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...ESPERAMOS DISFRUTEN!!!!!!!!!!!!!!!!
LA SANTÍSIMA, SIEMPRE DEDICADA A LA LITERATURA
NACIONAL...
En Chile se le tiene miedo a gozar a la Mistral tal como se presenta, pues es ella misma quien se
encarga de destruir las fábulas que se han creado en su nombre. Entiendo que Pedro Pablo
Zegers, el editor del libro, se mantenga al margen del asunto explícito de la sexualidad mistraliana,
ya que actúa como conducto objetivo. Sin embargo, si su intención hubiera sido completamente
alba, ¿porqué publicar un libro únicamente con las cartas de Mistral-Dana? En el diario de hoy
vienen las infladas “reacciones” post publicación del Artes y Letras. El único sensato es Armando
Uribe, quien afirma “Lo importante es que se aclaran dudas de una relación que fue más que una
amistad. No hay que escandalizarse”. Y listo. Ni siquiera Jaime Quezada, presidente de la
Fundación Premio Nobel Gabriela Mistral, se atreve a hablar más allá y solo argumenta una
“Amistad con A mayúscula”. (Bien, la verdad es que yo no le escribo cartas así a mis amigas).
Sonia Montecino se escuda en la protección a la
intimidad en un país farandulero como el nuestro.
Pero si hubiera querido realmente, el albacea de
Mistral, resguardar esta intimidad, no se
mantendrían intactas hasta hoy estas cartas. Las
hubiera eliminado, como se supone hizo con las
propias. Cedomil Goic prefiere no ahondar
demasiado en el contenido de las cartas.
Miedo a que la "indiecita" haya sido lesbiana, miedo a decir que fue lesbiana. Miedo a leer sus
poemas de amor como textos promovidos por la real pasión por un otro, por una otra, que existió y
tuvo nombre. Miedo a sacarla de su nicho maternal, miedo a ver sus pechos como un objeto
distinto que grandes fuentes dadoras de leche. Miedo a reconocerla, a amarla.
Es de esperar que las nuevas generaciones no carguen con tanto lastre prejuicioso.
http://ursulastarke.blogspot.com/
Raso: en torno a un ritual de paso fallido
Carlos Henrickson
Hay un problema fundamental en las sociedades laicas, modernas y racionales: su ausencia de
rituales de paso. Existe una razón obvia: estos rituales surgían por la evidencia de una pluralidad de
mundos, que estaban presentes en el nuestro. El niño vivía en el mundo de las mujeres, hasta que
una ritualidad particular lo hacía renacer en un mundo distinto, y podía ser llamado hombre, dar la
entrada al mundo del padre, a través de los rituales de la caza o la guerra.
:
Desde la visible ritualidad de los
kaweshkar a la republicana y guerrera
Roma, esto se mantuvo indemne, hasta
que el mundo quiso ser uno solo, evitarse
complejos dibujos metafísicos, producir
pasos graduales y ojalá insensibles hacia
una madurez cada vez más vaga e
imprecisa.
Hay una vieja frase que dice que el que no se arriesga, no cruza el río. Este río, vamos a suponer,
puede estar lleno de pirañas, y además de eso sus aguas son de color rojo, por el intento de otros
por cruzar, y que finalmente han caído. o fracasado. vaya una cerveza por los caídos, un brindis
nada más. Sin embargo, el señor rodrigo ramos bañados,(antofagasta, 1973) autor de la novela
ALTO HOSPICIO (editorial quimantú), aun digamos esta cruzando ese rio que ha propuesto pasar,
pero por lo menos esta avanzando, la orilla es lejana como las tetas de una puta parada en esa
orilla. La tematica de este libro es un atrevimiento a 100%, además de la estructura formulada en el
texto, de las variantes que presenta el narrador testigo o protagonista, y yunta del psicópata
Ceballos. la historia en sí, es atrevida, con lenguaje de personas de población, como debe ser, con
autenticidad en el perfil de los personajes y en los hechos narrados, es mas, el espacio de desierto,
de pampa, de marginalidad y pobreza que presenta alto hospicio, es un sitio ideal para seres que
escondidos en el silencio, observadores, simples hombres, aparentemente inofensivos y con
zapatitos de charol, suelen tramar el mayor de los crímenes, violaciones y asesinatos que en primera
instancia quedan en la impunidad. Los sicópatas son seres que no se excluyen de la necesidad de
ser anónimos, casi siempre cometen sus actos para aparecer en diarios sensacionalistas o difusores
de la crónica roja, en noticiaros de la televisión, radios, foros de internet, etc. y en ese transcurso el
placer de matar les provoca un éxtasis rimbaudiano o baudelariano, pero al final siempre caen las
ratas en sus desagües de mierda.
Así son los sicópatas , estos weones que quizás uno los vea tan lejos de nuestro entorno (esta wea
es terriblemente falsa), están mas cerca de lo que uno cree, ese vecino que se hace el buena tela, el
que con cueva sale a comprar el pan, el gueon que está todo el día viendo porno por internet, ese
quizás cuando se le presente el momento, desahogue sus instintos con alguna cabra chica, o quiera
meter tu cadáver al refri. No sé. Nunca hay que creerse los cuentos, la maldad esta en todos, y solo
la revelaremos cuando se nos presente la oportunidad, la novela ALTO HOSPICIO, nos muestra esa
idea, y mas encima esa idea es pavimentada con todo lo que vemos en las noticias y diarios,
femicidios, violaciones, crímenes por encargo, secuestros, no se, muchas weas. Alto hospicio no es
una novela lineal, no, a la cresta esas weas, la narración muestra desafíos de lenguaje, un contenido
mayor trabajado con de voces que podamos situarlas en distintos contextos y además que todo eso
se pueda leer de un tirón.
Esta novela lo consigue, primero te sitúa en un espacio de diferencia entre el pasado y presente
de los hechos, haciendo que la duda, y el juego de tiempos, se establezca de manera definitiva. El
narrador testigo escribe todos los hechos en un blog, y en la historia relata descriptivamente los
ciber que visita, lugares malolientes, con personas muy particulares que atienden, etc.
Además el libro abre paréntesis de personas que comentan en el blog dándole otro perfil al texto
que sabemos que no es lineal. el autor incluye hábilmente historias de otros sicópatas con mayor
prestigio, como el ruso "CHIKATILO EL CARNICERO DE ROSTOV" O "PEDRO LOPEZ, EL
MONSTRUO DE LOS ANDES", QUE SON PASAJES INFLADOS DE CRIMENES e historias que
revitalizan su propia historia central del psicópata pop CEBALLOS. Las huellas de este
atrevimiento de rodrigo ramos bañados en su novela, son notorias, ya que el ha confesado que la
novela aún no se ha presentado en el sitio del suceso, quizás por temor, de cómo la tomaran las
familias de las victimas, no se, en ningún caso, esto puede provocar algún rechazo en ese
sentido, la novela es buena, se cambian los nombres, no se burla de la realidad de esa sector, si
no que lo retrata, y las víctimas son un factor secundario dentro de la historia.
