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J. Enrique Cáceres-Arrieta
Las bravuconadas de Chávez son una máscara para disimular su miedo. Miedo
a que su fantasioso proyecto socialista del siglo XXI sea truncado por el
imperio yanqui. Chávez tiene miedo. Por ello los alaridos de guerra. Aseguran
que el perro que ladra no muerde, y si muerde -añado yo- es solo para comer.
De ahí las reiteras pataletas de Chávez contra la presencia estadounidense en
Sudamérica. Chávez habla de los soldados e inteligencia de Estados Unidos en
la región, mas mira para otro lado a fin de no ver el montón de cubanos en
Venezuela contratados por él para sapear a los venezolanos que atenten contra
la “seguridad” del Estado.
El autor es periodista