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Jornada de Debate
“La responsabilidad del Estado
frente a las víctimas del delito”
Dip. Claudio Ferreño
Dra. Alicia Pierini
Dr. Gustavo Letner
Dr. Alberto Bovino
Dr. Miguel Talento
Dra. Alejandra Tadei
Lic. Dévora Tomasini
Dr. Eugenio Freixas
Prof. Ana Suppa
Lic. Mara Brawer
Una publicación de la
Dirección General de Atención
y Asistencia a la Víctima
Cuadernillo Nº 1
Jornada de Debate
“La responsabilidad
del Estado frente a
las víctimas del delito”
Una publicación de la
Dirección General de Atención y Asistencia a la Víctima
Contenido
Introducción 5
Sra. Gabriela Alegre
Jornada de Debate:
La responsabilidad del Estado frente a las víctimas del delito 7
Palabras de bienvenida 9
Dip. Claudio Ferreño
Gabriela Alegre
Subsecretaria de Derechos Humanos
del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
JORNADA DE DEBATE
“La responsabilidad
del Estado frente a las
víctimas del delito”
Realizada el 30 de setiembre de 2004
Palabras de bienvenida / 9
fue ejecutor o instrumento de medidas que dañaron tan profundamente el te-
jido social de nuestra patria.
Hoy, el Estado, el gobierno que preside el compañero Presidente Dr. Nés-
tor Kirchner, está recuperando el rol que parecía perdido, el rol de intervenir
decididamente en lo económico y social, privilegiando la industria nacional,
recuperando el nivel de los salarios, generando —por sobre todas las cosas—
empleo, así como impulsando retenciones a las exportaciones de crudo con el
fin de evitar un incremento indiscriminado de lo precios. Este Estado deberá
ir construyendo un rol activo y orientador, no sólo para combatir la inseguri-
dad, con planes o medidas que apunten a un mediano o largo plazo, sino tam-
bién para apoyar decididamente a las víctimas de todo delito, a lograr su to-
tal recuperación social, económica y psicológica.
Las tareas a llevar a cabo son realmente de un carácter tan estructural que
generan, a veces, la sensación de que las soluciones son tardías e insuficien-
tes. Es que, recuperar las industrias, fomentar la creación de puestos de traba-
jo y hacer que la educación deje de tener casi exclusivamente un rol de con-
tención social para pasar a ser, nuevamente, una institución que recupere lo
pedagógico, como forma de recuperación de valores e identidades, son pro-
pósitos que llevarán un tiempo, aunque notamos una actitud gubernamental
fuertemente comprometida con los cambios.
Mientras estas medidas de largo plazo se van ejecutando, debe aparecer
permanentemente el Estado reparador, que haga que la víctima, que ya fue
vulnerada cuando fue agredida por la delincuencia o por el abuso de poder,
no sufra nuevamente lo que los juristas llaman la revictimización. El Estado
no puede estar ausente ante tanta injusticia, que a veces se torna de carácter
fundamental cuando la vida de la víctima se altera por las consecuencias que
ha generado el delito y que provoca quiebres emocionales, donde terminan
sufriendo consecuencias de extrema gravedad.
En muchas oportunidades, a los problemas económicos que las víctimas
sufren por la pérdida de dinero o bienes, se suman los otros inconvenientes
que se derivan del hecho delictivo, como heridas, lesiones y gastos médicos
o de trámites que deben abonar, con la complicación que ello acarrea, porque
muchos ciudadanos, sobre todo en los barrios más humildes, no se encuentran
en condiciones de soportar esas cargas.
El abuso del poder genera, en muchas oportunidades, la falta de confianza
que los ciudadanos tienen con respecto a las fuerzas policiales u otras institu-
10 / Claudio A. Ferreño
ciones estatales, o el complicado proceso judicial hace que muchas víctimas
deserten de tal oportunidad, porque encuentran que tales instituciones no tie-
nen en cuenta su reclamo y a veces, incluso, le generan un maltrato.
Definir un nuevo rol del Estado es, en primer lugar, hacerse cargo de su
historia, y su historia, la más reciente, está poblada de un territorio de ver-
güenza y exterminio. No somos indiferentes con los movimientos de dere-
chos humanos que, con diferencias y matices, lucharon incansablemente por
recuperar a sus hijos desaparecidos y a sus nietos.
El Presidente compañero Néstor Kirchner fue un contundente batallador
de la larga lucha por la anulación de las leyes de obediencia debida y de pun-
to final. La entrega de la ESMA para la construcción del Museo de la Memo-
ria, convenio suscripto entre el Gobierno Nacional y el Gobierno de la Ciu-
dad, fue otro hito fundamental en la recuperación crítica de nuestro pasado re-
ciente. Hemos impulsado todas estas medidas, de la misma manera que so-
mos solidarios con el resarcimiento económico que el Estado plantea con los
nietos de los compañeros desaparecidos.
Somos defensores de una tradición política donde el Estado siempre jugó
un rol activo en defensa de los ciudadanos, y no vamos a renunciar a esta mi-
rada. Es precisamente el Estado quien tiene la obligación de responder a la
realidad en todas las dimensiones que la realidad presenta.
El Estado es el encargado de dar explicaciones y respuestas a todos los
sectores sociales que demanden legítimas soluciones para sus problemas,
sean estos de salud, educación, vivienda, trabajo y, en este caso, seguridad,
pero deben hacerlo sin ningún tipo de discriminación.
No nos cansamos de afirmar que para el Estado debe valer tanto la vida de
una víctima de un barrio adinerado y de familia distinguida, como la de un
ciudadano humilde, que habite en un barrio carenciado, en una villa o un
asentamiento.
Estimados visitantes y distinguidos panelistas, estimamos que esta Jorna-
da será de una gran importancia, por la calidad de las exposiciones que escu-
charemos y por la presencia de este calificado público que nos visita, pero
queremos recalcar muy fuertemente y repetir hasta el cansancio, una vez más,
los principios que albergan nuestro sentir para encarar este tema tan compli-
cado: no hay política de seguridad, por más buena que ésta sea, si no hay ple-
na vigencia de los derechos humanos.
Bienvenidos a esta casa. Muchas gracias.
Palabras de bienvenida / 11
La víctima y el rol del Estado
Dra. Alicia Pierini*
* Defensora del Pueblo. Defensoría del Pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
12 / Alicia Pierini
Por ser esencialmente punitivo el derecho penal ha centrado su dogmáti-
ca en las teorías del delito (antijuridicidad y tipicidad), las teorías justificato-
rias de la pena, la doctrina de la responsabilidad -dolo o culpa- y las formas
de aplicación de la pena.
Es decir, es un derecho que asegura valores a través del poder punitivo del
estado. Se asegura lo valioso. Podríamos comparar: ¿qué era valioso en la Edad
Media? Respuesta: la salvación del alma. ¿Cómo funcionaba el poder puniti-
vo?: a través de la Inquisición. El mayor pecado era la herejía, la brujería, etc.
Comparemos con la era capitalista actual. ¿Qué es lo valioso? Respuesta:
el mercado. ¿Los principales delitos?: los que atentan contra el derecho de
propiedad o el tráfico ilegal (el que burla las leyes del mercado).
Veamos en general las teorías de la pena: para el retribucionismo, la pena
es el correlato equivalente al daño causado; para la teoría de la prevención ge-
neral la pena es ejemplarizadora y disuade la posibilidad transgresora y para
la teoría de la prevención especial, la pena disuade de la reincidencia.
Zaffaroni ubica a la víctima como sujeto pasivo dentro de la prevención
especial: es la relación entre víctima y victimario. Considera que los derechos
de la víctima –sujeto pasivo del injusto penal– han sido descuidados porque
el derecho penal tiene historia coercitiva, moralizante y peligrosista sin tomar
en cuenta a la víctima, y agrega que el estado, en su afán de pautar conductas
coercitivamente, ha expropiado los bienes jurídicos que corresponden a la
víctima y sólo le deja la reparación civil. Es decir, se ha despojado a la vícti-
ma de sus derechos a ser desagraviada o resarcida en forma directa por el
agraviante y el Estado domina el campo porque tiene el poder punitivo, coer-
citivo, que es el máximo de los poderes.
Modernamente el derecho penal ha evolucionado y hoy busca la considera-
ción de la víctima, incluso como impulsora del proceso penal. La experiencia
nos enseña que no hay mejor investigador que el propio ofendido, y que tan só-
lo hay que resguardarse de que el ofendido no se desvíe hacia la venganza, por-
que entonces estaríamos regresando al “ojo por ojo” del primitivismo penal.
¿Corresponde que sea éste un tema de las ciencias penales o excede ese
marco? Es otra de las preguntas formuladas. Todo parece indicar que excede
el marco de las ciencias penales. Máxime cuando empezamos a ver que el
concepto de víctima se amplía a numerosas situaciones del entramado social.
Cómo encuadraríamos si no a las víctimas de accidentes de tránsito, las de
violencia familiar o institucional, las víctimas de abuso de poder -no siempre
14 / Alicia Pierini
política puede ser estatal o meramente gubernamental, pero no es política pú-
blica, sino la política de un sector del gobierno. No basta la voluntad del pre-
sidente para que una política se convierta en pública si no obtuvo consenso.
Y consenso no es lo mismo que encuesta.
El Estado siempre es sujeto obligado a contar con recursos para cada su-
puesto, pero cuando la víctima ha devenido víctima por responsabilidad o au-
toría de un agente estatal, el Estado es doblemente obligado.
La historia en nuestro país nos muestra un movimiento victimológico im-
portante. Sin embargo, habría que diferenciar situaciones:
- Cuando el estado ha ejercido el terrorismo (víctimas masivas).
- Cuando funcionarios del estado han violentado el deber de proteger u otro
deber.
- Cuando las instituciones estatales ejercen violencia.
- Cuando instituciones no estatales ejercen violencia o alguno lo hace dentro
de ellas.