Vayan los buenos augurios de esta novela que acá en arica ha tenido buena acogida, tanto por
los lectores que buscarán el libro. A las viejas que les tirita el culo cuando tienen esta novela
negra en sus manos que se vayan a la mierda, la novela es para gente valiente, y los weones
cómo disfrutan cuando ven DONDE ESTA ELISA? O ALGUIEN TE MIRA?, a la mierda carajo. EN
literatura hay ética pero no es recomendable efectuarla, solo hay ética en el tratamiento de las
buenas historias y esta novela es el caso. El autor ramos bañados ha marcado un camino en el
sentido de darnos cuenta de como, de eso oscuro que sucede y se esconde puede salir una
historia casi ficticia casi realidad, un juego de llamados en el tiempo y en el espacio en que
encontramos algo que contar, ahora, el cómo contarlo será el desafío, sobre todo el riesgo de
cruzar el río con aguas rojas.
La singular cajetilla de cigarrillo “Marca Chancho”, tiene una característica muy especial, a pesar
que esta marca circuló a comienzos del siglo XX., existiendo las variadas cajetillas con otros
nombres de animales, que por cierto, para su época llamaron mucho la atención como ser las:
“Tres Ratas” (salen tres mujeres), “El Burro” “El Zorro”, “El Gallito”, “El Gallo” , “El Águila”, “El
Gavilán”, “El Cóndor”, “El Toro”, “El Toruno”, Etc.
La “Marca Chancho”, fue propiedad de la “Manufactura de Tabacos Carrera y Cia.”, ciudad de
Valparaíso; el año de iniciación de circulación de este tipo de cajetilla 1904; la capacidad de
cigarrillos 18, las medidas del envase estirado con dimensiones 17,5 x 10,5 Cmts. El consumo de la
“Marca Chancho” en su época llegó a valer el precio de $0,04 centavos, estaba casi igual que el
precio de otras marcas, por nombrar de la “Compañía General de Tabacos” que vendía como ser la
“Yolanda”.
”La buena calidad de los cigarrillos “Marca Chancho”, queda evidenciado que por el consumo de
esta marca, la excepción no fue muy común de encontrarlas en las diferentes salitreras de Tarapacá
y Antofagasta, porque solo algunas “Compañías Salitreras” traían para el consumo de sus oficinas,
son estas demasiadas escasas, existiendo también cajetillas de otros colores, tamaños de la misma
“Marca Chancho” desapareciendo durante el primer cuarto del siglo XX. Hoy en día existe la escasa
cantidad de cajetillas de la mencionada marca entre los coleccionistas, se debe también en parte,
que para su época éstas cajetillas fueron canjeables, se compraba entonces una estampilla de
cinco centavos ($0,05) más la entrega de una cantidad de cajetillas para el canje, para alcanzar un
premio como por ejemplo: El mínimo era de 10 cajetillas, más 5 centavos, se recibía “Un lápiz fino”,
y por 200 cajetillas más los 5 centavos, para el premio máximo, recibía “Una cartera de cuero
holandés”. (Otros canjes de cajetillas por otros artículos, 20 – 30 – 40 – 50 – 60 – 70 – 80 – 90 –
100 – 120 – 140 – 160 – 180)
Este tipo de cajetilla fue encontrada el año 1987, en el antiguo sector denominado “Departamento
de Pisagua” “Cantón Negreiros”
Todos los registros de los hallazgos de cada cajetillas (1600) circuladas en las oficinas salitreras de
las Regiones de Tarapacá y Antofagasta, alcanzó para realizar un trabajo de investigación como la
información rescatada en bibliotecas del país, para lograr el “Catalogo de Cajetillas de Cigarros de la
República de Chile y su Cultura en la Sociedad”, con un tiempo transcurrido de 15 años, el cual dio
como resultado la columna vertebral de toda la información de las características técnicas e
históricas, de cada una de las imágenes de ellas.
Autor: RERIPI
Marquillalogi23@hotmail.com
Fotografías:
1.- Cajetilla de cigarrillo “Marca Chancho”
FOTOGRAFIAS
1.- Cajetilla de cigarrillos Marca Chancho”
2.- Cupón de canje en la Caja Nacional de Ahorros
3.- Hallazgo de cajetilla “Marca Chancho”
4.- Mini cuento titulado “¡Pobres Mujeres!” De los cigarrillos “La Africana”
5.- Cupón de sorteo de muñecas, por la “Sociedad Internacional de Tabacos”
6.- Cupón de premio en dinero de los cigarrillos “Yolanda”
7.- Lamina de la “Sociedad Manufacturera de Tabacos” de Iquique
8.- Lámina de colección de cigarrillo “Cycle”
www.biblioredes.cl/lavozdelapampa.cl
Barbaridades in Situ de Sergio Pinto Briones
VIAS
Sobre la obra.
La globalidad ha provocado cambios profundos en todos los ámbitos. La cultura y la creación estética
han visto caer sus cánones y paradigmas. Por ejemplo, las Generaciones y los Géneros Literarios ya
no se articulan como en el siglo recién pasado.
En el ámbito político, los integrismos —que surgen después de la Revolución Rusa— dan paso a
recreaciones y a otras formas epocales más fluidas y cambiantes que todavía combustionan, para
que, seguramente, aparezca una nueva síntesis.
En el ámbito de los Estados surgidos en América Latina, estos mismos Estados han buscado la
conversión de éstos en naciones; se han esforzado en concluir este proceso, aniquilando de paso a
millones de indígenas e inmigrados, especialmente de África; pero sólo han triunfado a medias.
Cuando estos Estados se preparaban para dar el último zarpazo a los distintos pueblos
sobrevivientes, los Estados-Naciones de Europeo se funden en una mega alianza, fundamentalmente
económica, y dejan desconcertados a sus pares de América Latina. El Estado de Chile, se ve en la
obligación de reconocer su multiculturalidad. En cierta forma, el Estado de Chile y también los de
América Latina son sobrepasados por esta nueva realidad, y van detrás de estas megas alianzas.
Surgen, entonces, espacios para que algunas minorías como los Mapuches empiecen a respirar más
fuerte y se den cuenta que les resulta más beneficioso volver a relacionales particulares de mercadeo
y auto abastecimiento con efectivas soluciones identitarias: de recuperación del ethós y
sobrevivencia, donde resalta el patrimonio. También, por la misma paradoja, a sectores ecologistas
les interesan las manifestaciones distintivas en un mundo que se vuelve monocolor; tras la búsqueda
matonesca del Imperio por asegurar un sistema de pagos de patentes y factorías, que se vuelve
aparentemente más rentable y presentable que la usura del don Dinero.
Resulta entonces que los pueblos primigenios tienen una gran alternativa de sortear el estruje
endemoniado de la globalidad al perspectivar una forma creativa, ya que así resurge la autoestima,
la autogestión y la felicidad de un arte nuevo en libertad.
