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M.

LE LEÓN

Recuerdos
de una Misión
en el Ejército
Chileno
Capítulo Primero

Causas de la guerra
Causas de la Guerra

La guerra del Pacífico, a la que su origen ha hecho dar también el nombre de Guerra del Nitrato, ha
merecido, más de una vez, llamar la atención de Europa, y algunos de los acontecimientos de la lucha
de Chile contra Bolivia y Perú ocuparán su lugar en la historia.
Después de su emancipación, al comienzo del siglo, las diferentes partes de la América española se
habían constituido en repúblicas independientes, y que tenían más o menos los mismos límites que las
provincias coloniales.
Se podía contar con fronteras aproximadas cuando todo el territorio reconocía la misma autoridad
suprema, y cuando las poblaciones,

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Nota del traductor: El autor de la obra, teniente de navío Le Leon, emplea dos tiempos distintos en su
obra: el presente, cuando relata hechos de que ha sido testigo presencial y el pasado, cuando ya de
vuelta a su país, se refiere a la historia y geografía de los países en donde actuó, o a hechos del pasado.
Se ha respetado esta forma de escribir del autor.
poco numerosas estaban separadas por desiertos apenas conocidos.
Aún ahora, ninguna de estas naciones está rigurosamente delimitada. De acuerdo a la fantasía de los
geógrafos, extensiones de terreno más grandes que Bélgica se atribuyen sucesivamente a cada una de
las naciones vecinas. La República Argentina y Chile acaban apenas (23 de julio de 1881), de ponerse
de acuerdo acerca de la posesión de la Patagonia.

El desierto de Atacama parecía formar una separación suficiente entre Chile y Bolivia (22 de latitud
sur), hasta el día en que el descubrimiento de numerosas minas dio importancia a esta región desolada.
Después de varios tratados, se había adoptado el grado 24 de latitud sur como línea de demarcación.
Pero la región comprendida entre los 23 y 25 grados debía ser explotada por las dos potencias
limítrofes.

Bolivia, separada de esta región por la gigantesca cadena de los Andes, no enviaba sino funcionarios,
mientras que los chilenos, más trabajadores y más industriosos, por lo demás, se establecieron en gran
número, y diariamente descubrían minas. Antofagasta, puerto situado en la costa boliviana, pero en la
zona común, se convertía en un centro importante de explotación y exportación, para todas las riquezas
mineras de la región (23° 28’ sur).

Esta prosperidad fue la causa de dificultades que reaparecían constantemente. Bolivia lamentaba el
haberse atado de manos. Nuevos tratados penosamente negociados en medio de revoluciones internas,
limitaban sus derechos fiscales en esta parte de su suelo. El gobierno de La Paz había fijado
recientemente las tarifas sobre la exportación del nitrato, bajas en verdad, pero arbitrarias: había
decretado la confiscación de las usinas de la Compañía de salitre. Chile se había agitado ante este
atentado contra los intereses de sus connacionales, y al mismo tiempo que hacía representaciones,
enviaba a Caldera (27° sur) naves llenas de soldados. Después de largas e infructuosas negociaciones,
repentinamente y sin declaración de guerra, hacía ocupar Antofagasta (14 de febrero de 1879). La
población en su mayoría chilena, no soñó en hacer la menor resistencia.

Perú, ligado desde 1873 a Bolivia por un tratado secreto, quiso pero inútilmente representar el papel de
mediador. El gobierno de Santiago puso fin a todas las ambigüedades, declarándole la guerra el 5 de
abril de 1879. Nuestra presencia en las costas del Pacífico nos ha permitido seguir sin interrupción las
peripecias de esta lucha entre las tres repúblicas latinas.
No nos ocuparemos aquí sino de los últimos acontecimientos, de los que hemos sido testigos más
especialmente, en las siguientes circunstancias:
Hacia fines de noviembre de 1880, se corrió la voz, de que los chilenos, recientemente desembarcados
en Pisco, iban a emprender su marcha hacia Lima.

Los jefes de las fuerzas navales neutrales, anclados en la rada del Callao, decidieron, el veintiséis del
mismo mes, el envío de oficiales de las diversas marinas, en calidad de agregados militares, al cuartel
general del ejército chileno.

Esta decisión era tomada, no sólo con el fin de obtener noticias imparciales acerca de la sucesión de las
operaciones militares, sino aún por el interés de los numerosos extranjeros que residían en Lima.
Un capitán de fragata inglés, un capitán de corbeta americano, un teniente de navío italiano, y un oficial
francés del mismo grado, partieron el veintisiete en el aviso inglés Osprey. Iban con el objeto de pedir
al general, comandante en jefe, la autorización para seguir la marcha del ejército expedicionario hasta
el fin de la campaña.
Este permiso fue concedido con prontitud por el general Villagrán, comandante dela primera división,
que ya estaba acantonada en Pisco, como por el primer ministro de guerra en campaña, Vergara.
Embarcado en el crucero Decrés, tuve el honor de ser designado el oficial francés por el señor capitán
de navío Chevalier, que mandaba por ese entonces la división naval francesa. *
Durante dos meses vivimos con las diferentes fracciones del ejército chileno, siguiendo los ejercicios,
las marchas, los embarques, los desembarcos, y algunos reconocimientos.
Acompañamos, paso a paso, al general en jefe durante la batalla de Chorrillos. Durante la

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* La Victoriosa, enarbolando el pabellón del contralmirante Bergasse de Petit Thouars, había partido en
mayo de 1880 para pacificar las islas Marquesas, de modo que el Decrés quedó por mucho tiempo solo
o con el Husard, en las costas de los países en guerra (mayo de 1879 - febrero de 1881). Husard era
mandado por M. Parizot, capitán de fragata.

de Miraflores recorrimos el terreno en compañía del oficial inglés, con el que estábamos entre los dos
ejércitos, al comienzo de esta batalla imprevista.* Tuvimos siempre las más cordiales relaciones con
los generales, los jefes y oficiales, que fueron a porfía, amables y simpáticos. Obteníamos de este modo
comunicaciones, a veces de carácter completamente confidencial, que el control de nuestras
observaciones personales nos hacía aceptar con confianza.
Los mapas que estaban a disposición del estado mayor no eran muy exactos. De esta manera, se ve
figurar en los informes nombres de localidades que nos pareció deber omitirse o rectificarse.
Desprendidos de toda preocupación en cuanto a las diferentes fases de la batalla, pudimos estudiarlos
con sangre fría, y anotar cada incidente con la hora precisa. A caballo, y con el cortejo del general
Baquedano, estábamos bien colocados para co-

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* Las indicaciones contenidas en este trabajo parecerán más de una vez en desacuerdo con los
documentos oficiales y las diversas publicaciones particulares. Garantizamos sin embargo la exactitud
por las razones que se dan más adelante. (Nota del autor).

nocer los movimientos del ejército. Por lo demás, después de los combates, recorríamos el terreno y
discutíamos los hechos que habían tenido lugar, con algunos de los principales autores.*

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* Hemos tomado diversas noticias que concordaban con nuestras propias observaciones en los
documentos oficiales y especialmente las narraciones tan vivas del Mercurio. El corresponsal de este
diario describió muy bien los numerosos incidentes terribles a los acostumbrados o familiares de la
batalla, aún cuando dejaban un saldo desfavorable acerca de los actos de los vencedores.
Capítulo Segundo

Vistazo retrospectivo /

Conferencia de Arica /

Situación de los beligerantes


Vistazo retrospectivo

La inmensidad de los países en guerra, la naturaleza del terreno, comprimido entre la Cordillera de los
Andes y el mar, entrecortado por valles profundos perpendiculares a la costa, y amplios desiertos de
arena, no permitían a los ejércitos el marchar el uno contra el otro siguiendo la vía terrestre.
Ninguna potencia, tenía por lo demás, al comienzo, bastantes tropas para comenzar las hostilidades
serias. También aparte de algunas correrías en el desierto de Atacama, las primeras acciones fueron
puramente marítimas y limitadas a las fuerzas comparables, sino equivalentes, de Chile y del Perú.
Por el decreto del 27 de abril de 1879, que expulsaba a todos los chilenos que vivían en su territorio, el
Perú proporcionaba a sus enemigos cerca de ocho mil voluntarios endurecidos por el trabajo,
exasperados, y respirando venganza. Bolivia no poseía ni siquiera una nave, y se limitaba a dar
decretos sobre el corso para procurarse corsarios, de los que nadie había oído hablar nunca.

La cuestión de la Patagonia, suscitada desde tiempo atrás entre la República Argentina y Chile, había
forzado a este último país a conservar su escuadra armada. De este modo poco después de la
declaración de guerra, bloqueaba a Iquique, Centro de exportación de las ricas minas de la provincia de
Tarapacá (20° 15’ sud).

El 16 de mayo, el almirante chileno, dejando dos navíos sin mayor poder, por el asunto del bloqueo,
conducía el resto de sus fuerzas al Callao, mientras que la escuadra peruana,. manteniéndose lo más
cerca posible de la costa, iba a llevar tropas a Arica, con el presidente Prado; después, con el anuncio
oficial del retiro de los chilenos, se dirigía a Iquique buscando un éxito fácil.
Todo el mundo conoce el combate de Iquique (21 de mayo de 1879), donde la corbeta de madera
Esmeralda, se defendió gloriosamente contra el acorazado peruano Huáscar. Golpeada varias veces
con el espolón, y después de una larga batalla, se hundió con el pabellón enarbolado. Su capitán, Arturo
Prat, encontró la muerte, lanzándose al abordaje del Huáscar, en el momento del último choque.

En este mismo combate, la cañonera Covadonga, maniobrando hábilmente, evitó al otro acorazado
peruano, Independencia, corriendo muy cerca de la costa, vio a su poderoso adversario chocar contra
las rocas de Punta-Gruesa, donde la tripulación debió abandonarlo, después de haberlo incendiado.

Durante varios meses, el Huáscar, dirigido por un buen marino, dominó el mar inquietando a sus
enemigos. Aprovechando de su ligera superioridad en velocidad, pudo frustrar las tentativas de un
ataque de los acorazados chilenos más fuertes, hasta ser tomado el 8 de octubre de 1879, cerca de la
punta de Angamos (23° sud), por las divisiones de la escuadra chilena. El almirante Grau es muerto por
una bala de cañón al comienzo de este hermoso combate contra fuerzas muy superiores; del mismo
modo, varios oficiales que le sucedieron en el mando.*
No temiendo ser molestados más por mar,

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* El 27 de febrero de 1880, en el Huáscar, ya chileno, fue muerto su comandante, por una bala de
cañón, cerca de Arica.
los chilenos pudieron, el 2 de octubre de 1879, hacer un desembarco a viva fuerza en Pisagua (19° 15’
de latitud sur) y apoderarse de la provincia de Tarapacá después de una campaña muy feliz y bien
llevada. Experimentaron sólo un fracaso, pero sangriento, en la capital del mismo nombre (20° sud, 7°
30’ oeste de París). Un cuerpo chileno creyendo ir en persecución de las tropas desbandadas, choca
cerca de esta ciudad contra una fuerza peruana organizada, que efectuaba su retirada sobre Arica. Los
chilenos, agotados después de una larga marcha en las arenas quemantes, pierden una bandera, cuatro
cañones * y más de mil hombres. Los peruanos, mucho más numerosos, continúan su retirada que
hacen desastrosa las extremadas dificultades del camino.
La ocupación pacífica de Iquique (el 23 de noviembre de 1879), después de la evacuación

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* Veintiocho de noviembre de 1879. Los cañones enterrados por los peruanos, que no los podían llevar,
entraron en poder de los chilenos que encontraron también la bandera en una iglesia, después de la
toma de Tacna. La hemos visto devolver solemnemente al segundo regimiento de línea, en enero de
1881, en Lurín.

de las tropas peruanas, marca el fin de la primera fase de la guerra.


Segundo período. Estos desastres debían dar lugar a revoluciones en estos países en los que pocos
presidentes llegan al término legal de su mandato.
Prado lo preveía, cuando vuelto de Anca sin haber estado en las líneas de fuego, se embarcó
clandestinamente para el extranjero, a fines de 1879.
Piérola, el revolucionario bien conocido, había ganado una partida de tropas y librado, el 21 de
diciembre, un combate indeciso en las calles de Lima. Al día siguiente dominaba el Callao, sin la
menor lucha. El gobierno, poco seguro del resto de las tropas que aún le obedecían, trató el mismo día,
y, el 23 de diciembre, Piérola hacía su entrada solemne en la capital, ejerciendo la dictadura con el
titulo de jefe supremo. Más tarde se agregaba el de protector de la raza indígena.
Hilarión Daza, presidente de Bolivia, había conducido sus tropas al combate, y las había llevado de
vuelta a Tacna, sin haber visto al enemigo. Durante una corta ausencia que hizo, su ejército lo depuso
el 27 de diciembre, después de una dictadura de tres años, obtenida por la violencia. El viejo general
Campero era elegido presidente, en La Paz, y vendría algunos meses más tarde para tomar en Tacna el
mando de las fuerzas aliadas.

La ocupación de Moquegua, posición tenida por inexpugnable, la de Los Ángeles (22 de marzo de
1880), la batalla de Tacna (26 de mayo de 1880), ganada por los chilenos, la toma por asalto de Arica
(7 de junio de 1880) (18° 20’ sud), forman el segundo periodo.
Conferencia de Arica

El heroísmo de Bolognesi, muriendo tal como lo había jurado, echó un reflejo glorioso sobre los
desastres de su país, del que salvaba el honor. Después de una lucha tal, podrían comenzar las
tratativas.

Varias potencias europeas estaban dispuestas a favorecer con sus buenos oficios la cesación de la
guerra. Los Estados Unidos, intervinieron solos, bastante sorpresivamente, bajo los auspicios de sus
ministros residentes en Lima, La Paz y Santiago, y las conferencias tuvieron lugar en octubre de 1880 a
bordo de una corbeta americana, surta en la rada de Arica. Los chilenos, pedían:

1°) La cesión del territorio situado al sud de Camarones (19° sud).


2°) El pago de veinte millones de pesos (cien millones de francos).
3°) La restitución de las propiedades confiscadas a los chilenos.
4°) La restitución del Rimac, transporte tomado por el Huáscar.
5°) La anulación del tratado de 1873 (alianza del Perú y Bolivia).
6°) La ocupación de Moquegua, Tacna y Anca hasta la ejecución del tratado.
7°) La prohibición de fortificar a Arica después de la guerra.
Los peruanos rechazaron absolutamente la cesión del territorio, y se debió por lo tanto, someterse a la
suerte de las armas. (Nuevas tentativas en 1881 y 1882, no fueron más felices).

Situación de los beligerantes

Después del desastre de Tacna, las tropas bolivianas dispersas habían tomado el camino de vuelta hacia
su país, y el general Campero se contentaba con hacer algunas proclamas enfáticas. El proyecto de
confederación perú-boliviana firmado el 11 de junio, quedó como letra muerta. En realidad, desde el
mes de junio de 1880, la lucha no continuó sino entre Perú y Chile.
Estas dos naciones no tenían si así puede decirse, más que reclutas en sus ejércitos.

Pero muchos soldados chilenos habían ya visto el fuego. Si la disciplina y la instrucción dejaban que
desear en ciertos cuerpos, el conjunto era suficiente, y cada día se producían nuevos progresos. La
mayoría, alentados, por éxitos casi ininterrumpidos, estaban bien dispuestos para una última campaña
de la que el éxito favorable les permitiría finalmente retomar la existencia del trabajo y los placeres de
los que estaban apartados desde largo tiempo. Las tropas regulares, y relativamente aguerridas del Perú,
habían desaparecido. Los restos de los ejércitos de Tarapacá y Tacna, dispersos en las montañas, no
podían reunirse, y las distancias enormes que había que franquear, sin caminos practicables, las hacia in
útiles para la defensa de Lima.

Piérola, desplegando una gran actividad, había logrado reunir numerosas tropas, que había podido
vestir, armar y organizar, en gran parte.

Los chilenos lo reconocían y experimentaban una gran irritación. Sin él, pensaban, la paz se habría
obtenido después de Tacna, o al menos, la toma de Lima, hubiera sido más fácil.
No obstante el bloqueo de las costas, llegaban muchos fusiles de todos los modelos, y estos continuaron
hasta el último momento en los puertos situados al norte del Callao. El resto del trayecto se hacía a
lomo de muía. Se fabricaban en Lima, cañones, de los que muchos prestaron un servicio estimable,* y
ajustes de diversos géneros.
Se veían entrar regimientos formados en el interior o en el litoral no ocupado por el enemigo. Se trataba
de bandas a medio armar, fatigadas por una larga marcha, que había que equipar, instruir y encuadrar.

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* Ejes de acero para locomotoras fueron horadados al calibre de 60 milímetros engastados en bronce,
con un anillo de acero en La argolla, y provistos de un cierre de culata formado por una cuña (tipo
Krupp). Las rayas o canales eran numerosos. Una carga de 270 gramos de pólvora lanzaba a más o
menos de 5.000 metros, un proyectil de 2,300 kg. Se le llamó cañones Grieve; del nombre del
ingeniero.

Hacia mediados de 1880, se trató de formar una reserva, que comprendía los hombres válidos de Lima.
Al tañido de la campana de la catedral, las tropas de ciudadanos en ropa de trabajo se dirigían a la plaza
de la Exposición. Las tiendas se cerraban por orden, durante las horas de ejercicio. Se vieron pocas
armas y pocos uniformes durante un largo período de preparación. El mismo pelotón tenía a veces las
reuniones más disímiles en cuanto a los uniformes y las razas.
Por lo tanto no se había establecido ninguna cohesión entre los diversos grupos de esta reserva que
prestaba pocos servicios. Los restos del ejército, recibían una instrucción más seria en el campo de
Lurigancho o en la pampa de los Almancaes, pero ésta era aún insuficiente.
La mayoría de los oficiales, improvisados como soldados, carecían de conocimientos militares. El
brillante esfuerzo desplegado en muchas circunstancias, no podía suplirlos.
La organización deplorable del servicio de intendencia impidió aprovechar las aptitudes notables de la
raza indígena para la marcha. Los soldados llevan habitualmente a sus mujeres con ellos. Son (las
rabonas) las que preparan el campamento y se procuran los víveres con la paga diaria, y los cuecen.
Llevan sus niños a la espalda, y los utensilios de cocina, como pueden. Son verdaderas bestias de carga,
y que soportan con resignación su miserable suerte. Su presencia da un aspecto extraño a los ejércitos
peruanos, especialmente en el momento de las comidas.
Capítulo Tercero

Grandes esfuerzos de los chilenos/

Expedición Lynch a las costas


septentrionales del Perú
Grandes esfuerzos de los chilenos

En dos años (febrero de 1879 - enero de 1881), cerca de sesenta mil chilenos han pasado bajo
banderas.* Antes de la campaña de Lima se produjeron más de doce mil bajas (muertos, heridos,
enfermos, desertores). Si se reflexiona que al comienzo de la guerra, Chile tenía apenas tres mil
soldados regulares, uno se podrá dar cuenta de la actividad que hubo que desplegar para vestir, armar e
instruir un número tan grande de hombres, con los pocos elementos disponibles.
La larga duración de la guerra, permitió recibir desde el extranjero, especialmente de Europa, fusiles,
cañones, municiones, aprovisio-

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* Como la población total representa más o menos el 1/17 de la de Francia, corresponde esto a un
millón de hombres para nosotros, y más aún, a causa del mayor número de niños chilenos (anualmente
hay allá un nacimiento para veintisiete habitantes, en Francia uno por cada treinta y ocho solamente).

namientos de toda clase, sin hablar de un transporte y varios torpederos.


Después de la victoria de Tacna, muchos eran del parecer de conservar las provincias conquistadas, y
esperar que los peruanos, quisiesen pedir la paz. Con la ocupación de Anca, se era dueño de los
impuestos de la aduana de Bolivia, y la explotación de los salitrales de la provincia de Tarapacá
permitiría mantener las fuerzas necesarias para la aplicación de este sistema.

Muchos declaraban que esta actitud no dará otro resultado, que el dar más confianza al enemigo, al que
se dejaban las oportunidades, aunque es verdad, débiles, de aumentar sus fuerzas marítimas.

La mayoría de los miembros del gobierno de Santiago y los generales, miraban la expedición contra
Lima como una de las más arriesgadas, en vista de la debilidad del efectivo que la insuficiencia del
número de navíos, impedía aún transportar en una sola vez.

Pero, la opinión pública se había pronunciado en el Parlamento y en la prensa con tal energía, que no
había medio de diferiría demasiado tiempo.

El activo e inteligente ministro de guerra, Vergara, que formaba parte del gabinete formado en julio de
1880, era partidario del ataque al último baluarte de los peruanos. Imprimía a los preparativos un
impulso vigoroso, dejando en el ínterin a uno de sus colegas, e iba personalmente para vigilar la
ejecución de las órdenes del gobierno. El general en jefe no era responsable más que de la parte
puramente militar y estratégica. Y aún, en más de una circunstancia, debió tener en cuenta, desde este
punto de vista, las miras del ministro.

Los regimientos de línea vieron llenar sus vacíos, y los batallones de la guardia nacional movilizada,
fueron en su mayor parte, transformados en regimientos (cada regimiento comprendía dos batallones y
cada batallón cuatro compañías de 150 hombres). Pero, pocos regimientos llegaron a la cifra de 1.100
hombres (tres oficiales superiores, llamados jefes, son los únicos oficiales montados: el coronel, el
teniente coronel y el mayor).
En un principio, el ejército no se compuso más que de voluntarios; pero, cuando la guerra se prolongó
más allá de las previsiones, hubo que recurrirse a una especie de enganche, bastante semejante a la de
los marinos, en Inglaterra. Fuera de Santiago, no se tuvieron siempre las mismas contemplaciones, y
los reclamos fueron llevados al tribunal que había quedado libre, hasta fines de la guerra.

Se escalonaban las tropas de modo de colocar las más aguerridas al norte, mientras que las más
recientemente formadas ocupaban el litoral chileno.

Se compraron y fletaron varios paquebotes de la Compañía Sudamericana, y todo lo que se podía


encontrar de navíos a vela. Los transportes y las naves de guerra habían pasado o pasaban al dique
flotante en Valparaíso, donde se les limpiaban las carenas o se les hacían las reparaciones necesarias.

Expedición Lynch a las costas


septentrionales del Perú

Mientras que los ministros de los Estados Unidos preparaban las negociaciones entre los beligerantes,
el coronel Lynch, con más de dos mil hombres embarcados en los navíos disponibles, recorría la costa
del Perú al norte del Callao, imponiendo contribuciones en dinero o en especies, poniendo rescates a las
ricas usinas de azúcar, que eran muy numerosas en esta región. Las echaba abajo con dinamita, cuando
sus propietarios peruanos no podían o no querían dar las sumas impuestas. La interdicción de pagar
estas contribuciones fue hecha por Piérola, bajo penas muy severas. Esto dio lugar entre otras cosas, a
la demolición completa de la usina de Palo Seco, cuyo valor se estimaba en cerca de quince millones de
francos. Pero las propiedades del Estado especialmente (muelles, aduanas, ferrocarriles, etc.) fueron
objeto de una destrucción metódica.

