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ESTA a eee) Teo aS ST Foor ie Se Lc) TOC ad PT eea Coie Ur Tem occn nC C Ts ene ers cae TeSOIeRe Sent Omen Teemu cy ee ene cc taro Os Pcreerc emi mcr aera eS eystn Tome Porn conn na (Oar: nee ea pecan Mite me rN oR com POET meets sitet Wee eer ac OU Ty Peon roca o eeec oe Peete San Cpe es Tenn emo te ceca Coron eee Oma ter de ciertos problemas. Los cinco PC IMCD PUR ee eaters Tee mar omen Con TUtetry Reena ect Toe Oe me CO rege TET Te cor CORO meat Tem Mera nuestros tiempos. Los tres ca- tems Cnr eee ttc eta eam oem SRS Te TON Term een Re RCS eRe Tm co NaC Mose ec realidad y con el sujeto hablan= Reena Pen OMIM Sue rere ee Hierro S. Pescador eee tC Filosofia del Lenguaje Alianza Universidad Textos Sea ee T en eo NCE mrs tan Oy Pte ce re mentee Rone re cis SCM rere locay ce od oe) Ormco Cen mc) Ret OMe eT ct ome Pec roo eri Pe Steen Sea se y el lenguaje, tema en el que el pensamiento dialéetico ha he- CO omer Soom con ron ry PTO Mom rate (a: erty Cera RR TSR Tce recat etree onc ere mais conyenientes para una am- Pina Mees ean oR aed temas discutidos en el mismo. Alianza Universidad Textos Cen Ror LPC L aes PO ere Oe tM SORE et Compilacién e introduccién de Luis Toharia eee sR EY ren con er urattean nag Sooty etm st a Compilacién de Alvaro Marchesi, Mario Carretero y Jestis Palacios Sonera PSone Macc CMT Compilacién de Jestis Palacios, Alvaro Marchesi y Mario Carretero PSOE Chee Macs eee en eRe eRe OCR Te Rae oa) Genética de la conducta Pecan een Si CRAM aa eel Relaciones monetarias internacionales Parola) re aa el POSE eee ed Pee ona Peon ae del Estructura y desarrol Perot ct em TCC Se AES ecu mero Geomorfole Eircmenttry eee EMER Euro coc Re Ue eT or ccd re ee Mec Orem ours RM CeCe row. ears aettced PO ea ERC E NR Ms tocr gem ce eT Los origenes del Estado y de la ci PTC ae a Lod BERS oar EM COO tan BO aces co 85 Economia del trabajo y los salarios Daniel S. Hamermesh y Albert Rees 86 Derecho constitucional comparado Manuel Garcia Pelayo José Hierro S. Pescador Principios de Filosofia del Lenguaje Alianza Editorial Alianza Universidad Textos Principios de Filosofia del Lenguaje Presentacién ... ... Cap. 1. Cap. 2. Cap. 3. Cap. 4 Filosoffa del lenguaje: esbozo de justificacién ... ... ... 1,1. La filosoffa, 9—1.2. La filosoffa del lenguaje, 14—1.3. Las clencias del Lenguaje, 17.—Lecturas, 20. Signos, signos, signos ... ... 2.1, Definici6n y clasificaciones, 232.2, Elementos, 30,—2.3. Nue- va clasificacién, 31.—2.4, El lenguaje, 36—2.5. La semistica, 39— Apéndice. La teorfa de los signos de Occam, 40.—Lecturas, 47. ¢De lo abstracto a lo concreto o de lo concreto 2 lo abs- tracto? ... . 3.1. Lenguaje, lengua y habla, 48—3.2. Sistema y norma, 52— 3.3. Competencia y actuacidn 54.—3.4. La creatividad del lenguaje, 61.355, Recapitulacién terminolégica, 65.—Lecturas, 66. Ars grammatica ... ... 4.1. La definicién del lenguaje, 67—4.2. Los universales lingiiisti- cos, 72.—4.3.La gramética como sistema generador, 79—4.4. El modelo chomskiano de gtamatica transformacional, 87.4.5. Des- arrollos posteriores de la gramatica transformacional, 114—46. Ca racter{sticas formales y universalidad de la gramética. 122—4.7, Jus- tificacién de una gramdtica, 131.—Lecturas, 134. 7 23 48 67 8 Indice Cap. 5. Ideas nonnatas 2 eo es ees ee os 5.1. La teorfa chomskiana sobre la adquisicién del lenguaje, 136— 5.2. Las criticas a la teoria de Chomsky, 139.—5.3. El conocimiento del ienguaje, 145.54. Lenguaje y conocimiento, 149.—5.5. Biolo- gia y lenguaje, 156—5.6. ¢Es especfficamente humana la facultad Gel lenguajer, 1395.7. La tesis de la relatividad lingtlistica, 168.— Lecturas, 171. Cap. 6, A la busca del lenguaje perfecto... .. 6.1, Preémbulo, 1736.2, Connotacién y denotacién, 174.—6.3. Sen- tido y referencia, 177—64. El atomismo légico, 189.—6.5. Hechos y ptoposiciones, 196.—6.6. Denotacidn y descripciones, 2016.7. Al- unos inconvenientes de la doctrina de Russell, 208.—6.8, El len- guaje como representacién figurativa en Wittgenstein, 2136.9. Teo- fa de la proposicién, 2216.10. La estructura de Ia'realidad, 229. 6.11. De lo que puede hablarse, 240—6.12, Balance del Tractatus, 253.—Lectras, 264. Cap. 7. Los abusos del uso ... .. mee ax 7.1. Prolegémeno, 268—7.2. Significado y uso en el segundo Witt- genstein, 272—7.3. La critica de los lenguajes privados, 286— 7.4, La Filosofia como desctipcién de los usos lingiifsticos, 296. — 75. La herencia de Wittgenstein, 3027.6. Cémo hacer cosas con las palabras, 311.—7.7. Actos de habla, 320. Tipos de discur- 30, 3297.9. Una teorfa pragmética del significado, 340—7.10. La Implicaciin prngmtticn 7 In implicacién contertdl, 349—Lectures, Cap. 8. Desde un punto de vista légico 8.1. La teotia verificacionista del significado en Carnap, 3608.2. El modo material y el modo formal, 371.—8.3. De Ia sintaxis I6gica a la scméntica formal: el concepto seméntico de la verdad, 377— 4, Extensién e intensién: ontologia y semantica, 386—8.5. La teo- ia del significado en Quine y la ctftica al concepto de analitici- dad, 401.86. La indeterminacidn de la traduccién radical, 411 — 8.7. La regimentacién I6gica del lenguaje y el criterio de compro- miso éntico, 416—8.8. Critica a Quine y defensa de la analitici- dad, 429.—8.9. Significado y verdad, 436.—8.10. El significado como funcién, 441—8.11. Una teoria de los nombres propios, 446— Lecturas, 456 Epflogo. Hacia una teorfa unitaria del significado ... . Apéndice. Ideologia y lenguaje .. Bibliogratia ... Indice analitico ... .. 136 173 268 360 458 470 478 494 Este libro aspira a ofrecer al lector una visin general y sistematica de tun campo teérico que, poseyendo gran actualidad, se halla todavia escasa- mente otdenado y resulta dificilmente abarcable, Aunque en los tltimos aios han venido apareciendo algunas obras generales sobre esta materia, que sin duda han de contribuir a familiarizar al lector interesado con los problemas que la filosofia se plantea hoy acerca del lenguaje, no podia de- jar de hacer mi aportacién a esa tarea, La justificacién principal es mi dedi- cacién habitual durante los viltimos quince afios a la ensefianza de esta dis- ciplina. He venido ensenando Filosofia del Lenguaje, primero en la Uni- versidad Auténoma de Madrid, luego en la Universidad Complutense, y actualmente de nuevo en la Universidad Auténoma. Con la experiencia que dan estos afios de docencia, con las sugerencias, aportaciones y ctiticas de mis alumnos de sucesivas promociones, y, en fin, con ampliaciones que son producto de lecturas siempre renovadas, ofrezco aqui el contenido bisico de mi curso. Con ello aspiro a suministrar un instrumento que facilite el trabajo y que dé la informacién basica necesaria para poder entender las obras de cardcter monogréfico y proseguir con un estudio mas profundo y creativo A estos efectos, espero que cualquier lector algo familiarizado con la filo- sofia y con la ldgica pueda servirse con utilidad de esta obra para orientarse en este complejo campo. Todo ello no me ha impedido en absoluto orientar mis explicaciones de acuerdo con mis personales convicciones en materia filos6fica, pero estoy seguro de que el lector sabrd siempre obtener del libro la informacién que necesite sin sentirse obligado a compartir mis juicios criticos. Esta obra aparecié originariamente en dos volimenes separados, aun cuando el propésito era unirlos en uno, como ahora se ha hecho. El pri- mer volumen contenia los capitulos 1 a 5, bajo el titulo «Teorfa de los li Presentacién Signos, Teorfa de la Gramética, Epistemologia del lenguaje», y aparecié en 1980. El volumen segundo incluia los capftulos 6 a 8, junto con el epilogo y el apéndice, bajo el titulo «Teoria del significado», y salié en 1982. Ahora aparecen los ocho capitulos juntos, pero el lector, claro estd, notaré diferencias de enfoque entre unos y otros. Los cinco primeros capi tulos tratan ciertos temas de semidtica, de lingiistica, y de epistemologia del lenguaje que constituyen, a mi entender, el prolegdmeno necesario para cualquier tratamiento filoséfico del Jenguaje a la altura de nuestros tiem- pos. Los tres capftulos restantes desarrollan la teorfa filoséfica del signifi- cado, lo que involucra, como se verd en su momento, el problema de las relaciones que tiene el lenguaje con la légica, con la realidad y con el su- jeto hablante. Se trata de estos temas siguiendo un orden que ¢s con prefe- rencia histérico, aunque al tiempo se intenta resaltar los rasgos de cardcter sistematico. En el epilogo, articulo entre si de manera abreviada los con- ceptos que me parecen bésicos para una teoria completa y unitaria del sig- nificado. El apéndice, por timo, estudia el problema de las relaciones entze la ideologia y el lenguaje, tema en el que el pensamiento diaiéctico ha he- cho su mejor aportacién a la filosofia del lenguaje. Huelga afiadir que esta obra tiene un débito muy considerable para con un gran nimero de alumnos de distintas promociones, en discusiéa con los cuales se han ido conformando mis ideas. Dar aqui los nombres seria tedio- so para el lector, y a la postze injusto para los que mi infiel memoria pasara por alto. Unicamente nombraré a algunas personas que, siendo actualmente colegas mios (y algunos de ellos, antiguos alumnos) han mantenido con- migo continuada relacién, y han estado mas estrechamente vinculados a la redaccién de este libro. Con Daniel Quesada, de la Universidad de Bazce- Jona, he tenido muy esclarecedoras conversaciones sobre teoria lingiifstica, ala vez que reciba de él muy notable ayuda bibliogréfica. Juan José Acero, de la Universidad de Granada, ademds de enviarme reguiarmente sus tra- bajos, ha prestado inmerecida atencidn a los mfos; otro tanto puedo decir de Eduardo Bustos, de la Universidad Nacional de Educacién a Distancia. Mi actual colaborador, y gran amigo, Anastasio Alemén, ha discutido con- migo muchos de los prolemas que aqui se estudian, obligindome a extremar el rigor; algo semejante puedo decir de mi antiguo colaborador, Jaime Sa- rabia, y de mi alumno Jorge Rodriguez Marqueze. En fin, la confeccién del indice analitico la realizaron en su momento dos antiguos alumnos, Manuel Casal y Alfonso Bravo. Por tltimo, debo la correccién de pruebas de lo que fue el segundo volumen de esta obra, a mi hermano Liborio Hierro y a mis antiguos alumnos Alfonso Bravo, José Luis Colomer y Eusebio Fer- néndez. En cuanto al estilo del libro, el lector notaré lo que sigue. He procu- rado evitar las notas, tanto que sélo he recurrido a ellas para algunas adi- ciones de tiltima hora, Por esta raz6n, las referencias bibliogréficas apare- cen dentro del texto entre paréntesis. No creo que esto resulte més mo- lesto, distrayente 0 tedioso que consignarlas a pie de pagina o al final de capitulo. Lo realmente tedioso son las referencias bibliogrdficas, vayan Presentacién iti donde vayan, pero en una obra de esta indole son inevitables. Aunque casi todas las obras citadas las he consultado en su edicién original, siempre que existia traduccién castellana he hecho referencia a ésta, a fin de hacer notar al lector la existencia de dicha traduccién. Tanto para originales como para traducciones, los datos de edicién se encontrardn en la bibliografia final. A cada capitulo sigue un apéndice de lecturas, donde sugiero las mas con: venientes para una ampliacién 0 complemento de los temas discutidos en el capitulo, Por tratarse de un primer nivel de ampliacién, me he limitado, con muy pocas excepciones, a obras en castellano, de las que, por otra parte, contamos ya con una bibliograffa bastante amplia sobre estos temas. EL AvuTOR Madrid, septiembre de 1985. Las palabras pueden matar todo, incluso el amor. (Lawrence Dunneit, Justine.) 