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El nombre de Walterio Iraheta se asocia con una generación de artistas emergentes del

escenario centroamericano. Algunos lo han clasificado, de manera más puntual, como

perteneciente a una llamada “generación de postguerra”, refiriéndose a la guerra civil que

lastimó a El Salvador durante toda la década de 1980.

Walterio Iraheta estudió artes plásticas, diseño y grabado experimental y era ya conocido

como pintor e instalacionista antes de dedicarse a la fotografía. Su exposición El lado

olvidado del corazón (2001) contenía documentos, páginas impresas y fotografías,

mezcladas con un sentido del ensamblaje que todavía mantenía como referencia, aunque

fuera para transgredirla, la materialidad y la bidimensionalidad de la pintura.

Sus preocupaciones conceptuales lo han llevado a exploraciones muy diversas, con una

variedad de temas que van desde cuestiones que atañen a la memoria social y el trauma

colectivo de la postguerra (en la serie Exhumaciones, de 2006) hasta reflexiones irónicas

sobre el condicionamiento sexual y clasista de nociones como el heroísmo y el poder (en

Kriptonita, también de 2006) o, más recientemente, (como en Mis pies son mis alas, de

2008), a una ingeniosa combinación de referencias que incluyen implicaciones

fetichistas y alusiones al surrealismo, junto con una representación del calzado como

símbolo de la pérdida y de la ausencia.

Landschaft (2008) comparte con la serie anterior el gusto por las reelaboraciones

simbólicas en un contexto cotidiano. Son obras que atienden especialmente a las formas y

las estructuras, abriéndose ocasionalmente a ciertos matices líricos que son recurrentes en

todo el trabajo de Iraheta. Por otra parte, estas fotos parecen originarse en un ejercicio de

observación que es reelaborado como gesto estético. Pudieran referirse a una cualidad de

las cosas, pero en el fondo nos hacen atender a una manera de ver las cosas.
La representación es aquí una manera de codificar la mirada del autor, más que un

soporte para el discurso. Aun cuando Walterio Iraheta insistiera en las implicaciones

sociales de esta reflexión sobre la tensión entre naturaleza y cultura (tema que sigue

siendo importante para muchos artistas contemporáneos), así como sus implicaciones

ecológicas, no lograría distraernos del hecho de que estamos ante un ejercicio de

representación intensamente concentrado en la reelaboración estética de las formas. Para

decirlo en pocas palabras, la combinación entre retórica, dramatismo y discurso en estas

fotos, puede ser interpretada como una manera personal de relacionarse con la belleza. Y

de incitar a una percepción de la belleza como hecho común e inmediato.

Juan Antonio Molina

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