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Concholepas concholepas.
Me sacaron de mi residencia acuosa
Lo hicieron con violencia, a tirones
brutalmente.
Concholepas concholepas.
Estaban armados con cuchillos.
Luego procedieron a meterme
en un saco
¡Concholepas!
Me golpearon ("para ablandarme")
Me lavaron ("para limpiarme")
Entonces, golpeado, ultrajado, semiblando y limpio
me colocaron en una olla con agua hirviendo
y sal.
Ahora estoy en la cocina
con mayonesa cebolla y perejil.
Ahora estoy en la vitrina.
Ahora estoy en un cartel.
...ESPERAMOS DISFRUTEN!!!!!!!!!!!!!!!!
LA SANTÍSIMA, SIEMPRE DEDICADA A LA LITERATURA NACIONAL...
GRUPO CINOSARGO.
ARICA 22/ 11/09
EL SUCESO JAMÁS DICHO SOBRE EL CRIMEN DE CALAMA
por José G. Martínez Fernández.
El miedo que acorraló a Sergio Yánez es obvio. Estaba contra muchos muros: las policías y la CNI
de Calama.
En un acto desesperado Sergio Yánez se presentó, como dijimos, en Antofagasta días después
del robo de diciembre de 1980. Allí trató de entrevistarse con los magistrados de los Juzgados del
Crimen y Civiles Su temor lo hizo recurrir a todo pero nadie escuchó su voz
Poco después el asaltante solitario Fernando Villanueva- desapareció. Su hermano Eduardo juró
venganza. Decía que los asesinos de Fernando eran detectives.
Los nombres de ellos han permanecido casi en la impunidad, aunque en mi libro CALAMA, EL
CRIMEN DEL SIGLO, yo señalo sus apellidos.
Esta noticia de la búsqueda de amparo o asilo me
llega de golpe por dos amigos periodistas de la zona
que realizan una investigación importante para mí.
Hoy en día todavía hay elementos en los tribunales de Antofagasta que son responsables de no
haber permitido a Sergio Yánez haber denunciado a Fernando Villanueva y que, por lo mismo, son
responsables de su muerte y la del Agente Martínez.
Son portadores, en la urbe, de una seducción muy cercana al desenfado que asumimos cada
mañana para disimular el desencanto, cuando nuevamente debemos volver a ponernos en marcha
y respirar profundo, antes de entrar al ascensor.
Esa poesía urbana y coloquial pretende dar cuenta estética de paisajes humanos cargados de
búsquedas, regresos y partidas. Francisco Carrasco nos dice que “Es necesario volver a la Montana
y comer raíces”. En su nuevo libro, nos propone, sumergirnos, tal vez, por primera vez, en ese río
que fluye (como en el último verso de este poema La muerte de Heráclito que sobrecoge) en medio
de rostros y rincones somnolientos por la nostalgia del rock and roll, por los hijos conjurados a ser
inmunes a todo…menos a sí mismos, por El Oscuro de Éfeso o por la mujer de las sopaipillas a
cien pesos en quien la sabiduría y el hambre se resuelven en un solo gesto de humanidad: la vida.
Estos son poemas para leer sin misericordia, ni para con el autor, ni para con nosotros mismos. Son,
en definitiva, retazos del fin de temporada de una ciudad siempre ajena o, en el mejor de los casos,
recibida en comodato, pero que nunca poseeremos realmente.
Esta poesía que se nos propone en “Heráclito en el manicomio”, que a ratos, sus poemas, parecen
micro crónicas, posee el encanto de la prosa ofrecida o envuelta en el ritmo singular de la poesía. Ahí
en ese cruce de tempos y tropos, la imagen, sorprendente pieza musical, surge como absolutamente
reconocible y habitable. Este es un libro para ser leído sin compasión, como ya hemos dicho, pero
también para ser de algún modo habitado o como tal vez le gustaría más al autor: “okupado” (así con
K).
Se nutren, estos textos, de la experiencia cotidiana del devenir como imposibilidad y al mismo tiempo
urgencia, de intentar, por lo menos, fijar en la piel algo más que el roce vespertino de otros náufragos,
en mitad de la entrañas del Transantiago o el Metro (el autor, presumo, prefiere el colectivo).
