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I.

En cuanto a la “Autonomía de la Iglesia Local”: Les comparto algo de


algunas ideas que he encontrado sobre el tema.

La palabra “autonomía” en su uso secular:


a) “Independencia. Libertad. Estado del país que se gobierna a sí mismo,
por completo o en cierto aspecto que se expresa” (Diccionario de uso del
español, tomo 1, Página 308).
b) Aplicada a las personas: “Facultad para gobernar las propias acciones,
sin depender de otro” (Diccionario de uso del español, tomo 1, Página
308).
En su uso relativo a la iglesia: que cada congregación es
independiente, libre y se gobierna a sí misma. ¿Es bíblico el concepto de
autonomía congregacional?
1. Los vocablos “autonomía” y “autónomo” no se encuentran en la Biblia.
Sin embargo, analizada la información que el Nuevo Testamento nos
provee sobre algunas congregaciones locales del Siglo I, su autonomía en
ciertos aspectos es evidente.
¿Qué tipo de autonomía se discierne en las congregaciones
organizadas por los apóstoles bajo la supervisión directa del Espíritu Santo?
La autonomía de aquellas congregaciones del Siglo I no era absoluta, pues
vemos en ejemplos específicos que cada congregación tenía
responsabilidades hacia las demás congregaciones y también para ciertos
ministros de Dios que iban proclamando el evangelio, fundando nuevas
iglesias locales y servían como Asesores sobre temas relacionados con el
Evangelio de Dios.

