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LA EDUCACIÓN EN GRECIA Y ROMA.

1. LA EDUCACIÓN EN GRECIA:

A diferencia de lo que ocurre hoy, no existía en Grecia un “sistema educativo”


propiamente dicho, organizado y reglado por el Estado. En Atenas, no obstante,
existían escuelas al menos desde la época de Solón, aunque eran privadas, por lo que los
padres debían abonar una cierta cantidad de dinero para la formación de sus hijos.
Tampoco era igual la educación (paideia) de los niños y las niñas. Éstas recibían una
formación muy elemental, dedicándose sobre todo a aprender en el hogar bajo la
dirección de la madre todas las tareas que luego tendrían que desempeñar como mujeres
casadas. No había además una “igualdad de oportunidades” entre todos los ciudadanos,
de modo que sólo los más ricos podían completar adecuadamente su formación.
Las diferencias también debían ser importantes entre las propias polis, pues en algunas
como Esparta se daba prioridad a la formación física, ya que se pretendía formar buenos
soldados, mientras en Atenas se cuidaba además la formación intelectual, pues se
pretendía formar buenos ciudadanos.
A pesar de todas las limitaciones y precisiones que se quieran hacer, corresponde
a la Grecia antigua el mérito de haber creado la escuela como institución y haber
buscado un ideal pedagógico a lo largo de su historia.

ETAPAS DE LA EDUCAIÓN EN GRECIA:

La ausencia de enseñanzas regladas no impide que podamos hablar de una serie de


etapas en la formación del hombre griego:
- Hasta los 7 años el niño permanecía en casa bajo el cuidado de la madre o de
una esclava niñera, de las que aprendían mitos y leyendas diversas. En la
educación la intervención del hombre era muy limitada, pues ésta se consideraba
tarea propia de mujeres.
- Entre los 7 y los 12 años tenía lugar lo que podríamos llamar “enseñanza
elemental”. La enseñanza en Atenas tenía una doble faceta, la mousikh o
formación intelectual y moral, y la gumnastikh o educación física. En esta
primera etapa el niño aprendía a leer y escribir con el grammatistés (maestro de
escuela). El niño iba a la escuela acompañado por el paidagogós, esclavo que le
llevaba los instrumentos de escritura, era su compañero de juegos, pero no
intervenía directamente en la educación.
Para escribir se sentaban en el suelo y trazaban sus primeras letras con punzones
sobre tablillas de madera enceradas.
También recibían una formación musical bajo la dirección del Kitharistés
(citarista), que enseñaba al niño a cantar acompañado de la lira. La enseñanza
musical era considerada de gran importancia para el cultivo del espíritu y la
formación moral.
En estos años , la formación física consistía en un conjunto de ejercicios muy
suaves.
- De los 12 a los 18 años, aproximadamente, tenía lugar la “enseñanza media”.
Bajo la dirección del grammatikós (profesor de literatura), los jóvenes
estudiaban en profundidad a los autores griegos más importantes. El profesor
seleccionaba textos que los alumnos aprendían de memoria, luego se
comentaban, insistiendo en las enseñanzas morales que se podían extraer delos
mismos.
En esta etapa, y bajo la dirección del paidotríbes, los alumnos completaban su
formación con la gimnasia (gumnos desnudo, pues así se practicaban los
ejercicios atléticos). Ésta se desarrollaba en la palestra, donde practicaban el
pentatlón, conjunto de 5 pruebas atléticas: la carrera, el salto, el lanzamiento de
disco, el lanzamiento de jabalina y la lucha.
- Los hijos de familias acomodadas podían aspirar aún a completar su formación
con lo más parecido a nuestra enseñanza superior. Ésta podía realizarse con los
sofistas, los filósofos y la efebía.
Los sofistas enseñaban a los alumnos el dominio de la oratoria y la retórica,
imprescindibles para participar activamente en la vida política. Cobraban
importantes sumas de dinero por sus enseñanzas, razón por lo que fueron muy
criticados.
Algunos filósofos griegos crearon instituciones de enseñanza, como la
Academia, fundada por Platón, y el Liceo, creado por Aristóteles, en las que se
daba una formación científica, junto a la propiamente filosófica. Así, en la
Academia de Platón, donde se permanecía 15 años, los 10 primeros estaban
dedicados al estudio de las matemáticas.
La efebía (efhbos, joven, adolescente) era una institución ateniense en la que
se reclutaba al joven con 18 años y durante dos recibía una completa formación
militar bajo la dirección de oficiales del ejército. Con el tiempo, la formación
militar fue completada e incluso sustituida por la enseñanza de materias tales
como filosofía, retórica y ciencia. Esta institución ganó importancia sobre todo
a partir de la segunda mitad del siglo IV a. C.

