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consideratio tua, quae si procedit, non rccedat" (4): nuestro verbo es el espritu

interior que, mediante la gracia ha sido formado en nuestras almas. Por


consiguiente este espritu ha de vivificar todas las manifestaciones de nuestro
celo, y, sacrificndose incesantemente en provecho del prjimo, renovarse
tambin continuamente por los medios que nos ofrece Jess. Nuestra vida
interior ha de llegar a ser como el tronco de un rbol lleno de savia robusta y
nuestras obras han de constituir su verdor y lozana.
El alma del apstol debe estar primeramente inundada e inflamada por
el amor, a fin de que pueda luego encender las almas de los dems.
Lo que ellos han visto, lo que ellos han contemplado con sus ojos, lo
que ellos han tocado con sus manos, eso mismo ensearn a los hombres (5).
Su boca derramar en los corazones la abundancia de dulzuras celestiales, dice
san Gregorio.
En vista de lo que precede, podemos establecer como principio lo que
sigue: "La vida activa debe proceder de la contemplativa, manifestar y
continuar a sta en lo exterior, pero separndose de ella lo menos posible".
Los Padres y los Doctores proclaman a porfa esta doctrina: "Priusquam
exerat proferentem linguam, dice san Agustn, ad Deum levet animam
sitientem ut eructet quod biberit vel quod impleverit fundat" (6).
Hay que recibir, dice el Pseudo Dionisio (7)

(4) Vuestro verbo es vuestra consideracin; que ella proceda de Vos sin
apartarse (S. Bem., 1, 11, Consid. c. IlI).
(5) 1 Juan 1,1.
(6) Antes de permitir a la lengua que hable, el apstol debe elevar a Dios su
alma sedienta, con el fin de exhalar lo que hubiera bebido y esparcir aquello
de que le hubiera llenado (S. Aug. Doc. Christ. 1, 4).
(7) Pseudo-Dion., Coel. hier., cap. 39.

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