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LA TEOLOGÍA FEMINISTA
¿Una profecía de esperanza para toda la humanidad?
Virginia R. Azcuy
Una mirada rápida a la producción de la teología feminista en la última década indica que
estamos ante un campo floreciente.1 Incluso en América Latina y el Caribe, aunque en
menores proporciones, se está visibilizando una proliferación creciente de las teologías
hechas por mujeres en los últimos años.2 Pero esta constatación se acompaña de otra que
resulta inquietante: el escaso reconocimiento que, en muchos ámbitos, recibe esta nueva
perspectiva del quehacer teológico, que se corresponde con el surgimiento de un sujeto
relativamente nuevo en la teología: las mujeres. Ante esta situación surgen dos preguntas
básicas: primero, por qué se siguen desarrollando las teologías feministas y, segundo, por
qué se las considera poco y se llega, a veces, hasta rechazarla. Pero, más allá de estos
interrogantes elementales, quisiera añadir otros que me resultan más acuciantes: por qué
se demora el diálogo pendiente entre la teología y el feminismo, si él podría ayudar a la
teología a una renovación fundamental; qué es lo que desacredita a la teología feminista,
sin darle casi la oportunidad de presentar sus razones y sus metas. Y, quizás, lo que más
me importa personalmente en relación con la teología feminista: cómo no hablar, si en
ella se anuncia una esperanza para toda la humanidad. El abordaje de esta forma de hacer
teología nos ayuda a entrar en la compleja cuestión de las relaciones entre varones y
mujeres, en las sufridas tramas de la inequidad de género, en las aspiraciones de una vida
humana más digna y más plena. Desde que el feminismo ha cuestionado los modelos y
los discursos centrados en lo masculino, el cristianismo se encuentra en una encrucijada:
cómo hablar de Dios si en Cristo ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni varón
ni mujer (cf. Gál 3,28). Esta última noticia, la de la igual dignidad del varón y la mujer en
Cristo, pertenece a la entraña del reino prometido por Dios. Si la teología feminista la
recuerda, la relata y la practica en solidaridad ¿no será una profecía de esperanza para
toda la humanidad? En esta contribución, se exponen las razones centrales que impulsan
1
A modo ilustrativo se pueden mencionar: M. P. Aquino – D. Machado – Jeanette Rodríguez (eds.), A
Reader in Latina Feminist Theology. Religion and Justice, Austin 2002; D. L. Carmody, Christian feminist
Theology. A Constructive Interpretation, Oxford UK & Cambridge USA 1995; A. M. Clifford, Introducing
Feminist Theology, Maryknoll, New York 2001; R. A. Coll, Christianity & Feminism in conversation,
Mystic, CT 20014; M. Navarro - P. de Miguel (eds.), 10 palabras clave en Teología Feminista, Estella
(Navarra) 2004; S. F. Parsons (ed.), The Cambridge Companion to Feminist Theology, Cambridge UK /
New York USA 2002; N. K. Watson, Feminist Theology, Michigan / Cambridge UK 2003.
2
Destaco, entre otras, las siguientes obras de autoras o colectivas: B. Andrade, Dios en medio de nosotros,
Salamanca 1999; V. R. Azcuy – G. M. Di Renzo – C. Lértora Mendoza (coord.), Diccionario de Obras de
Autoras. En América Latina, el Caribe y Estados Unidos, Buenos Aires 2007; N. Bedford - M. García
Bachmman - M. Strizzi (eds.), Puntos de Encuentro, Buenos Aires 2005; N. Bedford - M. Strizzi (eds.), El
mundo palpita, Buenos Aires 2006; M. C. Bingemer, A Argila E O Espírito. Ensayos sobre ética, mística e
poética, Río de Janeiro 2004; D. García G. – O. C. Vélez C. – M. d. S. Vivas A., Reflexiones en torno al
feminismo y al género, Bogotá 2004; I. Gebara, El rostro oculto del mal, Madrid 2002; A. M. Isasi-Díaz,
Mujerista Theology, New York 1996; S. Marcos (ed.), Religión y género, Madrid 2003; M. T. Porcile, Con
ojos de mujer, Buenos Aires 2000; E. Tamez, Las mujeres en el movimiento de Jesús, Quito 2003; A. M.
Tepedino – M. P. Aquino, Entre la indignación y la esperanza. Teología feminista latinoamericana, Bogotá
1998; M. d. S. Vivas Albán, Mujeres que buscan liberación, Bogotá 2004.
2
Con frecuencia las teólogas feministas explican las razones por las cuales resulta útil
valorar el feminismo y asumir sus aportes en la actualidad. Estas aproximaciones ayudan
a visualizar en qué medida el feminismo puede despertar la esperanza, pero sobre todo
pueden contribuir a aclarar qué se entiende por feminismo, ya que no pocas veces la
descalificación que se hace de él se funda en una comprensión distorsionada. En el
ámbito de las iglesias, sin ir más lejos, se ha planteado una llamativa divisoria de aguas
entre el feminismo y la promoción de las mujeres que resulta difícil de explicar;4 una
mirada sin prejuicios permite darse cuenta que lo fundamental para ambas posiciones está
en la defensa de la dignidad humana de las mujeres y, con ello, la de toda la humanidad.