1.1 La filosofia La filosofia es la forma més general y abstracta de la teorfa, Como tal, incluye dentro de si todo tipo de objeto o de problema siempre y cuando se considere el objeto o se plantee el problema en funcién de sus conexiones totales, y en una perspectiva que alcance més allé de las limi- taciones particulares de una metodologia especifica. Por ello, Ia filosofia incluira no sélo todos los tipos de objetos y de problemas, sino que tam- bién aspirard a dar razén de perspectivas concretas sobre esos objetos 0 problemas, perspectivas tales como la cientifica, la religiosa, Ja artistica, etc. En wltima instancia, la filosofia aspira a formular las condiciones mas gene- rales de toda teorfa y de su articulacién con la praxis, dando razén, final- mente, de si misma. La filosofia es la tinica forma de teorla que se auto- justifica (Heidegger) 0 se autoelimina (Wittgenstein) Como toda forma de teoria, la filosofia es historica, y lo es en grado extremo a causa de su generalidad. Todos los cambios en el pensamiento, tales como la sucesiva constitucién de los saberes Ilamados cientificos, el desarrollo de Ia técnica, el descubrimiento de las relaciones entre pensa- miento e interés de clase, la pérdida de vigencia de la religién, etc., han tenido repercusiones en la estructura y en el contenido de la teoria filo- s6fica, y en otros casos han sido, en variable medida, consecuencia de cam- bios en la actitud filoséfica. La filosofia, contra lo que pensaba Carnap en los primetos afios del Circulo de Viena, si tiene objeto, y no solamente el lenguaje de las ciencias: también los propios objetos de éstas en cuanto se consideren en sus interconexiones totales, més alld de los limites meto- dolégicos de cada ciencia, y en el contexto de una teoria global que aspire 40 Principios de Filosofia del Lenguaje a dar razén de todo. Esta concepcién no coincide exactamente con la concepcién de la filosofia como geometria de las ideas, que Gustavo Bueno ha sustentado (EI papel de la filosofia en el conjunto del saber), pero pien- so que la incluye. Pues, en efecto, un tratamiento tedrico de nivel superior, metacientifico (en el sentido etimol6gico de més all de Ja ciencia), de los objetos mencionados puede presentarse como una geometria, es decir, como una construccidn estructural, de las ideas de esos objetos y de las relaciones entre ellas. Aqui hay que mencionar que, dentro de un cierto contexto filo- s6fico, puede haber lugar para el tratamiento de ideas de escaso contenido tedrico; nada se opone en principio a que dentro de una filosofia de la técnica se trate de la idea de mesa, o dentro de Ia filosoffa del arte, de la idea de marco (por citar dos ideas de rango un tanto inferior, que Bueno menciona; y recuérdese la «Meditacién del marco» de Ortega en el volu- men LII de El espectador). E incluso puede imaginarse algiin contexto en el que tenga un sentido analizar ideas como la de suciedad o la de pelo que, por razones epistemolégicas y ontoldgicas muy especificas, tanto az0- raban a Platén (Parménides, 130 ¢). Es indudable que, por este lado, el pe- ligro es la caida en Ia trivialidad y la ampliacién del concepto de filosofia hasta convertirlo en un concepto puramente negativo bajo el que subsumir toda actividad intelectual para Ia que no tengamos otro nombre mejor. Por ello debe insistirse en la necesidad de que la consideracién filoséfica de un objeto, cualquiera que éste sea, forme parte de un contexto tedrico general que cumpla con las condiciones mfnimas que vamos a ver. Una concepcién de la filosoffa tan amplia como la que aqui estoy pre- sentando tiene el propdsito de dejar fuera el menor volumen posible de lo que histéricamente se ha hecho bajo el nombre de filosotia. Por ello, mt concepcién no ha equiparado la filosofia a una forma de conocimiento; sin embargo, el término «teorfa» es lo suficientemente amplio como para in- cluir una dimensién cognoscitiva, incluso en el caso de que se quiera con- cebir Ia filosoffa como una ‘ciencia empirica con facultades de prediccién refutable (Kuznetsov, «Pero la filosofia es una ciencia»), cudnto més si el tipo de conocimiento que se reserva para la filosoffa es una peculiar intuicién intelectual (Husserl, La filosofia como ciencia estricta). En mi opinién, lo més peculiar de Ja filosofia hoy no es el conocimiento, el cual, a menos que nos resignemos a dejar su concepto sumido en la més com- pleta confusién, debe quedar reservado para las ciencias empiticas. Lo peculiar de la filosofia es la construccién de teorfas del més alto nivel abstracto y general, entendiendo aqui por teoria toda forma conceptual- mente elaborada de interpretacién de la realidad y de nuestros modos de trato con ella. Algo, por tanto, que excede de la ciencia y del conocimiento en la medida en que una interpretacién no tiene por qué ser validada (confirmada 0 falsada) recurtiendo a la experiencia. En esta medida, la filosoffa es una forma del pensamiento, aunque no necesariamente del éonocimiento. La filosofia, asi entendida, incluye también la sabiduria (sa- gesse) que Piaget (Sabiduria e ilusiones de la filosofia, p. 231) considera, a diferencia del conocimiento, propia de la filosofia, y que concibe como 1. Filosofia de! lenquaje: esb0z0 de justifcacion 11 sintesis razonada entre las creencias y las condiciones del saber. Lo que me interesa subrayar es el cardcter interpretativo de la teoria. Incluyendo © no la dimensién cognoscitiva, tratando de esencias o de ideas, aceptando lo transcendental o negdndolo, razonando mecdnicamente o dialécticamente, sujeténdose a la Iégica o intentando sobrepasatla, ocupandose de la ciencia © centréndose en [a literatura, atendiendo al lenguaje o dandolo por su- puesto, la filosofia es una interpretacién que aspira a ser total, razonada y auténoma. Interpretacién quiere decir representacién en la que se asigna a cada parte de Jo representado un sentido, una funcién o un puesto den- tro del todo. Total, porque no hay nada que no pueda, en algin aspecto © condicién, ser objeto de esa interpretacién. Razonada (0 como dirian otros: racional) porque requiere razones, esto es, porque la tinica justifi- cacién de esa interpretacién es el propio ajuste de las partes en el todo y la utilidad de la propia teorfa en cuanto instrumento de orientacién con- ceptual en el laberinto de la realidad. Auténoma, porque su justificacién iiltima no le viene de ninguna ctra forma de pensamiento o tipo de dis- curso. Como ya he dicho, la filosoffa da razén de todo, incluso de si mis- ma. Se autojustifica 0, legado el caso, se autoclimina. Pienso que, bésicamente, esta concepcién coincide con la de Waismana cuando caracteriza la filosofia como visidn («How I See Philosophy», sec- cién VIL), aunque su caracterizacién parece especialmente adecuada para Ia metafisica y es efectivamente utilizada para una reivindicacién de ésta. Yo insistirfa en el aspecto subjetivo de la visién atribuyéndole asi un ca- récter interpretativo. En definitiva, las conexiones entre las cosas las pone el fildsofo por medio de los conceptos que constituyen su teorfa. No son conexiones entre conceptos simplemente, sino conexiones entre cosas, partes 0 aspectos de la realidad en cuanto interpretados a través de nuestra teoria. O, como ha escrito Gustavo Bueno, una conexién (o como él la llama, symploké) «de las cosas por medio de las ideas» (op. cit., p. 232). La filosofia se distingue claramente de las ciencias por su aspiracién de totalidad que le permite incluir dentro de sf, como uno de sus temas, el de la explicacién y justificacién Iégica, metodolégica y epistemoldgica de las propias ciencias. A cambio de esto, la filosoffa renuncia a ocuparse de las cosas con el detalle, la minuciosidad y bajo las especificas exigencias metodolégicas de las ciencias, y renuncia, por consiguiente, a conseguir el conocimiento necesario para un manejo exitoso de Ja naturaleza, que cons- tituye, en cambio, el empefio de las ciencias. La filosofia no est, por eso, obligada a hacer predicciones comprobables o falsables, aunque a veces pueda hacerlas. Naturalmente que si, aceptando esto, se insiste en afirmar que la filosofia es un saber tiguroso (por ejemplo, de esencias), y que, en consecuencia, merece el nombre de ciencia, aunque se trate de una ciencia especial, no empirica (Husserl), 0 se insiste en que la filosofia, debido a su carécter general y fundamentante con respecto a las ciencias, es tam- bién una ciencia, sélo que de un tipo general, con respecto al cual las demés ciencias son especializaciones (Kuznetsov), lo tinico que se esté ha- ciendo es ampliar el sentido del término «ciencia» de una manera que me 12. Principios de Filosofia del Lenguaje parece doblemente peligrosa, Peligrosa de un lado porque tiende a ocultar el diferente nivel en el que se desenvuelve la filosofia con respecto a las ciencias y, sobre todo, su independencia y autonomia con respecto a las exi- gencias metodolégicas propias de ellas (exigencias que serén diferentes para las ciencias empiricas y para las ciencias formales, pero ninguna de las cuales tiene por qué cumplir necesariamente la