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REDACCIÓN
Magdalena Cámpora
Susana Fernández Sachaos
Diego Ribeira
Luis H. Biondini
Luis Ángel Della Giovanna
Raúl Lavalle
nº 4 - 2009
1
ÍNDICE
2
LA TRAGEDIA COMO ESPACIO DE DEBATE: EL
SITIO DEL HÉROE FRENTE AL PROBLEMA DE LA
PARADOJA
MARÍA MERCEDES SCHAEFER
3
queda aquel que vive con lo que no es noble
por su criminal temeridad.
Que nunca llegue a sentarse junto a mi hogar
ni comparta mi forma de pensar
quien así obre.
1
Para mayor comodidad, usamos transliteraciones para el griego.
4
protagonista aquél que se encuentre en el medio de ambas situaciones,
sin descollar en virtud o en justicia ni sin caer en la desgracia por
maldad o perversión.
Este espacio gris en el que, según el filósofo, el personaje trágico
se cimienta, ¿no se corresponde acaso con la ambigüedad insita en el
polivalente deinón? La aplicación del término a la universalidad del
hombre es, por un lado, indiscutible. Pero también el héroe trágico es
propuesto por el dramaturgo como modelo de universalidad. Así, deinón
(deiné) puede resultar Antígona, al evidenciar un comportamiento que
osa traspasar los límites impuestos por las leyes que, como ciudadana
debe acatar, o mégistos deinós, el propio defensor de las leyes
ciudadanas, el gobernante Creonte que hace de su ley una religión y que
incurre en soberbia en una medida mayor a la de su joven rival.
Lo notable de este pasaje es su peculiar estructura que parte de lo
universal para desembocar y concluir en el caso particular y concreto del
hombre como ciudadano, al manifestar el coro su deliberada desafección
hacia todo ciudadano que obre con maldad o conviva con aquello que no
es noble.
Pero la tragedia, como género que tuvo su germen y también su
final, dentro del contexto de la democracia ateniense, pone al
descubierto los valores que deben ser compartidos por los ciudadanos a
fin de mantener la concordia, para mostrar las dos caras de un único
valor, valor que llámese justicia, ley, respeto, deber, al remitir
necesariamente siempre a la complejidad de los hombres individuales en
relación con el grupo social con el que conviven es objeto de constante
cuestionamiento. De esta manera, acertada es la definición de tragedia
como género por antonomasia del debate.
Sófocles, particularmente, y en un grado de mayor complejidad
que su antecesor Esquilo, posee una deliberada intención de generar
dentro de los límites de cada obra, un espacio de debate. Pero este debate
que se organiza fundamentalmente a través de la relación y el diálogo
entre los personajes tiene su origen en una paradoja: es justamente la
naturaleza de su origen la que complica la resolución y dificulta en
extremo el acuerdo entre las partes que se encuentren implicadas.
El canto del coro de Antígona que hemos leído puede resultar
ejemplo altamente esclarecedor de este principio. Respecto del ser
humano, oímos decir hacia el final:
5
¿qué sucede, entonces, como es claramente visible en esta tragedia,
contrariamente a lo apuntado por la voz del pueblo tebano, cuando las
leyes de la tierra se oponen o riñen con la justicia de los dioses? He aquí
la paradoja que ocasiona el debate.
Abordar la tragedia desde esta perspectiva -siempre considerando
que el número de las que han sobrevivido constituye un número muy
pobre en comparación con las que se cree que Sófocles pudo haber
escrito- resulta de gran ayuda para intentar entender su concepción
trágica. Es con este fin, por lo que realizaremos aquí, dentro de los
lamentables límites que el tiempo nos impone, una aproximación a
cuatro de las tragedias en las que se manifiesta de modo curiosamente
distinto cómo la paradoja sitúa a los héroes inmersos en el conflicto, en
determinados planos. Son éstas, Antígona, Edipo Rey, Filoctetes y Edipo
en Colono, tomadas linealmente, de acuerdo con un criterio de orden
cronológico. En correspondencia con este planteo cabría preguntarse
entonces cómo puede ser definida dentro del contexto trágico esta
paradoja que constituye la fuente de la que mana el conflicto.