Los planteos de Anne Clifford y Elizabeth Johnson muestran el talante liberador y crítico
que acompaña al feminismo y explican por qué se trata de un fenómeno social y teórico
que interpela también a los varones. La mirada de María Pilar Aquino, como exponente
del contexto latinoamericano/latino, recuerda la necesidad de revisar el modelo
antropológico5 y las estructuras socio-políticas que lo sostienen. La voz de Nancy
Bedford, teóloga argentina residente en el exterior, ilustra un proceso de concientización
feminista creciente e inclusivo en el ámbito de nuestras iglesias cristianas.
En la visión del tema que ofrece Anne M. Clifford (Pittsburgh), la respuesta al por qué
del feminismo no puede separarse de los motivos que dan lugar a las diversas formas de
teología feminista cristiana que existen hoy. Se habla, en efecto, de teologías feministas
“en plural” atendiendo a las diferencias de las realidades sociales, culturales y étnicas. 6
La razón principal para el movimiento feminista según la autora es superar la opresión, la
discriminación y la violencia dirigida a las mujeres y adquirir la plena igualdad y la
dignidad humana para cada mujer.7 Con todo, este argumento debe ser mejor aclarado y
fundamentado porque algunas mujeres en EE.UU. y en Europa Occidental, la mayoría
jóvenes, se preguntan por qué apoyar el feminismo. Esto se debe a que en los últimos
cuarenta años se han alcanzado muchos logros: tanto las mujeres como los varones hoy
piensan de un modo diferente con respecto a sus familias y sus roles sociales de lo que lo
hacían en las décadas del sesenta y del setenta, realidad que lleva a muchas mujeres a
3
El presente texto, con las modificaciones requeridas para la ocasión, se basa en otro artículo publicado
sobre el tema recientemente: V. R. Azcuy, “El lugar de la teología feminista. Algunas perspectivas para un
diálogo en el contexto argentino”, en C. Schickendantz (ed.), Feminismo, género e instituciones. Cuerpos
que importan, discursos que (de)construyen, EDUCC, Córdoba 2007, 211-236.
4
Me he referido a estos aspectos, siguiendo los trabajos de Marie Therese van Lunen Chenu, en V. R.
Azcuy, “Hacia una Iglesia más solidaria con las mujeres”, Erasmus III/1 (2001) 77-95.
5
Cf. V. R. Azcuy, “Teología ante el reto del género. La cuestión y el debate antropológico”, Proyecto 45
(2004) 9-37.
6
En el ámbito de América Latina, el Caribe y Estados Unidos, las principales corrientes desarrolladas en las
últimas décadas son: teología desde la perspectiva de la mujer, teología feminista de la liberación, teología
feminista mujerista, latina o hispana, teología womanista o afroamericana, teología ecofeminista.
7
Cf. Clifford, Introducing Feminist Theology, 13ss.
3
pensar que el feminismo ya está superado. Sin embargo, aunque haya habido progresos
para las mujeres europeas y euro-americanas de clases sociales medias y altas, existen
razones válidas para argumentar que se trata más de excepciones que de reglas. En todas
partes del globo, las mujeres siguen padeciendo discriminaciones a causa de su sexo;
muchas de ellas continúan siendo relegadas a un estatus secundario y oprimidas por los
varones.8 Otro problema, todavía más apremiante, es el relacionado con la violencia
sufrida por las mujeres; frente a esta realidad, también globalizada, el por qué del
feminismo se presenta especialmente obvio si se consideran las dimensiones mundiales
de los comportamientos violentos dirigidos contra las mujeres y las niñas. Al mismo
tiempo, el compromiso de numerosas mujeres y varones feministas para cambiar estas
situaciones constituye una constante orientada a mejorar las condiciones de vida de las
mujeres en todas las sociedades, dando muestras de la herencia y la vigencia de las luchas
de la “segunda ola” del feminismo.
A la luz de lo anterior, resulta orientadora la comprensión que Clifford propone acerca del
feminismo, por cuanto en ella se puede observar la importancia que tiene el análisis de las
causas de la subordinación y el sometimiento de las mujeres, a la vez que los medios de
cambio a favor de la plena dignidad de las mujeres y los varones:
El feminismo es un fenómeno mundial que ha tomado muchas formas y que tiene diferentes significados
para distintas personas. El feminismo es una visión social enraizada en la experiencia de las mujeres basada
en la discriminación y opresión sexual, un movimiento que busca la liberación de las mujeres de todas las
formas de sexismo, y un método académico de análisis que es usado prácticamente en cada disciplina. El
feminismo es todas estas cosas y más porque es una perspectiva de vida que colorea todas las esperanzas,
compromisos y acciones de una persona.9
8
Los estudios relativos al desarrollo humano universal y las mujeres ilustran sobradamente esta realidad.
Cf. M. C. Nussbaum, Las mujeres y el desarrollo humano. El enfoque de las capacidades, Barcelona 2002;
A. Sen, Desarrollo y Libertad, Barcelona 2000. Los retos de esta realidad para la teología han sido
planteados en V. R. Azcuy, “Teología e inequidad de género: Diálogo, interpretación y ética en el cruce de
disciplinas”, en Bedford - García Bachmann - Strizzi, Puntos de Encuentro, 37-63.
9
Clifford, Feminist Theology, 16-17.
10
Clifford, Feminist Theology, 17.