filosofia). Y, de otro lado, peligrosa también porque tiende a reducir el amplio campo de los objetos filosdficos asemejando implicitamente la filosofia a las ciencias existentes, semejanza que viene sugerida por el uso del término «ciencia», por muchos calificativos que a continuacién queramos afiadirle. Esta es, por cierto, la confusién en la que se mueve la discusién de Husserl sobre la falta del carécter cientifico en Ia filosoffa, al comienzo de Le filosofia como ciencia estricta, confusién que aqui viene favorecida por Ia visién altamente ideal zada que Husser] tiene de la ciencia (una actitud muy «fin de siglo»), junto con el hecho de referirse conjuntamente a las ciencias empiricas y a las ciencias formales sin establecer Jas radicales diferencias epistemoldgicas en- tre ambas ni sacar de cllas las obligadas consecuencias. Cuando Husser] afirma, en tono de consternacién, que la filosofia «no ¢s todavia una cien- cia», tiene raz6n; pero habria que afiadir: ni tiene por qué setlo. Es decir, gue sobra el «todavia» y el tono de lamentacién. Y no deja de ser irénico que, al intentar hacer de Ja filosofia una ciencia, Husserl la eximiera de las més clementales” exigencias cientificas de cardcter metodoldgico y lanzara a Ia filosofia por una de las sendas més apartadas y divergentes del camino cientifico que ha conocido el pensamiento moderno. Esto es algo que, por esa poca,: Wittgenstein tenfa muy claro: «La filosofia no es una ciencia natural; la palabra ‘filosofia’ tiene que referirse a algo que est4 0 por en- cima 0 por debajo de las ciencias naturales, pero no junto a ellas» (Tracta- tus, 4.111; Wittgenstein no menciona Jas’ ciencias formales porque tiene también perfectamente claro que éstas no tratan de la realidad). Aunque esto no implica que la filosoffa haya de reducirse, como Wittgenstein pre- tende, a una tarea aclaratoria, por lo demés, de justificacién metodolégica muy problemtica desde los supuestos del Tractatus La filosofia, como teorfa total, razonada y auténoma, puede incluir, y ha incluido en diferente proporcién segdn las épocas y los pensadores, todo Jo siguiente. En primer lugar, una concepcién general de Ja realidad, que natural- mente puede empezar por decidir qué es lo que se va a aceptar como real y lo que no, concepcién que para algunos equivale a una teorfa general de log objetos, ‘esto es, de lo que hay, de lo que se acepta como objeto del pensamiento, o del lenguaje, y que llamarén ontologia, aunque otros prefe- rirdn Hamarla metafisica, reservando acaso el término para una teoria acerca de cierta dimensién de lo que hay, 0 de parte de lo que hay, a saber, la dimensién que consiste en ser. En el pensamiento contemporé- neo mds atento y préximo a los saberes cientificos se tiende a vincular la concepeién de la realidad al contenido del conocimiento cientifico de dos maneras distintas. Por una parte, se sugiere que la metafisica, en cuanto 1. Filosofia det lenguaje: esbozo de justificacién 13 teoria méximamente general acerca de lo real, puede suministrar hipétesis a las teorfas de las diferentes ciencias (Russell, «Logical Atomism»); de otta, se recomienda que una concepcién de la. realidad se base sobre los resultados de las ciencias y los sintetice, supliendo de esta forma la divisién y la parcelacién del conocimiento que ha traido el desarrollo moderno de las ciencias (y hay que subrayar que una metafisica asi entendida era ad- mitida por el propio Carnap, cuyo famoso articulo «Superacién de la metafisica por medio del anélisis 16gico del lenguaje» Gnicamente iba disi- gido contra la metafisica entendida como conocimiento de esencias; cfr. la primera de sus notas de 1957 sobre el articulo citado en [a recopilacién de Ayer, El positivismo légico). En segundo lugar, una teorfa sobre el hombre y su relacién con el mun: do (tema que desde el punto de vista académico se estudia bajo el epigrafe de «antropologia filossfica»), que incluye una consideracién de lo que es propio del individuo en cuanto sujeto de experiencia, y que da lugar a inter- pretaciones como la del carécter personal del individuo, 0 su formulacién como una estructura integrada por yo mas circunstancia, o se desarrolla como una teoria de la conciencia 0 del alma, o suministra razones para con- siderar al hombre como un mecanismo. Todo lo ultimo cae bajo la psicologia filosdfica, también Hamada filosofia de la mente. La relacidn entre estos temas y'su tratamiento cientifico, que tiene lugar en la antropologia bio- légica y en Ja psicologia empirica, no tiene por qué diferir de lo que acon- tece en el caso més general de los temas del apartado anterior, y es obvio que una filosofia que pretenda estar a Ia altura de los tiempos no puede dejar de tener en cuenta lo que los antropélogos y los psicélogos cientifi- cos han aportado a nuestro conocimiento del hombre, Aqui se puede agregar también lo que se refiere a los dos tipos de valoracién que poseen mayor alcance en relacién con el tema del hombre, a saber, la valoracién ética y Ia valoracién estética. Y, asimismo, todo cuanto tiene que ver con ciertos aspectos peculiares de la vida humana, como son los aspectos social, poli- tico y juridico. Y, en dltima instancia, la historia. Tercero, una 'teoria sobre el carécter, condiciones, alcance y limites de las diferentes formas de conocimiento, y muy en particular, por lo que se refiere a la época moderna, del conocimiento cientifico. Cuarto, una elaboracién de las formas de razonamiento y de los requi- sitos de su respectiva validez, que es la tarea de Ia légica. En conexién con ello, un estudio del cardcter y fundamentos de los sistemas o ciencias for males, como la matemética. En quinto lugar, una interpretacién de la funcidn del lenguaje, que puede incidir en cada uno de los apartados anteriores, segin trate del len- guaje en cuanto incorpora una interpretacién de la realidad, o bien del Tenguaje en cuanto contribuye a la constitucién de la conciencia o en cuanto es el medio primordial en el que se expresa el conocimiento, las diferentes valoraciones y cierta considerable porcién de los productos culturales, 0 bien gn cuanto el lenguje puede comparase hasta certo punto eon un célculo ligico. 14 Principios de Filosofia del Lenguaje Sexto y Ultimo, la filosofia puede, como ya he mencionado, tratar de si misma (metafilosofia), dando ra26n de su propia validez y justificacién y estableciendo sus propios limites. Esto es lo que hace que las presences paginas sean también estrictamente filosoficas. Y por esta razén las ten- dencias filos6ficas a menudo difieren no s6lo en la manera de plantear ciertos temas o en el modo de solucionar tales problemas, sino més atin en la concepcién que tienen de su propia tarea. Ciertamente, un buen nimero de filésofos rechazarfan la amplia caracterizacién que en estos seis apartados he hecho del contenido de la filosoffa, climinando uno o varios de esos as- pectos y reduciendo o reformulando el alcance de otros. Como ya he adver- tido, esta caracterizaci6n es a propésito omnicomprensiva y pretende estar histéricamente fundada. Pero yo mismo no estaria dispuesto a dar la mi ma importancia ni idéntico alcance, en la situacién actual, a todos los as- pectos resefiados. Afiadiré que este aspecto metafiloséfico que ahora breve- mente estamos viendo incluye esa terapéutica lingiifstica que consiste en climinar problemas filosdficos mostrando que su planteamiento es debido a errores de lenguaje, practica que Wittgenstein puso de moda en el pensa- miento contempordneo y que, en una especie de autoaniquilacién nihilista ala que ya me he referido antes, le Ilevé, a mi juicio equivocadamente (y la equivocacién consistié en considerar la filosofia como conocimiento y no como interpretacién), a defender la imposibilidad teérica de la filosofia en el sentido de cualquiera de los cinco apartados precedentes. 1.2 La filosoft del lenguaje Qué pasa, entonces, con Ia filosofia del lenguaje? Es claro que, en un primer aspecto, una filosofia del lenguaje no tiene otra justificacién ‘que Ta que pueda tener una filosofia del hombre, o de la sociedad, o del dere- cho, o de la naturaleza, o de la historia, o del arte, 0 de la religidn... En un segundo aspecto, sin embargo, la filosofia del lenguaje tiene hoy una actualidad y un puesto central dentro del sistema de los saberes filoséficos que, como el que en otros tiempos tuvieron la filosofia del ser, la filosofia del conocimiento o Ja filosofia moral, obedece a muy especificas condiciones, tanto externas al propio desarrollo filoséfico como internas a éste. Con la inevitable exageracién que comporta este tipo de afirmacio- nes, se ha dicho que la filosofia del siglo xx ha descubierto el lenguaje. Por imperativo de sobriedad, limitémonos a reconocer que el lenguaje ha sido uno de los grandes temas de la filosofia de nuestro siglo, y més todavia en su segunda mitad, En términos muy generales, por los dos tipos siguien- tes de razones. Razones externas, como el hecho de que solamente en nues- tro siglo se haya constituido una ciencia del Ienguaje, que desde las apro- ximaciones de Saussure ha Hegado al considerable grado de desarrollo que presenta en la obra de Chomsky y sus continuadores. Razones internas, que pueden resumirse en el hecho de que, por primera vez en su historia, la filosofia ha cobrado conciencia de que su medio natural y “inico de expre- 1. Filosofia del lenguaje: esbozo de justificacién 15 sién, el lenguaje, puede, por su propia estructura en unos casos, por la manera como eta usado en otros, haber estado condicionando el plantea- miento y solucién de ciertos problemas filoséficos. O de todos. A través del andlisis del lenguaje la filosofia ha tomado distancia de si misma y se ha puesto en cuestién. En un caso extremo el resultado ha sido la negacién del sentido de sus proposiciones y su autocliminacién como discurso (Witt- genstein). En otro, se ha venido a reconocer que sin una reflexién suficiente sobre el lenguaje nunca sabremos verdaderamente qué es filosofia (Hei- degger). El grado de la atencién dedicada al lenguaje, la metodologia empleada y los resultados obtenidos han variado ampliamente segiin la tendencia filo- s6fica de que se trate. En mi opinién, las corrientes filoséficas caracteristicas del siglo xx en Occidente y con mayor vigencia actual pueden dividirse en tres grandes grupos: el enfoque especulativo, el enfoque dialéctico y el enfoque analitico. Dentro de