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Naturalización epistemológico-ontológica de la

antropología1
“Decir que cada cosa está dotada de una cualidad oculta por la cual actúa y produce efectos
manifiestos, equivale a no decir nada; pero derivar de los fenómenos tres o cuatro principios
generales de movimiento, y acto seguido explicar de qué modo se deducen de estos
principios manifiestos las propiedades y las acciones de todas las cosas corpóreas,
sería dar un gran paso”.
Isaac Newton

“Cuanto más abstracta sea la verdad que enseñes, más necesidad tendrás
de concentrar todos tus sentidos en ella”.
F. Nietzsche

(Coloco aquí un epígrafe y su contraparte, el contraepígrafe es, por supuesto, el de Newton)

El surgimiento de la ciencia y la filosofía: el pensamiento objetivo

El tema tratado arriba se enlaza directamente con el que trataré aquí, especialmente el
surgimiento de la democracia a través del arribo de la cosa pública, ya que cuando los
asuntos de la comunidad se volvieron públicos en las ciudades-estado, y el hablar de
ellos fue parte de la praxis cotidiana del vivir, el emocionar que hace posible el pensar
objetivo llegó a ser el punto de partida para la filosofía y la ciencia entendidas como dos
modos de pensar y tratar el mundo de las experiencias. El doctor Maturana entiende por
pensamiento objetivo “el pensar que trata a los objetos que surgen en la experiencia del
observador como si ellos constituyesen entidades y procesos con existencia de su
hacer”.2
Ahora bien, en un comienzo Maturana no hacía la distinción entre filosofía
trascendental (en tanto independiente del observador), y filosofía natural (en tanto
ligada a la operación de distinción). Sin embargo distinguía entre filosofía y reflexión
filosófica. Todos hacemos reflexión filosófica en cuanto miremos los fundamentos
desde donde hacemos lo que hacemos, y quien hace teoría filosófica al apegarse a
principios en vez de a la experiencia, hace filosofía. En este texto usaré la distinción
entre filosofía trascendental y filosofía natural. Sin embargo, y como veremos más
adelante, filosofía natural no es la filosofía dedicada al estudio del entorno natural.
Aclarado lo anterior podemos continuar.
La ciencia y la filosofía trascendental, en tanto modos de pensar y tratar con los
fenómenos de la experiencia, difieren en lo que las distintas personas quieren hacer en
sus relaciones al hablar de ellos. Es decir, no son en sí, sino al igual que las
explicaciones, son en primer término relaciones interpersonales. En la cultura matríztica
los objetos son lo que son en la trama relacional en la que surgen al ser distinguidos,
pues en tal cultura el orden de las relaciones interpersonales no se funda en relaciones
de autoridad y obediencia, es la época y el ámbito de una filosofía natural primigenia y
espontánea. Por el contrario en la cultura patriarcal, los objetos son lo que son
especificados desde la autoridad de quien los trae a la mano, esto es, son en sí mismos,
ya que en el patriarcado las relaciones interpersonales se fundan en la autoridad y la
1
Este texto es un fragmento de la Tesis de licenciatura: “Fundamentos para una etnohistoria de las
culturas matristica y patriarcal.” 2004. ENAH, México.
2
Ibid., p. 56.
obediencia, es el ámbito de la ideología y la legislación. Sin embargo hay que entender
que en ninguna de estas dos culturas las conversaciones objetivantes forman parte de su
praxis cotidiana del vivir. Estas surgen como praxis cotidiana en el proceso de
objetivización de los asuntos de la comunidad que trae a la mano a la democracia en el
Ágora de las ciudades-estado griegas. Y esta práctica de objetivización llega a ser
característica de muchos tipos distintos de conversaciones entre los ciudadanos, y
genera el dominio de posibilidad para llegar a argumentar en otros aspectos de la vida
en términos de objetos.3 En este proceso, los dos modos de relacionarse en la acción,
propios de los aspectos patriarcales y matristicos de nuestra cultura patriarcal europea,
empiezan a participar en la objetivización de un modo distinto. En la disposición
matristica el objeto no tiene una identidad per se que imponer ya que es lo que llega a
ser según como es usado, surge en la relación que lo constituye en la distinción. Y como
el objeto surge como distinción en una comunidad no centrada en la autoridad, es el
consenso de la comunidad en relación a algún propósito de ella lo que especifica lo que
será el objeto o proceso distinguido y no éste en sí mismo. En este filum del pensar
objetivante, la participación en el convivir, como la forma de vivir y convivir que da a
los objetos y procesos su existencia, es lo que lleva a la forma de validación operacional
que permite la reflexión y el explicar científico en tanto manera sistémica de dar cuenta
de los fenómenos de la vida cotidiana.
Por otra parte y en contraste, desde la dimensión patriarcal del pensar objetivante lo que
manda y especifica es la autoridad, y los objetos y procesos distinguidos son lo que son
desde si mismos, y son autoridad para todo lo que tenga que ver con ellos desde la
operacionalidad de sus propiedades y caracteres intrínsecos. A consecuencia de lo
anterior, el control, el poder y la obediencia, desde este filum del pensar objetivante,
deberán prevalecer cueste lo que cueste y surgen así principios explicativos
independientes del observador que, como herramientas de dominación a través de la
razón, traen a la mano el explicar filosófico trascendental como un explicar lineal causal
constituido sobre verdades innegables.4
Por supuesto que hay muchos filósofos que no se movían, en general, desde el aspecto
patriarcal del pensar objetivo, como Sócrates por ejemplo, pero ya desde los pre-
socráticos las explicaciones se empiezan a formular desde la perspectiva del ser de los
objetos. Además hay que recordar que este es un proceso muy lento, en el mismo
Aristóteles encontramos aún un trasfondo mitológico para muchas de sus reflexiones
objetivas. Por otro lado hay que aclarar que Maturana es plenamente consciente de que
lo que llamamos ciencia en la actualidad es diferente a la ciencia en aquellos días, en la
historia del pensamiento de occidente la palabra ciencia ha sido usada en la antigüedad
para referir cualquier conocimiento cuya validez puede ser especificada con
fundamentos metodológicos, sin importar en qué dominio de fenómenos es sostenido. Y
en la actualidad se entiende por ciencia cualquier dominio de conocimiento que recibe
su validez del llamado método científico. Lo que hoy entendemos por ciencia está
estrechamente ligado al resurgimiento y reestructuración de la universidad en el siglo
XIX en Europa occidental y Norteamérica, institución que como la conocemos hoy fue
gradualmente difundiéndose por el resto del mundo durante un siglo y explosivamente
después de 1945.5 Lo que hoy llamamos “artes y ciencias” se impartían dentro de una

