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Desde la calle

Chile
Una primera
antología

Ramón García Martín.

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
ÍNDICE

El
autor………………………………………………………………………………
………………....…3
Le habían
enseñado…………………………………………………………………..
…………..….4
Una historia de
domingo…………………………………………………………...………………
8
Ya no es lo mismo (Cuento de Navidad)……………………………..
…………………….17
Una edad, un tiempo, una ciudad: Salamanca
……………………………..……………23
Retrospectiva de mi calle
…………………………………………………………………….….43
La metáfora del
banco……………………………………………………………………………..4
9
Adosado……………………………………………………………………………
…………………….65
El mejor regalo (Cuento de Navidad)
………………………………………………………..81
Microcuentos……………………………………………………………………
……………………..89

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
EL AUTOR

Ramón García Martín nació el 29 de agosto de 1942 en el


salmantino barrio de las Delicias. Casado y padre de dos hijos.
Cursó estudios primarios en la Escuela Pública de mediados del
siglo XX y realizó estudios medios simultaneados con su trabajo.
Empleado durante 49 años, hasta 2006, momento de su
jubilación, en una destacada Gestoría Administrativa de
Salamanca.
Actualmente cursa estudios en el Programa Interuniversitario de
la Experiencia en la Universidad de Salamanca.
Mención Especial en el VIII Certamen de Relatos Cortos de la
Fundación Vargas-Zúñiga y Pérez-Lucas por su relato “Una
historia de domingo”.
Segundo Premio en el II Concurso de Cuentos para Personas
Mayores del Ayuntamiento de Salamanca por su relato “Ya no es
lo mismo”.
Publica sus relatos e inquietudes literarias en el blog “Desde la
Calle Chile” (http://desdelacallechile.blogspot.com)

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LE HABÍAN ENSEÑADO…

El había nacido en los años inmediatos a la terminación de


la Contienda Civil que había vivido España entre los años 1936-
1939, en el seno de una familia numerosa, humilde, honrada y
trabajadora, cuya residencia se hallaba en una capital castellana
de importante tradición universitaria.

Le habían enseñado y él había aprendido a sobrevivir cada


día con las carencias propias que caracterizan a una postguerra,
asumiendo como algo natural la alimentación, el vestido y confort
doméstico que entonces era considerado habitual en aquel
momento y en aquella ciudad.

Igualmente le habían enseñado y él había aprendido en su


entorno familiar, en la escuela pública a la que acudía y durante
su asistencia a algunas de las organizaciones que de diferente
índole frecuentaba, a valorar el respeto principalmente a los
mayores y a los educadores, que todo a lo que se deseaba
aspirar, el único medio de conseguirlo era el trabajo constante, y
que el camino más eficaz para todo ello era la constancia en el
estudio y la obtención de una buena formación.

Pero también le habían enseñado y él había aprendido, que


era necesario contribuir cuanto antes a la ayuda de la precaria
economía familiar, situación muy común en aquellos años de

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grandes carencias y grandes sacrificios, motivo por el cual, aún en
la edad escolar, realizaba diferentes servicios o trabajos que
reportaban a su familia una pequeña ayuda.

Le habían asimismo enseñado y él había aprendido, que


concluida la denominada entonces Enseñanza Primaria,
aproximadamente a la edad de los 14 años, se hacía necesario
iniciarse en la vida laboral, mediante el aprendizaje de un oficio y
a la vez comenzar a reportar a la familia unos ingresos estables
que permitieran a ésta poder atender la demanda de las
necesidades más elementales, que cada vez iban siendo mayores
al incrementarse la edad de todos sus componentes.

Le habían enseñado y él había aprendido, que la superación


del individuo venía inevitablemente propiciada por la consecución
de una constante e ininterrumpida formación, la cual en ningún
momento podía considerarse concluida con la obtenida al finalizar
aquella edad escolar de los 14 años, todo lo cual obligaba a que
tuviera que ser necesariamente compatible el trabajo de aquella
época, con la asistencia a escuelas o academias nocturnas,
gratuitas o asequibles económicamente, para conseguir una
mayor formación que a su vez pudiera deparar un mejor trabajo y
por consiguiente una mejor retribución.

Más adelante le enseñaron y él aprendió, que la


independencia y la autonomía en la vida la proporcionaba el
constante afán de superación, tanto en los sucesivos trabajos que
iba realizando, asumiendo la responsabilidad que los mismos
conllevaban, así como no poniendo límites al conocimiento de las
diferentes enseñanzas tanto de carácter humano como de
cualquiera otra índole social o estrictamente profesional.

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Llegado el momento que entonces la familia y la sociedad
entendía adecuado y conforme a lo que igualmente le habían
enseñado y él había aprendido, creó su propia familia hallando la
esposa que siempre, teniendo en cuenta el concepto que él tenía
de los distintos valores humanos, había idealizado, completándola
más adelante con dos hijos, que para él comenzaron a
representar una ilusión tan grande que a día de hoy aún no se ha
interrumpido.

Conforme le habían enseñado y él había aprendido, su


objetivo en aquellos años que se iban sucediendo, no era otro que
mediante el trabajo diario, conseguir el mayor bienestar para
aquella familia que él encabezaba, ilusionándole el poder
proporcionárselo, pero abrigando en su interior la esperanza de
que sus hijos tuvieran acceso a la mejor formación tanto humana
como cultural e intelectual.

Según le habían enseñado y él había aprendido, los


resultados de perseverar en una determinad actitud en la vida no
se obtienen de forma inmediata, pues resulta inevitable afrontar
los imprevistos y los contratiempos, pero él ahora contemplaba a
sus hijos realizando sus diferentes estudios universitarios.

A él le habían igualmente enseñado y él había aprendido,


que las fuentes del conocimiento podían proceder de cualquiera, y
en este caso observó que ahora eran sus hijos los que con su
amplia formación empezaban a proporcionarle distintas
enseñanzas a las cuales era receptivo, pues a su capacidad de
asumir nuevos y constantes conocimientos todavía no se había
puesto límite.

El siempre había querido saber, pero constantemente le


contrariaba en sus reflexiones más íntimas el hecho de que

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habiendo nacido y desarrollado toda su vida en una ciudad de
gran raigambre universitaria, no hubiera tenido nunca la
posibilidad de tener acceso a una enseñanza universitaria, que
atendiendo a sus inquietudes la permitiera conocer de forma más
amplia las diferencias del Arte Románico con respecto al Arte
Gótico, las peculiaridades y ricas enseñanzas en la Psicología, de
la maravilla que representa el profundizar en el conocimiento de
las Relaciones Interpersonales, el estudio apasionado de la
Historia de las Religiones, etc.

Finalmente a él le habían enseñado y él había aprendido


que nunca es demasiado tarde para conseguir aquella ilusión que
cualquier persona tiene derecho a albergar, aunque durante
mucho tiempo haya podido considerarse una utopía, y ahora él
tiene ocasión de incrementar su saber aunque ya no puede ser
para enseñar, pero sí para enriquecerse en sus ansias de disfrutar
de esa cultura que tanto puede engrandecer al ser humano y que
hoy la sociedad no valora adecuadamente.

Nuestro hombre concluida su vida laboral y obtenida la


jubilación disfruta con júbilo (nunca una expresión así encajó tan
bien) de su condición de Alumno de la Universidad de su vieja y
querida ciudad, anhelo que él tuvo permanentemente desde su
juventud y que más tarde avivó con los estudios universitarios de
sus hijos y las enseñanzas que ellos obtenían. Todo ello lo ha
podido lograr por medio de la realización del acertado y brillante
proyecto que representa el Programa Interuniversitaro de la
Experiencia de Castilla y León.

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UNA HISTORIA DE DOMINGO

La ciudad castellana se extendía por varias colinas, dividida


por un río de importante caudal, aunque este venía determinado
por la estación del año y la cantidad de precipitaciones recibidas
en el periodo habitual de lluvias, pues en la época en la que
transcurre este relato, a mediados del siglo XX, todavía no se
habían construido los obras hidráulicas que permitían el
almacenamiento del agua y la regulación del caudal del rió
impidiendo las grandes crecidas o las sequías.
Lo señalado en todo lo concerniente al río tiene su
importancia e incidencia en el relato de los acontecimientos que
aquella mañana de un caluroso domingo protagonizaron Desiderio
y su hijo mayor, Isidro.
Desiderio trabajaba como ordenanza en una entidad
bancaria de la ciudad. Con su mujer, Rosalía, trataba de sacar
adelante a la familia que formaba el matrimonio con sus siete
hijos. Aquella mañana le dijo a su primogénito Isidro:
-Esta mañana vamos a ir al Barrio de la Luz, a visitar a tu tía
Eulalia. Ya sabes, la despensa de esta casa, aunque, la verdad, a
buen precio se lo pagamos. Pero si queremos sobrevivir, no nos
queda otra que plegarnos a lo que nos pide. Es la única forma de
afrontar la escasez de alimentos que sufrimos con el
racionamiento.
Isidro era un muchacho que contaba entonces trece años de
edad, al que las circunstancias familiares y sociales le habían
hecho bastante avispado, por lo que le dijo a su progenitor:

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-Recuerda, padre, antes de partir lo que nos ha sucedido en
otras ocasiones cuando hemos ido a la otra orilla del río…
El barrio de la Luz recibía su nombre de la Fábrica de Luz
que se hallaba en la orilla opuesta a la que vivía Desiderio y su
familia. Bien sabía Desiderio el porqué de la advertencia de Isidro.
En más ocasiones de las deseadas el camino de regreso después
del trasiego de mercancías y dinero en casa de la tía Eulalia no
era en absoluto un paseo triunfal, y no precisamente por el
precario estado de los puentes que cruzaban el río sino por la
existencia en sus dos extremos de dos puestos en los que se
ejercía un férreo control sobre el tráfico de las mercaderías y
productos que accedían a la ciudad. Los agentes encargados en
estos puestos exigían la declaración de las mercancías y
realizaban las comprobaciones pertinentes. De todo ello derivaba
el pago de cuantiosos arbitrios o, en su defecto, la confiscación de
los productos.
Desiderio reflexiono sobre la advertencia que su hijo mayor,
no sin razón había realizado y le dijo:
-Isidro, hoy vamos regresar de casa de tu tía con más
cautela para evitar lo contratiempos con los agentes de arbitrios
que tu y yo conocemos bien. Ya sabes que conozco a Ernesto “El
Chinche”, el que se encarga del encendido y mantenimiento de la
calefacción del banco.
Con “El Chinche”, Desiderio había tomado más de una copa
de aguardiente, pero su apodo le venía por lo meticuloso que era
al desarrollar las funciones de agente de arbitrios. Desiderio
continuó:
-Esta vez no vamos a cruzar el puente juntos. Pasaré yo
primero y, si no encuentro dificultades, te haré una señal,
esperaré el momento propicio y comprobaré si “El Chinche” está
de servicio, que siempre nos tratará mejor, aunque luego me
toque corresponderle, que él no se hace de rogar sino todo lo
contrario.

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Establecida la estrategia de la expedición, padre e hijo
emprendieron el camino, acompañados hasta el umbral de la
puerta de la casa por Rosalía que no dejo de dar las
recomendaciones propias de esta situación, aunque de manera
discreta, que tampoco era aconsejable dar excesiva publicidad a
todo aquello, teniendo en cuenta las envidias y que un inoportuno
chivatazo podía dar al traste con todas las cautelas.
Poco ante de partir, Isidro tuvo un aparte con Benito, uno de
los hermanos medianos, próximo a cumplir los nueve años. Este
ejercía de monaguillo en un convento cercano. Era uno de los
hijos más despiertos de Rosalía y Desiderio y sabía buscarse la
vida de mil maneras, contribuyendo a superar las estrecheces de
la familia pero sin ocasionar disgusto alguno a sus padres. Benito
prestó mucha atención a las instrucciones que Isidro le dio en
relación a la misión que iba a llevar a cabo junto con su padre y
asimiló la información sin dificultad.
Llegaron padre e hijo al Barrio de la Luz donde tuvo lugar el
acostumbrado intercambio de sacos de mercancías y dinero en la
casa de la tía Eulalia. Emprendieron el camino de regreso
teniendo que afrontar el obligado paso por el río a través del
puente. Antes de afrontar el cruce del puente y el control de
arbitrios, Desiderio le dijo a Isidro:
-Yo voy delante con el fardel de las legumbres y el tocino y
tú vas detrás como te dije llevando los dos pollos y el pan. Espera
mi señal para cruzar el control.
Desiderio observo que al control acababa de llegar el coche
de línea procedente de algunos de los pueblos de la provincia
encontrándose por ello especialmente ocupados los agentes para
el reglamentario despacho. El padre entendió que era el momento
más oportuno para pasar desapercibido y así se dispuso a
hacerlo, pero no había rebasado la altura del morro del autobús
cuando fue interceptado por un agente que le obligó a pasar al
puesto de Control para realizar las actuaciones oportunas y el

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pago de los reglamentarios pero también impopulares y penosos
arbitrios. Preguntó Desiderio si se hallaba allí “El Chinche” en
aquel momento. De esa formaba esperaba paliar de algún modo
la catástrofe que para la economía familiar suponía la
intervención de los agentes. El agente que le retuvo le respondió
que Ernesto, aquel día, no había acudido como consecuencia del
fallecimiento de su suegra.
Concluida la desagradable operación fiscal, Desiderio
abandonó el puesto, tratando de ubicar donde se hallaba su hijo
Isidro para hacerle la señal de que no continuara por el momento
el camino de regreso evitando el pago de nuevo de los dichosos
arbitrios, o incluso, la confiscación de las mercancías; pero cual no
sería su sorpresa cuando comprobó que Isidro no estaba en el
lugar donde la había dejado y que no lo veía por ninguna parte.
Esperó un buen rato para tratar de encontrar a Isidro o
averiguar que dirección habría podido tomar, pero después
decidió continuar su recorrido hacia la casa familiar, pues no
ignoraba la zozobra que podría embargar a Rosalía al ver como se
demoraba su regreso y desconociendo el éxito o fracaso de la
expedición que habían emprendido, con la importancia que esta
revestía para la supervivencia de toda la familia.
Cuando el apesadumbrado Desiderio caminaba hacia su
domicilio vio que, junto a la pared del antiguo Hospicio, se estaba
efectuando la despedida del duelo de la suegra de “El Chinche”.
Se dijo entonces:
-Ya podía haber esperado la buena señora a palmarla
porque prisa, no creo que tuviera ninguna, y a mi la presencia de
“El Chinche” me habría librado de un importante padecimiento
que si bien no me supone la muerte, si que es un gran golpe para
la economía familiar. Rosalía va a tener, durante un tiempo, que
reajustar el presupuesto de la casa.

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Con estas preocupaciones y con el miedo por desconocer el
paradero de Isidro y lo que esto pudiera haber hecho, llego
Desiderio a su hogar.
A Rosalía, con esa percepción innata que solo las mujeres
bregadas continuamente por la vida tienen, solo le bastó ver el
rostro de su marido para ver que todo no había ido lo bien que
ella y Desiderio hubieran deseado. Por ello, apremió a su marido
diciéndole:
-Por el aspecto de tu cara y ese gesto que me resulta de
sobra conocido, adivino que algo ha fallado en esta visita a la tía
Eulalia, así que ya me dirás, pero antes, dime por qué no te
acompaña Isidro.
Desiderio, resoplando para aliviar el sofoco que lo producían
los últimos acontecimientos, paso a contarle a su mujer todos los
pormenores de lo sucedido en aquella mañana de domingo.
Informada Rosalía de todos los hechos, centró su
preocupación en su hijo mayor, su paradero y en lo que podía
haberlo ocurrido. Le dijo a Desiderio:
-Todo lo que ha pasado con los agentes de arbitrios y lo que
nos va a afectar en nuestra economía carece de importancia con
la inquietud que siento por Isidro. Comienza a moverte y pregunta
tanto como sea necesario para dar con él cuanto antes.
A pesar de ver el desasosiego de su mujer, Desiderio no
dejaba de reconocer para sus adentros que esa labor no era
sencilla por las circunstancias que rodeaban el caso. Por eso, le
dijo:
-Se que es necesario hacer algo pero tú tampoco debes
desconocer que el motivo y las circunstancias en las que Isidro ha
desaparecido, no es bueno que se sepan ahora mismo porque
tendríamos complicaciones y preguntas incómodas. De momento,
lo mejor es que esperemos hasta la hora de comer, y si entonces,
Isidro no ha aparecido haremos lo que sea necesario y
apecharemos con las consecuencias.

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La madre escuchó esto con nerviosismo y preocupación
pero lo aceptó pues Desiderio, en esta y en otras muchas
ocasiones, había demostrado ser un hombre bastante razonable y
reflexivo.
-Vamos a esperar a la hora de comer pero si entonces Isidro
no ha aparecido, en esta familia no se come porque ninguno de
nosotros sería capaz de llevarse a la boca un pedazo de pan por
mucho hambre que tenga, desconociendo donde está el chico.
Se aproximaba la hora de comer y la preocupada familia se
hallaba sentada alrededor de la mesa camilla. La inquietud de
todos se acrecentó al comprobar que, aparte de Isidro, allí
tampoco se encontraba el espabilado Benito al que durante toda
la mañana de aquel domingo de verano no se le había vuelto a
ver desde que salio de casa a primera hora para cumplir con sus
funciones de monaguillo. Interrogándose todos recíprocamente,
ninguno lo había vuelto a ver. Esto era sorprendente para todos,
porque si había un horario que en aquella familia se respetaba,
ese era el de la hora de comer, de manera especial en el caso del
almuerzo dominical, pues este día Rosalía siempre procuraba
elaborar un menú especial a pesar de las carencias que rodeaban
la situación en la que les había tocado vivir.
Cuando la inquietud e incertidumbre de la familia parecía
que estaba a punto de desbordarse por la ausencia de los dos
muchachos y de que el tiempo avanzaba sin que hubiese noticias
ni novedad alguna, sintieron que la puerta de la cancela que
precedía al umbral de la vivienda comenzaba a abrirse. Cual no
fue la explosión de júbilo y alegría que invadió a todos, padres y
hermanos, cuando vieron aparecer a Isidro y Benito portando los
dos pollos y el pan adquiridos aquella mañana en la casa de la tía
Eulalia.
Una vez sosegada toda la familia especialmente Rosalía,
que momentos antes se hallaba al borde de la desesperación y a
punto del desmayo, Desiderio le dijo a su primogénito:

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-Para nosotros, lo principal, hijo, es que tanto tu como tu
hermano estéis ya en casa sin que parezca que os haya pasado
nada grave, pero ¿me puedes explicar como saliste del apuro en
el que nos vimos tu y yo en el control de arbitrios y apareces
horas después acompañado de Benito?
Como ya sabemos, Isidro, a pesar de su corta edad, era un
chiquillo despierto y con recursos, que no ignoraba en absoluto
las dificultades de sus progenitores para sacar adelante a la
familia lo más dignamente posible, por lo que comenzó a relatar
su peripecia:
-Padre, ya sabe que yo iba detrás de usted y al observar
todo lo que le estaba pasando en el control de arbitrios, tome la
determinación de desandar el camino y volver por el puente al
Barrio de la Luz, y desde allí, tomando la carretera principal, por
la que transcurre el río a la izquierda, me dirigí a La Chopera del
Morales. Como ya sabía de alguna tarde que había ido al salir de
la escuela, allí el rió discurre por unos vados y regatos que en
verano por el escaso caudal se pueden cruzar perfectamente,
pasando a la otra parte de la ciudad sin tener que recurrir a
ninguno de los dos puentes sorteando así los puestos de control.
Desiderio, llegado este punto de la explicación, le hizo la
siguiente observación:
-Isidro, por lo que veo tu idea ha resultado bien, pero debes
saber que precisamente en este época del año, por el escaso
caudal del río, en ese paraje se encuentra permanentemente de
guardia una patrulla de los agentes de arbitrios. Ellos saben que
frecuentemente ese vado es utilizado como tú lo has hecho. En
más de una ocasión la huida de los que intentan pasar ha
acabado en sucesos desagradables.
Isidro añadió entonces:
-Padre, ya se del peligro que representa la labor de la
patrulla por aquel lugar. Por eso en prevención de que tuviéramos
dificultades esta mañana en el control de arbitrios, convine con

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Benito en que él estuviera por si acaso al otro lado del río y si me
veía me hiciera una señal para cruzar en el momento adecuado.
Cuando el viera que la patrulla se alejaba lo suficiente se quitaría
la camiseta y yo entendería que podía cruzar sin peligro el cauce
del río. Hemos tenido que esperar bastante tiempo porque la
patrulla se paró allí para tomar el bocadillo de media mañana.,
pero al final se alejaron lo suficiente para que Benito me hiciera la
señal convenida.
Así se zanjó la explicación que Desiderio deseaba tener
sobre la circunstancias que habían llenado de intranquilidad
durante unas horas a toda la familia.
Rosalía, después de recuperarse del sobresalto que acababa
de vivir, sin que diese lugar a ninguna consecuencia nefasta dijo:
-Aunque ya es un poco tarde y a mi el apetito me ha
desaparecido, me parece a que a vosotros, incluyendo a vuestro
padre, no os sucede lo mismo, así que apresuraros entre todos a
poner la mesa para que os sirva la comida, que a estas horas
estará un poco pasada, pero si lo doy un pequeño calentón en la
lumbre, seguro que ninguno le hacéis ascos.
De esta forma, como bien suponía Rosalía, Desiderio y el
resto de la prole no tardaron mucho en dar buena cuenta del
menú que para aquella mañana de domingo, había preparado,
desconociendo los acontecimientos que se vivirían hasta ver
reunida a toda la familia en torno a la acogedora mesa camilla
para la esperada comida dominical.
Concluida la comida, Rosalía con la ayuda de los más
pequeños, recogió la mesa, enrolló el hule que hacía las veces de
mantel y se fue al fregadero para continuar sus ininterrumpida
actividad marchándose los demás chavales a disfrutar la tarde del
domingo: los mayores, con sus amigos en la calle, y los más
pequeños a esperar que Rosalía acabará sus tareas, para ir con
Desiderio a los Jardines del Cuartel como solían hacer en aquella

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época del año, pues era un lugar que proporcionaba frescor y en
el que los chiquillos podían jugar libremente.
Desiderio se había sentado en el confortable sillón del
comedor (“el sillón de padre” como decían sus hijos). Quedándose
un tanto somnoliento pensaba:
-¿Cuándo llegará el día en el que no sea necesario tener que
ir al Barrio de la Luz, al otro lado del río, para cubrir
medianamente las necesidades de alimentos de la familia,
teniendo que aceptar las condiciones económicas que nos exigen
estos acaparadores de alimentos que acceden a ellos de formas
extrañas e irregulares, y encima sufrir los avatares que supone
introducir a este lado de la ciudad la mercancía que con tanto
esfuerzo adquirimos?
En esta ocasión que le había tocado vivir no la terminaba de
entender y siguió reflexionando:
-La verdad es que, en absoluto, me ha dejado buen cuerpo
el tener que hacer frente al pago de los siempre escandalosos
arbitrios, que tampoco pude rebajar al estar ausente “El Chinche”.
Pero la forma de actuar de su hijos Isidro y el vivillo de
Benito le dejaba un buen regusto y también, por qué no, una
cierta satisfacción, por lo que continuó diciéndose a si mismo:
-Si esta prolongada época de precariedad absoluta sirve
para despertar el espíritu de supervivencia de los chicos y que de
forma ingeniosa y honrada sepan superar los contratiempos, me
considero afortunado y creo que Rosalía también.
En medio de estas meditaciones, Desiderio fue invadido por
un sopor que le condujo a un profundo sueño del que no despertó
hasta que su mujer ataviada con la indumentaria de domingo le
apremió para emprender con los chiquillos pequeños el paseo de
la tarde de aquel domingo caluroso, que había comenzado con
importantes proyectos domésticos y concluía después de haber
sufrido momentos de incertidumbre, con el reparador y familiar
paseo y la satisfacción tanto de Desiderio como de Rosalía por el

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hecho de que el espíritu de supervivencia comenzaba contagiarse
en la familia.