las tendencias de tipo especulativo incluyo todas aquellas for- mas de filosofar que se vinculan a alguna doctrina metafisica, reconociendo, por tanto, la legitimidad epistemolégica del discurso metafisico. Por lo que respecta al lenguaje, estas tendencias tienden a estudiarlo en el con- texto de una antropologia filoséfica o de una filosofia de la conciencia, y hacen Io que, para abreviar y a reserva de matizaciones que haré ulterior- mente, podemos Hamar una #eoria transcendental del lenguaje. Sus episo- dios mds sobresalientes, y salvando todas las diferencias que existen entre unos y otros, son la teoria de la significacién de Husserl, las reflexiones de Heidegger sobre el lenguaje, especialmente en sus iltimos escritos, la visién del lenguaje en el contexto de la hermenéutica, en Lipps y Gadamer, el estudio de los simbolos en Cassirer y Ricoeur, el’ pensamiento de Mer- leau-Ponty y la gramatologla de Derrida. En este dmbito filosdfico la pre- ocupacién por el lenguaje ha sido mas tardia que entre las tendencias analt- ticas y ha tenido también menos importancia en general, Qué fecundidad tenga este enfoque y qué utilizacién podamos hacer de él es algo que vere- ‘mos en su. momento ulteriormente. Incomparablemente mayor ha sido la atencién dedicada al lenguaje en la filosofia analitica, y también més decisiva para los resultados de este grupo de tendencias, hasta el punto de que la preocupacién por el lenguaje y el anélisis del mismo es precisamente Ja caracterfstica més peculiar de este enfoque filosdfico. Aqui, el estudio del lenguaje se ha realizado en el contexto del desarrollo de la 'I6gica simbélica y de la filosofia de la ciencia, pot lo que ha tenido especial relieve el andlisis de las caracteristicas l6gicas 6 formales del lenguaje, su relacién con los célculos légicos y, por lo que toca a la relacién entre el lenguaje y el mundo, las consecuencias de la verdad y la falsedad y lo que implican estas categorfas. Los momentos fundamentales de esta evolucién son la teoria del significado de Frege, el atomismo I6gico de Russell y el primer Wittgenstein, la filosofia del len- guaje corriente que preludia Moore, se inicia con el segundo Wittgenstein, y contindan Austin, Ryle y Strawson, el pensamiento de Carnap, que va 16 Principios de Filosofia del Lenguaje desde Ia sintaxis légica a la seméntica formal, las teorias seménticas de Quine, Davidson y Lewis, la teoria del significado de Grice y la teoria del lenguaje de Montague. Aqui hay que incluir asimismo las derivaciones filo- soficas de la lingiiistica, tan patentes en Chomsky y en Katz. También pa- sando por alto diferencias y precisiones que en su momento haré, puede resumirse el caricter genético de este enfoque diciendo que desde él se as- pira a elaborar una teoria formal del lenguaje. Las filosofias dialécticas son las que parecen haber Hegado més tarde a una consideracién temética y particularizada de los problemas del lengua- je, probablemente porque su atencién hacia la praxis social y politica y el papel que en estas tendencias juega la relacién entre teorfa y praxis, ha contribuido a ocultar la importancia que tiene el enguaje para la teoria, as{ como la funcién que desempefia en la formacién y transmisin de la ideologia. Sin embargo, hay ya en los clésicos de estas tendencias, Marx y Engels, consideraciones sumamente agudas sobre la relevancia del len- guaje para la Glosofia, y hay algin pensador como Voloshinov quien, en Epoca todavia temprana como es el comienzo de los afios treinta, venfa ya una clarisima idea de la importancia que una filosofia del lenguaje tiene para un correcto y fecundo planteamiento del problema de la ideologia (pero debido a los avatares de la politica, concretamente a las purgas estalinianas, Voloshinov ha estado perdido para el pensamiento occidental durante cua- renta afios; cfr. mi articulo «Lenguaje, ideologia y clases sociales»), Dentro de este enfoque dialéctico, que encierra todas las formas de filosoffa mar- xista desde el leninismo @ la filosoffa critica del grupo de Frankfurt, hay que mencionar como aportaciones més destacadas, ademas de la teoria se- midtica de la ideologia de Voloshinov, la semantica de la comunicacién de Schaff, la discusién sobre el cardcter clasista del lenguaje en Nicolds Marr y Stalin, y la concepcién del Ienguaje como trabajo y como mercado en Rossi-Landi, quien constituye, en mi opinién, el primer intento sistematico de construir una teoria marxista del Jenguaje. Para resumir también en este caso el carécter més tipico de esta forma de pensamiento, podemos decir, con andlogas salvedades a las ya hechas, que su. propésito es hacer una teorta social del lenguaje. Hay que reconocer que ciertas manifestaciones de las escuelas y ten- dencias anteriores son formalmente incompatibles con las de otras, tanto en sus planteamientos més generales, metodolégicos y epistemolégicos, por ejemplo, como en su doctrina sobre el lenguaje. Por poner un ejemplo extremo, la filosofia del lenguaje del primer Wittgenstein parece claramente incompatible con todas las demés (jincluida la del segundo Wittgenstein!).. De otra parte, la del segundo Wittgenstein es a primera vista incompatible tanto con teorfas marxistas sobre el lenguaje como con concepciones especu- lativas en general; aungue la inversa no siempre es cierta, pues recuérdese que RossicLandi ha defendido la posiblidad de una utilizacion dialécica del segundo Wittgenstein («Per un uso marxiano di Wittgenstein»). E igual- mente, dentro de un mismo enfoque, no todos los pensadores estarin de 1. Filosofia del lenguaje: esbozo de justificacién 17 acuerdo en rechazar otras perspectivas. Asi, mientras que Ponzio (Produc- cidn lingiiistica e ideologéa social) considera ideolégica toda teorfa formal del lenguaje, Schaff, en cambio («Sobre la necesidad de una investigacién lingiiistica marxista»), se conforma con exigit la introduccién de una pers- pectiva sociolégica que completarfa la consideracién formal propia del en- foque analitico. En la investigacién que sigue pretendo mostrar las apotta- ciones més caracteristicas y més iluminadoras que los principales prota- gonistas de cada tendencia han realizado al tema del lenguaje, juzgando las supuestas incompatibilidades entre ellos en funcién de una voluntad de integracién para la que Jo decisivo a la hora de la critica serén tinica- mente las propias dificultades, incoherencias y oscuridades de cada doctrina. Pero en principio espero evitar el prejuicio de aceptar una tinica pers- pectiva, y espero asimismo poder ofrecer una visi6n, una interpretacién, tuna teoria del lenguaje, lo bastante rica para no dejar fuera completamente ninguna perspectiva suficientemente original, rigurosa y responsable 1.3 Las ciencias del lenguaje Una diltima palabra sobre otras disciplinas teéricas que se ocupan del enguaje. En primer lugar, la propia ciencia del lenguaje, la lingiiistica. En cuanto ciencia, y por tanto conocimiento y explicaciéa, de algo empirica mente dado, como es el lenguaje, la lingiifstica estd sujeta a todas las limi- taciones metodolégicas propias de las ciencias y, como cada una de ellas, posee un campo suficientemente delimitado, sin que sea de su competencia ni el asunto de las relaciones entre el lenguaje y otros fenémenos distintos, ni Ia integracién de sus resultados en un sistema te6rico més amplio. La lingiifstica puede suministrar un conjunto de afirmaciones sobre el Ienguaje, la mayor parte de las cuales serdn en alguna medida empfricamente con- trastables, y sobre cuya base se aspiraré a hacer predicciones vélidas. Como es natural, esta caracterizacién es lo bastante amplia como para permitir todas las diferencias existentes entre las distintas concepciones de la lin- giifstica. Aqu hay, ademés, que tener en cuenta que la lingiiistica es pro- bablemente la ciencia de constitucién més reciente. Desde la antigua filo- ogia histérica del siglo pasado hasta la lingiistica transformacional hay una linea cuya primera inflexiGn importante es Saussure, y que conduce hasta Chomsky a través de nombres bien conocidos, como Jakobson, Tru- betzkoy, Sapir, Hjelmslev, Bloomfield, Harris, etc. Hay razones para afirmar que, en un sentido pleno, la lingiiistica sdlo se constituye como ciencia con Chomsky, y por ello cualquiera que se interese hoy dia por el lenguaje desde cualquier punto de vista tiene que habérselas con él. Desde luego que para los pensadores que juzgan que la filosoffa constituye una peculiar forma de conocimiento que alcanza més alld de la experiencia sensible, y que por tanto traspasa los limites de la ciencia, lo que ésta tiene que decir sobre el lenguaje puede resultar insuficiente o irrelevante, 0 ambas cosas. 18 Principios de Filosofia del Lenguaje Tales pensadores propenderdn a desarrollar su reflexién sobre el lenguaje al margen de la lingiiistica, con independencia de ella y, frecuentemente, en ignorancia de sus resultados. Esta actitud es, ademas de peligrosa, injus- tificada. Tiene el peligro de que puede conducir al filésofo a descubrir medi- terréneos, a obtener conclusiones que, en la soledad de su gabinete, le pa- rezean profundas verdades sobre el lenguaje (no hay propiedad filoséfica més peligrosa que la profundidad, pues con frecuencia se reduce a mera oscuridad), cuando son ya triviales y antiguas aseveraciones que la lingiifs- tica, o alguna otra de las disciplinas cientificas que se ocupan del lenguaje, vienen confirmando tiempo ha. Y tiene también el peligro de que puede llevarle a un pantano de irrelevancias, en el que las pretendidas verdades no sean sino un conjunto de proyecciones subjetivas y de extrapolaciones arbitrarias tan ajenas al desarrollo del conocimiento que resulten indtiles y estériles por completo. Ya veremos algin ejemplo de esto en su mo- ‘mento. Y es también injustificada esta actitud, porque en una época tan caracterizada por el desarrollo de los conocimientos cienificos como la pre- sente, prescindir de ellos a la hora de hacer filosofia sobre algo que es tam- bién objeto de la ciencia, equivale a colocarse en una situacién precienti- fica, y por lo mismo arcaica; es, simplemente, no estar a la altura de los tiempos. Naturalmente esto no solamente es valido para el tema del len- guaje, sino que lo propio habria que recomendar para una filosoffa del tiempo y el espacio, de la materia, de la sociedad, etc. En conformidad con Ia caracterizacién precedente de la