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ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA
Elaborado por:
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INTRODUCCIÓN
Primera semana
Hay además otras razones psicológicas que muestran por que siempre debe inquietar
al hombre saber quien es el mismo. En efecto, además de la natural curiosidad por todo saber
y el asombro que causa sospechar la respuesta a todo interrogante, el interrogante que se
refiere a nosotros mismos, es superior a toda inquietud por saber otras cosas. De otra parte, la
inseguridad de todo ser humano lo impulsa a saber quien es y por que se da esa inquietud
acerca si mismo; todo hombre serio y razonable se afana por preguntarse sobre su ser y su
destino. Asimismo, los fracasos de la vida personal y colectiva llevan sin duda a cuestionarse si
la vida tiene sentido o si hay motivo para vivir; a lo cual se ha de añadir que la ineludible
realidad de la muerte lleva necesariamente a preguntar por el significado ultimo y definitivo de
la existencia humana.
Todos estos interrogantes se agravan y agudizan hoy debido al cambio social, cultural
y estructural en el hombre; interrogantes que se universalizan con los medios de comunicación
social y se magnifican por los conflictos que la tecnología le plantea al sentido religioso y a la
manera antropocéntrica de ponderar al mundo. Los interrogantes se agravan por la movilidad
humana, el consumismo y los problemas de orden económico, social, político y ético que
cuestionan profundamente la razón de ser del mismo hombre. Complican la cuestión el
progreso de la ciencia y de la técnica, el armamentismo, las guerras y violaciones de los
derechos humanos, las aplicaciones de inventos, como en ingeniería genética y otros muchos
avances del mundo contemporáneo que problematizan a la misma humanidad. Todo esto y sus
agravantes no dejan de inquietarnos, pues en ellos estamos implicados o comprometidos y
hemos de buscarles respuesta, que no será sino la que se de al problema del hombre.
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poder formular con sentido la pregunta de cómo ha llegado a serlo. Igual se diría si se quiere
entender al hombre o su conducta ética a partir del animal.
Por eso mismo, la antropología filosófica se define como “filosofía del hombre”. Y es
“filosofía”, porque explica o da razón de aquel preconcepto de hombre, es decir, hace
comprensible aquella experiencia natural que tenemos sobre el hombre, aclarando su razón de
ser, lo que se logra mostrando como es posible. No olvidemos que la filosofía es la ciencia que
muestra las ultimas causas o principios de la realidad; por tanto, la antropología filosófica es
filosofía del hombre porque es ciencia que nos muestra las causas o principios con los que se
hace inteligible el ser que llamamos hombre. Sobra advertir que al decir “hombre”, el objeto
sobre el cual versa esta ciencia, entendemos al ser humano, tanto varón como hembra.
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a) Teoría de la Expansión del universo”. Hoy la ciencia casi unánimemente adopta la
teoría de «la expansión del universo», elaborada hace unos 50 años por Edington y Lemaitre y
que se basa en el hecho comprobado científicamente del distanciamiento de galaxias y
conformación de las mismas, incluido el fenómeno recientemente descubierto de los agujeros
negros, por ejemplo el de la constelación Virgo con una masa de 2.000 a 3.000 millones de
veces superior a la del sol y que absorbe la energía de muchas estrellas, incluida su luz, lo que
hace invisible al agujero, pero observable por sus efectos. Este distanciamiento se comprueba
mediante el efecto Doppler, según el cual una fuente de radiación, si se acerca a nosotros la
captamos en onda corta, y si se aleja, nos sucede lo contrario. Por tanto, el universo no es un
sistema en macroequilibrio, sino que, como un globo, se va expandiendo o inflando, y dentro del
cual no importa el punto desde donde se haga la observación, sea la tierra o cualquier punto del
espacio. Dicha expansión no queda desvirtuada con la teoría de Einstein de la masa = velocidad
y de la curvatura del espacio, comprobadas en 1920 por la inclinación de la luz adyacente a una
estrella.
b). Teoría del Big Bang. Así, partiendo del hecho científicamente comprobado, de la expansión
del universo, se postula la hipótesis de que retrotrayendo la expansión, o sea, llevándola a la
inversa, conseguimos el momento limite de máxima condensación de la materia cósmica, el cual
coincide precisamente con el instante en que la totalidad de la masa comprimida estalló en
fogonazo radiactivo de luminosidad y temperatura máximas; momento éste que coincidiría con el
de la creación de toda la materia. Podemos, por tanto, afirmar que el universo no es un sistema
en equilibrio estático, sino que desde el momento en que fue creada la materia en su máxima
condensación se expande, advirtiendo que el triángulo debe hacerse girar para obtener la
imagen de la circunferencia o totalidad del universo. Esa primigenia explosión, llamada hoy
«Big Bang», sucedió, según Hubble, hace unos 15.000 o a lo sumo 20.000 millones de años, y
consistió en que ese paquete primitivo de energía explotó y puso en marcha, en aquella hora
cero, la expansión de la materia, iniciando así la realidad espaciotemporal de nuestro universo.
Entonces, durante pocos minutos, el espacio se llenó de un fluido opaco de protones, unidad
máxima de energía radiante, para formar poco después las primeras partículas elementales
separadas de aquel fluido. Los primeros átomos fueron de hidrógeno, conformados por un
protón (núcleo de carga positiva) y un electrón de carga negativa; y recordemos que toda la
materia del universo esta formada por el 99% de hidrógeno. Miles de millones de años después,
aquellos átomos se condensan en elementos más pesados que forman la materia cósmica.
Sucedió mucho después la primera generación de estrellas formadas de aquellos elementos,
mediante la fusión de núcleos de hidrógeno. Tanto las estrellas nuevas como las supernovas al
explotar difundieron esos elementos por todo el espacio y así comenzó la otra etapa, o sea, la
de otras. Dentro de esos millones de galaxias, al borde de una (la vía láctea) se formó,
hace unos 5.000 millones de años, nuestro sistema solar, por atracción del polvo cósmico y
debido a la gravedad. En ese disco piano que giraba alrededor del sol y formado de gases,
polvo, cascotes, se fueron condensando los planetas que no tenían suficiente masa para
encender el fuego atómico. Nuestra tierra, una de esas estrellas fracasadas, comenzó a
enfriarse hace unos 4.600 millones de años, y se sigue enfriando 12 grados cada 70.000 años,
hasta que, como otros planetas, «muera» en el sentido de que su enfriamiento impide cualquier
modo de vida.
c. Teoría evolucionista del mundo. Varias son las teorías evolucionistas que buscan inter-
pretar los hechos comprobados por la ciencia. Así los materialismos, incluido el histórico de
Marx, siguen el ejemplo de Spencer, que reduce todo, aun la vida humana intelectual, moral y
religiosa a mero proceso mecánico material. Bergson refutó esos evolucionismos materialistas
porque falsean la realidad, reduciéndola a espacialidad material, cuando la observación
científica y la interpretación filosófica demuestran, que hay además otra dimensión no
espaciable. Por eso un evolucionismo espiritualista, sostenido por no pocos filósofos y científicos
actuales, nos lleva a optar, entre todos los intentos de explicación, por la de Pierre Teilhard de
Chardin s.j. (1881-1955), científico de reconocida autoridad mundial, que buscó conciliar todas
las ciencias y datos de la evolución, en coherencia con una moderna filosofía y una actual
teología. Proponemos este evolucionismo como explicación de los datos científicos, sin que por
ello califiquemos de falsas otras explicaciones. La tesis de Teilhard es sin duda, como lo
sostienen la mayoría de científicos, la más coherente con las ciencias, y que en las últimas
décadas se confirma aún más. Quien no admitiera la evolución, tendría que dar las razones por
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las que rechaza la teoría evolucionista y cómo desvirtúa las pruebas acumuladas en una
centuria
- La anatomía comparada encuentra que, cuando se trata de clasificar a los animales, hay unos
que no pueden ubicarse en ningún grupo, lo que indica que son formas de transición en grado
inferior y por tanto son antecesores comunes de especies superiores; además, en ciertos
ejemplares, la presencia de órganos homólogos (de la misma estructura anatómica, pero de
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diversas funciones) y de vestigios (rudimentos de órganos que no tienen utilidad), no se explica
sino por evolución diversificadora.
- La paleontología enseña que cuanto más profundos son los estratos geológicos, más primitivos
son los fósiles; cuantas más antiguas son las especies, las diferencias son más vagas etc., lo
cual confirma la evolución.
- La biogeografía halla que en islas oceánicas el origen de especies difiere de las del continente,
lo que sólo se explica por evolución interna de ellas.
- La embriología, observando la ontogénesis (desarrollo de cada individuo desde el embrión),
encuentra que ella es una recapitulación de la historia de la filogénesis (historia de cómo sus
antepasados atravesaron el curso de su evolución), lo cual confirma el proceso evolutivo.
- La genética en el laboratorio descubre y provoca, con pequeños cambios en los caracteres
hereditarios, la aparición de nuevas razas y aun especies, con lo cual se repite y confirma el
proceso evolutivo.
Fundados en las anteriores pruebas, los científicos buscan una explicación de cómo se
hizo esa diversificación y por eso postulan las siguientes hipótesis:
- J.B Lamarck propone dos leyes para explicar la diversidad de especies: primera, la
necesidad crea él órgano, el use lo fortifica, el desuso lo atrofia y trae su destrucción; y segunda,
el carácter adquirido se transmite por generación. Sin embargo, muchas experiencias contra-
dijeron esta hipótesis, interpretada rigurosamente, razón que llevó a dejarla de lado o a
modificarla con el «neolamarckismo».
a). Aparición del hombre por «hominización». Al hombre lo antecedieron y prepararon tanto
la «cosmogénesis» como la «biogénesis», con las que se fue gestando la evolución por
múltiples y variadas especies de vida en escala ascendente de perfección hasta llegar al umbral
del hombre. El momento de la aparición del hombre es el más solemne, porque toda la evolución
apunta hacía él y con él la suerte de la evolución pasa a sus manos.
El hombre, semejante pero distinto del animal. La semejanza y diferencia entre las
actividades del animal y del hombre nos sirven para entender mejor como el hombre procede del
animal sin identificarse con él. Aquí solo señalaremos aquellas características del animal que se
prestan a identificarlas con las del hombre, por ser semejantes, pero a la vez no idénticas.
Precisando con cuidado esta cuestión comprenderemos mejor el sentido y alcance de la
aparición evolutiva del hombre.
- Ambos sienten pero el hombre entiende. «Sentir» es tener conciencia sensitiva, es decir,
prestar atención o caer en la cuenta, mediante sus sentidos, de que estoy viendo, oyendo,
tocando, etc. Debido a esta conciencia, los animales conocen objetos sensibles, son afectados
por ellos con sentimientos y emociones, y tienden hacia ellos, porque les son placenteros, o se
alejan de ellos porque les causan desagrado. Descartes les negó conciencia a los animales y
los consideró meras maquinas; a esta teoría se le suman algunos psicólogos que explican las
actividades animales como si fueran meros «tropismos» o «reflejos» mecánicos. Nuestra
filosofía, basada en las ciencias experimentales, no comparte ese mecanicismo y atribuye a los
animales actividades sensibles, cognoscitivas y apetitivas, que no se explican ni por puros
tropismos ni por meros reflejos. En efecto: los geotropismos son movimientos de los organismos
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vegetales causados por atracción o repulsión de la tierra, como acaece con el movimiento de la
savia descendente hacia la raíz o con el ascendente hacia las hojas, o con el «fototropismo» del
girasol que se mueve hacia el sol. Todos ellos son efectos mecánicamente producidos,
reacciones físico-químicas, no variables y que obran ciega y necesariamente. En cambio con el
animal se puede lograr, por ejemplo, mediante entrenamiento estimulado, que contrarié su
instinto espontáneo y necesario, haciendo que la conciencia atienda a otra reacción, como seria
tomar una posición arriesgada, no abalanzarse sobre el alimento, etc. Tampoco ciertas
actividades animales son meros reflejos o reacciones glandulares o musculares, como sí lo son
reacciones de la pierna por el golpe en la rodilla o movimientos de los pies de un perro
descerebrado, cuando se le frotan las plantas o cuando se logran reacciones por reflejos condi-
cionados, como fue el caso del perro de Pavlov. Para probarlo, W. McDougall encontró claras
diferencias entre la conducta producida por un reflejo mecánico, y la espontánea, causada por
una sensación; por ejemplo, la manera como corre un perro, llamado por su nombre, y la
manera de moverse empujado; probó además la presencia de conciencia en el animal, cuando
persiste en su conducta aunque cese el estímulo; por otra parte, comprobó la diferencia entre la
conducta refleja; que no se adapta a las circunstancias, y la de una ardilla que corre perseguida
por el enemigo y que logra ponerse a salvo, y no se mueve a pesar de continuar su enemigo
atacándola; también notó la diferencia entre la conducta que anticipa actitudes del animal, como
las del gato antes de atacar, y sus actitudes reflejas; asimismo diferencio la conducta que mejora
con repeticiones, y la refleja que no se modifica. Finalmente, el animal tiene conciencia sensitiva
como el hombre, pero no la entiende, pues su conducta, en ciertas actuaciones, manifiesta
conciencia, porque dirige sus acciones hacia un fin, aunque no lo conozca como tal, es decir, no
lo tenga presente intelectualmente, según demostramos en el capítulo tercero. Y porque tiene
conciencia sensible, el animal varía sus reacciones; de donde se deduce que esos casos no se
explican con una operación mecánico-refleja, pues el animal conoce sensiblemente lo que desea
y lo que teme y reacciona de manera proporcionada y variada de acuerdo al estimulo. Esta
operación sólo es posible si ese fin esta «intencionalmente» presente en la conciencia del
animal. Con todo y eso, tal comportamiento animal no implica intelección espiritual, pues en ellos
no hay reflexión perfecta.
b). Evolución del hombre por ‘‘humanización’’. La «noosfera» es la capa espiritual en que la
vida humana se expande y desarrolla, mediante el mismo hombre y que no es distinta de la
antropogénesis, sino que con ella se inicia, pues una vez aparece el hombre, comienza el
proceso de «humanización», consistente en que las características de la «hominización», se
desarrollan, se amplían y se especifican; así los hombres evolucionan constituyendo el
fenómeno «humanidad».
1. Características de la humanización:
- La espiritualización es la primera y primordial propiedad de la noosfera, pues en ella aparece la
actividad espiritual de la conciencia individual, no sólo en cuanto reflexiona sobre si misma, sino
en cuanto conscientemente su pensamiento espiritual se comunica con los demás,
conociéndolos y haciéndose conocer de ellos.
- La socialización es la segunda característica de la noosfera, pues con ella el hombre, no por
instinto ciego, sino consciente y libremente va constituyendo grupos de diversas formas de vida
o cultura, la que se manifiesta en variedades de tipos o maneras de pensar, organizarse e
interrelacionarse, mediante la energía espiritual que lo lleva a humanizarse en, por y con la
sociedad.
