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LIBRO:

Libro, conjunto de varias páginas de papel, papiro u otra materia en la que se pueda
escribir, unidas entre sí y que contiene textos, ilustraciones o música. Al contrario de los
monumentos en los que aparecen textos esculpidos, los libros se pueden transportar
fácilmente y, a diferencia de los diarios personales, que pueden tener forma de libro,
están concebidos para ser divulgados al público.

Un libro ha de tener un cierto número de páginas para ser considerado como tal, y
ha de constituir una unidad independiente para distinguirse de las publicaciones
periódicas. En las lenguas románicas, grupo al que pertenece el español, existen dos
términos que designan el concepto de libro u otros relacionados con él. Por un lado, existe
la raíz biblio-, procedente del griego biblos, que designaba originalmente el material
vegetal utilizado en la antigüedad como soporte para la literatura escrita, y que se emplea
para formar palabras compuestas, como biblioteca o bibliofilia. Por otro lado, existe
también la palabra libro, que procede del latín líber, referida también al material vegetal
del que se confeccionaban los libros, y que se utiliza bien como término aislado o bien
para formar otras palabras, como, por ejemplo, librería. La palabra libro se aplica, por
extensión, a los rollos utilizados en la antigüedad y, con ella se denomina también a
ciertos conjuntos de obras, como el Libro de los muertos egipcio o a las divisiones
internas de una obra, de modo que se puede hablar de los distintos libros de la Biblia o de
los libros que conforman la Eneida de Virgilio. Los libros, como objetos portátiles y
relativamente duraderos, han ayudado a preservar y difundir el conocimiento y los
sentimientos de sus autores a través de vastas extensiones de espacio y tiempo, hasta el
punto de que se puede decir con toda razón que la civilización actual no habría sido
posible sin su existencia.

En la Antigüedad, la forma del libro era de rollo. Sobre una de las caras se escribía
el texto en columnas sucesivas. El lector iba desenrollando un extremo y enrollando la
parte ya leída con el inconveniente de que todo el libro debía ser desenrollado de nuevo
antes de que otro lector lo usara. Este sistema ocasionaba un gran deterioro del material
que solía ser el papiro. La base para preparar el papiro eran finas tiras del tallo fibroso de
una planta que crecía a orillas del Nilo. Se superponían perpendicularmente dos capas de
estas tiras fibrosas, se secaban al sol y se prensaban hasta formar hojas que se unían
más tarde entre sí hasta formar el rollo. Se usó en toda la zona mediterránea durante
milenios pero apenas ha llegado alguna muestra hasta nuestros días. Toda la producción
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de papiros estaba bajo el monopolio de los egipcios. En momentos de escasez se
buscaron nuevas soluciones.

El cuero se usó en algunas ocasiones pero no resultaba adecuado para la escritura.


Según el historiador romano Varrón, fue en Pérgamo donde se ideó un método de tratar
las pieles de animales para crear lo que hoy conocemos como pergamino. El uso del
pergamino no se generalizó, no obstante, hasta más tarde, durante los primeros siglos de
la era cristiana. A partir del siglo IV d.C., el pergamino sustituyó por completo al papiro. El
pergamino es una piel de cabra, oveja, carnero o vaca tratada a fin de quitarle el pelo,
pulirla, y reparar los fallos que pudiera tener. De la piel de ternera o de becerros recién
nacidos se obtenía la vitela, piel de muy alta calidad, fina y flexible, que se dedicaba a
códices miniados. A finales del siglo I d.C. el pergamino abandonó la forma de rollo a
favor del códice, (en latín, ‘libro’), antecedente directo de los actuales libros. El códice,
que en un principio era utilizado por los griegos y los romanos para registros contables o
como libro escolar, consistía en un cuadernillo de hojas rayadas hechas de madera
cubierta de cera, de modo que se podía escribir sobre él con algo afilado y borrarlo
después, si era necesario. Entre las tabletas de madera se insertaban, a veces, hojas
adicionales de pergamino. Con el tiempo, fue aumentando la proporción de papiro o,
posteriormente, pergamino, hasta que los libros pasaron a confeccionarse casi
exclusivamente de estos materiales, plegados formando cuadernillos, que luego se
reunían entre dos planchas de madera y se ataban con correas. Las columnas de estos
nuevos formatos eran más anchas que las de los rollos. Además, frente a ellos poseían la
ventaja de la comodidad en su manejo, pues permitían al lector encontrar fácilmente el
pasaje que buscaban, y ofrecían la posibilidad de contener escritura por sus dos caras.
Por ello fueron muy utilizados en los comienzos de la liturgia cristiana, basada en la
lectura de textos para cuya localización se debe ir hacia adelante o atrás a través de los
distintos libros de la Biblia. De hecho, la palabra códice forma parte del título de muchos
manuscritos antiguos, en especial de muchas copias de libros de la Biblia.

El papel llegó a Europa en el año 1150 cuando los árabes establecieron el primer
molino de papel en Játiva, Valencia, pero su invención se remonta al año 150 a.C. en
China. Para su fabricación se empleaban fibras de cáñamo y algodón, de bambú, morera,
lino, caña, etc. El papel proporcionó una base mucho más barata que el pergamino. La
historia del papel muestra que su producción no ha dejado de aumentar en ningún
momento desde entonces. Cada región ha aspirado a autoabastecerse y el mercado del

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papel se convirtió pronto en una fuente económica de gran poder. La demanda de papel
aumentó considerablemente tras la invención de la imprenta y de manera inusitada con la
aparición de los periódicos.

A finales del siglo XVII, los avances tecnológicos permitieron mejorar la calidad del
papel y se comenzó a experimentar con materias primas diferentes. La fabricación de
papel se mecanizó desde mediados del siglo XVIII. En 1797, Nicolás-Louis Robert inventó
la máquina continua.