Antígona
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divina, no admite dejar insepulto a un cadáver, puesto que los parientes
del muerto están por deber, obligados a realizar las honras fúnebres
exigidas por la philía familiar. Está en la conciencia y en el obrar del
héroe bogar por uno u otro extremo. No nos es dado aquí realizar el
profundo análisis que la obra merece y exige pero sí pretenderemos
explorar qué puesto ocupa o elige ocupar el héroe trágico frente a esta
dicotomía que excluye la posibilidad de una conciliación.
Para ello, resulta necesario determinar en el caso de Antígona
quién de los dos personajes conforma la figura trágica principal: es cierto
que fue a Antígona a quien Sófocles eligió para dar nombre a su obra,
sobre ella pesan, ahora, como víctima, las maldiciones de la casa de los
labdácidas, es ella el último eslabón de esta estirpe pronta a extinguirse.
¿Pero acaso no es igual de trágico el destino de Creonte, castigado hacia
el final por su soberbia imputable más a una incapacidad de ver la
realidad que a una voluntariedad de dominar? ¿No resulta éste
soberanamente trágico, hacia el final, cuando es obligado a resignarse a
las fuerzas superiores del hado tras haber sufrido el inmenso dolor de ver
el suicidio de su hijo y esposa por su sola culpa involuntaria?
Frente a la paradoja que exhibe de un lado la ley del estado, de
otro la ley de los dioses, Creonte se sitúa en el primero, en el segundo se
sitúa Antígona. La diferencia, que es la que ha llevado a que Antígona
fuese considerada casi sin excepción en todas las épocas la heroína
representativa de la pureza inmaculada inclinada hacia un ideal por el
que se sacrifica en el noble acto de la muerte está en que ella se aferra
desde el inicio a ese ideal distintivo de la ley divina y no lo quiebra
jamás, muere antes de verse forzada a transgredirlo; no duda ni cede en
la defensa de su ideal; más aún, su seguridad roza el absoluto; también
Creonte se muestra inflexible y testarudo, ofuscado en prodigar y hacer
obedecer una ley escindida de lo divino, de sobra eficiente y autónoma.
Sin embargo, tras serle revelado el error en el que ha caído, el rey
refrena su cólera, y reconoce en su dolor cuán equivocado estaba al
pensar mutilar lo divino de lo humano, o, mejor, lo divino de lo
concerniente a la ciudad. La anagnórisis creontina ocurre a través del
trágico proceso del sufrimiento, de la revelación de la triste verdad que
lo torna consciente de que ya nada le queda y que le augura un destino
de total soledad.
Antígona, en su modo de pensar y de obrar, elige situarse en el
absoluto margen, alejada de lo humano, desinteresada de la unión
terrenal con Hemón, desconsiderada de su hermana que mal de su grado
la sobrevivirá. Trágica ha sido su vida sirviendo de lazarillo de su padre,
trágico el momento de ver el odio feroz que acabó a un tiempo con sus
amados hermanos, trágico su final en esa caverna sombría donde eligió
el suicidio voluntario a la muerte lenta por inanición. Pero frente a la
tragedia que significa su destino, la postura de la desdichada hija de
7
Edipo, asume una dimensión casi sobrehumana. Creonte quiso gobernar
la ciudad de Tebas negando lo divino; Antígona, ¿por qué no?, negando
lo humano. La joven se entrega a la muerte que remediará su mal; en
cambio Creonte, caso que Sófocles profundizará luego y curiosamente
en Edipo, vive: y transcurrirá una existencia amarga pero no obstante
ello, con el conocimiento adquirido tras el daño: el de la superioridad del
orden divino que había intentado alguna vez ignorar.
Edipo Rey
8
Digo que tú permaneces en la más vergonzosa unión con tus más
amados y no ves a qué mal has arribado [366-367] expone el augur en
el primer enfrentamiento verbal con el héroe, tras ser acusado por Edipo
de ser ciego de oídos, de pensamiento y de ojos.