- Cuando el espacio público es violento (tránsito-accesibilidad).
- Cuando en el espacio público ocurren hechos violentos.
Si el estado no cumple con sus deberes para con las víctimas está claro que
existe un sistema judicial para compelerlo a ello. Pero si éste fracasara, no ol-
videmos que existe también el sistema de la protección internacional, una vez
agotados los recursos internos. Está previsto en el Pacto de San José de Cos-
ta Rica a nivel regional y en el sistema de las Naciones Unidas.
Resumiendo, entonces, las víctimas tienen sus derechos, y deberían cono-
cerlos primero, y luego, ejercerlos por sí mismas. Protagonizar sus derechos
es una manera de reducir el daño de la victimización.
Son Derechos de las víctimas: exigir la prevención general y la especial;
la administración de justicia; la investigación de la verdad; la participación
durante el proceso; peticionar a las autoridades. Además, pueden exigir repa-
ración, subsidios y/o tratamiento.
Ya que tanto hoy se relaciona el tema de las víctimas con el de seguridad,
terminemos diciendo que -a nuestro modesto entender- la primer seguridad es
la seguridad de los derechos y la posibilidad real de su ejercicio.
La seguridad que queremos es la de no llegar a ser víctima.
El proceso penal no resulta ser una entidad aislada sino que es parte de to-
do el sistema penal, por lo tanto, éste debe expresar, respetando su papel ins-
trumental, las decisiones de la política criminal del Estado.
16 / Gustavo A. Letner
El proceso penal debe ser una herramienta que no puede ser opuesta o in-
diferente, sino que debe ser funcional a la política estatal sobre el delito.
Ante este panorama, lo primero que se avizora es la problemática vincu-
lada entre el principio de legalidad y el principio de oportunidad. Las prime-
ras cuestiones que se presentan a modo de interrogante son:
- si vamos a admitir criterios de oportunidad en el proceso penal o no y,
- si la respuesta es afirmativa, el siguiente interrogante será: ¿cuáles serán
esos criterios?, ¿quién los determinará? y ¿qué objetivos perseguirán?
Hoy hay un amplio consenso entre los operadores del sistema en la inapli-
cabilidad práctica de la legalidad, al menos, en su desarrollo a rajatabla sin
excepciones.
El mayor problema que se observa consiste en que, frente a la incapacidad
del sistema de procesar todos los casos que ingresan y otorgarles una salida
de calidad, la falta de criterios de oportunidad específicamente establecidos
en la legislación lleva a que se utilicen “criterios de selección encubiertos”
que, además de no estar legislativamente previstos, carecen de mecanismo de
control e impiden diseñar una política criminal coherente en todo el país.
En tal sentido, es frecuente que los casos de poca relevancia sean archiva-
dos o reservados sin criterios de actuación uniformes y, también, que existan
supuestos de prescripción de la acción penal, generalmente en casos comple-
jos (delincuencia económica, etc.) que no poseen personas detenidas y cuya
tramitación se demora más allá del término razonable por el colapso que ge-
neran otros casos.
De una u otra forma, el sistema expresa su incapacidad y los operadores
judiciales se ven obligados a utilizar métodos, en ocasiones, de dudosa cons-
titucionalidad.
Sostener la actual rigidez legal de la persecución penal, férreamente orde-
nada por el principio de legalidad, conspira seriamente contra la eficacia de
aquella, pues, por un lado, priva al proceso de herramientas valiosas de inves-
tigación y por otro, genera un fenómeno inevitable de selección, informal e
irresponsable, de casos a perseguir, dando prioridad, perversamente, a los más
leves. Todo con un gran desprecio por la opinión de la víctima.
Este proyecto de modificación quiere revertir esta situación, en procura de
una persecución penal más justa y más eficaz, operando sobre aquellos aspec-
tos.
18 / Gustavo A. Letner
casos graves de alta complejidad y potenciar su capacidad de resolver conflic-
tos, lo que permite disminuir la sensación de impunidad en la comunidad y
legitima al Poder Judicial como institución básica del estado democrático.
Tan es así, que en la actualidad no quedan sistemas procesales en el mundo
occidental moderno que no hayan legislado sobre criterios de oportunidad,
sea adaptando el modelo anglo-americano de discrecionalidad en la adopción
de dichos criterios, sea estableciendo el esquema centroeuropeo de oportuni-
dad reglada.
Entre los países que incorporaron el principio de oportunidad encontra-
mos a Bolivia, Chile, Paraguay y Venezuela, mientras que Argentina, Ecua-
dor y Colombia continúan con el principio de legalidad procesal mas allá de
contadas excepciones como resultan ser el juicio abreviado y la suspensión
del juicio a prueba.
¿Por qué judicializar todo lo que ingresa? ¿Toda reparación merece ser pu-
nitiva? ¿Por qué no, alternativa?
La sanción penal no puede dar respuesta a todos los conflictos legítimos
entre las personas. El estado judicializa las situaciones de acuerdo a paráme-
tros impuestos por el ordenamiento jurídico, que no abarca la totalidad de los
conflictos.
20 / Gustavo A. Letner
La sanción penal debe estar reservada a la resolución de conflictos de al-
ta intensidad y alto impacto, por lo que se promueve una solución consensua-
da entre las partes, siempre que esto no agravie el interés público.
Estoy hablando de conflictos originados en disfunciones familiares o co-
munitarias que requieren una resolución rápida que, con la aplicación del de-
recho penal, tiene poca posibilidad de éxito en términos generales. El derecho
penal, en términos de sensaciones, siempre llega tarde, para el común de la
gente llega el día después... Esto no es nuevo. La imposibilidad del sistema
para procesar todos los datos que llegan a su conocimiento obliga al ministe-
rio público a iniciar un camino en la búsqueda de llevar soluciones a aquellos
casos que únicamente engrosaban las estadísticas, pero que concretamente ja-
más llegaban a una resolución. Es así que comienzan distintas instituciones a
hacer hincapié en las diversas experiencias que fueron apareciendo en ba-
rrios, municipios.
La demanda de la población generalmente tiene como primer lugar de
queja los organismos públicos, colegios, universidades, colegios de abogados
y éstos pasaron a ser depositarios de conflictos vecinales y familiares y debie-
ron adecuar su funcionamiento para el tratamiento, orientación y derivación
de la demanda.
De esta forma comienzan a surgir mecanismos de conciliación y media-
ción que poco a poco fueron tomando cuerpo, que están llegando a la resolu-
ción pacífica de los conflictos, sin llegar a la judicialización de los mismos.
22 / Gustavo A. Letner
I n s t rumentos no vinculantes de
Naciones Unidas y derechos de la víctima*
Dr. Alberto Bovino**
I. Introducción
* Este documento es un borrador que sólo pretendió servir de guía para la exposición oral
llevada a cabo en el marco de la JORNADA DE DEBATE “La responsabilidad del Estado frente a
las víctimas del delito”. En modo alguno pretende ser un trabajo exhaustivo.
** Abogado, Universidad de Buenos Aires. Master in Laws, Columbia University School of
Law. Profesor de Derecho penal y procesal penal, Universidad de Buenos Aires. Abogado del
Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), Buenos Aires.
24 / Alberto Bovino
Además de los instrumentos de carácter convencional y de las declaracio-
nes que, a pesar de no ser instrumentos convencionales, ya han adquirido ca-
rácter obligatorio por haber alcanzado la jerarquía de costumbre internacional
-v. gr. la Declaración Universal de Derechos Humanos-, existen otros instru-
mentos internacionales no convencionales:
“Los instrumentos de derechos humanos de carácter no contractual
incluyen, además de las declaraciones, otros instrumentos denomina-
dos reglas mínimas, principios básicos, recomendaciones, o códigos
de conducta. La obligatoriedad de tales instrumentos no depende de
su nombre sino de una serie de factores...”4.
Su multiplicidad y valor han sido reconocidos expresamente. En este sen-
tido, se afirma que el vertiginoso desarrollo del derecho internacional de los
derechos humanos “se ha multiplicado en numerosos tratados, principios y
otros instrumentos internacionales, que conforman hoy este nuevo corpus
normativo”5.
Debe quedar claro, sin embargo, que más allá del reconocimiento teórico
que se les atribuya, estos instrumentos constituyen parte del derecho internacio-
nal de los derechos humanos. Respecto a estos instrumentos, se manifiesta:
“Los órganos políticos de la ONU y de la OEA, si bien carecen de poderes le-
gislativos, constituyen foros que favorecen la formación del Derecho Internacio-
nal Consuetudinario, pues facilitan la tarea de comprobar la práctica y la opinio
juris de los Estados. El Juez de la Corte Internacional de Justicia, Jiménez de
Aréchaga [...] merece ser citado:
‘Por otro lado, la Asamblea General no sólo es el órgano principal de las Nacio-
nes Unidas, sino también es un órgano formado de representantes de todos los
Estados miembros [...]. Esto significa que la Asamblea General es un foro en el
que [...] se reúnen casi todos los Estados, y en el que dichos Estados, después del
correspondiente debate, pueden expresar sus opiniones y su voluntad colectiva
respecto a los principios y normas jurídicas que han de regir la conducta de los
Estados’”6.
4 O’Donnell, Daniel, Protección internacional de los derechos humanos, Ed. Comisión Andina
de Juristas, Lima, 1989, 2ª ed., p. 18.
5 Abregú, Martín, La aplicación del derecho internacional de los derechos humanos por los tri -
bunales locales: una introducción, en AA.VV., La aplicación de los tratados sobre derechos hu -
manos por los tribunales locales, Ed. Del Puerto, Buenos Aires, 1997, p. 3.
6 O’Donnell, Protección internacional de los derechos humanos, cit., ps. 22 y siguiente.
7 Méndez, Juan E., Derecho a la verdad frente a las graves violaciones a los derechos huma -
nos, en AA.VV., La aplicación de los tratados sobre derechos humanos por los tribunales loca -
les, Ed. Del Puerto, Buenos Aires, 1997, p. 532.