La creación de una biblioteca universal era una aspiración olvidada desde los
tiempos de la biblioteca de Alejandría. La imprenta hizo renacer la ambición de
humanistas y hombres del Renacimiento: reunir todo el conocimiento humano apareció
como una posibilidad factible por fin. El nuevo invento propició el enriquecimiento de las
librerías particulares, que pronto llenaron sus anaqueles con obras de todo tipo y vino a
responder a las necesidades de una minoría letrada que demandaba más y mejores
libros. La imprenta hizo posible que una misma biblioteca poseyera distintas obras,
comentarios y estudios en torno a un mismo tema. Elisabeth Eisenberg ha afirmado que la
posibilidad de consultar varios textos y compararlos supuso que se descubrieran más
fácilmente contradicciones o distintos puntos de vista en diversos terrenos científicos. La
información se hizo cada vez más accesible y dejó de ser necesario viajar por toda
Europa porque el mercado librario se expandió y agilizó. El intercambio cultural se
convirtió en algo habitual para ciertos grupos sociales y profesionales. En total, se cifran
en 20 millones los ejemplares impresos en el siglo XV y en unos 200 millones los que
salieron de las imprentas europeas durante el siglo XVI.

Las grandes y ricas bibliotecas de Italia anteriores a la imprenta demuestran la


diferencia numérica con respecto a las colecciones que, posteriormente, pudieron
beneficiarse del nuevo invento: la de Petrarca, formidable para su época, estaba formada
por unos 200 manuscritos, mientras la de Boccaccio rondaba los 90. Niccolò Niccoli, el
mayor coleccionista de manuscritos de comienzos del Quattrocento, logró reunir 800 y
Pico della Mirandola llegó a los 1695. La Biblioteca Vaticana, por su parte, se situaba en
una posición destacada con sus 3.650 títulos en 1484, frente a los más de 15.000 títulos
de la biblioteca de Fernando Colón (1480-1539).

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EL LIBRO XILOGRAFICO:
Los primeros en imprimir imágenes o signos sobre el papel fueron los chinos en el
año 594 a.C. La técnica empleada fue la xilografía, que consistía en tallar en una plancha
de madera las palabras o figuras que se querían imprimir, tras lo cual la plancha se cubría
de tinta y se colocaba el papel. En el año 770, la emperatriz Shotoku ordenó que se
estampara un millón de copias de una cita de las escrituras budistas. El primer libro
xilográfico de que se tiene noticia fue impreso en China por Wang Chieh el 11 de mayo
del 868 según nuestro calendario. Se le conoce bajo el título de Sutra del diamante y está
compuesto por siete hojas unidas en forma de rollo.

La primera xilografía europea de la que se tiene noticia se data en torno a 1370. Es


una imagen hallada en la abadía de Le Ferte-sur-Grosne y que es conocida como "El
centurión y los dos soldados". A partir de esa fecha se imprimieron naipes y grabados
religiosos que fueron en aumento durante la primera mitad del siglo XV. Las figuras solían
llevar breves leyendas formadas por letras que se tallaban en la misma plancha. La
xilografía de San Cristóbal de Buxheim, del 1423, que se conserva en la Biblioteca John
Rylands de Manchester, revela una gran experiencia por parte del maestro artesano. El
perfeccionamiento de la xilografía en el futuro dio vida a libros manuscritos que
intercalaban estampaciones y que serían el primer y firme paso hacia el libro impreso.

El libro xilográfico apareció en el centro de Europa a partir de 1430. A diferencia de


los libros xilográficos chinos, los europeos adoptaron desde el principio la forma de un
códice. En 1430 se "imprimió" la Biblia pauperum (Biblia de los pobres) al que sucedieron
el Speculum humanae salvatione (Espejo de la salvación humana), el Apocalipsis, un Ars
moriendi (Arte de bien morir), el Donato, el Cantar de los Cantares y otras obras hasta
rebasar los treinta títulos. Tras la aparición de la imprenta de tipos móviles se abandonó la
técnica xilográfica que exigía que los textos fueran grabados página a página, aunque se
conocen un par de ellos de finales del siglo XVI impresos en Japón y en Filipinas.

Estos libros no solían superar las cincuenta páginas y estaban destinados a


personas de escasa cultura. Pretendían difundir nociones básicas de cultura, gramática o
religión. En ellos lo fundamental eran las imágenes y se ha pensado que podrían haber
sido utilizados por el clero en su labor de enseñanza y evangelización. El Donato, por
ejemplo, es un manual de gramática que toma el nombre de un célebre gramático que

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vivió en Roma alrededor del 350. Escribió una Ars minor y una Ars maior. La tercera parte
de esta última recibía el nombre de Barbarismus y fue muy estudiada en las escuelas
medievales hasta el punto de que con el nombre de "Donato" se llegó a designar
cualquier manual de gramática.

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LA INVENCION DE LA IMPRENTA:
Corresponde a China la invención de la imprenta de tipos móviles durante el período
de la dinastía Song (960-1279). En torno al año 972 se imprimió un canon budista y en el
año 1000 las historias dinásticas. La expansión de China llevó la difusión del invento
hasta el Turquestán a finales del siglo XIII. El primer nombre de un impresor conocido
corresponde a Pi Sheng quien diseñó una mesa giratoria donde clasificaba los tipos que
él mismo hacía con arcilla cocida, madera, bronce o estaño. Se tiene noticia de que, a
finales del siglo XIV, Corea ya disponía de una imprenta de estas características y en
1403 el rey Tai Tiong ordenó por primera vez que se fundiera en cobre el alfabeto
coreano. Cabe preguntarse si los europeos de mediados del siglo XV conocían estos
adelantos técnicos asiáticos y se inspiraron en ellos, o si siguieron su propio camino para
llegar al mismo resultado. No hay duda de que comerciantes, diplomáticos y religiosos
habían viajado a Asia ya desde el siglo XIII, pero se carece de cualquier tipo de
documento que apoye la teoría de que los primeros impresores alemanes conocían la
imprenta china y la adaptaron al alfabeto romano. Por otra parte, resulta lógico suponer
que si hubiera habido una auténtica conexión entre la imprenta europea y la asiática, su
aparición en Europa se habría producido en la región del Mediterráneo y no en Alemania.

