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TEMA 19: LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN EN ESPAÑA: RADIO,

PRENSA Y TELEVISIÓN.

1.LA RADIO

Cuando el siglo XX abandona definitivamente su adolescencia y empieza a saborear las


delicias de esa preciada etapa de la vida que es la juventud, la radio, un medio del que
los españoles de a pie tan solo habían oído hablar, irrumpe en nuestro país. Sucedía en
la década de los 20 y, por entonces, nadie podía imaginar que aquella incipiente y nueva
forma de comunicarse entre los hombres se convirtiera, con el paso del tiempo, en una
caja de sonidos que acabara informándonos, entreteniéndonos, educándonos,
acompañándonos en nuestros viajes, despertando nuestra imaginación, haciéndonos reír,
llorar, cantar...

En este bloque de temático vamos a conocer los aspectos más relevantes de la historia y
la evolución de un medio que en España siguió una trayectoria muy particular, influida
en todo momento por los avatares que nuestro país sufrió a lo largo de la pasada
centuria. Te hablaremos de muchas cosas, pero necesitaríamos cientos de páginas para
exponer lo que ha dado de sí una Radio que en el 2024 celebrará sus 100 años de
encuentros y desencuentros con la sociedad española.

Si bien decíamos al principio de este texto que la radio en España comenzó el pasado
siglo, concretamente en la década de los veinte, en Estados Unidos su andadura se
inició un poco antes. En 1916 se inaugura la primera emisora en la ciudad de
Nueva York y, en el período comprendido entre 1914 y 1918, la radio se
consolida en este país y en otros importantes estados europeos, como Francia y
Gran Bretaña. Tal es el crecimiento del medio en Norteamérica que, en 1935, se
funda la Columbia Nexus Service, una agencia de noticias encargada de distribuir
la información entre las emisoras existentes en aquel momento en Estados
Unidos.

A pesar de los intentos anteriores, no será hasta 1924 cuando la radio en nuestro país
empiece a emerger definitivamente, en plena Dictadura del General Primo de
Rivera. Este mandatario, al igual que otros políticos, vio en este medio un efectivo
canal de propaganda.

En pleno verano del 1924, y una vez aprobado el Reglamento, se empezaron a otorgar
las concesiones de emisión: EAJ-1 Radio Barcelona, EAJ-2 Radio España de Madrid,
EAJ-3 Radio Cádiz, EAJ-4 Estación Castilla, EAJ-5 Radio Club Sevillano, EAJ-6
Radio Ibérica.

Todo empezaba a estar dispuesto para que el 14 de noviembre de ese mismo año Radio
Barcelona se inaugurara oficialmente y empezara así sus emisiones, siete días después
de que su hermana madrileña, Radio España, comenzara sus pruebas oficiales.

Tras la implantación de las primeras estaciones, durante 1925 y 1926 la radio fue
extendiéndose por todo el territorio español: Andalucía, Castilla, País Vasco...,
aunque con una programación muy limitada (fundamentalmente Diarios
Hablados, espacios culturales y música). Sin embargo, Unión Radio consideró

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necesario mejorar las emisiones y por ello empezó a emitir en cadena con otras
estaciones y a incorporar otros contenidos, como el deporte o los toros.

Con la llegada de la II República, el número de personas que disponía de un aparato


receptor aumentó y la audiencia de este medio se engrosaba día tras día. Además,
durante esta época fueron surgiendo un gran número de estaciones locales, que
engancharon a muchas personas a lo largo de todo el territorio español.

Sin embargo, con el estallido de la Guerra Civil española, el 18 de julio de 1936, las
cosas empezaron a cambiar. La radio se destapó como un gran medio de propaganda
política que fue utilizado por los bandos combatientes para emitir sus particulares
arengas

Una vez terminada la guerra civil y con franco en el poder, la Falange será la
responsable de los espacios que emiten las ondas radiofónicas.

Esta situación desembocó en nuevamente en la instauración de la censura (la Ley de


Prensa así lo establecía), o lo que es lo mismo, las radios no podían programar nada que
el poder político no quisiera. Los censores se ocupaban de revisar los guiones para que
nada indebido se les escapara, al tiempo que las radios comerciales, las privadas,
estaban obligadas a conectar siempre con Radio Nacional de España (Rne) para emitir
los servicios informativos que elaboraba esta red gubernamental y que se conocían con
el nombre de El parte, debido a que durante los años de la contienda civil, el espacio
informativo por antonomasia era, precisamente, el parte de guerra. Las estaciones
distintas a Rne sólo podían elaborar las noticias comarcales y locales, pero siempre bajo
supervisión de la autoridad competente.

Mientras esto sucedía en España, en Europa se desencadena la II Guerra Mundial. Esta


circunstancia obliga a transformar la radio -al igual que ya había sucedido en nuestro
país poco antes-, en un arma de propaganda política que utilizaban los dos bandos para
informar de los avances de la guerra.

La llegada de la televisión: malos tiempos para la radio

Entrados los años 60, la radio experimentará una mala época por un hecho que vendría a
cambiar muchas cosas: la llegada de la televisión. Si bien ésta llegaría a los hogares
españoles en 1956, no será hasta la década de los 60, y en especial hasta los 70, que su
uso se empezaría a generalizar de forma masiva. La situación económica de la familia
media española no permitía que durante esa época todo el mundo tuviera un televisor en
casa como pasa actualmente.
Con la popularización de la televisión, la radio debe reestructurarse y ver cuáles son las
ventajas que tiene sobre el nuevo medio (aunque, de hecho, las tenía y las sigue
teniendo). Es cierto que la TV podía emitir imágenes, pero la radio era mucho más ágil
y rápida. Además, hace 30 años la radio podía llegar a lugares a los que la tele no tenía
acceso, porque por entonces la infraestructura televisiva era muy poco operativa.

Como ya debes saber, la década de los 70 supuso un gran cambio en la sociedad


española, y, también, en la radio. En 1972 la Ser empieza a emitir tímidamente un
programa informativo emblemático: Hora 25. Se trataba de un espacio que bajo el
formato de un Magazine (consulta los bloques La comunicación radiofónica, La

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programación radiofónica y La producción radiofónica), comunicaba a sus radioyentes
los últimos acontecimientos de actualidad.

Con la muerte del General Franco, en noviembre de 1975, y por miedo a posibles
cambios, la censura en la radio se incrementó notablemente. De alguna forma, esto es
lógico, ya que por entonces no se sabía lo que podía pasar en España. Sin embargo, dos
años después se produce un hito histórico en la radio: se aprueba la libertad de
información, o lo que es lo mismo, por fin las emisoras no tenían que conectar con RNE
para trasmitir los servicios informativos. Se había acabado el monopolio de esta cadena
en este sector.

A partir de octubre de 1977, las emisoras empiezan a emitir sus propios espacios
informativos y la radio en general comienza a parecerse al medio que hoy en día
conocemos.

La radio de nuestros días

Cuando sintonizas la radio, seguro que te habrás dado cuenta que las emisoras no son, ni
mucho menos, todas iguales. El origen de estas diferencias se encuentra en múltiples
factores: la titularidad, el tipo de emisión, la cobertura territorial, la programación etc.
Todas estas características influyen de una manera más o menos importante en las
posteriores emisiones, ya que no será lo mismo una estación radiofónica que transmite
para todo el estado español que una que lo hace para un municipio concreto. De igual
forma, también dista mucho la programación de una estación como Radio Nacional de
España-Radio 1, de la que ofrece una emisora especializada en música, como por
ejemplo, la Cadena 40.

La gran cantidad de emisoras existentes hoy en día en nuestro país convierten al sistema
radiodifusor en un complejo entramado. Pero vayamos por partes.

Titularidad y financiación
En España, las cadenas radiofónicas con más peso específico en función de su número
de oyentes son: la Ser (Sociedad Española de Radiodifusión), Onda Cero, Rne (Radio
Nacional de España) y la Cope (Cadena de Ondas Populares Españolas). Esto no quiere
decir que no haya más, todo lo contrario, sino que las que acabamos de citar obtienen
los mayores índices de audiencia. De ellas, tan sólo Rne es de titularidad pública,
mientras que el resto son privadas. ¿Esto qué quiere decir? Pues que la financiación de
Rne depende enteramente de los Presupuestos Generales del Estado y el Gobierno es el
responsable de su funcionamiento, control y gestión.

