica y sin Filosofia," que puede bastar. Esta conformidad con la vida comin comprende cus ‘0 cosas: 1° Seguir las sugestiones de la naturaleza: el es céptico tiene sentidos, de los que se sive tiene una inte ligencia, y se deja guiar por ella y busca lo que es ati; 2” Abandonarse al impulso de sus disposiciones pasivas: el eseéptico come si tiene hambre, bebe si tiene sed; 3° Obe= 1422) dlecer las leyesy costumbes de su pal: el escéptico cree que la piedad es un bien, desde el punto de vista prictico Gieoreeds), Ia Smpiedsd, un mal; 4 Nov permanccer sativa yclerceciertas arts Las ts primera de etas reas preseriben un simple regio al sentido comin: hay que vvies la manera de los simples, es lo que responde el cséptico ala pregunta obs- tinada de sus sdversarioe. Seducido wn momento por las promesas de los doginaticos, que hacian billa ante sus Ojo la esperanza de una explicaién de todas las cosas, de tina ciencia que, satisfaciendo sa esprit, le permits ‘brar con entero conocimiento de causa, ha podido esc charias y sepurls. Hecha la relexin, se entera de que tras promesas son engafosss, exes experancas, laces e+ runeia a ells y regresaa su punto de parti. Después de ia aventura especulativa, vuelve «tomas, desilusionado, 5s puesto en la mlitud; vuelve a ser hombre comin: es ue de no se pregunta hay una expleacién de las or ths mentee que dl esciptico cree que no la hay o qu e+ inaccesible, a 19 menos por cl momento. Es un regreso muy poco cindido # a senciles primitiv Ser excéptico, se dice a menudo, es dudar de todo, Bs ta formula no es completamente exata. El verdadero es ‘éptico no dda de los fendmenos, de las sensaciones que Se imponen a él con necesidaddistingu sus estado sb jetivos de la realidad situada fuera de él, Cuando habla de las sugestiones de a naturaleza, de sus dsposiciones pasi vas de las leyesy costumbres de su pais om dimples her thes, sentidos o suftdes por él, los que ene en cuenta; no los jzga, no afirma nada ms alla de lor fendmenos. Hay allt una especie de creencia 0 de perwasion (sig). Pero esta persuasion involuntaria y pasa (@v GBovdtirea maBe revstim) se dstingue de la adhesion refleiva deliberada que otros conceden las suptertas (423) vverdades de orden cientifico, Bs no creer nada creer sélo cen los fendmenos, El escéptico no se contenta con esto. Recomienda la accién, el ejercicio de ciertas artes. Es aqui donde vemos aparecer la idea nueva de los escépticos del iltimo pe- do. Hay cierta confusién en los discursos de Sexto sobre este tema. No es solamente a la ciencia, sino al arte mis. ‘mo (réxn) al que proscribe; y si recomienda aprender las artes,’ demosteé en otro lugar muy sabiamente que es im= posible aprender nada, Pero elude la dificultad por medio Ge una distincién. El arte, que él admite es puramente tempirico, libre de todo principio general: es la rutins. Pla tén, en el Gorgias, opone poco més o menos de la misma manera la ratina a la ciencia, ‘Cuando pasa revista a todas las ciencias conocidas de ssa tiempo para mostrar su vanidad, Sexto pone cuidado en prevenimos que sus golpes no se dirigen a ciertas pr ficas que no tienen de ciencia sino la apariencia y estin fandadas tnicamente en la experiencia y la observacién, Una cosa es, por ejemplo, esa parte de la gramitica que se enzefia a los nifios, que les hace conocer los elementos el discurso, las letras y sus combinaciones, y que es el arte de leer y de escribir; otra cosa es esta ciencia presun- ttosa que quiere conocer la naturaleza misma de las le- tras y st origen, que distingue las vocales y las consonan- tes y se pierde en una multitud de distinciones sutiles!* Contra la primera no hay nada que decir; todo el mun- do conviene en que ¢s titil a todos, al sabio como al ig- norante. De la misma manera que ia medicina, tiene un gran mérito: proporciona un remedio contra el olvido, y tl escéptica le agradece infinitamente el permitisle salvar ¥ transmitir ala posteridad sus argumentos contra la otra gramitica, (424) De la misma manera, si slo tiene severidad e ironia para la retérica presuntuosa de los sabios, no ataca el co- hhocimiento de las palabras ni el buen uso del idioma. S6- To que estima que el habito y 12 educacién liberal bastan para hacerlos conocer) y prefiere el lenguaje simple y fa- Iniliar de los ignorantes a los hermosos discursos de los re- téricos: Ast también, no censura el uso de los niimeros,!? sino sélo la ciencia aritmética, ni confunde la astronomia matematica, y sobre todo la astrologia de los caldos, con esa observacién prictica que permite predecir la lluvia, el buen tiempo y los temblores de tierra." Pero es sobre todo en medicina donde esta distinci6n tiene una gran importancia. La medicina sabia, la de los doginiticos, que se jacta de llegar a as causas y de cono- cer la esencia de las enfermedades, le parece a Sexto vana ryestérily la otra, la de los empiristas o, ms bien, la de los ‘met6dicos, que, descuidando toda consideracién trascen- dente, se limitan a sefialar fendmenos, a observar su enla- ce, a prever su repeticibn, Ie parece excelente, Describe muy bien los procedimientos de esta Gltima:? “En medi ina, si sabemos que una lesién del corazén acarrea la Iuerte, n0 ¢s como resultado de una sola observacién, si- ho que después de haber comprobado la muerte de Dién, Comprobamos la de Teén, la de Sécrates y la de muchos otros", La ciencia empirica difiere de la otra en que sus reglas generales se obtienen siempre como resultado de tun gran mimero de observaciones hechas directamente © conservadas por la historia, Estos pasajes nos muestran que los médicos escépticos hhabian dirigido su atencién sobre los medios de alcanzar la verdad en las ciencias de observaci6n; tenfan una espe- ce de légica, muy diferente, con seguridad, de la de Atis- toteles y de los estoicos, o, més bien, una metodologia, ccuyas reglas y preceptos formaban un cuerpo de doctrins. [425] Desgraciadamente, en las obras de Sexto que poseemos sélo se indican de paso y por alusion, siendo sa prince pal fn combatic el dogmatismo, no tiene que insists en Ete tema. Es muy probable qu a las obras de medicina hhubieranllegado hasta nosotros, tendiiamos sobre estas cuestiones més ampli alaraciones y podtiamos formar tuna idea ala vee més exacts y més precisa de lo que he- ‘mos llamado la parte constractiva del empirismo escép- 'A falta del testimonio directo de Sexto, encontramos en Galeno textos preisos que muestran con la mayor car fidad que los médicos empirsts habian reflexionado ma- dlramente sobre las cuestiones de método y que tenfan tana teora sabiamente elaborada, He aqui ls principales puntos de esa teoria, tales como podemos reconstturios Segtin el De setis® de Galeno y, sobre todo, segin el De ‘ubfignratione empiric” del tnstno autor Lor empiristassostienen que la cencia médica esté fundada, no en la experiencia unida a la demostacion, como dicen lor dogmilicos, sino en la experiencia sola lay tes clases de experiencias: In experiencia directa‘0 primers vista (ctrrowia), llamada tambizn por Teodas™ Sbservacién (tripnow)s la historia, el trinito de lo se mejante a lo semejante (¥} Tod Spoiou weTaBacis).” La obieroacién o anopsie puede ser nara, es decir, e- bia‘ tna simple carualidad (mepinrrcoais): por ejemplo, sium hombre que sure de la cabeza se eae, se abre la ve na de la fente, sangra y siete un alivios o imprvizada (a’rrooxéBi0¥): por ejemplo, si, en una enfermedad, se slente wn alvio o una agravacion por haber bebido instne tivamente agua 0 vinor en tna palabra, cuantas veces se entaya un medio sugerido en sactos o de otta mancia;o, cn fin, iitato (ric), si se expesimentan en diver: ‘88 ocasiones, en afeccones idénticas, medios cualesquie~ [426] ra que las empeoran o las alivian, ya accidentalmente, ya por azar. Esta ltima forma de la experiencia, sobre todo cuan: do la ha precedido, como se veri més adelante, el trins- to de lo semejante a lo semejante y ha llegado a ser la ex petiencia sabia (rpiBikt)," constituye el arte. Cuando se hha imitado, no solamente una o dos veces, sino muy a ‘menudo (no se fija el nimero de casos para escapar al ar- ‘gumento del sorites)# el tratamiento que ha aliviado la primera vez y se ha comprobado la regularidad de los efectos, se llega al teorema (Gecapnuc), que es el conjun- to de todos los casos semejantes. El arte es la reunién de eos teoremas; el que los reiine es médico.”