En el mundo occidental la invención de la imprenta se atribuye a Johann Gensfleisch


de Gutenberg en la ciudad de Maguncia durante la década de 1440 al 1450. Además de
Gutenberg, otros impresores, en diversos lugares de Europa, habían estado trabajando en
un invento que sustituyera a los amanuenses, un ars scribendi artificialiter: Castaldi en
Feltre (Italia), el xilógrafo Lorenzo Coster en Harlem (Holanda) o Procopio Waldfogher de
Praga en Aviñón buscaban la solución a la creciente demanda de libros por parte de las
universidades, de los humanistas y de un público que buscaba entretenimiento y sabiduría
a partes iguales en los libros.

Se desconocen detalles de la vida de Gutenberg tales como la fecha exacta de su


nacimiento en Maguncia, que se sitúa en torno a 1395-1399. Se carece de datos sobre su
formación, aunque se sabe que nació en el seno de una familia de orfebres. Llegó a
Estrasburgo como refugiado político y, durante su estancia en dicha ciudad, trabajó en
secreto para crear tipos móviles bajo la protección de la orden benedictina. La reforma de
los benedictinos, agrupados en la Congregación de Bursfeld, imponía una liturgia
unificada, lo que hacía necesario un nuevo libro litúrgico estándar para todas las casa de

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la orden. Se conservan documentos en los que manifiestan la urgencia que sentían por
difundir su liturgia. El nuevo invento vendría, así pues, a facilitar su difusión.

Se conservan fragmentos de sus primeros trabajos impresos con una prensa de


uvas modificada: un poema alemán, Welgericht a Sibylen Buch (El Juicio Final, ca. 1445-
47), del que se conserva una sola hoja en el Museo Gutenberg de Maguncia; un
Calendario astronómico (ca. 1445-47), un Donato y algunas bulas papales. En 1450, se
inició la producción de impresos tras recibir el apoyo financiero de Johann Fust, quien
vislumbró un buen negocio en el nuevo invento. De esta fecha, se conservan tres
ejemplares del Misal de Constanza. En 1452, comenzaron los trabajos para la que es
considerada la primera gran obra impresa, la Biblia de 42 líneas, también llamada Biblia
mazzarina ya que se encontró un ejemplar en la biblioteca del cardenal Mazzarino. Parte
de esta primera impresión de la Biblia se hizo sobre pergamino, para clientes de un mayor
poder adquisitivo, y el resto en papel. Se puso finalmente a la venta, tras un litigio entre
Fust y Gutenberg, en 1456.

Dada la longitud y complejidad de la que tradicionalmente se considera la primera


obra impresa, la Biblia de 42 líneas, es de suponer que hubo otros "ensayos" y obras de
menor envergadura que se han perdido, además de los fragmentos que hemos
comentado. Dos años antes, en 1454, se había puesto a la venta una bula de
indulgencias promulgada por Nicolás V para quienes ayudaran a la guerra contra los
turcos. Sólo se conserva un ejemplar custodiado en la biblioteca de Múnich.

Los impresos de Gutenberg no mencionan su nombre. En la Biblia no figura su


nombre ni la fecha de su composición. Estos primeros impresos suelen reproducir las
características de los manuscritos: dejan en blanco las iniciales, los títulos y las
ilustraciones para que puedan ser completadas a posteriori y por la mano de un artesano
miniaturista. La última obra que se atribuye a Gutenberg, una vez rota su relación
comercial con Fust, es el Catholicon de Johannes Balbus en el que un extenso colofón
define por primera vez el arte de imprimir y en el que figura la fecha, 1460. Ese mismo
año se retiró a causa de la ceguera. El 3 de febrero de 1468 murió en su ciudad natal.

Peter Schöffer, que había comenzado trabajando para Gutenberg como fundidor de
tipos e impresor, se asoció con Fust y se casó con su hija. Schöffer tomó las riendas del
taller que Gutenberg había perdido por motivos económicos y sacó su primera
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publicación, el Psalterium o Salterio de Maguncia, en 1457. Este libro aporta grandes
novedades: por primera vez se indica de manera impresa el año de publicación y el lugar;
lleva la marca del impresor; emplea iniciales grabadas en lugar de dejar el espacio en
blanco para completar a mano; se utilizan tintas de varios colores ya que las iniciales se
imprimen en negro, rojo o azul.

En 1459 salió a la luz, desde el taller de Schöffer y Fust, el Rationale divinorum


officiorum y, al año siguiente, la Biblia de 36 líneas formada por tres volúmenes en folio y
de la que se conservan sólo trece ejemplares. Schöffer y Fust fueron los primeros en
concebir la imprenta como algo más que reproductor de manuscritos. Quisieron llevar su
negocio fuera de los límites de Maguncia y vender sus obras en París, creando para ello
una red de rutas comerciales para sus libros. Imprimieron el primer catálogo de ventas
que se conoce en 1496 a fin de dar a conocer su "fondo editorial", las librerías donde
podían adquirirse y un muestrario de los tipos usados en su taller. Los impresores se
convirtieron en publicistas de sí mismos y pusieron el nombre de su casa, la marca de
impresor y la dirección del taller en la misma portada a fin de darse a conocer.

La imprenta nació en un principio no como una revolución en el mundo de la cultura,


sino como un método rápido y barato de producir "manuscritos". La abundancia de libros,
con relación a los manuscritos, siempre más costosos, hizo proliferar los libros de tamaño
medio y pequeño: libros para la devoción y el estudio, libros de uso y lectura personal. El
propio desarrollo de la imprenta, pero también la legislación que pronto impuso sus
normas, modificó la estructura formal del libro y se hicieron imprescindibles: la portada,
preliminares y colofón.