En el Estado de Chile, los pueblos que viven en su territorio han tenido tenaz resistencia y
sublevación para no amoldarse y ser dominados, en un Estado construido desde el Estado. Se ha
querido hacer una nación desde el mesianismo hibrido de América Latina y, especialmente, desde el
mesianismo portaliano de construir una copia feliz de un país unitario. Sin embargo, los pueblos
primigenios y las distintas variantes de inmigrantes, especialmente europeos y argentinos han
realizado un sinnúmero de rebeliones desde las guerras heroicas hasta las fiestas religiosas.
Los pueblos Mapuches en el sur y los pueblos Atacameños, Coyas y Aymara en el norte han negado
incorporarse a cuestas de olvidar su ethós. A partir de la república han resultado insistentes la
revoluciones del 30, 40, 50 del siglo XIX en el norte, donde los hijos de la vieja provincia de
Coquimbo y sus descendientes de Atacama realizaron fervorosas gestas civiles, especialmente en
1851 y 1859.
El centralismo ha tratado de hacer bailar la cueca al nortino cuando éste no puede zapatear a la
Madretierra. El centralismo también se alimenta de las riquezas naturales y de la explotación de la
clase trabajadora y sólo deja como patrimonio, por ejemplo: el cementerio y la inundación en
Chañarcillo, o un mudo hoyo en el mineral de El Indio, o ese largo festival de pueblos abandonados
y cementerios llamados “salitreras”.
Cuando el diputado de la república, Ángel Custodio Gallo y su familia quisieron ser sobornados por
el Gobierno de Montt, al querer éste pagarle a precio de oro sus acciones del ferrocarril de
Valparaíso a Santiago, para justificar entregarle la fortuna del Estado a la oligarquía santiaguina,
estos atacameños prefirieron el escarnio y la “Revolución Constituyente”.
Pero, también, el Norte sigue recibiendo ciertos funcionarios designados a dedo y sin motivación por
el terruño desde otras zonas del Estado para que sean los “yanaconas” modernos. Sería suficiente
que los impuestos que producen nuestras riquezas quedaran en la zona, para que se desarrollara
un crecimiento sustentable.
No es posible articular este sentimiento de nortinidad sin poner énfasis en nuestra heroica
existencia: sin considerar las grandes hazañas contra el Inca, sin la gran conquista del desierto, sin
los cientos de muertos y víctimas de las guerras civiles, sin la persistencia de bailarle y cantarle a la
Madrecita, sin los aportes de los intelectuales como Jotabeche, Pedro León Gallo, Gabriela Mistral,
entre otros; ni menos, sin el arte frondoso de nuestros antepasados indígenas en la cerámica y
petroglifos, en los cultivos e, inclusivo, en las formas primarias de la tecnología minería del Norte
Florido.
No hay duda que hay un articulado en el ejercicio particular de la vida que se hace en las regiones
del norte del Estado de Chile, donde el desierto de Atacama es un gran manto único en el mundo.
Basta señalar el testimonio increíble de las momias de más 3000 años del Chinchorro que nos
hablan perpetuamente.
De allí que estamos atentos a la tarea de Juvenal Urízar de articular un basamento notable; de
primera incursión para armar un constructo o manifiesto que dé cuenta del ser de una región digna
de si misma, y que al nombrarse en su insistencia cobra viva “propia” en el mundo.
Este texto ahonda en materias olvidadas y clandestinas, dispersas, poco conocidas, con nuevas
materias de un mundo cabalgante. No está a la mano el “Manifiesto Americanista” de Felipe Varela, ni
en el pensamiento no publicado de Pedro León Gallo, ni otros estudios regionalistas.
Muchos de los estudios disponibles y utilizados por Urízar son de origen europeo; por lo que resultan
muy importantes los materiales específicos que trata este texto. Qué es el regionalismo, la causa
regionalista, la propuesta de un programa regionalista; además, de artículos que hacen de este texto
una obra necesaria para ordenar una política regionalista, un lugar de partida y reflexión; y, sobre
todo, un lugar de encuentro de la causa regionalista.
Hoy, Juvenal Urízar preside la Sociedad Patrimonial Pedro Pablo Muñoz Godoy de La Serena,
iniciativa emparentada con una de las organizaciones civiles más antigua de Chile, la Sociedad de
Artesanos de La Serena(1862). Juvenal Urízar, abogado; descendiente de ilustre familia de las gestas
regionalistas pone este texto punteado, claro, acotado a materias; urgente, por el agotamiento mundial
de los partidos “integristas” y de sus correspondientes desmoronamientos en Chile, donde frota y flota
una nueva forma de articular a la sociedad civil.
Este libro busca ser un manual sencillo, remitido a una articulación como texto educativo, para que se
pueda leer desde cualquier artículo o sea parcialmente consultado, dependiendo de la materia que se
esté tratando o versando.
Terruño es la expresión del amor de Juvenal por la geografía humana y espiritual de la que se siente
orgulloso; trasversal al sistema que agoniza, y que busca que otros hijos de estas tierras la hagan
suya. Terruño es un manifiesto que parte desde el corazón y de la razón de la Matria; un fervor
educado, conciente que en el ser de la región —desde sus hijos hacia los hijos de otros regiones del
mundo— podrá surgir la esperanza de concretar el arcoiris, que se ha insinuado muchísimas veces,
pero cuando ha llegado a la Moneda queda súbitamente olvidada.
No hay duda que seguirá la profundización del libremercadismo en capturar y estandarizar el mundo,
en cobrar facturas por el consumo desde el hotdog hasta un ibook, desde los chips hasta la
fae(nación) de las noticias; tras lo cual van a desaparecer cientos de pueblos, lenguas y culturas y
muchos otros quedarán atrapados en una nueva forma de esclavitud imperialista.
Pero, hay pueblos que no sólo han resistido a esta mundialización de los mercados sino a la opresión
de los Estados centralistas, como son en Chile los pueblos Atacameños y Mapuches. De allí que este
texto es una herramienta para que las nuevas generaciones y particularidades, como varas de
colihues y cuesco de chañar, resistan al monstruo que pisa fuerte. Este texto es una oportunidad para
construir un diálogo; es parte de la gran oportunidad para que sobreviva el crisol de los pueblos que
hacen posible la belleza de la vida, de la contención de las atrocidades de esta viejanueva forma de
Imperio; y, poder así, implementar en conjunto la salvación del planeta.
Arturo Volantines
Septiembre, 2009,
Altos de La Recova,
La Serena.-
Poco me importa, de Andrés Florit: una poética de reacción
La deriva por la ciudad es uno de los fundamentos claros de la modernidad poética. Desde el central
artículo de Baudelaire, El pintor de la vida moderna, de 1863, ese exilio liviano del flaneur, que pasa
despreocupado sobre esa ciudad que se transforma incesantemente, se constituye como una de las
situaciones privilegiadas del artista: ver el mundo, ser el centro del mundo y permanecer oculto al
mundo, tales son algunos de los menores placeres de esos espíritus independientes, apasionados,
imparciales, que la lengua sólo puede definir torpemente.
