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CERVANTES, hidalgo y español1

Poco sabemos de la vida de CERVANTES. Los hechos veraces de su existencia se nos antojan
excesivamente escasos, aunque las sutilezas e insinuaciones que sobre sí nos ofrece en su obra
sean generosas en cantidad y calidad.
Sobre el nombre:
En la parroquia de Santa María la Mayor de Alcalá de Henares se conserva la fe bautismal de
Miguel de CERVANTES. El 9 de octubre de 1547 tuvo lugar el hecho religioso. ¿Cuándo nació? Se
cree que el 29 de septiembre. La base de esta suposición está en el nombre, ya que en este día el
santoral católico celebra el día de San Miguel Arcángel. La proximidad con la fecha del bautismo y
la arraigada tradición española de bautizar al recién nacido con el nombre del santo del día de su
nacimiento parecen apuntar a que, efectivamente, tal día como el señalado nació.
A esta justificación se ha añadido otra nada desdeñable: el hecho de que ningún familiar cercano,
o persona más allegada a la familia, se llamase Miguel. De haber sido así, podríamos justificar el
nombre del niño a partir de esta circunstancia.
Hasta aquí todo va bien, pero me resulta incongruente apelar a una tradición española como la
citada y no tener presente otra igualmente enraizada en nuestra cultura: poner al primogénito el
nombre del padre. Ese primer hijo varón de don Rodrigo de CERVANTES y doña Leonor de
CORTINAS -padres de nuestro personaje- se llamó Andrés. De él sólo sabemos que murió muy
pronto. Más tarde nacieron dos mujeres: Andrea (1544) -cuyo nombre posiblemente tuvo su
origen en el del hermano fallecido- y Luisa (1546). Cuando Miguel nació se convirtió, por tanto, en
el único varón de la familia.
Sobre su formación cultural.
¿Qué estudios adquirió? ¿Dónde?... ¿Estudió? Sobre los posibles estudios de CERVANTES, como
sobre los primeros años de su vida, poco o nada se puede decir. Todo cuanto en este sentido se
declare corre el riesgo de convertirse en mera especulación.
No falta quienes se afanan en demostrar algo que al día de hoy es indemostrable: que tenía
estudios universitarios. Otros, deseando divinizar el coeficiente intelectual de nuestro personaje,
optan por no darle estudios y hacer que su cultura provenga del autodidactismo. Para ello, qué
mejor amparo que su declarada afición a la lectura3. CERVANTES, en este sentido, era un "ingenio
lego", como lo bautizó Tomás TAMAYO DE VARGAS.
Ahora bien, lo que nunca -o casi nunca- se ha dicho sobre la formación de CERVANTES ha sido el
papel indiscutible que en la misma pudo tener Leonor de CORTINAS, su madre. ¿Acaso no pudo
ser ella quien enseñase a sus hijos las primeras letras? Téngase en cuenta que sabía leer y
escribir, cosa bastante infrecuente en la época, sobre todo tratándose de una mujer. Por otro
lado, el modelo familiar español, eminentemente patriarcal, determinaba como responsabilidad
femenina la educación de los vástagos, así como la realización de aquellas labores consideradas
como propias de su condición. En lo que todos parecen coincidir, y no mucho tampoco, es en el
hecho de que fuese CERVANTES discípulo de Juan López de Hoyos, allá por el año 1569. Tenía
entonces veintiún años y, como afirma Martín de RIQUER:
En un libro que se le encargó, y en el que se insertaron algunos de los primeros poemas de
nuestro personaje, presenta Juan LÓPEZ DE HOYOS a CERVANTES como: "nuestro caro y amado
discípulo". Hay quienes han entendido este "discípulo" como una prueba evidente de que en ese
momento CERVANTES era estudiaba con el referido LÓPEZ DE HOYOS y no han valorado
suficientemente los posibles rasgos afectivos y de estima que un término como el señalado puede
encerrar5.
Sobre La Galatea6:
La aparición de los mecenas trajo consigo cierta profesionalización del artista de la época. Así, se
daba la circunstancia de que había artistas que creaban y cobraban por su trabajo y otros que
sólo ejercían para desfogar su espíritu creativo, pero sin muchas esperanzas de ser financiados
por estos benefactores del momento. La Galatea, obra que publicó CERVANTES en 1585,
responde a este último grupo; es, a nuestro juicio, una obra de pasatiempo.