Francisco le da un sitial a Santiago en este poemario, que se mueve a un ritmo rápido, tal cual como
estos poemas, que recorren la calle, pero lo hace de la mano de Heráclito que se transporta gracias a
“su cinturón espacio – temporal” y que llega -como aterrizando- a la calle Recoleta, directo al panteón,
“parque de los muertos”, imagen que de entrada nos viene a situar de lleno en la reflexión que será
motivo permanente de este libro.
Cito: “…y ayudada por sus tres hijos, lanzó su cadáver en un basurero habitado sólo por el Cabeza de
Chancho que no la denunció a cambio de una frazada y dos cigarrillos Life”
Poesía de la conciencia. Un llamamiento urgente que nos sacude el rostro, ya tieso, en cada página.
Versos en los que develamos una intensa crítica al estado actual de la cosas, herencia impuesta en la
que esta generación viviente no ha participado, y que sin embargo, adormecida, enfrenta, llegado a
sucumbir en las más kitsch de las expresiones, porque así está dado, pero no deja de ser de mal
gusto. Porque somos toda copia, pero de fácil comercialización. Somos todo pantomima, aún así,
tenemos la posibilidad de “barrer la mugre de la calle”, si tenemos actitud y la voz de Heráclito en
nuestro tiempo, gracias a Francisco Carrasco.
Así, cierto aire de súplica recorre estos versos. Es aquella que brota cuando, por fin, nos hemos dado
cuenta de que “para nosotros la muerte es para siempre”, como nos recuerda Francisco en el poema
La Balada de los Ateos.
Cada momento en nuestras vidas es único, por más breve que ese instante sea. La sucesión de
acontecimientos que ejecutamos, a veces absurda y cotidiana, sin darnos cuenta, o con resignación,
es la que Francisco, a través de Heráclito – pasmado en esta polis (que es Santiago)-, nos restriega
en este poemario, con una bofetada rápida, sin sutilezas, pero con fina ironía socrática, recurso que
se despliega con maestría, para llegar, a través del dialogo de estos versos, a estructurar una especie
de mayéutica, porque nos despierta aquello que sabemos, pero no nos damos cuenta, en definitiva, el
poeta Francisco Carrasco, nos acerca a las puertas de ese conocimiento, no cualquiera, y que será rol
del lector descubrir.
Es necesario también reírnos de nosotros mismos, ejercicio que practiqué con recurrencia en la
lectura de “Heráclito en el Manicomio”. Nosotros somos cada uno de los personajes que viven en este
poemario (el cura que fumaba mariguana, los patos malos, la vecina copuchenta, los atletas, la tía de
provincia, los poetas) y será también, delicia para el lector descubrirse en ellos.
Esa es la esencia de estos versos que se van tejiendo en cada página, nuestra vida que se conforma,
con cierta demencia – “donde sólo las pastillas existen” - a la que nos enfrentamos, con audacia,
desde la mañana hasta la noche, cada día, sin reparos.
Esa súplica, entonces, no es más que por un poco de humanidad al alcance de la mano y los ojos.
Humanidad que nos permita volver a reconocernos y, de ese modo, volver a respirar no en contra del
otro, sino con el otro.
Finalmente, los invito a recorrer este libro, escrito con novedosa y audaz pluma. Una puntuda poesía,
porque quiéralo el autor o no – punzan, hurga en la oscuridad de nuestra conciencia y en lo más
profundo de nuestro sentir. Les advierto que sabrán al final de él un poco más de ustedes mismos,
pero sobre todo podrán entender un poco más a nuestra generación. A los que alguna vez creímos
ser: Violeta Parra, Bob Dylan, Víctor Jara, Harrison o Lennon, los que seguimos soñando, creando y
regalándonos poemas unos a otros…de vez en cuando.