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LA DIFUCION DE LA IMPRENTA:
Las luchas políticas que se iniciaron en Maguncia en 1462 culminaron el 28 de
octubre con el saqueo e incendio de la ciudad tomada por el elector-arzobispo Adolfo II de
Nassau. El taller de Fust y Schöffer resultó destruido por el fuego. Gran parte de la
población se vio obligada a huir, y entre ellos muchos artesanos de la imprenta que hasta
entonces habían guardado celosamente el invento. Antes de esta fecha, únicamente
Estrasburgo y Bamberg disponían de un taller de imprenta propio. En 1470 la imprenta se
había difundido ya por las más importantes ciudades alemanas.

Anton Koberger fundó en Nuremberg una gran imprenta con más de cien empleados
que manejaban veinticuatro prensas. Sus libros no sólo eran perfectos tipográficamente
sino también obras de arte. Alberto Durero fue su asesor y trabajó estrechamente con
Koberger en las ilustraciones del Apocalipsis en 1498. Anton Koberger acaparó todas las
fases del comercio del libro, desde la producción en la imprenta, la distribución,
exportación y venta ya que era propietario de librerías en París, Lyón y Tolouse.

La primera ciudad no alemana que contó con una imprenta es Subiaco, en Italia,
donde se establecen Konrad Sweynheym y Arnold Pannartz. Bajo el patrocinio del
cardenal español Juan de Torquemada, Swynheym y Pannartz imprimieron un Donato del
que no se conserva ningún ejemplar, De oratione de Cicerón TULIO (1465), De divinis
institutionibus de Lactancio y De civitate Dei de San Agustín (1467). Fue a instancias del
cardenal Torquemada como los dos impresores alemanes fueron a asentarse en la
pequeña localidad de Subiaco y tras las paredes de este monasterio del que Torquemada
era abad. Ya se ha comentado en líneas superiores la relación entre ciertas órdenes
religiosas y el nacimiento de la imprenta en Maguncia; esta relación se repite nuevamente
en Italia.

Torquemada fue una figura clave en el establecimiento de la imprenta en Italia y,


asimismo, un gran protector de las letras en todos los aspectos. Los libros impresos en el
monasterio de Subiaco corresponden a la preocupación humanista de un eclesiástico del
Alto Renacimiento abierto a nuevas ideas y a las posibilidades de la técnica. Cabe señalar
que Swynheym y Pannartz permanecieron en Subiaco exclusivamente mientras
Torquemada ocupó el cargo de abad de dicho monasterio. Poco más tarde, Swynheym y
Pannartz se establecieron en Roma, no sin dificultades ya que el gremio de copistas
amanuenses estaba alarmado por el nuevo invento. En Italia existían unos talleres
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profesionales de copia de libros que suministraban copias para bibliotecas particulares,
para la Vaticana y para los muchos estudiosos e intelectuales que se desplazaban a
Roma.

El gremio de copistas era fuerte y estaba bien organizado, su trabajo era de alta
calidad y el comercio de libros manuscritos un negocio pujante. Los primeros impresores
que se establecieron en Roma tuvieron que enfrentarse a la hostilidad del gremio.
Algunos puristas rechazaron los libros impresos como objetos indignos pero ya en 1470
humanistas y bibliófilos florentinos recurrieron a libros "de molde" para sus bibliotecas y
sus estudios. Los libreros que decidieron permanecer fieles al manuscrito se vieron en
serias dificultades económicas como Vespasiano quien, fiel al manuscrito de alta calidad,
se vio obligado a cerrar su negocio en 1478.

También en Roma se estableció Ulrich Han quien imprimió las Meditationes del
cardenal Torquemada con fecha 31 de diciembre de 1467, el más antiguo incunable
romano. De este modo fue el cardenal español el primer autor que vio su obra impresa y
bajo su dirección. Los grabados de esta edición reproducen las pinturas murales de la
Iglesia de Santa María sopra Minerva cuyo claustro había sido construido a expensas de
Torquemada. Hoy han desaparecido los murales de este convento dominico pero, según
las descripciones de la época, en el ángulo inferior de cada pintura la imagen de un orator
se dirigía al espectador-lector con el texto del correspondiente capítulo de las
Meditaciones constituyendo de esta manera una auténtico "libro mural" que se terminó en
torno a 1453. Se conservan cuatro ejemplares de la edición príncipe, en Viena,
Nuremberg, Manchester y Madrid. Se reimprimió en dos o tres ocasiones sin grabado y
siete ediciones más con grabados antes de 1499, lo que da muestra de su éxito.
Numerosas obras españolas salen del taller de Ulrich Han, establecido en Roma durante
doce años, la Compendiosa Historia Hispaniae (1470) de Sánchez de Arévalo, la
Expositio super Psalterio (1470) de Torquemada y el Scrutinium Scripturarum (1471) de
Pablo de Santa María. (Véase Humanismo)

En 1469 se estableció la primera imprenta francesa en la Sorbona con grandes


dificultades ya que la Confrérie des Libraires, Relieurs, Enluminieurs, Ecrivains et
Parcheminiers, fundada en 1401, se opuso de manera contundente. Beromünster, una
pequeña localidad cerca de Basilea, fue la primera sede de la imprenta suiza donde se
publicó en 1472 el Speculum vitae humanae de Sánchez de Arévalo. La primera imprenta
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polaca se estableció en Cracovia en 1473 donde se imprimió de nuevo Expositio super
Psalterio de Torquemada. A Holanda y Bélgica llegó en 1473, a Inglaterra en 1477 de la
mano de William Caxton. Pronto, las ciudades más importantes recibieron el nuevo
invento.