filosofia, hay que notar que la relacién entre la filosoffa del lenguaje y la lingiiistica no se limita a que la primera haya de tener en cuenta los resultados de la segunda (y probablemente también a la inversa). La lingiifstica es tema a su vez de la filosoffa del lenguaje en lo que se refiere a los problemas metodoldgicos y epistemoldgicos que aquélla presenta. Para una concepcién estrictamente neopositivista de la filosofia del lenguaje, y por tanto exage- radamente cientifista, la filosofia del lenguaje, especialmente si se entiende como del lenguaje natural (dejando, por tanto, aparte el estudio de len- guajes formalizados), tenderfa a reducirse a ese estudio légico, metodolé- gico y epistemoldgico de la lingiifstica. Resulta irénico que esta posicién haya sido defendida precisamente por un chomskiano, y como tal muy cri- tico del neopositivismo, como es Katz («What's Wrong with the Philosophy of Language?», escrito junto con Fodor). Afios después, no obstante, el propio Katz ha modificado su posicién para reconocer a la filosoffa del Jenguaje un campo netamente distinto al de la filosofia de la lingtifsti campo que tiene como tema el conocimiento conceptual, y que él define como «aquel campo en el que se aspira a aprender lo que pueda aprenderse sobre el conocimiento conceptual a partir del modo en que tal conocimiento se exptesa y comunica por medio del lenguaje» (Filosofia del lenguaje, ca- pitulo 1), De hecho, a juzgar por el libro de Katz, semejante tarea se re- duce a extraer de Ia lingtifstica chomskiana las consecuencias relevantes para ciertos problemas filoséficos tradicionales cuya solucién puede verse 1. Filosofia del lenguaje: esbozo de justificacién 19 afectada por el anélisis del lenguaje, como son el problema de Ia analiti cidad, el de las ideas innatas o el de las categorfas. Pero la teoria del len- guaje aplicada sigue siendo exclusivamente una teorfa cientifica del lenguaje. ‘Mi principal diferencia con Katz (al margen de importantes diferencias tespecto al valor y solidez de las conclusiones filosdficas extraidas de la teoria chomskiana, que ya expondré con detalle ulteriormente en otro capitulo) es que considero que la filosofia de la lingiiistica es también parte de Ia filosofia del lenguaje, y que pienso que ésta incluye, ademas de aqué- lla, no sélo esa tarea de entendimiento conceptual, tan restrictivamente concebida por Katz, sino, asimismo, todo lo necesario para una sintesis de todos los elementos disponibles (y no sdlo los suministrados por la lin- giifstica) en una interpretacién general del fenémeno lingiifstico. Por lo que respecta a aquellas disciplinas que, dentro de otras ciencias, tratan del lenguaje, como son la biologta, la psicologia y la sociologia del lenguaje, el razonamiento anterior es igualmente aplicable en su primer punto. El estar minimamente al tanto de los resultados alcanzados en esas disciplinas no puede por menos de enriquecer, apoyar y dar solidez a cuanto el fildsofo quiera decir sobre el lenguaje, por mucho que pretenda trans- cender las limitaciones propias de las mismas. Y sobre todo puede evitarle el bochorno, escéndalo todavia frecuente en la Academia y causa importante del desprestigio que la filosofia tiene en ella, ¢ incluso en la calle, de caer en ingenuos errores o crasas trivialidades propias de una época en la que el pensamiento, falto de métodos y de instrumentos rigurosos y cientificos, sélo tenfa como solucién, frente a la supersticién y el mito, la defensa de una pura especulacién no por racional menos aprioristica (en el sentido de empiticamente incontrastada), Precisamente porque la filosoffa es histé- rica, cosa que suelen pasar por alto las tendencias historicistas, no se puede hacer filosofia al margen de aquello que, en el émbito del conocimiento y de Ia teorfa, es mas caracteristico de la época que vivimos, y determina en mayor medida nuestras posibilidades individuales y nuestras relaciones sociales: la ciencia, ‘Todo lo anterior es incompatible con Ia opinién que Chomsky ha ex- presado no hace mucho de que la distincién entre lingiiistica, psicologia del lenguaje y filosoffa del lenguaje parece estar acabando (El lenguaje y el entendimiento, cap. 1). Como esta afirmacién sélo es comprensible y tiene sentido desde los supuestos de la teorfa chomskiana sobre el lenguaje, no la voy a examinar ahora; esperaremos hasta que Iegue el momento de considerar en detalle los conceptos fundamentales de la lingiifstica trans- formacional. Me limitaré a sefialar ahora que esa distincién no ha desapa- recido todavia a pesar de la influencia portentosa, y merecida, de la obra de Chomsky, y que su posicién se basa tanto en una idea excesivamente restringida de la psicologia y de la filosofia del lenguaje como en una ex- pectativa excesivamente optimista sobre el alcance de su teorfa lingiiistica Pero esto es algo que no quedard claro hasta un momento posterior de esta investigacién, 20 Principios de Filosofia del Lenguaje Lecturas El concepto de filosofia, en relacién directa con el problema de su en- sefianza académica, dio lugar hace unos afios a una interesante polémica entre los profesores Gustavo Bueno y Manuel Sacristén. Sus obras repre- sentativas son, respectivamente, El papel de la filosofia en el conjunto det saber (Ciencia Nueva, Madrid, 1970) y Sobre el iugar de la filosofta en los estudios superiores (Nova Terra, Barcelona, 1968). Mis opiniones quedan del lado de Gustavo Bueno, aunque mi admiracién es idéntica hacia ambos. Un interesante y perceptivo diagnéstico sobre la situacién de la filosofia en el mundo actual es el que ofrece Emilio Lled6 en La filosofia, hoy (Sal- vat, libros GT, Barcelona, 1975). El libro de Pedro Cerezo, Metafilosofia (Labor, Temas de Filosofia, Barcelona, en preparacién) constituye un exce- lente estudio histérico y sistemético de gran alcance sobre la evolucién del concepto de filosofia y sobre su planteamiento actual. Entre las obras extranjeras traducidas me parecen dignas de mencién dos obras de introduccién a la filosofia, que son: ¢Qué es filosofia?, de S. Kérner (Ariel Quincenal, Barcelona, 1976), y, casi con el mismo titulo, Qué es filosofta, de A. Danto (Alianza, El Libro de Bolsillo, Madrid, 1976). Ambas son obras de orientacin analitica, que pueden compensarse con una obra tan clésica y tan aguda, pero para mi sorpresa tan poco conocida, como Marxisro 9 filosofia, de Karl Korsch (Ariel, Barcelona). Un libro muy sugerente, que todo filésofo de fuerte propensién especulativa deberia conocer, es Sabidurta e ilusiones de la filosofia, de Piaget (Peninsula, Bar- celona, 1970). Por tltimo, las relaciones entre ciencia y filosoffa son objeto de un atractivo debate cn los articulos de Ayer, Gellner y Kuznetsov reco gidos bajo el titulo de Filosofia y ciencia (Cuadernos Teorema, Universidad de Valencia, 1975). Por lo que respecta a obras generales de filosoffa del lenguaje en cas- tellano, la situacién no era muy buena en los tiltimos afios; actualmente, y por lo que se verd a continuacién, la situacién est4 mejorando. La Filo- sofia del lenguaje de Alston (Alianza Universidad, Madrid, 1974) es una pequefia y fragmentaria introduccién, «itil para algunos temas, pero muy simplista para otros, y en conjunto muy insuficiente. Aunque con pareci das limitaciones, resulta més esclarecedora El laberinto del lenguaje, de Max Black (Monte Avila, Caracas, 1969), que es también més extensa La Filosofia del lenguaje de Katz (Martinez Roca, Barcelona, 1971) es fun- damentalmente una exposicién y ardiente defensa de la teorfa chomskiana del lenguaje, de la que se obtienen algunas consecuencias filosdficas no muy agudas, y a'la que precede una critica de la filosoffa analitica. Aunque el libro no es muy bueno, lo peor, con mucho, es la versién castellana. Las Indagaciones sobre el lenguaje, de Ferrater Mora (Alianza, El Libro de Bol- sillo, Madrid, 1970), son un ensayo sobre muy variadas cuestiones filos6- fico-lingiifsticas, y contienen una gran cantidad de informacién, pero creo que entenderlas bien requiere cierto conocimiento previo del trasfondo sobre el que discutren las consideraciones del autor. 1. Filosofia del lenguaje: esbozo de justificacion 24 Cuando esetibo esto acaba de aparecer en castellano la Filosofia del len- guaje, de Kutschera (Gredos, Madrid, 1979), obra que es, sin duda, la que més se parece, pot su concepci6n y por su estructura, al presente libro, Les diferencias entte mi libro y el de Kutschera son, sin embargo, numerosa como podré comprobar el lector que tenga la curiosidad de comparatlos Asi, por ejemplo, la atencién con que examinaremos posteriormente la teoria chomskiana de las ideas innatas o la filosoffa del lenguaje del primer Wittgenstein no tienen parangén en la obra de Kutschera, en la que ade- més apenas hay nada sobre temas como Ja sintaxis légica del lenguaje de Carnap o Ia filosofia del lenguaje de Russell, temas que también veremos con cierto detenimiento. A cambio hay, naturalmente, otros temas en los que Kutschera se extiende mas de lo que lo hard la presente obra, como son, por ejemplo, la teoria de Humboldt, la hipstesis de Sapir y Whorf © la teoria de la gramatica légica. En fin, el lector encontraré asimismo notables diferencias por lo que hace a la ordenacién de los temas y al estilo. Otra obra parecida a la anterior y de semejante nivel es la publicada por tres colegas mios, y dos de ellos antiguos alumnos, Juan José Acero, Eduardo Bustos y Daniel Quesada, con el titulo Introduccién a la Filosofia del Lenguaje (Catedra, Madrid, 1982). El campo que cubren coincide bastante con el cubierto por la obra de Kutschera y por el presente libro, pero ellos dedican una mayor atencién a los aspectos técnico-formales y al tratamiento detallado de algunos desarrollos recientes, como la semén- tica de la computacién o la teoria pragmatica del significado. Por su es- tructura y por su estilo, es obra que se diferencia claramente de las otras dos. Aqui, trabajar en colaboracién les ha permitido concentrarse cada uno en temas de su especializacién, pero el lector puede tener algunas veces dificultad para percibir con claridad el ajuste de los diferentes temas entre si, Para desarrollos recientes como los mencionados, el lector podré cierta- mente ampliar con el libro de mis compaficros lo que pueda encontrar en la presente obra. Con Jas dos publicaciones anteriores, Ja bibliograffa de obras generales de filosofia del lenguaje ha experimentado, sin duda, una mejora cualitativa de gran trascendencia para el lector interesado en estos temas, quien en- contrard en ellas un Gtil instrumento para iniciarse en esta disciplina. Pot Jo que respecta a la lingtiistica, la situacién ya era més satisfactoria desde tiempo antes. Me limitaré a citar dos obras excelentes de referencia que cubren muy bien el amplio espectro de la ciencia del lenguaje, la Lingitis- tica estructural, de Rodriguez Adrados (Gredos, Madrid, 2.