Esta expedición que recuerda, en pequeño, a la de Drake en el siglo xvi, en estas mismas costas, tenía
como fin el hacer vivir una parte de las tropas a expensas del enemigo, del que se disminuía al mismo
tiempo los recursos; hacer tener paciencia a los chilenos, y sin duda, influenciar los espíritus, en el
Perú, en favor de la paz.
Capítulo Cuarto

Hechos marítimos del tercer período /

Marina chilena /

Marina peruana /

Bloqueo /

Destrucción del transporte Loa y del cañonero Covadonga /

Bombardeos /

Desembarco en Pisco
Hechos marítimos del tercer período

Como todas las operaciones de la guerra, esta expedición hubiera sido absolutamente imposible, si los
chilenos no hubieran sido los dueños del mar. Desde el comienzo de las hostilidades hasta esta época,
las dos marinas habían sufrido grandes cambios en sentido inverso. La marina chilena se había
enriquecido con las pérdidas del enemigo, y las adquisiciones que se habían hecho en el extranjero.

Marina chilena

Comprendía en ese entonces:

1°) Los dos acorazados Almirante Cochrane y el Blanco Encalada, llevando seis cañones de 23
centímetros; la flotación estaba protegida por 22 centímetros de hierro; desplazamiento: 3.480
toneladas.

2°) El Huáscar, monitor acorazado de doce centímetros, armado de dos cañones de 23 centímetros en
una torrecilla; desplazamiento: 1.800 toneladas (tomado a los peruanos).

3°) Cuatro corbetas con batería barbeta:


el Chacabuco y el O’Higgins, con nueve cañones. La Magallanes, con cuatro cañones, y el Abtao (esta
última nave, tenía sus calderas en servicio desde diecisiete años, y no podía pasar de cinco millas por
hora).

4°) Los avisos Covadonga (tomado a los españoles en 1865), y Pilcomayo (tomado a los peruanos el 17
de noviembre de 1879);

5°) Un transporte rápido, venido recientemente de Inglaterra, había sido montado con un cañón
Armstrong de veinte centímetros (cierre de culata a rosca).

6°) Había además, varios transportes armados con cañones.

7°) Los Thornicrofts y los botes a vapor portatorpedos estaban armados con cañones-revólver Hotckiss.
Marina peruana

Los restos de la marina peruana se encontraban en el Callao y eran:

1°) La corbeta rápida la Unión, armada con trece cañones.

2°) El monitor Atahualpa, con dos grandes piezas lisas, incapaz de andar dos millas por hora.

3°) Cuatro transportes en hierro, de los que uno, el Rimac, había sido capturado el año anterior.
Además, había en el puerto cierto número de canoas a vapor y pequeños remolcadores armados con
cañones de poco calibre.

Desde el mes de marzo de 1880, el pabellón peruano, no había reaparecido en el mar. En esta época la
Unión había forzado el bloqueo de Anca, para llevar algunos socorros. Había sostenido un vivo
cañoneo con los bloqueadores, embarcando su carbón, y había huido en pleno día, de un surgidero
extraño, no obstante la presencia de varios navíos enemigos, de los que dos de ellos, eran acorazados.
No se puede contar con el viaje de la Limeña, salida el 24 de junio para buscar los heridos y traer los
cadáveres de Bolognesi, Moore y otros oficiales de Arica, a los que la población de Lima hizo unas
exequias extraordinarias.

Bloqueo

Para impedir una nueva salida de la Unión, el único navío que temían, los chilenos bloquearon
estrechamente el puerto de Callao, a partir del mes de abril siguiente. Bloquearon también Moliendo
(donde termina el ferrocarril de Arequipa) y, más adelante, los tres puertos de Chorrillos, Ancón, y
Chancay, unidos a Lima por ferrocarril.* Hacían frecuentes cruceros en las costas, y protegían en
relación con Chile las tropas que transportaban y aprovisionaban. La escuadra del bloqueo del Callao
fue extremadamente variable en su composición: el Blanco, que enarbolaba el pabellón del
contralmirante Riveros, quedó allí casi constantemente. Los navíos anclados durante el día en la punta
del norte de la Isla de

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* Mollendo, 17° sud, 74°20 oeste; Ancón, 11°48 sud; Chancay, 11°35 sud.
San Lorenzo, aparejaban antes de la obscuridad para ponerse al largo.

Durante la noche se veían los focos eléctricos de los acorazados que registraban el horizonte. Cada
mañana volvían en diversas direcciones para cobijarse en la isla, y, ordinariamente, una sola nave
quedaba cruzada en la entrada de la bahía.

Su bloqueo fue muy favorecido por la clemencia excepcional del clima de esta región, en la que las
tempestades son desconocidas; pudieron de este modo, servirse de pequeños vapores o torpederos, cuya
utilización prolongada a lo ancho sería por lo demás imposible, en cualquiera otra parte.

Canoas de ronda circulaban de día y de noche en el puerto, a menudo junto a los navíos neutrales, que
colocados a tres millas hacia el norte del Callao, veían venir también las canoas peruanas.

Bastante frecuentemente por la noche, tiros de fusiles Hotchkiss o de cañón, anunciaban un encuentro
entre dos canoas enemigas de vigilancia. El 25 de mayo, un encuentro de este tipo produjo la pérdida
de los dos adversarios. El torpedero chileno hizo saltar al peruano con un torpedo guiado; el mismo
parece haber sido alcanzado por un torpedo arrojado con la mano.

Los peruanos hicieron varias tentativas inútiles para destruir los navíos enemigos, sea colocando por la
noche, en el lugar de su anclaje habitual, cierto número de torpedos, sea dejando a la deriva aparatos
provistos de movimientos de relojería, que estallaran lejos de los navíos, o que los chilenos pudieran
recoger.

Dos navíos chilenos fueron sin embargo hundidos de un modo singular.

Destrucción del transporte Loa y del cañonero Covadonga

El Loa estaba de guardia el 3 de julio, y cruzando a cuatro millas y media al norte del surgidero de los
neutrales, vio una gran chalupa que estaba sobre el anda, las velas izadas: llena de provisiones frescas,
parecía haber querido penetrar en el puerto del Callao, y haber sido abandonada por su tripulación a la
vista de los cruceros. Un examen superficial no hizo descubrir nada sospechoso, y entonces se la
condujo a lo largo de ese transporte; pero apenas se había comenzado a descargarla, cuando se produjo
una explosión formidable; el navío se hundió poco a poco por la popa; y nueve minutos después no se
veían más que los mástiles..

Los navíos neutrales testigos de este desastre (ingleses, Thétis y Pingouin; italiano, la fragata
Garibaldi; francés, el Decrés), envían canoas que pueden salvar una treintena de hombres.

Una sola canoa del Loa puede flotar y recoger los hombres tomados de los restos —sobre 175 personas
se cuentan 120 víctimas más o menos—. Este número enorme se explica por el desorden que causó el
miedo en una tripulación recientemente formada compuesta de reclutados. Hubo una interpelación en el
Parlamento acerca de la cantidad insuficiente de salvavidas. La escuadra chilena no llegó sino después
de las canoas extranjeras; y como la noche impedía darse cuenta de los acontecimientos sucedidos, se
estuvo bastante lejos del lugar del siniestro.
Se supo que una larga caja de dinamita se había disimulado bajo las provisiones, cuyo peso mantenía
tenso el mecanismo de percusión.

Desde hacía tiempo se corría la voz de que un mecanismo de esta clase debía ser puesto en uso, y el
almirante Riveros decía haber recomendado una extrema prudencia a sus capitanes. En este caso, el
comandante del Loa pagó con su vida el olvido de estas prescripciones. Una imprudencia semejante
produjo la pérdida de la Covadonga, cuyo comandante también desapareció (13 de septiembre de
1880). Este navío acababa de cañonear las embarcaciones que se dirigían a Chancay (28 millas al norte
de Lima). Una chalupa había sido hundida, pero una pequeña canoa permanecía intacta; su elegancia
hizo desear su posesión, y dos visitas sucesivas constatan la ausencia de todo objeto sospechoso. En el
momento en que se atiesaron las palancas unidas en las argollas, se produjo una explosión muy fuerte.
La embarcación se hunde rápidamente y no muestra más que una parte de la popa y de la arboladura
por encima del agua. Veintinueve hombres pueden hacinarse en la canoa de servicio, y huir hacia lo
lejos. Los peruanos seguían desde tierra las maniobras del enemigo, echan al mar las embarcaciones
para tomar los cuarenta y seis marinos que aún nadan, tratando de dar alcance a los fugitivos.

Estos pueden refugiarse a bordo del Pilcomayo que se dirigía hacia Ancón: perecen treinta y cinco
hombres.

Se ha hablado de que se empleaban aquí torpedos Lay; no creemos que esto haya tenido lugar;
pensamos, de acuerdo a nuestras indicaciones personales, que debía ser una carga de dinamita bien
extendida, en un doble fondo adaptado a la canoa, con un mecanismo unido a las argollas.

Bombardeos

La escuadra chilena bombardeó varias veces el Callao, cuya población, había emigrado a Lima, en gran
parte.

Pero hubo pocos daños causados por los obuses enemigos.

Los navíos del bloqueo se mantenían generalmente a seis mil metros más o menos, de la costa, es decir,
fuera del alcance de los cañones más grandes de la defensa y de la zona de los torpedos anclados en la
rada.

Además, no podían tirar sino con algunas piezas en barbeta, muy poco numerosas para concentrar
muchos proyectiles en un punto determinado. Los incendios eran por lo demás rápidamente extinguidos
por las compañías de bomberos establecidas permanentemente en el arrabal de Bellavista.

Más habitualmente los disparos eran dirigidos hacia el puerto comercial, donde permanecían los buques
peruanos. La Unión, bien protegida por sacos de tierra amontonados en los diques, tuvo sin embargo,
una caldera averiada. Algunas naves de madera sin ningún valor y dos pequeños remolcadores fueron
hundidos. Cuando el Huáscar se acercó demasiado, fue alcanzado en las obras vivas, pero sin
gravedad.
Después de la pérdida de sus dos navíos, los chilenos quisieron vengarse de lo que consideraban como
un atentado. Piden que se les entreguen en veinticuatro horas, el Rimac y la Unión, en caso contrario,
bombardearían los puertos vecinos. El pedido fue rechazado por los peruanos, como era fácil de prever,
y ante ello, el Cochrane, abre el fuego el 22 de septiembre a medio día contra las casas de Chorrillos.
Los primeros disparos dan en el blanco. Pero, los cañones instalados en la costa durante la noche, lo
alcanzan y lo hacen alejarse para disparar por encima del Morro del Fraile. Los blancos resultan
inciertos. Los ochenta y dos proyectiles utilizados, no producen sino daños insignificantes.

A la mañana siguiente, el Blanco, con 152 obuses demolió e incendió algunas casas en Ancón: el
mismo día, veintitrés, el Pilcomayo disparó sesenta cañonazos sobre Chancay sin gran resultado.
El 6 de diciembre, un torpedero chileno, alcanzado por una bala de cañón, se hunde mientras se
produce un entrevero entre varios torpederos chilenos con buques peruanos. Las balas caen entre los
navíos neutrales, que deben alejarse aún más y anclar a cinco millas del Callao.
Algunos días más tarde, el 11 de diciembre, hubo un nuevo cañoneo donde se encontraron los mismos
adversarios.

Los capitanes de las pequeñas naves peruanas mostraron una intrepidez y una cierta habilidad en las
maniobras, cosa que tuvo la aprobación de todos los marinos extranjeros testigos de este brillante
torneo, pero de todos modos, estéril en sus resultados; las tripulaciones interesadas en el espectáculo, se
habían agrupado en los mástiles.

El Angamos disparaba sobre el puerto comercial por encima de las naves trabadas en lucha. De golpe,
se le vio alejarse sin que pudiera adivinarse la causa de esa retirada.

El cañón Armstrong, de 8 pulgadas (203 milímetros), colocado en el castillo de proa, desapareció


después del 323 disparo, matando al jefe de la pieza y un oficial. Los sirvientes, colocados lateralmente
no tuvieron ninguna herida. De acuerdo a las diversas circunstancias de este hecho, el cuerpo del cañón
debió deslizarse en el buje del muñón, partiendo hacia atrás, y tocando con el borde del chassis, rebotar
hacia el mar.

La pieza tenía una inclinación de 12° para una distancia de 6.000 metros (la pólvora húmeda). El buje
de adelante, apretado contra el buje del muñón, fue proyectado hacia adelante por reacción, a causa de
la elasticidad de las superficies de acero en contacto, después de que el tubo se hubo desprendido.
Queriendo encontrar los ingleses, la verdadera causa del accidente, en interés de su industria
metalúrgica, dragaron, pero sin resultado. Los bloques que caían en veinticuatro metros de fondo, sobre
limo blando, debían haberse hundido rápidamente. Debemos al mismo capitán, el señor Lynch, el dato
de que la bala cayó cerca del punto hacia donde había sido dirigida.
Desembarco en Pisco

Como las tropas producían en Tacna un estorbo exagerado y como los víveres comenzaban a escasear,
el ministro de guerra decidió el envío de la división Villagrán a Pisco, después de haber incorporado las
tropas del coronel Lynch.

Quilca ( 16°42’ sud) había sido ocupada sin un solo tiro.

Hacia los primeros días de noviembre de 1880, la división se embarcaba en Arica; comprendía 8.400
hombres más o menos, distribuidos entre dos regimientos de línea, cinco regimientos y un batallón de
la guardia nacional movilizada, un regimiento de 450 soldados de caballería, dos baterías de campaña y
dos baterías de montaña. El 15 de noviembre a las cuatro de la mañana, se dio la señal de partida, pero
como las instalaciones no se habían completado en muchas embarcaciones, se debió salir a la noche.

Siete transportes, remolcaban cada uno, un velero, cinco remolcadores con un crucero y dos corbetas de
escolta, formaban el convoy, que, favorecido por un muy bien tiempo, mantuvo una velocidad de cinco
a seis millas por hora, y el diecinueve por la mañana, llegó, muy dispersado, a la bahía de Paracas (ver
la carta I en página 54).

Esta bahía, situada a siete millas al sud de Pisco y perfectamente abrigada para las mareas y el viento,
ofrecía un punto fácil para desembarco, especialmente en ausencia de todo enemigo.

Estaba sin embargo en la ciudad, el coronel Zamudio con dos mil hombres más o menos, organizados a
medias y mal armados. No obstante la insuficiencia de esta fuerza, el coronel respondió a la intimación
del parlamentario chileno con una carta enfática en la que se anunciaba una resistencia heróica. Pero,
después de medio día, la mayor parte de los soldados se desbandaron al recibir algunos disparos de
cañón de la corbeta Chacabuco.

Las tropas desembarcadas en Paracas, el diecinueve por la noche y el veinte por la mañana, entraron en
Pisco, con las armas al hombro.

El general Villagrán hizo ocupar por un batallón el pequeño puerto de Tambo de Mora. a veinte
kilómetros al norte de Pisco. No se podía aún utilizar el ferrocarril que une Pisco, a la capital de la
prefectura de Ica, situada en un valle fértil, a setenta kilómetros del puerto. De este modo, el cuarto de
línea, acompañado de un escuadrón de granaderos y de una batería, debió dirigirse hacia allí,
atravesando el desierto arenoso que se extendía desde la costa hasta las proximidades de la ciudad.
Algunos días después la vía férrea estaba expedita; pero las tentativas de descarrilamiento repetidas,
aunque mal ejecutadas, obligaron a circular sólo de día y lentamente.

Una fracción de tropas y el material fueron cómodamente llevados a tierra por el muelle, obra
magnífica de más de seiscientos metros de largo. Los peruanos habían colocado en diversos puntos
trozos de barriles de pólvora con alambres eléctricos. La dispersión de los soldados y el desorden en la
defensa permitieron hacer que estos preparativos fuesen inútiles.

La primera brigada de la segunda división, compuesta de tres mil quinientos hombres y mandada por el
coronel Gana, llega el 30 de noviembre y se instala a tres o cuatro kiló-
metros de la ciudad, en medio de los enormes olivos de Caucato. Los soldados construyen con cañas de
azúcar y hojas de palmeras, elegantes cabañas, formando un cuadro de los más pintorescos, bajo las
bóvedas del follaje verde oscuro de los grandes árboles.

Los regimientos acantonados en la región vivieron la vida de guarnición, ejercitándose diariamente en


la pampa vecina en maniobras de conjunto, y a veces, de tiro.

Durante este tiempo los transportes estaban constantemente en marcha para escalonar en la costa, en
Iquique, Anca y Tacna, las tropas de reciente formación, destinadas a custodiar las provincias
conquistadas en lugar de los regimientos designados para la expedición contra Lima.

Pisco no podría ser considerada como una posición que permitiera vivir, en el país enemigo. Se
encontró un acantonamiento conveniente y víveres a bajo precio que se pagaban con soles papel
tomados a los peruanos. La distancia a la capital es demasiado grande (más de 230 kilómetros), y el
camino a través de arenales demasiado difícil para que fuera un punto estratégico.

Pero, para las naves, esta distancia es franqueable en pocas horas en este mar calmo, y se podía
entonces, con las primeras naves descargadas, buscar las fuerzas colocadas allí, mientras que las otras
tropas continuarían sus desembarcos en un punto más cercano de su objetivo.
Capítulo Quinto

Plan de campaña /

Partida de la primera división por la ruta de tierra /

El grueso del ejército deja Arica /

Llegada a Chilca /

Croquis 1: Caleta de Curayaco /

Croquis 2: Chalana /

Entrada en Lurín /

Marcha de la brigada Lynch, por tierra (ver cartas i y ii) /

Regimiento de caballería peruana tomado o dispersado


Plan de campaña

Tres puertos se ofrecían a la elección del general en jefe: Ancón, el Callao, y Chilca.

1) El primero se encuentra cerca de treinta y cinco kilómetros al norte de Lima, de donde parte un
ferrocarril que llega hasta Chancay. A trece kilómetros de Ancón, la vía férrea atraviesa una garganta
donde tropas fuertes encontrarían una posición fácil de defender, después de algunos trabajos sin gran
importancia. Se está en medio de la arena por todas partes. Para tener agua, hay que ir hasta el río
Chillón, a siete kilómetros más lejos: a partir de este río no se tienen caminos relativamente fáciles.

Creemos que este plan tenía probabilidades de resultar, siempre que se desplegara una gran actividad.
El puerto, muy abrigado, permite desembarcar tropas y material, todo el día y toda la noche, en varios
puntos a la vez y rápidamente.

A causa de la ausencia de fortificaciones,* las naves de guerra podían acercarse a la playa para
limpiarla, en el caso de que tropas de infantería vinieran con artillería ligera para oponerse al
desembarco.

En este caso, las tropas peruanas establecidas en las líneas de Chorrillos y Miraflores tenían que dar el
frente para llegar a un terreno no preparado, y detener la marcha del ejército invasor.
Sabemos que varios jefes habrían elegido este punto.
2°) Para desembarcar en la playa del Callao, al norte del Rimac, hubiera sido necesario contar con una
serie de días de mar calmo, pues la resaca, casi constante, es a veces muy abundante y hace delicado el
acercamiento a la costa. Una vez desembarcado, el ejército quedaría bajo la protección de la escua-

...............

* Había también una batería de dos piezas de bastante calibre, pero habiendo estallado una de ellas, se
quitó la otra para no atraer los fuegos del enemigo. Después de mucho tiempo del bloqueo del callao,
este puerto sirvió para las comunicaciones del extranjero con Lima. Los chilenos se contentaron con
disparar sobre los trenes que circulaban a lo largo de la costa entre Ancón y Chancay, después que
hubieron prohibido esta circulación.
dra y, si la naturaleza pantanosa de ciertas partes del terreno no fuera favorable a la marcha de las
tropas, el camino a recorrer para atacar a Lima por un lado no defendido no era más que de once
kilómetros (ver carta III en páginas 92 y 93).

3°) Chilca, situado a setenta kilómetros de esta última ciudad, obtuvo la preferencia. Se pensó que la
presencia de fuerzas peruanas importantes era poco probable, a causa de la falta absoluta de recursos
del país.

Los peruanos habían previsto esta elección cuando preparaban la defensa hacia el sud.

Partida de la primera división


por la ruta de tierra

Con el fin de encontrar el terreno libre al llegar a Chilca, el general en jefe dio la orden a la división de
Villagrán, de dirigirse por la ruta de tierra, con su caballería y sus baterías de montaña.
Esta orden, completamente imprevista, fue extremadamente desagradable para los jefes de la división,
que la juzgaron de ejecución muy difícil en un país imperfectamente conocido. Las tropas fueron
llamadas de Ica, y el 13 de diciembre por la noche, la división entera se puso en marcha hacia el Tambo
de Mora, al que llegó a la mañana siguiente (ver carta I en página 54).

Entre esta aldea y el valle de Cañete, hay unos cuarenta y cinco kilómetros de desierto, con una sola
aguada insuficiente,* situada a mitad de camino. El agrandamiento de los pozos de Jagüey (o Jawell)
tomó mucho tiempo, y la primera mitad de la brigada Lynch partió solo el diecisiete. La brigada
Amunátegui no habiendo dejado aún el Tambo de Mora, recibió la orden de volver a Pisco; la marcha
por tierra no tenía objeto para ella, a causa de este gran retardo.

El grueso del ejército deja Arica

El ministro de guerra, Vergara, viniendo de Pisco, había llegado el 2 de diciembre a Tac-

....................

* Esta aguada a la que daba sombra una sola palmera tenía -una profundidad de agua de 55
centímetros; después del pasaje de una media brigada y de 1.200 animales (caballos, mulas, asnos), el
nivel del agua bajaba a 12 centímetros más o menos.
na. Hizo apresurar las últimas disposiciones y comenzar el once el embarque del resto del ejército en la
flota reunida en el surgidero de Arica.

El catorce, el contralmirante Riveros daba la señal de partida.

Las corbetas, los transportes, los paquebotes, llevaron a remolque a los navíos a vela. Las tropas y los
caballos se habían también hacinado lo más posible para un viaje de corta duración, para un mar sin
tempestades, para una temperatura suave, con un cielo sin lluvias, que permitía vivir en el puente noche
y día. Los navíos de comercio, completamente aligerados, vieron sus calas, transformarse en
alojamiento para los soldados, en las que aberturas practicadas en los flancos daban un poco de aire,
conjuntamente con las escotillas.

El diecinueve por la mañana, el convoy anclaba en la rada de Pisco; los navíos disponibles recibían la
brigada de Gana, cuyo embarque fue poco rápido, a causa del pequeño número de chalupas a vapor, la
falta de orden, y también de la paraca, brisa diaria que soplaba desde el sud, a medio día, y que
levantando un chapoteo en el mar dificultaba las maniobras de las embarcaciones.
El batallón Quillota, quedó solo para cuidar los enfermos; más tarde desembarca en Chorrillos,
exactamente a tiempo para ser de utilidad en la batalla de Miraflores.