En la actualidad, Rne está formada por varias emisoras: Radio 1, Radio Clásica (antes
Radio 2), Radio 3, Radio 4 (que emite sólo en Cataluña), Radio 5 Todo Noticias y
Radio Exterior, que destina su programación a los españoles residentes en el extranjero.
Las tres cadenas restantes (Ser, Cope y Onda Cero) son de capital privado, y, por lo
tanto, dependen de las empresas que están detrás y de los ingresos que genera la
publicidad que emiten. De todos modos, Rne no es la única emisora de titularidad
pública, pero sí la única que no emite publicidad, porque así se establece en el Estatuto
de Radio Televisión Española. Las otras estaciones de titularidad pública que podemos
encontrar en nuestro sistema radiodifusor son las autonómicas, que dependen de los

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gobiernos autonómicos, y las municipales, que están bajo la tutela de los ayuntamientos
y, en algunos casos, de las diputaciones.

Cobertura territorial
La cobertura territorial también influye en las emisiones radiofónicas, ya que, según la
extensión geográfica que abarquen, así serán sus programaciones. Las autonómicas y las
municipales, por ejemplo, prestarán más atención a los acontecimientos que les son más
próximos y que, en muchas ocasiones, no tienen cabida en las emisiones de las grandes
cadenas, debido a que es el interés que pueda tener para un determinado grupo de
población lo que determina si una noticia va a ser incluida o no en un programa, de
hecho es poco probable que en una estación radiofónica estatal se emita una noticia que
ha sucedido, por ejemplo, en un barrio de una pequeña localidad, a no ser que el hecho
revista algún tipo de interés (informativo, de entretenimiento, etc) para el conjunto de
los españoles. Esta es una de las razones que explican la necesidad de disponer, además
de las nacionales, de emisoras locales y autonómicas.

Pero la cobertura territorial de las radios no es un hecho casual, sino que está
estrechamente ligada a la estructuración político-administrativa del Estado, además de
factores sociales y culturales. De esta forma, en nuestro sistema radiodifusor coexisten:

Emisoras estatales, que cubren todo el territorio gracias a las diferentes estaciones que
posee cada cadena, o aquellas a las que se encuentra asociada.

Emisoras autonómicas, que emiten exclusivamente para su comunidad (aunque no todas


las autonomías cuentan con este tipo de operadores).

Emisoras locales (entre las que se encuentran las municipales, las locales de titularidad
privada, las libres, las asociativas, las escolares, etc.), que radian en diferentes ciudades,
pueblos o villas.

De todos modos, las emisiones de algunas cadenas pueden llegar a diferentes puntos del
globo. Con independencia de Radio Exterior de España, que emite para diferentes
países y que gozó de gran importancia durante las décadas de los 50, 60 y 70 por ser
uno de los medios que utilizaba la población que había emigrado para ponerse al día de
lo que pasaba en nuestro país, la irrupción de tecnologías avanzadas de la
comunicación, como el satélite, primero, e Internet, después, permite que algunas
cadenas puedan transportar sus ondas más allá de su entorno más próximo. En el caso
de Internet, todas las cadenas españolas más importantes tienen su programación
colgada en la Red y, entre otras muchas cosas, dan la oportunidad de escuchar
contenidos en tiempo real.

Las cadenas de Radio actuales:

• Radio Nacional de España. Perteneciente al organismo público Radiotelevisión


Española (RTVE). Integrada por seis cadenas (Radio 1, Radio Clásica, Radio 3,
Radio 4, Radio 5 y Radio Exterior de España).

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• Varias emisoras nacionales privadas: SER, COPE, Onda Cero y Punto Radio.
• Varias emisoras autonómicas públicas.
• Numerosas emisoras locales.

2.LA PRENSA

Historia: La era Gutenberg


Con el florecimiento de las ciudades en el s. XVI, las noticias de los
descubrimientos y los viajes se amplía la visión del mundo que se tenía hasta ese
momento y se produce una demanda de información desconocida hasta entonces
que sólo podía cubrir el nuevo sistema de impresión rápida inventado por
Gutenberg en 1450: la imprenta. En los años siguientes, el nuevo sistema se
extendió rápidamente por toda Europa porque permitía reproducir de forma
sencilla los libros que antes eran manuscritos (entre 1450 y 1500 se imprimieron
más de 6.000 obras diferentes), así es que del noticierismo manuscrito de los
orígenes, se pasó paulatinamente al noticierismo impreso.

Al principio, se hacen publicaciones ocasionales (fueron muy famosas las "hojas


volanderas" alemanas conocidas como Newe Zeitung) de cuatro a ocho páginas
plegadas, sin cabecera ni anuncios, que se ocupaban cada vez de un único tema.
Los más comunes eran las guerras contra los turcos, los viajes, los
descubrimientos, la rebelión de Lutero, la división religiosa en Europa, etc. Se
vendían en las imprentas, en las librerías o en puestos ambulantes. A lo largo de
todo el siglo XVI los "ocasionales" van dando lugar a impresos periódicos que
comienzan a ser regulares en el s. XVII que es cuando se considera el comienzo
de la historia del periodismo en su sentido estricto, aunque ya se encuentran
publicaciones periódicas antes: a parte de los almanaques o los Price currents
ingleses que ofrecían información comercial, estaban los anuales y semestrales
que resumían las principales noticias del año como los Messrelationen que se
vendían en la feria de Frankfurt.

Las hojas informativas tenían gran aceptación por parte del público, lo que las
convertía en un medio influyente y, por esta razón, los gobernantes comenzaron a
prohibir su distribución y a crear publicaciones oficiales para evitar las críticas a
sus gobiernos. Así, llegó el nacimiento y la estabilización de las primeras gacetas

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semanales en el s. XVII. Las pioneras se encuentran en Alemania y los Países
Bajos. En 1609 en Estrasburgo salía un semanal con el nombre genérico de
Relation y en Wolfenbütel (Alemania) otro con el de Aviso Relation oder Zeitung.
Pero la más importante fue la Gazette, fundada en París en 1631 por Théophraste
Renaudot, considerado el primer periodista de la historia.

La Gazette era un semanal, de pequeño formato y con cuatro páginas de noticias


breves y sin opinión, próximo al poder y que se vendía principalmente mediante
suscripción. París también es cuna de los primeros periódicos literarios y
científicos, como Le Journal des Savants (1665), y de la prensa de sociedad
(Mercure Galant, 1672). Hasta el s. XVIII no se publicó el primer diario francés,
se le llamó Le Journal de París (1777) y salió sólo con cuatro páginas.

En Italia, la imprenta tuvo una implantación algo más tardía. Las primeras gacetas
semanales italianas surgen en Florencia y Génova, sobre los años 1636 y 1639,
aunque aún persisten La Gazzetta di Mantova (1664) y Gazzetta di Parma
(1734) como diarios de información general.

En España, la primera publicación semanal fue la Gaceta de Madrid, también de


carácter oficial. Tuvo su origen en el ocasional Gazeta Nueva que apareció en Madrid
en 1661 como "Relación o gaceta de algunos particulares así políticos como militares" y
que recogía los avisos y noticias relativas a su título. Pronto se convirtió en un órgano
de información de carácter oficioso y en 1697 cambió su nombre por el de Gaceta de
Madrid.

A lo largo del XVII se imponen grandes restricciones a la prensa mediante concesión de


licencias y otras limitaciones relacionadas con la censura civil y religiosa, aunque eso
no impide que a principios del XVIII la prensa semanal sea ya un fenómeno
generalizado en toda Europa. En estas gacetas aparecen formas rudimentarias de
publicidad comercial y son el embrión de publicaciones de carácter literario, satírico y
científico muy importantes en los siglos siguientes.

Con pequeños matices, el nacimiento de las primeras publicaciones periódicas


semanales fue muy similar en toda Europa, salvo en el caso de Gran Bretaña, que
merece un especial tratamiento por ser pionera en establecer las primeras normas de
regulación y censura, con el famoso decreto de la "Star Chamber" de 1637, y el primer
régimen de libertad de prensa tras la revolución de 1688. Se abolió la censura previa y,
en 1702 en un clima de gran libertad aunque con restricciones para la crítica al
gobierno, se fundó el primer diario del Reino Unido, el Daily Courant.

Prensa industrial del Reino Unido.