Este relato consiguió una Mención Especial en el VIII Certamen de


Relatos Cortos de la Fundación Vargas-Zúñiga y Pérez-Lucas

____________________________
NOTA DEL AUTOR:
A mediados del siglo XX las instalaciones o puestos de control de
arbitrios se conocían con el nombre de FIELATOS, mientras que
los agentes que ejercían su función en ellos eran los
CONSUMEROS.

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YA NO ES LO MISMO

CUENTO DE NAVIDAD

Ernesto, aquella Navidad ya había cumplido, no hacía mucho, 76


años, y le faltaba desde hace algo más de diez, Aurora, su amiga,
su confidente, su esposa y en definitiva su compañera de toda la
vida. Su profesión, en la que había alcanzado la jubilación poco
antes de que ésta falleciera, era la de funcionario de Correos en
calidad de cartero.

Con Aurora había creado una familia compuesta por ellos y dos
hijos, Maruja y Paco, siendo con éste y con su mujer Encarna, con
los que desde no hacía mucho convivía, ya que Maruja tenía
establecida su residencia por circunstancias profesionales de su
marido Emilio en otra ciudad.

Mientras la mañana del 22 de Diciembre Ernesto se acicalaba,


escuchaba cómo música de fondo en el aparato de radio que su
nuera tenía en la cocina, el sonsonete que del canto por los Niños
del Colegio de San Ildefonso de los premios del Sorteo de la
Lotería de Navidad, preludio habitual e inequívoco de las Fiestas
que se aproximaban, pensando para sus adentros que desde la
implantación del euro la sonoridad del canto del Sorteo no era la
misma que con la añorada y nunca olvidada Peseta, y así se lo
comentaba mientras desayunaba a su nuera a lo que ésta le
respondía –Abuelo ya todo no es lo mismo y hay que admitirlo, no
podemos oponernos a los cambios a los cuales la vida

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sucesivamente nos va sometiendo- y mascullando ésta reflexión
que la mujer de su hijo le había hecho, salió de casa con dirección
a la sede de la Asociación de Jubilados que a diario frecuentaba
para examinar la prensa diaria y compartir allí la mañana con sus
amigos habituales.

Cómo siempre, mediada la mañana y alrededor de la mesa que el


grupo de amigos habitualmente compartían, se estableció como
de costumbre de manera espontánea la consabida tertulia,
surgiendo cómo tema obligado la forma y el espíritu actual de la
celebración de las Fiestas que se aproximaban, y todos de una
forma u otra coincidían que ahora ya no es lo mismo, pues el
recuerdo en la forma de vivirlas que todos tenían de ellas a lo
largo de sus ya dilatadas vidas era diferente, coincidiendo muy
poco con lo que ahora cada uno observaba en sus respectivas
casas y ambientes más próximos.

Eustaquio un veterano ferroviario jubilado decía: –No se parecen


en nada la celebración de estos días ni los olores, ni los sabores,
ni las formas, ni los sonidos-, extremo que también corroboraba
Juan, un artista en su tiempo de la linotipia, quien decía: –Hoy con
tanta tecnología en las cocinas, los congelados, precocinados y
tanta receta maravillosa, ya no se distinguen los guisos de la
Navidad de los del resto del año, por lo que el encanto y la
sorpresa de los menús de estos días ya no es lo mismo- y Daniel
hombre afable pero serio, pues había trabajado toda su vida en
una Notaría afirmaba: –Hoy no hay nada comparable respecto los
regalos cómo la maravilla que representaba un caja de mazapán
artísticamente decorada que motivaba que se valorase más el
continente que el contenido, al igual que el sonido que para
alegrar la fiesta emitía de manera tan singular el rasgado de una
botella de anís con un objeto metálico – y de ésta forma todos
acababan coincidiendo que ya no es lo mismo.

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Mientras Ernesto regresaba a casa acompañado de Jacinto, una
bellísima persona y un verdadero amigo, al cual la vida no le
había tratado de una forma justa considerando su extraordinaria
calidad cómo persona, hecho que realmente se produce con
demasiada frecuencia, comentaban los diferentes aspectos del
contenido de la tertulia a la que ambos acababan de asistir y si
bien los dos coincidían que ya no es lo mismo, Jacinto le hacía
saber a su amigo y también su mejor confidente: –Cómo habrás
observado no he participado mucho en la conversación pues de
sobra sabes que desde hace mucho tiempo mis preocupaciones
son otras y mi ideal e ilusión de éstas Fiesta es otro- . De sobra
sabía Ernesto las dificultades que afrontaba su amigo, pues no
desconocía que a pesar de haber sido un gran oficial cerrajero
tuvo que acceder a la jubilación después de bastantes años de
paro, lo que le había originado una pensión muy escasa, con la
cual se veía obligado a sostener una casa en la que convivía con
su mujer Eugenia, la cual desde hace tiempo padecía una
importante enfermedad crónica, y con el matrimonio formado por
su hija Felisa y el marido de ésta Amalio, el cual a pesar de ser un
cualificado electricista no encontraba empleo por su constante
afición al alcohol, contando éstos a su vez con una hija
especialmente seria y formal, pero que a pesar de haber sido una
buena estudiante y hallarse bastante bien preparada no acababa
de encontrar empleo.

Mientras Ernesto comía compartiendo la mesa con Paco y


Encarna, así como con sus nietos los hijos de éstos, Elisa de 18
años y Andrés de 15, no conseguía quitarse de la cabeza los
problemas y dificultades de su entrañable amigo Jacinto, y
mientras en la mesa el motivo de la conversación eran los
pormenores y las anécdotas del Sorteo de la Lotería, él pensaba
que verdaderamente ya no es lo mismo, que cómo iba a

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transmitir a su familia su inquietud por su amigo, pues ellos
entendía que tendrían sus propios problemas, proyectos y
también dificultades, cómo para plantear él las ansias que
albergaba de poder ayudar a su amigo especialmente en aquella
fechas previas a la celebración de la Navidad.

El día siguiente del Sorteo, víspera de la Nochebuena, Ernesto se


despertó sobresaltado al oír a su nuera que se hallaba en la
cocina bastante alterada, comprobando de manera inmediata que
el alboroto no era por ningún contratiempo sino por todo lo
contrario, pues acababa de llamarla Paco desde la fábrica dónde
desempeñaba el cargo de gerente, diciéndole que comprobada la
lista del Sorteo de la Lotería, a todos los miembros de la casa,
pues todos participaban con alguna cantidad en el número
agraciado, les había correspondido un premio aunque no muy
grande lo suficiente para darse cada uno en éstas fiestas una
pequeña satisfacción.

Cuando aquel día toda la familia de Ernesto se hallaba entorno a


le mesa dispuesta a comer, su hijo Paco leyó a todos la
Felicitación de Navidad que había recibido de su hermana
Encarna y del marido de ésta, y todos se alegraron al saber que a
ésta parte de la familia todo les iba afortunadamente bien, pues
no es que hubiera un excesivo contacto con ella, pero en éstas
Fiestas nunca faltaba la acostumbrada felicitación y a la vez
noticias relativas a lo que la vida les iba deparando.

A pesar del bienestar que podía representar tanto la fortuna


obtenida en el reciente Sorteo de la Lotería, cómo las gratas
noticias recibidas de su hija, Ernesto no acababa de hallarse a
gusto y su familia lo detectaba pues no era habitual en él que no
se mostrara participativo en las charlas que se establecían
cuando toda la familia se encontraba en torno de la mesa. Por ello

Ramón García Martín 23


Desde la calle Chile. Una primera antología.
Encarna que con la convivencia había logrado conocer bastante
bien a su suegro no pudo contenerse y le dijo –Abuelo ¿se puede
saber que le sucede, que durante toda la comida apenas nos ha
dicho nada y se muestra un tanto apesadumbrado?, y todos le
conocemos lo suficiente como para saber que en Vd. no es
habitual que se comporte así-,lo cual inmediatamente provocó
que también tanto su hijo cómo los dos nietos manifestaran su
inquietud.

Ernesto cuando ya acababa la comida, se decidió a contarles el


motivo de la contrariedad que le preocupaba y que no era otro
que ante el bienestar que el disfrutaba y que toda su familia allí
presente día a día le proporcionaban, no encontraba la forma de
poder ayudar a su amigo Jacinto, pasando a continuación a
exponerles los pormenores de la precaria situación en la que éste
desde hacía tiempo se encontraba, de la cual Paco y Encarna ya
sabían pues en alguna ocasión algo les había contado, y acabó
diciéndoles –Mi amigo el problema lo sufre todo el año pero
parece que en éstas fechas navideñas la sensibilidad es más
intensa y mi disposición de ayudarle es mayor pero no acierto a
encontrar la forma de hacerlo-,y con esto finalizó la sobremesa ,
partiendo cada uno hacia sus respectivas obligaciones.

Aquella tarde después de comer, Ernesto no conseguía conciliar el


sueño en la pequeña siesta que tenía por costumbre disfrutar
todos los días en su sillón preferido, dándole vueltas una y otra
vez a la situación en la que su entrañable amigo se hallaba, y
pensaba: -No se para que les he contado todo esto a mi gente
pues bastante tienen ellos con sus obligaciones y
responsabilidades diarias- y continuaba reflexionando, -a veces
creo que la vida es cómo antes y ya no es lo mismo, cada uno
afronta sus problemas y no es que tenga disposición de ayudar a

Ramón García Martín 24


Desde la calle Chile. Una primera antología.
los demás, es que no se tiene ni para escuchar o propiciar una
palabra que pueda reconfortar-.

La mañana del día de Nochebuena cuando Ernesto se disponía a


salir para felicitar las fiestas a su cuadrilla de amigos Encarna le
dijo –Abuelo, espere un momento que tengo un encargo de Paco y
de Elisa para usted- y entonces le dijo que Paco había conseguido
en la fábrica un puesto de administrativa para la nieta de Jacinto
al que se tenía que incorporar el próximo 1º de Enero, y a la vez
le dio para Amalio, el yerno de su amigo, una tarjeta con una
dirección a la que inmediatamente se tendría que presentar para
un posible trabajo, y finalmente, Encarna le hizo saber que su
nieta Elisa estaba gestionando por medio de una Asociación de
Ayuda Social que desde hace tiempo frecuentaba, el que a la
familia de su amigo se le proporcionara una persona que pudiera
ayudarles en su domicilio y paliar de ésta forma el desacarreo que
tanto él como su hija Felisa tenían con la enfermedad de su
mujer.

No se había recuperado todavía Ernesto de la alegría que


representaba poder transmitir un día como aquel tan buenas
noticias a Jacinto, su amigo del alma, cuando su nuera le hizo
entrega de una aparatosa bolsa de un supermercado cercano
llena de productos y viandas propias de aquellos días de Navidad,
diciéndole: –Esto se lo haga llegar a su amigo de la manera más
discreta, y para evitar herirle en su justificado orgullo, le dice que
cómo omitimos darle una participación en el numero de la Lotería
que resultó premiado, que admita éste obsequio cómo disculpa
junto con la felicitación de las fiestas navideñas de toda la
familia-.

Abrumado por la comprensión y disposición que de manera tan


inmediata Ernesto había hallado en su querida familia, decidió

Ramón García Martín 25


Desde la calle Chile. Una primera antología.
encaminarse a casa de su amigo Jacinto antes de visitar el Hogar
de la Asociación, y mientras caminaba pensaba que si bien ya
todo no es lo mismo, tal vez esto fuera solo, afortunadamente, en
lo superficial y que la sociedad actual todavía, al margen de la
aparente frivolidad que pudiera apreciarse, conservaba en lo más
íntimo sentimientos cómo los buenos deseos hacia los demás, la
solidaridad, la sincera amistad, y sobre todo el respeto. Si la
Navidad al margen de la fe y de las creencias más o menos
profundas y siempre respetables que cada uno pueda tener servía
para demostrar estos, bienvenidas fueran siempre estas
celebraciones, en las que el hombre cada año puede
aprovecharlas para renovar sus buenos propósitos. Concluía
Ernesto en su íntima reflexión, mientras se acercaba a la casa de
su amigo Jacinto, si bien todo ya no es lo mismo tal vez sea
porque en el ánimo del hombre está el cambiar constantemente y
ojala siempre lo consiga para mejor.

Este relato ha conseguido el 2º premio en el Certamen de Cuentos de


Navidad para Personas Mayores en su edición de 2008.

Ramón García Martín 26


Desde la calle Chile. Una primera antología.
UNA EDAD, UN TIEMPO, UNA CIUDAD…
SALAMANCA

NIÑEZ

Aquella tarde al inicio de un tórrido verano, Rafa había quedado


con su inseparable amigo Mati, en que después de la hora de la
siesta, obligación impuesta por sus madres, irían al jardín de la
señora Felisa, y después al taller de carpintería del señor Rogelio,
con el fin de conseguir en uno y otro sitio algún material o
desperdicio, que les permitiera a los dos chiquillos aportar algo de
combustible destinado a la hoguera de San Juan, que estaba
próxima a celebrarse en distintos lugares de las diversas
barriadas de Salamanca.

Rafa le dijo a Mati: –Vamos primero al jardín de la señora Felisa-


que se encontraba cerca del terraplén de la vía del ferrocarril-,
que cómo ella es prima segunda ó tercera de tu madre, malo ha
de ser que no nos dé algún despojo de los ramajes del jardín,
pues recuerdo que el año pasado hasta nos lo agradeció, y
después vamos al taller del señor Rogelio, que es primo de mi tío
Enrique, y le pedimos algunas virutas y serrín y si le cogemos de
buen humor, a lo mejor, hasta nos da también algún recorte de
madera.

Rafa y Mati organizaban estas expediciones con mucha ilusión y


dedicación, pues comenzaban preparando los adornos de la Cruz

Ramón García Martín 27


Desde la calle Chile. Una primera antología.
de Mayo, continuaban, cómo ahora, con la hoguera de San Juan y
acababan en Diciembre con la petición del aguinaldo, ocupando
su tiempo antes en el mes de Septiembre y a veces en Abril, en la
Feria de Botijeros, colaborando con los feriantes en la instalación
de sus carruseles en los alrededores de La Alamedilla, lo que qué
les proporcionaba unos preciados vales, que les permitían
disfrutar de las distintas atracciones de forma gratuita.

El padre de Rafa, que era ferroviario, desempeñaba el cargo de


guardafrenos y su madre, aparte de atender a la casa, cogía
puntos a las medias, contando el matrimonio con tres hijos más,
menores que Rafa: Angelito, Nines y Aurorita. Todos ellos
ocupaban una modesta vivienda de planta baja que compartían
con otra familia, unos utilizaban la parte derecha y otros la
izquierda, ya que estaba dividida por un largo pasillo que
desembocaba en un patio de utilización común dónde se
encontraba el retrete y la pila de lavar, igualmente de uso común
y a su vez adornado por una parra que, la verdad, no era muy
generosa en sus frutos considerando el trato y cuidados que todos
le daban.

Mati, a su vez, era hijo de un camarero del Café Nacional, que se


hallaba en la Plaza Mayor, y su madre cuidaba de la familia
compuesta por dos hermanos de Mati: Juli, que era mayor que
éste y Santi que iba después de él. La casa que ocupaban era
similar a la de Rafa, pero no la compartían con nadie, ya que era
propiedad del abuelo materno y a éste, que entonces vivía en un
pueblo cercano, le pagaban la renta que tenían establecida.

Cómo se acercaba el día de la hoguera, Rafa y Mati fijaron un


turno de guardia con el resto de la cuadrilla de amigos que
organizaban la que se instalaba en una de las calles que confluían
en la Avenida de Campoamor, no muy lejos del Bar El Parral, pues

Ramón García Martín 28


Desde la calle Chile. Una primera antología.
de sobra sabían que, debido a la competencia existente entre las
distintas hogueras, al menor descuido unos y otros se distraían las
existencias llamadas a ser devoradas por el fuego. Por ello Rafa le
dijo a Mati: –Como mi padre está de servicio hoy en la línea de
Plasencia-Empalme y no viene hasta muy tarde yo me quedo a
vigilar hasta última hora y tú si te parece te estas según tenga el
turno tú padre en el Café- De ésta forma los dos amigos
establecieron su colaboración en la importante tarea de vigilar la
hoguera.

Llegada la víspera de la festividad del Bautista y acercándose la


mágica noches de San Juan, la vieja ciudad de Salamanca se
transformaba por doquier en una ardiente tea llena de flameantes
hogueras, al igual que de ruidosos cohetes y petardos, así cómo
de sorprendentes bengalas. Lo mismo que al resto de la
chiquillería, a Rafa y Mati la hora de la siesta, ese día se les hacía
interminable, pues se hallaban ansiosos de disponer todo el
material acumulado y darle una forma atractiva, que, en casi
todas las hogueras culminaba en un sombrero y una escoba,
aparte de que también permitiera una eficaz y aparatosa
combustión que destacara sobre las demás.

Un problema que ese día siempre se suscitaba era la falta de


recursos económicos para poder ir al kiosco del Demetrio y
adquirir los petardos imprescindibles para disfrutar de la noche y
de la hoguera. Rafa trataba de convencer a su madre diciéndole:–
Durante todo el año te reparto las medias por las casas de las
clientas, traigo a Nines y Aurorita de la escuela y también ayudo a
Angelito a hacer los deberes, Dame por lo menos para comprar
seis petardos y dos bengalas –La madre, que no era muy
partidaria de éstos explosivos, demoraba su decisión:–Prefiero
que lo que sea se lo pidas a tú padre y que él decida lo que
estime conveniente-. Pero de sobra sabía Rafa que en lo que se

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
refería a la economía doméstica, que en éste caso, en definitiva,
era de lo que se trataba, su madre llevaba la voz cantante, por lo
que insistió:–Cuando venga mi padre ya será tarde pues de sobra
sabes que cuando acaba el servicio se entretiene con los amigos
en la cantina de la estación y ,además, la decisión todas las veces
te la endilga a ti- De ésta forma, Rafa consiguió al final, aunque
de forma parcial, que su madre atendiera su petición.

Mati, en el aspecto monetario, lo tenía algo más fácil, pues


recurría a su padre aprovechando que él era el encargado en casa
de llevarle al café el avituallamiento cuando las horas de servicio
se alargaban, bien por Semana Santa, Ferias u otras
celebraciones, al igual que también se ocupaba de ir a buscarle el
tabaco al estanco dónde tenía domiciliada la cartilla del
racionamiento y la “Hoja del Lunes” que entonces se publicaba
con abundante información deportiva, a la que su padre era muy
aficionado y que también había contagiado a Mati, consiguiendo
que su padre atendiera sus requerimientos pecuniarios. Para ello
utilizaba el recurso de las propinas y alguna gabela que por su
profesión, de vez en cuando, le caía, pero antes le hizo la
siguiente advertencia: –Adminístralo bien y sobre todo ten
cuidado cuando utilices los petardos o lo que compres, pues ya
sabes que casi todos los años hay accidentes por imprudencias y
solo nos faltaría que ocurriera algo , viendo cómo anda tu madre-
Ésta siempre estaba enferma y cualquier alteración que pudiera
haber le inquietaba y agravaba su precario estado, ya de por sí
endeble por naturaleza.