Cachorro va a la filsa
Cachorro (nombre sacado de un cuento del escritor Marcelo Lillo) se autodefine como escritor, pero no ha publicado
ningún libro. Mejor, espera que alguien lo descubra ¿Una editorial? Claro, quiere que una editorial lo venga a buscar
a su casa y lo convenza de publicar pues a su juicio sus cuentos valen dinero -dice a sus amigos mientras le echa
ketchup a la pizza-, total es el trabajo de una vida. Son 20 años escribiendo en tiempos muertos. Tiempos muertos:
los fines se semana, los domingo, los feriados o cuando la tele está fome. Cachorro es lo que llaman un escritor de
domingo. Cachorro cree que sus cuentos y una que otra poesía es lo mejor que se hace acá, por esto no le dio
mucha importancia a la invitación para la Feria del Libro de Santiago (Filsa). Total era algo por venir y claro, tenía
amigos en la mesa. Antofagasta era la región invitada a la Filsa y por esto se había formado una comisión. Gran
dilema el de la mesa ¿Cómo dejar conforme, a un sector que nunca queda conforme? Nadie más ególatra que los
artistas. Alguien nombró a Cachorro en la discusión. No puede faltar, dijo ese alguien que tenía jineta. Dio razones
por Cachorro: que era políticamente correcto; que el 2001 ganó tal concurso de cuentos; que aborda temas
regionales en sus cuentos, como la pampa salitrera y que era antofagastino.
A quienes no nombraron en la mesa o descartaron por razones como “políticamente no correcto” entre otras, rieron
cuando le dijeron que Cachorro era el abanderado y lanzaron: que la representación de Antofagasta parecía circo,
que se había chacreado, que mejor no ir, que daba vergüenza, que mucho viejo crack, que mucho cagüin. Para
Cachorro, envidia y chaqueteo. La envidia para Cachorro era todo un tema. Como muchos de sus pares artistas no
aceptaba críticas. Se amurraba si se las hacían en su cara, de frente. La que más le dolió fue una de quién creía que
era su amigo en las letras. Su amigo le dijo que tuviera paciencia, y que al final todo cae por su propio peso. Que
perseverara, además. De esa vez, Cachorro trató a su amigo de fracasado. Su amigo tenía 55 años, había publicado
un par de libros, pero ninguno merecedor de sus elogios. Para su amigo lo más importante era su familia. Para
Cachorro, lo más importante –aunque no lo reconociera públicamente- era la literatura y la fama rápida. Ya se veía
tomando café en la peatonal Prat firmando libros al lado del escritor consagrado. Ya se veía en París o Buenos Aires
presentando sus libros. Pero como dije, Cachorro se autodefinía como escritor, pero no tenía ningún libro publicado.
La nostalgia en poesía -cuando hablamos de efectiva transformación poética- ya no tiene ese dulzón
tono y carácter de la balada en su forma primitiva, aún hoy viva en cualquier estación de radio que
se respete. La nostalgia, en poesía, implica el entendimiento y la vivencia profundos de la efectiva
simultaneidad de los tiempos y los espacios en la representación -poéticamente, lo que no está está,
y este acento lo hace aún más inquietante que la simple ilusión sensorial.
Pienso en Ennio Moltedo cuando digo esto, y no voy lejos cuando me toca ahora presentar el primer
libro de Antonio Rioseco Aragón (Los Ángeles, 1980), La derrota del paisaje (Valparaíso: Ed.
Inubicalistas, 2009): de hecho es una cita del gran maestro de la poesía de Valparaíso la que
encabeza uno de los poemas que me parecen centrales en el poemario –me refiero a “El habitante
engañado”. Leo de ese poema la tercera estrofa:
Es la herencia del rumor de las pisadas, los objetos que llevan / ánimas atadas al relato: y este
moltediano habitante debe sufrir estas cosas, ya que para ello ha sido entrenado. Una conciencia
difícil, ya que éste que habla no es en absoluto un vate.
Ser un vate implicaría ser el puro canal de un mundo otro, como de algún modo lo confirman los
adivinos contemplando transparencias –piénsese en el agua quieta, la esfera de cristal. Por ello, la
tradición los desea ciegos a este mundo lineal de cosas presentes. Pero, ¿cómo haces el mismo
truco con los ojos abiertos y sin ser Tiresias? La simultaneidad aterradora del mundo va a pasar la
cuenta a cualquier aspirante a la verdad del mundo, para hacerle elegir obligadamente otro camino
de verdad, de más vértigo y menos prestigio: la vía poética. Rioseco lo sabe, y como tal, asume la débil
realidad del mundo enfrente y de sí mismo como observador. El sueño, o la pesadilla, puede coincidir con el
sólido horizonte urbano –que a su vez puede ser barrido por bombas o por el espectro de cisnes elevándose
desde humedales: Vietnam puede estar en la puerta del edificio de Lennon, cuando la guerra ya había
terminado.
