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Normas, conductas y valores entre suelos y fogones

Sonsoles San Román


Departamento de Sociología
UAM

Hablar del cuento de la cenicienta desde la perspectiva del género y el prisma


de la sociología es un reto. La cenicienta es un cuento fundamentalmente
moral que no puede entenderse desvinculado de la época. Por ello, para
comprender el comportamiento moral que se exige de la mujer, es preciso
comenzar por señalar la distinción entre ética y moral.

1. Moral y ética

La ética es un charco intermedio entre la moral privada (las costumbres en las


familias, el papel asignado a la mujer, la exaltación de la sumisión, el sacrificio,
la paciencia…) y la política. Adquiere una dimensión pública con las ideas
introducidas en su momento por Sócrates, seguidas más tarde por Aristóteles.
La ética griega es, sobre todo, política que afecta a los derechos de cada
ciudadano; es pública y transparente; se refiere a todos por igual y entiende
que la política es tan sólo la aplicación al estado de la ética.

Para Hegel, la moral se convierte en ética en la medida que se adapta a un


concepto universal (p.e. los derechos humanos, entre ellos el derecho a la
educación).

Kant plantea una ética universal de derechos iguales, pero excluye a la mujer
de este Universal y pasa a fundamentar teóricamente las causas de tal
exclusión. La mujer es el sexo perfecto, bello; nace con todas las cualidades
para desarrollar su misión: ser madre y esposa.

A la mujer no se le aplica la ética, si la moral. La ética, algo social y político, va


a ser sustituida, seguramente sólo para la mujer, por la moral, algo que queda
dentro del ámbito familiar -donde los mayores abusos pueden ser silenciados-.
La recompensa: la mujer "buena" se convierte en "reina del hogar,
nuevamente" al encontrar a su príncipe azul.

El lugar de La Cenicienta está en el hogar, entre suelos y fogones; espacios de


indefensión que le apartan de las aspiraciones de sus hermanastras
(puramente emocionales: afición por el lujo y la moda, desapego de la familia y
el hogar) que aspiran a tener presencia fuera del hogar.

La distinción entre ética y moral permite así comprender el comportamiento que


se exige de la mujer. La Cenicienta se relega al hogar en el entorno social de
una burguesía (versión francesa, escrita por Charles Perrault en 1697) que se
está enriqueciendo con el inicio de una pequeña manufactura, en un momento
en el cual la industria aún no ha aparecido. En ese contexto, aparece una
fuerte crítica al cambio de comportamiento de un modelo de mujer que busca
el lujo, imagen que representan las hermanastras. La moral en el centro del
cuento. La alternativa que dan es desvalorizar la belleza y la procedencia social
elevada en favor de las virtudes morales que la burguesía quisiera que la mujer
ofrezca; virtudes arrasadas por la modernidad, pero que la Iglesia sigue
reclamando que se mantengan, al menos para la mujer: bondad, compasión
hacia los pobres, sumisión, sacrificio…

Ellas, las hermanastras, son moralmente feas, malas, egoístas, frívolas; buscan
el ascenso social a través de un marido con una buena posición social,
relegando así los sentimientos a un segundo plano frente al escaparte social
del lujo y la apariencia. Frente a esta imagen se valora lo bueno, lo bello, la
humildad, la resignación de ese personaje que vive cercana al suelo y la
suciedad sin que ello dañe su belleza exterior e interior, ocupándose de la casa
mientras su hermanastras se engalanan y gastan en vestidos y frivolidades
para asistir a fiestas y tamizar su fealdad con la ayuda del dinero. La sumisión,
la ingenuidad, la obediencia, la humildad, la belleza encerrada en ese espacio
sucio, la paciencia; todos rasgos exigidos a la mujer; van a premiar a esa mujer
a quien el hada madrina; un personaje irreal e imaginario cercano al deseo y la
espera premia la conducta de La Cenicienta que llora a la espera de recibir
ayuda y la conduce a palacio en carroza, engalanada con trajes y joyas que
atraerán al príncipe hacia ella, la elegida por su belleza física y moral.

