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El siguiente artículo, escrito por el poeta luso Rodrigo Emilio Riberio de Melo en 1973, ha sido

incluido en el número 19 de la revista identitaria “Tierra y Pueblo” (http://www.tierraypueblo.com);


constituyendo uno de los textos con los que este autor analiza la caballería medieval. De este modo
se pretende, tal y como reza la portada de la publicación, ofrecer un modelo humano cuyas virtudes
constituyan “herencia y valores para un mundo en crisis”. Frente al hombre-masa que impera en
nuestros días, Ribeiro de Melo definió de una forma clara y concisa la esencia del caballero, del
héroe que, en medio de un mundo en ruinas, alza su espada para formar parte de la elite que todavía
permanece fiel a la metafísica “Orden de la caballería”. Una entidad atemporal y eterna, en cuyas
filas se alistan todos aquellos hombres que, despreciando la vida cómoda y fácil, prefieren, como
dijera José Antonio, “un Paraíso difícil, erecto e implacable; un Paraíso donde no se descanse
nunca y que tenga, junto a las jambas de las puertas, ángeles con espadas”; pues son conscientes
de que sólo la vía heroica logrará restaurar en el mundo los valores eternos que edificaron nuestra
civilización y que hoy están en peligro. El que sigue es el artículo llamado “Breve tratado sobre el
Héroe”:

El héroe es el arquetipo de la consciencia mitológica del Hombre: el acto heroico es una


excursión del Hombre a lo absoluto de sí mismo; el heroísmo, la memoria de Dios en el Hombre.
Todo aquel que de algún modo, se hace merecer de la dignidad suprema de haberse alzado a la
altura de héroe, está en condiciones humanamente ideales de evidenciar las potencialidades
divinas (o paradivinas), mediúmnicas o demiúrgicas, del ser humano.

Con eso quiero decir, en mi opinión, que sólo en la calidad de héroe es que la criatura reduce un
poco la distancia que le separa del Creador. Es lo mismo decir que, solamente en aspecto de héroe,
tendrá Dios buenas razones de sentirse orgulloso de la criatura, razones de peso para volver a
mirarse en ella: pues sólo el héroe, -solo él al final- da a Dios (y a los mortales) la certeza de
haber sido el Hombre una creación concebida y espiritualmente materializada, a la imagen y
semejanza del Creador.

Muchos son los campos de la afirmación heroica: muchos y a veces simultáneos, a veces
concurrentes. Es el caso del héroe que reconcilia el coraje y la sabiduría, elevándose a un plano de
victoriosa supremacía sobre la media humana: “numa mao sempre a espada, noutra a pena”
“braco às armas feito, mente às musas dada” (1), Luís de Camoes es aquí citado.

Entre las más altas espiritualizaciones del heroísmo, hay que incluir a los santos y mártires de la
Fe, siendo entendidos como los héroes de Dios; y luego, el héroe de condición guerrera –
preferentemente habitado por el espíritu de cruzada- trabajado por la ascesis cristiana: animado y
accionado por ese voltaje místico, que da sentido pleno a todos los ideales vitalistas.

A un nivel superior, el héroe configura así, el modelo de hombre idealmente perfecto, que
consigue reunir en sí un difícil equilibrio de virtudes, o toda una gama de desmesuras coronadas
por la religión.

Es atributo del héroe el trascendentalizarse, es decir, humanizar la trascendencia divina, con la


inmanencia del propio valor, y consumar, por ahí, una personalidad de excepción, que la hazaña
(o proeza) heroica autentificará.

Concretando. Héroe es todo aquel que en una pequeña porción de tiempo se entrega a al
Eternidad. Cuando el tiempo se viene a cobrar el destino de los años que le adelantó en su
nacimiento, llega tarde. Porque a esas horas, el héroe ya conquistó en el tiempo la atemporalidad,
a poder de hazañas que, no raramente, se sellan en una eternidad de segundos.
Ahora bien, en el tiempo decadente que vivimos, está bien observar que el sucedáneo del
heroísmo es el vedetismo (en el cine, en el teatro, en el deporte, etc.). A medida que aumentan las
filosofías del absurdismo –rindiendo loas a la desmotivación y a la ausencia de finalidad de la
existencia- ponen desde luego en causa la validez humana del héroe. Sírvase frío. “Sírvase
muerto” nos dice Reinaldo Ferrerira en Receita para fazer um Herói. Porque héroes, sólo por
receta. Allá ellos esos abstrusos “del absurdo”, sólo así se confeccionan héroes; por medio de
receta aviada. De lo contrario, se revelan inobtenibles, visto que la fauna existencialista no
produce de eso. Y tampoco no admira: figuras chismosas de llevar en el ojal la existencia, exhiben
la vida en la solapa. Se comprende: en la solapa. Y como mucho… ¡¡la mariconería mental no
entiende más allá de esas vanidades!!

Rodrigo Emilio Ribeiro de Mello.

(Publicado en O Debate, 1 de Diciembre de


1973)

Nota:

(1) “en una mano la espada, la pena en la otra” “el brazo a las armas hecho, la mente a las
musas ofrecida”.

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