La consistencia de la cotidianeidad logra desvanecerse, y el vaso de alcohol sólo confirma la percepción
anterior de un mareo mil veces más radical –de raíz. El paisaje enfrente cae efectivamente en la
evanescencia –la conciencia poética le pasa por encima. En la poesía chilena contemporánea la entrada
de esa otredad en esto mismo asume varias formas –basta recordar las alucinaciones futuristas de un
Maquieira o la palpable substancia intempestiva de la lengua latina o inglesa en el centro de la anécdota
en Germán Carrasco-; en Rioseco es clara la elección por la entrada de lo desplazado. Se trata del apego
a lo caído de lo que habla en esa ciudad deshabitada, con un depósito entero de momentos que
quedaron en la posibilidad o el olvido:
-como señala en esa corrida de versos que parece indicar el manantial que se ha mal llamado lárico, y que
debiera calificarse de forma más precisa: lo que la ciudad chilena moderna desplaza mientras deja su
huella, como un combustible de reacción para asegurar el flujo de sus imágenes propias. El poder de lo
urbano depende de la medida de su destrucción, y ésta sólo puede corroborarse por sus ruinas: los muros
bajo el suelo, los secretos mal guardados. Teillier en esto fue fundacional, en su forma de trazar un sujeto
poético que más se definía mientras más se desdibujaba su entorno posible de afecto o pertenencia.
Pero Rioseco no tiene interés en definir ese sujeto. Es más: me parece que se remite una y otra vez a un
sujeto múltiple, con lo que fragmenta más la posibilidad de poéticas definidas como mayores. El apoyo
estará, naturalmente, en el desarrollo de la anécdota como posibilidad de vaciar la universalidad de la
poesía mayor, y construir un flujo propio de imágenes. La resistencia vendrá entonces desde la
inhabitabilidad del mundo, lo áspero de la situación del hablante. El casi alarde de las versiones del poema
de Carver me parece un gesto nítido en esta dirección, así como la decidida y necesaria evasión que es
ostentada en el texto final.
Como primer libro de Rioseco, el poemario es una buena sorpresa con respecto a búsquedas poéticas. Es
fácil experimentar a estas alturas de la ruina de los grandes discursos: lo difícil resulta dar los pasos
conociendo el suelo que se pisa –como las crisis financieras se resuelven capitalizando y no especulando
sobre el aire. El trabajo consciente del sonido, el sentido y la imagen en cada uno de los textos de La
derrota del paisaje es garantía del encuentro de una voz poética propia, que me parece ya responder a ese
mismo aire que veo en Ennio Moltedo, Guillermo Rivera o Eduardo Jeria: distintas generaciones pero un
mismo entorno con una forma de vida y de sentido de lenguaje comunes, situados decididamente de
espaldas a la poética de capitalías, con su frecuente tendencia a la hazaña literaria –artística, política o
mediática. En sentido estricto, esta pertenencia a una cierta disciplina escritural porteña (por no decir
“estilo” o “tradición”, lo que implicaría seguras falacias) más que limitar la pluma de Rioseco, le da
sustancia y cimienta una vía sólida. La derrota del paisaje confirma desde el lugar de la autoría lo que ya
confirmó Carta de Ajuste (Valparaíso: Ed. Cataclismo, 2007), antología de poetas inéditos de Valparaíso,
desde el sitio de coeditor y seleccionador de autores y textos junto a Juan Eduardo Díaz: una decidida
llamada a estar en la que es una de las trincheras fundamentales de la cultura chilena contemporánea, que
es la afirmación de la poesía como visión de mundo, más acá de las consagraciones literarias académicas
o periodísticas. En éste, un lugar del que ya no se sale, Antonio Rioseco Aragón confirma su carta de
residencia.
La Casa Chile
Ha sido desde el comienzo de la explotación industrial salitrera en Sudamérica, una fuerte posesión
del hombre europeo en cuanto los conocimientos a esa explotación de recursos mineros del ó de
otras formas vinculados al “Nuevo Mundo”, quienes con su sabiduría y experiencias llegaron a las
tierras desérticas a probar suerte, comenzando el siglo XIX, principios del XX.
