You are on page 1of 3

ARTÍCULOS

Oficios de la crisis:
losacróbatas
del cristal
(Un texto impune)
Jezreel Salazar Escalante

“Cualquier historia, en su significado más profundo, es algo que le sucede a los cuerpos”
John Berger

En esta ciudad se ven cosas insólitas: de mejor modo. Al abrirse las puertas
dos mujeres en bikini anunciando llan- en la estación Allende, Doctores, Villa
tas afuera de una agencia automotriz de Cortés o San Cosme, entra un
a ritmo de techno-cumbia, policías muchacho silencioso y de inmediato
antisecuestro organizando plagios cri- comienza su acto. Rápidamente se
minales, un líder guerrillero poniendo despoja de lo que fue una camiseta,
la ciudad (y el país) de cabeza en su hoy trapo sucio y roto de color raí-
camino rumbo al zócalo, un camión do. La espalda amoratada anuncia ya
de basura cuyo conductor escucha, una escena no ausente de aflicción,
cada vez que toca el claxon, la músi- acaso tétrica. Coloca el trozo de tela
ca de El Padrino, haciendo partícipes sobre el piso en medio del rellano,
de tal prodigio al resto de transeúntes entre las puertas del vagón. Entonces
y conductores. No obstante, ninguno devela sus efectos personales, los
de estos espectáculos se asemeja elementos que son el motor de la
a lo que hoy mis ojos observan. Se tragedia. De la mochila saca múlti-
trata de ciertos personajes urbanos ples pedazos de vidrio, fragmentos
relativamente recientes: los hombres- de botellas o ventanas que acomoda
vidrio. minuciosamente sobre la playera. Y
cuando la escenografía está lista co-
Se les puede encontrar en algu- mienza el ritual.
nas esquinas al detenernos frente
a un semáforo, pero más común es A manera de performance sin ob-
verlos al interior del metro. En aras de jetivos estéticos, el hombre-vidrio lan-
ejercer su oficio, prefieren evitar las za su torso sobre los cristales, en una
horas pico; así consiguen más espa- especie de salto de carácter felino. Ya
cio para efectuar su escenificación en el suelo, el tigrillo se recuesta sobre
43
ARTÍCULOS Jezreel Salazar Escalante

los puntiagudos desechos y restriega Continua la visión que ya se vuel- observadas por todos y por ninguno.
su cuerpo en contra de ellos. Por un ve inefable. De faquir posmoderno Pero también el hombre-vidrio consti-
momento parece estar en un trance se transforma en gimnasta amateur. tuye la metáfora opuesta al Licenciado
estático que lo salva de las miradas Apoyado en las barras paralelas don- Vidriera de Cervantes, ese personaje
de sorpresa, repudio e incompren- de los usuarios se sostienen para no paranoico que, luego de ser envene-
sión. Enseguida el saltimbanqui ca- caer a causa de los movimientos del nado por una doncella despechada,
llejero se da la vuelta para frotar la metro, da una voltereta en el aire y adquiere una debilidad física (su cuer-
espalda contra los detritos afilados. Y otra más: absorto en su propio equili- po se vuelve de vidrio) y una fortaleza
como si quisiera realizar una desco- brio, cae plantado en dos pies, finali- mental (su agudeza mordaz le permite
nocida e inusitada lagartija invertida, zando una rutina perfecta. La sorpre- criticar toda su realidad circundante). Y
levanta su cuerpo y lo deja caer con- sa (¿multitudinaria?, ¿personal?) pro- es que mientras el Licenciado Vidriera
tra el doloroso pero familiar enjambre viene de una experiencia intraducible es el personaje que mejor representa
de espejos, cuyo carbón brillante no a palabras. ¿Pueden estas metáforas al habitante de la ciudad de México (le
se parece en nada al líquido molecu- (referencias cirqueras, apuntes malo- teme a todo y se cuida de todos, bajo
lar del que hablan los físicos. grados del universo real) transmitir el la creencia de que cualquier fuerza ex-
asombro de mis ojos? terior es hostil y puede aniquilarlo), el
Frágil en su desnudez, agresivo en hombre-vidrio prefiere no esconderse
su acto, el hombre-vidrio realiza vol- Este lastimoso espectáculo de la y, por el contrario, hacer de la adver-
teretas insólitas, cabriolas anónimas, pobreza es pagado con rostros atóni- sidad la fuente de sustento. Para este
equilibrios mudos. Acróbata de la so- tos, desdén y sólo a veces, con algu- habitante de la urbe infinita, el vidrio
brevivencia, se levanta con irritadas nos centavos. De cualquier manera, no es un asunto de locura, que sólo
miasmas y fluidos rojos en la espalda. difícilmente provoca indiferencia. La existe en la mente, sino una cuestión
En esos signos de la piel se conjuga gente voltea la mirada para no ver. de sobrevivencia que se ejerce contra
la resistencia al dolor y al rechazo. La Preferimos cerrar los ojos a enfrentar el cuerpo.
carne maltratada quisiera decir a sus la ausencia de maravilla, la realidad
espectadores: “no se mientan, en el de no vivir en el paraíso sino en la Pero qué hago. Las referencias
cuerpo no hay pureza”. Lo que es región donde habitan los hijos de la literarias no tienen aquí lugar, no refie-
visible es el sufrimiento supurado en escasez. En eso, este happening de ren lo que veo, no pueden dar cuenta
las llagas. Y estas “señas particula- la vida real recuerda al “artista del tra- de esta experiencia inaudita. Descalzo
res”, que revelan la ignominia colecti- pecio” de Kafka, el equilibrista sobre y con el torso desnudo, el hombre-
va, son compartidas por miles. el alambre de púas cuyas piruetas son vidrio recoge los pedazos de cristal y
44
Jezreel Salazar Escalante ARTÍCULOS

