Ubicada en el norte chico en los valles de Copiapó, Huasco, Elqui, Limarí y
Choapa, entre serranías, quebradas y mesetas. Su origen lo encontramos en el complejo Las Animas, donde la cerámica característica es en forma troncónica, de bases planas o redondeadas y paredes oblicuas ligeramente encorvadas con colores como el negro, el crema y el rojo, y su decoración en líneas rectas, zig-zag y triángulos; el otro tipo son platos de color rojo, negro y blanco (exterior rojo en algunos vasos con una banda negra y blanca en el borde). El complejo Las Animas se distingue en los valles de Copiapó, Huasco, Elqui y Limarí. La cultura diaguita chilena se había generado en el año 905 a.C. a 95 d.C. aproximadamente.
Las fases de la cultura diaguita son las siguientes:
Fase I: cerámica bien definida, platos subglobulares (decorados en su interior),
siendo el color rojo de base, sobre el que pintan motivos geométricos sobre bandas blancas con diseño rojo y negro. En esta fase existe una de “transición” estudiada en Punta Piedra en un cementerio, donde las sepulturas más profundas se encontraban con los cuerpos flectados de forma lateral, con una o dos cerámicas, cubiertos de trozos de alfarería de gran tamaño, protegiendo la cabeza (esta fase de transición es contemporánea al complejo IV Las Animas). Hay representaciones antropomorfas en platos y jarros, la metalurgia es abundante en esta Fase I, con anzuelos, pinzas depilatorias, adornos, etc. La población es numerosa y practican la deformación craneana intencional (tabular erecta), son de estatura regular (1,65 – 1,68 cm.), las diferencias entre hombres y mujeres son marcadas.
Fase II, es el momento más brillante en el desarrollo de la cerámica y se
denomina “clásico”. Presencia de jarros patos (antropomorfos), cerámica utilitaria, urnas y jarros zapatos; una artesanía en hueso y metalurgia (adornos), usan lajas graníticas o rocas sedimentarias de fósiles marinos para hacer “cajas” rectangulares con tapa donde colocaban un muerto o mas y el ajuar se distribuía (cerámica) en la cabeza y pies. Los valles de Elqui y Limarí son los que representan mayor riqueza en esta fase. Fase III, en el año 1.470 aprox., cuando el Imperio Inca comenzó su conquista en territorio chileno, gobernando Tupac Inca Yupanqui. La ocupación Inca enriqueció a la cultura diaguita con técnicas de regadío, metalurgia y motivaciones artísticas. La cerámica en forma de escudillas, aribalos, jarros de asa vertical, triángulos antepuestos por el vértice, reticulados, cuadriculados o tablero de ajedrez. Existe un proceso de transculturación, una aceptación de los locales, esto no se produce en las culturas del norte grande. La alfarería se enriquece con nuevos estilos como el jarro pato, los platos y la transformación de los diseños cuzqueños.
Se ha encontrado presencia de los quechuas en el ámbito religioso y se
construyeron templos en adoración al sol en el cerro Las Tórtolas por los incas, así como también una cerámica llamada ”Packcha”, que representa una cabeza humana, para una ceremonia de culto al agua y la fertilidad.
Las sepulturas están en dirección a la cordillera, los ajuares son más ricos; el oro no es abundante (sólo en elementos cuzqueños o aretes). Se confeccionaban elementos de música como las flautas de pan.
Cuando llegaron los españoles las tribus se diferenciaban, incluso en el idioma,
la población había disminuido (30.000 indios) en los valles de Copiapó y Aconcagua, debido a la ocupación violenta de los incas o que los españoles no tomaran en cuenta los habitantes de la costa y quebradas. En el siglo XII, habitaban los principales valles del norte chico, en ocupaciones agrícolas y ganaderas, con la pesca en caletas y con intercambios simples entre los pueblos trasandinos. Ya en el siglo XVIII, habían sido absorbidos por los criollos-hispanos.