3
Ibid.

4
Ibid., pp. 56-57
5
Ver: Abrir las ciencias sociales. Comisión Gulbenkian para la reestructuración de las ciencias sociales.
I. Wallerstein, coord., Ed. Siglo XXI, México, 1996.
misma Facultad de Filosofía en el siglo XVIII. Y por ese tiempo fue cuando se
cristalizó una separación profunda en el mundo del saber, el mentado “divorcio” entre
ciencia y filosofía, que algunos han llamado, las dos culturas (hoy incluso se aboga por
una tercera cultura). Es cierto que esta separación fue excepcional, nunca antes vista, sin
embargo esto es así en términos de la conciencia de la diferencia pragmática entre
filosofía y ciencia pero la diferencia operativa ya existía desde que surgen ambas en
Grecia. La diferencia estaba en que ahora cada bando despreciaba explícitamente al otro
e incluso se desaprobaban como portadores de un saber irrelevante, y en las acciones
concretas y parcelarias dentro de la universidad.
Volviendo a nuestro asunto: “Yo pienso que los ciudadanos griegos se hacían estas
reflexiones cuando la democracia comenzó a sucederles en su vivir cotidiano, lo que yo
afirmo es que su emocionar se movía de esa manera, y que como resultado de ese
emocionar surgieron las dos maneras de argumentar que aún distinguimos hoy con los
nombres de ciencia y filosofía. Además yo también sostengo que como consecuencia
del distinto emocionar que implican estas dos maneras de argumentar, resultó el
establecimiento de los dos dominios de acciones básicamente diferentes que son la
ciencia y la filosofía como dominios de explicaciones, es decir: el dominio de las
acciones de la ciencia como un dominio de explicaciones validadas a través de la
coherencia de las experiencias del científico, y el dominio de las acciones de la filosofía
como un dominio de explicaciones validadas a través de su coherencia con la
conservación de los principios básicos que el filósofo mantiene”.6
Como vemos, para Maturana la práctica del pensar objetivo surgió con la democracia
inmerso en un comienzo en medio del carácter autoritario de nuestra cultura patriarcal
europea, la cual aún permanece por cierto, y en tanto el pensar objetivo permaneció
normativo, aún permanece del mismo modo, por ejemplo, en la política en el centro de
la vida democrática y en muchos aspectos del vivir y convivir fuera de ella, y constituye
el pensar ideológico y el explicar filosófico trascendental. A resultas de lo cual lo que
predomina ya desde el origen del pensamiento europeo moderno (con el origen de la
democracia griega), es justamente el uso normativo de teorías filosóficas que dan cuenta
de la experiencia humana a través de principios explicativos que se juzgan como
trascendentalmente válidos a priori, o por medio del uso de la razón bajo la forma de
teorías filosóficas de tipo político, religioso o moral y que se fundan en verdades
aceptadas a priori como evidentes e incuestionables.7
Muchísimas han sido las nociones fundamentales y los presupuestos explicativos que
han sido usados en esta historia del pensar objetivo en el seno de teorías filosóficas
diferentes como si revelaran aspectos objetivos innegables de una realidad en sí,
trascendentalmente independiente del observador y mayor o menormente cognoscibles
y que han sido usadas para fundamentar todo tipo de cosas y acciones, desde el agua
como el principio genésico propuesto por Tales de Mileto, hasta la complejidad y el
caos, pasando por el fuego, la materia, dios, la producción y la conciencia, entre otras.
En esta historia, el pensamiento matríztico que está a la base de la objetivización no
normativa y que constituye el fundamento del explicar científico, ciertamente no se
desarrolló sino parcialmente, desarrollando a lo largo de siglos pequeñas islas aisladas
cuyos sistemas explicativos operacionalmente validables, permanecieron sujetas o
subordinadas comúnmente a las normas de doctrinas filosóficas que pretendían
incluirlas y darles validez. El caso de la medicina es un ejemplo claro, también el de la
geografía, la náutica y la que hoy en día llamamos astronomía. “De hecho, aunque la
6
Ibid. p. 57.