Llegada la anhelada noche, con la hoguera dispuesta y con el


acopio de petardos y demás cohetería, el suspense se centraba
en cuál de las hogueras del entorno era la última en prenderse,
pues ésta era una de las cosas de las que al día siguiente se
alardeaba, al igual que cuál de todas había dejado más tarde de

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
arder y durado más su rescoldo, motivo por el cual, a pesar de la
presión de sus progenitores, la chiquillería insistía en retrasar el
encendido, hasta que por fin un padre, chisquero en mano,
prendía fuego y después de un intenso humo se iniciaban las
llamas. En las distintas formas que estas llamas adoptaban,
mayores y pequeños veían de manera diferente no carente de un
cierto grado de fantasía, rasgos y trazos que bien podían
representar las diversas ilusiones y frustraciones que cada uno
vivía día a día. La ilusión de unos chavales, perseverando en una
costumbre o rito ancestral, permitía a todos unidos por el fuego,
el ruido de los petardos y la consiguiente algarabía, reflexionar al
contemplar cómo la hoguera se iba consumiendo, sobre la
levedad de la vida y en cómo las llamas que el fuego propiciaba,
también representaban para cada uno, las aspiraciones más
modestas al igual que las que parecían más inalcanzables. El
fuego tenía de este modo, para sus respectivas vidas un efecto
placebo al que necesariamente había que acceder todas las
noches de San Juan, para hacer acopio de fuerzas para un año
más y a la vez concebir nuevos proyectos e ilusiones que
probablemente habrían de repetirse al año siguiente.

Al día siguiente, Rafa y Mati, sentados a la sombra de uno de las


árboles que rodeaban el Asilo de San Rafael en el Paseo del Rollo,
cercano a sus hogares, recordaban la noche pasada y hacían
proyectos para el resto del verano, Mati decía: –Yo me iré unos
días con mi madre y mi hermano Santi al pueblo del abuelo,
haber si cambiando de aires mi madre mejora como le ha dicho el
médico, pero estaré aquí antes de San Lorenzo que es la fiesta y
la verbena de los bomberos en Campoamor; y mi hermano Juli se
quedará aquí con mi padre, pues le ha dicho que es fácil que
pronto le avisen para entrar de botones en el Gran Hotel, ya que
Juli cumple catorce años el día de Santiago y acaba la Escuela -.

Ramón García Martín 31


Desde la calle Chile. Una primera antología.
Rafa, por su parte, le comentaba a su amigo Mati –Yo no tengo tu
suerte pues no tengo parientes en ningún pueblo, así que me
quedaré aquí todo el verano haciéndole los recados a mi madre y
cuidando de mis hermanos, me iré a los Jesuitas a jugar, y algún
día cómo puede ser la Fiesta de San Ignacio, es posible que me
vaya con ellos y con los que por allí andamos de excursión a la
arboleda de Cabrerizos ó tal vez a La Flecha, ya sabes por otros
años que llevan una buena merienda y aunque vamos y venimos
andando lo pasamos muy bien, y por las noches saldré con mi
madre y mis hermanos a tomar el fresco, también algún día
iremos a la estación a buscar a mi padre, así le ayudamos a traer
el farol y el resto del equipo y yo aprovecho para ver la salida y
llegada de los trenes, sobretodo ése que a mi me gusta que es el
expreso que va de Lisboa a Hendaya y que tiene coches-cama –
Pero a Rafa, en el fondo lo que más le gustaba del verano, eran
aquellas noches que con su madre y sus hermanos y a veces con
su padre iban a la Alamedilla, a escuchar el concierto que en el
templete daba la Banda Municipal, dirigida por un hombre muy
alto y muy serio, que, con su mirada, incluso intimidaba a la
chiquillería que constantemente hacía ruidos gritando cuando
pedían a sus padres helados o barquillos.

De ésta forma, estos niños que muy bien podían representar a la


mayoría de los que habitaban aquella vetusta ciudad de
Salamanca, pertenecientes a una generación nacida en los años
inmediatos a la conclusión de la dramática contienda civil, que
había sufrido España, encaraban cada día, aproximándose al final
de la niñez y al comienzo de la siempre complicada adolescencia.

ADOLESCENCIA

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
Cómo su hermano Juli ya llevaba dos años trabajando, al igual que
su padre, en el ramo de la hostelería, Mati se veía obligado, ya en
su último año de escuela, a colaborar cada vez más en las tareas
del hogar, pues su madre cada día se hallaba con la salud más
precaria, y el pequeño Santi necesitaba más tiempo para realizar
los deberes escolares y asistir a la catequesis preparatoria de la
primera comunión, siendo estos los motivos por los que no
frecuentaba todo lo que el deseaba a su grupo de amigos
especialmente a Rafa

Cuando una tarde, un tanto tormentosa, del mes de Septiembre


Mati acompañaba a su madre al dispensario que los Jesuitas
tenían en el Barrio de La Prosperidad, concretamente en la Calle
Vergara, para que le pusieran una inyección, se encontró con Rafa
y éste le propuso: – ¿Por qué no quedamos más tarde para ir a los
Jardines de Las Salesas y después de ver allí la salida de los toros
nos damos una vuelta por las Ferias? - Entonces Mati miró a su
madre para ver por su semblante que le parecía, pero ésta, que a
pesar de su deficiente estado de salud, nunca quería condicionar
la vida de los suyos, le dijo: –Sabes que una vez que volvamos del
dispensario ya no te voy a necesitar, pues si el nublado no va a
más me iré con Santi y el abuelo -que había venido a pasar las
Ferias-, a sentarnos en uno de los bancos del Paseo cerca del
Hogar Cuna- De ésta forma los dos amigos pudieron concretar el
programa de aquella tarde.

En aquella Salamanca, el mes de Septiembre, con la celebración


de las Ferias y Fiestas, tenía para todos, grandes y pequeños, un
atractivo muy especial, pues en aquellos días la actividad de los
mayores disminuía y los más pequeños acudían a la escuela solo
por las mañanas, siendo frecuentada la ciudad por gente de la
provincia, la cual una vez recogida la cosecha de los diferentes
productos, disfrutaba visitando a familiares que no podían ver

Ramón García Martín 33


Desde la calle Chile. Una primera antología.
durante todo el año y, haciendo cada uno el exceso económico
que estaba a su alcance, acudían a los espectáculos que aquellos
días se ofrecían; bien a La Glorieta a presenciar el desenjaule o
alguna corrida de toros, bien a ver a las denominadas Compañías
de Revista, que actuaban en los distintos teatros el Gran Vía, el
Liceo, el Bretón ó el Coliseo, acabando siempre la jornada en el
lugar dónde se instalaban las Atracciones de Feria.

Rafa y Mati, cómo los demás adolescentes, disfrutaban de aquel


ambiente que siempre desencadenaban las Ferias y las Fiestas de
su ciudad, pues para ellos entonces era mucho el tiempo que
transcurría de un año para otro y el final de las mismas llegaba
rápidamente trayendo siempre consigo la monotonía y la rutina.
Pero aquel año bien por el grado de independencia que iban
alcanzando o por el despertar de nuevas y desconocidas
sensaciones, ambos muchachos participaban y disfrutaban con
más ilusión. Por las mañanas algún día quedaban para ir al
Edificio de la Cárcel Vieja, que se hallaba al final de la Cuesta
Sancti Spiritus, para ver la salida de los Cabezudos,
especialmente los conocidos como el Padre Lucas y la Lechera,
después se acercaban a la Plaza Mayor a escuchar el concierto de
la Banda Municipal y presenciar también el lanzamiento de
cohetes y globos grotescos, e incluso un día acompañados por el
abuelo de Mati, fueron al Mercado de Ganado, que en aquella
época se establecía en las inmediaciones del Barrio del Arrabal,
no faltando ningún día a las atracciones de la Feria, aunque
solamente fuera para verlas, puesto que los recursos económicos
y los vales gratuitos no duraban para todos los días.

En los diferentes barrios de la ciudad, aquellos días tenían lugar


sesiones de cine al aire libre así cómo verbenas, por lo que tanto
Mati cómo Rafa tenían que convencer a sus padres para que les
dejaran asistir, permiso que conseguían pero condicionado a que

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
llevaran a alguno de los hermanos pequeños. Rafa llevaba a
Angelito y a Nines y Mati por su parte a Santi.

A los dos amigos les contrariaba bastante asistir a éstas


celebraciones acompañando y cuidando de parte de la prole
familiar, puesto que les impedía estar con el resto de los amigos
que componían la pandilla, y al mismo tiempo acercarse a alguna
amistad del otro sexo que conocían del barrio y que, en alguna
ocasión a uno o a otro les hacían algo de caso. Con éste motivo le
dijo Rafa a su amigo: –Cómo mañana acaban las fiestas con los
fuegos artificiales cerca de La Alamedilla y estos tienen algún
peligro para los pequeños, si te parece vamos a convencer a
nuestros padres para que nos dejen ir solos y de ésta manera
estamos con quien nos parezca- Mati, chaval bastante
observador, adivinaba que lo que Rafa pretendía era que ésa
noche los dos haciéndose los encontradizos, presenciar los fuegos
artificiales con Isa, aprendiza de un taller de modista que había
cerca de su casa y con Paqui, la amiga de ésta, a la que Mati
conocía por haber años atrás tomado la primera comunión con
ella. De esta forma, los dos muchachos proyectaron acabar aquel
año las Ferias y Fiestas de la ciudad.

A Rafa no le fue difícil convencer a su madre, pues ésta ya había


decidido que aquella noche iría a los fuegos con Angelito y las dos
pequeñas y después se acercarían a la estación a recoger a su
padre que aquel día estaba de servicio a Fuentes de Oñoro, pero
para Mati resultó más complicado, ya que tenía que llevar los
bocadillos de la cena a su padre y a su hermano Juli y su madre,
cómo siempre, no se encontraba bien, pero al final el abuelo se
comprometió a llevar a los fuegos a Santi y de ésta manera liberó
a Mati de la obligación de tener que llevarlo él.

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
De ésta manera, los dos amigos, después de entregar los
bocadillos al padre y al hermano de Mati se dispusieron a disfrutar
de aquella noche para ellos especialmente mágica e ilusionante,
dirigiéndose al entorno de la Plaza de España y La Alamedilla a
presenciar los fuegos artificiales que clausuraban las Fiestas de
aquel año. Primero trataron de localizar a su habitual pandilla de
amigos y después, especialmente por parte de Rafa, a Isa y a
Paqui, lo cual no resultaba fácil debido a la cantidad de gente que
allí había congregada y mucho menos después del estallido del
primer cohete y de toda la pirotecnia que vino a continuación.
Rafa le decía a su amigo: –¿Tú ves alguno de los nuestros?- y
Mati, de forma un tanto socarrona, le contestaba: –No veo a
ninguno y tampoco a ninguna- Todo lo cual, unido a los gritos y a
algarabía desencadenada, tenía totalmente desconcertado a Rafa,
que pensaba:–Con lo que me hubiera gustado asistir a estos
fuegos al lado de Isa y ofrecerle mi protección ante éstas
explosiones y estruendos- pero el espectáculo continuó y el final
del mismo fue para los dos chiquillos una ilusión ansiada, pero en
cierto modo frustrada, pues ambos habían deseado compartirla, y
de manera especial Rafa, con aquellas chiquillas también
adolescentes que en alguna ocasión les habían prestado atención,
pero tal vez no tanta cómo los dos muchachos habrían podido
pensar.

Así transcurría la vida adolescente de estos muchachos, lo mismo


que la de muchos otros en aquella para ellos acogedora ciudad de
Salamanca, cuyos limites por un lado los establecía el entrañable
Río Tormes con el típico Barrio del Arrabal, por otro el siempre
atrayente Barrio de la Prosperidad cercano a la Aldehuela de los
Guzmanes, lugar éste de esparcimiento en cualquiera época del
año. El resto los límites se hallaban establecidos por la barriada
extraordinariamente trabajadora de Los Pizarrales, por el
Cementerio de la ciudad y el feudo de El Calvario, recinto éste

Ramón García Martín 36


Desde la calle Chile. Una primera antología.
último dónde los aficionados al fútbol disfrutaban los éxitos y
sufrían los fracasos de la por todos querida Unión Deportiva
Salamanca, y finalmente el extremo norte de la ciudad lo
marcaba una extensión de terreno, en su mayoría todavía de uso
agrícola, que comenzaba desde el Cuartel de Ingenieros y la Plaza
de Toros hasta la Estación del Ferrocarril, por donde empezaba
entonces a emerger el Barrio Garrido.

Rafa y Mati, aquel año afrontaban su último Curso de la


Enseñanza Primaria. El primero asistía a una escuela existente
contigua al Parque de Bomberos llamada Luís Vives, y Mati recibía
sus enseñanzas en el Colegio de los Jesuitas muy próximo al de
Rafa, siendo con frecuencia los diferentes centros educativos la
causa de alguna discusión entre ellos. Rafa siempre le decía a
Mati: –En mi escuela no tenemos patio para el recreo pero
podemos estar en la calle y hacer lo que nos dé la gana, además
no nos obligan a rezar el rosario y a confesarnos todos los
sábados por la tarde y tampoco son tan puntuales cómo en el
tuyo para empezar las clases- A todo esto, Mati no tardaba en
replicar: –En mi escuela organizamos partidos y campeonatos de
fútbol todo el año, tenemos salón de juegos y al finalizar el curso
tenemos una fiesta dónde nos reparten diferentes diplomas,
también hay un coro que va a cantar a distintos sitios y todos los
domingos lo hace en misa de una en La Clerecía- Y con éstas
disputas los dos amigos pasaban el tiempo y defendían con
orgullo y ardor a sus distintas escuelas.

En aquella época, como en tantos siglos ha sucedido, las familias


azuzaban a los chavales que ya apuraban su último año en la
escuela, para que, aparte de colaborar en casa en la cotidiana
vida doméstica, adquirieran una mayor formación, utilizando los
precarios medios que entonces podían tener a su alcance. Por
ello, Mati había comenzado a asistir a clases de Dibujo Lineal, que

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
entre otras materias se impartían en la Escuela de Artes y Oficios
Artísticos, ubicada en el vetusto edificio de la Cárcel Vieja, donde
también tenían su sede los Juzgados de la capital y el Cuerpo de
Guardia de la Policía Municipal. Con éste motivo Mati le decía a
Rafa: – Me he comprado todo el material para dibujar láminas y
croquis y te diré que la enseñanza allí es distinta a la de la
escuela; también va gente mayor y de otros barrios. Las dos
horas que duran las clases se pasan rápido, además nos han dado
un carnet con el cual los sábados podemos asistir allí mismo a
una sesión de cine y dicen que, incluso, a final de curso nos
llevarán de excursión en tren a Alba de Tormes- Rafa, que por su
parte había iniciado un curso de mecanografía, que daba una
señora algo mayor en su casa, cerca de la Cuesta de la Raqueta,
le comentaba a Mati: –Son unas clases muy entretenidas, pues
tenemos una máquina de escribir para cada uno de los que
vamos. Por cierto. sabrás que allí coincido con Paqui la amiga de
Isa, y la profesora nos ha asegurado que al final, si superamos un
examen, nos dará un Diploma-, además, continuó diciéndole: -Por
mediación de mi tío Enrique, voy a ir los martes y los jueves a un
taller que enseñan aeromodelismo, que está en un sitio que
llaman El Estambul, en la Cuesta del Carmen enfrente del Cine
Moderno, y que es algo de La Falange o del Frente de Juventudes
y también todos los sábados proporcionan sesiones de cine e,
incluso, como premio al final del curso, te facilitan la asistencia a
un Campamento de Verano que está por la parte de la Sierra de
Gredos– Con ésta conversación los dos adolescentes
intercambiaban los pormenores de sus respectivas vidas,
ilusiones y proyectos. Todo ello tenía cómo escenario aquella
capital charra pequeña pero acogedora, con rincones populares y
monumentos incomparables que para cada uno de sus habitantes
encerraban imborrables recuerdos y vivencias de distintos
tiempos, matices y sentimientos.

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
Entre paseos, e idas y venidas de sus respectivas obligaciones, así
se sucedía el día a día en la vida de Rafa y Mati, disfrutando de su
adolescencia y compartiendo con sus familias unos días mejores y
otros peores, pues las estrecheces eran muchas y las
satisfacciones, aunque sencillas, se acababan casi antes de
comenzar a saborearlas. Todo esto los muchachos lo superaban
con la alegría y la ilusión que su adolescencia les iba deparando,
sintiéndose ambos satisfechos, entre otras cosas, con disponer de
algunas monedas que, de vez en cuando, les permitieran disputar
un futbolín en Salones que al efecto había en Salamanca, uno en
la Calle Prior, y otro que denominaban La Gimnástica, en la Calle
Espoz y Mina, o dando un paseo por la Plaza, la Alamedilla o
incluso por la Carretera de Madrid, según la época del año,
tratando de coincidir, para acompañarlas un rato, con alguna
amistad femenina; y si se trataba de Isa y Paqui, mucho mejor.
Así, estos adolescentes, seguramente sin tener mucha conciencia
de ello, se iban acercando a la decisiva etapa de la juventud.

JUVENTUD

Mati tuvo que abordar el comienzo de esta etapa con un


acontecimiento especialmente dramático, pues su madre después
del doloroso y prolongado proceso de su enfermedad, derivado
del agravamiento de su siempre precario estado de salud, había
muerto al comienzo de aquella prometedora primavera, que vino
precedida de un duro invierno para toda la familia, con constantes
y sobresaltadas idas y venidas al Hospital Provincial, dónde, con
más cariño que medios, habían tratado de superar el deficiente
estado de salud de la pobre mujer, Durante este periodo, Mati
estuvo especialmente comprometido con la situación familiar,
pues a pesar de que se hallaba trabajando de chico de los recados
en una tienda de ultramarinos existente en el barrio, le permitían
ausentarse cuando le era necesario. Esta disponibilidad no la

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
tenían su padre y su hermano Juli, ya que estos tenían trabajos en
los que las exigencias eran más rigurosas. El pequeño Santi
todavía asistía a escuela, aunque también colaboraba a su
manera sin desatender los estudios en los que, por cierto,
comenzaba a sobresalir.

Rafa, por el contrario, afrontaba la juventud sin ningún lastre que


pudiera compararse con el que vivía su amigo Mati. Se
encontraba desde hace algún tiempo trabajando en un taller de
carpintería que se hallaba en el Alto del Rollo, y a la vez se
preparaba para optar en su día al ingreso, cómo hijo de
ferroviario, en el Cuartelillo de Ferrocarriles, y por éste medio
conseguir su futuro profesional en la misma actividad que su
padre, pues desde siempre le había fascinado el ambiente
ferroviario. Mientras, su familia se encontraba un tanto
preocupada, ya que su hermano Angelito estaba decidido a
ingresar en el Seminario de Calatrava, y ninguno acertaba con el
argumento adecuado que le hiciera desistir, pues el chico se
hallaba muy influenciado por un cura que todos los jueves iba a
dar una charla de religión a su escuela. Esta decisión del
muchacho había traído consigo una situación de desasosiego a los
padres a la que no eran ajenos el resto de la familia, incluidas sus
dos hermanas pequeñas Nines y Aurorita.

Aquella mañana Rafa al levantarse se dijo: -Hoy sin falta tengo


que ver a Mati para saber algo de él, pues desde que murió su
madre a penas le he visto y tenemos que quedar-, y sin más se
propuso que al salir del taller a mediodía lo iría a buscar a la
tienda dónde trabajaba. De esta forma al final pudo quedar con él
para el día siguiente, que precisamente era el Domingo de Ramos
con el que daba comienzo la ya entonces importante Semana
Santa de Salamanca.

Ramón García Martín 40


Desde la calle Chile. Una primera antología.
Mati le confiaba a su amigo Rafa: –Lo estoy pasando muy mal,
pues nunca pensé que a pesar del delicado estado de salud de mi
madre, ella pudiera desaparecer, e incluso fíjate que para lograr
su recuperación, cuando salía de la clase de dibujo me asomaba a
la Capilla del Cristo de los Milagros para hacerle constantes
promesas encaminadas a que pusiera buena a mi madre, pero ni
así ha sido posible. Además ahora mi padre apenas se ocupa de
nosotros ni de nuestro porvenir Cuando acaba el servicio se
queda por los bares de los Portales de San Antonio y no nos
enteramos ni de la hora a la que llega a casa, siendo Juli y yo los
que nos ocupamos de las necesidades de la casa y de la
educación y los estudios de Santi, que cómo sabes está
destacando bastante- A todo esto Rafa prestaba atención
mientras pensaba la forma de poder ayudar y animar a su amigo.

En la festividad del Jueves Santo, Rafa fue a buscar a Mati a su


casa y después de ayudarle a terminar algunas tareas domésticas
le convenció para salir a dar una vuelta, así que ambos se
encaminaron a la Plaza Mayor, y después por la Calle la Rua hacia
las catedrales, ya que allí era dónde por ésas fechas más gente se
concentraba y, en espera de los desfiles procesionales, se
establecía un agradable paseo, en el que era frecuente
encontrarte con otros amigos y conocidos del barrio. De esta
manera fue cómo coincidieron con las inseparables Isa y Paqui,
las cuales se disponían a ver la procesión de ése día en la Calle de
La Compañía. Después de interesarse por el estado de Mati, se
dejaron acompañar por los dos amigos para presenciar aquel
desfile procesional.

