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1
estaba perdida en el tiempo
tan apartada de la realidad estaba
que parecía existir como por encanto,
pues de aquellas casitas de caña
desgarradoras, tambaleantes y azotadas por la miseria
que a su alrededor reposaban
jamás vi hombre alguno
el ambiente era tétrico,
el aire parecía contaminado
solo aquella alma pura contemplaba mi paso.
Al pasar, su mirada como un rayo de luz,
en mis desprevenidos ojos penetraba
siempre misteriosa en interrogadora
me indagaba no se qué cosas raras.
Muchas veces en mi apacible y lento paso
pan o fruta le ofrecía
y en su pobre inocencia
como si mi atención llamar pretendiera,
hasta que por la ruda cuesta yo subía,
jugando con alguna oportuna mariposa
felicidad fingía.
Y así pasó el tiempo
y mi paso por aquella senda perdida
más frecuente se hacía.
Pero ayer, anunciando la desgracia,
una inesperada lluvia
turbia y fría mi camino interrumpía
y yo saltando charcos y lodazales
con mis cuadernos y libros mojados
hasta la cuesta llegué
y aquellos ojitos confundidos
que durante tanto tiempo
mi subir la cuesta habíanme contemplado
ya no estaban…
un vacío profundo sentí dentro de mí
entonces, sin importarme el qué dirán de la gente
ni el fango que a cada paso
mi uniforme escolar salpicaba
lancé mis libros
y apresurado como un poseído corrí
a cerciorarme lo que había sucedido ahí
al acercarme, su cuerpo que yacía muerto,
contemplarlo pude.
La lluvia habíase calmado ya,
unas cigarras que confundidas parecían,
sobre la yerba fresca del invierno
a nuestro alrededor deambulaban.
2
En aquel instante una indescriptible tristeza se apoderó de mí
era la pérdida de un hermano
lo que mi corazón sentía
y en mi arrepentimiento, mezcla de ira y dolor,
como pidiéndole perdón por el egoísmo de los hombres
a su lado de rodillas caí
y así mi último adiós le dí.
Las lágrimas de mi callado llanto,
entre el agua de lluvia y el fango se confundieron…
Fin
Alex Dolcino
Ecuador, 15 de Enero de 2010