11
Para una introducción a Wolski Conn, ver M. M. Mazzini de Wehner, “Una espiritualidad restrictiva ya
no conforma a las mujeres”, Proyecto 39 (2001) 187-207.
4
de cambio. La autora también destaca que la crítica del feminismo apunta al sexismo y
por lo tanto sus reclamos no se basan en las diferencias sexuales, sino que están
relacionados con las perspectivas de género y con las asignaciones de roles específicos a
mujeres y varones. Finalmente, vale la pena subrayar la visión “inclusiva” en la
descripción de Wolski Conn, es decir, referida tanto a mujeres como a varones; ésta es
otra razón poderosa para entender los beneficios del feminismo para la vida humana.
Si la lectura de Anne Clifford muestra claramente el aporte del feminismo en relación con
la situación desfavorable de las mujeres, las aproximaciones de Elizabeth Johnson (New
York) ponen de relieve la crítica que debe realizarse a los modelos centrados en una
visión masculina. En su obra sistemática principal dedicada a la construcción de un
discurso feminista sobre Dios, la autora sostiene que el discurso teológico moldea la
realidad y que su reconstrucción a partir de símbolos y metáforas femeninas es un
elemento imprescindible para la transformación de las relaciones sociales.12 En otra de
sus obras consagrada a la profundización de la teología sobre María, Johnson aporta un
breve vocabulario que contiene una clara descripción del feminismo:
Feminismo: este término, de bastante mala fama pero, a pesar de todo, de hermoso significado, se refiere a
la actitud que promueve la realización de las mujeres como genuinos seres humanos, plenamente dotadas y
a la vez muy diversas y merecedoras de los mismos derechos, dignidad y poder en todas las esferas de la
vida. En lúcida descripción de Sandra Schneiders, se trata de todo un cuerpo de ideas “que hunde sus raíces
en la experiencia de las mujeres de su opresión sexual, se entrega a una crítica del patriarcado como sistema
especialmente disfuncional, adopta una visión alternativa de la humanidad y de la tierra y procura
activamente hacer realidad esta visión”. Multicultural y pluralista, el feminismo académico se ha
desarrollado prestando oídos a la exigencia de mujeres de color de que hay que evitar un falso
universalismo que querría definir a todas las mujeres desde los estrechos límites de la experiencia de
mujeres blancas.13
12
Cf. E. A. Johnson, La que es. El misterio de Dios en el discurso teológico feminista, Barcelona 2002.
Retomaré el aporte de la autora sobre el lenguaje teológico en la segunda parte de este ensayo.
13
E. A. Johnson, Verdadera hermana nuestra. Teología de María en la comunión de los santos, Barcelona
2005, 41.
14
Sobre sus textos, cf. Azcuy – Di Renzo – Lértora, Diccionario de Obras de Autoras, 237-240.502-504.
15
Me he referido a sus aportes relacionados con la etnografía en V. R. Azcuy, “Teologías desde las
biografías de las mujeres. Reflexiones sobre el método”, en: C. Schickendantz (ed.), Mujeres, género y
sexualidad. Una mirada interdisciplinar, Córdoba 2003, 193-232. Ver también Azcuy – Di Renzo –
Lértora, Diccionario de Obras de Autoras, 126-132.430-434.
16
Una de las obras pioneras de la teología feminista “womanista” es la escrita por Delores S. Williams,
Sisters in the Wilderness. The Challenge of Womanist God-Talk, Maryknoll, New York 200611 (1993).
5
Otras dos notas enunciadas por Elizabeth Johnson expresan muy bien el talante espiritual
entrañado por la teología al asumir el feminismo como divisa. Para la teóloga católica, las
mujeres cristianas que heredan una tradición religiosa patriarcal intentan elaborar una
teología que libere de toda forma de opresión androcéntrica, incluido un sistema de sexo-
género injusto, para bien de la Iglesia y la sociedad. La actitud que las anima es crítica y
esperanzada a la vez, por cuanto busca discernir el patriarcado y abrir espacios de gracia
para la vida en plenitud prometida a la humanidad: “[el feminismo] espiritualmente, es la
expresión de un hambre y una sed de justicia que incluye a mujeres de todo tipo, en
beneficio del conjunto de la comunidad”.17
El estudio de las teologías hechas por mujeres en América Latina y el Caribe muestra que
en la primera década se evita el posicionamiento “feminista” y se prefiere hablar de una
teología “desde la perspectiva de la mujer”.18 Sin embargo, desde mediados de la década
del noventa algunas autoras eligen hablar de teología “feminista latinoamericana” o
“feminista de la liberación” como se explicita de forma paradigmática en la compilación
realizada por Ana María Tepedino y María Pilar Aquino bajo el título Entre la
indignación y la esperanza. Teología feminista latinoamericana.19 Una mirada
retrospectiva permite decir que la teología feminista en nuestro contexto se ha nutrido de
una doble fuente: por un lado, ha sido impulsada desde dentro de las teologías de la
liberación y, por otro, ha despertado ante el impacto de los escritos y las voces de otras
teólogas, sobre todo norteamericanas y europeas. En el marco del movimiento global de
la liberación, se puede decir que las voces de las mujeres han ayudado a despertar en la
conciencia de las iglesias cristianas una “irrupción dentro de la irrupción”:20 si en una
primera etapa tuvo lugar la irrupción de los pobres en la conciencia eclesial, luego
comenzó a darse la irrupción de las mujeres en la Iglesia y en la teología como un eco de
su despertar social. En el contexto teológico latinoamericano, la ola del feminismo se ha
entretejido especialmente con aquellas otras de la liberación y de los derechos humanos a
mediados de la década del ochenta y, más tarde y en menor medida, con movimientos
ecologistas. Más allá de los matices de cada una de las posiciones, se puede afirmar el
17
Johnson, Verdadera hermana nuestra, 42.
