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Chávez es una amenaza para la región

J. Enrique Cáceres-Arrieta

Corría el 11 de julio de 2008, el punto de encuentro era el Estado Falcón,


complejo petrolero del norte de Venezuela. Allí se encontrarían Hugo Chávez,
presidente de Venezuela, y Álvaro Uribe, presidente de Colombia.

La reunión se debía a una invitación que hiciera Chávez a Uribe como


supuesta contrición de Chávez luego de una andanada de insultos y groserías
proferidas contra el mandatario colombiano. Al enterarme del encuentro, un
zarpazo de duda me asaltó y me animé a escribir en mi blog.

Allí pregunté, citando a un viejo escritor: “¿Podrá mudar el leopardo sus


manchas?”. “¿Pueden ustedes hacer el bien, estando habituados a hacer el
mal?”. Asimismo, me dirigí al presidente Uribe y le advertí que tuviera
cuidado con Chávez, que no era de fiar. Infortunadamente, el tiempo me ha
dado razón porque Chávez ha llamado al pueblo venezolano a prepararse para
la guerra contra Colombia y etiquetó a Uribe de “mafioso” y “desgraciado”.
Como el leopardo y sus indelebles manchas, Chávez no cambiará de estilo ni
la retórica incendiaria. Por fortuna, Colombia tiene un presidente con los pies
bien puestos sobre la tierra; con la diplomacia y educación suficientes para no
rebajarse a responder sandeces ni provocaciones.

Mi abuela dice que al olmo no se le piden peras. En Venezuela se cree que el


fin de tanta piromanía verbal de Chávez es crear una cortina de humo y pasar
agachado ante los graves problemas del país.
En realidad, Uribe ni el acuerdo militar colombo-estadounidense son el
problema. Sí lo es Chávez, quien pelea con todo el mundo y se ve amenazado
y perseguido por su sombra y burlado por su eco. Chávez sufre paranoia
belicosa y se ha armado hasta los dientes, botando la plata que bien pudiera
servirle a Venezuela en vivienda, empleo y comida para atenuar la inseguridad
caraqueña que la ha situado entre las cinco ciudades más peligrosas del
mundo.

Chávez perjura preocuparse por el pobre; eso no es más que demagogia


porque el venezolano mandó destruir dos pasos peatonales artesanales
construidos para la gente de a pie que cruza de uno a otro lado de la frontera
colombo-venezolana. Ahora resulta que después de más de 30 años de existir
los puentes el Ejército venezolano descubre que a través de ellos cruzan
paramilitares y gente indeseable. ¡Pamplinas! La locura lleva a Chávez
cometer y decir estupideces.

La excusa esgrimida por Rafael Correa, presidente de Ecuador, y otros


incondicionales de Chávez -intentando justificar tanto lenguaje verdulero- es
que las palabras de Chávez son sacadas del contexto; como si hubiese
necesidad de sacar a Chávez del contexto, cuyo léxico acostumbra estar
cargado de descalificaciones y zarandajas. Sus defensores manifiestan además
que el acuerdo colombo-estadounidense es preocupante para la región por las
innumerables incursiones militares de Estado Unidos en el continente,
pasando por alto que las dichosas bases no serán bases militares
estadounidenses sino bases colombianas facilitadas a Estados Unidos contra el
narcotráfico y grupos terroristas. De igual modo, no sería la primera vez que
los soldados estadounidenses permanecerían en la tierra de Santander, pues
por desgracia nuestros pueblos todavía necesitan de la interesada o mala ayuda
de Estados Unidos para enfrentar ciertos problemas.

Las bravuconadas de Chávez son una máscara para disimular su miedo. Miedo
a que su fantasioso proyecto socialista del siglo XXI sea truncado por el
imperio yanqui. Chávez tiene miedo. Por ello los alaridos de guerra. Aseguran
que el perro que ladra no muerde, y si muerde -añado yo- es solo para comer.
De ahí las reiteras pataletas de Chávez contra la presencia estadounidense en
Sudamérica. Chávez habla de los soldados e inteligencia de Estados Unidos en
la región, mas mira para otro lado a fin de no ver el montón de cubanos en
Venezuela contratados por él para sapear a los venezolanos que atenten contra
la “seguridad” del Estado.

Lo sorprendente es que las amenazas y gritos de guerra de Chávez han caído


en oídos sordos de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), que esta
semana se reúne en Quito, y los países que cerraron fila contra el convenio
colombo-estadounidense. A ver si se atreven a decirle a Chávez que corrija su
vocabulario de peleador callejero. Por otro lado, no ha sido hasta hace poco
que el Gobierno estadounidense ha roto el silencio para dizque mostrarse
preocupado por los agresivos discursos de Chávez.

¿Qué espera la Unasur y demás naciones de la región para reaccionar y


condenar a Chávez y sus alaridos guerreristas y su hermandad con gente que
de un plumazo quiere cambiar la historia y borrar a Israel del mapa? Temo que
muchos hoy simpatizan con Chávez como lo hicieron ayer con el tirano Fidel
Castro, mentor del venezolano.

El autor es periodista

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