2. Normas, conductas y valores. La eficacia de los miedos.

En La Cenicienta, un cuento que data de siglos anteriores1, se introducen


elementos que llenan de sentido y significado al modelo ideológico y moral que
impregna los contextos en que se inscriben relatos envueltos en el mundo de
los miedos, más efectivos lanzados sobre el foro femenino de una mujer no
querida y despreciada por su entorno.

Los miedos, elementos irracionales donde descansan los valores responsables


de nuestras conductas, limitan el deseo. La Cenicienta tiene miedo a las
hermanastras, a la madrastra, a la invisibilidad, al ridículo, a ser despreciada….
Y oculta su belleza con trapos y trabajo doméstico que invitan a la exclusión e
invisibilidad (en la ópera de G. Rossini, “La Cenerentola", libreto de Jacopo
Ferretti, en ese entorno en que se critica la nueva actitud de la mujer de la
aristocracia o la alta burguesía, al llegar las invitaciones de Palacio, le

1 El origen de este cuento nos leva a los modelos culturales de los antiguos egipcios
(Rhodopis), luego entre los romanos, en el Imperio Chino del siglo IX (del que queda
como legado aún hoy en día el pequeño pie de Cenicienta) y en Persia a fines del siglo
XII, en especial en las Siete Bellezas de Nezāmī. Resulta interesante que inclusive entre
los indígenas de Norteamérica se encuentra el motivo de Cenicienta.

El efecto y el relato de la Cenicienta es bastante complejo en la literatura, especialmente


en el romanticismo alemán, inglés, ruso y francés. En el simbolismo de la literatura
internacional también se encuentran varios motivos con interesantes combinaciones
similares a la Cenicienta europea, sobre todo Puschkin, Novalis, Tieck, Brentano,
Eichendorff, E.T.A. Hoffmann, Hans Christian Andersen, Tennyson, Wilde, Mallarmé,
Maeterlinck y Hofmannsthal. El tema de la Cenicienta lo tratan explícitamente además
Dietrich Grabbe en su Aschenbrödel de 1835 y Robert Walser en Die Insel de 1901. El
poeta ruso Yevgeni Shvarts escribió en los años 20 del siglo XIX un cuento de hadas
con el título Aschenbrödel. Los motivos principales de la historia son las palomas, los
zapatos y las diferentes variantes del árbol. Las palomas son desde la Antigua Grecia las
acompañantes tradicionales de Afrodita. (http://es.wikipedia.org/wiki/Cenicienta).
preguntan al padre por su número de hijas, él contesta que una, Cenicienta, ha
muerto); no es consciente de la desviación de la herencia y la economía
doméstica para gastar en lujos que permitan tamizar la fealdad de sus
hermanas. Vive así en un entorno repleto de amenazas, de suma eficacia para
crear valores y conseguir conductas acordes a los modelos de exclusión social
que le llegan de ese entorno. Por todo ello es obligada a ocupar su tiempo en
fregar y trabajar, despertando en ella valores morales de sumisión, sacrificio,
entrega, paciencia. Su lugar está dentro de los muros del hogar, entre cenizas,
suelos y fogones.

3. Reflexiones sobre los sentidos de algunos de los elementos que


parecen en La Cenicienta

Las cenizas: algo frágil que viene de la fuerza del fuego. Dormir sobre las
cenizas, reposar sobre el recuerdo de su madre muerta.

El fuego: efímero y lleno de movimiento; sugestivo, invita a crear un mundo


imaginario, pero es peligroso, puede quemar y obliga a mirar en la distancia.

La magia de la madre naturaleza, la semilla, el árbol, los deseos y las


esperanzas, actitud religiosa que le lleva a esperar pacientemente la magia con
la ayuda de un sacrificio que será premiado.