18
En este sentido, son representativos los siguientes títulos: M. P. Aquino (ed.), Aportes para una teología
desde la mujer. Colaboraciones de teólogas latinoamericanas en la Conferencia Intercontinental de
mujeres teólogas del Tercer Mundo, Madrid 1988; M. P. Aquino, Nuestro Clamor por la Vida. Teología
latinoamericana desde la perspectiva de la mujer, San José 1992; M. C. Bingemer, O Segredo Feminino do
Misterio. Ensayos de Teologia na ótica da mulher, Petrópolis 1991; B. Melano Couch, La mujer y la
Iglesia, Buenos Aires 1973; M. T. Porcile, La Mujer, espacio de salvación. Misión de la mujer en la Iglesia,
una perspectiva antropológica, Madrid 1995; E. Tamez, El rostro femenino de la teología, San José de
Costa Rica 1986. Todas estas obras han sido recensionadas en Azcuy – Di Renzo – Lértora, Diccionario de
Obras de Autoras, primer tomo de la colección “mujeres haciendo teologías”.
19
Cf. A. M. Tepedino; M. P. Aquino (eds.), Entre la indignación y la esperanza. Teología Feminista
Latinoamericana, Santafé de Bogotá 1998.
20
M. A. Oduyoye, “Reflections from a Third World Woman’s Perspective: Women´s Experience and
Liberation Theologies”, en: U. King (ed.), Feminist Theology from the Third World. A Reader, Maryknoll,
New York 1994, 23-34, 24.
6
Para presentar el feminismo teológico en nuestro ámbito, elijo los escritos de María Pilar
Aquino por ser ella una de las autoras que más ha escrito sobre teología feminista en
América Latina.22 Su visión se caracteriza en relación con el movimiento global de las
mujeres por su liberación y en articulación con lo político:
El concepto “feminista” conlleva en la actualidad variedad de significados. Aunque podría pensarse que
excluye a los hombres a causa de la raíz femina (del sexo femenino, hembra) referida de inmediato a las
mujeres, de hecho, el término “feminista” incluye a hombres y mujeres. La acepción más común, si bien no
es de uso universal, señala que “feminista” es una persona –hombre o mujer– que cree, tanto en la
exigencia de reestablecer a las mujeres como sujetos de pleno derecho en todos los ámbitos de la
existencia, como en la intrínseca equivalencia de mujeres y hombres en cuanto personas constitutivas de la
humanidad, dada en diferencia modal; junto con ello, busca crear las condiciones reales, actitudes sociales
y estructuras socio-políticas que revelen, sostengan y preserven ambos aspectos.23
Por una parte, la teóloga latina explica que el feminismo puede ser sostenido tanto por
mujeres como por varones –como antes lo presentaba Wolski Conn– y recuerda que esto
se vincula con el modelo antropológico transformativo que suscribe el feminismo.24 Por
otra parte, puntualiza sus objetivos fundamentales en el plano de los derechos y de la
igualdad, lo que implica una conexión directa con la acción política. Siguiendo a la
historiadora Karen Offen menciona, además, tres criterios que ayudan a reconocer una
posición feminista: el reconocimiento de la interpretación y el valor que las mujeres dan a
sus propias experiencias; la manifestación de disconformidad con respecto a la injusticia
institucionalizada hacia las mujeres como grupo social; y el compromiso para eliminar
esta injusticia, es decir, la acción orientada a superar la dominación patriarcal.
Para concluir este primer momento, quisiera recuperar la reflexión testimonial de Nancy
Bedford como referente de las nuevas generaciones de teólogas.25 En su artículo “Dar
razón de la fe que hay en nosotras”,26 ella explica su itinerario en la opción por el
feminismo:
21
Para un estudio fundamental de este entrecruzamiento, cf. E. Vuola, Teología feminista/ Teología de la
liberación (la Praxis como método de la Teología latinoamericana de la Liberación y de la Teología
Feminista), Madrid 2000 (original inglés: Finlandia 1996). En la caracterización de esta corriente, el uso de
“feminista” implica un análisis crítico de la forma de hablar de las “mujeres” y la “feminidad” en la
teología de la liberación, en tanto estos conceptos son a menudo funcionales a un ideario de tipo patriarcal.
22
Teóloga pionera en América Latina, nacida en México, actualmente residente en San Diego, EE.UU. Su
posicionamiento teológico ha evolucionado hacia la teología (feminista) latina, pero la considero
latinoamericana en esta presentación dada su trayectoria en nuestro contexto. Agradezco especialmente a la
autora el envío de sus publicaciones, que han servido de base para nuestras lecturas e investigaciones en
Teologanda. Ver Azcuy – Di Renzo – Lértora, Diccionario de Obras de Autoras, 14-23.311-326.
23
M. P. Aquino, Voz “Feminismo”, en: C. Floristán – J. J. Tamayo (eds.), Conceptos fundamentales del
cristianismo, Madrid 1993, 509-524, 511.
