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Longo
“ D E S I E R T O D E C A R A CO L E S ”
(2002)
por LONGO
PERSONAJES:
· Marina
· Alba
· Hombre / Pescado
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Desierto de Caracoles
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MARINA: Ya ha de saberse, que lo que has traído más que un pez es un hombre.
ALBA: Te juro que lo pesqué, mamá.
MARINA: Muerto. Tiene olor a podrido. Aparte, ¿qué pensás de un pez en la montaña?
¿Cómo llegó hasta ahí?
ALBA: Tenía caracoles en su traje y manos, sus pies dañados, olía a azufre y sal
marina.
MARINA: Seguro fueron los caracoles que lo sacaron del mar, escalando la cordillera lo
enterraron en la nieve. ¡Está muerto, ni respira tontona! Observá que suelta
escamas.
ALBA: Que maravilla, mamá. ¿Puedo dejármelo?
MARINA: ¡Es un hombre!
ALBA: Decís que está muerto.
MARINA: Enterrémoslo antes que nos acusen de haberlo matado. ¿Alguien te vio?
ALBA: Sí, la Luna.
MARINA: Tenemos a la Luna de testigo, ahora que el Sol no se entere. ¡Vamos, hija!
Pero que lenta has salido, igual a tu padre.
ALBA: Siempre lo mismo, no puedo tener nada mío. Yo lo encontré y me lo dejo,
¡joder! Ya me lo vendrás a pedir, ¡de acá!
MARINA: Atrevida, si no fuera que soy ciega ya te hubiera dado una paliza, rebelde
como toda la juventud. A tu edad yo... ya no me acuerdo un soroncho. Y
pensar que te di todo: amor... etcétera. Así me pagás. Pero te jodí, porque ya
no tenés ojos que comerme. Criar cuervos, carajo. Llevate ese apestoso
sacababa, ha convertido nuestra casa en una letrina.
ALBA: Él se quedará a dormir con nosotras.
MARINA: Que duerma en la acequia.
ALBA: ¡Mamá!
MARINA: Tenés razón, toda la comida olerá a cloaca marina.
ALBA: No. Él dormirá conmigo, le pondré un par de frazadas para que no se
congele. Mañana lo llevaré a la feria.
MARINA: Alba, yo duermo contigo, no pretenderás que esa cosa...
ALBA: Pensá bien mamita, lo bañaré.
MARINA: (APARTE.) Imbécil.
ALBA: Ponga la pava en el brasero, que preparo la palangana.
MARINA: Si quiere le recolecto flores del pedemonte para untar su cuerpo lustroso
con aromas regionales, ¿digo no? Como para que vaya adaptándose. Puedo
traer un ramillete de tomillo, menta peperina, carqueja...
ALBA: Bueno, mamá, como usted desee.
MARINA: (APARTE.) Imbécil. Oh, qué justo la noche está escarchando una helada.
ALBA: Las plantas mamá. Prenda fuego para que no se quemen las viñas.
MARINA: Ya tontita, si estamos en verano.
ALBA: Y qué, si encontré un pescado en la montaña, bien puede helar en verano.
MARINA: La verdad que aquí nada nos sorprende. ¿Qué sería de nosotras en otras
tierras? Acá nos quejamos de todo, es verdad, pero nos gusta estar así, sino
ya nos hubiéramos o hubiésemos ido. Acá todo es una sorpresa diaria: que el
segador se metió con la del puestero, que el cabeza de cabra sale con la vaca
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de su sobrina, que el perro metió la cola al igual que el diablo, y ahora está
preso. Tan mansito y fiel el cabronazo.
ALBA: ¡No, ése era el cabeza de cabra!
MARINA: Y ahora esto. Yo lo voy a avisar en todo el pueblo, por fin voy a ser popular.
¡Mujer ciega se casa con un pescado! Sí mi amor, mañana vamos a la feria.
ALBA: Mamá, vamos a bañarlo.
MARINA: ¿Y si nos viola?
ALBA: A usted, y con su edad. Aparte está muerto. Voy sola.
MARINA: Quien dice que resucite y la desee sexualmente, jovencita, y como sos un
poco lerda te enredá en su telaraña. Tengo que estar allí.
ALBA: Ay, mamacita. Algo se movió en el cuarto.
MARINA: Es el perro.
ALBA: No creo que mida más de 1, 70.
MARINA: Es el perro, miedosa.
ALBA: Ay, lo vi de nuevo, pasó para el otro lado.
MARINA: ¿Se arrastró?
ALBA: Sí, creo.
MARINA: Es el perro.
ALBA: ¿Escuchá? Parece que está balbuceando algo.
MARINA: Es el perro.
ALBA: Mamá, el perro duerme atado afuera, y está ladrando en el fondo.
MARINA: Es el perro a quien hay que traer.
ALBA: Voy a buscarlo.
MARINA: ¡No me dejé sola, tonta, si me quiere violar!
ALBA: Si a usted la agarra grite fuerte, si la quiere violar relájese. Papá murió hace
mucho.
MARINA: Lo único que faltaba, una casa con una ciega y una bestia extraña. Me están
usurpando mi casa. Esa es la moda. Primero los aborígenes, luego los
españoles, italianos, mis hijos y ahora una bestia. ¡Carajo, la historia se
repite! Dónde fue la pendeja, a buscar un vecino. Aquí, donde no hay nadie
en 10 Km a la redonda. Si será mensa. Lo está fabricando al perro. ¿Quién
está ahí? Ya, salga o le doy un rebencazo. No te animás a contestar. Si tan
sólo pudiera verlo... que chota, ya se dio cuenta que soy ciega. Cada vez me
parezco más a mi hija. Hace frío, che. ¡No jodas, tomá!