La historia del periodismo británico se inicia a partir de la introducción de la
imprenta en el país, en 1476 en Westminster gracias a Caxton, un impresor que
había trabajado en los Países Bajos y había aprendido el arte de imprimir en
Colonia. Desde estos primeros momentos, los distintos gobiernos monárquicos
británicos utilizarán diversos sistemas de control para regular el desarrollo de la
imprenta hasta el siglo XVIII, en este momento el panorama inglés es muy
distinto al del resto de Europa debido al control liberal de la información. Gran
Bretaña salió muy dañada de la guerra napoleónica. Las secuelas provocarán las
primeras revueltas y protestas sociales. La industrialización creciente crea una

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capa social obrera que demandará más derechos políticos, mejoras laborales y que
se va a constituir como un público potencial que estimulará la aparición de nuevas
publicaciones. En 1802 nace el Weekly Political Register de W. Cobbett,
considerado como el primer periódico obrero y popular, pero el máximo
representante de la prensa industrial inglesa es el The poor man’s Guardian.

El The Times, que fundó John Walter en 1785 y es el diario decano de la prensa
inglesa, vivió su etapa dorada, al igual que el conjunto de la prensa británica, en la
primera mitad del XIX durante la "era victoriana". En 1885 se suprimió el
impuesto público sobre los periódicos y el precio de éstos bajó. Se inició la fase
de la prensa barata que ya has visto también en el resto de Europa. El principal
periódico es el Daily Telegraph. Los precios irán disminuyendo a lo largo del
XIX dado que se abarata el papel, se dispone de mejores máquinas de impresión y
aumenta la tirada de ejemplares. Además se fomenta la educación que provoca
más lectores potenciales, se dan reformas electorales y se crean las agencias de
noticias (Reuters). Todo ello, como puedes imaginar, genera un aumento de la
circulación y crecerá la publicidad, por lo que un periódico en Gran Bretaña a
principios del XX costaba medio penique.

Al igual que ocurre en otros países, se crean grandes grupos de prensa durante el
último siglo controlados por empresarios de la comunicación, más interesados en
los beneficios económicos. Por ejemplo, lord Northcliffe llegó a controlar el
Daily Mail, el Times, The Observer y el Daily Mirror, este último dirigido al
público femenino, y en el año 1934 se había convertido en el primer periódico
inglés con formato tabloide. ¿Qué le diferencia del periódico normal? Su tamaño
(la mitad de un periódico normal), la profundidad para cubrir las noticias (informa
más a fondo) y tiene muchas más ilustraciones. En 1939 la tirada global de los
diarios nacionales ingleses era de 10,6 millones, más del doble que en 1920,
utilizándose los periódicos para fortalecer los objetivos e ideas políticas de los
principales editores. Si ahora te acercas a un kiosco de prensa verás cómo ciertos
periódicos te ofrecen videos, juegos, libros, si abonas un suplemento sobre el
precio de venta. Bueno, pues ya en 1933, el Daily Herald ofrecía a sus lectores
una colección de Dickens en 16 volúmenes por 11 chelines más unos cupones del
diario. Esta nueva forma de vender fue seguida de inmediato por sus
competidores.

Una vez finalizada la II Guerra Mundial el número de periódicos en el Reino


Unido descendió a la mitad debido a la disminución de los ingresos publicitarios,
que se desviaban a otros medios como la televisión, y a la fuerte competencia, al
coste tecnológico y a los problemas laborables. Desde 1945 se desarrolla la quinta
generación de medios de masas, que hereda de las anteriores el mercado, algunas
formas sensacionalistas y el lenguaje. ¿Y qué novedades se incorporan, pensarás?
La imagen como elemento de comunicación preferente.
El principal representante de esta tendencia es The Sun, el primero en ventas con
unos 4 millones de ejemplares.

En nuestros días la prensa británica mantiene su compromiso entre el servicio


público y el sector privado, con un interés mayoritario por la información nacional
y un marcado desarrollo hacia la concentración de medios que han provocado la
aparición de grandes monopolios, como por ejemplo Pearson PLC, que edita el

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principal diario económico británico, el Financial Times. También te resaltamos
la entrada de Murdoch en el mercado inglés mediante la News International, con
la que adquirió The Times y el Sunday Times, en 1981, compitiendo con el otro
magnate de la prensa inglesa Robert Maxwell, propietario del grupo Mirror.

Periodismo de masas en EE.UU.


El primer periódico de tirada continua en la colonia americana fue el Boston
News-Letter, fundado por John Campbell en 1704. Contenía noticias financieras y
del extranjero en un momento de severidad extrema por parte de la metrópoli
inglesa que ejercía un gran control de la imprenta y que, con la censura y los
impuestos, impedía el derecho a la libertad de prensa. Durante la Revolución
Americana dos periódicos jugaron un papel a favor de la Independencia: el
Pennsylvania Magazine de Tom Paine y el Boston Gazette de Sam Adams. El
primer periódico de Nueva York fue The Gazette, en 1725, al que siguió el New
York Weekly Journal, editado por John Peter Zenger, que sería arrestado y
acusado de sedición por publicar ciertas críticas contra el Gobernador británico.
Zenger fue juzgado y declarado inocente, lo que supuso un precedente para la
libertad de expresión en Estados Unidos. Durante el último cuarto del siglo XVIII,
todavía bajo la dominación británica, el número de periódicos se acercaba al
medio centenar y sus contenidos eran más ensayos que noticias, con una línea
claramente independentista.

El primer diario estadounidense nace en Filadelfia, el Pennsylvania Evening Post


en 1783. A principios del XIX había unos veinte periódicos diarios, cifra que fue
en aumento según se propagaba la Revolución Industrial. En 1833, Benjamin
Henry Day editó la primera edición del New York Sun, pionero de la prensa barata
que dominó el mercado periodístico de este país hasta finales del XIX y que dio
paso al periódico moderno destinado a una audiencia masiva, con unos contenidos
de "interés humano", abiertamente sensacionalista y cuyo precio era un centavo.
Tuvo un gran éxito por lo que tenía mucha publicidad que ocupaba gran parte del
periódico. Pronto aparecieron imitadores: el New York Tribune en 1841, de
Horace Greeley, republicano y antiesclavista, considerado un gran vivero del
periodismo norteamericano, y el sudista New York Herald (fundado por Gordon
Bennett en 1835), que alcanzaron decenas de miles de ejemplares. El tercer gran
periódico que nace en esta época es The New York Times, en 1851, de Henry
Raymond. Las razones por las que surge este tipo de prensa de masas son: los
adelantos tecnológicos, un papel más barato, el desarrollo de unas rotativas más
rápidas, un fuerte porcentaje de publicidad y la creación de la Agencia AP
(Associated Press), en 1848, mediante la unión de seis periódicos de Nueva
York, para compartir los costes de la transmisión telegráfica de noticias desde
Washington y Boston hasta Nueva York. Dispones de un capítulo entero acerca de
las agencias de información para saciar tu curiosidad.

En plena "edad de oro" del periodismo, que abarcó desde la segunda mitad del
XIX hasta la Primera Guerra Mundial, Joseph Pulitzer lanza el New York World
en 1883, y renace el periodismo de masas, sensacionalista, bautizado como el
"New Journalism". Pero será William Randolph Hearst, con el San Francisco
Examiner y el New York Morning Journal, quien competirá con Pulitzer,
convirtiéndose en el máximo representante del sensacionalismo periodístico y a
quien se le responsabiliza del "Yellow Journalism" o prensa amarilla, que tiene su

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cúspide con la guerra hispano-norteamericana participando de forma activa en una
contienda a la que se llamó la "guerra de Hearst". Cuando se inicia la Primera
Guerra Mundial, Hearst y su cadena de periódicos no toman una postura
claramente aliada, frente a los New York Herald o el mismo The New York
Times, que se sitúan a favor de la intervención contra Alemania.

Tras la guerra aparece la tercera generación de la prensa de masas, conocida como


el "Jazz Journalism". Entre 1919 y 1926 surgen el Daily News, el Daily Mirror
(de Hearst) y el Daily Graphic, con un formato tabloide y con un papel primordial
para las ilustraciones fotográficas, que en muchos casos ocupan toda la primera
plana. Los años sesenta son de bonanza económica y de creatividad cultural lo
que genera un gran activismo periodístico. Destaca el periodismo de investigación
cuyo mejor trabajo periodístico fue el escándalo político conocido como
Watergate, que provocó la dimisión del presidente Richard Nixon en 1974.

Respecto a las publicaciones no diarias, en 1922 el Readers Digest comenzó a


publicar versiones concentradas de artículos y otros textos procedentes de otras
revistas. Esta idea del matrimonio Wallace tiene en la actualidad tiradas súper
millonarias. Un año más tarde, Henry Luce ponía en circulación el primer número
de la revista Time, convencido de la necesidad de profundizar en las
informaciones y de una prensa semanal de mayor calidad. Luce también lanzó
otro semanario de información económica Fortune con enorme éxito. Newsweek,
principal competencia de Time, se fundo en 1933.