24
Sobre este tema, cf. Porcile, La mujer, espacio de salvación, 123-149, y sobre todo L. Russell, The
Future of Partnership, Philadelphia 1979. Sobre el aporte precursor de Russell, ver Azcuy – Di Renzo –
Lértora, Diccionario de Obras de Autoras, 212-226.499-502.
25
Nancy E. Bedford es teóloga bautista, argentina residente en Chicago, Estados Unidos.
7
Como algunas otras teólogas latinoamericanas, busqué durante varios años alguna formulación alternativa a
la teología «feminista», que temía fuera innecesariamente provocativa. (…) A su vez, hablar de «la»
perspectiva de «la» mujer (como si hubiera una sola), parecía una manera indirecta de asumir y aceptar los
estereotipos de género que promueve el sistema patriarcal.27
La visión que las/os teólogas/os cristianas/os tienen del feminismo y sus razones para
asumirlo como desafío en el seguimiento de Jesús y en su vocación teológica indica ya
mucho de su función crítica en orden a la construcción del reino en la historia. Las
promesas de una vida en abundancia para todo el género humano hacen que el
cristianismo y las otras religiones se encuentren ante el reto de discernir nuevos discursos
y prácticas que ayuden al advenimiento de lo definitivo en todas las formas personales y
sociales de convivencia. En esta sección sobre las teologías feministas, se intenta una
aproximación al cruce entre feminismo y cristianismo: ¿qué significa teología feminista?,
¿cuáles son las posibilidades del diálogo que propone y las exigencias de cambio que
exige?, ¿puede hablarse de una teología feminista cristiana?, ¿qué tareas y debates
plantean las teologías feministas a las teologías clásicas? Mediante los aportes de Marie
Theres Wacker, Regina Coll y María Pilar Aquino, busco introducirme a estos
interrogantes y mostrar la importancia de una ampliación del espacio de reflexión en el
26
N. E. Bedford, “Dar razón de la fe que hay en nosotras. Elementos del feminismo como mediación socio-
analítica para la teología latinoamericana”, Proyecto 39 (2001) 145-161.
27
Bedford, “Dar razón de la fe que hay en nosotras”, 151.
28
N. E. Bedford, “La espiritualidad cristiana desde una perspectiva de género”, Cuadernos de Teología 19
(2000) 105-125, 108.
29
N. E. Bedford, “La espiritualidad cristiana desde una perspectiva de género”, Cuadernos de Teología 19
(2000) 105-125, 108.
8
Una vez introducido el concepto de feminismo mediante las voces de algunas teólogas,
vale la pena profundizar la teología feminista, caracterizarla y localizarla. Para hacerlo,
elijo tres perspectivas que me parecen sugerentes: la primera es la que presenta a la
teología feminista como “programa” en la voz de la exegeta alemana Marie Theres
Wacker (Münster); la segunda muestra la importancia de una “conversación”, una vía
decisiva en la recepción del feminismo teológico,31 ilustrada por la teóloga
norteamericana Regina Coll (Notre Dame); y la tercera está tomada de los escritos de
María Pilar Aquino para situarnos mejor en el contexto latinoamericano y describe a la
teología feminista como “contribución”. Según Marie Theres Wacker, “la expresión
«teología feminista» contiene un programa, que en una primera aproximación es posible
describir partiendo de los mismos conceptos que aparecen unidos (…) la teología
feminista significa una confrontación entre la ciencia de la fe y el movimiento de
liberación de las mujeres”.32 La palabra “confrontación”, con frecuencia más propia de
las primeras generaciones de teólogas, explica las dificultades de recepción que han
tenido y siguen teniendo las teologías feministas, sobre todo en el ámbito académico
universitario, aun cuando exista en ellas un ánimo evangélico. Por eso es conveniente
indicar también la segunda perspectiva, dada por la clave de la conversación, contenida
en el título de una publicación de Regina A. Coll, Christianity & Feminism in
conversation.33 Su inquietud es reconciliar la teología cristiana con la comprensión
30
Cf. É. Parmentier, “Relaciones entre las teologías feministas y las teologías clásicas”, en: C.
Schickendantz (ed.), Cultura, género y homosexualidad. Estudios interdisciplinares, Buenos Aires 2005,
129-153, 130.
31
Me he referido a este aspecto en V. R. Azcuy, “Teología e inequidad de género: diálogo, interpretación y
ética en el cruce de disciplinas”, en: N. Bedford – M. García Bachmann – M. Strizzi (eds.), Puntos de
encuentro, Buenos Aires 2005, 37-65, 39ss.
32
M. T. Wacker, Voz “Teología feminista”, en: P. Eicher (dir.), Diccionario de conceptos teológicos II,
Barcelona 1990, 506-512, 506. Que la autora ha tomado en serio lo de “programa” lo evidencia el
compendio de interpretación feminista de la Biblia que ha editado en colaboración con la participación de
sesenta exegetas de distintas confesiones: L. Schottroff – M.-T. Wacker (eds.), Kompendium Feministische
Bibelauslegung, Gütersloh 19992.
33
Cf. Coll, Christianity & Feminism in conversation, 5-28.