Buena prueba del desarrollo alcanzado por la educación en Grecia es que fueron
maestros griegos los que, llevados a Roma como esclavos, ayudaron a formar a las
jóvenes generaciones romanas. Asimismo, los jóvenes romanos de familia ilustre, para
completar su formación, solían marcharse durante algunos años a Grecia, sobre todo a
Atenas, junto a algún orador o filósofo griego.
LA ENSEÑANZA EN ROMA:

Roma, en su origen, no fue sino una agrupación de aldeas de campesinos. Este


carácter de vinculación a la tierra habría podido ser eliminado por la influencia etrusca,
que hizo de Roma una ciudad; pero la expulsión de los reyes y el establecimiento de la
república significó la victoria de la aristocracia rural sobre los elementos urbanos. La
educación, pues, durante el período monárquico y gran parte del período republicano,
descansa en la noción fundamental del respeto a la costumbre tradicional (mos
maiorum). Cicerón (De Rep. V,1) dice: “Moribus antiquis res stat Romana virisque”
(la fortaleza romana descansa tanto en las buenas costumbres como en el vigor de sus
hijos). La familia, basada en la autoridad del pater familias y el respeto a la “mater”, es
el organismo que educa al niño. El niño es educado en su primera infancia (hasta los 7
años) por su madre. En su segunda infancia o período llamado “pueritia” ( de los 7 a
los 17 años), el niño pasa a depender de su padre, que le enseña el cultivo de la tierra, el
manejo de las armas, el respeto que se debía a los dioses (pietas), mientras que la niña
sigue bajo la dirección de la madre, que la inicia en las labores domésticas. Fiel
ejemplo de la solicitud paterna por la educación de sus hijos es Catón, para cuya
formación escribió los “Orígenes”. Cuando el puer pasa a adulescens, a los 17 años, la
toma de la toga viril dará por finalizada la educación familiar y el joven entrará a la vida
militar.
A partir de la mitad del s. II a.C. y tras el beneficioso contacto cultural con
Grecia –“Graecia capta ferum victorem cepit et artes intulit agresti Latio”- Horacio,
Ëpodos II, 1,156 (Grecia vencida conquistó a su fiero vencedor e introdujo du
civilización en el agreste Lacio). La enseñanza familiar empieza a ser insuficiente y el
niño es confiado, al menos en las familias aristocráticas, al cuidado de esclavos griegos.
Buen ejemplo lo tenemos en Livio Andrónico, un griego de Tarento que se convirtió en
preceptor en Roma.
A esta enseñanza privada sucederá la enseñanza de la escuela. La escuela como
lugar en que se reunían alumnos procedentes de diversas familias para aprender de un
maestro “profesional” empieza a generalizarse en Roma a finales de la época de la
república. Se trata de escuelas privadas en las que cada alumno pagaba una cantidad al
mes, instaladas en el foro o en las calles próximas en locales habilitados sin medios ni
comodidades. En la época del Imperio se fueron creando escuelas “públicas” en Roma
y en las principales ciudades de las provincias, sufragadas por el Estado o por los
propios consejos municipales.
Si dejamos a un lado la educación privada que tuvo una amplia aceptación entre
la aristocracia romana, como testimonian explícitamente a lo largo de todo el Imperio
Quintiliano (I,2), Plinio el Joven (Ep. III,3,3) y Paulino de Pella (60 y s.), el nuevo
sistema introduce el modelo helenístico de educación, que se vertebra en tres niveles,
correspondientes a lo que someramente podemos llamar enseñanza elemental (ludus
litterarius), enseñanza secundaria a cargo del grammaticus y enseñanza superior,
dirigida por los retóricos.
-A los 7 años niños y niñas ingresaban en el Ludus litterarius, donde permanecen
hasta los 11 ó 12 años; el lugar de esta escuela primaria se encuentra normalmente
ubicado en el foro, sin que revista carácter monumental alguno; en realidad las que se
testimonian en Roma, Pompeya o Cartago son de gran simplicidad, hasta el punto de
que la separación de la calle se realiza mediante meras cortinas. Sentados sobre