Mientras transcurría la procesión Isa le decía a Mati: –Tienes que


distraerte y animarte un poco más sin dejar de ocuparte del
trabajo y de las responsabilidades de tu casa, y tampoco tienes
que olvidarte de tu porvenir, pues por lo que me dices lo de la

Ramón García Martín 41


Desde la calle Chile. Una primera antología.
tienda de ultramarinos no te entusiasma demasiado- Rafa
escuchaba la conversación mientras pasaban delante aquellos
cofrades con su espléndido hábito y zapatos extraordinariamente
brillantes y pensaba: -Esta Isa es una chica estupenda y de qué
manera está sabiendo llegar a Mati, mientras que Paqui no dice
nada, no sé si por prudencia o porque tal vez no se le ocurre
nada, y pensar que yo hasta ahora creía que ella era la más lista
de las dos amigas- y continuó escuchando cómo Isa seguía
animando y, a su manera, también aleccionando a Mati,
diciéndole:–Ya sabes que yo antes de concluir la etapa escolar
comencé de aprendiza en un taller de modista, pero por
mediación de un vecino, he encontrado un trabajo mucho mejor
retribuido en una fábrica de chocolate que hay cerca de la Casa
de la Madre, pasando La Alamedilla ,y por la tarde a última hora
voy a un curso de corte y confección que de forma gratuita
imparten en un colegio de monjas cerca del Paseo de Canalejas,
así que no te quedes lamentándote y procura afrontar las
dificultades y buscarte el mejor porvenir cómo hacemos todos-
Mati asentía a todo lo que le decía Isa, y para sus adentros se
sentía especialmente reconfortado, por éste tiempo y éstas
palabras que le llegaban de ésta muchacha, que nunca le había
parecido asequible, y que, ahora, se manifestaba
extraordinariamente cercana así como sinceramente preocupada
por el momento que Mati estaba viviendo.

Aquella primavera y después de transcurrida la Semana Santa,


tanto Rafa cómo Mati no entendían un día de fiesta sin ser
compartido por ambos, y a la vez tratar ahora de coincidir bien en
el paseo de la Calle Toro, La Plaza por La Alamedilla, con Isa y
Paqui, las cuales, aunque de forma un tanto esporádica, habían
comenzado a aceptar la compañía de éstos muchachos; si bien la
afinidad de Isa con Mati era perceptible para todos, mientras que
Paqui y Rafa no alcanzaban idéntica sintonía. Pero no por ello los

Ramón García Martín 42


Desde la calle Chile. Una primera antología.
cuatro dejaban de sentirse a gusto cuando coincidían, pues Rafa
desde un principio había aceptado la preferencia de Isa por su
amigo.

Cuando el día de San Juan de Sahagún, Mati y Rafa regresaban de


la verbena a la que habían asistido, el primero le dijo a su amigo:
– El uno de julio voy a comenzar a trabajar en una fábrica que
ésta cerca de la cárcel, pues un señor que hay allí de encargado y
que es del pueblo de mi abuelo y algo pariente de él, me ha
recomendado sabiendo de mis conocimientos de dibujo, aunque
tendré que ir con disposición de hacer de todo – y continuó : – Mi
abuelo me ha dicho que se ha comprometido mucho con su
pariente por mí, así que debo procurar cumplir lo mejor que
pueda con todo lo que allí me manden – Rafa a su vez informaba
a su amigo: –Creo que en Septiembre ó cómo muy tarde en
Octubre, tendré que enfrentarme, según me ha dicho mi padre, al
ingreso en el Cuartelillo de Ferrocarriles, así que, si todo resulta
bien, dejaré el taller de carpintería y comenzaré la vida de
ferroviario que siempre he deseado.– De esta manera, recíproca e
ilusionada, los dos amigos se hacían estas confidencias que tanto
habrían de repercutir en el futuro de sus vidas.

Con estas perspectivas de su inmediato futuro, los dos amigos


afrontaban aquel verano que, probablemente, fuera el último que,
de forma tan intensa, compartieran. Asistían siempre que les era
posible a las fiestas y verbenas que entonces se celebraban en los
distintos barrios, comenzando por la de El Arrabal a la que la
seguía la del cercano pueblo de Tejares, con la Romería de la
Virgen de la Salud, y continuaba con la de la Prosperidad,
concluyendo con la de los Pizarrales. También en aquella época
tenían especial relevancia festiva, las meriendas que en La
Aldehuela y otros lugares cercanos se celebraban, en la festividad
del 18 de Julio y el día de Santiago, pues estos días, cómo tantos

Ramón García Martín 43


Desde la calle Chile. Una primera antología.
otros, para los habitantes de aquella entrañable ciudad, cada
calle, rincón o paseo de la misma, eran una prolongación de sus
humildes hogares, por lo que, cualquier hecho o celebración que
en estos lugares aconteciera, era ocasión que se aprovechaba
para coincidir con otras familias, amigos y conocidos de otros
barrios, e incluso para establecer nuevas amistades de distinta
índole, las cuales en muchas ocasiones acababan en una relación
que podía conducir a un destino y futuro compartido.

Una de las últimas noches de ése verano, cuando regresaban del


río, dónde a ultima hora habían ido a darse un baño a la zona que
todos conocían por El Cabildo, y se encaminaban a sus casas, el
Rafa le dijo a Mati: – Nos vamos a cambiar pronto de casa pues a
mi padre le han concedido una vivienda nueva de las que la
Renfe está acabando en el Paseo de la Estación, así que mi madre
no cabe en sí de alegría, pues donde ahora vivimos estamos muy
escasos de espacio, y Nines y Aurorita ya se están haciendo
mayores, igual que Angelito, aunque éste al final en Octubre se
va de seminarista a Calatrava – Mientras Mati escuchaba lo que le
iba comunicando su amigo, pensaba en lo que podía representar
el alejamiento de sus respectivos domicilios y se decía para si
mismo: -Cómo no pueda frecuentar de la misma forma que hasta
ahora a Rafa ni tampoco a Isa, no sé a quien voy a recurrir para
charlar y desahogarme, porque en casa mi padre sigue sin querer
saber nada, Juli con el trabajo y preparando su boda, pues quiere
casarse para la próxima primavera, tampoco está para muchas
conversaciones al igual que Santi, que una vez que ha aprobado
el Ingreso para iniciar el Bachillerato, no piensa más que en
estudiar.- Por aquella época, con Isa tampoco podía estar todo el
tiempo que él querría, ya que aparte del trabajo en la fábrica de
chocolate, y el curso de corte y confección al que seguía
asistiendo, tenía que atender a sus abuelos maternos, que vivían
en el Barrio del Matadero, al otro lado del río, muy distante de su

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
domicilio, pues ella vivía en la Plaza de San Cristóbal, cerca del
Cine que todos conocían con el nombre de San José, por estar
dirigido por un sacerdote que regía un Colegio con el mismo
nombre en las inmediaciones.

Entonces Rafa, adivinando en el silencio de su amigo lo que éste


estaba pensando, le dijo: –Oye Mati no creas que porque nuestras
casas vayan a estar más distantes no vamos a continuar
quedando y viéndonos, pues yo, mientras no ingrese en el
Cuartelillo, según regreso del taller, te veo y, si no estás en casa,
le dejo a Santi cualquier recado – De esta forma los dos amigos,
mientras llegaban a sus respectivos hogares, dejaban establecida
la manera que impidiera el distanciamiento de una relación que
desde chiquillos mantenían, y a la que por nada del mundo
renunciarían, pues eran muchos los buenos y malos momentos
compartidos, así cómo los proyectos e ilusiones que les unían, y
que ahora en una crítica situación de su prometedora juventud
afrontaban con la valentía propia de esa incomparable edad.

EPÍLOGO : EDAD ADULTA

Rafa después de un destacado periplo profesional en la empresa


ferroviaria a la que pertenecía desde su juventud, aceptó, previa
consulta con su mujer, una guapa aragonesa que había conocido
cuando estuvo destinado en Zaragoza, la prejubilación que le
habían propuesto, y de común acuerdo, la pareja decidió trasladar
su residencia que entonces tenían en una población cercana a
Madrid, a Salamanca, ciudad constantemente añorada por Rafa, y
que aquel año estaba de permanente actualidad de una manera
muy especial, por haber sido designada Capital Europea de la
Cultura. En ella, aunque su padre ya hacía años que había

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
fallecido, aun tenía a su madre, que a pesar de la edad, todavía
se conservaba bastante bien conviviendo con su hermana
Aurorita, que estaba soltera, pues Nines se había casado y, por
circunstancias laborales de su marido, residía ya hace años en
Barcelona, mientras que Angelito, después de dedicar unos años a
la carrera sacerdotal, había abandonado los hábitos y ejercía de
profesor de Filosofía en un Instituto de Zamora, dónde se había
casado ya algo mayor, con una profesora de Lengua, teniendo su
domicilio en la ciudad del Duero.

Apenas instalado el matrimonio en la ciudad, una mañana


desayunando, le dijo Rafa a su mujer: –Hoy sin falta voy a quedar
con Mati – del cual siempre le estaba hablando –pues aunque no
hemos dejado de estar en contacto por uno u otro motivo, ahora
no es lo mismo; que los dos tenemos todo el tiempo para
nosotros. Ya sabes que él lleva jubilado unos años por aquel
acuerdo con la empresa telefónica en la que trabajó desde que
cumplió el servicio militar en Ingenieros, que, por cierto, creo que
lo único en lo que este hombre tuvo suerte – Pues Rafa de sobra
sabía que Mati, después de haber sufrido la prematura muerte de
su madre y los penosos años que tuvo que convivir con su padre,
con la desagradable deriva que éste tomó cuando ella faltó, tuvo
que responsabilizarse de la casa, ya que su hermano Juli, una vez
casado, se preocupó solamente de su nuevo hogar, y el pequeño
Santi, a su vez, de sus estudios, con los que al final consiguió un
importante puesto en una Entidad Bancaria, que
profesionalmente le había conducido a crear y establecer su
familia en una población importante de la parte de Levante – Y
fíjate, -le continuaba diciendo a su mujer-, lo que le habrá costado
superar lo de Isa – pues ésta falleció al poco tiempo de jubilarse
Mati, cuando los dos tenían por delante un sinfín de proyectos
para disfrutar, ya que se habían casado nada más licenciarse Mati
e ingresar éste en la Compañía de Teléfonos, habiendo tenido en

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
su matrimonio por unas causas u otras más sinsabores que
satisfacciones.

De ésta forma, aquella mañana de un apacible otoño, muy


característico de la capital charra, Mati y Rafa se encontraron en
una de las cafeterías existentes en el Paseo de Carmelitas, un
espacio de la ciudad que a los dos, desde chavales, siempre les
había gustado. Después de darse un fuerte abrazo y pedir sendos
cafés, se sentaron a departir sobre los últimos acontecimientos de
sus respectivas vidas. Mientras hablaban, Rafa no apartaba la
vista de una especie de estuche de cartón de tamaño mediano
que Mati había depositado encima de la mesita que ambos
compartían, y éste, que a pesar de los años no había perdido su
dotes de hombre observador, le dijo a su amigo: -Cómo veo que
llevas un rato pensando cual puede ser el contenido de ésta caja
ábrela tu mismo y luego me dices que opinas de su contenido –
Rafa procedió de manera inmediata a cumplimentar la invitación
de su amigo.

La sorpresa y la emoción que le produjo a Rafa lo que aquel


estuche contenía, fue tan profunda que no pudo evitar que los
ojos se le humedecieran y contener alguna lágrima, pues tenía
ante él una Colección completa de láminas, que en los primeros
años noventa “La Gaceta Regional de Salamanca” había editado,
en las que de manera sucesiva, aparecían en la parte superior
diferentes y característicos lugares de la capital charra tal cómo
eran durante la niñez, adolescencia y juventud de aquellos
amigos, y de la misma manera en la parte inferior, se mostraban
esos lugares cómo eran actualmente. Contemplándolas, los dos
amigos, de manera emocionada, apreciaban y comentaban sin
disimular la nostalgia que a ambos les invadía, las notables
diferencias. Sabían ahora los dos, jubilados y con las cicatrices
que de diferente índole la vida en ellos había dejado, que esta

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
ciudad, a pesar de los asombrosos cambios experimentados,
seguiría siendo la que siempre habían querido, como inigualable
escenario de sus vidas, y en la que ahora se proponían disfrutar
todos los años que el destino les tuviera reservados en su nueva
situación, renovando e intensificando cada día su inquebrantable
amistad.

Mati se despidió de Rafa después de haber estado un largo rato


examinando y elogiando una y otra vez aquella fantástica y
emotiva colección. Rafa, según veía a Mati alejarse, se
preguntaba qué podría hacer él en lo sucesivo, para conseguir
que de su amigo desapareciera aquella tristeza y melancolía que
en él se había instalado. Y reflexionando sobre ello se dirigió a
casa portando aquella Colección, cuya existencia el desconocía, y
que Mati le había dejado para que pudiera enseñársela a su mujer
y contemplarla de manera reposada.

Mientras caminaba, Rafa pensaba, a propósito de la colección que


tanto le había sorprendido: -Verdaderamente estas imágenes y
fotografías representan de forma magnifica, los lugares más
entrañables y profundos donde han ido quedando las huellas de
nuestras vidas, con sus emociones, ilusiones y también
decepciones- y asociando éste pensamiento a una obra de
reciente lectura del autor Mario Benedetti, continuaba en su
meditación: -Ahora si que Mati y yo, podemos coincidir con éste
escritor uruguayo ubicándonos en este extraordinario álbum
fotográfico, cuando él dice, “DE TODOS LOS TIEMPOS, LOS VIEJOS
Y LOS NUEVOS, QUEDAN LAS VIRUTAS DE LA VIDA” , pues
muchas de las nuestras se hayan esparcidas en lugares y
rincones de nuestra querida Salamanca, cómo los que aparecen
en ésta sorprendente Colección-.

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
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Desde la calle Chile. Una primera antología.
RETROSPECTIVA DE MI CALLE

Como inicia su poesía de “El Ama”, el autor nacido en el pueblo salmantino de


Frades de la Sierra, José Mª Gabriel y Galán, yo también aprendí en el hogar en
que se funda la dicha más perfecta, y tuve la fortuna añadida que el mismo se
encontrara en la siempre envidiada y admirada ciudad de Salamanca, y por si no
fuera esta suficiente ventura, el azar o la casualidad me deparó la dicha de que la
Calle Chile fuera y siempre lo seguirá siendo, aunque hace ya muchos años que me
ausenté de ella “mi calle”.

Es y será siempre mi calle primero porque en ella se encontraba el hogar donde


nací al comienzo de los años cuarenta del ya pasado siglo, en el cual con
incomparable dignidad, humildad y modestia mis padres consiguieron atender
todas las necesidades domésticas, alimenticias y educativas de una familia
compuesta por ellos y cuatro hijos, considerando la precariedad de aquellos duros
años de la posguerra y los parámetros que entonces se utilizaban para interpretar lo
que era necesidad, y en segundo lugar y de manera muy importante siempre será mi
calle, porque tuve la gran suerte de que la mayoría de la gente que en ella tenían
sus hogares con su comportamiento diario me transmitieron, como constantemente
lo hacían mis progenitores, la riqueza de lo que significaban términos cómo
trabajo, dignidad, decoro, nobleza, lealtad y generosidad.

Justificado de forma sintética pero no exenta de un entrañable cariño porque la


Calle Chile es y siempre será mi calle, diré a continuación que ésta calle en la que
yo viví e indudablemente mucho disfruté, carecía de pavimento alguno pues era de
tierra la composición de su suelo con importantes desniveles, ya que aquella zona
no hacía muchos años había sido de utilización rústica, existían precarias aceras

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
que a menudo se interrumpían y a la vez las que había se encontraban en
permanente estado de deterioro, apareciendo por toda la calle infinidad de regateras
que se formaban durante la época de lluvias y que en invierno provocaban los
consiguientes barrizales y en verano generaban abundancia de polvo que los
vecinos combatían saliendo a sus respectivos portales con cubos o herradas de agua
para regar la calle y de esta forma aplacar el polvo y proporcionar frescor al
entorno, la iluminación nocturna la proporcionaban tres o cuatro bombillas
estratégicamente colocadas de las cuales habitualmente siempre había alguna rota o
fundida.

Las casas eran todas de planta baja con un patio en la parte posterior en el que era
habitual que se hallara la pila de lavar así cómo un modesto retrete, existiendo en
algunas de ellas recoletos pero atractivos jardines en los que no era extraño
encontrar parras y árboles frutales que llegada la época propiciaban uvas, higos,
membrillos y algún otro fruto de los cuales su propietario no demoraba en
compartir con sus vecinos. Todavía en aquellos años algunas de las casas de la
calle carecían de agua corriente, motivo por el que en ellas había diversos
recipientes cómo tinajas, cántaros o barreños en los que se hacía acopio del agua
que se obtenía de un grifo al que se accedía abriendo la tapadera de una cloaca
existente en la bifurcación de nuestra calle con la calle Bolivia.

Si consideramos la calle cómo una prolongación de aquellos la mayoría, humildes


hogares, veíamos un común escenario en el cual cada vecino representaba un papel
de manera habitual y metódica, espacio que era noche y día observado y vigilado y
de manera muy principal por la construcción modernista del cercano Depósito de
Aguas, así como por el imponente edificio del Convento y Colegio de las Esclavas
y del no muy lejano Complejo del Parque del Servicio de Bomberos en cuyos
aledaños se encontraba el Colegio Público “Luís Vives” y frente a éste los campos
de juego, huertos y jardines que rodeaban el edificio y demás instalaciones del
Colegio y Noviciado de los Jesuitas.

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
Cómo antes señalo, en este entorno y desde el escenario que era La Calle, todos los
vecinos hombres y mujeres, chicos y grandes, ancianos y niños desarrollaban su
papel, los hombres acudían a sus respectivos empleos y trabajos, predominando de
manera extraordinaria el de ferroviario, bien maquinista, fogonero, guardafrenos,
guardagujas o revisor, abundando igualmente el de carpintero y ebanista, también
había algún albañil, camarero, fontanero, distribuidor de periódicos, tratante,
policía o militar y funcionario. Las mujeres tenían la responsabilidad en absoluta
exclusiva de llevar a cabo las entonces inacabables tareas del hogar, control
exhaustivo de la prole y acudir por aquella época a las agotadoras colas que
motivaba el racionamiento. Cuando no era tiempo de vacaciones y en la mayoría de
los casos hasta la edad de los catorce años, momento en que iniciaba la vida
laboral, los muchachos adquirían las respectivas enseñanzas, desplazándose según
la edad escolar que tuvieran al Centro Escolar de Rufino Blanco en las
inmediaciones de la Alamedilla los más pequeños, y la denominada Enseñanza
Primaria se accedía a ella por parte de los demás en el ya citado Colegio Luís
Vives, en el que tenían los Jesuitas en la calle Vergara al comienzo del Barrio de la
Prosperidad, o en el Colegio de San Rafael existente en el Paseo del Rollo que
lindaba con el Asilo del mismo nombre y un centro de atención infantil que todos
conocíamos con el nombre de Hogar Cuna.

Como consecuencia de la desaparición de la Escuela Unitaria una vez finalizada la


Guerra Civil, las niñas de aquella calle cómo las de las demás, asistían a Centros de
Enseñanza específicos para ellas, siendo habitual que por su proximidad acudieran
al cercano Colegio de las Esclavas, en el que se les proporcionaba una aceptable
preparación académica, así como religiosa y de preparación en tareas de índole
doméstico para desempeñar el papel que por su sexo estaban destinadas a
desarrollar en un futuro, siendo obligado y necesario resaltar al llegar aquí, al
margen de otros matices que se puedan hacer al respecto, la importancia de la labor
tanto educativa cómo social que tuvo en las barriadas del entorno de mi calle, cómo
pudieron ser la nuestra de Las Delicias, La Prosperidad y la del Rollo, la
desempeñada tanto por Las Esclavas cómo por Los Jesuitas, aunque esto bien
pudiera ser un tema para tratar en otra ocasión.

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
En aquella querida y recordada calle los mayores y de manera especial los ancianos
eran por norma y sin excepción objeto del mayor de los respetos, unos por la
autoridad que ostentaban y que nadie osaba discutir y los otros por la sabiduría de
la que eran depositarios y qué de manera ruda y dura habían adquirido en sus
dilatas vidas, siendo para los más jóvenes un verdadero deleite escuchar sus sabios
consejos, así como sus increíbles vivencias y las diferentes interpretaciones que
hacían de las formas de vida que iban observando al final de sus días.

Aquel mundo que era la Calle Chile y que he tratado de describir desde el aspecto
humano y dibujando superficialmente el decorado del escenario en el que
transcurría el día a día, tenía también sus olores, sus sonidos y no carecía de
distintos personajes que aunque no vivían allí lo frecuentaban casi a diario teniendo
la mayoría de ellos por su participación en el desenvolvimiento de la vida diaria
una relevante importancia y hasta cierto carisma, cómo podían ser el cartero, el
sereno, el basurero, el lechero, el panadero y el mielero o el heladero en
determinadas épocas del año, no faltando los vendedores ambulantes con ofertas de
frutos o productos de la temporada, predominando el transporte en carretillos
manuales o carros de tracción animal cómo era característico del vinatero o del
carbonero. Con estos personajes existía una gran complicidad pues ellos respetaban
a su clientela, sabían ser discretos y muchas veces eran portadores de noticias o
sucesos de otras zonas o barrios de la ciudad, y la gente de la calle a su vez les
mostraba deferencia y afecto, considerando la importancia que cada uno de ellos
tenían para conseguir atender las necesidades de cada día, aprovechando para
corresponder a sus distintos servicios en las Fiestas de final de año con un modesto
aguinaldo en metálico cómo respuesta a las simpáticas tarjetas de felicitación que
éstos con antelación amablemente entregaban en cada domicilio.

Los olores que muy bien podían identificar aquella añorada calle principalmente
los originaban los humos de las vetustas locomotoras que muy cerca de allí
circulaban bien cuando se encaminaban a la Estación de Ferrocarril o cuando salían
de ésta, Igualmente los que desprendían las boñigas de los animales que arrastraban
los carros de los distintos repartos o de recogida de basuras y desperdicios y los

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
excrementos de gallos y gallinas que libremente entonces se dejaban a
determinadas horas en la calle. Igualmente un olor muy característico era el del
humo que emanaba de las chimeneas de cada casa cuyo origen lo producía el
material de combustión que en cada una se utilizaba, que bien podía ser leña,
carbón, cisco o el de las briquetas de exclusivo origen ferroviario, siendo asimismo
frecuente el de los braseros cuando se sacaban a la calle para airear los tufos que
tanto peligro encerraban.