- El manejo o disposición de la materia es la otra propiedad de la noosfera que consiste en
adaptar la naturaleza para use del hombre, lo cual sólo se realiza porque la psique del hombre,
que el espíritu encarnado, hace que las sensaciones y percepciones se traduzcan en pensa-
miento y así sirvan de herramientas de acciones dirigidas a un fin. Es precisamente ese el
cometido de la ciencia y la tecnología en búsqueda de progreso.
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asimismo, esas diferencias no permiten confundirlo con sus antepasados, pues las actividades
propias del hombre no son las de un animal mas desarrollado, así haya aumentado su masa
encefálica, sino que se trata de operaciones esencialmente diferentes. Entramos, pues a una
esfera, culminación y razón de ser de las anteriores: la «Noosfera» o «Antropogénesis», donde
el hombre se gesta, y que comprende dos etapas: la «hominización» y la «humanización».
- Siempre obramos por algo, o sea, nunca actuamos sin un por qué y un para qué, (sería
absurdo volvernos otro Sísifo, que al subir una piedra hasta la cumbre, se le rueda y está
condenado a volverla a subir indefinidamente). Podemos legítimamente concluir que nuestro
espíritu debe ser inmortal y que debe darse un centro divino trascendente que lo acoja, pues la
muerte total es absurda.
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c) Creación del hombre. Esta es una de las cuestiones críticas que divide a los pensadores en
favor o en contra del evolucionismo. Parece a algunos, poco digno para el hombre entroncarlo
con el animal. Otros, para mantener la creación directa e inmediata del alma espiritual humana y
al mismo tiempo admitir la evolución, proponen dos maneras de limitar la teoría evolucionista, a
saber: una, inspirada en san Agustín, sostiene que Dios al comienzo del mundo puso unas como
semillas «rationes seminales», las que incluían todos los cambios que habrían de sucederse a
través de los tiempos. Esta tesis, aunque se aproxima a la evolución, sin embargo, de hecho la
niega, pues ya todo estaría hecho y solo se espera que se den circunstancias externas; ni
tampoco esta hipótesis tiene hoy asidero científico. La otra hipótesis afirma que en momentos
criticas (pasos de lo inorgánico a la vida y del animal al hombre) Dios interviene directamente.
Sin embargo, de esa manera se postularía a Dios como una causa más en la trama de las
causas empíricas, lo que implica gravísimas consecuencias para la metafísica y la teología. Ante
objeciones tan serias, parece más aceptable la tesis de Teilhard que admite sólo para el
principio, la creación propiamente tal, a partir de la nada; en cambio, para todo cambio posterior
afirma que se hace mediante una transformación creadora, la cual equivale y corresponde a la
«conservación y concurso de Dios» que la filosofía y la teología tradicionales han sostenido. Así,
la acción trascendente de Dios, con la que conserva a todo ser creado (conservación) y concurre
en su obrar (concurso), causaría lo nuevo en la evolución. De esta manera la Causa Primera
produciría la evolución sacando de la potencia del sujeto creado, aquella novedad superior que
él no tenía, por ser incapaz de dar el ser en toda su amplitud. La razón metafísica de ello es que
el ser creado en general se encuentra en la relación trascendental con Dios, la que lo hace
participado y suspendido, dependiente y pendiente de la potencia divina, y por tanto, el no puede
obrar sino con la acción de Dios, la que no suplanta la acción de la creatura.
c) Creación del alma humana. Hasta hace poco se sostenía, de manera simplista y fácil, que
siempre que era concebido o generado un ser humano, Dios intervenía directamente, creando
de la nada un alma para introducirla en el cuerpo concebido por los padres. Hoy el avance de las
ciencias y la perspectiva evolucionista que nos dan una noción más integral y unitaria del
hombre, y sobre todo, de su unidad sustancial, sostenida por la filosofía tradicional en el
hilemorfismo, nos lleva a dar una solución coherente. Las precedentes reflexiones del presente
capítulo nos permiten concluir que dicha acción de Dios no debe mirarse como creación de la
nada, multiplicada para cada concepción de ser humano y que se realizara fuera o al lado de la
acción generativa de los padres; mas bien afirmamos que en la misma acción humana de la
concepción se implica la acción trascendente divina de Dios, quien concurriendo con la acción
paternal, eleva a esta para que produzca un espíritu encarnado, una sola sustancia o ser. Esta
causalidad de los padres tiene un carácter de «auto trascendencia» o «auto superación»
(producción por generación material de un ser espiritual), precisamente porque está sostenida y
movida por la Causa divina que obra directa e inmediatamente, como sucede en otras causas;
pero aquí ha de darse una intervención especial, porque ese ser humano depende
especialmente de Dios, ya que es querido por razón de ser persona, única, irrepetible,
insustituible, distinta de todos y destinada a Dios. Sin embargo, esa intervención especial no
implica necesariamente que el espíritu humano deba crearse de la nada. En efecto, esta misma
peculiaridad es la que hace que, aunque Dios y los padres no den la existencia a partes distintas
del hombre (su alma y su cuerpo), y al tratarse, no de la generación del individuo de una
especie, sino de una persona nueva, deseada y en si misma amada directamente por Dios, tiene
una relación única con Él, la que no es equiparable con la que tiene con sus padres, aunque
ambas sean causas reales de todo el ser humano. Por eso mismo, con razón se enfatiza que el
hombre es creado por Dios. La explicación anterior vale para el origen del primer hombre,
cuando leemos en el Génesis que Dios insufla aliento al barro y así crea al hombre. La teología
actual, en efecto, explica la antropogénesis o proceso de hominización a partir del prehomínido,
de manera análoga a la actividad procreadora con que pace cada ser humano. Así como en la
generación de cada ser humano, las causalidades de los padres son elevadas por Dios, tanto la
material, que viene a ser la matriz, como la formal, dada por el espíritu y que constituyen a la
persona, de manera análoga, las causalidades del prehomínido son elevadas por la causalidad
trascendente de Dios; analogía que no es registrable por la ciencia.
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la evolución, lo que suele llamarse «Providencia», entendida no solo como plantación sino
también como ejecución. La Providencia en el mundo evolutivo debe salvar, tanto la soberanía
absoluta de la Causa primera, como la causalidad real de las creaturas cuando obran, y sobre
todo, la autonomía del hombre, asunto este último que se estudia en la filosofía de la religión. La
soberanía de Dios aparece en la evolución como su mano invisible, pero real, de acción
trascendente que ocurre en toda causalidad creada y que no se encuentra ni aquí ni allí, sino en
un actuar sobre el conjunto de las causas, sin hacerse visible en ninguna parte. Esa acción
divina es un poder sobre la vida hasta en la intimidad mas secreta de las criaturas, y es tan
indivisible o inseparable que aparece como si la naturaleza de ellas obrara sola, en tal forma de
poderse afirmar que Dios no hace las cosas sino hace que las cosas se hagan, es decir, actúa
por medio de las causas segundas. Y precisamente por eso, siguiendo al Vaticano I, podemos,
por la sola razón, conocer, a partir de la creación evolutiva, que Dios existe.
Segunda semana
Primera sesión: Nociones sobre la Persona
La palabra castellana "persona" viene del adjetivo latino "personus", que significa "resonante";
"personare" equivale a "sonar fuerte", hacerse oír, lo cual parece relacionar esta palabra con la
griega "prósopon", que significaba "cara" y también "máscara" (trágica o cómica) que se ponían
los actores de teatro, y -a la vez que les disfrazaba del personaje que representaban-, les
servía de amplificador de la voz. La concavidad de la máscara reforzaba la voz, ocultaba al
actor y por medio de la máscara el actor también "re-presentaba" un personaje. Para los
griegos, pues, "prósopon" no tenía el sentido que nosotros le damos a la palabra "persona".
Rara vez alude a persona en los textos filosóficos griegos, donde, por lo demás, aparece con
escasa frecuencia.
Entre los presocráticos, prósopon quiere decir "cara", "rostro", e incluso se dice de la faz de
Helios, el Sol. En Platón, también significa "rostro". Aristóteles habla largamente del "prósopon"
(cara) y sus partes (nariz, orejas, etc.); también se refiere con el mismo término a la cara de la
luna; y en algún lugar advierte -al margen del uso común de la palabra- que "prósopon" se
debe decir sólo del hombre; el pez o el buey no tienen "prósopon" (rostro), sino lo que nosotros
podríamos denominar, por ejemplo, "jeta". El "rostro" refleja un ser superior al del que sólo tiene
"jeta". Entre nosotros suele decirse que "el rostro es el espejo del alma".
Pues bien, aunque los orígenes de la palabra "persona" no se refieren a lo que hoy
entendemos por tal, es cierto que siempre ha sugerido alguna realidad por alguna razón
excelente o superior. En latín, la voz "personare" indica un sonido que posee la fuerza
necesaria para sobresalir. No es de maravillar que la palabra "persona" acabe por significar de
modo eficaz lo más sobresaliente que hay en el universo: el ser inteligente, con entendimiento
racional.
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Esta concepción de la dignidad personal que hace del hombre algo “sagrado” tiene tres
consecuencias fundamentales respecto del orden social. La primera es que la sociedad política
se ordena a la perfección de las personas: “La ciudad existe para el hombre, no el hombre para
la ciudad” (Divini Redemptoris). La segunda consiste en que la condición de persona, hace al
hombre sujeto de derecho:”En toda convivencia bien organizada y fecunda hay que colocar
como fundamento el principio de que todo ser humano es voluntad libre y que por lo tanto de
esa misma naturaleza nacen directamente al mismo tiempo derechos y deberes que, al ser
universales e inviolables, son también absolutamente inalienables”. (Pacem in Terris, n.6).
Por ultimo toda recta concepción del bien común político requiere concebir al
hombre como agente activo de la vida social; “El hombre en cuanto tal, lejos de ser tenido
como objeto y elemento pasivo, debe por el contrario ser considerado como sujeto, fundamento
y fin de la vida social ( Alocución del 24-12-44).
No podríamos terminar esta nota sin recordar que la ultima raíz de la dignidad humana
reside en su carácter de imago Dei, imagen de Dios, llamado por El a participar eternamente de
la plenitud de su gloria: “La razón mas alta de la dignidad humana consiste en la vocación del
hombre a la unión con Dios” (Gaudium et Spes, n.19)
Conocer ha sido desde siempre, hasta nuestros días la gran preocupación del ser humano. Los
griegos fueron, si bien no los iniciadores, los que se preocuparon por el estudio de la realidad y
del hombre de manera sistemática y hasta crearon el instrumento que nos llevaría al pensar
correcto. A Aristóteles debemos dar las gracias por elaborar el Organón, primer Instrumento
practico para la aplicación del pensamiento.
Los griegos fueron los que legaron a la humanidad los grandes problemas, los grandes
conceptos, los grandes paradigmas y hasta las grandes tragedias. Todo nuestro presente esta
impregnado, del olor del mar Egeo. El conocimiento y la forma en que el hombre lo obtiene, fue
parte de su preocupación y aun hoy, aunque desterrados, siguen siendo la base de las
concepciones actuales. Según Berckhardt Todo conocimiento objetivo del universo sigue
urdiendo, hasta hoy la tela que empezaron a tejer los griegos.
¿Pero, como iniciar este discurso sobre el conocimiento sin antes definirlo? La definición del
conocimiento, del conocer ha ocupado la mente de hombres eminentes, de pensadores lucidos,
de teóricos y científicos excepcionales. La tarea ha sido ardua y no ha sido posible un
consenso respecto al mismo. Con los fines de aclarar el término, al cual nos referimos,
tomaremos prestado de la Gnoseología o Teoría del conocimiento, algunas ideas: Conocer es
aprehender teóricamente los objetos, sus modos y sus relaciones. El conocimiento no es otra
cosa que el producto o resultado de la actividad de conocer. Todo conocimiento implica por lo
tanto una relación y dos elementos: el sujeto que aprehende y el objeto que es aprehendido.
Sobre la naturaleza de esta relación Sujeto - Objeto se han presentado desde los tiempos de
Aristóteles y Platón diferentes concepciones, que se han derivado, aunque con amplias y
diversas modificaciones, de estos filósofos griegos. Estas concepciones o tendencias pueden
agruparse en dos corrientes básicas: Idealistas y Realistas. Los idealistas plantean que el
objeto es solo conocido a través de la sensación y la percepción, solo existe en la medida que
es percibido (Berkeley). Descartes, llega mas allá, al afirmar que el pensamiento es la única
base de certidumbre de su existencia personal: "pienso, luego existo". Los Realistas plantean
que el objeto es lo que es y el sujeto tiene que aprehenderlo. El objeto se mantiene siempre
inalterable. Para Gilson: La mayor diferencia entre el Idealismo y el Realismo consiste en que el
primero piensa y el segundo conoce. Para el realista pensar es solamente ordenar
conocimientos o reflexionar sobre su contenido, nunca pretenderá hacer del pensamiento el
punto de partida. El idealista va del pensamiento al objeto, no puede saber si aquello de que
parte corresponde o no al objeto.
En ambas concepciones la verdad del conocimiento, tiene carácter diferente. Los idealistas
pueden llegar a la verdad, puesto que son ellos los que crean el conocimiento, para los
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realistas, la reflexión y la organización del conocimiento puede estar equivocada o no
concordar con la realidad. Sobre la verdad y los límites del conocimiento, encontramos en el
devenir histórico diversas posiciones, de las cuáles solo señalaremos a grosso modo dos: Los
dogmáticos, que sostienen que el conocimiento de verdades absolutas es posible y, los
escépticos, que plantean la imposibilidad de llegar al conocimiento.
Tercera Semana
Primera sesión : La persona: Ser o Tener.
Nuestra sociedad está integrada por miembros que más se interesan en tener que en
ser. En apariencia estamos generalizando pero, si somos un poco observadores, veremos que
la preocupación principal de la mayor parte del pueblo es la de tener, esto es, en caminar
mentalizado únicamente en poseer todo tipo de bienes materiales, tan necesarios muchos y tan
indispensables los menos, y nos resulta difícil balancearlos en el marco de la equidad y la
justicia.
No se trata de recordar al rey Midas que, según la leyenda, convertía en oro todo lo
que tocaba, no, se trata de diferenciar a aquellos que en el marco del orden y las buenas artes,
principalmente en la visión desventajosa y el ahorro, logran reunir su capital mediano que les
permite sortear todas las necesidades familiares y de un progreso sin excesivos relumbrones
sociales; y de los que aprovechándose de toda circunstancia, vuelcan su codicia para atesorar
grandes fortunas, pagando sueldos miserables a sus trabajadores, no pagando sus
compromisos, escondiendo la cara, y tal vez encontrando la felicidad en estos sucios
menesteres.
