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Los gases

Aagiza vive en un campamento de refugiados abierto en Turquía. Ahora es una


mujer adulta, y poco a poco se ha recuperado, de sus graves lesiones, pero
difícilmente olvidará lo que en 1988 sucedió en su aldea.

Al cumplir los 8 años Aagiza vivía en Ekmala, al noreste de Irak. Su familia era parte
de la minoría kurda de aquel país. (Los kurdos —o curdos— son los miembros de
un pueblo indoeuropeo de religión sunní*, que dedicado a la ganadería trashumante
y al cultivo de cereales habita en el oriente medio).

Desde 1979, cuando llegó al poder Sadam Hussein, la comunidad kurda irakí había
padecido múltiples sufrimientos bajo la opresión de las autoridades de Bagdad. Por
ello en Ekmala y en las demás ciudades kurdas de la parte septentrional de Irak,
donde reside el 17% de la población del país, se recibió como liberadores a los
soldados iraníes que ocuparon la zona en los primeros días de marzo de 1988. Esta
favorable actitud hacia el ejército ocupante llenó de cólera al dictador. El 15 de
marzo Hussein dispuso el empleo de agentes químicos contra los poblados kurdos.

Dos días después Aagiza, como lo hacían otros niños de la región, estaba cuidando
el rebaño de ovejas de su padre en un campo vecino a su casa. De pronto, hacia
las tres de la tarde, aparecieron en el cielo aviones irakíes que dejaron caer sobre
Ekmala medio centenar de bombas. El estallido de los proyectiles colmó el paraje
de un humo entre blanco y amarilloso, mientras por todas partes se extendía un olor
similar al de los insecticidas. El pueblito había sido bombardeado con gas tóxico.

Medio ciega y con el cuerpo cubierto de ampollas, caminando dificultosamente por


un sendero, la niña intentó volver a su casa. No pudo lograrlo. Junto a las otras
víctimas del gas cayó al suelo, presa de convulsiones y vómitos, con la piel lívida y
la cara cubierta por hilos de sangre que manaban de la boca y de la nariz. Aún no
se explican los médicos cómo sobrevivió Aagiza a los efectos del bombardeo letal.

En el siglo XX las armas químicas fueron empleadas, entre otros estados, por
Alemania, Gran Bretaña, Italia, Japón, Francia, Egipto, Cuba, los E.E.U.U. y la
U.R.S.S. Irak llegó a ser, hasta no hace muchos años, el mayor fabricante mundial
de gas neurotóxico y de gas mostaza, pero también producen y almacenan uno y
otros países como Birmania, Corea del Norte, Etiopía, Irán, Libia, Siria y Vietnam.

Las armas químicas provocan extremo sufrimiento y tienen efectos indiscriminados.


Ninguna necesidad militar puede invocarse para usar esos letales productos, ni
siquiera en un ataque contra combatientes. En el caso de Irak, los bombardeos con

* Se da el nombre de sunní al islamismo seguido por los descendientes de los mahometanos


que desconocieron, en oposición a los chiitas, la naturaleza divina de los imanes (jefes de la
comunidad islámica).
gas ponzoñoso se lanzaron en forma directa contra la población civil kurda,
causando la muerte a miles de hombres, mujeres y niños.

Según el Reglamento anexo al Convenio IV de La Haya y el Protocolo I adicional a


los Convenios de Ginebra, los beligerantes no tienen un derecho ilimitado en la
elección de los métodos y medios para hacer la guerra. El uso bélico de gases
asfixiantes, tóxicos o similares fue prohibido por el Tratado de Washington, suscrito
en 1922, y por el Protocolo de Ginebra de 1925, en consideración a que su empleo
era a justo título condenado por la opinión general del mundo civilizado. Sin
embargo, en la actualidad esas despreciables armas siguen causando muertes y
daños físicos a millares de personas en todo el mundo.

Los gases venenosos —descritos cínicamente por un experto como las bombas
atómicas de los pobres— seguirán expandiéndose alrededor de niños como
Aagiza..., a menos que la comunidad internacional opte por abandonar su
indiferencia con respecto a quienes preparan y utilizan esos fluidos.

P. S. El 13 de enero de 1993 se aprobó en París la Convención de las Naciones


Unidas sobre la prohibición del desarrollo, la producción, el almacenamiento y
el empleo de armas químicas y sobre su destrucción. Sadam Hussein,
expulsado del poder tras la invasión norteamericana de 2003, murió en la
horca en diciembre de 2006.

MARIO MADRID-MALO GARIZÁBAL


Otras siluetas para una historia de los derechos humanos
Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Derechos Humanos
Bogotá, D.C., 2009, pp. 221-223

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