7
Ibid.
posibilidad de la ciencia como una manera relacional y operacional de reflexión y
explicación surge con el suceder de la democracia, ésta no se desarrolla propiamente
hasta mucho más tarde en la historia de la cultura patriarcal europea. Y cuando la
ciencia de hecho se desarrolla, lo hace de una manera fundamentalmente contradictoria
con el pensamiento patriarcal que siempre intenta, ya sea usarla de una manera
normativa, o subordinada a la filosofía”.8
De hecho, parecido pasó con la democracia que fue lanzada al olvido durante siglos
antes de “resurgir” en la modernidad. Pero esto no debería sorprender pues ambas,
ciencia y democracia, son rupturas neomatristicas en la red de conversaciones
patriarcales y ambas enfrentan continuamente una oposición patriarcal que las destruye
a veces totalmente, a veces en parte distorsionándolas al sumergirlas en una especie de
formalismo filosófico jerárquico. De hecho podemos ver este proceso a lo largo de todo
el desarrollo del pensamiento científico moderno, donde los intereses patriarcales
encarrilan el hacer científico dentro de una carrera tecnológica de fines imperiales y
comerciales. Tanto es así que hoy en día es común que la gente no especialista hable de
la ciencia como un agente del sistema, o se la sataniza como una práctica imperialista,
muy en contraste con la optimista percepción modernista del último siglo y medio. Este
movimiento cíclico de ruptura matristica y reconquista patriarcal ha dejado su huella en
la historia humana como un proceso de muy larga duración que se extiende a todos los
ámbitos del vivir cultural, impregnado el imaginario de todas las sociedades que
participan de este conflicto básico, tema, el de este “eterno” retorno, que profundizaré
en el próximo capítulo.
Unas palabras finales sobre la filosofía natural. Lo que propone en la actualidad
Maturana junto a Dávila es que en el origen matríztico la forma de vida especificaba un
pensar fundamentalmente sistémico donde los objetos y procesos surgían en la relación
en que se los distinguía, pero ciertamente de una forma inconsciente, y esa forma de
pensar atribuible al ancestral, anónimo y anacrónico grupo de los pre-presocráticos, es
lo que llaman filosofía natural. Sin embargo hay que aclarar que esa es una filosofía
natural primigenia e inocente, en la actualidad la filosofía natural es inevitablemente
una neo filosofía natural que no surge inocentemente sino con clara conciencia de los
fundamentos epistemológico-ontológicos e histórico-culturales de su propia
constitución. Pero así como la democracia es un modo de vida neomatristico siendo
constitutivamente isomórfico a la matristica en tanto red de conversación, la antigua y la
moderna filosofía natural son fundamentalmente iguales como modo de pensar. La
diferencia está en que en la antigüedad no se pudo nunca llegar a contestar las preguntas
que surgían en la convivencia desde la mirada del hacer del observador en términos
formales, aunque sí indirectamente a través de un lenguaje de la acción o del devenir. Y
esto básicamente porque igual que en oriente, se aceptó siempre un fundamento
místicamente trascendente como fin o principio último de todo, ya que no había cómo
acceder a los fundamentos biológicos y culturales de lo humano. Lo cual en última
instancia llevó a realizar las explicaciones en términos del ser. Lo que se explicó en el
marco teórico de los dos caminos explicativos básicos, generadores de dos dominios de
existencia fundamentales, está enlazado con todo esto por supuesto, la pregunta por el
ser, que es la que ha guiado la historia de la filosofía trascendental en occidente y en
oriente, surge del pensar objetivamente normativo, y la pregunta por el hacer, por la
praxis del vivir del observador, tiene que ver con la reflexión y explicación no
normativa propia de la ciencia. De aquí la importancia de la propuesta de Maturana de
poner entre paréntesis la objetividad al apoyarse ya no en el mundo objeto sino en el
8
Ibid. p. 58.
hacer del observador de una forma que permite dar cuenta tanto del surgimiento del
observador en términos ontológicos como de toda esta historia del pensamiento, y en
último término la importancia de proponer el cambio de pregunta básico inaugurado con
la filosofía natural moderna junto a Ximena Dávila.
Ahora revisaré en concreto la propuesta de Maturana sobre la identidad de la praxis
científica desde la vía de la objetividad entre paréntesis, que permite reformular y
redescribir en qué consiste el método científico si éste no se basa en la objetividad sino
en la validación operacional y consensual de una comunidad de observadores tipo.