Realmente nos causa preocupación el hecho de que se súper pondere el tener, más
que el ser: ¿quién y qué soy?, se preguntaría aquel patán que su paso por las escuelas fue
inadvertido, pero tuvo ese habilidoso proceder en todas sus actividades, de ventaja pura, que le
redituó pingües ingresos, a veces a expensas del dolor humano, y para reafirmar sus fechorías
se escudaba en dichos como aquellos: "con dinero baila el perro", "tanto tienes, tanto vales" o
tal vez en aquel que dice "suerte te dé Dios, que el saber poco importa", sin saber que Dios no
reparte suerte.
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El soporte ineludible de la personalidad es el temperamento, el cual es algo
constitucional e inmodificable, es un estado orgánico y neuropsíquico, base de las acciones
físicas y mentales, surge de las reacciones bioquímicas las cuales ejercen acción directa y
continua sobre el sistema nervioso y vegetativo, esto determina las cualidades específicas de la
sensibilidad que el ser humano manifiesta en sus actividades y vivencias, muestra reacciones
típicas frente e estímulos del mundo exterior.
Tiene que ver directamente con el tono muscular, la presión sanguínea, el ritmo cardiaco y el
tiempo de reacción, en las disposiciones y aptitudes, en la rapidez o tardanza de la reacción, en
la palidez o exuberancia de la creación de imágenes, en la disposición o en el titubeo de los
actos de volición.
En el temperamento intervienen factores hereditarios, congénitos y exógenos, estos últimos
tienen que ver con la alimentación, el clima y el ambiente.
Las cualidades anteriores no pueden ser modificadas, pero si pueden ser reguladas por
el carácter, ya que la base de éste, están edificadas sobre los cimientos fundamentales
constituidos por el temperamento. Se nace con un temperamento, pero no se nace con un
carácter.
E. Fromm considera como base fundamental del carácter a los modos específicos de
relación de la persona con el mundo:
Las orientaciones por las cuales el individuo se relaciona con el mundo constituyen la
medula de su carácter. La forma en que se relaciona implica una energía psíquica que es
canalizada en los procesos de asimilación y socialización. Una vez que la energía ha sido
encausada de cierta manera, la acción se produce como fiel expresión del carácter, de esta
manera la persona puede acomodar su vida de tal modo que se ajuste o regule su situación
consigo mismo y con los demás. Tiene una función selectiva con respecto a las ideas y valores
de los demás.
El carácter del niño es modelado por el carácter de todos sus familiares en un primer
momento, ya que posteriormente son determinados por la estructura social y cultural. La familia
es la agencia psíquica de la sociedad. Al adaptarse el niño a su familia adquiere el carácter que
después lo adoptará en las tareas que debe ejecutar en la vida social, es el que le hace desear
hacer lo que debe hacer, y cuyo núcleo comparte con la mayoría de los miembros de la misma
cultura.
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La formación del carácter se determina por el efecto de las experiencias vitales, el
ambiente jamás es el mismo para dos individuos, la diferencia en su constitución física y
temperamental los hace experimentar el mismo ambiente de manera diferente.
Cuarta Semana
Sin embargo, el término "libertad" asume matices y significados diversos, con arreglo a
las perspectivas dentro de las que se mueve y a las disciplinas a las que hace referencia.
14
heterodirección y a la inducción de necesidades, haciendo vanas las actitudes críticas y la
tensión creativa del hombre. Sin olvidar que el dominio que el hombre está ejerciendo cada vez
más sobre sí mismo y sobre la naturaleza, gracias al desarrollo de la ciencia y al
perfeccionamiento de la tecnología es simultáneamente fuente de ampliación de los espacios
de autorrealización y de nuevas formas de esclavitud. El mundo hominizado, es decir,
manipulado por la intervención humana, no es necesariamente un mundo más humano, más en
consonancia con las verdaderas exigencias del hombre. La afirmación de una libertad sin
límites conduce paradójicamente a la negación de la libertad, a que se abran, en otras
palabras, situaciones serias de peligro.
- Hay que añadir que el concepto mismo de libertad adquiere significados diversos, y a
veces contrapuestos, según la óptica ideológica desde la que se lo interprete. Junto a una
concepción iluminista de la libertad, que hace coincidir ésta con la proclamación abstracta y
formal de los derechos individuales -concepción exacerbada hoy por la cultura radical-, existe
otra más atenta a las posibilidades reales de su ejercicio mediante la creación de condiciones
sociales que garanticen a todos y de manera sustancial el poder de autodeterminación. Junto a
una concepción de la libertad de matriz liberal-burguesa, que tiende a identificarla con la libre
iniciativa del individuo, existe otra que presta más atención a las exigencias objetivas de la
justicia, que deben ser absolutamente tuteladas y promovidas. La dialéctica entre bien personal
y bien colectivo es hoy más que nunca de actualidad. La tentación está en oscilar entre los
polos opuestos del individualismo y del colectivismo totalitario. Se hace, pues, patente la
necesidad de una redefinición de la libertad que sepa estar correcta y dinámicamente entre
libertad de derecho y libertad de hecho, a fin de construir un modelo de convivencia en el que
encuentren su justo equilibrio las dinámicas de lo privado y lo público, de lo personal y lo
político.
15
En su existencia concreta, el hombre experimenta a un tiempo su doble condición de
ser libre y ser condicionado. La filosofía ha reflexionado mucho sobre esta experiencia
fundamental, en un intento de ofrecer una interpretación metafísica, es decir, de demostrar la
existencia de la libertad, indicando también cómo y por qué se desarrolla ésta.
La libertad como libre arbitrio, es decir, como capacidad del hombre de elegir, es
inherente a la voluntad como tendencia natural. Él objeto `de esta inclinación es el bien total,
respecto del cual la voluntad no puede, por tanto, dejar de sentir su necesidad. Pero de ese
objeto la voluntad no hace, hic et nunc, experiencia inmediata. De aquí nace la posibilidad de la
libertad. Esta, por tanto, estriba en la desproporción que se da entre la amplitud trascendental
del objeto de la voluntad y la finitud de los bienes particulares, que constituyen los objetos de la
presente experiencia del hombre. El horizonte, en efecto, de las posibilidades primordiales del
hombre es infinito; pero las posibilidades concretas que la presente situación histórica le ofrece
son, de hecho, limitadas y parciales.
Por otra parte, colocada ante estos bienes parciales, la voluntad tiene que romper la
indeterminación y determinarse por sí sola. La libertad es precisamente este poder de
autodeterminación, que se funda en el dinamismo fundamental que la orienta hacia el sumo
bien. Es evidente que tal libertad de elección tiene su raíz última en la razón, y más
concretamente en la capacidad que ésta posee para aprehender el bien universal y para medir
la distancia existente entre este último y cada uno de los bienes particulares que experimenta
existencialmente. En efecto, la voluntad, en cuanto apetito racional, se determina motivándose,
es decir, asumiendo razones para obrar. Determinarse quiere decir decidirse con conocimiento
de causa, es a un tiempo saber y querer; dicho con más exactitud, es querer que determinada
razón se convierta para uno en la razón de obrar, que determinado juicio práctico sea el último
juicio práctico. Ahora bien, indudablemente el último juicio práctico es, como juicio, un acto de
la inteligencia; pero último solamente lo es porque así lo ha querido quien en él ha encontrado
su razón de obrar. En la unidad viviente del sujeto humano, inteligencia y voluntad se
compenetran y condicionan mutuamente. Por ello, el acto libre del hombre es, "un acto de juicio
querido" o "un acto de querer juzgado".
Enfoques filosóficos
Hasta el siglo XX, la mayoría de los filósofos concebían la voluntad como una facultad
distinta con la que toda persona nacía. Discrepaban, sin embargo, sobre el papel de esta
facultad en la composición de la personalidad. Para una escuela de filósofos, notablemente
representados por el filósofo alemán Arthur Schopenhauer, una voluntad universal es la
realidad esencial y la voluntad de los individuos forma parte de ella. En su visión, la voluntad
domina todos los demás aspectos de la personalidad del individuo: conocimiento, sentimientos
y dirección en la vida. Una forma contemporánea de la teoría de Schopenhauer se halla
implícita en algunas clases de existencialismo, como el enfoque existencialista expuesto por el
filósofo francés Jean-Paul Sartre, quien considera la personalidad como el producto de
opciones, y los actos como demostraciones de la voluntad encaminadas a conferir sentido al
universo.
16
Otros filósofos han estimado la voluntad como similar o secundaria a otros aspectos de
la personalidad. Platón creía que la psique se dividía en tres partes: razón, voluntad y deseo.
Para filósofos racionalistas, como Aristóteles, santo Tomás de Aquino y René Descartes, la
voluntad es el agente del alma racional que gobierna los apetitos puramente animales y las
pasiones. Algunos filósofos empíricos, como David Hume, no cuentan con la importancia de las
influencias racionales en la voluntad; consideran la voluntad dirigida sobre todo por la emoción.
Filósofos evolucionistas como Herbert Spencer y pensadores pragmáticos como John Dewey,
conciben la voluntad no como una facultad innata sino como el producto de la experiencia que
evoluciona de una forma gradual como las ideas y la personalidad individual en la interacción
social.
Enfoques psicológicos
Los psicólogos actuales tienden a aceptar la teoría pragmática de la voluntad.
Consideran la voluntad como un aspecto o cualidad de la conducta, más que como una
facultad diferenciada: es la persona la que dispone. Este acto de voluntad se manifiesta:
primero, en la fijación del interés sobre metas más o menos distantes y modelos y principios de
conducta abstractos hasta cierto punto; en segundo lugar, al ponderar vías alternativas de
acción y efectuar acciones deliberadas que parecen mejor calculadas para servir a principios y
metas específicos; tercero, en la inhibición de impulsos y hábitos que pudieran distraer la
atención, o entrar en conflicto con un principio o un fin, y, por último, en la perseverancia frente
a obstáculos y frustraciones en la persecución de metas y en la adhesión a principios
establecidos previamente.
Entre los defectos comunes que pueden conducir a la debilidad de la voluntad figuran
la ausencia de objetivos que exijan esfuerzo o de ideales y modelos de conducta que merezcan
ser considerados, atención vacilante, incapacidad para resistir los impulsos o romper hábitos, y
la incapacidad para decidir entre alternativas o asumir una decisión, una vez tomada.
Aptitud, rasgo general y propio de cada individuo que le facilita el aprendizaje de tareas
específicas y le distingue de los demás.
Quinta Semana
17
El matrimonio puede ser interpretado desde la filosofía, la sociología, la psicología, la
medicina, el derecho y la teología, de forma que su estudio puede correr el riesgo de quedarse
en un variopinto inventario de información procedente de las diferentes áreas de estudio. Como
toda forma esencial, también el matrimonio es una totalidad pese a reflejarse en ella los más
diversos estratos de la persona como ser compuesto de cuerpo y alma. Sin embargo, como no
podemos contemplar las esencias intuitivamente en un solo golpe de vista, sino que tenemos
que descubrir con esfuerzo y explicar sus estructuras, vamos a distinguir diez áreas relevantes
para una correcta interpretación del matrimonio, sin olvidar que, en el fondo, se trata de
diversos puntos de vista sobre una totalidad que llamamos matrimonio.
1.- “Cada matrimonio –se dice en la encíclica Casti connubii- no se realiza sin el libre
consentimiento de ambos esposos”. Objeto de esta unión voluntaria, que “no puede ser suplida
por potestad humana alguna”, es solo una: “si los contrayentes quieren o no contraer
matrimonio y con esa determinada persona”. En cambio, la naturaleza del matrimonio “esta
totalmente sustraída” al arbitrio de los esposos. Mientras que otros contratos están sometidos
en su contenido al libre acuerdo de los contratantes, el contrato matrimonial ha sido
previamente fijado en su contenido por Dios mismo.
2.- En el momento del consentimiento, si el contrato matrimonial ha de ser valido, han de ser
reconocidas tres propiedades del matrimonio: la ordenación a la procreación, la unicidad de la
pareja y la indisolubilidad. En el caso en que las leyes civiles determinen otra cosa, para los
cristianos valen las palabras de San Juan Crisóstomo: “No me aduzcan las leyes promulgadas
por quienes están fuera.....; aquel día Dios no te juzgara por tales leyes, sino por las que El
mismo ha promulgado”.
18
actualmente detalladas encuestas sobre la “Esfera intima”, no solo para conocer las opiniones y
el comportamiento real en el terreno sexual, sino para enunciar, popularizando los resultados
de la encuesta, una nueva norma moral, fundada en el “se piensa”, “se hace”, es decir, fundada
en el relativismo sociologista.
1.- Seria una pretensión exagerada querer fundar la comunidad conyugal de vida y amor tan
solo en el afecto personal. Para que el matrimonio no fracase tiene que ser incluido en esa
categoría de orden continua y segura que llamamos institución del matrimonio. Contra la viva
convicción de todos los pueblos y tiempos de que el matrimonio es una institución con una
naturaleza previamente dada, comenzó el individualismo liberal a atacarla violentamente desde
finales del siglo XVIII. Voltaire llamaba en 1783 al matrimonio “Mero contrato civil”, que puede
ser disuelto en cualquier momento” sin que se necesite otro motivo que la tenaz voluntad de
ambos esposos. La revolución francesa trajo como producto interpretar el matrimonio de modo
individualista: la unión indisoluble aniquilaría la libertad individual; por eso puede uno de los
esposos hacer declarar la separación matrimonial con la sola indicación de la falta de armonía
de caracteres. El principio de la disolución del matrimonio, del año 1792, fue incluido por
ejemplo en el decreto matrimonial alemán en 1938. A pesar de ello el individualismo liberal tuvo
que admitir que las relaciones entre varón y mujer no pueden abandonarse al capricho.
2.- Hoy toda institución, incluida la del matrimonio es sospechosa para muchos de ser un
entorpecimiento, una coacción sistemática y un freno y por ese motivo, objeto de rechazo. Esa
fobia institucional depende de una ideología emancipadora desmedida. Quien destruye la
institución, pone al matrimonio y a la familia en manos del aparato administrativo. Entonces, en
el lugar del amor personal y de la autoridad de los padres se coloca el poder de los funcionarios
en cuyas manos es una dócil herramienta. Una emancipación llevada a sus límites conduce a
la manipulación.
Frente a todos los intentos de relativizar el matrimonio y de ponerlo en manos del poder
político, la fe cristiana mantiene la naturaleza y estructura esencial de esa institución. “Ninguna
ley humana” –se dice en la encíclica Rerum Novarum- “se puede limitar en modo alguno el
sentido capital del matrimonio fijado por la autoridad de Dios en los umbrales de la historia
humana; el matrimonio “es más antiguo que el estado; por eso le competen derechos y deberes
peculiares que en modo alguno dependen del estado”.