Hasta que la muerte lo llamó, tuvo treinta y un años para hacerla y nunca la hizo, ni un mal
bosquejo nos queda de ella. Si dijésemos que no sólo no la hizo, sino que no hizo nada más al
respecto..., bueno, "justificamos" esta promesa incumplida, pero en el período que nos ocupa
elaboró las dos partes del Quijote (1605 y 1615), las Novelas ejemplares (1613), el Viaje del
Parnaso (1614), las Ocho comedias y ocho entremeses nuevos nunca representados (1615), el
Persiles (1617, obra póstuma), y, con "un pie en el estribo" se ocupaba de Las semanas del jardín
y del Bernardo.
CERVANTES en El Quijote:
En mayo de 1590, nuestro personaje, cansado de ver cómo en España parecía no haber hueco
para él, tras un primer intento fallido, solicitó por segunda vez ir a América. Para ello se dirige a
Felipe II, le detalla su brillante historial militar y termina pidiéndole "un oficio en las Indias, de los
tres o cuatro a que están vacos". La respuesta fue contundente: con un "busque por acá en qué
se le haga merced" se le negó lo que tanto ansiaba.
Con su experiencia militar y el bagaje cultural que atesoraba, sin duda que en América -aún
inmersa un siglo después de ser descubierta en su conquista- hubiese hallado el camino
adecuado para prosperar y asentarse definitivamente. Con 43 años y sin estabilidad, impedirle ir
a América fue como apagar una de las pocas velas encendida que le iba quedando. En un proceso
de identificación con su personaje más célebre, Don Quijote, CERVANTES hace que su personaje
no vaya a América en busca de aventuras, sino que las tuviese aquí, en España. Aunque este
"desvío" de la ruta adecuada se valora en la pretensión cervantina de burlarse de las
mentecateces de su personaje cuando busca aventuras donde no las va a encontrar, lo cierto es
que la no-marcha de nuestro autor a América fue determinante9.
Los años iban pasando. Poco a poco, el esplendor y la edad áurea de su existencia se iba
tornando en un oropel que día a día se descascarillaba ante sus ojos, hasta mostrar un fondo
completamente mate, sin vida, sin ánimos ni esperanzas. Todo su arrojo, todo su valor, todo ese
mundo que envolvía al militar se desvaneció. ¿De qué sirvió toda aquella muestra de entrega a
Dios y al Rey si luego la balanza de los merecimientos se mostraba tan injusta con él?
CERVANTES se enorgullece, sin duda alguna, de su actitud y aptitud en la contienda, y, sobre
todo, de haber tenido la oportunidad de participar en un episodio de la historia de España tan
glorioso. Sus heridas son cariñosamente sentidas como la prueba de todo aquello; pero, al mismo
tiempo, se desengaña de los halagos y de los frutos que, se supone, debían ganarse de ellas. Don
Quijote se considera un héroe, un paladín de la justicia y un emblema viviente del valor y el
arrojo; pero esas alabanzas que a sí mismo se profesa no son correspondidas por el resto de los
personajes de la obra, por sus contemporáneos, por decirlo de algún modo. A CERVANTES le
ocurre lo mismo y es testigo de cómo paulatinamente su vida se va llenando de decepciones,
fracasos ininterrumpidos y hastiamiento Del barro del desencanto moldeó al hidalgo manchego;
ahora sólo quedaba que soplasen sobre la figura el ingenio, la tradición, la voluntad y, sobre todo,
la tristeza. Así se hizo Don Quijote, así su historia, así su inmortalidad.
El Quijote de 1614:
¿Cómo se enteró LOPE DE VEGA de que en 1604 el Quijote ya estaba compuesto?
Ha surgido al respecto un buen número de teorías que, al día de hoy, aún no se consideran
definitivas. Por lo general, se acepta el hecho de que entonces circulaba un Quijote, si no
completo sí, al menos, una de las cuatro partes que componen la edición de 1605. ¿Circuló El
Quijote antes de ser publicado? Si estuvo de mano en mano, es lógico pensar que fuese a modo
de separata, o sea, que una de las partes o un grupo de capítulos circulasen al margen de la obra
completa. Si esto fue así, ¿dónde consta?