A. “Autonomía absoluta” significa total independencia, o sea,


independencia al extremo de no tener ningún deber hacia otras
instituciones o personas.
B. Las congregaciones organizadas por los apóstoles debían recibir a los
evangelistas fieles, socorrer, bien sea material o espiritualmente, a las
congregaciones necesitadas y procurar preservar la unidad de la fe de
todos los cristianos en todo el mundo. Por lo tanto, su autonomía no era
de carácter absoluto. Sometemos para el escrutinio del estudioso
muchas evidencias bíblicas encontradas en tres casos particulares
relatados en el Nuevo Testamento.
1. La interacción entre apóstoles, ancianos y miembros en Jerusalén con
las congregaciones en Antioquia, Siria y Cilicia, según la crónica detallada
en el Capítulo Quince de Hechos de Apóstoles. “Los apóstoles y los
ancianos y los hermanos” de Jerusalén emitieron una carta “a los
hermanos de entre los gentiles que están en Antioquia, en Siria y en
Cilicia” sobre circundarse y guardar la ley los gentiles convertidos,
abstenerse “de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de
fornicación”. Los de Jerusalén eligieron a Judas Barsabás y Silas como
emisarios que llevaran “la carta” a las iglesias de otras regiones.
a) Hacemos hincapié en los procedimientos de las partes en este ejemplo
aleccionador: apóstoles, ancianos y miembros de una iglesia local,
específicamente, la de Jerusalén, envían, mediante mensajeros
seleccionados por ellos, una carta de contenido doctrinal, a múltiples
congregaciones locales. Tomemos nota: ejecutan esta acción no solo los
apóstoles sino también los “ancianos y los hermanos” de una congregación
particular. Obviamente, todos esperaban que las congregaciones locales en
Antioquia, Siria y Cilicia recibieran a los mensajeros y leyeran la carta, y
no que rechazaran de plano su acercamiento, amparándose en una
supuesta “autonomía absoluta”.
b) Enviar los mensajeros presupone su recibimiento cordial en las
congregaciones nombradas. ¿Estaban los ancianos o administradores de
las iglesias locales de Antioquia, Siria y Cilicia en el deber de acceder a
recibir y escuchar a Judas Barsabás y Silas? Positivo, sin duda alguna.
¿Por qué? Por tener estos mensajeros “credenciales” espirituales
fehacientes que los acreditaban como dignos de ser atendidos con respeto
y honra.
(1) Eran “varones principales entre los hermanos” de Jerusalén
(Hechos 15:22).
(2) Fueron elegidos por los apóstoles y los ancianos, “con toda la
iglesia” (Hechos 15:22), como portadores de “la carta”.
(3) Andaban en compañía con Bernabé y Pablo, varones de
compromiso cristiano comprobado que habían “expuesto su vida por el
nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Hechos 15:22, 25-26). “Dime
con quién andas, y yo te diré quién eres.”
(4) Eran profetas (Hechos 15:32), o sea, habían recibido la comisión
de Dios de predicar su Palabra.
c) Según este ejemplo, ¿es preciso deducir que los administradores de
una iglesia local debieran recibir a todo aquel que se presente como
portador de algún proyecto, carta o mensaje de alegada importancia?
(1) Negativo. El primer deber de los administradores es verificar las
“credenciales” del peticionario. ¿Anda por su cuenta o a nombre de una
iglesia local en particular? ¿Acaso ha sido enviado por un evangelista, o
evangelistas, de fidelidad irreprochable? ¿Trae alguna carta oficial de
recomendación, debidamente firmada por los que la autorizaron, con
números de teléfono o correos electrónicos que faciliten su verificación? ¿Es
neófito u obrero experimentado? Una vez examinadas y aprobadas estas
credenciales de rigor, el próximo paso sería una audiencia preliminar para
saber la naturaleza de la petición, o que el peticionario presente un
resumen conciso de la misma.
(2) Tal parece que los administradores de las iglesias de Antioquia, Siria y
Cilicia no cumplieran cabalmente su responsabilidad de probar primero a
hermanos que venían de otros lugares, pues “la carta” enviada desde
Jerusalén para ellos y sus congregaciones decía, después del saludo: “Por
cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, a los cuales no
dimos orden, os han inquietado con palabras, perturbando vuestras almas,
mandando circuncidaros y guardar la ley” (Hechos 15:24). Debían haber
exigido “cartas de recomendación” o “cartas de autorización” a aquellos
hermanos que llegaron desde Jerusalén. Pero, las circunstancias de este
caso indican que los admitieron sin conocerlos y sin examinar sus
documentos espirituales, sufriendo las consecuencias dañinas de su