escabeles, los alumnos reciben las enseñanzas del magíster, cuya situación social es
calificada por nuestras fuentes como “rem indignissimam” (Flor. Verg. 3.2), como se
pone de manifiesto en el Edicto de Precios de Diocleciano, donde se le atribuye un
sueldo de 50 denarios mensuales por alumno, cifra indudablemente muy inferior a la de
un carpintero o albañil.
Los alumnos se hacen acompañar en el camino a la escuela por un esclavo,
paedagogus, y de la jornada escolar estamos relativamente bien informados gracias a
los “Hermeneumata Pseudodositheana”, unos manuales de conversación grecolatina de
comienzo del siglo III.. las clases solían durar seis horas al día. Se comenzaba muy
temprano y al mediodía se descansaba para tomar el “prandium” y se continuaba por la
tarde. El año escolar empezaba en marzo; había vacaciones en los días festivos y cada
nueve días (nundinae, que era cuando tenía lugar en Roma el Mercado y por eso era
festivo). Sabemos por Marcial que durante el verano, desde finales de julio hasta
mediados de octubre, se desarrollaba un periodo vacacional. Las enseñanzas que se
impartían están constituidas esencialmente por la lectura, escritura, cálculo y recitación.
A diferencia de Grecia, no estuvo tan sistematizada la enseñanza musical y los
ejercicios atléticos.
Como en Grecia, la mayoría de los alumnos interrumpían su formación terminada la
enseñanza elemental, especialmente las niñas que se quedaban en casa para prepararse
como futuras mujeres casadas. De todos modos, las mujeres con inquietudes culturales,
si tenían recursos económicos, podían seguir su formación en casa, bajo la dirección de
un preceptor.
-A los 11 o 12 años comienza la enseñanza media o secundaria, que se
prolongará hasta el momento en que el joven tome la toga viril; es impartida por el
grammaticus, cuya situación social es más elevada que la del magíster; de hecho en el
Edicto de Precios de Diocleciano se le atribuye una remuneración de 200 denarios por
alumno y mes; el lugar, abierto sobre los pórticos del foro, reviste las mismas
características que el Ludus litterarius.
Las enseñanzas están constituidas esencialmente por el conocimiento teórico de la
lengua y por el estudio y comentario de los autores clásicos. Entre los poetas griegos se
estudiaba sobre todo a Homero y a los autores de teatro; entre los latinos los más
comentados eran Virgilio, Horacio y Terencio. Lo normal era que de la escuela del
grammaticus el alumno saliera sabiendo bien el latín y el griego.
-Finalmente la enseñanza superior está dirigida por el rhetor, cuya situación
social, aunque osciló con el tiempo, empeorando especialmente en el Bajo Imperio, era
bastante elevada, consignado juvenal(VII, 186-187) que Quintiliano podía cobrar hasta
2000 sextercios anuales por alumno.
En las escuelas de retórica se estudiaba y practicaba fundamentalmente el arte de hablar
en público, el arte de convencer; es decir, la oratoria. Los introductores de la enseñanza
de este arte en Roma fueron rethores griegos que acudieron a la capital del Imperio tras
la invasión del mundo griego por Roma, y allí se establecieron bajo la protección de las
familias “progresistas” de la nobleza romana, aunque con la enconada oposición del
sector más tradicional.
Como aprendizaje teórico se estudiaba la retórica griega, sobre los modelos griegos, con
manuales griegos y en lengua griega. Solamente a partir del s. I a.C. se empezó a
aceptar a los rethores latinos y a publicar, según se ha dicho manuales en latín. Se
estudiaba las diferentes partes de la retórica, los diversos tipos de discursos y las partes
de que éstos se componían. También se estudiaba la filosofía y se iniciaban en el
estudio del derecho.
La mayor parte del tiempo de los dos años que abarcaban estos estudios, los alumnos se
ejercitaban en la elaboración y declamación de discursos y alegatos sobre temas, casos o
personajes reales o ficticios, propuestos por el maestro; o bien acudían al Foro a