Así cómo posiblemente el olor más agradable era el que provenía en determinadas
épocas del año de las rosas, la lila o de la hierbabuena de los jardines de algún patio
e incluso de los cercanos árboles del Paseo del Rollo cuyo fruto eran los pámpanos,
tentación comestible y a la vez dañina para los más pequeños, el sonido más
impactante en aquella calle era el que hacía el viento en días de fuerte temporal
entre la enorme estructura del Depósito de Aguas, así cómo el frecuente silbido de
las máquinas de los distintos convoyes ferroviarios y en los días estivales el que
hacía el cuco ave que anidaba en los amplios jardines de las Esclavas, pero el que
sin lugar a dudas predominaba durante todo el año era el de la chiquillería jugando
en la calle espacio y cuarto de estar entonces para todos, el cual únicamente se
abandonaba a requerimiento de la madre o de los hermanos mayores para comer,
hacer los deberes de la escuela o por la llegada de la noche a excepción del verano
que entonces tanto mayores y pequeños salían a tomar el fresco, unos a continuar
jugando y otros a disfrutar de amenas y espontáneas tertulias compartiendo el agua
de un fresco botijo.

No puedo acabar éste recordatorio de mi calle, en la cual todos nos conocíamos, sin
consignar tanto el espíritu cómo el sentimiento que en ella predominaba,
indudablemente en aquellos duros años el espíritu que prevalecía era el de
supervivencia pero cómo al principio señalo con inigualable dignidad, que cada
uno en función de sus posibilidades afrontaba en su casa cómo mejor creía o podía,
ésta actitud no impedía que dentro de la entonces predominante escasez muchas
cosas se compartieran según las oportunidades y distintas circunstancias que cada
uno pudiera disfrutar o que en su defecto le pudieran afectar, y cuando la palabra
solidaridad apenas era habitual utilizar, en mi calle el sentimiento que existía se

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
mostraba con la existencia de una real y sincera sensibilidad para que sin emplear
apenas palabras todos supieran cuando se compartía una alegría o una situación
dolorosa contribuyendo cada uno en su medida a realzar la primera y a consolar o
paliar la segunda.

No dudo que ésta retrospectiva que hago de mi calle, bien pudiera hacerla igual o
muy similar cualquier vecino de mi querida y simpar Salamanca de la suya, pues el
modo de vida aquellos años en las diferentes barriadas no era muy distinto y
probablemente coincidiría conmigo concluyendo éste relato tomando como
referencia y alterando con cierto atrevimiento la poesía con la que al principio
comienzo del admirado José Mª Gabriel y Galán, diciendo “QUE ALEGRE ERA
MI CALLE Y QUE SANAS SU GENTES Y CON QUE SOLIDEZ ESTABA
UNIDA LA TRADICION DE LA HONRADEZ A ELLAS”.

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
LA METÁFORA DEL BANCO

Cuantas veces Arturo a lo largo del ejercicio de su profesión de


docente como profesor de una rama de Humanidades, había
tenido presente a la hora de preparar la exposición de las
distintas lecciones, la metáfora del banco, fuente y compendio
de enseñanzas que tenía profundamente interiorizadas,
observando desde su infancia el transcurrir de la existencia en la
casa de su amigo Manolo. Esta observación se enriquecía
escuchando la sabia interpretación que, a menudo, hacía de la
vida, su inolvidable padre, así como prestando atención a la
actitud que este siempre había sabido mantener.

Esta familia ocupaba una humilde vivienda de planta baja, como


la mayoría de la barriada, en las inmediaciones de la de Arturo.
Manolo era el hijo mayor del señor Antonio y de la señora Petra,
quienes tenían dos hijos más: Juanín, que era el mediano y Fide,
que era la pequeña de aquella familia. Todos ellos encajaban en
el tipo de familia que predominaba en el entorno: gente humilde,
honrada y trabajadora que con más tesón e ilusión que medios,
trataba de salir adelante apechando con sus tareas cada jornada.
En aquel ambiente había alguna familia con más posibles y algo
más de confort en su hogar, como era la de Arturo, lo que le
permitiría a este, en su día, acceder a una carrera universitaria,
algo entonces verdaderamente inusual para aquella sociedad con
importantes carencias.

Arturo observaba que a la familia de su amigo Manolo, a pesar de


ser de las más modestas, sin embargo era a la que más se acudía

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
en demanda de algún servicio o remedio para una determinada
emergencia por parte de la mayoría de los convecinos. Esto desde
pequeño no dejó de intrigarle, hasta que un día Manolo trató de
explicárselo: –Mira, Arturo aunque mi padre trabaja en una
serrería, en casa hace trabajos de carpintería y ebanistería a los
que como tú ves le echamos una mano mi hermano y yo.
También hace reparaciones en las casas, pues sabe arreglar
cerraduras, bisagras o fallebas de las ventanas-.y siguió
contándole:- Mi madre coge puntos a las medias y hace algún
arreglo de ropa; yo ya llevo dos años en el taller de electricidad y,
si puedo, hago algo de lo que he aprendido; y Juanín al estar en la
farmacia de ayudante, hace algún recado o encargo-, y concluyó
diciéndole: - Fide que ya ves a diario como ayuda a mi madre,
tiene muy buena mano para los oficios de casa, y nunca le
importa hacer un favor a cualquier vecina que se lo pida-.
Mientras escuchaba Arturo las explicaciones que, respecto a las
actividades de su familia le estaba dando su amigo, comenzaba a
entender el porqué aquella vecindad frecuentaba con tanta
asiduidad el domicilio de su amigo.

A Arturo le maravillaba la actividad que esta familia desempeñaba


con gran sencillez y sin buscar el interés propio, despertando su
admiración. Para él que ya hacía tiempo había superado la
adolescencia, no dejaba de ser un motivo de constante reflexión;
pues los estudios que sucesivamente iba realizando unidos a la
formación con ellos adquirida; al tiempo que la observación de la
vida que discurría a su alrededor, le ponían de manifiesto las
dificultades que existían para sobrevivir de manera digna y
honesta. Encontraba la respuesta contemplando la actitud de la
familia de su amigo Manolo, cuya casa desde pequeño
frecuentaba y en la que era cariñosamente acogido.

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
Para Arturo, la fascinación y el carisma de aquella entrañable
familia los ostentaba el señor Antonio. Era un hombre de estatura
más bien alta, fuerte complexión, el pelo algo rizado siempre
peinado hacia atrás y de rostro agradable, en el que no se
ocultaban signos de las secuelas de la vida dura que había tenido
que afrontar. Había quedado huérfano de padre a los ocho años, y
se había visto ya entonces obligado a responsabilizarse de una
casa en la que la viuda apenas contaba con recursos para teñir de
luto su escasa indumentaria. Tuvo que enfrentarse algunos años
más tarde a la dura supervivencia durante la tragedia que
representó la Guerra, así como poco después a crear una familia
en una situación muy precaria. Todo ello no impidió que aquel
hombre, tanto con el mono de trabajo como con la ropa ordinaria,
exhibiera siempre un porte digno al igual que un recto y ejemplar
comportamiento, lo cual unido a su permanente disposición de ser
útil a los demás, hacía que siempre despertara la simpatía y
afecto de todos los que le frecuentaban y conocían.

Con el ininterrumpido trato que Arturo había mantenido con la


familia de su amigo Manolo, lo que a lo largo de su vida
consideraría un privilegio, pudo comprobar que en el padre de
este concurrían cualidades que no eran frecuentes hallar en
hombres con un origen tan humilde y complicado. Al fallecer su
progenitor, había tenido que desistir del acceso a las enseñanzas
más elementales. Sin embargo, observando que su principal
actitud ante la vida era la de luchador incansable, Arturo pudo
cerciorarse por innumerables motivos y en múltiples ocasiones,
que el señor Antonio era un verdadero autodidacta, a la vez que
muy intuitivo. Asimismo siendo este hombre un encantador
idealista, ello no le impedía que en determinadas ocasiones en
que la vida se lo pudiera exigir, se comportara como el ser más
pragmático. Otra cualidad, que no pasaba desapercibida, era que

Ramón García Martín 58


Desde la calle Chile. Una primera antología.
siempre mostraba una extraordinaria seguridad en sí mismo, en
cuanto manifestaba y en su manera de proceder.

Un día hallándose en casa de su amigo esperando a que


concluyera un trabajo que su padre le había encomendado, su
madre la señora Petra, una trabajadora infatigable y de una
bondad que cautivaba a Arturo, le contó: –Este hombre mío por
avatares de la vida que tu ya sabes de sobra , nunca tuvo a su
alcance el poder completar ni siquiera los estudios más
elementales de nuestro tiempo, teniendo que ser yo la que le
enseñara las cuatro reglas, así que fíjate que maestra ha tenido-,
y siguió diciéndole:-, Pero siempre le ha gustado mucho leer, a
pesar de la falta de tiempo, incluso ahora todavía se quita horas
de sueño y de descanso, para acabar la lectura que pueda traer
entre manos -. También recuerda que aquel día le dijo: –A lo
largo de su vida le atrajo escuchar a quien tuviera más
conocimientos que él. Ahora ya no, pero en su juventud asistía a
asociaciones obreras que trataban ideas políticas y sociales, que
a él le acarreaban bastante zozobra y desasosiego - . Llegado a
este punto Arturo recordó que en una ocasión él mismo le
comentó, que en su día había asistido a un acto en el que
intervino Miguel de Unamuno, cuya charla, si bien le habían
aclarado muchas cosas, otras probablemente no las había
entendido de manera suficiente y le habían creado más confusión.

Arturo pudo comprobar de qué manera tan firme, en aquella


familia, se habían trasmitido a todos sus componentes, los valores
tanto de carácter humano como de supervivencia que
representaban los progenitores, corroborando algo así como la
teoría de la herencia genética en este aspecto. Manolo aparte de
ser un amigo leal, tenía desde pequeño un constante afán de
superación tanto en el aspecto meramente personal como en el
concerniente al profesional. Juanín era especialmente

Ramón García Martín 59


Desde la calle Chile. Una primera antología.
extrovertido, vivaz, y con una fantástica disposición de ser útil y
servicial a todo el mundo y de manera especial a su familia. Fide,
si bien no era muy agraciada físicamente, al contrario que sus dos
hermanos, tenía un carácter cándido y dulce con el que se hacía
querer por todos los que la conocían; siendo, en todos los
sentidos, el complemento perfecto de aquella familia.

La cocina era la pieza de la casa de su amigo Manolo que más


atraía a Arturo, pero no por lo que inevitablemente podría
presuponerse, sino porque en ella el señor Antonio tenía
establecido como él eufemísticamente denominaba su “patio de
operaciones”. Dejando a su mujer el espacio indispensable para
las labores propias de aquella estancia, allí tenía alojado un
clásico banco de carpintero con el correspondiente torno, en cuyo
interior albergaba todas las herramientas y accesorios propios de
tan antiguo oficio. También era donde realizaba los trabajos y
montajes de los encargos que le hacían, si bien a veces por la
envergadura de estos, se veía obligado a invadir la sala-comedor,
contratiempo que a pesar de la incomodidad que pudiera
representar, la familia ya tenía asumido.

Cuando Arturo recuerda entre muchísimas cosas, los sonidos y


olores de aquella cocina-taller, más taller que cocina, piensa que
al igual que Vivaldi, el fantástico músico veneciano, identificó con
diferentes melodías las estaciones del año; los acordes que
emitían las distintas herramientas que sucesiva y magistralmente
iba utilizando el señor Antonio, también identificaban la que
estaba empleando, así como la tarea que estaba realizando e
incluso su estado de ánimo. Respecto a los olores como podían
ser los que desprendían las maderas, el serrín, las virutas, la cola
o la nogalina y el barniz, componían una fragancia que
identificaba como ninguna otra el sudor del esfuerzo del trabajo
honrado que allí se realizaba, la concentración para el buen hacer

Ramón García Martín 60


Desde la calle Chile. Una primera antología.
y la intensa búsqueda con ilusión de la conclusión de la obra bien
hecha, fin que aquel hombre integro siempre perseguía.

Arturo nunca olvidará la figura del padre de Manolo en aquel


espacio. Hoy aun no le cuesta recordarlo, con su característica
ropa de trabajo, abstraído en la obra que se hallaba llevando a
cabo, con el clásico lápiz de carpintero sujeto en una oreja y el
inconfundible metro situado en el bolsillo posterior siempre a
mano, quien al detectar la presencia de alguien, como la habitual
del amigo de su hijo Manolo, utilizando su mirada como mensaje
no verbal, le invitaba a esperar que concluyera lo que pudiera
estar en ése momento haciendo, para poder a continuación hacer
un alto y echar un parlao, como tenía costumbre de decir. La
conversación que a continuación tenía lugar, siempre
entusiasmaba a Arturo, pues no recuerda a nadie que en aquellos
años ya con sus estudios universitarios iniciados, le enseñara de
manera tan simple y sencilla, la forma de afrontar con ardor las
distintas dificultades de cada día, así como el modo de conseguir
con ilusión el logro de las sucesivas metas y proyectos.

A Arturo le sorprendía que este hombre, bastante fustigado por la


vida, nunca hiciera un reproche a lo que la misma y de manera
tan adversa le había deparado, y recuerda que en cierta ocasión
le escuchó decir al respecto: –Atiende hijo, y no lo olvides, la
madera que ves que utilizo procede de un árbol y cuando esta se
obtiene de él no sabe para qué va a ser empleada, puede ser
para un mueble elegante, para un sillón confortable o para el
radio de la rueda de una carro, y no puede hacer nada para
cambiar su destino.-Y continuó así la reflexión: - Pues el hombre
cuando nace desconoce igualmente cual va ser su destino y su
transcurrir en la vida, pero a diferencia de la madera que es
manipulada por las distintas herramientas, el hombre tiene la
capacidad de ser él el que manipule todas las herramientas, y es

Ramón García Martín 61


Desde la calle Chile. Una primera antología.
responsabilidad únicamente suya el hacerlo bien o mal. Si
actuando así a lo largo de la vida lo ha intentado honrada y
tenazmente, obtendrá una inmensa satisfacción sean los que
sean los resultados obtenidos-. Anonado por tan sencilla y
contundente exposición, Arturo escuchó que le continuaba
diciendo: -Por ello, atribuir a los orígenes como a las
circunstancias adversas en que se pueda desenvolver la vida,
para disculpar nuestra andadura y comportamiento en ella, nunca
debería hacerse-. Y finalizó añadiendo: -El hombre, al contrario de
la madera, como antes te decía, tiene una extraordinaria
capacidad para ser el que manipule la gran cantidad de
herramientas con que cuenta, y así utilizándolas de manera firme
y constante, le llevaran a lograr sus propósitos o por lo menos
conseguirá la satisfacción de haberlo intentado sin regatear
esfuerzos-.

Aunque Manolo era su íntimo amigo, Arturo mantenía una


magnífica sintonía con sus hermanos. Así un día cuando
regresaba a casa coincidió con Juanín, diminutivo que todos
seguían empleando para llamarle, a pesar de que los años le iban
transformando físicamente de forma que demandaba más bien el
empleo del aumentativo. Comentando ambos los acontecimientos
tanto políticos como sociales que en aquella época se sucedían, y
que no dejaban de ser un motivo de inquietud para una
generación que aun tenía mucha vida por delante, le dijo el
hermano de su amigo: –Si hablas con mi padre no lo hagas sobre
la situación política que vivimos, pues al pobre hombre ahora no
hay otro tema que más le pueda descolocar. Aunque tu sabes que
tiene sus ideas, ante el panorama que tenemos en estos días, nos
dice que los nuevos proyectos y reformas que está oyendo que se
pretenden hacer, deben realizarse convenciendo primero con los
hechos al individuo más humilde, y no empleando tantas palabras
que pronuncian personajes, que él cree, que ni tienen su propio

Ramón García Martín 62


Desde la calle Chile. Una primera antología.
convencimiento en relación a todo lo que están pregonando -.
Finalmente terminó diciéndole:- Mi padre no se cansa de
predicarnos, que como siempre, lo principal es que nunca nos
cansemos de adquirir la mejor formación, que nos pueda permitir
juzgar de la mejor manera tantas ofertas y discursos maravillosos
que se escuchan estos días. El nos machaca insistiendo que es así
como podremos ser nosotros los que fijemos la pauta y los
objetivos de nuestra vida-. Según se despedían y haciéndole un
guiño le señaló Juanín:- Ahora ya sabes a qué atenerte
conociendo como está el “patriarca”-y se alejó en dirección a su
hogar.

Pensando Arturo cuando se aproximaba a su domicilio, después


de dejar a Juanín camino del suyo, lo que este le había comentado
en relación a su padre, recordaba que con motivo de una
conmemoración política, no hacía mucho tiempo el señor Antonio
le había dicho: –Contando yo con veinte años recién cumplidos,
viví de forma muy especial y emocionada e incluso participativa,
un importante y trascendental cambio político. Las perspectivas
que se ofrecían eran muy interesantes e ilusionantes, pero no
tardé mucho tiempo en comprobar que aquellos logros que se
ofrecían exigían el pago de un alto precio que como siempre lo
íbamos a satisfacer en primer lugar los mismos de siempre. Así
fue como transcurrido menos tiempo del que cabía prever me
encontré en una edad muy complicada con una encrucijada llena
de diferentes problemas e importantes y graves dificultades,
dándome cuenta que era yo solo el que tenía que resolver tan
conflictiva situación, y afrontar igualmente solo la búsqueda del
futuro que deseaba para mí. De esta forma a partir de entonces
me transformé políticamente en un ser escéptico, y me fijé como
objetivo exclusivo lograr con mi esfuerzo y con mi precaria
formación, que la vida que deseaba dependiera únicamente de

Ramón García Martín 63


Desde la calle Chile. Una primera antología.
mí.- De esta forma Arturo comprendía la advertencia que acababa
de hacerle el mediano de los hijos del señor Antonio.

Cuando se encontraba finalizando la carrera universitaria, Arturo


perdió a su padre quien no pudo superar una rápida enfermedad
que en escasos días acabó con su vida. Su padre fue para él
alguien que únicamente se preocupó con su intensa actividad de
negociante, de proporcionar a la familia el máximo bienestar y de
que su hijo pudiera acceder a una formación y a unos estudios
que en aquellos años en absoluto era factible para la inmensa
mayoría de la gente. Desde su más corta edad nunca consiguió, ni
su padre le dio la oportunidad, de establecer el más mínimo
diálogo que para Arturo pudiera ser orientativo. Hallándose
siempre obsesionado con sus negocios incluso se esforzaba en
mostrarse inaccesible. Arturo entendía que con este
comportamiento delegaba esta función y responsabilidad en su
madre, que si bien era entrañablemente cariñosa y siempre
manifestaba estar ilusionada con el porvenir de su hijo, no
entendía que este demandaba una clase diferente de trato y
atención, no consiguiendo nunca conectar con ella de una forma
que le permitiera exponer dudas y aspectos de la vida que
solamente a determinadas edades se puede hacer a los padres.

Con motivo de este luctuoso y triste acontecimiento familiar,


Arturo se vio especialmente arropado por la familia de su amigo
Manolo. Fide pasaba largas horas acompañando a su madre en su
domicilio, pues esta siempre de salud delicada y carente de
habilidades para establecer una mínima relación con la vecindad,
requería constantemente la presencia de su hijo, y no comprendía
que para este la vida continuaba, a la vez que se aproximaba a un
momento decisivo que tenía que resolver por sí mismo. Manolo y
Juanín aprovechaban cualquier ocasión para coincidir con Arturo,

Ramón García Martín 64


Desde la calle Chile. Una primera antología.
para poder charlar con él y animarle de la forma que entendían
más conveniente.

De manera singular, Arturo recuerda que, por aquellos días,


conversando con Manolo y Juanín, este le dijo: A mí me parece
que no está bien el resentimiento que noto cuando hablas de tu
padre, pues por lo que yo sé, fue una persona que en su vida se
esforzó por proporcionaros un bienestar poco frecuente, y lo
consiguió en unos tiempos que no han sido nada sencillos. Si bien
es cierto que todos hemos deseado padres que tengan todas las
cualidades, compruebo que para esta tarea nadie te enseña.
Estoy convencido de que no debe ser fácil desempeñarla de
forma correcta–. Escuchando a su hermano, a Manolo no le
sorprendió, pues Juanín había adquirido de manera extraordinaria
la vena observadora y reflexiva de su padre, y añadió él también
para confortar a su amigo: –A pesar de todo, yo creo, que todavía
debes esperar a que pase un tiempo para que de forma más
serena puedas analizar de una manera justa la relación con tu
padre. Me parece que ahora estás algo confuso, y sin duda vas a
necesitar más sosiego y tranquilidad para poder hacerlo-. Estas
consideraciones que entonces le hicieron los dos hermanos Arturo
nunca las ha olvidado, pues a lo largo de la vida ha podido
comprobar que juzgar el comportamiento de un padre, no es
correcto hacerlo hasta que uno mismo ha tenido que ejercer como
tal.