Filoctetes
9
Neoptólemo, el joven hijo de Aquiles, el excelso héroe ya difunto,
sitiarán conjuntamente la fortaleza troyana.
Frente a esta noticia la armada griega se ve obligada a salir en
busca de Filoctetes, cruelmente abandonado diez años ha en la solitaria
isla de Lemnos por los mismos griegos por resultar éste una carga para el
ejército a causa de sus llantos y quejas continuas proferidas cada vez que
la terrible herida de su pie supuraba, sin paliativo alguno para su dolor.
El engañoso Odiseo y Neoptólemo acompañados por un grupo de
navegantes son los responsables de llevar a cabo este cometido: Odiseo,
por poseer el exacto conocimiento de del lugar en donde mora Filoctetes
ya que ha sido él el principal responsable de su anterior abandono.
Neoptólemo, por resultar un desconocido para el protagonista ya que ni
han participado junto con él en la misma expedición a Troya ni ha estado
personalmente implicado en el acto insolente contra Filoctetes.
En el prólogo de la obra Odiseo, que por su mayor grado de
experiencia posee sobre Neoptólemo una ascendencia notable en el
ámbito de la política y que suscita en el joven un deber de acatar sus
directivas, le pide a éste que con engaño (dólos) se gane la confianza de
Filoctetes y consiga así llevarlo –sin revelar dónde– de regreso a Troya.
10
hombre de tal carácter y en tal lastimoso estado y cae en la cuenta de que
ha obrado malamente y en contra de su verdadera naturaleza.
Estas consideraciones resultan útiles para mostrar de algún modo,
cuánto peso tiene en esta obra la figura de Neoptólemo quien, como
antes Creonte, sufre una deliberación trágica. Por otra parte, Filoctetes,
técnicamente el protagonista de la obra, ha vivido aislado en el
promontorio que rodea Lemnos durante un período de diez años y
guarda contra aquellos que impía y malvadamente lo abandonaron, un
odio feroz y un profundo resentimiento.
Pero, como hemos recientemente aludido, en mitad del drama, la
naturaleza noble de Neoptólemo, con su predisposición a obrar
rectamente, se manifiesta de manera radical: a partir de esto, el detractor
se propone enmendar su falta, promete conducir al desdichado Filoctetes
de regreso a su patria en Eubea y le devuelve el arco que momentos
antes le había robado con la consideración de que acaso bastara con él
para obtener la victoria sobre Troya.
Frente a esta acción obrada por su compañero por el que antes
había sentido natural afección, se le presenta al propio Filoctetes la
opción trágica, que consiste en elegir continuar en su estado patético con
su vida de superviviente solitario en Lemnos o ceder en su orgullo y
encaminarse a Troya donde conseguirá, además de gloria y fama eternas,
ser curado de su enfermedad. Obstinado, incapaz de abandonar su
rencor, Filoctetes elige mantenerse en absoluta oposición al ejército
griego lo que implica, asimismo, escindirse de lo divino, puesto que esta
vez la razón de estado se encuentra amparada por el poder de los dioses.
En este punto del drama, Sófocles presenta una aporía: el acto de
regresar a Troya para obtener la gloria de la victoria -con la rotunda
negativa de Filoctetes-no ha tenido buen fin; Filoctetes, por su capricho
fundado de no ceder a lo que, por otra parte, está dictaminado por los
oráculos, nunca obtendrá curación a su enfermedad. La paradoja está, en
esta tragedia, asentada en la irreconciliable oposición entre lo que el
Estado, en correspondencia con el orden de los dioses, manda obrar y
entre lo que el héroe trágico, autoafirmado en su naturaleza desligada y
prescindente de lo social, prioriza sostener. Él, que por la conducta cruel
de los Atridas, tiempo ha que subsiste áfilon, éremon, ápolin, en zósin
nekrón [v. 1018], sin amigos, solitario, sin patria, muerto entre vivos, no
consiente a los ruegos de Neoptólemo de rumbear la nave a Troya por
preferir afirmarse en su propio orgullo. Pareciera que sus diez años de
estadía solitaria en la isla, han hecho de él no sólo un apolités sino
también un ágrios, un salvaje y que, hasta ese momento de la obra,
antes de la intervención del dios Heracles que curiosamente actúa, al
modo euripideo, como deus ex machina, su intención es regresar a su
patria, no a Troya, para seguir viviendo, si bien en el ámbito de la
civilización, al modo idéntico en que se acostumbró a vivir en Lemnos.