El 20 de diciembre, entre la una del medio día y la noche cerrada, catorce transportes o paquebotes, con
otros tantos veleros que les seguían, aparejaron sucesivamente e hicieron ruta al norte, escoltados por
los dos acorazados Cochrane y Blanco. La corbeta Magallanes iluminaba la ruta, y el Abtao cerraba la
marcha. La velocidad fue de cinco millas por hora. El convoy llevaba dieciséis mil hombres de tropas
de toda categoría, con los caballos, las mulas, los víveres, el material, las municiones, etc.

Como hacía un tiempo soberbio, largas filas de chalanas y pequeños vapores fueron a remolque por
detrás de los veleros remolcados.
Al amanecer, los treinta y dos navíos ocupaban un espacio de diez millas de norte a sud y cuatro millas
de este a oeste.

Llegada a Chilca

A las cuatro horas de la tarde, todo el convoy había anclado. La bahía de Chilca, completamente
segura, abrigó diez naves, después que las canoas, sólo a última hora hubieron dragado, para asegurarse
que no había torpedos. Las otras anclaron delante de la entrada. No se encontró el más mínimo rastro
de enemigos en esta costa desierta y arenosa, donde sólo se ven algunas miserables chozas de
pescadores.

Sin embargo los treinta kilómetros que había que hacer hasta Lurín, no pudieron ser recorridos en una
sola etapa, y la ruta a seguir pasa cerca de la bahía, a través de montañas de arena, con pendientes
impracticables para la artillería. Los desfiladeros de los que se ignoraba la situación exacta, ofrecían a
los peruanos, facilidades para inquietar a las columnas.
No se llevaron pues a tierra más que los soldados de caballería, para tomar informaciones en Chilca.
Algunos debían ir delante de la brigada Lynch (ver cartas I y II en páginas 54 y 76, respectivamente).
Durante este intervalo, es decir, también a último momento, el Blanco, con el ministro de guerra,
buscaban otro punto de desembarco más al norte, y encontraron, a cinco millas de Chilca, la ensenada
de Curayaco.

Al día siguiente, veintidós, desde del alba, los navíos levantaron anclas para fondear en plena costa en
el lugar indicado. La tranquilidad del mar y la debilidad del viento permitieron a los capitanes
colocarse, sin ningún riesgo, cerca de las rocas; tres navíos pudieron entrar en la misma caleta. El
Abtao, a bordo del que estábamos con el coronel Gana, ancló muy cerca de la playa, lo que nos
permitió ver bien todos los movimientos.

Una chalana fue conducida al punto D para servir de desembarcadero. Pero sólo la parte de adelante
había encallado, y la resaca muy ligera sin embargo, producía pequeños movimientos irregulares y
bruscos que hacían incómodo el pasaje por sacos amontonados confusamente.

El desembarque se hizo por medio de chalanas de la forma indicada en el croquis adjunto, que podían
contener más o menos sesenta y cinco soldados equipados, que permanecían de pie. Las chalupas a
vapor, en muy pequeño número, y las canoas a remo de las naves de guerra, sirvieron para el remolque,
A veces aún, las chalanas fueron solas a tierra por medio de dos grandes remos. Esto hizo aún más
lenta la operación.

Croquis 1: Caleta de Curayaco

El primer día descienden tres regimientos (Chillán, Tercero de línea, Esmeralda), que acampan cerca de
la playa N, a tres kilómetros del punto D. En esta playa, se puede en ciertos momentos, desembarcar
varios cañones de campaña. Una partida de caballos y la mayoría de las mulas se ponen en el mar,
dirigiéndose a nado, hacia la playa B, donde las esperan los soldados. La colocación en tierra de
dieciséis mil hombres y de una pequeña cantidad de víveres tomó cuatro días enteros. Los primeros
navíos disponibles van a Pisco a buscar la brigada Amunátegui y la desembarcan el 27 de diciembre.

Croquis 2: Chalana

Más tarde, varios navíos anclan delante de la caleta muy abierta de Jaguay, a cinco millas
más al norte, para colocar artillería, ambulancias, etc.

El Toro, echa anda a doscientos o trescientos metros de la playa donde las chalanas son conducidas por
un aparato en vaivén fijado a este vapor. Numerosos soldados y marinos los descargan inmediatamente
en seco. La chalana vacía es llevada al agua y remolcada a cierta distancia por el Toro. Hay resaca, y
varios cargamentos son inundados por las volutas en el momento de llegar a tierra.

Durante tres semanas los víveres y las municiones se acumulan en esta playa y en la de Curayaco. Pero
una parte del parque general y muchas provisiones quedan a bordo hasta Chorrillos y aún hasta el
Callao, después de las batallas.

Entrada de Lurín

El veintidós, inmediatamente después de haber anclado, se había enviado en reconocimiento cien


jinetes, que volvieron por la noche, anunciando la presencia en Lurín de cuatrocientos a quinientos
peruanos, como máximo.
El veintitrés muy temprano, la brigada Gana se pone en marcha; un piquete de caballería de vanguardia
es recibido con algunos tiros, que no tuvieron efecto, y la tropa ocupa esta miserable aldea.

Cuando se supo de la entrada pacífica de las primeras fuerzas, la alegría fue general en el ejército.

No se podía creer que los peruanos no hubiesen defendido los accesos de agua. El agua, es el asunto
por excelencia en este país de arena, y el recuerdo de los sufrimientos pasados en el desierto durante la
marcha sobre Tacna atormentaban todos los espíritus.

En este momento, los navíos veían disminuir sus provisiones, no obstante la producción continua de los
aparatos de destilación. Si hubiera habido una resistencia un poco seria, se hubiera debido esperar que
las tropas desembarcadas fuesen bastante numerosas para marchar conjuntamente sobre Lurín, y se
hubieran encontrado en una situación bastante delicada.

De Curayaco a Lurín (ver carta II en página 76), hay dieciocho kilómetros de una ruta bastante plana
pero muy arenosa, donde el pie se hunde profundamente a cada paso. La marcha es penosa y muy lenta,
aún a caballo.

Las tropas desembarcadas cada día partían generalmente a la mañana siguiente, a tres horas de la
mañana, después de haber pasado la noche en la playa N.
Durante este tiempo se hacen reconocimientos del país alrededor de Lurín. Una de las patrullas, fue
recibida hacia Manchay por un fuego nutrido de los peruanos emboscados en los bosques, y debió
volver con dos muertos y algunos heridos.

Marcha de la brigada Lynch, por tierra (ver cartas I y II en págs. 54 y 76, respectivamente).

El 25 y 26, llegan sucesivamente, después de ocho días de marcha, las dos mitades de la brigada Lynch,
que se seguían con 24 horas de intervalo, de modo de facilitar el aprovechamiento en víveres y agua.
Había varias etapas situadas en localidades pobres, o con pocas aguadas, a las que había que dejar el
tiempo de llenarse.

Entre Lurín y el Tambo-de-Mora, se extiende en una longitud de 180 kilómetros más o menos, una
sucesión de llanuras y montañas arenosas, entrecortadas de tanto en tanto por valles, cuyos ríos tienen
un régimen muy desigual, pues pasan, de acuerdo a las estaciones, de una abundancia torrencial a la
más extrema sequía. En los ricos valles de Cañete y de Mala, los ríos corrían ya, aumentando cada día
su caudal, mientras que aún no había arribado a los de Asia y de Chilca. La carta número uno muestra
que los dos tercios del camino atraviesan espacios muy áridos, y, aún en los valles, raramente son
abrigados por los árboles. No son lo más a menudo, sino zanjas llenas de arena y de polvo. De este
modo la marcha tenía que hacerse hacia el fin del día y antes de la salida del sol; en varias ocasiones, se
utilizó la claridad de la luna para marchar durante más tiempo. Al cabo de una hora, se daba un
descanso de por lo menos, un cuarto de hora.

Pero el paso, era muy lento, y a menudo había que marchar aún bajo un sol ardiente, que se hacía aún
más penoso por la reverberación sobre el suelo desnudo. En estas condiciones, la regularidad no era
grande: los regimientos se alargaban hasta ocupar una longitud de un kilómetro (para mil hombres),
distancia que se disminuía un poco al acercarse a los valles.

Los peruanos trataron con desidia el dificultar la marcha de los chilenos, que hubieran podido lograr
organizando bandas de partidarios (montoneras).
Desde Lima se había enviado un regimiento de caballería para vigilar y molestar a las columnas
enemigas.

Su acción no tuvo ninguna importancia, y los veríamos dispersarse algo más tarde.

Llegando a Piedra Blanca, primera localidad al sud de Cañete, los jinetes chilenos, enviados como
exploradores, muy distanciados de las tropas, son recibidos a tiros por Montoneros, que se retiran poco
después. Las tropas se detienen por la noche en el límite del desierto, y parten por la mañana a las seis,
en dirección a Cañete.

Se recaudan contribuciones en dinero y víveres (en ganado especialmente) en los ricos propietarios de
este valle, y sin perder tiempo, el mismo día, a las cuatro de la tarde, se ponen en camino todas las
tropas, para la etapa siguiente; pero por la noche se llega a caminos inundados y destruidos
voluntariamente, donde varios caballos pierden pie en ciertos lugares. Es necesario volver hacia atrás,
esperando la salida de la luna. La segunda media brigada, que se dirigió directamente de Piedra Blanca
a Cerro Azul, no tuvo obstáculos en su camino.

En Bujama, en el límite del valle de Mala, la caballería chilena sufre algunas descargas de mosquetería.
Como caía la noche, se detiene para esperar las tropas, que llegan a las once de la noche.

Durante el día, se atraviesa esta hermosa región por caminos encajonados entre bosques tupidos; allí se
emboscan los peruanos, que descargan algunas salvas casi a quemarropa. Pero los tiros, mal asegurados
pasan demasiado alto y no pueden detener la marcha.

Dos paisanos tomados con las armas en la mano son fusilados.


La segunda media brigada salió a la mañana siguiente, disparando con el cañón sobre grupos colocados
en las posiciones dominantes.

Pero todas estas pequeñas escaramuzas no tuvieron importancia, puesto que las pérdidas de los chilenos
se limitaron a dos muertos, cuatro heridos y un granadero tomado prisionero. Sin embargo pudo haber
sido muy fácil, el hacer el pasaje impracticable, haciendo sufrir severas pérdidas a los chilenos.

Hubo pocos rezagados; muchos soldados iban descalzos, o más bien, tenían los pies envueltos en
bandas de tela y de piel, para no sufrir el calor excesivo del suelo.
La columna se había aumentado grandemente por el camino. Más de mil chinos habían venido a
ponerse a disposición de los regimientos, esperando de este modo verse libres de sus compromisos con
sus dueños. La esperanza de saquear a Lima, no era extraña a la presencia de muchos de ellos. Mientras
tanto, ayudaban a los soldados a llevar sus armas y equipajes. Se habían recogido en el camino más de
seiscientos asnos, que se les cargó con sacos, armas y utensilios de cocina. Las mulas llevaban los
víveres y los barriles de agua.

Regimiento de caballería peruana


tomado o dispersado

La caballería del coronel Sevilla, que había vigilado a la brigada Lynch, vino el veintisiete por la noche
a la ligera sobre las avanzadas chilenas, del lado de Manchay; los músicos por delante, sorprendidos
por las descargas del batallón de Curicó, se echaron sobre los lanceros, que cayeron a su vez sobre los
flanqueadores (o carabineros). Estos, los únicos que estaban armados con fusiles, contestaron, pero el
combate no duró mucho tiempo. El coronel fue rodeado y tomado con cinco oficiales. (El teniente
coronel fue muerto cuando venía a rendirse a la mañana siguiente). El comandante chileno había
recibido heridas mortales.

Los días siguientes, cerca de 120 jinetes, llevados por el hambre, vinieron a entregarse a los puestos de
vanguardia. Los rifleros habían podido pasar a favor del desorden y la obscuridad. Llegaron a Lima.
Otros remontaron el valle.
Capítulo Sexto

Campamento de Lurín (ver carta ii bis) /

Composición del ejército /

Armamentos de los soldados. Artillería /

Posición de las tropas /

Recursos /

Reconocimientos /

Defensas peruanas:
Primera línea: Villa, San Juan, Chorrillos / Segunda línea: Miraflores (ver carta iii)/

Planes de ataque /

Partida de Lurín, el 12 de enero por la noche. Orden. de marcha (ver carta iii)
Campamento de Lurín (ver carta II bis)*
Composición del ejército

El 28 de diciembre, el ejército chileno expedicionario, se encontró reunido en el valle de Lurín,


alojándose en cabañas de follaje de un agradable aspecto.
Se componía de 24.000 hombres más o menos, de los que mil cien eran de caballería y cerca de mil
cuatrocientos artilleros, sin contar el tren, ni las ambulancias, donde fueron llevados los chinos para
hacer la prestación de servicios.
El cuadro siguiente muestra la repartición de los diversos cuerpos del ejército:

General en jefe:

Don Manuel Baquedano, general de división.

Ministro de guerra en campaña:

Don José F. Vergara, coronel de guardia nacional.

* El coronel de ingenieros don J.F Gana siguió los cursos.

Jefe del Estado Mayor General:

Marcos 2° Maturana, general de brigada.


PRIMERA DIVISION

Capitán de navío, coronel Lynch

Primera brigada: coronel J. Martínez

Un regimiento de línea: El Segundo (ocho compañías).


Regimiento de guardia nacional movilizada: El Atacama (ocho compañías).
Regimiento de guardia nacional movilizada: El Colchagua (ocho compañías).
Regimiento de guardia nacional movilizada: El Talca (ocho compañías).
Regimiento de guardia nacional movilizada: La Artillería de Marina (ocho compañías).
Batallón de guardia nacional movilizada: El Melipilla (seis compañías).

Segunda brigada: coronel Amunátegui

Un regimiento de línea: El Cuarto (ocho compañías).


Regimiento de guardia nacional movilizada: El Chacabuco (ocho compañías).
Regimiento de guardia nacional movilizada: El Coquimbo (ocho compañías).

SEGUNDA DIVISIÓN

General de brigada E. Sotomayor

Primera brigada: coronel de ingenieros J. F. Gana.


Regimiento de línea: El Buin (1° de línea, ocho compañías).
Regimiento de guardia nacional movilizada: El Esmeralda (ocho compañías).
Regimiento de guardia nacional movilizada: El Chillán (ocho compañías).
Segunda brigada: coronel Barbosa
Regimiento de guardia nacional movilizada: El Lautaro (ocho compañías).
Regimiento de guardia nacional movilizada: El Chacabuco (ocho compañías).
Batallón de guardia nacional movilizada: La Victoria (seis compañías).

TERCERA DIVISION

Coronel Pedro Lagos

Primera brigada: coronel Urriola


Batallón de guardia nacional movilizada: El Batallón Naval (seis compañías).
Regimiento de guardia nacional movilizada: El Aconcagua (ocho compañías).
Segunda brigada: teniente coronel Barceló

Regimiento de línea: El Santiago (ocho compañías).


Regimiento de guardia nacional movilizada: Concepción (ocho compañías).
Batallón de guardia nacional movilizada: El Bulnes (cuatro compañías).
Batallón de guardia nacional movilizada: El Caupolicán (seis compañías).
Batallón de guardia nacional movilizada: El Valdivia (seis compañías.).
RESERVA

Teniente coronel Arístides Martínez

Un regimiento de ingenieros, los Zapadores (ocho compañías en cuatro brigadas), ordinariamente a la


disposición del Estado Mayor.
Un regimiento de la guardia nacional móvil, El Valparaíso (ocho compañías, primera brigada de la
tercera división).
Un regimiento de línea, el tercero de línea (ocho compañías, segunda brigada de la segunda división).
Además en Miraflores, se tuvo el batallón Quillota.

CABALLERIA

Un regimiento de tres escuadrones de dos compañías, Comandante general, teniente coronel E. Letelier
los Granaderos a Caballo.

Dos regimientos de dos escuadrones de compañías, los Cazadores a Caballo y los Carabineros de
Yungay.

ARTILLERIA

Comandante general, coronel J. Velásquez


Regimiento N° 1 (dos baterías de campaña, dos baterías de montaña).
Regimiento N° 2 (cinco baterías de campaña).
Artillería de montaña (cuatro baterías de montaña más una de reserva).

La fuerza de un regimiento variaba de uno a otro, entre 900 y 1.150 hombres; la de un batallón de 420 a
550 hombres. Por excepción. el batallón naval compuesto de marineros de Valparaíso, contaba mil
hombres; y era más bien un regimiento. Una compañía representa por lo tanto, por término medio, 130
hombres en los regimientos. En los batallones la cifra es menor, pues hay fuera de cuatro compañías
regulares, una compañía de cazadores y una de granaderos.
Cada escuadrón de caballería tenía 150 jinetes.

Armamentos de los soldados. Artillería

La primera división, el regimiento Buin y el batallón Bulnes estaban armados con fusiles Comblain
(mecanismo a cajón).
Las otras fracciones tenían el fusil Gras, con la espada-bayoneta.

Estas dos armas que empleaban el mismo cartucho prestaron muy buenos servicios. El Gras más
cómodo para maniobrar, tenía más alcance; el Comblain era menos sensible al polvo, pues su
mecanismo es más abrigado.
Para el tiro, se empleaba un cartucho en bricho, muy defectuoso. Para el combate, el estuche de latón.
La caballería y la artillería tenían el fusil a repetición Winchester, de doce tiros, y a percusión central.
El sable francés lo usaba casi toda la caballería, que se encontraba satisfecha. Además, la mayoría de
los soldados colocaban en su media bota derecha un cuchillo (el corvo), que desempeñó un cierto papel
en varios combates.
La artillería, estaba compuesta como sigue:

De 50 cañones de campaña

De 50 cañones de campaña:

12 cañones Krupp de 87 mm., mod. 1879 y 1880 (cierre a cuña).


32 cañones Krupp de 75 mm., mod. 1879 y 1880 (cierre a cuña).
6 cañones Armstrong de 66 mm., mod. 1880 (sistema de cierre a tornillo francés).
De 27 cañones de montaña:
23 cañones Krupp de 75 mm.
4 cañones de 60 mm.

Había además seis ametralladoras Gatling; pero estas últimas muy despreciadas, fueron dejadas de
lado.

Se había comenzado a disponer de cañones-revólver Hotchkiss sobre afuste de campaña; pero no


estuvieron listos a tiempo.

Cada pieza de campaña era llevada por ocho excelentes caballos, a menudo aparejados. Cada batería de
seis piezas tenía 125 hombres y 80 caballos, con la reserva.

Había seis mulas por pieza de montaña; tres para el cañón, el afuste y el tren de adelante; dos para la
municiones, una de reserva.

Para la infantería, las mulas llevaban los cartuchos en cajas de madera. Cada animal tenía 2.500
cartuchos, que conservaban durante los últimos días sin ser descargadas durante la noche.

Posición de las tropas

Los regimientos están colocados paralelamente al río, y vueltos hacia el noreste, en medio de campos
de caña de azúcar o praderas de alfalfa.
La infantería, agrupada por divisiones, está distribuida en siete líneas a la derecha del camino, mientras
que la caballería, la artillería y las ambulancias están escalonadas a la izquierda.
El gran cuartel general se estableció en la hacienda de San Pedro, mientras que el estado mayor general
queda en Lurín.
El ejército ocupa un triángulo de seis kilómetros de base sobre ocho de altura (la base está formada por
una línea paralela al camino). Está cubierta hacia la parte alta del valle por la brigada Barbosa,
acampada en el viejo Pachacamac, a ocho kilómetros de Lurín, y hacia adelante por la brigada
Amunátegui, establecida del otro lado del río, al pie de las gigantescas ruinas del viejo Pachamac,
imponente testigo del esplendor de la antigua civilización peruana (ver El Perú, de Wiener). En esta
dirección, las vanguardias se encuentran a seis kilómetros de la aldea. No había retaguardia:
únicamente los cazadores a caballo podían ser considerados como una protección.

Recursos

La caña de azúcar proporcionaba un forraje muy suficiente, y tanto más apreciado que es casi tal vez el
único alimento del que se dispone para los animales. Algunas razzias en, la parte alta del valle procuran
bastante cantidad de ganado escondido en matorrales casi impenetrables.
El agua circula en abundancia por todas partes, por medio de canales alimentados por el río.
Se trata de reorganizar las tropas, de perfeccionar la instrucción militar, y de completar las municiones
que los soldados han tirado o perdido.
Las mulas venidas con la brigada Lynch fueron de gran utilidad para llevar a Lurín los víveres y
municiones que se desembarcan en las caletas (pequeñas bahías) de Curayaco y de Jaguay.
En los primeros días no se tenían más que cien, que fueron fatigadas por el excesivo trabajo. Con este
refuerzo y otras diversas llegadas, se llegó a la cifra de ochocientos, apenas suficiente.

Reconocimientos

Se exploran los diversos caminos que llevan al valle en la vecindad de Lima, ya sea con la caballería
solamente, o ya con la caballería y la infantería montada; en dos reconocimientos con cañón, la llegada
cerca de las líneas peruanas dio lugar a un intercambio de tiros de cañón.
La Magallanes, con los jefes de la primera y tercera divisiones (Lynch y Lagos), recorre la costa hasta
Chorrillos.

El coronel Barbosa, llevando dos mil hombres y cuatro cañones, efectúa el nueve, un reconocimiento
ofensivo, por el camino más al este, hasta la Rinconada. Los defensores poco numerosos no ofrecen
más que una resistencia insignificante y dejan entrar fácilmente en sus líneas. Bombas automáticas que
estallaban bien por delante de las posiciones, hieren pero sin gravedad, algunos soldados chilenos.

El río que se pasaba por un hermoso puente suspendido que había quedado intacto, indica, salvo en la
desembocadura, la separación entre la hierba y el desierto. Por el norte no se ven más que colinas de
arena con pico redondeado (cerros), dejando entre ellas llanuras estériles, hasta la línea que pasa por
Villa, San Juan, Tebes, la Molina.

La playa ofrece un camino bastante bueno,, plano sobre arena húmeda. Los otros caminos no son más
que rastros que se dirigen entre las colinas, según el capricho de los viajeros.

Los últimos morros limitan por el sudeste la magnífica llanura del Rimac, que desciende hasta el borde
del mar, sobre la bahía del Callao. Pero al Sud, el mar siempre con su marejada, que se llama el mar
salvaje, ha roído las tierras de aluvión y producido barrancas verticales cuya altura sólo en la punta del
Callao, se eleva progresivamente hasta sesenta metros cuando uno se acerca a Chorrillos.
Estas riveras escarpadas están cortadas por barrancos profundos, llamados Barrancas, que hacían
comunicar la meseta con la playa muy estrecha.

