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Hitler muerde el anzuelo. Normandía: la trama oculta del Día D
Hitler muerde el anzuelo. Normandía: la trama oculta del Día D
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Hitler muerde el anzuelo. Normandía: la trama oculta del Día D

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En Junio de 1944, las tropas aliadas desembarcaron en las playas de Normandía, sorprendieron a los alemanes y sellaron el resultado de la Segunda Guerra Mundial, en la mayor operación anfibia de toda la historia. Pero esta no hubiera sido posible sin una batalla anterior que, sin disparar un tiro, solo con ingenio y audacia, abrió el camino hacia la Europa Continental. Esta es la historia de esa apasionante batalla. Cavando defensas en el sitio equivocado, Hitler mordió el anzuelo.

LanguageEspañol
Release dateJan 4, 2013
ISBN9781939048462
Hitler muerde el anzuelo. Normandía: la trama oculta del Día D

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    Hitler muerde el anzuelo. Normandía - Alberto Mazzuca

    "Nunca se miente tanto como antes de las elecciones,

    durante la guerra y después de la cacería".

    Otto von Bismarck

    La II Guerra Mundial inició el 1 de septiembre de 1939 y finalizó oficialmente el 2 de septiembre de 1945 con la firma de la rendición incondicional del Imperio del Japón. Fueron seis años y un día donde el mundo, conmovido, leía sobre territorios ocupados, combates heroicos, como las batallas de Stalingrado o Midway, y desembarcos como el de las costas de Normandía. En ese lapso, todo el orbe escuchó discursos memorables. Aún resuenan en la memoria colectiva frases como la que pronunciara Winston Churchill en su primer discurso frente al Parlamento como primer ministro:

    No tengo nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor.

    O aquella otra con que iniciara su discurso el presidente Franklin D. Roosevelt, al solicitar la declaración de guerra al Imperio de Japón:

    Ayer, 7 de diciembre de 1941, una fecha que vivirá en la infamia, los Estados Unidos de Norteamérica han sido atacados de manera sorpresiva y deliberada por las fuerzas navales y aéreas del Imperio de Japón.

    Ese mundo azorado supo del testamento político de Adolf Hitler que aún hoy, ya conociendo los campos de exterminio, indigna;

    Por sobre todo, encargo a los líderes de la Nación y a todos sus subordinados la observación escrupulosa de las leyes de la raza y la oposición inmisericorde a los envenenadores de los pueblos, el judaismo internacional.

    La II Guerra Mundial en varios aspectos fue la continuación de la I Guerra Mundial (1914-1918), la guerra para terminar todas las guerras, como esperanzada pero erróneamente la calificó Woodrow Wilson, el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. Y lo fue porque Europa y Asia todavía tenían deudas pendientes y odios arraigados. A pesar de la formación de la Liga de las Naciones en 1920; de las sucesivas reuniones donde las potencias se comprometían a reducir sus fuerzas navales (Washington, 1921-1922); del Pacto de Paz en París (1928), donde se decidieron a resolver sus disputas por medios pacíficos salvo en los casos de autodefensa, los tambores de guerra sonaban de manera sorda en todas las regiones del planeta. Así, la declaración de guerra de Francia y Gran Bretaña a Alemania, luego de la invasión germana a Polonia, estuvo precedida por acciones bélicas. Entre otros conflictos entre las naciones que participarían en la II Guerra Mundial, estuvieron: la ocupación de la cuenca minera del Ruhr por fuerzas francesas y belgas, para cobrarse en especie la deuda impaga de Alemania que le había impuesto la Entente de la I Guerra Mundial (1923); las maniobras de engaño alemanas para ocultar su rearme (19331939); la invasión de Etiopía por las fuerzas italianas (1935); la Guerra Civil Española (1936-1939); la invasión a China desde Manchuria por las fuerzas japonesas (1937); la anexión nazi por vía militar de los Sudetes (1938). El mundo estaba en los prolegómenos de una guerra global, mientras se intercambiaban mensajes a favor de la paz y la concordia.

    Luego de la declaración de guerra y después de un breve período sin acciones militares, entre la caída de Polonia en septiembre de 1939 y abril de 1940 -un lapso que se conoce como de la guerra falsa-, Alemania invadió Dinamarca y Noruega. Se desató entonces una tormenta de hierro y fuego en el Viejo Continente. En poco tiempo, Europa occidental con la excepción de los países neutrales como Suecia, Suiza, España y Portugal, fue ocupada por las fuerzas del Eje. En el frente oriental, los soviéticos, que en ese momento mantenían un pacto de no agresión con Alemania, anexaron parte de Polonia y de Finlandia.

    El valor del ingenio

    Frente al avance arrollador de las fuerzas alemanas, luego de la caída de Francia en 1940, el Imperio Británico quedó solo para enfrentarlas, al decir de Winston Churchill, y lo hizo. Gran Bretaña puso en juego el valor y la resistencia de su población civil, de sus aviadores, de sus marinos y soldados, y también el ingenio en sus tareas de inteligencia. Después de retirarse del continente europeo en Dunkerque, el Reino Unido inició una tenaz resistencia. Programó una estrategia defensiva que incluyó maniobras de engaño para que la aviación alemana infligiera el menor daño posible, y promovió y apoyó la resistencia europea contra las fuerzas nazis mediante el envío de agentes secretos y armas.