11
El subjetivismo implacable de Filoctetes, su rigurosa abstención a
participar de la causa helénica torna ineludible la aparición de Heracles
para dar conclusión a la tragedia.
Esta necesidad de un deus ex machina para resolver los
conflictos que no pueden ser resueltos desde el plano humano resulta
sumamente interesante y sugestiva. La imposibilidad por parte de los
hombres de dar conclusión a la obra, ya sea para felicidad o desgracia
del héroe, manifiesta toda una concepción sofoclea de gran profundidad:
puesto que los personajes que interactúan y se debaten en escena asuntos
de importancia capital para su patria, incluso teniendo en cuenta la
acción intermediaria de un joven como Neoptólemo, que hacia el final
de la tragedia revela la nobleza de su carácter sacrificando la causa que
traía para él una promesa de gloria en favor del respeto al hombre
desvalido, no logran ponerse de acuerdo ni objetivar el bien. Odiseo, por
un lado, deifica la razón de la polis y no se compadece del ser humano
que por diez años se ha visto condenado a sufrir un mal inmenso e
incurable; Filoctetes desafía los dictámenes del Estado que no significan
nada para él pero sin advertir que los dioses que están detrás y por
encima son los que en realidad han urdido estos planes. Y en medio de
ambos, Neoptólemo, héroe que, como el dios, pero sin conseguirlo,
intenta equilibrar los opuestos para llegar a un buen término que redunde
en beneficio de todos. Es en él, prefiguración del dios que luego
ratificará sus sabias palabras en el cual Sófocles elige resolver las
antítesis. De todos modos y según mi parecer, el dios que viene a
imponer arbitrariamente la sophrosyne, la virtud de la prudencia y de la
moderación y que ha llevado a algunos críticos a considerar que la
tragedia concluía en un final feliz, acentúa en realidad la radicalidad del
conflicto, el hecho de que es absolutamente imposible su resolución.
Quiero destacar la extrañeza de esta necesidad de un deus ex
machina no solamente desde el punto de vista de la construcción de la
obra, de lo que Aristóteles denominaría fábula, sino también desde el
lugar cronológico que ocupa dentro del corpus sofocleo, hecho que
complica la inteligibilidad de su concepción trágica.
La recurrencia arbitraria a un dios que ponga fin al debate y dicte
lo que ha de ser obrado entraña, en mi opinión, y teniendo en cuenta que
Sófocles percibía la caída de la ciudad por la que había estado política y
activamente comprometido una visión de tintes profundamente
pesimistas: significa la asunción de la carencia de medios para
trascender la paradoja; la resignación no en sentido de adquisición de
sophrosyne sino en el reconocimiento de una imposibilidad de obrar en
aras de una resolución.
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análisis pero quisiera llamar la atención sobre un aspecto: el hecho de
que esta obra, contrariamente a lo que pueda pensarse si se sigue la
lógica de la línea anticipada por el Filoctetes, propone una nueva
concepción; no acentúa el pesimismo como cabría esperar; mas bien
plantea un movimiento hacia una concepción diferente de lo trágico.
Es sabido que en esta obra Sófocles expone el mito según el cual
Edipo, rechazado inhumanamente por sus compatriotas tebanos,
abandonado por sus propios hijos varones, se transformaría, llegado el
momento de su muerte, en eterno benefactor y protector de aquel suelo
que lo acogiera en el trance final. Es Atenas la ciudad elegida para este
suceso; allí su rey Teseo recibe favorablemente al desgraciado Edipo
quien, al término de la obra desaparece en el bosque de Colono, demos
del Ática, dando señales visibles de prodigios y virtudes salvíficas
Con Edipo en Colono uno se pregunta si Sófocles quiso plasmar
antes de acabar su vida, una proyección de su deseo: el deseo de que el
suelo de Atenas asolada por la peste y envuelta en cruentas guerras
fratricidas fuera bendecido o si quiso, de alguna manera, redimir a la
más excelsa de sus creaturas. Frente a la paradoja que coloca al héroe en
la encrucijada de una decisión, Antígona, como también Electra y Áyax,
opta por lo absolutamente divino, Filoctetes, opta por afirmarse en lo
absolutamente humano; Edipo, en cambio, asume la paradoja y se
transforma en un ser autoconsciente que trasciende la paradoja y aprende
a partir de ella.