Lo científico de la ciencia:
Explicaciones, criterios de validación y validación consensual

Aun si Maturana no hubiese incursionado en el ámbito de lo humano, podríamos


empezar el camino de la naturalización de la antropología tomando en serio su
explicación de las explicaciones científicas, que necesariamente involucra la naturaleza
biológica del observador. Ahora bien, ciertamente esta es una forma de entender la
ciencia que permite, y ha permitido, naturalizar cualquier disciplina científica en la
consideración de la biología del observador tipo que es el científico en tanto ser vivo.
Quiero recalcar que Maturana no está inventando una nueva forma de hacer ciencia ni
explicitando un nuevo método científico, como vimos en el marco teórico, lo que él ha
hecho es distinguir en qué consiste el método científico desde la pregunta por el hacer
del observador. Lo cual por cierto trae enormes cambios a la mano pues, para empezar,
libra al hacer científico del gravamen, del peso, de la pretensión de objetividad como
algo inherente al método científico, y es justamente la paradoja de la oposición
objetivo-subjetivo lo que nos ha llevado, en mi opinión al menos, al callejón sin salida
de la posmodernidad científica.
Como ya vimos, una explicación es siempre un mecanismo generativo aceptado por un
oyente como respuesta a una pregunta. Pero en el método científico se trata de satisfacer
cuatro condiciones operativas que permitan validar el mecanismo explicativo de una
forma que queda abierta a cualquier observador, de tal modo que pueda aceptar la
explicación sin tener que creer en ella, sino que pueda corroborarla desde el ver y el
entender.
Lo científico de la ciencia no está en la observación, no hay tal pretendida observación
científica como Maturana ha señalado, no está en el tipo de objeto estudiado tampoco,
como pretenden quienes consideran seria la división en ciencias duras y blandas.
Lo científico de la ciencia está dado por las explicaciones, son éstas y las afirmaciones
que traen a la mano las que pueden ser científicas al satisfacer el criterio de validación
de las explicaciones científicas.
Los científicos no explican un mundo independiente del observador, sino que generan
mundos en la explicación al explicar la praxis del vivir (del observador). Y la emoción
que nos guía como científicos es la pasión por explicar movidos por la curiosidad.
Lo central es el escuchar de lo que como científicos consideramos reformulaciones
aceptables de la praxis del vivir, y nuestro serio intento de mantenernos consistentes con
ellas en nuestras afirmaciones acerca de lo que ocurre en nuestros dominios de
experiencia. Y desde la vía de la objetividad entre paréntesis, manteniendo en mente
que la praxis del vivir es especificada y constituida por el observador en la aplicación
del criterio de validación de las explicaciones que lo definen. Se es científico si se
acepta y aplica correctamente el criterio de validación de las explicaciones científicas.
Pero no hay que entender la ciencia como un ámbito especial en el sentido de ser un
ámbito que puede decir cómo las cosas son en “la” realidad, sino en el sentido de que el
explicar científico es un ámbito que está conectado al de la vida cotidiana de un modo
especial, ya que en efecto, el criterio de validación de las explicaciones científicas es
una sistematización rigurosa del modo de validar nuestra existencia en la vida diaria a
través del mero vivir, como vimos, explicando experiencias con las coherencias y
regularidades de otras experiencias.
Para Maturana, los científicos aceptamos una proposición dada como explicación
científica de una situación concreta de nuestra praxis del vivir como observadores,
solamente si ésta describe un mecanismo que genera esa situación o fenómeno como
consecuencia de su operar, como una de cuatro condiciones operacionales que el
observador puede satisfacer conjuntamente en la praxis de su vivir, éstas son:
“A) La especificación del fenómeno que ha de ser explicado como una característica de
la praxis del vivir del observador a través de la descripción de lo que él debe hacer para
observarlo.
B) La proposición en la praxis del vivir del observador de un mecanismo que, como una
consecuencia de su operación, producirá en el observador la experiencia del fenómeno
por explicar.
C) La deducción desde el mecanismo propuesto en B) y de todas las coherencias
Operacionales que éste supone en la praxis del vivir del observador, de otro fenómeno,
así como de las operaciones que el observador debe hacer en su praxis del vivir para
experimentarlo.
D) La observación por parte del observador de aquellos fenómenos adicionales
deducidos en C), en la medida que él ejecuta en su praxis del vivir aquellas operaciones
que, de acuerdo con lo que han sido también deducidas en C), serían generadas en ella
cuando él las realiza”.9

