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Hoy en día, son muchas las personas que nos hacen saber que esta actividad
es significativa para el desarrollo de los niños. Cuando uno conversa con
alguien que no es del ambiente del ajedrez escolar y dice que enseña ajedrez
en las escuelas, es común escuchar contestaciones como “que bueno”, “que
interesante”, “ayudan a los chicos a pensar”. Los que pertenecen al ambiente
educativo también dicen cosas parecidas.
Motivado por éstas palabras que recibimos a diario y que pocas veces salen a
la luz, es que elaboré y escribí esta primera parte del trabajo. Mi pretensión es
que en éste Congreso de Ajedrez Escolar se puedan escuchar algunas voces
(la de un ex alumno, la de un padre, un maestro, una directora); testimonios de
experiencias vividas desde distintos lugares, que tienen en común haber
interactuado con el ajedrez en la escuela.
En la búsqueda de éstos testimonios, por un rato jugué a ser periodista, tomé el
grabador de mano y me acerqué hasta el Club Vélez Sarsfield para entrevistar
a su profesor de ajedrez, Martín Bitelmajer, seis veces campeón metropolitano
mientras cursaba la escuela primaria, campeón argentino sub 18 en dos
oportunidades, participante del mundial de Francia en el año 2005. Un
ajedrecista profesional que ha iniciado su recorrido en el ajedrez escolar.
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Martín hizo de primero a séptimo grado en la Escuela República Árabe de
Egipto (Nro. 7 del Distrito Escolar 18), en el barrio de Villa Luro. Dice haber
faltado muy pocas veces al taller de ajedrez que se daba por la tarde, en
contraturno a su horario habitual de clases. Respecto a su experiencia en el
ajedrez escolar, Martín se expresa con entusiasmo: “Buenísimo, muy lindo,
poder ir con tus amigos a divertirte, jugar con los chicos de tu grado... y
además estaban los más grandes, que los veías jugar y te daban un incentivo
mayor. El profesor organizaba torneos para que nos integráramos con ellos”.
Lo que más le gustó a Martín fue el aspecto competitivo, participar de los
torneos que sábado a sábado se realizaban en distintas escuelas (actualmente
se sigue realizando esta actividad). Fue ésta participación la que luego lo llevó
a interesarse por competir en forma federativa. En tercer grado ya se había
dado cuenta que el ajedrez le interesaba de verdad, y a los 10 años jugó su
primer torneo Metropolitano. Consultado por la relación entre el ambiente
escolar y el federativo, Martín marca diferencias: “Al chico que juega en la
escuela le alcanza con ganar tres partidas y divertirse; para el chico federado
tres en cinco no es muy bueno porque entra a jugar el tema de la competencia,
la exigencia por sacar buenos resultados, los comentarios del ambiente que ya
te van conociendo. Ahí es cuando perdés un poco la ilusión de divertirte con el
ajedrez... va, te divertís pero en menor grado; mientras que jugando torneos en
la escuela, por ahí lo que te importaba era compartir una galletita, jugar en el
patio entre partida y partida”. Destaca la relación de siete años consecutivos
con su docente Mariano Fraschini, otro ajedrecista proveniente del ajedrez
escolar, ahora colega suyo: “tenía una relación directa con todos los chicos,
para mí fue decisivo en lo que logré, deportivamente hablando, claro”.
Unos días más tarde, café de por medio, compartí una charla con David
Sensabastiano, papá de Adrián y de Sol. Su hija mayor egresó el año pasado
de la Escuela Guido Espano (Nro. 6 D.E. 13), donde desde cuarto grado ha
tenido ajedrez como una materia curricular más. David, al igual que Martín
Bitelmajer, también hace hincapié en los torneos colegiales: “Como papá, me
daban ganas de ir todos los sábados... para Sol el juego era importante, pero
a ella le gustaba todo. Si hay algo que tengo que destacar del ajedrez escolar
fue la apertura social que le dio a mi hija. En los torneos se generó un grupo de
encuentro, de amistad, que se mantuvo los cuatro años que fue, amistad que
aún mantiene con algunos chicos”. David Sensabastiano también recuerda su
paso como alumno del ajedrez escolar, “era muy competitivo, aunque Sol me
enseñó otra faceta, la social”. Le gustaría que en el futuro los grandes maestros
vuelvan a las escuelas a contar sus experiencias y a dar simultáneas, como
sucedía cuando él era chico. Y agrega “el ajedrez ayuda a tomar decisiones,
fortalece el ego en el buen sentido. Está bueno que un chico trabaje para
superarse, tanto el que gana mucho como el que no. Es una buena gimnasia
para abrir la cabeza, para mantener entrenado el cerebro. El juego proporciona
sólo ganancia… lo más rico es lo social, por eso voy a repetir la experiencia
con mi hijo menor”.