Sófocles rescata la figura de Edipo, el héroe que ha
experimentado los extremos de la paradoja pero que como personaje
humano respetuoso de lo divino ha realizado un movimiento consciente
y voluntario hacia el centro.
Edipo, a diferencia de los demás héroes que desfilan por las
tragedias que hemos heredado de Sófocles, Áyax, Electra, Antígona,
Filoctetes, se acerca, curiosamente, a aquellas figuras a las que el
dramaturgo no había otorgado formalmente el protagonismo, se asemeja
a aquellos personajes que habían ejecutado acciones o engendrado
pensamientos opuestos a las intenciones de los protagonistas, Creonte en
Antígona, Neoptólemo en Filoctetes.
Edipo, que ha sido objeto de constante cuestionamiento no sólo
por parte de sus pares ficticios sino también por parte también de la
audiencia es erigido, hacia el final de la vida de su creador, en símbolo
del hombre capaz de haber asumido desde sí la responsabilidad de
cuestionarse, del ser que tras un exploración profunda de su propia
existencia ha preferido permanecer externamente ciego ante la realidad
por albergar internamente la luz del áspero conocimiento, adquirido a
través del tránsito por el dolor. A este héroe Sófocles le otorga un
destino de inmortalidad.
13
Desde este plano es posible volver los ojos nuevamente hacia el
deus ex machina de Filoctetes y repensar su sentido:
14
HÉCTOR PEDRO BLOMBERG,
PRECURSOR DE BOEDO
JUAN JOSÉ DELANEY
1
Ricardo Ostuni en Viaje al corazón del tango, Buenos Aires, Lumiere, 2000, pág. 33.
15
En 1920, a instancias de Gálvez, Blomberg reunió en Las puertas
de Babel los cuentos (no pocas veces folletinescos) que había ido
publicando en La Novela Semanal (una de las tantas revistas literarias
que lograban impactos masivos). Son intensas y no pocas veces
inolvidables historias impregnadas de un realismo potente y verosímil,
no exentas de cierto romanticismo afín a esos seres doblemente
desarraigados (de la tierra y de la vida) que orillan, tristes, la ciudad,
recorriendo bares, prostíbulos y fumaderos de opio en la zona que se
extiende desde el Paseo de Julio hasta la Boca.
1
Raúl González Tuñón, citado por Pedro Orgambide en el “Prólogo” a El chino del
Dock Sur y otros relatos, de Héctor P. Blomberg. Buenos Aires, Universidad Nacional
de Quilmes y Página 12, 1999, pág. 11.
2
Héctor Pedro Blomberg en “Las cigarras del hambre”, incluido en Las puertas de
Babel, Buenos Aires, Cooperativa Editorial Limitada, 1920, pág. 16.
16
Sobre uno de sus personajes, Marieta Brentano, dice el narrador
en “Las cigarras del hambre”: “Había vuelto al bar-concierto. Tenía
alguno que otro amante, gentes curiosas y bien vestidas que descendían
desde las alturas de la gran ciudad a los antros de Babel, y se la llevaban
por la noche”.
17
convertirme algún día en un señor, dejar de ser el muchacho que se
ofrece para cualquier trabajo? (...) comprendí que nunca me resignaría a
la vida penuriosa que sobrellevan naturalmente la mayoría de los
hombres.” (Cap. III). 1
1
Roberto Arlt: El juguete rabioso, Buenos Aires, Espacio Editorial, 1993, pág. 127.
2
Ibídem, pág. 154.
18
Esas recurrentes palabras dan forma a un discurso expresionista,
eficaz y convincente que participa del arte y también de la vida real.