Por delante de Lima, situada en el centro de la llanura, y sobre el Rimac, se encontraban dos líneas
defendidas por 25.000 hombres, más o menos organizados, pero sin gran instrucción militar.

El espionaje, bastante fácil no había indicado exactamente a los chilenos, acerca de las fuerzas
defensivas de sus enemigos. Los residentes mismos no sabían mucho más. Por un va y ven continuo de
tropas, Piérola impedía al público darse cuenta del efectivo real. Creemos que ciertas autoridades
chilenas tuvieron sin embargo una idea aproximada de la verdadera situación. Hacia los últimos días de
diciembre, una opinión bastante acreditada en el campo chileno le hacia disponer de 50.000 hombres
armados, cuya mitad eran tropas regulares, y trescientos cañones colocados en los alrededores de Lima
o en la ciudad misma. Esta apreciación muy exagerada disminuye algo la confianza universal en los
resultados de la lucha. Por lo demás, como sucede en toda multitud, los sentimientos muy móviles,
pasaban, sin razón aparente, por las fases más diversas. Sin embargo, el deseo de llegar a Lima, donde
los soldados pensaban encontrar todos los goces, la perspectiva del fin de las miserias sufridas en
medio de las arenas ardientes; el desprecio de sus adversarios, todo les hacía esperar el éxito.

Defensas Peruanas:
Primera línea: Villa, San Juan, Chorrillos

La primera línea se componía de colinas situadas al norte de Villa y corriendo más allá de San Juan,
después de haber hecho un arco de círculo por el este (ver cartas III y IV en págs. 92-93 y 106-107,
respectivamente).

Defendía el acceso de la parte de la llanura donde se encuentran Chorrillos y Miraflores. La línea de las
crestas estaba protegida por parapetos de tierra o por sacos de arena.

Dos o tres pasajes estaban cerrados por pequeñas trincheras cuya masa cubierta tenía de 1,50 metro de
altura y el foso un metro de profundidad.

Algunas de estas colinas tienen de treinta a cuarenta metros por encima de la llanura arenosa por donde
debían venir las tropas de asalto. Una serie de mamelones con parapetos los unía al Morro Solar, cuyo
punto más elevado se encuentra a doscientos ochenta metros por encima del nivel del mar.

Cierto número de cañones de campaña guarnecían las posiciones, pero estaban demasiado dispersos.
La batería del Morro del Fraile (Mamelón del Monje) tenía dos Parrot de 70, un Rodman de 300 y un
pequeño cañón, colocados para responder al fuego de las naves.

Toda la llanura hasta la barranca, está entrecortada por muros de tierra secada al sol (tapias), de 1 m. a
1,20 m. de altura, sobre un espesor de 40 centímetros más o menos.

El Río Surco, derivación del Rimac, alimenta un gran número de pequeños canales de irrigación
(acequias) que se ramifican en medio de los campos de caña de azúcar, y praderas bordeadas a veces de
arbustos vivos y, en los bordes, de algunos sotos pequeños.
Con buenos tiradores, esta línea de defensa hubiera sido muy fuerte; lo que no era el caso de los
peruanos.
Segunda línea: Miraflores

La segunda línea estudiada desde hace más tiempo, constituía una defensa más seria, pero incompleta.
Tenía dieciocho obras (especie de la mitad de un reducto) entre el mar, Miraflores, y el Río Surco en
Salamanca.

Estas obras tenían una longitud de cien metros en el frente.

La profundidad de los fosos alcanza a cuatro metros y los parapetos en sacos de tierra, presentaban un
buen abrigo contra la artillería chilena; los de la izquierda no estaban terminados.

El armamento era en todas partes insuficiente: 8 a 10 cañones de posición para toda la línea, más un
cierto número de cañones Vavasseur de doce y cañones de montaña (entre otros, Grieves de seis
centímetros). En una de estas obras, hemos visto, después de la batalla, un cañón Rodman, todavía
cargado, y que no había tirado ni siquiera el primer tiro.

Pero la causa principal de la debilidad de la línea provenía de que, los intervalos no estaban cerrados
sino por muros, franqueables de un salto de caballo. Estas tapias proporcionaban un abrigo
momentáneo para los defensores, sin detener a soldados resueltos, que podían entonces tomar de revés
las defensas más importantes.

Los peruanos habían volteado una parte de los muros por delante de la línea, para descubrir el terreno
de acceso; en muchos lugares, habían agujereado los muros conservados para tirar a cubierto del fuego
enemigo.

Entre el Rimac y Valverde, el río Surco ofrece un obstáculo serio. La corriente es muy fuerte y la
anchura de agua menos de cuatro metros. Pero aquí, como en otras partes, los puentes no habían sido
destruidos.

Por detrás, dominando toda la llanura, las montañas San Cristóbal, San Bartolomé y Piño, habían
recibido varios cañones que podían contribuir a la protección de la segunda línea. Hacia Ate, había
pocos preparativos.

Los reconocimientos y algunas indicaciones de fuentes diversas nos hicieron saber, que desde el
desembarco, el grueso de las fuerzas peruanas se encontraba en la primera línea, con las reservas de
Miraflores.

El aspecto de la carta muestra que las fuerzas de asalto debían encontrar:


1°) Las dos líneas, que seguían el borde del mar.

2°) La segunda línea solamente, dirigiéndose a mitad de distancia entre el mar y el Rimac.

3°) Y por decir así, ningún obstáculo fortificado, cerca del Rimac
Planes de ataque

Esta situación dio nacimiento a dos planes:

l°) Avanzando por Manchay y Pachacamac sobre Ate, se daba vuelta a las posiciones por la izquierda y
se cortaba al ejército peruano de sus líneas de retroceso, ya sea hacia Ancón por el norte, o hacia el
interior por la vía férrea Transandina .

Se podía apoderarse de Lima y aún del Callao antes que estos puntos fuesen eficazmente socorridos, y
el ejército peruano tomado por la retaguardia, hubiera sido reducido sin un combate serio.

Es verdad que se exponía a si mismo a ser sorprendido durante una marcha de flanco, y a ver
comprometida su retirada por un enemigo un poco emprendedor. Entonces el menor fracaso se
convertía en derrota. El camino a recorrer, es por lo demás, más largo que los otros, bastante penoso, y
difícil para la artillería. Pero en las condiciones actuales, se tenían muchas probabilidades de éxito, sin
riesgo de grandes pérdidas.

Algunos de los hombres más inteligentes del ejército, y el ministro de guerra entre otros, pensaban en
esta forma.

2°) El otro plan consistía en marchar sobre las defensas de Villa y de San Juan, para abordarlas de
frente. La lucha debía ser sangrienta. Pero, para llegar al enemigo, había un camino más corto y más
fácil; la retirada estaba asegurada sobre el valle de Lurín, y se podía utilizar la ayuda de la escuadra.

En caso de resultar, se encontraba en Chorrillos un punto de reabastecimiento cómodo, y se tendría


toda la facilidad para formarse nuevamente antes de atacar la otra línea, en la que los defensores
estarían desmoralizados por la primera derrota.

El general en jefe adoptó esta manera de ver, no obstante la oposición de personas autorizadas.

El general permaneció inquebrantable, y en un consejo de guerra, inclinó a un cierto número de jefes a


su opinión. Los otros, no tuvieron más que obedecer. Aquí, más que en Tacna o en otras batallas, salvo
Los Ángeles, hubo profundas combinaciones. Se fue hacia el enemigo. El entrenamiento del soldado,
su buen armamento, su organización muy superior a la de los peruanos, dieron la victoria bajo el
vigoroso impulso de los jefes.

Partida de Lurín, el 12 de enero por la noche. Orden de marcha

La división Lynch,* de unos 6.700 hombres de infantería, parte a las cuatro de la tarde y

..........

* Llegando a Chilca, después del ejército, el general Villagrán encontró la orden de separarse de su
división, y de dirigirse a Santiago a disposición del gobierno. Era un hombre galante que fue golpeado
sin haber podido defenderse. El coronel Lynch, capitán de navío antes de la guerra. fue recompensado
por su conducción feliz de su brigada por tierra, con su nombramiento en el comando de la primera
división, en lugar del general.
marcha entre la playa de Conchán y el telégrafo. Debe detenerse más o menos a una legua de Villa, su
objetivo.

El regimiento Coquimbo y el batallón Melipilla, sacados de la primera división, siguen la playa con una
brigada de artillería y el parque de la división.

La segunda división (general Sotomayor) teniendo cerca de seis mil infantes, se pone en marcha a las
cinco de la tarde y toma el camino B, que lleva cerca de la Capilla, de modo de encontrarse al este de
las colinas de San Juan.

La artillería de montaña de estas dos divisiones queda enganchada. La tercera división (coronel Lagos),
de cerca de 5.200 hombres, toma a las siete el camino del telégrafo. Tiene orden de sostener el flanco
derecho de la segunda división, y oponerse, por el norte, a los ataques del ala izquierda peruana.

La reserva (teniente coronel Martínez), que comprende 3.100 soldados, sigue el mismo camino más o
menos, con las baterías de cañones Armstrong. Debe quedar por detrás de las tropas, pronta para acudir
en socorro de cada una de las divisiones.

La segunda y la tercera divisiones llegan a la media noche a la Mesa Tablada, la reserva lo hace sólo a
las dos de la mañana. Al llegar a los puestos indicados, los hombres se acuestan sobre la arena.

La caballería, llega a las cuatro, y casi toda la artillería de campaña, debe quedar a disposición del
general en jefe.

Las numerosas mujeres que seguían al ejército son retenidas en el campamento, en el que dos
compañías cuidan de los enfermos y los bagajes. Se impide el paso de los asnos, cuyos gritos podían
llamar la atención al enemigo.

Los soldados parecen decididos y contentos de marchar finalmente hacia el fin, por largo tiempo
perseguido.

Al partir, ponen fuego a las ramadas (cabañas de hojas) desecadas. El valle parece por completo en
llamas y el humo cubre el paisaje hacia lo lejos. Los cartuchos desparramados por el suelo estallan por
millares. Este cuadro pintoresco y salvaje nos prepara a las escenas de Chorrillos.

El general en jefe y el estado mayor dejan San Pedro a las diez horas y media de la noche. Nosotros
pasamos rápidamente a los diversos cuerpos, cuya marcha es muy lenta. La artillería avanza con
grandes dificultades. En los pasajes difíciles, se desengancha una pieza de cada dos, para arrastrarlas
sucesivamente con un doble atalaje.

La extensión arenosa, surcada por largas filas negras de soldados, toma un aspecto lúgubre bajo los
rayos lunares.

Los ruidos sordos de los pasos en la arena y las voces sofocadas, turban confusamente el silencio de la
noche.

Los espíritus más débiles se dejan invadir por una impresión melancólica por el aspecto solemne y
triste ala vez de esta masa humana, en la que la muerte va a hacer bien pronto una amplia cosecha. Las
conversaciones mantenidas en voz baja tienen un acento más grave que la víspera. Se experimenta
simpatía para con los compañeros de camino, y que tal vez no se les verá nunca más. Las horas pasan
con una lentitud desesperante en la espera de lo desconocido, y el alba, a pesar de todo, tarda mucho en
aparecer.

Llegamos a la una y media al pie de la Mesa Tablada y, después de un va y ven prolongado, podemos
ponernos en cuclillas, teniendo nuestros caballos por la brida.

Hacia las tres horas, comienzan a formarse nubes y bien pronto una niebla húmeda desciende sobre la
meseta y vela frecuentemente la luna sin obscurecer la noche. A las tres y media de la mañana, el 13 de
enero, la primera división se pone de nuevo en marcha para acercarse a las líneas enemigas. Formados
en batalla detrás de una línea de tiradores, avanza con bastante regularidad; a las cinco ocupa sus
posiciones.
Capítulo Séptimo

BATALLA DE CHORRILLOS

Primera parte: Villa y San Juan /


Cargas de caballería /
Suspensión del combate a la derecha de los chilenos /
Fracaso momentáneo de la primera división / Refuerzos a la izquierda /

Segunda parte: Morro del Solar, Chorrillos /


Baterías chilenas / Toma de la ciudad /
Fin de la batalla / Pérdidas /
Utilización relativa de las tres armas /
Incendio de Chorrillos /
Franquicias ofrecidas a los vencidos /
Entrevista de los ministros extranjeros con Baquedano. Tregua de un día /
Colocación de las tropas (ver carta iii) /
Acción de los neutrales /
Los soldados peruanos hacen fuego sobre Baquedano
Primera parte: Villa y San Juan

Primera división en Villa. En el momento de esta detención, los defensores de Villa que habían notado
el movimiento desde las cuatro horas, gracias a la vaga claridad de la noche, abren el fuego sobre las
tropas asaltantes.

El ruido de la fusilería, es cubierto cada tanto por el del cañón, y nos hace salir bruscamente del estado
de somnolencia, del que no podíamos librarnos.

Los caballos relinchan, se inquietan y se agitan. Montamos precipitadamente y el cuartel general se


traslada al vértice de la colina.

La bruma esconde completamente el Morro Solar, y no deja ver sino indistintamente las alturas que se
vislumbran. El día no está aún levantado. Por lo tanto, la artillería de montaña de la primera división y
la batería de la reserva son obligadas a interrumpir su fuego, pues no ven un fin suficientemente
dibujado, y temen atacar a sus propias tropas.

La división Lynch toma bastante rápido las primeras líneas de Villa; los regimientos amontonados en
una extensión restringida, y no pudiendo desplegarse, avanzan en varias filas espaciadas, por detrás de
los tiradores.

La resistencia parece ser más enérgica en las colinas K y J, la reserva entra en línea hacia las 5,45
horas, tal vez prematuramente (o más bien cesa de ser reserva, y este papel es en realidad el de la
tercera división); ataca las colinas J, I, donde se oye entonces una violenta descarga de fusiles. Hacia
las 6,10 horas cesa la defensa.

Los soldados de la primera división habían en parte, vuelto sobre la derecha después de tomar las
poblaciones K, J, para ayudar a la reserva que ataca entonces los montículos H por la línea de las
crestas. Una vez ocupados estos puntos, la reserva se dirige hacia San Juan y se detiene esperando
órdenes.

En la extrema izquierda, el Coquimbo y el Melipilla habían tomado la colina P, y se habían vuelto a


formar en la vana espera de nuevas instrucciones.

Escuadra. La escuadra, colocada cerca de la Punta Solar, ayuda la primera división tirando sobre los
parapetos, pero su fuego no es muy activo. Teme tirar sobre tropas amigas, y no quiere arriesgarse del
lado de la batería del Morro, ni hacia el lugar donde la presencia de torpedos le parece probable.

Después de haber visto desaparecer el último enemigo sobre su derecha, la división Lynch se oblicua
hacia las colinas L, cuyas crestas le esconden el Morro Solar, sobre el que no se ve ningún defensor.
Sin embargo Piérola hace acercar tropas para la defensa de Chorrillos y el Morro. El mismo se dirige a
las crestas que debe defender el ministro Iglesias.

El Chacabuco y el cuarto de línea están entonces comprometidos, seguidos de muchos aislados,


principalmente del Talca. Los otros regimientos vienen entonces a apoyarlos, pero sin orden; pues se
ataca varios puntos a la vez, y el escalamiento de pendientes irregulares ha producido la dislocación de
batallones y aún de las compañías.
Los oficiales hacen los más grandes esfuerzos para tener a la mano estos grupos de soldados, que
diezman las balas enemigas. La resistencia obstinada de los peruanos hace más lento aún el
escalamiento. Una vez llegados a las líneas de los parapetos, los chilenos ven a los defensores huir
hacia Chorrillos por el camino X; los acompañan con sus fuegos, pues la fatiga era demasiado grande
para pensar en su persecución.

De 7,10 a 8 horas, el fuego iba en disminución. Hacia las ocho, la primera división ensaya el
reconstruir los grupos con soldados de diversos regimientos confundidos.

Segunda división. San Juan. La segunda división que se equivocó de camino a consecuencia de la
niebla, llega con retraso al pasaje y, y su primera brigada no entra en lucha contra las colinas F, sino a
las seis de la mañana.

He aquí en primer lugar el Buin (primer regimiento de línea) de tiradores, un batallón delante de otro,
apoyado por la artillería; este regimiento avanza como en ejercicio, ejecutando sus movimientos al
toque de clarín. No dispara ningún tiro, hasta no estar a quinientos metros de las crestas: y las aborda
rápidamente a la bayoneta, no obstante las pérdidas enormes que aclaran sus filas.* Raros de-

........

* Por la mañana, más del treinta y seis por ciento de sus efectivos fue muerto o herido.

fensores, pueden encontrar su salvación en la fuga. Se establecen cañones sobre estos montículos para
batir la colina E. El Buin se dirige oblicuamente hacia la izquierda, para envolver a los peruanos
cercados en San Juan, donde los cadáveres se amontonan.

Cada tanto, en medio de los soldados, se ve una nube de tierra: es una mina que estalla.

El Esmeralda, sigue a novecientos metros por detrás, teniendo un batallón de tiradores, y otro batallón
en columna por compañía. Pero este último es obligado a desplegarse también, a causa de las grandes
pérdidas que le inflingen las balas enemigas. El primer batallón se dirige hacia la izquierda del Buin
para tomar la altura vecina y la trinchera, que los defensores dejan en el momento del ataque. El otro
batallón se apoya sobre la derecha.

El Chillán, después de haber seguido en columna por sección, marcha en batalla, un batallón detrás de
otro, desplegándose después casi enteramente en tiradores, oblicuándose algo hacia la derecha, hacia
las colinas E. Después de haberse apoderado de ellas, vuelve hacia San Juan y se reúne con el resto de
la brigada Gana, que se reforma de siete horas y
media a nueve horas más o menos. Una compañía cuida de los heridos y los raros prisioneros.

La brigada Barbosa, el Lautaro a la cabeza, se había apoderado de las colinas E, provistas de cuatro
cañones. El ataque es sostenido por una parte de la primera brigada, tal como se ha visto más arriba. El
Lautaro, después del escalamiento persigue con ayuda del Curicó a los enemigos, que no lo esperaban.
El Curicó, sigue hacia el lado de R; pero los destacamentos chilenos se han dispersado, y los peruanos,
que se sienten más cerca de su apoyo, retoman coraje para resistir.

Cargas de caballería

Es entonces (a las 7,30 horas) que ordena Baquedano a los granaderos y carabineros el cargar en la
dirección norte.

Los carabineros se lanzan hacia Tebes. Los granaderos se precipitan por el camino de la Palma, sable
en mano, haciendo oír un grito extraño, el Chivateo, aturdidor y salvaje. Sus brazos se fatigan en
golpear a los enemigos perdidos, y el ardor de la persecución, les impide saber que su comandante
(Yavar) ha caído mortalmente herido. No pudiendo ir más adelante, a causa de las dificultades del
terreno, la caballería vuelve a San Juan, perseguida durante algún tiempo por los cañones de Piño.

Tercera división. La división Lagos había sido también retardada por la niebla que no permitía dirigirse
por en medio de las ondulaciones arenosas y desprovista de todo indicio de reconocimiento. Guerrillas
(líneas de tiradores) de Santiago y del batallón naval, habían desalojado a los peruanos emboscados el
norte de la colina D.

Suspensión del combate a la derecha


de los chilenos

Sobre la derecha chilena, todo combate había cesado después de las ocho horas. El general en jefe
recorría esta parte del campo de batalla, recibiendo aclamaciones, y se felicitaban entre amigos el haber
salido sanos y salvos del entrevero (refriega). La caballería y la artillería hacían pacer sus caballos. Los
soldados erraban en los campos buscando pasteques y batatas dulces. Ciertos cuerpos recogían a sus
heridos. Era un período de descanso para las segunda y tercera divisiones.

Minas. Se puso a caballo un Peruano prisionero para indicar las posiciones de las minas y bombas
automáticas que explotaban por la presión de un cuerpo cualquiera (soldados, caballos, etc.). Pero no
existían en ningún lado. Los mismos oficiales peruanos no conocían siempre el lugar. Así, después de
algunos accidentes, los soldados fueron muy circunspectos para salir por delante de sus parapetos.
Este medio de defensa, que mató pocos enemigos, fue muy penoso para aquellos que los utilizaron.
Paralizó ciertos movimientos, y produjo especialmente en los chilenos, una exasperación a la que puede
atribuirse el tan gran número de víctimas de las primeras horas.

Fracaso momentáneo de la
primera división

La primera división creía no tener que tomar más que una línea de defensa, y el coronel Lynch dio la
orden de avanzar para apoderarse de estas posiciones cuya caída, desde su punto de vista, aseguraba la
victoria. Hizo prevenir al general en jefe que no tenía entonces ninguna indicación sobre su izquierda.

Repentinamente, hacia las ocho y media, los cañones de todo el macizo del Solar abren el fuego sobre
el ejército chileno. Los soldados avanzan apenas, pues de este lado el monte ofrece paredes cortadas a
pico, o pendientes rápidas con senderos de cabras donde se deslizan a menudo sin poder detenerse. Los
tiros de fusil y las balas de cañón hicieron grandes destrozos y siembran el malestar entre las tropas.

Los soldados dudan. Los peruanos reforzados retoman la iniciativa, salen de sus trincheras y avanzan
contra el Cuarto de línea, el Atacama y el Segundo de línea, que son obligados a volver a las posiciones
precedentemente conquistadas y aún, dejar dos en poder del enemigo. El Segundo de línea, el mismo
que había perdido su bandera en Tarapacá, combatió en desorden todo el día.

El coronel Lynch, con sus jefes de estado mayor hace esfuerzos sobrehumanos para unir a los soldados.
Los exhorta, les muestra el pabellón chileno flotando ya en un punto del monte, y pide incesantemente
refuerzos al general en jefe (9,30 horas). Pero las fuerzas están extenuadas y el desorden es demasiado
grande. Es necesario retomar aliento. De 10 a 10,30, se decide detenerse.

Refuerzos a la izquierda

Los refuerzos pedidos se acercan; las zapadores y el Tercero de línea vienen de San Juan, por el norte,
entre Chorrillos y la situación actual de la división; la brigada Barceló (de la tercera división) llega por
la izquierda L. El Coquimbo y el batallón Melipilla, después de una larga inacción, se han puesto en
marcha por propia iniciativa para escalar el Morro Solar por el sud.

Tienen buen éxito en su empresa, y colocan su bandera en el mismo momento del fracaso de la primera
división.
Hasta las diez horas no hay más que raros tiroteos.

Desde las nueve y media las baterías de montaña de la división Sotomayor (segunda) se han dirigido
hacia Chorrillos para abrir el fuego contra la ciudad y edificios exteriores. La brigada Gana, con el
Esmeralda a la cabeza, avanza apoyada en la brigada Urriola, para apoderarse de la ciudad. La
caballería queda en el medio de la llanura, no lejos de San Juan.
Segunda parte: Morro del Solar,
Chorrillos

A las diez y media más o menos, casi simultáneamente en los diversos puntos, comienza una segunda
batalla, la de Chorrillos propiamente dicha.