El periódico con mayor tirada diaria, cerca de 2 millones de ejemplares, en la


actualidad es el Wall Street Journal, una publicación especializada dirigida a
profesionales con noticias de interés general. Los principales periódicos para el
gran público son USA Today, que impone un nuevo lenguaje tecno-informativo,
con una circulación diaria que ronda el millón y medio de ejemplares, y Daily
News, con más de 1,3 millones.

España hasta el siglo XX


Como en el resto de los países europeos, los inicios de la prensa en España están
en el noticierismo manuscrito y relaciones que aparecen en distintas ciudades con
la imprenta y que hablaban sobre la Reconquista, el descubrimiento de América,
actos religiosos y profanos, etc.

En 1697, la Gazeta de Madrid se convierte en el primer periódico semanal


español. Tenía dos secciones: una internacional y otra con información nacional
que incluía noticias de la Corte, el Rey, los nombramientos, etc. Muchas ciudades
españolas editarían sus propias gacetas a imitación de la madrileña: Sevilla,
Zaragoza, Valencia, etc.

A lo largo del siglo XVIII aparecen distintas publicaciones periódicas, algunas de


carácter erudito o cultural, con contenidos enciclopédicos como el Diario de los
literatos de España. Otras de carácter satírico, orígenes de lo que sería el
periodismo crítico, cuyo mejor ejemplo es El Duende Crítico que se atrevió a
cuestionar la política de la Corona Española hasta que desapareció al ser arrestado
su redactor. El 1 de febrero de 1758 apareció el primer periódico diario de nuestra
historia, el Diario de Madrid. España fue uno de los primeros países europeos en

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disponer de un diario gracias al que se considera el primer periodista profesional
español: Mariano Nipho.

A finales del siglo XVIII se editan periódicos en los que comienzan a introducirse
en España las ideas ilustradas que habían aparecido en Francia. Destacan El
Pensador y El Censor. Muchos de ellos sufrirían la represión de los tribunales de
la temida Inquisición a causa de sus críticas a la Iglesia o la Corona, y se llegarán
a prohibir todas las publicaciones periódicas con excepción de la Gaceta de
Madrid y el Diario de Madrid.

En cuanto a otras ciudades, las más activas fueron las del este y el sur de la
península. Se comenzaron a editar el Diario de Barcelona (1792), el Diario
histórico y político de Sevilla (1792), el Diario de Zaragoza, el Diario Pinciano
de Valladolid y hasta dieciséis cabeceras distintas que se publicaban en Cádiz.

Con la invasión napoleónica (1808) y la consiguiente Guerra de la Independencia,


la prensa española vivirá uno de sus periodos de mayor esplendor. Las Cortes de
Cádiz establecen la libertad de imprenta eliminando cualquier censura previa, algo
que confirmaría la Constitución de Cádiz de 1812. Supondría el nacimiento de la
prensa política y aparecerían periódicos liberales como el Semanario Patriótico o
El Robespierre Español, y serviles: El Censor general o El Sol de Cádiz. A partir
de ese momento, la historia de nuestro periodismo del siglo XIX e incluso de gran
parte del siglo XX hasta la Guerra Civil estaría marcada por la prensa política o
por lo que también se conoce como "periódicos de partido". Periódicos que
buscaban la difusión de unas ideas políticas determinadas, generalmente de corta
vida y escasa difusión por la escasez de recursos económicos. Con el regreso de
Fernando VII se perseguirá todo lo relacionado con el liberalismo y estos
periódicos serán prohibidos.

España hasta 1975


En el último tercio del siglo XIX la prensa española experimenta un cambio
trascendental: nace el periodismo informativo y se acaba el predominio existente
desde el siglo XVIII de la prensa de opinión. Es el preludio de los periódicos
actuales. Los periódicos de partido fueron desplazados por los de empresa o
prensa industrial. Se empezó a buscar la rentabilidad económica y se alcanzaron
tiradas importantes, consiguiendo ingresos con la venta de los ejemplares y con la
publicidad.

Los primeros periódicos de estas características fueron Las Novedades, fundado


por Ángel Fernández de los Ríos en 1850, que incluía esencialmente noticias
divididas en secciones, y La Correspondencia de España que era una apuesta
abiertamente informativa frente a la abundancia de periódicos políticos que en ese
momento predominan en España. Comenzaba la "edad de oro del periodismo
español". Surgen importantes periódicos como Las Provincias (Valencia, 1866),
La Voz de Galicia (A Coruña, 1872), La Vanguardia (Barcelona, 1881), El
Adelanto de Salamanca (1883); Heraldo de Aragón, etc. También aparecen
revistas gráficas semanales con ilustraciones y fotografías, como La Ilustración
española y americana, Blanco y Negro y Nuevo Mundo.

En la década de los 80 hay que destacar a los dos únicos periódicos españoles que

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imprimían en rotativa con papel continuo: El Imparcial, fundado en 1867 por
Eduardo Gasset, y que alcanzó tiradas de 140.000 ejemplares, y El Liberal, que
nació en 1879 fruto de una escisión en la redacción del primero. Este último
estaba dirigido por Miguel Moya, tenía edición en Madrid, Barcelona, Bilbao y
Sevilla y una orientación política a la izquierda de su antecesor. La rotativa
abarató los costes y permitió bajar el precio de venta del periódico aumentándose
con ello el número de ventas totales por lo que también comienzan a utilizarse
titulares más atractivos para captar a más lectores.

En 1890 aparece el Heraldo de Madrid y en 1905 ABC, que surge como un diario
novedoso por la abundante información gráfica y por el moderno formato. En
1906 El Liberal, El Imparcial y El Heraldo de Madrid se asocian para aumentar
su dominio, aunque son acusados por sus competidores de trust monopolista, y en
1917 nace un periódico que causaría sensación por su calidad: El Sol. Tenía doce
páginas (frente a las ocho de la mayor parte de sus competidores) con abundante
información local, cultural e internacional, incluía también suplementos
semanales. Su promotor fue Nicolás María de Urgoiti. El filósofo José Ortega y
Gasset escribía casi a diario en sus páginas y era su auténtica referencia
intelectual. Otros periódicos importantes de esos años fueron: El Debate, La Voz,
La Libertad e Informaciones.

En 1923 llegó la dictadura de Primo de Rivera, gran retroceso para la prensa al


establecer la censura previa y, en 1931, la II República, bien vista en principio
(excepto por ABC, monárquico) y muy criticada después. Surge una dura prensa
opositora tanto a la derecha como a la izquierda. Son tiempos de movilización
política y, de nuevo, de periódicos de partido: carlistas, monárquicos, integristas,
fascistas, anarquistas y comunistas. Todos de limitada difusión pero que
acentuaban la inestabilidad del sistema político. En Cataluña y en el País Vasco
surge una importante prensa nacionalista: Euskadi (Bilbao), El Día de San
Sebastián, L`Opinió, L` Humanitat, etc.

En 1936 estalló la Guerra Civil y la información desapareció en las dos zonas


combatientes para convertirse en descarada propaganda. En la zona republicana, los
periódicos de derechas fueron confiscados y puestos al servicio del bando republicano.
Del mismo modo procedió el bando que se había sublevado contra la República con los
de izquierdas. La Iglesia puso toda su organización al servicio de la propaganda
franquista y la Falange llegaría a contar con distintas publicaciones. Lo fundamental era
levantar el ánimo de los combatientes e intimidar al enemigo. Para ello surgen los
periódicos de campaña y los de las unidades militares. También se procuró influir en los
distintos corresponsales extranjeros para que la prensa internacional apoyase a uno u
otro bando en cuestión.

