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El marco general de debate que debe tenerse en cuenta para atender la viabilidad de la
implementación del Anteproyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, excede
ampliamente la mera discusión sobre los aciertos y los desaciertos, las limitaciones o los
alcances de algún artículo de la propuesta. En realidad y fundamentalmente, el debate que se
entabla con la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual tiene que ver con la puesta en
cuestión de dos concepciones acerca de quién tiene la legitimidad de origen para organizar las
comunicaciones en el país. Sobre esta cuestión se pueden identificar dos posiciones e
interpretaciones enfrentadas:
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El espectro radioeléctrico de carácter finito, tal cual lo establece el artículo 7 del Anteproyecto, es administrado por el
Estado nacional que lo cede para su explotación por tiempo determinado a particulares.
mercado de los Servicios de Comunicación Audiovisual. Este fenómeno es fácilmente
verificable en la historia de nuestro país y en particular, en la actualidad del sistema, donde la
“libertad de empresa y de prensa” tiene cuatro grupos oligopólicos para controlar gran parte de
la producción y la circulación de los contenidos audiovisuales. Para esta corriente de
pensamiento y acción, es la comunicación privada comercial el actor “privilegiado” a promover.
En menor medida, contempla la participación del sector privado no comercial y no así, de los
medios estatales que son vistos como un instrumento que viola la libertad de prensa y obstruye
la supuesta objetividad de la comunicación. Dichos grupos promueven la inexistencia de
marcos legales o leyes que definan derechos y obligaciones de los productores o
emisores de los Servicios de Comunicación Audiovisual. En el modelo comercial de la
comunicación, las empresas oligopólicas tienen como finalidad prioritaria apuntalar los
intereses comerciales y políticos de las empresas extranjeras y los grupos concentrados
de la economía. En este sentido, no es casualidad que la prensa concentrada de nuestro país
enfrentó a Hipólito Yrigoyen, a Juan Perón y actualmente se posiciona contra Cristina
Fernández: los gobiernos que elige la democracia y que inician algún cambio en la estructura
social en algún momento, más tarde o más temprano, son enfrentados por la prensa. La
historia muestra que, en la medida en que el pueblo toque intereses del capital concentrado
extranjero, la “prensa libre” inicia la desestabilización y la acción psicológica para derribarlo,
incluyendo la promoción de golpes militares (1930, 1955 y 1976). Para éstos, la prensa se
desentiende del debate sobre la soberanía, la que debe quedar subordinada al “libre mercado”,
que en los hechos, traduce los intereses de las empresas concentradas y los gobiernos
extranjeros que se apoderan de los Servicios de Comunicación Audiovisual y de las empresas
argentinas. El programa cultural que de esta concepción se desprende está asentado en la
defensa y promoción de las producciones y valores del extranjero: son, generalmente,
europeístas o pro norteamericanos y bloquean con su acción las industrias y las producciones
artísticas y culturales nacionales y latinoamericanas considerándolas menores. Estas
concepciones promueven la importación de la producción cultural externa y desestiman
la industria local, obstruyendo el desarrollo pleno de los talentos argentinos y de la
conciencia nacional y cerrando la posibilidad de generar trabajo nacional. En la historia
argentina, esta concepción sobre el rol de la comunicación se hace fuerte desde 1853 hasta
1943, desde 1955 a 1973 y desde 1976 a la actualidad. El caso más acabado de este tipo de
posiciones lo expresó la política de medios de Carlos Saúl Menem.
I- Tipo de emisor según su función social. La ley reconoce que pueden ser licenciatarios de
medios de comunicación el Estado, el sector privado con fines de lucro y el sector privado sin
fines de lucro. Es sumamente importante remarcar el substancial énfasis del proyecto a la
hora de promover la gestión de Servicios Audiovisuales no comerciales, tanto privados y
públicos (universidades y educativos -Titulo VIII-, municipales, provinciales o los Servicios de
Radiodifusión del Estado Nacional -Título VII-). El proyecto fija fines y define medios para el
desenvolvimiento de la comunicación estatal que, tal cual lo expresa actualmente Canal 7,
Canal Encuentro, la Agencia TELAM o Radio Nacional, se puede hacer con alta calidad y con
contenidos culturales y sociales que hacen a la consolidación del desarrollo nacional. El
proyecto garantiza que el 33 % de las licencias quede en manos de la gestión privada no
comercial favoreciendo la verdadera democratización de la comunicación. La norma obliga a
los licenciatarios de radio o televisión a emitir pautas mínimas de producciones propias y de
producción local independiente.
II- Tipo de emisor según su nacionalidad. La ley en el artículo 23, inciso a), obliga a las
personas que sean licenciatarias a ser argentinos nativos, por opción o naturalizados. La
norma define además, las obligaciones y exigencias de nacionalidad a las personas de
existencia ideal (por ejemplo, a las sociedades comerciales se le fijan pautas obligatorias de
capital social nacional, dejando que solamente que el 30 % del mismo sea de empresas
extranjeras). La norma establece pautas obligatorias de producción y de difusión de
música (artículo 56), televisión (artículo 56) y de cine nacional (artículo 58). El Título IX fija
entre los objetivos del Poder Ejecutivo Nacional la promoción y la defensa de la industria
audiovisual nacional.
III- Cantidad de licencias que puede tener una misma persona o sociedad. La norma, entre
otras cuestiones y en el artículo 38, propone un techo en la adjudicación de licencias: 10
licencias abiertas y 24 por suscripción.
SECRETARÍA DE MEDIOS DE
DE COMUNICACIÓN
10- La ley 14.241 del año 1953 establecía, entre otras cuestiones importantes que pueden
rescatarse para el proyecto: “Se prohíbe la transmisión de noticias o comentarios (…)
que inciten a la traición contra el Estado, la rebeldía o a la sedición contra las
autoridades constituidas; las que puedan provocar la alarma pública o perturbar
las actividades económicas o financieras internas; las que pudieran dañar o
comprometer las relaciones internacionales del país; las que susciten polémicas o
contengan expresiones injuriosas o difamatorias o las que tengan por objeto causar
perjuicio moral o material a terceros”.