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Literatura y sociedad en algunos villancicos del siglo XVII

Álvaro Llosa Sanz (*)
Universidad de Szeged (Hungría)
lectorespa@yahoo.es

El breve estudio que se presenta a continuación pretende ser una introducción a un tema que no ha sido tratado -al menos que yo tenga noticia-


por la crítica: la visión de la sociedad, la apreciación de esa sociedad en algunos villancicos navideños del siglo XVII, momento cumbre de su
existencia. Escasas las fuentes y la bibliografía sobre los mismos, me he remitido principalmente a presentar los distintos documentos y el amplio
abanico de personajes que acaparan y muestran, acompañándolos de comentarios críticos y aclaratorios. No he sido exhaustivo, ni he podido, por
el inicial esfuerzo de plantarme ante un corpus desconocido -mínimo pero variado- y seleccionar y clasificar los ejemplos lo más ilustrativamente
posible. Muchos han quedado en el tintero, y algunos de los presentados podrían comentarse más ampliamente. A gusto lo hubiera hecho, con
tiempo y sosiego. Me cabe la esperanza de que cualquier momento es bueno para reencontrarme con ellos y dedicarles mayor atención, lo que sin
duda es gratificante. Su riqueza, su donaire y gentileza, la ironía y frescura que emanan muchos de ellos, la condensación conceptista aunada al
gracejo y resabio popular, el culteranismo de los más solemnes y el lirismo de los más íntimos y gozosos me cautivaron desde que llegó a mis
manos -por una maravillosa trampa del azar, en bazar libresco mediterráneo- la edición que he manejado, única colección consultada a falta de
otras conocidas pero ya inexistentes en el mercado y de difícil localización.

En fin, presento aquí un pequeño aperitivo, un preludio al mundo carnavalesco del villancico navideño áureo, cuya importancia social y su
multidimensionalidad artística a través de la poesía, la música, la danza y el teatro consiguieron de él un género conocido y apreciado y disfrutado
por todos.

Vengan todos los Poetas,


y prisa se den, alarguen el paso;
que oy el campo de Belén
será su monte Parnaso.
Ningún ingenio se escusa,
donde es María la Musa
y el llanto de un Inocente
es de Elicona la fuente.
Pues haga lugar, lugar, la gente,
que viene, que llega,
que entra el Amor,
un ciego, que de repente
ninguno dize mejor.
Hagan lugar, que quiere el Amor glosar
al Niño, fragante rosa,
y ha de acabar cada glosa
en un romance vulgar.
Hagan lugar.
(Villancico publicado en la Catedral de Huesca, año 1661)      

El villancico navideño y la sociedad de su tiempo.
El siglo XVII español es un siglo de manifestación literaria doquiera que uno mire. Se inmiscuye ésta en todos y cada uno de los rincones humanos, resquicios
de vida cotidiana, peripecias y anécdotas variadísimas que a toda una sociedad le tocó vivir con mayor o menor intensidad, desencanto o entusiasmo,
desengaño, burla y juego. 

Se refleja, pues, la vida cotidiana y sus aspectos más singulares en los más variados géneros del siglo: a través de la recién inaugurada novela moderna con
Cervantes, a través del teatro Lopesco, a través de las sátiras y juegos burlescos de Quevedo... Parece un siglo que se vuelca especialmente en su sociedad, su
estado y sus problemas. Las grandes cuestiones de convivencia, el futuro interno y externo del país llegan hasta las conversaciones diarias, y se hace debate
público, callejero; eso sí, a la española, con refriegas y disparates, sin conclusiones eficaces, aunque hay, en ocasiones, juicios atinados. Y si las profundas
síntesis sociales corresponden a personajes tan reconocidos como los nombrados un par de líneas atrás, las opiniones acerca de lo humano y lo divino en un
registro algo más cotidiano y local les corresponderá a los poetas urbanos, poetas casi siempre desconocidos y anónimos... 

Por ejemplo, a los ciegos que divulgaban cantares por las esquinas de pueblos y ciudades...

¿Quién compra la relación

y los nuevos villancicos

para cantar esta noche

de los tres Reyes benditos?

Estos ciegos, bien conocidos en su época, componían, recitaban y vendían en pliegos sueltos todo tipo de literatura de cordel 1 : romances, relaciones de


comedias, noticias en verso, y, en fiestas muy señaladas, villancicos navideños correspondientes a la parroquia local. 

El ciego que, con trabajo,

canta coplas por la calle,

por alegrar hoy la fiesta

es ciego a Nativitate.

Oyganle, que viene ya cantando,

y canta del Cielo de texas abaxo.

Ciego. Relación, en que se prueba

vida, milagros y edad

de la Santa Navidad,

llevenla que es Historia muy nueva...

De estos villancicos, cuya composición no correspondía sólo a los viejos ciegos ambulantes, sino a escritorcillos de mayor o menor valía y también a los grandes
poetas de Corte y de ciudades, así como a los Maestros de Capilla que los musicaban, de esas creaciones de circunstancias tan menudillas y poco conocidas
hablaremos, y atenderemos especialmente a su aire de fiesta (pues en fiesta, y de las mayores, se cantaban) y a su visión literario-popular de la sociedad, cuyo
reflejo se aprecia en cada verso...

La popularidad que el villancico navideño alcanza en el período que estudiamos venía ya arraigada como acontecimiento social desde el siglo XVI 2 , aunque,
según veremos por los testimonios, su época de máximo esplendor la alcanzará en la segunda mitad del siglo XVII, especialmente en el reinado de Carlos II 3 .

La idea iniciadora de tan tradicional actividad había partido de Fray Hernando de Talavera, eclesiástico muy conocido por ser el confesor de Isabel la Católica.
Pensó -como tantos humanistas que defendían en aquella época las lenguas romances- que las misas y maitines, con sus salmos, antífonas, lecciones y
responsorios en latín, como prescribía la liturgia, resultaban demasiado enfadosos cuando se podrían hacer -¡al menos alguno!- en castellano. Sobre todo de
cara a sus feligreses, que nunca entendían, valga la expresión, de la misa, la media. Nos cuenta su biógrafo:

«En lugar de responsos hacía cantar algunas coplas devotísimas, correspondientes a las liciones. Desta manera atraía el santo varón a la gente a los
maitines como a la misa. Otras veces hacía hacer algunas devotas representaciones, tan devotas que eran más duros que piedras los que no
echaban lágrimas de devoción.»

La propuesta, de gran éxito popular, fue prontamente sancionada y prohibida por las autoridades eclesiásticas, que no lograron impedir, finalmente, su
restringida expansión en la liturgia de las fiestas más importantes 4 , es decir, Navidad, Reyes, Corpus, Asunción, y algunas otras de carácter fuertemente local 5 .