9
contemporánea de las mujeres: por un lado, intenta desafiar a los participantes de centros
y seminarios a cambiar sus puntos de vista con respecto a la fe, la religión y la teología;
por otro lado, se propone incentivar a las mujeres para revisar las imágenes y los
símbolos de las tradiciones cristianas. Para la teóloga católica, esta conversación va en
dos direcciones: no sólo lo que el cristianismo tiene que decir al feminismo, sino además
qué tienen para decirse el cristianismo y el feminismo el uno al otro; la crítica es mutua y
en el proceso de la misma surge una teología que es feminista. Si la noción de
“programa” nos orienta en el sentido del método y del proceso que implica desarrollar
una teología feminista, la de “conversación” nos señala el talante dialogal necesario para
instalar la novedad de un nuevo sujeto teológico, con las críticas y los aportes
constructivos que entraña. La idea de “contribución”, frecuente en los escritos de M. Pilar
Aquino, reclama el reconocimiento de la necesidad de la teología feminista, pero también
la aceptación de la misma en el ámbito eclesial y teológico, lo cual no ha de darse
necesariamente por supuesto. Para introducirnos en la teología feminista latinoamericana
se pueden señalar, por una parte, la dificultad de su visibilidad y, por otra, su aportación
concreta. Sobre el primer aspecto, nos relata la autora:
Más allá de estos límites que se han empezado a superar en la última década, creo que lo
más importante en la evaluación de la teóloga latina es su descripción propositiva de la
teología feminista latinoamericana como “contribución” en el marco de la teología de la
liberación. Ella busca explicitar, particularmente, “los cambios y los desplazamientos que
las categorías críticas de género producen en el discurso teológico predominante,
marcadamente androcéntrico, al configurarse según el hacer y el saber de las mujeres en
las coordenadas históricas, sociales, raciales o culturales”.35 En concreto, M. Pilar Aquino
sostiene que “la teología elaborada en el marco del pensamiento crítico feminista
contribuye a ampliar, profundizar y otorgar mayor radicalidad a las categorías
epistemológicas fundamentales de la teología de la liberación tanto en la mediación
analítica, como en la hermenéutica y las práctico-pastorales”.36
Si retomamos ahora las tres perspectivas sugeridas para indicar el lugar de la teología
feminista, podemos decir que la óptica de la “conversación” está dada, en primer lugar,
34
M. P. Aquino, “Teología feminista latinoamericana. Evaluación y desafíos”, Tópicos ‘90 7 (1995) 107-
122, 114. Para un breve panorama, con particular atención a la realidad argentina, ver mi artículo publicado
en la revista Concilium 2006/3. Con respecto a lo dicho por M. P. Aquino en el texto citado, quisiera señalar
que la colección teologías hechas por mujeres trata de responder, en alguna medida, a esta “deuda” en el
contexto latinoamericano y caribeño. El tomo dos de la serie ofrecerá selecciones de textos comentados de
más de cuarenta teólogas del contexto estudiado.
35
Aquino, “Teología feminista latinoamericana”, 108.
36
Aquino, “Teología feminista latinoamericana”, 112.
10
37
Cf. Johnson, La que es, 24ss. También M. T. Porcile utiliza la imagen del “puente” para describir su
intento de diálogo al introducir su obra principal, cf. La mujer, espacio de salvación, Madrid 1995, 22.
38
Clifford, Introducing Feminist Theology, 29. Johnson habla, incluso, de la “escotosis” o ceguera que se
opone a la gloria de Dios presente en la sabiduría de las mujeres, cf. La que es, 31ss. Ver también F.
Elizondo, “Mujer”, en: M. Navarro (dir.), 10 mujeres escriben Teología, Estella 1993, 199-231.
39
Aquino, “Teología feminista latinoamericana”, 109.
40
Aquino, “Teología feminista latinoamericana”, 117.
41
C. Schickendantz, ¿Adónde va el papado? Reinterpretación teológica y reestructuración práctica,
Buenos Aires 2001, 10-11.
11
del cristianismo en la cual, entre otras cosas, las buenas noticias cristianas emancipan y
transforman el mundo”.42
La teología feminista debe confrontarse, entre otras cosas, con el problema del lenguaje.
En este sentido, Denise L. Carmody habla en su obra Christian feminist Theology de un
“feminismo cristiano constructivo”.43 Su propuesta es embarcarse en un trabajo de
construcción, en la elaboración de una visión del mundo y de la realidad que responda a
dos inspiraciones: una tradicional, que es la fe cristiana, y la otra un feminismo
moderado, equilibrado y maduro, entendido como compromiso para completar la
igualdad de las mujeres con los varones en la realización de la humanidad –corporalidad,
razón, emoción, imagen de Dios–. La razón para pensar en un diálogo posible se
encuentra en el hecho de que el patriarcado –entendido para ella como predominio de los
varones sobre las mujeres en la configuración de la conciencia social y cultural– ha
convertido a las mujeres en “ciudadanas de segunda-clase”, en víctimas de injusticia y
discriminación. Para Carmody, esta razón de justicia hacia la mitad del género humano es
suficiente para aceptar el adjetivo “cristiano” como predicado del feminismo.44 Su
programa de una teología feminista cristiana constructiva es una oportunidad de revisar
los límites de nuestro lenguaje y, en ellos, los límites de nuestro mundo – dar la batalla
del lenguaje y maximizar la imaginación puede ayudarnos a experimentar mundos de
significado plenos de sentido y abrirnos a una esperanza sin límites.45 La cuestión del
lenguaje sobre Dios está en el centro de las preocupaciones de toda teología feminista,
como lo indica también Elizabeth Johnson al preguntarse y reflexionar:
¿Cuál es el modo adecuado de hablar de Dios? Se trata de una cuestión de importancia decisiva, pues
hablar sobre el misterio que rodea las vidas humanas y el universo mismo constituye la actividad crucial de
una comunidad de fe. En ese lenguaje, el símbolo de Dios funciona como símbolo primordial de todo el
sistema religioso, el punto decisivo de referencia para la comprensión de la experiencia, de la vida y del
mundo. De ahí que el modo en que una comunidad de fe dé forma al lenguaje sobre Dios representa
implícitamente lo que ella entiende por el mayor bien, la verdad más profunda, la belleza más sugestiva.