Sólo cuando las cuatro condiciones han sido satisfechas, el mecanismo explicativo
propuesto en B), que como mecanismo generativo produce como consecuencia de su
operar el fenómeno especificado en A), se convierte en una explicación científica de
aquel fenómeno. Más aún, el mecanismo generativo propuesto en B) permanece para un
observador como una explicación científica del fenómeno especificado en A),
solamente mientras todos los fenómenos deducidos en C) sean observados por él, de
acuerdo también a las indicaciones deducidas en C).
En tanto ninguna operación del criterio de validación de explicaciones científicas es
científica en sí misma, sino que se requiere la satisfacción de las cuatro condiciones
operativas del método, no existe la pretendida observación científica, ni la predicción
científica, científicas son las explicaciones que satisfacen las cuatro condiciones
operativas arriba señaladas.
La fluidez de las explicaciones científicas está dada porque su validez depende de la
satisfacción del criterio de validación de las explicaciones científicas. Una explicación
que es aceptada como científica, deja de ser aceptable cuando se deduce alguna
experiencia adicional que no se satisface de la manera esperada en el cuarto punto (D).
Dado que las explicaciones científicas no explican un mundo independiente del
observador, sino que constitutivamente explican el vivir experiencial del observador, la
ciencia es generadora de mundos, los cuales surgen al usar las explicaciones científicas

9
Maturana, H. R., “La ciencia y la vida diaria: la ontología de las explicaciones científicas”, en La
realidad: ¿Objetiva o construida?, antología de J. Torres Nafarrate, Anthropos, Universidad
Iberoamericana e Iteso, México, p. 95. Original en inglés de 1990.
aceptadas como fundamentos para nuevas preguntas y nuevas explicaciones. Y al ser
generativas las explicaciones científicas son constitutivamente no reduccionistas.
Las explicaciones en general, como reformulaciones experienciales aceptadas como
tales por un observador, no sustituyen las experiencias que explican, y las explicaciones
científicas tampoco. Ambas presentan sólo las condiciones operativas del dominio de
experiencias del observador bajo las cuales éste afirma que surge la experiencia
explicada.
Como se dijo, sólo es posible generar explicaciones científicas en la medida que
tratemos al fenómeno que nos interesa explicar como el resultado del operar de un
sistema estructuralmente determinado, aún cuando esto se haga de manera implícita,
como suele ser el caso. Todas las explicaciones presentadas hasta aquí han surgido de
tratar a los seres vivos, la cognición, lo social, etc., en términos deterministas. Cabe si
distinguir entre determinismo y predictibilidad. Se habla de predicción cada vez que
después de considerar el estado de un sistema cualquiera en el presente, se afirma que
habrá un estado consecuente en él que resultará de su dinámica estructural y que
también podremos observar. Por ende, las predicciones revelan lo que como
observadores esperamos que ocurra, una vez que conocemos la estructura del sistema y
su dinámica de cambios estructurales si es un sistema dinámico.
De lo cual se deduce que la predictibilidad no siempre es posible, y que no es lo mismo
afirmar el carácter estructuralmente determinado de un sistema que afirmar que pueda
ser completa su predictibilidad. Y esto porque como observadores podemos no estar en
condiciones de conocer lo que es necesario conocer en el operar de un sistema
particular, para que podamos afirmar lo que ocurrirá con él y en él. El caso de la
meteorología es claro, la dificultad de conocer todas las variables implicadas hacen de
estos estudios dominios de afirmaciones limitadamente predictivos. En otros ámbitos
nuestra incapacidad cognitiva es de otra índole, por ejemplo aquellos en que no tenemos
elementos que nos permitan imaginar un detallado sistema determinista que le dé origen
al fenómeno a explicar, como ha sido el caso de los fenómenos de turbulencia durante
bastante tiempo. Estas limitaciones son de índole conceptual y quedan reveladas por
nuestras limitaciones predicativas. Finalmente, y como saben muy bien los
antropólogos, hay sistemas que cambian de estado al ser observados, como es el caso de
los fenómenos de la intimidad humana, a resultas de lo cual el solo intento por parte de
un observador de predecir su curso de cambios estructurales lo saca del ámbito de
predicciones de éste. “Lo que nos parece como necesario e inevitable nos revela a
nosotros como observadores capaces de hacer una predicción eficaz. Lo que vemos
como azaroso, nos revela como observadores incapaces de proponer para ello un
sistema explicativo científico”.10
La teoría del caos y de la complejidad tan en boga estos últimos años tienen que ver con
esto, Maturana ha explicado que caos y complejidad son comentarios de un observador
sobre el nivel de densidad de distinciones en los dominios cognitivos que surgen en la
observación. De hecho al decir que la existencia no precede a la operación de distinción,
lo que está diciendo Maturana es que todo fenómeno y dominio de fenómenos surgen
del caos o de la nada, pero entendiendo que el caos mismo es una distinción del
observador.