escuchar las intervenciones de abogados o políticos famosos, intervenciones que
posteriormente eran analizadas e imitadas en la escuela.
Como remate de este aprendizaje, era frecuente, en el caso de las familias ricas y
de los alumnos aventajados, pasarse un tiempo completando la formación en alguna de
las escuelas prestigiosas del Mediterráneo oriental (Atenas, Alejandría, Pérgamo,
Rodas, etc.) A partir de este momento, el joven romano destinado a la carrera política
(cursus honorum) podía ya empezar a “medir sus armas” en el Foro como abogado, en
espera de que se presentara la ocasión de participar en las elecciones a su primera
magistratura (cuestor o tibuno militar).
La función que este tipo de enseñanzas poseía oscila desde fines de la república
hasta el s. II, en el sentido de que mientras subsistió el viejo sistema republicano la
oratoria constituía una importante arma política, susceptible de ser utilizada en las
asambleas y en el resto de las instituciones.
A partir de Augusto, esta función eminentemente política decae; sin embargo, el
tipo de enseñanza subsiste con objetivos no solamente estéticos y literarios, sino
también prácticos, ya que las escuelas de retórica van a constituir uno de los medios
esenciales de formación de los cuadros dirigentes de la Administración y,
especialmente, como testimonia para fines del s.I el propio Quintiliano para el ejercicio
de la abogacía.
El sistema de educación helenística, aceptado con peculiaridades por roma y
difundido en todo el Mediterráneo, perdurará durante los últimos siglos del Imperio; no
obstante, a partir del s. III, y de forma especial durante el s.IV, se introducen
modificaciones sustanciales, que de forma muy esquemática vienen dadas por la
acentuación del intervensionismo estatal y por la proyección de nuevos sistemas
educativos vinculados a la difusión y organización del cristianismo.
El intervensionismo imperial está provocado básicamente por las
transformaciones que se han producido en la organización del estado romano; éste se ha
convertido en una importante máquina burocrática, que requiere un personal
administrativamente adecuado, que sólo puede adquirirse a partir de la enseñanza
superior.
Este tipo de necesidades justifican las continuas actuaciones de los emperadores,
como se pone de manifiesto en el hecho de que en el año 297 Eumeno fuera enviado por
Constancio Cloro a Autum para restaurar las escuelas; de que en el 362 Juliano el
Apóstata dispusiera que cualquiera que deseara ejercer la docencia debería obtener
previamente la autorización del concejo municipal y la ratificación del emperador, o que
Graciano, en el 376, dispusiera que las ciudades eligieran a los mejores retores y
gramáticos para impartir enseñanzas a los jóvenes. Esta dinámica culminará en el 425,
cuando Teodosio II proceda a la creación de una universidad en Constantinopla con un
claustro de profesores, a los que se les prohíbe el ejercicio de la docencia al margen de
esta institución, formada por retóricos, gramáticos, filósofos y juristas.
Sin embargo, la modificación más sustancial viene dada por la progresiva
aparición de las escuelas cristianas, que en sus diversos niveles –monásticas,
episcopales y presbiteriales-, a partir del s. IV en un período de profunda crisis,
sustituyen a las antiguas escuelas helenísticas y preludian el ordenamiento medieval.
REPERCUSIÓN:
El sistema educativo clásico se mantiene hasta el final del Imperio y pervive en la
educación de la Escolástica medieval. Podríamos decir que en buena medida, pese a las
grandes diferencias, es aún la base de nuestros sistemas educativos.
En recuerdo de Marco Porcio Catón, que preparó un librito para enseñar a leer a sus
hijos, el método para enseñar a leer a los niños se ha llamado hasta no hace mucho
tiempo “Catón”.
El trivio y el cuatrivio constituyeron durante mucho tiempo el conjunto de materias de
la educación superior.

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