8 Pinto, Mónica, Temas de derechos humanos, Ed. Del Puerto, Buenos Aires, 1997, ps. 51 y
siguiente.
9 Resolución 45/110 de la Asamblea General de Naciones Unidas del 14/12/90.
10 Informe del Octavo Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Trata-
miento del Delincuente, La Habana, 27/8 al 7/9/90, resolución nº 26.
11 Adoptada por la Asamblea General de Naciones Unidas el 29/11/1985 por resolución
40/34.
26 / Alberto Bovino
das para el tratamiento de los reclusoS12- y, por lo tanto, derecho vigente.
Los estándares establecidos en esos instrumentos, por otro lado, coinciden
en gran medida con los principales fundamentos político-criminales de las
nuevas instituciones jurídicas reguladas en el proceso de reforma de la admi-
nistración de justicia penal que hoy tiene lugar en América Latina. Por este
motivo, se trata de instrumentos de gran utilidad, que nos brindan criterios in-
terpretativos que deben guiar todas las medidas de los Estados parte de la
ONU en el diseño e implementación de su política criminal. Es por estas ra-
zones que algunos de nuestros tribunales ya han aplicado estos instrumentos
internacionales en decisiones jurisprudenciales.
Debe quedar claro, por otra parte, que con la reforma de 1994, los crite-
rios de interpretación del derecho internacional de los derechos humanos for-
man parte del derecho vigente argentino. En este sentido, se señala:
“Luego de la reforma constitucional de 1994, las posibilidades de aplica-
ción del derecho consuetudinario de los derechos humanos se dan especialmen-
te en cuanto a los principios hermenéuticos y a los contenidos de algunas decla-
raciones adoptadas por las Naciones Unidas…”13.
12 Informe del Primer Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Trata-
miento del Delincuente.
13 Pinto, Temas de derechos humanos, cit., p. 80.
28 / Alberto Bovino
A su vez, el artículo 117 del CPP Guatemala define a la víctima -a la que
denomina “agraviado”- del siguiente modo:
“Artículo 117.- Agraviado. Este Código denomina agraviado:
1) A la víctima afectada por la comisión del delito.
2) Al cónyuge, a los padres y a los hijos de la víctima y a la persona
que conviva con ella en el momento de cometerse el delito.
3) A los representantes de una sociedad por los delitos cometidos con-
tra la misma y a los socios respecto a los cometidos por quienes la di-
rijan, administren o controlen.
4) A las asociaciones en los delitos que afecten intereses colectivos o
difusos, siempre que el objeto de la asociación se vincule directamen-
te con dichos intereses”.
Como se puede apreciar, la regla citada contiene todo un programa que re-
conoce derechos sustantivos a la víctima en lo que se vincula con los proce-
dimientos iniciados a raíz del hecho que la ha victimizado. Este programa, en
gran medida, se ha reflejado en los códigos más modernos de América Lati-
na, tales como por ejemplo, el CPP Costa Rica, el CPP Bolivia, el CPP Chi-
le, el CPP Paraguay, etcétera. Así, por ejemplo, el artículo 71 del CPP Costa
Rica14 dispone:
“ARTICULO 71.- Derechos de la víctima
Aunque no se haya constituido como querellante, la víctima tendrá los
siguientes derechos:
a) Intervenir en el procedimiento, conforme se establece en este Códi-
go.
b) Ser informada de las resoluciones que finalicen el procedimiento,
siempre que lo haya solicitado y sea de domicilio conocido.
c) Apelar la desestimación y el sobreseimiento definitivo.
La víctima será informada sobre sus derechos, cuando realice la de-
nuncia o en su primera intervención en el procedimiento”.
14 Utilizaremos el CPP Costa Rica como ejemplo pues es uno de los exponentes más para-
digmáticos del movimiento de reforma de la administración de justicia penal que se ha da-
do en América Latina en las últimas décadas.
30 / Alberto Bovino
La regla de la Declaración se complementa con disposiciones de las Di-
rectrices sobre la función de los fiscales, otro instrumento de la ONU, en cu-
yos considerandos se puede leer:
“Considerando que en la Declaración sobre los Principios Fundamentales de
Justicia para las Víctimas de Delitos y del Abuso del Poder se recomienda la
adopción de medidas en los planos nacional e internacional a los fines de mejo-
rar el acceso de las víctimas de delitos a la justicia y a un trato justo, al resarci-
miento, la indemnización y la asistencia…”.
En este aspecto, algunos de estos deberes han sido recogidos por el texto
del CPP Nación, que en tres disposiciones establece:
“Artículo 79: Desde el inicio de un proceso penal y hasta su finaliza-
ción, el Estado nacional garantizará a las víctimas de un delito y a los
testigos convocados a la causa por un órgano judicial el pleno respeto
de los siguientes derechos:
a) A recibir un trato digno y respetuoso por parte de las autoridades
competentes;
b) Al sufragio de los gastos de traslado al lugar donde la autoridad
competente designe;
c) A la protección de la integridad física y moral, inclusive de su familia;
d) A ser informado sobre los resultados del acto procesal en el que ha
participado;
e) Cuando se tratare de persona mayor de setenta (70) años, mujer em-
32 / Alberto Bovino
barazada o enfermo grave a cumplir el acto procesal en el lugar de su residen-
cia, tal circunstancia deberá ser comunicada a la autoridad competente con la de-
bida anticipación.
Artículo 80: Sin perjuicio de lo establecido en el artículo precedente, la víctima
del delito tendrá derecho:
a) A ser informada por la oficina correspondiente acerca de las facultades que
puede ejercer en el proceso penal, especialmente la de constituirse en actor civil
o tener calidad de querellante;
b) A ser informada sobre el estado de la causa y la situación del imputado;
c) Cuando fuere menor o incapaz, el órgano judicial podrá autorizar
que durante los actos procesales en los cuales intervenga sea acompa-
ñado por persona de su confianza, siempre que ello no coloque en pe-
ligro el interés de obtener la verdad de lo ocurrido.
Artículo 81: Los derechos reconocidos en este capítulo deberán ser
enunciados por el órgano judicial competente, al momento de practi-
car la primera citación de la víctima o del testigo”.
Otra de las formas de protección de los intereses de la víctima son los me-
canismos de solución alternativa de conflictos o institutos que buscan solu-
ciones composicionales. Todo ello para tratar de satisfacer la necesidad de re-
parar el daño causado. Es por ello que la regla 7 de la Declaración dispone:
“7. Se utilizarán, cuando proceda, mecanismos oficiosos para la solución de con-
troversias, incluidos la mediación, el arbitraje y las prácticas de justicia consue-
tudinaria o autóctonas, a fin de facilitar la conciliación y la reparación en favor
de las víctimas” (destacado agregado).
Para favorecer la utilización de estos mecanismos alternativos, las Direc-
trices establecen:
Nuevamente resulta útil acudir al CPP Costa Rica que, por un lado, con-
tiene una regla general que dispone como finalidad central del procedimien-
to la solución del conflicto y, por el otro, regula e incentiva la conciliación y
la reparación del daño como modos de terminar con el caso penal. Así, el art.
7 del CPP establece:
“Artículo 7.- Solución del conflicto
Los tribunales deberán resolver el conflicto surgido a consecuencia del hecho, de
conformidad con los principios contenidos en las leyes, en procura de contribuir
a restaurar la armonía social entre sus protagonistas”.
34 / Alberto Bovino
En las faltas o contravenciones, en los delitos de acción privada, de ac-
ción pública a instancia privada y los que admitan la suspensión condicional de
la pena, procederá la conciliación entre víctima e imputado, en cualquier mo-
mento hasta antes de acordarse la apertura a juicio.
En esos casos, si las partes no lo han propuesto con anterioridad, en el momen-
to procesal oportuno, el tribunal procurará que manifiesten cuáles son las condi-
ciones en que aceptarían conciliarse.
Para facilitar el acuerdo de las partes, el tribunal podrá solicitar el asesoramiento
y el auxilio de personas o entidades especializadas para procurar acuerdos entre
las partes en conflicto, o instar a los interesados para que designen un amigable
componedor. Los conciliadores deberán guardar secreto sobre lo que conozcan
en las deliberaciones y discusiones de las partes.
Cuando se produzca la conciliación, el tribunal homologará los acuerdos y de-
clarará extinguida la acción penal.
El tribunal no aprobará la conciliación cuando tenga fundados motivos para es-
timar que alguno de los intervinientes no está en condiciones de igualdad para
negociar o ha actuado bajo coacción o amenaza.
No obstante lo dispuesto antes, en los delitos de carácter sexual, en los cometi-
dos en perjuicio de menores de edad y en las agresiones domésticas, el tribunal
no debe procurar la conciliación entre las partes ni debe convocar a una audien-
cia con ese propósito, salvo cuando lo soliciten en forma expresa la víctima o sus
representantes legales”.
15 Sobre los distintos significados de la reparación, cf. Rodríguez Delgado, Julio A., La repa -
ración como sanción jurídico-penal, tesis de doctorado, Barcelona, 1998, inédita, ps. 116 y
siguientes.
16 Sobre las diferencias entre justicia punitiva y reparatoria, cf. Lenman, Bruce y Parker,
Geoffrey, The State, the Community and the Criminal Law in Early Modern Europe, en AA.VV.,
Crime and the Law. The Social History of Crime in Western Europe since 1500, Ed. Europa Pu-
blications, Londres, 1980.
36 / Alberto Bovino
En este contexto, el dato más importante para determinar la razonabili-
dad del acuerdo consiste en la satisfacción de la víctima, y no en el punto
de vista de un tercero, ajeno al conflicto, que analice el contenido del
acuerdo aplicando criterios objetivos de proporcionalidad derivados del or-
denamiento jurídico. Así, si por un delito que ha causado un daño patrimonial
el acuerdo consiste en un pedido público de disculpas del imputado dirigido
a la víctima, y ésta se siente genuinamente satisfecha con esa medida repara-
toria, el acuerdo debe ser aceptado.