Como ejemplo el naturista alemán Tadeo Haenke, aportó entregando conocimientos al primer
industrial salitrero peruano, Matías de la Fuente; posteriormente siguieron otros grandes
industriales, Jhon Tomas North, de origen inglés, llegó a Chile siendo un simple mecánico de
locomotora y después junto a su socio Harvey, prestó servicios de inspector subalterno en las
salitreras del fisco peruano; aprovechando Harvey sus conocimientos de los valores en terrenos
salitrosos, haciendo a posterior ambos fortuna. Otro inglés, don Jorge Smith, comenzó con una
condensadora de agua; él portugués Negreiros, se inició como leñador en el sector que lleva su
nombre; Otto Harnecker, ingeniero Alemán introdujo un sistema de lixiviación en algunas oficinas.
El ingeniero y administrador general de la “Compañía de Salitres y Ferrocarril de Agua Santa”, al
referirnos a don Santiago Humberstone, al que llamaron cariñosamente “Padre del Salitre”, sería
muy extenso seguir mencionando más caudillos del salitre, pero nos detendremos en otro
personaje ligado a la industria salitrera, al mencionar a Henry Brarens Sloman, nacido el 28 Agosto
de 1848, Kingston upon Hull, fue comerciante y armador en Hamburgo.
”La buena calidad de los cigarrillos “Marca Chancho”, queda evidenciado que por el consumo de
esta marca, la excepción no fue muy común de encontrarlas en las diferentes salitreras de Tarapacá
y Antofagasta, porque solo algunas “Compañías Salitreras” traían para el consumo de sus oficinas,
son estas demasiadas escasas, existiendo también cajetillas de otros colores, tamaños de la misma
“Marca Chancho” desapareciendo durante el primer cuarto del siglo XX. Hoy en día existe la escasa
cantidad de cajetillas de la mencionada marca entre los coleccionistas, se debe también en parte,
que para su época éstas cajetillas fueron canjeables, se compraba entonces una estampilla de
cinco centavos ($0,05) más la entrega de una cantidad de cajetillas para el canje, para alcanzar un
premio como por ejemplo: El mínimo era de 10 cajetillas, más 5 centavos, se recibía “Un lápiz fino”,
y por 200 cajetillas más los 5 centavos, para el premio máximo, recibía “Una cartera de cuero
holandés”. (Otros canjes de cajetillas por otros artículos, 20 – 30 – 40 – 50 – 60 – 70 – 80 – 90 –
100 – 120 – 140 – 160 – 180)
Este tipo de cajetilla fue encontrada el año 1987, en el antiguo sector denominado “Departamento
de Pisagua” “Cantón Negreiros”
La Crisis en década de1930 y el mal momento del salitre chileno; ese mercado del salitre sintético
tenía un abastecimiento en el mundo sobre 90%. El señor Henry Sloman, entonces no alcanzó a vivir
el pleno desastre salitrero de Chile, falleciendo el 24 Octubre 1931 en Hamburgo Alemania. Durante
la segunda guerra mundial, el edificio “Chilehaus”, no fue muy dañado, al ser alcanzada por solo las
cinco bombas. El banco comercial después se llamó “Sloman KG”; en 1976, este se fusionó con el
banco “Hardy & Co. GmbH Hardy Sloman Bank Ltd.”; el año 1981 estos fueron adquiridos por la
Banca alemana y formaron el UBS AG Alemania”.
A pesar de los recuerdos desde una época pasada en la pampa salitrera, no se renuncia al norte
grande de Chile, Tarapacá, Antofagasta y Taltal, donde hoy solo queda el legado en el desierto de
aquellas últimas ruinas declaradas patrimonios de la humanidad, como ser las industrias salitreras en
Tarapacá: “Santiago Humberstone” y “Santa Laura”, además patrimonios nacionales: “Chacabuco” y
“Francisco Puelma”, de Antofagasta.
Quedando la “Casa Chile” como otro pedazo de historia representativo de nuestro país en Alemania,
acompañado del cóndor andino, inserto en nuestro escudo nacional, donde este edificio maravilloso
lo lleva prendado, y aún sigue navegando a la vista del ser humano por las calles de Hamburgo.