Cuando Arturo ya había acabado la carrera y se hallaba


preparando las oposiciones por las que había optado, se encontró
una mañana cerca de su casa con Fide. Después de saludarla se
interesó por su familia, pues ahora sucedía que, debido a la
intensa dedicación que le exigían sus actuales estudios, no
frecuentaba con tanta asiduidad la casa de sus amigos. Manolo
entonces estaba trabajando en una Central Hidroeléctrica ubicada

Ramón García Martín 65


Desde la calle Chile. Una primera antología.
en un pueblo de la provincia, y su hermano hacía ya algún tiempo
que estaba desempeñando un cargo comercial en un Laboratorio
Farmacéutico que le obligaba a viajar constantemente. La
hermana de sus amigos le comentó a Arturo que su padre
recientemente había tenido un contratiempo con la salud pero
que afortunadamente lo iba superando poco a poco, aunque, en
un principio, todos se habían llevado un gran susto. Esta noticia
motivó que Arturo se hiciera el propósito de visitarlo lo antes
posible, ya que su hija le había dicho que no había impedimento
alguno para que lo hiciera, y que incluso a su padre le sentaría
bien.
Sin demorarlo, Arturo se presentó al día siguiente en aquella casa
en la que toda su vida tan a gusto se había encontrado, y para él
fue una magnífica sorpresa comprobar que el señor Antonio no se
hallaba en absoluto postrado ni en reposo, sino que al contrario,
pues según le señaló la señora Petra, estaba en su “patio de
operaciones” adecentando el banco y ordenando sus
herramientas. Esto no le sorprendió mucho a Arturo, pues si bien
en los últimos tiempos la actividad de este hombre había
disminuido de manera notable, ello no impedía que la mayor
parte del tiempo lo pasara trasteando en su doméstico y singular
taller, en el cual todos los que le conocían comprobaban que era
dónde más a gusto se encontraba, y más inspirado y locuaz se
mostraba en cualquier clase de conversación.

Una vez que el señor Antonio barruntó la llegada de Arturo, le


llamó y le hizo pasar a sus habituales “dependencias”
interesándose por él, y fue entonces cuando Arturo le dijo: –¡!Pero
hombre!!, si es Vd. el primero que me tiene que decir como se
encuentra, pues hasta ayer que me encontré con Fide, ignoraba
que había tenido un arrechucho, y que la ciencia y la familia han
tenido necesidad de darle un empujón y ponerlo de nuevo en
marcha, y por lo que veo tanto el ”motor” como el” chasis” han

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
respondido demasiado bien-. Entonces el padre de sus amigos
respondió: -Tu ahora eres muy joven para entenderlo, pero
llegarás a una edad que lo comprenderás y tendrás que admitirlo,
que estos achaques y otros que probablemente serán más difícil
de superar, es el tributo que tenemos que pagar en
compensación de los años que logramos ir viviendo-.Como
siempre y con su sabiduría innata, añadió:-Pero nunca hay que
olvidar que si bien reflejan los sinsabores y los contratiempos que
han sido precisos superar, también abarcan las satisfacciones
conseguidas y las grandes y pequeñas ilusiones que, arduamente
deseadas, hemos ido día a día alcanzando-.

Después de continuar informando a Arturo de cómo, con la ayuda


y cuidado de todos los suyos, especialmente de su Petra del alma,
como él solía referirse a su mujer, había recobrado la salud y
aunque con alguna limitación, poco a poco, iba reanudando la
actividad, concluyó mostrándose como el señor Antonio más
genuino que Arturo tanto había admirado. Le hizo a continuación
la siguiente consideración: -Sabrás que de las enfermedades
siempre me ha gustado hablar lo justito, pero sobre todo desde
que leyendo algo de un autor catalán llamado Santiago Rusiñol,
este decía “si no pudiesen contar sus enfermedades hay muchos
que no estarían enfermos”, pues bien, yo ni quiero estar enfermo
ni disfruto hablando de los achaques y las dolencias, pues estoy
convencido que de esta forma se acaban provocando-, y continuó
diciendo: -Es preferible hablar de esa vida que nos rodea, y de la
que tanto hay que aprender a cualquier edad. Esa vida que si
bien afortunadamente más de una vez nos invita a soñar, jamás
tenemos que considerarla un ensayo, pues todo lo que hagamos
tendrá consecuencias definitivas para bien o para mal-.

A continuación pregunto al joven como le iba la vida y los estudios


que estaba realizando, a lo que respondió: -Ahora, señor Antonio,

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
todo encierra más dificultades y exige un esfuerzo continuado,
pues una carrera universitaria de una u otra forma se logra
concluir, pero una oposición es algo muy competitivo y las plazas
que se ofrecen son limitadas. Ahora sucede que es imposible
evitar tener para uno mismo conciencia de una extraordinaria
responsabilidad, ya que es una apuesta importante para mí y por
supuesto también para los que han depositado en mi su confianza
- y así continuó expresándole el momento tan decisivo en el que
se hallaba.

Después de escuchar con interés lo que aquel joven, tan querido


por la familia de aquella casa, le había dicho, y de lo cual
perfectamente se podía deducir un estado de ánimo de excesiva
preocupación y responsabilidad por lo que el muchacho se estaba
jugando, el señor Antonio le dijo: -Aparte de que en ningún
momento debes perder la confianza en ti mismo, y mantener
intacta la ilusión, procura recordar lo que en más de una ocasión
tanto a ti como a mis hijos os he dicho referente a la correcta
utilización de las innumerables herramientas que el hombre tiene
para luchar y conseguir sus objetivos-, y, a continuación, este
sencillo hombre le hizo una asombrosa exposición pedagógica
que Arturo nunca olvidaría.
Acomodados como estaban en aquel taller extraordinariamente
sui géneris, continuó el señor Antonio: -Como de sobra sabes, en
este banco en el que ahora tú y yo estamos apoyados, se
encuentran las herramientas que he venido empleando para mis
diferentes tareas y trabajos. Todas ellas como bien sabes nunca
se utilizan a la vez, sino que cada una interviene según el
momento o el proceso en el que se halle el trabajo que se pueda
estar llevando a cabo, ya que cada una tiene su característica y
finalidad. Por ejemplo, el martillo, los alicates y las tenazas son
herramientas polivalentes, contundentes, decisivas y firmes.
Prueba de ello es que se utilizan en la mayoría de los oficios y

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
profesiones. También aquí tengo la garlopa, el cepillo y el
serrucho. Estas herramientas, si bien su utilización es
especialmente dura y sus efectos no producen un importante
lucimiento, son absolutamente indispensables para la
construcción del armazón u obra más sencilla-. Seguidamente
refiriéndose a otras herramientas más singulares decía:- En el
banco también se hallan, el escoplo, el formón, la gubia y la
escofina, cuya utilización requiere esfuerzo como las demás
herramientas, pero estas a la vez precisan de una previa
especialización, y durante su empleo el esmero y la atención
debe ser total, proporcionando de forma definitiva, el
embellecimiento y el verdadero lucimiento del trabajo realizado-.
Encantado tanto por lo que estaba escuchando como por la forma
en que lo estaba haciendo, Arturo no se atrevía a interrumpir al
señor Antonio; más bien deseaba que continuara para conocer la
conclusión a la que quería llegar.

De esta forma continuó Arturo escuchando como proseguía


explicándole aquel hombre tan integro y juicioso: –Tú hasta
ahora, hijo, seguramente sin saberlo, has acertado a emplear
hábilmente unas veces con más y otras con menos esfuerzo, las
herramientas que te han ido propiciando una formación sólida, a
la vez que la base imprescindible para enfrentarte a la etapa que
actualmente afrontas. Por todo ello, es ahora cuando te hallas
mejor preparado para luchar por el objetivo que te has fijado.
Debe ser en este momento, cuando con ilusión y confianza en ti
mismo, tienes que utilizar sin escatimar esfuerzos, pero con
esmero y atención las herramientas más sensibles, delicadas y
definitivas, que, sin lugar a dudas, te conducirán a conseguir la
meta que te has propuesto-. Finalmente concluyó con esta
observación:- Así a lo largo de la vida no te costará trabajo
comprobar que casi todas las obras que emprende el ser humano,
se ajustan a un proceso muy similar, empleando siempre

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
habilidades, herramientas y esfuerzos muy parecidos-. De esta
forma y animándole insistentemente concluyó esta inolvidable
charla el señor Antonio, en el que Arturo, si bien pudo detectar un
apreciable bajón en su condición física, no pudo decir lo mismo
tanto de la mental como de la cognitiva.

Transcurridos algo más de dos años desde que tuvo lugar esta
conversación, que tanto le agradaba íntimamente recordar a
Arturo, y aprobada no hacía mucho tiempo la oposición que le
había permitido acceder al puesto de docente que ahora de forma
ilusionada ya ejercía; sintiendo un sincero y profundo dolor,
asistió una tibia mañana de una incipiente primavera al entierro
del señor Antonio. Este hombre del que tantos valores recibió,
había fallecido después de soportar una larga y dolorosa
enfermedad, dejando en la mayor de las tristezas a su Petra del
alma, quien junto a sus tres hijos, habían sido para Arturo, en
momentos decisivos de su vida, su auténtica familia y el mejor de
los refugios.

Cuando aquel día, concluido el sepelio, y después de despedirse


de aquella familia para él tan entrañable y querida, Arturo
caminaba entre los erguidos y húmedos cipreses del paseo del
cementerio que conducía a la salida de este, pensaba que, al
igual que aquellos singulares árboles mantenían sus hojas
perennes, a él no le costaría en absoluto conservar el imborrable
recuerdo de aquel gran ser humano, que con el sentimiento y
dolor de todos los que le habían querido y admirado, acababa de
ser inhumado. Esta persona que exhibiendo una constante
sencillez, pero con acopio de grandes valores y virtudes, ejercidos
y transmitidos con humildad y rectitud excelente, había influido
de forma muy importante en todos los que le habían rodeado a lo
largo de su vida, entre los que había tenido Arturo la dicha de

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
encontrarse, a quien por todo ello siempre consideraría un
verdadero y positivo ejemplo a seguir.

Pasado algún tiempo, y encontrándose Arturo dispuesto a


considerar la forma más adecuada de desarrollar el tema que al
día siguiente tenía que impartir a sus alumnos, y que hacía
referencia al siempre complicado pensamiento filosófico
unamuniano, cuando el viejo rector de la universidad de
Salamanca contempla el sentido trágico y agónico de la vida, no
pudo dejar de hacerse la siguiente reflexión: -Jamás he conocido a
nadie, como el señor Antonio, que con la trayectoria de su vida,
pueda representar tan bien la forma de interpretar esta clase de
sentimiento, que en lo que concierne al aspecto trágico,
considera al hombre auténtico, el que ha sido capaz de tomar
conciencia de su condición limitada e indigente y ha tenido la
valentía de asumir la tragedia y la lucha como esencia de la vida,
no estando tentado nunca de temerla ni de huir de ella.
Meditando a continuación respecto al entendimiento del sentido
agónico pensaba:-Es igualmente asimilable a la historia de este
hombre tan admirable, pues es la lucha constante por la vida,
como quiere Unamuno que se interprete este otro sentimiento:
Aceptando siempre esta dura pelea, el auténtico hombre de carne
y hueso, el cual teniendo conciencia de su esencia íntima la
convertirá en el paradigma de su supervivencia-. Estudiando este
interesante pensamiento filosófico, considerando el recuerdo de la
apasionante y ejemplar vida del padre de sus amigos, Arturo
hallaba la mejor forma de explicar a sus alumnos una idea
filosófica, que aun siendo tan magnífica, no siempre resulta fácil
conseguir que sea comprendida en toda la dimensión y la riqueza
que encierra.

Una noche fría y de densa niebla, cuando Arturo desde el centro


dónde ejercía su actividad docente se dirigía a su casa, creyó

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
distinguir no muy lejos la silueta de su amigo Manolo. Este, con el
paso de los años, tanto en el aspecto físico como en los gestos y
en la forma de andar, cada vez tenía más parecido con su padre.
Acelerando ligeramente el paso logró darle alcance. Manolo no
pudo disimular la sorpresa del encuentro, pues hacía bastante
que no coincidían ya que unas veces por las obligaciones
profesionales y otras por las constantes responsabilidades
familiares contraídas, últimamente no se frecuentaban tanto
como ellos desearían.

Prosiguiendo juntos el camino los dos amigos, después de


saludarse e interesarse por sus respectivas familias, Manolo le
confesaba a Arturo: -Muchos días al concluir las intensas jornadas
de trabajo, pienso que si es realmente necesario, que nos
hallemos todavía agobiados buscando un mayor bienestar para
nuestras vidas, sin reparar en el esfuerzo que representa.
Analizándolo, no hace tantos años, cuando vivíamos en casa de
nuestros padres, y yo de manera especial como sabes, era
impensable que algún día pudiera alcanzar el bienestar del que
disfruto-. Arturo entonces respondiendo a la reflexión que su
amigo le hacía, le dijo:- Esos días, Manolo, debes tener en cuenta
que sin el esfuerzo y el afán de superación que con su ejemplo
nos infundieron los que nos educaron, nunca habríamos logrado
los objetivos que nos fijamos. Por eso, yo entiendo que, siendo
fieles a ellos, no debemos fijar un límite a nuestras ambiciones,
mientras tengamos tanto fuerza como preparación para lograr lo
mejor, pues también será una forma de responder a la confianza
que depositaron en nosotros- , y así con este tema, discrepando
en algo, pero coincidiendo en lo esencial, continuó la
conversación de estos amigos, hasta que se despidieron para
encaminarse cada uno por la vía que les conducía a sus
respectivos hogares.

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Mientras se aproximaba a su casa Arturo, pensando todavía en la
conversación que acababa de mantener con su amigo, se decía
para sí mismo: -No me sorprende lo que Manolo al comienzo de
esta charla me ha dicho, pues en la sociedad actual a pesar de
hallarse mejor preparada y con mayores oportunidades, se tiende
a optar seguramente por comodidad a comportamientos y
actitudes un tanto prosaicas. Ahora no se entiende o no sé quiere
entender lo que significan los conceptos de responsabilidad o de
deber personal, que obliga a dar constantemente el máximo de
nosotros mismos, y que nunca dejará de reportarnos la más
íntima satisfacción-. A continuación e inevitablemente como en
tantas ocasiones, acabó esta reflexión recordando la figura del
padre de su amigo y se hacía el siguiente razonamiento: -Aquel
hombre tan sumamente sencillo, que con un incesante esfuerzo
acertó a superar una vida verdaderamente intrincada ,y que de
su banco de carpintero y de su entorno sabía obtener y
desarrollar las más increíbles y sabias metáforas, que sirvieron
infinidad de veces tanto para orientar como para ilusionar a los
que le escuchaban, es una referencia perfecta para el ideal de
hombre que este mundo necesita. En este momento recordando
Arturo el pensamiento existencialista del filósofo Jean Paul Sartre,
se hizo la siguiente consideración: -De qué forma más adecuada
puede asociarse la actitud que ante la vida tuvo este hombre tan
singular, al mensaje del filósofo francés cuando nos dice “El
primer efecto del existencialismo, es que pone a cada
hombre en posesión de sí mismo tal como es, y coloca
sobre sus hombros toda la responsabilidad de su
existencia”-. Bien sabía Arturo como el señor Antonio reflejó
este pensamiento. El mismo, pretendiendo seguir su ejemplo, así
se lo proponía al comienzo de cada día.

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
Ramón García Martín 74
Desde la calle Chile. Una primera antología.
ADOSADO

(I)

Cuando Jacinto, la mayoría de las veces antes de que despuntara


la tenue claridad que precede a la luz del nuevo día, elevaba la
persiana del dormitorio que ocupaba en la residencia geriátrica en
la que hacía ya algún tiempo que se hallaba internado, no podía
evitar hacer lo mismo que cuando se abre el telón de un
escenario: dirigir su mirada en este caso al chalet que se hallaba
situado enfrente al otro lado de la calle. La residencia estaba
compuesta por el conjunto de tres chales adosados, ubicada en
una urbanización cercana a la ciudad. Según había venido
observando, aquel chalet que tenía delante, era el hogar de una
familia compuesta por un matrimonio que se aproximaba a la
mediana edad, de aspecto jovial, con dos hijos varones, ambos de
un tiempo que a su juicio estaría en torno a los veinte años.

Esta actitud observadora la originaba el interés que había


despertado en él, el seguimiento de la actividad que los miembros
de aquella casa desarrollaban diariamente. Prestando atención a
sus tareas y movimientos, no podía impedir con una inevitable
nostalgia, que su memoria rescatara momentos y situaciones de
una vida que él había protagonizado. Esto le permite
experimentar la misma sensación de cuando es recordada una
película inolvidable, que motiva que afloren entrañables
sentimientos. Así, más de una vez, se pregunta -“¿Cuánto tiempo
hace de ello….?”-. Si se lo propone aun lo recordaría, pero

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
enseguida decide que no es menester realizar el esfuerzo. Ahora
no tiene ninguna duda al considerar que si bien fueron muchas las
ilusiones, también al final fueron demasiadas las frustraciones,
llegando estas últimas, lamentablemente, en su caso, cuando se
encontraba más indefenso, y tanto su fortaleza como su
sensibilidad ya carecían de la adecuada capacidad de asimilación
y respuesta. Jacinto había sido para todo su entorno, hasta pocos
años antes de acceder a su jubilación, el Señor Sánchez, persona
calificada de formal y seria, dedicada en cuerpo y alma desde los
primeros años de su juventud, a una importante empresa de la
región, que comercializaba productos aditivos para la agricultura
y la ganadería. En ella, no sin esfuerzo, había llegado a alcanzar el
importante puesto de jefe de ventas, siendo apreciado y valorado
por todos los que por un motivo u otro le frecuentaban. Sus
responsabilidades en el puesto le habían exigido viajar de manera
constante, así como a abandonar el hogar la mayoría de los días
cuando aún no había amanecido, lo mismo que a regresar ya
avanzada la noche. También se vio obligado en más de una
ocasión a sacrificar algunos días de fiesta, todo lo cual le impidió
que el tiempo dedicado a la familia pudiera ser el que él hubiera
deseado.

Cuando todavía la oscuridad de la noche no ha comenzado a


ceder su predominio a la claridad de la nueva jornada en la que
ya se hallan instaladas las agujas del reloj, desde su observatorio
ve cada mañana al vecino realizar siempre la misma operación:
Apagar la luz de la cocina, se dice, –“Este hombre ya ha
desayunado precipitadamente, y en poco más de dos minutos con
el maletín de la mano se dirigirá al automóvil que tiene aparcado
a la puerta, y sin casi darse cuenta de ello, de manera inmediata
se encontrará afrontando el nuevo día con las dificultades e
incertidumbres que con seguridad ahora ignora. Si bien, -piensa a
continuación-, es muy posible que no le faltarán noches en las

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
que estos mismos problemas y preocupaciones le impidan
alcanzar tanto el sosiego como el sueño reparador”-. De forma
inexorable estos son los movimientos que cada mañana de
manera precisa se repiten, así como la misma reflexión que, al
contemplarlos, Jacinto se hace, ya que no en balde fue en ese
estado en el que durante muchos años se desarrolló su vida,
aunque el ahora crea que de todo ello hace ya demasiado tiempo.

A pesar de que se lo proponga, le es imposible evitar verse


dominado por un profundo sentimiento de tristeza y, -“también
porque no de rabia”, suele añadir él para sí mismo, como si se
tratase de un movimiento reflejo incontrolado que surge de lo
más íntimo de su ser. Esto es algo que experimenta cuando
recuerda aquel día que fue convocado al despacho del consejero
delegado de la empresa. Entonces este nada más recibirlo, sin
preámbulos y no disimulando una postura distante y autoritaria,
de manera fría y escueta le dijo, –“Sánchez, reconociendo que
siempre su trabajo ha sido admirable, la coyuntura del momento
exige reemplazarle por una persona más joven y con una
preparación adecuada para hacer frente a los nuevos retos
empresariales”-. De la misma forma, sin otras explicaciones,
concluyó informándole, -“a partir de este momento se incorporará
como un miembro más al departamento de existencias”-.

Siempre que rememora aquella conversación, tampoco puede


evitar enfadarse consigo mismo, calificándola de cobarde la
reacción que tuvo, por muy atónito que pudiera haberse quedado.
- “Como pudo ser que me callara y que no articulara palabra
alguna” –, masculla y se reprocha. Pero sabe de sobra, que el
efecto sorpresa en aquel momento le superó y le confundió
totalmente, a lo que se unía hallarse en una edad complicada en
el aspecto profesional. Siempre tendrá la incertidumbre de en qué
medida pudo influir entonces, el bien o mal llamado instinto de

Ramón García Martín 77


Desde la calle Chile. Una primera antología.
conservación, que provocó que en su subconsciente, apareciera la
obligación de considerar las responsabilidades económicas que
tenía todavía asumidas en su hogar. Desde aquel día, no le costó
en absoluto comprobar que su arduo trabajo en la empresa, los
constantes desvelos y sinsabores, el tiempo restado a la
dedicación a su familia, los logros obtenidos correspondidos con
exiguos incentivos y falsas palmaditas a la espalda, pasaban al
olvido. Para que de todo ello no albergara ninguna duda, y
quedara también subrayado de forma patente cual iba a ser su
nuevo rol en la empresa, comenzó a partir de entonces, a ser
Jacinto y no el por todos hasta entonces reconocido Señor
Sánchez.

Esta mañana, alzando la vista del periódico que está hojeando, ve


por el amplio ventanal que la vecina, una mujer con aspecto
dinámico y agradable, después de regar las diferentes plantas
que adornan las distintas ventanas y el porche de la vivienda, se
introduce en la misma. En ése momento sin recurrir a dotes de
adivino sino como fruto de su continua observación, predice para
sí mismo, –“ahora limpiará los cristales, esperará a que los dos
chicos se vayan a cumplir con sus obligaciones académicas, y no
tardando mucho arrastrando el consabido carrito se dirigirá al
“hiper”. Y no le cuesta prever, –“Volverá como de costumbre con
la compra, que al rebasar esta la capacidad del carro, la obligará
a la vez que arrastra este, a llevar paquetes y bolsas sujetándolos
de la forma más inverosímil”-.