10
Maturana, H. R., Varela, F. J. El Árbol del Conocimiento: Las Bases Biológicas del Conocer Humano,
Editorial Universitaria, 10a. edición, Santiago de Chile, 1994, p. 82. 1ª. edición de 1984.
A diferencia de lo que plantea el filósofo de la ciencia Karl Popper, 11 Maturana sostiene
que la ciencia, como un dominio de explicaciones y afirmaciones, surge en la praxis de
los científicos a través de la aplicación del criterio de validación de explicaciones
presentadas anteriormente y no, como sostiene Popper, a través de la aplicación de un
criterio de falsación. Conceptos como este o como el de verificabilidad, sólo aplicarían
a la validación del conocimiento científico si este fuese un dominio cognitivo que
revelara una realidad trascendental independiente de lo que el observador hace, lo que
como hemos visto, no es el caso (lo cual no les quita su valor metafórico a tales
nociones). En relación con lo anterior es que generalmente se piensa en la segunda
condición del método científico (punto B), como si se tratase de formulación de
hipótesis entendidas como modelos de la realidad trascendental, en lugar de ser un
mecanismo generativo que trae a la mano la experiencia por explicar en la forma que es
presentada en el punto A). La validez de lo que se hace en ciencia se halla
exclusivamente en la consensualidad operativa dentro de la que surge como un modo de
coexistencia humana. Y como tal es un dominio cognitivo, veamos algunas
consecuencias que Maturana presenta sobre esto.
Para empezar, lo que define y constituye a las explicaciones científicas es el uso del
criterio de validación de las explicaciones científicas, y lo que define y constituye a la
ciencia como un dominio cognitivo que define como comunidad científica a la
comunidad de aquellos que la utilizan, es el uso de explicaciones científicas por los
miembros de una comunidad de observadores tipo para validar todas sus afirmaciones.
Por ende constitutivamente, la ciencia no es distinta a otros dominios cognitivos dado
que queda especificada y constituida en la misma manera que todo dominio cognitivo;
“como un dominio de acciones definidas por un criterio de validación o aceptabilidad
utilizado por un observador, o por miembros de la comunidad de observadores, para
aceptar a esas acciones como válidas en el dominio de acciones definido por ese mismo
criterio de aceptabilidad”.12
La forma en que como dominio cognitivo está constituida la ciencia muestra que las
explicaciones científicas tienen validez general sólo dentro de la comunidad de aquellos
observadores que aceptan el criterio de validación de explicaciones científicas como el
criterio de validación de sus explicaciones, y que la tal “universalidad” del
conocimiento científico, comúnmente esgrimida como argumento para dar a aceptar las
explicaciones científicas, no está dada por su carácter de ámbito abierto a la permanente
confrontación con una supuesta realidad objetiva independiente. En esto es igual que
cualquier dominio cognitivo, ya que todos son constitutivamente válidos solamente en
la comunidad particular de observadores que aceptan el criterio de validación de ciertas
acciones que definen a dicha comunidad. Además la ciencia en tanto dominio de
acciones adecuadas en el ámbito experiencial de un observador, tampoco difiere de
ningún dominio cognitivo, dado que todos son dominios de acciones adecuadas de un
observador en su dominio de experiencias.
Debido a que constitutivamente el criterio de validación de las explicaciones científicas
consiste en la aplicación, por parte de un observador tipo, de la validación operacional
diaria de su praxis de vivir, sin confundir dominios, todas las explicaciones y
afirmaciones corresponden a la praxis de su vivir, y el observador tipo no puede generar
por medio de la ciencia, explicaciones que no estén de hecho constituidas en las
coherencias operativas de la praxis de su vivir.
11
Popper, Karl. La lógica de la investigación científica. Ed. Tecnos, Madrid, 1971.