Tras la Guerra Civil vinieron los 40 años de dictadura militar del general Franco
que mantendría como una obsesión constante el control de la prensa y de los
demás medios de comunicación, aunque se pueden distinguir dos períodos:
1939-1966 y 1966-1975. En el primero, la censura previa se aplica con extremo rigor.
Se eliminan todos los medios de comunicación que habían estado vinculados a la
República, se introducen en los textos consignas propagandísticas y se designa a los
directores de todos los periódicos. La prensa se hace monótona, sin margen para la
mínima crítica. Hay tres tipos de periódicos: los de propiedad privada (como ABC, La

11
Vanguardia, La Voz de Galicia, etc.), los de la Iglesia (Ya) y los del "movimiento"
(destaca Arriba). También hay que recordar al diario Pueblo, propiedad de los
sindicatos verticales y escuela de muchos de los periodistas que iban a protagonizar la
renovación de la prensa durante la transición. El segundo período comienza en 1966 con
la aprobación de la llamada "Ley Fraga" que supuso un punto de inflexión con una
relativa apertura del sistema informativo: se comenzó a publicar información antes
impensable (diario Madrid) y la prensa oficial fue perdiendo mucho terreno. Aparecen
revistas mensuales y semanales que tenían menor vigilancia que los diarios y fueron
decisivas para difundir ideas acerca de la necesaria salida de la dictadura: Cuadernos
para el Diálogo, Triunfo, Destino o Cambio 16. También proliferaron las revistas del
corazón: Hola, Diez Minutos, Lecturas, Semana... y alcanzó importante éxito el
semanario de sucesos El Caso. Los periódicos deportivos más leídos eran As y Marca.

España democrática
Tras la Guerra Civil, España tendría que esperar casi 40 años, hasta 1975, para
recuperar un sistema democrático y dejar de sufrir el control constante sobre la
prensa y los demás medios de comunicación, aunque se puede hablar algún que
otro tímido avance durante esos años.

Un ejemplo de esos intentos de adaptación a los tiempos fue la famosa "Ley


Fraga", aprobada en el año 1966. Una Ley de Prensa, cuyo artífice fue Manuel
Fraga Iribarne, el actual Presidente de la Xunta de Galicia, que supuso una
relativa apertura del sistema informativo, de forma que los periódicos y la prensa
en general comenzaron a tratar temas algo más variados y con una mentalidad un
poco más moderna, aunque seguía siendo muy importante el control del régimen.
La "Ley Fraga" ayudó a la prensa de propiedad privada a alcanzar mayor
protagonismo e ir desplazando , poco a poco, a los periódicos de la Iglesia y del
"movimiento", pero no fue la solución, desde luego. Sin ir más lejos, el diario
Madrid trató de aprovecharse de las posibilidades de libertad informativa que
propició la ley, pero debió aprovecharse "en exceso" porque fue cerrado en 1971.

La llegada de la democracia y la Constitución de 1978 supusieron una verdadera


revolución en los medios de comunicación españoles. Los periódicos
experimentaron importantes cambios de propiedad, gozaron de la libertad de
expresión y sufrieron una profunda renovación tecnológica.

En 1976 aparecieron dos diarios que revitalizaron el panorama periodístico


español: El País y Diario 16. El primero era un proyecto periodístico que venía
preparándose con esmero desde años antes de la muerte de Franco. Inspirado por
el hijo de Ortega y Gasset, José Ortega Spotorno, dirigido por Juan Luis Cebrián,
y respaldado por un fuerte grupo financiero. El periódico planteaba como objetivo
la construcción de una democracia plena con una profunda renovación de la
sociedad española. Su éxito fue rotundo y conseguiría alcanzar el liderazgo de
ventas de los periódicos de información general hasta la actualidad. En los años
80 publicará también una edición internacional y será la base para la creación del
grupo de comunicación multimedia español más poderoso: PRISA,
(http://www.prisa.es) que agrupa, a El País, una parte de las grandes cadenas de
radio (SER, Cadena 40, Dial,M-80), empresas de televisión (Canal Plus, Localia
TV; Canal Satélite Digital), As; editoriales importantísimas como Santillana,
Alfaguara, etc. Por su parte, Diario 16 surgió con una firme voluntad de defender

12
con vigor el sistema democrático y realizar un periodismo trepidante y de calidad.
Junto a Cambio 16 permitiría la constitución de otra fuerte empresa: Grupo 16 que
controlaba distintas publicaciones y fue muy importante hasta su declive en los
años 90. Muchos autores identifican a Diario 16 como el periódico de la
transición por excelencia.

En cuanto a los periódicos que provenían de la etapa franquista, se encontraban


con dificultades para poder adaptarse a los nuevos tiempos. Todos los
pertenecientes a la prensa del movimiento: Informaciones, Pueblo, El Alcázar o
Arriba acabarían desapareciendo de los kioscos españoles en pocos años. Tan solo
algunos periódicos regionales y locales que también provenían del Movimiento
consiguieron sobrevivir gracias a que pasaron a manos privadas y fueron
completamente renovados.

Con la democracia se potencian las publicaciones económicas, Cinco días y


Expansión, ganan lectores las revistas del corazón y aparecen algunas revistas de
carácter erótico-satírico como Sal y Pimienta o El Jueves. También aparecen
nuevas revistas semanales de información general, dos con mucho éxito:
Interviú, nacida en 1976 y Tiempo en 1982.

Los históricos ABC y Ya consiguieron adaptarse a los nuevos tiempos, aunque al


final sólo sobrevivió ABC, que tuvo que superar importantes dificultades. Bajo la
dirección de Luis María Ansón, actual director y fundador del diario La Razón,
se convierte en uno de los periódicos más vendidos del país y se convierte en el
testigo de toda la historia de nuestro siglo XX. Ya desapareció en 1993.

En los 80 se refuerza la prensa regional con nuevos periódicos y la consolidación


de otros veteranos. El Correo (del Grupo Correo, actualmente el más poderoso en
la prensa local y autonómica), El Periódico de Catalunya (del Grupo Z), La
Vanguardia, La Voz de Galicia y el Heraldo de Aragón son los que alcanzan
las mayores tiradas. Distintas empresas extranjeras comienzan a comprar
periódicos y revistas españolas y empiezan a editarse periódicos gratuitos
financiados exclusivamente con la publicidad (Menos 20, Gaceta Universitaria,
Diario Médico).

En 1989 el director de Diario 16 -Pedro J. Ramírez- junto a un grupo de sus


redactores y con el apoyo de distintos financieros, decide lanzar un nuevo
periódico: El Mundo del siglo XX. Un diario cuidado al máximo en su diseño
que practicaría un periodismo de investigación y de denuncia. Ha conseguido ser
el segundo periódico de información general de mayor difusión, por detrás de El
País.

Prensa de España. Las principales fuentes escritas españolas de noticias.

Prensa general Prensa deportiva

• 20 minutos • AS

http://www.20minutos.es http://www.as.com

13
• ABC • Marca

http://www.abc.es http://www.marca.com

• adn • El Mundo Deportivo

http://www.diarioadn.com/ http://www.elmundodeportivo.es

• El Mundo • Sport

http://www.elmundo.es http://www.sport.es

• El País

http://www.elpais.es

• El Periódico de Catalunya

http://www.elperiodico.com

• La Razón

http://www.larazon.es

• La Vanguardia

http://www.lavanguardia.es

• Libertad Digital

http://www.libertaddigital.com

• Metro España

http://www.diariometro.es

3.LA TELEVISIÓN

14
La prehistoria de la televisión en España
La prehistoria de la televisión en España está, como en tantos otros países,
firmemente imbricada en la historia de la radio. En los años treinta, como
corresponde al reducido nivel industrial de nuestro país, no existen pruebas
experimentales de televisión, pero como corresponde a la efervescencia
cultural de la II República se producen vivos debates sobre las características
del nuevo medio. Las revistas radiofónicas tales como Radio Sport, Radiosola,
TSH, e incluso la prensa como en los diarios La Libertad, El Imparcial, La
Vanguardia, El Liberal, se hacen eco de muchas de las noticias que la todavía
no nacida Televisión está generando a lo ancho de todo el mundo; y ello hasta
tal punto, que un repaso de los debates de aquellos años revela una
intensidad de la discusión que no volverá a verse hasta los años sesenta.
Asimismo, es frecuente la publicación de libros sobre temas técnicos del
mundo de la televisión.

La aparición en Madrid, en marzo de 1933, de la revista Radio Televisión es el


ejemplo más modélico del atractivo que suscitaba la televisión en los lejanos
tiempos de la II República. La publicación como tal tuvo una vida efímera
pero no dejará de sorprender que en España circulara una revista dedicada a
la televisión cuando no existían emisiones regulares en ningún lugar del
mundo.
En el número 1 de ese año de 1933 en el editorial de presentación se leía: “La
televisión vendrá a sumarse al número de inventos que hacen la vida más
complicada si se quiere, pero más interesante también”. Visionarios
excepcionales sus promotores si recordamos que TVE tardaría
prácticamente veinticinco años en comenzar sus programaciones.

