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MÉDICOS O VERDUGOS?

Los enfermos de Fibromialgia y de Síndrome de Fatiga Crónica tienen una doble cruz, no sólo
tienen que vivir día a día con unas enfermedades terriblemente desagradables e invalidantes, sino
que además, tienen que demostrar que realmente están enfermos, no sólo a su entorno más
inmediato, sino (lo que es más grave) también a los médicos. ¿Por que? Porque aunque la
Organización Mundial de la Salud reconoce estas enfermedades, y ningún país del mundo
rechaza el protocolo de la OMS que las define como tal, nuestros médicos (muchos de ellos, no
todos, afortunadamente) prefieren ignorar estas directivas. Por mucho que un especialista las
diagnostique, los médicos de cabecera, y lo que es peor, los médicos inspectores de la Seguridad
Social, ignoran el diagnostico y someten a los enfermos a toda clase de comentarios despectivos
i/o vejatorios.
Cualquier enfermo os dirá lo mismo. Los testimonios son idénticos. ¿Por qué? Los médicos más
ignorantes te dicen que no existen, los demás, que no se pueden demostrar. Sin embargo, todos
apuntan a que tienes una depresión. La depresión no aparece tampoco en un análisis, pero sí que
es una enfermedad. ¿Quien lo dice? ¿Por qué esta enfermedad sí que existe y las otras no? ¿Tal
vez hay enfermedades invisibles con más categoría que otras? ¿O tal vez molestan menos las
lágrimas por tristeza que por dolor o agotamiento? Puestos a fingir una enfermedad para cobrar
una pensión, la depresión sale más rentable: nadie cuestiona su existencia, se diagnostica en base
a lo que cuenta el enfermo (¿acaso no es así?), sirve para conseguir una invalidez absoluta y,
encima, el médico, los amigos, todo el mundo te recomienda que vayas de vacaciones, que
salgas, que te diviertas... o sea, que te puedes ir de juerga estando deprimido, que nadie te pondrá
en entredicho. ¡Pobre del enfermo de FM y/o SFC que se atreva a moverse de la cama! “Tan mal
no estará si se va de vacaciones”. ¡Como si te fuera a doler menos si te quedas en casa!
¿Que estos enfermos hacen buena cara? He visto niños con leucemia corriendo, jugando y
riendo, ¿dudaríamos de su enfermedad? ¿Por qué se atreven a dudar de los enfermos de
Fibromialgia y Síndrome de Fatiga Crónica? ¿Acaso han de pasar el día llorando en público? I si
lo hicieran, ¿les creerían? Seguro que no, “es puro cuento”, pensarían. Así, es un callejón sin
salida. Si ríes, no estás enfermo, si lloras, seguro que tampoco... ¿Hay alguna otra vía? Estos
enfermos, que ríen en público, y lloran en privado, ¿deben malgastar la poca energía que les
queda haciendo cábalas? Porque, por si su vida no estuviera suficientemente llena de problemas,
la incredulidad de los médicos les lleva, ahora sí, a una depresión, pero la incredulidad de los
inspectores médicos les lleva, además, a la miseria, porque resulta difícil explicar en el trabajo
que el especialista dice que estás enfermo, pero la inspección médica dice que no. Resultado:
muchos enfermos acaban perdiendo el trabajo, bien porque dudan de ellos, bien porque no
pueden seguir yendo a trabajar. No tienen salud, pero tampoco pueden tener una baja cuando les
hace falta. Si a la falta de un sueldo has de añadir que la mayoría han de acabar yendo a médicos
privados (porque la SS tarda casi dos años en darles visita en uno de los poquísimos centros con
unidades específicas) y pagando el escaso tratamiento que hay de su bolsillo, ¿dónde está la
maravillosa sanidad pública española? ¿Creen que no se les revuelve la tripa a los enfermos
cuando comprueban que les han estado quitando dinero de su nómina cada mes durante toda su
vida laboral para acabar sin trabajo y sin prestaciones sociales?
¿Acaso estos enfermos se querellan contra la administración? No. Seguramente ése es su gran
error, tal vez porque, sin fuerzas, sin salud y sin dinero, resulta muy difícil convertirse en un
aguerrido guerrero, bastante difícil es sobrevivir al día a día. Aún así, estos enfermos cada vez
tienen más claro que la Administración sanitaria no ejerce el papel paliativo o curativo que se le
supone, sino que se ha convertido en el más implacable verdugo del enfermo. Sí, digo bien,
VERDUGO. No sólo no le ofrece soluciones a nivel sanitario, tampoco prestaciones sociales, y
para más inri, se permiten el lujo de dudar de su honestidad y de humillarle. ¿Hasta dónde puede
llegar este despropósito?

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