Llegado el año 1500, la imprenta ya había conquistado su espacio en Europa


aunque de modo desigual. Estocolmo, Bohemia y Hungría disponían de imprentas pero el
centro y sur de Alemania, el norte de Italia y el sureste de Francia concentraban a los
mejores y más productivos impresores. Los impresores de la Península Ibérica procedían
en gran parte de Alemania y aportaron pocas novedades al panorama internacional del
libro. Los Países Bajos se limitaban, en estas primeras décadas, a una clientela regional y
a sus necesidades de libros escolares, devocionales y novelas en francés o flamenco.
Inglaterra importaba libros desde Francia y sus primeros impresores eran de origen
francés.

La imprenta llegó a España en 1472 de manos de Johann Parix de Heidelberg,


quien instaló el primer taller en Segovia. Allí imprimió el Sinodal de Aguilafuente,
seguramente bajo el patrocinio del obispo don Juan Arias Dávila quien presidía el sínodo
celebrado los días 1 a 10 de junio de 1472. Se trata de un volumen de 48 hojas en 4º sin
indicación de lugar, nombre del impresor ni fecha, impreso con tipografía romana bastante
rudimentaria. Los primeros impresos barceloneses y valencianos demuestran la
vinculación al humanismo de origen italiano: Aristóteles, Cicerón, Salustio, Floro, Perotti,
Leonardo Bruni Aretino, el pseudo-Phalaris, todos ellos en versión latina. Las únicas
excepciones a esta tónica general son Les Trobes valencianas y la traducción latina del
Esopo realizada por Lorenzo Valla.

Los primeros libros impresos llegados a América son los que llevó Cristóbal Colón
en su primer viaje. Los libros fueron los inspiradores del proyecto colombino: la Biblia, la
Imago Mundi de Pierre d'Ailly, la Historia Rerum de Eneas Silvio Piccolomini, futuro Pío II,
y posiblemente el Liber de Marco Polo, de consetuedinibus et conditionibus orientalium
regionum que fue impreso en Amberes en 1485. La carta al Escrivano de Ración, Luis de
Santángel, fue escrita durante el viaje de retorno de América. Al llegar a Barcelona, Colón
se la entregó al impresor Pere Posa, pero de la primera edición, en castellano, solo queda
un ejemplar conservado en la New York Public Library.

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La primera imprenta llegó a México desde Sevilla en 1539 por iniciativa de Juan
Cromberger a instancias del obispo de Zumárraga. Ese mismo año salió a la luz la Breve
y más compendiosa doctrina cristiana en lengua mexicana y castellana.

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LOS INCUNABLES
Se llama incunables a los libros impresos entre la invención de Gutenberg y el 1500.
Se trata de una denominación arbitraria ya que no hubo cambios radicales que afectaran
a los libros impresos tras esa fecha; sin embargo, sirve para denominar las primeras
décadas de producción del nuevo invento.

Aldo Manuzio inició su actividad editora e impresora a finales del siglo XV. Introdujo
novedades importantes en el mundo editorial y en la manufactura de los libros. Fue el
primero en editar a los clásicos latinos en formato pequeño para cuya impresión hubo de
crear una tipografía especial que se ha dado en llamar "aldina", consistente en caracteres
estrechos e inclinados hacia la derecha a fin de poder incluir más texto en cada página.
Editó las obras completas de Aristóteles en griego para lo cual tuvo que perfeccionar la
tipografía griega.

Los primeros impresores que trabajaron en España eran alemanes y ellos


dominaron el panorama de la imprenta española hasta el siglo XVI. Hasta el año 1477
todos los impresores fueron alemanes que ya han ejercido su labor en Italia o en Francia
y de allí trajeron las tipografías redondas, no góticas como cabría suponer. Su itinerario
por la Península es continuo en busca de nuevos mercados o una ciudad sin competencia
donde poder establecerse. En sus talleres se formaron los españoles que comenzaron a
trabajar a finales del siglo XV y que fueron ocupando su lugar en el siglo XVI.

Hasta fechas relativamente recientes, Barcelona y Valencia se disputaban el honor


de ser la primera ciudad de la península en acoger el nuevo invento. La Gramática de
Mates, impresa en Barcelona, indica en su colofón que fue impresa en 1468, pero los
estudiosos del tema consideran que es un error de los números romanos y lo más
probable y lógico es que fuera impresa en 1488. A continuación, se consideró que el
primer libro español impreso era Les obres e trobes davall scrites les quals tracten de
lahors de la sacratissima Verge Maria, impreso en Valencia en 1474 por Lambert Palmart.
Ésta es, en cualquier caso, la primera obra poética y la primera en valenciano; es un
volumen de 58 hojas en 4º que se conserva en la Biblioteca Universitaria de Valencia.
También en Valencia imprimió Palmart una obra de Eiximenis, el Regiment de la cosa
pública o el Crestiá (1484).

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Joan Rosembach, uno de los mejores impresores del momento, inició su producción
en Valencia pero la mayor parte de su vida profesional se desarrolló en Barcelona con
breves desplazamientos a Tarragona y Perpiñán. A su primera etapa en Barcelona se
atribuye el Memorial del pecador remut (ca. 1495), un tratado ascético escrito entre 1419
y 1424. La Pasión de Cristo es el tema central de meditación a través de una serie de
visiones alegóricas. Ésta es una edición rarísima en la que no consta el lugar, el nombre
del impresor ni la fecha; sin embargo la letra, el papel y sobre todo las iniciales son
idénticas a las del Eiximenis del Libre de les dones, impreso por Rosembach en
Barcelona el año de 1495. Continuó trabajando en Barcelona, tras una breve estancia en
Perpiñán, durante el primer tercio del siglo XVI.

Las imprentas salmantinas fueron de las más importantes del momento. Resulta
lógico pensar que una ciudad eminentemente universitaria sería un lugar propicio para el
establecimiento de muchos y buenos impresores. Se da el caso curioso de que todos los
impresos omiten el nombre de los impresores aunque sí indican que el libro está impreso
en Salamanca y la fecha. En dos de las imprentas de la ciudad fueron publicadas la
mayor parte de sus obras. Las dos más conocidas sirven habitualmente para designar las
anónimas imprentas donde fueron publicadas: las Introductiones Latinae (1481) y la
Gramática castellana (1492), ambas en tipos góticos.