™ ‘Menédoto parece haber completado aqui la teoria de los antiguos empiristas. En Ia observacién imitativa, nno debemos, segin él, contentarnos con registrar los ca- sos favorables; también hay que asegurarse si el mismo remedio ha producido el mismo resultado o siempre, 0 ‘muy a menudo, o si el niimero de éxitos iguala el atime 10 de fracasos, 0 si el éxito es raro. Por no haberse toma do esta precaucidn, sélo se tiene una experiencia incomple- ta y desordenada, karte Spiov éureiplav &ouvberov \mékpxoucav. Tmporta también distinguir con cuidado los caracteres propios y los caracteres comunes de las enfermedades y de los remedios. Con respecto a las enfermedades, es me- nester considerar primeramente los sintomas. Un sintoma fs tn caso contrario @ la naturaleza2 La enfermedad es tun concurso (suvBpout}) de varios sintomas que sobre vienen, persisten, disminuyen y desaparecen al mismo tiempo. Unos son constantes (cuvevBpevovta) otros, accidentales (eunPaivovra). Hay también condiciones intemas o externas que deben entrar en cuenta: la edad, el temperamento, el clima, el sol, la estacién.” Ese estu: [ary dio atento de la enfermedad, fandado en la simple obser vacién y ajeno a toda consideracién de causas ocultas, se Hama, no la determinacién (eérmino dogmatico), sino la distincién de Ia enfermedad. Conduce, no a la deinicién (ermine dogs), sino «Ie decipcin omoypagh, Unrortmeoats) ‘Sin embargo, la vida es corta. Es imposible al médico estudiar él mismo todos los casos interesantes, Se aprove- chard, pues, de las observaciones de sus antecesores: es la historia (iotopia). “Todos los empiristas dieron su parte a la historia. Me- nédoto dio a su doctrina, en este punto, més precisién y rigor. Segin él, hay que someter los testimonios al exa- men, tener en cuenta su acuerdo mutuo, la situacién y el valor moral de los testigos, en fin y sobre todo, la conco: dancia de los hechos testificados con los que pueden ob- servarse directamente, Finalmente, hay enfermedades que jamés hemos ob- servado y que la historia no nos hace conocer. Hay re- medios cuya eficacia no ha podido verificarse directa. mente 0 que no pueden procurarse; alli interviene el trinsito de lo semejante (A TOU uetéBacts). Este trinsi- to se hace de varias maneras2” segiin la semejanza de las partes del cuerpo: el remedio que ha resultado bueno pa ra el brazo podra serlo para la pierna; segiin la semejan- za de las enfermedades en las mismas partes del cuerpo: se tratarin de a misma manera la diarrea y la disenteria;, cn fin, segiin la semejanza de los remedios. Hay que te ner cuidado solamente, cuando se quiere sustituir un re- medio con oto, de tomar en cuenta las diferencias al ‘mismo tiempo que las semejanzas. La experiencia mues tra, en efecto, que las semejanzas de forma, de color, de dureza, de blandura, aseguran raras veces la semejanza de efectos. Sucede algo distinto con las semejanzas de [428] olor y de sabor, sobre todo si estos dos tltimos earacte- res estin reunidos. ‘Aqui, de nuevo, Menédoto perfeccioné la teoria em- pirista, El trinsico de lo semejante a lo semejante estaba fambién admitido por los dogméticos, pero con otro es pirita, Los dogmiticos pretendian sacar sus conclusiones de la naturaeza intima del hecho observado; se jactaban de alcanzar la esencia de las cosas y de llegar ala verdad por la sola fuerza del razonamiento. Se fundaban, como isiamos hoy, en principios a prior. Segiin los empiri tas, la induceién (pues la indccién es lo que los anti 4guos Ilaman trinsto de lo semejante a lo semejante) no dlescansa en ningtin principio lgico. No supone ni que Jo semejante debe product lo semejante, ni que lo seme- jante reclama lo semejante, ni que los semejantes se com- {ducen en forma semejante, Sélo la experiencia nos ha en- sefiado que, en. casos semejantes, remedios semejantes dan resultado. ¥, para sefalar bien esta diferencia, que Menédoto no invent6, pero sobre la cual insite més que nadie, quiere que los empiristas se dstingan de los dog- ‘iticos hasta en las palabras: el razonamiento que pe mite pasar de lo semejante a lo semejante no se llamar, como lo quieren los dogméticos, analogismo, sino epilo- gismo.® Se entenderi bien que no se trata con esto de tina demostracin, sino de una simple constataci6n de ‘Adem, y éste es punto capital, Menédoto™ estima aque el trinsto de lo semejante a lo semejante hace cono- er, no la realidad, sino la posibilidad. Mientras la expe- Fencia no se ha pronunciado, no se sobrepasa lo verosi- mil, La induccién no es el descubrimiento (epects). En desquite, tan pronto como la experiencia ha verficado ls conclusiones sacadas de la semejanza, aunque no se hu- biera hecho sino una sola experiencia, se posee una certe- [429] za completa. Por alli la experiencia sabia (rpiBut) difie- re de la experiencia imitativa, que exige que la misma ob- servacién haya sido frecuentemente repetida. ‘Al mismo tiempo que insiste sobre el origen empirico de todo conocimiento médico, Menddoto se distingue a si mismo con cuidado de los que se contentan con tina simple rutina y no hacen ningiin uso del razonamiento,%* Entre el dogmatismo, que, con ayuda de los solos razona- rientos légicos, pretende llegar a la verdad, y la erudi cidn sin erftica, que se limita 2 jantar hechos, hay un té- mino medio: puede hacerse un Iugar a la razén sin darle un lugar exclusive.” El verdadero empitista constituye un arte; instruye a los demas." Menédoto” llama tribacas y tribénicos a los observadores irreflexivos que se atienen a los solos datos de la experiencia. Para hablar en lengua- je modemo, es éste realmente el método experimental y no el vulgar empirismo, cuyas reglas traza Tal es, en sus rasgos esenciales, el métado de los mé- dicos empiristas. Seria interesante saber si lo descubrieron © lo tomaron de otros, y en qué época se introdujeron esas ideas en la filosofia griega. Sobre este punto, no po- demos lisonjeamos de llegar a conclusiones seguras; e posible, por lo menos, reunir algunas probabilidades. La secta empirista fue fandadsa, segiin Celso" por Se- rapién de Alejandria, que vivi6 a'mediados del siglo 1 antes de J.C. y, segiin Galeno," por Filino de Cos (con- temporineo de Prolemeo Lago, 323-283). En todo caso, hhacia 280-250, la escuela estaba formada, EI médico Glaucias,* en un libro intitulado El irfpade, cxpuso los tres procedimientos dela experiencia que he- mos descrito arriba (auroyia, ioropia, #1 too duoiou ueraBacns), Por otra parte, sabemos que los epicireos habian adoptado un método enteramente andlogo; tenemos la [430] prucba de ello en lo que se nos ha conservado de Zenén. El epicdreo, contemporineo y maestro de Cicerén, en el libro de Filodemo Tlepl anusicov kal onueicooecov, en- contrado en Herculano. Segiin Epicuro, ni los sentidos completamente solos, aunque sus datos no sean falsos, ni Ja demostraci6n, nos permiten llegar a la verdad. Pero los sentidos suministran los primeros materiales indispensa- Des de la ciencia; la memoria retine los hechos y prepara~ ra la anticipacién (mpéAnys); viene entonces el razona- miento (Aoytouds), necesario con los datos de los senti- dos para alesnzar la realidad (por ejemplo, en la prueba de la existencia del vacio). Modificando a doctrina de Epicuro,? Zenén agrega el trinsito de lo semejante a lo semejante (expresién que toma verosimilmente a los em= piristas);" esta operscién permite, segiin él, conocer, de acuerdo con las propiedades comunes de las cosas visi- bles, la naturaleza de las cosas invisibles (poet &®nAa. No parece, sin embargo, que Zenén haya hecho nada, por Ia induccién, que se asemeje alos trabajos de un Bacon 0 de un John Stuart Mill; no se eleva casi por encima de la inducciéin per exumerationems simplicen. Entre los epictieos y los empiristas hay, sin embargo, diferencias. Para los epicireos, la anticipacidn' se hace enteramente sola, de manera natural. Para los empiristas hhay que repetirfrecuentemente la misma observacidn la atencidn y la reflexién son necesarias. Pero sobre todo el epiciteo se jacta por este medio de aleanzar, més alla de Tos fendmenos, las realidades o las causas; el empirsta, por el contrario, limita el conocimiento a fos fendmenos y; mis atrevido en la negacién que los escépticos, declara incomprensibles las causas. [No es posible que Epicuro haya tomado su método a los empiristas, puesto que su libro fue escrito hacia el fin del siglo 1v y la escuela empirista no se abri6 sino hacia (43st) 280-250. Podria suponerse que los empiristas han apren- dido de los epicireos, sino fuera mucho més natural creer que unos y otros han bebido en una fuente comin. ‘Vemos, en efecto, que antes de Glaucias, Nausifanes que fte ef maestro de Epicuro, habia eserito un libro ine titulado e! Tripode. Verosimilmente, en este libro se inspi- raron tanto Epicuro como Glaucias, Bs posible remontarse mas lejos? Segin una conjetu- +a ingeniosa y plausible de Philippson, Arist6teles seria cl maestro en el que se habria inspiredo Nausffanes, Se encuentra, en efecto, en el Estagirita,” la descripcidn de procedimientos empleados mis tarde por los epictireos y los empiristas, y estin presentados en términos casi idén- ticos. Para Aristételes, como para los empiristas, la cien- cia comienza por la sensacién (exio8neas), contintia por la memoria (uvijun noAAdKIs Too airod yevouévou, Aristételes; vin Tov -TOAAGKIS doatireas Sp0évreov, Empiricos), termina por la comparacién de os semejantes (i TOU Suoiou Becopiay, Aristételes;” F ‘ol duolov ueTéBacts, Empiricos). La ciencia o el arte es definida por Aristételes: TOAA& Ths tumeipias Evvoruara;" por los empiristas: rohAal fhmteipta. és posible dar de nuevo un paso més adelante y en- contrar antes de Aristételes los primeros lineamientos del método empirico? Nos hacen falta documentos, y hay ‘que limitar all nuestras investigaciones.* Pero si el método empirico, considerado en lo que tiene de esencial, es muy antiguo, hay un punto que los historiadores de la filosofia no han puesto bastante en claro: que Menédoto parece ser el primero que haya da- do a este método una precisién y un rigor cientifico. Pa- rece que hasta él los empiristas se hayan contentado con indicaciones tn poco vagas y sumarias; hacian mucho ca- so de la observacién, pero no excedian casi lo que Bacon [aay lama experientia vaga. El gran puesto que ocupa Mené- doto en el De subfiguratione empirica de Galeno, da a pen sar que es después de él cuando Galeno describe el mé todo empirico.