Llegó a tal la importancia de contar con unos buenos villancicos, que las oposiciones a Maestro de Capilla de una iglesia o catedral consistían en poner música
una serie de textos de villancicos dados al compositor y, además, una vez admitido el opositor, se le dispensaba de obligaciones eclesiásticas durante meses, e
incluso la ausencia absoluta con tal que tuviera el tiempo y concentración suficiente para lograr unos lucidos villancicos 6 .

Poco a poco, «las catedrales ricas comenzaron a costear la impresión de los textos de sus villancicos, en un principio meramente como recuerdo de la fiesta (el


título de los pliegos era "villancicos que se cantaron..."), pero después, ya pasada la segunda mitad del siglo, con objeto de que el público asistente a las
festividades pudiera seguir y comprender lo que se estaba cantando (la fórmula pasa a "villancicos que se han de cantar") » 7 . Se repartían a las autoridades por
medio de unos monaguillos vistosamente ataviados, aunque el resto podía comprarlos a los ya mencionados ciegos:

Y de aquí, por las calles
vayan los ciegos

a vender villancicos

del Nacimiento.

Del corpus que revisaremos, sólo uno de estos cancioneros, el perteneciente a la catedral de Huesca, año de 1661, utiliza la fórmula de «recuerdo» 8 , y los


demás pertenecen a la segunda etapa de divulgación de estos pliegos. Cada colección se resume en el compendio de los villancicos para ese año, oscilando el
número de estos entre siete y diez. La razón de ello es que se reservaba (de los ocho usuales para maitines) uno de ellos -o a lo más dos- para la calenda, para
la misa o para la Adoración del Niño, que, por el recogimiento que de natural exigían, solían tener un carácter más literario-poético y cuidado, en muchos casos
cercano al culteranismo imperante 9 .

Por otra parte, el fenómeno social de estas fiestas litúrgicas era inimaginable para espíritus modernos. Se sabe que la aglomeración de gentes de todo tipo
abarrotaba catedrales y parroquias hasta el punto de invadir el coro en el que se cantaban y representaban los villancicos. Escuchemos la censura de un
moralista contemporáneo:

«...hállanse personas tan indevotas, que, por modo de hablar, non entran en la iglesia una vez el año, y las cuales, quizá, muchas veces pierden
misa los días de precepto, sólo por pereza, por no se levantar de la cama; y en sabiendo que hay villancicos, no hay personas más devotas en todo
el lugar, ni más vigilantes que éstas, pues no dejan iglesia, oratorio ni humilladero que no anden, ni les pesa el levantarse a media noche, por mucho
frío que haga, sólo para oírlos.»10

Sin lugar a dudas el ámbito social y festivo en que estos acontecimientos se realizaban va a cargar las tintas literarias y llenarlas de toda la imaginería popular
sobre todo hijo de vecino, sobre todo tema candente de la calle, sobre todas las personalidades, personajes de la vida pública y de la vía pública, sobre todas
las clases sociales, los marginados, los extranjeros, las profesiones y las procedencias... cabe en ellos toda la vida nacional, la viveza de sus gentes, la expresión
de un mundo y una época vista con aire de fiesta, de jácara, de burla, entre las que conviven verdades, mentiras, y el buen humor. Y, en fin, una gustosa lectura
de estos cancioneros navideños nos demuestra e indica la participación que el pueblo -su visión, su ideología y filosofía de la vida- va a tener en el género que
nos ocupa, y los alcances críticos y festivos de la literatura de esta especie. 

Caracteres regionales y extranjeros.

No hay que ignorar el carácter escénico de muchos de los villancicos pertenecientes al ciclo navideño, y se sabe de contratos a actores y bailarines por parte de
las catedrales más adineradas para la escenificación de los mismos 11. Como nos demostrarán los ejemplos, «salta a la vista (...) la variedad de formas de teatro
menor que están injertadas en ellos.» 12. El baile, la danza, el entremés, los diálogos... aparecen por doquier en los pliegos, conformando un auténtico festejo de
formas literarias y personajes populares. Procedentes del género literario-musical llamado ensalada, originado en el siglo XV 13, surge una serie de villancicos
o ensaladillas de tema navideño que nos presentan toda una variada gama de tipos nacionales y extranjeros, populares y cultos, cuyas apariciones y
descripciones será el gran núcleo de nuestro trabajo. En torno al escenario del Portal de Belén irán apareciendo gallegos y vizcaínos, negros y gitanos,
portugueses y franceses, suegras y doctores, abogados y enanos, sacristanes y barberos, pastores y zagalas... un sinfín de personajes cuyos dichos y redichos,
actuaciones y actitudes, mensajes y canciones... conforman una maravillosa fuente de diversión, sátira, burla, donaires, gentilezas... y también alabanzas al Niño,
por quienes todos se redimen. Hay lugar para la risa y el gozo, la ironía y el desparpajo, el ingenio. Participemos nosotros de la fiesta, visitemos al Niño,
agucemos el oído y entremos en la escena, imaginando el sonido de los instrumentos y la danza de los bailarines, el coro en polifonía y un ambiente de fiesta
inigualable, en pleno siglo XVII:

Atención, Pasqual, 

veremos en el Portal

a tres sabias Magestades,

que hazen de tres voluntades

una sola voluntad,

y con cada Magestad

llegar infinitas gentes

de Provincias diferentes,

sonoro tocando, suave cantando,

y como fueren llegando,

los iremos conociendo

en el son, que fuere haziendo

cada qual de su nación. 

Atención, 

que por más admiración 

de aver Dios hombre nacido,


los que han de ser, son, y han sido,

todos han de entrar con son.

Abramos el repertorio con un francés que se acerca, uno de esos extranjeros tan comunes en la época, viajantes, vendedores, o que se dedican a mostrar
mundonuevos 14 o cosmoramas para asombro y entretenimiento de las gentes:

Con totili mundi a cuestas

Venía un Francés rodando;

Que el hombre que sirve al mundo

Tiene del mundo este pago.

Viendo su mundo perdido

Se entró en el portal llorando;

Donde halló que le esperava 

Dios con el mundo en la mano.