Ocurría que el expresionismo (aunque el escritor no fuera consciente de
ello) estaba “en el aire”, en el cine alemán, en el ultraísmo y en cierta
visión de la vida tras la Primera Gran Guerra. La música y el alcohol,
por lo demás, se le aparecen al narrador como sedantes posibles para
combatir una existencia signada por el sufrimiento. De las mujeres que
cada día volvían al cabaret “ojerosas y descoloridas, con las orgías de la
noche escritas en los rostros lívidos” afirma: “Eran las cigarras del
hambre que volvían a cantar, después de los silencios siniestros,
inquietantes, del Paseo de Julio. Las había de todas las razas: andaluzas
de Cádiz y de Málaga, francesas de Marsella y del Havre, italianas de
Génova y de Nápoles, griegas de Salónica, inglesas de Liverpool y de
Swansea, norteamericanas de Charleston y San Francisco.”
1
H. P. Blomberg: “El viajero”, en Naves, Buenos Aires, Edén, Biblioteca Sol, Buenos
Aires, 1927, pág. 133.
19
talento a esa otra manifestación de nuestra melancolía esencial. En “La
pulpera de Santa Lucía”, cuento que incluye la famosa canción
homónima, el escritor pulsa la cuerda del relato histórico, lo que lo
convierte, además, en precursor de ese tipo de narrativa.
BIBLIOGRAFÍA
Específica
General
20
¡AY, LA PATRIE! DE CRISTINA ESCOFET O LA
HISTORIA COMO POSDATA INFINITA
DIANA BATTAGLIA
“ O tal vez lo que ocurría era que, una vez dejado atrás cierto punto ambiguo y sin
retorno donde, ya sin pasión, languidecían ética y estética, el arte se convertía- y tal vez
las palabras adecuadas eran de nuevo- en una fórmula fría y puede que eficaz. Una
impasible herramienta para contemplar la vida”(37).
Arturo Pérez Reverte en El pintor de batallas1
1
Pérez Reverte, Arturo. El pintor de batallas. España. Santillana Ediciones Generales.
2006.
2
Le Goff, Jacques. Pensar la Historia. Buenos Aires. Editorial Paidós Ibérica,1991.
3
Escofet, Cristina. Arquetipos, modelos para desarmar. Buenos Aires. Nueva
Generación, 1999.
21
textos1 que testimonian de manera contundente esta preocupación de la
autora por bucear en la psicología femenina de todas las épocas y en
corporizar y representar la voz y el deseo femenino a través del tiempo.
22
de los elementos que se pondrán en juego para el abordaje de la
Historia. El escenario será la calle y sus protagonistas serán: la mujer
que se irá metamorfoseando en diferentes roles y un provocador por
antonomasia, el Marqués de Sade1, que actuará constantemente como
estímulo y desafío. En suma, el espacio dialógico en el que la fábula
será llevada a la escenificación para crear el drama, se inscribirá desde
los márgenes, desde una “trastienda de la historia”, conformada por un
triple desafío: el lugar, el género y la transgresión.
23
adecuarse para poder participar dentro de otro sistema de significación
actualizada, sistema que, en general, lo señala, lo marca como “la
palabra del otro” de la cual se distancia mediante la ironía o el rechazo.
24
ya que no quiere hablar de la Patria, ¿por qué no me muestra el culo que
lo tiene divino?...(…) Señoras y señores… estamos en el corazón de la
historia. Historia: lo que queda después de la guerra… Alons enfants de
la patrie…Madames, Monsieurs… le plaisir, l’amour, le sex… la guerre,
la nuit…”
25
En suma, la representación de esta pieza pone en escena una
Patria “atada, sofocada, genitalizada, subjetivamente vampirizada” e
“inmovilizada estéticamente”… (16) Lo que nos parece justo agregar es
que, mediante los valiosos recursos acá expuestos, la pieza logra el
objetivo de llevar a cabo una empresa dolorosa pero muy efectiva en su
intento de recrear en acto esta sucesión de avatares y hechos que
devienen en una deshumanización cada vez más cínica y menos
solapada. Y, es importante remarcarlo una vez más, con la presencia y la
voz femeninas siempre en el centro de la escena en un intento por
rescatar la memoria colectiva que densifica y hace visible la identidad.