omisión. Precisamente, la “autonomía congregacional” practicada
bíblicamente detiene este tipo de intromisión peligrosa. He aquí uno de sus
“beneficios” palpables.
d) Referente al contenido de la carta, los administradores de las
congregaciones en Antioquia, Siria y Cilicia confrontaban dos opciones:
acatar las directrices o rehusar implementarlas. Ya que se trataba de
instrucciones asentadas en revelaciones y obras divinas, su única decisión
sabia y espiritual hubiese sido aceptarlas. Estaba en juego no solo la
autoridad del Espíritu Santo y los apóstoles (Hechos 15:28) sino también
la unidad de iglesia.
e) Según este ejemplo, no actúan bíblicamente los ancianos o
administradores que rehúsan tajantemente conceder audiencia a todo
peticionario no perteneciente a su propia congregación local.
2. El segundo conjunto de evidencias según las que Dios no hizo
“autónomas en absoluto” a las congregaciones del Siglo I gira en torno al
donativo recogido y administrado por el apóstol Pablo y sus colaboradores
a favor de los necesitados en Judea. La historia de esta magna obra
benévola se encuentra en los Capítulos 8 y 9 de la 2 Corintios, 1 Corintios
16:1-4 y Romanos 15:22-33. Tomando la iniciativa, el afamado apóstol
envía a varios evangelistas, llamados también “compañeros”,
“colaboradores”, “mensajeros de las iglesias, y gloria de Cristo”, a las
congregaciones de Macedonia, Acaya y Asia, con instrucciones de asistir en
la preparación de la ofrenda de cada una.
a) Refiriéndose a sus colaboradores en el proyecto, el apóstol Pablo
exhorta a la iglesia en Corinto en particular: “Mostrad, pues, para con ellos
ante las iglesias la prueba de vuestro amor” (2 Corintios 8:24), claramente
dando a entender que no solo Corinto sino todas las iglesias contactadas
para el donativo estaban en el deber de recibir y cooperar con los
colaboradores enviados por Pablo.
(1) La responsabilidad de la congregación en Corinto hacia los
colaboradores de Pablo se pone de relieve mediante la orden “Mostrad…
para con ellos… la prueba de vuestro amor”. Tito, Timoteo y quizá otros
evangelistas figuran entre los enviados por Pablo a Corinto (2 Corintios
8:16-22). El derecho de estos hermanos de entrar a la congregación en
Corinto y tomar pasos que aseguraran la preparación a tiempo del
donativo para Judea es una inferencia necesaria derivada de lo dice Pablo
al escribir: “Tuve por necesario exhortar a los hermanos que fuesen
primero a vosotros y preparasen primero vuestra generosidad” (2 Corintios
9:5). ¡Tenían autorización apostólica para ir a la iglesia en Corinto y
preparar la ofrenda para Judea! Lógicamente, la iglesia en Corinto estaba
en el deber de admitirlos y cooperar con ellos, ya que de no hacerlo
hubiese sido culpable de resistir la orden de un apóstol.
(2) Igualmente, la responsabilidad de la iglesia en Corinto a las demás
congregaciones se realza a través de las tres palabras “ante las iglesias” (2
Corintios 8:24). La congregación en Corinto no debía aislarse totalmente
de sus congregaciones hermanas sino mostrar ante ellas la prueba de su
amor, pues ellas estarían observando sus acciones respecto a la ofrenda
para Judea. De hecho, la “buena voluntad” (2 Corintios 8:19; 9:2) y
diligencia de Corinto estimuló “a la mayoría” de los miembros de otras
congregaciones en Macedonia y Acaya a ser generosos también y tener sus
ofrendas preparadas a tiempo (2 Corintios 9:2), hecho que motivó a Pablo
a gloriarse de Corinto “entre los de Macedonia” (2 Corintios 9:2-4). Lejos
de un “aislamiento congregacional total” apoyada en una supuesta
“autonomía absoluta”, lo que vemos en las congregaciones de Macedonia,
Acaya, Asia y Judea es mutuo apoyo y cooperación, mediante interacciones
positivas y constructivas, tanto de parte de sus líderes locales, el apóstol
Pablo y sus colaboradores como de sus respectivas membresías. En adición
a los textos ya estudiados, citamos los siguientes:
(a) “Las iglesias de Macedonia” piden “con muchos ruegos… el
privilegio de participar en este servicio para los santos” (2 Corintios 8:1-4).
“Iglesias” –plural- cooperando para socorrer a los necesitados de Judea.
(b) El apóstol Pablo pone “a prueba... por medio de la diligencia de otros…
la sinceridad del amor” de Corinto (2 Corintios 8:8). “Otros” , es decir, los
miembros de las iglesias de Macedonia, según el contexto de los Versículos
del 1 al 8.
(c) “No sea que si vinieren conmigo algunos macedonios, y os hallaren
desprevenidos, nos avergoncemos nosotros, por no decir vosotros, de esta
nuestra confianza” (2 Corintios 9:4). Se contempla la posibilidad de que
