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En el niño existe la actitud creadora, la energía potencial para construirse un mundo psíquico a
expensas del ambiente.
Los períodos sensitivos están estrechamente relacionados con el fenómeno del desarrollo.
Hugo de Vries, científico holandés descubrió los periodos sensitivos en los animales.
El currículo Montessori ha encontrado en sus escuelas los periodos sensitivos en el crecimiento
infantil y lo han utilizado para la educación.
Periodos sensitivos: Sensibilidades especiales que están en los seres en evolución por lo tanto en
los estados infantiles. Estos periodos son pasajeros y se limitan a la adquisición de un carácter
determinado. Una vez desarrollado este carácter, cesa la sensibilidad correspondiente.
Cada carácter, como el lenguaje, se establece con la ayuda de un impulso, es decir, de una
sensibilidad pasajera. Por lo que el crecimiento es un trabajo minuciosamente dirigido por los
instintos pasajeros que impulsan hacia una actividad determinada, la cual (la actividad) es distinta
de la que caracterizará al individuo adulto.
Si el niño no ha podido actuar según las directivas de su periodo sensitivo, se perderá la ocasión
de una conquista natural, y se habrá perdido para siempre.
El niño aprende en los periodos sensitivos, lo cual se podría comparar a un estado eléctrico que da
lugar a fenómenos activos. Esta sensibilidad le permite ponerse en contacto con el exterior de un
modo excepcionalmente intenso por lo que todo le resulta fácil, todo es entusiasmo y vida. Cada
esfuerzo representa un aumento de poder.
Cuando en el periodo sensitivo ya ha adquirido conocimientos, sobreviene la indiferencia, la fatiga.
Pero cuando algunas de estas pasiones síquicas se apagan, otras se encienden y así la infancia
pasa de conquista en conquista.
En cambio cuando desparece el periodo sensitivo, las conquista intelectuales son debidas a una
actividad refleja, al esfuerzo de la voluntad, a la fatiga de la búsqueda, y en el torpor de la
indiferencia nace el cansancio del trabajo.
Aquí esta la diferencia fundamental entre la psicología del niño y la del adulto.
Si durante la época sensitiva un obstáculo se opone a su trabajo, el niño sufre un trastorno, o
incluso una deformación, y este es el martirio espiritual que se desconoce, pero que todos
llevamos dentro en forma de estigmas inconscientes.
Cuando algún obstáculo externo impide la actividad vital del niño, éste muestra reacciones
dolorosas y violentas.
Ignoramos las causas de estas reacciones, las juzgamos sin causa y las medimos por su
resistencia a ceder a nuestras tentativas para calmarlas. A estas reacciones se les llama caprichos.
Capricho: aquello que carece de causa aparente, es una acción ilógica e indomable.
Sin embargo, algunos caprichos denotan una tendencia a agravarse con el tiempo, lo que indica
que existen causas permanentes que continúan actuando y a las que no se ha encontrado
remedio.
Los periodos sensitivos aclaran muchos caprichos infantiles (no todos porque existen diversas
causas de luchas internas).
Los caprichos relacionados con los conflictos internos que tienen lugar durante los periodos
sensitivos son tan pasajeros como el periodo sensitivo mismo y no dejan huella en el carácter, pero
comportan la grave consecuencia de obstaculizar el desarrollo lo que es irreparable en el futuro
desarrollo de la vida síquica.
Los caprichos del periodo sensitivo son expresiones externas de necesidades insatisfechas y si
se presenta la posibilidad de comprenderlos y satisfacerlos, desaparecen inmediatamente. Así,
luego del estado de agitación sigue un estado de calma.
Si es que no se hubiera comprendido y satisfecho, ese estado de agitación podría finalmente
asumido forma de enfermedad.
Se puede representar la actividad creadora del niño como una serie de emociones vivísimas que
surgen del subconsciente que construyen la conciencia al contactarse con el ambiente. Estas
emociones parten de la confusión para alcanzar la distinción y la creación de la actividad, como
por ejemplo: las podemos imaginar en la adquisición del lenguaje.
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Cuando el bebé logra distinguir ciertos sonidos como el canto o una música sus fibras más
sensibles y finas despiertan y poco a poco el oído escucha y la lengua se mueve para una nueva
articulación, ésta comienza a sentir vibraciones interiores que son vitales pero no sirven para nada
más que procurar un gozo infalible. El niño demuestra este placer cuando fija con intensidad su
mirada en los labios que se mueven.
Éste es un ejemplo de desarrollo de un período sensitivo.
Los periodos sensitivos se efectúan inadvertidamente hasta que las condiciones del ambiente
exterior corresponden suficientemente a sus necesidades interiores.
Por ejemplo, en la elaboración del lenguaje permanece en secreto porque el niño encuentra a su
alrededor personas que hablan y le ofrecen los elementos necesarios para su construcción.
Observaciones y ejemplos
La vida síquica del niño se debe observar en su ambiente de vida, para sorprenderlos y
permaneciendo ocultos para no perturbarlos.
Para auxiliar al niño basta con estar dispuesto a secundar al pequeño.
Ejemplo
Se cree que el niño tiene que estar acostado cuando no puede mantenerse en pie. El pequeño
debería adquirir sus primeras impresiones sensitivas del ambiente, por lo que en vez de
mantenerlo acostado hay que disponer al pequeño en una posición cómoda donde pueda dominar
el ambiente y preferiblemente colocar al infante en un jardín.
Es necesario que por un largo tiempo sean los mismos lugares que le sirvan de exploración al niño,
porque viendo constantemente las mismas cosas, aprende a reconocerlas y a encontrarlas.
De esta manera, el adulto estaría ayudando al niño en su desarrollo, sin intervenir mayormente.
Bibliografía:
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Montessori, María.1982. “El niño: el secreto de la infancia.” México, Editorial Diana.