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Esta frase muestra lo normal que fue, durante muchísimo tiempo, mantener a las
mujeres alejadas de una formación que nunca se negó a los hijos varones; pero también
muestra la determinación de algunas de ellas por conseguir una igualdad de
oportunidades incluso desde la misma formación básica. Esta secular diferencia de
oportunidades ha hecho que la historia de la Ciencia esté llena de hombres célebres que
han aportado muchos descubrimientos y han dado lugar a grandes avances en nuestro
mundo, pero que la presencia de las mujeres sea bastante más baja, aunque no menos
importante.
Se le atribuye a Isaac Newton, en una carta dirigida a Robert Hooke en 1676, una
famosa frase, que decía: «si he visto más lejos, es porque estoy sentado sobre los
hombros de gigantes», y mencionaba a cuatro «gigantes»: Copérnico, Kepler, Galileo y
Tycho Brahe. Pero, sin duda, la lista de «gigantes» es muchísimo más amplia y algunos
de ellos son mujeres. Se conocen bastantes mujeres científicas, grandes personalidades
que, superando los obstáculos y prejuicios de su tiempo, fueron capaces de seguir
adelante y luchar por lo que creían.
Su condición femenina fue, sin duda, la que motivó el principal prejuicio contra ellas.
Pero su tesón y trabajo han demostrado que nacer con un sexo u otro no confiere mayor
ni menor capacidad a nadie, y que los prejuicios derivados de condiciones humanas
tales como el sexo, la nacionalidad, el credo, etc., no tienen ningún fundamento y no
son otra cosa que el reflejo de la más absoluta incultura e ignorancia de los que los
sostienen. A lo largo de la historia de la humanidad, han existido grandes mujeres que
han favorecido el avance de muchos campos del saber; científicas, tecnólogas,
historiadoras… han contribuido de forma notable al conocimiento. La aportación de las
Ana Belén Gilabert García Curso Mujeres del Siglo XXI
mujeres a la ciencia se remonta a hace 3200 años. Sus trabajos y sus logros han sido,
indudablemente, decisivos para el conocimiento de la Ciencia y para hacer de este un
mundo mejor. Pero en ocasiones, condicionantes ajenos a su capacidad han hecho que la
repercusión y el conocimiento que tenemos sobre su trabajo y sobre ellas mismas sea
escaso, e incluso haya pasado inadvertido. Puede parecernos que esta circunstancia y la
discriminación que sufre la mitad de la población, por el simple hecho de ser mujer,
están actualmente superadas, y más si se trata del ámbito científico y de las altas esferas
de la sabiduría. Podemos pensar que «esto es algo del pasado», pero la realidad es otra
muy distinta. Si bien es cierto que, aunque en el pasado resultaba extraño ver una mujer
investigando en un laboratorio o haciendo trabajo de campo, actualmente no nos resulta
insólito que las mujeres se encarguen de llevar a cabo proyectos de investigación. Pero,
también es cierto que es lamentablemente frecuente ver mujeres ocupando puestos de
menor responsabilidad que hombres de igual o menor capacitación. Hoy día, en que
prácticamente todos los países occidentales niegan la existencia de discriminación por
razón de sexo en sus instituciones, cada vez son más las mujeres que van a la
universidad, incluso el número de mujeres que se matriculan en muchas carreras
científicas es superior al de hombres. Así mismo, el número de mujeres que terminan
sus estudios universitarios supera, en muchas licenciaturas, al de hombres. Por tanto,
cabría esperar un incremento progresivo de la presencia femenina en el ámbito
académico, pero no es así. En un informe de la Unión Europea se revela que, a pesar de
haber más licenciadas que licenciados, son los hombres los que ocupan en mayor
número los puestos de profesor titular. En el año 1999, tan solo el 27 % de los
investigadores europeos eran mujeres, porcentaje que subió al 29 % en 2003. Pero esta
diferencia no es igual en todos los países. En Finlandia, Francia y España, las mujeres
representan un 18 % de los profesores titulares, mientras que en Holanda, Alemania y
Dinamarca baja hasta un 6,5 %. Así, los datos y las estadísticas se convierten en una
valiosa herramienta para poner de manifiesto la existencia de desigualdades de género
en la carrera investigadora de la mujer. Aunque debemos tener en cuenta que existen
determinados sectores que han mostrado un interés especial por promover la paridad de
género en el ámbito científico.
En el año 1971, en EE UU, se fundó la Association for Women in Science, y en la
década de 1980 comenzaron diversas iniciativas en la Comunidad Europea,
principalmente en los países nórdicos y Gran Bretaña, para trabajar sobre este tema.
Estas iniciativas culminaron con la formación del Grupo de Helsinki, cuya función
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