La primera exhibición de televisión en suelo español (es decir transmisión a


distancia de imágenes y sonidos) se produjo por los técnicos alemanes
durante el desarrollo de la Guerra Civil (noviembre de 1938). Los nazis
presentaron a Francisco Franco y uno de sus ayudantes la Fonovisión, un
sistema de ‘videoteléfono’ que diríamos hoy; se ignora la calidad de la prueba
a pesar de que existen fotografías que dan fe de su realización.

Hubo que esperar diez años para que en 1948, en Barcelona y en Madrid, se
produzcan las primeras demostraciones de lo que hoy en día entendemos por
televisión. En ese año únicamente existen emisiones regulares en Gran
Bretaña y en Estados Unidos y a pesar de que se apunta el doble modelo
televisivo: público para Europa y privado para América, todavía no están
fijadas definitivamente sus características. De hecho las exhibiciones que se
hicieron en España fueron realizadas por empresas privadas como la
holandesa Philips y la norteamericana RCA en ambos casos con el objetivo
de convencer a las autoridades de la bondad de sus ofertas.

Philips organizó en junio de 1948 durante quince días y en el marco de la


Feria de Muestras de Barcelona unas pruebas televisivas que alcanzaron un
enorme éxito de público, hasta el punto que los primeros espectadores
aguardaban pacientes colas durante horas para poder ver la maravilla de la
televisión. Las pruebas consistieron en la emisión en directo desde un estudio
de unos programas de actuaciones musicales y humorísticas diversas.

15
Por su parte la RCA intentó en Madrid en agosto de 1948 la retrasmisión de
una corrida de toros recibida por los televidentes, en el Círculo de Bellas
Artes. El fiasco fue total. Se vio y se oyó poco y mal. Los espectadores
crispados exigieron y consiguieron que les devolvieran el precio de las
entradas que habían pagado. Un comentarista escribió: “Dentro de unos
años esto de la televisión será una gran cosa. Hoy es un juguetito”.

A partir de una fecha indeterminada entre 1951 y 1952, lo que años más
tarde se denominará TVE comenzará sus emisiones en prueba. Las emisiones
regulares se iniciarán en 1956: la prehistoria de la televisión en España había
finalizado.

El nacimiento y la llegada de la televisión


El 28 de octubre de 1956 comenzaron oficialmente las emisiones regulares en
España. Los programas inaugurales se iniciaron a las 20:30 y el contenido
consistió en la retrasmisión de una misa, unos discursos oficiales, la
exhibición de dos entregas del NO-DO, unos reportajes filmados y las
actuaciones de unas orquestas y de los ‘Coros y Danzas falangistas’. Las
emisiones se hacía desde una ‘chaletito’ del Paseo de la Habana madrileño que
disponía de un minúsculo plató de unos cien metros cuadrados. Durante casi
tres años TVE fue una televisión local con ámbito de cobertura limitado
exclusivamente a la ciudad de Madrid.

Dos años y medio más tarde, en febrero de 1959, coincidiendo con un partido
de fútbol Real Madrid - F.C. Barcelona se estrena el servicio en las ciudades de
Barcelona y Zaragoza. A pesar de que parece una exageración, la prensa de
la época subrayó que se acabaron todos los televisores que estaban a la venta
en la Ciudad Condal.

La expectación, ya al margen del fútbol, de ‘la noche del estreno’ se repitió


en todos los sitios. Un único ejemplo aparecido en la prensa canaria con
motivo de la llegada de la televisión a las Islas Afortunadas: a grandes
columnas podía leerse en primera página: “Canarias ante una jornada
trascendental. Va a ser inaugurada oficialmente la TV en el Archipiélago”. En
todos los lugares y tiempos la llegada de la televisión, el primer día de
programas, levantó una riada de comentarios y un éxito sin precedentes;
entre muchos ejemplos puede citarse la narración que el que escritor leonés
Julio Llamazares hace en uno de sus libros (Escenas del cine mudo) sobre la
catarsis que supuso a los habitantes de su pueblo la visión de los primeros
programas de televisión en 1963.

Los argumentos explicativos del éxito de la televisión son diversos pero al


margen de los deseos de la industria electrónica o del poder político quizá se
encuentren el que la pequeña pantalla parece satisfacer una demanda
mayúscula de ocio cuasi gratuito y doméstico no satisfecha completamente
por otras formas de entretenimiento social.

Sea como fuere, se tardó años en que la gran mayoría de los españoles tuviera
acceso a los programas. La televisión llegó a ‘las dos castillas’ aprovechando

16
el repetidor colocado en la Bola del Mundo en la sierra de Guadarrama, en
octubre de 1959, a Valencia en febrero de 1960, a Bilbao en diciembre de
1960 (desde agosto los bilbaínos recibían programas... con un día de retraso),
a Galicia y Sevilla en octubre de 1961 y, dando por cerrada la red, a Canarias
en febrero de 1964 (también en este caso se emitían los programas un día más
tarde que en la península).

Muchos comentaristas de prensa, por lo menos hasta 1960, dudaban de que


la televisión se consolidara en nuestro país. Las gotas de escepticismo
llegaban hasta voces autorizadas: Enrique de las Casas, jefe de programas de
TVE y más tarde director de la primera cadena, escribió en 1959 que “no
olvidemos que por una serie de razones etnológicas y definitorias, el pueblo
español no parece ser un consumidor nato de TV. Ni el clima, ni el estilo de
vida, ni las cualidades imaginativas de la gran masa española parecen hacer
de ella un buen cliente para la TV”. Por fortuna, el excelente profesional se
equivocó en sus predicciones.

La expansión de los años sesenta


Hasta 1959 en España no se produjeron televisores: eran un producto de gran lujo que
había que importar desde el extranjero, y accesible por ello únicamente a una
reducidísima minoría de la población. Se calcula que a comienzos de la década de los
años sesenta, en todo el país sólo unas cincuenta mil familias, básicamente de Madrid y
Barcelona, poseen el preciado electrodoméstico.

A partir de primeros de los años sesenta, los poderes públicos se plantean políticas para
incentivar el consumo y potenciar la penetración del medio en la sociedad. El Estado
incitó con diversas medidas al consumo; por ejemplo, en 1961 anuló el impuesto de lujo
a los aparatos, en 1962 se permitió la venta a plazos de los televisores (hasta ese
momento existía un aceptable mercado de alquiler de aparatos); y durante toda la
década de los sesenta los anuncios publicitarios de los receptores contaban con tarifas
inferiores a la de los otros productos.

Al final de la década, y a pesar de que las cifras no parecen elevadas para los
parámetros estadísticos actuales, se considera que la televisión tiene una amplia
cobertura en España. No existen cifras absolutamente fiables pero se considera que en
ese tiempo hay unos tres millones y medio de aparatos que equivalen al 40% de los
hogares del país; se dan grandes desniveles de penetración según las zonas geográficas
que van desde el 75-80 por ciento de las territorios más urbanos como Madrid,
Barcelona o el País Vasco y porcentajes que apenas llegan al 25% de la España rural.

El parque de televisores sólo es uno de los factores que miden la implantación social
de la televisión. En la década de los sesenta, para conocer la expansión del medio debe
combinarse, Indudablemente, el número de aparatos con la cantidad de televidentes que
cada televisor acoge. Nadie puede negar razonablemente que en esos años el consumo
de televisión no es sólo familiar sino, relativamente, público si consideramos la práctica
extendida en las ciudades de los primeros años sesenta, de ver programas en la casa de
familiares y amigos o, ya en la segunda mitad de la década, el habitual consumo en
bares o en la red de teleclubs en las zonas rurales.

La primera de las situaciones mencionadas fue inmortalizada en una secuencia genial de

17
la película Atraco a las tres (José María Forque, 1962) en la que Gracita Morales cobra
cinco pesetas a sus vecinos por entrar en su casa y ver los programas televisivos
nocturnos. Por su parte, los teleclubs constituyeron uno de los asuntos más recurrentes
de la política cultural sobre la televisión. Los teleclubs, que con frecuencia estaban
gestionados por los párrocos, formaron una red de varios miles, pero su éxito fue muy
limitado y su actividad muy irregular; de hecho, su misma continuidad quedaba en
entredicho según crecía el parque de televisores.