Qué hermoso ejemplo de conceptismo, retorcido al final a lo divino, donde el mundo deslumbrante y engañador que nuestro francés muestra normalmente ante
la expectante muchedumbre se vuelve débil y quebradizo, vano, caduco, siendo ese mundo-nuevo, sin embargo, la vida del extranjero y su único interés, pues
de él vive; y cuál no es su chasco al ir a llorar al Niño de su tan gran pérdida, cuando se encuentra con el Rey del Mundo. Esta pequeña diversión a costa de un
extranjero es natural en una época en que las relaciones con el exterior son a menudo hostiles, especialmente con Francia 15. El francés fue una figura
típicamente risible, y aquí se demuestra con el contraste de la ridícula grandeza de un francés y su pequeño totilimundo a cuestas en contraste con la grandeza de
Dios y el Mundo, que no lo lleva a cuestas, sino que lo tiene en la mano (además, Él que es un niño). El contraste resulta encantador. ¡Ah!, y no dejemos de
señalar el cierto desprecio que se desprende de los versos "Que el hombre que sirve al mundo / Tiene del mundo este pago", insinuando que el francés es un
hombre atado al mundo, a sus vicios, tan atado como a su totilimundi de vanidades que lleva encima, y que por él acaba rodando y perdiendo su mundo, por
el peso que lleva encima (las liviandades cometidas) como pago de su superficialidad de vida y blandura; debilidad de espíritu que se demuestra en el hombre
maduro que entra llorando al Portal de un Niño, al que el mundo no le pesa ni ocupa más que un puño. Es decir, por medio de una imagen cotidiana, se ha
caracterizado paralelamente, añadiendo valores sobre la figura inicial, al representante de un colectivo y la idea que se tiene de él, lo que provoca la burla y la
calificación moral, bien contrapuesta a la del español modelo de la época, que no aspiraba a la muestra de mundos personales falsos y deslumbrantes, ni
deseaba los bienes materiales, como buen católico. Al menos, en teoría. Lo que queda bien claro es la adscripción del francés a un apego mundano (con el
cruel paralelo del extranjero cargando a duras penas con su mundonuevo en los tórridos pueblos españoles) y su consecuente figura de pecador, de hombre,
nunca mejor dicho, mundano.

Parodia, sátira, prejuicio popular, seguramente, y en mente de todos. Veamos ahora la presencia de un portugués, cuya bravura quiere demostrar al Niño, al
que habla «en alcorçado estilo»:

Quein vos da cuitas, Minino,

Quando a vosso lado teeis

Un home, que a tudo o mundo

Movera de un puntape?

Ha Tamaño?

Ha Brinquiño?

Ha miñaAlma?

Ha Cravel?

Naon choreis;

Que imprica contradizaon

Chorar, e ser Portugueis.

Si el ayre os faze temblar,

Bein me pode agradecer,

Que fuxe, porque si naon,

Eu le fizera correr.

Ha Tamaño...

(...)
Para ostentar meu valor,

Naon se, par Deus, que fazer;

Quereis, que plante en Lisboa

Tudo o portal de Belem?

Ha tamaño...

(...)

Aunque rebento de forte,

Magoado me teneis;

Si naon fora pundonor,

Chorara con vous tanbein:

Ha Tamaño...

La parodia aquí no puede ser más lograda. He ahí a un portugués aparentando lo que nunca fue: un bravo, un valiente... cuando el sentimentalismo de su raza se
aprecia en cualquier fado. Las ironías contenidas en los versos no pueden dejar de producir carcajadas, cuando escuchamos decir, «almivarando el acento» y
en «alcorçado estilo», que él es un hombre que al mundo moverá de un puntapié... o «que imprica contradizaon / chorar, e ser Portugueis». , y por eso, al final,
casi gimiendo, diría yo, admite que «si naon fuera pundonor / Chorara con vous también». Bravura de pitiminí que es el alborozo de todos los asistentes, con la
gracia de una buena interpretación... la idea tópica de un colectivo determina ahora, por ridiculización de sus rasgos más extendidos, una parodia, que no
desdeña hipérboles de grandeza para quien habla mucho y bravío y luego se derrite en sentimentalismo. La imitación y deformación lingüísticas ayudan a la
caracterización intrínseca del personaje, y lo hacen más caricaturesco, ajeno a los que lo oyen pero más cercano a su realidad habitual. Es otro ejemplo más de
ironía que aúna frescura y donaire áureos.

No muy alejados de portugueses caminan los gallegos, aunque los caracteres escogidos para ellos son bien diferentes; atención al diálogo de dos de ellos, que
cercanos al Portal comentan reflexivos:

- Entre boy, e mula

0 Neno ha nacido.

- A nos en Galicia

Nos passa lo mismo.

La visión rústica, de hombres de campo, rudos y poco instruidos que hacia los gallegos se tiene cotidianamente, aflora aquí sugerida por las bestias del Portal
navideño. No más tarde, con cierto orgullo, comentarán:

- Dixen, que la mula

Es nossa paysana.

- Si ela tira couzes,

Galega e sin falta.

Motivo que se repetirá en otras composiciones, lo que confirma el arraigo popular de estos tópicos despreciativo-burlescos. Pero escuchemos a nuestros dos


gallegos, que continúan hablando:

- A pagar as deudas

Diz, que mi Deus nace.

- Faga lu que queyra,

Como me lu pague.

- Dime, en los Madriles

En qué te ocupavas?

- Donde avia viño, 

Rievava yo ell agua.

Resulta que la fama no es sólo de brutos y campesinos, sino de tacaños, de escasa generosidad y extrema preocupación por la economía. En este caso, el
motivo espiritual del perdón universal por la Redención, de nuestras deudas espirituales, lo toma el gallego como misión económica, dada su mentalidad obsesa
sobre ese punto. La segunda estrofa viene a confirmarlo, con el papel de quien rebaja el vino con agua para ahorrar más; a más de dar un dato curioso: la
apreciable presencia (por inmigración, suponemos) de gallegos en la capital de España en busca de trabajo, asunto de cierta actualidad hoy día en toda la
península y sobre todo en ciertas provincias.

Viene ahora un personaje famoso en toda la literatura áurea: el vizcaíno, cuyas transgresiones lingüísticas del castellano, su peculiar fundamento de hablar el
idioma nacional, se parodia en numerosos entremeses y hasta en la mayor novela de todos los tiempos. La gracia reside en trastocar sintagmas no
inversionables, y la transgresión, al ser reconocida y acercada al modelo original, produce hilaridad:

Tu le tienes Niño 

vestido de tu Padre.

Juras tal no tengo,

que pusomele Madre. Pusomele cara

de Pasquas Navidades, pusomele risa

de Aurora quando sales;

y aunque con vestido

le vengo de mi Padre,

juras tal no tengo,

que pusomele Madre,

Desde luego, la intensidad poética que este vizcaíno pretende al adorar al Niño se rompe totalmente con las violaciones morfo-sintácticas; el contraste produce
la burla del ignorante, del que no sabe hablar. El efecto, por otra parte, resulta encantador.

No son siempre los vizcaínos tan bien tratados, y su rusticidad se ve perfectamente denuciada, como en el siguiente villancico en el que unos pastores han
interceptado un correo del Niño, y del cual, por diversión, leen las misivas. Entre ellas, la de un vizcaino:

- En esta dize: Señor,

Muriose el borrico, perdiose la albarda;

Si Vizcaíno apeteces, 

embiar en que marches,

que no ha de ir en patas.