El Aconcagua y el Santiago, que no han combatido todavía, suben con rapidez por las pendientes. del
sudeste del Morro Solar, haciendo retroceder a sus adversarios, mientras que el Coquimbo y el
Melipilla, más hacia la izquierda, ganan también terreno.

Las zapadores y el Tercero de línea, por la garganta. Y, se dirigen con dificultad hacia las cimas, bajo
un fuego muy violento, especialmente a las once horas.

Baterías chilenas

La llegada del tercero de línea ha liberado las tres baterías de montaña del mayor Jarpa. Los cazadores
a caballo enviados del lado de Chorrillos, vuelven hacia atrás, pues no pueden franquear los obstáculos
del terreno. Descubiertas por este movimiento, las baterías habían visto la infantería peruana salir de
sus abrigos y avanzar hasta cincuenta metros de las piezas, no obstante su tiro de metralla y el fuego de
los Winchester. La primera división, habiendo tenido tiempo de reponerse, y viendo los refuerzos ya en
contacto con el enemigo, que se debilita, vuelve a seguir su escalamiento (de Z hacia X).

Hacia mediodía, las baterías de campaña de los capitanes Nieto y Montauban hacen fuegos de conjunto
sobre el Morro del Fraile. Los tiros son bien dirigidos. Sin embargo, la batería peruana, aunque
abrigada solamente por el lado del mar, responde largo tiempo por tiros lentos, pero bien dirigidos.

A las 12,30, las cimas del Morro Solar son ocupadas por el Coquimbo y la brigada Barceló. (Las
baterías chilenas no conocen este éxito y disparan todavía cierto número de cañonazos, cayendo las
balas en medio de sus tropas).

Los peruanos son rechazados hacia la cima N, y después entre el espacio N y O. Piérola, viendo que la
fortuna se le volvía adversa, se ha retirado ya a Miraflores. Los defensores del Morro, huyen en gran
número por la playa, bajo el fuego del Buin, que ocupa la rivera.

Toma de la ciudad

Durante este tiempo se libraba en Chorrillos un combate encarnizado por las dos partes. Los peruanos
efectúan un tiroteo nutrido desde las terrazas y ventanas. Los chilenos hunden las puertas, penetran con
la bayoneta calada, o pegan fuego. Nadie pide cuartel, siendo la lucha muy viva. El ataque es obligado
a veces de suspender su marcha; se avanza de calle en calle, de casa en casa. Más de un grupo prefiere
hundirse en las llamas, no obstante las proposiciones hechas por el comandante del Esmeralda. Los
defensores de una casa matan asimismo un oficial peruano prisionero enviado para decirles que se
rindieran. Pero, asaltados por todos lados por las llamas y las balas, los peruanos no pueden continuar
la resistencia.

Hacia el fin del combate, un tren que venía de Miraflores con tropas y cañones, debió retroceder bajo el
fuego de las baterías chilenas.

Fin de la batalla

Los últimos tiros de fusil son disparados al Morro del Fraile, donde cerca de dos mil hombres, que
tenían la retirada cortada, sostienen hasta las dos horas, los ataques de las diversas fuerzas dueñas de
las alturas.
La batalla cesa entonces.

No se pensó en seguir durante más largo tiempo a los que huían. Las líneas de Miraflores estaban
intactas; las tropas no habían comido nada desde la víspera, si no era más que un poco de bizcocho y de
charqui (correhuelas de carne secadas al sol). Una noche sin sueño, después de un largo camino sobre
la arena, seguido de un día de combate en terreno difícil, bajo un sol de los trópicos, había abatido a las
fuerzas.

Las tropas acamparon en los lugares que ocupaban. al fin de la batalla; la división Lynch al pie del
Morro Solar. Hubo que reunir a los dispersos errantes por los campos y en la ciudad (ruda tarea que no
se pudo cumplir), y recoger los heridos distribuidos en una extensión de treinta kilómetros cuadrados.

Pérdidas

Se conocen poco las pérdidas de este día.. Los chilenos debieron tener 2.500 muertos o heridos, y los
peruanos alrededor de 5.000 hombres fuera de combate (se ha dicho que hasta 8.000); en estos últimos
la proporción de los muertos era mucho mayor que en los vencedores. Pero no se podrá tener jamás la
cifra exacta. Hubo 1.700 prisioneros más o menos, provenientes en la mayor parte del Morro del Fraile.
Los peruanos tuvieron tres generales heridos, ocho coroneles muertos y cuatro heridos. Entre los
prisioneros, hemos visto al ministro de guerra, Iglesias, el coronel Piérola (hermano del dictador),
herido en la mano, y otros diez coroneles. No hay que perder de vista que en el Perú, el número de
coroneles es considerable.

Utilización relativa
de las tres armas

Los dos tercios del ejército chileno habían entrado en línea, para combatir seriamente. Algunos
regimientos chilenos, el Buin especialmente, dieron prueba de un brío muy notable (empuje),
avanzando resueltamente sobre un terreno enteramente descubierto, bajo un fuego terrible, y en medio
de numerosas minas automáticas.
Los numerosos muros que separaban las propiedades cultivadas, hicieron limitar el uso de la caballería
a dos cargas, contra tropas desbandadas.

Cincuenta y cuatro cañones chilenos sirvieron, pero muy desigualmente. Una brigada de once piezas de
montaña disparó 1.300 tiros. Otras menos de diez por pieza. En ciertos fuegos de batería, se veían
llegar las balas, bien agrupadas cerca del blanco (son los oficiales los que apuntan). El efecto material
no fue sin embargo bastante grande. Así por ejemplo, en la batería O, expuesta a un fuego violento, una
sola pieza fue alcanzada.

Incendio de Chorrillos

La lucha sostenida en Chorrillos fue fatal a esta hermosa ciudad* , no obstante los esfuerzos del general
en jefe, que se instaló en el centro del más hermoso barrio, en el espléndido hotel de un antiguo
presidente del Perú. Piquetes de caballería ensayan el hacer salir de la ciudad los muy numerosos
soldados dispersos, después de la victoria, pero es en vano.

El incendio que nadie pudo combatir, se extiende con rapidez en medio de construcciones débiles y
secas. De la terraza del cuartel general, veíamos las llamas empujadas por la brisa del mar, avanzar
como olas al asalto de

........

* Chorrillos es el Trouville del Perú. Durante la estación cálida (enero-abril), los ricos habitantes de
Lima viven en verdaderos palacios.

nuestra casa; se llega a saber que se encuentran en la vecindad depósitos de cartuchos y obuses. No hay
más que dudar. A las ocho y media de la noche, volvemos a subir a caballo no obstante que la fatiga
agobia, y seguimos al general en jefe para buscar otro asilo hacía el lado del campo.

Es un espectáculo terrible que quedará profundamente grabado en la memoria de todos aquellos que lo
han visto. Las casas abrazadas se derrumban con gran ruido, echando luz sobre los montones de
cadáveres a mitad carbonizados.
Se oye a veces silbar en el cortejo balas enviadas al azar por soldados errantes.
Durante toda la noche repercuten los tiros. Los cartuchos diseminados en las casas, crepitan; los obuses
estallan en medio de los braseros; se diría que se trata de una nueva batalla.

Tres días después, todavía duraba el incendio, devorando los últimos grupos de construcciones.
Quedaban sólo dos o tres hermosas casas aisladas. Una de ellas, propiedad francesa, fue salvada al
precio de constantes esfuerzos y gracias a la ayuda amigable de los jefes chilenos.
Franquicias ofrecidas a los vencidos

El general en jefe, teniendo la batalla como decisiva, y queriendo evitar a los peruanos, la amargura de
los primeros pasos, manda, desde el catorce por la mañana, ofrecer a Piérola el negociar la paz.

El diputado Errázuriz, secretario del ministro de guerra, parte acompañado del ministro peruano
prisionero. Debe declarar que el honor del Perú está a salvo después de un día tan fuertemente
disputado, y llamar la atención sobre la necesidad de evitar a Lima la suerte corrida por Chorrillos.
Piérola que se encontraba entonces en Miraflores, no quiso recibir sino un enviado provisto de plenos
poderes para tratar. Era un rechazo disfrazado.

Durante este tiempo la primera división se coloca por delante de Chorrillos y la tercera a la entrada de
Barranco. La segunda división se queda cerca de la ciudad, el regimiento Esmeralda ocupa el hospital
lleno de heridos y prisioneros. Con la ayuda de los chinos, se continúa la búsqueda de heridos y la
inhumación y cremación de los muertos, pero, aún varios días después, tanto en Chorrillos como en
Miraflores, quedan a pleno sol animales muertos y aún cadáveres humanos, exhalando un olor fétido y
sofocante.

Entrevista de los ministros extranjeros con Baquedano. Tregua de un día

En la media noche del catorce al quince, llegan al cuartel general dos oficiales neutrales agregados de
embajadas en el ejército peruano.* Llevan una carta del cuerpo diplomático, pidiendo una entrevista al
general en jefe.

El quince, a las siete de la mañana, un tren especial trae a Chorrillos los ministros de Francia y de
Inglaterra, con su decano, el ministro de San Salvador. Los tres son conduci-

.................

* Bastante después de la partida de los oficiales neutrales para el campo chileno, se había enviado, con
el mismo título, a los oficiales de las mismas naciones en el ejército peruano. Los alemanes se
abstuvieron también esta vez. El oficial francés designado para llenar esta misión, era el teniente de
navío M. de Ratomski, del aviso el Hussard.
dos a la tienda de Baquedano, entre Chorrillos y San Juan.
Viniendo a pedir garantías para los bienes y personas de los neutrales, los ministros indican al mismo
tiempo la posibilidad de abrir nuevas negociaciones para tratar la paz. Se discuten las bases de un
armisticio por el cual el general chileno pide la entrega del Callao y de los navíos peruanos que se
encuentran todavía en él; acuerda, mientras tanto, una tregua hasta la medianoche siguiente.
Se compromete a no comenzar las hostilidades, conservando la libertad de hacer ejecutar tales cuales
movimientos que juzgue convenientes para colocar tropas. Los ministros vuelven al campo peruano, y
Baquedano toma entonces las siguientes disposiciones:
Colocación de las tropas

La tercera división se coloca por delante

...................................
francés designado para llenar esta misión, era el teniente de navío M. De Ratomski, del aviso el
Hussard

de Barranco y se cubre por una línea de tiradores de Santiago y del batallón naval. La división Lynch
debe extenderse a la derecha de la tercera para formar el centro; la derecha comprende la división
segunda que había quedado en Chorrillos.

Habiendo llegado la escuadra al surgidero, después de la toma de la ciudad, se conviene con el


almirante Riveros, que los navíos abrirán el fuego contra las líneas peruanas, si se empeña nuevamente
la batalla.

La artillería de montaña queda con cada división. Se hacen estos cambios sucesivamente y sin
apresuramiento, con la seguridad que nada pasará antes del día siguiente. Se pone un poco de orden en
los regimientos, reconstruyendo las diversas fracciones; se comienza a distribuir las municiones. La
artillería de campaña se pone en movimiento desde la mañana para ocupar sus posiciones por delante
de Barranco; echa abajo los muros y abate los matorrales que pueden dificultar el tiro.

Los peruanos, por su parte, hacen venir sus últimas tropas desde Lima y del Callao. Los trenes se
suceden sin intervalos. Como sus adversarios, colocan sus fuerzas para la batalla prevista. Sin embargo,
los jefes del ejército chileno se muestran descontentos; algunos de ellos piden que se impida que los
enemigos actúen, y aún, el coronel Velázquez, comandante de artillería, ofrece limpiar los caminos de
llegada con sus cañones ya en posición. Reclama una protección para sus baterías expuestas.

La división Lagos recibe la orden de tomar posiciones que el comandante de artillería juzgue más útiles
para esta protección, detrás de una línea de tapias entre Miraflores y Barranco.

Acción de los neutrales

En estos últimos días, antes del ataque de Chorrillos, el contralmirante Bergasse du Petit-Thouars,
comandante en jefe de la división naval del Pacífico, el contralmirante inglés y el comandante de la
división naval italiana, se habían establecido en Lima, con algunos marinos, para vigilar por sí mismo
la protección de sus connacionales.* Su presencia ayu-

.........

* En la región comprendiendo Lima y el Callao, hay más o menos 25.000 extranjeros, de los que 3.000
son alemanes, 2.000 ingleses, 500 americanos del norte, 2.800 franceses y ,17.000 italianos.
daría considerablemente la acción de sus ministros durante los dramáticos acontecimientos que se
sucederían rápidamente.

El mismo día de la tregua, los ministros y almirantes extranjeros se habían dirigido a Miraflores, junto
a Piérola, para comprometerlo a tratar, y el dictador después de haberse mostrado completamente
decidido a luchar hasta el último extremo, parecía dispuesto a ceder a los consejos de todos, y más
especialmente a los argumentos del almirante du Petit-Thouars, al que la opinión pública atribuía un
gran crédito cerca del jefe supremo.

Los soldados peruanos hacen


fuego sobre Baquedano

A las dos horas, todos estaban reunidos alrededor de la mesa presidencial, para hacer “las once” (el
lunch), cuando un incidente imprevisto apuró la marcha de los acontecimientos y les dio un sangriento
desenlace.
Repentinamente, hacia las dos horas, numerosos disparos de armas de fuego tiradas sobre el grupo los
obligan a una retirada rápida.

Nadie fue alcanzado, pero el fuego se hizo más nutrido, y las balas comienzan a caer. Las primeras
líneas chilenas tomadas de improviso responden bastante prontamente, del mismo modo que la
artillería.

Los ministros y los almirantes neutrales debieron dejar la ciudad donde llovían los proyectiles chilenos
y retirarse a pie, a través del campo, corriendo verdaderos peligros, hasta Lima, donde corrió la voz de
que había sido muerto el almirante inglés. Los navíos neutrales recibieron las noticias más diversas, y
se mantuvieron en zafarrancho de combate prestos a todo acontecimiento.

Los chilenos habían creído que el ataque había sido premeditado por Piérola. En cuanto a nosotros,
creemos, que como sucede a menudo en la guerra, la batalla se comenzó fortuitamente. Baquedano
tuvo la temeridad de acercarse demasiado a las líneas enemigas, lo que le hizo notar un general, en el
momento mismo. La vista de un numeroso grupo de oficiales debió tentar a algunos soldados, o más
bien, estos últimos creían que se trataba de un ataque. No hay que olvidar que el ejército peruano
contaba con un gran número de cholos a medio civilizar. Por lo demás, este ejército no era capaz de
tomar la ofensiva.
Capítulo Octavo

BATALLA DE MIRAFLORES
(15 de enero)

Situación crítica de los chilenos /

Ejército en desorden /

Éxito de la división Lagos /

Derrota de los peruanos /

Pérdidas /

Llegada de los oficiales neutrales al cuartel general


Situación crítica de los chilenos

Hubo un momento de sorpresa y confusión. Las tropas venían gritando: “¡ Traición! ¡ Mátémolos a
todos! ¡ Que no quede ninguno !“ (¡ Traición! Matemos a toditos! ¡ Dejemos a ningunito!). Los
granaderos a caballo retroceden para colocarse detrás de la infantería, en Barranco.

Escuadra. Poco después, a las 2,40, la escuadra que componía el Blanco, el Huáscar, el O’Higgins, la
Pilcomayo y el Toro, abre el fuego con las piezas del puente, poco numerosas (el Cochrane vigilaba el
Callao con otras naves, para impedir la salida de la Unión). Los diversos navíos quedaron con los
fuegos encendidos sobre la línea que va de la punta del Callao a la punta Fraile.

Estaban a cuatro mil metros por término medio de la batería Ugarte, y tomaban oblicuamente las líneas
de Miraflores. Las mareas dificultaban el tiro. De este modo, muchas balas caían al pie o a mitad de
altura de la ribera. Pero la mayoría alcanzaron ya sea la batería, o las líneas. La pieza de la obra B
(peruana) cae en el foso, el terraplén había sido demolido por el tiro de la escuadra.

Situación crítica de los chilenos

Durante una hora, las fuerzas del coronel Lagos* sostienen el esfuerzo del enemigo, que sale con
audacia de sus trincheras para tomar parte en la confusión del comienzo. Los peruanos se alejaron de la
costa para evitar el fuego de las naves y envolver la parte derecha de la división, no obstante la llegada
de grupos desparramados de la reserva.
La posición es bastante grave para que el comandante general de la artillería, inquietado por los
numerosos vacíos acaecidos entre sus hombres, testigo de las fluctuaciones de la infantería, tema por
sus piezas y da orden de

.............

* El coronel Lagos era el que tenía la mejor reputación militar, establecida en el ejército. Hombre
enérgico, tal vez aún cruel, había tomado brillantemente Arica.

llevarlas a 1.500 metros hacia atrás. Se prepara para proteger una retirada que le parece inminente. Una
vez establecidas las canoas sobre el borde de la ribera, y a la derecha de Barranco, se reanuda el tiro,
cuya precisión nos. parece muy grande, especialmente en la batería Armstrong.
Los dos batallones de infantería Melipilla y artillería de marina apoyándose mucho hacia la derecha,
por detrás de la línea de batalla, se pierden en caminos en zig-zag y no llegan sino a la noche a la altura
del ala izquierda peruana.
La brigada Gana, espera, el arma al brazo, nuevas órdenes en Chorrillos. La brigada Barbosa, oblicua
hacia la derecha en dirección a Valverde, para oponerse a los ataques de flanco de las fuerzas colocadas
entre esta aldea y Monterico Chico, pero el camino a recorrer es largo y dificultoso.
Ejército en desorden

Este día, los regimientos estuvieron lejos de presentar la misma cohesión que el trece. La llanura estaba
cubierta de elementos aislados juntándose, pero sin apresurarse, y con sus cuerpos ya en el fuego.
Vimos a muchos de ellos descansando detrás de los arbustos al abrigo de las balas y del sol. Muchos
buscaban bebidas en las tiendas de los oficiales, abandonadas precipitadamente. La presencia de
soldados ebrios y armados, a veces indiscretos, nos hacía apresurar nuestras cabalgaduras fatigadas
para acercarnos a la zona de acción.

Es a este desmenuzamiento de las fuerzas que se debe la cifra elevada de pérdidas entre los oficiales.
Estaban obligados a ponerse por delante para entrenar a los soldados agrupados sin orden, y
perteneciendo a compañías diferentes.

Cruzamos y saludamos al coronel Martínez, comandante de la primera brigada, que se le lleva


agonizante.

Muchos heridos van a pie, apoyándose en su que faltan en casi toda la línea de batalla.

Por las dos partes el soldado se ha mostrado muy duro para las enfermedades; no obstante las heridas
horribles, hemos oído pocos fusil, para buscar en Chorrillos los socorros gritos. El roto chileno* tiene
la fuerza de la resistencia; en el cholo hay resignación melancólica.

Éxito de la división Lagos

La solidez de la división Lagos que dio tiempo a la división Lynch para llegar, decide la suerte del día.
Este socorro oportuno detiene de este lado los movimientos de los peruanos. que destacan fuerzas con
la caballería, hacia la izquierda, para ensayar de tomar el flanco de la primera división antes que entre
en línea.
Los carabineros de Yungay reciben la orden de cargar; la caballería peruana evita el choque, y los
muros impiden la carga contra la infantería. Pero el movimiento ofensivo del enemigo cesa (hacia las
cuatro y media), mientras que comienza la marcha de los chilenos hacia adelante. El Coronel Lagos
echa

...........

* Roto significa desharrapado. Este sobrenombre del pueblo chileno de las clases bajas se había puesto
en uso desde la guerra, para designar al soldado. El cholo representa, en el Perú, la mezcla de la raza
indígena con la raza blanca.
tres regimientos contra la primera línea de tapias, que toman a tiros de fusil, la bayoneta en el extremo
del cañón.

La división entera, del mismo modo que la reserva, se lanza al ataque por grupos indistintos. Va de
muro en muro, toma las posiciones entre el mar y Miraflores (a las 5,45), y toma de flanco a los
defensores, que rechaza hacia el centro. Aquí el fuego es muy vivo, a las cinco horas más o menos,
hacia el lado de los obrajes C, D, donde la primera división, que ha estado comprometida un instante,
con municiones insuficientes y tropas desorganizadas, ha visto diezmar sus filas.
La artillería del mayor Gana, colocada cerca de Tébes, es obligada a disminuir el fuego, por falta de
municiones.

Los carabineros ensayan una nueva carga, con el ministro de guerra a la cabeza. El terreno demasiado
cortado por muros los obliga bien pronto a detenerse. Los granaderos, que no han podido aproximarse a
la línea de batalla, se retiran para buscar un camino practicable. Los cañones del Monte San Bartolomé
persiguiéndolos con un tiro muy justo, envían sus obuses a las últimas filas. Estos mismos cañones
tiran eficazmente contra las piezas de montaña colocadas del lado de Tébes.

Derrota de los peruanos

En el centro, los peruanos, bajo el mando de Cáceres y Dávila, juntan las tropas disponibles para hacer
el último esfuerzo; numerosas minas estallan; pero nada tiene efecto, la línea es tomada de flanco. Los
obrajes B, C, D, E, son rodeados y tomados de revés.

Los vencidos dejan detrás de ellos montones de cadáveres que atestiguan, una resistencia enérgica. En
el ala izquierda peruana, más allá de Valverde, diez batallones de la reserva, bajo las órdenes de
Echenique, no disparan ni un solo tiro de fusil.

Se asegura que viendo la batalla perdida, los jefes de esta reserva habrían dicho: “¡ Cada uno a su casa!
(¡Cada uno en casa!) o ¡ Sálvese quien pueda !“
Hemos visto estas trincheras llenas de cartuchos intactos.

A las seis, la derrota es completa. Un tren armado de cañones es obligado a retirarse. El San Bartolomé
continúa tirando hasta la noche cerrada. La encantadora ciudad de Mira-flores está a su vez, en llamas.
Pero el aislamiento de las casas en medio de jardines hace la destrucción menos completa que en
Chorrillos.

La primera división queda cerca de la Palma, la tercera en Miraflores, primera y segunda por detrás.
Cuerpos enteros vuelven a Chorrillos, a la desbandada para tomarse reposo y buscar alimento. En
varios puntos, la distribución no se hace, lo que causa murmuraciones.

En este combate, la artillería de tierra, aunque bien conducida, no produjo gran efecto. El campo de
batalla es extenso, y los muros de tierra se dejan atravesar fácilmente. El gran obús de escuadra ha sido
más eficaz, al menos moralmente. La naturaleza del terreno, muy cortado por muros, ha hecho que la
caballería fuera, por decir así, inútil.
Pérdidas

El quince, los chilenos tuvieron más pérdidas (tres mil muertos o heridos más o menos) que el trece,
aunque el combate haya sido más corto y los combatientes menos numerosos de ambas partes; pero se
combatía más en desorden. Además, a corta distancia, la horizontalidad del terreno favorecía mucho el
tiro de los peruanos. Los agujeros hechos en los muros de tierra seca recibían los cañones de los fusiles
y se tiraba derechamente por delante, a menudo sin apuntar.