® En todo caso, algunas de las correccio~ nes mas importantes efectuadas en este método le son formalmente atribuidas. Es Menédoto el que prescribe someter a una critica atenta los informes histéricos, en lugar de admititios todos indistintamente sobre la fe del primero que llega. Es él probablemente el que, en Ia ex- periencia imitativa (lo que llamamos experimentacién), recomienda tener en cuenta exactamente los fracasos y los éxitos; en otros términos, introducir, con la medida y el cilculo, el rigor cientifico. Es 1, en fin, quien consi dera el trinsito de lo semejante a lo semejante como un procedimiento que proporciona sélo la probabilidad, y no la certeza, por lo menos mientras las conclusiones no se confirmen con experiencias expresamente instituidas para verficarlas. Al mismo tiempo, modifica la termino- logia, sustituyendo términos puramente empiricos a las expresiones equivocas que habfan servido hasta alli a los dogméticos y a los empiristas. Con toda raz6n, segiin no- sotzos, Philippson al describir el método de los empiris- tas evoca el nombre de John Stuart Mill, Pero no es a los ‘empitristas en general sino a Menédoto 2 quien hay que rendir este honor; él es quien adelanté, tan claramente ‘como se podia en esa época, y en el trato con una cien- ia tal como la medicina, que hoy todavia no permite una rigurosa aplicacién de los procedimientos del méto- do inductivo, algunas de las concepciones mis importan- tes del légico inglés. Hay también otro nombre que vie~ ne al espirita cuando se considera la obra del médico stiego: es el de Claude Bernard. Qué otra cosa son, en tefecto, esas semejanzas que hacen conocer lo posible, no lo real, y s6lo proporcionan la probabilidad mientras la 1433) cexperimentacién no se ha pronunciado, sino la hipétesis tan bien descrita por el sabio francés y cuyo papel esen- cial en la ciencia ha sido tan vietoriosamente demostra- do por sus teorias y sus descubrimientos? En todo caso, sina tal comparacién parece demasiado ambiciosa, no puede ponerse en duda que Menédoto dio prueba de un verdadero espirita cientifico, que tuvo Ia idea neta y pre- cisa de lo que debia ser el método experimental. ¥ ha te- nido el raro mérito de no exagerar el papel de la experien- cia, de evitar el puro empirismo. Su método es el que ilu- mina y fecunda la experiencia con el razonamiento y des- confia de tna vana dialéctica sin limitarse a juntar he- chos. Bs el verdadero, Lo que sabemos con certeza de Menddoto y de los empiristas étenemos el derecho de extenderlo a todos los, eseépticos? El método que acabamos de resumir, y que es el de los empiristas, des también el de los escépticos y par ticulamente el de Sexto Empirico? Ninguna duda puede haber sobre este punto. Si Menédoto es médico, es al mismo tiempo uno de los jefes de la escuela eseéptica Sexto Emplrico, a la vez que escéptico; es médico. Segin su propio testimonio,® se inspira en Menédoto. Su nom- ‘bre mismo indica a qué secta pertenece. Si llega a crticar a los empiristas™ y a separarse de ellos para acercarse a los metédicos, es en un punto solamente; y, por otra parte, los metédicos no proceden casi de otra manera que Tos empiristas. Sino describe el método empfrico en las obras que tenemos, toda la teorla de los signos conmemorati- vos, en Sexto, es evidentemente la misma que la de los tempiristas. En fin, en el libro de las Hiipotposis se encuen- ta un curioso capitulo” que esti completamente impreg- nado del espiritu de Menédoto: aquel donde el autor muestra que el tinico medio de resolver los sofismas que (434) tanto han confundido a los dialécticos es recurs a la ob- servacién y 2 la experiencia. Se nos dice igualmente que ‘Menédoto consideraba el epilagismo como un excelente medio de refutar 2 los sofistas, “Tenemos, pues, el derecho de afirmar que toda la teo- tia del método es propiedad comin’ de los empiristas y de los eseépticos, y que los libros de Sexto que tenemos ‘nos muestran s6io una fase del empitismo eseéptico. Al lado de la ciencia que niegan, hay otra clase de ciencia 0 de arte en la cual Ios escépticos tienen confianza. Una ex: posicién completa de su doctrina debe, pues, encerrar, ademas de la parte negativa que hemos resumido, una parte constructiva," sobre la cual, desgraciadamente, s6lo tenemos indicaciones incompletas, ‘sas dos partes pueden conciliarse una con otra? ¢No hay contradiccién en combatir el dogmatism, como lo hace Sexto, para admitir en seguida una ciencia 0 un arte, aunque sea empirico? Lo creemos, por nuestra parte. Ese arte empirico, que Sexto opone a la ciencia te6rica, en el fondo y sin darse cuenta exacta de ello Io entiende de ma- nera distinta de como lo define y como no podria menos ppara que su distinci6n fuese enteramente legitima. Con una sola condicién, en efecto, esa distinciéa podré man- tenerse: a de que, en el arte empirico, las aterciones que uno se permite, la persuasién en que se esti, se aplican ‘inicamente a fendmenos y no los exceden de manera al- guna. ¢Ocurre asi en Sexto? No lo parece. El arte de la ‘medicina, en efecto, para no hablar sino de éste, tal como lo entiende y lo practica, no se detiene escrupulosamente en Ia comprobacién de fendmenos; se eleva, los textos ci- tados lo prueban, hasta proposiciones generales (Gccopnudreov overéatis). Sucede también que Sexto, olvidando todos los argumentos que ha repetide después de Enesidemo, se pone a hablar del descubrimiento de la (435) causa (alriov) de una enfermedad. ¥ no es un pleito de palabras lo que le buscamos. No sélo la palabra es em- pleada por él, sino que tiene la idea de lo que la palabra express, éHay, por otra parte, una medicina posible, si se renuncia a conacer leyes generales, reglas que permitan sacar provecho de la experiencia pasada y aplicar sus re= sultados al presente y al porvenir? Pero desde que uno se eleva al conacimiento de leyes, quiéralo 0 no, excede la experiencia propiamente dicha, atribuye un cardecter de tuniversalidad y de necesidad a los fendmenos observados, introduce un elemento racional en el conocimiento, re- rnuncia al fenomenismo escéptico, Lo cual, de grado 0 por fiaerza, es tuna especie de dogmatismo, Puede admitirse aque uno sea dogmitico de manera distinta de los que afi- ‘man realidades inteligibles y absolutas; pero no se es en- teramente escéptico. ‘Seamos indulgentes, sin embargo, con el enor en que Sexto ha caido, pues vemos ain hoy a numerosos fildso- fos cometerla misma falta de razonamiento. Hay, en efec- to, entre las doctrinas del médico escéptico y el positivis- mo moderno, analogfas que importa sefalar. IL La descripcién que hace Sexto del método de ob- servacién, su trinsito de lo semejante a lo semejante ha- ‘cen pensar naturalmente en Ia teoria de John Stuart Mill sobre las inferencias de lo particular a lo particular. Esos obreros que mezclan los colores de manera tal que produ- cen las mejores tinturas, y sin poder dar razén de lo que hhacen; ese gobernador de colonia, de un buen sentido prictico, al cual lord Mansfield recomienda administra justicia sin buscar motivos a sus decisiones, éno poseen tuna especie de conocimiento empirico muy anilogo a aquel cuya posibilidad admite Sexto Empirico? Al consi derar las leyes como hechos generalizados y explicar los [436] principios mas generales de la ciencia por la asociacién de ideas, que es sélo una prolongacién de la experiencia, los lbgicos ingleses han tenido, como Sexto, la pretension, de atenerse a los fenémenos y de no agregarles nada. Con mis precisién y con un anilisis psicolégico incompara- blemente superior 2 todo lo que Sexto podia intentar, John Stuart Mill y Bain contintian la misma tess; su fe ‘nomenismo ¢s, en el fondo, la misma cosa que el empi- rismo de Sexto. Es sobre todo contra Ia filesofla considerada como ciencia de causas y de sustancias, es decir, lo que llama mos hoy metafisica, contra quien se dirigen los argumen- tos de los escépticos; y si se dirigen también a todas las ciencias, si atacan a los fisicos tanto como a los metaflsi- cor, es porque la ciencia, tal como se la concebia enton- ces, no se separaba de la metafisica; procedia, como ésta, 4 prioriy mostraba el mismo desdén por la experiencia. Si los médicos escépticos se hubiesen encontrado en presen- cia de una ciencia como la fisica modema, fundada tni- camente en la observacién y el estudio directo de los fe- némenos, con seguridad que se habrian adherido a ella. Su lenguaje es poco mas © menos el que usan hoy los po- sitivistas; éno dicen que, si hay sustancias y causas, es im- posible saber nada de ello y que no debe decirse ni que son ni que no son? Los positivistas protestarian quizé contra el nombre de escépticos, y tendrian derecho para ello, pues afirman, mucho, y algunas veces demasiadas cosas. Los escépticos, por su parte, rechazarfan el nombre de sabios. Pero a di- fetencia esté aqui en las palabras més bien que en las co- sas. Todo positivista es excéptico, en el sentido en que lo entendian los médicos como Sexto; todo escéptico era positivista, en el sentido que dan hoy a esta palabra los due la han inventado. Unos son escépticos en metaflsica; 1437] ‘otros no son escépticos mas que en metafisica, lo cual es- th muy cerca de ser lo mismo. Hay, sin embargo, diferencias que no deben omitirse, Los escépticos usan y abusan de la dialéctica de una ma- nera que no podria aprobar ningtin positvista. Por ahi es- tin sujetos todavia a las doctrinas que combaten: es en ac- titud de metafisicos como luchan contra la metafsica. Ello se debe a que no tenian otzas armas a su disposicién, Habrian razonado de otra manera, si los progresos de las ciencias de la naturaleza les hubieran suministrado otras razones. Pero, por medios diferentes, tendian al mismo fin; el espirita que los anima es el mismo. Para unos, co- ‘mo para otros, el gran tema es desviar la actividad del es- piritu de los estudios puramente tedricos, para Ilevarlo a las cuestiones prictieas: son igualmente utiltarios. ‘Ademés, las tesis negativas tienen, en los escépticos, mucho mas lugar que en los positivistas. Los nombres de las doctrinas son, a este respecto, muy significativos. Los cescépticos insisten sobre todo en su duda, la recalcan. Los positivistas, por el contrario, tienen sobre todo la