Dicho lenguaje, a su vez, moldea decisivamente la identidad corporativa de la comunidad y guía su
praxis.46
42
R. Chopp, The Power to Speak. Feminism, Language, God, Oregon 20022 (1991), 21-22. Para Chopp, el
objetivo de la teología feminista es multiplicar prácticas significativas –inclusive la relativa a la educación
teológica feminista– y formar nuevos discursos emancipadores que proclamen una nueva buena noticia
entre la Palabra y las mujeres. Sobre sus obras, ver Azcuy – Di Renzo – Lértora, Diccionario de Obras de
Autoras, 74-86.382-386.
43
Cf. Carmody, Christian feminist Theology, 1-39.
44
Sobre la conveniencia de hablar de un feminismo teológico, en lugar de adjetivar la teología como
feminista, ver M. Navarro, “Método”, en: Navarro - de Miguel, 10 palabras clave sobre Teología
Feminista, 453-510, 456.
45
Carmody, Christian feminist Theology, 6.
46
Johnson, La que es, 18.
12
fundamentales de la teología feminista.47 Regina Coll resume, por su parte, las tareas de
la teología feminista mediante tres verbos:48 revisioning, ver los símbolos, mitos y
metáforas desde un nuevo punto de vista, reconcibiendo el mensaje cristiano; reclaiming,
porque la interpretación de la tradición desde el feminismo es reclamar por el sufrimiento
y la lucha de las mujeres en el pasado cristiano patriarcal y comprometerse con el
liderazgo de las mujeres en la Iglesia, como en los orígenes; y reconceiving, una
articulación imaginativa como camino de pensar y conocer que no se separa de la
imaginación y la valora por igual, para recuperar lo que ha quedado dormido o rechazado
en la tradición. Por otro lado, Elizabeth Johnson49 habla de tres pasos que siguen una
dinámica típicamente hermenéutica: demolición, cuya función es desenmascarar la
dinámica oculta del dominio en el lenguaje, las costumbres, la memoria, la historia, los
textos sagrados, la ética, el simbolismo, la teología y el ritual de la tradición cristiana;
recuperación o discernimiento, que busca también una sabiduría ignorada, suprimida o
alternativa, dentro y fuera de la corriente principal, busca huellas y piezas sueltas que
insinúan historias no narradas de las aportaciones de las mujeres; y nueva interpretación
o reconstrucción, que va desde la crítica y la revisión de alternativas, pretende reconstruir,
ensaya nuevas articulaciones entre normas y métodos de la teología y reconsidera los
símbolos y prácticas cristianas. Finalmente, María Pilar Aquino recuerda el aporte del
instrumental de género como contribución más propia de la teología feminista al discurso
teológico androcéntrico y caracteriza el aporte de las mujeres como el de una
epistemología teológica liberadora.50
Al finalizar esta parte, quisiera volver sobre los fundamentos de un feminismo cristiano.
En efecto, es importante subrayar que todas las teologías feministas cristianas, más allá
de cómo se entiendan a sí mismas, comparten un principio de discernimiento: que el
patriarcado y el androcentrismo están en conflicto con una fe en Dios que se define a sí
mismo como amor (cf. 1Jn 4,8), y que también lo están quienes –en la Iglesia y en la
teología– han utilizado o utilizan las Escrituras y las tradiciones cristianas para sostener
estos males sociales.54 En este sentido, vale la pena recordar el aporte de Denise
Carmody, quien realiza una exposición de los fundamentos (foundations) de la teología
feminista. En su obra introductoria, presenta la búsqueda de justicia, divisa del
feminismo – un compromiso de plena igualdad entre mujeres y varones, al mismo tiempo
que una cuestión religiosa, sagrada, última, porque la injusticia trae sufrimiento; la
búsqueda de significado, dado que la crisis de sentido y disfunción a nivel ecológico
parece ser la más radical al final del segundo milenio cristiano y viene a cuestionar un
paradigma de dominación reclamando otro, feminista, de cooperación; la búsqueda de
belleza, una belleza tan encarnada como la justicia y el sentido implicado en la
emergencia del ecosistema, aunque pueda abarcar dimensiones estéticas o espirituales; la
búsqueda del amor, que es Dios mismo –como está expresado en la convicción joánica de
1Jn 4,8– y que constituye la mejor explicación para la creación y para la redención. Para
concluir su planteo, Carmody agrega la cuestión de una opción fundamental: esperar o no
esperar, para luego plantear qué pueden – podemos esperar las mujeres. Ciertamente, las
52
Concilio Ecuménico Vaticano II, Constituciones, Decretos, Declaraciones, Madrid 1993, 351. Cabe
recordar que el texto sigue con una observación relativa a las mujeres: “Pues es realmente lamentable que
los derechos fundamentales de la persona no estén todavía bien protegidos en todas partes. Por ejemplo,
cuando se niega a la mujer el derecho a elegir libremente esposo y adoptar un estado de vida o acceder a
una cultura y educación semejantes a las que se conceden al varón.”