Los españoles también fueron cambiando sus ideas sobre la televisión. A la altura de
1966 el aparato televisivo ocupa en las encuestas oficiales un discreto séptimo lugar en
los deseos de posesión de bienes de consumo en las ciudades y nada menos que un
duodécimo en las localidades rurales. Para aquellos españoles de los sesenta la
televisión se considera menos necesaria que la radio, el agua caliente, la nevera
eléctrica, la máquina de coser o la lavadora, aunque más necesaria que la moto, el coche
o el teléfono –en los pueblos- (véase, palacio, 2001). Las cosas, ya se sabe, han
cambiado mucho; en la actualidad únicamente el número de frigoríficos supera al de
televisores y la penetración del medio abarca porcentajes superiores al 99% de los
hogares.

La Edad de Oro de TVE


En la segunda mitad de la década de los años sesenta, cuando los españoles
han legitimado a la televisión como su principal forma de ocio, TVE vive su
particular edad de oro. Sin problemas financieros significativos, la televisión
española se ha convertido, en poco más de una década, en una máquina de
hacer dinero, con capacidad de producción para elaborar programas
competitivos en el contexto de los festivales europeos. Probablemente, el salto
adelante se basó en que en España, a diferencia del resto de las emisoras
europeas en donde la publicidad televisiva estaba prohibida o muy limitada.
Los ingresos se consiguen a partir de lo que se recauda por los anuncios
emitidos, por lo que si necesitan mayores presupuestos, basta con aumentar
el tiempo de publicidad o subir las tarifas de los anuncios.

Puede decirse que la edad de oro se inicia con la inauguración de los estudios
de Prado del Rey en 1964, que acaban con la precariedad técnica de los
orígenes, y continúa con la puesta en marcha de la oferta complementaria de
TVE 2 (conocida popularmente durante lustros como “el UHF”). De una
forma convencional se acepta que con la crisis económica de primeros de los
setenta y el fallecimiento de Francisco Franco finalizan los buenos tiempos de
la televisión.

Al contar con dos cadenas, los responsables televisivos pudieron dividir la


oferta de programas para satisfacer las demandas de la audiencia: la
segunda, como veremos en el epígrafe 5, se concibe como una cadena pensada
para las audiencias culturalmente más exigentes; por su parte, la primera
será la cadena de los programas más populares.

Un repaso a los macrogéneros programativos imperantes, y con mayor éxito


de audiencia en aquellos años, indicaría que los gustos televisivos no son muy
distintos de los del presente, aunque, por supuesto, la estructura formal de
los programas ha variado desde la época de la edad de oro. Existen, en las

18
parrillas programativas, por supuesto, producciones extranjeras
largometrajes y series. Algunas de ellas consiguieron enorme popularidad
entre los españoles como el contenedor cinematográfico de Sesión de Noche o
las series, muchas de ellas convertidas en película décadas después, como
Bonanza, Los Intocables, Dr. Kildare, Mannix, El Santo, Los vengadores,
Misión Imposible, Belphegor –El fantasma del Louvre-, Los Picapiedras, El
fugitivo, etc.

Sin embargo, lo más significativo siempre es la producción propia española.


En primer lugar, los programas de variedades como Gran Parada (el primer
gran éxito de la televisión en España), Amigos de los lunes, Salto a la fama
(pensado para encontrar nuevas figuras de la canción) o Galas del sábado,
entre otros. Los programas de variedades, en su mezcla de actuaciones
musicales y pequeños números de humor, usualmente se programaban en la
noche de los viernes o en la de los sábados. Ayer como hoy tendencialmente
eran presentados por una pareja de hombre y mujer.

En un segundo bloque encontraríamos los concursos de preguntas y


respuestas como Cesta y puntos, Un millón para el mejor o en los primeros
años setenta el célebre Un, dos, tres... responda otra vez; pero también los
programas divulgativos como los de Félix Rodríguez de la Fuente o los
infantiles.

Y sobre todo la ficción propia como Novela de treinta minutos de duración


por capítulo a lo largo de una o más semanas programadas después del
telediario del mediodía o antes del de la noche y Estudio 1, representación
televisiva de una obra de teatro y verdadero buque insignia durante más de
una década de los dramáticos grabados en vídeo. En este campo de la ficción,
y si exceptuamos el primer premio del Festival de la Canción de Eurovisión
que consiguió Massiel en 1968, TVE consiguió algunos de los más prestigiosos
premios internaciones con obras como El asfalto (1966) o Historias de la
frivolidad (1967), ambas de Chicho Ibáñez Serrador o El irreal Madrid
(Valerio Lazarov, 1969).

Las televisiones autonómicas


En los países europeos la actividad televisiva se articuló desde sus inicios a
partir de la actividad de monopolios de titularidad pública. Sin embargo, a
partir de la década de los años setenta pareció imprescindible que esos
monopolios dieran cabida en su oferta a una tercera cadena que respondiera
a visiones más cercanas a los intereses de los ciudadanos; así es lo que se hizo,
por ejemplo, en Francia (FR 3) o en Italia (RAI 3) y es lo que
internacionalmente se llamó ‘televisión de proximidad’.

En la España democrática de primeros de los años ochenta parecía evidente


que la estructura organizativa y de producción de TVE no podía dar razón
de las inquietudes descentralizadoras del nuevo Estado de la autonomías. En
primer lugar por lo más evidente: con una segunda cadena con grandes
deficiencias para que su cobertura llegase a toda España, pensar en poner en
marcha una tercer programa no era más que una quimera. Pero en segundo
lugar porque la clase política de los partidos nacionales y la de los partidos de

19
actuación autonómica no pensaron seriamente en las vías para resolver el
problema. Finalmente, el Congreso de los diputados aprobó la ley de los
terceros canales de televisión en diciembre de 1983; pero EITB, Euskal Irratí
Televista, la televisión vasca, aprobada previamente por una prerrogativa de
su Estatuto de Autonomía y TV 3, la catalana, se había creado meses antes
(mayo de 1982 y mayo de 1983, respectivamente).

Sea como fuere, a lo largo de la década de los años ochenta fue apareciendo
una primera generación de televisiones autonómicas que constituyeron la
FORTA, Federación de Televisiones Autonómicas: EITB (que comenzó sus
emisiones el 31 de diciembre de 1982) TV3 (inauguración en enero de 1984),
TVGa, (Televisión de Galicia, julio de 1985), Canal Sur (Andalucía, 1987),
Tele Madrid (Madrid, 1989), Canal 9 (Comunidad Valencia, 1989). A lo que
en la segunda mitad de los años noventa se han incorporado las televisiones
autonómicas de las Islas Canarias (TVC) y de Castilla La Mancha (CMT), y
antes los segundos canales de las emisoras de ‘primera generación’ (ETB 2,
Canal 33/K3, Punt 2, Canal 2 Andalucía, La Otra).

La FORTA se ha consolidado como una verdadera tercera cadena nacional


que comparte entre sus afiliados la compra de programas como los derechos
de la liga de fútbol, series internacionales o largometrajes, y que posee una
cobertura que abarca casi todo España.

En las televisiones autonómicas, y al margen de su indudable eficacia en la


cohesión social de los territorios y en los procesos identitarios de sus
ciudadanos, se ha producido uno de los fenómenos más interesantes del
sector televisivo español de la última década. Fueron las televisiones vasca y
catalana con Goenkale (1994) y Poble Nou (1994), sendas series de treinta
minutos de duración programadas en el horario de sobremesa, quienes
descubrieron un enorme nicho que no había sido previsto por las emisoras de
cobertura estatal: los televidentes autonómicos parecían muy dispuestos a
congraciarse con el visionado de ficciones locales propias, que en sus lenguas
reforzaran los mecanismos de autoidentidad.

El inesperado éxito se ha venido prolongando en otras series como Nissaga de


poder (1995-1998) o Plats Bruts (1998) en TV 3, Benta Berri en ETB.
Asimismo, se ha extendido a otras televisiones autonómicas en las que
productos autóctonos se han convertido en formidables éxitos como Mareas
vivas (1999) en TVGa o Plaza Alta (1998) en Canal Sur y se ha convertido en
la principal seña de identidad de la oferta de las televisiones autonómicas.

Las emisoras privadas


Sin duda el hecho más decisivo de la última década, y con una enorme
repercusión en el mercado televisivo español, fue la aparición a primeros de
los noventa de tres televisiones privadas de cobertura estatal. Dos de ellas de
programación en abierto y de programación generalista similar a la de TVE 1:
Antena 3 y Tele 5, que iniciaron sus emisiones en diciembre de 1989 y marzo
de 1990 respectivamente; y una tercera de pago, Canal + que comenzó su
programación en septiembre de 1990, codificada en lo más significativo de su
emisión pero con varias horas en abierto y también con una programación de

20
tendencia generalista.