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EL FOLLETIN:
A principios del siglo XIX surgió en el panorama francés el "folletín", que llevaba
consigo la aparición de un nuevo género literario denominado folletinesco. En ocasiones,
el folletín se publicaba en la parte inferior de alguna publicación periódica de modo que
pudiera recortarse y coleccionarse hasta completar la novela. El desarrollo de la industria
editorial que se había alcanzado a mediados del siglo XIX favoreció la búsqueda de
nuevos mercados de ventas. Madrid disponía de 184 imprentas y Barcelona, 41, tras ellas
Valencia, Cádiz, Zaragoza, Sevilla, etc. Los editores necesitaban encontrar un nuevo
público lector que comprara de manera regular aunque fuera a muy bajo precio. La venta
por "entregas" suponía la compra de cuadernillos que correspondían a capítulos de la
novela que debían coleccionarse. La clase popular y pequeño-burguesa accedieron de
este modo a la lectura sin la necesidad de invertir demasiado dinero y entraron en el
circuito comercial del libro. Las mujeres fueron el público más fiel de estas eternas
historias que se fragmentaban semana a semana. El folletín o novela por entregas fue el
sustento de muchos escritores españoles y enriqueció a muchos editores.

Autores de primera fila se dedicaron a escribir novelas de folletín como modo de


vida: François-René Chateaubriand, Honoré de Balzac, Eugène Sue, Charles Baudelaire,
Alejandro Dumas, Theophile Gautier, George Sand, Victor Hugo, Emile Zola y otros
muchos. La moda folletinesca llegó a España, a Alemania, Inglaterra y Estados Unidos.
En España se hicieron muy populares autores como Wenceslao Ayguals de Izco, Manuel
Fernández y González, Torcuato Tárrega y Mateos, Julio Nombela, Florencio Luis
Parreño y otros muchos que han quedado olvidados en la actualidad. Es obligado
distinguir entre aquellos que escribían su obra y la publicaban por entregas, y aquellos
otros que escribían por entregas. Los grandes especialistas del género folletinesco
firmaban un contrato con el editor por el que se comprometían a entregar un cierto
número de páginas cada semana. El sueldo que recibían era muy alto para la época y por
ello hubo escritores por entregas que dictaban sus obras a taquígrafos, que componían
varias obras a la vez, que reelaboraban la misma historia una y otra vez.
El papel de los folletines era de mala calidad. En ocasiones, las primeras entregas
eran más cuidadas en su aspecto externo e iban empeorando cuando ya tenían a su
público asegurado. Los tipos de imprenta eran excesivamente grandes. Cada página tenía
de 20 a 25 líneas, dos columnas, grandes títulos y subtítulos en un esfuerzo constante de
ocupar más y más páginas. La forma folletinesca condicionaba el modo de escritura: el
lenguaje había de ser fácil y efectista; los diálogos largos, formados por intervenciones
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cortísimas en las que los personajes se intercambiaban simples saludos y exclamaciones;
los personajes ya conocidos se dividían claramente entre buenos y malos.

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LA IMPRENTA S.XX :

Durante la primera mitad de siglo XX, siguió avanzando la mecanización en los


procesos de producción del libro, pero a medida que avanza el siglo la electrónica
sustituye a la mecánica. Aparecen nuevos procedimientos de impresión como el
heliograbado, el huecograbado y el offset. La composición mecánica o linotipia ha
desaparecido en favor de la fotocomposición. Su rendimiento alcanza los 20.000 signos a
la hora y para su uso no son necesarios obreros especializados como eran los linotipistas.

Los medios audiovisuales e informáticos suponen una nueva era en las


comunicaciones. Los medios técnicos han permitido hasta ahora facilitar las labores de
producción del libro, pero en estos últimos años los procedimientos informáticos permiten
sustituirlo. Bases de datos bibliográficos ponen a disposición de los interesados ingentes
cantidades de información. Grandes archivos, inmensas bibliotecas o exhaustivas
enciclopedias no requieren más espacio que un floppy-disc o un CD-Rom, permitiendo
además una fácil y rápida actualización. A corto plazo estos medios multimedia sustituirán
guías de teléfonos, diccionarios, catálogos especializados, revistas técnicas y científicas,
enciclopedias.

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PARATEXTO:

“Es lo que hace que el texto se transforme en libro y se proponga como tal a sus
lectores y al público en general.” (Genette, Paratextes, 1987). “Es, básicamente, un
discurso auxiliar al servicio del texto, que es su razón de ser.” (Genette, Paratextes,
1987).

Gérard Genette denomina paratexto, a cualquier texto que se sitúa en la periferia del
texto literario: el título, el subtítulo, la dedicatoria, el lema, el prólogo o prólogos, el epílogo
o ultílogo o ultimólogo, las notas, glosas o escolios al margen o al pie, las sobrecubiertas,
las fajas, los capítulos desechados, los borradores, etc.

Constituye el primer contacto del lector con el este punto de vista, funciona como un
instructivo o guía de lectura, ya que le permite anticipar cuestiones como el carácter de la
información y la modalidad que esta asumirá en el texto.

Clasificación:

Los elementos se dividen en 2, elementos icónicos y elementos verbales. Según


Genette este no es el único criterio para clasificar tipos de paratextos, ya que encuentra
dentro de los elementos icónicos una subdivisión: elementos materiales; y según se trate
de elementos paratextuales que rodeen el texto dentro de los límites del libro
(peritexto) o fuera del libro (epitexto).

Dentro de la enunciación, el paratexto puede ser autoral o editorial. Autor y editor


son los responsables de la publicación; en general, los aspectos publicitarios del paratexto
corren por cuenta del editor y el crítico suele ser asignado a un tercero.
Ambas tienen la intención de: informar (fecha de publicación, por ej.), interpretar
(prefacios), inscribirse en una tradición (ciertos epígrafes), etc
El paratexto icónico es por lo gral. responsabilidad del editor, mientras que el verbal
se reparte entre ambos.
Existen paratextos (como las notas o los glosarios) que pueden ser autorales o
editoriales e intercambian funciones entre si.

