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Llegados a este punto me apetecía dejaros algo no tanto teórico, ni

instructivo, sino más bien literario, íntimo y más poético para poder
ilustrar el poder y la relevancia y presencia que la danza tiene en
nuestra vida.
Sí, nos movemos, respiramos, pensamos, hablamos acunados por una
danza particular que posee nuestro cuerpo, nuestro espíritu y que,
tomando prestadas las palabras de uno de mis profesores en estas
lides del danzar, Víctor Orive, nos viene a afirmar que...

“La danza es una actividad congénita, intuitiva, profunda y


liberadora..Si, además, disponemos de herramientas que
facilitan su ejercicio, se convierte en una pura explosión de
descompresión.

Desinhibir nuestros sentimientos y emociones, a partir de


ellos y permitir que se materialicen a través de nuestro
cuerpo es un viaje fantástico hacia la armonía, el equilibrio
interior y el enriquecimiento personal y social.

Cada cual posee su propia danza, su propio ritmo, su


particular forma de musicalizar. Aprender a fundirse con el
sonido, a relacionarse a través de todos los sentidos, es dejar
bailar a nuestro ser interior, acometer el riesgo de una
aventura de calidad única sobre la que fluir en cada presente
de nuestras vidas.

Este es nuestro viaje: conocer nuestra “isla” como principio


de soledad y navegar en ella como principio de conocimiento.
Ser generosos con nosotros mismos, con la verdad y la poesía
de hoy, privilegiados por el don de sentir, conocer el entorno
del ahora y compartir cada encuentro y cada experiencia en
toda su riqueza y con toda nuestra alma, porque la vida nos
otorga el viaje, hemos llegado aquí porque así lo hemos
escogido y de nuestra capacidad de inspiración depende
nuestra verdadera Danza.

Espero que podáis haber sentido esto en algún momento del


camino y haberlo escrito en vuestra bitácora del “navío tecnológico” y
que, de algún modo, queráis compartirlo conmigo, en forma de texto,
de foto o de lo que buenamente podáis o queráis.

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