Al observar la actividad que realiza la vecina, así como otras


tareas domésticas que diariamente lleva a cabo, Jacinto se siente
reconfortado, pues ello, sin apenas darse cuenta, le permite
acceder al grato refugio que para él representa el recuerdo de los
largos años de matrimonio vividos con su mujer. “Que pena que
pasaran tan deprisa”- reflexiona, –“y que no acertáramos a

Ramón García Martín 78


Desde la calle Chile. Una primera antología.
disfrutarlos con la plenitud que merecían, creyendo que siempre
nos quedaría un tiempo exclusivamente para nosotros, aplazando
una y otra vez la realización de pequeños pero ilusionantes
proyectos, y concediendo prioridad a continuos sacrificios y
privaciones”-. Así, sin apenas darse cuenta, acomodado como
está en el sillón que ocupa, cierra los ojos y se deja invadir por
una suave somnolencia, la cual como en bastantes ocasiones y
casi de forma inconsciente pero siempre agradable, le lleva
dulcemente a una meditación en la que fluyen los recuerdos de
aquella prolongada convivencia. Esta, como muchas otras, se
revistió de buenos y no tan buenos momentos, pero en la que por
encima de todo siempre prevaleció el amor, el respeto y la
comprensión, sentimientos estos, se lamenta ahora muchas
veces, que tal vez por un estúpido pudor, no fueron entonces
confesados de manera suficiente a aquella querida e inolvidable
mujer.

Jacinto, esta mañana de domingo de un incipiente invierno


inequívocamente anunciado por la desnudez de los árboles,
contempla las hojas de estos humilladas en el suelo muy lejos del
esplendor que hasta hace poco tuvieron. Dejándose acariciar por
el tibio sol, al que esporádicas nubes pretenden impedir su brillo,
se entretiene también, prestando atención a sus vecinos. Así es
como ve que el padre y los dos chicos, con indumentaria
deportiva, acaban de llegar a casa, y configurando íntimamente el
guión que, con su observación, viene haciendo relativo a esta
familia, el no duda en auspiciar, -“estos vienen de practicar algún
deporte y ahora recogerán a la madre, que habrá estado
elaborando el menú dominical y todos se dirigirán al bar de la
urbanización a disfrutar el ansiado y agradable rato de la hora del
vermú”-. Es entonces cuando él piensa que lo que ya le resulta
imposible adivinar es el tiempo que esta familia podrá seguir

Ramón García Martín 79


Desde la calle Chile. Una primera antología.
complaciéndose con esta rutina, como con otras muchas de
índole similar.

Retrotrayéndose una vez más a su vida, siente lo mismo que el


escaso calor que el sol que luce ése día aporta a su cuerpo, el
cálido recuerdo de aquella familia, la suya, compuesta por una
mujer siempre cercana y cariñosa y tres hijos, dos varones y una
mujer, los cuales representaban para él su mayor patrimonio y la
constante ilusión que justificaba todos los esfuerzos. Pero
prosiguiendo con monólogo interior, a la vez que sus
pensamientos transcurren por desagradables derroteros,
murmura alterándose cada vez más,-“nunca conseguiré
comprender que cuando creí tener una familia perfectamente
ahormada, con los valores y bases elementales asumidos por
todos, y que ese futuro anhelado acontecería de la forma más
sencilla, luchando cada uno en pos de sus metas y objetivos, de
manera irremediable todo se desvaneciera como una débil bruma
de una mañana de verano”-. Cada vez más perturbado, continúa
empeñado en conseguir, rebuscando en la amplia maraña que
actualmente conforma su memoria, encontrar de una vez por
todas, la respuesta adecuada que, al menos, le traiga la
tranquilidad y el sosiego para él ahora tan necesario. Es una
búsqueda en la que no cesa, mediante la que persigue, una vez
hallada la respuesta, poder afirmar convencido, -“yo, al menos, al
margen de los imponderables, no regateé esfuerzos, ni escatimé
comprensión, pero se impusieron esas circunstancias, a veces
simples y nunca previstas, que en la vida de forma sorprendente
se escapan a nuestro control. . .”-. Como otras veces su mente
exhausta por la excitación que le ocasiona analizar y recordar
este tema, percibe como si esta abandonara al resto de su
cuerpo. Es tan grande la sensación de frustración así como de
desamparo y debilidad que le invade, que cada vez le requiere un

Ramón García Martín 80


Desde la calle Chile. Una primera antología.
mayor esfuerzo para superarla, llegando a dudar si no sería mejor
permanecer al margen y no ahondar más en ella.

(II)

Hoy en las primeras horas de la tarde Jacinto ha salido a pasear


por las inmediaciones de la residencia. Es un sábado del mes de
Enero, que limpio el cielo de nubes con un azul transparente e
intenso, propicia en las horas intermedias del día una luminosidad
no comparable con ninguna otra época del año. Este es un
ejercicio, que siempre que la climatología lo permite, le apetece
hacer por la acera que discurre delante de la residencia y del
sencillo jardín que revestido con modestas plantas y alguna
florecilla, une la parte anterior de los tres edificios. Fiel a una
afición que, a pesar del paso del tiempo, aún conserva, se
encuentra detenido apreciando un atractivo modelo de automóvil
allí aparcado, pues, si bien siempre ha estado interesado en el
mundo de la automoción, estos vehículos también durante mucho
tiempo, por motivos laborales fueron su principal herramienta de
trabajo. Mientras disfruta examinando con atención el vehículo,
oye que alguien detrás, con un tono jovial y simpático, le dice:
–“si está usted interesado ahora mismo negociamos”-, y
volviéndose, comprueba sorprendido que es el vecino de
enfrente quien se está dirigiendo a él.

Jacinto, después de recuperarse de la sorpresa que el hecho le ha


producido, e interpretando de forma correcta la ironía, le
contesta: –“amigo, aunque no lo crea porque me ve ya algo
achacoso, mi pasión por los automóviles la he tenido de siempre
y todavía la mantengo, interesándome incluso ahora por las
publicaciones que se ocupan del tema”, y continua diciéndole,-
“debido mi profesión fueron muchos los kilómetros que hice
conduciendo distintos modelos, pero, eso sí, ninguno que se

Ramón García Martín 81


Desde la calle Chile. Una primera antología.
pareciera a este”. El vecino, que a Jacinto en una primera
impresión le parece un hombre afable y cordial, prosiguiendo la
conversación, de manera sencilla e informal se presenta, -“Soy el
vecino del chalet de enfrente, me llamo Juanjo”- y a continuación
le dice:- “este es mi nuevo coche, bueno, durante mucho tiempo
será más del banco que mío, pero no me ha quedado más
remedio que afrontar su adquisición por exigencias del trabajo”.
Según ha seguido diciéndole, dirige una empresa dedicada al
mantenimiento de equipos informáticos que le obliga a viajar
continuamente, lo que motiva, muy a pesar suyo, que tenga que
renovar con frecuencia su medio de transporte.

Después de aquel encuentro fortuito, en Jacinto se ha


incrementado un poco más si cabe, el interés por los vecinos del
chalet del otro lado de la calle, pues cuenta con más información
respecto a ellos. El día que conoció a Juanjo, como ahora ya
identifica al cabeza de familia, en aquella conversación tranquila y
amena, también le hizo saber que pronto se cumplirían veinte
años de su matrimonio, y que los muchachos ya superada la
mayoría de edad se hallaban afrontando los estudios superiores y,
en cierto modo, definitivos para su futuro, extremo este que le
preocupaba, si bien hasta ahora no tenía queja de ninguno de
ellos y sí mucha ilusión y confianza depositada en ambos.
Igualmente le dijo, que su mujer hace ya bastantes años prefirió
abandonar su trabajo en una entidad bancaria y dedicarse por
entero a la casa y al cuidado de los chiquillos, decisión de la que
ella hasta ahora no se ha arrepentido, y por la que él siempre se
sentirá orgulloso y agradecido.

(III)

Una tarde de un día de lluvia incesante, con oscuras nubes que no


tardando mucho extinguirán de forma prematura la precaria luz

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
del crepúsculo, Jacinto se halla entretenido observando la
trayectoria de los distintos recorridos que emprenden las gotas de
agua al impactar con el cristal del ventanal. Con la melancolía que
imprime tanto el día como la estampa que hace buen rato
contempla, su pensamiento le conduce a considerar que lo mismo
que esas sucesivas gotas de agua después de golpear con el
cristal cada una acomete caminos por vericuetos diferentes, lo
mismo sucede a lo largo de la vida. El a estas alturas de la suya,
ha podido comprobar que resulta muy frecuente que una vez
creada una familia y después de aleccionar a los hijos durante
muchos años, estos, ya solos, al enfrentarse a la vida y a los
distintos ambientes, sus trayectorias discurrirán con mayor o
menor acierto por caminos y senderos que nunca fueron
previstos.

Invadido tanto por la tristeza de la reciente reflexión, como por la


oscuridad que ha predominado todo el día y la persistente lluvia
que al no haber hecho pausa alguna ya ha formado grandes
charcos tanto en la calle como en el jardín que tiene delante,
continua ahora considerando distintos hechos que a lo largo de la
vida, siendo de una extraordinaria trascendencia, más veces de
las deseadas, tenemos que permitir que se impongan a nuestra
voluntad y entorpezcan nuestros proyectos. Así con los ojos
abiertos y con la mirada perdida hacia el exterior, en un estado
abúlico, surge como un flash en su memoria, en la que cada vez
con más frecuencia aparecen importantes cráteres, el recuerdo
del día, que recién cumplidos los sesenta años, al llegar a casa
especialmente indignado, le tuvo que decir a su mujer: -“No sé
qué te parecerá, pero estoy decidido definitivamente a aceptar la
jubilación”. A continuación sin dar lugar ni a su reacción ni a su
respuesta prosiguió, -“como de sobra sabes ya que tu misma lo
habías intuido hace tiempo, y así me lo advertiste, desde que
cambiaron mis funciones en la empresa, no dejo de ser objeto de

Ramón García Martín 83


Desde la calle Chile. Una primera antología.
constantes desprecios y humillaciones, a pesar de esforzarme en
mostrar la mejor disposición”-. “Todo ello, -concluyó - me está
minando el ánimo y hasta la salud, y lo peor es que no tengo la
menor duda de que se trata de una maniobra premeditada para
impedir que sea yo el que decida cómo y cuándo deseo dejar de
trabajar “-.

Nunca podría olvidar la fuerza con la que de forma inmediata su


mujer supo enseguida apoyar su decisión. Lo mismo que la
comprensión y el cariño que le proporcionó, y apreciar, incluso
ante aquella difícil decisión, la alegría que le era imposible
disimular. Ella ya llevaba algún tiempo anhelando la posibilidad
de tener todo el día a su marido para ella, algo que desde hace
tiempo le ilusionaba, pero sobretodo por verle dejar de sufrir,
como estaba sucediendo en los últimos tiempos, por algo que,
muy a su pesar, no tenía a su alcance el poderlo evitar.

(IV)

Un mediodía, cuando había concluido el almuerzo, le indicaron


que se dirigiera a la portería para recoger un encargo que habían
dejado para él. Esto es algo que no dejó de parecerle
extraordinario por lo inusitado, ya que hacía mucho tiempo que
no recibía ni visitas ni tampoco encargos, siendo por ello que no
demorase cumplir con el aviso. Como de inmediato pudo
comprobar, se trataba de un sobre de tamaño regular. Al abrirlo
Jacinto no pudo menos que sorprenderse, ya que dentro se
encontraban varias revistas especializadas en el mundo del
automóvil. En una de ellas venía adherida una nota que decía:
–“Querido amigo, para que entretenga esos días que con
frecuencia las horas se hacen interminables, y alimente el
gusanillo de su afición, pudiendo así discutir mejor sobre ella
paseando conmigo cualquier tarde. Juanjo”.

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
Superada la sorpresa que para él había representado aquel
inesperado envío, más que por el contenido, por el recuerdo y el
afecto que el mismo encerraba, se dio cuenta que interiormente
había sentido de manera un tanto contradictoria una triste
decepción. Resultó que mientras se dirigía a la portería para
hacerse cargo del obsequio, no pudiese evitar albergar la ilusión
de que se tratara de algo que concerniese a sus hijos, de los
cuales hacía tiempo que carecía de noticias. De hecho, no le
resultaba nada fácil recordar la última visita de cualquiera de
ellos, dudando ya si se había producido alguna después del día de
su internamiento en la residencia.

Aquella muestra de amistad y simpatía por parte de su vecino a


su persona, si bien le reconfortó el ánimo el resto del día, no pudo
evitar, considerando el actual proceder de sus hijos, contrastar
comportamientos tan dispares, no sin que irrumpiera en él una
gran desazón,. Hallándose en ése estado de ánimo según
contemplaba en su habitual lugar de reposo la oscuridad que de
manera inapelable se iba adueñando de las últimas luces del día,
se vio invadido por la temible oscuridad del túnel por el que
discurre el tobogán de los recuerdos. Estos una y otra vez de
forma inconsciente, le obligan a rememorar hechos que,
relativamente cercanos, han afectado de manera definitiva a su
vida, deseando que hubieran sido nada más que un extraño sueño
e imaginando con su fantasía lo diferente que habría sido todo de
haberse producido de manera completamente distinta.

No es que Jacinto nunca hubiera disfrutado de una gran capacidad


para conciliar el sueño, pero la noche que sucedió a aquel día le
resultó especialmente difícil. Había hecho mucho viento, y el
constante estruendo que este originaba, así como las sombras
que los árboles de la calle con su incesante movimiento

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
proyectaban sobre las paredes de su dormitorio le impedían
alcanzar el reposo y el sueño deseado. Esto dio lugar a que más
temprano de lo acostumbrado ya estuviera incorporado asomado
a la ventana de su dormitorio. Entonces le alarmó que, siendo
domingo, ya hubiera luces encendidas en la casa de Juanjo, lo
cual en un principio no dejó de inquietarle, pero enseguida pudo
comprobar que lo que ocurría es que la familia preparaba una
excursión, ya que vio en un corto espacio de tiempo, que todos
con atuendos informales trasladaban al coche pequeñas bolsas y
uno de los chicos portaba algún equipo fotográfico. De esta forma
vio que después de introducirse todos en el vehículo este se
alejara rápidamente.

Luego de haber desayunado, y dar un primer vistazo a los


titulares de la prensa, habito que tenía adquirido y al que nunca
renunciaba, repasaba en su mente la imagen familiar de sus
vecinos alejándose en el coche que conducía el padre, dispuestos
a pasar juntos un grato día en algún lugar que probablemente a
todos les apetecía. Como en otras ocasiones contemplando
hechos similares, nuevamente surgía de manera inevitable el
recuerdo de momentos parecidos disfrutados con su familia. Este
ejercicio si bien al principio resultaba ser un bálsamo con efectos
especialmente gratos para su nostalgia, sin tardar mucho se
convertía en un despiadado veneno para el cual no conseguía
hallar el antídoto adecuado.

Mientras observaba ése domingo como en el cielo se iban


alternando las nubes y los claros así como las distintas y
caprichosas formas que las primeras adoptaban, al igual que
contemplaba las hojas y restos de ramajes que el insistente azote
del viento de la noche había derribado de los árboles, sin
proponérselo se vio una vez más absorbido por el vértigo que
siempre imprimía el incansable carrusel de los recuerdos,

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
repasando el ciclo relativamente cercano de su vida, el cual
también, como el viento de la noche pasada, excesivamente
turbulento derrumbó a su familia y por supuesto su vida.

“Nunca dudaré, –se decía reflexionando - que el desencadenante


fue el hecho de que aceptara la jubilación anticipada, pues si bien
mi mujer lo asumió e incluso la ilusionó, la reacción de mis hijos
no fue la misma ni la que yo hubiera deseado, ya que estos
ignorando importantes consideraciones que ellos no desconocían,
me incitaron a resistir y a pelear para conseguir a ultranza todos
mis derechos, a lo que yo consciente de mis escasas fuerzas y
debilitado ánimo me negué, comenzando ya entonces a detectar
en ellos si no un desprecio manifiesto, sí una importante
incomprensión y un progresivo distanciamiento”. Continuando su
reflexión por lo acaecido en aquel tiempo, murmuraba dolorido
entre dientes, “lo que nunca podía prever es que en aquellas
difíciles circunstancias, que es cuando de una manera muy
especial más lo hubiera necesitado, me viera privado del sostén y
del apoyo que había tenido toda la vida, y que aquella traicionera
y fulminante enfermedad arrebatara la vida de mi mujer y me
dejara en la mayor de las indefensiones”.

Llegada su meditación a este penoso punto respecto a la más


próxima retrospectiva de su vida, de la misma forma que observa
el lento pero imparable discurrir de las nubes que cruzan
sucesivamente el cielo, no puede tampoco detener el recuerdo de
como se precipitaron los acontecimientos. “Como es posible, –se
dice- que casi de manera ininterrumpida aparecieran los primeros
síntomas de lo que me diagnosticaron como parálisis agitante,
que desde entonces no ha dejado de condicionar mi vida, a lo que
se unió, -recuerda decepcionado y sintiendo el desbocado latir de
su corazón,- algo para mí todavía más lamentable, como fue la
exigencia por parte de todos mis hijos de la distribución del

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
escaso patrimonio familiar, argumentando necesidades
perentorias relativas a proyectos absurdos que yo desconocía, y
que como consecuencia de una imprevisión legal que nunca
consideré necesaria realizar, tuve que afrontar”. Así desnudada
en su interior brutalmente su alma y su vida, este hombre una vez
más queda exánime, siendo en él únicamente perceptible el
ininterrumpido movimiento que el parkinson produce en sus
manos.

(V)

Como consecuencia de la dura climatología que impone el


invierno, Jacinto durante algunos días ha tenido necesidad de
guardar cama al verse afectado por una complicación en su
delicado aparato respiratorio. Finalmente hoy sintiéndose
bastante aliviado, y cuando ha visto inundada su habitación por
intermitentes rayos de un sol manifiestamente invernal, ha
decidido incorporarse y reanudar la vida habitual en la residencia.
Durante estos días, no ha dejado de sentirse incomodo cada vez
que pensaba que es excesivo el tiempo en que está demorando
mostrar su agradecimiento a Juanjo por el envío que
amablemente le hizo llegar, dándole vueltas a la forma en que
podría hacerlo pues no desconoce sus limitaciones.

Cuando apenas habían transcurrido dos o tres días en los que de


nuevo había establecido la rutina en su vida, paseando por el
corredor de la residencia que conduce al vestíbulo de la entrada,
comprueba que la fortuna ha atendido sus deseos, al ver que a la
misma puerta se halla aparcando el coche su vecino. De esta
forma asomándose a la entrada le hace insistentemente un gesto
para que se acerque. Así adentrándose en el interior, Juanjo
después de saludarle de manera efusiva y alegrarse de volverlo a
ver se apresura a decirle: -“más de un día he estado tentado de

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
entrar a verle, pero considerando la hora desistía y no he logrado
encontrar el momento adecuado”-, y prosigue, -“lo que si he
comprobado es que alguna tarde soleada le he echado de menos
paseando”-. Jacinto interrumpiéndole se apresura a agradecerle el
obsequio que le mandó y añade, tuteándole atendiendo una
exigencia reiterada de Juanjo, - “no puedes imaginarte como
valoro y lo que significa para mí en la situación actual una
deferencia como la que tu y tu familia habéis tenido conmigo”-, y
continua, -“yo en las condiciones que me hallo, sintiéndolo
mucho, no puedo mostrar mi agradecimiento nada más que
deseándoos a todos y a ti el primero, que la vida os proporcione
todo el bienestar que os merecéis aunque solo sea por el
elegante y espontáneo gesto que habéis tenido conmigo”-.

Antes de despedirse y haber insistido en restarle toda la


importancia al regalo, Juanjo le hace la siguiente proposición,
-“mire como observo que no se siente del todo satisfecho con su
agradecimiento, acépteme el siguiente compromiso, -y le dice
seguidamente:- el próximo fin de semana que celebramos el
vigésimo aniversario de nuestro matrimonio, le vengo a recoger
para que tome café con todos nosotros, y así a la vez que nos
felicita conoce a mi mujer y a los chicos, y todos estaremos
encantados de departir un rato con una persona tan interesante
como usted”-. Sin darle lugar ni a reaccionar ni a responder a su
invitación, y no sin antes sujetar y apretar de forma
especialmente cariñosa sus temblorosas manos, Jacinto,
emocionado, ve como su vecino abandona la residencia con
dirección a su casa.

(VI)

Cuando al final de la tarde del domingo Jacinto traspasa la puerta


de acceso a la residencia, hasta la que gentilmente le han

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acompañado tanto Juanjo como su mujer y sus hijos, se siente
como hace mucho tiempo que no lo hacía, extraordinariamente
animado y reconfortado por el calor de la acogida que le han
dispensado sus vecinos. Durante la amplia y distendida
conversación que a lo largo de la tarde ha tenido con ellos, ha
valorado de forma especial la exquisita discreción de todos, al no
interesarse en absoluto nada más que por los pormenores que de
su vida él ha querido contarles. Principalmente la charla ha girado
en torno a los proyectos que ellos tienen más inmediatos, así
como a hacer unos y otros referencia a la velocidad con la que día
a día, determinados hechos lo van cambiando todo en la sociedad
actual, unas veces con efectos positivos y otras todo lo contrario,
algo que no ha podido dejar de sorprenderle considerando la
importante diferencia generacional.

Al término de ese día tan especial ya instalado en su dormitorio,


recuerda sintiendo en su rostro la humedad que desprenden unas
lágrimas que no puede ni quiere contener, lo que de forma
insistente le han manifestado tanto Juanjo como su mujer. “Señor
Jacinto, queremos todos”, –le han dicho de manera sencilla y
sincera- “que a partir de hoy nos considere si no su familia sí sus
mejores amigos, y que cuando necesite algo o pasar un rato con
nosotros nos lo haga saber, pues corresponder a ello no dejará de
sernos extraordinariamente grato, y sepa también que con su
confianza además de alegrarnos a todos, nos hará sentirnos
halagados”.