Hace unos años atrás se aseguró que los roles de padre y madre eran intercambiables. Hoy
muchos especialistas aclaran que dicha idea es falsa. El padre es insustituible en uno de sus
principales papeles: ser el marido de la madre. Y viceversa. "El amor de los padres por sus
hijos no pasa sólo en línea directa hacia ellos -aclara el psicoanalista francés Tony AnatreIla-
sino, y esencialmente, a través de su relación conyugal.
Anatrella denunciaba entonces una tendencia social a ocultar los efectos de las
separaciones, ya enaltecer exclusivamente el rol de las madres, como si ellas solas bastaran a
sus hijos, haciendo desaparecer la importancia de la paternidad tanto en las mentalidades
como en las leyes. Pero aclaraba, cuando una madre intenta ocupar el rol de padre termina
convertida en una «madre sobre exigida», mientras que cuando el padre intenta ocupar el rol
de ella, sólo se transforma en una segunda madre.
"Ya hemos pasado por épocas caracterizadas por padres napoleónicos, hoy vivimos en
otra caracterizada por madres dominando la procreación. Pero a fuerza de sufrir los efectos de
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ambos errores, hoy la familia está entrando a descubrir, por la presión de sus propios hijos, que
la familia no puede existir sin una estrecha alianza entre el padre y la madre".
En efecto, en los inicios del siglo XXI una fuerte tendencia viene a destacar un aspecto
vital e insustituible de la figura paterna: el de ser quien ama y cuida de la madre, dándole
confianza, seguridad y paz, para que ella a su vez logre realizar plenamente su maternidad.
Esto obviamente rebela a mujeres autosuficientes, más cuando viene principalmente de
psiquiatras y psicólogos varones. No obstante, son muchas más las mujeres que aplauden el
hecho de ver cómo la ciencia confirma que ellas están en lo correcto al pedir amor, amor y más
amor a sus maridos.
Por otra parte, estos especialistas no vienen más que a confirmar lo que los médicos
neonatólogos, desde hace mucho tiempo, han comprobado empíricamente durante las
primeras horas de vida de un ser humano. Se ha demostrado que el desarrollo psicomotor del
recién nacido se facilita si la mujer se siente querida y protegida por una pareja estable, pues
eso le permite acoger y alimentar mejor a su hijo. Así, el padre es un protagonista activo en el
"apego" entre el hijo y la madre, apego que ayuda a que los recién nacidos se enfermen
menos; duerman mejor y ganen más peso.
Sexta semana
Primera semana: La sexualidad humana
1.- La sexualidad, que no ha de ser equiparada a la pulsión sexual, se presenta en el ser
humano como la polaridad de lo masculino y lo femenino, y es un supuesto fundamental del
matrimonio. Es algo más amplio que la pulsión sexual, determina la dinámica biológica de
ambos sexos y penetra todo el comportamiento físico-espiritual del varón y de la mujer, lo cual
se manifiesta en el pensar y en el obrar, en el sentimiento, en el ánimo e, incluso, en la relación
con Dios. Mientras que la idiosincrasia de la persona esta mas orientada a la actividad, el ser
de la mujer, condicionado por la maternidad, tiende a la entrega y a la constante referencia a un
tu. El varón no es, por tanto, norma para la mujer, aunque algunas mujeres adultas y jóvenes,
debido a su gran capacidad de adaptación, toman al varón como norma, consciente o
inconscientemente –especialmente en el trabajo profesional fuera de casa. Por lo demás, no se
debe exagerar la diversidad anímica entre ambos sexos. El fundamento esencial humano es el
mismo en el hombre y en la mujer. En su masculinidad o feminidad, ambos sexos son “imagen
de Dios”. A los dos le ha dado Dios la misma dignidad y los mismos derechos inalienables. Dios
es del mismo modo para el varón y para la mujer, “el Creador que les llama y les ama”. Ambos
deben escucharle, responderle y servirle. Ambos son “iguales en su dignidad como criaturas de
Dios, pero también iguales en su indigencia si niegan a Dios”. Dios se ha apiadado de igual
modo del varón y la mujer. Incluso ha integrado de un modo especial en su obra salvadora a
una mujer, la Virgen Maria. Nosotros creemos y confesamos que el hijo de Dios “en su
humanidad en el tiempo nació de la Virgen Maria”. A través de la maternidad de Maria, escribe
Juan Pablo II, Dios “de la mejor posible [ha revelado] la dignidad de la mujer”. Tampoco hay
apenas un varón que no comporte es su interior la capacidad de sacrificio y preocupación por
los demás, como tampoco se encontrara a una mujer incapaz de dedicarse objetiva y
sobriamente a una actividad. Se suele decir, con razón, que un varón meramente varonil es
terrible y que una mujer meramente femenina es insoportable. Sin embargo, sigue en pie que la
diversidad entre varón y mujer impregna hasta las más profundas raíces del ser físico-
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espiritual. Es cierto que la división de los papeles sociales entre ambos sexos (por ejemplo, en
el mundo laboral) esta en gran manera determinada históricamente. Pero incluso cuando el
varón y la mujer hacen lo mismo, lo hacen de modo distinto. Por eso, el trabajo profesional de
la mujer fuera de casa, en la sociedad industrial, no significa solo un plus, sino algo
cualitativamente nuevo.
b.- todavía es peor presentar la sexualidad como degradación del ser humano, como lo
intentaron las sublimes especulaciones de los cultos orientales misterios, del neoplatonismo,
del gnosticismo y, sobre todo, del maniqueísmo, enemigos del cuerpo y de lo sexual. Mani
exigía a sus elegidas “sellar el seno y los pechos”; solo así podía desterrar la desgracia
eternamente continuada de que el claro espíritu fuera enterrado repetidamente por el amor y el
matrimonio en la oscura cárcel de la carne. Este espiritualismo sexófobo afecto
manifiestamente y, con mas frecuencia, veladamente, el pensamiento occidental también en los
siglos cristianos. Se percibe su influencia en algunos Padres de la Iglesia; por ejemplo
Clemente de Alejandría, Orígenes, Juan Crisóstomo. El heredero tertuliano llamaba a la mujer
“la puerta del diablo”, por haber seducido y deshonrado “al hombre que es la imagen de Dios”.
Pero también el santo Gregorio de Nisa (+394) opinaba que Dios había querido crear
originariamente un “ser humano celestial” asexuado, pero que después al prever el pecado
original, creo al histórico hombre terreno y lo dividió en dos sexos como Adán Y Eva. De
cuando en cuando se siguen manifestando hoy pensamientos parecidos. Theodor Culmann,
por ejemplo explicaba que Adán y Eva. De cuando en cuando se siguen manifestando hoy
pensamientos parecidos. Theodor Culmann, por ejemplo, explicaba que Adán había sido al
principio bisexual y luego diferenciado sexualmente por razón de la culpa. En efecto, había
visto la existencia bisexual en los animales percibiendo esa realidad “como algo que le faltaba
y, por tanto, deseable”. Este habría sido el “comienzo del pecado”. “Dios tuvo que
condescender y remediar con la creación de la mujer que mal surgido por la culpa del hombre
en la creación. La creación de la mujer es, por tanto una catástrofe tan terrible que solo es
superada por la mujer misma, cuyo grado previo ella es”. También Theodor Bohmerle califico
de funesta decisión el que Adán quisiese tener a su lado, en lugar de llevarlo dentro, el principio
femenino. El Génesis cuenta “que la mujer fue sacada del costado del varón. Entonces, ¿dónde
estaba antes la mujer? Evidentemente dentro del varón”. Adán había pedido encarecidamente
una compañera que le ayudara y el Señor tuvo que reconocer: “Lo que antes era bueno, ahora
ya no lo es .... El salto gigantesco que se dio entonces fue el de la compenetración a la
yuxtaposición, un salto que acarrearía las mas terribles consecuencias”. En Edgar Dacque se
encuentran reflexiones parecidas: por la creación de la mujer, Adán había recibido “un ser
enfrente” que no era Dios. “Y con ello había surgido ya una necesidad”, que conduciría
finalmente a la caída. Pues el pecado original fue cometido a causa de Eva. “Hevah se
manifiesta como aquella que, independientemente de Dios, puede ser ella misma la seducción
en si hacia la reunificación (...), y se convierte así en la enorme espiral del deseo, espiritual y
sensual”. Con ello, el hombre “y la naturaleza con el, entra desde lo intimo en la situación
demoníaca”.
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casualidad que el termino alemán para “hereje”, Ketzer derive de los cataros –en italiano,
gazzari-, es decir, de la secta medieval que trato de introducir solapadamente en el occidente
cristiano, la dualidad de los sexos esta contenida en el plan creador original querido por el
amor, la bondad y la sabiduría de Dios, y no surgió por culpa de una caída antidivina desde el
monismo asexual hacia el dualismo sexual. La Sagrada Escritura, al narrar la creación del
hombre, subraya con especial énfasis este plan divino. “hagamos al hombre a nuestra imagen y
semejanza (...) Y creo Dios al hombre a imagen suya, a imagen y semejanza (...) Y creo Dios al
hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creo, y lo creo, y los creo varón y mujer” (Gen 1,26
y ss.). Con desusada acritud se dirige San Pablo contra los “embaucadores” gnósticos y los
“hipócritas”, que “dan oídos a las enseñanzas de los demonios” y “prohíben las bodas y se
abstienen de ciertos alimentos .... Porque toda criatura de Dios es buena (1 Tim 4, 1-4). La
divina providencia ha concebido al matrimonio como una ley estructural de la creación.
"El sexo promete lo que no puede dar, pero abre la puerta hacia una realidad misteriosa, más
allá de él mismo, que sí puede ofrecer el pleno y total goce al corazón hambriento".
En el ser humano la sexualidad no está regida por períodos de celo. Más aún, el acto sexual
humano es señalado, con frecuencia (o así debería ser), como un acto de amor y puede no
estar ligado a la reproducción. Las dimensiones biológicas, psicológicas, sociales y espirituales
de nuestra sexualidad están profundamente interrelacionadas.
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comprensión de que el ser humano es una integridad en la que cuerpo, mente y
espíritu no pueden actuar independientemente y que la unión sexual es un modo de
que dos seres íntegros puedan fundir sus energías y fundirse, simultáneamente en la
energía que anima a todo el universo.
Séptima semana
1.- Las fuerzas que arrastran instintivamente a al persona hacia la sociedad –instinto sexual,
instinto de imitación, instinto de prestigio, instinto de lucha, instinto de juego, etc. –no bastan
para formar vínculos e instituciones sociales duraderas, aunque tienen también su importancia
en unión con otras fuerzas espirituales. A la larga, tampoco el simple criticar y dialogar unen.
Actúan comunitariamente sobre todo dos energías espirituales: la disposición para la sucesión
y el amor. La disposición para la sucesión, tal como la determina, por ejemplo, la relación de
los hijos con los padres y de los discípulos con el maestro, no es una huida a la
responsabilidad ajena, sino decisión personal. Supone unión de intenciones y disposiciones de
ánimo, y frecuentemente va unida al amor. No se trata aquí del amor que abusa egoístamente
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de los demás y les trata como un bien de consumo, sino del amor en cuanto actitud valiosa que
se realiza en el estar dispuesto a sacrificarse por el prójimo y por la comunidad.
2.- Debido a la unión espiritual de las personas entre si, estas son capaces de practicar virtudes
sociales (amor al prójimo, fidelidad, veracidad, justicia, obediencia) y de estructurar ámbitos
culturales que un individuo no podría crear por si solo (arte, ciencia , economía, etc.): “Vemos
aquí (...) valores ontológicos y también morales que quedan absolutamente fuera del alcance
de individuos solos y que incluso el mismo poder creador de Dios únicamente pudo atribuir y
hacer accesibles a las instituciones sociales”.
3.- Destacado mediador del intercambio espiritual es el lenguaje, por el que participamos –
dentro de cada sociedad vinculada por el mismo idioma materno- en el “proceso de verbalizar
el mundo”. El lenguaje crea comunidad, sobre todo cuando las personas no se limitan a hablar
sobre algo, sino cuando se declaran a si mismas en la palabra. De las personas que están
unidas en el amor decimos que se comprenden, que hablan el mismo idioma.
Es la manera con que los miembros de una colectividad aprenden los modelos culturales de su
sociedad, los asimilan y los convierten en sus propias reglas personales de vida.
Según DURKHEIM:
Según WEBER:
* Las realidades sociales varían a través del tiempo y el espacio, pero es necesario dualizar un
hecho común de todas las realidades.
* Realidad: todo fenómeno que es independiente de la voluntad del individuo.
* Se propusieron a demostrar de la posición de DURKHEIM (facticidad objetiva) y la de WEBER
(complejo de significados objetivos) sobre la sociedad, pueden completarse, en una teoría
amplia de la acción social sin perder lógica interna.
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* Las instituciones surgen a partir de que el individuo necesita cumplir con una externalización
de un modo de ser, sentir y pensar.
* Internalización: el proceso por el cual el individuo aprende de una porción del mundo objetivo
se denomina socialización. Es internalización de los aspectos significativos de la realidad
objetiva que los rodea. Solo a partir de la internalización el individuo se convierte en miembro
de una sociedad.
Agentes de Socialización
Existen diversos agentes de socialización, que juegan un papel de mayor o menor importancia
según las características peculiares de la sociedad, de la etapa en la vida del sujeto y de su
posición en la estructura social. En la medida que la sociedad se va haciendo mas compleja y
diferenciada, el proceso de socialización deviene también mas complejo y debe, necesaria y
simultáneamente, cumplir las funciones de homogeneizar y diferenciar a los miembros de la
sociedad a fin de que exista tanto la indispensable cohesión entre todos ellos, como la
adaptación de los individuos en los diferentes grupos y contextos subculturales en que tienen
que desempeñarse.
Se puede decir que la sociedad total es el agente de socialización y que cada persona
con quien se entre en contacto es en cierto modo un agente de socialización. Entre la gran
sociedad y la persona individual existen numerosos grupos pequeños, que son los principales
agentes de socialización de la persona. El comienzo natural del proceso para cada niño recién
nacido es su inmediato grupo familiar, pero éste pronto se amplia con otros varios grupos.
Toda familia socializa al niño de acuerdo a su particular modo de vida, el cual esta
influenciado por la realidad social, económica e histórica de la sociedad en la cual está inserta.
Hay autores que han señalado la existencia de diferencias en las prácticas de socialización,
según sea la clase social a que pertenezca la familia.
Las influencias preescolares inciden sobre el niño desde diversos puntos. Los
pequeños círculos de relaciones en que participa con sus padres, parientes, amigos, niñeras y
otros, tienen su importancia para mostrarle como ha de ser un buen niño.
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podemos abordarlo desde varios ángulos. El primero de ellos es el punto de vista del educador.
Para conocer este punto de vista hemos conversado con diversos profesores de secundaria,
obteniendo importantes conclusiones. Respecto al contacto extraescolar profesor-alumno, la
opinión general es que es positivo, ya que ayuda a un mejor conocimiento mutuo fuera del
ambiente docente. Dentro de este trato, se puede incluir la atención personalizada, presente en
tutorías, ayudas, interés por el desarrollo del alumno-compañero. Creando así una corriente
interactiva muy productiva para la socialización y el rendimiento académico.