Sin duda, esa figura del flaneur, algo indolente y con cierta conformación nerviosa que reinvierte toda
su energía en el vicio de la contemplación y la posterior representación de aquella fantasmagoría
extraída de la naturaleza -esa figura no corresponde en absoluto a la para hoy simpática imagen del
escritor que denuncia la injusticia o el carismático iluminado que hace de sí mismo el ombligo de su
concepción del mundo. Por lo mismo, hacerse acompañar de un desasido verso de Pessoa y habitar
conscientemente un lugar de reacción ante la “revolución” posmoderna, son un par de los corajes
detrás de Poco me importa (Santiago: autoedición, 2009), de Andrés Florit (Santiago, 1982), en que el
autor irrumpe desde ya con provocaciones de peso ante las exigencias con respecto a la situación de
la obra literaria. Ante el deber con respecto a un futuro que parece imponer a coros el mundo, el autor
impone otro deber tanto más importante, y por lo demás legítimamente propio del poeta: el
desasimiento necesario y consciente –presente- del artista moderno.
Un índice de esto puede verse en “Tendido sobre la hierba”:
El desasimiento –poco me importa- impone a Florit una definida y provocadora reacción ante una
poesía omnisapiente cuya altura sobre el mundo permita redimir a éste o a sí misma. El consciente
hedonismo sencillo que este poema eleva como enseña dicta, quizás, el programa de la escritura de
Florit: el no saber como gesto consciente, sin nada de inocencia, como punto de partida para la
posibilidad del lenguaje poético. Y esto porque la palabra, y el mismo nombrar las cosas y los seres se
van poniendo en entredicho en una vivencia poética sin el espectáculo estruendoso del demiurgo.
En éste último, este gesto es inicial y constitutivo; en la modernidad poética, conservada en el gesto
reactivo de Florit, el nombrar es prácticamente una necesidad pesada y confusa para la expresión de
esa muerte acumulada en nosotros. El divorcio con el logocentrismo es, entonces, decidido desde la
crisis del sujeto poético (Lo que digo / no soy yo, en “Quién es éste...”), que tampoco encuentra
sosiego en el callar (cfr. “A la vieja usanza”) y a quien la ciudad le pesa como una necesidad en la que
es necesaria la transformación poética. Y más aun si hablamos de una en particular: aquella de las 3
de la tarde, ya sin prisa, en que constituye un pecado corregir la ortografía de los muros -esto es, un
espacio libre de eventos cuya representación o explicación se hace imposible. Tan sólo funcionará
para ello la liviana ambición del croquis, la representación aproximada y conscientemente subjetiva del
plasmador de imágenes.
Esa preferencia por la contemplación conjuga otro perfil para la decidida reacción desde la
modernidad de cara a la crisis del lenguaje y del sujeto. La presencia de las cosas (y hasta la huella
de la presencia de las cosas) aplasta su denominación: la pregunta heideggeriana se diluye ante la
absoluta realidad de lo que se mueve, se desplaza, se va y no deja de indicarse a sí mismo como
pasado, un pasado que logra coexistir y ser presente bajo el sello de la inquietud. No resulta casual ni
inocente, en este sentido, la indicación a The Californians Tale, de Twain.
Una poética con este recurrente vínculo a lo pasado, esta reacción: sería absurda y fuera de lugar si
no encontrara una palabra justa, y ahí radica la virtud final de Poco me importa. La creencia en la
labor poética como una búsqueda de una expresión más precisa de la realidad, que sepa que tiene
una vocación demiúrgica crítica, condenada a la sordera en una época sorda –ésa es la alimentación
ética preponderante en la poética de Florit: Tartamudear es un comienzo. En este sentido, aunque
corresponda recalcar la poca solidez de la obra como totalidad –existen notorias diferencias
estilísticas entre los textos, y se echa de menos un programa que logre unificar el conjunto de poemas-
, queda clara una intención de situar a la creación literaria en la medida justa de su poder o su
impotencia. El poema final del libro es luminoso en este sentido: la obra literaria se inicia en la
escucha más que en la ejecución de melodías.
En un medio literario en que la inquietud política se convierte en central –por lo que salta a ser “tema
de turno”, necesario escalón para aprendices de burócrata-, y en donde se ha legitimado por parte de
un par de poetas de la generación de los 80 invocar palabras con mayúsculas que tan sólo un militar o
un funcionario de los militares habría tenido la cara dura de decir u ocupar burlescamente –para
resumirlo en un concepto, en el fascismo de parodia de la estrategia literaria concertacionista,
instalado a medias y a punta de insolencias de sus agentes cubiertos y descubiertos, uno
definitivamente termina por respirar de alivio ante el increíble hecho de que se siga haciendo poesía
con una real preocupación al cuidado literario. Esta última inquietud, que constituye la necesaria ética
del trabajo literario, no es –como tal vez quisieran los últimos profetas de la avanzada literaria- un
escombro escondido y algo mohoso, como una primera edición de Enrique Lihn o una anécdota (otra
más) de Teillier pasado de copas, sino que revive por propia necesidad, como parte fundamental de la
actividad literaria y condición para su supervivencia más allá de la “transición” y la sofisticada
manipulación instrumental de la actividad poética por parte de moros y cristianos.
Carlos Henrickson
http://henricksonbajofuego.blogspot.com/
por José G. Martínez Fernández.
JOSÉ ÁNGEL CUEVAS, POETA PRESENTE Y ESENCIAL DE CHILE
EL MERCURIO del último domingo, 13 de septiembre, trae una extensa entrevista a uno de los
poetas que más ha mantenido el principio identidad creativa-independencia política.
Él es José Ángel Cuevas, amigo del gran poeta ariqueño Rodolfo Khan, amigo mío y de muchos que
nos hemos decepcionado del juego político de los que ayer abrazaban una causa y hoy la traicionan.
Cuevas es un poeta noble, entendida aquí la nobleza como símbolo de respeto por su hacer y
pensar con honestidad, sin transar y sin alejarse, aunque sea levemente de los principios sociales
que en los sesenta-setenta abrazó.
No sorprende, por ello, que señale en la entrevista que valoriza a aquellos que se quedaron en Chile
en la época oscura de la patria y que ahora sufren la indiferencia de un sistema que ellos, con sus
batallas épicas-utópicas, ayudaron a construir.
La decepción como elemento vital de una Nación que no ha sido reconstruida en afán de justicia es
lo que denuncia José Ángel Cuevas.
Pero no sólo el importante poeta que es él ha estado en esa batalla. Habemos varios desilusionados.
Muchos no conocen a este aeda y por ello nosotros damos una pequeña muestra de su talento con
la publicación de uno de sus poemas.
OTRO AMOR
Un reciente libro, de más de cuatrocientas páginas, que le editó una importante Universidad, sirve
de punto mayor para conocer la gran esfera lírica de José Ángel Cuevas.