Por el contrario, los peruanos parecían que hubiesen sido menos bien experimentados que en la primera
batalla. Su retirada estaba asegurada, y la venida de la noche coincidiendo con el fin de la lucha,
impidió la prolongación de la persecución. Se han dicho cifras diversas; creemos que la verdad
aproximada es de tres mil hombres fuera de combate para Miraflores.

Llegada de los oficiales neutrales


al cuartel general

A mitad de la noche entre el quince y el dieciséis, tres oficiales de la marina extranjera (un inglés, un
italiano y el teniente de navío Rober, hoy secretario del contralmirante du Petit-Thouars), habiendo
atravesado los restos extremadamente desordenados del ejército peruano y las líneas chilenas,
exponiéndose a serios peligros, llegan al estado mayor general, cerca de Chorrillos. Tienen la misión de
pedir al general en jefe que no haga entrar sus tropas antes de haber escuchado a los ministros
extranjeros. Dos de ellos vuelven a partir antes del día para obtener que Piérola, prohíba a los fuertes el
abrir el fuego por la mañana. El oficial inglés espera las comunicaciones de Baquedano.

Piérola había partido por la noche, sin saberse el camino que había tomado. La capital quedaba bajo la
única dirección del alcalde Rufino Torrico.

En estos días nefastos para su país, este magistrado dio pruebas de una valentía cívica y de una
dignidad que estaba por encima de todo elogio.
Capítulo Noveno

RENDICIÓN DE LIMA

Intervención de los neutrales /

Desórdenes en Lima /

Los peruanos destruyen sus navíos /

Entrada de los chilenos en Lima


Intervención de los neutrales

A las dos de la tarde del día 16, viene Torrico al cuartel general para rendir la ciudad sin condiciones,
pidiendo el tiempo necesario para desarmar las fuerzas que se habían refugiado en Lima. Se
encontraban con él para interponer sus buenos oficios en esta prueba dolorosa y para cuidar de los
intereses extranjeros:

1°) Los ministros de Francia e Inglaterra.

2°) El contralmirante Bergasse du Petit Thouars, comandante en jefe de la división naval francesa del
Pacífico.

3°) El contralmirante inglés del Triumph.

4°) El jefe de la división naval italiana.

Los chilenos, contenidos por la presencia de estas autoridades, tuvieron una gran moderación y
tomaron todas las medidas necesarias para entrar con orden y tranquilidad en la Ciudad de los Reyes,
objeto de sus ardientes codicias.

Desórdenes en Lima

Después de la derrota de Miraflores, ninguna fracción de las tropas peruanas quedaba constituida. La
mayor parte de los soldados tiraban sus armas y sus equipos, y se habían retirado a sus casas, donde
nadie los molestaba. Muchos no hicieron más que atravesar Lima para dirigirse hacia el interior del
país, pasando por el norte. Se trataba especialmente de los serranos (habitantes de las montañas).
Algunos jefes militares afectos, viendo que se había perdido toda esperanza de resistencia, y que era
urgente evitar todo conflicto con los vencedores ayudaron al alcalde, desarmando las bandas que
erraban por la ciudad, en desorden y sin jefes. Pero no pudieron terminar su penosa tarea; y la noche
del dieciséis, grupos de soldados hambrientos, desmoralizados e irritados por su derrota, invadieron las
pulperías chinas (especie de albergues), situadas alrededor del mercado. Excitados por la bebida,
envalentonados por su número, saquearon y quemaron los ricos comercios chinos, situados en la
vecindad. Los que quisieron oponerse a la destrucción de sus riquezas fueron masacrados.
En este momento crítico, Lima se encontraba sin autoridades, sin policía. Algunos días antes, Piérola
había licenciado la guardia urbana. Como en Santiago de Chile esta guardia. compuesta de extranjeros
organizados en cuerpos, por nacionalidades diferentes, hacían la policía de la ciudad, en ausencia de la
tropa. Por lo demás, de un modo permanente, compañías de bomberos, perfectamente adiestradas, están
constituidas por estos mismos extranjeros, que rivalizan de celo, y aún de lujo, para mantener sus
bombas en buen estado.

Los tiros hechos por los miserables que se habían extendido en otros cuarteles pusieron a la ciudad en
estado de alerta. El aislamiento y la falta de armas retuvieron a los más resueltos, en sus casas, tanto
más que no se podía tener un cómputo exacto de los acontecimientos.
Sin embargo, esta situación no podía durar largo tiempo. Arrostrando el peligro, el señor de
Champeux* antiguo capitán de navío

..........

* Director del Muelle y de la Dársena, puerto comercial del Callao. Esta elevada situación y su gran
valor personal, lo habían designado por los votos de los extranjeros, cuando se trató de nombrar el
coman dante general de los guardias urbanas.

de la marina francesa, llegó desde muy temprano, y con la ayuda de varios hombres valientes, pudo
desarmar algunos rezagados. Se reunieron en los apostaderos de las bombas y se dedicaron a apagar los
incendios.

Otras armas dadas por el alcalde, permitieron constituir sólidas patrullas, que limpiaron las calles de los
promotores de los disturbios y de los criminales, después de las ejecuciones necesarias. Los peruanos
concurrieron también al restablecimiento del orden.

Escenas semejantes produjeron en el Callao severas represalias contra los culpables.

Los peruanos destruyen sus navíos

Toda la noche del dieciséis al diecisiete, se oyen detonaciones muy fuertes que provienen de los
cañones que se destruyen y de las minas que se hacen estallar. Se ensaya infructuosamente hacer saltar
los fuertes del Callao.
La corbeta la Unión tienta una salida, que es detenida bien pronto por los torpederos enemigos: encalla
en la costa, y su tripulación la abandona después de haberla incendiado. El monitor Atahualpa es
hundido cerca del puerto. Los transportes son incendiados o hundidos.

..................................
trato de nombrar el comandante general de la guardias urbanas
Entrada de los chilenos en Lima

El general Baquedano, puesto al corriente de los acontecimientos, por el alcalde, reconstruye los
regimientos más disciplinados, el Buin, los zapadores, el batallón Bulnes, y dos regimientos de
caballería. Estas tropas hacen una entrada tranquila el diecisiete, las cuatro de la tarde.
El Bulnes, compuesto de cuerpos de policía de Santiago, está encargado de este servicio en Lima,
juntamente con la guardia urbana, que ha sido restablecida.
El general Saavedra, inspector general del ejército, toma el título de prefecto de la capital, mientras que
el coronel Lynch* es nombrado prefecto del Callao, que es ocupado por la primera división.
............

* Es nombrado contralmirante en el siguiente mes de abril.

Las otras tropas acampan sucesivamente en los alrededores de Lima.


La escuadra chilena puede ocupar el surgidero del Callao después de un largo y fastidioso bloqueo. Los
torpedos de zinc colocados durante la guerra habían sido puestos fuera de servicio rápidamente, por la
acción destructora del agua de mar.
El dieciocho por la mañana, Baquedano hizo su entrada sin pompa, con el estado mayor general. En el
momento de su llegada a la ciudad, un cierto número de balas silbaron entre el cortejo; hubo como es
natural, un poco de emoción.
Algunos espíritus excitables creyeron en una tentativa de asesinato contra la persona del general; pero
los jinetes de la escolta pueden explicar bien pronto los hechos. Prisioneros de derecho común
rompieron las puertas de la prisión Guadalupe, habiéndose apoderado de algunas armas. Los soldados
del Buin y los de la guardia urbana los redujeron, después del corto tiroteo que nos había sorprendido.
Capítulo Décimo

Fin de la misión de los neutrales /

Papel de la marina neutral /

Precauciones tomadas para salvaguardar las personas /

Campamento de refugiados en Ancón


Fin de la misión de los neutrales

El 19 de enero, de acuerdo a las órdenes del contralmirante du Petit-Thouars, comandante en jefe de


nuestra división naval, nos despedimos del general Baquedano, agradeciéndole las consideraciones
plenas de cordialidad de que habíamos sido objeto por parte de todos, generales, jefes y oficiales,
durante nuestra permanencia en el ejército chileno.

Llenamos un deber agradable, expresando aquí nuestro reconocimiento hacia el general Villagrán, el
general Marcos 2° Maturana,* jefe del estado mayor general y el coronel Gana,*
...............

* El general Maturana se mostró siempre amigo de los franceses. Ofreció al Louvre, importantes
antigüedades peruanas. A pedido de nuestros nacionales residentes en Chile, le fue dada la cruz de
oficial de la Legión de Honor. De una bravura a toda prueba, hizo toda la campaña, no obstante el
estado precario de su salud.

* El coronel de ingenieros don J. F. Gana siguió los cursos de la Escuela de Artillería de Metz, hace
más de treinta años. Es un hombre modesto y valiente.

que mandaba una brigada, por la amistad particular que nos demostraron.
Quisiéramos poder citar a todos aquellos que por sus testimonios de simpatía, nos han hecho agradable
esta corta, pero penosa campaña, como el general Sotomayor, los jefes de regimiento Toro Herrera,
Holley, Arístides Martínez, Pinto Agüero, Zaldivar y tantos otros.
El recuerdo de estas buenas relaciones, nuestra situación desinteresada en la lucha, y por otra parte, las
consideraciones debidas a naciones desgraciadas, todo ello, constituía una obligación de conservar la
más estricta neutralidad en la exposición de los acontecimientos de este período.
Pocos días después, nuestro navío aparejó para entrar en Francia, terminando de este modo una
campaña de tres años.

Papel de la marina neutral

Por su número, por sus riquezas, y su influencia sobre el desarrollo del país, los extranjeros tienen en el
Perú, una importancia mucho mayor de la que podría suponerse. De este modo, las principales,
naciones marítimas estaban representadas en el Océano Pacífico por un grupo de naves, bastante
considerable para obligar a los beligerantes a salvaguardar los intereses de sus nacionales.

Durante este periodo confuso, la marina, dirigiéndose de un puerto bloqueado a otro, en radas foráneas
donde se balancea tanto como en el mar, ha desempeñado un papel eficaz de influencia moral y
protección.

Facilitó grandemente la partida de familias que dejaban la capital amenazada o las ciudades ocupadas
por los vencedores, y en varias circunstancias, han dado un asilo generoso a numerosos refugiados.
Las relaciones entre los peruanos y los ingleses no fueron de las más cordiales, ya sea que, estos
últimos hubiesen demostrado sus simpatías por los chilenos, o que los peruanos no hubiesen
conservado siempre la reserva pedida por su difícil situación.

De este modo, el 29 de mayo de 1880, se hizo en Lima, una ceremonia en honor del combate sostenido
por el Huáscar contra las naves inglesas Amethyst y Shah. En esa época, el Monitor estaba en poder de
Piérola que buscaba derribar el gobierno establecido. Llegado a dictador, instituye la Orden del Mérito,
el mismo día del aniversario y nombra entre sus primeros titulares, a sus antiguos compañeros en esta
lucha honorable para el navío peruano.

Los italianos eran tenidos como sospechosos por ambas partes, por razones sentimentales más bien que
por agravios reales.

En cuanto a la marina francesa, su conducta, imparcial y prudente, al mismo tiempo que firme y
sacrificada, le concilió las simpatías de cada uno de los pueblos beligerantes.

Precauciones tomadas para salvaguardar


las personas

En la previsión de una entrada a viva fuerza, numerosas mujeres se habían refugiado, con sus niños en
las naves de guerra, en varias naves comerciales, y especialmente en pontones ofrecidos y arreglados
por la administración del puerto comercial del Callao.*
...............

* Este puerto, que representaba un capital considerable, pertenece a la Sociedad General (de París). Los
peruanos habían hecho refugiar a sus navíos por detrás de los diques

Los hoteles de las legaciones y diversas Casas particulares habían servido como lugar de refugio para
las mujeres, los niños y los viejos, bajo la dirección de los marinos neutrales.

Campamento de refugiados en Ancón

Este pequeño puerto, situado a treinta y cinco kilómetros al norte de Lima, vio a miles de personas
instalarse en la arena, bajo custodia y con los socorros, en víveres y abrigos, de los marinos extranjeros
que se des empeñaron con abnegación en esta tarea difícil.
Los comandantes de los diversos navíos presentes se pusieron de acuerdo para desembarcar
destacamentos destinados a cumplir

.............................
que habían cubierto con montones de sacos con tierra, y requisado los frentes de mar para establecer
baterías.
El director no tenía ningún medio para impedir esta utilización, natural por parte del gobierno. Los
chilenos vieron muy mal el partido que de ello sacó la defensa, y se podía tener algunas inquietudes
para la conservación integral del puerto. Pero una vez que se hizo la ocupación tranquilamente, todo el
peligro se habla conjurado, y las dificultades, si las hubo, entraban en el dominio de la diplomacia.

las obligaciones de policía y a vigilar la seguridad de esta ciudad improvisada. Este servicio duró hasta
que el ministro chileno Vergara hizo ocupar el puerto por fuerzas regulares, después de la entrada a
Lima. Las familias volvieron a esta última ciudad después del retorno del orden.

Felizmente, el espíritu de moderación del general en jefe y algunos de sus consejeros, tanto como una
justa consideración por las autoridades inglesas y francesas que intervinieron, evitó muchas desgracias,
haciendo al mismo tiempo menos sensible la prudencia de las medidas tomadas.

Médicos extranjeros. Después de las batalla del 13 y 15 de enero, los heridos habían sido amontonados
en los hospitales, en el palacio de la Exposición y en diversos establecimientos. Pero les faltaban los
cuidados por la penuria de cirujanos. Los médicos extranjeros, acompañados de sus enfermeros, y
especialmente del Decrés, de la Victoriosa y del Dayot, se prodigaron en estas salas atestadas.

M. Siciliano, del Decrés, pudo ser víctima de su celo a causa de una picadura anatómica que puso sus
días en peligro.
Capítulo Undécimo

Situación del Perú en 1881 /

Medidas tomadas para la permanencia de los chilenos en el Perú /

Botín /

Situación a mediados del año 1883 /

Conclusión
Situación del Perú en 1881

En el momento de nuestra partida, el dictador que se había retirado a las cordilleras, lanzaba aún
decretos. Se buscaba en Lima la constitución de un gobierno que pudiera tratar con los vencedores.
Durante el mes de febrero, los notables eligieron como presidente provisorio al jurisconsulto Calderón.
Pero este poder irregularmente fundado no era aprobado por todo el mundo. Nadie veía la solución
aceptable, y la enfermedad era general. Piérola no contaba sino con Arequipa, foco de revueltas que
voltearon más de una vez al gobierno que asentaba en Lima: el prefecto del Solar, su amigo íntimo,
mandaba cinco o seis mil hombres armados, pero no aguerridos.

No había que pensar más en la expulsión de los chilenos de la capital. No se podía pensar en inquietar
sus destacamentos separados, y forzarlos a quedar agrupados como una fuerza en las ciudades,
haciendo una guerra de partidarios adaptados a la naturaleza montañosa del país.

Pero nada fue seriamente emprendido, y las tentativas de esta clase, mal ordenadas, produjeron en abril
la ocupación de Cerro de Paseo por el coronel A. Letelier (10° 40’ sud, 78° Oeste).

Mucho antes de esta resolución se había hecho limpiar los alrededores de Lima por pequeñas columnas.
El comandante de la reserva, A. Martínez, había ido más alía de la Chicla con setecientos a ochocientos
hombres (3.700 metros de altura, a 130 kilómetros del mar). Había dispersado algunas bandas de
fugitivos.

Medidas tomadas para la permanencia


de los chilenos en el Perú

Contrariamente a las ideas del general en jefe, el ministro de guerra era del parecer de reducir el
ejército presente en el Perú, para evitar los inconvenientes de la aglomeración de tropas ya inútiles por
la desaparición del enemigo. Había que temer las enfermedades debidas a los calores de la estación, las
que resultan de la permanencia de los soldados en una ciudad, y los conflictos inevitables con los
habitantes.

Se podría agrupar tropas menos numerosas en cuarteles cerrados, lo que sería ventajoso bajo todo punto
de vista.

Por lo demás, la mayor parte de los soldados se habían enganchado para el período de hostilidades, con
el pensamiento de partir en seguida de los últimos combates librados, para retomar sus trabajos y
ocuparse finalmente de sus asuntos personales, en suspenso durante tan largo tiempo.

En estas condiciones, la presencia del general en jefe no tenía más la misma importancia a la cabeza de
las tropas reducidas. Aprovechó por lo tanto, la autorización de volver con una parte de sus soldados, y
volvió a Valparaíso, y después a Santiago; hicieron a los vencedores una acogida triunfal.

Se disponía a expedir tres mil hombres para Trujillo (8° lat. sud), en el centro de una rica región, y a
otros puntos importantes entre esta ciudad y el Callao. Bien pronto no quedaron más de seis mil
hombres acantonados
en los alrededores de esta última ciudad y Lima.
Después de la partida de Baquedano, se impuso una contribución pecuniaria considerable a la capital,
para el mantenimiento de las tropas. Pero no fue sin trabajo que se obtuvo el pago de esta suma.

Botín

En la espera, los chilenos cobraban los derechos de aduana en diversos puertos; obtenían una renta muy
importante de la explotación del salitre de la provincia de Tarapacá, y hacían ocupar por el comandante
Viel las islas Lobos, ricas en guano (6° 25’ sud, 83° 20’ Oeste).

Los transportes repatriaban los heridos, llevaban las armas tomadas, las municiones, las colecciones del
Museo de Artillería, las máquinas de la fábrica de pólvora; en una palabra, todo lo que tuviera algún
valor.

Se habían recogido cerca de 15.000 fusiles, principalmente los Peabody, cuyo largo alcance asombró a
los asaltantes; 1.500 mecanismos Remington; seis millones de cartuchos de diversos modelos; 120
cañones de campaña y montaña; cerca de cien cañones de posición, de los calibres de 32 a 1.000.
Recordamos aquí los siete millones de soles papel (valiendo más o menos 2.500.000 francos) tomados
a bordo de una nave, por el coronel Lynch, durante su expedición al norte del Perú.

Desde el mes de febrero de 1881 no fue posible constituir un gobierno capaz de tratar con los
vencedores.

Piérola, que tenía la montaña con Montoneras, no obtuvo otro resultado que inquietar a destacamentos
aislados, del enemigo. Parece que no hubo esfuerzos vigorosos bien concertados. En general, las
bandas de partidarios no ofrecieron una resistencia seria a las fuerzas chilenas enviadas contra ellas.
El Perú es tan grande, para una población relativamente poco numerosa y especialmente poco
homogénea, que es por decir así imposible entender una corriente de ideas universal y -duradera en
favor de una lucha sin cuartel.

Los habitantes de la montaña o de las mesetas no sienten una solidaridad suficiente con los de la costa,
que apenas conocen. Por otra parte, el origen común español para el Perú y Chile, disminuye en ciertas
regiones, el odio que se puede tener contra de los vencedores. No hay que olvidar tampoco que en
diversos períodos de la historia contemporánea, los chilenos vinieron al Perú, ya sea como aliados
contra la metrópoli, o como sostén de uno de los partidos en lucha.

La costumbre de revoluciones internas, mantiene aún mejor entre los diversos personajes importantes,
un antagonismo que hace enteramente difícil una solución pacífica.

Hemos recordado ya, las tentativas inútiles para retomar las negociaciones, como las de Anca.

El presidente Calderón ha sido llevado como prisionero a Chile por haber querido firmar con
extranjeros, tratados contrarios a los intereses chilenos.

Iglesias, el antiguos ministro de guerra de Piérola, es reconocido por un congreso que asienta en
Cajamarca en el norte. Está dispuesto a tratar con los chilenos, discutiendo tas bases siguientes:
1°) Pago de una indemnización de guerra de cien millones de francos más o menos.

2°) Cesión de la provincia de Tarapacá.

3°) Cesión condicional de los territorios de Tacna y de Arica. Al cabo de diez años un voto de la
población decidirá para quien debe quedar la posesión.

El congreso reunido en Arequipa, villa natal de Calderón, tanto como de Piérola, continúa
reconociendo al primero como jefe supremo.

En su ausencia se acepta la autoridad de Cáceres y la de Montero, el antiguo jefe de Tacna y Arica.


En Lima, donde mucho se sufre por la ocupación prolongada, sin esperanzas de liberación, se está
deseoso de hacer la paz sobre la base del tratado Iglesias, obteniendo el entendimiento entre los dos
partidos opuestos.

Mientras hubo algunas probabilidades de éxito, antes de la entrada del enemigo a Lima, no se podía
condenar absolutamente la resolución de luchar hasta el fin. Ahora que está hecha la prueba de la
imposibilidad de expulsar al extranjero con las armas en la mano, es urgente obtener su partida aún al
precio de sacrificios considerables.

El país es tan extenso, los recursos naturales son tan grandes y tan variados, no obstante la pérdida de
Tarapacá con sus minas inagotables de salitre, que un cierto período de paz y de trabajo puede dar al
país una prosperidad duradera.

Conclusión

La guerra del. Pacífico ha revelado un pueblo guerrero, el de Chile, cuya opinión ha estado
constantemente en favor de la continuación de la lucha y de la expedición contra Lima. Los hombres
están habituados a soportar grandes fatigas por la naturaleza de sus ocupaciones (agricultura, minas,
comercio marítimo). La cría del caballo, muy extendida, hace que se encuentren un gran número de
buenos jinetes.

Reina en toda la nación un sentimiento profundo de la superioridad de la raza, de las costumbres, y de


la organización, sobre las de sus vecinos del norte.

Todos están orgullosos de su país, que marcha desde largo tiempo por las vías del progreso, no obstante
la desigualdad real de clases. Ahora su orgullo está sobreexcitado. Desde hace varios años el poder se
transmite regularmente entre las manos de presidentes civiles. Aunque siempre continuando a limitar
la influencia militar, el gobierno conservará ciertamente un ejército más numeroso y lo perfeccionará.
La marina, ya suficiente, debe ser notablemente reforzada.

Fundando en Talcahuano (35° 5O’ sud) un arsenal marítimo, se dará a esta marina un Centro de
reparación y un abrigo, que le faltan en la actualidad. El mayor puerto de comercio del país,
Valparaíso, se encuentra defendido por un conjunto importante de fuertes armados de grandes cañones,
algunos de los últimos modelos. El gobierno, que había tomado todas las responsabilidades (a veces
aún desde el punto de vista técnico) obtiene una gran fuerza en el éxito de sus medidas, y esta fuerza
garantiza al país contra todas las eventualidades a temer de parte de soldados victoriosos en una zona
de origen español.