Otros medios de socialización tienen diversos y variados efectos en las diferentes fases
de la vida de una persona. Como el aprendizaje social es un proceso continuado en todos los
niveles de edad, la persona se ve constantemente refrenada en alguno de sus impulsos y
estimulada en otros. Fracasos y satisfacciones, esfuerzos y readaptaciones, todo con
experiencias que ayudan a aprender. La madre que explica las diferentes maneras como sus
diversos hijos han atravesado las fases del crecimiento, indirectamente esta afirmando que ella
misma ha aprendido no poco d estas experiencias.
Octava semana
EL PRINCIPIO DE LA SOLIDARIDAD
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Las leyes ordenadoras que regulan la vida social se basan en las actitudes de naturaleza social
filosófica y social teológica expuestas bajo el epígrafe “Individuo y sociedad”. Como primera e
inmediata consecuencia resulta de esos comportamientos esenciales el principio de la
solidaridad (de solidare = reunir solidamente). Este principio se desprende a la vez de la
personalidad y socialidad del ser humano y supone un reciproco estar unidos y obligados. Con
ello se rechazan como principios ordenadores de la sociedad tanto el individualismo, que niega
la naturaleza social de la persona, y en la sociedad no ve mas que una asociación finalista para
equilibrar mecánicamente los intereses individuales, como el colectivismo, que priva al hombre
de su dignidad personal y le degrada a mero objeto de procesos sociales y, sobre todo, eco
entre el individualismo y el colectivismo, sino que representa una nueva característica
afirmación sobre la relación entre persona y sociedad, por arraigar a la vez en la dignidad
personal y en la natural sociabilidad del ser humano. Este principio se basa por una parte en la
unión reciproca ónticamente dada del individuo y la sociedad (los vínculos comunitarios) y, por
otra, significa la responsabilidad moral resultante de esta situación óntica (compromiso
comunitario). Es, por tanto, un principio óntico y, a la vez, ético.
1.- La filosofía social occidental ha tratado de interpretar, desde hace mas de dos milenios, la
relación de individuo y sociedad desde la analogía del organismo, método que debe ser usado
con mucha cautela ya que, como muestra la historia, se puede abusar fácilmente de el en
sentido totalitario.
2.- La filosofía social cristiana se sirve de la analogía del organismo para refutar, por una parte,
la concepción individualista de la sociedad y para aclarar, por otra, el principio del bien común.
Hay que distinguir una triple analogía:
a).- Los organismo permanecen mientras que las células individuales perecen y vuelven a ser
continuamente renovadas. De modo análogo, la sociedad sobrevive a la continua ida y venida
de individuos. Ya la familia suele comprender al menos dos generaciones. La aldea y la ciudad,
el pueblo y el Estado, existen por siglos. La sociedad, escribe San Agustín en el libro XXII de
La Ciudad de Dios, se asemeja a un olivo cuyas hojas caen y vuelven a nacer, pero cuyo
tronco y copa permanecen. La analogía del organismo aclara, por tanto, que la sociedad
supera temporalmente el breve espacio de una vida humana y se extiende en el pasado y en el
futuro. Es decir, no es una magnitud estática, sino que esta llena de un movimiento impulsivo, a
menudo impetuoso y lleno de conflictos. Y que, también especialmente, como las ramas del
olivo, supera el espacio vital del individuo.
b):-Las partes de un organismo, por ejemplo las hojas y raíces de una planta, no constituyen
una suma de cosas aisladas y sin relación entre si, sino que son puestas al servicio de la
totalidad por la fuerza vital inmanente del todo. También este hecho real puede verse realizado
de modo análogo en la sociedad, cuyos miembros no son individuos aislados, sino que
constituyen una unidad de orden espiritual y moral y sirven a la totalidad.
c).- Los organismo no dejan que sus miembros se atrofien, sino que los alimentan y mantiene;
solo en caso de necesidad extrema sacrifica el organismo un miembro para salvar el todo. Una
ley semejante rige análogamente en la sociedad, que no debe abandonar a sus miembros, sino
cuidar de ellos, mientras que los miembros, por su parte, tienen que estar dispuestos a
subordinar sus intereses al bien común. Lo mismo que la mano se expone automáticamente al
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golpe de la espada para proteger el cuerpo, también el ciudadano tendrá que “exponerse al
peligro, incluso de muerte, por mantener la comunidad”.
3.- De la analogía del organismo resulta la siguiente conclusión para la interpretación el bien
común: es falso no ver en el bien común, como Viktor Cathrein, “mas que una suma de
bienestares individuales de la misma índole”. El bien común no es una suma, sino un nuevo
valor específicamente distinto del bien individual y de la suma de los bienes particulares. Cada
formación social, por ejemplo una ciudad o una universidad, tiene su especial bien común. Pero
cuando se habla del bien común sin mas, se alude al bien común de la “sociedad perfecta” del
Estado; es el conjunto de las instituciones y situaciones que posibilitan al individuo y a la
pequeñas comunidades perseguir en ordenada cooperación el cumplimiento de los fines
queridos por Dios (el desarrollo de la personalidad y la construcción de los ámbitos culturales).
Aquí hay que tener naturalmente en cuenta que en esta época de relaciones mundiales, el
bonum commune, que hasta ahora solía limitarse al Estado, “se universaliza cada vez mas e
implica por ello derechos y obligaciones que afectan a todo el genero humano” (GS 26)
EL PRINCIPIO DE LA SUBSIDIARIEDAD
1.- La palabra “subsidiariedad” se remonta al latín Subsidium, que significa “ayuda desde la
reserva”. En el lenguaje militar romano, por ejemplo, se contraponen a las cohortes que luchan
en el frente (en la prima acies) las cohortes de reserva dispuestas en la retaguardia (la
subsidiarii cohortes). Aplicada a la sociedad, subsidiariedad significa intervención
complementaria y auxiliar de las formaciones sociales mayores a favor de los individuos y de
las pequeñas comunidades; en la mayoría de los casos las “formaciones sociales mayores”
serán el Estado y las instituciones organizadas con un sentido finalista. Después de la Segunda
Guerra Mundial algunos sociólogos católicos intentaron incluir en el principio de subsidiariedad
casi todo lo que nosotros hemos explicado sobre los principios de la solidaridad y del bien
común, intento que ha llevado a confusiones conceptuales y metodológicas. El principio de la
subsidiariedad supone los principios de la solidaridad y del bien común pero no es idéntico a
ellos. Que la sociedad tiene que ayudar a los individuos es una clara afirmación del principio de
la solidaridad que acentúa la vinculación y obligación reciprocas; el reparto y limitación de las
competencias respecto a esta ayuda son objeto del principio de la subsidiariedad.
1.- La mayoría de las normas mas importantes que regulan la convivencia social son de
naturaleza jurídica, debiéndose entender por “derecho” aquellos valores que competen al
individuo y a la sociedad como “lo suyo” (derecho objetivo) y sobre los que, en consecuencia,
existe una pretensión o exigencia (derecho subjetivo). El derecho manifiesta la dignidad de la
persona, semejante a Dios, a quien están ordenados como propios determinados bienes; a la
vez es expresión de la debilidad humana, ya que tales bienes están amenazados y, por eso,
tienen que ser protegidos por el derecho.
28
al agradecimiento y al amor. Finalmente, el derecho presupone la igualdad e prestación y
contraprestación (tantum-quantum); toda supererogación se sale del marco del derecho.
2.- Ciertos derechos son inseparablemente propios de la persona junto con su naturaleza. El
derecho natural no tiene su origen en la naturaleza concreta e histórica de este o aquel ser
humano, sino en la naturaleza en cuanto tal, es decir, en aquello que en todos los tiempos y
culturas define metafísicamente a la persona en cuanto tal, entre lo que deben contarse la
corporeidad y la espiritualidad, la personalidad, la sociabilidad y el hecho de ser creado. El ser
humano posee derechos naturales, porque Dios lo ha creado como persona; así, por ejemplo,
el derecho a la vida, a la incolumidad del cuerpo, a la libertad de conciencia. Tales derechos
naturales de la persona fueron suscrito por las Naciones Unidad en la “Declaración general de
los derechos humanos”, de 10 de diciembre de 1948: “Todos tienen el derecho a la vida,
libertad y seguridad de la persona. Nadie puede ser mantenido en esclavitud o servidumbre...
Todos tienen derecho a ser reconocidos en todo el mundo como personalidad jurídica”. Todo
esto podría parecer evidente o incluso “carente de contenido” (Stammler). Pero el enorme
contenido del derecho natural se pone de manifiesto, por ejemplo, si traemos a la memoria el
asesinato en masa de millones de judíos, niños incluidos, por el régimen nacionalsocialista del
terror. Y también hoy está amenazado el derecho a la vida, ya que el aborto llega a quedar
impune y se habla a menudo de si a los enfermos incurables o habituales se les debe inyectar
una medicación letal.
3.- El derecho natural como parte de la ley natural moral se funda en último termino en la “ley
eterna” (lex eterna) del Creador y obliga en conciencia. Es por tanto falso, contraponer ética y
derecho como “moralidad interior” y “legalidad externa” respectivamente. Sin embargo, el
derecho no abarca todos los ámbitos de lo moral: ni la piedad, ni la pureza, ni el amor a si
mismo o el amor al prójimo. La ley humana, enseña Tomas de Aquino, se dirige a la gran
masa, que en su mayoría no es precisamente un “dechado de virtudes”. Por eso, la ley humana
no prohíbe todos los vicios, sino solo los mas graves; aquellos que la mayoría del pueblo es
capaz de evitar y, sobre todo, los delitos “sin cuya prohibición no podría subsistir la sociedad
humana; por eso la ley humana prohíbe el asesinato, el robo y semejantes”. La ley humana se
contenta también, en general, con el cumplimiento externo de los preceptos, sin preguntar por
las convicciones. Por lo demás, el derecho penal no puede excluir la investigación de motivos y
culpa, y la afirmación “de que una sentencia judicial no debe fundarse, en principio, en ninguna
valoración ética, es lamentablemente falsa”, pues “la obligatoriedad interior del derecho se basa
precisamente en su concordancia con el precepto moral”.
LA JUSTICIA
Cuando la moderna filosofía del derecho menciona a la justicia alude no raras veces a la “idea
moral del derecho” que-bajo la negación del derecho natural y en cierto modo sustituido suyo-
se sospecha que esta en alguna parte por detrás del derecho positivo, aunque fuera de la
esfera del verdadero derecho, y de la que se supone que tiene la exigencia, en absoluto
indiscutible, de ser la norma moral del derecho vigente. Frente a esta concepción, en el fondo
positivista, la doctrina social cristiana ve en la justicia una virtud, la actitud moral “por la que uno
da con perpetua y constante voluntad a dad uno lo suyo”. Quien practica la justicia no busca su
propio derecho, sino que da y deja al otro su derecho.
1.- Cuando las personas jurídicas se encuentran en el mismo plano impera la justicia
conmutativa (la justicia conmutativa, igualadora, del comercio, del contrato, del intercambio). Su
lesión, por robo, daño, atentado al cuerpo o a la vida del prójimo origina un estado de injusticia
del que no solo hay que arrepentirse interiormente, sino que hay que reparar exteriormente. En
la sociedad industrial se manifiesta la justicia conmutativa sobre todo en cuatro ámbitos:
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a).- la sociedad industrial es una sociedad comercializada en la que casi todos los bienes y
servicios que necesitan los hogares son comprados, de forma que la justicia de los precios ha
adquirido una importancia inimaginable en épocas económicas anteriores, en las que la
economía autosuficiente estaba muy entendida
b).- Como en la sociedad industrial desarrollada alrededor del 80% de los trabajadores
practican su profesión como asalariados, empleados, funcionario, es decir, como trabajadores
no autónomos, la injusticia conmutativa ha de manifestarse de modo especial en las relaciones
laborales (salario justo, cumplimiento del deber en el puesto de trabajo).
c).- Más de las cuatro quintas partes de la población de los estados industriales están
incorporadas al sistema de la seguridad social, ámbito particularmente importante en relación
con la justicia conmutativa. El fraude en los seguros constituyen una lesión de la justicia
conmutativa; y no solo en lo referente a los seguros privados, sino también en la seguridad
social estatal (seguro de enfermedad, de accidentes, etc.), algo que es preciso subrayar
insistentemente, ya que en este terreno imperan concepciones muy laxas.
d.- La injusticia conmutativa adquiere importancia en los transportes modernos. Hay que tener
en cuenta que existe un deber de reparación en accidentes del tráfico que uno ha causado
culpablemente, también frente a la familia del herido o muerto en el accidente.
3.- También las formaciones sociales son sujetos de derechos. Con ello aparece ante nosotros
la tercera forma fundamental de la justicia la iustitia legalis (justicia legal), cuyo objeto formal
es la ordenación al bien común. Hay que distinguirla de la justicia distributiva. N efecto,
mientras la justicia legal esta dirigida a la promoción del bien común, la justicia distributiva
tiende al bien individual o, mas exactamente, a la distribución del bien común de acuerdo a la
respectiva posición del individuo dentro de la sociedad. Principalmente y, por así decir
“arquitectónicamente”, la justicia legal, sobre todo legislando y administrando justamente; el
ciudadano los cumple obedeciendo a las leyes y, en caso de necesidad, arriesgando su
propiedad, cuerpo y vida por el bien común. Aunque la justicia legal hace referencia sobre todo
al Estado, es aplicable a toda institución que deba procurar el bien común.
En este sentido, Cayetano (+ 1534) habla, por ejemplo, de la justicia legal en el ámbito
eclesiástico, mientras que martín de Esparza (+ 1689) la ordena también expresamente al
llamado ámbito “social” insistiendo en los deberes de la justicia legal dentro de un municipio, de
una sociedad comercial, etc.
4.- Desde el siglo XIX se suele poner junto a las tres formas fundamentalmente de la justicia
que hemos citado, una cuarta especie: la justicia social. Esta denominación no fue al principio
más que un lema tras el cual se podía entrever una reivindicación y un deseo no del todo claro,
pero no un concepto científico. El primero que utilizo la expresión “justicia social” en el sentido
claro de una justicia “de persona a persona” fue tal vez el sociólogo escolástico Luigi Taparelli
(+1862). Antonio Rosmini, en su propuesta de una constitución política ejemplarmente
cristiana, aludió en 1848 a la justicia social como principio orientador, sin definirla desde el
punto de vista del contenido. Hacia finales del siglo, otros llamaron a la justicia social, que no
aparecería en los escritos de Tomas de Aquino, “fruto venenoso del modernismo” y rechazaron
violentamente “la palabra y el objeto”. A pesar de estas sospechas, el nombre se difundió en
los escritos católicos y bajo Pió X fue recogido también en los escritos oficiales de la curia
romana. Finalmente, en la encíclica Quadragesimo anno de 1931, se puso tan en el centro a la
justicia social que a esta importante encíclica se le ha llamado la “encíclica de la justicia
social”.