preten- sién de ser dogmaticos; son sus afirmaciones las que po- nen delante; sus dudas permanecen en el segundo plano. Sin embargo, yendo al fondo de las cosas, ha podido pre- guntarse si su doctrina no es sobre todo una doctrina de ‘negacidn, Pero sin insistiren esta cuestién, lo que hay, en nuestro rentido, de esencial en el postivismo, es la linea de demarcacién que ha trazado entre la metafisica y la ciencia: es la liberaci6n de la ciencia lo que ha proclama- do, Sabemos que esta concepcién no le pertenece propia~ mente. En efecto, Descartes habia tenido el sentimiento de la independencia de la ciencia con respecto a la meta- {isica; Kant habia tenido la idea clara de ella, y mucho an- tes que estos fldsofos los sabios del siglo xvi y del xvit habfan procedido mejor: habian constituido la ciencia sin [438] preocuparse de los problemas metaflsicos. Sin embargo, si los positivistas no han tenido esta idea, que no pone ya nadie en duda, segin creemos, se han apropiado en cier- to modo de ella por el ardor con que la han defendido, por la importancia, exagetada a menudo, que le ban atri- buido, por las consecuencias, a menudo excesivas, que, han sacado de ella. Ahora bien, esta idea, que es el fondo de su doctrina, y quizé toda su doctrina, los eseépticos la sostuvieron, como ellos. Ciertamente, no dieron cuenta exacta de ella y no pudieron sacarle mucho partido: por eso se quedaron muy por debajo de sus modernos conti- nuadores. Sin embargo, son los verdaderos antecesores del positivism. Por otra parte, sea cual fuere la opinién que se tenga sobre este punto, lo incontestable es que ellos ensayaron fundar un arte prictico enteramente ani- Jogo 2 lo que llamamos hoy ciencia positiva, que s6lo de- pende de Ia experiencia y no tiene necesidad, para consti- tuirse, de ninguna soluci6n metafisica. Esto To es un es- ‘caso mérito: realizaban con ello un verdadero progreso y se adelantaban al espfritu modemo. Quiza no es por insuficiencia de genio por lo que no hhan sacado mejor partido de su doctrina. Si hubieran bus- cado su arte prictico més bien en la fisica que en la medi- ina, o si éste arte hubiera podido reunir un aimero bas- tante grande de proposiciones evidentes o verificadas, qui 24 se habrian animado a darle el nombre de ciencia. Des- sraciadamente, es a la medicina, la més compleja de todas las ciencias de la naturaleza y, que, hoy mismo, apenas co- mienza a convertise en una ciencia experimental, a la que se dedicaron ante todo, y sus esfuerzos no fueron y no po- dian ser muy pronto coronados por el éxito para justificar tal atrevimiento. Sélo les falt6, quizé, llegar por otro cami- zo al punto que alcanzaron, para dotar al espisitu huma- ‘no, algunos siglos antes, del método experimental [439] En desquite, hay una cuestién en la cual los escépti- ccos nos parecen volver a tomar ventaja. Esa reserva, esa especie de pudor ldgica que les impide usurpar el nombre de ciencia para una doctrina fundada tnicamente en la ‘experiencia les conserva una fisonomia aparte y los distin- {gue netamente de todos los modemos. En nuestros dias Fos inclinamos a decir que s6lo los fendmenos son obje- tos de ciencia; para los antiguos, no podia haber ciencia alli donde sélo hay fen6menos. Se hacfan de la ciencia tuna idea muy elevada para admitir un instante que pudie- ra ocuparse de otra cosa que de lo absoluto, de lo inmu- table, Para ellos s6lo hay ciencia de lo que no pasa: la Ciencia es esencialmente inconmovible, y no habrian ad mitido que se designara con este nombre, como lo hace, por ejemplo, John Stuart Mill, verdades que podrian ser distintas si estuvigsemos constituidos de otra manera y dejan quizé de ser verdaderas “en uno de Jos numerosos firmamentos con que la astronomia sideral compone el tuniverso”, He ahi por qué los escépticos se contentaron ccon el nombre de arte, de observacién prictica. Aun al negar la ciencia, se hacfan de ésta una idea més clevada que los que hoy se muestran como los més celosos apo- logistas de ela. He aqui, pues, el caricter distintivo, la idea principal de los altimos escépticos. No atacaron tan vivamente la filosoffay la ciencia sino para hacer lugar a esa otra cien- cia que presintieron, Béro que no crearon. Su doctrina es tun positivismo que no ha encontrado su formula. Por alli, ademas de las diferencias que ya han sido se faladas enize el antiguo y el nuevo escepticismo, se ve {que las dos doctrinas tienen tendencias sensiblemente di ferentes. La Gnalidad del antiguo escepticismo es condu- cir a la ataraxia: se propone un fin puramente moral. Su (440) ideal es el hombre liberado de toda preocupscién y de todo pensamiento,derligado de todo lo que le soda, cx Semtafie al mundo en que vive. El nuevo cepa no renuncia a esta tadicion: es también la pritca lo que ‘opone a la teoria. Pero Ia entiende de otra ‘manera, Se miezdla en el mundo y toma interés en lx conse que en Geren, Bjete una profesions es observsdor, stent, pri dente y adverido; tne experiencia y sabe serine de ella El antguoexcepico ex dernttesados el neva ee wit Fo. El primer slo ensehael meio deser feliz; el ego do enseha a sex habi, ys descuida ls cosas Wes, es pa fa dedicare con mayor empefio alos bienes poitvos Uno dene amigos, el oto, una clientela, La palabra ind ferencs, aBiaqopta, que Pirin tenis sempre en la bo- a, no st encuentra tna sola vex en lot tes gress bros Ae Sexto, La doctrna ha propesado desde el pobre atce: ta Pinon hasta el sabio médieo Sesto Empirico Notas * sexo, My Vill, 157: OUBE waxéysba Tals Kowal TOW pean pts, bt nyo s len Soo, p98: Mh uripyrron mawremow oat. 24; Ode ceumfeyral toute a apaauBavonsy Tot ST 6 Eumepes wa bagcreoy eae er Kow2ag-mptoes se nal mponiqas reov mel Tow Be Soynerehy mepepyiag tah Shore too rh Seo yptag Neyoutvan frou Pp, 254,23, MX, 165-1, 23, 238,-Agsonger Tp Broa iene: 2 Pi2e atin Ma [aay 5 1,236. CEP, M, 246: Eumlpes eak AboE over each vis owas pons val npoblives Blot. CE 254, Py, 236: Ey bean “Sen wv tnt Tov npeyucreny waparshouctna. M, VI. 288 Zuyxeophioouse.. to roy gatwontoois Typnpiniy Twa ty Geckoutias rat fy yampoesdow veer Moun Tebecpm, eat “Hoowpé osy,eagatt vas be Wp 2 Npovipey mamas Eoqureavran i howd Bae. V 108 1. A Vil, 201: Ht wis gawoutwos orpsqonin técn ids ait yap. vou adds vermpniseoe A terspnutvcon ogg ter Beespnuerew ovsreces io Ei Rahm, vol ey Si 1 Et eato grog ce x ob a pend, y slo posers ndacio es nina qu data del siglo La prncpal de ests tucson I de [Ncseus Rhesus, ba sdoreproducida consign coeatones por Bo et De Gi. engi, Bonn, 1872 a re mpi 36, 2» Tid 38 2 [bids p36, CL De et, vol hp. 55, 2 Desa p66 Thw wea vabrny why Enoutmy 3 708 éusiou verge epBi wadooow se, 3 B Dest lo at 2 Glen, es verdad no aibye expresamente ets comes a Mens oto; pro es Meniote (Sub 38) el ue owe nombre ss experiencia Incomple, por eonsguen, parece que rl primer i hi a dite din. Menddcto acu un lugar al en Defra empire gue puss [Seane que sins de modelo ode pts Glens pan capone tod empisco. ‘Se 2 Soe 2 Den, 74,99, 2 Sif 1, Probblement,e también Mento el que pees bs ssiuisn de toninos sgarramente epics en ves de he xpreione ‘logmitias atevonnente wads Se ved mie adelante ore erpio deco A pigpite del elope. ene, Si 3 hd, 54 CE Desa, 8 3 Galen, Temp. mt 7 an, vl. Xp. 26: Bape py sig malpag Wb Bhouton, DN ote es Fpatsuavou Wy yuo alba votre raw mip obey hated ga: vt TOBE ‘Fr satrot Br cxaautey Nyowor tebe see nal apoqysodan TSE FooBE Hal owwTpxEW TaBe TBs. nal “Shee Bacay The [42] “soonvmonole re xa wafey naly oes 09 oy th, ea pb ‘Wostal n urrd Hoop nedAday tcparan. Th solv oars Te ea Vcyuoy quonoy Spuounoe terpionn 7 exSkouton Bees “ig mein faba ta pea lor nerooban Cope set 14, Re 18, 3 sui, 8, © Sibfe, 66 "Von pilosa hoe team.” CE. 411, CE Speen, rcp 6B. La plein elogn no cr noes ca eneentn es ‘Sty pero Reo a stgnteaeionparteuar que toma en los emt po ‘eepda de Menor. ea 3 55. 25 i, 83, 55. 2% [his 482 "Diet maxime ab co gu inatinaler eatin per i, 2 “Menodots, maltoiens quidem inwoduces aod veram pager metoriam et sen, nil ied ponene quam epg" ‘Sg a9 sConntac ane, doce aan a 30, dingo ect y bio dels ebones, gue £00 lor Scar verdadero sai. 12 is rom 9 Sb. Cr Prado Galeno, Kaba, rol XN, p68 2 eS © Phlipprn, De Pad ro gs ony» wal nusoeo 29,43 Belin, BuchdradererAcion Geach 188 ‘i ed, 2,56 8 Phipps, 41 M6 Chay Nat des 45 © Dade Onde Si © ‘pul perio 2 Tp, tems 3 Malice 5 5 ede atin, con Pilippson (53), qu habiendo Arittls a bid por vis de consecsencia 2 Demet a acne de gue ls sparen (Sn scales son verdadero cal mismo mo hab dtd) (Zee ey tom lp #22, Naastlans se propid eta manera de ve, qu ae a= ‘i, pr consgsent, lade Epicara "Noor ep M7 yg) wel a encontzaren Pata mise mi secs passes (aricalamente Goi 50l, Pry Resp VI 516 G) en Tor gus sade ua eens de pte, Con sacha less «ngenoe- {nd Nap hac remota Hata Protigors el orgen del método mpc. “To lo que podenor concede or que Irtigars ha tendo el present ‘snide lor dbl ver este dros Nada storia» sue bres (49) ‘ punto nociones pi ides resus come le que se encuenta en losgmpisstas “3 Naor (156 se inclinahacia amiss opin 5 Un ako que muna bien niga de Menddoto y confine Insuposcidn qochemor emi al desire pr medio de Mendota sh Zo le concn del excepscno dl emp ex gue el pinénico Co £ combatn el empleo dela utay ueraBaaty (Caleno, Sule op, 40) ‘Teodary Menédoto von ls que han sonido por pmer et ele ‘Sper I lepimiad de ee razon Rel 2 5 pit 28 3 Glen, Sf 6; Dest, oI, p 7 5 New pree ee Natonp (146, te ules cuando hace woe dif senca cone a rerreh aeehbubl dels ctecoy Is express sl ‘is propSsto de los empiric, que sr encuenoa en alee. X 125 Lg ‘lac delat don cxpreions sr vblemente a misma CE Sexo, ‘IT, 288. No puecetmpoco que pueda sexe ninguna concn dB teens lor vor documents empritae gue tenemos de hs eresio- (a dsl y suawroboba Nato recnoes, por om pate I confor ‘ud de le doctnn de Sexo co In de fos mpi. ‘a Hemos teido I fel de ensmtar lio de Nato (157 4 paso) vistas slog Natry site como nosotros y dese com Tuten gue yen ol epic una parte post, un eden etl Sa que sstene gue et tendench muons Sead el eomien dl Fonts ences en Enesden, en Tin (p68, ass on Prot ne. Cicemoe qu ell no zea moneda sno mista En todo ay 4 fue de Mento, nconerabl Syme agi 1, TU, 3. 