En suma, se está en presencia de una nación con la que tienen que contar las naciones extranjeras. Las
costas son vulnerables y permiten a una potencia marítima el vengar una injuria pero una guerra seria,
resultaría larga, difícil, costosa, sin resultados bien útiles, y sería posible solamente, si hubiese de ser,
para Francia e Inglaterra.
Capítulo
Décimo Segundo

NOTAS SOBRE EL EJERCITO CHILENO

Organización del Ejército / Estados Mayores /

Tropas / Oficiales /

Disciplina / Castigos /

Ejercicios / Movimientos diversos /

Manejo de las armas /

Equipamiento / Signos distintivos /

Artillería /

Cañón de campaña Armstrong


de 66 milímetros / Víveres / Servicio sanitario /

Personal / Material de cada ambulancia


Organización del Ejército
Estados Mayores

Al comienzo de la guerra, existían cinco regimientos de línea y un regimiento de ingeniería “los


zapadores”. Pero durante la última campaña, este regimiento sólo tuvo que hacer algunos trabajos sin
importancia para los movimientos de la artillería (puentecillos, llenamientos de fosos,
descombramiento, etc.). En realidad, los zapadores funcionaban como soldados de línea.

El resto de las tropas se componía de regimientos de batallones de guardia nacional movilizada,


mandados habitualmente por oficiales del ejército regular. El primer regimiento de línea es lo más
habitualmente designado por el nombre de Buin, recordando un combate en el puente de ese nombre.
El último, llamado el Santiago, no tiene número de orden.

Las otras unidades llevan generalmente el nombre de la provincia o de la ciudad que los ha formado.
Por excepción, el nombre de Esmeralda es el del navío hundido después de una gloriosa lucha; Bulnes,
es el nombre de un antiguo presidente de Chile; los marineros de Valparaíso habían tomado parte en el
batallón naval. Los nombres de Lautaro y Caupolicán recordaban dos héroes araucanos del siglo xvi.
Los regimientos que combaten uno al lado del otro se llaman primos.

Estados Mayores. Mientras que el Perú y Bolivia tienen estados mayores innumerables, Chile se
distingue por el pequeño número de sus oficiales superiores. Antes de la guerra, no había más que tres
generales en actividad; más tarde se nombraron otros tres.

En cuanto a los coroneles, había solamente doce, empleados como jefes de estado mayor o
comandantes de brigada; de modo que los regimientos no tenían a su cabeza más que tenientes
coroneles a los que se llamaba comandantes.

Los dos batallones del regimiento son mandados por otros oficiales superiores (teniente coronel y
sargento mayor [mayor]). Lo más a menudo los dos son de este último grado.

Cada uno de estas cuatro compañías de un batallón está mandada por un capitán asistido por un
teniente y dos o tres subtenientes o alfereces (alférez de navío, portaestandarte).

Hay en cada batallón un capitán-ayudante mayor y cierto número de oficiales subalternos adjuntos. Los
sargentos y los cabos están más o menos repartidos como en Francia.

El comandante de una brigada tenía dos ayudantes de campo.

El comandante de una división tenía cinco o seis.

El jefe de estado-mayor de una división tenía seis (En estos últimos casos, la mitad de plazas eran
ocupadas por oficiales superiores).

Por lo demás, había un comandante del tren por cada división, un jefe de parque con dos ayudantes, dos
capellanes.
El ministro de guerra y de marina tenía en su estado mayor:
Un secretario general, el diputado Errázuriz; siete oficiales, de los que dos de ellos, capitanes de
corbeta.

Con el jefe de estado mayor general, había:

Quince oficiales superiores (ayudas de campo o agregados); trece oficiales subalternos. Todos los
oficiales estaban repartidos en seis secciones:

Ingeniería, artillería, infantería, propiedades, finanzas, aprovisionamientos, etc., una sección auxiliar,
de asuntos generales.

El general en jefe era asistido por:

El intendente de la provincia de Valparaíso, don E. Altamirano, secretario general del ejército; el


diputado Lira, secretario del general en jefe; diez oficiales superiores; varios oficiales subalternos.

El intendente general don Dávila Larraín seguía al general en jefe, aún durante la batalla, lo mismo que
un secretario-tesorero y el comandante general del tren. El general inspector Saavedra no tenía un papel
definido en este momento. Desaparecía ante el ministro y el general en jefe. Hasta su nombramiento
como prefecto de Lima, no fue más que un simple espectador.

En tiempo de paz, las tropas regulares tenían su guarnición principalmente en Santiago y en Valparaíso.
Suministraban el personal de los puestos fronterizos de la Araucanía y el de las columnas
expedicionarias contra los treinta o cuarenta mil habitantes independientes de esta zona.

Esta guerra es muy penosa; pues los adversarios, aunque poco numerosos, y por decir así, armados de
simples lanzas, son excelentes jinetes e intrépidos soldados.

La infantería vale más que la caballería, para la lucha contra ellos. El país es difícil, y el jinete chileno,
no obstante sus grandes aptitudes, no puede sostener su comparación con el Araucano.

Hay que desconfiar de las emboscadas, pues son hábiles para prepararlas: desgraciado el que se deje
sorprender por este enemigo feroz. Le son reservados los más terribles tratamientos y la muerte no
sobreviene sino después de una terrible agonía.

El límite de la parte independiente retrocede cada día ante los esfuerzos continuos de Chile. Pero es un
espectáculo interesante el que constituye un puñado de salvajes resistiendo heroicamente a una nación
relativamente potente y civilizada.

Esta existencia muy dura, es a menudo peligrosa en la frontera, y no se ha hecho para humanizar a los
soldados chilenos. Sin embargo el fondo de su carácter es bastante jovial y a menudo suave. Después
de escenas horribles, y una vez que la rabia se hubo saciado, hemos visto a estos hombres el ser más
bien obsequiosos para con los prisioneros que habían hecho, aunque es verdad, de mala gana. No faltan
bufones (payasos o pallasos) que se encargan de distraer a sus compañeros.

En el momento de la partida de la primera división, se preparaba en la plaza de Pisco una fiesta de


gimnasia, con cantos y juegos diversos, fiesta cuyos actores eran soldados de la brigada de Gana.
En algunos regimientos, los hombres provenían de una población agrícola, y disponían con gusto sus
campamentos durante los paseos, con jardines improvisados. Pero si en muchos casos se podía creer
que uno estaba en presencia de tropas comparables a las buenas tropas europeas, muchas veces, por el
contrario, se encontraban soldados mal vestidos y poco disciplinados.

Muchos oficiales habían hecho anteriormente su educación militar en Francia, y frecuentemente los
oficiales superiores habían tenido largas misiones en Europa. Con la ayuda de oficiales franceses, se
había fundado una escuela militar en Santiago, donde son también recibidos los jóvenes que se destinan
a la marina (pero estos últimos completan su instrucción en un navío especial).

La mayor parte de los oficiales de la guardia nacional, que no habían prestado nunca servicios en el
ejército, antes de la guerra, debieron hacer su educación en Antofagasta, y más tarde en Iquique, al
mismo tiempo que los oficiales regulares, hacían la de sus hombres.

Pagas: El soldado tenía una paga de diez pesos por mes (esto equivalía a treinta francos, según el
cambio), además del alimento y de la vestimenta. Se les pagaba raramente durante las expediciones, y
aún muchos de ellos entraron a Chile después de la guerra, sin haber cobrado su paga. Pero se daban a
los familiares mesadas (cuotas mensuales).

Los oficiales son pagados a cuenta por bonos firmados por ellos mismos y por el coronel del
regimiento. Un capitán recibía 95 pesos por mes (a la par, esto significaba 475 francos, pero jamás se
llegaba a ello).

Durante el curso de la campaña, se les daba además, 20 pesos (más o menos 100 francos) y una ración
más elevada que la del soldado.

Se daba a los oficiales superiores un suplemento de 30 pesos (150 francos) por mes y a los generales de
brigada alrededor de 30 francos por día.

Disciplina
Castigos

La disciplina es muy variable de un regimiento a otro. Sin embargo, la división Villagrán parecía ser
mantenida severamente, y el orden reinaba durante su estada en Pisco. Se había inspirado a los
soldados el respeto por sus jefes.

Por ejemplo, entrando un día de descanso en el cuartel de artillería mientras los soldados estaban
acomodando sus pertenencias, los hemos visto levantarse y colocarse en fila hasta que un oficial les
decía que se sentaran otra vez.

Numerosos centinelas estaban distribuidos alrededor de los cercados. Sentados en sillas, se levantaban
al paso de los oficiales y saludaban.

Por la noche en vez de gritar Alerta como en los países españoles, los centinelas golpean
a ciertas horas sobre la culata de su fusil, y este ruido se continúa poco a poco hasta la última estación.
Los soldados no salen jamás de sus acantonamientos, aún fuera de las horas de ejercicio.

Los oficiales no podían alejarse, y por la noche, después de las ocho y media, nadie circulaba sin
autorización.

El domingo, los soldados con su vestimenta adecuada, recorrían la ciudad para hacer sus compras,
reunidos en grupos y conducidos por un sargento o un oficial. Los vendedores de bebidas tenían
prohibido darles de beber, salvo con la presencia de un oficial.

El coronel Toro Herrera, hombre de luces, descendiente de una noble familia española, se había
encargado de la policía de la ciudad. Escuchaba con atención los reclamos de los habitantes. No dudaba
en hacer justicia y castigar a los culpables cuando las pruebas eran suficientes.
El coronel Gana continuó con esta tradición.

Esto no fue general, y podríamos citar demasiados ejemplos de lo contrario, en Lurín, en Chorrillos, en
Barranco y en Miraflores.
Muchos oficiales improvisados no se atrevían a castigar, y hacia el fin de la campaña, hechos dignos de
la corte marcial, pasaban inadvertidos: “¡ Habría demasiados ! “, decía un general. Otros jefes veían
con complacencia el espíritu indómito de los soldados venidos del interior de las provincias de la
montaña: labradores apenas pulidos (huasos) o mineros extraños.

Después del desembarco en Lurín, hubo durante los primeros días, un gran relajamiento. Sin embargo,
algunos regimientos, como el Buin, el Esmeralda, etc.,mantuvieron sus buenas tradiciones. La
disciplina dejaba mucho que desear después de las batallas. Hubo demasiados hombres ebrios y
dispersos

En general, había bastante abandono por parte de los oficiales, cuya instrucción militar era por lo tanto
incompleta. La mayoría, arrancados bruscamente de sus ocupaciones de mineros, agricultores, hombres
de negocios, aportaban en la conducción de sus soldados las cualidades y los defectos que tenían para
la dirección de sus obreros en tiempo de paz.

Los mineros mostraban tal vez mayor energía: la vida aventurera en el desierto forja más fuertemente
los caracteres.

Algunos, para hacerse obedecer, tuvieron que utilizar el sable, ya sea golpeando de plano, ya sea,
utilizando la punta. Nos citaron casos de muerte que se siguieron, a su utilización en estas formas.
Castigos. Los castigos de los soldados comprenden:

l°) En doblar el servicio, guardias suplementarias.

2°) Los cepos de campaña (cepo es el equivalente de nuestra vieja palabra ceps, hierros, trabas).
El soldado, puesto en cuclillas, apoya el mentón cerca de las rodillas, los brazos plegados descienden
por fuera de los muslos, las manos se ligan, y recibe un fusil entre las corvas y las sangraduras de los
brazos; queda en esta posición de una a dos horas.

3°) La prisión con un centinela en la puerta.


4°) Bastonazos. El soldado se extiende boca abajo, apareciendo al desnudo la parte donde debe recibir
los golpes con bastones elásticos.

Un capitán puede hacer dar veinte bastonazos (palos).


El teniente o el subteniente no puede ordenar este castigo, sin la autorización del capitán.
En todos los casos se debe dar cuenta al sargento mayor.

5°) Reducción de grado o de clase (se puede hacer descender de una vez, de sargento hasta último
soldado).
6°) Finalmente, pero rara vez, se fusila.

Ejercicios

La banda de música completa, alineada en la calle, hace oír la diana a las cuatro y media.
Los hombres hacen el servicio de limpieza de sus salas y sus personas; desayunan y después sufren las
inspecciones sucesivas de los cabos, sargentos, tenientes y capitanes. Se entregan entonces a la
limpieza de sus armas (ciertos cuerpos mantienen convenientemente sus fusiles. Por el contrario, en
algunos regimientos movilizados, se constató, en el campamento de Lurín, una gran negligencia en este
sentido).

De 6 a 9 y a veces hasta las 10, ejercicio en el campo de maniobras, elegido en la vecindad o en el


campo.

A la vuelta del ejercicio, almuerzo seguido de un período de descanso hasta las tres horas (en las
ciudades de guarnición, el cuartel está abierto a esta hora).

A las tres horas, llamado. Los músicos marchan muy lentamente, cerca de las barracas y tocan
llamadas (toques de guerra) que no dejan de tener su originalidad. Desde las tres hasta las cuatro,
ejercicios de detalle.

A las cuatro y media, comida.

Después de la comida, al menos en la primera división, los soldados se colocan en ronda por pelotones
(mitades de compañía).

El clarín toca diferentes llamadas que indican el manejo de las armas o movimientos de marchas.
Todos repiten esta llamada en coro, con palabras apropiadas, de modo que llegan a retener los
numerosos motivos que se han tocado.
Movimientos diversos
Manejo de las armas

El reglamento chileno sobre las diversas maniobras es una compilación de varios reglamentos
extranjeros. La influencia del antiguo reglamento francés parece aún predominante, y hemos visto más
de una maniobra que ha sido ya suprimida en nuestro ejército.

Durante las primeras sesiones, y a veces aún durante largo tiempo después de cada movimiento los
soldados cuentan juntamente en altavoz: “¡Un! ¡un!... ¡dos! ¡dos!,, En algunos regimientos se cuenta
simplemente:

“¡ Un!... ¡ dos !“ Se acentúa cada movimiento golpeando sobre el arma.

He aquí algunas diferencias de detalle con nuestro reglamento:

1°) Los soldados toman el tacto de los codos.

2°) El paso es de 61 centímetros y la velocidad de 120 por minuto, en lugar de 75 centímetros y 115,
entre nosotros.

Hay en el ejército soldados muy jóvenes, casi niños aún, especialmente en la banda de música.

3°) La media vuelta se hace a la izquierda.

4°) Para volver a poner la bayoneta, se le hace por el flanco derecho, después de haber colocado el
arma entre los pies. Se tiene el cañón con la mano izquierda; se tira de la bayoneta y se pone en la
vaina con la mano derecha, después se vuelve frente a frente.

Sin embargo con el fusil Gras, se saca y se vuelve a poner la bayoneta con la mano izquierda, como
entre nosotros. Pero se hace todavía uno a la derecha.

5°) El reglamento conserva el modo de tener el fusil adaptado naturalmente por los centinelas y muy a
menudo por los instructores, es decir, el fusil de través por delante del cuerpo, la culata a la izquierda,
la extremidad del cañón hacia el hombro derecho, la mano izquierda en la empuñadura, la mano
derecha a la altura de la palanca.

6°) Estando en columnas a distancia completa, en orden directo, hacen pasar el último pelotón a la
cabeza, después del ante último, y así seguidamente (pasar en orden inverso en la misma dirección).
Primer movimiento: Mirando hacia atrás (con excepción del último pelotón).
Segundo movimiento: Cada medio pelotón hace un cambio de dirección hacia su ala externa.
Tercer movimiento: Cada medio pelotón vuelve en seguida la cara hacia atrás (hacia el interior).
Cuarto movimiento: El último pelotón se pone en marcha hacia la cabeza de la columna.
Quinto movimiento: En seguida que el ante último pelotón, se vuelve a formar (secciones a la derecha y
a la izquierda), se pone en marcha conservando su distancia, por detrás del otro. Este cambio de
formación, ejecutado rápidamente y con precisión por ciertos batallones, presentaba una vista
interesante.

Séptimo: Para hacer la esgrima con la bayoneta, los soldados se colocan como en tablero a cuatro pasos
uno del otro.

La segunda fila se dirige inmediatamente dieciséis pasos hacia atrás.


En cada hilera, los números 1, 5 y 9, etc., se quedan en su lugar.
Los números 2, 6, 10, etc., se dirigen detrás de estos, a cuatro pasos.
Los números 3, 7, 11, etc., a cuatro pasos detrás de estos.

Cuatro toques diferentes de clarín dirigen cuatro series de movimientos que los soldados ejecutan en
fila, contando en voz alta a partir del final del toque. La mayoría de los movimientos se parecen a los
nuestros. Hay algunos de más. Por ejemplo: el simulacro de hundir la bayoneta en el cuerpo de un
individuo echado a tierra; o bien el balanceo del arma de adelante hacia atrás y recíprocamente, la
culata se mueve poco, y el cañón rasa el hombro derecho.

Para el manejo de un arma común, en seguida que el clarín ha cesado de tocar, todos los soldados
hacen en seguida y sin detenerse los movimientos prescriptos, inclusive los ‘de la misa y la inspección.
En dos o tres regimientos, la regularidad se acercaba a la perfección.

En otros, se notaba, que aunque se hacían bien, había escamoteos para llegar conjuntamente.

Algunos cuerpos tenían la mala costumbre de maniobrar constantemente con la bayoneta, de modo que
los hombres de la primera fila se preocupaban de los que estaban por detrás, especialmente cuando se
hacían acostar los de las dos filas. Esto daba lugar siempre a ciertos inconvenientes.
En Pisco, para las maniobras del regimiento y de la brigada, se fue a una pampa muy lisa, situada a
algunos kilómetros de la ciudad y del puerto.

Había muchos vacíos en las filas, y aún los regimientos que contaban con 1.100 hombres no
presentaban más de 750 en el terreno, o sea más o menos, 90 por compañía.

Los movimientos de la brigada se hacían por dos regimientos, aunque ciertas brigadas contuviesen más.
Tiradores. Los regimientos aislados practicaban la escuela de batallón y la de tiradores (guerrillas).

En este último caso, los batallones se separaban en dos fracciones, una por delante y la otra por detrás.
La primera fracción se divide en cuatro líneas de tiradores, espaciados de siete a ocho pasos, todo el
mundo se acuesta sobre la arena en los periodos de descanso.
La marcha hacia adelante se hace por fila:

la cuarta fila se levanta, los hombres apresuran el paso y pasan agachados entre las filas de las hileras
precedentes, deteniéndose por delante de la primera. La tercera se pone en marcha entonces, después la
segunda, etc....
Carga a la bayoneta. Cada tanto tiempo, todo un regimiento dispuesto en batalla hacía una carga a la
bayoneta, con el arma un poco baja, casi horizontal: la música y los tambores tomaban una cadencia
precipitada. Los soldados se animaban poco a poco y gritaban: “¡Viva Chile!”

Algunas veces, una brigada ejecutaba esta carga; entonces los dos batallones del centro quedaban solos
en línea de batalla; los otros dos batallones, en columna apretada, marchaban por detrás de las alas.

Tiro. El tiro era poco cuidado. La instrucción tenía especialmente en vista el dar a los hombres cierta
cohesión y hacerles tirar convenientemente fuegos de salva (descarga) por brigada, y a veces fuego a
voluntad (fuego graneado). Los cartuchos de ejercicio, cubiertos de bricho, enrollados en hélice, con un
culote más grueso que el de los cartuchos de combate daban lugar a muchos tiros errados.

La extracción era difícil; el espesor del culote impedía al gancho de tomar el reborde. Se estaba
entonces en la necesidad de utilizar la baqueta, un poco corta. A 550 metros hemos visto emplear
blancos de las dimensiones de los que se colocan a 200 metros para nosotros.

Misas militares. La misa proporciona a los soldados una nueva ocasión de mostrar la precisión de su
manejo de las armas. Las tropas se reúnen en las plazas públicas, ya sea en columna de batallón, ya sea
en línea desplegada, con la bayoneta en el extremo del fusil.

Los movimientos se hacen conjuntamente, al toque de clarín (al toque de la corneta). Los oficiales
hacen con el sable, los movimientos correspondientes.

Durante la elevación, después de haber puesto la rodilla en tierra todos se quitan el kepis y lo llevan
hacia el suelo.

La música toca casi constantemente durante la ceremonia.

Músicas. Cada regimiento posee la propia, compuesta casi exclusivamente de instrumentos de cobre,
bastante numerosos, de una sonoridad suave al oído. El repertorio es variado; muchos trozos son
tocados de memoria (en ciertas circunstancias, los músicos han ejecutado inmediatamente sin tomar las
partituras, como por ejemplo La Marsellesa, que los jefes hacen tocar en nuestro honor).
Las piezas más originales son las llamadas (toques de llamada, muy lentos) y zamacuecas (danzas del
país).

Hay numerosos tambores, de los que algunos, hijos de soldados, tenían apenas nueve. a diez años.

Siguen perfectamente a la tropa (o más bien la preceden) y golpean indefinidamente, sin cansarse; sus
pequeñas cajas son muy bajas y muy sonoras. Todos tienen un sentimiento perfecto de la métrica, y su
educación se hace mucho más rápidamente que entre nosotros. Por lo demás, se estaría tentado de
creer, que experimentan una verdadera pasión por sus instrumentos. Entre dos piezas de música,
ejecutan toques de tambor excesivamente complicados, batiendo el medio o el reborde de sus cajas;
chocando entre sí los platillos; es una especie de prestidigitación. Aún cuando las bandas se hacen oír
en las plazas públicas de Santiago y Valparaíso, es necesario que los tambores, se dediquen después de
cada pieza, a sus más inspirados ejercicios. Fuera de los campos, esto se hace insoportable.
A la cabeza de la banda, avanza una llama que escupe a la cara de los paseantes, o una alpaca, o bien
una cabra adornada con cintas.

La cantinera viene a continuación con su vestido tricolor, como en nuestros regimientos.

Equipamiento

Los soldados tienen una vestimenta completamente en género y por encima un pantalón y una pequeña
chaqueta en cutí de color gris (brín).

Algunos cuerpos tenían también el pantalón rojo, la chaqueta de nuestros infantes y el kepis rojo.
La chaqueta de cutí, tiene una sola hilera de botones, pasa muy poco de la cintura; el cuello es muy
bajo. Tiene dos bolsillos a la altura del pecho. La mayoría tienen kepis en tela, con cubre nuca. La
camisa es de tela, con un cuello separado, a veces muy bien planchado. La corbata es larga y de un
género de lana, azul. Cada soldado posee, para las municiones, un amplio cinturón en tela, guarnecido
de cuero; se diría una especie de cinturón de gimnasta

Hay dos hileras de pequeños bolsillos que pueden contener cada uno de ellos diez cartuchos, o sea,
doscientos. Pero, a causa del peso, no se dan sino cien para la marcha y ciento-cincuenta para el
combate.
En muchos regimientos no existía la parte para recubrirlos en los pequeños bolsillos, de modo que los
soldados, cuando corrían, o cuando se acostaban perdían muchos cartuchos; se encontraban por eso
grandes cantidades donde se había permanecido y hecho maniobras durante largo tiempo. Se tiene
además la cartuchera.

Cubiertas de cuero protegían las llaves de las armas; pero estas se perdían frecuentemente, debiéndose
tomar un trozo de sarga, como para los estuches de los fusiles.