LA JUSTICIA SOCIAL
1.- justicia y “amor social” no se excluyen mutuamente, sino que en su unión, aseguran la
consistencia y desarrollo de la sociedad humana. “Ambas son irradiaciones del mismo espíritu
divino, programa y sello de la dignidad del espíritu humano. Ambas se completan
recíprocamente, actúan juntas, se vivifican y protegen, se alargan la mano en el camino hacia
la concordia y la paz” (Pío XII). El derecho tienen en si algo duro y disociador; es independiente
del sentimiento y de la inclinación. Por tanto, la justicia “por muy fielmente que sea ejercida (...)
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solo puede hacer desaparecer la materia de litigio de los conflictos sociales; no pueden unir
interiormente los corazones “. La paz social y la colaboración entre las personas suponen
“unión interna de convicciones “, lo cual no significa que el amor social pueda se un sustitutivo
“de la justicia debida y negada” (QA 137). El trabajador “no necesita aceptar como limosna lo
que se le debe en justicia; ni con pequeñas dadivas misericordiosas podemos intentar librarnos
de los graves deberes que la justicia impone”.
2.- La denominación “amor social” (dialectio socialis) debió de acuñarla Tomas de Aquino. La
expresión se usa actualmente en estrecha unión con la justicia social. Así se explica, por
ejemplo en la encíclica Quadragesimo anno, que la justicia social tiene que regir “las
instituciones políticas y sociales” y que el amor social tiene que regir “las instituciones políticas
y sociales” y que el amor social tienen que actuar como “alma de ese orden”. Los grupos
sociales han de concienciarse “de su solidaridad como miembros de una gran familia, como
hijos de uno y el mismo Padre celestial” y sentirse “como un cuerpo de Cristo” (QA 137). Se
supone aquí que el hombre puede cumplir los deberes del amor social en virtud del amor a
Dios y al prójimo que los abarca. A diferencia del amor matrimonial, filial, fraterno o amical. El
amor social, entendido en sentido estricto, es la afirmación y reconocimiento comunitario,
benevolente y sacrificado, tanto de los valores existentes en los vínculos y formaciones
sociales como de la participación en el bien común correspondiente a los individuos y a los
grupo. El amor social esta dispuesto a servir desinteresadamente al bien común y no envidia a
nadie por su posición social. Al amor social le están impuestas importantes taras,
especialmente en las relaciones de clases, profesiones, grupos y estamentos entre si. El amor
social se esfuerza por superar conflictos a base de compromisos. El amor social ve y busca lo
unificador y lo común. Quita la frialdad y el rigor a las exigencias de la justicia. Nada le
contradice más que el odio entre clases. Aunque la lucha de clases, dentro de ciertos limites,
no lesiona sin mas al amor social, la justicia y el amor social exigen en esta situación, sin
embargo, hacer lo posible para suprimir la división de clases mediante una nueva ordenación
de la situación social (ver QA 114). Por lo demás, el amor social preparara frecuentemente el
camino a la justicia y al derecho social. “La justicia de hoy es el amor de ayer; el amor de hoy
es la justicia de mañana”. El fin que mueve a la doctrina social cristiana es un orden social
“fundamentado en la verdad, edificado conforme a los principios rectores de la justicia, lleno de
un amor vivo y, por ultimo, realizado en libertad”. “Las relaciones individuales e internacionales
han de obedecerla amor y no al temor, porque ante todo es propio del amor llevar a los
hombres a una sincera y múltiple colaboración de la que tantos bienes, materiales y
espirituales, se derivan “. Esta doctrina distingue “entre el error, que siempre debe ser
rechazado, y el que yerra, el cual conserva siempre la dignidad de la persona incluso cuando
esta desviado por ideas falsas o insuficientes en materia religiosa” (GS 28).
Novena Semana
Comunidad y Sociedad.
1.- Sociedad significa-en sentido amplio- cualquier forma de unión duradera entre personas que
tratan de realizar en común un valor (un fin). Así entendida, sociedad es conceptualmente lo
mismo que comunidad y etimológicamente, ambos términos expresan lo mismo en alemán, ya
que también ambos (Gessellschaft y Gemeinschaft) comienza y terminan con el prefijo y el
sufijo colectivos Ge y –Schaft respectivamente; y además , gemein significa lo mismo que sell
(alemán medieval, sal; anglosajón, seli): lo común, unificador, social. La doctrina social católica
usa también ambas expresiones como sinónimas, ajustándose en ello al texto latino de las
encíclicas sociales de los Papas, que llaman societas a cualquier formación social, ya se trate
de la familia (societas domestica), del estado (societas civilis) o del ámbito social existente
entre los individuos y el Estado (quae in eius velut sinu inunguntur societes, RN 37).
31
2.- Por otra parte, la sensibilidad lingüística alemana distingue en numerosas formaciones de
palabras Gemeinschaft (comunidad) -unión personal y sentimental- de la Gesellschaft
(sociedad)- organización finalista. Llamamos al matrimonio comunidad de vida, y no sociedad
de vida. Hablamos de la comunidad domestica, de la comunidad educadora, de la comunidad
de la gracia, de la comunidad o comunión de los santos, y hablamos sin embargo, de sociedad
anónima, de sociedad industrial, etc. Por los demás, el lenguaje al uso no es univoco. Aunque
hablamos, por ejemplo, de comunidad religiosas, a los jesuitas se les llama “Sociedad de
Jesús”, y a los misioneros de Steyl los denominados “Sociedad del Verbo Divino”. En el
derecho alemán de sociedades, al consorcio de varias empresas se le llama
Gewinngemeinschaft o Interessengemeinschaft (comunidad de ganancias o de interese,
respectivamente).
2.- El cristiano tendrá que sospechar de estas tesis, como ya hizo Romano Guardini con las
siguientes preguntas: “¿Tenemos derecho, en ultimo termino, a convertir el argumento de la
limitación que el crecimiento de la población acarreara par todos los valores personales y
culturales, en un argumento contra la población misma? ¿Tenemos derecho a decir que no
deberían haber nacido mil seres humano, sino solo diez, simplemente porque el nivel cultural
de mil personas sea supuestamente menor al de diez?”. Según el pensamiento cristiano, el
carácter masivo de las condiciones de vida no tiene por que ser equiparado a la
despersonalización del ser humano. Cierto es que las condiciones ambientales en los
modernos Estados industrializados hacen difícil “pensar todavía independientemente de las
influencias externas, obrar por propia iniciativa, ejercer derechos y cumplir deberes con
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responsabilidad propia, actualizar y desarrollar plenamente las disposiciones espirituales”. Sin
embargo, la opinión de que la estrecha red de vínculos sociales conduce necesariamente a la
enajenación, “debe ser decididamente rechazada” (MM 62). En el aspecto espiritual, ético y
religioso, son más bien característicos de la masificación los tres rasgos siguientes:
a.).- La huida al impersonal “se”: se piensa, se opina, se hace. Quien es propenso a lemas y
consignas, quien deja que la televisión y revistas ilustradas piensen por el en cuestiones
vitales, quien se convierte en eco de los demás y recoge ideologías prefabricadas, ha caído en
la masificación. Las personas sin baluarte interior son dóciles instrumentos para los dictadores.
b).- La absolutización del nivel de vida material, que hace retroceder lo espiritual y amenaza
con ella la personalidad del ser humano. La publicidad y profusión de estímulos presionan en la
misma dirección. No sin razón se suele decir que el prestigio social de una persona se
determina, mucho más que por su posición profesional y por su responsabilidad, por su
estándar de vida, por lo que ella “puede permitirse”. La creencia en el mundo como ámbito de
“posibilidad” ha succionado hacia el exterior las potencias del ser humano como nunca antes
en la historia. Pero en la pura exterioridad y en el consumo, no encuentra el ser humano su
realización.
Décima Semana
El trabajo humano
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De acuerdo a las exigencias del orden natural en economía deben reconocerse al
trabajo humano una triple dimensión:
1.- Realidad necesaria: el hombre no puede vivir sin trabajar, pues es gracias a su trabajo que
puede procurarse todos los bienes que su existencia requiere. Ese esfuerzo es penoso y
contador por lo cual el individuo lo rehuye en lo posible pero no puede ser evitado: “el trabajo
es necesario, pues el hombre necesita del fruto de su trabajo para conservar su existencia y
debe conservar esta para obedecer los imperativos intangibles de la naturaleza (Rerum
Novarum 34). De este carácter necesario deriva el derecho de trabajar para toda persona.
2.- Dimensión personal: el trabajo es ante todo, expresión de una personalidad. Contra la
reducción liberal del trabajo –mercancía, es indispensable afirmar este carácter. El sujeto
vuelca en su actividad laboral su ser, sus cualidades, su capacidad intelectual, moral y
creadora; esto ha de verificarse aun en las tareas más innatas y primarias. De ahí se sigue que
el trabajo deba realizarse en condiciones tales que aseguren al trabajador el ejercicio de su
aptitud intelectual, su iniciativa y su responsabilidad de lo contrario el trabajo se convertirá en
un mecanismo de despersonalización y masificación del sujeto.
Por otra parte este carácter personal implica que el trabajador es propietario de su
trabajo y de su capacidad de trabajo u oficio. Nadie debe, en consecuencia disponer
arbitrariamente del mismo, como lo practican los regimenes totalitarios. Así mismo, tampoco ha
de separarse la retribución económica del trabajo de la persona que lo realiza y de su dignidad
propia. No se paga simplemente un producto, sino que a través de dicha producción la persona
ha de mantener un nivel de vida digno, cosa que escapa a discusión de las partes y debe ser
respetada en toda circunstancia.
EL SALARIO JUSTO
Mediante su trabajo personal, cada hombre mantiene los materiales indispensables para su
subsistencia, el salario no es otra cosa que la comprensión o retribución a que cada hombre es
acreedor por el trabajo realizado. Resulta indispensable esclarecer cual es la naturaleza y
cuales son los criterios de justicia que permitirán determinar en la práctica sus niveles para los
distintos sectores participantes en el dinamismo económico.
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Resulta importante distinguir los diferentes elementos que compone el salario.
Podemos enumerar los siguientes:
1.- La situación del trabajador: exige que la remuneración de su trabajo se a tal que le permita
vivir dignamente con su familia. Para el monto se tendrá en cuenta la calidad y cantidad del
trabajo producido, pues es justo que quien produzca más y mejor en igualdad de condiciones
se vea recompensado a su rendimiento.
2.- La situación de cada empresa: en ella concurren tanto el trabajo como el capital y ambos
tienen derecho sobre lo producido en común. La seguridad del salario requiere que sus niveles
se adecuen a la situación de la empresa pues de lo contrario podría seguirse el riesgo de su
quiebra, con el desastroso resultado de la desocupación de los asalariados.
3.- Exigencias del bien común nacional e internacional: Así como dentro de cada sector
productivo, la situación de la empresa varia, así también la estabilidad y expansión de los
diferentes sectores varia dentro de la economía nacional. Estas circunstancias han de contribuir
a la evaluación global de los niveles salariales con sano realismo y evitando caer en un
igualitarismo fácil que no respete la situación verdadera de cada sector.
1.- los bienes de consumo, que son aquellos objetos cuya utilización implica su desgaste y
destrucción, como por ejemplo, los alimentos o la vestimenta.
2.- Los bienes de producción o bienes de capital, esto es, aquellos objetos que no están
destinados al consumo, sino que se emplean en la producción de otros bienes por ejemplo, las
maquinas, etc.
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distinción entre ética y moral que no es de todo punto arbitrario. Los términos ética y moral,
sólo superficialmente pueden considerarse sinónimos. Algunos pretenden, sin embargo, que
estamos ante dos nombres distintos (acaso con connotaciones expresivas o apelativas muy
diferentes) para designar la misma idea —algo así como cuando hablamos de oftalmólogo y de
oculista—. Otros redefinen gratuitamente el término «ética» para designar con él al tratado de
la moralidad. De este modo, entre «ética» y «moral» habría la diferencia que existe entre la
«geografía» y el «territorio», o bien entre «gramática» y «lenguaje», o entre «biología» y
«vida». Ética sería el estudio de la moral («la investigación filosófica del conjunto de problemas
relacionados con la moral», dice Günther Patzig en su libro Ética sin metafísica, 1971).
Tenemos que rechazar semejante distinción entre ética y moral a pesar de que ella se haya
propagado ampliamente en España a través de muchos representantes de la llamada «filosofía
analítica». Los motivos de nuestro rechazo son de dos tipos:
(1)El primero tiene que ver con la consideración del carácter meramente estipulativo (gratuito)
de la asignación de los términos moral y ética a los significados de referencia («contenidos de
las normas o instituciones morales» e «investigación filosófica del conjunto de problemas
relacionados con la moral»). Si partiéramos de términos sin historia nada habría que objetar.
Pero la etimología y la historia semántica de estos términos nos advierten que ethos alude a
aquel comportamiento de los individuos que pueda ser derivado de su propio carácter (esta raíz
se conserva en su derivado más reciente, «etología»), mientras que mos, moris alude a las
«costumbres» que regulan los comportamientos de los individuos humanos en tanto son
miembros de un grupo social. En cualquier caso, el motivo principal de nuestro rechazo sería el
siguiente.
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de conflicto frontal entre ética y moral: las justificaciones morales (o políticas) podrán ser
impugnadas «desde la ética», tanto como las justificaciones éticas podrán ser impugnadas
(como utópicas o místicas) desde la moral. Cada cual tendrá que decidir, en cada caso, según
su sindéresis, el partido por el que opta, y el grado de tolerancia que puede soportar respecto
del partido contrario.
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hindúes, &c., tienen como norma ética matar a los niños deformes, a los enfermos inválidos o a
los ancianos, mientras que otros pueblos consideran a los actos cumplidos según estas normas
como crímenes horrendos) piden el principio, suponiendo que los individuos que constituyen
esos pueblos primitivos son «ya» personas. Podría pensarse, sin embargo, que acaso en tales
pueblos las normas éticas están simplemente «neutralizadas» por sus normas morales,
destinadas a salvaguardar la cohesión del grupo ; cabría decir, por tanto, que en los pueblos
primitivos la moral prevalece sobre la ética. De este modo, el relativismo ético podría tener el
mismo alcance fenoménico que el que tiene, en general, el relativismo médico, que muchos
propugnan. Suele decirse que «la medicina es relativa», porque la necesidad de vitamina D,
por ejemplo, que el organismo humano necesita para el buen funcionamiento de su sistema
óseo no es la misma, no es universal, sino que es relativa a los lugares geográficos en los
cuales ese organismo humano vivió o vive desde sus orígenes. Ahora bien: este «relativismo
médico» es la expresión fenoménica de una función universal que toma naturalmente diversos
valores según los valores asignados a las variables. Puede decirse, por tanto, que los valores
son relativos a las variables (que aquí se toman, principalmente, del área geográfica); sin
embargo la función es universal.