212, wd Peis, Par (44a) Canfruto IV El pirronismo y la nueva Academia Que entze el escepticismo y Ia nueva Academia haya analogias suficientes para que el historiador esté autoriza- doa reunir bajo un mismo titulo el estudio de esas dos es- ccuelas, es cosa que no podria ponerse en duda, Pero éhas- ta dénde van esas analogias? ¢Hay también diferencias notables, o bien, de ir al fondo de las cosas, es a misma doctrina lo que, bajo nombres diferentes, han defendido las dos escuelas? Es ésta una cuestién que los griegos, se- ‘in el testimonio de Aulo Gelio,' habian discutido @ me- rnudo, ¥ que los dividia. Los historiadores modernos esti también divididos. Como los escépticos de la escuela de Enesidemo hicieron grandes esfuerzos para distinguirse de los que ellos consideraban como rivales, deberemos, antes de ensayar a nuestra vez resolver la cuestin, indicat las razones que invocaban. I. Se ha visto ya antes? que, segiin el resumen de Fo- cio, Bnesidemo, al comienzo de su libro, enumeraba con, complacencia las diferencias que separan las dos escuelas Los nuevos académicos son dogmiticos; afirman ciertas [4451 cosas como indudables y niegan otras sin reserva. Bl es e&ptico no afrma ni niega nada no dice que nada sea in- comprensible, sino que duda de todo. Para él, nada es ver dadero ai falso, verosimil ni inverosial ‘Ademés, los auevos académicos se contradicen sin darse cuenta de ello. Distinguen lo verosimil y lo invero- Simi, el bicn y el mal. Pero, de dot coras, un 0 se igno- ra lo que es verdadero y lo que es faso, lo que es bien y To que es mal, y entonces hay que decie que todo es in- comprensible; 0 puede hacerse claramente esta distincin, Ya por los sentdos, ya por la razén, y entoness hay que decir con los dems filésofos que todo es comprensible. Sexto Empirico? repte los mismos argumentos y les agrega otro. Mientras los académicos distinguen grados, en Ia probabilidad, los escépticos declaran que todas las representaciones son iguales y que ninguna merece asen- tiniento, Bs verdad que en la vida préctica hay que elegir entre el bien y el mal. Pero los académicos hacen esta cleccidn porque el bien les parece mis verosimil; los cépticos la hacen sin pronunciarse, sin opinién (&8o Edoreos), simplemente para no permanceer inactivos. Por consiguiente, puede deczse que escepticos y académi- cos otorgin igualmente su asentimiento a ccras repre Sentaciones; pero Camnéades y Citémaco lo conceden de liberadamente, por reflexi6n; lo daban con toda el alma* (uerar mpocKAlceess opobpas). Los escépticos siguen Sus ideas sin conviccin y sin preferenias; se limitan a no resistin, obedecen a las costumbres y « sus instintos, casi rmaquinalmente, como el ni sigue asu pedagogo. ‘No nos sorprendemos de que estas razomes no les ha- yan parecido decisivas a los antiguos y que hayan persis fido'en poncr a lor académicor y a los escépticos poco ‘as o menos en cl mismo grupo, Incontestablemente, la posicién adoptada por los escépticos es derde el punto de (446) vista ldgico mds ficil de defender. No afitmando nada mis ald de los fendmenos actualmente dados, no ofecen ninggin asidero. Es més riguroso decir: Yo no sé si hay una verdad, que afirmar que no la hay. Pero si, descuidando la forma exterior del argumento, se va al fondo de las cosas, hhay que convenir en que las dos teorfss resultan Io mis- mo! Ni una ni otra conceden al espiritu humano el po- der de conocer la verdad, y esto es lo esencial. Digamos, sise quiere, que las dos escuelas no difieren sino como las especies de un género. Por lo demés, hemos visto que Enesidemo habia comenzado por ser académico y que su libro estaba dedicado a otro académico, Tuberén. En cuanto al asentimiento que reclama la vida pricti- ca, la distincién hecha por Sexto tiene su importancia, Sin embargo, sea por una #826n 0 por otra, ¢s cierto que es- cépticos y académicos dan en ciertos casos su asentimien- to, ¥ en exo se parecen. Es porque somos obligados a ello porlas exigencias de la vida prictica, dicen los escépticos. Pero no por otra rizén los académicos, a lo menos los {que siguen a Clitémaco, prefieren, a las otras, las repre- sentaciones que se armonizan mutuamente, Hay una di- ferencia, si se quiere, puesto que la eleccién impuesta por las condiciones de la accién va guiada en los académicos por una regla y queda al azar 0 al capricho de la costum- ‘bre en los escépticos; pero es preciso mucha buena volun- tad para ver en ello una distincién capital. ‘Mucho mas: el escepticismo, en su tiltimo periodo, éno ha hecho poco més o menos la misma cosa, cuando hha buscado en la experiencia, en la reproduccién constant te de las mismas series de fenémenos, un medio de pre- ‘ver su retomo? Esto no es la ciencia, si se quiere, pero es tuna especie de probabilidad. La asociacién de ideas, tal como la describe Sexto se asemeja muy de cerca al acuer- do de las ideas tal como lo define Carnéades. (4471 Puede, pues, decirse que Sexto, embarazado por el for malismo escéptico y buscando diferencias en los términos mismos de que se servian los académicos, defendié mal su causa. La diferencia entre las dos escuelas hay que bus- carla menos en las férmulas que en el espiritu que las ani= ‘ma, en sus tendencias, en sus métodos. IL, Entre los modemos, algunos historiadores no las consideran como muy alejadas una de otra. Bayle las con- Funde poco mds o menos; Zeller no esti lejos de hacer otro tanto. Sin embargo, el historiador inglés Maccoll” se pronuncia en un sentido muy diferente, y las razones que invoca valen la pena de ser examinadas Segin Maccoll, las dos sectas difieren por su origen, ppor su objeto, por su método. El pirronismo aparece en tuna época en que Grecia, extenuada por el gran esfuerzo dela conquista de Asia, exe agotada. El esprit griego de- lina al mismo tiempo que a las ciudades griegas les son arrebatadas sus libertades: es una época de misologia, y la filosofia de Pirrén es una filosofia de desesperacion. Muy dlstintas son las circunstancias en que aparece la Acade- mia nueva, cincuenta afios més tarde, intervalo considera- ble en un pueblo tal como los griegos. La potencia mate- ial de Atenas esté destruida, y su fuerza intelectual no ha sido jamas mayor. Ella es ef lugar de cita de todos los f- lésofos del mundo: Zenén es fenicio; Herilo viene de Cartago. Es entonces cuando se ve nacer y prosperar toda tuna floracién de sistemas cuya fuerza y éxito testifican la vitalidad del genio griego. El estoicismo y el epicureismo se lanzan a la persecucidn de la verdad, y no dudan de que se la pueda aleanzar. Este ardor mismo y esta confian- za es lo que les suscitan rivales: Arcesilao, sin gran convic~ cién quizé, se complace en contradecir a Zenén. El pitro- rnismo habia nacido en una época de depresién y de de- (448) bilitamiento; la Academia nueva nace de un aumento de actividad, de una especie de exuberancia del pensamien- to griego. Es tal la potencia del movimiento, que Caméa- der mismo no se contenta con negar y destruir. En cra época de renovacién, hay necesidad, a pesar de todo, de ccreencias: si se combate la ciencia tal como se la habia cconcebido hasta all, es para sustituirla con otra clase de afirmacién, més moderada y més modesta. Aun los acadé- micos mismos no son enemigos de la ciencia: la buscan y la esperan. Cicerén cree en su posibilidad, tanto como los estoicos Caton y Balbo. La finalidad de los pizrénicos es alcanzar el reposo, la ataraxia. En esa época, todos los fildsofos son uninimes en no ver en la filosofia sino un medio de llegar ala di- cha. Caméades no constituye excepcién; pero, cien afios después de la muerte de Zenén, tiene menos confianza en la virtud prictica de los sistemas. Ha visto sucesiva- mente todos lor fines que la actividad humana puede proponerse y todas las teorias conducir a consecuencias inadmisibles y no cumplir sus promesas. Por eso renun- cia a clegir entre todos esos fines: se mantiene a igual dis- tancia del ascetismo y de la fia inmovilidad del pirronis- mo. Es ésta una filosofia del justo medio, ¢s Ia filosofia del buen sentido, Los nuevos acaclémicos differen también de los pise6- aicos por su método. El pirronismo no advierte que se destruye a sf mismo. Nada mejor que atacar, como Enesi- demo, la causalidad y enumerar los ocho tropos de la cau- 52, 0, como Sexto, hacer pedazos a légica estoica. Pero atacar al mismo tiempo la teoria de Ia demostracién es anonadar uno mismo su obra y romper en su mano el ar- ima de que se sirve. Camnéades y Clitémaco no cometen ‘una falta semejante: se valen de la légica para destrair, pe- ro se guardan bien de destruir a logica. Es verdad que sta- [49] ‘can la dialéctica, insisten en los absurdos extremos a que conduce y la comparan a un pélipo que se devora a si mismo. Pero de parte de dialécticos tan eercitados tales ataques no podian ser muy serios: no se renuncia tan fi- cilmente aun arte en el cual se sobresale, En el fondo, quieren sustituira la ciencia de la realidad, reconocida ira. pporible, una ciencia enteramente formal, en la que la dia- lcticay la l6gica ocuparin el mayor lugar: ésa sera la sis- tematizacién 0 la coordinacién de los conceptos. Tal es el sentido, tal es