En este sentido, es necesario recordar que este mecanismo representa
un reconocimiento del interés concreto de la víctima, razón por la cual só-
lo la víctima, en principio, es la persona idónea para evaluar la justicia de
la reparación o del acuerdo. Así, aun cuando, en términos objetivos, la re-
paración no guarde proporcionalidad con el daño -por ejemplo, según las
reglas resarcitorias del derecho civil-, el juez debe respetar el acuerdo si
la víctima expresa su satisfacción. La reparación puede ser objetiva, co-
mo sucede si el imputado restituye una cosa hurtada, o simbólica, como su-
cede cuando se entrega una suma de dinero porque se causó un daño irrepa-
rable. Ahora bien, la reparación simbólica puede consistir en la entrega de
una suma de dinero, en la realización, por parte del imputado, de una pres-
tación, o en cualquier otro acto que represente la satisfacción de la vícti-
ma.
El CPP Costa Rica cuenta, entre las causales de extinción de la acción
penal, la reparación integral del daño causado, tanto cuando se trata de da-
ño individual como cuando se trata de daño social. Así, dispone:
“Artículo 30.- Causas de extinción de la acción penal
La acción penal se extinguirá:
[…]
j) Por la reparación integral del daño particular o social causado, rea-
lizada antes del juicio oral, en delitos de contenido patrimonial sin gra-
ve violencia sobre las personas o en delitos culposos, siempre que la
víctima o el Ministerio Público lo admitan, según el caso…”.
En este sentido, se reconoce, en referencia al concepto de reparación
del CPP Costa Rica, que “la reparación integral puede concebirse
como todo pago, compensación o acuerdo que deje satisfecha a la
parte que la exige. Dentro de la filosofía que plantea el Código del
96, pareciera que el sentido amplio es la forma adecuada de inter-
pretar el mandato de ‘reparación integral’. Verlo de otra manera se-
Para finalizar, resulta adecuado señalar que más allá de las reglas y de-
beres citados, que tienen por objeto central influir en el derecho interno de
los Estados, es importante resaltar el concepto de reparación integral que
se abre camino desde hace años en el ámbito del derecho internacional de
los derechos humanos.
Para poner un ejemplo, es interesante señalar el caso del asesinato de la
17 ISSA EL KHOURY, Henry, La reparación del daño como causal de extinción de la acción penal,
en AA.VV., Reflexiones sobre el nuevo proceso penal, Ed. Asociación de Ciencias Penales de
Costa Rica, San José, 1996, 2ª ed., ps. 203 y s. (destacado agregado).
18 CORTE IDH, Caso Myrna M ACK CHANG vs. Guatemala, Sentencia de 25 de noviembre de
2003, las medidas que se enuncian a continuación corresponden al punto XVII —Puntos Re-
solutivos, párr. 301.
38 / Alberto Bovino
antropóloga Myrna Mack Chang18. En el caso Mack, la Corte Interamericana
ordenó, como medidas de reparación integral, las siguientes prestaciones:
a) El Estado debe cumplir con el deber de investigar efectivamente los he-
chos del presente caso, con el fin de identificar, juzgar y sancionar a to-
dos los autores materiales e intelectuales, y demás responsables de la
ejecución extrajudicial de Myrna Mack Chang, y del encubrimiento de
la ejecución extrajudicial y de los otros hechos del presente caso.
b) El Estado debe remover todos los obstáculos y mecanismos de hecho
y derecho que mantienen en la impunidad el presente caso, otorgar las
garantías de seguridad suficientes a las autoridades judiciales, fisca-
les, testigos, operadores de justicia y a los familiares de Myrna Mack
Chang y utilizar todas las medidas a su alcance para diligenciar el
proceso.
c) El Estado debe publicar dentro del plazo de tres meses a partir de la no-
tificación de la presente Sentencia, al menos por una vez, en el Diario
Oficial y en otro diario de circulación nacional, los hechos probados.
d) El Estado debe realizar un acto público de reconocimiento de su respon-
sabilidad en relación con los hechos de este caso y de desagravio a la
memoria de Myrna Mack Chang y a sus familiares, en presencia de las
más altas autoridades del Estado.
e) El Estado debe honrar públicamente la memoria de José Mérida Esco-
bar, investigador policial, en relación con los hechos del presente caso.
f) El Estado debe incluir, dentro de los cursos de formación de los miem-
bros de las fuerzas armadas y de la policía, y de organismos de seguri-
dad, capacitación en materia de derechos humanos y Derecho Interna-
cional Humanitario.
g) El Estado debe establecer una beca de estudios, con el nombre de Myr-
na Mack Chang.
h) El Estado debe darle el nombre de Myrna Mack Chang a una calle o pla-
za reconocida en la Ciudad de Guatemala y colocar en el lugar donde fa-
lleció, o en sus inmediaciones, una placa destacada en su memoria que
haga alusión a las actividades que realizaba.
i) El Estado debe pagar la cantidad total de u$s 266,000.00 (doscientos se-
senta y seis mil dólares de los Estados Unidos de América) o su equiva-
lente en moneda guatemalteca por concepto de indemnización del daño
material.
40 / Alberto Bovino
Vigencia de las garantías
constitucionales
Dr. Miguel Talento*
42 / Miguel Talento
ción Nacional, se dispuso que las declaraciones, pactos, convenciones y tra-
tados allí enumerados, suscriptos por la Argentina en materia de derechos hu-
manos, en las condiciones de su vigencia, tienen jerarquía constitucional, no
derogan artículo alguno de la primera parte de la Constitución y deben enten-
derse complementarios de los derechos y garantías por ella reconocidos. Igual
jerarquía se ha establecido a futuro para los demás tratados y convenciones
sobre derechos humanos que sean aprobados por ambas Cámaras del Congre-
so con el voto de las dos terceras partes de la totalidad de sus respectivos
miembros.
¿Cuál es el valor de todas esas disposiciones constitucionales en materia
de derechos humanos? Y me refiero a todas ellas, desde las de 1853 a las de
1994. Frente a cualquier norma jurídica, y vaya si las incorporadas en la
Constitución Nacional lo son, podemos formularnos tres preguntas: ¿son jus-
tas o injustas?; ¿son válidas o inválidas?; ¿son eficaces o ineficaces? Estos
criterios de evaluación son, según Bobbio2, independientes entre sí. El prime-
ro, la justicia, corresponde al problema de la mayor o menor correspondencia
entre la norma y los valores superiores o finales que inspiran un determinado
orden jurídico y dan lugar a la filosofía del derecho como teoría de la justi-
cia.
El problema de la validez es el problema de la existencia de la regla en
cuanto tal, con independencia del juicio de valor sobre su contenido de justi-
cia y da lugar a la filosofía del derecho como teoría general del derecho.
El problema de la eficacia es el problema de si la norma es o no cumplida
y, en el caso de ser violada, que se la haga valer por medios coercitivos. Esta
cuestión da lugar, dentro de la filosofía del derecho, a la sociología jurídica.
No tenemos dudas en afirmar que las garantías constitucionales son justas
por ser el resultado del proceso histórico que vivió nuestro país como Nación
desde su organización nacional y responden a las aspiraciones de nuestra co-
munidad.
Tampoco dudamos de su validez dado el origen del órgano que las emitió,
expresión de la soberanía popular.
Sin duda, el problema irresuelto es el de la eficacia que remite a la cues-
tión de quién es o quiénes son los destinatarios de las normas que han esta-
blecido las garantías consagradas en el texto constitucional.
2 Norberto Bobbio, Teoría general del derecho, Editorial Debate, Madrid, 1996, págs. 33 y ss.
44 / Miguel Talento
de los jueces la determinación del monto de la reparación o establecer una es-
cala tarifaria.
Me pronuncio por la certeza de la garantía estatal, lo que implica la nece-
sidad de establecer legislativamente a nivel nacional la responsabilidad patri-
monial del Estado frente a todo ilícito que vulnere las garantías constitucio-
nales, con carácter solidario a la de sus autores o partícipes, y que dicha re-
paración sea integral, compensatoria de todos los daños materiales y morales
padecidos por la víctima y/o derechohabientes y lo más inmediata posible.
Consideraciones atinentes a la solidaridad social motivan esta postura.
La temática requiere entender las limitaciones con las que nos encon-
tramos en la Ciudad de Buenos Aires. Primero que nada, tenemos que enten-
der que cuando nos referimos a víctimas del delito estamos abordando el tema
desde la perspectiva del Código penal.
Nosotros, por la Ley Cafiero Nº 24.588, carecemos de las facultades que
tiene cualquier provincia de hacer Códigos de procedimientos y de tener tri-
bunales penales para que apliquen ese Código Penal. En consecuencia,
actualmente desde la Ciudad de Buenos Aires no podemos intervenir activa-
mente en lo que sería la modificación de las normas para posibilitar un rol
más activo de la víctima en el marco del proceso penal. Está fuera de nues-
tras tareas poder dictar nuestros Códigos de procedimientos y tener nuestros
propios jueces en la práctica de la justicia penal. No podemos participar en lo
que sería, desde mi punto de vista, la modernización o aplicación de los cri-
terios más modernos en materia de derecho penal en este aspecto. Por eso,
propiciamos la derogación de los artículos 7, 8 y 10 de dicha ley y, en este
sentido, es muy auspicioso que por primera vez desde la autonomía de la
Ciudad se hayan unido veinticinco diputados por la Capital (pertenecientes a
diferentes bancadas) para firmar los proyectos de derogación.