* edicién, re- visada y aumentada, 1974), y la Introduccién en la lingilistica teérica, de Lyons (Teide, Barcelona, 1971). Quienes prefieran iniciarse directamente en Ia lingiiistica’ generativa tienen el manual de Ruwet, Introduccion a la gramitica generativa (Gredos, 1974). Para otras disciplinas que tratan del Tenguaje recomendaré dos obras, la Introduccién a la psicologia del len- guaje, de Herriot (Labor, Barcelona, 197), y los Fundamentos biolégicos del lenguaje, de Lenneberg (Alianza Universidad, Madrid, 1975). Una reco- 22 Principios de Filosofia del Lenguaje pilacién excelente de trabajos de diferentes autores en muy variadas pers- pectivas (pero con cuidadosa exclusién de la perspectiva filoséfica, el autor sabré por qué) es la Presentacin del lenguaje, realizada por Francisco Gracia (Taurus, Madrid, 1972). En cuanto a obras auxiliares, como diccionarios, pueden utilizarse con provecho el Diccionario de términos filoldgicos, de Lazaro Carreter (Gre- dos, Madrid, 3.* edicién, 1974); el Diccionario enciclopédico de las cien- cias del lenguaje, de Ducrot y Todorov (Siglo XXI, Buenos Aires, 1974); el Diccionario de lingilistica, de Mounin (Labor, Barcelona, 1979), y con idéntico titulo, el Diccionario de lingilistica, de Dubois y otros (Alianza, Madrid, 1979). Aunque sea un diccionario filos6fico general, por la aten- cién que concede a ciertos temas de filosofia del lenguaje puede ser xtil consultar el Diccionario de filosofia, de Ferrater Mora (6.* edicién, Alianza, Madrid, 1979). Para algunos temas de filosofia analitica del lenguaje se encontrar4 informacién en la Enciclopedia concisa de filosofia y fldsofos, dirigida por Urmson (Cétedra, Madrid, 1979). El mundo era tan reciente que muchas cosas care- cfan de nombre, y para mencionarlas habia que scfalar- las con el dedo. (Garcia MAnquiz, Cien ajios de so- ledad.) 2.1 Definicién y clasificaciones Al comienzo de su libro Signo, Umberto Eco nos ha recordado, por me- dio de una pequefia historieta, que vivimos inmersos en signos. Y asf es. Si un signo es fodo cuanto representa otra cosa en algiin aspecto para al- guien, entonces la vida humana no es concebible sin signos. ¢Pero es con- cebible sin signos alguna forma de vida? En el lugar indicado, Eco ha es- ctito que los fendmenos naturales no dicen nada por si mismos, que se vive en un mundo de signos porque se vive en sociedad (p. 11). Segtin esto, los fenémenos signicos, los fendmenos de significacién, serian caracteristicos de los seres humanos porque viven en sociedad, y formarian parte de los cédigos que rigen las relaciones sociales entre ellos, 0 como otros preferi- rian decir, de los usos sociales. Sin embargo, es cierto que los animales emiten y perciben diferentes clases de signos 0 sefiales. En primer lugar, producen determinados tipos de sustancias quimicas por medio de las cuales dan a conocer ciertos esta- dos de su organismo 0 determinadas condiciones del entorno, Tales sustan- cias se denominan, por ello, semiogu{micas, y furicionan, bien entre indivi- duos de especies diferentes, bien entre los pertenecientes a la misma especie. En este tiltimo caso reciben el nombre de feromonas. Segiin Antonio Galle- go, «en los insectos, donde han sido muy bien estudiadas, actéian como sefales de alarma, dan lugar a Ja agregacién o dispersin de los individuos de la colonia, regulan su conducta sexual y condicionan su organizacién social. En los mamiferos, las feromonas participan en la organizacién jerér- quica de grupos, en la delimitacién del territorio que ocupan, marcado de individuos y en la conducta sexual» («Feromonas», p. 4). Como era de 23 24° Principios de Filosofia del Lenguaje esperar, y el autor subraya, las respuestas desencadenadas por estas sustan- cias son esteteotipadas en los insectos y relativamente flexibles en los ma- miferos, como corresponde a las diferencias en la evolucién del sistema nervioso, legando en el hombre al extremo de que hace dudoso que se pueda hablar en su caso de feromonas (op. cit., p. 8). Tal vez lo que hay que pensar es que la utilidad de éstas decrece en el hombre ante medios de comunicacién més eficaces, de tal manera que el sistema feromonal queda atrofiado. Es igualmente cierto, de otra parte, que existen ademés, entre los animales, sefiales fisicas, como el conocido baile de las abejas por medio del cual se dan a conocer unas a otras la direccién y distancia aproximada de la fuente alimenticia respecto a la colmena (cfr. Von Frisch, La vida de las abejas, cap. 11). ¢Constituye todo esto ejemplos de signos? Se notard, naturalmente, que hay en estos casos una comunidad de individuos en la que funcionan las sefiales mencionadas; pero entre esas comunidades y las sociedades humanas hay toda la distancia que separa a la naturaleza de la cultura. El uso de tales medios de comunicacién y de significacién, su produccién e interpretacién, no es algo propiamente aprendido; cons- tituye el producto directo del desarrollo esponténeo de las capacidades bio- légicas de la especie. Es exclusivamente natural. En este sentido, y en contra de Eco, si hay fenémenos naturales que digan algo por si mismos (aunque siempre para algtin organismo), y no veo ningéin inconveniente en considerarlos como signos, puesto que tienen un significado. Claro esté que ni Eco ni nadie pretende negar los hechos semidsicos naturales mencionados. La cuestién consiste entonces en recurrir a otra categoria que los cubra y los distinga de aquellos procesos o fenémenos semidsicos tipicamente humanos, y que como tales son convencionales y re- quieren un cédigo. Para tales efectos Eco utiliza la categoria de sefial, y caractetiza entonces el signo asf: «hay un signo cuando, por convencién previa, cualquier sefial est4 instituida por un cddigo como significante de un significado» (Signo, secc. 5.3). La categorfa de sefial es, por consiguiente, més_amplia; los signos son seftales que cumplen con esas condiciones. sta concepcién difiere de la concepcin clésica, originada en Peirce, quien definié el signo como «algo que esté para alguien en lugar de algo en algiin respecto 0 capacidad» (Collected Papers, sec, 228). De las varias clasificaciones que hace Peirce para los signos (y cuyos detalles pueden en- contrarse en la obra de Eco citada, secc. 2.11), la més conocida, y tinica relevante para nosotros ahora, es la que atiende a la relacién entre el signo y el objeto significado. En su virtud, Peirce distingue tres clases de signos. Iconos © signos icénicos; son aquellos que se refieren a un objeto en razon de sus caracteres propios, lo que quiere decir que algunos de tales carac- teres corresponden a los del objeto, y por tanto que entre el signo y el objeto existe una relacién de semejanza. Son ejemplo de estos signos las fotografias, planos, diagramas, etc. En segundo lugar, indices, indicios 0 signos indéxicos, en los cuales hay una telacién de efecto’a causa, en el sentido de que tomamos algo como signo de otra cosa en la medida en que ha sido causalmente afectado por ella; pot ejemplo, como ocurre cuando 2. Signos, signos, signos 25 tomamos el humo como signo de fuego, la huella como signo de la pre- sencia de un ser humano (no por su semejanza con el pie que la imprimié, pues entonces se tratarfa de un signo icénico) o la luz roja que se enciende aurométicamente en el cuadro de mandos del automévil como signo del bajo nivel de aceite en cl motor. Por iiltimo, simbolos o signos simbélicos, gue son aquellos cuyo carécter de signo obedece sélo 0 principalmente al hecho de ser as{ utilizados, y los cuales carecen, por tanto, de relacién propia con el objeto significado. Es lo que acontece con la luz roja que indica un peligro (cuando, a diferencia de lo que ocurria en el ejemplo anterior, no hay una relacién causal entre el peligro y la luz), y es lo que acontece en general con las palabras. Los simbolos se distinguen claramente de los otros tipos de signos por cuanto solamente adquieren su cardcter de signos en el proceso de la comunicacién, y por lo tanto son signos en cuanto que hay reglas que rigen su uso como tales. Esto es lo que se quiere decir cuando se afirma que los simbolos son signos por convencién Los trabajos de Peirce, de cuya complejidad, riqueza y dificultades in- temas no puede dar idea el breve y parcial resumen anterior, tuvieron una gran influencia en Morris, quien, medio siglo después, desarrollé. algunas de aquellas ideas en el intento de crear una ciencia general de los signos, una semidtica cientifica, que, en la medida en que se vefa obligada a tomar en cuenta los procesos y relaciones en los que aparecen los signos (es decir, Jos fenémenos semiésicos) era de orientacién absolutamente conductista. Mortis ha caracterizado el signo asf: «Si algo (A) rige Ja conducta hacia tin objetivo en forma similar (pero no necesariamente idéntica) a como otra cosa (B) regirfa la conducta respecto de aquel objetivo en una situacién en que fuera observada, en tal caso (A) es un signo» (Signos, lenguaje y con- ducta, cap. 1, secc. 2). La conducta a la que aqui se alude es la de cualquier organismo, y por consiguiente la categoria de signo abarca a los medios de comunicacién animal. Nétese que la anterior no es, en la intencién de Morris, propiamente una definicién, pues Morris deja abierta la posibilidad de que haya signos que no cumplan con esas condiciones, y hay que subra- yar que esta posicién todavia Ja mantiene en un libro muy posterior a la obra clésica citada (clr. La significacién y lo significativo, cap. 1, secc. 2) Asi entendidos, los signos se dividen para Morris en dos categorias funda- mentales, sefiales y simbolos. Un simbolo es «un signo que produce el intérprete para que actée como sustituto de algin otro signo del cual es sinénimo» (Signos..., cap. 1, sece. 8); segtin esto, las palabras, en general, son s{mbolos. Una sefial es cualquier signo que no sea simbolo; por ejem- plo, el pulso es sefial de un cierto estado del organismo. 