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En la Escuela Manuel de Sarratea (Nro. 27 D.E. 5), con el maestro Daniel
D‘Acri (que también es Licenciado en Psicología), comparto momentos de
intercambio de opiniones, referidas a posibles estrategias educativas.
Frecuentemente nos consultamos por algún chico, o varios, en la búsqueda de
encontrar otra mirada.
Este docente ha preferido dejar por escrito su testimonio, el mismo expresa:
“Durante el acompañamiento que hago en la hora de ajedrez, puedo observar
que los alumnos se sienten muy motivados, prestando la suficiente atención en
la práctica y aprendizaje de la materia en un cien por ciento.
Consecuentemente con esto, el niño piensa, reflexiona, conversa con su par,
agrega conocimiento propio; interviene y aporta lo suyo, que es la manera más
conveniente para avanzar en el aprendizaje, y en el desarrollo mental”.
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formativa, en educación especial en parte de un pilar, en los torneos escolares
brindan la posibilidad de competir sanamente; también en éstos torneos se
transforman en espacios de socialización e integración. Daniel Justel agrega
otra mirada, la cognitiva: “para nosotros, el juego de ajedrez es una
herramienta para que los alumnos ejerciten su capacidad de analizar
racionalmente, para que aprendan a pensar desde el lugar del otro, del
contrincante, y asuman las bondades y defectos de cada jugada, por haber
sido esta una decisión propia”.
En ésta línea de trabajo, trataré de aportar un nuevo aspecto a este amplio
abanico que brinda el ajedrez en la escuela: el aspecto lúdico. El ajedrez
como juego, el ajedrez como una actividad lúdica que atraviesa la institución
escolar.
Jugamos más de lo que pensamos, y el juego aparece en más campos de
nuestra sociedad de lo que nos parece a simple vista.
Para mi jugar es una actividad liberadora…de tensiones, de personalidad.
Jugar es natural de los chicos... a través del juego un niño puede desarrollar su
potencial, ser alguien distinto, convertir una silla en un auto.
Me estoy refiriendo al juego no como un producto acabado sino como un
proceso que está en movimiento, “jugar es hacer”.
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Días pasados, conversando con un colega, coincidíamos en que no es que los
chicos juegan menos, hayan perdido el interés por jugar o los espacios de
antes (llámese vereda, club, kermese, etc). Los chicos juegan a cosas distintas
con respecto a nuestra infancia, cosas que tal vez desconocemos y nos hacen
pensar que el juego se ha perdido.
Lo que sí puede estar sucediendo hoy en día, es que un niño, un adolescente,
pase varias horas frente al televisor, jugando a la “play station”, o en la
computadora (ya sea chateando o en navegando en internet). Otros chicos, no
tan afortunados, ocupen su tiempo de diversión en la calle, haciendo nada o
tratando de resolver problemas domésticos, en general problemas de adultos.
Éste panorama es poco alentador si pretendemos tratarlo con recetas que
antes eran efectivas pero que hoy en día no alcanzan para resolver los
problemas que se nos presentan. En éste complejo entramado actual la
escuela debe dar batalla contra espacios que no son del ámbito educativo pero
que informan y forman a los chicos. Es aquí donde el ajedrez aparece
ampliando las estrategias educativas. Para mí este juego se convierte en uno
de los modos de vínculo que tendemos a establecer con el otro.
Pienso que si un chico se sienta a jugar ajedrez con un compañero, un
familiar... en la escuela o en la casa, siempre está ganando. No sólo porque le
puede quitar tiempo al chico de estar frente a la televisión, a la máquina, o en la
calle, sino porque un tablero es un escenario de reunión, de compartir un juego
“cara a cara” con un otro; y entre jugada y jugada tal vez también haya espacio
para el análisis, para conversar, para encontrarse.