    El Reino Unido tuvo algunas ventajas sobre Alemania: la flota británica dominaba los mares; la Royal Air Force presentó una dura batalla y venció a la Luftwaffe en la Batalla de Gran Bretaña; y explotaron durante todo el conflicto dos armas que fueron mantenidas en secreto hasta mucho después de finalizada la guerra. Ellas eran: el sistema Ultra de descifrado de las comunicaciones alemanas enviadas a través de la máquina Enigma, y el sistema de dobles agentes coordinado por el MI 5 (Inteligencia militar 5).

    La primera de esas armas le permitió leer sobre el hombro de Hitler todos los mensajes codificados inalámbricos que se intercambiaban los alemanes, y recibir la retroalimentación indispensable para sus maniobras de engaño. Con la segunda, o sea el uso sistemático de dobles agentes, pudo efectuar maniobras de distracción estratégica inéditas en la historia de las guerras.

    En 1941, Hitler cometió dos errores que a la larga serían decisivos para la derrota militar germana: iniciar la operación Barbarroja, mediante la cual invadió la Unión Soviética, y seis meses después, declarar la guerra a los Estados Unidos de Norteamérica.

    Gran Bretaña comenzó a respirar aliviada. En 1942, luego de la operación Torch, las tropas combinadas norteamericanas y británicas expulsaron al Afrika Korps del norte de África. A inicios de 1943, con un enorme costo en vidas, la Unión Soviética hizo retroceder a las tropas alemanas de sus territorios.

    Armar el anzuelo

    Durante noviembre de 1943 en Teherán, Irán -ya con Alemania en retirada en el frente soviético y jaqueada en Italia-, se realizó la reunión de los tres grandes líderes: Roosevelt, Churchill y Stalin. En este encuentro cumbre se determinó el desembarco en las costas del norte de Francia durante el verano septentrional de 1944. No se decidió el lugar exacto ni la fecha; tampoco se precisaron la estrategia y las tácticas de desembarco. Eso quedaría en manos de los militares estadounidenses y británicos bajo el mando del general y futuro presidente norteamericano Dwight Ike Eisenhower. Además de la necesaria cautela, otra razón subyacía para postergar tales definiciones y delegarlas en aquéllos: la desconfianza que a Roosevelt y Churchill les merecía Stalin. La Unión Soviética había entrado tarde en el conflicto y no sabían cómo respondería el líder soviético si Hitler le ofrecía un nueva pacto de no agresión.

    Lo que tampoco sabían era que Stalin resultaba más confiable de lo que ellos esperaban. El servicio secreto británico estaba infiltrado desde 1920 por el llamado Círculo de Cambridge', formado por Kim" Philby, Anthony Blunt, Donald Maclean y Guy Francis de Moncy Burgess, que enviaban extensa información sobre los pasos y decisiones que se tomaban. Este grupo de espionaje a favor de los soviéticos recién fue descubierto en la década de 1950.

    La Operación Overlord (Cacique), el operativo de desembarco en las playas de Normandía, se puso en marcha al poco tiempo de finalizada la reunión. El objetivo era abrir el frente europeo occidental antes del fin del verano septentrional de 1944.

    El Día D día de desembarco en la jerga militar, y el lugar elegido fueron uno de los secretos mejor guardados de la II Guerra Mundial. De ello dependía el éxito de las fuerzas expedicionarias para la incursión en las cinco cabeceras de playa: Utah, Omaha, Gold, Juno y Sword.

    Hubo días D previos, como el del desembarco en el norte de África o los desembarcos en Sicilia y en Italia continental, pero para la historia y la memoria colectiva el Día D es sinónimo del 6 de junio de 1944. Este operativo militar, el mayor desembarco naval de toda la historia, estaba destinado a ser el inicio del ansiado frente occidental que definiría la caída del régimen nazi. La operación liderada por Eisenhower desde el 15 de enero de 1944, había llevado años de preparación. Durante ese lapso, Gran Bretaña se fue transformando en una gran plataforma de lanzamiento con más de 2 millones de soldados, 11 mil aviones y 5 mil navíos.

    El desembarco exitoso de las tropas aliadas en Normandía fue el punto sin retorno para la caída de Alemania. Hoy lo sabemos, pero los protagonistas de la II Guerra Mundial no estuvieron seguros del curso de la guerra. El 4 de junio, Eisenhower, debido al mal tiempo decidió postergar el desembarco programado para el día siguiente. La noche del 5 de junio Churchill se atormentaba por el número de muertos con que se despertaría en la mañana del día D; Eisenhower escribía de antemano un pequeño discurso donde se hacía responsable del fracaso de la operación. Para el Alto Mando alemán, ese día crucial sería una jornada más de espera en el Muro del Atlántico. Estaban convencidos de que por el mal tiempo reinante sobre el Canal de la Mancha no se produciría el desembarco.

    Junto con la programación final de Overlord se inició la operación de distracción estratégica más importante y compleja de la historia, la operación Bodyguard (Guardaespaldas). Este operativo, que involucraba a las maniobras de distracción de inteligencia y militares previas y posteriores al día D, tuvo cuatro objetivos simples en su enunciado, pero difíciles de implementar:

    • Inducir al comando alemán a que creyera que el asalto principal se haría al este de Calais.

    • Estimularlo a que mantuviese, e incluso incrementara, sus fuerzas aéreas y terrestres en ese punto en detrimento de otros; en especial, de la zona de Caen.

    • Mantener al enemigo desinformado de la fecha y hora de la operación final.

    • Durante y después del desembarco, contener a las fuerzas germanas en el Pas de Calais o al este del mismo por un lapso de, al menos, catorce días.

    Para sostener y fortalecer la idea del desembarco en Calais, y en otras

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