Coro. ¡Qué linda carta!

Para qué el Vizcaino, 

Por burro clama,

viniendo en si mismo,

No le haze falta?

La ecuación vizcaíno-burro viene favorecida por la petición del personaje un burro para acudir al Portal. En fin, cualquier excusa es buena para un toque de
gracia, un giro a favor de la hilaridad en el público.

Más interesante desde el punto de vista histórico resulta el siguiente extracto, perteneciente al pliego del Real Convento de la Encarnación de la navidad de
1679, año de bodas entre Carlos II y Maria Luisa de Orleans, sobrina de Luis XIV:

Y pues nuestros yerros

Desde oy se remedian,

Baylando una dança 

De Vizcaynos llega,

Con tal herrería, 

Que a todos atruena.

Vizcaíno. - Agur, Errey galanta,

Galanta, Erreyna, Agur,


Quando Vizcaya estavas,

Qué te parece Irún ?

Agur, Errey galanta, Galanta,

Erreyna, Agur,

María Rosa es como, 

Que Alva despierta luz,

Amma Virginea

Madre de Arançazu.

Agur...

Vitoria, palma fuiste,

Amigos inda zu;

Vizcaynos a Franceses

Dizen ya: Alon Monsieurn

Agur...

Creo que la referencia histórico-social es clara: en boca de un vizcaíno se ponen las buenas nuevas, las buenas relaciones entre franceses y españoles, tan
difíciles siempre, pero cuyos acercamientos persistían cíclicamente con nuevas bodas. En canción recitativa que precede a la intervención del vizcaíno, se dice:

Bellísima María

Del Sol Rey de las luzes dulce Esposa,

De todos alegría,

Candido Lilio, Castellana Rosa,

Iris de Paz, del Alva pura estrella,

Del Orbe la más Bella,

Reyna por Gracia de tus perfecciones,

Que a dominar en nuestros coraçones

La elección soberana te previene

Del gran Monarca, que el Imperio tiene

en nuestras vidas, como en nuestras almas:

Rindante augustas palmas,

O María Divina,

O Reyna Peregrina,

Pues porque el atributo mas te quadre,

Te eligió Virgen quien te espera Madre.

Raro prodigio,

Que se enlaze lo humano

con lo Divino!

La lectura a lo divino, como alabanza a la Virgen María, no excluye aquí, me parece, la imagen de otra Virgen llamada María de Saboya, Reyna también, y
que es muy bien venida a un país en decadencia cuyo Rey no tiene descendientes: «Te eligió Virgen quien te espera Madre» aparece como una frase ambigua
muy relacionada con los deseos nacionales. Y si me arriesgo tanto en postular la doble lectura que aquí se ofrece es porque en la introducción de este largo
villancico se alude directamente al Casamiento Real, en boga en esas fechas por su proximidad 16:

En esta festiva Noche


Entran los dos compitiendo

[se refiere a la Alegría y el Decoro, no a la pareja Real]

Sobre dar la En-hora-buena

Del más feliz Casamiento

Al Rey, que viene del Austro,

Monarca de dos Imperios,

Que para gloria del Orbe,

Es Segundo, sin primero;

Con la siempre Augusta Reyna

María, animado Cielo,

Por Naturaleza, y Gracia,

De la Hermosura portento.

Ese origen Austro, que nos remite a la casa de los Austrias, monarca de dos Imperios, que es Segundo, como su nombre, Carlos II, y sin primero porque es
Rey... en fin, toda una serie de referencias que aluden inevitablemente a un acontecimiento importante en la vida de un pueblo. El tratamiento de estos temas en
los villancicos es muy variado, y a menudo se permiten ironías. Por ejemplo, en unas coplas del mismo pliego se escucha en boca de labradora:

Puesto que el Rey, y la Reyna

Por la Navidad caminan,

El Nacimiento desean.

El paralelo se intensifica en los siguientes versos:

Según tienen Estrella,

Muy presto el Cielo

Ha de dar a los Reyes

Un Nacimiento.

Aquí el juego de elementos del Belén es múltiple, y la lectura se puede hacer en su circunstancia concreta o en su atemporalidad de historia sagrada. Esta
elevación, identificación real con los elementos divinos, como proponía antes en la canción recitada a la Virgen, es muy del gusto de la época, además de
reflejar su jerarquía de valores político-religiosos conservadores, en que el Rey -absolutista, y más en la época de un Luis XIV en Francia, modelo de Rey
europeo, Rey Sol- es representante de Dios omnipotente en la tierra, y así ha de proteger a sus súbditos, etc... 

Vemos cómo los temas de actualidad aparecen de modo esporádico en los villancicos, y si no encontramos algunos más en relación a otros acontecimientos
históricos (batallas, paces...) es porque nuestro corpus es exiguo (siete pliegos, nada más) y restringido a unas pocas fechas. Sin embargo, sirva de precedente
para búsqueda más exhaustiva.

Al entretenernos con la realeza nos hemos desviado del sendero primero, que nos llevaba de mano de gallegos y vizcaínos. No vamos a insistir más en ello,
pero repasaremos a vuelapluma unos ejemplos que sobre negros, moriscos y gitanos se dan.

Viendo una sarta de Negros,

Dixo Gil: Ya viene cerca

De los Reyes la cocina,

Porque las sartenes llegan.

Un libro de cocina

También llevaban,

Donde estudian los Negros

La Nigromancia.

Es el entorno semántico de los objetos culinarios el que se toma ahora para "denigrar", en este caso, a los negros. Objeto de servicio en su época, lo es también
de chistes y mofas relativas a lo más distinto en ellos y que los caracteriza: su negrura. Como morcillas, en sarta vienen los negros, y tan negros que parecen culo
de sartén. Eso es lo que Gil, personaje popular -como hoy lo puede ser un Jaimito-, declama, haciendo alarde de ingenio en clara metáfora xenófoba. El ingenio
segundo deriva de la común raíz de color utilizada para la magia negra o nigromancia (también, en una posible lectura más, negra mancha, que eso, al
parecer, es un negro), con la cual se relaciona a los negros (está claro que en este contexto un negro, semánticamente, no podría invocar la magia blanca o
buena.) En fin, las connotaciones negativas del color negro alcanzan aquí al individuo, y, por ende, a la colectividad. Y así, la degradación por la comparación a
cosas negras se hace habitual:

Pastor. - Por qué ofrece al Niño Rey 

Seis Negros el Rey Melchor?

Sacristán.- Porque en el tiempo de nieves

Es gran regalo el carbón.