Fuentes:
-Revista Cultural “La Voz de la Pampa”
-“Crónicas del Domingo” Ingor Thor”
-hhp//de.wikipedia /.org wiki/chilehaus
-Fotografia: www.flirkc.com/photos/tags/chilehaus
-Fotografia: www.artecreha.com
- www.cinosargo.bligoo.com
Este poema, que como le comento en un correo me había olvidado y él me había enviado traducido
durante mi pasado cumpleaños.
Pero el ciberesapcio nos tiene reservado sorpresas que nadie puede imaginar. Nunca llegó el texto.
Afortunadamente, casi 8 meses después, un Martes 13, día de suerte, Oliver volvió a insistir para
dicha de nuestros internautas y lectores.
Llega la misiva en un mes especial: a fines de octubre el blog cumple cuatro años ininterrumpidos.
Quiero invitar a leer la poesía de Oliver Welden, Perro del Amor; Fábulas ocultas y Oscura palabra.
Querido Rolando: Para mí ha sido una grata comprobación de tu eterna amistad el haberme incluido
en tu "poema maldito" que considero muy original y tal vez premonitorio. Muchas Gracias. Te re-envío
un correo que te envié para tu pasado cumpleaños donde incluyo una traducción de tu 'carruaje', pues
no sé si lo recibiste. Un abrazo, como siempre, tu amigo Oliver.
VISITE LA SANTÍSIMA TRINIDA
AD DE LAS CUATRO ESQUINAS
La última esperanza (fragmento de la novela El
Descuartizado)
No es Mirko quien redacta esto
No es Mirko quien redacta esto, lo aclaro para quienes me conocen o conocieron, sino Leonidas, o
mejor Leonidas, como el héroe espartano, Adorno, como el judío Theodor, aunque esté demás
inventarme ese apellido. Aquí los apellidos sirven de etiqueta para saber quien eres, de dónde vienes
o por último: si tienes dinero o el respaldo suficiente. De lo contrario serás un “bastardo hijo de puta”,
como me lo han dicho, insulto que ya me resbala por la grasa acumulada en el traje; cuando digo
esto, recuerdo la obra de teatro “Gemelos” del grupo “La Troppa” basada en la obra de Aghota Kristoff
donde dos hermanos se autoeducaban a través de golpes e insultos. Yo me eduqué en una escuela
fiscal o pública de aquellas con número, D-91 (antes escuela Número 49) se llamaba, da lo mismo,
después fui a un liceo público y terminé en una universidad pública. Todavía no termino de pagarla.
Sigo cesante. Suena a excusa. Sigo cesante, repito. Por esto desprecio los apellidos, las castas, las
familias que se repiten en la política, aunque suene a resentimiento barato o excusa de lo que nunca
seré. Me quedo con esto último pues vivo con lo justo, al borde de la limosna.
Escribo, luego pienso. Después repienso y reescribo. El método lo hace cada uno. Hay momentos
que escribo como si me apuntaran con una pistola. Si paro, el maldito me dispara. Ahora siento
aquella sensación. Es como pensar el final en el comienzo. Simple ansiedad. Es lo mismo que
apretar el ano de los puros nervios. Estoy en un computador prestado, en la oficina de un publicista.
Finjo que navego en el Google. Son las 21.45 horas de un viernes, y mi amiga, así la llamo ahora,
termina como a las diez el trabajo con el publicista. Ellos están terminando de crear un mundo, un
mundo para que el consumidor, así le llaman a la gente en lenguaje publicista, apela a sus pasiones
básicas y entrega.
Tipos como yo aparecen todos los días. Común es mi rostro, mi piel y mi estatura. Sucede lo
contrario con Mirko. Desde que dio rienda suelta a su impulso se transformó en Mirko, el (es muy
pronto para revelar que es el descuartizado, pues hay que tejer suspenso).
Junten miedo: nuevamente Mirko deambula por las calles de esta ciudad. Busca venganza. Piensa
ubicar bombas en lugares públicos. Sólo bombas de ruido. No tiene dedos en las manos. Los perdió
en batallas anteriores. Bombas mal armadas que explotaron antes de tiempo. Deficiente
planificación como soledad. Tal vez le faltó ser aconsejado por alguien de mayor experiencia.