12
Maturana, H. R., “La ciencia y la vida diaria: la ontología de las explicaciones científicas”, op. cit., p.
85.
Con respecto a las emociones; entre científicos de toda índole es común afirmar que
nuestras emociones no participan en la generación de nuestras explicaciones científicas,
y esto se sostiene porque efectivamente el criterio de validación de explicaciones
científicas especifica completamente las acciones que se requiere realizar como
observadores tipo para así generar una explicación científica de un modo que es
constitutivamente independiente de nuestra emocionalidad. Por otra parte, como
científicos se nos enseña a tener cuidado de no permitir que nuestras preferencias
tergiversen nuestra aplicación del criterio de validación de las explicaciones científicas,
invalidando nuestro explicar.
Sin embargo, como ha mostrado Maturana, las emociones son un componente legítimo
e ineludiblemente constitutivo de lo que hacemos como científicos. Esto tiene que ver
con las bases o cimientos de las circunstancias concretas (biológicas) de nuestro
explicar científico, ya que las emociones, como vimos, en todo momento especifican el
dominio de acciones en el que operamos al generar nuestras preguntas.
El curso que sigue la ciencia en los mundos que vivimos está guiado por nuestras
emociones, no por nuestras razones, dado que son nuestros deseos e inquietudes los que
constituyen las preguntas que hacemos al hacer ciencia. Y las conversaciones en que
vivimos inmersos al hacer ciencia son las que determinan el curso de la ciencia. Lo cual
no puede ser de otro modo para animales lenguajeantes que viven en el continuo
entrelazamiento del lenguajear (razonar) y el emocionar que constituye al conversar.
Indudablemente nuestras emociones no son parte de la validación de nuestras
explicaciones científicas, sin embargo lo que explicamos surge a través de nuestro
emocionar como una inquietud o curiosidad que no queremos ignorar, así, explicamos
lo que queremos explicar, y lo explicamos científicamente pues nos gusta explicar de
este modo.
Las consecuencias de mirar el quehacer científico como un dominio cognitivo son
muchas, y Maturana las presenta, junto a otras reflexiones y explicaciones, en su
magnífico texto “La ciencia y la vida diaria: ontología de las explicaciones científicas”,
por ello no ahondaré más en este tema de riqueza inagotable, e invito al lector a leerlo.
Con todo lo dicho sólo quiero señalar lo que constituye el meollo del quehacer
científico, por supuesto caben múltiples explicaciones adicionales en el terreno de lo
que se ha llamado sociología de la ciencia, pero éstas estarán inevitablemente sujetas a
lo aquí propuesto. Bastaría con entender a las comunidades científicas en el ámbito de
las culturas como redes cerradas de conversaciones para que se les pudiese aplicar todo
lo antes dicho hasta aquí. Por ejemplo, el hecho de que si existimos en culturas que
cultivan la apropiación y la competencia, como es el caso de la ciencia, que surge en la
cultura patriarcal occidental, ciertamente viviremos en la apropiación y la competición
como algo natural. Pienso que la explicación de Kuhn sobre el paradigma de las
revoluciones científicas,13 resulta sesgado por considerar un hecho que es cultural, de
nuestra cultura, y confundirlo con un proceso constitutivo del desarrollo del quehacer
científico. Lo cual es un caso de confusión de dominios explicativos. Me refiero al
modelo según el cual la comunidad científica siempre se divide cada cierto tiempo en
facciones que rivalizan entre sí, y donde cada una de las cuales intenta suplir al
paradigma original, el cual se rechaza y se acompaña de ataques a todas las ideas de sus
oponentes, y a veces de intentos metateóricos de argumentación, lo cual constituiría el
modo intrínseco de avanzar de la ciencia. Esto (la ascensión de paradigmas en rivalidad)
13
Kuhn, Thomas S., La Estructura de las Revoluciones Científicas, Fondo de Cultura Económica,
México, 1991.
ciertamente ha pasado en la historia del quehacer científico, y de hecho es la tónica
imperante, pero no tiene que ver con algo inherente a la ciencia, sino a la cultura desde
la cual las comunidades científicas se han movido. En contraste, la expansión de la
tendencia a trabajar en equipos multidisciplinarios evidencia la posibilidad de formas
alternativas de avance y desarrollo del que hacer científico. Lo cual requiere una
apertura cotidiana de escucha que no puede surgir desde la rivalidad.
Otra ceguera muy común es pensar que ciencia y tecnología van juntas, o aún, que son
lo mismo. En nuestra historia cultural, desde que surge la ciencia moderna, ha ido de la
mano del desarrollo tecnológico, sin duda, y comúnmente se la ve enlazada al
capitalismo voraz, lo cual ha traído sus consecuencias para la libertad de la reflexión
científica, pero esto de nuevo, es un rasgo cultural. En cuanto a la antropología podemos
ver su lado más oscuro en relación a esto, y no me refiero sólo al periodo inicial en que
surge como una herramienta del imperialismo europeo del siglo XIX, bastaría pensar en
el tristemente célebre Proyecto Camelot, un escandaloso programa de espionaje en que
científicos sociales recababan información sobre el Chile de la década del 70 con fines
políticos, que fue auspiciado por el gobierno de E.U. en aquel tiempo. Como dije,
pienso que esta relación ciencia-tecnología surge enfatizada desde nuestro ethos cultural
y está alimentada en muchos casos por la codicia, que hoy en medio del delirio