Patriarcado: Cenicienta pasa de un poder patriarcal malo, que la margina, a


otro espacio: la sumisión a un poder patriarcal que, en el caso del príncipe, la
produce beneficio y visibilidad. Así, deja atrás el sufrimiento que le produce el
padrastro y busca, en el caso de versión alemana (escrita por los Hermanos
Grimm en 1812), la protegida por su madre, en el caso de la francesa, será
protegida por el príncipe.
4. Fundamentación teórica: dos clásicos.

Francia:

Siendo la honra y la reputación no menos indispensable


que la castidad (...) un nuevo tipo de obligación exige
especialmente a las mujeres prestar la mayor atención a
sus conductas y a sus maneras. El sostener de una
manera vaga que los dos sexos son iguales es perderse
en manifestaciones vagas.
Jacques Rousseau

…aquella Circe enigmática que convertía en cerdos a los


hombres, haciéndoles regresar a sus instintos, a su
naturaleza animal

Molina Petit, C., “Ilustración


y feminismo. Elementos para
una dialéctica feminista de la
Ilustración”.

Alemania:

La mujer no debe estudiar historia, ni geografía, ni


geometría, ni el principio de razón suficiente o de las
mónadas; su instrucción no ha de ser fría, ni
especulativa; tampoco deben preocuparse por ampliar
su memoria, tan sólo su sentimiento moral

Inmanuel Kant
5. Definiendo las posiciones teóricas que explicar el modelo de
mentalidad que abre paso a las versiones de La Cenicienta.

5. 1. La mujer en Kant y Rousseau

5.1.1. Afinidades entre ellos

La mujer carece de autonomía, está incapacitada, castrada por naturaleza. Su


estado natural solo puede ser uno, el de dependencia. Su condición de
insuperable inferioridad le convierte en sujeto dependiente, a quien no le queda
más remedio que obedecer al hombre. Incapacitada para deducir la regla de
sus acciones a partir de sí misma, sin principio estable, sin carácter, como
apunta Kant, su filosofía no consiste en entender, sino en sentir. De esta
manera su ámbito de acción queda reducido al terreno de lo práctico. El
carácter sensible, que no intelectual, del sexo femenino determina el criterio por
el cual debe guiarse la educación de la mujer.

5.1.2. Desacuerdos con Rousseau

La misión de la mujer consiste en pulir al sexo sublime en asuntos estéticos, y


exhortarle a la moralidad por vía del sentimiento de lo bello, que es a priori en
la mujer.

El maridaje no se produce por la necesidad imperiosa de que el hombre ponga


freno a las pasiones de la mujer, tal como apuntaba Rousseau, al contrario, la
unión de lo bello con lo sublime permite que la pareja se constituya en una
persona moral única "animada y regida por la inteligencia del hombre y el gusto
de la mujer"2. La inteligencia del hombre es sublime, pero no bella; la de la
mujer es bella y nunca puede llegar a ser sublime; diferencias que vienen
marcadas por la naturaleza, no por la sociedad. El descubrimiento de atractivos
morales entre el hombre y la mujer constituye la primera base de un buen
entendimiento, antesala del matrimonio. Kant, que afirma no querer desconocer
la primorosa diferencia que la naturaleza ha tenido a bien establecer entre las
especies humanas, encuentra en esta unión el escenario social idóneo donde
cada sexo puede representar sus papeles aprendiendo del otro. La mujer
"amplía" su sentimiento moral gracias al contacto con la inteligencia sublime; el
hombre pule sus costumbres por la influencia positiva que recibe del sexo bello.
En esta unión uno debe doblegarse al otro, y siguiendo la ley de la naturaleza,
según él, el más débil, la mujer, se somete al más fuerte, el hombre. A él le
toca mandar y a ella “dominar”, porque la “inclinación domina y el
entendimiento rige"3.

6. A modo de conclusión

Esta ponencia quisiera terminar exponiendo la actualidad de la temática con el


propósito de debatir en público acerca de un tema que se visibiliza en distintos
medios de comunicación que llegan a través de la imagen y la palabra.

2 ibidem., p. 86.
3 Kant, I., Antropología en sentido pragmático (Madrid 1991), pp. 261-2.

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