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FALLO POR PÍLDORA DEL DÍA DESPUÉS:

“EL VERDADERO AMOR CIEGO”

Por Miguel Ángel González C.


Estudiante 5to año Escuela de Periodismo USACH

Hace unos días escuché en un vagón del metro una lamentable, pero certera
aseveración: el final de “Amor Ciego” (para los pocos, poquísimos que no sepan, el
último dating show transmitido por Canal 13) va a tener a medio Chile atento. El tono
de quien lo dijo (un veinteañero acompañado de sus amigos) no sólo revelaba su
excitación por el desenlace que esa noche tendría el programa, sino que su afirmación
dio perfectamente en el clavo: a la mañana siguiente la farándula halagaba los … puntos
de rating obtenidos por el programa de la estación católica. Sí, medio Chile (o más)
estuvo atento al final del reality. Porque la fórmula ha sido siempre exitosa. Las
relaciones de pareja, los conflictos y la sexualidad están en gran parte de la
programación que la TV nos entrega a diario. La sexualidad y su omnipresencia se
explican porque son parte de nuestra naturaleza, somos sexuados y sexuales. Y entender
ello es de suma importancia en una sociedad que se dice cada vez más abierta.

Por esto, el comunicado que prohíbe la entrega de la “Píldora del día Después”
(Levonorgestrel) en el sistema público de salud, emitido por el Tribunal Constitucional
(TC), atenta gravemente contra derechos fundamentales de las y los chilenos. En primer
lugar, constituye un inaceptable retroceso en la búsqueda de equidad, pues el fármaco en
cuestión sólo podría ser obtenido en farmacias, es decir, mujer con dinero para
comprarlo, mujer con derecho sobre su sexualidad y vida reproductiva. Por otra parte,
vemos cómo una política que obedece a criterios estrictamente relacionados con salud
pública (por cuanto pretende prevenir embarazos no deseados a causa de una violación,
por ejemplo, cientos de muertes por práctica de abortos clandestinos, entre otros
problemas que sufren miles de mujeres), es truncada por las presiones e influencias que
en Chile continúa ejerciendo la iglesia católica y el poder a ella asociado.

Se impone la moral de quienes hacen uso de sus posiciones de poder para


obligar a los chilenos a pensar y actuar de determinado modo en un tema tan
trascendental y personal como la vida sexual. Todo a través de un organismo (TC) que
busca hacer respetar la Constitución, una Constitución parida bajo la dictadura
pinochetista y que por ello no se ajusta a los parámetros de la democracia y libertades
individuales que hoy requiere el país. Si bien deben reconocerse los “tiranteos” hechos
por la administración Bachelet para cambiar la situación, no debe olvidarse que son
personeros de la misma Concertación quienes han impedido el derecho a la píldora.
Ejemplo de ello es el ex ministro de Defensa e Interior de Ricardo Lagos, el
democratacristiano Mario Fernández, quien con su voto en contra de la entrega del
fármaco zanjó la situación. Aún en Chile unos pocos imponen su moral a millones.

En resumen, el reprochable fallo del Tribunal Constitucional atenta contra la


democratización, las libertades y derechos reproductivos y sexuales de millones de
chilenas y chilenos y, tanto o más grave, profundiza la ya existente desigualdad en el
acceso a la salud pública, imponiendo la lógica del dinero y poder de compra por sobre
el acceso igualitario. Porque de seguro las hijas, nietas, hermanas, cuñadas o
simplemente vecinas de quienes votan contra la entrega gratuita del fármaco, no tienen
el más mínimo problema en tomar sus autos e ir (o no), a la hora que se les antoje en
busca de la píldora. PORQUE TIENEN LA ALTERNATIVA. Si tal o cual sistema de
valores personales permite o reprueba el uso de la píldora es un tema que compete a
cada persona, lo innegable es que el Estado chileno debe garantizar la existencia de la
opción e impedir las imposiciones moralistas. Hoy las mujeres sin dinero no la tienen.

Pero por sobre todas las cosas, frenar la entrega gratuita de la píldora en nuestro
sistema público de salud -repito, consintiendo sólo su comercialización en farmacias-
debe ser percibida como una inaceptable señal para las actuales y futuras generaciones,
para los jóvenes. Son ellos, en tanto sujetos de derecho y ciudadanos quienes
responsablemente debe tener la legítima libertad para decidir cómo vivir su sexualidad.

Mientras permanezcamos tan atentos a la vez que pasivos ante el bombardeo


derechamente sexual de la TV, mientras nos sigan mostrando las más falsas muestras de
amor entre una niña bonita que se vende a 25 hombres, se baña en jacuzzi con uno y
tiene citas con otros, mientras no seamos capaces de percibir ello como uno uso
prostibulario de la mujer-objeto, vestido de traje elegante y dentro de una mansión, nos
seguirán pasando goles. Porque mientras medio Chile estaba atento a lo que ocurría en
dicho programa, de seguro varios abortos clandestinos estaban llevándose a cabo. La
verdadera distorsión de la sexualidad esta en el bombardeo sensual y el falso amor que
nos entrega la TV y no en exigir la legitima libertad sobre nuestra sexualidad y derechos
reproductivos. Que la moral católica nos impida decidir sobre nuestra sexualidad,
realmente nos hará vivir en un amor ciego.

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