Normalmente las figuras de negros aparecen en relación a danzas y bailes que quieren mostrar al Niño, con lo que se pone de manifiesto su natural inclinación y
facilidad para ello. El habla desfigurada de los de su clase sirve, también, para crear la diferencia y provocar la risa ante nuevas y características desviaciones
lingüísticas.

Y desviación es también la que se da en un morisco que aprende el catecismo en conversación con un cristiano. Su poca fe implica incomprensión ante el
dogma de la Virginidad de María:

- A ver quien querer decer,

a fé de buen Cresteanelio 

como Madre, e Virgen ser,

y en Bortal Dios nacer,

siendo grande tan chequelio ?

- Yo le diré,

si por mi fé, 

que el Misterio del Portal

es tal,

que para creerlo,

es menester no entenderlo.

- Hay hay,

e no entender el misterio.

Es curioso notar cómo apenas hay un solo ejemplo de antijudaísmo en todos los villancicos revisados, aunque sí que se alude indirectamente (en la figura de un
linajudo) a los antecedentes del linaje, más bien por nobleza que no por limpieza de sangre. Quizás por ser textos del segundo tercio de siglo ya no es tema tan
recurrente en la imaginería popular.

Los gitanos aparecen como tropa que da alegría y lee el futuro al Niño, a quien predican sus glorias y sus males cual Nuevo Testamento resumido en


romances:

Una tropa de Gitanos

con instrumentos de errar

por el olor del Pesebre

se han entrado en el portal;

y al Niño desnudo

que encuentran, sin vestirse ni un pañal, 

el alma le roban,

que otra cosa no hallan, que robar.

La referencia gitana en su tendencia al hurto queda delicadamente idealizada, a lo divino, como nadie podría haberlo hecho. Es un rasgo de popularidad


estilizadísimo, en un villancico en el que más tarde se recrea un famoso motivo de la lírica popular 17 que es utilizado en una villanesca del corpus estudiado:

Al villano se lo dan

entre paja el blanco pan.


y cuya recreación gitana resulta apropiadísima:

al gitano, que le dan

los azotes con el pan.

Todo ello se inserta en un villancico dinámico, rítmico y que requiere una popular escenificación llena de gracia y movimientos.

Personajes populares y oficios.

En el desfile de personajes y comentarios sobre los mismos, no dejan de presentarse los más varipintos personajes de la calle, así como los oficios más
criticados en la época. Es ésta una manía propia de toda la poesía burlesca del período, que aquí se verá atenuada por el ambiente de fiesta.

Veamos, sin embargo, el espectacular trato que se tiene de las suegras en los versos siguientes:

Maest. Dime tú, del verbo Suegra

Qué participio se saca?

1. Infernorum.

Maest. Por qué regla?

1. Infernus est Suegram malam.

No vale nada, no vale nada.

2. Que ay quien del Paraiso

Las haze alhajas,

Siendo Suegra la Sierpe

De la mançana.

En esta toma de lección del maestro en latines macarrónicos y sus pícaros alumnos, la vilipendiada suegra queda comparada a un infierno, o al diablo mismo en
tierras edénicas. Gran arraigo cultural tiene esta idea tópica, y aqui la vemos confirmada.

Paz universal

Diz, que mos aguarda:

Gran año de Suegras 

Para quuien se casa 18.

Las viejas son también objeto de burla y sátira, con descripciones muy vivas y expresivas, en que la hipérbole marca el camino de la carcajada. Atención a la
siguiente:

Una Vieja, con la habla en Tembleque,

Los dientes en Jauja, y el juizio alla en Tunez,

como rábano trae las narizes,

Medio amoratadas, amuscas y azules.

Sin dientes y nariguda, tartamuda y sin seso, se nos aparece la vieja, retrato caricaturesco tópico y barroco de la realidad social. Realidad social que en sus
disminuídos físicos vierte nuevas burlas:

Un Enano, con braços de silla, 

y piernas de jarra,

Entró en suerte, diziendo que vive 

En la Caba Baxa.

- Lean la cédula. 

- Oyganla. - Vaya.

Don Pigmeo Bonamí, 
En la calle de la Parra,

Junto al Rollo, casas propias,

Vive de un Grillo en la Jaula.

La irrisión llega de que todo en la vida del enano hace referencia a su enanez, a su defecto físico característico. 

Una divertidísima metáfora sobre la existencia de un ser pensante diminuto se escucha en otro villancico:

Un mísero enano va,

que en el potaje del mundo

Es lenteja racional.

Donde se potencia el diminutivo y menudencia que comporta la lenteja en el potaje del mundo para explicar la enanez de este individuo.

Pero pasemos a los oficios ya, comenzando con los más maltratados: doctores y letrados. No era sola manía de Quevedo la aversión por médicos y leguleyos,
y es la época la que les da un papel burlesco de caracteres muy precisos. Veamos una sátira a ambos en la siguiente situación: una pastora es la centinela del
Portal de Belén y pregunta santo y seña (en sus respuestas véanse los credos de cada colectividad) a todo el que desea pasar:

Quién va a la Guardia?

- Un letrado.

- El nombre.

- Jurisperito.

- La seña.

- Traslado, y Autos.

- La reseña.

- Y porque el dicho.

- No entre, que armará un pleyto con Jesu Christo.

Sobre si debe el solo ser redimido.

- Mas allí un hombre me espera, 

Llego a continuar mi oficio.

- Quién va a la Guardia ?

- Un dotor.

- El nombre.

- Don Tabardillo.

- La seña.

- Requiem eternam

- La reseña.

- Dios lo hizo.

Passe, y si alguno muere,

No diga a gritos,

Que hizo Dios, lo que hazen

Sus aforismos.

En primer lugar, el abogado, cuyo nombre es jurisperito y su clave Traslado y Autos, actividades de su quehacer habitual, no gratas para quien los sufre. La
sabi-hondez y autoridad inapelable de los leguleyos queda explícita en su «y porque el dicho», pero la zagaleja no le permite pasar por si pleitea la Redención
universal de Cristo con el propio Cristo. Este donaire final, exagerado, muestra in extremis la insistencia de los letrados por discutirlo todo, rebelándose incluso
a los planes de Dios. Inaudito.

El médico se nos presenta como un anunciador de la muerte cuyo distintivo esencial es el tabardo que lo cubre (imagen acertadísima y de sugerencia inmediata)
y cuya frase habitual es «Dios lo hizo». Es decir, se disculpa de la muerte de sus pacientes acudiendo a designio divino. A lo que la zagaleja le responderá que
son sus aforismos (sus fórmulas eruditas, su sabiduría, su ciencia) los que los mata. Pero lo deja pasar.

Los sacristanes no se ven libres de críticas, tan cuestionado como andaba el clero y sus costumbres en la época. Veamos su cédula de presentación:

Don Mocalicio Pavesa,

Que vive en la calle Ancha,

y en la Huerta del Cerero

Es el Solar de su Casa.

