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Menón.

El problema del conocimiento

por Sergio García Guzmán

No me digas qué crees: dime qué sabes

Ikram Antaki

I. Sócrates

Después de las grandes hazañas realizadas en las guerras médicas, cuando los humildes
griegos desafiaron y vencieron a los orgullosos persas, y tras el esplendor máximo
alcanzado durante el Siglo de Pericles, las polis griegas se enfrascaron en una guerra
intestina, llamada guerra del Peloponeso. Al final, Atenas fue derrotada por Esparta, y
comenzó el declive de la cultura griega. Y entonces apareció Sócrates.

Él le dio nombre a una época en la historia de la filosofía (“periodo socrático” o


“filosofía socrática”). Los filósofos anteriores a él se denominan simplemente “pre-
socráticos”. Fue maestro de Platón, y éste a su vez de Aristóteles: éstos son los tres
grandes filósofos clásicos de Occidente. Todos los filósofos que vinieron después
(griegos, romanos, medievales, renacentistas, modernos o postmodernos) han recorrido
los caminos inaugurados por estos tres hombres.

Sócrates no escribió nada. No fundó ninguna escuela. No se hizo rico con sus
conocimientos. Simplemente decía que lo ignoraba todo y preguntaba y preguntaba.
Con este sistema, exhibía la ignorancia de sus interlocutores para así hacerlos
reflexionar, aunque a sus contemporáneos no les gustaba nada de esto. Finalmente,
Sócrates irritó tanto a la sociedad ateniense que terminó condenado a muerte por ella.
Prefirió morir antes que desobedecer el mandato del tribunal: decía que era preferible
sufrir una injusticia a cometerla. Y pagó con su vida.

Fue el primer mártir de la libertad de pensamiento, el primer pedagogo y el que le dio


un aire de respetabilidad a la filosofía.

II. El método socrático

El objetivo de Sócrates no era burlarse de nadie ni ser sarcástico: exhibía la ignorancia


porque ésa era una parte de su sistema. Privilegiaba el diálogo, espontáneo el principio,
muy razonado en su parte intermedia y final.

El método socrático, también conocido como “diálogo socrático” o “mayéutica” (“dar a


luz” en griego),

a) se inicia con la declaración del filósofo, explícita o asumida, de la ignorancia propia,


pidiendo que alguien le explique o enseñe determinado concepto o materia

b) Cuando el interlocutor ofrece respuestas, el filósofo hace varias preguntas con el fin
de profundizar más y más en los conceptos
c) si el interlocutor no ha razonado bien sus respuestas o no las tiene completamente
claras, termina por caer en una serie de contradicciones lógicas, llegando a un tipo de
“reducción al absurdo”.

d) Con lo cual, no le queda más remedio que reconocer su propia ignorancia: creía
saber, pero terminar por descubrir que no sabía. Y que su conocimiento era falso.

e) Es en este momento cuando el interlocutor está listo para reflexionar y ponderar más
sus propias opiniones: está más receptivo y es capaz de aprender nuevos conceptos e
ideas. Pero el filósofo no explica nada: sólo va haciendo preguntas, y a partir de las
respuestas va formulando nuevas preguntas, mostrando a su interlocutor el camino que
él previamente ya ha recorrido, guiándolo a través de él.

III. El diálogo “Menón”

Aunque Sócrates no dejó ningún testimonio escrito de su obra, su discípulo Platón se


encargó de difundir su método. No dejó una serie de recetas o consejos para desarrollar
un “diálogo socrático”, sino que los escenificó en sus escritos. Por ello, en los “Diálogos
de Platón” es muy importante lo que se dice y argumenta, pero también es vital entender
el cómo se dice y argumenta.

El diálogo “Menón” sirve para ejemplificar la mayéutica. En síntesis, el argumento es el


siguiente: el joven Menón pregunta a Sócrates si la virtud se puede enseñar o no.
Sócrates le invita a que lo responda él mismo. El joven, impaciente y frívolo, cree poder
hacerlo con facilidad: ensaya diferentes respuestas, mientras que Sócrates va revelando
las sucesivas contradicciones en que cae el joven. Después de varias desviaciones,
Menón admite tácitamente su derrota tratando de introducir una paradoja sobre lo que se
puede o no conocer. Finalmente, Sócrates mismo ensaya un argumento sobre la
imposibilidad de enseñar la virtud, y la define como un “don divino”.

En este diálogo en especial, no se llega a que el interlocutor –Menón- avance una


definición de la virtud o decida por sí mismo si es o no enseñable, aunque sí se cumplen
todas las demás partes del método socrático.

Dado que el “Menón” es la escenificación de un diálogo con un filósofo, y puesto que


se parece mucho a la conversación diaria en la que constantemente se salta de un tema a
otro, se abordan diferentes cuestiones: ¿qué es la virtud? ¿es un tipo de conocimiento?
¿es una ciencia? ¿se puede adquirir? ¿es susceptible de ser enseñada? ¿hay quien lo
haga? ¿realmente los sofistas son maestros de la virtud? ¿cómo son los hombres
virtuosos?