el alcance del probabilismo. Se lo veria mis Claramente si las ideas de Caméades fuesen mejor conoc das, si sus negaciones no hubieran perjudicado mucho la parte positiva de su sistema. IIT. Hay, segsin nosotros, ideas muy justas-en esa pe- netrante ¢ ingeniosa comparacién. Es verdad, y creemos hhaberlo demostrado por razones puramente histéricas, due hay una diferencia de origen entre el escepticismo y Ia Academia nueva. Bl pirronismo tiene afinidades con la filosofla de Demécrito. La nueva Academia reconoce a Platon y a Sécrates como antecesores. Por caminos distin- tos, pirtOnicos y académicos llegaron al mismo punto, poco mis o menos como los cizenaicos por su parte, y Por tuna via que les es propia, van a dar a conclusiones andlo- gas. Las dos doctrinas son como dos rios que se retinen, eo cya agian espe del enenetr,pesmanecen, En efecto, de esta diferencia de origen resultan otras dos en el espiritu general de las dos escuelas y en Ia acti- td que adoptan frente a su enemigo comiin, el dogma- tismo. Ante todo, si hemos interpretado bien la filosofia de Pirrén, es por cansancio, por disgusto, por desdén ala dialéctica ya sus infinitas sutilezas por lo que lleg6 al re- nnunciamiento escéptico. Por el contratio, ¢s por el gusto [450 apasionado y el hébito inveterado de la disputa; es por lamer ala dialéctica por lo que los académicos se inclina- ron a combatir el dogmatismo. Las tradiciones de su es- ucla, autorizadas por los grandes nombres de Sécrates, de Platén y de Arist6teles, les imponian el deber de exa- ‘minar en cada cuestion el pro y el contra. A propésito de las doctrinas extinguidas, de las filosofias muertas, les era preciso llevar la contraria a todo lo que se habia afirma- do y descubrir el punto débil de toda opinién. Con cainta mayor razén no debian aplicar este método, cuando fenfan ante si una doctrina viva, que se arrojaba fala lucha con todo el ardor y la presuncion de la juven= ‘ud? Los nuevos académicos estaban por posicidn obliga- dos a combatir el estoicismo, aunque rivalidades perso- nnales y celos de condiscipulos no bubieran enconado el debate, ‘Mis tarde, con Enesidemo, el escepticismo, siguiendo aquizis el ejemplo de la Academia nueva, abus6, a su vez, de la dialéctica. Maccoll ha mostrado bien cémo los es- cépticos arruinan la dialéctica después de haberse servido de ella, mientras que los académicos, bien que hayan po- ido tener palabras duras para su ¢jercicio favorito, le cconservan en el fondo un cierto eatiio. Del origen platénico de la Academia nueva resulta también una particularidad que no nos parece se haya puesto de relieve. Lo que los académicos, diferentes en feo de los escépticos, atacan especialmente en los estoi- cos, es su sensualismo. Con esto se muestran como los vverdaderos herederos de Platén. No vamos a admitir con ‘San Agustin? que sus negaciones eran s6lo para ostenta- ‘cin y que se proponian ante todo combatir con sus pro- pias armas el materialismo reinante; que en el fondo eran idealistas convencidos, que esperaban tiempos mejores para dejar aparecera la luz su verdadera doctrina. Por se~ fast] ductora que semejante suposicién pueda parecer, se apo- ya en prucbas muy insuficientes; San Agustin es un testi {30 demasiado alejado para que uno pueda adherirse a ella, ¥ al mismo duds mucho de la hipstesis que insinia para que podamos creer en ella. Se comprenderia mal, ademés, tuna tal timidez de parte de esos infatigables disputadores. Por otra parte, Carnéades seria un singular representante del puro idealismo. Pero sin ir hasta atribuir alos acadé- ‘micos una doctrina oculta, es verdad que les causaba re- pugnancia el sensualismo estoico; lo combatieron con to- da su alma, La historia ha sido verdaderamente injusta con la Acs- demia nueva. El titulo de dogméticos con que se cubren los estoicos creé un prejuicio en su favor. Hla cerrado los ojos sobre las insuficiencias de su dogmatismo por la so- la razén de que tenjan, a los ojos de sus jueces, el mérito de ser dogmiticos. ¥ no se ha agradecido a los académi- cos las buenas razones que invocaban, porque se ponfan contra la razdn al atreverse con los dogméticos. Se les Ih ma discipulos degenerados de Platén. Hay que decitlo, sin embargo: Platon, si hubiese vivido, no hubiera visto cen forma favorable el estoicismo. Eze sensualismo le ha- bria recordado el de Protégoras; jamés hubiera admitido {que los sentidos puedan abrazar, comprender la verdade- 1a realidad; habria llamado a los estoicos, como a los ma- terialistas de su tiempo, “hijos de Cadmo", Digase lo que se dijere, Carnéades y Clitémaco estaban en la verdadera tradicién platénica cuando se levantaban con tanto vigor ‘conta las tesis de Crisipo. Eran atin fieles al espirtu de su. ‘escuela cuando, renunciando a aprehender la realidad ‘material, buscaban en el sujeto, en el acuerdo de las repre- entaciones, lo que puede conocerse de la verdad. Sécra- tes también burcaba en los conceptos la verdad que los sentidos no alcanzan; las Ideas de Platén, el acto de Aris (482) tteles no eran tampoco realidades materiales. Sin duda, pues no hay que exagerar nada, Carnéades y Clitémaco se alejaban mucho del dogmatismo idealista de sus maes- tros; pero se les parecian por lo menos, puesto que eran idealistas hasta en el escepticismo, Su doctrina es, a decir verdad, una protesta contra el sensualismo estaico. Por ahi, de nuevo, difiren notablemente de los escépticos. En su calidad de médicos, los escépticos del diltimo perio- do tienen una marcada inclinaci6n hacia el materialismo epictireo, y Sexto Empirico llega a hablar como un verda- dero epicireo. [Nos parece que Maccoll ha caracterizado con justeza, Ja Academia nueva cuando la llama una escuela de justo medio. Esta asercibn es exacta a la vez desde el punto de vista moral y desde el punto de vista légico. En moral, Caméades y Clitémaco se parecen a los es- cépticos cuando rechazan todas las teorias sobre el sobe~ ano bien, cuyas exageraciones observaron, y las creen in- capaces de cumplir sus promesas, Pero los eseépticos, a su vex, e2en en otf0 exceso que ya no podria satisfacer a los espisitus prudentes ¢ instruidos. Vivie segaa la costumbre, ala manera de los simples, vivi una vida instintiva y, en cierto modo, maquinal, dejarse llevar por los aconteci- ‘mientos y renunciar a ser dueio y arbitro de sus acciones, ces tuna extremidad a la cual los hombres inteligentes no podirian resolverse sino dificilmente. Entre esos dos exce- 05, los académicos adoptan un término medio. Sin duda, se seguir la naturaleza, se buscarén los bienes que ella re~ ‘comienda perseguir; pero en esta busqueda no se renun- iard a usar el buen sentido, a elegir. Se utilzard la inteli- sgencia, puesto que tambien se tiene una, ya falta de cer- teza se atenderi a la probabilidad. Si uno no se jacta de legar al bien absoluto, a la perfeccién en sf, quimeras que los dogméticas son los tinicos en perseguir, por lo menos [453] se garantizaré mis, Uno se aregla de manera que pase cémodamente la vida, sacando el mejor partido posible de los medios de que se dispone. Con seguridad, ésta no es una moral muy elevada; al como es, esulta superior a la triste indiferencia de los escépticos; en todo caso, es distinta, Desde el punto de vista légico también, la doctrina de la nueva Academia es un justo medio. De acuerdo con todos los fildsofos de su tempo, rechaza el dogma: tismo idealsta de Platén y de Aristbteles. De acuerdo con los escépticos, rechaza el dogmatismo sensualista de los estoicos. Pero mientras que los excépticos, arojindo- seala extemidad opuesta se atenen 2 as solas aparien- as, Caméades y sus dseipulos adoptan un temino me- dio: la probabildad. Esta no es la ciencia, en lo cual con- vienen: pero no es tampoco la simple suspensi6n del jui- cio. Es una especie de equivalente, una aproximacién a Ia ciencia: a falta de la ciencia objtiva ela ciencia sub- jetiva, Es admisible pensar con Maccoll que un hombre co- mo Caméades habla rellexionado mucho sobre este pun- to. Nada seria mas interesante para nosotros que saber de «qué mancra justificaba esta situacin intermedia y lo que entendia cxactamente por probabilidad. Desgraciada- mente, la pensiria de nuestros informes nos reduce acon jenuras ‘lay que creer, con Maccoll, que esa especie de cien- cia se reducia a una combinacién, a un sistema de con- ceptos, a un conocimiento puramente formal y que la ‘obra del espirita humano debia consist solamente, e- sin Carnéades, en clasifcar sus ideas segin el mejor or den posible, sin preocuparse de saber si comesponden ala realidad? Es posible, en rigor, que esta interpretaciOn sea exact; en este caso, no sera sino um setomo alas concep- [4st] ciones de Sécrates, cuya filosofia ha sido tan justamente llamada la filosofia de los conceptos. Sin embargo, nada de Jo que conocemos justifiea esta hipotesis. Hasta don- de puede juzgarse por los restimenes bastante extensos {que Sexto nos ha conservado de las doctrinas de Carnéa- des, este fildsofo se preocupaba menos de los conceptos ¥ del orden abstracto segrin el cual se les puede disponer que del acuerdo mutuo de las representaciones o sensa ciones actuales, de acuerdo con las cuales debemos guiar nos en la vida; se trata, por ejemplo, de distinguir una ccuerda de una serpiente, un fantasma de una realidad. El fildsofo se coloca en un punto de vista utiitario y pricti: co, La mis importante en las ideas es la manera de servir se de ellas. Asi interpretada, esta flosofia es menos plat rica, pero esti més cerca del estoicismo y del epicureis ‘mo: es mis de su tiempo. ‘Una consecuencia poco advertida del esfuerzo de Car néades para encontrar un término medio entze el dogma- tismo y el escepticiemo