ROMEO MURGA,
El canto ensombrecido por el mito
Por
Arturo Volantines
Pero, como los homenajes vienen del ámbito de la literatura, es necesario señalar que se confunde
el personaje con el valor real de su poesía. Señala, en el texto, “Romeo Murga, Obra
reunida”(Ediciones de la Dirección de Bibliotecas y Archivos y Museos, Santiago de Chile, 2003), su
prologuista y recopilador, Santiago Aránguiz Pinto: “…el caso de uno de los numerosos escritores
chilenos a los que se los conoce más por su imagen o representación que por su obra y su legado
literario.”.
El personaje, Romeo Murga está muy ayudado por su muerte prematura; por su relación con Pablo
Neruda; por la apología que hizo Jorge Teillier, que al tratar a Romeo Murga abonó a su propio mito;
por que Copiapó —lugar de su nacimiento— tiene hambre de poetas en el siglo pasado, ya que tuvo
casi ausencia total de éstos, cuando en el siglo XIX fue vértebra de la primera Generación Literaria
chilena. También, anduvo por los ‘70 un poeta sureño, afincado en Copiapó, ondeando la bandera
desteñida del mito del poeta tuberculoso.
En la obra de Romeo Murga no está el vigor de su ciudad natal. En cambio, sí, en otros, como:
Guillermo Matta, Jotabeche; Rosario Orrego, con sus notables textos a Copiapó y a Chañarcillo; el
“Pope” Julio, Valentín Magallanes, Ramón Escuti Orrego y Pedro León Gallo. Sus poemas poco
dicen de Copiapó; hay que hacer un esfuerzo para atisbar que existe alguna relación. En los poemas
a su infancia y adolescencia habla de un “lugar” que no tiene un acento en Copiapó o en Atacama.
Más, parece un paisaje de la región de Valparaíso. El estudioso, Gustavo Boldrini publicó un texto
llamado: “Romeo Murga, poeta quillotano”(El Observador de Quillota, 17 de marzo de 1978) . Igual
sucede con Salvador Reyes, que es claramente escritor antofagastino y que terminó odiando a
Copiapó.
Obviamente, Romeo Murga fue un poeta que tenía una tremenda potencialidad; pero la poesía que
alcanzó a dejar expresada es atisbo de un “exacerbado romanticismo”, —dice, Jorge Teillier—, que
ya iba en la trasnochada cuando despuntaba el creacionismo y otras vanguardias.
Era conservador; escribió contra Marinetti y la vanguardia; admiraba a Anatole France. Cuando sus
compañeros de universidad cumplían funciones diligénciales y políticas, él era un poeta neutro y no
se comprometía con la vida pública.
Se ha llegado a la arrogancia de compararlo con Neruda. Tempranamente, Neruda fue poeta
universal. No se perfila en su obra alguna visión estética o un camino propio; sólo es un legado
parecido al de la poeta vicuñense, María Isabel Peralta, con la cual comparten muchísimas
semejanzas existenciales.
Romeo Murga no tuvo tiempo; tal vez, pero tampoco hay un compromiso con el lugar que lo vio
nacer. En el prólogo del texto “El Canto en la sombra”, publicado por su hermana, Berta
Murga(Editorial Tegualda, Santiago de Chile, 1946), dice, el prologuista Norberto Pinilla, que su
“verbo tiene sentido oscuro, opaco.”. Indudablemente hablamos de una poesía romántica, de poeta
intimista, preocupado de su propio dolor; adolescente sin pretensión estética.
En el poema más difundido llamado “La lejana” se nota una ruta evidente, con imágenes leves y rima
descansada; habla testimonialmente con poética azucarada y espontánea. Es entendible, porque se
trata de un muchacho influido por la atmósfera santiaguina; cargado de vida y promesa; un Martín
Rivas del siglo siguiente.
Me parece más importante, pero que confirma lo anterior, el texto llamado “Clara ternura”, que
apareció en las “Colecciones Hacia” nº 3(29 de julio de 1955, Antofagasta), publicado póstumamente
por Andrés Sabella. Se trata de un capítulo de un texto que escribía Romeo Murga llamado “Alma”.
Son poemas en prosa, de corte romántico; para su amada que conoció, como él mismo dice, en el
pueblo de su niñez. Allí podríamos escudriñar un lugar donde se posa su poesía, pero si bien es
cierto que podríamos aceptar que se trata de Copiapó, en ningún lugar queda expresado.
Escribió algunos meses antes de morir: “En la noche estrellada pienso en nuestro cariño./ Te
recuerdo en mis brazos como una cosa mía./ Veo tu imagen blanca, reconozco a tus pasos/ que
viene lentamente desde la lejanía.”.
En “Clara ternura” también se ve una potente influencia de la poesía francesa de la época; es de
suponer que sus estudios del francés le permitían leer en ese idioma y saborear el romanticismo de
comienzo de ese siglo que agonizaba en Europa. Dice, Santiago Aránguiz, el prologuista: “Es, en
definitiva, poesía hecha de sentimientos y no de experiencia, como afirma Jorge Teillier en su
ensayo “Romeo Murga, poeta, adolescente”, publicado en la revista Atenea nº 395, de enero-febrero
de 1962”. Teillier da muchos manotazos al analizar la obra de Murga, y no comparto para nada su
opinión respecto a la poca importancia de “Clara ternura”.
Pero, también puedo presumir y desear, sobre todo, que esta poesía tenga un hilillo con Jotabeche y
Salvador Reyes. Esta poesía tiene el mayor mérito de confirmar a Jotabeche como el primer poeta
de Copiapó; digo, al salirme del garlito que la poesía sólo se escribe en versos impuestos de un
idioma impuesto. Esta prosa dulzona tiene algo del “pajarete” atacameño.
Es justo homenajear en Atacama a Romeo Murga. Pero, lo que no me parece justo es que se deje
en el olvido a poetas mucho más importantes. Aún peor, que a Romeo Murga no se le lea ni se le
estudie; que se hable del poeta atravesado por tantas circunstancias externas a la obra. Confunde
ese hablar demasiado de las circunstancias de su muerte, de su relación con otros poetas y como
pozo de adolescentes que quieren ser poetas. No se habla de la obra de Romeo Murga. Se debe
realizar un simposio para contextualizar su obra, entre otras obras de autores atacameños.
Me parece que no se valora el arte; se valora el evento, sine qua non de los tiempos que corren. Se
sepulta la poesía del poeta, para realizar honras fúnebres al tótem.
