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-Yo conocí al angelito. Fue en el Liceo. Hace dos años. Siento que lo mataran. Tenía
toda la vida por delante. Tuvo mala suerte.
-Llegaron como a las 01.30 de la madrugada del sábado 8 de noviembre. Eran cuatro.
No saludaron a nadie. Ni al finadito que estaba de cumpleaños. Cumplía 17 años. Era
un cabro bueno. Era mi primo. Parece que él conocía a uno, del liceo. El más bajo que
se comía las uñas. Le hizo una mueca o algo así, pero en el fondo quería que puro se
fueran esos gueones. Yo los había visto más allá. Eran fumones. En ese momento
tomábamos y bailábamos. Había choripanes en el patio. En el patio estaban los tíos.
Nosotros estábamos en el living y la entrada. Sumábamos como 12, entre cabros y
viejos.
Se pusieron entre la puerta y el living. Uno nos mostró una pistola. Dijo que en un rato
la iba a usar. Esto nos puso nerviosos. En eso salió el tío. El tío tenía una pistola, pero
estaba borracho. No quiso ir a buscarla y los echó nomás.
No le hicieron caso y uno de los cabros disparó al aire. El finado dijo que llamaría a los
pacos. Estaba en eso, cuando le dispararon al angelito. Después quedó la cagada.
Al otro día Piero leyó frente a su casa: vamos a cobrar conchetumare. “La ley de le
pobla”, le aclaró Gordo Michel-
-pesca tus cosas y ándate cabro gueón- le dijo Gordo Michel.
-El Yona, el tío y varios más metieron al finado al auto. No tenía ningún olor. No me dio
cosa tocarlo. Lo pusieron de copiloto, parecía vivo. Los cabros lo amarraron para que
no se le fuera la cabeza pa’ adelante. La Erika lloraba. Le dejaron una mano afuera. El
Yona aceleró el Hyundai y los cabros que iban atrás dispararon al aire. Todos
aplaudimos cuando a lo lejos sentimos la balacera. El angelito se había vengado. Ahí
terminó nuestro funeral y comenzó el otro.
El Largo Camino
Cama caliente
(Estoy comiendo un poco de tu corazón ¿lo sabías? Hace días busqué la manera de encontrar
algo de ti. Algo que me permitiera estar cerca de tu rostro para seguir desenredándote el pelo y
las ganas).
(Eso que crees ver soy yo, una mancha carente de proporción alguna. Ahora cuando
logro sentirte con mi lengua hasta el fondo comprendo la necesidad de de buscarte por todo el
baño).
(Pero te gusta
¿cierto? Te gusta que te hable cuando duermes o cuando ya no tienes a nadie a tu lado y sólo
esperas a que te diga cualquier cosa con tal de no sentirte sola en esas noches de cigarro y
desvelo, de ambigüedad y desorden; sobre todo el desorden de tu aspecto complementado con el
de tu habitación, el teléfono descolgado, la ropa tirada, la cama deshecha completamente; y tú
ahí con la boca abierta exigiendo más complicidad… más desorden)
Fragmento de Cállate viejo e mierda
“Tiempos Gloriosos”
Biografías de los escritores de Arica.
Antología de escritores Arica - Antofagasta.
Nuevos narradores de Arica / Nueva Nortinidad