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Condición Humana

Marco o estructura fija en la que se desenvuelve la vida humana.


Sartre considera que no existe la o naturaleza humana. Esto quiere decir que en nosotros no encontramos unos rasgos fijos que determinen el
ámbito de posibles comportamientos o el de posibles características que podamos tener. Para muchos autores esta afirmación es exagerada: por poner
dos ejemplos muy distintos, desde las teorías religiosas se defiende que el hombre, todo hombre, tiene un alma y que ésta es precisamente su
naturaleza; desde las teorías naturalistas como la de la biología se indica que nuestra constitución genética y biológica se realiza en lo fundamental
del mismo modo en todos los hombres de todos los lugares y de todas las épocas. Sartre rechaza la existencia de una naturaleza espiritual o física que
pueda determinar nuestro ser, nuestro destino, nuestra conducta. Para él el hombre en su origen es algo indeterminado, y sólo nuestras elecciones y
acciones forman el perfil de nuestra personalidad. Pero con estas afirmaciones Sartre se enfrenta a un problema: si no existe una naturaleza común a
todos los hombres, ¿por qué llamamos hombres a todos los hombres?, ¿en qué nos fijamos para reconocer en el otro a un semejante? Seguramente
preocupado por estas dificultades en “El existencialismo es un humanismo” introduce el concepto de “condición humana” (que para algunos
intérpretes viene a ser un remedo de la noción de esencia o naturaleza): la condición humana, nos dice, es “el conjunto de los límites a priori que
bosquejan su situación fundamental en el universo”. Estos límites son comunes a todos los hombres; es el marco general en el que invariablemente se
desenvuelve la vida humana. Resume este marco básico de la vida humana en los puntos siguientes:
1. estar arrojado en el mundo;
2. tener que trabajar;
3. vivir en medio de los demás;
4. ser mortal.
Todo individuo, toda sociedad, se ha tenido que enfrentar a estos hechos inevitables y ha resuelto de distintos modos los problemas vitales a los
que conducen. Con estos cuatro puntos Sartre se refiere a la inevitable sociabilidad humana, a la inevitable libertad en la que vive el hombre y a la
inevitable indigencia material de nuestra existencia, indigencia que obliga al trabajo y a las distintas formas de organización social que sobre el
trabajo se levantan. La existencia de la “condición humana” es lo que puede hacernos comprensibles los distintos momentos históricos y las vidas
particulares; aunque los proyectos humanos sean distintos no nos son extraños porque todos son formas de enfrentarse a estos límites. En este sentido
todo proyecto, por muy individual que parezca, tiene un valor universal: “hay universalidad en todo proyecto en el sentido de que todo proyecto es
comprensible para todo hombre”.
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA - SARTRE
EXPOSICIÓN DE SU PENSAMIENTO: CONCEPTOS FUNDAMENTALES
Metafísica, antropología, ética, teoría del conocimiento...
Jean-Paul Sartre (1905-1980) quiere asumir hasta el final la muerte de Dios anunciada por Nietzsche. Dios no existe, pero sin embargo no todo
está permitido. Vivimos en la contingencia absoluta, la gratuidad irremediable del existir. Pero este desamparo metafísico abre también la puerta a
una nueva dimensión del vivir humano que de otro modo quedaría oculto: nuestra libertad. Paradójica condena esta de tener en cada momento que
elegir y disponer, desde la soledad individual, de todos nuestros recursos para actuar, incluidos también nuestros proyectos de vida fundamentales.
En este gesto creador tenemos como límites únicamente los que se refieren a su propia posibilidad; Sartre creerá que no es poco, pues con ello cabe
planificar una vida moral y política. Moral y política en tanto que establece el esquema de una vida auténtica, vida propia e individual que, desde la
responsabilidad que sobreviene al saber que el proyecto vital elegido compromete también a la comunidad, debe igualmente favorecer formas de
organización social fundamentadas en la libertad. El sujeto sartreano no es el como el cogito de Descartes: ciertamente el cogito de Descartes es
imprescindible para el logro del conocimiento, pero olvida que es en la mirada del otro, que me puede acoger desde la hostilidad o desde la
aceptación, como podemos reconocernos y aprehendernos. Estos son los temas fundamentales de Jean-Paul Sartre, uno de los representantes más
importantes del pensamiento existencialista (y, según él mismo lo definió, humanista) europeo.

“El existencialismo ateo que yo represento es más coherente. Declara que si Dios no existe, hay por lo menos un ser en el que la
existencia precede a la esencia, un ser que existe antes de poder ser definido por ningún concepto, y que este ser es el hombre, o como
dice Heidegger, la realidad humana. ¿Qué significa aquí que la existencia precede a la esencia? Significa que el hombre empieza por
existir, se encuentra, surge en el mundo, y que después se define. El hombre, tal como lo concibe el existencialista, si no es definible,
es porque empieza por no ser nada. Sólo será después, y será tal como se haya hecho. Así, pues, no hay naturaleza humana, porque no
hay Dios para concebirla. El hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere, y como se concibe
después de la existencia, como se quiere después de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace.
Este es el primer principio del existencialismo solución.”

Temas: FILOSOFIA
Autor: ECO, UMBERTO | MARTINI, CARLO MARIA

Un representante singular de la cultura laica, Umberto Eco, y un príncipe de la Iglesia, Carlo María Martini, han volcado en estas páginas sus
reflexiones acerca de la ética y sus fundamentos en el fin del milenio. A modo de diálogo epistolar, con absoluta libertad dialéctica y sin excesivos
miramientos por sus respectivos papeles, debaten algunos de los valores que se cuestiona el hombre contemporáneo, entre otros: los confines de la
vida humana según la tradición teológica y el desafío tecnológico, las limitaciones impuestas a las mujeres por la Iglesia, el nuevo Apocalipsis del
año 2000 y el sentido de la fe, tanto para quienes creen como para quienes no creen (o creen que no creen). A este intenso epistolario público se
suman las voces de un coro variopinto y curiosamente armonioso, compuesto por dos filósofos (E. Severino y M. Sgalambro), dos periodistas (E.
Scalfari e I. Montanelli) y dos políticos (V. Foa y C. Martelli), que puntualizan y amplían las conclusiones de Eco y Martini. Una obra sugerente y
libre que constituye un magnífico ejemplo de respeto mutuo y comprensión.
l título de esta obra podría parecer equívoco; por un lado, ser religioso connotaría "creer", y por otro lado, "los que no creen"
tendrían que creer en algo. Hace años que pienso que el término "creer" no describe bien la relación de una persona con Dios. Muy
pocos santos o devotos de distintas religiones hablan de "creer". Ellos y cualquier "creyente" serio, viven en relación con Dios, así
Dios sea una idea en sus cabezas. Del mismo modo que no decimos: "creo en el lápiz", "creo en el mantel" o "creo en el árbol", un
"creyente" no se plantea si cree en Dios. Para él, Dios, de alguna manera, es una realidad, y uno no cree en realidades, sino que las
vive, las experimenta, se relaciona con ellas. Incluso las olvida, en un sentido muy heideggeriano, como olvidamos unos zapatos que
llevamos puestos que son cómodos, precisamente porque son cómodos. Y si esto es así con los creyentes, ¡Qué decir de los no
creyentes! Pero en general, para vivir una vida plena y de un modo u otro trascendente, no hace falta tener o no tener creencia
religiosa. No es "lo que creen" o "lo que no creen" lo que hace a los hombres, sino como viven su relación con un posible sentido de
las cosas.

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