esta la esfera partida tengo que irme he de cruzar todo un desierto. He aquí la casa este es su olor estos sus muebles torcidos, aunque me lleve todo el año escaparé, seguro. He aquí la casa su batalla sus cascos de papel escrito y su armadura de cristal, un año entero se tarda en cruzar al otro lado de la vía y las cartas tardan otro año más en llegar. Aquí vive la crueldad en los andenes aquí el reloj sin cuerda aquí su cuco ahogado He aquí mi casa ésta es, la casa del desvarío. El primer día estaba lloviendo. La gente del sur no puede respirar en la humedad pero la ilusión recomponía como una mascarilla de oxígeno. Caminar por sus calles era como invocar a la melancolía en un paisaje de grises y verdes filtrando el agua entre los dedos que escapaba como de un sueño. No podía imaginar entonces que la despedida de los árboles sería tan triste, que la lluvia no me besaría más y que las cartas que te escribí nunca te llegarían. ¿Dónde mi patria, mi país encubierto, los secretos que me devoran, los cuadernos del desván? ¿Dónde mi casa inventada de paredes nuevas, dónde los ramos dormidos en el jarrón? Es otra vuelta de tuerca, y la oscuridad duerme en el fondo. Esto es un aviso, os convoco para después, no oséis correr las cortinas, dejad que las gasas guarden dentro del bosque entre los árboles y mi silencio. Sólo detrás de la reja aparece la figura peculiar, blanca, transparente; imagen nívea, de algodón, y detrás, todo el jardín. Recorre de un lado a otro y no encuentra, va, viene y vuelve. Silencio, ni las mariposas respiran. En la noche, los fantasmas se reúnen, ella se retira a descansar. Sigue lloviendo Evangelina después de casi una vida de aguas el telón se niega a dejarnos. Muchas veces sonrío pletórica por mis aciertos siempre digo que va a llover, y siempre llueve. No me gusta esta casa, ya te lo he dicho pero tu nunca me oyes, ni a los pájaros ni siquiera al arroyo cuando te empapa. No me gustan las grietas que me nublan Evangelina ven si quieres por las nubes y píntame los días Evangelina, que hoy se parecen a esas casas que se derrumban Duerme Evangelina que ésta es la otra noche. Despierta, hoy los pájaros están dibujando nubes en la pared la sombra se me ha despegado ya ha dejado de herirme el agua vertical El sol ha salido Evangelina, ¿ no lo ves?, hay restos por toda la casa, no es como allí que a duras penas se encendía durante el verano echo de menos el mar. Si el otoño me declara como esa extraña dolencia que adormece a los árboles y desasistidas mis manos y mis ojos proclamara su libertad, no enturbiaría el esplendente paso y su luz de vida guiaría mi destino, caudal verde de savia que recompone Guardad silencio para que el oráculo no pueda presagiar que el aliento de la noche asesine, es así como se muere un poco para poder asistir al dolor de nacer a este invierno que nos pisa los talones. No hace falta que el calendario diga la última palabra, ya sabes que no me someto a esas tontadas. Julia me miente a todas horas, pero yo le he dicho que para mí el tiempo no cuenta, de nada sirven sus mentiras. Me ha dicho que disolvió lo que me quería en un vaso y regó las flores ahora me querrán ellas, pero me pregunto que haré si se secaran algún día. Tendré que creer en el calendario. Es terrible. El día no quiere acercarse debo vivir en lugares imaginados ya que la casa no me gusta. No te asombres de que apenas escriba. De regreso a mi habitación los árboles me gesticulan de forma alarmante. Es lamentable. ¿Qué puedo hacer? Sin embargo son bellos los besos desde el titilar de sus desesperadas huellas. Tengo prisa por marcharme. He aquí el año que vive en una casa de locos. Este derroche de los días nos descarga el corazón para el largo viaje de regreso a casa. No debes preocuparte Evangelina las aguas de los mapas permanecen en calma todo el camino ¿De que forma viajaremos esta vez? Sería conveniente cambiar de persona a pez o mejor de pez a reptil así no tendríamos que viajar por las aguas de los mapas aunque permanezcan serenas. Se desbordó mi cordura Evangelina mi lucha ignota abrió los labios bajo la mesa puesta. Este tiempo difícil me alza el cuerpo como un castillo vigilante. Asomada a la ventana veo el mar entre los árboles. La lluvia ha tomado airosa ruta que la despega de nosotros y no nos visitará pronto. Esta ola salvaje me come el alma a ti hermana entrego fuera del orden de nuestra mente, mi pensamiento inmortal. Hoy el día me tiembla todo. Evangelina pon lazos al cometa para que escape a su espalda y vuele limpia sobre los amargos. No tardes. El día se está muriendo. CARTAS DESDE EL SUR