economicista neoliberal permite la justificación de cualquier clase de barbaridad,
malamente en nombre de la ciencia. Para Maturana el problema de la naturaleza del
quehacer científico, por ejemplo de si es constitutivamente independiente o
constitutivamente dependiente de un fin público, tiene que ver por un lado con el hecho
de que el explicar científico es operacionalmente igual al explicar cotidiano, salvo por la
diferencia de que en el explicar científico, el científico es particularmente riguroso en su
intento de no confundir dominios y para hacer afirmaciones que sean completas. Y
justamente porque tiene que ver con la vida cotidiana es que la ciencia tiene
consecuencias tan grandes en el vivir, y por el otro lado con que el problema de la
utilidad, social o no, de lo científico en el espacio público no tiene que ver con la
demostración científica, sino que el uso que uno quiere darle a ella. En la explicación
científica uno explica ciertos fenómenos, pero qué se va a hacer con esos conocimientos
depende de lo que uno quiera. Y justamente por eso es que en la praxis de la historia
cultural de la ciencia ésta se ha visto atrapada en redes de conversaciones patriarcales
que pretenden legitimarla filosófica y económicamente a través del enlace en pro de la
acumulación tecnológica. Pero el problema no está en sí mismo sino en cómo se quiera
usar y de hecho resulte usada una cierta tecnología. En nuestra cultura mundial actual es
común usar en la convivencia cotidiana como una muletilla eso de que algo es
científico, como si quedase claro lo que se está diciendo al hacer eso, por ejemplo en la
televisión y en la radio se suele escuchar los ya clásicos “Científicamente comprobado”
o “certificado por expertos”, “científicamente garantizado”, etc.
No hay más que mirar la dependencia económica de muchísimos centros de
investigación científica a los fines del mercado transnacional para notar que
sencillamente no es cierto que la ciencia y la tecnología ayuden a mejorar la calidad de
vida de las personas como una cuestión constitutiva intrínseca de su identidad, pero se
la ocupa pensando que sí. En la praxis cultural actual la ciencia, y sobre todo la
tecnología, están al alcance para que alguien con suficiente dinero haga lo que quiera
con ellas, más en una época donde la universidad ha perdido preeminencia como el gran
centro productor de conocimientos. Maturana explica que la ciencia y tecnología se
desarrollan desde la curiosidad de los científicos y de los tecnólogos. En el caso de los
científicos lo que se suele escuchar es que no son responsables por lo que ocurra con lo
que ellos hacen. Lo cual por cierto hace sentido desde el darse cuenta de que como
científicos no controlamos lo que otros hacen con nuestros hallazgos y proposiciones.
Pero en tanto somos parte de una comunidad tenemos que participar de la discusión si
queremos ser del todo serios con respecto a nuestro hacer. Y esto como parte de una
ampliamente consensual mirada sobre la responsabilidad de ser científico. Pero además
requerimos ser honestos constitutivamente para explicar científicamente pues
explicamos algo que es parte de nuestra propia experiencia. Aquí el asunto es no
confundir ni mezclar dominios, está por un lado el ámbito del quehacer explicativo y
por otro el del quehacer tecnológico, pero ambos se relacionan con el tema ético, y el
tema ético siempre es responsabilidad y libertad de cada ser humano, pero yo puedo
operar paralelamente como individuo y como científico, sin confundir estos dominios.
Puedo explicar fenómenos sociales dejándome guiar por el criterio de validación de las
explicaciones científicas, sin dejar que mis preferencias me cieguen con respecto al
fenómeno investigado, pero por otra parte puedo operar como ciudadano con conciencia
civil que señala un problema social desde el plano de las valoraciones culturales de su
propia comunidad, hablando no ya sobre las condiciones de constitución del fenómeno
sino de la opinión personal sobre la deseabilidad o indeseabilidad de un tal fenómeno
social. Hoy se puede hacer manipulación genética, clonación y, literalmente hablando
cualquier cosa que se nos ocurra en tanto tengamos el conocimiento adecuado sobre las
condiciones de posibilidad que lo traerían a la mano. Esto a muchísima gente le parece a
la vez maravilloso y espantoso. Sin embargo la pregunta sigue estando relacionada con
nosotros como humanos: ¿qué es lo que queremos hacer con todo esto? Se pueden usar,
y de hecho se usan conocimientos de química o de neurofisiología, de física nuclear o
genética tanto para destruir como para colaborar. La ciencia y la tecnología no están ahí
como un Deux ex machina para el bienestar del hombre. Un ejemplo muy claro
señalado por Maturana: “usted mejora la capacidad de ciertos cultivos para hacerlos más
nutritivos o más resistentes a determinadas pestes y logra producir, en su empresa, una
determinada semilla. La función de su empresa es ganar plata, entonces necesita que los
campesinos le compren esa semilla. Pero si los campesinos la compran y producen
plantas, éstas van a generar las mismas semillas que vende usted y luego no le van a
comprar más a su empresa. Entonces, ¿qué hace la fábrica de semillas? Hace
modificaciones genéticas para que sus plantas produzcan semillas estériles. De esa
manera lo que cultivan los campesinos es dependencia”. 14

14
Comunicación personal 2003

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