Sin embargo, la Ciudad no es ajena a prestar atención y asistencia a la víc-
tima, y aquí me refiero específicamente a “víctima de delito”, porque también
podemos hablar de “víctima” en sentido amplio, y allí observaríamos una
curiosa superposición de personas que son víctimas en general, porque son las
46 / Alejandra Tadel
personas más excluidas dentro de esta sociedad, pero vamos a acotar, en este
caso, el análisis a las víctimas de delito, haciendo la diferenciación entre deli-
tos cometidos desde el Estado, por abuso de poder de agentes dependientes
del mismo, y delitos comunes cometidos por particulares.
La Ciudad de Buenos Aires, a pesar de que no tiene directa competencia
para intervenir en el tema, no ha permanecido ajena a la problemática de la
víctima.
Históricamente surgió un reclamo de los vecinos respecto del acer-
camiento de la justicia penal a los barrios. Si bien esto era una inquietud que
había experimentado el Ministerio Público de la Nación en el caso de la
Fiscalía de Saavedra, esta idea fue retomada por los vecinos de la Ciudad de
Buenos Aires con varios aspectos positivos; entre ellos, tener la fiscalía más
cerca rompe con todas estas lógicas que se ofrecen en tribunales, explicadas
por el Dr. Letner en su ponencia.
Si el fiscal está en el barrio, tiene forzosamente que recibir a los vecinos,
explicarles en qué estado está la causa, tiene que atender en un horario más
extenso que las 13:30, hora en que cierran los tribunales, para que los veci-
nos puedan acudir y plantear allí no sólo la denuncia sino también solicitar un
acompañamiento durante el proceso de instrucción de la causa. Es por eso que
se celebró en el año 2001 un convenio con el Ministerio Público Fiscal de la
Nación, convenio que está ratificado por la Ley Nº 614, por el cual la Ciudad,
sin tener en rigor la obligación, se compromete a proveer ayuda material para
el mantenimiento de las fiscalías (Convenio de Cooperación N° 4, publicado
en el BOCBA N° 1138 del 22 de febrero de 2001)
Dicha ayuda comprende el alquiler del inmueble y la provisión de distin-
tos insumos que permiten que, aunque la fiscalía es nacional, funcione en el
barrio.
La primera fiscalía instalada a partir del convenio fue la Fiscalía de
Saavedra, extendiéndose luego a las Fiscalías de La Boca y de Pompeya
(Actas Acuerdo Complementarias de la Ley Nº 614 Nº 2 y Nº 10 respectiva-
mente).
Esta última fiscalía surgió a partir del reclamo y como pedido de los famil-
iares de víctimas de delito, especialmente de la madre de Ezequiel Demonty,
aunque en la zona había habido otros casos anteriores de víctimas de la
autoridad policial. Entonces, y particularmente en estos casos, el hecho de
tener la fiscalía cerca permite a los vecinos -que desconfían de la autoridad
48 / Alejandra Tadel
sores a ser querellantes, provoca una gran contradicción en el Ministerio
Público de la Defensa, porque los defensores además de que son, propor-
cionalmente, muchos menos que los fiscales, tienen recarga de tarea y son los
que defienden al acusado, y justamente entonces, resulta contradictorio otor-
garle al mismo Ministerio Público, que tiene una sola cabeza y que tiene un
funcionamiento vertical, el rol de la parte contraria que sería el de querellar.
Nosotros por eso consideramos que también es interesante que los abogados
que forman parte del convenio puedan asesorar y, en el caso de que la persona
quiera, acompañar en el rol de querellante a la víctima. Pero hay además
muchísimas otras cosas y otro tipo de asistencias que no son sólo las
económicas, que se le pueden dar a la víctima, no para evitarle haber sido víc-
tima pero sí para tratar de minimizar, en lo posible, todo dolor y toda la pér-
dida que implica haber sido víctima de un delito.
Quiero decir que coincido con el principio de oportunidad explicado por
el Dr. Letner y que, si bien la Ciudad tiene un equipo interdisciplinario de
mediadores que funcionan en los Centros de Gestión y Participación y atien-
den conflictos entre vecinos (y también mediadores escolares, formando para
ello a los propios alumnos), me asusta un poco pensar en la mediación para los
delitos que se producen en el ámbito familiar. Parecería que se pretende mini-
mizar este tipo de delitos, los relacionados con la violencia doméstica, al pen-
sar que todo se puede resolver con una adecuada mediación entre agresor y
agredido. Más bien me parece que es más que importante, en estos casos, crear
conciencia de que esto es muy grave, de que son delitos y de que hay víctimas
de los mismos que probablemente requieran apoyo institucional (aseso-
ramiento legal, tratamiento psicológico, refugios, etc.) independientemente de
lo que se pueda hacer por la resocialización y tratamiento del delincuente.
Finalmente quería decir que estamos trabajando con la Dirección de la
Mujer también reconociendo los límites de no poder formar parte del tema
penal nacional, en algún tipo de contención de víctimas de delitos sexuales. En
estos casos suele ocurrir que, el hecho de hacer la denuncia, los sucesivos
exámenes médicos, etc., revictimiza generalmente a la mujer (sin descontar
que podría ser también un hombre quien sufriera este tipo de delito).
Estamos trabajando en todo esto pero no es fácil, ya que tenemos que con-
siderar que todo lo que hacemos en la Ciudad luego tendría que ser válido co-
mo prueba en un ámbito ajeno, que sería el de la Justicia Nacional. Estamos
trabajando para generar redes, para que el estudio médico se realice inme-
50 / Alejandra Tadel
Modelos de intervención en casos
de violencia contra la mujer
Lic. Dévora Tomasini*
52 / Dévora Tomasini
a diferencia de otras instituciones, el gran desafío que nosotras estamos inten-
tando -con mayor o con menor éxito- es que no existan miradas recortadas
por los diferentes saberes de cada disciplina sino, por el contrario, intentamos
construir diagnósticos y estrategias únicas de abordaje elaborados en forma
conjunta y basados en las distintas aportaciones teóricas de las profesionales
intervinientes.
Lo contrario sería entender a las personas como si fueran compartimentos
estancos, como si en realidad cuando hablamos de un sujeto que padece vio-
lencia, no nos estuviéramos refiriendo a una persona integral, indivisible, que
está padeciendo en todas y cada una de las áreas de su vida. Estamos hablan-
do de personas que desde su padecimiento van construyendo su subjetividad,
estamos hablando de personas que han sido vulneradas en sus derechos hu-
manos, estamos hablando -en definitiva- de personas a quienes la violencia
les atravesó su condición de existencia. Con lo cual, lo que nosotras hacemos
es un diagnóstico único donde intervienen las tres disciplinas, tratando de mi-
rar al sujeto como un todo. Y, a su vez, teniendo en cuenta que se trata de mu-
jeres que están sujetadas a una cultura -esto es, habladas por una cultura- que
comprende un conjunto de creencias y valores que les son propios y que de-
finen los modos de vivir y relacionarse de los sujetos en sociedad.
Contamos con nueve centros integrales que brindan asistencia psicológica,
legal y social. La asistencia psicológica brindada puede ser individual o grupal,
dependiendo del caso. Esta diferenciación responde a que en determinadas cir-
cunstancias la persona requiere, en un primer momento, abordar su problema
de manera individual y luego se la integra al grupo. Para nosotras es prioritaria
la asistencia psicológica porque las mujeres vienen con un proceso muy fuerte
de aislamiento, producto de la violencia familiar pero, además, ésta también
produce una indefensión aprendida a partir de tantos años de maltratos.
En situaciones de extrema gravedad contamos con el Refugio Mariquita
Sánchez, donde se brinda asistencia y alojamiento, apoyo psicológico, patro-
cinio jurídico gratuito y se desarrollan actividades que apuntan a lo promo-
cional, para que las mujeres puedan volver a insertarse en el mercado laboral,
volver a rearmar vínculos sociales y familiares. En relación con esto último,
uno de los fenómenos más fuertes que se producen en las situaciones de vio-
lencia familiar, es que las mujeres terminan rompiendo sus relaciones con la
familia de origen, en función de esta coerción permanente que tienen con la
relación de pareja.
54 / Dévora Tomasini
Victimología hoy, estrategia frente a
las nuevas modalidades delictivas
Dr. Eugenio Freixas*
56 / Eugenio Freixas
La preocupación exclusiva por el delincuente ha conducido a las institu-
ciones a desatender a la víctima y en muchos casos a revictimizarla a través
de la intervención de las agencias estatales.
Materializado el delito, la víctima no encuentra acabada satisfacción en la
puesta en marcha de los mecanismos de la justicia penal. Su asistencia exige
recursos interdisciplinarios por parte del estado.
La comisión de un delito trae aparejado un conflicto social cuya resolu-
ción necesita de la intervención de distintas disciplinas para abarcarlo en for-
ma completa.
La paz social que se alteró podrá restablecerse integralmente cuando la
víctima logre superar -en la medida de lo posible- el daño causado. No alcan-
za con que el Estado logre satisfacer su pretensión punitiva ante el ordena-
miento jurídico alterado. La víctima no debe quedar al margen, necesita de la
asistencia que evite o morigere las consecuencias del miedo, el desamparo, la
ignorancia, la pérdida de tiempo -cuando no el maltrato-, que constituyen has-
ta ahora consecuencias previsibles para ella tras la comisión de un delito, co-
mo consecuencia de la actividad que despliega el Estado para investigar la in-
fracción y procurar la sanción de los responsables.
Idéntico panorama se puede apreciar en relación con los testigos. Tanto
aquellos convocados formalmente como los que no han sido individualizados
se sienten desprotegidos y temerosos, conspirando esa situación contra el es-
clarecimiento de los delitos e incrementando la sensación de inseguridad.
La asistencia, con un enfoque clínico-criminológico, implica una labor de
individualización en relación con cada caso, de manera que permita advertir
la situación por la que atraviesa la víctima, su historia y, en especial, las le-
siones sufridas como consecuencia del delito.