Poetas jóvenes y liceanos (Jornada de fomento a la lectura, Más allá de las letras. Arica)
Escrito por Rodrigo Ramos Bañados
Arica mantiene una respetable comunidad poética. Son varios los grupos en plena actividad con
debate, crítica como a través de publicaciones. Destaca la agrupación MAL. A estos se debe sumar la
labor de difusión que desarrolla el escritor y académico de pedagogía en castellano de la Universidad
de Tarapacá, Daniel Rojas Pachas (Lima, 1983), a través de la revista electrónica "Cinosargo". El
grupo MAL, el taller de cómic Engranaje y Daniel Rojas Pachas (autor del poemario Gramma), con el
apoyo del Consejo de la Cultura de Arica organizaron la jornada de fomento a la lectura "Más allá de
las letras". Uno de los aspectos más relevantes de esta iniciativa que se desarrolló en Arica –y donde
asistí como invitado por la novela Alto Hospicio, Quimantú 2008- fue el puente entre los escritores y
los estudiantes de educación media, en este caso del Liceo Domingo Santa María de Arica. De esta
manera un grupo de poetas jóvenes compartió su experiencia en la literatura.
Los poetas también leyeron sus trabajos a los escolares. La conexión fue mutua. Al final los escolares
se atrevieron a leer sus poesías escritas en cuadernos. Lo anterior provocó la presencia de un grupo
de los liceanos en una charla posterior sobre cómic y nueva narrativa nortina que se llevó a cabo ese
mismo día, pero en la tarde, en la Universidad Santo Tomás de Arica. Esto demostró la validez de
sacar a pasear la poesía por lo liceos pues se desmitifica –los estudiantes no se encuentran con el
poeta estereotipado de boina ni con las rimas de Gustavo Adolfo Bécquer-.
En esta misma línea se discutió en un foro que se llevó a cabo en la Universidad de Tarapacá, y que
contó con estudiantes de pedagogía en Castellano, sobre cómo los profesores de lenguaje deben
incentivar la literatura en los escolares.
Se habló de docentes actualizados o contextualizados. Es decir, profesores con un bagaje literario
cercano a las nuevas generaciones con la intención de que los estudiantes le tomen el gusto a la
literatura. Tal vez la génesis de la tirria a la literatura de algunos esté también en la absurda idea de
algunos docentes de que los niños se aprendan poemas de memoria y los reciten ante sus
compañeros con la posibilidad de olvidar alguna parte y el efecto de la vergüenza y posterior trauma.
Por esto resulta interesante la conexión entre poetas jóvenes y los liceanos pues cumplió al momento
de abrir vocaciones y sumar lectores
Los Rasgos Posmodernistas en El Pájaro Verde de Juan Emar
Por Violeta Valencia / Carolina Opazo
Álvaro Yáñez Bianchi, más conocido por el seudónimo Juan o Jean Emar, nació en Santiago de Chile
de 1893 y murió en la misma ciudad el 8 de abril de 1964. Fue un escritor, crítico de arte y pintor,
máximo exponente local de la vanguardia literaria de las décadas de 1920 y 1930 en el género
narrativo, e integrante del colectivo de artistas plásticos Grupo Montparnasse. Sus obras más
destacadas son la colección de cuentos Diez, las novelas breves Ayer, Un año, y Miltín. Tras la
indiferencia de público y crítica frente a sus libros, el autor desapareció de la escena artística y se
dedicó casi exclusivamente a escribir la extensísima novela Umbral.
Su libro “Diez” habla siempre en primera persona y desde el yo, Juan Emar, se involucra con el texto.
Además se observan fenómenos como la alusión constante a colores y a distintas expresiones
artísticas en su escrito. Sus obras llenas de elitismos y de burlas satirizan la realidad de sus
contemporáneos. Así usa rasgos posmodernistas en su narración que lo hacen un ser incomprendido
en su época.
Desde los rasgos narrativos posmodernistas el escritor usa técnicas como la metanarratividad, el
doble código y la ironía intertextual. Por medio de éstos analizaremos el cuento “El Pájaro Verde”
perteneciente al libro “Diez”. Entendemos por estos rasgos:
Primero, la metanarratividad se define según Genette como la metalepsis del autor, es cuando el
narrador extradiegético (que está fuera de la historia que se cuenta), o sea, el autor implícito de la
novela, rompe el flujo de la narración y apela al personaje o al narratario. De este modo, el autor
implícito se introduce en la narración y se vuelve parte de la historia.
En segundo lugar entendemos por doble código lo que Jencks señala “las obras postmodernas se
dirigen simultáneamente a un público minoritario de elite usando códigos ‘altos’ y a un público de
masas usando códigos populares”.
Finalmente, partiendo del concepto del doble código podemos decir que la ironía intertextual es
cuando el autor selecciona a los lectores y lo prefiere intertextualmente enterados, salvo que no
excluye a los menos preparados (Daniel Rojas). Desde esta perspectiva juega con la burla de
aquellos que tienen un punto de vista más amplio.
Ahora bien la metanarratividad en el cuento “El Pájaro Verde” se aplica en dos niveles, el primero
desde un narrador omnisciente que es quien cuenta la historia. Este narrador se introduce por primera
vez en el cuento cuando dice “en abril de ese año llegaba yo a Paris” acá hay un claro diálogo con el
lector y se irrumpe la linealidad del cuento sobre el paradero del pájaro Verde.
Además, a través de él explaya el fluir de su consciencia convirtiéndola en un baile, en música y la
canción “Yo He Visto Un Pájaro Verde”. Sus pensamientos y su crítica pertenecientes a su
conciencia reflexiva dirigen la visión del lector.
En el segundo nivel nos encontramos con el propio autor, cuando se introduce la oración: “¿El señor
Juan Emar, si me hace el favor?”. Aquí ya no hay un narrador omnisciente sino que va más allá,
pues el propio autor se introduce en el cuento rompiendo todos los límites que impone la diégesis.
Ahora bien en cuanto al doble código el autor utiliza constantes recursos que van dirigidos hacia un
público de elite y hacia un público popular, sobre todo a referencias históricas y lugares específicos,
tales como: “La Gosse a la desembocadura del Amazonas”, el nombre en francés de la goleta y el
código popular es el río Amazonas.
Otro doble código es cuando nos cuenta que nace el loro el mismo día en que “fallecía el más
grande de todos los emperadores, Napoleón I” y, más adelante, siguiendo la lectura nos cuenta
como Henri-Guy pinta al pájaro ya muerto y embalsamado y que estando él en Francia nombra un
hecho histórico en Valparaíso y Santiago de Chile. Entonces, no tan sólo se conecta con la historia
universal, sino que con la historia popular y nacional.
También hay un doble código al designar los nombres de la plantas y árboles, pues algunos son
populares y otros son científicos. Además es posible nombrar cuando dice: “el Palermo de la ya
mencionada Rue Fontaine, donde entre dos músicas de negros, una orquesta argentina tocaba
tangos arrastrados como turrones”. En esta frase se expresa que se encuentran en una calle de
Francia, sin embargo, se tocan tangos populares en Latinoamérica.
Hasta aquí el autor demuestra un doble código constante en las distintas artes, haciendo una
conexión irónica o burlesca de ellas. De este modo habla de la escritura y los escritores naturalistas,
de la pintura, de naturaleza muerta y de la música. Por consiguiente la obra en general tiene un
doble código que se presenta en el “Pájaro Verde”, pues el mensaje popular es el de la historia de
un loro; el mensaje de elite, no obstante, nos transmite como una de sus posibilidades que éste en
realidad es un símbolo del arte.