Carencias, en definitiva. Es decir no hay que tomarlo muy en serio, sin embargo es un potencial
peligro. El tipo te puede hacer desaparecer.
Ahora pensará que cómo mierda puedo escribir o a dónde mierda aprendí a escribir. Soy lo que
llaman: un autodidacto. Hay que expresarse de algún modo. Escribir resulta barato, no se gasta en
materiales como en el caso de la pintura aunque me gustaría intentar pintar “el grito”.
El problema son los estereotipos. La mayoría de las fotos que aparecen en la solapa de los libros
exhibe tipos de mirada bonachona, ni peinados ni despeinados, que en ciertos casos aprietan un
cigarrillo en los labios. Visto de ese modo, el cigarrillo es como la vara de Moisés. Aquellos tipos, los
del cigarrillo, dan buen jugo literario. Supongo que el cigarrillo es un bastón donde apoyarse por
inseguridad. Conozco muchos escritores inseguros.
También están los de gafas con mirada penetrante, quizás soberbia. Vuelvo a esto de la
inseguridad. Se creen buenos. Tiene poca tolerancia a la frustración. No aguantarían que le
destrozaran sus trabajos. Bienaventurados los arrogantes, diría Moisés con un cigarrillo en la boca
mirando a su desarropado pueblo. También están los risueños, pero que miran hacia abajo. Tal vez
el fotógrafo les contó un chiste, algo así como: “mira ésta que tengo entremedio de las piernas”.
Soy un majadero crónico, resentido. Majadería también es que tanto yo, Leonidas, como Pedro, por el
apóstol, o Joaquín, por Sabina dijo mi padre, seamos fragmentos de Mirko, el real protagonista de
esto. También hay críos como Luis. Hay proyectos de críos. Es como tener piojos.
Los tres redactores, lo de redactor calza al dedo, no necesariamente somos escritores o pretendemos
serlo. Me explico: Joaquín no sabe que es un escritor. No tiene paciencia. Sólo lo motiva su instinto.
Usted sacará sus conclusiones. De Pedro se puede decir que escribe sólo para concursos literarios.
Busca fama y viajar gratis. Lleva más de 12 años participando a nivel nacional e internacional. Sólo
logró una mención honrosa en el concurso de cuentos de un ayuntamiento de España, y la fama de
sinvergüenza al no justificar un dinero que le entregó el gobierno para realizar un taller literario y una
campaña de fomento a la lectura. Los une claro, el resentimiento. Van por los 40 años.
No es honorable que lo diga, pero Celeste me busca, después de todo todavía siente un poco de amor
aunque su necesidad responda a un arreglo de cañería de su nuevo departamento. Ella insistió que a
las diez la viniera a buscar. La espero mientras ella y su amante fabrican mundos felices debajo de un
afiche de “Los Simpsons”.
Entre Pedro y Joaquín los conflictos son frecuentes. Pedro nunca terminó un relato sobre una riña. La
historia comenzaba en un bar, lugar recurrente en él aunque esté bastante repetido dentro de la
literatura, según leí, y destacaba el hecho de que Joaquín había ofendido a la mujer equivocada
(nótese a Joaquín transformado en una especie de alter ego de Pedro). “Había pensado que se
trataba de una puta o algo semejante. Estaba borracho. Entre varios lo molieron a golpes, con la
complicidad del resto. Luego lo tiraron semidesnudo a la calle. Sangraba. En el hospital lo trataron
como escoria. Al otro día lo visitó una persona con aspecto de mujer. No hubo presentaciones.
Joaquín le propuso que se la mamara. La mujer le apretó el cuello. Una enfermera gritó y llegaron los
guardia” (Sólo era digno de curiosidad eso de la persona con aspecto de mujer, luego el relato se
deshacía en detalles bobos algo típico de Pedro). Lo presentó a un concurso de relatos breves. Pedro
tenía la desfachatez de concursar en todo. Todavía no le entregan el resultado.