53
Cf. A. Rauscher, “Los fundamentos naturales de la vida social”, en: G. Baraúna (dir), La Iglesia en el
mundo de hoy. Estudios y comentarios a la Constitución “Gaudium et Spes” del Concilio Vaticano II
(Esquema XIII), Madrid 1967, 337-349, 347.
54
Cf. Clifford, Introducing Feminist Theology, 28ss.
14
mujeres pueden esperar lo mismo que los varones, pero ¿pueden también esperar algo
más?, ¿algo específico o propio de las mujeres?... Para Carmody, se resume así:
¿Hay cosas peculiarmente propias de las mujeres, distintivamente femeninas, que deberíamos añadir a la
genérica lista humana? Ésta es nuestra pregunta en el resto de esta sección. Creo que puede haber – que si
las mujeres reconocen que en las próximas décadas de la humanidad la historia puede concebir, ellas
pueden tener esperanzas razonables de que su mitad de la especie mejorará con respecto a la mayoría de las
décadas pasadas. Por ejemplo, las mujeres pueden esperar razonablemente (…) que el patriarcado, reglado
por varones, decrecerá, se hundirá, y llegará a ser menos nocivo. (…) Las mujeres también pueden esperar
que el Dios que viene en el horizonte será tan femenino como masculino. (…) Las mujeres podemos
esperar contribuir, incluso configurar decisivamente, la cuestión teológica futura y la investigación
creativa…55
55
Carmody, Christian feminist Theology, 34.35.36.38.
56
Russell, The Future of Partnership, 15.
57
J. Chittister, El fuego en estas cenizas. Espiritualidad de la vida religiosa hoy, Santander 1998, 197.198.
15
El cambio en la conciencia de las mujeres ocurre cuando ellas perciben el contraste que existe entre su
propia valía humana y el estatuto de subordinación que les han asignado los sistemas patriarcales, en los
ámbitos públicos y privados. (…) La teología no es una excepción en este cambio. En esta disciplina, la
idéntica dignidad de hombres y mujeres creados a imagen de Dios, redimidos por Cristo y agraciados por el
Espíritu es ya una doctrina fundamental, con la consecuencia de que, como enseña el Concilio Vaticano II,
“hay que superar y eliminar, como contraria al plan de Dios, toda forma de discriminación” por motivos de
sexo. Ahora bien, semejante discriminación forma parte, precisamente, de la herencia de la Iglesia, tanto en
la teoría como en la práctica, y ha continuado existiendo hasta el momento actual.61
Se abre, en este sentido, otro campo de reflexión y de discreción de espíritus que podría
localizarse en el espacio propiamente eclesiológico, con particular atención a la
participación de las mujeres tanto en la inteligencia y educación de la fe como en el
ámbito de la toma de decisiones.62 La construcción de nuevas ciudadanías y de
sociedades más igualitarias en un contexto de grandes inequidades y exclusiones a nivel
planetario representa un reto y una oportunidad para el fermento de la buena noticia
cristiana en los distintos espacios locales. Nuestra época está signada por la encrucijada:
problemas humanos y sociales complejos piden una respuesta que todavía no alcanzamos
a pronunciar a la altura de las necesidades. Lo que sí se presenta como ineludible es un
compromiso solidario y esperanzado con las búsquedas actuales que intentan acercarse a
la promesa de una vida más justa, más digna y más plena para todos y todas. Que el
caminar teológico de tantas mujeres de nuestro tiempo no resulte vano, sino semilla de
una profecía de esperanza para toda la humanidad. Y Dios quiera que también los
58
Cf. Parmentier, “Relaciones entre las teologías feministas y las teologías clásicas”, 139.
59
Sobre este punto me he explayado más en Azcuy, “El lugar de la teología feminista”, 211-236.
60
P. Coda, “Cruzar el umbral de la reciprocidad”, Criterio 2308 (2005) 491-493, 491.
61
Cf. E. A. Johnson, Amigos de Dios y Profetas. Una interpretación teológica feminista de la comunión de
los santos, Barcelona 2004, 49-50.
62
A este tema he dedicado diversos artículos: V. R. Azcuy, “El lugar teológico de las mujeres”, Proyecto 39
(2001) 11-34; “Iglesia de las mujeres, gracia transformante. Conversaciones con Karl Rahner y Anne Carr”,
Cuadernos de Teología 20 (2001) 115-133; “Teología conjugada en femenino plural”, en: M. Solá (comp.),
Qué quieren las mujeres, Buenos Aires 2003, 135-159; “Hacia una nueva imaginación del laicado y las
mujeres en la Iglesia”, Teología 91 (2005) 537-556, entre otros.
16
teólogos sigan haciéndose compañeros, cada vez más, de esta lucha por lo definitivo que
tanto estamos anhelando en esta hora de la historia.