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Poesía ecuatoriana

ARTURO BORJA (1892-1912) 1

MI JUVENTUD SE TORNA GRAVE…

Mi juventud se torna grave y serena como


un vespertino trozo de paisaje en el agua:
la ebullición sonora de aquel primer asomo
primaveral, deshízose lentamente en mi fragua…

tu risa de oro, de cristal, de plata,


rememora un scherzo ya lejano…
en tu risa hay un eco de sonata,
de pizzicato de violín tzigano.

Jugueteando en el nido de tu boca,


tu fina carcajada es ritmo ufano
que me recuerda una fontana loca,
y el pizzicato de violín tzigano.

Límpidas, sonoras, cristalinas,


son cadencias del trío veneciano;
tienen reminiscencias argentinas
de pizzicato de violín tzigano.

1 ARTURO BORJA (1892 - 1912)

Nació en la ciudad de Quito, rodeado de un viejo prestigio familiar. Sobre


todo su padre, el doctor Luis Felipe Borja, jurisconsulto eminente. Había en
el hogar una atmósfera liberal. Un problema en el ojo lo llevó de viaje a
París para su tratamiento. Volvió a Quito con un sentido espiritual diferente.
En el propio idioma de ellos pudo leer a Baudelaire, Lautreamont, Verlaine,
Mallarmé y Rimbaud. Hay que darse cuenta de lo que eso significaba. Simbolismo
y parnasismo le reclamaron lo más escogido de su natural vocación de poeta...

Arturo Borja apenas tenía quince años cuando escribió sus primeros poemas. Se
sentía prematuramente desengañado. En los momentos de sus tempranas
reflexiones confesaba: "Mi juventud se torna grave y serena como -un
vespertino trozo de paisaje en el agua". En otras ocasiones invocaba a la
locura, la "Madre locura", como libertadora del tedio, y a la melancolía- "Me-
lancolía, Madre mía!"-, que es renunciamiento y laxitud. Pero en los instantes
de mayor crispación interior exclamaba, como en "Vas Lacrimae": "La vida tan
gris y tan ruin - ¡La vida, la vida, la vida!". O se quejaba de las amargas
vulgaridades del medio nativo, como en su "Epístola a Ernesto Noboa Caamaño",
prosaica pero sincera muestra de su inadaptación a la realidad. O, por fin,
dejaba ver su decisión misma de ir pronto a la muerte: "Voy a entrar al olvido
por la mágica puerta - que me abrirá ese loco divino: Baudelaire!". Y aquella
urgencia en verdad se cumplió: Borja murió cuando apenas contaba veinte años
de edad.

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