cristianos de Macedonia visitaran a la iglesia en Corinto, y que se
decepcionaran por faltas observadas.
(d) Las iglesias de Judea oran por la iglesia en Corinto (2 Corintios 9:12-
14).
b) He aquí en este ejemplo tan detallado precedentes importantes para
las congregaciones y los evangelistas de todos los tiempos y todo lugar.
Precedentes para estrecha cooperación en proyectos meritorios. Nada de
“autonomía absoluta” para la iglesia local sino “autonomía limitada”.
3. Observamos esta “autonomía limitada” en el ejemplo de las iglesias
establecidas en la isla de Creta. El apóstol Pablo se dirige al evangelista
Tito, diciéndole: “Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo
deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te
mandé” (Tito 1:5). Dos encomiendas recibe Tito que le autorizan a
intervenir en las iglesias de Creta, a saber, corregir “lo deficiente” y
establecer ancianos (obispos). Aprendemos que:
a) Un Ministro debidamente calificado y debidamente Autorizado, cuenta
con el derecho de entrar en una congregación falta de conocimiento y
entendimiento espiritual, corta de obras benévolas o evangelizadoras,
estremecida por conflictos o no organizada bíblicamente, con el propósito
de corregir sus deficiencias y organizarla según el modelo divino.
b) Las congregaciones de esta categoría están en el deber de recibir a tal
ministro, cooperando con él para convertirse en congregaciones maduras
guiadas por un liderato local diestra constituida según el modelo divino.
c) Encerrarse herméticamente este tipo de congregación en la “Casa de
autonomía absoluta”, vetando entrada al ministro capaz de socorrerla,
sería despreciar el ejemplo de las iglesias de Creta. Aún más, tal maniobra
descubriría malas actitudes poco espirituales, insensatez y fanatismo,
cayendo en tela de juicio las motivaciones de la membresía. ¿Por qué su
pugnaz aislamiento? ¿Su violento rechazo? ¿Qué encubren? ¿Qué
maquinan? ¿Adueñarse de qué? ¿Acaso beneficiarse materialmente de
alguna forma?
d) Si reconocemos que el Espíritu Santo dirigía las deliberaciones y las
acciones de Pablo, Tito y las iglesias de Creta, hemos de aceptar
obligatoriamente que Ministros cualificados tienen la autoridad de corregir
deficiencias doctrinales, organizacionales, morales, etcétera, en
congregaciones adolecientes de una formación completa en Cristo.
Además, que las congregaciones afectadas no debieran resistir la
autoridad, las sanas intenciones y la ayuda remediadora del evangelista
apto para curar sus males.
e) Consideremos más de cerca al “Ministro apto para curar males
congregacionales”.
(1) Su intervención ha de realizarse con sumo amor, respeto, humildad e
imparcialidad. “Te encarezco… que guardes estas cosas sin prejuicios, no
haciendo nada con parcialidad” (1 Timoteo 5:21).
(2) No procede con ligereza. “No impongas con ligereza las manos a
ninguno” (1 Timoteo 5:22).
(3) “Espíritu de mandón” no lo tiene sino espíritu de conciliador,
pacificador. Espíritu positivo de quien construye. De consejero espiritual
educado, astuto y sabio. De varón que ora mucho. Espíritu tranquilo, y no
alborotador. Que lima asperezas. Que cura enfermedades del alma.
Espíritu que exteriorizó el gran apóstol Pablo cuando escribió: “No hablo
como quién manda…” (2 Corintios 8:8). Ya había dicho: “ No que nos
enseñoreemos de vuestra fe, sino que colaboramos para vuestro gozo ;
porque por la fe estáis firmes” (2 Corintios 1:24). Lo único que procura un
ministro de motivaciones puras y honestas es colaborar para el gozo de
quienes él sirve. Jamás pretende enseñorearse, sojuzgar a su propia
voluntad, explotar para fines egoístas, manipular, satisfacer su propio ego,
engrandecerse ante los hermanos.
(4) Algunos de los nobles sentimientos o normas que rigen el corazón del
siervo capacitado para trabajar eficazmente con iglesias se recogen
también en 1 Pedro 5:2-3. “Apacentad la grey de Dios que está entre
vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por
ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío
sobre los que están a vuestro cuidado, sin siendo ejemplos de la grey.”
Cierto es que estas directrices el apóstol Pedro se las comunica “a los
ancianos que están entre vosotros” (1 Pedro 5:1), pero no es menos cierto
que los principios son válidos para el evangelista que corrige deficiencias y
constituye lideratos locales.

Autor: Nathán Velásquez


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Charallave, estado Miranda

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