Alhaja, alhaja.

Del Sacristán no estrañe 

Nadie la suerte,

Que siempre su Alleluia

Es nuestro Requiem.

De anchas costumbres, viviendo en un amplio solar, y cuyos feligreses pueden confesarse cuando aquel se prepara para algo... Pero veamos esta crítica, no por
tópica menos directa:

EI Buey entre si dezia:

Que mucho que yo me ensanche

Con este Niño, pues ellas 

Se ensanchan con Sacristanes?

Y tenía razón el buey, que los sacristanes parecían buen cebo y mejor mancebo para muchas mujeres. Se constata, por tanto, aquí y en otros lugares, lo que
predica el villancico:

Pues oygan, y atiendan,

que sin que a ninguno amarguen,

Entre burlas, y entre veras,

He de dezir las verdades.

O en ese otro en el que se afirma:

Que las mentiras son hoy las que corren

y la verdad para en los villancicos.

Y verdades entre burlas son las que se cuentan de los oficios más populares, en que con saña se destacan los defectos del gremio, por siempre adjudicados:

Un Tendero y un Ventero

Se davan pedrada seca,

Sobre qual hurtava más;

Pero ambos iguales quedan.

Estos Gatos monteses,

Quando más pecan, como tienen el alma, 

Tienen la venta.

La fama de ladrones a conciencia, de «gatos» y además monteses -¡ahí es nada!- que se atribuye a tenderos y venteros es proverbial, pues no es extraño, que,


aun en nuestros días, den gato por liebre. 

Los carreteros, con su habitual mal carácter y peor lengua, no se libran tampoco de la bulla popular:

Pastor. - Todos le juran por Rey,

Desde el pequeño, al mayor?
Sacristán. - Y oy dia los Carreteros

Le juran que es bendición. 

Otro ejemplo:

Que ha de meterse en Belén 

Va un carretero jurando,

Que juran siempre el oficio

Sin ser oficio en Palacio.

Al Portal, que es Cielo angosto

Camina; pero ha de errarlo,

Que siempre los carreteros

Toman el camino ancho.

Además se hace especial hincapié -con precioso juego conceptista- en la falta de buenas costumbres que los aleja de la senda estrecha propugnada por Jesús.

Los arrieros, y su peor genio, amigos de peleas y encontronazos, quedan retratados igualmente:

Unos arrieros se huvieron

De encontrar en la carreta,

Porque como eran Arrieros,

El encontrarse era fuerça.

Los pastores se destacan por su torpeza y sencillez, por su falta de conocimientos, por su ausencia de linaje:

Un Pastor dixo: Rey mío,

Pues que venís a la tierra

A tomar Carne, tomad

Este Cordero siquiera.

La incapacidad de comprensión del designio bíblico coloca a nuestro pastor en la ingenuidad de ofrecer un Cordero al que es Cordero de Dios, y quedar en
ridículo ante todos, aunque dejando cierta simpatía por su buena intención. De todos modos, no parece que el pastor (desidealizado aquí, muy lejos del de las
novelas pastoriles) como persona pueda alcanzar otro grado que el de pastor:

Pastor. - Porque Dios a los Pastores

Don de ciencia no les dió?

Sacristán. - Porque los que son Pastores,

No han menester tener Don.

Se niega a los pastores tener don de ciencia porque el don es tratamiento de bachilleres, de personas instruidas. El juego, ingeniosísimo, viene a demostrar la
simpleza de los pastores, congénita al parecer, según el autor del villancico, y quizás de todos los que lo escuchan.

Villancicos e Historia Bíblica.

Además de presentar tipos variados, en numerosas ocasiones se adoctrina a la muchedumbre con jocosas historias bíblicas, repaso de sucesos esenciales
históricos que han determinado la historia del Cristianismo, a manera de divertimento. Se utilizan recursos originales, maneras de recrear la Biblia, como el grupo
de gitanas que echa la Buenaventura al Niño, adelantando su Pasión y Muerte; como la historia del Antiguo Testamento en una síntesis de latín macarrónico;
como una historia de la Salvación en clave de baraja de cartas; como una jocosa narración del Pecado Original. En fin, se aprovechan recursos conocidos -las
habituales gitanas que aun hoy pasean por Madrid y Sevilla, la famosísima afición a las cartas- para lograr una nueva versión de los hechos por todos conocidos
y dirigidos siempre al Nacimiento que se celebra.

La historia bíblica queda así transformada, aunque nunca desacralizada. Se tiende más bien a rescatar los significados esenciales del mensaje religioso y
transponerlos en otro registro. Me gustaría mostrar ahora la historia bíblica de la salvación más sucinta, en latín macarrónico, que jamás se haya oído:

Deus fecit Orbem;

Eva fuit tentata,


Adam manducavit,

Et perdivit gratiam.

Diluvius pervenit,

Abundavit aquam,

Que plantavit viñas, 

Fabricare Arcam.

Ad Patrem Abranem

David Deus palabram,

Nascetur Mesias

De suam Prosapiam.

Iam venivit tempus

Natus est in paxas,

Angelus cantavit,

Dictiur, in pascam,

Que Gloria in excelsis, o Niño del alma,

Y dizen los hombres, in terra castañas. 

Es sorprendente y regocijante hallar una selección de hechos fundamentales tan hábilmente dispuestos y con la gracia que éstos presentan. No dudo de que ello
contribuía a mantener el espíritu -festivamente, por supuesto, pero con no poca eficacia real- en la referencia cultural que inspiraba las celebraciones. El
creyente reconocía una vez más su credo e historia colectiva como perteneciente a una religión común, esfera de valores, y en ella se recreaba.

Quizás los menos latinos, pero aficionados al buen jugar, se veían reconocidos en un tipo de historia bíblica que utilizaba su código más habitual de
comunicación: el de las cartas de baraja. Determinados sucesos vitales para un cristiano podían explicarse en clave de juego, aplicados a lo divino, «Al Juego
del Hombre, haziendo / de otras figuras las cartas.»:

Entró jugando de mano 

Uno, que Adán se llamava,

Y atravesí una malilla 

Pedro Botero de Llamas.

Por llevarse la polla

De una mançana, 

Perdió todos los triunfos 

De su prosapia.

Prosiguió el Pastor David, 

Que con un Jayán jugaba;

Pero a la primera piedra

Dio con su juego de espaldas.

Y agarrando el estuche,

Que el tal llevava,

Le passó la espadilla 

Por Ia garganta .

Jugó Caín con Abel 

Y cometió una burrada;
Pues con un basto de huesso

Le quitó la mejor baza. 