'No muy diferente es la clasificacién bisica de los signos oftecida por Schaff, quien, tomando también como categoria més general la de signo, distingue entre signos naturales (sintomas) y signos artifciales (Introduc- cién a la semintica, p. 180 y ss.). Estos tltimos los clasifica a su vez de manera un tanto complicada ¢ inttoduciendo ya considerables diferencias terminolégicas con respecto a Morris. En primer lugar contrapone, dentro 26 Principios de Filosofia de! Lenguaje de los signos artificiales, los signos verbales a todos los demés; en segundo lugar, distingue, en los signos artificiales no verbales, entre los que deno- mina ’senales y los que llama signos sustitutivos. E] criterio de la distincién es la funcién’ que cumplen; las sefiales tienen la funcién de influir directa- mente en la conducta humana, mientras que los signos sustitutives actéan sustituyendo o representando ‘un objeto, situacién 0 acontecimiento, Una seal es, por ejemplo, una luz verde que da paso o la sirena de una am- bulancia’ que lo pide. Por su parte los signos sustitutivos se dividen en simbolos y los que no son simbolos (que Schaff denomina signos sustituti- vos en sentido estricto). Son simbolos aquellos signos sustitutivos que re- presentan nociones abstractas: la balanza es simbolo de la justicia, la paloma lo es de la paz, el color rojo simboliza peligro, etc. Son signos sustitutivos no simbélicos jos que representan algo material, como ocurre con las pin- turas, fotografias y demés signos de tipo icénico. Como se ve, ia clasificacién de Schaff introduce importantes variantes terminoldgicas con respecto a la de Morris, ya que afecta a términos tan utilizados como «sefial» y «simbolo». Mientras que en la tradicién de Peirce y Morris, que ha influido ampliamente en la filosofia analitica y en la se- midtica, el lenguaje se categoriza como un sistema de simbolos (aunque Mortis no acaba de decidirse sobre esto), Schaff separa completamente los signos lingtiisticos de los simbolos. En esto hay que reconocer que se en cuentra, también, en una importante tradicién, la de la lingiistica, que se origina en Saussure. En efecto, Saussure distinguié entre el signo lingtifs- tico y el simbolo de la siguiente manera (Curso de lingitistica general, p&- ginas 129 y ss.): el signo lingiiistico lo consideraba como una entidad psi- quica compuesta de concepto o significado e imagen acistica o significante, y Jo caracterizaba por ser arbitrario, en el sentido de que no hay vinculo interno ni necesario que una significado y significante para constituir el signo. Justamente lo contrario de lo que ocurre en el simbolo tal como Saussure lo concibe, en el cual hay siempre un rudimento de vinculo natw- ral entre significante y significado, y de aqui que el simbolo no sea munca totalmente arbitrario. Saussure menciona la balanza como simbolo de la jus- ticia, sefialando que no vale cualquier otro objeto indistintamente para cumplir esa funcién simbélica; la balanza tiene algo, la posicién de equi- librio que se pretende conseguir entre sus brazos, que se asemeja al con- tenido bésico del concepto de justicia. La influencia de las definiciones de Saussure ha sido muy profunda en la teoria lingiistica, y particularmente dentro de la cultura francesa, y puede encontrarse présente, por ejemplo, en el articulo dedicado al. signo en el Diccionario Enciclopédico de las Ciencias del Lenguaje, dirigido pot Ducrot y Todorov. Por cierto que aqui se distingue el signo no sélo del simbolo, sino también de Ja sefial, de la cual se afirma que provoca una reaccién, pero que no implica ninguna relacién de significacién (p. 125; el autor del articulo es ‘Todorov). Dicha influencia se acusa igualmente en Piaget (Psicologia de la inteligencia, cap. V), que distingue entre signo y 2, Signos, signos, signos 27 simbolo en los mismos términos que Saussure, aunque acentuando atin més el carécter icénico del simbolo. Piaget afiade, ademés, a ambos conceptos el indice y la sefal, definiendo el primero de’ estos a la manera de Peirce, y considerando la sefial como parte antecedente de un proceso de conducta artificialmente provocado en condiciones experimentales. A las sefiales les reconoce un cardcter semantico semejante al de los indices. Hay que recordar aqui, tambien, la curiosa forma en que Wittgenstein tila los téxnnos signos-y aafinbolos en el Tractatus Logica Pbdosophe cus, pues vienen a corresponder respectivamente a lo que Saussure llamaba significante y signo. Segiin Wittgenstein, el signo es lo que puede percibirse del simbolo, a saber, los sonidos 0 formas gréficas, a los cuales hay que afiadit el modo de significar para que se constituya el simbolo; de aqui que un mismo signo (secuencia de sonidos, rasgos gréficos, etc.) pueda cons- suit al mismo tiempo diferentes simbolos segiin su manera de significar (cfr. especialmente proposiciones 3.32 a 3.326). Si despojamos a las defini- ciones de Saussure de su carécter mentalista, lo que Wittgenstein llama «signo» viene a coincidir bastante bien con Ia idea de significante, ¢ igual que el signo (lingiiistico) es para Saussure un compuesto de significante y_ significado, el simbolo para Wittgenstein es un compuesto de signo y significado. Como puede apreciarse, el tema del signo es un tema en el que no parece haber limites para la variedad terminolégica. La oposicién entre signo y simbolo, que en una u otra forma aparece en casi todas las clasificaciones anteriores, se ha utilizado también para distinguir lo propiamente humano, el mundo de la cultura, de lo puramen- te animal, la naturaleza. Ast se encuentra en Cassises. (Antropologia filosd- fica, caps. IL y II). Cassirer, que es muy sensible a ciertos usos del len- guaje como el uso emotivo y poético frente a usos privilegiados por el interés filoséfico como el uso I6gico y cientifico, prefiere definir al hombre como animal simbélico mas bien que como animal racional, en la medida en que la racionalidad no abarca a todas las formas de la cultura, y el simbolismo si. De aqui que Cassirer vea conveniente distinguir entre los signos, propios de los procesos semiésicos animales, y de hecho reducidos por él a sefiales, y los simbolos, caracteristicos del ‘universo humano. Las sefiales son parte del mundo fisico del ser; los simbolos lo son de! mundo humano del sentido (p. 57). Late aqui, como puede apreciarse, una divi- sién radical entre naturaleza y cultura, divisién caracteristica del pens2- miento neokantiano en el que Cassirer hunde sus raices. Hay que notar que caracterizaciones parecidas pueden encontrarse asimismo en obras de antropologia cientifica. Por ejemplo, en un reciente manual de la materia, se afirma que «el género Homo se distingue por la posesién de instrumen- tos y el empleo de simbolos» (Valls, Introduccién a la antropologia, cap. 1). En un sentido distinto, y en el contexto del andlisis hermenéutico de la obra de arte, Gadamer ha distinguido también entre el signo, cuya esen- cia consiste en referirse o apuntar a algo, y el simbolo, cuya esencia es reemplazar o estar en lugar de otra cosa (Verdad y método, pp. 202 y s.). 28 Principios de Filosofia del Lenguaje Creo que las principales divergencias de interpretacién de los conceptos de signo y simbolo pueden conectarse a alguna de las fuentes que he men- cionado, Para facilitar la referencia, resumo estas clasificaciones en el cua- dro siguiente. | Ieonos Peirce: Signos } Indices | Simbolos Monns: —Signos | SE | Naturales (sintomas) ee SEES | No. verbales ScHAFF: —— Signos | SeBiles | simbe ; itativos | Simbolos | Signos susttativos | Rimbales SaussuRE: — Signos lingiifsticos Simbolos Tovorov: Sefales Signos ‘Simbolos Piacer: Sefiales Indices Signos Simbolos CassiRER: — Signos Simbolos GapaMer: — Signos Simbolos En las diferencias terminolégicas que hemos comprobado es posible que concurran las especificas influencias tedricas propias de cada autor junta- mente con el contexto especifico particular en el que introduce sus tézmi- nos y Ia necesidad de definitlos y delimitarlos con los propésitos clasifica- torios que son patentes. Casi todas las clasificaciones y teorias sobre los signos parecen ser sensibles a una dualidad bésica entre lo que, provisio- nalmente, podemos denominar lo natural y lo convencional. De otto lado, suele reconocerse asimismo una diferencia entre el signo y el simbolo, pero sobre ello se perfilan dos posiciones contrapuestas: mientras que para los autores conectados con la semiética y la filosofia analitica los simbolos son una subclase de los signos (Peirce, Mortis, Schaff), para aquellos situados al margen de esa direccidn, los simbolos constituyen una clase contrapuesta a la de los signos (Cassirer, Gadamer, Saussure; para este ultimo, contra- puesta especificamente a los signos lingiifsticos). Como otra subclase de los signos aparecen a veces las sefiales, salvo en algin caso en que son con- trapuestas a los signos y a los simbolos como una tercera clase, 0 bien equi- paradas a los signos 2. Signos, signos, signos 29 Creo que es muy claro que estos términos, principalmente «signo», «sefial> y «simbolo», no tienen en el Ienguaje comin limites del todo precisos, y que en esia medida su definicién y delimitacidn a efectos testi cos ha de resultar por fuerza un tanto artificiosa e incongruente con el uso ordinario. Pero por lo mismo, tampoco puede pretenderse, y més de un autor lo pretende, que una definicién determinada o una especifica manera de clasificacién haya de ser la tinica correcta y acordada con el uso cortiente de esos términos. No estard de més, por todo ello, que empecemos por echar un vistazo al uso del castellano. Seguin el Diccionario de uso del espanol, de Maria Moliner (edicién de 1967), «sefial> es, en su primera acepcién, «cualquier cosa que sirve para indicat algo», y con este sentido es sinénimo de «signo» y también de «sefiay. Por su parte, «signo», en su primera acepcién, es «cualquier cosa, accién 0 suceso que, por una relacién natural o convencional, evoca otra © la representa». Hay por lo pronto una coincidencia seméntica fundamen- tal entre «sefta», «signo» y «sefial», més clara atin entre estos dos iiltimos términos, pues el primero tiene acepciones un poco més restringidas. «Sim- bolo», en cambio, aparece especificado en relacién con los términos ante- riores, que serfan su género inmediato; su primer sentido dice asf: «cosa que representa