DIANA BATTAGLIA
26
EL VALOR DEL INSTANTE (UN TEMA DE LA
GRECIA ETERNA)
RAÚL LAVALLE
1
1 Co 7, 29.
2
BIBLIA DE JERUSALÉN. Bilbao, Desclée de Brouwer, 1978.
3
Horacio, Odas 1, 11, 8.
4
“Algunos mensajes de la Grecia eterna” y “El conocimiento trae dolor: un tema en la
literatura griega”, artículo publicado la página de la Asociación Cultural Helénica
Nostos: http://www.nostosonline.gr/index.php?option=com_frontpage&Itemid=73.
5
Cf. Medea 340-343.
27
mágicas en ese tiempo acotado mató a Creonte y a Creúsa, hija de este y
prometida de Jasón.1
1
Cf. Medea 1136 ss.
2
Odas 4, 7, 7-8. Cito por la trad. de Manuel Fernández-Galiano: Horacio. Odas y
Epodos, 4ª ed. Madrid, Cátedra, 2004.
3
Cf. Odas 3, 30.
4
Cf. Odas 1, 11.
5
Luis de Góngora. Obras completas, 6ª ed. (ed. Juan Millé y Jiménez – Isabel Millé y
Jiménez). Madrid, Aguilar, 1972, soneto nº 374.
6
Tito 8.
7
Es la curiosa obra decimonónica: P. Larousse. Fleurs latines des dames et des gens du
du monde; Ou clef des citations latines que l’on rencontre fréquemment dans les
ouvrages des écrivains français (avec une préface de M. Jules Janin). Paris, Larousse,
s. f.
28
ses bienfaits signalé la tournée.”1 El editor de estas Flores latinas añade
que Luis XIV se hizo releer tres veces este pasaje.2 Pero nuestro tópico
nos espera ahora en un tango, Un solo minuto de amor, de Agustín
Minotti (1910-1965).3
Si querer
es llorar en la ausencia,
he llorado tanto
buscando tu ojos,
tus ojos en vano;
soñé con el roce
sensual de tus manos,
soñé con tus labios,
soñé con tu amor.
Si querer
es llorar en la ausencia,
¡oh, cuánto lloré yo!
1
Nicolas Boileau. Oeuvres poétiques. Paris, Flammarion, s. f., p. 122.
2
P. Larousse. Op. cit., p. 107.
3
Cf. el sitio Club de Tango: http://www.clubdetango.com.ar/efemer/mayo3.htm .
. Para el texto cf.: http://www2.informatik.uni-muenchen.de/tangos/msg04168.html
.
4
Me refiero por supuesto a El reloj, tema de Roberto Cantoral interpretado por
celebérrimos artistas; cf.: http://artists.letssingit.com/trio-los-panchos-lyrics-el-reloj-
1q2k2nv .
29
Los ejemplos que citamos son solo algunos de muchos que
reflexionan y advierten sobre un aspecto el valor del tiempo: no debemos
perderlo porque vale mucho y –sobre todo esto nos decían– se nos va de
las manos segundo a segundo. Pero siempre el problema es cómo usarlo,
cómo interpretamos el carpe diem. Unos harán una lectura más
hedonista de la sentencia. Otros, una más espiritual: hagamos obras de
provecho, que dejen huella (en nuestro corazón, en la memoria de los
demás, en la memoria de los siglos). Para terminar, el tiempo no es la
única cosa huidiza. También hay otras; tales, el agua, la fortuna, el amor.
A ellos se puede aplicar el principio de la occasio calvata.1 Eros
fugitivo, por ejemplo, se halla en la canción popular, en Cuando el amor
se va, de Eladia Blázquez:
RAÚL LAVALLE
1
Cf. Carmina Burana, “Fortune plango vulnera”, v. 8.
2
http://vagalume.uol.com.ar/los-chalchaleros/cuando-el-amor-se-va.html .
30