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El desarrollo de una “estructura ética personal”, capaz de viabilizar y sostener los contenidos
éticos de la propia vida.
Cada uno de los tres niveles necesita de sus procesos específicos. No obstante, es
indudable que el desarrollo de cualquiera de ellos exige e implica a los otros dos, y es de suma
importancia que se den en una interacción equilibrada y sostenida en el tiempo. A continuación
me detendré brevemente en el tercero de los niveles mencionados, el referido al desarrollo de
una estructura ética personal.
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Así, mediante el desarrollo de esta capacidad en la persona, entre otras consecuencias, se
evitará en gran medida: la confusión entre deber y sentimiento (con toda la carga de
culpabilizaciones no adecuadas que la persona psicológicamente puede desarrollar), el
voluntarismo (con su secuela de frustración) y, sobre todo, la sensación de un relativismo
subjetivista que paraliza desde el punto de vista ético y que termina generando des-
moralización en el sujeto.
b) Aprender a no autojustificarse.
El ser humano normalmente necesita buscarle una justificación plausible a sus actos, tanto
ante sí mismo como ante los demás. El problema radica en la objetividad y adecuación a la
realidad de esas justificaciones, es decir, en que en realidad esos actos no sean justos
(adecuados a la realidad) o que esa justificación no sea plausible.
d) Aprender a discernir entre las diferentes guías de valor en una sociedad plural.
Frente a los conflictos socio-morales que la persona debe afrontar, la sociedad ofrece una
variedad de guías de valor o criterios morales, cada uno de los cuales supondrá
previsiblemente diferencias en el resultado final respecto de las demás. La persona necesita
aprender a calibrar las diferentes propuestas éticas que recibe, a efectos de discernir cuál o
cuáles de esas guías de valor son las que más condicen con sus certezas fundamentales. Esto
implicará que la persona sea capaz de distinguirlas, que sea capaz de inferir los elementos
antropológicos fundamentales que subyacen a cada una, y finalmente, que sea capaz de
proyectar sus resultados.
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específicamente para resolver ese conflicto socio-moral, ya que no puede manejar
simultáneamente, ni de manera indistinta, todo el universo de guías de valor que conoce.
Llegar a ser auténtico no es el resultado de un proceso espontáneo, sino que necesita, por
parte del sujeto, de una decisión sostenida en el tiempo. A su vez, esa decisión sostenida en el
tiempo exige de un convencimiento profundo acerca de la validez de perseguir la autenticidad,
así como del desarrollo de ciertas habilidades específicas. Este actuar sistemático, en
coherencia ética, es lo que permite a la persona una autoconstrucción genuina y autónoma,
llegando así a ser él mismo.
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En el interior del ser humano también se desarrollan diferentes tipos de elementos que pueden
atentar contra la realización del mismo. Se trata de hábitos, actitudes y costumbres, que le
dificultan o hasta le impiden mantener una decisión sostenida y actuante en el tiempo.
La constancia, la fidelidad al propio proyecto o a las propias convicciones, la perseverancia,
aún en los fracasos parciales, el ser tesonero o aun testarudo en la persecución de los propios
ideales, no son espontáneos ni sencillos para la persona, sino que necesitan de educación.
Verdad y libertad. Nuestra posibilidad de ser libres es fruto de nuestra capacidad de conocer
la verdad. Porque «la libertad no es la libertad de hacer cualquier cosa, sino que es libertad
para el Bien, en el cual solamente reside la felicidad. De este modo el Bien es su objetivo. Por
consiguiente el hombre se hace libre cuando llega al conocimiento de lo verdadero, y esto
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--prescindiendo de otras fuerzas-- guía su voluntad». Por eso, «la madurez y responsabilidad
de estos juicios --y, en definitiva, del hombre, que es su sujeto-- se demuestran no con la
liberación de la conciencia de la verdad objetiva, en favor de una presunta autonomía de las
propias decisiones, sino, al contrario, con una apremiante búsqueda de la verdad y con dejarse
guiar por ella en el obrar».
Si nuestro conocimiento sobre lo que debemos hacer es falso, si nos hemos equivocado, es
indudable que nuestro obrar no es libre («La verdad os hará libres»: Jn 8, 32). Decidir en el
error es degradarse, actuar coaccionado por unos datos falsos que nos llevarán a tomar una
decisión forzada.
En cambio, la verdadera formación no aliena, no priva de libertad, sino que es dadora de
libertad. Por eso promoverá el amor a la verdad, a la libertad, a la responsabilidad, al
conocimiento claro y profundo de los hechos.
Derecho a la verdad. Decimos que el hombre puede alcanzar la verdad, pero a veces falla en
el intento; pues para alcanzar la verdad, a veces el itinerario es largo, laborioso, con
dificultades, con apasionamientos..., y es posible el error. Esa es una limitación radical del
hombre que no puede ser ignorada. Por eso, decimos que el hombre es sociable, es decir,
necesita de los demás para llegar a ser lo que puede ser, tanto en el plano biológico, como
científico y religioso. Y como es una necesidad, es un derecho que tiene todo hombre a recibir
ayuda de los otros. Y eso no es cosa distinta de la formación: ayudar a los demás a encontrar
la verdad.
Conciencia moral
Clases de conciencia
Por razón de su concordancia con la ley de Dios, la conciencia puede ser recta o verdadera y
errónea, según si sus dictados se adecuan o no a esa ley. La errónea puede ser vencible (si no
se ponen todos los medios para salir del error) e invencible (si puestos todos los medios no se
puede salir del error). Se debe seguir la conciencia recta y verdadera y también la
invenciblemente errónea.
Por razón del asentimiento que prestamos a lo que la conciencia nos dicta ésta se divide en
cierta, probable y dudosa, según el grado de seguridad que se tenga. Se debe seguir la
conciencia cierta; en algunos casos la probable, pero nunca la dudosa; hay que salir antes de
la duda.
No es lo mismo estar seguro de algo que dar en el clavo. La primera es la conciencia cierta, la
segunda es la conciencia verdadera. Una es la seguridad subjetiva y la otra la objetiva. Pues
bien, no basta con «estar seguro» (conciencia cierta), además hay que actuar con la ley
(conciencia verdadera).
Limitarse a una seguridad personal es ponerse en lugar de Dios, que es el único que
no se equivoca. Por ese camino se acaba confundiendo lo espontáneo con lo objetivamente
bueno. En cambio, «fruto de la recta conciencia es, ante todo, el llamar por su nombre al bien y
al mal».
Por la limitación humana puede ocurrir que un hombre esté cierto de algo que no sea
verdadero. Por eso mismo, no es el ideal tener meramente una conciencia moral cierta: hay
que tender a tener, además, una conciencia recta o verdadera. La conciencia, «para ser norma
válida del actuar humano tiene que ser recta, es decir, verdadera y segura de sí misma, y no
dudosa ni culpablemente errónea». Una persona que actúe contra su conciencia, peca; pero
43
también peca por no ajustar deliberadamente sus dictámenes a la ley de Dios que es la norma
suprema de actuación. «El desconocimiento de Cristo y de su Evangelio, los malos ejemplos
recibidos de otros, la servidumbre de las pasiones, la pretensión de una mal entendida
autonomía de la conciencia, el rechazo de la autoridad de la Iglesia y de su enseñanza, la falta
de conversión y caridad pueden conducir a desviaciones del juicio en la conducta moral» (CEC,
1792).
Por eso, apelar a la conciencia para eludir la norma, que quizá por falta de formación
--o incluso por mala fe-- se desconoce, es absolutamente equivocado.
Es cierto que hemos de decidir con nuestra propia conciencia, y también que nadie nos puede
forzar a actuar contra ella, pero no es menos cierto que tenemos el grave deber de que los
dictados de esa conciencia se ajusten a lo que Dios quiera, que es tanto como decir que esté
bien formada, que sea recta o verdadera.
Formación de la conciencia
Por lo que llevamos dicho podemos concluir que es necesaria la formación y especialmente
acuciante para un hombre de fe que quiere conocer mejor a Dios, y se da cuenta de que «la
religión es la mayor rebelión del hombre que no quiere vivir como una bestia, que no se
conforma --que no se aquieta-- si no trata y conoce al Creador»; por eso verá que «el estudio
de la religión es una necesidad fundamental» y que «un hombre que carezca de formación
religiosa no está completamente formado». Por eso recalca el Catecismo que «hay que formar
la conciencia, y esclarecer el juicio moral. Una conciencia bien formada es recta y veraz.
Formula sus juicios según la razón, conforme al bien verdadero querido por la sabiduría del
Creador. La educación de la conciencia es indispensable a seres humanos sometidos a
influencias negativas y tentados por el pecado a preferir su propio juicio y a rechazar las
enseñanzas autorizadas» (CEC, 1783).
Por ello, la formación de la conciencia seguirá reglas parecidas a las de toda formación.
Sin embargo, a la hora de aplicarlas, no podemos olvidar un dato importantísimo: lo que
pretendemos al formar la conciencia no es simplemente alcanzar una habilidad o desarrollar
una facultad, sino conseguir nuestro destino eterno. Esto nos lleva a ver unos cuantos
presupuestos básicos de la formación de la conciencia.
Los valores humanos constituyen posibilidades y oportunidades para que un ser humano
fortalezca y enriquezca su condición humana. Son los valores que el hombre, a través de sus
acciones y de la vida, realiza en sí mismo, afirmando y enriqueciendo leal y positivamente a su
persona y a su mundo.
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• Justifican y dan sentido a la vida y a la acción del hombre
• Pasan por el tamiz de la cultura y de cada tiempo
• Tienen exigencias muy suyas
• Integran la vida y del ser del hombre como persona
Las jerarquías valorativas son cambiantes, fluctúan de acuerdo a las variaciones del
contexto. Múltiples han sido las tablas de valores propuestas. Lo importante a resaltar es que la
mayoría de las clasificaciones propuestas incluye la categoría de valores éticos y valores
morales.
La jerarquía de valores según Scheller (1941) incluye:
(a)valores de lo agradable y lo desagradable,
(b) valores vitales,
(c) valores espirituales: lo bello y lo feo, lo justo y lo injusto, valores del conocimiento puro
de la verdad, y
(d) valores religiosos: lo santo y lo profano.
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deba pasar antes por la consideración y evaluación del horizonte de sentido y de significados
que conducen nuestro actuar. Porque es allí donde se tejen los criterios para la construcción de
los valores morales.
Así, la crisis de los valores morales de la juventud, para que sea adecuadamente
pensada, exige una consideración de un conjunto más amplio de cambios en los significados
de la vida, cambios que afectan a toda la sociedad contemporánea. Podemos decir que, a
propósito del “mundo de los jóvenes” no se puede ver aislado de este conjunto. Los jóvenes “no
se les puede entender si no es en el seno de la sociedad en que viven. La juventud actual
condensa y refleja los problemas y conflictos de una sociedad compleja”.
Una tercera puede identificarse con la producción de sentido y de significado con que
vemos las cosas, los seres vivos, a nuestros semejantes y a nosotros mismos; con tales
significados entendemos y proyectamos la vida en sus varias dimensiones. Existe una
interrelación estrecha que entrelaza las formas como producimos y consumimos los bienes,
con el horizonte de significado que alimenta la vida. Son suficientemente conocidas las
alusiones al consumismo que, cuando se observa, no sólo afecta el juego económico, sino
también nuestra propia manera de ser. La acentuación del individualismo, la autonomía de los
sujetos, las exigencias de subjetividad; la consecuente percepción de pluralismo; el nuevo ritmo
de vida insertó en nuevas espacialidades y temporalidades; el reconocimiento de la
complejidad de la realidad; éstos son algunos ejemplos de incidencias actuales en esta área.
Se habla sobre todo de una crisis de sentido, o de cambio de paradigmas.
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socialmente un concepto construido por la interacción de muchos factores. El énfasis dado a la
juventud, como un grupo social, es algo más reciente que se remonta a nuestro tiempo, como
resultado de esta construcción social. La juventud se sitúa hoy en gran parte como un mito. “La
valoración y mitificación de los modelos de conducta tenidos como típicos del grupo juvenil son
una de las características del mundo occidental moderno”. Cuando es resultado de
interacciones, la constitución de grupos de personas jóvenes toma características diferentes
entre sí y pasan por “crisis” también diferentes. Lo que pasa frecuentemente es que tomamos
un tipo de hegemónico grupo para definir lo que es “la” juventud.
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de producción y se ven afectadas cuando cambia el código de valores que los rigen y que
transmiten a sus (ahora pocos) hijos. La familia continúa siendo un lugar de elaboración de
sentido, privilegiado por la fuerza que dan las relaciones afectivas. Pero es por el
condicionamiento a la que se ve sometida, sea porque ella deja de ser una unidad de
producción, que es preciso buscar fuera de ella los factores determinantes de valores morales.
Lo que pasa con las oportunidades y condiciones de trabajo parece ser tino de estos factores.
Con frecuencia surgen críticas sobre la poca creatividad de las nuevas generaciones o
de que tienen un diluido espíritu de lucha. ¿Pero qué lugar ocupan las nuevas generaciones en
esta nueva sociedad envuelta en la fascinación tecnológica?; ¿qué oportunidad tienen de
participar en la producción de bienes de consumo, en la construcción de relaciones y en la
elaboración de significados? En la medida en que se tienda a hacer de los jóvenes sólo
consumidores y no compañeros de la producción, seguiremos recogiendo frutos de apatía,
rebeldía y de “producción independiente”.
a) Aprecio de los valores de la subjetividad: En sintonía con la cultura moderna que privilegia al
individuo, esta juventud se muestra más atraída por los valores e intereses de los individuos y
los grupos pequeños como los que se empeñan en la transformación completa de la sociedad.
Los movimientos sociales que más les atraen son los que se relacionan con sentimientos
humanitarios y ambientales; y mucho menos los de cuño más político-militante. La dimensión
lúdica, deportiva y cultural predomina sobre lo reivindicativo o de influencia social; las
instituciones que más les inspiran confianza son las que se basan en las relaciones
interpersonales: La Iglesia, prensa, sindicatos, instancias gubernamentales tienen un nivel
medio de aceptación; con oportunidad de una mayor aceptación en la medida en que se
muestren más democráticos y más cercanos a la vida cotidiana. Otros aspectos que muestran
la valoración de la subjetividad aparecen más adelante.