convencionalmente a otra». Es decir, que mientras que en el signo puede darse una representacién natural o convencional, en el simbo- lo solamente cabe esta tiltima, Hay indicios para pensar que Ia autora tiene en la mente una restticcién atin mayor del concepto de simbolo, pues en los ejemplos que da, lo representado es siempre algo abstracto y el simbolo siempre un objeto material; los ejemplos son estos: «La azucena es el sim- bolo de la pureza. El olivo es el simbolo de la paz. El papel moneda es un simbolo del valor de las cosas.» El contraste, pues, entre signo o sefial, en general, y simbolo, como lo particular, resulta claro. Las acepciones corrrspondientes a estos términos en el Diccionario de la Real Academia Espaftola (edicién de 1970) tienen un parecido sentido a lo anterior, pero son, en mi modo de ver, mucho més inexactas y no corresponden en’ tanto grado a mis intuiciones seménticas de hablante nativo del castellano, razén por la que prefiero pasarlas por alto. Para los amantes de las etimologias, recordaré que «signo» viene del latin signum, que Cicerén define como «guod sub sensum aliquem cadit et quiddam significat» (segiin se recoge en el Dictionnaire étymologique de Ta langue latine, de Ernout y Meillet, edicién de 1951); «sefia», por su par- te, procede del plural de la palabra anterior, signa, y «sefialy, de un ad- jetivo formado tardiamente sobre el sustantivo anterior, signalis, que signi- fica «que sirve de signo» (segin el Diccionario critico etimoldgico de la lengua castellana de Corominas). El significado més general y primario, tan- to de signum: como del correspondiente término griego zyjteicy (y también de zijta), era el de «marca distintiva por la que algo es conocido». En cuanto a «simbolo», proviene del latin symbolum, que significaba «signo de reconocimiento», por tanto un particular tipo de signo. El término la- tino transcribe el griego 21302, que significaba primeramente cualquiera 30 Principios de Filosofia del Lenguaje de las dos mitades de un objeto previamente partido y dividido entre dos personas celebrantes de un contrato; cada una de ellas conservaba una mitad para servir de prueba ulterior de su identidad como parte contra- tante. E] término, que estaba por ello conectado con el verbo «unit», significaba también cualquier contraseiia que probara la identidad, asi como, por extensién, cualquier garantia o contraseia en general. Para frustracién de quienes, por una influencia desmesurada y acritica de Ortega y Heidegger, esperan grandes revelaciones de la ctimologia de las palabras, no me parece que esta breve incursién por los arcanos de nuestra lengua nos suministze sorpresa alguna, antes al contrario parece apoyar plenamente las dos ideas bisicas a las que implicitamente habiamos atribado: que los simbolos son una clase de signos, y que la idea de signo comporta la idea de una telacién entre dos entidades, segin Ia cual una de éstas remite a la otra, Es de subrayar, no obstante, la desconexién ori- ginaria, etimol6gica, entre «signo» y «simbolo» 2.2. Elementos Como se recordaré, he definido el signo al comienzo de este capitulo como todo cuanto representa otra cosa en algtin aspecto para alguien. A fin de que la definicién resulte suficientemente general y exacta, conviene tener en cuenta las siguientes precisiones. En primer lugar, hay que entender el término «representar» en su sentido més primario, a saber, como «hacer presente», y no-en el sentido, més. restringido y derivado, de serfa un ejemplo) y, por tanto, prueba que no es necesario que ocurra. El tema de los nombres propios tiene una interesante tradicién dentro de la filosofia analitica y ha originado recientemente problemas en relacién con el concepto de necesidad, todo lo cual veremos en su momento. 5. En toda lengua hay elementos gramaticales que no pertenecen a ninguna de las categorias mencionadas, es decir, que ni son elementos deic- ticos, ni son elementos no denotativos, ni son nombres propios. Esta formulacién resulta excesivamente débil, pues parece razonable es- perar que pudiera especificarse qué otras categorias cabe sefialar hipotética- mente como universales. 6. Aparte de las tres categorfas mencionadas, ninguna lengua posee un vocabulario gramaticalmente homogéneo, y en éste puede siempre ha- cerse una distincién del tipo de la distincién entre nombre y verbo. Este universal vicnc a completar al anterior, aunque en la lista de Hoc- kkett ambos estén en lugares apartados entre sf, lo que dificulta percibir la relacién entre ambos. 7. Toda lengua distingue entre predicados monddicos y predicados poliddicos, o sea, entre predicados con un argumento y predicados con més de un argumento. Dicho de otra forma, toda lengua distingue entre propie- dades y relaciones. Hockett se limita a formular este universal en términos de la distin- cién entre predicados monédicos y diddicos, es decir, con uno y con dos referentes. La formulacién anterior, por su mayor generalidad, me parece preferible, y no imagino qué razones pueden hacer mas probable una hipéte- sis mas restringida como la de Hockett. 8. Toda lengua posee un tipo de cldusula de estructura bipartita cuyos componentes pueden denominarse tema y comentario, Esto es, una cldusula en la que, por ejemplo, se menciona aquello de lo que se va a ha- blar y a continuacién se dice algo sobre ello. 74. Principios de Filosofia de! Lenguaje Parece que se trataria de Ia distincién entre sujeto y predicado. Natu- ralmente, el orden en el que aparecen dentro de la cldusula varia segiin las Ienguas. 9. Toda lengua tiene por lo menos dos érdenes bésicos de estructura- cién (patterning) gramatical, En el caso de que sean solamente dos, co- rresponderian a lo que tradicionalmente se llama morfologia y_sintaxis. Hockett sefiala, no obstante, que para ciertas Ienguas como las de tipo chino parece que es preferible prescindir de la pluralidad de estructuraciones. Este universal resulta, en todo caso, particularmente debatible si se tiene en cuenta la tendencia actual a disolver la morfologia entre la fono- Toga y la sintaxis, tendencia may acusada en a lingistica transforms ciona La lista anterior constituye una buent ilustracién de lo que se entiende por universales lingiiisticos, y de su diferencia con los rasgos definitorios. Para nosotros es en particular Gil por cuanto casi todos sus ejemplos son seménticos y tienen relevancia para el problema de las relaciones entre la logica y el lenguaje. En la literatura sobre el tema se encuentran igual- mente listas de universales tanto de tipo fonolégico (por ejemplo, los su- geridos por Hockett, y a los cuales se ha hecho alusidn antes) como de tipo sintdetico. Entre estos tiltimos, cabe mencionar una interesante lista de caracteristicas universales presentada por Greenberg que en su mayorfa afectan al orden de las palabras en la frase («Some Universals of Grammar with Particular Reference to the Order of Meaningful Elements»). Una gran parte de estos ejemplos consisten en universales condicionales, esto es, del tipo de: «Si una lengua tiene Ia caracteristica x, entonces tendré también Ia caracteristica y» (aunque no necesariamente viceversa). Véase como muestra el universal niimero trece de la lista de Greenberg: «Si, en una lengua dada, el objeto nominal precede siempre al verbo, entonces los verbos subordinados preceden siempre al verbo principal». O por poner tun ejemplo que no afecta al orden sintéctico sino a las categorias mor- foldgicas generales, considérese el universal mimero treinta y seis de la lista citada: «Si una lengua posee Ja categorfa de género, entonces tendré también la categoria de nimero». Prestar més atencién a los universales sintécticos nos apartaria con exceso y sin justificacién del propésito central de este estudio Hablando de universales condicionales (0 implicativos, como también se los llama), es interesante notar que pueden encontrarse ejemplos igual mente en seméntica. Tal es el caso de Ia hipétesis de Berlin y Kay (Basie Colour Terms) acerca de Ia estructura de los términos para colores en las diferentes lenguas. Sobre la base de haber comparado cerca de un centenar de Ienguas, de estructura y grado de evolucién muy diversos, Berlin y Kay han sugerido que existen once categor(as bésicas para clasificar los colores, y que, aunque las Ienguas examinadas difieren entre s{ extraordinariamente segiin el numero y variedad de las categorias que utilizan (desde dos hasta 4. Ars Grammatica 75 las once, en diferentes combinaciones), hay entre ellas relaciones de con- dicionamiento en el sentido de que cualquier lengua que posee ciertas ca- tegorias posee también ciertas otras, de acuerdo con el siguiente esquema: morado saad — {rareén} ——- {art} —{ Sonn] — {299} agro Esto significa que cualquier lengua que contenga una de estas categorias tiene asimismo todas las que estén a su derecha en la tabla. Es decir: si una lengua tiene un término equivalente a «rojo», tiene entonces también xérminos equivalentes a es la categoria fuerte, pues se usa tanto con el valor de «vardn», en cuanto opuesto a «mujer», como con el valor genético de «ser humano», cuando se prescinde de la’ contraposicién que se basa en Ia diferencia de sexo. Greenberg ha mostrado ejemplos de la distincién entre categorias marcadas y no marcadas en los diferentes componentes gramaticales, y por lo que respecta al seméntico, a propésito particularmente de los términos de pa- rentesco. 4.3. La geamética como sistema generador Hemos visto con anterioridad, en la seccién 3.4, que uno de los sen- tidos en que puede entenderse la creatividad del uso del Ienguaje es aque! que tiene cuando se afirma que el niimero de oraciones correctas que pue- den formarse en una lengua es potencialmente infinito. Esta infinita varie- dad de las oraciones correctas de una lengua es, como ya se insinué, una caracterfstica del sistema de ésta, y tal caracteristica deriva del hecho de que las reglas de la gramética de’ una tal lengua se aplican de forma repe- tida a una expresién dada por larga o compleja que sea, produciendo asf, con cada nueva aplicacién, una nueva oracién més larga 0 més compleja (0 ambas cosas a la vez). Dicho de otra forma: las reglas gramaticales se aplican recursivamente, y asi generan todas las posibles oraciones correctas de la lengua en cuestién. O formulado de otro modo: cualquier expresién

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