Expresión estética que está cambiando de paradigma y, dicha
transformación, se evidencia cuando el loro mata al tío José
Pedro, siendo éste símbolo de las antiguas artes y al mismo
tiempo de ideas antiquísimas que el nuevo pensamiento debe
derribar. Podemos decir principalmente que el ave simboliza al
arte, porque a través de él se transmiten todo tipo de
sentimientos, desde el principio cuando dice que “Monsieur le
Docteur Guy de la Crotale”, era un hombre extremadamente
sentimental y sus sentimientos estaban ubicados ante todo en
los diversos pajaritos que pueblan los cielos; siendo éste quien
se roba al pájaro verde, el sentimentalismo se encarna en el loro.
Esto último se puede observar también cuando el autor describe que en Francia el pájaro disecado
mira hacia un cuadro de Baudelaire, quien fue un poeta maldito ícono del simbolismo y además
pintor. Y cuando Juan Emar llega a Chile está observando una figura de Arturo Pratt, héroe patrio, lo
cual tiene una clara connotación en los tipos de arte y pensamientos que existían en ambos
continentes. Es así como este arte que se revela y cobra vida se presenta en todo el cuento, ya que
el escrito se organiza y se constituye como un doble código.
En cuanto a la ironía intertextual va muy ligada al concepto de doble código, porque de esta forma
una de las principales ironías intertextuales se señalan en los distintos nombres de la familia, pues
son muy largos y extremadamente difíciles de pronunciar; lo cual alude a una crítica de la clase
social burguesa y, al mismo tiempo, a aquellos escritores que se expresan en francés. Asimismo los
complicados nombres otorgados a los árboles y la forma de descripción cronológica es una clara
burla a los escritores naturalistas, quienes promueven la cientificidad en todos los ámbitos de la vida.
Así también podemos mencionar la exactitud del tiempo de muerte del tío José Pedro y el lenguaje
explícito que se usa en un principio, donde se describe con precisión cada lugar y momento de la
expedición.
Precisamente ahí el autor nos presenta una ácida reflexión respecto a su concepción de los sabios,
la cual siempre es dudosa diciendo: “ignoro totalmente sus méritos… y de la sabiduría no tengo ni la
menor noción”; lo cual da paso a otra crítica al naturalismo, filosofía que pretendía establecer un
control exacto de la vida, intentando obviar los sentimientos propios del ser humano. Una ironía
intertextual que al mismo tiempo es un doble código es la alusión al lenguaje en dos momentos:
primero, cuando toda expresión, sentimiento o idea se puede reducir a “Yo he visto un pájaro verde”
y desde allí crear una nueva forma de expresión. En la segunda, es cuando el ave comienza a
picotear al tío José Pedro y se produce un diálogo entre Juan Emar y el loro, que con cada pequeña
destrucción se va acortando cada vez más hasta llegar a la muerte del tío y el lenguaje se
desconstruye completamente y se convierte en nada, mejor dicho, quedan sólo gestos.
En consecuencia, se identifica una lucha interna entre el ser social y el individual, la cual simboliza
que este arte se identifica con una expresión estética más universal y no sólo con una cultura e
idioma determinados. En cuanto a la ironía intertextual a través de este desarme se rompen todas
las estructuras que encadenan al ser humano con la ciencia y lo objetivo y la frase se va disolviendo
en una clara demostración de que las estructuras de mundo y los distintos paradigmas están siendo
derrocados.
En síntesis, el cambio de la forma de narrar en principio como una historia cronológica y luego
derivar a una historia surrealista es una muestra del cambio que ha tenido el arte y toda forma de
expresión al verse ahogada por estructuras rígidas y prefijadas. Asimismo como el pájaro que nace
en América y es llevado a Europa por un naturalista francés. Allá muere y es embalsamado, y,
posteriormente, es devuelto a América por medio de un chileno. Evidenciando así la
retroalimentación que existe en respuesta a todas las implicancias de la modernidad. Debido a ello,
este viaje es el mismo viaje interno que se puede producir en los sentimientos al utilizar técnicas
naturalistas rotas en pro de la expresión humana. Puesto que dicho elemento es el que da paso al
postmodernismo, si utilizamos la mirada de Octavio Paz, quien manifiesta esta etapa como la
evolución del modernismo. Finalmente, hay que decir que este tipo de escritura para los años 20’
era muy incomprendida, sin embargo, estas técnicas narrativas de escritura hoy son válidas y
consideradas rupturistas, pues en ellas se encuentra un punto de vista más amplio en la forma de
ver y expresar al mundo.
F in d e s ig lo , n u e v a p o e s ía c h ile n a d e lo s 8 0
P o r A n it a M o n t r o s is
Julián Gutiérrez (antologador), Editorial Ventana Abierta, Santiago, 2009, 309 páginas.
Toda antología tiene su riesgo y es arbitraria, toda antología es necesaria y discutible, porque nunca
están todos y no siempre los que deberían estar, pero sin duda es un aporte ineludible para la
memoria de las letras. De Armando Roa a Víctor Hugo Díaz, de Isabel Gómez a Leo Lobos, el
antologador une a 28 autores de la promoción Post-87, nacidos entre 1959 y 1967, que comienzan a
publicar a partir de 1987.
Este libro es una muestra poética situada en la posmodernidad. Los versos van desde lo marginal a
lo cotidiano, desde lo propiamente urbano a lo rural, desde un mundo interior que se cuestiona a
otro netamente social, donde todas las miradas juegan un papel importante con las imágenes y con
las distintas voces que se pierden y se reencuentran en una ciudad bastante herida. Cada poeta
tiene su propio estilo, su propia sensibilidad y visión que si bien es cierto es distinta una de otra, en
cierta medida, estás se unen para toparse con la memoria política, social y literaria de un país.
Prueba de ello radica en la creación poética, en la propiedad del discurso, un discurso que cuida la
forma y la construcción textual, una voz que se preocupa de la situación económica y política, una
voz que habla del sujeto degradado y de la resistencia, así como también aparece e intenta
recuperar las preguntas y las criticas. Finalmente aparece la palabra situada en la zona sur, una
palabra que asume su propia identidad cultural.
La presente antología intenta dar un testimonio de una de las realidades escritúrales activas de
nuestra literatura chilena, una generación que había quedado perdida por la clasificación de la critica
dentro de un campo fuertemente en disputa. Un grupo de poetas nacidos en el trascurso de los 70,
su educación desarrollada en dictadura y sus primeras obras a fines de los 80, todos con más de 20
años de trayectoria y todos con al menos dos publicaciones. Todo lo anterior es el resultado que los
asienta en una plataforma con ciertas características homogéneas que dan fe a esta antología.
Fin de siglo tiene la cualidad de producir una poesía autentica, coherente, reflexiva, sólida,
testimonial y preocupada de la estética.