es que debia atribuir més impor- tancia al estudio del sujeto. Los escépticos habjan acaba- do por ser sabre todo dialécticos; los nuevos académicos son también psicdlogos. La teoria de la asociacién de ideas desde un punto de vista puramente psicol6gico, el estudio atento de los casos en que una representacién ar- ‘moniza con las demés, exigian tna reflexi6n sobre sf mis- ‘mo, anilisis y observaciones, cuyos equivalentes no en- ‘contramos en ningiin otro sistema de filosofis antigua. Es la primera vez, quizé, que se descubre un ensayo de and- lisis del entendimiento. Probablemente a consecuencia de los mismos est dios, Caméades y los académicos se vieron Ilevados 2 fexaminar la cuesti6n del libre arbitrio y a combatir el de- terminismo estoico. Tenemos, desgraciadamente, muy pocos informes sabre la manera como los nuevos acadé- [4551 micos resolvian esta cuestién, interesante entre todas, Debe notarse, 2 lo menos, que los escépticos no se preo- cupan de ella. Parecen admitir, es cierto, con casi todos sus contemporineos, que nuestzo asentimiento Una re- presentacién cualquiera depende de nosotros; pero en inguna parte en las tres grandes obras de Sexto, la cues- tin se discute por si misma, como indudablemente la discute Carnéades. En resumen, el pitronismo y la nueva Academia tie- znen una gran semejanza, puesto que uno ¥ otro comba- ten el dogmatismo y, por la fuerza de las cosas, tienden a cemplear los mismos argumentos. Pero las dos escuela di- igen la misma campaila de dos maneras diferentes, y la hhistoria no debe confundirlas. El pirronismo aspira a arruinar toda demostracién y toda dialéctica. La Acade- ‘mia nueva vive de demostracién y de dialéctica. El pitro- nismo es una doctrina radical: es el puro fenomenismo en lgica y la abstencién y el renunciamiento en moral. La ‘Academia nueva es una docttina de justo medio: reempla- za la ciencia por una especie de equivalente; da en moral ppreceptos de conducta y asigna una finalidad a la vida hu ‘mana. En fin, los nuevos académicos son psicdlogos: tie nen, sino la idea, por lo menos el presentimiento de que Ia filosofia debe comenzar por un andlisis del entendi- siento humano, Es siempre peligroso comparar las doctrinas antiguas con las modernas; muchas razones se oponen a que ta- les asimilaciones puedan jamés ser enteramente exactas, y.de ordinario tiene mis inconvenientes que ventajas. in embargo, si se quiere de todos modos hacer una ‘comparacién, podria decirse que el escepticismo, por su isposicidn a derivarlo todo de la experiencia, por su se- ‘reta connivencia con el sensualismo epictireo, se pare- [456] ‘ce mas al fenomenismo modemo: Enesidemo y sobre todo Sexto Empirico hacen pensar, en ciertos respectos, en David Hume. Caméades, por su disposicién a inte- rogar al espiritu mismo, a reflexionar sobre los datos y ls condiciones del condcimiento human, ofrece més analogia con Kant. Pero no insistamos en estas compa- raciones. Es muy claro que Caméades no tiene ni la se- iedad moral ni la alta elevacién de espfritu de un Kant: difiere del ilésofo de Koenigsberg mucho més de lo que se le asemeja. Enesidemo, por su parte, difiere en mu- chas maneras de David Hume: sin hablar siquiera del sistema de metafisica con el cual parece haber coronado su escepticismo, su manera de argumentar y su dialécti- ca abstracta no recuerdan en nada los finos andlisis del filésofo escocés. Pero si es temerario hacer un paralelo entre los hom- bres, no Jo es igualmente en cuanto a las doctrinas. Por- que éstas son menos personales y no dependen, en lo que tienen de esencial, del cardcter particular de sus autores, y entre las circunstancias que han dirigido el curso de sus pensamientos puede haber notables semejanzas. Asi, po- dria decisse que las teorias de Enesidemo y de Sexto ha- cen presenti las doctrinas modemnas segin las cuales el espiritu sélo conoce fendmenos y sus leyes empiricas. Los nuevos académicos, que buscan un término medio entre el dogmatismo, idealista 0 sensualista, y el puro pirronis- ‘mo intentaron una empresa andloga a la que Kant ha rea lizado. En timo anilisis, entre el pirronismo y le Acade- mia nueva hay poco més o menos la misma diferencia que entze el positivismo fenomenista de nuestro tiempo y el criticismo kantiano, [457] Notas > No pademes prokibimoe pensar qe Sie (p71) tr un poco en linen hecha por Ensdemsy queda te lef a aj par {No ccemos tnpace ue hays matte par dings laces Us loe excise el sent de quar pines habin nado tambien los fndmenosinteron Lo que negban, de sued com los dpa, [fault de conoce I feaied absolut, Tempco nelen le ender ittemon porg er shi donde eneeetnn lw gador del rotted tlerdn 9 l seer de nr repreretaciones,pinipioeneamene bic ‘erp qu esi de ilo conductor 2 i raphe cer rom, Mp. 18,3 a 1 To Gat Septic, London and Cavs, 106, Macailn, p.9, 19. 8 Ves sia 1 [458] Conclusién, La célebre formula, tan a menudo repetida desde Ro- yer-Collard: "No se le da al escepticismo su parte, pues ‘desde que ha penetrado en el entendimiento lo invade to- do entero", es quizis el mas hermoso elogio que jamais se hhaya hecho del escepticismo, Pareceria, de tomatla al pie de la letra, que la razén estuviese desarmada en present de los razonamientos de los escépticos, que estuviese ven- ida de antemano si acepta la lucha. Lo mejor seria cerrar los ojos y taparse los ofdos, como se hace para escapar a seducciones irresistibles. Un poco més todavia: se prohi- Ditia alos flésofos ocuparse de esas cuestiones, como se prohibe a los nifios jugar con fuego. Es indeil advertir ‘cuin contrario seria al espiritu filos6fico un temor seme- jante, suponiéndolo fandado; pero es, por lo menos, muy cexagerado. Ni el escepticismo merece ese honor, ni la ra- z6n ese exceso de indignidad. La formula de Royer Collard, si filoséficamente care- ce de valor, expresa bastante bien, sin embargo, el estado ide muchos espiritus, por otra parte excelentes, con respec: toa los que se aventuran a discutir el escepticismo sine ina etstudio, Si damos al escepticismo su parte, o aun tna par- te cualquiera, en seguida se nos acusa de pactar con el [459) cenemigo. Se es sospechoso desde que se patlamenta con i; la menor concesi6n reviste, alos ojos de personas muy temerosas, las proporciones de una traicién. EL temor de parecer cémplice no nos detendré mis ue el miedo de quedar reducidos a cautiverio. Sin que- rer dejamos invadir, sin consentie tampoco en dejamos alistar en la buena sociedad de los pirrénicos, osaremos cexaminar las tesisescépticas con toda libertad de espiritu, intentaremos separar en ellas lo importante y lo endeble, darle razén cuando nos parezea que Ia razén esté con cllas, condenarlas cuando se nos pricbe que se han equi- vocado. Intentaremos cumplir esta tarea sin pasion —puet aqué cosa mis indtil?—, sin debilidad también y sin com- placencia para las doctrinas que hemos estudiado duran- te mucho tiempo, pues équé cosa mas rdicula, en Ia épo- even que estamos, que una apologia del escepticismo? Si como es de temer, no tenemos éxito, Ia dificultad de la empresa seré nuestra excusa. Si no fracasamos completa mente, es que, visto de cerca, el monstruo es menos tem ble de lo que parece; se veri que no habia necesidad de tun Edipo para resolver los problemas de esta esfinge. En- ‘ramos en un laberinto, pero no hay Minotauro, 1, Considerada en su conjunto y separada de la multi- tud infinita de detalles en los cuales muy a menudo se complacié y extravié, la argumentacién escéptica puede reducirse a tres capitulos principales: 1° Recusa el conoc miento directo o intuitivo de la realidad. Considera la in- tuicién sensible (pues nadie habla ya de la intuicién inte- Jectual en la época en que se constituyé el escepticismo) sadicalmente impotente. 2° Recusa el conocimiento indirect de la realidad, sea por el razonamiento propiamente dicho, sea por el principio de causalidad. Ateniéndose, no yaa la experien- [460] cia vulgar, sino a Ia ciencia tal como la definen los filéso- fos, se esfuerza en demostrar que esta ciencia es imp ble. 3° En fin, colocindose en un punto dé vista aun més general, considerando, no ya la experiencia o la ciencia, sino la idea misma de la verdad tal como todo el mundo Ia coneibe, ella quiere mostrar que esta idea no posee ob- jeto, Por definici6n, la verdad serfa lo que se impone al piritu; ahora bien, nada, ni de hecho ni de derecho, se im- pone al espirita, ‘A pesar de sus habitos de orden y de precisién, los cescépticos no han distinguido siempre las fases de sts ar- gumentacién tan netamente como lo hacemos aqui; Sexto las mezcla constantemente. Pero, histéricamente, estas tres fases se han desarrollado en el mismo orden que indicamos. Los diez tropos, reunides por Eneside~ mo, conocidos antes de él, y los argumentos més sutiles de Carnéades, condenan Ia experiencia: es un andlisis psicolégico. Después Enesidemo demuestra dialéctica- mente a imposibilidad de la ciencia. En fin, los cinco tzopos de Agripa sirven para establecer Idgicamente que ninguna verdad nos es accesible. ‘Asi trabados, estos tres argumentos forman induda- bblemente a requisitoria mis temible que se haya jamds di- Figido contra la razén humana. Cul es el valor de cada uno de ellos? Sobre el primer punto, para establecer que no alcan- zamos directamente la realidad, la principal razén de los ceseépticos, aquella de la que tanto han abusado, es el tro- po del desacuerdo, la célebre prueba sacada de la contra- diccién de las opiniones humanas. Este mediocre lugar comtin no habria tenido tan brillante fortuna si a menu- do sus adversarios no lo hubiesen fortificado por su ma- (461) nera de combatirlo. Casi siempre pierden su tiempo en discutir paso a paso la cuestién