Calzado. El calzado consistía en medias botas en cuero sólido, en las que la parte rugosa se encontraba
para afuera. Muy pocos hombres sé ponían medias. De acuerdo a la opinión de ciertos médicos, esto es
mucho mejor (pues con las medias sucias, el sudor y la falta de aire se producen enfermedades de la
piel y descamación). Se trata de un buen calzado, y numerosos oficiales lo han comprado al precio de
tres pesos plata, y después a dos pesos y medio (quince a doce francos y medio). Sin embargo, estas
medias botas lastiman un poco la parte posterior del pie. Cuando se marcha por arena quemante,
muchos soldados se las sacaban y se cubrían los pies con bandas de género y trapos. Muchos rodeaban
las botas con pieles de buey, desecadas, para aislarlas del suelo.

Todo el mundo, aún los oficiales superiores, tenían una caramayola (cantimplora) en aluminio, de una
cabida de dos litros, suspendida al cuello por una correa de cuero, y sobre la misma, un plato redondo y
un vaso en forma de barquilla aplicado contra la parte baja (diámetro del jarro o vaso: 18 centímetros;
espesor: 7,2 mm. ó 7,4 mm.).
Únicamente los capitanes tenían tiendas, y aún en esto había muchas excepciones. Algunos tenían
pequeños catres de campaña compuestos de una tela tendida entre dos hierros en X. Pero las
dificultades del transporte hicieron abandonar la mayoría de las cosas que no eran indispensables. La
clemencia del clima permitió aligerar todos los pertrechos de campana.

En muchos casos, fue muy difícil impedir a los soldados a que tirasen sus fardos. Numerosos vestidos
de género fueron voluntariamente perdidos en el desierto. Se reconocía el camino recorrido por los
restos escalonados en una larga línea.

No obstante todas las reducciones, los soldados llevaban aún un peso de 26,250 kg. que se repartían en
la siguiente forma:

Armamento. Municiones. Víveres


Kilogramos
Fusil Comblain, bayoneta, porta fusil................... 4,900
Fornitura y estuche............................................. 1,040
Estuche del fusil.................................................... 110
15 paquetes de cartuchos................................... 6,300
Cinturón para las municiones............................... 330
Caramayola (cantimplora) llena (2 litros de agua) 2,460

18,000

Vestidos llevados sobre el cuerpo

1 kepis en tela (con cubre nuca).......................... 150


1 casaca de género ............................................. 1,510
1 pantalón de tela................................................ 840
1 casaca de tela y 1 pantalón de tela................... 680
1 camisa, 1 calzoncillo, 1 corbata ...................... 470
1 par de medias botas ....................................... 1,200

4,850
Objetos enrollados y llevados
sobre la espalda
Kilogramos
Manto (o poncho), frazada......................... 2,180
1 maleta pequeña (en cuero)..................... 200
1 camisa, 1 calzoncillo, 1 pañuelo............ 470
1 servilleta, 1 peine, jabón, tabaco, cepillos,
objetos de desmonte, trapos, etc............... 550

3,400
Total........ 26,250
Nota: El soldado inglés lleva en campaña un peso de 23,500 kilogramos, sin contar los víveres.

Signos distintivos

El coronel tiene seis pequeños galones de oro, el teniente coronel cinco, el sargento mayor cuatro, etc.,
etc.

Los sargentos y cabos tienen galones semejantes a los de la artillería de Francia.

Ciertos regimientos, para reconocer sus hombres, llevan fijado en la parte alta de las mangas galones de
lana de formas y colores diferentes (galones invertidos, simples o doble, etc.).

Cada regimiento tenía banderolas especiales. Por ejemplo, el Talca tenía estandarte francés con un
cuadrado blanco sobre el azul.

Cada brigada y cada división tenían un estandarte en seda con los colores franceses, en forma de llama,
cuya longitud era cuatro veces mayor que la anchura. El número de la unidad estaba inscripto en el
centro.

Condecoraciones. En recuerdo de las victorias tenidas desde el comienzo de la guerra hasta la toma de
Anca, se había creado una medalla conmemorativa que todavía no se había distribuido. Se debía acuñar
una segunda de un modelo diferente para la campaña de Lima: sería en realidad lo que se llama una
cruz (pero no hemos oído hablar más de ella). La primera debía ser una estrella de cinco ramas, con
perlas en las puntas, rayada en los ángulos.

Ya muchos oficiales y soldados llevaban sobre sus uniformes cintas; rojas para los soldados, tricolores
para los oficiales.

Se llevaban tantas cintas como batallas se habían visto. Algunos tenían seis antes de la última campaña.
Estas cintas debían ser reemplazadas por otros tantos broches, pasados por la de la medalla y llevando
el nombre de los combates, tal como se hizo para la guerra de Crimea.
Artillería

Hemos dado en el curso de la descripción la composición de la artillería. La descripción de las piezas


es demasiado conocida para hacerla aquí; bastarán por lo tanto algunas indicaciones.

Todas las piezas de 87 milímetros y algunas de las de 75 milímetros han disparado por primera vez
después de su compra, cuando fueron enviadas al campamento de Lurín (enero de 1881); es decir, que
llegaron a último momento.

Con cada uno de los cañones Krupp se encontraba una tabla de tiro impresa en francés, en la imprenta
de M. Krupp, en su establecimiento de Essen.

Las divisiones del alza de los de 87 y de 75 milímetros, son milésimos de la longitud de la línea de
mira.

Los oficiales son los que apuntan con las piezas (teniente o subteniente). Algunas baterías hicieron
fuego juntamente, y más de una vez se vio a las seis balas llegar bien agrupadas al blanco a que habían
sido dirigidas (en Chorrillos, contra el alto del Fraile; en Miraflores, contra la batería Ugarte).

En un terreno bastante duro, en Chorrillos, hemos estimado en seis metros como más, el retroceso de la
pieza de 75 milímetros no enrayadas (pieza de campaña).
Los afustes de hierro eran muy cuidados, y los oficiales estaban satisfechos del funcionamiento de cada
parte.

El furgón de cada cañón de 75 milímetros, de campaña, contenía 51 cartuchos y 51 proyectiles,


colocados verticalmente, cargados, pero sin tener la espoleta en su lugar.

Se coloca ésta rápidamente, en el momento del tiro (espoleta de percusión o de tiempo, de acuerdo al
resultado buscado).

En cada batería hay un doble furgón que lleva una reserva de cien tiros.
Algunos cañones han disparado cada uno 150 tiros entre los dos últimos días de la batalla. Hubo que
cambiar tres veces los obturadores de sus piezas.
Cañón de campaña Armstrong de
66 milímetros

Hay para los cañones de 66 milímetros, cuatro clases de proyectiles:

4 ametralladoras bajo el afuste


8 obuses comunes
12 obuses shrapnles
16 obuses a segmentos

En todo 40 proyectiles acompañando la pieza


(240 para las seis piezas)

Un tiro de ocho caballos lleva tres arcones conteniendo 150 tiros para la batería, lo que lleva a 390 el
aprovisionamiento por 65 bocas de fuego.

El parque divisionario y el parque general poseen un número casi igual. Los obuses a segmentos y los
obuses comunes tienen espoleta a percusión (con clavijas), y espoletas Pettmann.
Los Shrapneles tienen espoletas a tiempo.

Tiro. Esta batería de seis piezas, la única de modelo Armstrong, llegó completamente embalada al
campamento de Lurín. Pero los sirvientes se pusieron rápidamente al corriente de la maniobra, bajo la
dirección de su capitán, M. Montauban.

El día de los primeros ensayos, 1° de enero de 1881, hubo dos cabezas de arbotantes de afuste rotas, y
algunas piezas de madera, quebradas; pero las reparaciones fueron fáciles, gracias a los talleres
móviles.
En la arena demasiado blanda, el retroceso se hace difícilmente: la culata del afuste se dobla; y hay
oscilaciones y sobresaltos.

El 10 de enero se hizo un segundo disparo en donde no faltó nada. En el primer tiro, una de las piezas
había mostrado una apariencia de hendidura en el interior. Pero, después de al menos cuarenta disparos
en Chorrillos y Miraflores, esta hendidura no ha cambiado de aspecto.

El sistema de cierre francés a tornillo funcionó muy bien, y sin embargo reinaba una gran prevención
contra este sistema entre los oficiales de artillería, y aún cerca del comando general. Se pretendía que el
cierre no era seguro.

Se estaba muy contento de los Krupp; se hubiera querido tenerlos allí. Se llegaba a decir que los
Armstrong habían sido seriamente averiados durante el combate y este parecer
se veía muy acreditado, aún en oficiales que teníamos por hombres inteligentes. No pudiendo admitir
esta inferioridad con relación a los cañones Krupp, fuimos a Lima, para examinar detenidamente los 66
cañones Armstrong, que habían disparado más o menos 250 tiros, o sea 42 por pieza. Los encontramos
en perfecto estado, y el capitán nos declaró estar perfectamente satisfecho. Por lo demás, en un curso de
nuestro relato, señalamos la precisión de su tiro en las dos batallas.

Las seis ametralladoras Gatling utilizaban cartuchos de fusiles; pero el polvo hacía difícil su manejo.
De este modo, se las había dejado de lado, para no producir trastornos.

Víveres

En el comienzo de la guerra, en Antofagasta, los soldados alimentados por asentistas que recibían por
día y por hombre veinticinco centavos, y más adelante cuarenta (un centavo es igual al centésima del
peso); con el curso del cambio llegó a valer un franco, y después un franco cincuenta. Por este precio el
soldado recibía un pequeño pan blanco por comida; por la mañana medio litro de café. A mediodía, una
sopa con pimientos (habichuelas), etc. Por la noche, un guiso de carne y papas, además de dos litros de
agua destilada por día. No había en el país, sino agua proveniente de máquinas. Más tarde, los
alimentos se prepararon en cada regimiento bajo la dirección de un proveedor.

El pan era proporcionado, desde un mercado, por un panadero que seguía al ejército en los diversos
acantonamientos. Pero en Lurín, no se le tuvo sino excepcionalmente, aún en la mesa de los oficiales,
durante un cierto tiempo.

En Pisco, las tropas tuvieron la siguiente alimentación:

Por la mañana, medio litro de café con 4 a 5 centilitros de aguardiente de Pisco. A las diez horas, un
puchero (olla) bastante bueno, especie de guiso hecho con carne, arroz; maíz, pimientos. Por la noche,
un plato abundante de habichuelas. Se daba para todo el día un pan blanco de buena calidad que pesaba
una libra española (460 gramos). La bebida habitual era el agua pura.

En Lurín el aprovisionamiento se hacía más difícil, la alimentación se modificó un poco:

Por la mañana, se tuvo todavía café; a las diez, un plato de habichuelas; a las cuatro y media, una
mezcla de habichuelas y charqui (el charqui era carne secada en trozos estrechos y planos; era
alimenticia, pero a menudo muy poco apetitosa). En lugar de pan, se tenía bizcocho o bien harina con
la que se hacían galletas indigestas, cocidas bajo ceniza (tortillas).
Cada tanto se tenía carne fresca, cuando llegaban bueyes de Pisco, y cuando habían dado resultado las
razzias efectuadas en el valle.
Durante algunos días, los camotes (patatas dulces) fueron una excelente adición al alimento
reglamentario, pero esta reunión de 25.000 hombres, agotó rápidamente las raras plantaciones de este
tubérculo.
Durante la marcha, los soldados recibían diariamente:
Charqui ........................................... 460 grs.
Bizcocho ........................................ 460 "
Cebollas ..........................................100 "
Harina asada (para poner en el
agua de bebida) ............................. 200 "
Pimiento ......................................... 10 "

La ración de campaña, en la flota, comprendía:

Bizcocho ....................................................... 300 grs.


Charqui ........................................................ 115 "
Carne salada ................................................ 230 "
Legumbres secas .......................................... 50 "
Porotos ........................................................ 150 "
Harina ......................................................... 260 "
Arroz ........................................................... 60 "
Aguardiente .............................................. 25 cent.
Grasa ......................................................... 30 grs.
Sal ............................................................. 15 "
Ají molido (pimiento en polvo) ................ 3 "
Azúcar ....................................................... 75 "
Cacao ....................................................... 28 "
Café ......................................................... 14 "
Vinagre .................................................... 2 cent.

Estos diversos artículos son proporcionados de acuerdo a los días de semana y dan lugar a varias
combinaciones.

Los mecánicos durante el fuego recibían además 14 grs. de café y 50 grs. de azúcar. Cuando era posible
se reemplazaban las conservas por víveres frescos. Pero durante el bloqueo, esto sucedió raras veces.
La harina asada, diluida en la leche, formaba una bebida que nosotros encontrábamos deliciosa después
de largas horas a caballo en la arena quemante.

Pero, se prohibió la distribución durante algunos días, pues se creyó atribuir los numerosos casos de
disentería a la substitución fraudulenta de harina de maíz, cuyo precio es muy inferior.
Los regimientos, llevaban con ellos en carruajes muy fuertes, dos grandes calderas y varias marmitas
que se colocaban fuera del campamento, como la carnicería.

Oficiales. Al final de la última campaña, la alimentación de los oficiales no pudo casi diferir de la del
soldado, no obstante la mejor voluntad. El país no proveía de nada y los raros comerciantes no podían
aprovisionarse sino con las más grandes dificultades. Para tener cajones de vino o de licores, nos fue
necesario recurrir al concurso gracioso de los navíos de guerra italianos, franceses y chilenos, y buscar
por nosotros mismos, en la playa, los paquetes aportados por las chalanas y echados sobre el montón de
bagajes que cubrían la playa.
Una botella de aguardiente se hubiera disputado a precio de oro, si se la hubiera podido conseguir. Esta
penuria nos recuerda las cartas del ejército de Egipto en 1798 tomadas por los ingleses. En las mismas,
algunos personajes que se hicieron célebres pedían con insistencia que se les procuraran botellas del
precioso líquido.

Durante los primeros días de la ocupación de Lurín, se descubrió en la sacristía varios barriles de Pisco.
Sus propietarios habían creído encontrar allí un depósito inviolable.

La vida al aire libre, la fatiga, daban un excelente apetito, y se había llegado a no inquietarse por la
calidad de los alimentos, siempre que se tuviera una buena cantidad.

Paquebotes. Los paquebotes Chile y Paita, habían sido comprados a la Compañía Sudamericana, con la
facultad de volverlos a vender después de la guerra. Para conservar el personal (equipaje y oficiales), el
gobierno chileno pagó 6.000 pesos de plata por mes más o menos 25.000 francos en letras sobre
Europa). El Estado proveía y ponía a bordo todo el carbón necesario para el servicio.

Para la alimentación de cada oficial o pasajero, se daba un peso de plata, y para cada soldado, medio
peso.

A bordo del Chile, se encontraban el general en jefe y numerosos oficiales de toda categoría, la mesa
era muy mala, y las comidas muy mal servidas. Las cantinas carecían de todo. Se bebía vino del país y
también vino agrio, lo que producía muchas quejas. Los soldados no estaban relativamente mejor.

Ración de los caballos. La ración reglamentaria de los caballos era de tres kilos de cebada y nueve
kilos de heno. Pero una vez en campaña, la cebada se hizo muy rara. Aún el estado mayor general tuvo
que esperar varios días después del desembarque para tener apenas dos litros por caballo, y muy
irregularmente.

El heno era reemplazado por caña de azúcar, cortada en el momento que debía ser consumida. Este
forraje era muy aceptado por los animales.

Agua. Para la marcha en el desierto, las mulas transportaban barriles de agua, para llenar en las etapas
las caramayolas vacías.

A bordo del transporte Itata, había algunos pozos Norton, especie de ariete hidráulico portátil, en el que
una débil altura de caída producía una subida del agua a bastante gran altura.
Servicio Sanitario

Debemos alguna parte de las notas siguientes a la amabilidad del doctor F. Gacitúa, antiguo estudiante
de París.
El servicio sanitario del ejército chileno en campaña es completamente civil. Se siguen los reglamentos
de la convención de Ginebra, que el gobierno chileno reconoció por decreto del 24 de julio de 1879.
El llevar un uniforme cualquiera e insignias militares está prohibido al personal de las ambulancias. La
única señal distintiva es el brazal blanco con la cruz roja.
Existen para el ejército expedicionario cuatro ambulancias y un hospital volante. La pequeña
embarcación a ruedas, el Paquete de Maule está exclusivamente afectada al servicio médico y
transporta todo el material de las ambulancias. La dirección general está entre las manos del doctor
Allende Padín.
He aquí la composición de una ambulancia:

Personal

1 cirujano en jefe
6 primeros cirujanos
12 segundos cirujanos

1 primer farmacéutico
1 contralor del servicio
5 ayudantes de farmacia
26 enfermeros
1 cocinero y 2 ayudantes
1 lavandero y 2 ayudantes
1 jefe de los sirvientes y su ayudante
1 palafrenero
60 camilleros

Cada ambulancia se divide en seis secciones dirigidas cada uno por un primer cirujano, y
comprendiendo la sexta parte del personal enumerado más arriba.
Material de cada ambulancia

6 carretillas, 24 enjaezadas (de tiro)


25 mulas o caballos de silla para los empleados
25 tiendas de los modelos indicados en el croquis
625 camas (teniendo cada una 2 frazadas gruesas,1 almohada y 4 sábanas)
1 canaca para 2 camas
1 vaso para beber, 1 plato, 1 cubierto por cama
6 calderas de 125 raciones cada una
12 marmitas, más los objetos necesarios y la vajilla para los empleados
Los instrumentos de cirugía, 3 cajas de amputaciones y de resección, jeringas, sondas, sacabalas,
irrigadores, sondas de Nélaton, pinzas, tijeras, hilas, etc.

Después de la batalla de Chorrillos, hubo lugar para los heridos en un amplio y vasto edificio situado
cerca de la ciudad, y las tiendas colocadas un poco por todas partes. Pero, bajo la tela hacía un calor
bastante incómodo, no obstante las cuatro ventanas y especialmente las aberturas en las dos
extremidades.
Una buena parte del material quedó en el Paquete de Maule.

Enfermos. El 1 de enero había en Lurín, 600 enfermos para 24.000 hombres más o menos, o sea
veinticinco por mil. Ciento treinta hombres acababan de ser evacuados en el Chile. La salud fue en
general satisfactoria. Al comienzo de la estada en Caucato (cerca de Pisco), hubo muchos casos de
disentería que provenía del agua salada que se bebía (se marcha sobre un suelo salino, que cruje bajo
los pies, que está cerca de las más ricas plantaciones). El cambio de agua mejoró la situación de la
brigada acampada en este lugar. Las dos batallas dieron más o menos, cerca de 4.150 heridos. Se envió
a todos los que se suponía capaces de soportar el viaje. Pero murieron muchos por el estado de sus
heridas (no hablamos sino de los heridos chilenos).
Capítulo
Décimo Tercero

GEOGRAFIA, ETNOGRAFIA

Gobierno de Chile /
Gobierno del Perú
Gobierno de Chile

Chile se extiende (1880) desde el 24° al 56° de latitud sur, en una anchura de 140 a 180 kilómetros,
desde el desierto quemante de Atacama hasta las rocas desoladas del Cabo de Hornos, batidas por las
tempestades. En 1875, había más de 24.000 extranjeros, sobre cerca de 2.300.000 habitantes
(argentinos, 7.183; alemanes, 4.267; franceses, 3.314; italianos, 1.988; españoles, 1.233; americanos
del Norte, 931; peruanos, 830).

La lengua española es la única oficialmente utilizada. Dos razas principales: la indígena conquistada; la
española, conquistadora.

Raza indígena en tres ramas: Fueguinos (Tierra del Fuego, oeste de la Patagonia); Araucanos, al norte
de Chonos (44° sud), hasta río Bío-Bío (36° sud); Los Changos, de procedencia peruana, al sud del
desierto.

La fusión puede ser considerada como hecha, salvo para 50 a 55.000 indígenas (Fueguinos, Araucanos
independientes).

El gobierno de Chile es republicano, representativo, popular; fundado sobre la unidad y la


indivisibilidad.

El departamento legislativo se compone de dos cámaras de elección periódica y popular; senado y


cámara de diputados.

Los diputados son elegidos por tres años, uno por cada 20.000 habitante. Los senadores son elegidos
por las provincias por un período de seis años, uno por cada tres diputados.

Departamento ejecutivo. Un presidente elegido por electores de segundo grado, por un período de
cinco años, no reelegible sino después de un intervalo de cinco años. El ministerio (cinco carteras) es
responsable.

Departamento judicial. Cortes superiores, jueces civiles y jueces de distrito. La religión católica es la
religión del Estado; pero todos los otros cultos son tolerados.

Gobierno del Perú

Los límites del Perú son muy variables, de acuerdo a los geógrafos. En latitud sud se extiende desde los
3° 30’ hasta los 21° 30°. Tiene tres regiones principales: la costa, la montaña y la meseta del lado de la
cuenca del Amazonas. En 1877, tenía 2.884.000 habitantes; en 1876, en Lima había 100.107
habitantes, de los que 15.400 extranjeros, 19,630 indios, 9.000 mestizos; 33.020 peruanos blancos.
Había 62.243 personas sin ocupación.

Razas. La raza indígena es la más numerosa. La raza negra tiene pocos representantes. La raza blanca,
bastante numerosa, aumenta todos los días por la inmigración de extranjeros.

Había cierto número de chinos en las plantaciones y en las ciudades. Todas estas razas han originado
las mezclas más diversas.
Se habla ordinariamente el español; sin embargo se emplea el quichua y el aimará.
Gobierno. El gobierno es republicano, democrático, representativo, unitario. El Poder Legislativo
comprende un senado y una cámara de diputados.

El poder ejecutivo comprende un presidente, un primer vicepresidente y un segundo vicepresidente,


llamados a reemplazar al presidente en los casos previstos por la ley.

La religión católica, apostólica y romana es la religión del Estado, con exclusión de las otras.

Crédito de los beligerantes. El sol peruano y el peso chileno, tienen en plata exactamente el mismo
título y el mismo peso que nuestra moneda de cinco francos en plata. Pero estas monedas eran
consideradas como verdaderas mercancías, y se compraban en letras sobre Europa, a un precio
variable, entre 3,50 a 4,50 francos cada una. En el Perú, la importación de plata amonedada estaba
prohibida; pero había un contrabando enorme que el bloqueo restringía. Cada país poseía una moneda
papel.

El sol peruano en papel, que a la par debería valer cinco francos, o al menos un valor comprendido
entre 3,50 y. 4,50 francos, de acuerdo al valor de la pieza plata (48 peniques; 1 penique = 1 penny = 10
c. 5), cayó hasta 15 céntimos (1 penique y medio), y después subió hasta 0,40 francos cuando la entrada
de los chilenos en Lima. En 1879, hacia el mes de junio, valía 2,20 francos.

En Chile, durante toda la guerra, el peso papel perdió apenas la mitad de su valor nominal, en los
momentos más difíciles; después de las últimas victorias, su valor fue de tres francos.

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