IV. El problema del conocimiento

Cuando Sócrates acorrala al joven Menón, éste trata de introducir un nuevo tema para
desviar la conversación: ¿cómo saber qué hay que investigar, y por lo tanto qué se
puede y qué no se puede aprender? Si algo ya se sabe, entonces no es necesario
investigarlo (porque ya se sabe). Pero si algo no se sabe, entonces no se puede
investigar (porque no se sabe qué investigar).
Sócrates primero explica cuáles son las consecuencias prácticas de esta idea: si decimos
de antemano que no se puede aprender nada nuevo (o bien porque ya se sabe, o bien
porque no se sabe qué investigar), entonces no hay ninguna sed de conocimiento, lo que
en última instancia lleva al inmovilismo y al escepticismo a ultranza. Por el contrario, el
método Socrático despierta el hambre de conocimiento en el hombre, y en última
instancia debe llevarlo a ser mejor.

Obsérvese que ésta no es una explicación de por qué sí se pueden o no adquirir nuevos
conocimientos, sino que es una exposición de las consecuencias de seguir uno u otro
camino.

Para superar la paradoja planteada por Menón, Sócrates argumenta que el alma es
inmortal, que periódicamente regresa a la Tierra, que mediante este proceso ha llegado a
aprenderlo todo, y que el alma sólo “recuerda” y no “aprende”. En el resto de este
trabajo, me referiré a esta explicación como la “explicación socrática”.

Aunque Sócrates atribuye la noción de un alma inmortal, que periódicamente regresa a


la Tierra, al poeta Píndaro, la verdad es que retoma una idea pitagórica.

Ahora bien, la explicación socrática parte de varias hipótesis, todas sustentadas en fe o


creencias, pero no en un conocimiento bien fundamentado:

• La primera hipótesis es la existencia del alma (Sócrates nunca prueba que el


alma exista, simplemente lo da como un hecho)

• La segunda hipótesis establece que dicha alma es inmortal

• La tercera hipótesis sostiene que el alma regresa periódicamente a la Tierra (o


sea, reencarna a lo largo de la historia)

• La cuarta hipótesis es que el alma aprende en cada visita a la Tierra, y

• La quinta hipótesis dice que el alma “recuerda” el conocimiento, que realmente


no aprende ni adquiere nada del exterior, sino que lo saca del mismo interior; es
decir, el alma ya lo sabe todo, pero no lo “recuerda”, aunque es capaz de
“despertar” ese conocimiento: el método socrático es capaz de “activar” este
proceso.

Existe una clara influencia de estas ideas en nuestro lenguaje: “educar” viene del latín
“educere”, que significa “sacar de adentro”, lo que concuerda con las ideas socráticas.
Otra acepción, menos conocida pero que concuerda mejor con el pensamiento actual, es
la de “acompañar en el camino”.

Y así, después de todo, no aprendemos nada, porque el alma solamente “recuerda” lo


que ya sabe.

V. Problemas planteados por la “explicación socrática”


Primer problema
Nótese que para poder explicar por qué sí se puede investigar, Sócrates tuvo que apelar
a la noción de alma, de inmortalidad, de reencarnación, de aprendizaje permanente del
alma y de su capacidad de “recordar” lo ya aprendido.

Así, resulta que para esbozar la “explicación socrática”, el filósofo tuvo que introducir
al menos 5 hipótesis: en la época moderna, esa forma de argumentar sería totalmente
inaceptable, porque en vez de fundamentar sólidamente una conclusión, introduce
nuevos problemas.

Desde Aristóteles, se acepta que una conclusión es válida si los argumentos (o


premisas) son válidos y están bien eslabonados: aunque la explicación socrática está
bien eslabonada, parte de 5 premisas hipotéticas, no de verdades comprobadas.

Segundo problema
Un segundo problema es suponer que el alma, en sus visitas a la Tierra, aprende todo, y
que luego no necesita aprender, sólo recordar. ¿Es que las almas sí podían “aprender” en
épocas pasadas, pero no en las “actuales”? ¿O siguen “aprendiendo” en la actualidad,
pero sólo podrán “recordar” en el futuro? ¿Cuándo “aprendieron” lo que ahora
“recuerdan”? ¿Y en las épocas pasadas también “recordaban” o sólo “aprendían”? Las
respuestas a estas preguntas están ligadas necesariamente a la noción griega de
eternidad. Para los griegos, la materia era inmutable y nunca sufría cambios: por eso el
alma tenía toda una eternidad para “aprender” y luego simplemente “recordar”.

Tercer problema
El tercer problema, y con mucho el más grave desde un punto de vista antropológico, es
la consecuencia final de la “explicación socrática”: o bien no se puede generar nuevo
conocimiento, o bien todo conocimiento (tanto del pasado, como del presente e incluso
el futuro) está previsto desde toda la eternidad. Esta consecuencia final es,
curiosamente, parecida a la paradoja planteada por Menón originalmente, y cuya
refutación era precisamente la “explicación socrática”.

VI. Repercusiones en la educación

Desde los griegos, la educación ha consistido generalmente en un alumno que recibe


conocimientos de un maestro, o bien ha descansado en la memorización (los niños
griegos aprendían a leer y escribir memorizando pasajes de la Ilíada y la Odisea; los
romanos tenían que aprender de memoria mitos y leyendas para usarlas en sus
discursos).

La gran innovación de la mayéutica es que es un método en que los conocimientos no


son recibidos pasivamente por el interlocutor, sino que éste toma parte activa en el
proceso, respondiendo preguntas.

Además de los ejemplos de ética y humildad intelectual que Sócrates demostró durante
su propia vida, su aportación fundamental es la mayéutica, y haber llevado la filosofía a
las alturas a las que la llevó.

Es cuanto.
Bibliografía
Platón. Diálogos. Tomo I. Editorial Porrúa. México.

http://www.geocities.com/diotimaes/menon.htm

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