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Paratexto a cargo del editor:

El paratexto editorial se ocupa de la transformación del texto en mercancía y los


diversos elementos que lo integran son marcas de ese proceso.
Por ej: El sello de la colección indica al lector de que tipo o genero de obra se trata.
Paratextualmente la colección se manifiesta a través de un formato que identifica los
libros que le pertenecen, por un diseño de tapa y por una pauta de diagramación y
tipografía común.

Elementos icónicos:

El dibujo y la escritura pertenecen al mundo gráfico.


La semiología clásica distinguía lo “arbitrario”, codificado (la palabra), de lo
“analógico”, no codificado (la imagen). Por una parte la perfección (según Barthes)
analógica se basa en códigos de percepción (no se representa lo que se ve sino lo que se
conoce) que varían según los tiempos y las culturas, y por otra parte en los códigos de
representación (el “arte” o la “retórica” de la imagen).

La Ilustración:

Cuando la imagen se vincula con el texto dando volumen o jerarquizando ciertos


pasajes se transforma en ilustración.
La ilustración es una forma de embellecer u ornamentar el texto, con lo que se
cumple, además, un objetivo comercial: atraer la atención del público (por ej. Las tapas
de los libros).
Por orto lado las publicaciones científicas y los libros de texto incluyen otro tipo de
ilustraciones aparte de fotografías y dibujos: esquemas y gráfica.

La gráfica exige un tratamiento lógico de la información que rara vez es tarea del
editor; usualmente el autor acompaña el texto con los gráficos, diagramas y mapas. Es,
por lo tanto, un elemento del paratexto autoral.
Los esquemas suelen encargarse al ilustrador.

El diseño:

El diseño es el ordenamiento y combinación de formas y figuras.


El diseño gráfico es la manipulación del texto, la ilustración y los márgenes con
vistas a su impacto visual.
En el diseño tipográfico se encuentra inscrita la representación que el editor se
hace de las competencias lectoras del público al que se dirige.

Elementos verbales:

La tapa lleva tres menciones obligatorias: el nombre del autor, el titulo de la obra
y el sello editorial (puede o no incluir el sello de colección). Aparte de estos elementos,
el paratexto editorial verbal ocupa en general la contratapa, la solapa, las primeras y
las últimas páginas.

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Paratexto a cargo del autor:

Es básicamente verbal y consiste en un dispositivo que acompaña al texto con la


intención de asegurar la legibilidad, ampliarlo, ubicarlo, justificarlo, y legitimarlo.
En algunos casos es difícil delimitar si determinados elementos pertenecen al
paratexto o al texto propiamente dicho (por ej. Las notas de autor, referencias
bibliográficas y la gráfica).
El paratexto de autor es propio de los libros. Los diarios carecen de este paratexto.

Elementos icónicos:

La gráfica:

No es otra cosa que el aprovechamiento máximo de las posibilidades que brinda la


escritura de manipular y clasificar conceptos.
La imagen visual se crean en tres dimensiones: las dos dimensiones el plano y una
variación de color.
El tratamiento gráfico consiste en transcribir cada componente de la información
mediante una variable visual.
En un grado inferior que los diagramas, redes y mapas, se encuentran los cuadros
y otras formas de representar la información aprovechando las dos dimensiones del
plano.
El gráfico administra la prueba verdad.

Elementos verbales:

El título:

Es el elemento más externo del paratexto de autor. Como parte de la tapa del libro,
coincide con el paratexto editorial y del autor.
Para el lector, el título, es la primera clave del contenido del libro.
Según Genette, este tiene tres funciones:
1) identificar la obra (función principal, nombrar la obra)
2) designar su contenido
3) atraer al público.

La dedicatoria:

Cumple como función, la mención del dedicatario, acompañada o no de una frase


que se le dedica y cuyo sentido no siempre es claro para el lector.

El epígrafe:

Es una cita, verdadera o falsa, que puede ser atribuida falsamente a un autor, autor
imaginario o ser anónima.
Según Genette sus funciones son:
1) de comentario del título, como anexo justificativo
2) de comentario del texto
3) de padrinazgo indirecto (lo importante es quien lo dice).

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El prólogo:

Es un discurso que el autor u otra persona en quien él, o el editor, delega , produce
a propósito del texto que precede o sigue.
Cumple con 2 funciones: una función informativa e interpretativa (del texto) y
una función persuasiva o argumentativa (retener al lector).

En obras no ficcionales, el prólogo puede cumplir una función didáctica: explicar el


índice.
La función mas importante (Genette) es la de interpretar el texto e inscribirlo en
un género.
Algunos prólogos a ediciones anteriores de una bra o a segundas partes son en
realidad respuestas a la crítica o a la recepción que la edición original o la primera parte
tuvo en el público.

El índice:

Es una tabla de contenidos o de materias; un listado de los títulos del texto por
orden de aparición con la indicación de la pagina correspondiente, que puede estar al
comienzo o al final del libro. Su función es facilitar al lector la búsqueda de los temas
de su interés en el texto.
El índice refleja la estructura lógica del texto; cumple la función organizadora de
la lectura ya que arma el esquema del contenido previamente, además permite al lector
darse una idea general del contenido de la misma y el punto e vista o enfoque
privilegiado.

El índice analítico o temático es un listado de conceptos utilizados en el texto;


también podemos encontrar el índice de autores o de nombres.

Las notas:

Son una advertencia, explicación, comentario o noticia de cualquier clase que se


encuentran en lugares donde no interfieran con el texto.
Las notas de traductor aclaran la traducción de algún término, citan el original,
proponen variantes y/o comparan con otras traducciones.
Las notas de editor funcionan como comentarios críticos al texto a través de títulos
o frases citadas.