Desde que el mundo es mundo

Los asnos matan;

Pues la primera muerte

Dió su quixada. 

Faraon jugó con Moyses, 

Y a la primera jugada,

Moyses le atravesó un siete, 

Que en él fueron siete plagas. 

Consiguió sacar libre 

De su baraja

Aquel Pueblo, que ingrato

Es todo trampas.

La jerga barajística, básica, se maneja con soltura e ingenio, aplicando a cada palo su doblete bíblico: Adán pierde sus triunfos (es expulsado del Edén), David
da de espaldas con el juego (vence a Goliat), Caín quita la baza a Abel con un as de bastos (Lo mata con hueso) y Moisés vence al Faraón con un siete (las
siete plagas). Se aprecia también un rasgo de antisemitismo en los últimos versos, con la idea de ingratitud y tramposería en los judíos, por cierto muy extendida
y tópica en el siglo XVII. En otro villancico se aprecia la jugada a lo divino más importante para la Humanidad, que resume la Muerte y Redención de Cristo:

Buscó en el lance segundo 

un palo solo, y no malo,

porque con saber profundo,

diz que ha de ganar un mundo,

en quedándose en un palo.

No siempre se hace una mirada tan profunda de los acontecimientos bíblicos, y también los sucesos clave se cuentan en clave extremamente jocosa. Veamos un
ejemplo:

En un jardín, cierto día, 

D. Tremendo de Alcolea,

culebrón de más de marca, 

bonito, cual digan dueñas.

Hizose a lo encontradizo

con Adán, y con su fema.

la tal de muy buena gracia,

y el de bastante inocencia.

Recatose entre unas ramas,

y al pasar la dixo: Reyna,

sepa vsze, que aquesta fruta

deidad haze, a quien la prueba.

(...)

Creyóselo la bobilla:

y fué que la mala bestia 
se abrasaba, y se le vino

a mano la templadera.

El caso fué bien sabido:

Dios se lo perdone a Eva;

que siempre por las mujeres

sucedieron las pendencias.

Anduvo de boca en boca

este cuento, de manera,

que sucede una del diablo,

si ya Dios no lo remedia.

El Pecado Original en tonillo de moda, y sintaxis de indolencia. El demonio se nos presenta como un tío guapetón y elegante, de maneras muy afectadas. Eva es
mujer atractiva y Adán bastante tontuelo... en fin, que pecan, y todo se sabe, que todo se dice. Se presenta el Pecado Original desprovisto de toda su
significación trascendental, pero como un escandaloso hecho de barrio. Se moderniza, se particulariza la situación y se convierte a los personajes bíblicos en
casi personajillos de ciudad, expuestos a las hablas, críticas y cuchicheos de todo el mundo.

¿No es esta una riqueza genial, una amplitud de miras -dentro de la ortodoxia controlada, evidentemente- de la que hoy carecemos tan a menudo? ¿No son


maneras de estimular la tradición en formas variadas? De acuerdo que eran composiciones meramente festivas, irrelevantes, aunque quizá poseían más calado
en el pueblo que la homilía de la festividad sermoneada por el obispo de turno... ¿Es esta visión novedosa la clave del éxito de los villancicos, junto con su
escenificación y su música? Probablemente. Cierto que la Iglesia era permisiva en estos acontecimientos, pues textos totalmente irreverentes (como un villancico
que declara: «Hermanos; oy nace Dios / In saecula saeculorum, / Pax vobis. / Que esta noche han de tener / Paz los bobos») fueron admitidos por la censura sin
ningún tipo de recensión, como lo demuestran los ejemplos hasta ahora presentados. Quizás ello ofrecía un ambiente de disipación y relajación mental y
espiritual propiciado por las burlas y las risas, la fiesta humana en su Día de Gloria...

Volvió a cobrar lo perdido 

la humana naturaleza

después de cuatro mil años 

en solo una noche buena.

Hubo bailes, alegrías, 

villancicos, castañetas, 

luces, Angeles, Pastores,

brillan, corren, cantan, vuelan.

Conclusiones.

Es tiempo de ir finalizando este trabajo, esta somera panorámica introductora a los villancicos navideños y la sociedad del siglo XVII. Sé que se podrían seguir
añadiendo más documentos, buscar otros, y profundizar, relacionar y contextualizar mejor los presentados: esa es tarea de estudios más por menorizados y
concretos, que podrían en un futuro suceder o completar a éste. Por el momento, limitémonos a presentar los rasgos generales que una visión socio-crítica nos
permite establecer desde los textos comentados.

En primer lugar, la presencia en los villancicos de numerosos y variados personajes procedentes del teatro menor en torno a un contexto navideño predispone la
visión tópica de los mismos y la aparición de sus caracteres socialmente establecidos más destacados por la tradición. Sus maneras se encauzan a la misión y
temas religiosos propios del tiempo, buscándose imágenes originales y creando hilaridad, burla y crítica -llegando al desprecio o no- por los contrastes y los
distanciamientos culturales o sociales entre razas, provincias, defectos físicos, profesiones... La vida de la calle, en su forma arquetípica y caricaturesca llega con
vivo color e inusitado calor, y renovada fuerza en versiones poéticas que procuran el ingenio en la denuncia de las mismas facetas.

En segundo lugar, los acontecimientos importantes del año se ven a menudo reflejados con opiniones y situaciones literaturizadas.

En tercer lugar, se realiza un abundante manejo artístico en variadísimos registros de la historia y episodios bíblicos más conocidos, buscando la visión original y
singularizada, la recreación constante de elementos transpuestos en inusitadas facetas de la esfera humana, con lo que se consiguen entroncar e identificar,
elevarlas a lo divino, por encontrar su perfecto parangón religioso. A la par, sirve como medio de anagnórisis cristiana, puesto que el creyente se ve
reconocido como miembro de una colectividad común en una fiesta con tradición mismamente común y que recrea en ese momento, de forma festiva. Su
adoctrinamiento, por estos caminos, se ve complementado y nutrido.

Por fin, el conjunto general nos muestra una sociedad sorprendente, variada y lúdica, con sus prejuicios y vicios, de los cuales hacen la risa, y a veces también la
crítica, la velada denuncia. Sin embargo, todos ellos, como gran teatro humano de penas y alegrías, forman parte de la algarabía y el bullicio universal a que una
noche de Navidad invita, junto con un postrer sosiego de solemnidad y regocijo interno.

Notas:

1 Para estos aspectos, y para la literatura de cordel en genral, véase GARCÍA DE ENTERRÍA, Mª Cruz.- Sociedad y poesía de cordel en el


Barroco, Madrid, Taurus, 1973. Puede hojearse también, respecto al siglo XVIII, el estudio indispensable de Julio CARO BAROJA, Ensayo sobre
la literatura de cordel, Revista de Occidente.