Por la multiplicación de emisoras, en muy poco tiempo todas las emisoras con
vocación de liderazgo (TVE 1, Antena 3, Tele 5 y la FORTA) tuvieron que
adaptarse a nuevas reglas y a un marco competitivo que obligó a definir la
posición de cada una de ellas en un mercado como el español en el que el
dominio de TVE 1 era casi absoluto. Tras la despreocupación que hicieron
del tema los poderes públicos, el factor clave y determinante de la nueva
situación fue el acuerdo implícito de todos los agentes implicados (emisoras e
industria publicitaria) de organizar el funcionamiento del sector a partir de los
datos de audiencia que proporciona la empresa de audiometría SOFRES.

En la más de una década de existencia de emisoras privadas se han


producido cambios tan significativos que parece difícil hablar sin
contradicciones de su proceso evolutivo. El ejemplo más llamativo es Antena
3 de la que pueden encontrarse hasta tres etapas, y ahora parece que
comienza una cuarta, pero también hay diferencias en Tele 5 (al menos dos
periodos). Veámoslo.

Poco tiene que ver la Antena 3 de hoy día con la que comenzó su andadura.
Desde luego no se parecen para nada ni sus accionistas y profesionales ni lo
que más importante su propia línea de producción. En su haber histórico
debe apuntarse que fue la primera emisora privada en apostar por la
producción propia de ficción de telecomedias y la que consiguió un éxito que
modificó el hilo conductor de la televisión en los años noventa: Farmacia de
Guardia (Antonio Mercero, 1991-1995). Luego siguieron otras destacadas
como Lleno por favor, Quien da la vez, Manos a la obra o Compañeros.
También Antena 3 fue la primera cadena de televisión que emitió un debate
entre los dos candidatos a la presidencia de gobierno (Felipe González, José
María Aznar, 1993).

Para la opinión común Tele 5 es la cadena del magnate y primer ministro


italiano Silvio Berlusconi. En la actualidad no sería una afirmación
completamente cierta; sin embargo, no puede negarse que la manera de
concebir la televisión de los ‘italianos’ estableció buena parte de las formas
de la primera época de una Tele 5 que dejó en fuera de juego las maneras de
TVE 1. En una segunda etapa Tele 5 ha sido reconocida por series como
Médico de Familia, Periodistas, Al salir de clase o Siete Vidas y por su
insistencia en diversos programas basados en el formato del reality show,
sucedáneos todos del original Gran Hermano.

Por su parte Canal + ha permanecido bastante estable en los diez últimos


años. Su modelo de emisora está basado en producción ajena (largometrajes,
retrasmisiones deportivas o series) pero ha conseguido una cierta notoriedad
por las innovaciones de la realización de sus retrasmisiones, por sus piezas
promocionales y por el magazine deportivo El día después.

Como no podía ser de otro modo, en más de diez años se han producido
cambios en los rankings de las audiencias de las tres emisoras más

21
importantes. En los últimos tiempos parece que el liderazgo de TVE 1 es
bastante consistente; la lista continúa por Tele 5 y se cierra con Antena 3.

La última década
La televisión en España ha cambiado drásticamente en el última década. Al
margen de los cambios económicos y la proliferación de ofertas de pago
digitales o la misma presencia de televisiones de cobertura local, si nos
centramos en la oferta, puede decirse que hace diez años primaba una lógica
que en Europa se denominaba de servicio público, que a grandes rasgos
definiríamos como aquella en la que destacaba el deseo de incidir cultural o
políticamente en la audiencia. Las estrategias programativas de las cadenas
públicas estatales o autonómicas estaban aceptablemente al margen de las
leyes del mercado y de hecho el éxito o fracaso de un programa no se
valoraba por la audiencia conseguida o por la publicidad que conseguía.

La aparición de la concurrencia establece una nueva lógica para el conjunto


del sistema televisivo español. Ahora, el criterio básico consiste en programar lo
que el público pretendidamente demanda y tiene interés en consumir. Se trata
de buscar en todos los casos el mayor número de audiencia (o al menos crear
un equilibrio entre lo que cuesta un programa y lo que recauda por los
ingresos publicitarios) y así privilegiar en cada una de las bandas horarias los
programas dirigidos a los grandes consumidores de televisión. Se abandona
por tanto el deseo de crear una dieta equilibrada para todos los segmentos
sociales y llegar al máximo de público disponible en cada franja horaria. Por
este motivo han desaparecido de las parrillas o han sido enviados a horarios
muy marginales de las televisiones generalistas muchos géneros o programas
parcialmente minoritarios como el cine en blanco y negro o los programas
infantiles de la tarde.

El efecto más evidente de lo dicho es que la oferta televisiva de la última


década se ha escorado hacia los gustos e intereses de los grandes
consumidores estadísticamente hablando: personas mayores, de clases bajas
y zonas rurales.

Desde el punto de vista de los gustos del público, también se han visto
mutaciones en el transcurso de los últimos diez años. Si contemplamos la lista
de los programas más vistos de cada año, observaremos que a finales de los
ochenta existía un predominio de los largometrajes de origen estadounidense; por
ejemplo en 1989 trece de los veinte primeros programas eran películas
norteamericanas. Empero a lo largo de toda la década de los noventa y hasta la
actualidad la balanza de los éxitos se ha inclinado hacia los programas
deportivos, líderes indiscutibles desde 1994 (de hecho casi exclusivamente
fútbol y en tiempos de Miguel Indurain ciclismo) cuanto menos diez de los
veinte programas más vistos son deportivos, y a las series de producción propia
(tres o cuatro presentes en la lista de cada año, en los últimos años Cuéntame,
cómo pasó).

Con menos presencia, nunca han dejado de aparecer en el ranking programas


especiales muy unidos a acontecimientos singulares tales como debates
electorales, bodas reales o galas extraordinarias como las de Operación

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Triunfo o el Festival de la canción de Eurovisión (años 2002 y 2003). Y como
productos raros de temporada también se encuentran algunas telenovelas
(Cristal) o realities (¿Quién sabe donde? Y, recientemente, Gran Hermano).

En una especie de resumen que resulta inevitablemente provisional podría


decirse que en la última década se han podido observar dos fases claramente
delimitadas: una primera, coincidente con la primera mitad de la década de
los noventa, en donde la inédita situación de competencia del sistema produjo
un funcionamiento desajustado del sistema televisivo español; y una segunda
etapa caracterizada por una cierta estabilización de la actividad televisiva
centrada a partir del éxito de las series de producción propia.

Es muy pronto para valorar adecuadamente que tipo de repercusión


histórica tendrá, pero en los últimas dos o tres años se ha podido percibir un
progresivo crecimiento de la oferta de programas cuyos colaboradores o
invitados trasmiten agresividad y malos modos.

Actualmente la Televisión en España consta de:

• 2 canales nacionales públicos de la corporación RTVE: La Primera y La 2.


RTVE emite además a través de la Televisión Digital Terrestre para todo el país
los canales Clan TVE (infantil), 24 Horas TVE (noticias) y Teledeporte
(deportes).

• 6 canales nacionales privados: Antena 3, Telecinco, Cuatro, La Sexta, Veo TV e


Intereconomía TV (antes, NET TV). De ellos, Antena 3, Cuatro, Telecinco y La
Sexta emiten en analógico un canal cada una con cobertura nacional. En la
Televisión Digital Terrestre, además de éstos, emiten otros canales: Neox, Nova
(ambos de Antena 3), Telecinco 2, Factoría de Ficción (ambos de Telecinco), 40
Latino, CNN+ (los dos de Sogecable, la editora de Cuatro), Hogar 10 (de La
Sexta), Disney Channel (del mismo grupo que Intereconomía) y Sony
Entertainment Television (de Veo). Intereconomía y Veo sólo emiten su
programación en digital.

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• Varios canales autonómicos (ver canal autonómico), tanto públicos como
privados con cobertura sólo en las respectivas comunidades autónomas.

• Una única plataforma de televisión digital por satélite: Digital+.

• 3 plataformas de televisión por ADSL: Imagenio, Jazztelia y WanadooTV.

• Varias plataformas de cable regionales, Euskaltel – R – TeleCable, y una con


alcance prácticamente nacional, Ono. No existe competencia en cable en la
misma ciudad: cada zona pertenece a un sólo operador.

• Múltiples canales locales y cadenas de canales locales (Localia, Popular TV).

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• Múltiples canales temáticos: AXN, Calle 13, CNN+ que emiten en las diferentes
plataformas de televisión digital (cable, ADSL, satélite o TDT)

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