Aceptemos que el conflicto del Quijote de 1614 se ha generó por esta carta de LOPE DE VEGA y
dejemos a un lado otras teorías al respecto10. ¿Cómo supo Lope de Vega que Don Quijote existía?
En los años que nos ocupa, imprimir un libro no era tarea fácil. Al contrario, se requería mucho
tiempo para ensamblar piezas, reconstruir el texto y proceder a su impresión; por eso, un libro
como el Quijote debió llevar, cuando LOPE realizó dicha afirmación, un tiempo en la imprenta. Si
la Primera parte se publicó en enero de 1605, calculen ustedes.
La imprenta que publicó la edición príncipe, la de Juan de la CUESTA, estaba cerca de la casa de
CERVANTES, y la de éste de la de LOPE DE VEGA. Es, por tanto, muy posible que, dada la fama de
este último, cualquier obrero de la imprenta le hiciese llegar algunas páginas de la obra
cervantina, o, por qué no, que el propio LOPE, enterado de que se estaba imprimiendo un libro de
su vecino, solicitase unas hojas con tal de saber qué era lo que se estaba imprimiendo. Sea como
fuere, en caso de que esto hubiese sido así, LOPE debió leer los primeros capítulos del Quijote,
cuando el personaje es ciertamente un esperpento que adolece de las virtudes y de los rasgos
entrañables que irá caracterizándole con el devenir de la obra.
Sobre la muerte de Don Quijote:
En junio de 1610 se produce otro hecho trascendental en la vida de CERVANTES. Viaja a
Barcelona con la pretensión de unirse al conde de Lemos, quien iba a Nápoles como virrey con
una corte de escritores. No consiguió su propósito: le fue imposible entrevistarse con el conde en
persona y su secretario personal, Lupercio Leonardo de ARGENSOLA, le hizo vagas promesas de
que más adelante sería llamado a la corte napolitana.
Estamos ante uno de los momentos más interesantes y tristes de la vida de CERVANTES. ¿Qué
acarreo esta negativa? Sin duda, el desmoronamiento de lo que podía haber sido el final de una
vida feliz que no lo fue tal. No sólo no pudo ir a América, al Oeste -tal como había pretendido en
su momento-, sino que tampoco pudo acceder al Este, a Italia. CERVANTES se nos aparece como
un ser encerrado en los límites geográficos de nuestro país, enjaulado; y hasta tal punto significó
un fracaso esta negativa, que obligó a que fuese en la playa de Barcelona donde cayese Don
Quijote, donde tuviese que dejar las armas y volverse a su aldea. Pero la vuelta a ésta no la
podemos entender en su totalidad si nos olvidamos de lo más indispensable: volver para morir,
para acabar un ciclo vital. Así, pues, del mismo modo que cabizbajo regresó Don Quijote a su
aldea, CERVANTES hizo lo propio desde Barcelona.
Su actividad literaria a partir de este momento fue frenética, parecía luchar denodadamente
contra el tiempo. Las armas estaban enterradas, las recompensas militares olvidadas y sólo
quedaba volcar en todos los pliegos posibles toda aquella desmesurada cantidad de historias que
esperaron a ser perpetuadas. En tres o cuatro años hizo más del doble que en veinte; y aún, con
"las ansias de la muerte", esperaba continuar. Sólo el que ve caer la arena del reloj y la de la
tierra sobre sí, valora intensamente los escasos resquicios de aliento que le queda.
En 1614 apareció la Segunda parte apócrifa de AVELLANEDA. En su huida desbocada hacia la
inmortalidad, el desaliento de ver un obstáculo como esta edición apócrifa debió servirle para
retomar fuerzas y luchar hasta ver terminada la verdadera Segunda parte del Quijote, que
concluyó muy al límite de su vida. Es posible que CERVANTES planease, antes de conocer la obra
de AVELLANEDA, un final diferente para su personaje, menos trágico y más acorde con el
sentimiento que entre los lectores había inspirado; pero, enterado de las enormes posibilidades
de ediciones apócrifas que encerraba un Quijote vivo y coleando -AVELLANEDA fue, en este caso,
quien dio la alarma-, lo mató, y con él se fue extinguiendo su vida. Así, el que le había dado la luz,
lo enterraba; ahora nada arrebataría a su personaje de los brazos de la muerte

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