La comprensión de la situación de sufrimiento en la asistencia a la vícti-
ma constituye un factor esencial a la hora de proporcionar una asistencia efi-
caz. La víctima se encuentra humillada socialmente como consecuencia del
delito. Sufre físicamente, emocionalmente y moralmente el aislamiento y la
desorganización, que la conducen al autoconfinamiento, a la desconfianza y
al temor a una nueva victimización.
En estas condiciones, la asistencia victimológica debe comprender diver-
sos momentos y niveles que corresponde que intervengan en forma integral:
un primer nivel lo constituye el asistencial-terapéutico. Un segundo nivel es
el de orientación e información.
58 / Eugenio Freixas
objeto de interés concreto en lo que concierne a la situación de la víctima y a
su asistencia por parte del Estado pese a la extensión del daño que padecen.
Ello se debe en parte a lo dificultoso de su visualización -dificultad que
contribuye, además, a que la investigación penal no reciba el impulso adecua-
do en estos casos- o a la dificultad que plantea desarrollar la actividad asis-
tencial cuando aún se sigue ejecutando el delito.
Todo ello lleva a establecer diferencias con los planteos asistenciales más
clásicos.
En general la Justicia Penal carece de la preparación y diseño adecuados
para hacer frente a la investigación y a las consecuencias de la delincuencia
organizada. Estos problemas se incrementan cuando, además, las organiza-
ciones son transnacionales y los hechos se cometen simultáneamente en di-
versas ciudades y países; con imputados y víctimas que poseen nacionalida-
des diferentes, emplean idiomas diferentes y la segmentación de la tarea de-
lictiva impide la visualización completa de la actividad ilícita.
Trata de personas
60 / Eugenio Freixas
riva en mayores dificultades en la relación de la víctima con la administración
de justicia.
Por ejemplo, es posible que la denuncia no sea adecuadamente compren-
dida debido a las dificultades para comprender el relato por parte de los ope-
radores judiciales
En definitiva, es claro que en razón de la vulnerabilidad que caracteri-
za a estas víctimas (ignorantes del idioma o la cultura del país, de los pro-
cedimientos judiciales y de los servicios a los que pueden recurrir), en es-
te tipo de procesos se incrementa el riesgo de incurrir en victimización se-
cundaria.
En los casos de contrabando de migrantes, o trata de personas, es posible
que las propias víctimas sean inicialmente tratadas como infractores, lo que
contribuye a desinteresarlas en informar o denunciar sobre la situación que
las damnifica. No es sencillo condenar a un responsable de la trata si se ha de-
portado a los testigos principales.
La posibilidad de que sean deportadas impide que las víctimas procuren
ayuda de los organismos estatales. De allí entonces que resulte trascendente
advertir tales circunstancias para permitir un desarrollo más eficaz de las in-
vestigaciones.
Marco Normativo
62 / Eugenio Freixas
d) Evitar todo contacto de la víctima infantil y la víctima con el delincuente
utilizando, por ejemplo, siempre que sea posible, recursos tecnológicos
con ese fin, durante las actuaciones judiciales.
e) Impedir la publicación prematura de las pruebas.
f) Proteger eficazmente la intimidad e identidad de la víctima infantil.
g) Suspender la prescripción del delito de abusos sexuales contra los niños
hasta por lo menos cinco años después de que la víctima infantil haya al-
canzado la mayoría de edad.
h) Promover y proporcionar la atención complementaria y la terapia para la
víctima infantil, financiadas por el delincuente, el producto decomisado
del delito y/o fondos especiales creados por los gobiernos.
i) Ofrecer atención a la víctima infantil del tráfico de personas en una institu-
ción abierta segura o un ambiente familiar.
Protección de Mujeres
Secuestros extorsivos
64 / Eugenio Freixas
Para afrontar adecuadamente esta situación es imperativo contar con pro-
gramas de protección de testigos, que contribuyan a asegurar la participación
del testigo, y permitan contar con la valiosa información que pueda aportar.
Una restricción en esta materia está constituida por los obstáculos finan-
cieros o presupuestarios. Sin embargo, a partir de la evaluación de la relevan-
cia del testimonio, la inclusión del testigo y de su núcleo familiar en un pro-
grama de protección se torna imprescindible para posibilitar el progreso de
investigaciones complejas.
Ello conduce a la reflexión sobre los criterios por emplear en la gestión de
este tipo de programas, especialmente en lo relativo a la inclusión del Testi-
go en el Programa o a su exclusión.
En nuestro país, a mediados de 2003 se creó el Programa Nacional de Pro-
tección a Testigos e Imputados (Ley 25.764), inicialmente con el propósito de
contribuir a la investigación más eficiente de los delitos de secuestro extorsi-
vo, aun cuando en la actualidad se considera su aplicación a otros tipos delic-
tivos.
El programa constituye una reglamentación de los deberes impuestos tan-
to en la Convención Interamericana contra la Corrupción, aprobada por la ley
24.759, como en la Convención Internacional Contra la Delincuencia Orga-
nizada Transnacional, aprobada por la Ley 25.632. La primera, en el sentido
de proteger (incluso la identidad) a los funcionarios públicos y ciudadanos
particulares que, en un caso, denuncien de buena fe actos de corrupción. La
segunda, propiciando la protección eficaz contra eventuales actos de represa-
lia o intimidación a los testigos y a sus familiares y demás personas cercanas
cuando proceda.
Entre las medidas que se consideran aplicables se cuentan la reubicación
y, cuando proceda, la prohibición total o parcial de revelar información rela-
tiva a su identidad y paradero; y la utilización de tecnologías que permitan
que se proporcione el testimonio sin que se ponga en peligro la seguridad del
testigo.
En definitiva, la detección del crimen organizado y la efectiva imposición
de las leyes deben ser complementadas con un enjuiciamiento exitoso. Para
obtener la condena de miembros de organizaciones criminales es factor esen-
cial la cooperación de la gente.
Los testigos deben tener la certeza de que al proporcionar su testimonio,
ni su vida ni su propiedad, o la de su familiar, estarán en riesgo.
66 / Eugenio Freixas
Ley de violencia familiar
Prof. Ana Suppa*
68 / Ana Suppa
doméstica es un potente abono para el desarrollo de la violencia en general y
desde esta perspectiva trasciende el interés y derecho de las víctimas concre-
tas y se transforma en el interés de la comunidad toda.
A fines del año pasado la Legislatura sancionó una ley para la prevención
de la violencia familiar y para brindar protección y asistencia a las víctimas.
Fue un proyecto largamente debatido en el seno de la Comisión de Mujer y
recibió aportes de innumerables sectores que lo fueron enriqueciendo y per-
feccionando.
Sin duda, los tribunales que deben entender en la aplicación de una ley lo-
cal de Violencia Familiar son los Tribunales de la Vecindad con especializa-
ción en materia de violencia familiar y doméstica. Lamentablemente estos tri-
bunales aún no se han creado y, por ello, el proyecto de ley sancionado esta-
blecía que hasta tanto los mismos fuesen puestos en funcionamiento, se ha-
rían cargo de los casos de violencia familiar los tribunales nacionales.
La ley fue vetada con el cuestionable argumento de que los tribunales na-
cionales se encontrarían con dos leyes de violencia familiar, una de origen na-
cional y la otra de origen local y que esto generaría conflictos en relación a
cuál de las dos leyes aplicar. Estos argumentos resultan objetables pues am-
bas leyes no sólo no son contradictorias sino que se complementan, pues apli-
cándose la ley local se está aplicando de hecho también la ley nacional con el
agregado de un procedimiento que reconoce las características específicas de
la Ciudad. Pero más allá de esto, creo que la objeción del Poder Ejecutivo
puede ser zanjada dado que el único artículo vetado es el que establece la
competencia transitoria de los tribunales nacionales, manteniéndose intacto y
sin objeciones todo el resto de la Ley.
Por ello, apenas tomé conocimiento del veto, decidí presentar un nuevo
proyecto que recoge el texto del anterior con algunas pequeñas modificaciones
que a mi juicio lo mejoran y que establece la competencia del Fuero Conten-
cioso Administrativo y Tributario de la Ciudad de Buenos Aires en las causas
de violencia familiar, hasta tanto se organicen los Tribunales de la Vecindad.
Hace pocos días una mujer fue brutalmente golpeada y violada en una al-
cantarilla, en una zona que está en el límite entre la Ciudad y la Provincia. Es-
to generó que, además de todos los padecimientos atravesados, la víctima se
encontrara con que no le tomaban la denuncia porque no se ponían de acuer-
do en cuál jurisdicción debía intervenir.
Esto también ocurre en la Justicia, donde muchas veces se discute cuáles
70 / Ana Suppa
La atención a la víctima en el marco
de una política de derechos humanos
y de reconstrucción del vínculo social
l. Área Jurídica:
– Hacer saber a la víctima de manera sencilla y accesible sus derechos.
– Recepcionar y tramitar denuncias.
– Realizar un acompañamiento del procedimiento judicial.
– Propiciar una instancia de mediación sólo en los casos que pueden admi-
tir este tipo de procedimiento.
2. Área Psicológica:
– Contener a la víctima y a su grupo familiar en la situación de crisis.
– Recomendar y/o implementar tratamiento en caso que sea necesario.
3. Área Social:
– Trabajar junto con la persona afectada y su grupo familiar las posibles so-
luciones a los problemas sociales ocasionados por el delito.
– Gestionar el acceso a los recursos disponibles, tanto estatales como no gu-
bernamentales.
72 / Mara Brawer
en una situación de vulnerabilidad, en tanto el delito provoca una alteración
significativa en sus condiciones de vida.
En su búsqueda de justicia, debe enfrentarse a un procedimiento judicial
que desconoce, en el que participa sólo en calidad de testigo, desconoce los
derechos que la asisten, siente temor por la represalia de la que puede llegar
a ser objeto con motivo de la denuncia. Presenta inquietudes tales como cuál
va a ser el plazo de resolución de la causa, si es necesario que contrate un abo-
gado, si el imputado se encuentra detenido, entre otras.