Joaquín bebe como si no hubiera destino, entre medio entretiene y aconseja. Es un poetilla
urbano de tetas sueltas por la sirrosis no asumida. Después se descontrola y se pierde. Puede
terminar fumando droga en calle Serrano junto a unos travestis. Lo conocen. Pedro tiene claro
que el mejor lugar para Joaquín es el encierro, pero esto sería su negación. Joaquín considera
pretencioso y hasta amanerado a Pedro. Sin embargo habitan en las mimas cuatro paredes,
bajo más sombra que sol. No tuvo empachos para tratarlo de escritor fracasado. Pedro no lo
toma en serio, que es lo peor.
El problema de Pedro es su ego. Desea –en lo más hondo- sentirse un tipo inalcanzable, un
poeta venerado como Neruda, un tótem en medio del Desierto de Atacama como El Cowboys,
pero no tiene talento, según Mirko ¡Qué sabe éste de talento! Mirko tuvo cierta habilidad para la
música, para interpretar la viola y hasta para escribir. Para las artes en general. También tiene
habilidad para ajustar cuentas y pasar desapercibido, por un tiempo, digo por un tiempo pues
bien vale el dicho popular: el que a hierro mata, a hierro muere.
Una mezcla de Joaquín y Pedro conquistaron a Celeste. Ambos la decepcionaron.
Después de todo surgí yo, Leonidas, la última esperanza de Mirko.
Mataron por matar
Rolando Gabrielli
En algunos países la historia es un paso dormido en el vacío. Dejan que el tiempo pase como un
pedazo de espacio sin aire. No hay apuro ni memoria, la historia nace huérfana y tullida, cuando
olvidan y niegan a los muertos que mataron y desparecieron doblemente. Hacen cómplice a la historia
con su silencio.
Hay historiasde fechas vencidas en la memoria de los vencedores. Historias vacuas, doblemente
gastadas por el statu quo, príncipe oscuro del olvido. Para algunos, existen solo dos historias:
ganadores y perdedores. ¿Esa es la historia del asesinato de Federico García Lorca hace 73 años en
Granada? Aún se conserva en la memoria un puñado de datos inexactos, no comprobados, cuando
mucho, y todas las dudas de como lo asesinó el franquismo. Las causas que maneja esta historia
trunca, manca de transparencia identifica a la víctima como: rojo, homosexual y poeta. "Hace más
daño que si disparara un arma".
Andaluz profesional, le llamaría Jorge Luis Borges, y García Lorca ya se había enamorado y
conquistado Buenos Aires. Dos años después aproximadamente de esa visita, donde conoce y se
hace amigo de Pablo Neruda, recuerda su muerte Antonio Machado: Se le vio, caminando entre
fusiles/por una calle larga/salir al campo frío aún con estrellas en la madrugada. Mataron a
Federico/cuando la luz asomaba. /El crimen fue en Granada/ ¡en su Granada!
Neruda escribiría su Oda a Federico García Lorca. SI pudiera llorar de miedo en una casa sola,/si
pudiera sacarme los ojos y comérmelos,/lo haría por tu voz de naranjo enlutado/y por tu poesía que
sale dando gritos... Cuando vuelas vestido de durazno,/cuando ríes con risa de arroz
huracanado,/cuando para cantar sacudes las arterias y los dientes,/ la garganta y los dedos,/me
moriría por lo dulce que eres/en donde en medio del otoño vives/con un corcel caído y un dios
ensangrentado,/ me moriría por los cementerios /que como cenicientos ríos pasan/ con agua y
tumbas, de noche, entre campanas ahogadas/: ríos espesos como dormitorios de soldados enfermos,
/que de súbito crecen hacia la muerte en ríos con números de mármol /y coronas podridas, y aceites
funerales: /me moriría por verte de noche/ mirar pasar las cruces anegadas...
España busca 73 años después del crimen, el cadáver más emblemático quizás de la Guerra Civil,
donde su enterrador y otros dicen que se encuentran las osamentas del poeta. Se habla de indicios de
profanación de la tumba y que quizás no estén allí sus restos. Se dice que serán exhumados sus
restos en los próximos días. Se ha dicho más de la cuenta y habrá que esperar la investigación una
vez se encuentren sus osamentas. La historia de España no es única durante el siglo XX, se repitió en
América latina, y en el Cono Sur, hay diversos casos emblemáticos de artistas, escritores, músicos
asesinados por las dictaduras militares. El crimen del folclorista chileno, Víctor Jara, se ha dilucidado
por fin 35 años después.
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