ALBA: ¡Mamá, se la puso al choco!
MARINA: Te lo dije: es el perro.
ALBA: Mamá quédese quieta, ahí viene caminando.
MARINA: ¿El perro?
ALBA: No, el pescado.
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MARINA: Al final, nos despertamos con el canto del gallo. Terminamos durmiendo en
el corral. La cosa seguía adentro. En lo profundo de la piedra. Era un viejito.
Nada de pescados. Un viejito del mar en la montaña. Se terminó bañando en
salmuera. Su mirada apagada, blancas perlas brillaban cuando reía, sus
dedos parecían tentáculos, y se desplazaba como una estrella... de mar. No
sé si habla, y si lo hace en qué idioma.
ALBA: Mamá, creo que se mueve. Está vivo.
MARINA: Eso ya lo sé. ¿Cómo es?
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ALBA: Era la noche oscura, el niño la soñó llorar pétalos sangre. Corrieron,
corrieron, entre matorrales y corales. Se ocultaron en el centro de la noche
oscura. La Luna fue testigo. Su resplandor maternal iluminaba la carita del
niño. Era su vida, y ella la suya.
Donde rebota el viento de sal, los pescadores criaron gritos. La sombra
bailaba cabalgando tierra adentro. Enjaulados cruzaron la usina, como el
niño la soñó. Todo se derrumbaba, las columnas cayeron traicionadas, la
ciudad se hundió cantando, el niño la soñó cantando. Ardió la ciudad, con
sus calles empedradas. Morían ahogadas de gran tempestad. Ocultaban el
rostro de su pueblo natal, morían los suyos en altamar. La marea los enterró,
a la montaña lo separó, lo separó cantando, como el niño lo soñó. El niño
murió entregado en los brazos de su mamá. La marea se la llevó, como el
niño lo soñó. Sus ojos tocaron la nieve, no soportó la claridad. Ciego ha de
andar, buscando siempre la mar. Si mil años ha de tardar, mil años ha de
caminar.
ALBA: Mamá, se me ha ocurrido una idea.
MARINA: Mire usted, ahora también piensa.
ALBA: Sé que lo mejor para mi pescadito es que vuelva al mar. Aquí estamos lejos,
del otro lado. Pero quiero cumplirle el deseo de que crea estar en el mar,
antes de que muera.
MARINA: ¿Y cómo vas a hacer? ¿Lo vas a arrastrar como la vez del desierto?
ALBA: No. Le construiré un barco. No es mi deseo que muera lejos de los suyos.
MARINA: Pero así le vas a mentir.
ALBA: ¿La verdad no es la mejor de las mentiras?
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MARINA: Durante todo este tiempo, la casa ha recobrado la luminosidad de antes. Fue
un milagro su llegada. En este encierro, dos mujeres solas no pueden vivir.
Ahora somos muchos en un mismo lugar, pero donde comen dos comen tres.
A él le damos pastos mojados y se lo hacemos pasar por algas, cuando la
lluvia pare los caracoles es día de suerte. Desde que mi esposo nos dejó, tuve
que ocupar su rol y me olvidé que ante todo era una madre. Mi hija es medio
lenta, ya lo saben, pero tiene un gran corazón, no sé qué es preferible. En
este tiempo, los días se han hecho noches y las noches tranquilidad. Vivimos
en un valle, rodeados de un manantial de estrellas. En una casa de ciegos, el
más ciego de todos puede ver el horizonte. Mi hija no lo entiende, pero el
viejo tiene que marcharse. Lleva decenios construyendo ese barco, creo que
no lo termina porque teme extrañar. Me imagino su partida y ya lo estoy
extrañando.
MARINA: ¿Has hablado con él?
ALBA: No.
MARINA: Estás callada, parece que el rey de los grillos te ha robado el anillo.
ALBA: No es eso mamá.
MARINA: Entonces, ¿qué es?
ALBA: He terminado el barco. He esperado tantos años este momento, creí que lo
soportaría. Todo lo que tengo lo pierdo. ¿Por qué mamá?
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MARINA: El viejo por fin pudo regresar con los suyos. El barco zarpó por la mañana, al
alba. Cruzó el mar de arena y se enterró en el valle, próximo al río. El sol lo
esperaba ansioso. Él no podía ver la maravilla de su aventura. Los rayos
treparon el barco hasta la cima del Coloso. El viejo bajó en tobogán por los
penitentes y pisó las nubes. Él no podía ver lo que pisaba y por eso creía
pisar tierra. Arrancó una pluma de nube y caminó, tanto caminó que llegó al
mar, donde lo esperaban sus recuerdos. Las aves corrigieron su rumbo, playa
adentro. Solo, pisó el suelo de su patria, sintió la arenilla húmeda rozándole
los dedos, el viento salado bañó su sonrisa. Las aves lo empujaron y caminó
mar adentro, sobre las aguas. El mar danzó de alegría. Caminó hacia el
naciente para llegar al poniente, de sorpresa, hasta perderse en el país de las
utopías: el horizonte. Estaba feliz, y triste. Feliz por volver con los suyos.
Triste por dejarnos. Yo también estaba triste. Ella también. Los hombres son
nubes, nubes que el viento arrastra lejos de este desierto de sal, y muy de
vez en cuando sueltan unas gotas, y el desierto florece por un día… que dura
20 años.
LONGO
Agosto de 2002
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