LAS PLAYAS CRUCIFICAN
(En homenaje a un pequeño espacio oceánico que fue y ya no es)
Me pregunto si los días que transitan por las venas del ser humano están relacionados con brumas,
con oídos, con aquellos fierros que se esconden en la parte trasera de la casa. Me pregunto, por
otra parte, si cuando volvemos a cosas antiguas no se nos entrometen todas las tristezas de lo
inconcluso.
Porque hablar de asuntos pasados tiene el sabor de playas abandonadas. Tiene la penosa historia
de seres que estuvieron ahí y que se fueron por el riguroso cambio planetario. Es decir, lo que fue
ya no es.
Hoy hablaré de la “Playa de Abajo”. Curioso nombre para una playita que en la amplitud del mundo
es un grano de arena. Hacerla grande de nuevo, es como elevar la potencia de una foto digital.
Tanta vida depositada sobre el colchón de la nada.
Aquella playa donde la gente maniatada por el sol del desierto salía a refugiarse en esas olas que
venían y se escondían en medio de rocas.
Recuerdo cuando mujeres y niños y personas de todas las edades salían a ese diminuto lugar. Iban
como guerreros a batalla con sus quitasoles, con bolsas donde albergaban de todo. Y ese todo
estaba relacionado con alpargatas, calzoncillos, calcetines y un cuanto hay para doblegar esos
soles del desierto chileno.
Iban todos caminando a “La Playa de Abajo”, viajeros de a pie que se desplazaban por las calles del
legendario Iquique. Paisanos que olían a tiza, a ropa planchada con artefactos de a carbón. Con
camisas que eran de todos los colores, los colores de la pampa, aquellos amarillos y verdes y rojos.
Y zapatos color negro que nunca se sacaban, sólo cuando las mujeres suplicaban estar en la “Playa
de Abajo” y que por respeto a ella había que desnudarse. Iban todos caminando de a pie como la
cabalgata de Pedro de Valdivia auscultando a los originarios de nuestro continente. Iban todos
altivos, deseosos, los domingo precarios que tenían fragancia a ninguna fragancia.
Iban todos caminando. Era una caravana. Parece que se ponían de acuerdo y hasta salían a la
misma hora.
Aquella playa era diminuta. Especie de roquedales que se entreveraban con las olas, un islote que
parecía de gran lejanía y que a la larga simbolizaba siete metros más allá de la orilla. Pero todos
eran felices en ese reducto. Se sentían allegados al más grande de los océanos del mundo. Y no
había más que ese sitio, era el mar de todos los mares.
Las mujeres vestían de una forma distinta. Ya no eran las señoras de todos los días, aquéllas que
iban a comprar verduras al mercado municipal, las que llegaban a las 11 de la mañana sudando con
las bolsas pesadas del vital alimento, las mismas que por las noches esperaban a sus maridos
traqueteando en esas miserables casas olor a ropa y a petróleo.
Era el domingo, aquel día fome donde las nubes siempre fueron las mismas, donde desde las casas
salían aburridas melodías y las calles se encontraban siempre vacías, sin olor a humanos, sino más
bien a soledad eterna. Era el domingo aquel en donde las gaviotas curiosamente ya no estaban en
el cielo, sino posadas en los roquedales de toda la costa del puerto, como diciendo que ese día y
todos los demás domingo, según lo había establecido la naturaleza, la fomedad se haría eterna. Era
el domingo, insisto, de la pereza humana, el cementerio eterno en los ojos de un anciano.
Esa diminuta playa tenía la belleza de todas las bellezas. Las carpas, cientos de carpas que se
erigían sobre la arena. Y estaban ahí todas las mujeres del mundo, con todos los hombres del
mundo, entregando el alimento que habían preparado en jornadas bellas y difíciles. Estaban los
panes con tomates, con atún, los que llevaban paltas con picadillos de cebollas. Eran las tardes del
sabor a amor por la tierra.
La “Playa de Abajo” parecía sonreír por tantas visitas. Parecía gozar con tanta pobreza acurrucada.
Al paso del tiempo diminutos empresarios instalaron parlantes, pusieron tuberías en los contornos,
levantaron caseríos sobre las rocas. Los fecales de las instalaciones improvisadas hicieron que un
pulpo pequeño que vivía en una poza emigrara mar adentro.
Las gaviotas, los pelícanos que se detenían en el islote, lugar donde sólo los niños valientes
llegaban alardeando proeza, volaron por tanta bulla de parlantes.
La diminuta fue creciendo y se transformó en un terrón de azúcar circundada por cientos de
hormigas. Y entonces los pampinos que descubrieron el sitio se encontraron de repente rodeados
por miles de rostros distintos que venían desde otras poblaciones.
La bulla estropeó los arenales, las cañerías empezaron a invadir las rocas, las banderas taparon la
risa. El olor a fritanga reemplazó a los panes con cebolla y palta. Los niños ya no conversaban con
los niños, porque sus voces no se escuchaban en medio de tanta cumbia nortina.
Más tarde, la legendaria se sintió menospreciada. Parecía que ella había nacido sólo para albergar a
los pampinos que la descubrieron, aquéllos que salían de sus casas de la calle O’Higgins.
Y entonces la tristeza invadió los puntos cardinales de Iquique, el puerto pobre de la década del 60,
aquel aprisionado por el inmenso cerro de la Cordillera de la Costa.
La tristeza, la misma heredada por todos los chilenos que viven y se desangran en esta larga
geografía del “Finis Terrae” como bien lo define Joaquín Edwards Bello: “Estamos colocados al pie
de un abismo, limitados por un desierto al norte y las desoladas montañas de nieve al sur; por frente
un océano sin fin, y a nuestras espaldas una cordillera cuyo solo aspecto produce espanto espiritual.
Nos sentimos asaltados por el poder aterrador de lo infinito más que ningún otro pueblo de la tierra”.
Entonces, de repente, las aguas comenzaron a subir de nivel. Aquéllas que antes se abrían de
brazos para los descubridores, de improviso lanzaron latigazos. De la noche a la mañana fue
desapareciendo el islote, los hoteles de los empresarios diminutos de la época cayeron al mar, las
cañerías se doblaron como un alfiler y las cumbias nortinas se silenciaron.
“La Playa de Abajo” fue aplastada por las olas y no quedó nada sino mar, olas que entraban y
entraban. Y el cielo se fue opacando, y los panes de palta con picadillos de cebollas quedaron en los
recuerdos de la gente.
Los años pasaron presurosos y los que recordaron la “Playa de Abajo” se fueron al cementerio, sólo
desde allí siguieron soñando los domingo.
Más tarde, mucho más tarde edificaron un gran edificio frente a ese mar embravecido. Era el edificio
de la nueva Intendencia Regional. Desde esos pisos se podía mirar sólo el mar. Nadie supo que allí
existió esa playita. Quedaron en la arena las pisadas de los que la bautizaron. Los mismos que
desde el cementerio guiñan sabiduría del pueblo.
Obra pictórica exclusiva para esta crónica de la pintora chilena Luisa Ayala Pinochet
EDITORIAL CINOSARGO ©