Al despertar al día siguiente después de haber dormido como


hace tiempo que no recuerda, cree tener la sensación que lo
vivido el día anterior no ha sido más que un agradable sueño.
Pero lo mismo que cuando, con añoranza, asociamos
determinados sitios, olores, sabores y sonidos, con el recuerdo de
momentos vividos extraordinariamente gratos, cuando contempla

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
la casa de sus vecinos al elevar la persiana de su dormitorio,
inmediatamente sabe que no ha sido así. En ése momento y en lo
más profundo de su corazón, en el que aun abundan heridas sin
cicatrizar, no puede evitar recordar y sentir tanto el respeto como
el interés y el cariño que el día anterior allí todos le mostraron. A
continuación adaptando su ojos a la recién estrenada luz con que
le obsequia el nuevo día, y también con su mente nítida y clara en
ésas primeras horas de la mañana, se dice: -“es fácil que se
pueda considerar como una simple paradoja, pero nunca pude
sospechar que al ser internado en este centro compuesto por
edificios adosados, iba a tener yo de la misma manera la inmensa
fortuna de hallarme a partir de ahora adosado a tan singular y
entrañable familia”-. Dibujándose en su semblante una tímida
sonrisa y esforzándose en controlar el continuo movimiento de
sus manos, comienza su rutinaria actividad de cada día, pero
sintiendo en su ánimo un vigor y una fortaleza que hacía mucho
tiempo que no experimentaba. Aquel fue también el primer día
en el que Jacinto dejó de estar solamente adosado a sus
recuerdos.

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
Ramón García Martín 92
Desde la calle Chile. Una primera antología.
EL MEJOR REGALO
(Cuento de Navidad)

Aunque la abuela Engracia, la mamá de su padre, llevaba ya


algunos días insistiéndole en que había que ir preparando El
Nacimiento, pues las fiestas de la Navidad se aproximaban,
Aurorita seguía sin prestarle demasiada atención, y poniendo
disculpas escasamente convincentes.

Muy poco después de finalizar el viaje de las últimas vacaciones


de verano, por motivos que Aurorita no acababa de entender,
Emilio y Amparo, sus padres, habían determinado que ella se
fuera a vivir con la abuela, pues el colegio al que asistía se
encontraba prácticamente al lado de su casa. También le dijeron
que papá por causa del trabajo iba a tener que viajar
constantemente, y mamá a su vez por su dedicación al Centro
Médico donde trabajaba, no le resultaría fácil atenderla cómo ella
quisiera.

Aurorita que tenía diez años, y precisamente en la ya cercana


Navidad cumpliría once, aun resultándole muy agradable vivir en
la casa de la abuela, donde desde muy pequeña había sido
extraordinariamente feliz, no terminaba de encontrarse a gusto.
La falta de la convivencia con sus padres le desconsolaba. Si bien
la iban a ver según se lo permitían sus respectivas obligaciones,
nunca lo hacían juntos.

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
La abuela, trataba cómo siempre, de hacerle la vida en aquella
casa, mucho más sencilla que las de sus papás, lo más agradable
que estaba a su alcance, interesándose constantemente por los
trabajos y ejercicios del colegio. Así, en aquellos días, mientras
escuchaba música navideña en un vetusto aparato de radio, que a
Aurorita le encantaba, y que se hallaba encima de un pequeño
mueble al lado de la camilla, la abuela se puso a hojear uno de los
cuadernos donde la nieta realizaba los trabajos que en el colegio
le encargaban.

Ana, la amiguita y compañera de colegio de Aurorita, que vivía al


lado de la casa de la abuela, hacía un rato que la había venido a
buscar para jugar en su casa. Pasando las hojas del cuaderno,
Engracia vio que en un ejercicio en el que se pedía representar
con un dibujo la Navidad, su nieta lo hacía con una pareja de
adultos que respectivamente daban la mano a una niña que se
hallaba en medio de ambos, pareciendo que todos contemplaban
un Nacimiento.

Mientras preparaba la cena, a la abuela no se le iba de la mente


aquel ejercicio que sobre la Navidad había hecho su nieta, no
acertando con su interpretación, o resistiéndose a hacerlo. La
apatía y la tristeza de la niña, que en ella no era habitual,
últimamente era casi permanente, no consiguiendo distraerla ni
cuando le dejaba la pequeña y vieja maleta, donde guardaba los
antiguos tebeos que habían pertenecido a su papá y a sus tíos, y
que a ella desde sus primeros años tanto le había atraído.

Doña Eloísa, una de las profesoras del Colegio, ya algo mayor, y


que conocía a la abuela, el domingo anterior, al encontrar a esta
al salir de misa, le había comentado que apreciaba en la niña, si
no una falta de aplicación, sí cierto desinterés por las tareas
comunes, como sucedía ahora con la preparación de las

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
actividades de la inmediata Navidad. A ello la abuela respondió
que podría tratarse de las complicaciones propias de la edad, y
que a la vez que le agradecía la observación, le prometía que
trataría de poner los medios para corregir esta actitud.

Finalizando la semana, por la noche, concluida la cena, la abuela


Engracia, le dijo a su nieta:
-Como mañana es sábado, y no hay clase, en cuanto acabes los
deberes, las dos nos ponemos manos a la obra, y montamos el
Nacimiento-

Así fue como al terminar de comer ese sábado, abuela y nieta se


dispusieron a instalarlo, algo que, a Aurorita desde muy pequeña
le ilusionaba, pues si bien en casa de sus papás se hacía lo mismo
con el árbol de Navidad, ella, no sabía porqué, prefería el antiguo
y ya algo deteriorado Nacimiento de la abuela.
Mientras abuela y nieta manipulaban, desempaquetando,
limpiando y colocando, las distintas figuras de aquel viejo pero
entrañable Nacimiento, Engracia observó como él ánimo de la
niña iba cambiando, mostrando en sus ojos una alegría y una
ilusión que de ellos últimamente había desaparecido.
Aprovechando el momento, le preguntó a la niña que cual era el
regalo que esperaba aquella Navidad, que coincidía con su
cumpleaños. Aurorita como si lo tuviera pensado desde hace
tiempo, le respondió rápidamente:
-Este año abuela, no quiero que sea, como siempre, una
sorpresa-, y continuó diciéndole, -voy a ser yo la que pida el
regalo que más deseo-

La abuela un poco sorprendida la contestó:


-Bueno, bueno, tú sabrás bien lo que de verdad quieres, solo
espero que aciertes-.

Ramón García Martín 95


Desde la calle Chile. Una primera antología.
Cuando al inicio de la semana, que finalizaría con la celebración
de la Navidad, Aurorita regresaba del Colegio con Ana, esta le
preguntó, si esperaba que sus padres asistieran a la Fiesta que
tendría lugar en el salón de actos del Colegio, y en la que las dos
intervendrían con distintos papeles. Sorprendida en un principio,
no supo que responder, pero finalmente le dijo:
-Pues mira, todavía no lo sé, pero hoy mismo pienso llamarles
para averiguarlo, los dos con el trabajo, me dicen siempre que
están muy liados, pero trataré de convencerlos para que vengan-.

Decidida con éste propósito, llegó a casa de la abuela,


consiguiendo enseguida hablar con su papá, al que localizó en su
oficina. Le costó más trabajo hacerlo con mamá en el Centro
Médico. Los dos coincidieron en preguntarle por el día y la hora en
que tendría lugar la Fiesta, para así ir directamente cada uno
desde el lugar de sus respectivas obligaciones laborales. A los dos
Aurorita les dio la misma respuesta:
-Necesito que vengáis los dos a recogerme a casa de la abuelita,
pues a pesar de que ella va a ir, me tenéis que echar una mano,
para poder llevar todo lo necesario para mi participación-.
Como la abuela comprobaba que ésa tarde la niña no acababa de
finalizar los deberes escolares, le consultó que si era tanta la
tarea que le habían mandado, respondiéndola:
-Estoy escribiendo la carta de petición del regalo que quiero de
cumpleaños, Navidad y Reyes-

A lo que rápidamente añadió la abuela:


-Pues si que debe ser importante y grande el encargo, ya que
llevas escribiendo desde antes de que se hiciera de noche-
-No lo sabes tú muy bien abuelita-, le contestó la nieta, y termino
diciéndole, -después de tenerte siempre a ti, es lo que más
quiero-.

Ramón García Martín 96


Desde la calle Chile. Una primera antología.
Aquella noche a la abuela Engracia le costó mucho conciliar el
sueño, ya que si bien era un enigma el contenido de la charla que
había mantenido con su nieta, le creaba cierto desasosiego
pensar que ésta pudiera comenzar a detectar situaciones, para
las cuales lo cómodo sería considerarla cada vez más niña,
cuando realmente estaba pasando todo lo contrario.

Mientras llegaba la hora de acudir a la Fiesta del Colegio, Aurorita


contemplando el Nacimiento, al lado de la abuela, pensaba que la
Navidad ya estaba ahí, afectando con su espíritu, aunque
tristemente solo fuera por escasos días, al comportamiento de
toda la gente. En ese momento sonó el timbre de la puerta,
apareciendo no sin cierta sorpresa para la abuela, pues aquel día
no le esperaba, su hijo Emilio, el papá de Aurorita. Al poco rato,
sin haberse todavía repuesto la abuela de la sorprendente visita,
apareció también en casa Amparo, su nuera.

Casi al unísono, y después de dispensar ambos las


correspondientes muestras de cariño tanto a la abuela cómo a la
niña, dirigiéndose a esta le dijeron:
-Bueno, se puede saber qué es eso tan enorme, que hay que
llevar para la fiesta del colegio, para lo cual nos necesitas a
todos-.

La abuela que no conseguía entender nada, miraba a unos y a


otros, especialmente a Aurorita, viendo entonces como esta,
hacía entrega de dos sobres que hasta ahora había mantenido
guardados, a sus papás, uno a cada uno.

Al igual que la abuela Engracia, tanto Emilio como Amparo,


tampoco acertaban a comprender el extraño comportamiento de
Aurorita. Esta, después de observar a todos, dirigiéndose a sus
padres, les dijo:

Ramón García Martín 97


Desde la calle Chile. Una primera antología.
-El sobre que os he entregado, lo tenéis que abrir durante mi
actuación en la celebración de la fiesta, ni antes ni después, pues
forma parte del deseo, que con motivo de ella, cada una
queremos trasmitir a nuestras familias, y yo, el mío, durante
bastantes días, lo he meditado mucho- .

Así fue como la familia, no sin cierto desconcierto de los mayores,


se dirigió al colegio para presenciar la fiesta que con motivo de la
Navidad allí habían preparado, y en la que Aurorita actuaría
interpretando el papel que le había sido asignado. Después de la
presentación del acto por una profesora, y de la interpretación de
algunos villancicos por el coro del centro, comenzó la
representación de distintas escenas relacionadas con la Navidad.

En la escena la que hija y nieta, con innegable soltura, intervenía,


aparecía representada la Familia de Nazaret, mediante lo que se
pretendía comunicar, con el diálogo de los sagrados personajes,
un mensaje por medio del cual se realzaba la importancia de la
familia en nuestros días, al igual que la ha tenido a lo largo de
toda la historia de la humanidad.

Emilio y Amparo, que durante la actuación de su hija,


emocionados, no habían dejado de mirarse de forma un tanto
disimulada, al concluir se agarraron fuertemente la mano que
tenían libre, pues en la otra, ambos, todavía sujetaban el
respectivo sobre que con antelación les había entregado la niña.
La intranquilidad y la impaciencia habían provocado que ambos lo
abrieran nada más llegar al salón de actos, y examinaran su
contenido.
Aurorita, en una breve carta les decía a cada uno: -Papás, esta
Navidad, no quiero que me hagáis ningún regalo sorpresa,
pues únicamente deseo disfrutar todos los días, del más
importante que tengo, que sois vosotros. A la abuelita

Ramón García Martín 98


Desde la calle Chile. Una primera antología.
Engracia, sabéis que la quiero mucho, y me hace muy feliz,
pero a vosotros aparte de teneros todo el amor del mundo,
cada día necesito más teneros a mi lado. Haced un
esfuerzo. Feliz Navidad-.

Aun escuchando a Doña Eloísa, la profesora, que le confesaba lo


contenta que estaba con el comportamiento que había tenido su
nieta, la abuela Engracia no dejaba de observar a su hijo y a su
nuera. Mediada la fiesta, había comprobado que en el
comportamiento de ambos, se había producido un cambio. Ella
por su edad, y principalmente por la preocupación que desde
hace tiempo tenía, creía saberlo interpretar acertadamente, y
todo ello comenzaba a ilusionarle.

Llegados a la casa de la abuela Engracia, todos convinieron que la


celebración de la inminente Nochebuena, así como de la Navidad,
sería en casa de los papás de Aurorita. Estos también le dijeron,
que a partir de estas fiestas, se organizarían con el fin de que la
niña reanudara su convivencia con ellos. Sin mucho esfuerzo,
tanto Emilio como Amparo, habían averiguado, y de sobra
comprendido, que Aurorita, la niña, como ellos siempre decían,
había abandonado esta condición sin que ellos se hubieran dado
cuenta, teniendo que comenzar los dos a considerarla una
cariñosa, pero inteligente adolescente.

Después de la demostración que Aurorita, de forma tan delicada


les había hecho, ellos se propusieron no defraudarla nunca,
haciendo el esfuerzo que ella en su felicitación de Navidad, con
todo el cariño les pedía.

Cuando atardecía el día de Nochebuena, junto a la abuela


Engracia, todos contemplaban un bello Nacimiento artesanal, en
un centro religioso cercano, al que desde muy pequeña a Aurorita

Ramón García Martín 99


Desde la calle Chile. Una primera antología.
le gustaba ir, recordaba la abuela el dibujo que en el trabajo del
colegio, representando la Navidad, había hecho su nieta pocos
días antes. Entonces, emocionada la atrajo hacia sí, y abrazándola
fuertemente, disimulando y despacio, le dijo al oído:
-Sabes, mi vida, verdaderamente si que acertaste con la elección
del regalo, y de qué manera te cundieron los deberes de aquella
tarde; que el Niño Jesús te bendiga siempre-

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
Ramón García Martín 101
Desde la calle Chile. Una primera antología.
MICROCUENTOS

COMPROMISO

Creen que es alergia, pero es amor, también necesidad. La


insistencia le molesta, pues para escabullirse le cuesta hallar
argumentos, nunca se ha encontrado cómodo en esos bares
cutres que frecuentan al acabar la jornada. El ambiente y la
compañía no le satisface, él anhela lo que le proporciona algo
completamente diferente al término de cada día. Mientras camina
mentalmente actualiza la peculiar contabilidad de su estricta
economía. Cuando abre la puerta el niño se agarra a sus piernas,
y ella después de besarle le señala un sobre encima de la camilla.
“Encarnita,- le dice:- con los últimos sacrificios éste mes también
podremos cariño”.

ADICCIÓN

Fresca, brillante, antihistamínica, me hallo enganchado a su


contemplación, siempre ofrece una perspectiva nueva que
cautiva; su arte, gracia y hermosura lo embellece un aura que
deslumbra. La atravieso diariamente con una mirada escrutadora
y descubro siempre nuevos encantos. Al dejarla atrás, y dirigir la
mirada hacia el camino que conduce a mi destino, la vista siente
la orfandad de su belleza. En ella he encontrado bienestar y
estímulos para no abandonarla, pero aun no la conozco de forma
suficiente, y quisiera gozar mucho más de ella. Al encender el

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
ordenador como cada mañana, allí aparece, su imagen, la ciudad
joya del plateresco.

RECONOCIMIENTO

Cielos, como brilla hoy el valle, pero mi alma y mi espíritu están


en penumbra. El camino ceñido por la jara, me lleva con otros
invadidos por igual sentimiento. Quien motiva tan triste marcha,
fue luz incansable, incomodo pero acertado consejero, sabio,
sencillo, ejemplar. Su felicidad era contemplar el lento germinar
del fruto de su ilusionada siembra. La senda siendo larga se hace
corta, pues afloran emocionados recuerdos entrañables. La huella
por él dejada será perenne, y su nunca pretendido triunfo.
Regresando a la fría convivencia de la ciudad, me reconforto
rememorando y sintiendo el calor que imprimía a aquella rústica
escuela ése maestro recién enterrado.

TRISTE CONFUSIÓN

El hombre luce una inquietante sonrisa, puede que solo sea su


extraña indumentaria, lo observo manteniéndome a prudencial
distancia, el traqueteo del movimiento involuntariamente me
aproxima. Escudriñando su rostro disimuladamente, empieza a no
serme del todo desconocido, pero prevalece mi actitud
preventiva. Acercándonos al intercambiador él ajusta su peculiar
ropaje, mirándome sonríe, insinuando un saludo ó comentario.
Nerviosa y azorada, al abandonar el vagón tropiezo cayéndoseme
en el andén el bolso, él suavemente me sujeta y me ayuda a
recogerlo. Aun temblando y sorprendida, me dice: –Isa, yo no
conseguí aprobar la oposición, ahora ejerzo de hombre-anuncio,
anhelando aun lograr algún día proclamar tu amor.

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
DECEPCIÓN

Esta vez no erraré el tiro, es un reto definitivo en mi


desesperación, ilusión contra frustración, y será antes que la luna
comience a desvanecerse. El objetivo algo difuso por la altura y el
tibio vapor de las emanaciones urbanas dificulta su nitidez, pero
el efecto del mensaje rotundo, transparente. Preparada el arma,
me digo: –la mejor estrategia suavidad pero energía-. Esta vez la
piedrecilla sí impactó en el cristal, y ella despertando a la vez que
el día que ya se anunciaba, acabó apareciendo fugazmente. Me
vio pero no con los ojos del corazón, humillándome ignorando mí
presencia, ni siquiera quiso escuchar mis sinceros sentimientos.

SINO

Mientras recojo mi destino del frío suelo de la cocina, albergando


ilusión e incertidumbre, suena el timbre de la puerta, al
incorporarme mi cabeza impacta con la esquina de un armario.
Veo esas estrellas que nunca aciertan al pronosticar mi futuro.
Mientras me recupero del shock que el golpe me ha producido,
escucho de nuevo el apremiante gong del timbre. Todavía
aturdido, me dirijo a abrir la puerta y al hacerlo allí no hay nadie,
entonces contrariado pienso: otra vez mi sueño ideal y yo
seguimos sin coincidir. Así contemplo como desde la escalera, la
señora de la limpieza viéndole alejar, en mi nombre le dice adiós
agitando la gamuza.

TORPEZA

Para que no se enteren de que me he marchado, no cierro la


puerta, y mientras me abrocho la gabardina, oigo un fuerte ruido.
Al entrar de nuevo, veo que ambos se han enzarzado en una
pelea. Después de separarles, les exijo una explicación, pero se

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
niegan, siendo entonces ellos los que se marchan. Todavía
asombrada, observo un papel arrugado en el suelo, en el hay una
nota cuya letra reconozco. “Cariño, todo está definitivamente
decidido, nuestras vidas e ilusiones, el futuro”, dice su contenido.
Sintiendo las aceleradas pulsaciones del corazón, comprendo que
el mensaje, tal vez, no fue hecho de forma acertada, ni
seguramente leído por la persona adecuada.

CONTUMAZ

Ni subido a una escalera conseguiré besarte. La frustración no


me deprime, sino que me estimula. Determinado a alcanzar el
objetivo, mi espíritu se agranda, me siento capaz, seguro de
conseguir el propósito fijado. Enfilando el largo pasillo, cojo más
impulso, llamo al llegar ante la puerta. Como la apertura de esta
se demora, la abro sin más, encontrándome al inaccesible de
siempre. Perplejo me mira, y yo con la fortaleza de la que me
siento revestido, le digo: -tengo que intentarlo de nuevo -. -No hay
inconveniente-, me dice, y añade,-emplea menos cariño, y
escaleras más grandes, basta con que, antes del partido, la
antena funcione.

CAPITULACION

Bicho gafoso de mierda. Aunque tan desafortunado calificativo, no


llegué a pronunciarlo, si lo hice mentalmente. No siendo en
absoluto mi estilo, la rabia me impulsó a que espontáneamente
resonara en mi interior. Desconcertada, decidí abandonar su
presencia, y emprender el regreso. Enseguida siento una mano
que oprime mi brazo, y oigo, -le he impedido el acceso, por no ser

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
el mejor momento-, y concluye, -venga esta tarde, y yo le
indicaré-. Anocheciendo, satisfecha e ilusionada, por el éxito de la
entrevista, abandono la sala, él entonces me hace un guiño con
unos ojos, que las lentes, no ocultan su inteligencia, y general
atractivo.

CONTRASTE

Me acerco y anoto sus nombres hasta finalizar el recorrido.


Sosegado, después de la emoción experimentada, no me cuesta
asociar aquellos lugares con sus anteriores denominaciones, a un
tiempo, una época y una edad. A cuantas justas ilusiones dieron
cobijo, y desparramadas, muchas tristemente, allí quedaron. Yo,
aun, los recuerdo a todos. Que honrada nobleza, exhibían en su
inquietud y su ansia, ignorando la desalentadora situación. Lo que
significaba Guerra, Paternalismo, Adhesión o Inmovilidad, ahora
su sentido era Paz, Justicia, Libertad, y Progreso. Que lejanos, y a
la vez próximos, he visto a mis inolvidables amigos, en las
remozadas, y rebautizadas calles de mi viejo barrio.

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
Se terminó de imprimir esta Antología
el día 5 de enero de 2010,
festividad de
San Simeón Estilita.

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Desde la calle Chile. Una primera antología.
Este volumen recoge en sus páginas diversos
relatos cortos, cuentos, ensayos y microrrelatos
escritos por el autor a lo largo de los años 2008 y
2009.

Estas inquietudes literarias han sido recogidas en


el blog “Desde la calle Chile” cuya dirección es:

http://desdelacallechile.blogspot.com

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Desde la calle Chile. Una primera antología.

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