La persona sufre consecuencias graves y en ocasiones irreparables, entre
ellas:
74 / Mara Brawer
El ejercicio efectivo de la ciudadanía, entendida como el conjunto de prác-
ticas jurídicas, políticas, económicas, culturales que definen a una persona
como miembro competente de una sociedad, requiere de un aprendizaje. Y es
responsabilidad del estado promover la reflexión sobre el significado e im-
portancia de la vigencia de los derechos humanos, sobre los derechos que se
ejercen cotidianamente, los que son vulnerados y sobre las posibilidades que
están al alcance de los ciudadanos para ejercerlos plenamente. En la medida
en que los ciudadanos conozcan sus derechos y los procedimientos para ha-
cerlos efectivos, y en la medida en que incrementen sus niveles de organiza-
ción comunitaria, estarán en mejores condiciones de defenderlos y reclamar-
los con mayor determinación y fundamento.
Y en nuestro contexto actual, en el que la profundización de la desigual-
dad y la exclusión de amplios sectores de la población ponen al descubierto
-a la vez que acentúan- un proceso de deterioro de los vínculos que dan sen-
tido y mantienen unidos a los sujetos dentro de una sociedad, el fortaleci-
miento de la ciudadanía no puede soslayar la necesidad de reconstrucción del
vínculo social.
En una sociedad fragmentada como la nuestra, la reconstrucción del vín-
culo social es condición para que el reclamo de un grupo no resulte indiferen-
te, o más aún, excluyente, en tanto niega los derechos de los otros.
Por el contrario, el respeto a los derechos humanos presupone que la legí-
tima defensa de los propios derechos sea ejercida en el marco del reconoci-
miento y respeto de los derechos de los demás y de un “mínimo de necesida-
des y oportunidades aseguradas para todos”.
Por este motivo, otro eje que orienta el trabajo de este Centro consiste en
la idea de que la atención a la víctima se integra a una política de reconstruc-
ción del vínculo social.
Esta perspectiva supone tomar una fuerte distancia de posturas que pro-
fundizan la polarización víctima-agresor. Enfatizar la importancia de garanti-
zar los derechos de la persona que ha sido víctima no conlleva el detrimento
de los derechos de la persona que cometió el delito.
La universalidad de los derechos humanos significa que éstos son válidos
para todas las personas y en todas las circunstancias, aun para aquellas que
han infringido la ley. Por supuesto que quienes cometen un delito deben ser
juzgados atendiendo a un conjunto de normas que rigen el proceso penal.
Para finalizar, destacamos la importancia de que la asistencia a la víctima
76 / Mara Brawer
BUENOS AIRES PIENSA
Conferencia:
“Las víctimas en
el neoliberalismo”
Realizada el 8 de noviembre de 2004
80 / Elías Neuman
sobre la opinión pública -más que de ésta, hoy deberíamos hablar de “opinión
publicada”, capaz de convertir el escándalo en espectáculo y en tender telo-
nes de niebla con la finalidad ulterior de pasar sobre las cosas que realmente
importan…-. En tal sentido, da la impresión que el hambre no vende en los
medios. Y se trata ¡del hambre sin tapujos! que no es estado de desnutrición
como dicen algunos organismos internacionales y algunas monografías pres-
cindibles, si no el que se incrusta en los seres humanos con los efectos de una
extraña droga, que duele físicamente y que, en nuestro país, conduce a la
muerte de decenas de cientos de personas, sobre todo niños y ancianos, sin
pensar en las secuelas de minusvalías síquicas y físicas que acarrea, en espe-
cial a los niños.
Si bien la inseguridad es una violencia de otro tipo, sería bueno analizar
cómo es que hemos llegado a estas circunstancias. Cuando se habla de inseguri-
dad inmediatamente se piensa en los delitos callejeros y urbanos, cometidos por lo ge-
neral por la gente de abajo. En México dicen que ésta es una forma de tener la mirada
siempre hacia abajo, lo que no permite “voltearla” hacia arriba porque, si así lo hiciéra-
mos, tendríamos en Latinoamérica la posibilidad de advertir que existe una violen-
cia enorme y extendida como es la que emerge de los delitos de corrupción y
soborno que se pergeñan entre las alfombras rojas de ministerios, financieras,
bancos. Y allí están también los grandes fraudes administrativos con moneda,
construcciones faraónicas, compras y ventas de bienes del Estado o que el
Estado no debería vender ni privatizar.
Hay una cantidad enorme de delitos white collar de extrema violencia por
sus efectos en el entramado social. Cabe añadir los grandes tráficos de nues-
tra era. Debemos mencionar en principio el de drogas -en que se venden se-
res humanos a la droga y no al revés-; el de armas de todo tipo; o el de san-
gre humana; de mujeres; de prostitución infantil; y se habla del de órganos…
Y habrá que mencionar delitos no convencionales como el de polución de la
tierra, el agua y la atmósfera; los delitos tecnotrónicos; los de falsificación de
medicamentos y alimentos; los de instigación al odio racial, religioso, políti-
co y de sexo, incluso a través de los medios de comunicación. Una cantidad
enorme de delitos de una violencia inusitada que sin embargo han sido esca-
moteados o no están dentro del ámbito de conocimiento público. Y cuando
por razones de arcana índole llega a caer algún delincuente económico en el
ejido de la justicia y la pena, no pasará a ser alojado en las mismas cárceles
y, si en todo caso, llegan a ellas, serán alojados en lo mejor de lo peor.
82 / Elías Neuman
cunstancia”-. Una justicia verdadera y no una justicia victimizante como la
que poseemos tiene, en primer lugar, el deber de juzgar seres humanos y no
meros expedientes. Personas con su problemática individual y social, es de-
cir, sus circunstancias.
Hay personas que se encrespan cuando se habla de estas cosa porque, se-
gún se observa, para el criterio que sustento, el delincuente no deja de ser per-
sona. Prefieren la comodidad discriminatoria de seguir pensando en focetas
occipitales, licencefalias, cromosomas, peligrosidad social y no se detienen
siquiera en dar un paso sobre la vulnerabilidad de tantos seres. Prefieren no
advertir la problemática social de esas personas que vengo someramente des-
cribiendo, que las lleva en múltiples casos a lanzarse por el atajo de las adic-
ciones y de la delincuencia.
Cuando se investiga a los reformatorios, así llamados genéricamente, aun-
que en realidad son “deformatorios” de la personalidad del chico pues sólo
sirven para subrayar el encono social que traen, cual si se tratase de la mate-
ria prima de una gran industria que se denomina “delincuencia”, de la que vi-
vimos muchas personas, aunque algunas luchando en su contra, vemos que
esos jóvenes son siempre de los sectores más desprotegidos de la sociedad.
Esos reclusorios siempre están poblados de chicos morochos, que parecen
clonados. Al menos sus vidas lo son.
Hace unos años, en ocasión de participar en unas jornadas criminológicas,
visité muy cerca de la ciudad de Corrientes la llamada “Colonia Hogar Gene-
ral San Martín”. Resulta lamentable que el nombre del padre de la patria se
ligue a una suerte de pocilga tan deprimente, donde se albergaban más de
ciento cincuenta jovencitos, en su mayoría transgresores penales, pero tam-
bién aquellos que los jueces han decidido disponer por no tener recursos ni
otro sitio más adecuado. Eran chicos sin hogar a los que se aplicaba la vieja
cantinela de “situación de riesgo” para llevarlos al “riesgo aniquilante” de sus
personas y había también, chicos díscolos cuyos padres los llevaban para que
los contengan allí.
Quien se decida a investigar en nuestro país, verá a esos mismos jóvenes
en seccionales policiales, en las horribles Alcaidías de las provincias patagó-
nicas, las mazmorras de la provincia de Buenos Aires o en la provincia de
Córdoba, donde además de chicos de la calle hay chicos que viven en las al-
cantarillas del río Suquía y, si tienen cuentas con la justicia, van a dar a la lla-
mada “cárcel de menores”. Entretanto la Constitución Nacional en el art. 75
84 / Elías Neuman
todo el mundo, que tienen una sonrisa de acrílico que nosotros no exhibimos,
visten mejor que los jueces, que los fiscales y que, para terminar la figura di-
ría que también van a los programas de televisión que sus empresas auspician
y se enojan terriblemente hablando del robo de pasacasettes. (Advierto que
estoy trazando una figura más o menos gráfica y que no se la debe ver como
lombrosiana…)
Concluyamos, pues, que no sabemos qué es la “readaptación social”, ello
al margen de no conocer readaptados, salvo algún caso donde había una fa-
milia muy fuerte que esperó, sostuvo y alentó al egresado de la prisión. Una
cosa es segura, la readaptación social se vinculó durante muchos años al he-
cho del trabajo carcelario y se decía en cierta época, no sin razón para aquel
entonces, que el individuo que engendrara en la cárcel una vinculación seria
con el trabajo o que se robusteciera en ella, al volver a la libertad iba a tener
de donde asirse y, por ende, encontrar una posibilidad de salir del delito. To-
do esto, como dije al principio, estaba dado para un sistema capitalista de pro-
ducción, donde, claro está, eran bienvenidos los operarios pues constituían un
eslabón imprescindible de la cadena de producción.
Pero, ¿qué ocurre en el capitalismo financiero de hoy? En la realidad con-
creta de nuestros días sería algo así como enseñarles a trabajar o a robustecer
el ánimo de trabajo para que luego, ya en libertad, deambulen días y días sin
conseguirlo, del mismo modo que no lo logra casi nadie en extramuros.