2 Véase la «Introducción» al Catálogo de villancicos de la BN. S. XVII, Madrid, 1992, pp. XI-XVIII.

3 De esta opinión es
Mª Cruz GARCÍA DE ENTERRÍA. Véase su artículo «Literatura de cordel en tiempos de Carlos II: géneros parateatrales», en
HUERTA CLAVO, J. (ed.), El teatro español a fines del siglo XVII. Historia, cultura y teatro en la España de Carlos II, vol. I, Amsterdam,
1989, pp. 137-154.

4 Véase LÓPEZ CALO, José, Historia de la musica española, tomo III, Alianza, Madrid, 1983. El texto del biógrafo de Fray Hernando está tomado
de ahí.

5 Para hacerse una idea de la variedad de fiestas que acogían villancicos, y las iglesias cuya conservación de pliegos es mayor, véase la «Introducción»
del Catálogo..., p. XVII.

6 Ìbid., p. XIV. No es, sin embargo, nuestro tema estudiar la música para estas piezas, que sin embargo tenía un papel fundamental en el desarrollo de la
festividad, así como era clave la escenificación de muchos de los villancicos. 

7 Íbid., p. XV.

8 VILLANCICOS QUE SE CANTARON LA NOCHE DE NAVIDAD EN LA SANTA IGLESIA CATEDRAL DE HUESCA. ESTE AÑO DE 1661.

9 No deja de ser curioso e ilustrativo cómo los villancicos más burlescos y humorísticos, populares, llevan un carácter que raya lo conceptista, mientras
que los más solemnes tienden al culteranismo más puro. Combinados en un mismo pliego, nos convencen de la falaz contraposición
culteranismo/conceptismo, y nos cercioran de la complementariedad de ambos estilos en un plan común, que es, en este caso, recibir la Navidad. Valga
este texto de Carmen BRAVO-VILLASANTE, síntesis de lo que se verá en este trabajo: «Un lenguaje muy popular y simple va paralelo a una retórica
culterana, y hasta camina al lado de una gerigonza divertidísima y, a veces, difícilmente comprensible. Con frecuencia, el elemento cómico alcanza lo
chocarrero, lo bufo y lo burlesco, y a veces las bromas llegan a aparecer irreverentes, pues las chuscadas y barbaridades graciosas sobrepasan los límites
de la religiosidad.» En Villancicos del siglo XVII y XVIII, Madrid, Magisterio español, 1978.

10 Texto de CERONE, en un tratado de 1613. Véase LÓPEZ CALO, ob. cit..

11 Ver Catálogo... p. XV.

12 Mª Cruz GARCÍA DE ENTERRÍA, art. cit., p. 149.

13 Cuyo máximo exponente fue Mateo Flecha el Viejo. Consistía en una sucesión de distintos personajes con procedencias variadísimas, imitando los
respectivos idiomas o sociolectos. Los metros literarios se adecuaban a ello y los musicales también, polimórficamente.Véase Catálogo..., p. XIV

14«Cajón que contenía un cosmorama portátil o una colección de figuras de movimiento, y se llevaba por las calles para diversión de la gente.» En
D.R.A.E., 1992, p. 1003. Hemos de pensar que el cajón sería grande y pesado, y la figura del francés con él a cuestas, quizás sudando y agotado, es la
que sirve de base a la burla que aquí se hace.

15 La fecha del villancico es de 1676, período de enfrentamiento con Francia que culminará en 1679 con la Paz de Nimega.

16 31 de Agosto de 1796.

17 Consultar FRENK ALATORRE, Margit, Lírica española de tipo popular, Madrid, Cátedra, 1977.

18 Los maridos no se libran de alguna que otra burlilla, como la que sigue:

- Qué fruta será una fruta 

Con su arrebol amarillo

Que acaba en O,

empieza en M.

Y es algo grande?

- Marido.

Coro. ¡Ay que locura! ¡Ay que delirio!

- No ha sido desatino.
Pues es muy cierto,

Que ay Maridos Duraznos,

Por lo indigestos.

BIBLIOGRAFÍA

Fuentes primarias:

-Villancicos del siglo XVII y XVIII, edición e introducción de Carmen Bravo-Villasante, Madrid, Magisterio español, 1978.

Los pliegos consultados pertenecen a las siguientes fechas y procedencias:

1661: Catedral de Huesca.

1676: Real Convento de la Encarnación de Madrid

1679: Real Convento de la Encarnación de Madrid

1694: Iglesia Parroquial de San Mateo de Lucena

1696: Real Capilla de las Señoras Descalzas de Madrid

1696: Real Capilla de Su Magestad de Madrid

1699: Real Capilla de las Señoras Descalzas de Madrid

Algún ejemplo (sobre los ciegos ambulantes) está tomado de los artículos utilizados.

Fuentes de consulta:

- ALCALÁ ZAMORA, José N., (dir.), La vida cotidiana en la España de Velazquez, Madrid, Temas de Hoy, 1989.

- FRENK ALATORRE, Margit, Lírica española de tipo popular, Madrid, Cátedra, 1977.

-GARCÍA DE ENTERRÍA, Mª Cruz.- Sociedad y poesía de cordel en el Barroco, Madrid, Taurus, 1973.

- GARCÍA DE ENTERRÍA, Mª Cruz , «Literatura de cordel en tiempos de Carlos II: géneros parateatrales», en HUERTA CLAVO, J. (ed.), El


teatro español a fines del siglo XVII. Historia, cultura y teatro en la España de Carlos II, vol. I, Amsterdam, 1989, pp. 137-154.

- LÓPEZ CALO, José, Historia de la musica española, tomo III, Alianza, Madrid, 1983.

- RUIZ DE ELVIRA SERRA, Isabel, «Introducción» al Catálogo de villancicos de la BN. S. XVII, Madrid, 1992, pp. XI-XVIII.

- SÁNCHEZ ROMERALO, Antonio, El villancico. Estudios sobre la lírica popular en los siglos XV y XVI, Madrid, Gredos, 1969.

-SUBIRÁ, José, «El villancico literario-musical. Bosquejo histórico», en Revista de Literatura, tomo XXI, 1962, pp. 5-27.

Este artículo fue publicado en su versión resumida con el título "Sociedad y Literatura en los villancicos de la España del siglo XVII" en la Revista
Historia y Vida de Barcelona, nº 369 (diciembre de 1998).

(*) Álvaro Llosa Sanz es Lector de español en la Universidad de Szeged (Hungría). Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Deusto (Bilbao). 
Miembro fundador de El BaciYelmo – Asociación para la Comunicación Literaria (Bilbao)

© Álvaro Llosa Sanz 2001
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid

El URL de este documento es http://www.ucm.es/info/especulo/numero19/villanci.html


 

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