La bibliografía:

Es una lista ordenada alfabéticamente de autores y títulos de las obras consultadas


por el autor, que se ubican al final del libro. También es una sugerencia de consulta o una
demostración de lecturas; en estos casos, es paratextual, ya que funciona como
complemento no indispensable del texto.
Las referencias bibliográficas, son una variedad de las notas, ya que se ubican
en relación con un fragmento de texto determinado y se numeran correlativamente,
distribuyéndose a lo largo de todo el texto; son los enclaves privilegiados del intertexto en
el paratexto (aunque tampoco es clara su pertenencia a este).

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El glosario:

Es una lista ordenada alfabéticamente de términos técnicos o que puedan presentar


dificultad al lector, acompañados de una definición. Suele ubicarse al final del libro en los
márgenes.
Tiene una función “didáctica”. Corre por cuenta del autor, a veces se encarga de
ella el editor.

El apéndice:

Es un complemento del texto que no puede incluirse en forma de notas (Textos,


cuadros, documentos, testimonios diversos), suele agruparse en las últimas páginas del
libro.

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NEXO:

Gérard Genette (París, 1930), teórico francés de literatura y poética, uno de los
creadores de la narratología.

Trayectoria:

Genette, tras estudiar Letras, fue alumno de la Escuela Normal Superior y agregado
de letras. Ya en 1967, fue nombrado profesor de Literartura francesa en la Sorbona. Más
tarde, Genette ha sido director de estudios de la Escuela Práctica de Altos Estudios,
siempre en París. Es codirector de la revista Poétique, que fundó, y de la colección de ese
mismo nombre, esas publicaciones que tanto han hecho por renovar de raíz la crítica
literaria.

Genette partió del estructuralismo, y se le asoció a ese movimiento impulsado por


figuras como Roland Barthes y Claude Lévi-Strauss, del cual adoptó el concepto de
bricolage. Poco a poco, llegó a construir una interpretación propia de la poética y de la
literatura fundamentada en la intertextualidad. Como crítico desempeña un papel
fundamental en el avance de los estudios formales sobre la literariedad y es uno de los
representantes más destacados de la Nouvelle Critique. Es una figura capital en la
reintroducción en la crítica del vocabulario retórico, que hacia 1960 había sido del todo
relegado, más allá de 'tropo', 'metonimia', que tanto han sido empleados por él.

A través de numerosos ensayos, ha estudiado el texto, los aspectos de su lenguaje,


morfología, orígenes y mecanismos constitutivos. En los tres tomos de Figures (1966-
1972), que le consagran, explora los distintos aspectos de una verdadera ciencia de la
narrativa que él denomina «Narratología». También trata sobre el problema de la
clasificación de los géneros literarios en Introduction à l'architexte (1979), y sobre las
relaciones de los textos con ellos mismos y con los demás textos, la llamada
intertextualidad, en Palimpsestes, la littérature au second degré (Palimpsestos, la
literatura en segundo grado), 1982. Con Seuils (1987), Genette se interesa por el entorno
del texto en forma de libro y todo lo que lo acompaña y hace existir en tanto que objeto
accesible o paratexto: así pues, se centra en la presentación editorial y los diversos textos
de comentario.

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En otros aspectos —como el político—, Genette es miembro del grupo Socialismo o
barbarie. Su influjo internacional no ha sido tan grande como las figuras estructuralistas; y
su obra, académicamente se discute más bien en antologías o en escritos que analizan
categorías literarias. Pero el conjunto de los libros de Genette ha conocido un éxito
llamativo, porque ha sabido encontrar un tono particular, mezcla de duda y saber, de
erudición y humor, sin excluir una profundidad de análisis e intención crítica.

En su abecedario irónico de 2006, "Bardadrac" (palabra inventada por una amiga


para designar el revoltijo de su bolso) incorpora de todo: reflexiones sobre la sociedad y
sus esterotipos; recuerdos de infancia y juventud (comprometida en política); evocación
de grandes figuras intelectuales, como Roland Barthes o Jorge Luis Borges; ciudades,
ríos, mujeres, música de todo tipo; consideraciones sobre literara y lenguaje, sobre todo
en sus codificaciones más difundidas y distorsionantes.

Sus libros han sido publicados, en París, por Editions du Seuil.

Obras:

• Figures I, 1966; son estudios, entre 1959 y 1965, que parten de escritores
barrocos, de Flaubert, Valéry, Proust, Borges, Robbe-Grillet.
• Figures II, 1969; estudios sobre La Fayette, Balzac, Stendhal o Proust
• Figures III, 1972; muy centrado en Proust. >> Trad.: Figuras III, Lumen, 1989.
• Mimologiques: voyage en Cratylie, 1976. >> Trad.: Mimológicas, Luis Porcel, 1980.
• Introduction à l'architexte, 1979.
• Palimpsestes: La littérature au second degré, 1982. >> Trad.: Palimpsestos: la
literatura en segundo grado, Taurus, 1989.
• Nouveau discours du récit, 1983. >> Trad.: Nuevo discurso del relato, Cátedra,
1998.
• Seuils, 1987. >> Trad.: Umbrales, Siglo XXI, 2001.
• Fiction et diction, 1991. >> Trad.: Ficción y dicción, Lumen, 1993.
• L'Œuvre de l'art, 1: Immanence et transcendance, 1994. >> Trad.: La obra de arte,
inmanencia y trascendencia, Lumen, 1997.
• L'Œuvre de l'art, 2: La relation esthétique, 1997.
• Figures IV, 1999.
• Figures V, 2002.

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• Métalepse: De la figure à la fiction, 2004. >>Trad.: Metalepsis, de la figura a la
ficción, Reverso, 2006.
• Bardadrac, 2006, escritos personales.

BLIBLIOGRAFIA:

• http://es.wikipedia.org

• http://www.4shared.com/

• http://www.slideshare.net

• http://wordtrauma.files.wordpress.com

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