para
saciarme
de
tanta
belleza, pero
cayó
en
la
sima mi
anhelo
de
pureza emanado
de
una
falsa
certeza. GLOSA ! Cada día subo hasta una peña que hay frente a mi casa. No sé qué busco en ella, pero, azuzado por un anhelo insuperable, asciendo hasta su cima una y otra vez. Apenas me detengo arriba a contemplar el mismo paisaje: al sur, la cordillera; al norte, la ría penetrada por el mar. Acto seguido, desciendo raudo para regresar al punto de partida, ya más sosegado mi ánimo. Encarnado Sísifo, me someto a mí mismo a la condena necesaria de recorrer la misma ruta rutinaria. Nada arriba. Nada abajo. Lo único cierto es el camino. Paco Ayala Florenciano