de hecho, en paliar las contradicciones, en buscar un acuerdo entre opiniones ‘opuestas: esto es correra un fracaso seguro. Flay que dic- tar condena contra la cuestién de hecho. En el razona- miento es donde el escepticismo muestra toda su debili- dad, Es claro, en efecto, que del desacuerdo de opiniones ¥ de sistemas no podré concluirse legitimamente la impo- bilidad, para el espisitu humano, de aleanzar la verdad sino con Una condicién: que ese desacuerdo sélo pueda explicarse si no hay verdad o si nos resulta inaccesible Ahors bien, se lo puede explicar de otra manera. Puede pproceder y procede, en efecto, no de que todos los hom- bres no pueden conocer la verdad, sino de que [a buscan ‘mal; tiene por origen un defecto de método. éSe objeta ue no es verosimil que durante tantos sighos el espiritu humano, vido de verdad, haya errado el camino, si era capaz_ de encontrar la buena ruta? Esto es, ante todo, cambiar la tesis, porque, puesto que se razona, no es de ‘verosimilitud de lo que se trata. Pero sobre todo, que sea ‘veros{mil 0 no, es posible que después de largas investi- gaciones el espiritu humano no haya encontrado el ver~ dadero método y es posible que lo encuentre més tarde. Si hubiese aiin en nuestros dias escépticos, el advenimien- to del método experimental y los progresos de las ciencias les cerrarfan definitivamente la boca. Es muy claro que un largo extravio no prueba nada conta la posibilidad de en- contrar el camino: el desacuerdo pasado o presente no prueba nada contra el acuerdo posible en el porvenir; y, en realidad, vemos que este acuerdo se realiza poco a po- co en las ciencias. En fin, un andlisis psicolégico muy simple nos muestra que las ereencias de lor hombres, aun_ de los mis sabios y los mas grandes, dependen en gran parte de sus sentimientos y de sus pasiones. Siendo asf, 4a] écémo imputara la imperfecci6n de su inteligencia lo que puede ser el resultado de sus pasiones, esencialmente pa- sajeras y variables? ‘Tomado en si mismo, el argumento Verdad de este lado de ls Pirineas, error més allé, no tiene, pues, valor. Seduce ‘a mitcha gente por su simplicided y por los desarrollos in- terminables que permite; pero, en el fondo, sélo sirve pa- ra divertr a los papanatas. Convengamos, sin embargo, en que la refatacion que acabamos de bosquejar implica el abandono de la tesis de la intuicién directa. Resultaria ‘muy dificil explicar las contradicciones humanas si se re- presentate al espiritu humano como un espejo que refle- ja las cosas. Los escépticos estaban, después de todo, en su derecho al invocar este argumento contra los partida- Fios de la intuicién, Con los aueve tropos, principalmente, demostraron, cl caricter relativa del conocimiento sensibie. Aqui es im- posible poner en duda que hayan tenido raz6n, Desde Parménides y Demacrito hasta Descartes y Kant ¢s un Iu- gar comtin entre los filésofos que los sentidos no nos ha- ‘cen conocer la realidad tal como es. Hay muy pocas per- sonas hoy que no consideren las sensaciones como signos ‘correspondientes, es verdad, a ciertasrealidades, pero que ‘se parecen tan poco a esas realidades como las palabras a las cosas que designan. Reid mismo lo admitia. Por tanto, Puede darse este punto como admitido. Es verdad, pues hay que guardarse de exagerar el mé& sito de los escépticos, que la psicologla modema se rehti- sia admitir que los sentidos nos engafian. Confirmando To que Aristteles y Epicuro habian ya dicho, ha estable- ‘ido que, tomados en si mismos y desprendidos de todo lo que el espirtu agrega a ellos para interpretarlos, los da tos de los sentidos no son jamés falsos. Pero no son tam- poco verdaderos; pues Zque significacién podria tener esa [46] palabra desde el instante que se renuncia a considerar las sensaciones como copias fieles de la realidad? como el error, reside tinicamente-en las com! ‘a comprendieron lox escépica. Sus ansls, salvo €l de Carnéades, que se aproximé mucho a la verdad, son in- completos y superfciales. Pero, para juzgarlos con equi- dad, hay que acordarse de Ia tesis que querian combat. éQué creia el sentido comtin y con él la mayor parte de los fildsofos? Que los sentidos, ya siempre, ya en ciertos casos, nos representan exactamente las cosas tales como son, sta era particularmente la tesis de los estoicos. Los escépticos estaban ciertamente en la verdad al probarles ‘que se equivocaban. Hay muchos sofismas entre los argumentos que los ex ccépticos dirigieron contra el razonamiento o la teoria de la prueba; pero hay que descuidar aqui los detalles para no ver sino lo esencial. Ahora bien, Zel razonamiento, to- ‘mado en si mismo, nos permitiriaalcanzar la realidad? Lo propio del razonamiento es establecer «priori un vinculo de necesidad entre los términos que une, y esta necesidad se reduce a la identidad; como decimos hoy, el razona- miento es esencialmente analitico, En otros términos, ya ‘que Ia conclusién no hace sino repetirlo que esté ya con- tenido en las premisas, el razonamiento no nos ensefia nada por si mismo. Es initil insistir en este punto, cien ‘veces puesto en evidencia, Estrictamente hablando, si se quiere permanecer fiel al principio de identidad, el razonamiento es imposible. ‘De una cosa o de un término no puede sacatse sino esa ‘cosa o ese término. Siendo asi, hay que elegir: o renunciar 2 la aplicacién rigurosa del principio de identidad, por ‘consiguiente, al razonamiento, pues se afirmarin entre las [464] ‘cosas relaciones comprobadas racionalmente o empiri mente, pero no demostradas; Ia verdad estar en las pre- ‘sas, no en el razonamiento; 0 atenerse estrictamente al principio de identidad, y entonces el espiritu queda ence- rrado en cada definicién y prisionero de sus ideas; todos los elementos del pensamiento estin aislados unos de otros, son reffactarios a toda combinacién, materiales intiles de una ciencia que no se hari jamis. A decir verdad, este argumento no pertenece propia~ mente a los escépticos. Los eleatas, los sofistas, los meg’ ricos se sirvieron de él antes que ellos; pero la antigie- dad de tn argumento no quita nada a su valor. Plst6n misma se habia impresionado vivamente con él; proba- Dlemente para resolver esa dificultad escribié el Parméni- desy el Sofsta. Fabia visto que proclamar el valor abso- Ito y sin reservas del principio de identidad es tornar imposible la ciencia; por eso admitia la paricipacién de las ideas, es decir, la unién, comprobada como ley pri- mordial e irreductible, pero no deducida ni justificada analiticamente, de ideas 0 de cosas diferentes unas de otras, identificadas, sin embargo, bajo ciertas relaciones. Pero iquél Declarar que cosas diferentes, el sujeto y el atributo de un juicio, por ejemplo, no forman sino unas {que una cosa es la misma que otra; que esa cosa no es lo {que es, puesto que al mismo tiempo es otra, éno es ho- Ilar la ley suprema del pensamiento? Platén tavo plena conciencia del escindalo légico al cual se veia conduci- do; con la decision de los grandes espiritus, tomé su par- tido y, por la formula de que se sirvi6, tava cuidado en recalcar, en poner en evidencia el atrevimiento de st doctrina. “Para defendemos, hay que someter a pruca la palabra de nuestro padre Parménides y probar que el oser es en cleo respettos que por su pan, bajo [465] ‘Al mismo tiempo que resolvia a su manera la dificul- tad, Platén hacia justicia a la objecién. Los escépticos ol- vvidaron 0 no comprendieron la respuesta; retuvieron la objecién. Estaban en su derecho, desde el punto de vista de la dialéctica, frente a adversarios que no admitian tam- poco la solucidn platénica. Hay que convenir con ellos en que el razonamiento puro, Ia deduccién enteramente sola no bastan para fundar la ciencia. Se necesitan otros principios que el principio de identidad, principios sinté ticos, como lo ha mostrado Kant, es decir, datos prima ros, que te aceptan sin hacerlor derivar de un principio superior, sin deducirlos. Los escépticos no habrian conce- dido que existen tales principios; pero vieron bien la in- suficiencia del principio de identidad y habrian podido invocar en su favor el testimonio de Platén. A falta de la demostraci6n, dla ciencia alcanza la ver- dad por la investigacidn y el descubrimiento de las cau- ‘as? En nuestros dias se confunde a menudo esta manera de proceder con la precedente, y vemos a cada instante dar el nombre de demostracién a razonamientos en los cuales el principio de identidad desempeta el principal papel. Los escépticos las distinguian, y tenian raz6n. Flra- Zonamiento propiamente dicho s6lo establece identida- des; en cada uno de los grados que recorre, sabemos, comprendemos que los términos que se sustituyen unos 2 otras son idénticos o equivalentes. Pero, cuando se ha- bla de causa y de efecto, el vinculo que une los términos es muy diferente; la causa no podria concebirse como iddéntica al efecto. Entre dos cosas puestas y mantenidas como distintas, se afirma una relaci6n sui generis; se con- cibe en la primera una fuerza, una energia que suscita y| lleva a la existencia a a segunda Por consiguiente, puede comprobarse que una causa produce un efecto; pero no [466 podria preverse el efecto en la causa; no se podria dedu- Girlo de ella. Sin embargo, como esa accién transitiva de la causa esti representada como necesaria, sucede fre- ccuentemente que se la confunde con la relacién de iden- tidad, necesaria, también, aunque de manera muy dife- rente. Se razona sobre la causa para deducir de ella los cfectos, como sobre una definicién para deducir de ella las consécuencias; no se pone atencién en que, si esos cfectos no fuesen conocidos de antemano por otzos me-

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