los devuelve a su escondite. Los in- supone un acto de violencia no sólo


troduce al interior de la mochila como física (el cuerpo como amenaza mor-
si los vidrios fuesen joyas, con tanta tífera y espacio de coerción) sino tam-
delicadeza que pareciera que protege bién moral. Entre el hombre-vidrio y
a un bebé. Tal el aprecio que le tiene sus espectadores existe una atracción
a su fuente vital, el valor que da a las penosa y una amenaza inevitable. En
dagas transparentes que lo hieren. el centro se encuentran el dinero y el
dolor. Pareciera que uno a otro se re-
Y entonces tiene lugar la interac- pelen, pero son inseparables. En todo
ción con el público, el intercambio caso, es claro que la violencia es mu-
verbal que es a su vez encrucijada tua. O ¿acaso dar dinero no propicia
moral. A veces, el hombre-vidrio uti- aún más éste y otros oficios de la cri-
liza la misma estrategia de los niños sis?, ¿no alienta o perpetúa esta con-
que se acercan con un paño, se aga- dena laboral? Además, ¿cómo decidir
chan y se sientan en el suelo para a cuál de los innumerables indigentes,
limpiar los zapatos de los usuarios del traperos, mendigos, otorgar la limos-
metro: la autohumillación, la obligada na cruel? ¿Y por qué se gratifica a
compasión frente a la miseria arrojada uno y no a otro? ¿Es todavía posible
a la cara, la vergüenza mutua. Otras mantener la hipocresía de creer que la
veces, sus palabras nos dejan inmer- limosna provee hay algún tipo de sal-
sos en un mundo donde sólo funcio- vación moral?
na la lógica del chantaje:
La fragilidad de las premisas y du-
—Andar haciendo esto no es fá- das del espectador se acentúa cuan-
cil... Como se darán cuenta no soy do se trata de niños, niños-vidrio que
un gran cirquero ni un gran come- aprenden desde temprano los con-
diante... Pero prefiero hacer esto a suelos y desagrados del cristal puntia-
robarle a usted su bolsa. gudo y que piden monedas para huir
de la calle, ese infierno de la margina-
De este modo, con su intercambio ción y del hambre del que no podrían
de daños, el hombre-vidrio provoca un escapar sin las virtudes narcóticas del
dilema constante: ¿es posible evadir chemo, los universos paralelos conte-
el chantaje? ¿Es imposible caer en él? nidos en las coladeras o las fantasías
¿Se vuelve necesario aceptar el inter- lejanas por perdidas de un lugar ajeno
cambio de sus heridas a cambio de la al rechazo y desprecio maternos.
salvación de nuestra cartera? ¿Cómo
responder a esa exigencia injusta? ¿Cómo concluir un relato donde
se conjugan los dados del destino
Otras veces el hombre-vidrio no y la falta de alternativas? ¿No corre
busca persuadir sino que centra su es- riesgos graves el cronista al testificar
pectáculo en la posible agresión. Entra con dejos ensayísticos su mirada in-
al vagón semidesnudo con los vidrios trusa y sesgada sobre la fatalidad de
envueltos en una bolsa o un trapo. En los cuerpos heridos de la ciudad? ¿En
medio de pujidos y estertores realiza el intento por transmitir esta verdad
la ofrenda corporal. Enseguida reco- diaria de mi metrópoli, he estetizado,
ge los vidrios y agarra la bolsa como irresponsable, el dolor intransferible?
si se tratase de un arma que puede ¿Vale la pena decir que, en la ciudad
ser letal. Se posa frente a un pasaje- del asalto y los secuestros, la muerte
ro, quien temeroso, acerca una mano no es la única violencia impune?
al bolsillo del pantalón. La escena
45

You might also like