La readaptación social del delincuente ha sido y hoy se advierte de mane-
ra elocuente, una falacia que pasa a integrar un lenguaje sobrentendido, sim-
bólico y sin contenido. Además la readaptación social figura en la ley y las le-
yes, según se sabe, suelen ser excelentes en el papel. Insisto, allí donde se
efectúe una investigación de campo ¡tan sólo una! nos permitirá advertir que
la realidad ensucia todas las cosas y las leyes pasan a ser peticiones de prin-
cipio. Fíjense lo que nos pasa con lo único que tenemos de primer mundo en
nuestro país: el art. 75 inc. 22 de la Constitución Nacional, que regula nada
más ni nada menos que los Derechos Humanos del hombre, la mujer, los ni-
ños y jóvenes. Cabe abrigar la convicción de que esos derechos humanos se-
rán fundantes de una democracia consolidada y estable en el país cuando se
apliquen de modo irrestricto.
Todo conduce a replantear la misión (o, al menos, la nueva postura a adop-
tar) del hombre de derecho. La Constitución Nacional ampara a los Derechos
Humanos que deberían constituirse en la doctrina social y política de nuestra
86 / Elías Neuman
bro “SIDA en prisión: un genocidio actual-. Un amigo común me llevó a co-
nocer al funcionario.
Mi primera pregunta fue: -Dr. ¿cuál es la política que tiene México en ma-
teria de drogas ilícitas?
Muy rápidamente me contesta: -Pues, no tenemos políticas.
Entonces le dije: -Creo que mi pregunta siguiente va a resultar sobreabun-
dante: ¿cuál es la política de México en materia de SIDA en prisión?
Y en su respuesta reiteró: -No tenemos política...
Me incorporé. Le dije: -No quiero tomar su tiempo, aunque lo que resta-
ría es preguntarle: ¿por qué no tienen política?
Contestó rápidamente, mientras me invitaba a reponerme en la silla: -pues
esa es la pregunta mi amigo. No tenemos política porque esa es nuestra polí-
tica. Lo nuestro es la política de la no política…
Sentí como una especie de impacto especial. Creo que el secretario captó
mi asombro y me dijo: -Le he preparado este libro, que no podrá salir de aquí,
para que se informe y luego seguiremos platicando.
El libro que me alcanzó era una suerte de programa del Banco Mundial.
Mi anfitrión me invitó a tomar asiento en un sillón y a leerlo por el tiempo
que lo deseara, mientras quedó hablando con nuestro amigo común. Era un li-
bro de excelente encuadernación, de tapas azules y su texto y contenido vol-
cado en inglés y castellano. Voy a dividirlo en tres grandes capítulos por sen-
tido elemental de síntesis.
El primer gran capítulo traía una historia muy detallada de la irrupción del
SIDA desde el año 1980 al año 1995 y las diversas teorías de las razones de
esa irrupción que, en un principio se achacó, según se sabe, a la promiscui-
dad homosexual.
Un segundo gran capítulo en que aparecían todos los hallazgos de los labo-
ratorios, me refiero a las formas de monitorear la enfermedad para detectarla, los
análisis Elisa y Wester Blot y a los antiretrovirales para el tratamiento. Allí apa-
recía cada medicamento junto con el laboratorio que lo producía, la explicación
de la acción terapéutica correspondiente y, en todos los casos, puntualmente, su
precio. Así, un larguísimo listado. Se tomaba, por ejemplo, la tercera etapa de la
seropositividad y cómo debería ser aplicado el cóctel de drogas agregando el tra-
tamiento médico y su precio eventual y, por último, los procesos y gastos que
demandaban las enfermedades huéspedes, el régimen alimentario calórico que,
en su caso, debía recibir el paciente con su correspondiente costo.
88 / Elías Neuman
apoyo interdisciplinario, de múltiples personas dedicadas a la problemática
de seguridad y delito.
Se creó “Policía para la Democracia” como una institución transitoria o
provisoria. Cuando se logró el nivel que se consideró adecuado y una inme-
jorable relación con el pueblo, cesó su existencia. Lo mismo ocurrió con
“Jueces para la Democracia” en Madrid.
En la Argentina, desde 1983 a la fecha, la política llevada a cabo por los
distintos gobiernos fue la de pactar con la policía de la dictadura, es decir, re-
cibirla tal cual venía. No se encaró por político o proyecto alguno el cambio
estructural e ideológico que, con la ayuda de todos, la policía y el pueblo to-
do, requieren. Continúa la violencia policial autoritaria y temida a la vez que
se ahondan las dicotomías con la enorme mayoría de la población.
Pero ¿cómo opera el pacto y qué quiere decir pactar con la policía?
¿Cuáles son los intereses y los fines que se persiguen para que los políti-
cos desde el poder pacten con la policía? Con un entusiasmo demoscópi-
co fui de los que creí, en su momento, que se trataba de mera desidia o un
garrafal olvido, eso de no propiciar el cambio estructural de la policía vio-
lenta y delictiva. Pero, a poco andar, advertí que cualquier intendente del
más lejano e ignoto pueblo sabía con qué policía contaba y así también
gobernantes de provincia y de la Nación y ese laissez faire y ese dejar pa-
sar tenía una urdimbre acuciosa, severa y dramática más allá de lo espera-
do y que cabría estudiar detenidamente.
¿En qué consiste el pacto? Se trata de un guiño sobreentendido y, a veces,
una decisión concreta, pero consensual, que emana del poder para el logro in-
mediato de los medios de control social. Los términos son, con un más o un
menos: “señores, si nos vemos en la necesidad de reprimir, ustedes deberán
acudir inmediatamente y seguir las órdenes que impartamos y, hasta un cier-
to punto, si sienten que técnicamente tienen que hacerlo, quedan facultados a
proceder, hasta nuevo aviso… Nosotros a su vez cerramos los ojos, sellamos
los labios, para que puedan continuar con aquellos ‘negocios tradicionales’ de
buena parte de sus jefes”. Palabra más o menos, en eso consiste el espíritu de
este pacto espurio.
Hay todo un proceso que se está siguiendo en la actualidad en el que se
advierte que el gobierno de la Nación y el de la Provincia de Buenos Aires se
decidieron por no pactar. Restaría saber cuáles son los programas de política
criminal o criminológica que se piensa instrumentar, tenemos derecho a sa-
90 / Elías Neuman
Fue entonces que con un grupo de seis colaboradores decidí realizar una
investigación de campo, investigando en las cárceles de Sierra Chica, Merce-
des, Olmos, Batán, Devoto y Caseros, a los futuros recipiendarios de esa pe-
na de muerte extrajudicial, o sea, a los delincuentes “de la pesada”. Ellos de-
cían, concreta y unánimemente: “mire, antes salíamos a hacer un trabajo y si
perdíamos nos encanutaban, ahora la policía sale de fierros y nosotros tam-
bién”. En los reclusorios mexicanos y en la desaparecida prisión de Carandi-
rú, en San Pablo, oí similares versiones.
La interpretación que realizamos venía a ratificar que “la violencia engen-
dra más violencia”. Es una guerra donde mueren delincuentes, policías pero
también mirones, transeúntes y rehenes. En segundo lugar debiéramos dete-
nernos a meditar ¿quién engendró esta violencia, la policía o los delincuen-
tes? Y en tercero, advertir, sobre todo en tiempos en que se presume que la
solución está en leyes severísimas, que frente a una pena de muerte aquí y
ahora, donde no hay acusación ni juicio previo, los delincuentes no se disua-
den, no se intimidan, sino que deciden responder con sus armas y causan nue-
vas muertes (de policías). Es la guerra…
Vivimos en tiempos en que políticos de diversas extracciones en nuestro
país y en otras latitudes manipulan al sistema penal como una nueva forma de
obtener sufragios, demostrando una teatral fortaleza. Cuanto más débiles y
banales son sus programas políticos y de acción social, aparecen como más
severos, incluso en el gesto. Hablan de leyes represivas para reforzar ciertas
tesis de tolerancia cero y de mano dura que el Manhatam Institute proclama
en su venta de tecnología. Pero han hecho creer a muchos de nosotros la fa-
lacia de que a través de la represión se pueden solucionar problemas sociales.
Sin embargo, nunca ha ocurrido así en la historia de la criminalidad y, ade-
más, la prevención especial y general que, se dice, dimana de la ejecución de
la pena resulta hoy -lo fue siempre- tan falaz como el discurso de la readap-
tación social del delincuente.
Hoy, resultan precisos y contundentes otros argumentos ávidos de reali-
dad. Cabría explicar que no es la pena más draconiana la que puede disuadir,
sino el pleno empleo. Los gobernantes tendrían que estar abocados funda-
mentalmente a eso, para que sea posible retornar a la dignidad del trabajo.
Faltaría hablar de otra pena de muerte, la que se produce en las cárceles,
el “gatillo fácil carcelario”, que resulta más fácil pues los delincuentes están
a la mano y muchos los consideran ex hombres o simples categorías legales
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capa de la inseguridad ciudadana. Esa represión recae sobre millones de per-
sonas de abajo que sólo por ello interesan al neoliberalismo, ya que su rein-
clusión social resulta problemática y, por lo tanto, es necesario su control so-
cial. Todo lo cual es funcional al sistema.
Por último, muy sinceramente quiero decirles que no he venido a hablar
aquí para incomodar a nadie sólo, según dije al principio, a ayudarnos a pen-
sar. Pero si entre ustedes, alguien se ha sentido incómodo, junto a mis discul-
pas le rogaría que recuerde aquellos versos del gran poeta norteamericano
Walt Whitman que cierran un poema, diciendo: “Si vas a un desfile y un sol-
dado equivoca el paso, no lo juzgues, no te burles, no te rías, puede estar es-
cuchando otros tambores”. Gracias.
Jefe de Gobierno
Aníbal Ibarra
Vicejefe de Gobierno
Jorge Telerman
Jefe de Gabinete
Raúl Fernández
Subsecretaria de
Derechos Humanos
Gabriela Alegre