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b) Actitudes de tolerancia o de relativismo: Esta juventud acepta con más facilidad el pluralismo
ideológico y social. Es posible hasta encontrar expresiones de intolerancia, pero esto no parece
ser la tónica. Se ven las diferencias culturales y de comportamiento con más naturalidad y dan
la impresión de un relativismo moral. Los periodistas informaron que en el encuentro del Papa
Juan Pablo II con cerca de cuatrocientos mil jóvenes en Denver (USA), mientras el Papa
condenaba las relaciones sexuales fuera del matrimonio, el uso de drogas etc., las juventudes
reían y aplaudían. Una buena relación grupal y festiva se pone por encima de las divergencias
de opinión o de convicciones. La juventud se inclina a aceptar a las personas en el conjunto de
sus circunstancias sin llegar a discutirlas. Estaría aquí la expresión de una sociedad bajo la
señal del pluralismo; bombardeado por imágenes y diversificación de mensajes. La síntesis
conclusiva es de la aceptación de las personas en sus trayectorias y expresiones.
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f) Valoración del placer y de la fiesta: La cultura moderna, aunque experimente una profunda
ambigüedad de desigualdad, de exclusión, y albergue los dolores de una humanidad en su
mayor parte empobrecida, no obstante todo esto, cultiva sueños de la felicidad y de placer; de
ocio y de tiempo libre. La juventud moderna tiende a vivir al máximo esta propuesta y los
recursos que se le ofrecen. Distanciada de las relaciones de trabajo, como ya mencionamos,
tiende a no cultivar grandes aspiraciones económicas así como no tener una necesidad de
ahorrar. Los propios padres son, muchas veces, los que favorecen esta tendencia, al querer
ofrecer a sus hijos aquello que, en términos de consumismo, ellos mismos no tenían en su
juventud. El tiempo de la fiesta se vive como libre de las coerciones y normas.
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Primera sesión: La autoestima
Carl Rogers, quien acuñó el término Autoestima, la define como “actitud valorativa
hacia uno mismo”.
Tejada (1997) dice que“es la manera como la persona se ve a sí mismo, lo que piensa
de sí y como reacciona ante su propia imagen. Es la forma como se valoriza en relación al
grado de satisfacción o insatisfacción que siente frente al concepto que tiene de sí mismo”
Por otro lado, la Comisión del Estado de California define la Autoestima como “la
apreciación de la propia valía e importancia y asunción por el individuo de su responsabilidad
hacia sí mismo y hacia sus relaciones intra e interpersonales”.
Clark (1993), así mismo comenta que la autoestima es el concepto que tenemos de
nuestra valía y se basa en todos los pensamientos, sentimientos, sensaciones y experiencias
que sobre nosotros mismos hemos ido recogiendo durante nuestra vida; creemos que somos
listos o tontos; nos sentimos antipáticos o graciosos; nos gustamos o no. Los millares de
impresiones, evaluaciones y experiencia así reunido se conjuntan en un sentimiento positivo
hacia nosotros mismos o, por el contrario, en un incomodo sentimiento de no ser lo que
esperábamos.
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individuo hace de si mismo en diferentes áreas se puede ir cambiando a lo largo de las distintas
etapas de la vida. No son las cosas reales que hace una persona en lo que va a determinar su
valor si no las actitudes que se tienen ante estas cosas, y los juicios que se emiten. La
autoestima es el resultado de la comparación que una persona hace entre su yo real y lo que
se considera como su yo real La autoestima se relaciona con la aceptación de los padres hacia
sus hijos; el ambiente familiar debe propiciar la expresión y la aceptación de los jóvenes, para
transmitirles la confianza de lo que valen, de lo que son y de lo que pueden hacer por si
mismos, estableciendo un equilibrio razonable entre la protección y el estimulo de la
autonomía. Elevar la autoestima es un reto de todo adolescente para establecer su identidad.
Sus ideas sobre nuestra naturaleza esencial han dado origen a variadas explicaciones o teorías
del por qué nos comportamos como lo hacemos.
La Autoestima es confianza, valoración y respeto por uno mismo. Afecta todo lo que
hacemos, nos refleja ante todos aquellos con quienes tenemos contacto. No es un estado fijo ni
rígido. Cambia en relación con las experiencias y sentimientos.
Afirma Branden, que una autoestima positiva actúa como un "sistema inmunitario de la
conciencia" y tiene dos componentes relacionados entre sí:
a) la eficacia personal
b) el respeto a uno mismo.
Al primer enemigo que debemos vencer es a la pereza (no motivada por la fatiga), que
es la falta de voluntad para aplicar el esfuerzo a una respuesta adecuada.
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Otro enemigo es el malestar con uno mismo; para combatirlo, es necesario vivir
conscientemente.
Un joven recorría la calle principal de una ciudad, en avanzado estado de ebriedad, cuando se cruza con
una joven amiga por quien se sentía secretamente atraído y enamorado. La joven, asustada del estado,
se alejó rápidamente. Más tarde, el resultado fue: el muchacho hizo una fuerte introspección, comprendió
que estaba todo perdido si no abandonaba la bebida a la que era adicto. Consecuencia: dejó el alcohol
inmediatamente. A los dos años, los jóvenes estaban casados, con un hijo, buen trabajo y muy felices.
Una fuerte autoestima del joven, que culminó logrando su ideal.
Una persona, aparentemente con fuerte autoestima, gran poder de dirección y decisión, autoridad,
creatividad, prestigiosa y triunfante económicamente, pero sus ideales en las esferas sentimentales y
afectivas son vagos e imprecisos, siendo su comportamiento inconsecuente, intolerante y contradictorio;
explica sus fracasos afectivos porque las personas que trata son malas, se autoengaña. Practica un
autosabotaje a su personalidad; tiene una baja autoestima.
Los mejores ideales, sugerencias o metas, son aquellos que poseen un importante
contenido racional y espiritual, satisfactorios y positivos. La mente, sólo se dejará influir por
aquello que resulte factible y satisfactorio. Hará expresión de acción a una idea positiva con
prioridad de una negativa.
La expresión "Voy a tener éxito en lo que estoy emprendiendo", es una sugerencia más
adecuada y convincente que "desearía tener éxito en lo que estoy emprendiendo". La primera
es más positiva, azuza nuestra voluntad y no incluye ninguna contrasugerencia de fracaso.
Habiendo sugerido una idea racional, satisfactoria y positiva sólo debemos dejarla actuar,
seguros de que ella se expresa en forma de acción, con el consiguiente aumento de nuestra
autoestima.
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Siendo el hombre un ser histórico, un ser que va ejerciendo su libertad a lo
largo del tiempo y construyendo así, en cierta medida, su futuro, se le abre a la
persona la posibilidad de autorrealización.
El hombre, ser-en-el-tiempo, no se realiza de golpe, en forma instantánea e
irrevocable: se dan en él rectificaciones, arrepentimientos, conversiones...
Planear la vida es hermoso, pero más inseguro. Los instintos del animal son
seguros, salvo cuando el hombre les pone una trampa. (Comparemos la percepción
humana de los obstáculos con la del murciélago que maneja con seguridad su radar
instintivo; o la orientación del hombre con la migración anual de las aves). El déficit
de los instintos lo suple el hombre con su capacidad de inventar, que lo convertirá
en el rey de la creación.
Volviendo al punto de partida a), digamos que el individuo puede ceder ante
aquella multiplicidad de tendencia, aceptando vivir a la deriva, en una dispersión
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vulgarizante y anónima, que renuncia a tener “forma”. Entonces se diluye una
multitud sin nombre y sin rostro, y va a engrosar el montón de los “cualquiera”.
Vive una existencia banal, inauténtica.
Pero ¿basta elegir cualquier valor para lograr la realización? pero de hecho el hombre
puede elegir como “forma de vida” el vivir a merced de sus impulsos, o ir en busca del
provecho, el placer, éxito, del poder, etc. O tender hacia valores abstractos: el amor, el
arte una ideología...Por de pronto, para una filosofía personalista los valores no son
impersonales: deben personalizarse. Y el personalista cristiano –dice Mounier-”va
hasta el fondo: todos los valores se agrupan para él bajo la llamada singular de una
persona suprema”. En efecto, decíamos que el hombre se realiza orientándose al
“tú”. Pero el “tú” que polariza toda la macho del yo como punto último de
referencia, no puede ser en “tú” en vías de realización sino una realidad personal
lograda, en quién encuentre el yo humano su planificación.
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La existencia personal queda frustrada si uno absolutiza idolátricamente
una realidad contingente cualquiera: El dinero, la ideología de un partida, la ciencia,
la técnica, la raza... Lo mismo dígase de una civilización construida por el hombre:
Si es “unidimensional” –tecnocráticamente, por ejemplo-, acaba sofocando al
hombre y destruyéndolo, incluso físicamente.
Aun desde el punto de vista natural, podríamos decir que Dios llama al
hombre a través del prójimo allí esta el punto decisivo.
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Algunos la entienden como el absurdo supremo de la vida; para Sartre es la ruptura, la
quiebra, límite, caída en el vacío; le quita todo el significado a la vida. El nacimiento y la muerte
son algo inesperado y absurdo; se nace sin motivo y se muere por casualidad, la muerte le
quita al hombre su libertad y anula todas sus posibilidades de realización. Para Camus en el
centro de la vida está el hombre, con su vida que quiere la plenitud pero la muerte es
fuente de absurdo; la vida tiene la primera palabra pero la muerte tiene la última. Los
millones de suicidas han sacado las mismas conclusiones: la vida no tiene sentido, es absurda,
más vale acabarla.
Para los que viven su vida como un misterio de muerte y de vida con Cristo, la muerte
se convierte en el punto culminante de la salvación inaugurada por la fe; es pérdida de sí, pero
encuentro con Dios y vida en Dios.
Dios no está al final de nuestra vida, esperándonos, sino que su mirada está
constantemente puesta sobre nosotros; en el último instante esa gran presencia se nos revela y
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se hace luz para siempre. Esta visión de las cosas nos puede ayudar a superar el escándalo de
la muerte que siega una vida en flor, deja una obra inacabada. Sea como sea la vida de un
hombre, su duración, se mide, definitivamente, por la inmensidad de su amor que lo
habita y que es el amor mismo de Dios, ¿quién puede medir la inmensidad del amor de
Dios? Esta interioridad y la actitud del amor divino nos colocan a cada momento al final
de nuestra propia historia.
La razón ayuda a comprender el problema del mal, mostrando que el mal es "privación
de bien debido", no se trata de que exista una realidad esencialmente mala, sino que le falta
algo para que sea buena. Las alas para un pájaro, la enfermedad es falta de salud, la muerte
es falta de vida, etc.
En resumen cabe decir que Dios es Amor, crea por Amor y en esa creación destaca la
presencia de seres libres que pueden amar. El sentido de la libertad no es elegir por elegir sin
más eso equivale a la acción y reacción de las moscas. La libertad cobra su sentido cuando se
usa para amar y cuando se vive según la verdad. Dios ama a los seres libres que pueden
amarle y entrar en comunión con El. Esa es la grandeza de Dios y la del hombre.
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sufre realmente su engaño y no pueden explicar cómo esta apariencia dolorosa llegó a existir y
sigue subsistiendo.
Además, se sabía que Dios había probado a Abraham y a los Judíos pero la
recompensa parecía posponerse demasiado o el sufrimiento era desproporcionado con el
pecado cometido (Sal.13; 1s...; 35,17; Jer.12, 4). Apelar al misterio no responde a las
preguntas racionales. Aparentemente, los sufrimientos no merecidos se explicaban por el
antiguo sentido de unidad comunitaria o "personalidad corporativa"; para bien o para mal, los
hombres comparten el mutuo destino, las maldiciones de Dios que se extienden a tres y cuatro
generaciones por la ofensa de uno, mientras que sus bendiciones continúan durante mil
generaciones (Ex.20,5;Dt.5,9); Dentro de este punto de vista el pecado de Adán y Eva afectó a
sus descendientes (Gn.3,16-19); si todos pueden sufrir por el pecado de uno, puede ser a la
inversa, uno puede sufrir por el pecado de todos como lo atestiguan los cantos del siervo (en
especial Is. 53,4-12). Sobrepasando la responsabilidad colectiva, siervo de Yhwh recibió la
inmortalidad personal como recompensa por sus sufrimientos inocentes (53,10-12); está
solución de vida después de la muerte se desarrolló en los profetas y la literatura sapiencial
tardías (Dn.12, 2ss; Sab.3, 1-12; 5). El peligro de una recompensa sería en el más allá se
reveló en la explicación que sostenía los sufrimientos del justo en términos de purificación de
Dios de sus pequeños pecados, de modo que su recompensa después de la muerte pura. Si
toda justicia y valores son trasladados de este mundo al próximo, la creación no puede dar ya
el conocimiento de Dios, y amenaza el ateísmo o el gnosticismo.
La protesta atea contra Dios se ha hecho más poderosa en nuestros tiempos porque el
cristianismo proclama a un Dios que cuida de cada individuo (Mt. 10,28-31), buenos y malos
(Mt. 5,45).Cómo puede ser Dios un padre amoroso si permite que tantos niños inocentes
sufran horriblemente ? Ante la situación los protestantes afirman la fe que descifra cualquier
sentido de la vida. (J.Moltmann) E. Jungel, afirma que Dios, ha entrado en el devenir histórico
para conquistar la muerte y el pecado sufriéndolo, estas explicaciones son muy conmovedoras
pero no aciertan a explicar el significado del sufrimiento humano. El hecho de que Dios sufra no
disminuye los sufrimientos humanos, es cierto que su sufrimiento puede aumentar los
sufrimientos de los que le aman.
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Por último, para que no se dé el sufrimiento, el hombre individual tendrá que reducir a
todos los seres libres al estado de autómatas, o convertirse en el Dios infinito. En el fondo de
esto está al acecho el pecado original de desear ser como Dios.
Dado el sufrimiento y la finitud este mundo no puede ser el mejor o el peor de todos, ya
que todos lo que es limitado puede ser superado. Los sufrimientos humanos no pueden ser
males absolutos, pueden ser relativizados por el que los sufre cuya actitud influye en su
manera de vivirlo y también haciendo referencia a una realidad más grande; de allí que los
sufrimientos muchas veces sirvan de avisos contra males mayores o están relacionados a una
disciplina necesaria del cuerpo y del alma que permite el sufrimiento.
a) Vivir la vida esperando de ella todas respuestas a todas las aspiraciones del hombre,
esto es ingenuidad y superficialidad .La decisión de aceptar la vida sin preguntarle nada implica
ya una opción: la de liberarse de todo lo que pudieran presentarse en la vida como una
obligación a hacer una cosa determinada. Esta actitud supone que el hombre se escoge a sí
mismo y no otro, como modelo. Intenta realizarse como sujeto totalmente libre; pero esto
aborta, ya que por todas partes el hombre choca con su finitud, con sus limitaciones
incontrolables. Esperar todo por él mismo es una ilusión; Al final se encuentra con la barrera de
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la muerte, frente al deseo de cumplimiento de sentido que anida en el corazón humano.
Reconocer que uno no se puede realizar sólo aquí abajo podría ser tan sólo el deseo invertido
de realizarse plenamente en otra parte y en otro.
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