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En la perspectiva de Winnicott, la actividad lúdica se convierte en un espacio
potencial que hace a la salud, en un ambiente que facilita el desarrollo
emocional y madurativo de un niño. Hablamos de madurez no sólo en relación
al crecimiento personal, sino también respecto de la socialización: “Tenemos
que proporcionarles durante la infancia, la niñez y la adolescencia, en el hogar
y en la escuela, un ambiente facilitador en el que cada individuo pueda
desarrollar su propia capacidad… y en lugar de educación moral tenemos que
darle al niño la oportunidad de ser creador, esa oportunidad que le ofrecen la
práctica de las artes y la práctica de vivir a todas las personas que no se
limitan a copiar y obedecer, sino que progresan hacia una autoexpresión
personal”.
A modo de cierre de este apartado lúdico, hago mías las preguntas del profesor
de ajedrez catalán, Andreu Meca: “¿por qué el ajedrez en la escuela?, o bien
¿y por qué el ajedrez y no otro juego?”.
En su libro “Ajedrez en la escuela”, Andreu Meca hace mención al crecimiento
de la enseñanza del ajedrez en las Escuelas de España. Compara al ajedrez
con otros juegos de mesa que, “en principio, parece que pueden ejercer las
mismas funciones”, pero que no cuentan con una presencia tan relevante en
las escuelas.
Si bien la experiencia de Andreu Meca se ha desarrollado en España, creo que
sin inconvenientes puede ser transportada a nuestro país.
Con el objetivo de relacionar la teoría con la realidad concreta, Andreu aclara:
“veremos que el ajedrez no es precisamente una varita mágica de la
educación, y lo complejo que puede llegar a resultar canalizar todas las
teóricas virtudes pedagógicas de éste juego en las prácticas educativas”.
Como respuesta a estos interrogantes, el docente catalán considera “dos
cuestiones claves para entender el fenómeno del ajedrez en la escuela: por un
lado el punto de vista social, y por otro el punto de vista psicopedagógico”. Así,
acerca varios análisis, estudios, e investigaciones realizadas en su país, que
“demuestran la riqueza de virtudes pedagógicas que tiene este juego”.
En relación al ajedrez con otros juegos educativos, Andreu Meca destaca las
siguientes características: “no hay lugar para el azar”. Es un juego de
razonamiento, sencillo pero “rico”, vistoso, que posibilita desarrollar la vertiente
social de la persona. Y concluye con otra virtud, la del juego cosmopolita: “a su
enorme aceptación se le suma su condición de medio de comunicación
cosmopolita, una perfecta excusa para entablar contacto con chicos de otras
escuelas, de la región o incluso de otros países”.
Comparto las ideas de éste profesor, a las que le agrego una característica
propia de nuestra realidad: el ajedrez forma parte de nuestra cultura, de la
identidad colectiva de nuestro país. Hace unos años, acompañando a chicos
de una escuela del barrio de Barracas al Torneo Nacional de Ajedrez Escolar
(antiguo E.G.B. 2), recuerdo haber visto escuelas que venían a competir desde
Bariloche, Olavarría, Posadas, Resistencia, San Luis, por citar algunos lugares.
Por nuestra parte, en la Ciudad de Buenos Aires han pasado hechos muy
importantes para la historia del ajedrez. Hasta aquí han llegado los mejores
jugadores del mundo, los de antes y los actuales. Aquí cayó el reinado del
cubano José Raúl Capablanca, ante Alejandro Alekhine. A ésta ciudad la hizo
suya Don Miguel Najdorf.
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Con la mirada puesta en el horizonte
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asocio al tipo de reconocimiento que tenemos, los profesores y la actividad,
dentro del campo educativo. En este sentido, es un capital que puede ser
aumentado.
Desde mi punto de vista, de cara al futuro, existen dos cuestiones importantes
a resolver: la primera es la de dejar de ser trabajadores en condición de
“contratados”. Sé que esto no depende de nosotros pero es un
reconocimiento postergado a tantos años de compromiso con la tarea. La
segunda cuestión está relacionada con la formación y capacitación docente.
Creo que es necesario la creación de un Profesorado de Ajedrez que dependa
del propio Plan de Ajedrez Escolar, articulando la teoría pedagógica con la
experiencia práctica con que contamos.
Si de tener esperanza se trata, también me ilusiono con el aumento del capital
económico: un incremento de horas que puedan ser destinadas para la
investigación, para que el ajedrez pueda llegar a más chicos o para que
puedan surgir nuevos proyectos como, por ejemplo, el de la banda musical
“Tocada Movida” integrada por docentes músicos ajedrecistas.
Bibliografía: